Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Varios. Sexo Barroco y Otras Transgresiones PDF
Varios. Sexo Barroco y Otras Transgresiones PDF
L O B RR
TR GRE 1 E ODER ~ te
u
•
1 r hi t ria e rit r hi toriad re del D erech . u e .
utiliz r fuente ~ legale . · uri prudenciale . h a
n
•
1 er m l te l gí o la literatura . Para p er
1 tr en e ta ágina l autore ~ piden al lector
en 1 ciedad del B rr co.. n a para di culpar . ra
lianza Editorial
ISB 84-206-2662-7
ubierta: n el riart
343.09
S518
¡· '" '
i ..UlOI
'. y·
EL COLEGIO DE MEXICO
IIIII~I~IIIIIWIIIIIIIIIIIIIil
*3 905 0512626 H*
Bl ~ OOSIOe.VU.LEGAS
1 EL COLEGIO
DE MÉXICO
Biblioteca Daniel Cosío Villegas
Coordinación de Servicios
~ 1 3 AGO. 2013
- .f?.
Sexo barroco v otras transgresiones premodernas
Alianza Universidad
F. Tomás y Valiente, B. Clavero,]. L. Bermejo,
E. Gacto, A. M. Hespanha, C. Alvarez Alonso
II;U¡.hca
D. {]a ""'. / hl '
Co.fto
Q)1·J/· . , _
OQLEGlO DE ~• .l. 8,
Alianza
Editorial
Copyri¡ht Cl F. Tomó y ValientJ:, B. Clavero, J. L. Bermejo, E. Gacto.
A. M. Hespanha, C. Alvarez Alonso
Copyright © Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1990
Calle Milán, 38, 28043 Madrid; ~. 200 00 4'
ISBN: 84-206-2662·7
Depóoito le¡al: M. 44.912-1990
Compuesto en FernÁndez Ciudad, S. L.
Impreso en Lave!. Los LIAnoo, nave 6. HUIIWlOI (Madrid)
Prin!J:d in Spoia
INDICE
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Capitulo l. Delincuentes y pecadores, por Francisco Tomás
y Valiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Capitulo 2. El crimen y pecado contra natura, por Fran·
cisco Tomás y Valiente . . . . . . . . . 33
Capítulo 3. Delito y pecado. Noción y escala de transgre·
siones, por Bartolomé Clavero . . . 57
Capítulo 4. Justicia penal y teatro barroco, por José Luis
Bermejo Cabrero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
Capítulo 5. Duelos y desafíos en el Derecho y la Literatu·
ra, por José Luis Bermejo Cabrero . . . 109
Capítulo 6. El delito de bigamia y la Inquisición es paño·
la, por Enrique Gacto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
Capitulo 7. Inquisición y censura en el Barroco, por Enri·
que Gacto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Capítulo 8. De la «<ustitia» a la Disciplina, por A. M. Hes·
pancha ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 175
Capitulo 9. Una historia de textos, por A. M. Hespancha. 187
Capitulo 10. Tendencias en la investigación del Derecho
Penal Histórico. Los casos de Gran Bretaña, Francia e
Italia como excusa, por Clara Alvarez Alonso 197
1'
¡
INTRODUCCION
Hay veces, pocas, en las que uno proyecta algo, lo lleva a cabo
y queda satisfecho del resultado. Eso me ocurrió -y no sólo a mí
sino a los demás profesores- con el Curso sobre «Delito y pecado
en la España del Barroco>>, que con un total de diez conferencias
impartimos en la UIMP, en el santanderino y universal Palacio de
la Magdalena durante un tibio verano, el de 1987. Al decir esto, soy
juez y parte, de modo que usted, lector, está en su derecho si des-
precia mi opinión. Pero soy sincero: me divertí a lo largo de las
conferencias, aprendí de mis colegas, coloquié con un público de más
de cien alumnos, asistentes fijos, activos e interesados, y creo que
todo eso lo hicimos con rigor y seriedad, pero sin engolar la voz ni
solemnizar el gesto, con palabra crítica, pero respetuosa, con asom-
bro, curiosidad y compasión. Por ello cuando surgió la iniciativa de
convertir en libro el curso, acepté contento la idea. Y puestos a darle
nombre a la cosa, el título de <<Sexo barroco>> me pareció y parece
adecuado: es ambiguo y escandaliza, aunque sólo un poco. El subtí·
tulo pone las cosas en su punto.
Del título del Curso al de este libro hay un salto explicable no
sólo por razones editoriales, pues lo cierto es que en mi primera
conferencia y en muchos aspectos de las restantes la relación entre
esos dos polos -delito y pecado-- que con frecuencia se aproxima-
ban hasta superponerse se centraba sobre los delitos contra la hones-
tidad y el honor. De la parte al todo, decidimos elegir este título,
pero la lectura del índice permite advertir pronto que las conferen-
9
10 Introducción
das versaron sobre más amplios temas, a los que alude genérica-
mente el subtitulo del libro.
La erudición y la ironía no están reñidas, al menos no en este
libro, que es un libro de historia escrito y antes hablado por histo-
riadores del Derecho. No hemos manejado sólo fuentes legales y¡ 0
jurisprudenciales. Aquí se habla también un poco de teología y un
mucho de literatura. Hemos visto y contado procesos penales y escri-
tos carcelarios. Hablamos de delitos, pecados, penas y sufrimientos.
El Derecho Penal ha estado siempre construido sobre el dolor huma-
no, preferentemente sobre el de los pobres. Por eso lo que aquí se
cuenta, duele al escribirlo y al oírlo o leerlo.
Pido al lector un doble esfuerzo: que se sitúe en la sociedad del
Barroco no ya para disculpar, pero sí para comprender sus normas
jurídico-penales, sus ideas, creencias y usos sociales; y que dé rienda
suelta al mismo tiempo a su capacidad de sonrisa y de compasión.
Las ciento diez o ciento veinte personas (en números redondos) que
convivimos aquel Curso así lo hicimos y el resultado fue, como dije
al comienzo, satisfactorio, esto es: instructivo y divertido. Espero que
el libro también lo sea.
Doy las gracias a mis colegas y sin embargo muy amigos, los pro-
fesores Clavero, Gacto, Bermejo y A. M. Hespanha. Hicieron lo que
les propuse, y lo hicieron tan bien como yo sabía que podían hacerlo.
Gracias asimismo a la profesora Clara Alvarez, secretaria del Curso
y motor de esta publicación, por su devoto y contagioso entusiasmo.
Capítulo 1
DELINCUENTES Y PECADORES
* * *
Pasemos al cuadro segundo de nuestro tríptico. Vamos <1 llamarlo
«Tragedia justiciera, la condena del poderoso o del escarmiento a
la simpatía>>. Ya saben ustedes que simpatía quiere decir tanto como
«padecer con>>. Simpatía y compasión significan lo mismo en nuestro
idioma. Y el ejemplo, el protagonista que voy a traer aquí a cola-
ción es don Rodrigo Calderón, Marqués de Sieteiglesias, valido del
valido o valido al cuadrado, a quien todos ustedes conocen.
La historia de Calderón, de don Rodrigo, es apasionante y creo
que no tiene todavía el libro que merece. Sé que en la Universidad
Autónoma de Madrid hay historiadores que están estudiando a fondo
el sistema de valimiento, y concretamente el período de Lerma;
espero que de ahí salgan cosas muy interesantes sobre Calderón.
De don Rodrigo no me interesa tanto su vida como su muerte,
tema muy barroco. A la gente del Barroco muchas veces les impor-
ta más cómo muere un hombre que cómo vive o vivió. Es cierto
que don R?drigo no tenía muchos escrúpulos, y que alcanzó el poder
con IR técmca de lo que hoy llamaríamos un trep;ldor. Es v<~lido o per-
sona de confianza del valido de Felipe 111. No fue el único que m<~l
d:f:ba los c~~dales públicos, y esta es una disculpa que él y sus
sores utilizan en su favor, como si la taita de vergüenza de
~uc1s excusara la falta de vergüenza de cada uno de ellos. Pero
:.8° 'óe fuerza de convicción tenía su alegato. Si el sistema de priva-
1Zact1 n del poder, Y eso es en buena parte el valimiento. permite
que
mí as gen l tes se enriquezcan,
· ¿por qué me acusan ustedes sólo a
Y no 8 os dem,s?, viene a decir, poco más o menos. don Rodri!(o.
18 Francisco Tomás y Valient<
. 2 Juliin Juderfas, «Un proceso polftico en tiempo de Felipe 1l. Don Ro-
clrl&o Calderón, Marqués de Sietdtdesias. Su vida, su proceso y. su muertt.·~·
RABM, 1905-1906, págs. 334 a 365 y 1 a 31. «Diálogo de las nrtudes cmh-
nales prudencia y justicia ... ,.., compuesto por el LA.x·to~ Franc~sc? Pért"Z ( <~rrdl . .l.
Capellán de Su Magestad y Comisario dd Santo Oticio, ~~~hote·ca Nanl'l~:&l.
