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La carta robada.

(Texto completo)

RODOLFO ARIZA·LUNES, 4 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Es interesante mencionar que este es el primer texto que aparece en los Escritos y este orden no
responde a una cuestión cronológica, sino que poner el “Seminario de la carta robada” en primer
lugar responde justamente a lo que allí está escrito y que tiene que ver con lo más importante y
fundamental del psicoanálisis, se trata de los principios sin los cuales no podría hablarse de esta
práctica y es por eso que se gana el primer lugar en esta publicación. Algo así como que hay que
entender bien lo que allí se dice para después poder seguir avanzando en los distintos temas que
tratan los Escritos y que van a estar siempre basados y fundamentados en lo que ese primer texto
sentó como los pilares que van a sostener todo el edificio teórico que uno quiera construir sobre
ellos.

En este sentido, este texto nos sirve como brújula a la cual podemos siempre recurrir para volver a
tener claro nuestro rumbo, ya que si perdemos de vista sus principios nos estaríamos alejando de
ejercer el psicoanálisis.

Ahora sí, al texto y sus misterios.

1) Lo simbólico y lo imaginario.

El cuento nos muestra a la policía que durante muchas noches revisa meticulosamente la casa del
ministro, no dejan un solo lugar sin revisar varias veces con todas las herramientas posibles,
utilizando todos los conocimientos acerca de donde puede esconderse algo tan simple como una
carta, con todo el tiempo del mundo porque el ministro deja su hogar habitualmente y les permite
que entren y se tomen su tiempo para hacer todas las búsquedas que quiera. Es como si se fuera a
propósito para que la policía pudiera buscar la carta, sabiendo perfectamente que jamás la
encontrarían.

Otra de las opciones que la policía tiene en cuenta es que él tenga la carta consigo y es por eso que
simulan algunas situaciones donde lo detienen en la calle y lo revisan hasta el último centímetro,
siempre con el mismo resultado ya que tampoco la tiene encima.

Es fácil imaginar que tiene la carta a mano para usarla en caso de necesitarla y por eso no puede
estar en algún lugar alejado o de difícil acceso, pero entonces ¿dónde diablos está esa condenada
carta?

La respuesta la da Dupin, el detective, que con una simple visita de unos pocos minutos encuentra
la carta y, en una segunda visita, con una simple estrategia la roba y pone otra en su lugar para
engañar al ministro.

¿Qué fue lo que ocurrió con la pesquisa de la policía? ¿Qué fue lo que hizo Dupin? ¿Qué tiene que
ver todo esto con el psicoanálisis?
En primer lugar hay que decir que la carta está ahí, en algún lugar, se sabe quién la tiene y dónde
debe tenerla, pero por más que los ojos más expertos la buscan no pueden hallar eso que saben
que tiene que estar ahí. No nos arriesgamos mucho si pensamos que hay algo de una verdad en
juego que no se exhibe tan abiertamente para cualquiera que la busque, sino que hay que saber
qué se está buscando para poder encontrarlo. Esto parece una pavada, algo demasiado obvio,
tanto que no habría necesidad de mencionarlo ya que de otra manera caeríamos en la pavada de
esas películas donde van a buscar algo y uno pregunta qué están buscando y otro le responde
alguna frase estúpida tal como: “Lo sabremos cuando lo encontremos”.

No, no se trata de eso, pero en cierta ignorancia o ceguera cae la policía cuando busca esa carta,
ellos no tienen la más mínima idea de cómo es aquello que están buscando y, obviamente, no lo
encuentran. Es decir, claramente la carta está ahí, ellos lo saben perfectamente por todo lo
antedicho y también lo demostrará después el hecho de que Dupin la encuentra en ese mismo
lugar que la policía revisó con todas las técnicas, experiencia y conocimientos necesarios para
hacer ese trabajo. Pero ellos no la encuentran hasta el punto de estar desesperados y buscar la
ayuda de Dupin.

Ocurre que no pueden encontrarla justamente porque piensan y actúan como policías y esto es
algo que Lacan menciona más de una vez al decir que mientras más piensen como policías menos
posibilidades tienen de encontrarla; estos policías tienen su procedimiento, sus técnicas y sus
métodos y los utilizan todos sin salirse de esas reglas, pero lo que ellos no saben y el ministro
comprende perfectamente es que esas reglas no les permiten realizar efectivamente su trabajo
sino que lo restringen hasta el punto de impedir que logren lo que ansían.

Lo que pasa con la policía es que ellos buscan esa carta en, como dice Lacan, lo real. Ante esto
quiero hacer una aclaración ya que si bien Lacan todo el tiempo se refiere a lo real en este texto,
no se está refiriendo al registro de lo Real (las mayúsculas le dan mayor relevancia y aumentan la
diferencia), sino que está hablando de lo que está frente a nosotros y uno puede captar con los
sentidos, como si dijera que frente a mí, en lo real, hay una computadora, una mesa, etcétera. Al
referirse a estas cosas Lacan está haciendo mención a las cosas que todos podemos ver, pensar e
imaginar y por eso buscan la carta en los lugares clásicos donde se puede esconder algo tan
importante y registran cada posible escondite que puedan idear o que hayan descubierto en su
experiencia policial.

Pero no encuentran nada justamente porque lo buscan en lo real de ese lugar, lo buscan en los
lugares en los que todos nosotros lo buscaríamos, pero ahí no está. Es interesante que Lacan diga
que nada puede faltar en lo real, es decir que nada puede estar ausente o escondido en lo
concreto y material de, digamos, una habitación ya que si eso está ahí entonces significa que está
(sin importar lo redundante que resulte en un primer momento) y por profundo que sea el lugar
donde una mano lo puso otra mano puede llegar y sacarlo. La única posibilidad de que algo esté
oculto es en un registro Simbólico.
Este mundo real y concreto en el cual se mueve la policía, este mundo compartido con todos los
demás es una muestra del registro Imaginario en el cual el Yo constituye la ficción de unidad,
donde se genera la falsa sensación de comprensión entre las personas, donde existe la ilusión de
que todos compartimos la misma realidad porque la realidad es una sola para todos, etc.

El ministro está perfectamente enterado de todo esto y por eso actúa saliendo de ese marco que
limita a la policía y hace que la carta parezca invisible.

Al describir la acción de la policía como dentro del registro Imaginario ya empezamos a entrar un
poco en el psicoanálisis y podemos hacer algunas analogías con lo que sabemos de él. Sabemos
que si nos manejamos solamente en el registro de lo Imaginario con nuestros pacientes no
tenemos posibilidad de iniciar nunca un tratamiento psicoanalítico, porque siguiendo ese camino
no estaríamos en una posición diferente de cualquier amigo del paciente que escuchara sus
problemas y le diera un consejo, sabiendo que cuando un paciente nos consulta es porque
ninguna de las respuestas que le dieron le sirvió, así como tampoco le sirve repetirse mil veces a sí
mismo que no es para tanto o que son ideas suyas. Si siguiéramos por ese camino estaríamos tan
ciegos como la policía del cuento y nunca encontraríamos nada con qué poder trabajar desde
nuestro lugar de analistas. Y esto se debe a que lo que los analistas buscamos no es algo superficial
que cualquiera puede encontrar con solo tener oídos para escuchar, sino que se trata de algo que
debe buscarse de una manera especial porque está escondido, como la carta.

