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TODOS ESTAMOS EN PELIGRO

Pietro Barcellona
1. EL ESCÁNDALO DE IA CONTRADICCIÓN

En los últimos tiempos he intervenido en numerosos semi­


narios y conferencias en memoria de Pier Paolo Pasolini en
los que más o menos abiertamente se planteaba el tema de la
actualidad de su figura como poeta civil. Casi todas las perso­
nas a las que he escuchado han llamado la atención sobre el
Pasolini hereje, comprometido politicamente en la denuncia
de los crímenes de Palacio (es decir, del sistema de poder
democristiano), del riesgo de complicidad de la oposición
comunista y la degeneración antropológica del «pueblo» ita­
liano en una «masa» de teleadictos, obtusos consumidores
de imágenes y de objetos. El Pasolini profeta político se ha
convertido en un estereotipo a través del cual las conmemo­
raciones neutralizan la potencia explosiva de una personalidad
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excepcional. Hemos llegado a un punto en el que somos capa­


ces de metabolizar incluso el radicalismo de Pasolini.

He intentado replicar que Pasolini es un autor trágico griego


sustancialmente imprudente que, hasta el momento de su
terrible muerte, estuvo obsesionado por la urgencia de las
pasiones ancestrales, por las convulsiones del corazón en el
ámbito de las dinámicas existenciales que marcan todo gru­
po familiar (amor y odio entre padres y madres, entre her­
manos, entre la mujer y el hombre).

Pasolini crítico de la modernidad, de la homologación, del


fascismo como embrutecimiento y pasividad de la «masa»,
como culto de la violencia sin objeto, como conformismo
gregario de cuartel; crítico del presente en nombre de un
pasado heroico de «pecadores inocentes» como los campe­
sinos y los nuevos proletarios de las barriadas. Pasolini antii­
lustrado pero no reaccionario, con su afanosa búsqueda de la
fuerza de las pasiones y la inteligencia de los débiles y los
marginados. Pasolini inquisidor de la Democracia Cristiana
(DC), pero distante del Partido Comunista Italiano (PCI) y de
sus tácticas, redescubridor de lo sagrado como «lugar» de lo
originario de la existencia y de la polis. Pasolini testigo de un
cambio antropológico que nos afecta a todos: «todos estamos
en peligro», dice enuna de sus últimas entrevistas.

¿Qué haría hoy Pasolini? Un Pasolini que se opuso al aborto y


a los manifestantes de Villa Giulia, que acusó a la burguesía
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capitalista de reducir la vida a fingimientos e hipocresías.


Nadie tiene derecho a cambiar a su favor las «razones» de
Pasolini. Pero yo, desde mi limitada experiencia vital, desde
la rabia que me destroza el alma por la masacre de la realidad
que está teniendo lugar, digo con humildad y dudas que qui­
zás hoy Pasolini no se dedicaría tanto a atacar el Palacio de la
política, cuanto a denostar esta conformista sociedad del gre­
garismo. del fingimiento y de la hipocresía homologadora.

Siento una especie de afinidad con Pasolini. Una especie de


fraternidad visceral. Cuantos más textos leo de Pasolini (y
sobre Pasolini), más me parece que de tefabula narratur.
Siento sus palabras y sus imágenes como «cosas» mías: la
relación intensa, erótica con su madre, el conflicto entre los
códigos y con los códigos que regulan la identidad de género
y los roles materno, paterno y fraterno, así como el recono­
cimiento en el grupo social, la atracción por el mundo griego
y por la esfera onírica, el mito, el origen existencial.

Históricamente, desde Platón la filosofía griega se opuso a la


aproximación a estas formas de conocimiento (mito, sueño,
etc.) y se centró en lo opuesto, la búsqueda de una verdad
incontrovertible y trascendente. Por eso, explica Galimberti,
Platón y «la filosofía que creó imponen el paso de la tierra
material, corpórea e iconográfica de la tragedia, al cielo ideal
y luminoso que sólo el alma liberada del cuerpo puede alcan­
zar» \ Se repudia así la ambivalencia simbólica del cuerpo (y
i U. Galimberti, La terra senza il male, Milán. Feltrinelli, 1984.
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del teatro) en favor de una lógica nueva de carácter disyunti­


vo: verdadero y falso, cielo y tierra. Lo verdadero está en la
ligereza del cielo-, la tierray su materialidad encierran todo lo
falso. Se entiende, así. por qué Nietzsche habló de la muerte
de Pan con la llegada del cristianismo. Pan, el dios del cuerpo
y símbolo de la composición, se transfigura iconográficamente
en el diablo con los cuernos y las pezuñas de cabra, y correla­
tivamente el cuerpo se convierte en locus del maly del pecado
(veremos a continuación que, en realidad, la relación cristia­
nismo-cuerpo es mucho más ambigua).