Ms. 1254, folios 228 1 234. El texto de la Sentencia no COIOC!de en 1• vemón
ele uno y otro texto, pero las difc~ncias son mfnimas.
Francisco Tomás y Valiente
20
sentencia en súplica, pierde la
. peló contra esta ¡ d
Don Rodrtgo a . ¡ ¡ rey Felipe IV para que e per one,
'be n memorta a , d· ll
súplica, escrt u d 1 Memorial y no hay ya ~as reme 10 que e~ar
no le hacen ·caso .,e F"tJemos en esa etapa fmal nuestra atencton.
a cabo la eJecucton. d odt'ado al poderoso condenado por
Hemos vts · t0 al po erosoopular al' poderoso contra e1 cua 1 na d'te
1
la popularidad 0 po~ 1a voz P1.0, lo r~tiró en seguida, mientras estuvo
movto., un dedo • 0 st o movaído del poder el od'10 y ¡as acusactones
en el poder .. Pero, u;a ¡¡e~e~lizados lo llev~n a la condena. Y se le
de hechos oertos P entre el regocijo y el entusiasmo popular. Es-
condena a 1a muerte ¡ · 1 'd d d 1
tamos ante 1a JUS · t tc1·a como . escarmiento,d 1ante
. a. eJemp
. . an a e a
·usticia vamos a presenctar el acto e aJusttc~a~Iento como e~
J ' '¡ y Tod0 ello es muy barroco. Con esa pubhca escenografta
pectacu o. · f ¡ f' ·' b
de la ejecución de las sentencias se satis ace a a tcton arroca por
la teatrahdad y, simultáneamente, aunque en . otro plano, se busca
atemorizar preventivamente a unos con ~¡ casttgo de otro. Es d~ctr,
se cumple una función represiva-preventl~a. Pero va~os a. ~er c?mo
todo eso se cambia a lo largo del acto mtsmo de la eJecucton, como
el odio se transforma en simpatía y la admiración por la altivez se
expresa en aquello de «usted tiene m~s org~llo, que don Rod~igo
Calderón en la horca>>. Hasta tal punto tmprestono a las gentes como
supo morir no este delincuente, sino este hombre.
«Sacaronle -dicen los cronistas- aquel día jueves de la villa de
Madrid, corte de España, jueves 21 de Octubre del año 1621 -hay
montones de ~rónicas sobre aquellos hechos: leo una de ellas-.
Sacaronle de sus casas en dicho día, jueves, entre diez y once horas,
yendo delante todos los alguaciles de corte a caballo y detrás Lazaro
de los Ríos, escribano de Cámara y ahora Secretario de su Majestad,
ante quien se fulminaron y pasaron todas sus causas. Llegaron a
la plaza mayor, subio, habiendose apeado de la mula, la escalera del
. cadalso con mucho ánimo y valor, y habiendose sentado en el asien-
to donde había de padecer, luego se arrodilló y se reconcilio con su
confesor que era un religioso carmelita descalzo, y habiendo habla-
do_ con el padre Pedrosa, predicador de su Majestad, que es hoy
obtspo de Leon, que le acompaño y asistio a su consuelo dos dias
antes de su muerte, ha~ta el punto que le degollaron, que fue entre
laa _doce Y la una del dta. Habiendo ocurrido a la fama de este acto
cast todos los lugares comarcanos, de suerte que las calles todas v
la pl_aza estaban_ tan pujantes de todo genero de gente que parescia
la misma confuston de Babilonia, donde aun de las palabras no se juz-
gaban las razones.» (¡Qué bten escribían estos señores del barroco')
«El verdugo, o fuese turbación o otro accidente parece que le paso
;¡
dos veces la cuchilla por la garganta y certifica padre Gregorio de
21
pecadores
n..J 1'ncuentes Y d 1 h 'd dec1' r
"" misma abertura e a erl a
ue vido y oyo por la le faltaron los espíritus vi-
pedrosa q ·Jesus Maria! hasta que
muchas veces '
tales.» . , t nta aceptacwn de la condena, tanto . resp~-
Tanta compuncwn, a d 1 nfesión y de la pemtencw
to y práctica de l.os sacrambentos F~e a t~~to el asombro -dice el
pro ducen e .
ompas1vo asom ro. «
1 d d
branto de corazón e to os os que
1 se
mismo crontsta-, y ~ fuey trágico acto que siendo en general lo
hallaron a esth b~)ie'dt:sc:ado, en un instante 'trocaron el orgulloso
que mas se a , de la execución de su muerte en demostratl-
sembla~~eniB~~t:e~~~~teza, mostrando. sus sentimientos y dolor las
~:rJaderas lágrimas, sollozos y suspiros que ~on tanta terneza de-
maban viendo tan rendido, devoto y humilde, y suJeto conf_?r-
~: y alegre con lo que Dios ordenaba en él a quien no muchos anos
antes era asombro del mundo y oraculo de muchos, que procura-
ban con particular estudio y ~ida?o hacerle m~jestuosos obsequws
de sus hacienda y persona, casi temendose por dichosos en admltlen-
doles sus deseos. No solo estos, pero los menos obligados este cala-
mitoso dia, sentidos y lastimados de sus afrentas y trabajos ¡oh ma-
ravillosa grandeza de Dios y juicios suyos! se convirtieron en prego-
neros de su buen fin. Tales son los efectos de una buena muerte,
pues a los que así la vienen a merecer los canoniza el Sagrado evan-
gelista San Juan por Santos y bienaventurados, diciendo que lo son
los que mueren en el Señor.>> ;
. Bast~ ~o~ir en el Señor para pasar a ser personaje admirado, aquel
m!smo mdiv1duo que había sido odiado y por todos vilipendiado
m1entras p~do tener el poder que le permitió realizar tantos y tan
:troces ?ellt~~· Y es que la ejecución de las penas y la concepción
cll su ~Jecuc10n como espectáculo tenía su riesgo. En televisión lo
cen Sl~mpre; cuando te hacen una entrevista en directo te advier-
ten: «CUidado 'bque es en VIVO>>.
te hacen esa o servación
' s·1 l a entrevista
· es para enlatarla no
· · '
cabe el m . .. ' porque SI te eqmvocas o cometes un error
manera quontalJed,. la tiJerda y la solución técnica subsana el error d~
e e 1rector el progra
mejante es lo ue odí
· d
ma ~o p1er e e1 control. Algo se-
'
Y. legisladores ~n el A:rrasar~~, .en VIvo Y en directo, a los jueces
C!Ón pública con 1 b, guo eglme~ con ese sistema de la ejecu-
tagonista deÍ espec~ác~l¿J~~a dd_Ja eJemplaridad inmediata. El pro-
~onseguir que la buscad po dla ca~b!ar el argumento. Y podía
JUsta d 1 h a amma vers1ón y el
.6 e asta entonces odiado . . gozo en 1a condena
b' n y alabanza. y todo r , se conylrl!eran en simpatía, compa-
c~ln, morir con altivez ico;a~:~ monr,. P?rque ~oría bien. Morir
Pas, y el penitente arrepent' d ta y cnsuana resignación lava las
1 o y entregado a la paz del Señor
2.2 Francisco Tomás y Valiente
* * *
En el Barroco nada podía acabar si no era con un Auto Sacra-
mental.
Lo que les voy a leer a partir de ahora, el «Auto _sacramental
o farsa teológica de unas voraces langostas» es, como dicen los cas-
tizos, un sucedido. No me voy a inventar absolutamente nada v
por ello me voy a limitar a leer. Introduciré algún comentario y les
ahorraré reiteraciones, sintetizando muchas diligencias para no leer
todo el proceso. Porque de lo que vamos a hablar en adelante es de
un proceso penal, real y publicado del que ya me ocupé por escri-
to en otra ocasión 3 •
Lugar: Párraces. Fecha: 1650. Párraces es o era, porque no sé
ni siquiera si subsiste, una pequeña aldea o un caserío entre Villa-
castin y El Espinar, en la parte norte de los montes de El Escorial.
Era un lugar que pertenecía jurisdiccionalmente a El Escorial y que
tenía, ~r consiguiente, una administración propia, una abadía, un
cura, mas de un sacerdote, y unos cuantos vecinos. No muchos.
Debía de ser, por lo que se ve, un lugarejo. Por allí había otros, y por
todos ellos, ~r toda aquella comarca, durante los años 1647, 48, 49
Y 50, es dectr, con una ~eiteración digna de provocar irritación, las
langostas aparecían rehg1osamente, quiero decir, puntualmente. To-
dos los veranos se comían las mieses, asolaban la tierra .
