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Publicada en la Revista MUSEUM año I N.

º 7 mayo – año 2000

JULIO LE PARC
El arte como experiencia
Por Adriana Laurenzi

La sala del Museo de Bellas Artes parecía estar cerrada por la oscuridad general. Recién en la entrada
se divisaba alguna luz tenue que llamaba a descubrir qué sucede.
Moverse en la penumbra y sobre un fondo de sonidos suaves y rítmicos de máquinas electrónicas hace
que el cuerpo se relaje, se mueva con soltura en un espacio que no es el de una muestra de arte
convencional.
Se pierde la sacralizad del espacio donde esperamos encontrarnos con imágenes que requieren ser
descifradas a partir de una lectura intelectual.
Ninguna expectativa queda frustrada, estamos en presencia de otro tipo de obras.
Es la muestra de Julio Le Parc presentada durante marzo/abril.
En ”Cintas al viento” de 1965 al apretar un botón se pone en movimiento un racimo de cintas gigantes
que parecen volar y querer tocar a quien se ha parado delante de ellas. El viento sopla sobre la cara y el
cuerpo de quien puso en funcionamiento la obra. No hay duda, estamos ante una experiencia que no
empieza y acaba en la cabeza, la obra involucra todo nuestro cuerpo.
En “Lentes para otra visión” también de 1965, el artista colgó una serie de antiparras de diferente
formato frente a unos círculos y al colocárselos se descubre cómo varía la visión, como se deforma la
imagen según la lente que nos ponemos.
Experimentar, sentir, probar, nos remiten a la infancia y a esa valiosa sensación de libertad que en la
vida adulta perdemos: el placer de jugar.
La obra empieza cuando la 'vivimos', la sentimos y la activamos, es por eso que esta muestra de
montaje excelente falla en un punto importante: el creador hubiera querido ‘no aparecer’ quedar en el
anonimato.
Si bien es importante saber que Julio Le Parc es un argentino que desde 1958 vive en París y que nació
en Mendoza, no se debiera traicionar el espíritu con que el movimiento cinético concibió el papel del
‘arte’: no como la obra individual e Irrepetible de un creador, ni como un acto genial. La obra es una
'experiencia'.
Este es el punto medular de la propuesta de grupo de un movimiento como el cinético donde la
categoría de ‘artista-genio' queda anticuada.
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En la década del sesenta, tanto en Europa como en América, se dan paralelamente dos movimientos de
signo contrario, por un lado el Informalismo europeo (que comienza en la década del cincuenta) y es una
respuesta de rechazo a la sociedad moderna que llevó a gran parte de la humanidad a la guerra
mundial.
El informalismo es una crítica severa a la 'razón'; no hay valores universales que defender por lo tanto no
hay lenguaje ni sistema racional posible para una humanidad que ha dado muestras de una demenciade
tal magnitud.
Giulio C. Argan dice que son "poéticas de la incomunicabilidad" ya que la sociedad no reconoce al
lenguaje como la forma fundamental de la comunicación entre los hombres. El artista sólo puede realizar
un gesto único, una marca individual, de allí nace el gestualismo y el tachismo.
Pero también, según Hobsbawm en su "Historia del siglo XX", la década del 60 fue uno de los momentos
de mayor desarrollo y fe en el futuro dentro del trágico siglo.
El nuevo orden mundial parecería haber encontrado un equilibrio, se recobraría la fe en el desarrollo
tecnológico volcado ahora hacia el bienestar de la humanidad.
:Paralelamente al Informalismo se da una serie de búsquedas de signo positivo, proponiendo una nueva
visión del mundo y un nuevo lenguaje.
Son los movimientos constructivistas que retoman las propuestas de las vanguardias anteriores a la
guerra pero de manera crítica.
Se vuelve a la búsqueda en el campo del diseño y ahora desde EE.UU. los viejos maestros de la
Bauhaus (J. Albers, Moholy-Nagy) continúan su tarea de investigación en el campo de la forma y el
color.
Es en esta década del sesenta que se produce un importante desarrollo en la investigación de la
psicología de la percepción, Rudolf Arheim en "Arte y percepción visual" toma los experimentos de la
Gestalt (psicología de la forma) y la aplica al estudio del arte.
V. Vasarely, alumno de la Bauhaus de Budapest, es el iniciador del arte óptico.
Un arte que prioriza la pura visión, basado en un lenguaje geométrico. Utiliza círculos o rayas que al ser
trabajadas en 'series' crean varias posibilidades de lectura: horizontal, vertical, positivo o negativo.
La obra es entendida como una investigación sobre la forma, y el movimiento que generan determinadas
agrupaciones ópticas en el espectador, por eso Vasarely deja de lado el color, al que luego recurrirá
como objeto de estudio.
El arte óptico se propone investigar los fenómenos de la visión como fenómeno físico puro y también en
su relación matemática.
Estas obras trabajadas sobre el plano a pesar de la utilización de materiales convencionales como óleo y
telas tienen ya un carácter experimental. Implican la participación activa del 'espectador' ya que están
realizadas en series y adquieren sentido cuando se relaciona un trabajo con otro dentro de una
secuencia.
La percepción es una experiencia que cumple con determinadas 'leyes' fisiológicas y también
matemáticas. Cuando llega a París, Le Parc se va a relacionar con Vasarely y el movimiento óptico. Le
Parc va a integrar el GRAV (Groupe de Recherche d' Art Visuel) donde participan argentinos, españoles
y franceses.
El GRAV representó el Movimiento Cinético en París, así llamado porque introducen movimiento real en
la obra.
La obra pierde valor como objeto único, como mercancía dirigida a un publico selecto y culto.
El arte que se ha mezclado con la vida es ahora una experiencia válida cómo aprendizaje, como móvil
de la imaginación.
No podemos hablar más de 'espectador' ya que a la obra no se la concibe más como imagen para ser
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contemplada, es una puesta en 'acto', es una vivencia y tiene valor de experiencia.
El GRAV funcionó en París desde 1960 al 68.
Propuso un cambio rotundo en el concepto de arte: éste debe abandonar el museo, debe salir a la calle.
En 1966 se organizan en distintos puntos de París experiencias en la calle donde al público ocasional se
le proponía participar de manera espontánea en juegos manipulando objetos, como, por ejemplo, la
opción por pisar a elección tablas móviles colocadas a la salida del ‘Metro'.
Otro aspecto fundamental del cinetismo es la utilización de materiales y medios relacionados con la
tecnología, como el uso de motores y luces.
En la década del 60 Le Parc realizará obras o instalaciones lumínicas donde desarrollará uno de los
momentos más altos de su poética.
En “Continuidad lumínica" de 1960/66 caminamos dentro del espacio de una pared curva en la que se
proyectan luces muy sutiles que forman un continuo movimiento rítmico vascular, nuestro recorrido está
entre el foco de luz y la pared donde ésta se proyecta. De esta manera estamos literalmente dentro de la
obra.
La tecnología utilizada no es de una gran sofisticación. La obra está compuesta de luces que se reflejan
sobre chapas de acero o que producen en la percepción un movimiento al ser parcialmente obstruidas
por una pantalla.
A pesar de estar construidas por máquinas, luces o chapas de metal (materiales industriales), el efecto
que producen es de una delicadeza y una sensibilidad sutil que hace presente la calidad plástica de Le
Parc.
A quienes se mantienen atados al concepto tradicional de arte, Le Pare les contesta con sus obras: esi
posible lograr una lírica expresiva utilizando un lenguaje tecnológico y abstracto.
Técnicamente son nada al lado de los trucos y efectos especiales con los que cuenta un realizador de
Hollywood y esto nos obliga a reflexionar.
Le Parc pone al descubierto los materiales con los que realiza la instalación, tenemos a la visita la fuente
de luz, el foco y la imagen proyectada sobre la pared.
Pues bien, la imagen es sólo eso, un sutil reflejo, un juego de luces y formas capaces de activar nuestra
imaginación, nuestra percepción.
En el cine los efectos buscan lograr un ilusionismo donde todo nos es dado. No es una experiencia en la
que podamos intervenir.
Le Parc y quienes participaron de los movimientos cinéticos se propusieron ampliar la percepción de
manera que seamos conscientes de cuál es el funcionamiento de la misma.
Poner al descubierto la fuente luminosa que refleja sobre la pared destellos de haces rectilíneos en
unas, círculos sn movimiento en otras, nos hace pensar sobre las posibilidades infinitas de la forma en
su inmaterialidad, en que la imagen es sólo y maravillosamente eso, una ilusión que abre la imaginación.