El desgarro de ser «consigo mismo y contra sí mismo», una


contradicción irresoluble, la búsqueda de una comunicación
no lingüística, prelingüística, en donde lo dionisiaco come
terreno a la certeza luminosa de Apolo. Vuelvo a pensar en
una lectura de Las Bacantes. Penteo, el hombre de la ilustra­
ción sofística asediado por el dios salvaje de la libertad y la
ebriedad y después destrozado por las bacantes.

La crítica del racionalismo ilustrado y el regreso a la tragedia


constituyen el santo y seña de Pasolini. La clave de su actuali­
dad es la contradicción trágica, entendida no en términos
dialécticos sino como una permanente e irresoluble coexis­
tencia no tanto de las diferencias cuanto de los opuestos: una
especie de ambivalencia estructural de los seres humanos
civilizados en la cultura occidental a partir de la herencia
griega que, como veremos, ha marcado profundamente la
viday las obras de Pasolini.
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Estoy convencido de que sin contradicción/conflicto no hay


vida. La tradición mediterránea, con la que tengo una deuda
profunda, se ha formado a partir de los griegos como una cul­
tura de la ambivalencia, de escisión entre el mundo y el yo
que no se entiende como negatividad sino como movimiento,
un ir y venir del ser a la nada. También la vida y las obras de
Pasolini escenifican la oscilación entre ser y nada, entre som­
bra y sol, entre noche y día. Esta oscilación remite a la coales-
cencia, en el sentido de que no se puede decir que haya un
antesy un después de la fisicidad, de la corporeidad y de la
terrible conciencia de sí, de Erosy Tánatos.

En el bellísimo libro sobre los mitos de Graves, La diosa blan­


ca, el pensamiento lógico nace de la lucha entre las sacerdo­
tisas del mito y los sofistas, en un auténtico enfrentamiento
por el poder en el que las sacerdotisas acusan a los sofistas de
ser filósofos impotentes e incapaces de entender el mundo.
Por eso, hablaré de Pasolini sin rigor filosófico o filológico,
dando la bienvenida a las asociaciones libres y a los recuerdos
personales. Quien habla en primera persona se sustrae a las
leyes y a la autoridad establecida que prohíbe la irrupción de
lo «personal» en lo «público».

En Pocilga, Spinoza comparece ante Julián, abjura de la propia


posicióny dice, refiriéndose a la Etica-.

No es más que un libro, como el Quijote / como la Monadolo-


gía o como los Principia mathematical / libros sublimes, si se
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quiere: y sin embargo obras / nacidas de un mundo que, al


final, produjo / a tu padre humanista y a su socio tecnócrata. /
Es más. esas obras no han hecho más / que cubrirles de glo­
ria, respaldar su historia. (...) Es verdad: la Razón me ha
servido para explicar a Dios pero, una vez explicado Dios, la
Razón / ha terminad o su tarea y d ebe ser negad a: / sólo debe
quedar Dios, y nada más que Dios.

Hoy asistimos al dominio de la racionalidad y de los «exper­


tos» . Tomemos como ejemplo la televisión italiana: cada vez
que una madre asesina a su hijo, una legión de psicólogos,
criminólogos, pedagogos y jueces del tribunal de menores
comparecen para explicar al pueblo la Verdad. ¿Qué signifi­
cado tiene que una madre meta a un hijo en la lavadora? ¿Es
un monstruo? 0 quizás es una persona que vive el tipo de
trágicas tensiones que se muestran en la Medea de Pasolini.
Con Pasolini Italia asistió por última vez a la escenificación
de la condición trágica de la existencia.

