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La expresión sans-culottes significa literalmente «sin calzones», en referencia al

culote, la prenda de vestir de los sectores sociales más acomodados de la Francia


del siglo XVIII, mientras que muchos miembros del Tercer Estado, los sectores menos
acomodados de la sociedad (no privilegiados), llevaban pantalones largos.1 Eran los
partisanos de las izquierdas revolucionarias en 1789, miembros de las clases
sociales bajas; típicamente eran quienes realizaban labores manuales como
artesanos, obreros y campesinos. Constituyeron la mayor parte del ejército
revolucionario durante el inicio de la Revolución francesa.2

Bajo este mote, usado al principio de forma despectiva y exhibido posteriormente


por ellos mismos con orgullo, se incluía a un grupo heterogéneo de personas:
trabajadores independientes, pequeños comerciantes y artesanos (carpinteros,
sastres, agricultores, etcétera). Este grupo excluía a la burguesía acomodada dado
que el término era sinónimo de «desarrapados» y se aplicaba a las clases sociales
populares de la Francia de este período.3 Esto no evitó que se alinearan con los
sectores más revolucionarios de la burguesía,4 como fueron los jacobinos,
hebertistas y enragés.

De aspecto desaliñado, los sans-culottes se distinguían por su forma de vestir:


pantalones de paño a rayas (los calzones cortos eran propios de los ricos), una
chaqueta suelta llamada carmañola (los acomodados lucían levita a la francesa o
frac a la inglesa) y el gorro frigio símbolo de la libertad; también es un emblema
la pica en la mano, que recuerda al Pueblo en armas. Otra cosa que les diferenciaba
era su forma de hablar mediante el tuteo igualitario, al contrario del rígido
protocolo clasista de tratar de «vos» o «Señor». En su mayor parte eran artesanos y
tenderos, aunque también hubiese asalariados y algunos campesinos.5

Fueron un conjunto de asociaciones cuya actividad fue determinante en varios


acontecimientos de la Revolución francesa y las sucesivas guerras revolucionarias
francesas hasta 1794 y protagonizaron la toma de la Bastilla en 1789, el asalto al
palacio de las Tullerías de 1792 y la ley del máximo general. Tal fue la presión
que ejercieron sobre los diputados a la hora de votar sobre la condena a muerte de
Luis XVI que resultó decisiva para que el monarca acabase en la guillotina. En la
Revolución francesa, los sans-culottes fueron los militantes radicales de la clase
baja, gente común que no formaban parte de la burguesía, aristocracia o familia
real. Jugaron un papel muy importante en el inicio de la Revolución francesa. Eran
mayoritariamente trabajadores urbanos, y a pesar de que no estaban bien equipados,
eran los que formaban el grueso del ejército revolucionario durante los primeros
años de la Revolución francesa.

ras la muerte de su esposo, el rey Enrique II de Francia, la reina madre Catalina


de Médicis pidió al arquitecto Philibert de l'Orme edificar allí un palacio.1 La
intención era que el edificio sirviera de retiro para la Reina Madre, lejos del
tumulto de la corte (situada en el cercano Louvre), pero al mismo tiempo lo
suficientemente cerca para mantener una cierta influencia política.2 Asimismo, el
amplio jardín italiano que se tenía que construir anexo al palacio, buscaba
rememorar a los jardines florentinos en los que la reina Catalina había pasado su
infancia.

La idea inicial proyectaba la construcción de un gran edificio rectangular


organizado alrededor de tres patios interiores y conformado por pabellones
conectados por galerías. La profusa decoración escultórica de las fachadas, típica
del renacimiento francés, recordaba al Ala de Francisco I en el Blois o a la
fachada que Pierre Lescot había construido pocos años antes en el Louvre.