. Las g~tes del lugar tuvieron paciencia y resignación cristiana el
pnmh anyo. 1El segundo empezaron a soportar mal la pérdida de la
cosec a. e tercero empezaron a utilizar 1 1
vamos a leer se llaman r d" . 0 que, en as fuentes que
' • eme 1os ordm r"108 . •
conjuros y maldiciones, pero realizad a », que cons1st1an en
dotes del lugar. Todo hecho bajo l os ánaturalmente por los sacer-
cuidado respecto de las normaa ~ i S
escrupulosa adve~tencia y
vamos a ver a continuación, a ar de 1~nta Madre lgles1a, como
que no fueron sensibles ni oberntes a 1 cual_ las langostas parece
os conJuros y no sólo no se
J Julián Zarco Cuevaa, .:Pleito que ee pu10 1
el exterminio de la langoata•, Bol~tín d~ la Rr4l 'Ac~ A~adfa de ~'rracea para
tomo 100, páMs. 313 a 348. Frandaco Tom'• y Vali enua de ltt HutoritJ, 1932
la Monarquía abroluta ( sigloJ XVI, XVII, xvnt) cd eTte, El ~erec.ho Penal d~
gina1 298 y sigs. En la transcripción oral sint'eüU,me:h•· adnd, 1969, P4-
'd:rZ
•launa pequeft1 licencia literaria, respeto fielmente el tex~'
0
aunque con
arco Cuevaa.
!)elincUeJlteS y pecadores 23
'b d año en que las conjuraban a que se fueran, sino que volvían
~ aniguiente. Aquel de 1650 volvieron también. Era ya el cuarto
-:. aquello tenía que acabar de alguna manera. Con lógica impe-
a~bl~ se echó mano del Derecho Canónico y de la teología, que en-
~onces eran los remedios más eficaces contra estos males.
Pedimento para la apertura de Causa. Leo: <<San Gregario el
Magno y el obispo de Ostia y el Nazíanceno, y en nombre de los
dichos santos el bachiller Manuel Delgado, cura teniente del lugar,
otrossi promotor fiscal de la audiencia eclesiástica de Santa María la
Real de Párraces y su abadía, ante Vuestra Paternidad, como tenien-
te sustituto y delegado de la Virgen Santa María Nuestra Señora,
juez principal en esta causa nombrado, y como provisor y vicario
general y juez eclesiástico en la dicha abadía, comparezco y digo .. >>
Es decir, el cura del lugar realiza un pedimento, documento pro-
cesal habitual dentro del usus fori, querellándose contra las langos-
tas. Es un pedimento en el que se contiene la petición de querella
procesal, de querella con todas las formalidades del Derecho, contra
las langostas. Una querella que, naturalmente, debe ser justificada.
« ... Que habiendo visto el daño grande que ha hecho v hace la
langosta en todos los pueblos y terminas de la abadía, v las quejas
que hay en todos y las inquietudes y alborotos, y los gastos para
matalla y el mucho tiempo que se gasta en esto, teniendo necesidad
los pueblos de acudir a otras cosas de grande necesidad, por cu,·a
ocasión muchos dias de fiesta se ocupan y se pasan en mat;!r la
dicha langosta, y que tambien les viene mucho daño a los pobres
por no tener los labradores con que socorrerlos y ayudar su necesi-
dad por el daño que hicieron las langostas el año pasado de quaren·
ta y nueve y esta amenazando mucho mayor en este presente de
cinquenta, por haberse multiplicado en grande abundancia.
Ytem digo que les viene mucho daño de ello '' las animas del
Purgatorio porque menguandose los frutos de ¡,, tierr,, no se hacen
como se deben los sufragios por ellas, asi de ohligacion como los
voluntarios. Ytem digo que les viene mucho d;ulc' '' las religiones
mendicantes, hospitales, ymagenes de religion. crmit;ls ,. otr;ls ,,hras
pías, porque no pueden los fieles acudir con sus limc1Sn;lS CcllllO
acostumbraban; Y tem no se sirven como es m7cm ,. se debe las
iglesias y ministros dellas por faltar las olrcndas ,. ohli¡:aciones c>rdi-
narias; también el peligro de dejar sus vecinos muchas casas v hacren·
das como es cierto que lo harán pclr verse afli¡:idos por todas partes:
Y aunque es verdad que, desde luego lo confieso de pleno. que Dlc's
por su justa indignación y enojo por los pecados a todos justamente
nos puede castigar con semejante pla¡!a, bien merecida por nuestros
pecados, con todo eso. Dios es misericordioso y ¡!Usta tanlc' que los
24 Francisco Tomás y Valiente
--- -._........-
• j 8 mo O ,..,..... ,.._ ~~.,,,n. ,h t-...w."!?'~"' .... ..._·t~n ~,. t..-\ .l.. ,. ... ),~••t.
-
Jl
,....... ......
30 Francisco Tomás y Valientt
* * *
Y bien, con este proceso, con esta especie de Auto Sacramental
entre mágico y grotesco, termino. Así era la España del Barroco y así
era la justicia penal de entonces. Hemos visto a lo largo de estos días
que en aquel sistema de Derecho Penal y Derecho Procesal inescin-
dibles, coexisúan claroscuros, contrastes, sorpresas y contradiccio-
nes, validos degollados, rufianes azogados, langostas excomulgadas.
Hemos visto cómo utilizaban discursos teológicos que servían tanto
para quemar a sodomitas como para procesar a insectos voraces o
para condenar al blasfemo. Hemos visto y discutido la conveniencia,
el equilibrio y la complementariedad entre la lógica del poder, la del
castigo y la del perdón. La demencia y el rigor. La justicia del
rey y la cuchillada vengativa o el duelo por un punto de honor.
Había entonces más arbitrio judicial que garantías formales, más
censura que ilustración, demasiado teologismo y poca tolerancia. Así
es como yo veo la justicia penal del Barroco, pero todo es discuti-
ble y mis conclusiones también. Sin pedirles que las hagan suyas,
les animo, más bien al contrario, a que no se dejen impresionar de-
masiado ni por este tríptico, un poco efectista, ni por todo lo que
aquí se ha dicho, y que cada cual investigue las fuentes de la época
guiado por su razón crítica; pero quiero recomendarles que por mu-
cha razón crítica que le echen a su oficio de historiador, ante el su-
frimiento de aquellos penados o de tal o cuál degollado procuren
compatibilizar el ejercicio de la razón con la práctica de la compa-
sión o de la simpatía. A nosotros nos puede mover a risa el caso de
las langostas, y en fin de cuentas de las langostas se puede uno
reír si no le comen la cosecha propia. Pero junto a esa hay ~tras
historias que ya no mueven a risa, porque el dolor, aunque sea leJano
Y ajeno, no debe provocar más que compasión y una cierta y dtfusa
mala conciencia.
Pero si estudian ustedes la justicia de aquella época y se; con-
duelen en algún momento, les voy a pedir en segundo y ulumo
lugar que no se dejen llevar tampoco demasiado lejos por un sentl·
miento de superioridad, por la sensación de que entonces pasaba
aquello, pero ahora nosotroa estamos en una época en la que tales
!)elinCUeRteB y pecadores Jl
· entrado el siglo XIX, según y para qué cosas, según y para qué
~~e~ores del ordenamiento. Desde luego en el mundo del Derecho
~;nal hasta la aparición de los prim~ros Códigos Penales. .
La Pragmática de los Reyes Catoltcos de 1497 y la de Felipe II
)e 1592 se introducen en la Nueva y en la Novísima Recopilación.
Es decir, están formalmente vigentes hasta pnnc1p10s del stglo XIX.
Hasta principios del siglo XIX estas leyes que les acabo de resumir
;on Derecho formalmente vigente. Otra cosa será que se aplicaran o
1o, como veremos después.
Y no crean ustedes que se trataban de leyes, de normas cuya rea-
lidad se olvidaba en aquellos tiempos.
Hay entre otras de contenido semejante, una Real Cédula de don
Fernando el Católico, signada de su real mano <<para que se haga
nformación sobre el Pecado nefando que trató de cometer un clérigo
llamado Cristóbal González con un sacristán>> 6 No me interesa la
mécdota, pero sí quiero señalar el empeño del rey no sólo en que se
:umpla globalmente el derecho, sino en que cada caso singular, inclu-
;o éste, nada escandaloso por cierto, se persiguiera con toda severi-
lad. Podríamos preguntarnos desde la óptica actual: ¿no tenía cosas
nás importantes y generales de las que ocuparse el rey? El enfo-
¡ue del interrogante sería anacrónico, porque lo cierto era, y eso es
o que trato de poner de manifiesto, que esa, la de los pecados nefan-
los, era una de las cuestiones más graves en una monarquía preocu-
lada por encima de todo por la defensa de la fe, de su unidad y de
a moral ortodoxa de ella derivada.
Así, pues, no se trataba sólo de dar leyes sino de vigilar escrupu-
osa y activamente para que esas disposiciones se cumplieran.
Veamos ahora lo que sobre esas leyes comentan algunos juristas
le la época. Me voy a ceñir a Gregario López y Antonio Gómez, glo-
ando las leyes que antes les he leído.