La relación de Pasolini con Grecia no tiene que ver tanto con


la filosofía griega (en especial con los presocráticos), cuanto
con la tragedia: la mayor escenificación de las pasiones que se
ha conocido en el mundo occidental. La tragedia es la defensa
del abismo de la desesperación. ¿Cómo ser trágicos sin caer
en una desesperación absoluta que nos condena al luto de las
madres o al desastre del parricidio, del matricidio, del infan­
ticidio de Medea, deYocasta?
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Bien, a mí, en vez de / querer matar a mi hijo... / ¡me


hubiese gustado que me matase él! / Y él, en vez de querer
matarme o—dejarse matar/ d eseoso y resignado / como sus
obedientes coetáneos- no quería ni matarme ni dejarse
matar» (Fabulación).

Esta «irresolución» se encuentra en las antípodas de la cul­


tura anglosajona. Una cultura reduccionista y tautológica que,
como dice Spinoza en Pocilga, está produciendo padres huma
nistasy socios tecnócratas, y añado, hijos obtusos dedicados a
un desenfrenado consumismo sin límites. Desde Estados
Unidos llega el mensaje de que todo es reducible a neurocien-
cia, en un intento de hacer coincid ir el determinismo evolu­
tivo con el acontecer de lo posible (me refiero en particular a
los textos de Dennet, donde no queda espacio alguno para la
tragicidad de la existencia, para la oposición entre conciencia
y ley, entre trasgresióny culpa). Se neutraliza el sufrimiento
vital de la propia opacidad y de la propia finitud.

Y yo aquí, con esta espina


inmaterial en el corazón, esta enrevesada
conciencia de mí, que se aviva poco antes
de la estación que cambia.
¿Insuficiencia hormonal en la que fantasean
los sentidos? ¿Debilitamiento de los latidos
del corazón, o exceso de los actos vitales
de la inteligencia? Ah, claro, algo
que se convierte en ruina. Esta flor es signo.
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en mi intimid ad, d el reino


de la caducidad -de la religiosa
caducidad- nada más.
La suya es una alegría dolorosa,
y, en el dolor de ese lila casi blanco,
2
se exalta la razón d el llanto .

2. LA CENTRALIDAD DE LA MADRE Y EL DESTINO DE MUERTE

En Pasolini la imposibilidad de dominar la vida, el dolor y la


muerte está intensamente presente incluso en la relación
entre el lenguaje y lo no lingüístico. Pasolini siente pasión
por lo prelingüístico y, según mi parecer, lo sagrado de Pasoli­
ni es este mundo prelingüístico que remite a la relación entre
la infancia y la madre: una relación absolutamente inalcanza­
ble e inefable, el verdadero origen de la existencia.

La relación de Pasolini con lo irracional y con lo sagrado no es


la expresión de una religiosidad civil genérica, sino el contac­
to mítico con el «pictograma» (como define Piera Aulagner

2 Eio qui, con questa scheggia /Immateriale in cuore, quest 'involuta / Coscien-
za di me, che si ridesta a un attimo/Della stagione che muta. / Insujficienza
ormonica in cui vaneggiano / 1 sensi? Indebolimento dei battiti/Del cuore, o
eccesso dei vitali atti /Dell'intelligenza?Ah, certo qualcosa /Che va in rovina.
Questo fiore é segno, / nel mió intimo, del regno / della caducitá - della religio -
sa / caducitá -nientaltro. / La sua é una gioia dolorosa. /e, nel dolore di quel
lilla quasi bianco. /a esaltare é la ragione del planto (P. P. Pasolini, La reli-
gionedel mió tempo, Garzanti, Milán, 1961).
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la constitución representativa de la psique, de la infancia, la


representación que estructura toda representación). Lo
«sagrado» para Pasolini es el inicio inimaginable de la exis­
tencia, la mente extática antes de la salida del útero, la beati­
tud del océano del líquido amniótico. Esta sacralidad es el
mundo de la diferencia sexual y del eros materno. Los signos
de lo sagrado son la atracción por lo prelingüístico, por la
pura fisicidad, la constitución del aparato sensorial, el
extraordinario acoplamiento del propio cuerpo con el cuerpo
de la madre y, después, la trágica separación que tiene lugar
durante el primer año de vida. En lo prelingüístico están
nuestros estigmas.

Para mí el mundo no es más que un conjunto de pad res y


madres, por los que siento una pasión total, llena de respeto
reverencial y de necesidad de violar ese respeto a través de
secularizacones igualmente violentas y escandalosas.

