¿Qué debe modificarse en las prácticas de evaluación contemporáneas de
los planes de estudio?
Primeramente, me gustaría señalar el papel de los sujetos que realizan la
evaluación. Es común que la presencia de evaluadores externos genere tensiones, por lo que se deben buscar los mecanismos necesarios para generar confianza en los actores de un plan de estudios y que éstos aprecien los aspectos formativos de la evaluación. El mejor recurso es involucrar a las partes interesadas durante todo el proceso.
En este sentido, se debe promover la autoevaluación de las instituciones. El
principal reto, es valorar más la figura del profesor, la cuál es muy desvirtuada y no se le considera capaz de evaluar, construir proyectos, tomar decisiones etc. Se le ve como un agente pasivo durante el proceso.
Por último, la evaluación debería verse sí como un proceso colaborativo,
pero debe haber mayor presencia de profesionales de la evaluación. El desarrollo de planes de estudio requiere de ser liderado y administrado por sujetos con experiencia y con conocimientos teórico-metodológicos sobre aspectos educativos y curriculares.
En segundo lugar, me referiré a la forma en que se realiza la evaluación. Los
procesos evaluativos, bastante estereotipados, parten de parámetros eficientistas, están muy concentrados en el control, en los resultados/productos, por lo que predominan las cuestiones técnicas y administrativas. Por el contrario, es necesario tener claro su carácter axiológico; ver la evaluación como procesual, situada, continua, y considerar sus implicaciones ético-políticas; que los cambios se generen de forma participativa y consensuada; y debería ser un medio para comenzar a mejorar los planes de estudio y las instituciones educativas.
Entre otras cosas, incluida la falta de una cultura de la evaluación, las
instituciones no tienen mecanismos que permitan acumular, y recuperar, las experiencias evaluativas, de forma sistematizada, rigurosa y confiable. Es común incluso que las decisiones se fundamenten en el mínimo de estudios y muchas veces sólo durante coyunturas políticas, ignorando las necesidades propias del ciclo de vida de un plan de estudios. En los casos donde ésto no ocurre, es frecuente que los grupos sean demasiado herméticos, se le da muy poca o nula difusión de los resultados de las evaluaciones, lo cual impide generar un aprendizaje interinstitucional. En estos círculos, la información fluye de forma oral, espontánea y por tanto restringida a quienes tienen acceso. La recomendación generalizada, es que se debe impulsar la rendición de cuentas, y la información debe ser pública, e incluso es deseable que se pueda recibir retroalimentación de las partes interesadas.
También es importante señalar que la evaluación de planes de estudio es más
coherente y consistente cuando está en armonía con otros procesos de evaluación institucional, aunque no debe perder importancia o quedar opacada por estos otros procesos de evaluación.