Gregario López, en la glosa «Ümes», es decir, tomando pie en la
>rimera vez que en la Partida 7, 21, 1 aparece la palabra «ames»
lice <<Aunque dice la ley hombres, se incluye también a las mujeres
anta cuando una con otra haga contra natura como cuando varón
on hembra haga el coito contra natura» 7 Cuidado, pues. Cuidado,
•arque aquí se introduce una idea que vamos a ver desarrollada des-
•ués. No sólo los hombres pueden ser sodomitas sino también las
mjeres entre sí. Además también se comete delito y pecado nefando
ontra natura, digno de ser penado con la pena de muerte de llamas
on la realización del acto contra natura de un hombre con su santa
~
IDlagen de D1os.
consecuencia ' dice G regona
En ~-L · L'opez puesto que en matena · de
penas w:oo:: preva1ecer la int ·6n <<mltlor»
'· · · '
! no .~~b· .
uoc 1eran ser castigada t 1
erpretac1· ' la más suave qurza
' ·
¡ ¡
a otra arbitraria inferi s ed mujeres a la pena de las llamas, smo
cuando mediante «al'¡qor ~ a e muerte. Pena que deberá agravarse
uo mstrumento . . .
No quiero incurrir en crlti d Vl~gmltas violetun>.
anacrónicas, injustas. Prefiero ~do :mas•ado fáciles, que serían, po_r
sor de las palabras de aquel insi n~ .ar _el modesto papel de transmt-
el de glosador de sus glosas. g )Utlsta del siglo XVI y, a lo sumo,
1
Su escala de valores y sus prin · . .
en su tiempo. Quemar vivo a un ~Plo~ JUrídicos son los ortodoxos
dad, tanto al activo como al pasivo)omua (eso si, con absoluta equi-
cu 1pa, aId- ·¡ y, desde luego esunact
ano saeta 1 16 . o proporcionado a su
otro lado, la mujer, ser relativa pero'no~l glcamente justificado Por
ficia ~e su ,inferioridad paralela a au ir:~~dte humano, se bene-
ventaJa habta de tener. El lenguaje del 1·uri t ad creadora: aluuna
' N o es seguro que smt1era
tante, f rto. . . algúns 8a~ es er ud'no, llano ., dis-
el espectáculo de un sodomita en la hoguera: ::,e;,o.:e emoción' ante
--
Pecado, con su
El crúnen y pecado contra natura 47
delito, se lo había ganado. "X" conste q~e. Gregorio López n.o era ni
n monstruo, m una pluma aislada: participaba de las creencias de su
~ociedad -la castellana de 1500- y formaba parte de una tradición
jurisprudenci~l,.la del ~erecho Común, que dominó en Europa duran-
te más de qmmentos anos.
Sobre estas cuestiones se pronuncia también Antonio Gómez
quien en sus comentarios a la Ley LXXX de las de Toro, se pronun-
cia acerca de si es punible todo acceso contra natura y cuál es su
pena, esto es: si el varón que tiene acceso con la mujer, con su
esposa ( <<Uxorem>>) o con otra mujer contra natura debe ser castigado;
si la mujer que realiza acto sexual de acceso contra natura con otra
mujer debe ser también castigada, y «decimo et principaliter est pu-
nibilis coitus et accessus cum animali et quae sit poena eius et an
ipsum animal debet punire>>. Estas son las cuestionea sobre laa que
se pronuncia Antonio Gómez. No las voy a leer todas en un deu-
rrollo pormenorizado, pero sí algunas de ellas 8 •
Por ejemplo, <<si quis habet accessum ad alium hominem commit-
tit detestandum et abominabile crimen sodomiae contra naturam
quod gravius est caeteris criminibus praeter in herexiam et tendit in
maximam offensam Dei et totius naturae>>, «si alguien tiene acceso
con otro hombre comete el abominable y detestable delito de sodo-
mía contra natura, el cual es más grave que los demás crímenes, ade-
más del de herejía, y tiende a la máxima ofensa de Dios y de toda
la naturaleza>>. «Y acerca de esta cuestión, en primer lugar digo que
la pena de este nefando crimen es la pena de muerte y la confisca-
ción de bienes, tanto en el agente como en el paciente.» Cita en
apoyo la <<Lex Iulia de adulteriis>> -yo creo que con una interpre-
tación absolutamente extensísima- y a Azzo, a Godofredus, a Cino,
a Jacobo, a Bártolo, a Baldo. Discute si de la ley «lulia de adu!te-
riis>> se deriva la pena de muerte. Dice que la cuestión es dudosa,
pero que ahora, en Castilla, la cosa está muy clara puesto que la
pragmática de los Reyes Católicos ha eliminado toda duda.
Plantea después si se comete el pecado nefando contra natura
cuando un varón practica el coito con acceso carnal «ad uxorem pro-
priam -a la mujer propia- ve! ad aliam quamlibet mulierem ---<l
con otra mujer- per vas exterius contra naturam». Y responde que,
por supuesto, que sí. Y cita en su apoyo textos de Jacobo, Bonifacio,
Felipe Dedo. Quiero destacar con estas alusiones a otros autores que
ni la ley castellana es nueva dentro de la tradición del Derecho Co-
mún, ni las opiniones de los juristas castellanos son nuevas dentro
de la misma tradición doctrinal. Los glosadores y comentaristas allen-
llc ~_Uente un solo suceso podría condensar tan bien como este la
::J.sns~al sex;;a{ de la España de la Contrarreforma. Venganza'
d anó~im~erte .be cuerpo Y procura de la salvación del alma. Sin duda
escn ano
peroquería, a su, mU)er,
· por eso la mata d eb'd n
te sacramentada 1 ame
verso Calderón 'El aduqluter~a mas a su honra, como habría dicho en
pecb as. No sé · qué habríaenohmerece
h 1la muerte aun por s1mp · 1es so s·
dencia, pero para la venganz:c bo e celoso castellano ante la evt
ésta ya quedaba en entredicho eth~n~~ Prueba . indiciaria, pues c~n
este terreno que es, en este Cur l .dNo qutero deslizarme hacta
queda conectar sexo con honor so, e e José Luis Bermejo. Sólo
obtenido fuera de los linderos estrl tcon venganza. El placer sexual
con harta frecuencia en la muert~ aHmente codificados desembocaba
Romanttctsmo
· · so1'tan ser los insatisfech
· ay amores que matan En el
1
cordiales. En el Barroco eran Jos ¡ 08 ~ 8J os generadores d~ penas
a os' pero heterodoxos' los
lO Cfr. op. cit. en aoto anterior, p4¡. 7J.
¡¡ crimen y pecado contra natura 51
Bartolomé Clavero
1
¿Cuándo comienza a generarse la cultura en la que se formularán
los conceptos de transgresiones que operan en la España barroca?
¿Y cuándo caduca? Remontarnos, siempre podríamos hacerlo, pero es
sobre todo a partir del siglo xn, digo doce, cuando, con el surgi-
miento de una cultura jurídica en el seno de la religión cristiana, las
categorías que pueden todavía imperar durante la edad moderna
irán adquiriendo forma. Dicha cultura nace sobre textos de derecho
romano antiguo tanto como canónico medieval y en el medio de
mentalidad, con su propia tradición textual, de dicha religión. En
gran parte se trata de elaborar unos conceptos que conjuguen plan-
t~amientos de unas y de otras partes. Y no por un t:aprichoso juego,
smo por el común entendimiento de que en dichos cuerpos o masas
de tradiciones y textos se expresa el orden social. Esto se pensaba.
Y lo que se cree ya es un hecho determinante de la organización v
de la conducta.
Pecados son entonces aquellos actos que dicen los textos y tradi-
ciones de carácter religioso; delitos, los que a su vez figuran en
los jurídicos. Así de fácil, pero con algunos datos que por obvios
ya suelen ordinariamente olvidarse. Estamos ante una cultura que
busca su fundamento en unas tradiciones o en un par sustancial-
mente de ellas; no cuenta, para la determinación de un orden social,
con texto y tradición de revelación única, como por ejemplo pudie~a
serlo entre otros el Corán, sino con un cuerpo ya más complero
por la misma diversidad de origen de sus propios componentes.
Segundo dato: estamos ante una sociedad as( exactamente tradicio-
nalista, esto es, que se atiene, no menos que la coránica. • l~s
determinaciones resultantes de una herencia cultural pau la propia
definición de su derecho o, más en general, ordenamiento. _No son_
J>Ccados Jos que deciden obispos o saccrdo!es, sino los res1st~dos
en tradición ref~&,iosa. No son tampoco delnos lo_s que dl"t<"rm•~n
monarcas, parlamentos o jueces, sino los deducidos de rrsd1c1Ón
60 llartolorné Clavero
=•
Ptlvada. Había penas de este carácter y penitencias de aquel. El
~oro,, o la competencia que antes decía, era ciertamente distinto;
lntetlOt o de la conciencia, forum conscientiae solía decirse el del
exterior, el de los delitos; pero esto n~ conllevaba las dif~·
~de ~ndo. que luego suelen presumirse. Forum poli ya se dma
llldo or ~na.namente el primero: fuero del cielo de un determi·
~tendimlento de la redención humana que a tr'avés de la propia
en un -Jdo~~r.aba impone.rs~, nunca exactamente fuero de ésta
Ua aaltw:a ..11 l~ldual o sub¡euvo de cuyo mismo concepto aque·
El Oflglnanamente carecía.
pero alto~ de pecad? ?~ remitía a la conciencia individual.
el ..,¡- 0 .u:a 1 . un prmctpto de individualización que se decía
rub¡etividad '·"'-' !mputable Y condenable. Esta era su especie de
to COI!lpiÜtivo' "la! Importante p
mú f' . · .or e11a se producía el mismo e fec·
trat·-•
ouwento .."Cl
_, ,_ad e tctente de todo e1 Sistema
· ·tncrtmtnatorto.