Nacimiento, vida, muerte forman el círculo dentro del cual se


desarrolla la experiencia de la religiosa caducidad. El inaudi­
to nacimiento se realiza una segunda vez cuando lentamente
se produce la representación del cuerpo, del sí mismo, la
representación del seno, y se comienza a ritmar la ausencia y
la presencia de la madre. En este sentido, considero que la
homosexualidad de Pasolini desempeña un papel central,
pero también que se trata de una figura psicomental antes
que de una elección sexual.
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Me enamoro de los cuerpos


que tiene mi carne
de hijo -con las entrañas
queardende pudor­
los cuerpos misteriosos
de una belleza pura
virgen y honesta, cerrados
en un juego desconocido
de sonrisas y de gracia...
Los cuerpos de los hijos
con los calzones felices,
con el moreno o el rubio
de las madres en los pasos...3

Esta figura psicomental está ligada esencialmente a la rela­


ción con la madre. La exasperación del código materno lleva a
la exclusión del otro y, en particular, a la exclusión de la figu­
ra del padre, y genera inevitablemente una fantasía o una
realidad incestuosa. Toda la sensibilidad de Pasolini está
orientada por esta memoria de la figura materna, del cuerpo,
de los olores, de los humores y de las representaciones psí­
quicas de la madre. Mater dolorosa, que llora al Cristo crucifi­
cado, madre asesina como Medea, madre incestuosa como

3 Mi innamoro dei corpi/ che hanno la mía carne / difiglio -col grembo / che
brucia dipudore—/i corpi misteriosi/d una bellezzapura/vergine e onesta,
chiusi / in un gioco ignaro / di sorrisi e di grazia. ../i corpi dei figli / coi calzo -
nifelici, /col bruno o il biondo /delle madri neipassi... (P. P. Pasolini,
«Memorie», enL'usignolo della Chiesa Cattolica, Milán, Longanesi, 1958)
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Yocasta: principio del placer total y condena a la muerte


med iante la vuelta al feto.

Como escribe Silvia Vegetti Finzi:

En el contexto de la metapsicología, la madres representan


las pulsiones, entendidas como carga de energía, como un
factor de movilidad que impulsa el organismo hacia una
meta. Progresivamente se revela que esta meta coincide con
un estado de inercia que corresponde a la muerte biológica
del propio organismo. No obstante, las pulsiones de viday
las pulsiones de muerte no son opuestas sino que general
mente actúan juntas: mientras Eros une, Tánatos separa los
elementos en juego. Solamente su disociación provoca una
fusión aniquiladora o una polarización letal.

De esta parte del Rubicon


Cristo lloraba.
De aquella parte del Rubicon otro gritó:
L’E' E CREST DLA MI MAMA (es el Cristo de mi madre)
y vino con Cristo a esta parte d el Rubicon4.

No es casual que lo sagrado esté unido a la reproducción, como


no es casual que, precisamente hoy, la visión reduccionista,
clónica, de los seres humanos, ponga todo en tela de juicio y

4 Di qua del Rubicone / Cristo lacrimava. / Di lá del Rubicone un altro gridó: /


LE' E CREST DLA MI MAMA (é il Cristo della mia mamma)/e venne con Cris­
to di qua del Rubicone («II Rubicone»),
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convierta la manipulación de la vida en el nuevo oro negro. La


homosexualidad de Pasolini está ligada a la relación con la
madre, una situación que se explica en muchas fantasías como,
por ejemplo, en el deseo de Pílades de volver al vientre mater­
no (lo que en psicoanálisis se denomina «reinfetación»); una
fantasía sustancialmente homosexual, en la medida en que
tiende a reducir la relación con los demás a la relación con el
útero materno. En Pílades. Orestes vuelve a Argosy pronuncia
un discurso ante el antiguo palacio real de la ciudad.

No quiero ser un nuevo Agamenón y por eso / no he matad o


a mi madre para ocupar su lugar. / No quiero mandaros
como un padre, / que espera, envilecido por el miedo, / que
sus hijos, igualmente envilecidos / por el ansia de poder, lo
asesinen. / Yo estoy aquí para cambiar, junto a vosotros, / las
instituciones que me quieren como Rey.

