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Beatriz Kalinsky*
Gustavo Pérez**
Ninguna definición del ”cambio sociocultural“ len- D’Amico-Samuels, 1991; Favret-Saada, 1990, García
drá un valor universal y definitivo; la pluralidad de ver- Canclini, 1991; Hastrup, 1992; iionko, 1986; Saltala-
siones que se ban formulado han sido, a la larga o a la rnaccbia, 1983, entre muchos otros).
corta, desbordadas por el desplazamiento de los límites. ia pregunta clave fue qué requisito particular de-
La precondición de la práctica antropológica,una bía distinguir a la perspectiva antropológica de la de
vez aceptada la mc~niitandade la disciplina con los cualquier otro lego interesadopor simple curiosidad en
discursos políticos, ¿ticos, institucionales y técnicos, l o exótico. La mirada antropoiógica debía romper con
está en el banquillo de los acusados. En una palabra, el sentido común, “exotizando l o cotidiano” (Da Mat-
alguna de las teorías del cambio sociocultural está ta, 1983), simulando ser una “mirada distante” (Lévi-
siendo aplicada a ella misma (meta-antropología, an- Strauss, 1986).
tropología crítica). En tanto especialistas en lo diverso, la primera
Se han discutido, entre otras cosas, el efecto polí- “otredad” que aparecía como tal,casi naturalmenteera
tico de la producción de los textos etnográficos, aspec- el “otro exótico”, el salvaje, el indio, el decididamente
tos éticos tanto de las teorías como del jWdwurk, extraño. Pero ese otro etnográfico se fue ampliando,
condiciones mínimas del desenvolvimientode la prác- diversificando y acercando. Campesinos (Redfield,
tica ”de campo”, formas del diseño de los objetos de 1941; Foster, 1988), pobres urbanos (Lewis, í987),
estudio, advocacy, jergas profesionales. movimientos de insurgencia, minorías étnicas en
La divisoria de aguas en esta p l h i e a es doble. países centrales, científicos (Latour, 1987), hasta
Por un lado, bay una cada vez más fuerte tendencia antropólogos (Clifford, 1983; Geertz, 1989). Cual-
hacia posiciones que podríamos llamar, en términos quier contexto que se demarque como sociocultural
generales, “a-esencialisías”. Algunas de las visiones se convierte en posible de ser etnografiado. Pasamos
actuales del concepto de ’dima” (Auge, 1987; Fos- de ser especialistas en indios a expertos en ”la dife-
ter, 1991; S a h l i , 1Ses) le han devuelto la dimensión rencia” -y tambih, para mal de la disciplina, en la
hist6rica, plonteandolo asistemático y socialmente dis- creación ideológica de esa diferencia (Herzfeld,
tribuido (Keesing, 1987 y ms.; Rappaport, 1987) entre 1987).
otros rasgos. Este movimiento noesencialista también El descentramiento -espacial, temporal, técnico,
ha estado alimentadapor un alejamiento progresivo de institucional, político, repreaentacional- de la situa-
la perspectiva pamwiuna de la acción (Bounlieu, 1985; ción de c a w ba sido una de las fuentes de críticas,
Bruner, 1990; Foucault, 19W, Giddens, 1977; Ortner, reformuiaciones y los marcadores indiscutibles sobre
1978; Sahlins, 1988; m er,198ó), dáadose un fuerte la pertinencia o no de nociones tales como ”verdadero
peso teórico a la apiiicpcióo adiva de lw significados conocimiento”, “evidencia”,“autoridadautoral”,y así.
culturales y a ía dimensión eshaíég~cade los discursos y Digamos que se han configurado dos posiciones no
la comunicación (Goody, 1987; Habermas, 1987). muy claramente establecidas pero que se van ordenan-
La segunda i i í que cancentra la polémica con- do alrededor de la -ala si estsmoe practicando una
temporánea tiene que ver con la reconceptualización antropología “libera8ora” o “reprod\tdivista” del or-
de la situación de campo a la luz de las condiciones den actual de “diferencia/dediuaMad/pobrezasocioe-
actuales (Althabe ms.; Batallán y García, 1992; conómica/aislsmient geopolítico”.