Si la carta del cuento estaba escondida a simple vista, los significantes se encuentran escondidos
“a simple escucha” y solo los podrá descubrir alguien que, como Dupin, sabe lo que está buscando.

La policía no puede encontrar la carta porque está atrapada en su marco de pensamiento del cual
no puede salir, ellos suponen que algo tan importante tiene que estar escondido profundamente
en algún lugar recóndito y complicado, es justamente ese marco el que ellos toman como si fuera
la realidad y les impide pensar que las cosas puedan hacerse de otra manera; para ellos todo lo
que esté por fuera de ese marco no existe.

El ministro no tiene ese problema. Dupin, por supuesto, tampoco.

Hay una anécdota en la cual Lacan está hablando con lingüistas y les explica el valor de la
metonimia y la metáfora en el discurso de los pacientes y uno de los oyentes le responde que esas
cosas solo sirven para la poesía, a lo cual Lacan le responde: “Entonces yo soy un poeta”.

No es difícil comprender entonces por qué al ministro, que escapa de esa limitación que tiene la
policía y crea un marco simbólico distinto, Lacan lo llama: “un poeta” y a Dupin, que derrota al
poeta, lo llama: “un superpoeta”.

Exactamente lo mismo ocurre durante un análisis ya que el marco Imaginario puede actuar como
un obstáculo para realizar la función del analista, es “quedarse con el cuentito del paciente” como
se dice habitualmente, sin poder traspasarlo para acceder al plano simbólico en el cual puede
desarrollarse un análisis; es quedarse ciego y sordo ante algo que está ahí, algo que sabemos que
está ahí, que sabemos que el paciente lo trae y lo pone frente a nosotros, pero nos resulta invisible
o inescuchable.

Al saber esto, el ministro sabe que poner la carta a simple vista es la mejor forma de esconder la
carta, después de todo la policía no la buscará jamás en algún lugar de fácil acceso y, además,
como no saben qué están buscando solamente se precisa cambiar los pocos detalles que se
conocen de la carta para que nadie sepa que eso que están mirando es lo que están buscando.

Siguiendo con lo ya dicho, también se puede mencionar la crítica que hace Lacan a Piaget en el
seminario 10, cuando comenta la forma en que se intentaba saber si los niños aprendían cómo se
usa una canilla. Lo que Piaget busca es explicarle a un niño el funcionamiento del aparato para que
luego éste se lo explique a otro y así sucesivamente, lo cual demostraría que la comunicación
adecuada existe y que no se pierde nada en el transcurso del experimento ya que la información
se conserva al pasar de uno al otro.

Lo que muestra esta experiencia es que si bien el primero de estos chicos puede repetir los pasos
que le fueron enseñados sin problemas no puede transmitirlo al segundo tan exactamente y esto
es algo que incomoda a Piaget. Ocurre que él está dentro del marco según el cual la comunicación
es correcta y adecuada y eso le impide ver todo lo que está por fuera de ese marco. Igual que la
policía. No cabe duda de que en este error al investigar estos hechos hay una confusión en lo
referente al papel que juegan el significante y el significado, elementos que Piaget toma de un
modo similar al pensado por Ferdinand de Saussure y que Lacan invierte para explicar su propia
concepción de lo que representa el lenguaje.

Lo mismo le pasa cuando se ocupa de las historias, como por ejemplo la de Niobe, ya que Lacan
parece indignarse de que Piaget no se de cuenta del hecho de estar comentando un mito, el cual
se constituye con algo que va mucho más allá del simple relato como si fuera un cuentito sin
importancia ya que esconde gran cantidad de diversas lecturas que cualquiera puede hacerle.
Piaget se queda capturado por lo imaginario y por eso lo transforma en un “calducho emoliente”,
según la expresión de Lacan y no puede ver lo que se encuentra más allá, su dimensión simbólica,
polifacética, poética, múltiple, enriquecedora y muchos adjetivos más; Piaget convierte eso tan
vasto en una simple historia que parecería tener una sola forma de ser comprendida (con la idea
de comprensión única que Lacan, y el psicoanálisis, critica) y que, como tal, cualquiera puede
escuchar y memorizar para después transmitírsela a otro como si de una grabación se tratase sin
que se produzca ningún tipo de omisión u error en ese proceso. Como si la frase: “hablando la
gente se entiende” fuera cierta y el juego del “teléfono descompuesto” fuera una simple diversión
que no tendría nada que ver con lo que ocurre en la realidad cuando dos personas conversan.
Claramente esto no es así.

Lo único que Piaget obtiene de esta experimentación es que hay una diferencia enorme entre las
explicaciones acerca de cómo funcionan las cosas y las historias, los mitos. Esta diferencia le
produce una enorme sorpresa, tal vez similar a la del jefe de policía cuando Dupin le entrega la
carta buscada, pero es una diferencia que está siempre presente y no debería ser ignorada. Por lo
menos para un analista. O para un poeta.

Esta idea de comprensión es algo que el psicoanálisis discute completamente ya que el lenguaje
no es algo que sirva para transmitir ideas y el otro pueda comprenderlas perfectamente, es
inevitable que mucho de lo que uno quiere concientemente decir se pierda en el camino y sean
dichas otras cosas que no habían sido planeadas. Esto se observa en el cuento de Poe ya que el
ministro descubre la importancia de la carta al observar con su habilidad de poeta los gestos y
reacciones de la dama que la ostenta y solo así puede saber que la carta la compromete al mismo
tiempo que descubre que ella no puede llamar la atención sobre la misma y por eso puede
apoderarse de ella como lo hace sin importar que lo hace bajo la atenta mirada de ella, que no
puede hacer nada por impedirlo, y de su marido, quien no se entera de nada. De la misma manera
es la actitud del ministro lo que permite a Dupin, con su habilidad de superpoeta, descubrir dónde
está la carta y robársela al ladrón. Ninguna de estas cosas podrían haber sido descubiertas si no
fuera por las señas dadas por aquellos que estaban en posesión de ese secreto a ocultar, si no
fuera que ellos delataron involuntariamente los detalles fundamentales del caso para que
pudieran ser leídos por aquel que tuviera la posibilidad de hacerlo. Claramente no pudo hacerlo el
esposo de la dama y tampoco la policía. Según Lacan a Piaget también se le escaparon varias cosas
en su experimentación.

Exactamente de la misma manera que nosotros como analistas no tendríamos jamás la posibilidad
de intervenir en los dichos de nuestros pacientes si no fuera porque tenemos una habilidad
poética de escuchar aquellas señas que ellos aportan y que nos permiten ir más allá del discurso
corriente inserto en el marco según el cual la gente habla para entenderse y comunicarse y es por
eso que tenemos la posibilidad de acceder a los significantes y al sujeto del inconsciente.

En el esquema L aparece graficada esta situación por la que el eje imaginario y el simbólico
aparecen cruzados, lo interesante de esto es que Lacan llama al eje Imaginario “muro del
lenguaje”, se trata de una pared, un obstáculo que se sostiene en las ideas comúnmente
compartidas acerca de qué significa hablar y qué es el lenguaje. Pero, claro, como todo obstáculo
debe ser superado para lograr lo buscado; este obstáculo está formado por la relación entre a y a´,
el otro semejante y su imagen especular, fórmula básica del estadio del espejo y es algo de lo que
un analista debe estar alerta todo el tiempo porque insiste constantemente. Esta relación entre a
y a´ se presenta como una traba, ¿a qué? a la relación entre $ y A, el sujeto y el Otro, el eje
simbólico a través del cual el analista en posición de A tiene que romper con la captura imaginaria
para poder llegar hasta el sujeto, elemento fundamental de la terapia analítica, lo cual solo puede
ocurrir gracias a lo que el propio paciente aporta, ingenua e inevitablemente, con su discurso y
que servirá de guía al analista para introducirse en todo lo referente a ese sujeto y poder ir
llegando hasta las distintas cartas escondidas que estén frente a sus ojos.