En medio de la sala un plafón cenital con placas móviles, transparencias, haces de luz que dan la
sensación de un microcosmos en continuo movimiento; debajo se ha colocado un colchón, se cambia el
punto de vista; el público puede recostarse a mirar los juegos de luces colocados en el cielorraso; es
realmente una experiencia espiritual y sensible en la que nos sentimos tan cómodos como en nuestra
casa, libres y extasiados como contemplando el firmamento en una noche estrellada.
Si el arte es experiencia, es aprendizaje, debe entenderse como un acto de libertad.

Este humanismo que no reniega de los avances de la ciencia sino que los incorpora a su expresión, es
el fundamento de la ética que Le Pare ha defendido siempre como hombre íntegro. Es lo que le llevó a
participar en las jornadas del mayo francés del 68, junto a los estudiantes y en las manifestaciones de
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reclamo de justicia para los países de Latinoamérica.

La obra de Le Pare es la realización de una utopía, la fusión de la vida con el arte, la participación
anónima y a Ia vez individual y, por último, un mundo donde la razón y la ciencia están al ser vicio de la
libertad de los hombres.

Algunos datos importantes:

Antes de instalarse en París, Le Parc se relacionó con el grupo Arte Concreto-Invención, liderado por
Tomás Maldonado, Ennio Iommi, Alfredo Hlito y Raúl Lozza, quienes trabajaron dentro de la abstracción
geométrica.

Luego, influenciado por Lucio Fontana comenzará a trabajar en obras tridimensionales. Fontana fue un
pionero en el arte lumino-cinético en nuestro país.

En 1966 gana el Gran Premio Internacional de Pintura en la Bienal de Venecia, fue el segundo artista
argentino que lograra un reconocimiento tan importante. Actualmente, Le Parc vive y trabaja en París.

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