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Criterios Interpretacion Derechos Fundamentales PDF
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Fundamentales'
1. Planteamiento general.
El tema sobre el que me han pedido que disertara es el de los criterios de interpretación de los derechos
fundamentales, cuestión que, como a nadie se le escapa, entraña una notable dificultad ya que constituye uno
de los elementos centrales del modemo Derecho Público. No puede esperarse, pues, que en una exposición
de estas caracten'sticas se agote dicho tema; en consecuencia, he optado por intentar sistematizar algunas de
las ideas que me parecen más importantes de cara a facilitar el intercambio de experiencias entre juristas de
distintas nacionalidades. Aunque, como es obvio, parto de una formación y una experiencia incardinada en el
ordenamiento jun'dico español, mi exposición no se centra en ningún ordenamiento en concreto, si bien sí
hay referencias puntuales a la Constitución peruana.
Como última consideración introductoria quisiera dejar claro desde ahora que me voy a referir,
básicamente, a la dimensión material del problema, pero sin olvidar la estrictamente procesal ya que,
adelantándome a lo que más adelante expondré, la actual convivencia de una pluralidad de ordenamientos y
de jurisdicciones de ámbito nacional e internacional plantea problemas que afectan directamente a la
interpretación de los derechos fundamentales.
Entrando ya en el tema, creo que hay que partir de una idea que, aunque de sobra conocida,
conviene tener presente. Los preceptos constitucionales, en general, y muy en particular los
preceptos relativos a los derechos fundamentales son, como regla general, previsiones dotadas de
* Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Diplomatico en Sociología Política por el Centro de Estudios Constitucionales
de Madrid
' Se recoge en estas páginas la conferencia pronunciada en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa y en el Colegio de Abogados
de Lima dentro de las Jornadas de Derecho Constitucional organizadas por la Academia de la Magistratura de Perú, la Unión Europea y la
Agencia Española de Cooperación Internacional dentro del Proyecto "Formación y Capacitación del Poder Judicial en el Perú". He creído
conveniente mantener la estructura de la conferencia introduciendo sólo los títulos de los epígrafes para facilitar su lectura.
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un alto grado de abstracción, abstracción que deriva, precisamente, de su naturaleza constitucional.
En efecto, en la medida en que la Constitución define el marco general de convivencia de un
Estado y de la comunidad política que en él se asienta, sus mandatos han de ser lo suficientemente
flexibles para permitir opciones distintas de poder dentro de los principios democráticos; a tal
cosa se une que la Constitución debe nacer con una voluntad de estabilidad que la deje al margen
de las coyunturales mayorías parlamentarias reservando sus reformas a "decisiones de Estado"; por
eso, muchos preceptos son voluntariamente vagos, renunciando el constituyente, incluso, en ocasiones,
y en términos de un autor alemán, a fijar "su verdad" o "una verdad objetiva" para que esa verdad
se concrete en cada momento histórico. Estas consideraciones, entre otras, explican que todos los
intérpretes de la Constitución, en especial el legislador que debe desarrollarla y las jurisdicciones
ordinaria y constitucional (en su caso) que deben aplicarla, cuenten con un margen amplio en la
interpretación, jurídica (gramatical, histórico, sistemático y teleológico) resultan insuficientes para
interpretar los derechos fundamentales en el Estado constitucional. Ahora bien, obsérvese que
esos criterios son insuficientes, pero no inútiles, haciendo posible, a menudo, un primer acercamiento
a los problemas.
Partiendo de la flexibilidad de los preceptos que consagran los derechos fundamentales, tres son las
ideas que van a servirme como hilo conductor de la exposición sobre la interpretación. En primer lugar la
posición preferente que tienen en el ordenamiento constitucional; en segundo lugar, y estrchamente conectado
con ello, su tendencia expansiva, y, en tercer lugar, la dimensión institucional que poseen los derechos
fundamentales dentro de ese mismo ordenamiento. Para concluir, como ya he adelantado, intentaré analizar
algunas cuestiones derivadas de la convivencia entre declaraciones estatales e internacionales de derechos
que deben aplicarlos.