Un mundo sin Rey, un mundo sin padres. Pílades, en contra­


posición a la razón de Orestes (inspirada por Atenea), está
loco y alaba el pasado: «Lo más atractivo para cada uno de
nosotros... / porque es lo único / que conocemos y amamos
de verdad. / Tanto, que lo confundimos con la vida. / Es el
vientre de nuestra madre nuestra meta» (Pílades). Pasolini,
sin embargo, tiene también la intensa conciencia de sí que
remite a la idea de un Edipo infeliz.

La frontera entre la historia y el yo


surge sinuosa como un ebrio abismo
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más allá del cual a veces, escindido,


a la d eriva, está el glorioso murmullo
d e la existencia sensual
llena d e nosotros: ante esta física
miseria no puede más que retornar
todo histórico acto irracional...3

En La glicina se alude a una terrible atracción por lo sagrado


que coincide con lo irracional, con el fondo, lo profundo, la
tierra húmeda, un sutilísimo malva, casi más un blanco de
jazmín de Arabia. Las paredes rosas son los muros de las
casas romanas y, después, la conciencia, el ser, ya dentro de la
muchedumbre, dentro del fluir de los hechos que entorpecen
y masifican.

Otras modas, otros ídolos,


la masa, no el pueblo, la masa
decidida a dejarse corromper
al mundo se asoma ahora,
y lo transforma, con cualquier pantalla, con cualquier vídeo
se sacia, horda pura que irrumpe
con pura avidez, informe
d eseo d e participar en la fiesta. 5

5 II confine tra la storia e l io/sifende torio come un ebbro abisso /oltre cui tal-
volta, scisso, / alia deriva, é il glorioso brusio / deU'esistenza sensuale /piena
di noi: dinnanzi a questafísica / miseria non puó che ritomare / ogni storico
atto irrazionale... (P. P. Pasolini, «II glicine», en La religione del mió tem­
po. Milán. Garzanti. 1961).
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Y se instala donde el Nuevo Capital quiere.


Cambia el sentido de las palabras:
quien hasta ahora ha hablado, con esperanza, se queda
atrás, envejecido.
¡No sirve, para rejuvenecer, este
ofendido angustiarse, este desesperado
rendirse! Quien no habla, es olvidado .

3. LA SOCIEDAD DE LOS HERMANOS

La sociedad de la madre produce la sociedad de los hermanos,


la sociedad de los padres produce la sociedad de los comer-
ciantesy los depredadores, la sociedad real sólo puede oscilar
entre ambos códigos. El código es un estatuto a través del cual
se realiza la identidad de género en una cultura. El género
femenino es el de la gran madre, la madre Ctonia, mientras el
género masculino está representado por el héroe, el guerre­
ro, el navegante, el aventurero. Como escribe Fusillo:

Una polaridad que se radicaliza y casi se invierte en un


apunte de Petróleo de título aliterante y provocativo -La fas- 6

6 Altre mode, altri idoli, / la massa, non il popolo, la massa / decisa afarsi
corromperé / al mondo ora si affaccia, / elo trasforma, a ogni schermo, a ogni
video/si abbevera, ordapura che irrompe/ con pura aviditá, informe/ deside-
rio dipartecipare alia festa. /Es 'assesta la dove il Nuovo Capitale vuole. /Muta
il senso delle parole: / chi finora ha parlato, con speranza, resta / indietro,
invecchiato. / Non serve, per ringiovanire, questo / offeso angosciarsi, / questo
disperato / arrendersi! Chi non parla, édimenticato (P. P. Pasolini, ib.).
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cinación del fascismo (apunte 67)- en el que el apego al Pasa­


do, la estabilidad de las Instituciones y del Poder se entien­
den como un misterio irracional ineludible que se expresa
en la forma más zafia y elemental del fascismo, que es la
ideología de los poderosos del mismo modo que la revolu­
ción comunista es la ideología de quienes carecen de poder
y de las victimas, pese a que siempre puede transformarse
en un poder opresivo. Es el Pasolini oscuro y negativo de
Pocilga y sobre todo de Soló, que ve en toda forma de socie-
dad una violencia perversa (la «santidad de la nada») .