· · · El
1
gres1'6n , linO
· talnbiá!
r - o no só o lo
el de es e1 d e una conducta de trans·
pecador, lntereiUido eat u~ responsable que transgrede Lo es del
.. __
t ernamente al ucrecho op mtsmo
i
al ord en soc1a
. l · .
0 afectando tn·
que busco expresivo. N.o t~m taseme descender a algún ejemplo.
- o va • ser andarse por las alturas.
Delito y pecado 63
o
66 Bartolomé Clavero
Bajo el mism? .concepto podrá. tratars~ la ~ena legal así dicha porque
el texto tradtctonal la dete~mma; la JUdlCwl o arbmana que puede
el juez decidir; la convenctonal o establectda para el cumplimiento
de obligacio_nes por las ~artes. interesad_a~; la voluntaria o de impo-
sición propta como pemtenctas de mento, merecidas siempre; la
sacramental o de penitencia más ordinaria. Todo es pena que purga
culpa: «Ümnis legis transgresio facit dignum penae>>, como repe-
tiría en su Tractatus de Legibu¡ ac Deo legislatore, tratado de las
leyes y del dios legislador, Francisco Suárez. Y no se piense que la
lex es la ley o lo que por tal ahora pueda en tenderse. La ley es todo
el orden, tanto religioso como jurídico, con su determinación tradi-
cional. Deus legislator: Dios lo determina.
Pecado no es asunto de teología, o de moral si se quiere, y de-
lito de justicia, sino ambos de ambas, de la ley con todo su des·
pliegue: ley eterna, ley divina positiva, ley natural. .. y leyes huma-
nas, como niveles graduados y comunicados, no super ni yuxta·
puestos. El pecado y el delito se conocen por la ley última, la humana
más positiva, pero no porque en ésta se determine, sino porque
en ella se registra la determinación de los grados anteriores. Y a vale
en la medida en la que cumpla este concreto requisito. La fuerza
del orden proce~ia en~onces de una composición que era pr~cto
~.cultura y no mvenctón de política. Y ya obliga; vinculados a tra·
di~tón Y. a texto, dependiente su propia posición de ellos, ni pon·
t
t1fice1 ru .reyes, ni teólogos ni juristas, estaban en realidad investidos
ca~dad decisoria de este alcance. No determinaban ni qué
loa~-ddi\ito ni qué resultase pecado ni cuáles, sustancialmente, serían
y x: ""' toe Y loa pecados.
;na c~n que, ha adquirido forma desde los siglos Xll
Por aqul"':lo lue que ~un plenamente opera en el xv1 y el xvu
la cultu~ esta~ comte~za a caducar. Pero no tampoco porque
Ilustración, enttútdo.ecambte .. Durante la época que se dirá de la
mitado el m,_ ...,_~-en e~~~glo XVIII, será todavía algún sector h·
sólo de una ...-- acuela
---ra ffib1 """"r 1as d'tstmc10nes.
· · Aún se tratara' ta n
aparezca; para anta, que ~pero a nosotros nos bastará con que
tará d dato de que la~ re.sult.a !a España del Barroco, resa}·
en un horizonte ni ~ • 01 extstta. No habría entrado todavia
O.,sde finalea 4el ~ mental.
·, zará en efecto a Nrpr por ~ en ~tores muy restringidos comen·
lciación entre peclldo y delito C:Onttnente europeo la idea de diferen·
)religión Y derecho. Ea .... COtnol Parte de una más general entre
será desde luego balad!. t.. 0que • CUestión por aquf llega y no
ct'ón se rea 1'tza ae encontr.-obra•
ent en1 1•• que el intento de . distin·
re 11 m4s significadas y temidas
Delito y pecado 67
11
---------------~ .~
77
Delito y pecado
ción inquisitiva o persecutoria que ya le es entonces propia; Se admi-
pruebas generalmente excluidas como la de testigo umco o la
den meros indicios. Toda confesión vale, incluso la sacramental. Cabe
espensión de fueros y otros privilegios procesales de los que goza-
b~n entonces las clases superiores. Se considera delito consumado,
como pecado cometido, la simple maquinación o pensamiento. Son
regfas, o eliminación de ellas, que rigen la prevención y represión de
esta clase de conductas.
Y las penas. No se piense sólo en la de muerte, que para la época
no bastaba o no resultaba siquiera la decisiva. Lo mismo que no
hemos visto a la vida como tal todavía penalmente protegida, tam-
poco su eliminación es un elemento clave en el orden represivo. Que
los delitos enormes y atroces comportaban pena de muerte no era
algo que se discutiese; de aquí se partía. Pero otras penas ya se
añadían. Por una parte, la misma de muerte era agravable por pro-
cedimientos especialmente crueles de ejecución, entonces en uso. Por
otra, había penas que afectaban a valores de honor y honra que,
como ya hemos visto para la majestad y todavía para otros casos
veremos, podían considerarse superiores al de la vida. Y en fin, en
conexión con esto, también podía extenderse la condena a la familia
Y descendencia del ejecutado. Un principio de personalidad aquí tam-
poco existía.
Todo ello se aplicaba acumulativamente a los delitos enormes y
atroces. La descendencia quedaba infamada, en aquel estado de muer-
te civil por el que ni siquiera se tenía acceso a un juez. A ella tam-
bién le afectaba una accesoria como la de confiscación total, de bie-
nes particulares y familiares. El honor que quedaba en entredicho no
sólo era el individual del condenado. Todo un apellido, o todo un
linaje, resultaba reo. Y a así podía también impulsarse una represión
doméstica, frente a la homosexualidad por ejemplo, que. con los
poderes que entonces conllevaba la potestad familiar. revestía un
carácter preventivo nada desdeñable.
Con ello ya se contaba. Un homosexual de la época es más fácil
que acabara en la reclusión de un monasterio. como prevención do-
méstica, que sometido a tal¡(énero de procedimientos y penas. Podía
ser también el tratamiento de la homosexualidad femenina. pero su
caso ya se ha visto que es distinto. No afectando directamente al
orden de la procreación, en menos se le tenia ya por no constituir
con ello una relación contre natura. La gravedad era mucho me-
nor, distinguiéndose realmente a estos efectos entre una homose-
xualidad y otra. Ambas eran i¡¡ualmente conocidas, describiéndose
sus respectivas pr~cticas, pero sólo la masculina merecla una consi-
deración que además compartla. bajo el término de sodomla. con
78
Bartolomé Claver~
.. llévenle luego
e execute la sentencia;
no entre aquí, y el privilegio
de verme la cara alegue.
Y vosotros, descendientes
destos que veis degollados,
a vuestros ojos presentes
quedaréis escarmentados'
de ser al Rey obedientes.
El rey nuestro aefi.or Alfonso el Quinto manda: que en todos sus estados
reales, con solenea y público• pregones, ae publique el castigo que en Lisboa
1e hizo del traidor VaiCo Fernández, por las traiciones que a su do el duqm:
don Pedro de Coimbra ha levantado, a quien da por leal vasallo y noble, y
en todOI aua cstadoa restituye; mandando, que en cualquier parte que asista,
ti es vivo, le respeten como a 1!1 mismo; Y •i ea muerto, su imagen echa al vivo
ponsan sobre un caballo, y una palma en la mano, le lleven a au corte, ulien·
do a recibirla loa lugares: «Y declara a los hijos que tuviere por heredero•
de tu patrimonio», dando a Vatco Fcrn,ndcz Y a aua hijoa por trllidorcs,
Justicia penal y teatro barroco IUJ
pérdida del com bate a1 t ras Pasar la línea del palenque (si sobresale
la cabeza, o un brazo, etc.).. .
En cuanto a las armas, s1 no hay pacto en contrano, corresponde
1 lección al desafiado. Y metidos ya en combate, hay que procu-
are que ninguno de los contendientes se vea favorecido frente al
:ntrario, tratando de evitar cualquier posible ventaja en pro de uno
u otro. Todo ello tiene su fiel reflejo en el mundo literario. Fijémo·
nos a continuación en la específica forma de iniciarse el desafío.
La característica mediación de la autoridad política o judicial en
este tipo de desafíos se suele reflejar en la petición directa de la
licencia para celebración del duelo, o en otros casos, a través de la fi-
jación de un escrito en los parajes más concurridos. El escrito a
veces se convierte en todo un cartel de desafío que los autores de
nuestra Literatura suelen exponer en toda su extensión y con todo
aparato y solemnidad. La materia en sí daría lugar a toda una amplia
serie de clasificaciones, al ser los carteles de desafío de gran variedad
Y riqueza de contenido. Una vez más destacamos algunos rasgos ca·
racterísticos, a través de la presentación de algún ejemplo.