Así podemos decir que Dupin fue un gran detective, un gran poeta y un excelente psicoanalista.
Todo lo dicho respecto del registro Imaginario no significa que este registro actúe solamente como
obstáculo ya que muchas veces se trabaja desde ahí, pero si este fuera el registro desde el cual
trabajáramos exclusivamente sí sería una forma de no poder llegar nunca a nada más que una
simple comunicación entre dos personas, lo cual está muy lejos de ser un análisis.

2) Par o impar.

En “La carta robada” se relata la historia de un chico que jugaba un juego llamado “¿Par o impar?”
en el que se esconde cierta cantidad de bolitas en la mano y el otro tiene que adivinar si hay un
número par o impar. Lo curioso es que este chico siempre ganaba en ese juego y él lo explica
diciendo que lee en la cara del rival si debe cambiar o repetir el resultado de la jugada anterior
dependiendo si el rival es inteligente o tonto, ya que si es tonto pensará que va a modificar su
jugada anterior mientras que si es inteligente será capaz de anticipar esa jugada y entonces
deberá actuar de manera diferente.

Lo que queda claro aún en un primer análisis de esto es que este mecanismo para ganar al juego
no es suficiente, porque se basa solamente en una identificación imaginaria sin atender a las leyes
que regulan el juego. Es por eso que Lacan dice que Dupin explica mal lo que termina haciendo
bien, es decir saber dónde buscar la carta.

Esto nos llevaría a dificultades imposibles de solucionar por ese camino en el sentido de que
habría que ver cual de los dos jugadores puede anticipar mejor al otro, lo cual depende de cómo el
otro trate de anticiparse y así sucesivamente de forma infinita; es por eso que Lacan no hace esto,
sino que abre otro modo de explicar el juego a través de las leyes y la estructura que lo
determinan.

Quiero centrarme en lo referente al mecanismo de este juego y cómo Lacan lo complejiza para
mostrar que no se trata del azar ni mucho menos sino que puede desarrollarse una estructura, la
misma que permitiría que una máquina juegue y gane en este juego sin que tenga nada que ver la
evaluación hecha del rival para determinar su inteligencia o su nivel de estupidez.

Como primer paso, Lacan propone reducir los términos en los cuales se juega ese juego a signos y
pone como esos signos el + y el -, como representantes de los pares y los impares sin que tenga la
menor importancia cuál representaría a cada uno. Con esto ya está haciendo un movimiento
mediante el cual la referencia directa del signo con aquello que representa queda rota, porque
cualquiera de estos signos puede estar representando a cualquiera de los resultados y esto no
tiene importancia.

Entonces pasamos de jugar con par o impar a trabajar con signos + y –, mismos resultados que
pueden obtenerse tirando un dado y viendo si el número es par o impar, o también tirando al aire
una moneda para ver de qué lado cae. Como se dijo antes, lo importante son los signos y no a qué
hacen referencia, pero al pensar en un dado o una moneda aparece el azar que hace imposible
preveer cuál será el resultado de hacer varias jugadas y nos dará como resultado una serie de
signos que será totalmente aleatoria porque nadie puede saber qué resultado dará tirar
nuevamente el dado o la moneda.

Por lo tanto podemos presentar una secuencia cualquiera de signos como si hubiéramos hecho
varias tiradas (tiradas de cualquier cosa que se les ocurra que de solamente dos posibilidades) y
hubiéramos obtenido estos resultados:

++-+-+---++--+++----++-+--+--+--+

Hasta acá estamos hablando de lo que podríamos llamar un primer nivel del análisis, pero luego
tenemos que pasar a un segundo nivel, en el cual no existen solamente dos posibilidades, + y -,
sino que aparecen tres. Es que Lacan propone agrupar estos elementos de a tres signos y estos
grupos de tres pueden presentar distintas características que los diferencian en tres clases
distintas.

Antes de explicar las tres clases hay que hacer una pequeña aclaración que, de no quedar clara,
puede llevar a grandes confusiones: no se trata de que los primeros tres signos forman el primer
grupo y el segundo grupo estará formado por los signos que van del cuarto al sexto porque esto no
nos permitiría seguir pensando la serie según una estructura, sino que el segundo grupo estará
formado por los signos que van desde el segundo hasta el cuarto. De esa manera, según la serie
antes inventada, el primer grupo de tres estará formado por los signos que van del primero al
tercero (++-) y el segundo grupo tomará del segundo al cuarto (+-+); de forma que ambos grupos
compartirán dos elementos, el segundo y el tercero, pero habrá un elemento y solo uno que será
dejado de lado y no tomado en cuenta a la hora de pasar al grupo de tres siguiente. Es decir que
para armar un nuevo grupo de tres signos hay que empezar a contar desde el segundo elemento
del grupo anterior. Como si dijéramos que los signos a tener en cuenta fueran las letras del
abecedario en lugar de + y – tendríamos que armar los grupos de a tres poniendo: ABC, BCD, CDE,
DEF, etcétera y no agruparlos según el modelo: ABC, DEF, GHI, lo cual sería un error.

La clasificación es simple en sus denominaciones ya que las llama 1, 2 y 3, siendo que los 1 serán
los grupos que reúnan tres signos iguales, ya sea (+++) o (---); el grupo 2 estará formado por todos
los grupos que tengan el primer y el tercer elemento con signo distintos o, por decirlo de otra
manera, todos los que no sean capicúa y pueden ser varias combinaciones: (++-), (+--), (--+) o (-++).
Finalmente el grupo llamado 3 estará formado por los tres elementos cuyo primer y tercer signo
sea el mismo, pero el segundo sea diferente, serán los grupos capicúas que no sean todos los
elementos iguales, como ser: (+-+) y (-+-).

Tabla de referencia.

1º Nivel:

Signos + y –
2º Nivel:

Grupo 1: formado por los tríos (---) y (+++). Simetría.

Grupo 2: formado por los tríos (++-), (+--), (--+) y (-++). Disimetría.

Grupo 3: formado por los tríos (+-+) y (-+-). Simetría.

Combinaciones:

1-1 y 1-2 Posible, 1-3 Imposible.

22-1 y 222-3 Posible, 22-3 y 222-1 Imposible. 2-2 Siempre posible.

3-2 y 3-3 Posible, 3-1 Imposible.

3º Nivel:

α: S-S (1-1 y 3-3), solo puede ser seguida por “α” o “β”.

β: S-D (1-2 y 3-2), solo puede ser seguida por “γ” o “δ”

γ: D-D (2-2), solo puede estar seguida por “γ” o “δ”

δ: D-S (2-1 y 2-3), solo puede ser seguida por “α” o “β”.

No importa que todavía no esté claro a qué se refieren algunas cosas de esta tabla, eso se va a
explicar y estas referencias nos van a servir para no tener que empezar desde el principio cada vez.