Al leer a Pasolini, pienso que su tormento nace de esta rela­


ción ambigua con la madre, que lo lleva inevitablemente a
concebir esencialmente una relación con todo lo que no se
puede definir, clasificar ni reducir. Su propia versatilidad y el
hecho de que no se pueda decir que fuera un gran poeta, un
gran director de cine o de teatro, o un gran ensayista, sino
todo ello a la vez, muestra esta búsqueda de un estado simbió­
tico. Se ha hablado de eclecticismo, de búsqueda de modas,
pero lo que Pasolini perseguía era inalcanzable, no porque
estuviera inmerso en una cultura del límite, sino porque
resulta inalcanzable para cualquiera.

El eclecticismo revela un rasgo más profundo: el deseo edí-


pico de violar los códigos, de infringir las distinciones, con 7

7 M. Fusillo, La Grecia secondo Pasolini. Mito e cinema, Florencia, La Nuova


Italia, 1996.
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una carga vital que recuerda las vanguardias históricas que


Pasolini tanto amaba (a d iferencia de las vanguard ias tecno-
g
lógicas de los años sesenta, que no apreciaba) .

La tensión frente al origen existencial, esta extraordinaria


situación extática de la que venimos, altera el orden del dis­
curso y provoca la crisis del Logos masculino. Personalmen­
te, entré en crisis con el marxismo cuando entablé relación
con el psicoanálisis y viví una experiencia similar, de rechazo
déla rigidez, en ciertos aspectos jerárquica, déla racionalidad
masculina, del culto de la personalidad que se practicaba, una
especie de papado laico. La necesidad de romper con esta
situación me llevó ala experiencia del psicoanálisis y me hizo
entender cómo la sociedad de los hermanos es a menudo una
sociedad de enemigos.

Los hermanos son objeto de una doble pasión llena de pulsio­


nes contradictorias. El guión de Ostia es un paradigma de esta
dinámica psicológica de Pasolini: los dos hermanos, Rabbino
y Bandiera, que se aman, han probado la experiencia del beso
y viven en pecado, se liberan del padre. Tienen relaciones de
complicidad con otras tres personas, que forman parte del
mismo círculo juvenil, encuentran a una extraña chica, que
parece muerta porque posee la blancura de la inocenciay de la
virginidad (aunque puede que sólo sea una prostituta). Al
final del relato la mujer tiene una relación sexual intensa con 8

8 Ib.
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uno de los dos y el otro se precipita sobre el hermano y le


rompe la cabeza. Finalmente, el asesino, llorando desespera­
damente, lleva en una barca el cadáver de su hermano muerto
a una especie de agujero negro, un remolino que los pescado­
res han señalado antes como un punto que conduce a la nada.
Es una historia de hermanos que se matan, una historia que
en ocasiones se ha considerado que hace referencia a la
muerte oblatoria de un autor que decidió contarse a sí mismo
de una manera tan monstruosamente autobiográfica que
requirió el testimonio de un suicidio presentado al mundo
como un «rezo por encargo». Así, en marzo de 1969 Pasolini
escribía:

Tengo una idea poética de la hierba. Y conozco el arrebato de


la poesía. Por eso he encargado unos versos, para mi consa­
gración (¡!), ...para rezar en este espacio sagrado (donde, a
decir verdad, no voy con los pies desnudos).

La hierba de la que habla Pasolini es la del campo de fútbol de


Ostia donde, la noche del domingo 2 de noviembre de 1975,
«rezó» y celebró el mito de la muerte-nacimiento según un
ritual que él mismo encargó y describió anteriormente9. Esta
historia me ha llevado a formular la hipótesis de que el asesi­
nato de Pasolini no tuvo nada que ver con ninguna clase de
complot político, como se ha vuelto a postular recientemente
en un nuevo intento de instrumentalizar su muerte. A Pasoli-

9 G. Zigaina, Pasolini e la sua morte, Padua. Marsilio, 2005.


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ni lo mataron sus hermanos, es decir, aquellos que, como él,


vivían en condiciones desesperadasy podían convertirse en
los pioneros de una revolución proletaria, el nuevo estímulo
de un cambio radical, pero también en lo contrario, los expo­
nentes de la barbarie fascista.

Todos estamos en peligro porque todos podemos convertir­


nos en fascistas. El fascismo, al igual que el nazismo, no es un
accidente de la historia de Europa, como tampoco América es
inmune a este riesgo.

Estuve en los Centros en la edad de la madre.