~
Y a difícilmente hay quien no esi4 en acuerdo ideo- co-ideológica, en la relación viva de la etnografía. Se
lógico con la primera de las opciones, aunque los trata de construccionesconjunkas entre el antropólogo
enardecimientos se entibian llegado el punto de la y su otro; y son mríltipks, como lo son las miuopolí-
discusión más típicamente te6rico-rnetodológica: ¿ad- ticas que se articulan en el campo, dependientes en
wcacy o no?; ¿romper reglas ético-profesionales cada caso de las pautas y condiciones de sus moda5 de
cuando la situación o el tema así io requieran?; jauto- establecerse y mantenerse.
conocimiento de la p i a ó n “de clase” como barrera La ficcionalizaciónde la otredad en la situaciónde
infranqueable -reprodudiva- entre antropólogo y campo es versátil. Por nn lado,el antropólogo conam-
quienes son ”sujeto” de ella?; jsocios en el conoci- ye a su “otro” etnográfico. A su vez, éste se representa
miento y a la vez antagonistas politicos? a sí mismo como tal y además, constrnye al antropólo-
En este artículo, la ’otredad” en la situación de go como un “otro”. Finalmente, también el antropólo-
campo es d tema de nuestra reflexi6n.Ha sidomuchas go se constmye a sí mismo como tal para presentarse
ve= el bastión que permitiera mantener la distancia ante su “otro” etnográfico, y ante los colegas y los
crítica entre ”nosotros” y ‘los otros”, que hacía a la potenciales lectores de au etnografíí.
misma posibilidad de la antropología. Para otros, se ha Digámoslo sin rodeos. Estamos persuadidos de
convertido en la justificación metodológica de la índo- que para hacer antropologíaespreciso ficcionalizar los
le colonialista que la antropología no ha podido todavía lugares del antropólogo y del informante: de modo
sacarse de encima. Aquí daremos otra vuelta de tuerca, que esos encuentros en-el-campo se diferencien 4 i c -
tratando de dar una mirada antropológica sobre aquella c i o n a l m e n b de los encuentros en la vida cotidiana.
otredad. Sin embargo, como veremos más adelante, las situa-
Desde ya creemos que elfieidwork es sin más una cionesproducidas en las relacionesetnográficasno son
micropráctica comunicacional (Gudeman y Rivera, ~ p h i r respea0
a~ de las que sucedea en nuestra coti-
1989) que, como ial,construye realidades que se aco- dianidad; más aun, son parte de ella.
plan, con más o menos fluidez, o con valores democra- Podríamos entonces efectuar un análisis teórico-
tizan- o no, a la inacabable pluralidad textual de “lo metodológico de estas estrategias de construcción de
social”; pero, en todo caso, esas articulacionesno son otredades, recurriendo a la clásica escritura ”monoló-
en modo alguno ejercidas s610 por los antropólogos, gica-experiencial” (Clifford, 1983): Pero si pretende-
las etnograffis, ni sus “trabajos-de-campo”. Las cade- mos ocuparnos de la relación entre “OW, resultará
nas de mediatización, incluidas las armadas por nues- más adecuado incluir en nuestro texto los de
tra disciplina, parecen habernos pasado inadvertidas. esos “otros”. De modo que los discursos plurales de
Transitaremos, entonces, por distintas formas en nuestras diversas voces -autoras de este t r a b a j e
que parece poder construirse la alteridad, teniendo en se entrecrucen con las voces de los “otros etnográfi-
claro que el antropóicgo no es “autor” exclusivo ni cos”; quizás más que nada con la sola pretensión de un
unilateral de las otredades. De modo que no son el efecto de analogía. Las raíces del problema aquí plan-
resultado de una estrategia solipsista del etnógrafo teado son también extratextuales.
para luego escribir sobre ellas, sino que emergen, más Si la otredad es diversidad, nuestra recomwi15n
acá o más allá de la voluntad, deseo o posición te&- de ella no puede ser homogénea. Así, este trabajo
54 B8at&Kalurrky I GustavoPérez
incluirá relstm de algunas experiencias permnples en G. que los “otros”& iaantropbgía exis-
‘el caaqd”‘ como i a Wrecoastniccioaes de &lo- ten almo ta& sólo en la escritura eteogdfka
gos entre. los Waores, de manera de expiicitar el proce- (Clifford, 1983), o sea que son OccionrW-
so de pducsik de nirastro (meta)conocimiento sobre textual*.
las reQrwentacioaes que los “otros” t i e m sobre nom- E. No sólo eso. Los textos en donde se represeats a
tros, y “nosotros” practicamos cuando ‘$&USOS” a los otros etnográfiw son maneras de dar cuenta
‘‘nuestrosotros”. de una relacidn,es cierto que ficciodhda, p r o
parte de la vida... No existem ficcionesde ia nada.