Como dice la tabla, el grupo 1 y el 3 son llamados simetrías, mientras que el 2 es una disimetría,
esto será importante para cuando pasemos al tercer nivel y se establezca la estructura de alfa,
beta, gamma y delta.

Según esta clasificación, podemos convertir la serie original a números, poniendo el número que le
corresponde a cada trío debajo del tercer elemento del mismo; es así que al primer trío (++-) le
corresponde el número dos y por eso lo voy a anotar así:

++-

Siendo que después tengo que agregar un + y pasa a ser (+-+), un 3, voy a escribir:

+(+-+)

23

La serie quedaría así:


++-+-+- - -++- -+++-- --++- +- -+ --+ - -+

2333321222222122112223322322322

Y, aún cuando al principio esto no nos resulte muy distinto, se pueden empezar a establecer
ciertas cuestiones que nunca se hubieran podido decir cuando se trabaja con solo dos términos.
Ocurre que no puede darse que luego de cualquier número venga otro cualquiera, ya hay algo de
una ley que empieza a funcionar a diferencia de lo que ocurría con los dos signos con respecto a
los cuales no había ninguna ley que nos permitiera saber qué signo podía aparecer o cual era
imposible que apareciera.

Veámoslo de a poco para que quede lo más claro posible, empecemos con el 1.

Tomemos un grupo de tres elementos que sea calificado con el 1, por ejemplo:

+++

para pasar a un segundo grupo habría que agregarle un nuevo elemento, pero acá ya empiezan las
determinaciones, ya que solamente hay dos elementos que podríamos agregar (el + y el -)
mientras que los grupos posibles son tres (1, 2 y 3) de manera que ya nos encontramos con una
ley que dice que luego de un grupo llamado 1 puede venir otro grupo que responda a dos
números, pero el tercero será imposible. No todo puede ser dicho.

Entonces hacemos el ejercicio:

+++ (+)

+++ (-)

El en primer caso se continúa con los mismos tres signos y vuelve a aparecer el 1, mientras que en
el segundo se produce un grupo llamado 2, como nos lo indica la tabla de referencia al mostrarnos
en el segundo nivel que 1-1 y 1-2 son posibles mientras que 1-3 es imposible. Lo que esto nos está
diciendo que es imposible que luego de un 1 aparezca un 3.

Esto es algo muy lógico ya que ambos grupos comparten dos elementos, el segundo y el tercero, y
mientras los grupos 1 exigen que todos sus elementos sean iguales el grupo 3 exige que el primer
elemento y el segundo sean diferentes, de manera que para formar un grupo 1 el segundo y el
tercero deberían ser iguales mientras que para formar un grupo 3 deberían ser distintos y es
imposible que ambas situaciones diferentes se den con los mismos elementos.

Por el mismo motivo tampoco puede producirse una serie en la que a un 3 le siga un 1, pero sí
puede ocurrir que le siga un 2 o un 3.

Ejemplo de 3-2: +-+ (+)

Ejemplo de 3-3: +-+ (-)


Lo mismo ocurre con un 2 ya que si bien en principio podemos pensar que luego de un 2 puede
venir cualquiera de los tres números:

Ejemplo de 2-1: +-- (-)

Ejemplo de 2-2: ++- (-)

Ejemplo de 2-3: ++- (+)

se comprueba que esto tampoco es tan libre ya que depende del número de grupos 2 que hayan
aparecido, siendo que si hay una cantidad par de números 2 luego el 3 será imposible, pero si hay
una cantidad impar de grupos 2, entonces es el 1 el que no podrá aparecer:

Ejemplo de 2 seguido de 1: ++-- ++ (+)

222 2 (4 números 2)

Ejemplo de 2 seguido de 2: ++-- ++ (-)

222 2 (4 números 2)

Al haber una cantidad par de 2 el 3 se hace imposible.

Esto cambia cuando el 2 se repite en un número impar:

Ejemplo de 2-2: ++-- ++- (-)

222 22 (5 números 2)

Ejemplo de 2-3: ++-- ++- (+)

222 22 (5 números 2)

Al haber una cantidad impar de 2 el 1 se hace imposible.

Entonces al pasar del nivel de los dos elementos, donde era imposible saber qué iba a ocurrir
después, al nivel de tres elementos empiezan a aparecer ciertas leyes que nos dicen que algunas
cosas pueden ocurrir y otras no. Es decir que ya no podemos pensar que se trata del puro azar sino
que empieza a asomarse cierta determinación que nos marca pautas que limitan la libertad de lo
que vamos a encontrar.

Podemos pasar ahora al tercer nivel, el cual estará compuesto por cuatro elementos, son las letras
griegas α, β, γ, δ, las cuales se forman de la siguiente manera, recordando que 1 y 3 son simetrías
(S) y 2 es una disimetría (D):

α: estará formada por una simetría seguida de otra simetría.

Ejemplos: 1-1, 3-3, (porque sabemos que las otras dos, 1-3 y 3-1, son imposibles)
β: estará formada por una simetría seguida de una disimetría.

Ejemplos: 1-2 y 3-2.

γ: estará formada por una disimetría seguida de una disimetría.

Ejemplo: 2-2

δ: estará formada por una disimetría seguida de una simetría.

Ejemplos: 2-1 y 2-3

Es así como podemos escribir un nuevo renglón en la serie inventada y ahora quedaría así:

++-+ -+- - -++- -+++-- --++- +- -+- -+ - -+

2333321222222122112223322322322

δαααβδβγγγγγδβγδαβγγδαβγδβγδβγ

Es en este punto donde aparecen muchas más leyes que tenemos que reconocer y que llevan a
Lacan a armar dos tablas llamadas omega y omicrón, donde se muestran estas posibilidades e
imposibilidades, pero no quiero meterme con la explicación de las tablas especialmente por dos
cosas: primero porque muchas de las cosas que ahí dice Lacan no las entiendo y no quiero repetir
explicaciones encontradas en libros si no termino de estar seguro de si es eso lo que Lacan dijo o
quiso decir. Segundo, porque meterme de lleno en las tablas, si bien sería interesante, me
desviaría del tema que quiero plantear.

Entonces hay que hacer el experimento con las letras del orden cuatripartito, es decir que se
forma con cuatro elementos, que Lacan ubica como letras griegas.

Si empezamos con “α” tenemos que se forma por una simetría seguida de otra simetría y esto solo
puede ser 1-1 o 3-3.

Esto puede generar alguna confusión ante la cual no es mala idea revisar la tabla de referencia de
la publicación anterior.

Ejemplo de “α” 1-1: ++++ (+) queda: 1-1-1, por tanto α- α

111

αα

pero si al mismo ejemplo le agregamos – en lugar de +

++++ (-) queda: 1-1-2, por tanto α- β

112
αβ

Ejemplo de “α” 3-3: +-+- (+) queda 3-3-3, por tanto α- α

33 3

αα

pruebo otra vez, ahora con – en lugar de +

+-+- (-) queda 3-3-2, por tanto α-β

33 2

αβ

Comprobamos así que luego de α solo puede venir “α” o “β”, de manera que no puede haber una
α seguida de “γ” o de “δ” ya que no hay forma en que esto pueda producirse. Como en el caso de
los números, esto tampoco es difícil de imaginar ya que luego de “α” solamente puede agregarse
uno de los dos símbolos con los que empezamos, + o -, por lo tanto solo dos números pueden
continuar la serie y, consecutivamente, solo dos letras griegas pueden aparecer y no tres o cuatro.