Me basta. Pensad vosotros en el destino
de vuestros hijos: mi imprecación
de católico, puritano traicionado,
es (y que no se cumpla): «¡Tened hijos fascistas!
¡Que os destruyan con las ideas
nacidas de vuestras ideas! ¡Con el odio
nacido de vuestro odio!». En los reinos del hambre,
están mis hijos; cachorros negros o marrones,
nacidos de semillas de víctimas ignoradas, dulces
condenados a la vergüenza de la miseria' .

10 lo fui nei Centri nell'etá della madre, /mi basta. Pensateci voial destino / dei
vostri figli: la mia imprecazione /di cattolico, puritano tradito, / é (e non si
avveri); «Abbiate jiglifascisti!/Che vi distruggano con le idee/nate dalle vos-
tre idee! Con l'odio / nato dal vostro odio!» Nei regni della fame, / sono i miei
figli; cuccioli neri o marrone, / nati da seme di vittime ignare, dolci / dannati
alia vergogna della miseria [P .P. Pasolini, «L'uomo di Bandung» (1961),
enBestemmia. Tuttelepoesie, Roma, Garzanti, 2oo3],
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4. DESDOBIAMIENTO Y UNIDAD

Es significativo que Pasolini describa en sus escritos una socie­


dad que está creando un mundo indiferenciado, ese mundo
caótico en el que los opuestos se han unid o y resultan ind iscer -
nibles, la uniformidad general, el conformismo que destruye
las diferencias y las vuelve funcionales y contingentes, un mun­
do que en muchos aspectos remite a la confusión abismal de
la vida intrauterina, la indistinción que se da en la fase prena­
tal y después en los primeros meses del infans. El infans, antes
de diferenciarse de la madre, vive en la confusión simbiótica.

En realidad, Pasolini ama y odia. No debemos olvidar esta


ambivalencia estructural. Pasolini es más que la contradic­
ción, vive una ontologia de lo aporético. La raiz de Pasolini es
la necesidad de mantener la tensión esencial, el desvio res­
pecto a ese núcleo profundo de la vida que se realiza en algo
que no podemos definir, algo comparable a los delirios, a los
sueños (porque pertenece al mundo onírico) y que tiene que
ver con la posibilidad de perderse en el útero de la madre. La
madre que, como explica la autora de La violenza dell'intei'pre-
tazione", obliga al hijo a vivir la experiencia de la separación
de su cuerpo, a enfrentarse a la ausencia y a la presencia del
seno y, por lo tanto, al ritmo que introduce al infans en el
mundo de los símbolos (puesto que para elaborar el ritmo de

11 P. Aulagnier, La violenta dell'interpretazione. Dalpittogramma all'enuncia-


to. Apéndice: Vie di ingresso nellapsicos, Alberto Luchetti (ed.), Roma,
Borla, 1994.
60 PIETRO BARCELLONA

la ausenciay de la presencia del seno es necesario inevitable­


mente pasar de lo real, de lo funcional, a lo simbólico, y lo
simbólico es la mirada oblicua por la que se entrevé lo imagi­
nario, siempre inalcanzable). El mundo imaginario, y tam­
bién sagrado, nunca es representable. Desde este punto de
vista, hay textos de Pasolini que resultan impresionantes:

El escándalo del contradecirme, del estar


contigo o contra ti; contigo en el corazón,
en la luz, contra ti en las oscuras visceras '2.

¿Qué son las visceras y la luz? Son madre y padre. Este estar a
la contra es una terapia, la contradicción es terapéutica, es el
modo de mantener la identidad a pesar de la evidencia de la
pluralidad y la complejidad. El mundo griego resulta paradig­
mático en este sentido, como posibilidad contextual de lo Uno
y lo múltiple. Gomo señala Cacciari, «las islas que son mun­
dos múltiples» no son numéricamente una y, sin embargo,
forman una unidad. El mundo mediterráneo es acogedor
porque nuestro espacio vital contempla la orilla de enfrente,
y desde la orilla se ven las colinas y las montañas. Cassano ha
escrito páginas importantes sobre el Mediterráneo, hay imá­
genes sobre el significado de la orilla, sobre este lugar límite
entre el mar y la tierra, donde se hace una pausa por la tarde
después de pescar.