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que debe ser utilizado para la interpretación de todo el ordenamiento jurídico. Dicho de otra manera, en la
medida que el contenido material central de la Constitución lo configuran los derechos fundamentales,
afirmar que el ordenamiento jurídico debe interpretarse de acuerdo con los derechos fundamentales. Pero,
a su vez, esa interpretación está guiada por un criterio directamente deducible de la posición preferente de
los derechos fundamentales: la interpretación del ordenamiento de acuerdo con los derechos fundamentales
debe llevarse a cabo de la manera que éstos resulten más eficaces, en la forma en que éstos desarrollen su
mayor potencialidad; dicho en términos más acuñados, no basta la "interpretación conforme con ...", sino
que debe llevarse a cabo la "interpretación más favorable a...",
A partir de ahí, pueden formularse dos ideas que conviene que el intérprete tenga presentes
en su labor. En primer lugar, la interpretación del ordenamiento de acuerdo con los derechos
fundamentales exige interpretar éstos puesto que hay que determinar. cuál es su sentido más favorable,
lo que equivale a decir que la interpretación del ordenamiento de acuerdo con los derechos
fundamentales presupone en buena medida la interpretación de los derechos fundamentales.
En segundo lugar, la vinculación preferente del intérprete a los derechos fundamentales tiene una
doble dimensión: vinculación positiva y vinculación negativa, Por una parte (dimensión negativa), los
derechos fundamentales forman una barrera más allá de la cual el intérprete no puede entrar sin
incurrir en inconstitucionalidad; pero, por otra (dimensión positiva) la vinculación a la Constitución y a
los derechos fundamentales impone una auténtica obligación de promoción y de "optimización" de los
mismos; los derechos fundamentales no son sólo mandatos a respetar, sino objetivos a alcanzar. Ahora
bien, la vinculación positiva a los derechos fundamentales no es similar, ni puede serio, para el legislador
y para el ejecutivo, de una parte, y para jueces y tribunales, de otra. En efecto, la función promocional
de los derechos fundamentales debe justificar "políticas judiciales" en el mismo sentido, por la sencilla
razón de que las "políticas" de jueces y tribunales sólo pueden concebirse en el ámbito de un activismo
incompatible con una función jurisdiccional sometida exclusivamente a la Constitución y a la ley. ¿Cómo
se hace efectiva, entonces, la vinculación positiva de jueces y tribunales a los derechos fundamentales?
De una manera más sutil y acorde con las bases del Estado de Derecho: haciendo un uso adecuado de
los instrumentos de interpretación jurídica y, en especial, guiando su labor de acuerdo con el principio
del favor libertatis.
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como los límites en los que debe moverse su intérprete. La naturaleza de los derechos fundamentales abre,
así, a los operadores jun'dicos la tentación de querer reconducir a derechos fundamentales todo el ordenamiento.
Y ocurre sobre todo allí donde, como en Perú, España, o la mayor parte de los ordenamientos latinoamericanos,
existen instrumentos especiales de protección de los derechos y libertades como el "amparo" puesto que
reconducir un conflicto jun'dico a un problema de derechos fundamentales supone gozar de esas garantías
especiales, lo que puede desembocar, entre otras cosas, en un colapso procesal, Por otro lado, el intérprete
puede caer también en la tentación de ser él quien define los contenidos de los derechos sin otro criterio
que su discrecionalidad. Y ambas tentaciones son peligrosas para la estabilidad del Estado de Derecho.
Comenzando por la delimitación de los derechos fundamentales, conviene recordar la distinción
desarrollada por la doctrina alemana entre límites internos y límites externos de los derechos fundamentales.