Un ejemplo más para seguir aceitando la máquina: “γ”, que es el resultado de una disimetría
seguida de otra disimetría, es decir 2-2.

Ejemplo de “γ”: +--+ (+), queda 2-2-2, por tanto γ- γ

22 2

γγ

si probamos agregando el otro signo…

+--+ (-), queda 2-2-3, por tanto γ- δ

22 3

γδ

De manera que empezando por “γ” solo puede seguir “γ” o “δ”, pero nunca “α” o “β”.

Si hiciéramos todas las pruebas nos quedarían las siguientes relaciones:

“α” solo puede ser seguida por “α” o “β”.

“β” solo puede ser seguida por “γ” o “δ”

“γ” solo puede ser seguida por “γ” o “δ”


“δ” solo puede ser seguida por “α” o “β”.

Esto es lo que aparece en la tabla.

No cabe duda de que se pueden deducir muchas cosas más con respecto a esto, pero en lo que a
mí respecta ya demostré lo que quería mostrar, me refiero a que lo que inicialmente se muestra
con un puro azar termina desplegando una estructura que, a medida que avanzamos en la
complejidad del tema, se vuelve totalmente determinante para los resultados que podemos
encontrar.

Una de las lecturas que puede hacerse de esto es que en un primer análisis podemos pensar que
podemos decir cualquier cosa, que todo puede decirse y de la forma que uno quiera, pero a
medida que empezamos en meternos cada vez más profundo en ese análisis del lenguaje vamos
viendo que esto no es tan así. Claramente estamos tomando al lenguaje como lo hace Lacan, lo
cual está muy alejado de ser un lenguaje que sirve para comunicarse y entenderse, sino que es
algo mucho más vasto y amplio que puede expresarse en síntomas y sueños, entre otras cosas.

Lo que podemos ver al ser cada vez más incisivos con nuestra indagación es que eso que parecía
ser puro azar y donde todo estaba permitido era una ilusión y nada más, ya que existe una
estructura determinada por leyes que muestra que el azar no tiene mucho que ver en todo esto y
que tampoco es cierto que todo puede ser dicho ya que esas reglas están siempre presente y
regulan todos los fenómenos lingüísticos.

No es otra cosa lo que descubre el análisis, ya que a partir de Freud sabemos que los sueños no
son cosas raras que soñamos porque sí y que no hay mayor explicación que el simple azar de
haber soñado X cuando podríamos haber soñado Y de la misma manera, también sabemos que los
síntomas que puede tratar el psicoanálisis tienen una lógica y una razón de ser que los lleva a ser
como son y no de otra manera diferente, sabemos también que el olvido no es algo que pasa
porque sí sino que es resultado de procesos y fuerzas que llevan a que el olvido se produzca en
determinado momento o sobre determinado elemento y no sobre cualquier otro, y una larga lista
de etcéteras.

Esto es lo que Lacan explica utilizando las matemáticas y el álgebra.. y exprimiendo nuestra
paciencia.

Todo esto expresa claramente para qué sirve meterse con el “par o impar”, ya que esto muestra
que existe una estructura que determina lo que puede aparecer cuando aumenta la complejidad
de lo que estamos tratando. En el nivel de dos elementos no existe la imposibilidad porque al tirar
la moneda puede salir cualquier resultado sin importar cuántas veces la tiramos o qué salió antes,
pero al introducir un tercer elemento todo cambia y más aún cuando aparece un cuarto elemento.

En psicoanálisis no podemos dejar de relacionar esto con, por ejemplo, la asociación libre, la cual
parece ser realmente libre y llevar a que el paciente asocie cosas que no parecen tener ninguna
relación entre sí y esa asociación da la impresión de ser azarosa, pero nunca tenemos que perder
de vista que ese azar es solamente aparente porque hay leyes que determinan que esa asociación,
al principio incomprensible, está perfectamente justificada en una estructura lógica y coherente, si
bien no le es accesible al paciente al momento de asociar.

Es por eso que Freud le decía a la gente que dijera un número al azar y él les iba a demostrar que
ese número elegido, fuera cual fuera, no había sido producto del azar porque él les iba a mostrar
cuáles fueron los mecanismos, las leyes, que los llevaron a elegir ese número y no otro; es lo
mismo que se hace al analizar sueños cuando se trata de descubrir qué representan los elementos
del sueño sirviéndose de estas leyes que operan en el inconsciente; lo mismo ocurre con los actos
fallidos, los olvidos, los chistes y, por supuesto, los síntomas.

De lo que Lacan está hablando es nada más ni nada menos que del significante y su estructura, de
cómo esto no es algo que el sujeto constituya sino que es algo que constituye al sujeto.

No es poca cosa porque se trata del lo que forma la base de toda experiencia analítica, la
estructura significante, la cual precede al sujeto, ya está construida y es la del lenguaje.

Así podemos decir que el Ello no es nada que pueda relacionarse con lo natural, sino que está
organizado según el juego de los significantes, la estructura, la central ya construida, lo cual marca
una diferencia muy importante con Freud ya que él decía que el Ello era la sede de las pulsiones y
era como un caldero burbujeante, como un caos no controlado; mientras que, por el contrario,
Lacan piensa en un Ello donde las pulsiones se presentan como mensajes desconocidos por el
sujeto, pero este Ello que pertenece a lo Real está limitado por el significante. Caos versus orden.

A partir de esto ya se puede dar un paso más y nos encontramos con la primera frase del escrito
de “La carta robada”, en la cual Lacan dice:

“Nuestra investigación nos ha llevado al punto de reconocer que el automatismo de repetición


toma su principio en lo que hemos llamado la insistencia de la cadena significante”.

Lacan también habla de la máquina que puede jugar al juego de par e impar y ganar tanto como el
chico del cuento de Poe. La ventaja de pensar en una máquina que juega y gana es que toda
posibilidad de pensar en cierto mecanismo de identificación con el adversario hecho por la
máquina queda completamente descartado, por lo tanto la respuesta tiene que estar puesta en
otro lado.

Es decir que puede existir una máquina que juegue a esto y que después de varias jugadas
empiece a descubrir la determinación que su rival usa para elegir par o impar, aún cuando esa
persona crea estar eligiendo siempre al azar sin usar ninguna estrategia, y es en ese momento en
el cual la máquina calculará cuales serán las próximas jugadas de su rival y podrá ganar más de lo
que pierda, ya que sabrá el mecanismo usado por su rival para elegir lo que va a hacer aún cuando
la propia persona no lo sepa. Es decir que si la máquina pudiera descubrir la estructura significante
que dirige las elecciones que toma la persona que juega en su contra, aún cuando esta misma
persona desconozca esta estructura, podrá ganarle más partidas de las que pierda.
La actividad del sujeto es todo aquello que cada sujeto puede hacer dentro de los límites que la
estructura de la máquina permite, pero esta máquina es independiente de los sujetos; es como
decir que el lenguaje tiene sus reglas sin importar que todos los idiomas sufran cambios a través
de los años con la introducción de nuevas palabras y olvido de otras, aún así las reglas del lenguaje
no cambian.

3) Dos escenas, tres posiciones.

2.1) La primera escena.

