Está en la página 1de 1

EN EL DIA DEL PADRE 2020

IGNACIO PIÑA DURÁN (1903-1987)

Mi padre nació a principios del siglo XX, arrullado por los valses porfirianos. Vivió lo terrible de
la revolución y la primera gran guerra, sobrevivió a la mortal epidemia de Influenza española de
1918. Disfrutó la rebeldía y del Charlestón de los años veintes siendo testigo de la guerra
cristera. En los treintas, durante la gran depresión, supo disfrutar de la sensualidad de los
tangos. Casó en primeras nupcias y tuvo a su primera hija, mi hermana Leonor, enviudó, y al
comenzar la segunda guerra mundial, se volvió a casar con Elena Assaf, mi madre, con quien
procreó a Jorge Ignacio, María de la Luz Elena, Cipriano David, Xóchitl Francisca, Cipriano
Cuauhtémoc, Rosa Margarita y Martha Gloria.

Fue un hombre práctico, capaz de arreglar cualquier cosa que se descompusiera, recuerdo que
tenía un radio de pilas que eran más grandes que el propio radio y tenia que hacerle una antena
con alambres casi del tamaño de la casa para poder escucharlo, yo quería desarmarlo porque
creía que en los bulbos había gente chiquita que era la que se escuchaba cantar.

Sobre todo fue un hombre alegre y optimista, a la edad de 75 años vendió su única posesión
para comprar un rancho en el pueblo de Casas Grandes, la verdad no recuerdo a otra persona
capaz de arriesgar sus haberes por perseguir una ilusión.

De niño me llevaba al café Cantón cuando se reunía con sus amigos, en esas pláticas descubrí el
realismo mágico y aprendí de la sencilla sabiduría popular. Muchas ocasiones me llevo a pescar
a las compuertas o al Valle de Juárez, de hecho, uno de mis mejores recuerdos fue que una vez
pasamos la noche pescando y nos sorprendió una fuerte tormenta, mi padre sólo tenia una
pequeña lona, pero la acomodó de forma tal que nos protegió toda la noche.

Murió a los 83 años, después de una fractura de cadera, con el se fue toda la generación que
atestiguó los cambios del tormentoso siglo XX, llamada equivocadamente la generación del
sacrificio, pues mi padre nunca se vio como víctima ni se quejó de la vida que le había tocado,
hasta sus últimos días fue un espíritu libre que nos mostró un camino digno de recorrer con
esfuerzo y esperanza.

También podría gustarte