Sin embargo, el ambicioso proyecto original jamás llegó a terminarse. Iniciado en


1563, las obras avanzaron de forma lenta. Tras la muerte de De l'Orme en 1570 le
sustituyó Jean Bullant,3 aunque todo se paralizó hacia 1574 y Bullant murió cuatro
años después. Cuenta la leyenda, que la supersticiosa Catalina recibió un día la
predicción de que moriría "cerca de Saint-Germain" y, creyendo que se trataba de la
cercana parroquia de Saint-Germain, la reina ordenó paralizar las obras de las
Tullerías. Lo más probable, no obstante, es que el proyecto avanzara con lentitud a
causa de la inestabilidad política, los conflictos religiosos y ciertas
dificultades económicas.4 A partir de 1572, Catalina de Médicis trasladó su
residencia al hoy desaparecido Hôtel de Soissons.5

Durante el reinado de Enrique III, hubo un efímero reinicio de las obras, de 1578 a
1582, bajo la dirección de Baptiste Androuet du Cerceau, hijo del afamado
tratadista Jacques Androuet du Cerceau. Así pues, del proyecto original, solo llegó
a emerger del suelo un ala, la que daba al jardín, apenas un sexto de todo lo
proyectado. En el centro de dicha ala había un pabellón cubierto por una cúpula
elíptica, al sur el llamado Pavillon Bullant en honor a su arquitecto, y al norte
un pabellón inacabado del que solo se llegó a construir la planta baja.

Sí que se llegó a terminar, sin embargo, el anexo jardín de las Tullerías, ejemplo
de jardín italiano, y que sirvió de lugar de esparcimiento a la corte, alojada en
el Louvre. A través de dicho jardín, el rey Enrique III huiría de París en mayo de
1588 durante el Día de las barricadas.6 Catalina de Médicis falleció en 1589 y su
hijo Enrique III murió asesinado el mismo año.

En 1572, Catalina de Médici abandonó súbitamente el palacio de las Tullerías que


estaba haciendo construir y adquirió un edificio llamado Hôtel de Albret, compuesto
por varias mansiones vecinas del convento al este. Se trasladó allí y comenzó la
construcción de lo que sería el Hôtel de la Reine. La suposición según la cual una
predicción1 sería la causa de este precipitado movimiento es la más comúnmente
aceptada. No obstante es difícil saber exactamente las razones.

La reina madre compró luego desde 1572 los edificios que rodeaban el hôtel de
Albret para integrarlos en su residencia. La propiedad resultante no fue aun
suficiente para sus necesidades, y obtuvo el convento intercambiándolo por el de
Saint-Magloire, otra propiedad que ella tenía en la rue Saint-Denis. El espacio así
obtenido se convirtió en el vasto jardín que se extendía hasta la rue de Grenelle
(ahora rue Jean-Jacques Rousseau). El conjunto del proyecto fue confiado al
arquitecto Jean Bullant que se dedicó a él desde 1572 hasta su muerte en 1578.
Posteriormente se realizaron en él durante años muchas mejoras, incluyendo en 1611
una hermoso portada erigida por Salomon de Brosse. La columna astronómica estriada,
también llamada columna de Medicis, de 31 metros de altura, que todavía existe, es
el único vestigio que queda de ese hôtel de la Reine. Fue erigida en 1574 en una de
las esquinas del patio sur que se abría a la rue Deux-Écus (rue Berger). Su función
exacta no se ha determinado nunca, pero podría haber sido utilizada para las
observaciones del astrólogo personal de la reina, el florentino Côme Ruggieri que
sería el autor de la predicción que antes se mencionó y que la llevó a abandonar
las Tullerías.

En 1601, después de muchos problemas hereditarios causados por las deudas


acumuladas por Catalina de Médicis, los herederos de la reina cedieron el hôtel a
Catalina de Borbón, hermana de Enrique IV. A la muerte de ésta, fue adquirido por
Carlos de Borbón, conde de Soissons, que le dio su nombre. Este último murió en
1612 y su esposa, Anne de Montafié, condesa de Soissons, continuó adquiriendo
numerosas propiedades en torno al hôtel hasta 1644, cuando murió. El hôtel de
Soissons presentaba entonces su aspecto y tamaño final. Más tarde pasó a su hija,
María de Francia, esposa de Thomas de Saboya, príncipe de Carignan. Su hijo Manuel
Filiberto lo heredó, y después su sucesor, Víctor Amadeo de Saboya, príncipe de
Carignan, en 1718.

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