El cuento se presenta dividido en dos grandes escenas que giran alrededor de tres personajes, lo
que hay que tener muy en cuenta es que estos personajes no son las personas que aparecen en el
cuento, ya sea la dama, su marido, el ministro, Dupin o cualquier otro, sino que al hablar de
personaje me refiero al lugar, la posición que cada uno de ellos ocupa en relación al relato y que
va a estar determinado pura y exclusivamente por su relación con el cuarto personaje que es nada
más ni nada menos que la carta.

Antes de empezar quiero hacer mención de algo que me genera una duda. Lacan no tiene ninguna
duda en llamar a dos personajes principales como “la reina” y “el rey” porque él dice que se
entiende claramente del texto que se trata de esos dos personajes. Si bien es cierto que en el
cuento se habla de dos personas “del más alto rango” no se hace ninguna referencia específica a
un rey o una reina. También es cierto que cada vez que escuché hablar del tema a psicoanalistas
se refieren a ellos como la reina y el rey sin dudar que de ellos se trata. Mi duda es la siguiente: ¿es
correcto llamarlos así? Porque es muy posible que Lacan tenga razón y que se trate de ellos, que si
bien no se los llama así en el cuento se entienda por las circunstancias que efectivamente se trata
del rey y la reina. También puede darse el hecho de que esto no sea así, pero con la idea de
nombrar a estos personajes de manera que todos sepamos de quién estamos hablando sigamos la
línea trazada por nuestro guía Jacques y les digamos así a fin de usar todos los mismos nombres.

Todo esto es muy posible, pero también puede ser que se siga el camino trazado por un autor,
más cuando se trata de alguien con el prestigio y la importancia de Lacan, sin hacerse muchas
preguntas acerca de por qué dijo eso o si tiene argumentos convincentes con los cuales sustentar
lo que afirma. Creo que en el ambiente psicoanalítico se obedece mucho lo que fue dicho por
Lacan y creo que eso es lo peor que podemos hacer como psicoanalistas porque al hacer eso
dejamos de preguntarnos por las cosas y pasamos a obedecer y repetir lo que nos dicen.

Yo, por mi parte, los voy a llamar “la dama” y “el marido”, no por una cuestión de rebeldía sin
sentido en contra de Lacan sino como una forma de mantener presente la idea de que no hay que
tomar todo lo que Lacan dice por el solo hecho de que Lacan lo haya dicho.

Después de todo, alguna vez puede haberse equivocado este franchute y no es cuestión de que
todos repitamos sus errores sin cuestionarlo ni preguntarnos nada. Esto es psicoanálisis, no
religión.

En fin, después del comentario un poco al margen, vamos con las escenas y los personajes.
La primera escena es la que se desarrolla entre la dama, su marido y el ministro. Y la carta, por
supuesto, como cuarto personaje. En esta escena está la dama leyendo una carta que no quiere
por ningún motivo que sea descubierta por su marido y, en ese momento, entra el inoportuno
marido y la dama finge que esto no la perturba y coloca la carta sobre el escritorio como si no le
diera ningún tipo de importancia, ya que no quería que su marido notara algún signo de
preocupación o nerviosismo que le generara curiosidad acerca de ese papel. Pero además del
marido también estaba presente el ministro en la escena, quien ve todo, a diferencia del marido
que no ve nada, y comprende inmediatamente la importancia de esa carta y procede a robarla,
también sin mostrar ningún signo de agitación, sustituyéndola por otra sin importancia. El marido
no ve nada de esto mientras que la dama lo ve todo, pero no quiere hacer nada para no llamar la
atención de su marido acerca de la carta comprometedora que revelaría algo que ella no quiere
que su marido sepa.

Esa es la descripción de la escena, aparentemente simple, pero es tiempo de pasar a ver a los
personajes uno por uno.

El que no ve nada: como se dijo, el marido no ve nada, no se da cuenta que su esposa está leyendo
una carta que no quiere que él conozca, no ve que ella se preocupa cuando él entra, no descubre
que la tranquilidad de su mujer es totalmente ficticia cuando en realidad está en la cuerda floja
con un gran riesgo de ser descubierta, tampoco comprende que la acción del ministro no fue
común y sin importancia sino de una gravedad importantísima. A decir verdad, el marido ni
siquiera se da cuenta que el ministro dejó un papel sobre el escritorio y tomó otro distinto, el cual
antes estaba en las manos de su mujer. Lo dicho, el marido no ve nada de lo que ocurre. Y eso que
no tiene ningún tipo de problema visual, no es miope, ni tiene astigmatismo, ni tenía justo en ese
momento una basurita en los ojos. Nada de eso, su vista funcionaba perfectamente, por lo que el
problema debía estar en otro lado.

Tal vez sería más correcto decir que el marido ve en lo concreto, ve a su esposa leyendo una carta,
ve al ministro ocupándose de sus tareas y luego abandonar la habitación, ve todo lo mismo que ha
visto y volverá a ver cientos de veces. Pero más allá de eso no ve nada. Es quien se queda en el
registro Imaginario y jamás va a tener posibilidad de acceder a nada referente a lo Simbólico.

No es difícil relacionar esta posición con la de todas aquellas personas que rodean a los pacientes,
amigos, familiares y demás, quienes ven todo lo que pasa, pero no pueden ver más allá de eso y
por eso no pueden ayudar a la persona que quieren aún cuando sean muy inteligentes y tengan
toda la intención de hacerlo.

El avestruz: Lacan compara la actitud de la dama, de dejar la carta a simple vista sobre el escritorio
sin ninguna otra protección, con la actitud del avestruz, el cual esconde su cabeza en la tierra
dejando todo el resto del cuerpo a la vista de cualquiera y cree así estar escondida de cualquier
peligro que pueda acecharla.

La dama es el avestruz, ella es la que está en posesión de un secreto, una verdad que no quiere
que nadie sepa y por eso hace todo lo que está en su poder para que nadie lo descubra y actúa
despreocupadamente con la idea de despistar a todos. Eso le funciona de maravillas con su
marido, pero no con el ministro, porque a pesar de sus intentos de mostrar que nada relevante
ocurre no puede dejar de mostrar las señales que alertarán al ministro de todos los detalles de lo
que está ocurriendo en ese preciso momento, es ella y ningún otro quien le hará saber al ministro
que la carta es importante, que ella quiere ocultarla a su marido, que esa carta es su punto débil y
que puede darle mucho poder sobre ella a cualquiera que la tenga y es ella misma la que le
muestra a él la forma de apoderarse de ella ya que le hace saber que le resulta imposible decir una
sola palabra al respecto y, por lo tanto, él puede tomarla sin mayores precauciones siempre y
cuando actúe, él también, como si no estuviera haciendo nada fuera de lo común.

¿Acaso es una posición muy distinta a la que ocupan los pacientes en un análisis? Es decir, ellos
también tienen un secreto guardado, para hablar burdamente, una verdad que conocen y que no
quieren que nadie conozca, ese famoso “saber no sabido” del que habla Freud; ellos son los que
sin saberlo ni quererlo dan todos los elementos para que alguien pueda ver o escuchar las claves
necesarias para poder penetrar esa verdad oculta, interviniendo según cómo las señas que el
mismo paciente va dando le indique que tiene que proceder.

