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GRAFFITEANDO
AL AMANECER
ESCRITOS SOBRE LA ARQUITECTURA V LA CIUDAD
GRAFFITENADO AL AMANECER ES UN COMPENDIO DE ENSAYOS SOBRE
ARQUITECTURA Y CIUDAD ESCRITOS EN CASTELLANO POR OSWALDO PÁEZ BARRERA.
AGRADECIMIENTOS:
El autor agradece a la Universidad Internacional SEK y a su Facultad de Arquitectura y
Urbanismo por el auspicio para la presente edición.
ISBN-978-9942-11-454-9
GRÁFICO DE LA PORTADA
RAFAEL OSWALDO PÁEZ BARRERA
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
DIEGO ENRIQUEZ
IMPRESIÓN
NOMBRE DE LA IMPRENTA
'
OSWALDO PA EZ
BARRERA
PRESENTACIÓN 10
3 LA DISOLUCIÓN DE LA ARQUITECTURA 49
3.1. NOTA SOBRE ARCHIGRAM 55
6 EL ANTIURBANISMO 89
1. POR UN NUEVO ENFOQUE DE LAS LUCHAS URBANAS 89
2. JUSTEZA Y LIMITACIONES DEL URBANISMO UNITARIO 90
3. EL URBANISMO NEOCOLONIAL 97
4. EL ANTIURBANISMO COMO SITUACIÓN 99
2 Le Corbusier. Entretien avec les étudiants des Ecoles d´Architecture. Les Editions
de Minuit, París, 1957. (El libro, es ampliamente conocido entre los lectores de lengua
castellana como Mensaje a los estudiantes de Arquitectura.)
que admirarse que en este contexto la arquitectura barata y masiva
termine pronto en escombros, mientras su contrapartida, la arquitectura
opulen- ta que despilfarra recursos (terreno, instalaciones, energía, agua,
paisajes, aire, luz, materiales de construcción…) pase de moda y caiga
más tempra- no que tarde en la obsolescencia. La una no existe sin la
otra. Ninguna de las dos es recomendable. Su horizonte siempre será la
basura.
Todo proyecto arquitectónico oficial de este tiempo, asoma
entonces como un fragmento del mundo feliz, en donde el poder del
presente quiere encerrar a la humanidad. A diferencia de los
prometedores diseños del movimiento moderno, en su conjunto, los
actuales, salen precedidos del jinete verdoso y su escudero, el Hades,
para irse amontonando entre las ruinas de plástico, vidrio u hormigón
armado, al lado y lado, debajo y en- cima, de los interminables laberintos
de asfalto, cemento y smog.
Los mejores sueños y promesas libertarias de la arquitectura y de la
ciudad modernas contrastan por esto y en casi en todo, con estas situacio-
nes en las que se exalta la circulación y el valor de cambio, que han
perdido toda capacidad de seducción y que solo agrandan estas ciudades
muertas y estos escenarios aburridos y carcelarios que fabrica el dominio
actual.
4 Shelley, Mary W. Frankenstein. Ed. Suma de Letras, S. L. Madrid, 1981. Pág. 117.
cando, heroicamente, el cumplimiento de la promesa emancipadora de la
modernidad. De esta manera, para Le Corbusier, el hombre moderno
debía continuar mirándose en los proyectos del movimiento moderno que
todavía incorporaba la alteridad y variedad producida desde el otro. Dicha
idea del hombre, insistía en la utopía humanista y progresista y según él,
hasta era capaz de evitar la revolución5. Las vanguardias artísticas y
arquitectónicas inventaron el alfabeto con el cual la arquitectura moderna
escribió sus me- jores poemas y tanto la renovación del repertorio formal
moderno como sus logros, estuvieron orientados por un deseo
composicional que soñaba en una vida mejor. La manera cómo muchos
proyectistas contemporáneos se alejan de estas tradiciones, es la que nos
ha llevado a usar un adjetivo tan fuerte, aunque, está por verse si los
cambios formales y compositivos aportados en los tiempos actuales, se
convierten en algo trascendental y, «la monstruosidad» de la que he
hablado, es una apreciación exagerada que no percibe bellezas
escondidas, o cuando menos, el anuncio que, con sus pro- yectos, nos
hacen de bellezas mayores que estarían por producir.