Se acostumbra iniciar el cartel con el nombre y serie de títulos de
la persona que impulsa el desafío y firma el cartel. La causa o motivo
del desafío se suele reseñar ya en términos generales o con más género
de detalles. Se suele indicar asimismo el lugar de la celebración del
duelo, buscando parajes bien característicos o delimitados, como la
raya, front~riza de un país, una determinada ciudad, la corte del rey;
Y as¡ su~es1vamente. A no ser que se deje la señalización para la alta
pers?nahdad que autorice o presida el duelo. El plazo a veces se seña-
la directamente, a fecha fija, o a partir de un determinado día, a la
espera. de que llegue el desafiado; o, lo que es también muy frecuen-
te, de¡ando al propio desafiado que especifique la fecha. En cuanto
a las .armas, se procura indicar en el cartel que quedan a elección del
desaÍ!ado, según estilos y tradiciones. Tomemos como ejemplo de
cartel de desafío directamente redactado por el interesado, sin mediar
en este caso autorización del rey o de otra autoridad --<:on la fijación,
por tanto, del luga-, el que presenta Cubillo en la Tragedia del
Duque de V erganra:
«Don Vasco de Almeyda Cavallero del Habito de Christo,
Gentil hombre de la boca del Serenissimo Señor Rey don Juan
el Segundo de Portugal, hago notorio al mundo, como hallandome
ofendido del Duque de Verganza, don Fernando, por aver abierto,
Y publicado cierto papel mio cerrado debaxo del secreto de la con-
fian~a; y demas desto, por querer descomponerme con d Rev mi
señor injustamente, poniendo delo en mi lealtad: para satisfación de
lo qua! le reto, y desafio a singular batalla, donde le dan! a enten·
116
José Luis Bermejo C b
a rero
der con las armas que eligiere, que ha faltado a las . .
Cavallero: y le .señalo por campo el puente de Bad~h;:ctones de
Portugal, Y Casulla, donde le esperare veinte dia 1 ' raya de
. . s, que corren d d
oy, 4 d e E nero d e mt 1 y cuatrocientos y ochenta y t - es e
Y como muestra d e cartel, que cuenta con el respaldanos
res
d' ·
>>
Cuyos establecimientos
en su verde libro mandan
que al notorio caballero
que agraviado pide campo
no se niegue, me presento
ante vos, y con el real
soberano acatamiento
que debo, de gracia pido
lo que de justicia tengo.
Señalad vos, pues, señor,
campo donde cuerpo a cuerpo,
8 pie, a caballo, desnudo
o armado, pues toca eso
a la elección del retado,
le sustente a todo riesgo,
a todo trance de armas
que anduvo mal caballero ..
Solimin, SultAn, Rey de los reyes y sefi.or de los sefiores, y Emperador uni-
venal del mundo. A tí, Carlos V, aalud, si la deseas. Y a hu visto el gran
poder con que ven¡o y el poco con que me esperas. Si acord4ndotc: de tu no-
o S
Duelos y dessffos en el Derecho y la Literatura 123
bleza quieres acabar esta g~erra sin sang~e de tant~s cuerpos, c~erp.? a cuer~o
desafío; espérame en VIena, donde, s1 ~e vencieres, r: hare_ se..nor d.e mis
~~perios, y si te venciere, me apo.derarc de. t~ pequeno senor10. Dws te
prospere para que me dé mayor glona de vencumento.
Solimán, Sultán y Gran Turco.
Introducci6n.
El concepto de bigamia, tal como fue acuñado por la lite:atura
jurídica, aparece, desde la baja Edad Media, dotado de una ev1dente
ambigüedad jurídica.
Para la doctrina canónica, que es la que se ocupa de él con
mayor amplitud, bígamo es -en el ámbito civil- todo aquel que,
lícitamente, contrae segundas nupcias, o quien contrae las primeras
con mujer viuda, o con soltera que no sea virgen, o el casado que
perdona a su mujer adúltera y vuelve a cohabitar con ella; tales son
las acepciones que recogen, por ejemplo, las Partidas cuando se
ocupan de las causas que desencadenan el impedimento de irregulari-
dad, que inhabilita para recibir el sacramento del orden '.
En la esfera del Derecho penal canónico, bígama es la persona
consagrada al servicio de Dios que contrae matrimonio 2 , o el casado
que se ordena in sacris sin el consentimiento de la mujer 3 o, por fin,
127
128
Enrique Cacto
aquella 9due dceleb;a dos o más matrimonios simultáneament
es, en vt a el conyuge anterior 4 • e, esto
En las páginas que siguen voy a ocuparme lógicament .1
este último supuesto (es decir, de la celebraciÓn de un me, ~o 0 de
· ' d . atnmon 10
por quten eshta casa o, co1~stante e11matnmonio anterior) que cobraría \
pronto mue o mayor re teve que os otros como problema · 'd·
penal. JUn >co \
Lo primero t:¡ue ~onviene, recordar es que la problemática jurídica
del dehto de btgamta resulto notablemente simplificada a partir de \'
los decretos sobre el matrimonio que se aprobaron en el Concilio
de Trento.
Con anterioridad, y ya desde mediados del siglo IX, el Papa
Nicolás I había consagrado el principio matrimonium facit consenm
o consensus facit nupcia¡, de añeja estirpe romana, que en adelante
sería aceptado por la Iglesia 5 . De este modo se entiende que lo que
hace surgir la relación matrimonial es el consentimiento de las partes
libremente formulado por los contrayentes, en la línea en que, para
Castilla, lo concibieron las Partidas: <<Consentimiento solo con
voluntad de casar faze matrimonio entre varón y muger ... » 6 , de
manera que ninguna otra ceremonia era necesaria para la validez
de las nupcias: ni testigos, ni celebración en la iglesia, ni bendiciones
sacerdotales. El matrimonio se perfeccionaba, simplemente, por la
manifestación del consentimiento emitido con libertad.
Semejante planteamiento iba a dar lugar a la aparición de un es-
pinoso problema de prueba, porque bastaba que un hombre Y una
mujer se comunicaran formal y recíprocamente su voluntad de con-
traer matrimonio para que éste naciera perfecto, de tal modo que
si, además, era consumado con la unión carnal, se consolidaba ya
en plenitud de efectos, radicalmente inatacable e indisoluble.
Estos matrimonios, denominados clande$tinos o a iuras, por con-
traposición a los celebrados in faccie eclesiae (en los que los contra-
yentes se velaban y eran bendecidos públicamente en las iglesias P01
el párroco), resultaban, pues, jurídicamente válidos y, como tales,
vinculaban a las partes en conciencia, aunque en el fuero externo
--canónico y civil- sólo obligaban en la medida en que pudieran
probarse.
e m
El delito de bigamia y la Inquisición española 129
«qui aliter quam presente parocho, vel alio sacerdote de ipsius parochi seu
Ordinarii licentia, et duobus vel tribus testibus matrimonium contrahere at-
tentabunt: eos sancta Synodus ad sic contrahendum omnino inhabiles reddit,
et huiusmodi contractos irritos et nullos essc decernit, prout eos praescnti
decreto irritos facit et mnullat • ...
El problema de la ;urisdicci6n.
ltem ordenamos que si algun hombre se casare con dos mujeres viviendo
la primera o una mujer con dos maridos, viviendo el primero, los Inquisidores
no conozcan desta causa, sino en caso que los tales sintiesen o se presumiese
mal sentir del sacramento del matrimonio, pues entonces la jurisdicción es
de los Inquisidores 22.
. .J) C~entos de Garibay (siglo XVI), en Soles esJNZñolos o agudeus del inlt-
;~::c~~'jal, recogidas por A. Paz y Mcliá, Madrid, 1964, 2.• ed. de R. Paz,
La normativa penal.
'd ¡ bt·gamia durante toda la Edad Moderna a la disputa
. . Someu
¿· · ala quea hemos visto los trata d.tstas, a ¡a h ora d e a b or d ar
¡JUtlS ICCJOn
d. de las penas con que ' •
se sancwna ba, hub.teron de prestar
e es~~
atencton
10a cada uno de los ordenamientos jurídicos que reivindicaban
su represión. . .