G. Oseaqueenesarelaciónasicomo~aaittropólogos
1
1 construimm a nuestra “otros“, Bstas simuitbea-
mente nos construyena nosoms (Nthabe ms.)...
G. Creo que debefíntwscanemar explkitado un B. En una relación de encuentros; también de mu-
poco & ioque entebdtiws por los diferentes chos desencuentros entre ”otros”: uno se remite a
sentidos con los qua aos ~6huimosa los “otros”. que no es posible estabiecer relaciones idflicas.
B. De acuerdo. “Nnastros-otros” son los otros etno- ¿No has tenido acaso m h vúlculos en hiexpe-
a
~ f ~ , m i e s t r a s q u e “ ~ ~ t r o s ” s o r a a S o sriencia de trabajo de campo?
aatff>pólopcons- como otros pot los in- G. Bueno... Como en toda nuestra vida, hay gente
formantes. con la que te sientes a p t o y otras que no tanto.
G. EB$QKXSni los infmiBaetes ni los antropólogos Ahora bien, la posibilidad de entabltii estus b e -
en tanto “otros” extsaen otas que como una fic- nas o malas relaciones, ¿tiene que ver coa el
ción ... estPblecimiento del rapportcon los informantes?
B. Digamos como una fabricación que emerge en la (Taylor y Bogdan, 1987):
relación establecida en el trabajo de campo. B. No, si se piensa que este rapport puede 8er esta-
G. De modo que la “otredad” puesta de manifiesto blecido y controlado a través de una recefa meto-
en lasetnqpfías tesubría una f i c c i o M i n . ddógi... Tiene más que ver con nuestras
E. Exactaolentr\. El estralecimiento del otro etno- actuaciones cotidianas, más allá de la situación
@fica carno tal es en el piano de la €ic&%. Se etnagráEca.
a ta de la pue& en juep de una BenantieSea G. De acuerdo. Pero tú hahiabas de otras clases de
tkniea que sirve para posicioaar a los “otros- desencuentros...
W” (de cam y hueso) en nuestros problemas E. Sí. Tienen que ver con e l control que tienen l a
de mvkstigwión y nuestra propios encuadres informantes respecto de lo que dicen y de lo que
(FMdmsn, 1992). no dicen (Wstrpiies, 1991; Moore & wbteilodt,
G. Pew itW&aquí e&mm hablando de una de las iW),en virtud de la e v a h c i h que hacen de tu
comtnicaonesde ia~~&&piauteadamás amba. pericia como antropólogo, del feeling que se es-
B. Sí. Nos referimos a la amatruccidnque hace el tablezca en Ja reiación ptrscmal o de las usos que
a n & q & b g odel “otro” e&og&ico. Tú coniem- hagan de tu presencia en el campo (Van Der
*te esta cuestión en otro trabajo (Pérez ms.)... Geest, lWl;$ Webs, 1992).
De aquiy de a116: la ambigiledadeinogrAfia ... 5s
B. Nadiees aaiqn5ioga ni infwmmte todo el tiem- Como resuliado de una investigación interdiscipli-
po. &&e U(YI fhrottución,de ubicación y des- naria realizada en el área de salud, uno de nosotrm
U b i a c i f w w la v o h t a d y las CQntbgmCias escribió varios trabajos (ArrJe y Kalisky, 1991;
de iof*ef-que las pslii&wtcs An&, Kalisky y Ranguílao, e.p.; M i , et ai.,
hacen todo el tiicmpO...
G. Uea wiistniccisn y dwamsBuCci6n de los Juga-
res que oarpan u n w ~ o (infowo81e) ” y de
diálago, en 1ps pimaui
firiendoalasdas este conimitode idas
seii&hmJfpriooipioy que ahora
capstniccióndel “otro” A. Estuve pensando en lo que me Coeurste en la
enwvisti que tuvimm ayer, respectun hi trabajo
e n d Bgpitalcun el lpupo de a
I. Teatgo vir+ casas en
.cae&da” a estas tema que te puedes intmw...
dkwtitias... sin f e n t d i . . .