Cuando la modernidad decae, las buenas intenciones del
movimien- to moderno de la arquitectura se han quedado cortas frente a
la aplastan- te victoria política, económica e ideológica del capitalismo
tardío. Éste, ha derrotado por medios nada arquitectónicos a esa
revolución que se anunció con el Octubre de los Soviets, la gesta
nacionalista de los pueblos del Tercer Mundo y el pensamiento libertario
y contestatario del mundo entero y, así, los nuevos proyectos que el
triunfador construye partirían de la ruptura básica de aquella alteridad,
porque, este Otro que insurgía, se habría desmoronado.
Acabada la contradicción, el Uno, deviene en pensamiento,
sensibili- dad y mundo unidimensional, cerrándose con ello a las mejores
ideas fuer- za que salieron de la tradición ilustrada. La imagen de esta
paradoja sería el monstruo Catoblepas6, cuya cabeza adquirió
dimensiones descomunales mientras, sus extremidades se le atrofiaron7.
O la de Narciso, cuya cabeza también creció más allá de lo normal. En
ambos casos, las imágenes aluden la ruptura de la unidad y la proporción
del cuerpo, cuyo desquiciamiento es precisamente el paso a la
monstruosidad. Con otras palabras: a la «inter- minable tautología de Lo
Mismo, irradiación desmesurada de imágenes, monedas, signos que han
perdido la dimensión simbólica –el símbolo es
12 George, Susan. Informe Lugano, Edit. de Ciencias Sociales, 9na. ed. La Habana,
2002. Pág.124.
13 George, Informe Lugano...
14 George, Informe Lugano...
bien diseñados, impecables, como aquel «aparato singular» de la colonia
penitenciaria de Kafka. Diseños, todos estos, pertenecientes a ese
tiempo al cual, Negri caracterizó como el del obrero masa.
Pero en vista de que el capital acumula sin parar, «La organización
empresarial de hoy día necesita un cuerpo menos sumiso y más flexible.
Algunos reconocen expresamente esta necesidad en sus cursos de forma-
ción y reciclaje. El entrenamiento en experiencias al que recurren actual-
mente muchas empresas estadounidenses, exige empleados de ambos se-
xos, de todas las edades y con diversos grados de aptitud física para
escalar altos muros o temblorosos postes, caminar sobre un alambre
elevado, sal- tar al vacío colgado de una cuerda que sujeta un compañero
o ponerse de pie en una estrecha plataforma que gira con rapidez antes de
volver a saltar al vacío. Este último ejercicio se llama la prueba del
pañal porque, según la empresa que organiza los entrenamientos, 'la
mayoría de la gente se hace encima mientras trata de ponerse en pie'.»15
Así hemos llegado al tiempo presente en el cual proyectamos y dise-
ñamos. Ahora, el culto a lo abyecto, violento, procáz, o la muerte misma,
se refleja muy nítidamente en las artes visuales, en donde, por cierto, se
puede constatar este increíble y terrible giro16, y en donde, son posibles
percepciones y conclusiones como la que sigue: «Cuando visité el museo
de Auschwitz, vi, ante sus vitrinas, imágenes de arte contemporáneo y
eso me pareció absolutamente aterrador. Delante de esas vitrinas con
valijas, con prótesis o con juguetes infantiles, no me sentí espantada, no
sentí zo- zobra, no me sentí trastornada, como cuando caminé por el
campo de concentración; no, en el museo tuve la impresión repentina de
estar en un museo de arte contemporáneo. Retomé lo que pensaba
diciéndome: «!Ga- naron¡». Ganaron porque produjeron formas de
percepción que continúan ese modo de destrucción que les es propio.»17
Marcuse, ya señalaba que en las sociedades industriales
avanzadas la represión de los impulsos eróticos y creativos, así como de
las aspira- ciones a una felicidad plena y de una completa realización
estética, se tra- ducían en agresividad, en revancha de Thanatos. Dicha
agresividad, decía, encuentra su objeto en la naturaleza, cuya conquista,
transformación y desgaste progresivo ocupan la etapa caracterizada como
productiva. Pero,
22 Dávalos, El interlocutor...
vida, porque, todos ellos, son estaciones, reductos, hitos espacio-
tempora- les cuyo único fin es convertir en dinero cada aliento de vida,
cada latido, cada paso, cada mirada.