12, Lo scandalo del contraddirmi, dell'essere/con te e contro te-, con te nel cuore, /
in luce, contro te nelle buie viscere, («Lo scandalo del contraddirmi», enLe
Cenen di Gramsci, Milán, Garzanti, 1957)-
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Hay que mantener este espacio del mar y de la tierra de tal


manera que ninguno de los dos nomoi se imponga, ni la lógica
terrible y mortífera de la madre, que quiere que el hijo vuelva
al útero, ni la del padre, que busca el dominio sobre la mujer.
La lucha de sexos, como decía Nietzsche, es todavía actual a
pesar de que los americanos hayan convertido a la mujer en
un puro modelo de plástico, exhibido en una corporeidad sin
cuerpo, y de que los europeos estén haciendo lo posible por
parecerse a los americanos. Hay que contradecirse, porque
estos mundos deben estar juntos y seguir siendo distintos,
del mismo modo que en el mundo moderno capitalista
sobrevive el mundo campesino arcaico en los más oscuros
recovecos de la sociedad.

Echo de menos este ilimitado mundo campesino prenacio-


naly preindustrial-y se podría decir que prelingüístico-,
que ha sobrevivido hasta hace apenas unos años. Y no es
casual que me quede todo el tiempo posible en los países del
Tercer Mundo, donde aún sobrevive ese mundo, aunque el
Tercer Mundo esté también entrando en la órbita del llama-
i3
do Desarrollo .

La oposición primaria, biográfica, que existe entre el mundo


(humano) d e la mad re y el mund o (od iad o) d el pad re se d is -
tiende en distintas oposiciones. Así, el Pasado que se exalta
en estos versos se puede ubicar en el eje materno, junto al

i3 M. Fusillo, La Grecia secondo Pasolini, op. cit.


62 PIETRO BARCELLONA

mito, el Friul campesino, el subproletariado urbano, el Tercer


Mundo y, en general, toda la esfera emotiva, visceral, corpó­
rea, prenacional y prelingüística; mientras que en el eje
paterno encontramos el presente neocapitalista, la Ilustra­
ción, la burguesía o la civilización industrial. Por un lado, el
mundo de Edipo y de los oprimidos, objeto primario de su
eros, y por otro, el mundo opresivo de Laio, contra el que
Pasolini «luchó hasta la muerte»'

Recuerdo, de pequeño, en las largas tardes veraniegas en el


campo, los relatos de un campesino al que, como a muchos
otros habitantes del sur de Italia, enviaron al frente durante la
Primera Guerra Mundial para luchar contra los austríacos.
Después de unos días se dio cuenta de cómo los oficiales de la
burguesía condenaban a la tropa a una muerte segura orde­
nando asaltos a las líneas enemigas. Así que en cuanto salía de
la trinchera se tiraba al suelo como si estuviera muerto y se
dedicaba a disparar a los oficiales, esos mismos oficiales que
ascendían gracias a los muertos del batallón que dirigían.
«Antes de que les den un premio, mejor los envío al paraí­
so». El mundo campesino es un mundo de relatos épicosy de
grandes silencios.

La película de Nanni Moretti La habitación del hijo me ha


parecido una historia increíblemente pequeñoburguesa que
Pasolini habría detestado. Me ha recordado la habitación de

14 Ib.
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mi tío, que murió precozmente durante la guerra. Mis abue­


los conservaron la habitación tal y como él la dejó. Nunca
dijeron nada sobre su hijo, pero resultaba evidente la sacrali­
dad de aquella habitación. Hoy, cuando se habla de las cosas,
y éste es el riesgo que señaló Pasolini, se desacralizan, porque
las palabras resultan hueras. Moretti no muestra la tragicidad
de la muerte del hijo. Lo trágico está en el silencio.

¿Sería finalmente perfecto tu dolor.


si en el aire que aclara las infinitas
soled ad es d el mar y d e los campos,
te vieras en los tersos inviernos de la infancia
con la madre coger las prímulas?'0

Me gustaría concluir recordando la reseña que Pasolini hizo


del libro de Elsa Morante El mundo salvado por los niños, don­
de afirmaba que el futuro del mundo son siempre los niños.

15 Sara infine peifetto il tuo dolore, / se all a ña che rischiara le infinite / solitu -
dini al mare e le campagne. / cedrai nei tersi inverni dell'infanzia / te con la
madre, cogliere leprimule? (Pier Paolo Pasolini. «Lontano dalpaese»).

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