Son los primeros, los límites intemos, los que trazan la frontera entre el contenido del derecho y las realidades
jun'dicas que se Srtúan fuera de él, mien-tras que los límites externos son los que se proyectan sobre el contenido
mismo del derecho. Por tanto, la primera dificultad interpretativa reside en trazar esos límites internos o
fronteras del contenido del derecho fundamental. Seguramente, ésta es la -tarea más compleja para el intérprete
porque ni siquiera el legislador puede trazar esas fronteras, que han de inferirse desde la Consútución; dicho en
palabras del malogrado Ignacio De Otto, "regular el ejercicio del derecho suPone a todas luces que éste se
encuentra ya delirraado constrtucionalmente y que, en consecuencia, el legislador se halla ante.un poder jundico
definido que no puede alterar en su contenido". Es en es-te punto, posiblemente, en el que el intérprete, pues,
ha de armarse de un aparato interpretativo más sólido ya que su definición de las fronteras del derecho
fundamental va a suponer, a su vez y entre otras cosas, determinar si el legislador que regula el derecho (no que
lo configura) ha vulnerado o no en su regulación esas fronteras constitucionales. Para ello no cabe duda de que,
como más adelante se verá, el Derecho Comparado y el Derecho Internacional, en cuanto que configuran un
nuevo lus Commune de los Derechos Humanos, aportan instrumentos muy valiosos de interpretación.
Profundizar en este campo nos llevaría a un terreno altamente abstracto y complejo de abordar.
Por tanto, me limito a apuntar la cuestión y a añadir una reflexión que conecta con el riesgo que señalaba
de extender el contenido de los derechos fundamentales sin límite, La fuerza expansiva de los derechos
fundamentales tiene su ámbito natural de desarrollo en el seno mismo de los derechos fundamentales, no
fuera de sus fronteras. La particular posición de los derechos fundamentales no justifica estirar sin límite
sus fronteras incluyendo en su seno cualquier realidad jurídica por mediata e indirecta que sea su conexión
con el núcleo de aquellos. Y es que, aunque resulte tentador reconducir todo el ordenamiento a derechos
fundamentales, una visión de este tipo equivaldría a devaluar su propia eficacia, Es, pues, dentro de la
delimitación de los derechos fundamentales, y una vez realizada ésta, donde deben desarrollar todas sus
potencialidades.
Y, ¿cuáles son esas potencialidades? A esta cuestión me voy a referir ahora, sin afán exhaustivo, a título
meramente ejemplificativo. En mi opinión, la fuerza expansiva de los derechos fundamentales tiene especial
valor para el intérprete y para el legislador en tres campos: la determinación de los límites e>ctemos de los
derechos, la delimitación de su ámbito de eficacia y la definición de su titularidad.
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entre la medida restrictiva, el bien a proteger y el derecho que se pretende limitar (juicio o test de congruencia);
pero, además, supuesta esa congruencia de la restricción del derecho, ésta ha de ser proporcional precisamente
por el carácter limitado de la restricción y por la fuerza expansiva del derecho (juicio o test de proporcionalidad).
Un buen ejemplo de este tipo de razonamiento se encuentra en el enjuiciamiento de los tratos diferenciados
para determinar si son constitutivos o no de discriminación jurídicamente reprobable.
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nacieron, como se ha visto, para limitar la acción del Estado. Algunos derechos conectados de forma
indisoluble con un valor tan personal como la intimidad o la "privacidad" (término expresivo, pero
"bárbaro" lingüísticamente hablando), como son la inviolabilidad del domicilio o el secreto de las
comunicaciones, se predican en muchos ordenamientos también respecto de personas jurídicas. Y no
digamos nada del cambio que en la teoría de los derechos fundamentales introduce la aparición de los
denominados derechos difusos.
Es verdad que la fuerza expansiva de los derechos fundamentales no puede servir de excusa para
interpretar éstos como una categoría unívoca en cuanto a su titularidad y pretender que cualquier
persona, en sentido jurídico, pueda ser titular de cualquier derecho fundamental. Al legislador le
corresponde, en otra de las tareas típicas de su función reguladora, establecer las reglas pertinentes
sobre titularidad de los derechos fundamentales atendiendo a la naturaleza de cada uno. Pero, en todo
caso, tanto al legislador como al órgano jurisdiccional que debe aplicar e interpretar las reglas de titularidad,
la fuerza expansiva de los derechos fundamentales le aporta un valioso elemento hermenéutico para
determinar el exacto alcance de esas reglas.
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compaginarse antes que a desplazarse. Nos encontramos, pues, ante otra manifestación de lo que
doctrinalmente se ha dado en llamar la "optimización" de los derechos fundamentales.
