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La UNESCO plantea que “el niño es el futuro del hombre” por lo tanto, es
necesario arriesgar la antigua educación para implementar estrategias de la
actualidad; teniendo en cuenta que si se logra con eficiencia y ahínco, se
puede lograr un mundo mejor, con personas aptas para vivir en armonía en
una sociedad consumista, apresurada, tecnológica, y llena de descubrimientos
y progresos científicos cada día. Las políticas educativas deben modernizarse
como un proceso de enriquecimiento de los conocimientos, pero sobre todo,
como un privilegio para las personas que la reciben y de las relaciones entre
individuos, entre grupos y naciones; tolerando las diferencias de cada cultura
y aceptando con respeto las nuevas formas de la cooperación internacional.
Para que eso suceda deben superarse las tensiones más comunes que tiene
una persona promedio, en su vida. La tensión entre lo mundial y lo local;
teniendo sentido de pertenencia por su país, región y participando con agrado
en su comunidad. La tensión entre lo universal y lo singular; teniendo la
capacidad de escoger su destino y la vocación que tendrá para lo que estudie.
La tensión entre tradición y modernidad; abriendo un espacio en su mente para
adaptarse sin negarse a sí mismo, a la evolución de los demás y dominar el
progreso científico. La tensión entre el largo plazo y el corto plazo, la tensión
entre la indispensable competencia y la desigualdad de oportunidades; por lo
tanto, debe mantener una disciplina para no quedarse atrás y cada día
superarse en su ámbito de estudio. La tensión entre el extraordinario desarrollo
de los conocimientos y las capacidades de asimilación del ser humano, y por
último, la tensión entre lo espiritual y lo material; demostrando así la calidad
de persona que es, y los valores que se le inculcaron desde la casa y
fortaleciéndolos cada día en su diario vivir.