Así en el ámbito del Derecho secular, el parecer de los ¡unstas es-
tudioso; del Derecho común se manifestó bastante dividido a la
hora de concretar la pena correspondiente al bígamo: la de muerte,
según algunos y la del adulterio, según otros (reclusión en monaste-
rio para la mujer casada y muerte para su cómplice), aunque se ím-
padecían en las carzeles reales, y si se contentaban los Juezes con el testimonio
que se les embiaba. En 1.0 de Julio de este año se presentó en aquel Tribu-
nal un memorial de Josef Dato, natural de Murcia, preso remitido por el
Santo Oficio a disposición del Governador de Cádiz, diciendo que había ocho
meses se hallaba de aquel modo, y aunque ha dirigido tres memoriales con el
fin de que se le siga su causa y tenga término tanto padecer, no ha podido
conseguir más que el que le tomasen una declarazion, y no teniendo otro
recurso, suplica al Tribunal interceda para su pronto despacho. El Tribunal en
27 de Agosto libró comision a uno de sus Ministros para que hiciese con
toda ~autela y secreto una justificazion de la dilatada prision y trabajos que
P.adec1an los reos, y acompañado de otro secretario practicó varias diligen-
Cias ( · .. ) testigos imparciales, pero recelando valerse de los ministros reales
?ue inte:venían en las diligencias y eran los unicos que podian saberlo, le
ue prectso valerse con toda precaucion de personas fidedignas que le han
dado algunas noticias sobre el asunto, con las que informa al Tribunal en su
representazion de 25 de Septiembre:
Que desde. la novedad que causó en el Santo Oficio la Real Cédula sobre
C?~Octmiento de causas de poligamia se han pasado de aquel Tribunal a la
Jelustt~Ia Real seis reos y a todos, exceptuando Francisco Suárez, se les ha
seguido nueva causa asta definitiba.
Que no ha podido averiguar qué tiempo permanecieron en la carzel antes ni des-
pues de la sentencia, ni los embarazos que allan para esto los }uezes Reales,
porque para ello era menester averiguar prolixamente los mismos autos, pero
~ue no pueden finalizarse con la brevedad que en c.l Santo Oficio, por la
alta d~ ~inistros, y multitud de otros negocios que prefieren en lo Real como
más principales.
Que es notorio que los reos entran en la carzel sin tener con que mantenerse,
r además de que por el sitio sufren muchas penalidades, las suf~n mayores por
a e~caaez y calidad de alimentos.
Y finalmente que no ae contentan los Juezes Reales con el testimonio que
se l~s da, si no que les forman causa desde el principio asta el estado ck sen-
tencia, .Por orden dd Real Consejo de Castilla, que ordenó al Señor Theniente
de Sevt~a Don Francisco Ruiz de Albornoz que el conocimiento de la cauu
de se~e)antes reos fuese en integro; excepto en el ultimo que hubo que fue
Francl~o_> Suarcz, que estando pendiente la causa, antes de tiempo lo aplicaron
• preatdt~ por ocho allos sin haber podido averiguar d motibo.
lcsel Tr1bun~l remitiendo a V. A. este informe, representando la imposibi.Ji-
de PriCttcar otras diliaencias ni aclarar mu el uunto dice lo tiauienre: •
140
Enrique Gacto
puso el criterio de que lo procedente era imponer una
.
d mana · que e¡ ¡uez
· · a su arb itrio a la vista de lapena. extr aor.
tasana
cias del hecho y la calidad de las personas". s crrcunstan.
En el Derecho castellano la regulación de las consecuen ·
n~les. del ~elito aparece bastante b_ien perfilada, aunque resul::sdlB:
c1l d1scermr su grado de aphcanon en la práctica, por lo vist
0
propósito de la polémica sobre la jurisdicción. a
En el Fuero Real, por ejemplo, los bígamos eran puestos bajo
el poder del cónyuge inocente, y abandonados a su merced, al modo
con que estaba sancionado el adulterio 45 Las Partidas, a su vez
recogieron la tradición romana con ligeras modificaciones: confisca:
ción de bienes y destierro por tiempo de cinco años"'. En cuanto al
Derecho regio, aplicó a este delito un tratamiento característico: la
pena de la marca para los varones y la entrega de la mujer en poder
del primer marido 47 ; la pena de la marca consistía en grabar con
un hierro al rojo, sobre la frente del reo convicto, una señal en forma
de letra «q», sobre cuyo significado los autores modernos debatieron
ampliamente sin llegar a otro acuerdo que el de coincidir en que el
texto de la ley, que procede de las Cortes de Briviesca de 138!,
quedó corrompido al recopilarse; pero a la hora de resntu1r la versron
original surge una completa disidencia de opiniones. .
Para unos, Montalvo cambió por un círculo con una barra hacra
abajo, es decir, por una <<q», lo que originariamente había stdo u?
circulo con una barra hacia arriba, esto es, una <<b», inicial de bt·
gamo; otros pensaron que debía ser un <<10», o sea, una barra Y un
círculo a la misma altura, al lado, como signo de que sintieron mal
de la fe o, lo que es lo mismo, de los mandamientos. Covarrubtas,
por su parte, afirma haber visto en vetustas disposiciones castella·
nas que la marca era una cruz, testimonio de que los marcados
pecaron contra ella. Algunos sostienen, por fin, que se trataba de un
dos en números romanos, dos barras paralelas, cifra indicativa de que
se casaron dos veces 48 •
Como quiera que sea, Gómez afirma en su comentario a
1"' Leyes de Toro que lo que se practica en su tiempo es la ley de
,.;l
270. La justificación de este trato discriminatorio. ibidem, núms. 19-37, .Pá·
ginas 270-273, y núms. '0-,1, pq. 274. Para el r~aimen aplicable a las b1ga·
mu nobles, ibldem, núm. 16, pig. 270.
11 Garda de Trasmiera, De {oly¡amia .. ., L. 3, q. 9, núm . .'54, pág. 275.
n Carena, Traclatus ... , P. 1 , t. '· S 11, núms. '7 y .'59, pág. 101; en
núm. '8 ae pronuncia en favor de la racionalidad de la práctica italiana fren-
. d b•'gamia y la Inquisición española 145
El delito e
d · a ¡'ustifica esta peculiaridad apelando a la mayor indul-
La
· d octrm
1 Inquisición hispana y a su comprens1on ·' d e 1a f rag1·1·d
1 ad
gencla e a
1 h ano Puesto que presupone que, sa 1vo prue b a en contra-
de ser um • b' ·
rio 0 presencia de indicios muy fundados, los !gamos mcur_re_n en su
delito impulsados por las pasiones, concretam_ente por la lascivia o por
la codiciosa avidez hacia la dote de las mu¡eres. Pero tal;s presun-
'ones no sirvieron para desvanecer la sospecha de here¡Ia, aunque
~~ el nivel de leve porque, como he dicho, sólo ella legitimaba la in-
tervención de los jueces inquisitoriales 7'-
Unicamente cuando el reo hubiere vivido o tenido comunicación
con los habitantes de las provincias infestadas de herejes luteranos
o calvinistas, cuando procediera ex gente mahometanorum o cuanrlo
hubiera reincidido en el delito, la sospecha y la consiguiente abjura-
ción ascenderían al grado de vehementes, porque entonces se con-
sideraba ya probable que en la base de la bigamia anidara no tanto
la fuerza de los apetitos cuanto la presencia de una creencia des-
viada 74 •
El marcado centralismo de la Suprema, que controlaba muy de
cerca la actividad de los tribunales de distrito dio origen a la con-
solidación de una praxis que, sobre el principio ya señalado de la
arbitrariedad de las penas, contribuyó a configurar una cierta tipolo-
gía de las mismas, de acuerdo con la mayor o menor malicia del reo,
con la existencia de causas de justificación o de excusa, con la cate-
goría social de los intervinientes, etc.
De este modo, la doctrina desarrolla unos principios generales de
observancia bastante común por los clistintos tribunales españoles,
como son:
75 Carena, Tractatus ... , P. II, t. 5, S 12, núm. 64, pág. 102; Garda de
Trasm1era, De polygamta ., L. 3, q. 8, núms. 34-37, págs 265-266; Alber·
gbini, Manuale Qualificatorum ... , c. 27, núm. 19, págs. 159-160. ,
76 Carena, Tractatus ... , P. ll, t. 5, S 11, núm. 58, pág. 101, y § 12, nu·
mero 62, pág. 102; Garda de Trasmiera, De polygamía ... , L. .3, q. 8, núms. 28-
29' pág. 265.
" Garda de Trasmiera, De polygamia ... , L. 3, q. 7, núm. 12, pág. 255_;
Carena, Tractatus ... , P. Il, t. 5, S 10, núms. ''·56, págs. 100-101, se mani-
fiesta partidario de: administrar tormento a los bigamos sobre la intención,
aunque moderadamente: c ... ad modum torturae huiusce, existimo stand um
e11e consuetudini locorum, ita tamen, ut haec tortura medietatem horae non
excedat ... -..