G. Tal vez para amprer RW&O osi dtfinitivo des- estnv.istsci ante-
centramiato que pier (1986) mliestrp &lo en al ltwpxto.
uno~sufa6atidosp~~. .La idea esa que
E. Sin tantas pre&doses estilkticaf, y ni siquiera me consiaste.el otro día...
de irttentaruna ontmpobok W- me con- A. ¿La de escribir algo juntos?
fmapo con dcsowntipir’ nuestro anocimiento I. Sí. Me parece que no es b mismo, ¿no?... Una
(Friedrich, 1992) sobre la pluralidDd de la situa- cosa es que vos me preguntesy yo conteste para
&de cpinpo p a rnnstnula y drirwsla m i - ...
que vos esaiW tu invostigpcibp DeapuéS de
l W de &exhnar sobre ella. Y, con suerte, todo yo soy médiw y nosé apdo de PaQopOlagla.
psaopren~~muados. Pero si vamps a disaitir subre el p&Isma del
alcoholismo para escribir a@ entre los das... es
distinto.
III A. No entiendo en qué CPrabiOsstonue6lra rdcuón.
Es cierto que vos futste mi Mermante,y ahora...
La práctica o#rqml6gk.a nos enfrenta a una com- 1. Y ahora vos W i me vas a tener que amtar
pleja gama de situociones no áetkibks en 6ltima
instanck, ranto 1ps d t i p b otredades que se IBOSW u yo voy a tewqrv~
ponenenjsgodurante ips trehjwde ampo. La
amb & 16s lupores del Uitropólogo y del
informante es UB brvn ejtmpb.
D e aqut y d i allá: la ambigüedad ehiogr6fka ... 57
mano? (Scott, 1992). ison meiodológicamente esta- de qué modo se van defiiendo para la relación etno-
blecidos en tanto tales? Como se muestra en la situa- gráfica. Reproducimos parte de un registro.
ción recién expuesta, más bien parecen fluctuar. Pero
cualquiera que sea el caso, siempre se trata de otreda- ~lasegm&re~6ndel~po.~moscuatroantropólogai
des construidas en ypara la relación etnogrhfica. Una discutiendo nuc.ums respectivos‘camp”. Pa0 existe un
mise en scene, como dice Althabe (ms.). En el caso elemcntoquemediferrncia&lresto:Ellarwni’mieampo”,
referido, de esa relación establecida para una investi- yo los estoy etnografinndo a ellos, y ellos lo ubcn. No
intento pasar desapercibido d o y el único que tomr no-
gación antropológica, de ese encuentro entre dos ta%-; sin embargo aún no me animo a grabar... Entonces
“otros-otros”, han surgido un “nuestro-otro” wnstrui- AA interrump la discusión y me pregunta:
do por el antropólogo, y un “nosotros-otro” fabricado
por el informante y coautor que tienen un diseño ines- AA. Hoy estás muy callado, ¿no?No psnicipsatedemasiado
table tentativo; siempre vinculado a redes discursivas de la charla...
e institucionalescondicionales y, a veces, antagónicas.
Cuando hacemos referencia a la noción de “fabri- CC. No olvides qye es el etn6grafo del pup... Vos aabQ
car”, estamos pensando en una escenificación que no que eso de obsmu,participn? y registrar, todo al mismo
es producto de la imaginación caprichosa y subjetiva, ...
tiempo es medio diíícil.
sino que hunde sus raíces en la vida misma. Como
afirma Hastrup (1987: 294-295) “La realidad de la AA. ¿Por qué cntonwd no grabas las disaisiOnes?
antropología no está ligada a los textos, sino a la vida.
La defiiición y el descubrimiento se fusionan en mun- En manto intento contestar, DD me intsnmipe:
dos que están mediados por la experiencia y no por
textos. No sólo la experiencia del trabajo de campo DD. ¡Ab, no! ¡Una cosa es que tam notas y otra muy
distinta es que grabe! ¡Nosc d.n cuenh de que somos d a
sino también la experiencia humana en nuestros pro-
vulnerables que él! Ed como cuando yo enkcvisto a los
pios mundos” (traducción nuestra). A lo que nosotros ...
campuinai: si 110 existe can distancia esa diferencia cnm
agregamos que no se trata de una experiencia inocente nmotros p5mo doy cuenta de los Otros?
y fundacional, sino mediatizada por formas discursivas
e institucionales que dan a la escenificación una refer- M.Y bueno. Él tiene que bafer lo mimo con nosotros.
encia aun más radical en sus efectos sobre la vida
concreta y cotidiana. DD. Sf.Pero cuando a ml un campedino me dice que le
Cuando la metodologíadisciplinar propone la exo- molestn el grabador, yo lo guardo. Y a d 00 no es sdlo mi
tización de lo cotidiano, acepta un uso encubierto de la colega o mi amigo... Es el etnógrafo y nmotros sus %ti-
ficcionalizaaón en la situación de campo. Uno de Vos”.