Una vez más, el legislador es quien, en principio, debe fijar, dentro de su competencia de regulación,
los criterios de resolución de conflictos entre derechos fundamentales mediante el establecimiento de
reglas especiales al efecto y hay abundantes muestras. Pero la labor del legislador no siempre sirve para
solucionar los conflictos, entre otras razones, porque el legislador no puede prever todos los supuestos.
En estos casos la fuerza expansiva de los derechos ofrece, también, algún elemento al intérprete para
desarrollar su labor. Así, ante dos derechos fundamentales en colisión debe prevalecer el derecho que
resulta a priori menos limitado por poseer, en principio, mayor fuerza expansiva. Un buen ejemplo es la
consideración "preferente", que no excluyente, que a menudo se tiene de las libertades de expresión e
información respecto de otros derechos fundamentales, y apoyada en el carácter institucional que
tienen aquellas libertades como elemento necesario y básico del sistema democrático. No obstante, es
muy difícil reducir a reglas con pretensión de generalidad la tarea del intérprete, resultando su labor
sometida, en parte, a un inevitable carácter casuístico.
Conviene completar la exposición con una reflexión. La concepción institucional de los derechos
fundamentales parte del alto grado de consenso social sobre el contenido de éstos. Y ese consenso no se
limita a cada sociedad estatal. Como es sabido y ya se ha adelantado, desde hace años se viene poniendo de
relieve por la doctrina de todos los continentes la progresiva configuración de un nuevo lus Commune,
centrado en el campo de los derechos humanos y que se nutre de las construcciones de los distintos
ordenamientos nacionales y de los convenios y acuerdos internacionales tanto de ámbito universal (sobre
todo la Declaración Universal y Pactos correspondientes en el ámblo de Naciones Unidas), como regional:
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre de I 948 y Pacto de San José, en el ámbito
americano, Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales hecho
en Roma en I 950 para el ámbito europeo, etc..., así como de la doctrina de sus correspondientes órganos de
tutela, en especial de la Corte Interamericana y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. El "consenso",
pues, sobre el contenido y alcance de los derechos fundamentales se proyecta más allá de cada ordenamiento
singular y, por eso, y con independencia de los problemas técnico-jurídicos que suscita la convivencia de
ordenamientos, los tratados y convenios internacionales y la jurisprudencia que de ellos deriva se convierten
en guías internas de actuación. No es casual, por ejemplo, que buena parte de la doctrina peruana echara de
menos que la Constitución de 1993 no mantuviera el carácter constitucional de los tratados internacionales
sobre derechos humanos que proclamaba la anterior Constitución, aunque la Disposición Adicional y Transitoria
Cuarta imponga la obligatoriedad de interpretación de los derechos y libertades de acuerdo con dichos
tratados, dándoles, pues, una dimensión "paraconstitucional".
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de tres órdenes jurisdiccionales que deben aplicar e interpretar los derechos humanos, sea en su estricta
dimensión interna de derechos fundamentales, sea en la más genérica de derechos.
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tanto, entre interpretación intemacional e interpretación estatal, es de interdependencia y, por tanto, recíproca.
Ello significa, entre otras cosas, que el flujo de intercambio entre ambos es de doble sentido. Y no puede ser
de otra forma ya que los problemas y las categorías jun'dicas, salvo contadas excepciones, nacen en el ámbito
estatal, llegando posteriormente al intemacional. Los tribunales internacionales lo que hacen, en definitiva, es
unificar la interpretación y configurar los elementos de ese Derecho común, elementos que vuelven luego al
Derecho interno. En consecuencia, son todos los jueces y tribunales los que, en su quehacer diario, crean las
condiciones para que germine el lus Commune, no sólo garantizando los derechos fundamentales, sino abriendo
vías interpretativas y dando respuesta a los nuevos problemas que se susciten. La resolución de los conflictos
jurídicos a ellos sometidos es la que abre el camino para que los tribunales internacionales sedimenten y
unifiquen la doctrina sobre derechos y libertades.
Hasta aquí mi exposición que, tal y como adelanté al comienzo, no ha pretendido agotar un tema tan
complejo como el de los criterios de interpretación de los derechos fundamentales sino, solamente, apuntar
algunas modestas ideas que espero sirvan, al menos, para generar un cierto debate. Muchas gracias.
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