El poeta: el ministro es quien tiene la habilidad de leer todo lo que ocurre para que la escena no
tenga ningún secreto para él, es quien comprende inmediatamente lo que le ocurre a la dama y al
marido y no duda en intervenir de la manera que considera correcta. Es quien no se deja capturar
por lo concreto de lo que parece ocurrir sino que va mucho más allá y no tiene dificultad en ver
todo lo demás. El ministro es quien ve el cuerpo de ese avestruz que cree estar a salvo de todo y
aprovecha esa limitación autoimpuesta para obtener su beneficio. Se trata claramente del gran
ganador de la escena, si se me permite decirlo de esa manera.

No es muy arriesgado decir que es una posición similar a la que ocupa el analista, el cual observa y
escucha lo que trae el paciente adoptando una actitud de aparente ingenuidad, al igual que el
ministro, siendo que en realidad tiene un saber y una habilidad para descubrir lo que hay más allá
de lo concreto y así poder intervenir allí de la manera que considere adecuada. Al igual que en esta
primera escena, en las sesiones con los pacientes parecería que no hay nada más que una simple
charla, una conversación entre dos personas como cualquier otra conversación, pero esto no
puede ser así para el analista sino que él debe ser capaz de ver todo lo otro que está
desplegándose para poder cumplir con su función.

3.2) La segunda escena.

La segunda escena se produce en la habitación del ministro, donde la policía no encuentra la carta,
el ministro se siente muy seguro y Dupin termina quitándole la carta y dejándolo sin nada.

Lo que yo considero que es lo más fantástico de esta segunda escena es que muestra que estos
personajes no son lo que parecen ser ya que no se trata de los personajes como personas reales
que tienen un lugar fijo en el cuento, sino que son lugares, posiciones que pueden ser ocupadas
por distintos personajes y que a pesar de que estos personajes puedan ir cambiando no ocurre lo
mismo con las posiciones, las cuales permanecen intactas e inalteradas. Voy a decir algo más
acerca de esto después de tomar estos personajes uno por uno.

El que no ve nada: la policía es la que no ve nada, ellos son los que revisan todo con las técnicas
más avanzadas y con toda su experiencia a cuestas en registros y búsquedas. Y con todo eso…
nada. Y por más que la carta está ahí, prácticamente desnuda frente a sus ojos… nada. La vio miles
de veces cada uno de los policías que entraron a buscarla… y nada.

En este sentido la policía viene a ocupar el mismo lugar que en la escena anterior ocupó el marido,
que teniendo todo frente a sus ojos y no habiendo ningún obstáculo para verlo aún así no pudo
ver nada debido a que queda atrapado y capturado en lo concreto sin poder traspasar ese marco,
esa limitación y por eso no puede escapar a la estructura fija de su pensamiento según la cual lo
que se ve es lo que hay y nada más; si no hay gritos o peleas significa que no hay nada de qué
preocuparse ya que no se está produciendo ningún conflicto entre los presentes, si no hay algo
profundamente oculto en algún rincón recóndito de muy difícil acceso significa que lo buscado
simplemente no está.

Es muy interesante pensar que existe una diferencia entre el marido y la policía, ya que los
segundos saben que hay algo, que algo existe, que ellos deben buscarlo, saben también quién lo
tiene y donde. Esto es muy distinto de lo que le ocurre al marido ya que él no tiene la más ínfima
idea de nada, no sabe que hay algo conflictivo y mucho menos sabe entre quienes se desarrolla el
drama; en definitiva, él no está buscando nada.

Lo que vale la pena tener en cuenta de esta diferencia es que no cambia absolutamente nada. Por
más que la policía sabe todo lo que sabe, que es mucho a la hora de realizar esa tarea, esto no les
sirve en lo más mínimo a la hora de buscar esa condenada carta que parece, a sus ojos, haber
desaparecido de la faz del planeta. Esa información solo sirve para que ellos inicien su búsqueda,
lo cual no ocurriría si no estuvieran al tanto del robo, pero nada más. Aún con toda esa valiosísima
información no son capaces de ver más que el marido, es decir nada.

El avestruz: ¿quién es en esta segunda escena el personaje que se cree muy seguro escondiendo la
cabeza en la tierra mientras está más expuesto que nunca? El ministro, por supuesto. Él es quien
actúa como lo hizo anteriormente la dama, dejando la carta a simple vista creyendo que eso sería
más que suficiente para que nadie vea nada, solamente tuvo la precaución de hacerle unos
pequeños cambios a las señas más evidentes y no se preocupó más por el asunto. Y no solo eso
sino que fue aún más lejos, en el cuento se menciona que el ministro deja el domicilio vacío, como
invitando a la policía a que busque tantas veces como quiera durante el tiempo que quieran sin
tener temor de que pudieran encontrar la carta, su seguridad acerca de su método es tan grande
que no le preocupa el saber que la policía pueda tener en este tema Es, por supuesto, él mismo sin
saberlo ni desearlo, al igual que la dama, quien a través de su método entrega todas las pistas
acerca de aquello que más quiere esconder y, también, acerca de cómo puede hacer alguien para
quitárselo.
Es interesante pensar en el cambio que se produce en el ministro ya que en un primer momento
tuvo la genialidad de comprender perfectamente todo lo que ocurría y darse cuenta sin problemas
de que la estrategia usada por la dama de usar la obvia exhibición como forma de protección era
completamente inútil y solamente le permitía a alguien hábil sacar partido de eso dejándola a ella
en grandes problemas. Pero en un segundo momento el muy dormido va y hace exactamente eso
mismo que él sabe que no sirve y que lo deja completamente expuesto ante alguien hábil. Sí,
estamos de acuerdo, le sirvió muy bien ante la intensa búsqueda de la policía, pero con eso no
alcanza.

Digo que es algo interesante no solo por lo curioso de que el ministro haya actuado así, sino
porque nos permite pensar en nuestro rol de analistas en el cual es muy habitual que un paciente
nos cuente que hizo algo sabiendo que eso era una mala idea, o que hizo otra vez eso de lo que
después siempre se arrepiente. Es el tipo de repeticiones que llevarían a cualquiera a no
comprender qué ocurre, ¿acaso no aprendió de la experiencia? Es acerca de lo que un analista
debe estar alerta para no quedar encerrado en esa forma de pensamiento que lo llevarían a tratar
el tema directamente (en el sentido de lo que criticaba Lacan acerca del método de Piaget), como
lo hace la policía y que no lleva a ningún resultado útil porque responde a la lógica de que hablar y
explicar lleva a la comprensión y al entendimiento, cosa que el psicoanálisis rechaza de plano. Pero
de la repetición ya hablaré después.

El poeta: no hay dudas que este lugar le corresponde a Dupin, aunque por derrotar al poeta
ministro Lacan lo llama “superpoeta”. Es quien tiene la habilidad y el saber acerca de qué hacer
con eso tan misterioso y oculto que nadie puede ver aún cuando no haya problemas de vista en
ninguno de los participantes. Él es el único que sabe qué está buscando y por eso puede buscarlo.

Dupin no tiene dificultades en leer la actitud del ministro y poder robarle sus secretos, para lo cual
no es indiferente el hecho de que al haberle contado la policía cómo fue que el ministro robó la
carta también le estaba mostrando las mañas y las estrategias que el ministro dominaba y, con
esta información, Dupin supo a quien tenía enfrente y estaba en perfectas condiciones para
vencerlo. Por lo demás, una simple visita de unos pocos minutos fue suficiente para que aquellas
mismas marcas hechas sobre la carta con la intención de despistar a todos los que la buscaran
fueran suficientes para que el superpoeta las tomara como signos inconfundibles de aquello que
estaba buscando y pudiera hacerse con ello.