6. 5
El delito de bigamia y )a Inquisición española 147
l
que en él se pretende antes que ninguna otra cosa es la salvaoon de
las almas y ello se consigue, mejor que con el rigor, con la genero-
sa comprensión hacia quienes reconocen su crimen, entre otras
razones, por una de tipo pragmático: el hecho de que la segundad
de que recibirán un mejor tratamiento ha de inducir a los procesa-
dos a realizar una confesión sincera de sus pecados 85 . 1
Conviene precisar aquí que la confesión procesal en el Tnbuna
del Santo Oficio ha de entenderse, para que surta los efecto~ de que
venimos hablando, en los mismos términos que la confesion ;a~ra·
mental, a cuya imagen se configura y de cuyos requisitos participa;
así que para gozar del perdón es necesario que exista en el reo
dolor de corazón, nacido de la conciencia del horror al pecado Y no
sólo del pesar por la vergüenza o las humillaciones que el procesado
¿¡a
~
. d bt'gamia y la Inquisición española 149
El delito e
.. ¡ ntananza. Y además, propósito de la enmienda, confesión
° '
adivtne en sin reserva con d e¡acion
" d e comp' ¡·Ices, y satis
· facc10n
·' d e
comp1eta yecir humilde' pet1c10n
. . ' a 1os ¡ueces
. para que 1e Impongan
.
0 bra, es
d , . 86
las penitencias qu~ considere~ opoHunas . , .
A este propósito la doctnna discurre por cauces emblemattcos, ,
glosando la significación del escudo del Santo Oficio, donde la cruz !
central aparece flanqueada por la espada, símbolo de la justicia, y/
por el ramo de olivo, que representa la misericordia y la benevolen~'
da con que el Tribunal acoge al pecador que se muestra dispuesto a
la enmienda III.
Como ha quedado dicho, el arrepentimiento se considera pleno
y evidente cuando el reo se presenta ante los jueces para confesar su
crimen, sin haber sido llamado, antes de que el Tribunal tuviera in-
dicios, sospechas o noticia del mismo 88 .
Pero este modo de considerar el delito presentaba también su
envés: si el acusado no lo reconocía, o lo confesaba sin manifestar
arrepentimiento, o sostenía que era lícito casarse en vida del anterior
cónyuge, quedaba ipso /acto convertido en reo pertinaz; en este
caso, la sospecha de herejía quedaba confirmada y el acusado, que
lo era ya de herejía perfecta, en el supuesto de persistir en su
creencia, podía acabar entregado al brazo secular para su relajación
como reo impenitente. En este sentido los autores no olvidan apun-
tar,. aunque con un planteamiento que parece más académico que
reah~ta, que la bigamia debe reprimirse con la muerte si el reo
convicto se empeña en defender que es lícito contrater varios ma-
tnmonios simultáneamente 89 .
95 Vid., AHN, Sección Inquisición, leg. 3733 núm. 221 proceso contra
Francisco Zerdán, a quien Don Pedro Montilla le' preparó un' falso certificado
de defunción de su primera mujer, que todavía vivia. . .
"' Carena, Traclalus ... , P. U, t. ~. S 13, núm. 67 pág. 103· Alberghmt,
Manuale ... , c. 27, núm. 9, pág. 1~'- ' '
m Garda de Trasmiera, De poly¡amia .. ., 1.3, q. 16, núms. 9-13, pti.gs. 320·
321 y q. 17, núm. 23, pág. 328.
4a Carena, Tractatus,. .. , P. ll, t. '· ~ 13, núm. 67, pq. 103¡ Garda de
Traamicra, De poly¡amta .. ., 1.3, q. 16, num. 12, p4¡¡. 320.
Capítulo 7
INQUISICION Y CENSURA EN EL BARROCO
Enrique Cacto
No hay mejor lectura en el mundo, y... tengo ahí dos o tres dellos, con
otros pepeles, que verdaderamente ~e han dado la vida, no sólo a mí, sino a
otros muchos; porque cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí en las
fiestas much~s segadores, y siempre ha~ alguno que sabe leer, el cual coge
uno destos hbros en las manos, y rodeamonos en torno a él más de treinta
y estám.osle escuchando con tanto gusto que nos quita mil canas.. '
La censura del Padre Horio, que, dicho sea de paso, denota una
cierta incultura, hacía hincapié en la inmoralidad integral de la obra.
Este era su comienzo:
Censura.-Siendo así que está tan lleno de sátiras, llenas de palabras suzias
Y dessonestas, y de libellos infamatorios contra todos los estados, que d author
tiene que llorar, si no los a llorado, está lleno de versos contra todas buenas
costumbres, porque ya se ve que enseñar a pecar no es conforme a buenas
costumbres, y las proposiciones erróneas, temerarias, malsonantes, heréticas y
escandalossas que se han referido.. deve su Alt~a mandarle reformar como
cossa que con tantos títulos tiene calidad del Santo Oficio ...
_ _ _ _. , ";lli'.t
Inquisición y censura en el Barroco
163
tica poesía sobre el Corpus Christi que un poeta medio loco le reci-
ta al protagonista camino de Madrid:
Pastores, ¿no es lindo chiste
Que es hoy el Señor San Corpus Ou:iste?
Hoy es el dfa de las danzas
donde el Cordero sin mancilla
tanto se humilla
que visita nuestras panzas,
y entre estas bienaventuranzas
entra en el humano buche.
Suene el lindo sacabuche,
pues nuestro bien consiste.
Pastores, ¿no es lindo chiste? ..
Sucedió que el ama ten{a gallinas en el corral. Yo ten{a gana de comer una
Tenia doce o .trece po~os grandecitos y ~n día, estándolos dando de comer.
comenz6 a dectr: «-PlO, pio.~ Yo, que 01 el modo de llamar, comencé a da~
voces:
-¡Oh, cuerpo de Dios, ama! ¿No hubiérades muerto un hombre, 0 hur-
tado moneda al rey (cosas que yo pudiera callar) y no haber hecho lo que
habéis hecho, que es imposible dejarlo de decir? iMalaventurado de mí y
de vos!
Ella, que me vió hacer extremos con tantas veras, turbóse algún tanto, y
dijo:
-Pues, Pablos, ¿yo qué he hecho? Si te burlas, no me aflijas más.
-¿Cómo burlar, pese a tal? No puedo dejar de dar parte a la Inquisición,
porque si no, estaré descomulgado.
-¿Inquisición? -<lijo ella. Y empezó a temblar- Pues, ¿yo he dicho
algo contra la fe?
-Eso es lo peor -decía yo-. No os burléis con los Inquisidores, y decid
que fuisteis una boba, y que os desdecís. Y no neguéis la blasfemia y desacato.
Ella, con el miedo, dijo:
-Pues, Pablos, si me desdigo, ¿castigaránme?
Dije:
-No, que luego os absolverán.
-Pues yo me desdigo -<lijo-, pero dime tú de qué, que aún no lo sé yo,
ansf tengan buen siglo las ánimas de mis difuntos.
-¿Es posible que no advert!s en qué? No sé cómo lo diga, que el, desa,ca-
to es tal que me acobarda. ¿No os acordáis que dijísteis a los pollos «pto, pto»
muchas veces, y es Pio nombre de Papas, Vicarios de Cristo Y cabezas de la
Iglesia? Papáoa el pecadillo.
Ella quedó como muerta, y dijo: ..
-Pablos, yo lo dije, pero no me perdone Dios si lo dije con mahcia, Y
me desdigo. Mirad si hay camino cómo se pueda escusar el acusarme, que
me morir~ sí me veo en la Inquisición. . . é
--Como vos jur~is en un ara consagrada que no tuvisteis mahcta, podr
dejar de acusaros. Pero sed. necesario que esos dos pollos que comieron lla-
mándolos por el aandsimo nombre de los Pontífices me los d~is, para que yo
los lleve a un familiar que loa queme, porque están dañados. Y, tras esto,
hab8s de jurar de no reincidir de ningún modo.
Ella, muy contenta, dijo:
-Pua llévate loo pollos ahora, que mallan& jworé.
Yo, por máluqurarla, dije:
-Lo peor ea, Cipriana, que vay a rieoao. Que me dir4 el familiar que si
Inquisición y censura en el Barroco 173
soy yo, y entretanto me podrá hacer vejación. Llevadlos vos que yo, por Dios,
que~~~ios -decía cuando me oyó esto-, por amor de Dios que te duelas
d mí y los lleves, que a tí no te puede suceder nada.
e Dejéla que me lo ~ogase ~ucho. Determi,nét_D~ y tomé los pollos. Escon-
dílos en mi aposento. H1ce que 1ba fuera. Volvt dtctendo:
-Mejor se ha hecho de lo que pensaba. Quería el familiarito venirse tras
nú a ver la mujer, pero lindamente lo he negociado.
Dióme mil abrazos, y otro pollo para mi ...
A. M. Hespanha
A. M. Hespanha
NOTA BIBLIOGRÁFICA
..
goza ya d~ bastante aceptación ..Sirva de. ejemplo G. <;>rt~lli, e.d., Ban~e arm.a".
t~. handiti, btJnditilmo ~ repr~sszone neglt statt europet d1 Antzco Regzme. ~ttt
del convegno di Venezia, J-5 nov. 1983, Roma, 1986. Entre nosotros ha s1do
tratado por el profesor Bermejo, colaborador de este volumen.
_....,.,
,. En .Le sociologue et l'histoire pénale•, Annales ESC, 2, 1984. ..
Tendencias en la investigación del Derecho Penal Histórico 211
BL COUGIO O. IIUICO
., .. .....
,
Alianza Editorial (
ISBN 84-206-2662-7