nosotros se ha enfrentado a una situación de extrema
cotidianidad al realizar una investigación antropológi- (Risas generalizadas).
ca sobre un grupo de etnógrafos.Aquí, se invierten las
tradicionales otredades estereotipadas, pero si enten- Aquísurge la supuesta vulnerabilidaddel inform-
demos estas otredades como ficciones, se podrá notar ante en su relación con el antropólogo. Contrariamente
~
a esta idea, pewiamos que aigo del antrOp61ogo siem- comunitarias usan el conocimiento (también el gene-
pre se queda ea el lugar del trobrjo de campo, En este rado durante algún j k l d w k ) , demifnado sisiufica-
sentido, parece prevalecg una suexte de imagen topo- doe y objetivas sin la moQiacide d i m &de h t i -
gdficp dd coti~fUeiont000.30 m i s e d o ssdes especí- tucioues of&Ies, la Acidemia, Como dice uno
ficas, y ea cknifurma ob.r9ables (libros, srtiuclos, de nuestros €pig€*, ¿no?
clases, cifras). En una pnkbra, el gas obssnrible es la La gente también exige respuestas, y pretende
Academia. Por tanto, aun aiando las teorías wn ar- indagar y ser parte del mundo del antropólogo.
madas por el antrOpólogo en si4wci6n de campo, ellas (¿Acaso no l o es de antemano?). Despuh de todo,
teadrlpn una ínu#Iepr las relaciones en-el-campopueden ser tan maravillo-
modo que, c u d d e sas o fan crueles como en la vida misma, porque la
“ e l - c o n & i e a t o - q ~ ” (en sus papeles, en sus etnografía es pa& de esa cotidiauidad. Es un juego
capetes, en su compatadora). ficticio de la realidad, en donde la construcción del
Por bora, los usos sociales de los conocimientos “otro” etnográüw y la repreoentscióa de un espacio
queseefpsrcen ea 1ps rcdesfocielesprnipdap-en la reiacional propio (Pntropsiopo-infixmante) devie-
Si-decoaiaO- nen iiapr&dibl#S psro hacer etnognfir, pero en
tuplmtnte. Sób se a cilrlquiercw>,todoanooo~osatpuimoaeetaDdoallí,
esaitura que no resultaríani n t e l i l e s para‘nuestms- m6e a116 da In autropoiogía y de sus textos (IErünslry
otros”. A@ a8 ama unnudo muy que puede y PQez, e.p.).
ser visto como una mera forma de i m w e r s e al otro
(JorQn, 1991). Psro tasM60 mmo una mitade mer-
ca sobre la ¡&que ha prevalecido sobre la wnstitu- IV
á6a Sico*b y social Q u?emisoiootro (inc8paede
pcasanhto &strmcoll , la múiime po&b#idad de G. ¿No aees que nueettp Compción de trabajo de
plantcar p m b ~ - sdeoCMtO ~piozo,
~ ideolo- campo como “fidM”’%Iflbieup?
gizado y rteapzodopor &uíaoa) (hiinsky y Arrúe, B. Es que justamente aulogir idor de ficción seen-
1991;Scoti, 1991).Creeo~1,queenestetipodeaiticas roSCamla rltl Qgdc se tejen y
-
hay un to 9eiaf.tico entre cO)IOCiAUC>(tay en el aunpo. Si
escritura cicnri&a. Como si la discusión de ideas, el los espacios del antropóbgo y del informante no
intercambio de experktias y el trabajo conjunto des- se pueden separar en forma ta w ,no estmm de
de cada uno no tuvieran valor cognosativo alguno. La acuerdo wn lo noción de que “se es de aqnío se
oralidad y la prácüca sujetos a depciaci6n a p o s c i - es de alK” ...
tiva y como divisoria de aguas entre ‘nosotros” y G. Como se pianteabp desde el “realismoetno
“ellos” -agotados como conocimiento en el mismo
momento en que, desde las mirsdas inadvertidas, pa-
a”, .
unabrrnuririfroaqyepbui i“:
tre “rmoteos”y los”otros”,entre escm dm sujetos
recen cesar-. &te, a e ~ o ses, un momento cuimi- que creaban una relilción idilica, porque entre
nante uuique despreciado por los teóricos dei “Jíeld- ellos eran di&m&m, rrjcms y extranjeros...