¿Acaso esto es muy distinto de lo que ocurre, por ejemplo, con un sueño o un olvido? Estas
formaciones del inconsciente, como las llamó Lacan, son formas de despistar acerca de una verdad
que se quiere ocultar; el sueño no nos muestra literalmente los deseos del soñante de forma que
cualquiera pueda comprenderlos sino que lo que de ellos se puede contar es el resultado de una
deformación al servicio de la represión que impide que eso oculto, de lo cual el Yo nada quiere
saber, permanezca oculto. De igual manera el olvido es una forma de callar, literalmente, algo que
no se quiere decir, aunque el que habla desconozca esta intención de callar, pero justamente este
acto de olvidar es lo que nos pone sobre aviso de que ahí hay algo que no tiene la misma
importancia que el resto, ya que todo lo demás puede ser dicho sin problemas. De esta manera,
las acciones destinadas a mantener algo fuera de la vista (o escucha) del resto es justamente lo
que hace que se ponga el acento sobre aquello que se pretende esconder; así se puede actuar de
manera de acceder a eso siempre y cuando se posea la habilidad y el conocimiento para realizar
esta tarea, ya que de otra manera caemos en la pavada de decir que lo que hizo el ministro en la
primera escena, lo que hizo Dupin en la segunda y lo que hacemos los analistas en el consultorio
con cada paciente es algo bastante fácil que solo requiere un poquito de lucidez para saber donde
hay que poner los ojos y… ya está, se descubre todo, se solucionan los problemas, se arregla todo
como por arte de magia, todos contentos y vivimos felices por siempre.

Ehhh… no, justamente no, la cosa no es tan fácil.

Pero como si esto no fuera suficiente hay una cosa más que atrae nuestra atención y muestra otra
similitud entre lo que hace Dupin y lo que hace cualquier psicoanalista, se trata del motivo. ¿Cuál
es el motivo por el cual tanto el detective como cualquier analista hace su trabajo? Es el dinero,
por supuesto. Antes de entregar la carta a la policía Dupin se asegura de que su trabajo será
recompensado por una buena cantidad de dinero ya que de otra forma su acción no tendría
mucho sentido porque no le sirve para conseguir ningún provecho, solamente la gratitud del jefe
de la policía y eso no parece ser mucho para él. En el mismo sentido el psicoanalista no
desempeña su rol por cuestiones tales como “querer a sus pacientes” o cosas por el estilo y es
justamente esa actitud de dar ese tipo de afecto lo que se opone a la función del analista ya que
ocupar esa posición se convertiría en un obstáculo para la escucha analítica, que implica como
elemento de gran importancia la abstinencia de quien desempeña el rol. El analista no “ayuda a
sus pacientes por amor” ni nada parecido, sino que realiza su trabajo porque es su trabajo y, como
cualquier trabajo, se hace para obtener un beneficio económico. Esto, obviamente, más allá del
placer que uno sienta al hacerlo o la vocación que lo motive, etcétera.

Claramente sería un error creer que esto convierte inmediatamente a los analistas en simples
comerciantes que no les importa nada más que ganar plata, es simplemente una forma de tener
siempre presente que el beneficio económico es una buena forma de limitar ese afecto que puede
estorbar un análisis. Es lo que Lacan llama la resistencia del analista.

4) La repetición.

Como decía al final del punto 2, el texto de Lacan comienza con las siguientes palabras:

“Nuestra investigación nos ha llevado al punto de reconocer que el automatismo de repetición


toma su principio en lo que hemos llamado la insistencia de la cadena significante”.

Se comprende fácilmente que si la referencia a la repetición es lo que abre el texto es porque su


importancia no es menor.

Queda claro que una de las cosas más interesantes (otra… y van ¿cuántas?) del cuento de Poe en
relación al psicoanálisis es el hecho de que las dos escenas que se muestran son iguales, es decir
que lo que ocurre en la segunda es lo mismo que se vio en la primera; esto fue explicado en el
punto anterior. Claro que esto no sucede a simple vista, pero justamente la situación del marido
en la primera escena y de la policía en la segunda nos enseñan que no hay que tomar lo que
aparece a simple vista sino que hay que utilizar las habilidades de poeta que el mismo cuento nos
enseña. De esta manera, sin importar que los personajes sean otros, lo que nos tiene que llamar la
atención es el hecho de que los lugares que ellos ocupan son exactamente los mismos al pasar de
la primera a la segunda; incluso el ministro vuelve a aparecer, pero ocupando un lugar muy
distinto al de la vez pasada.

No sería desatinado decir que la escena se repite aunque cambian los participantes y de esa
manera aparece el término “repetición” que es central en la clínica psicoanalítica. Tan importante
es este término que en Freud motiva, entre otras cosas, la aparición del texto “Recuerdo,
repetición y elaboración”, de 1914 y la compulsión a la repetición es lo que le da la pista para
desarrollar la teoría de la pulsión de muerte, la cual cambia completamente la clasificación de las
pulsiones que Freud manejaba hasta ese momento. En Lacan, “repetición” es uno de los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis, junto con la transferencia, la pulsión y el inconsciente,
tal como lo explica en el seminario 11.

La repetición de escenas del cuento de Poe presenta características más que interesantes para
observar y comparar.

Lo primero que quiero mencionar es la incógnita que presenta la actitud del ministro que,
advertido de lo que ocurrió en la primera escena, no se da cuenta del riesgo que corre al hacer
exactamente lo mismo que la dama y se deja vencer por alguien que actúa como él lo había hecho
la vez anterior. ¿Es que acaso perdió la memoria? ¿No aprendió nada de la ventaja que él mismo
había aprovechado para evitar ser ahora la víctima en una situación idéntica? ¿Cómo es que un
poeta se convierte en un avestruz de una manera tan tonta?

Trasladando la situación al psicoanálisis no tardamos en poner esto en la misma línea de los


pacientes que repiten una y otra vez la misma situación, aunque es muy frecuente que cambien
los elementos observables a simple vista; personas que se dan cuenta que siempre hacen lo
mismo solamente cuando ya lo hicieron, otros que repiten las cosas sin siquiera darse cuenta que
otra vez caen en el mismo error, etcétera. Elegir siempre la persona equivocada para ponerse en
pareja es un ejemplo clásico de esto.

Si tratamos de entender esto por la vía del aprendizaje de situaciones vividas estamos en la misma
línea de Piaget y podemos pasarnos la vida buscando una carta que jamás vamos a encontrar.

Ya en el texto de 1914, Freud explica que los pacientes repiten situaciones vividas anteriormente,
solo que ahora éstas se juegan en la relación transferencial con el médico; es decir que aquellos
afectos que alguna vez se sintieron hacia una persona (padre, madre, hermano, o quien sea) se
transfieren al médico y se dirigen a él como si se tratara de aquella persona de la situación original
siendo que el médico es el que tiene que percatarse de esto y trabajar para que el paciente no siga
repitiendo lo mismo sino que pueda hacer una elaboración de eso vivido para romper el ciclo
repetitivo y poder hacer alguna otra cosa con eso, pueda elaborar lo vivido para poder salir de allí.

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