work como revoluci6n”, en que l a s políticas B. Pero también Mposturas mós contemporáneas se
De aquíy de alli: la ambigüedad etwgr6fia... 59
sigue manteniendo esa separación, aunque asig- G. Ya que surgió el tema del poder, creo que podría-
nándole a la relación un tinte apocalíptico. Por mos ver, siguiendo el hilo de nuestras relaciones
ejemplo, iiastmp (1992) sostiene que el antro+ ambiguas, tres asimetrías entre las pemnas-en-
logo “arrasa” emocionalmente con e l informante. relación. Una cultural, en la que se legitima la
El “otro” queda entonces relegado a una pasivi- práctica antropológica. La diversidad cultural co-
dad absoluta, mientras que se sobreestima ai an- mo tema de estudio ha convocado el trabajo del
tropólogo... antropólogo, aun en áreas bastante nuevas como
G. Y al trabajo de campo. En esta línea, algunas las empresas, las instituciones y el bussiness(Ba-
posturas radicales (D’Amico-Samuels, 1991; ba, 1992), pero no debería haberse convertido en
Scott, 1992) critican la propia situación de campo una regla metodológica de interacción en e l cam-
por considerarla un factor de protección del inves- po...
tigador, frente a compromisos práctim y políti- B. Aunque casi siempre se han conhindid0 estas dos
m.De modo que ven al fieldwork como un cuestiones, descaminándoee muchas veces el pa-
concepto ideológico, enmascarador sistemático pel del antropólogo en SU lugar de “campo”. Si
de relaciones de poder. bien éste no puede “desparramar (los privilegios)
B. Sin embargo, p e e s que exponer la reproducción de la blancura de su piel” (D’Amico-Samuels,
de las hegemonías del contexto sociopolítico en 1991), tampoco creo posible la radicalización po-
el trabajo de campo como “microhegemonías” lítica de la práctica de campo. Porque, entre mu-
(Henfeld, 1987), ayude en algo a cambiar el chas otras cosas, se pasa por alto el carácter
balance de poder? politia, que tiene de por sí toda interacción so-
G. Desde estas posiciones extremas se sigue repro- cial. ..Decir entre “diferentes” es incurrir en una
duciendo la concepción del antropólogo como tautología, ¿no te parece?
sujeto totalizante y poseedor unilateral de cono- G. Sí. Por otro lado, creo que así como las discusio-
cimiento y poder de un siempre -pal?- disi- nes en torno a la antropología a-reflexiva sobre su
mulado antagonismo ideológico (Hsu, 1979). papel en las formas de reproducción de las desi-
Así,como reproductor constante, acrítico y hasta gualdades tienen efectos prácticos de crítica y
casi anhelante de desigualdades políticas, que, opinión en la profesión, el planteo del “antro+
según las lecturas actuales, subyace en la etnogra- logo-partisano” 4’Amico-Samuels (1991),
fía clásica... y,quizás, posclásica... Huizer y Manheim (1979)- descorre algunos
E. Por aquí, Freud y Foucault no pasaron, Leh? ... temas.
G. Se trata de una idea esencialista de sujeto, satura- E. comoc cuál es?
da y defiiitivamente constituida. Otro caso de G. Por una parte, que la complicidad colonial no
ideas desconedadas de la materialidad de las reside sólo en las relaciones desiguales que se
acciones, los discursos y la historia. plantean con nuestros sujetos, sino mucho antes,
B. ¿No te parece que en este caso vendría bien un en nuestras formas de delimitación de temas y
...
poco de desconstrucci6n posmoderna? Es sólo problemas de investigación, parafernalias con-
una broma (sic). ceptuales y premisas epistemológicas dualistas.
60 BeatrizKahky 1Gustavo Pérez
G.
NOTAS BIBUOGRAF~A
Ahbe.G.,Ms.'Microsorial elenqueteethnologiqucdetemin".
' Algunas dede investigación
X ~ M ~
ideas fuemn plaotudas en d tnnscurso del
estas
O 'Ser antmpólogo: la enfrad. en la
ArrOC, W. y B. Kalinsky,Dc " I a m é d i c a " y e I t c m p c u k z . ~ ~ i &
MlacuUuraI de b saIud en el sur deINcvpvS &Al Buem
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A N u r a / R e i mo f A ~ ~ l h m p / o gvol.
Deaquiy a2 allá: la ambigaedad emográfica..