Un ejemplo de la arquitectura y el urbanismo globalizados puede
verse en la zona de Samborondón, en Guayaquil, en donde, a orillas del
río Daule, una extensa área ha sido ocupada por urbanizaciones
«privadas», amuralladas, con garitas, alambradas de alta tensión,
cámaras, alarmas… la ciudad del control, a la cual solo entran sus
dueños o los parientes y amigos de éstos, en coches de lujo
previamente filmados, porque, aquí, cualquier peatón perdido en la
desolada y desoladora autopista de acceso, es sospechoso. Sospechoso de
lo que sea, eso no importa. Esta burbuja ur- bana hipervigilada y
«exclusiva» albergará máximo a unas 30.000 personas y es la muestra de
lo que la pequeña burguesía y la oligarquía globalizadas entienden por un
mundo, para ellos, seguro y feliz, gracias a las palmeras importadas de
Miami, el césped de plástico y el clima artificial. Las ca- sas, son
monumentos al egoísmo, en estilos arquitectónicos de los cuales es mejor
no hablar y cuyo principal objetivo es aparentar un alto precio. Creen, los
nuevos sanborondongueros, que poniendo un muro por medio se han
aislado de los 3.000.000 de marginales, indeseables, desplazados,
forajidos, nómadas, delincuentes, informales, terroristas, pecadores, ile-
gales, negros, desocupados, indios… en fin, de la gente no exclusiva que
vive fuera de los muros y contra viento y marea. Frente a Guayaquil y al
Samborondón globalizado, la impresionante masa de agua del Daule
avan- za sin parar. Amarro mi canoa a un muelle que debe ser privado,
porque, el guardia con metralleta me mira mirar y, los dos nos miramos
atónitos cuando la risa de los caimanes chapotea el agua turbia. Es
medianoche, la inseguridad es rentable y la seguridad es un mito.
5. Tal como van las cosas ¿es legítimo pretender que las escuelas
de arquitectura, formen arquitectos críticos y con una conciencia política
y una sensibilidad contrarias a la opresión global en curso? Los
neoliberales y reformistas argumentan que no se debe subsidiar a las
universidades que han conspirado y atentado contra el sistema y que, la
educación superior debe privatizarse, despolitizarse, disciplinarse y
rendir utilidades. Así esta ambición no se concrete, la tendencia que en
este terreno anima a las fuer- zas políticas dominantes tiene como
objetivo debilitar la presencia del Es- tado moderno en la educación,
dejarla en manos de las empresas que ha- cen negocio con este servicio
público y, de hecho, ignorar las necesidades sociales. Pero, en cualquier
caso, los ciudadanos estamos en el pleno dere- cho de exigir a las
universidades que todavía se presentan como públicas y que además
funcionan gracias a los impuestos que nosotros pagamos, que
respondan a los requerimientos sociales, esto es, al estudio de alternativas
de vida y bienestar, así sepamos, que nuestros reclamos serán satisfechos
solamente en un mundo libre y en una universidad radicalmente distinta.
¿Es legítimo –por otra parte– cuestionar a los estudiantes de arqui-
tectura que se creen en el derecho de estudiar para satisfacer sus perso-
nales aspiraciones de superación académica, social y económica, dentro
de un sistema que se autodefine como de libre mercado y en el cual, la
mayoría de los alumnos creen que se garantiza la «igualdad de oportu-
nidades»? Opino que tal pretensión que va desde la creencia ingenua
que apuntala la ideología del ascenso, hasta el arribismo procáz y la jus-
tificación de conductas indecentes, debe ser discutida y cuestionada. La
razón es simple: nuestra práctica e incidencia profesional como arqui-
tectos, tiene una dimensión social y ecológica muy fuerte, en tanto, crea
símbolos de cultura que afectan para bien o mal el patrimonio, la ciudad,
el paisaje, el territorio, los recursos no renovables, en fin, las formas de
vida de los ciudadanos no directamente implicados en los proyectos que
nosotros ayudamos a dar forma, concretar y aceptar. ¿Acaso esos ade-
fesios que a diario se construyen no nos causan cada vez que nuestros
ojos no pueden evitar verles, vergüenza ajena? ¿Acaso en los
procesos de periurbanización23 y proliferación de las ciudades miseria
no tenemos nada que ver? ¿Qué derecho amparó a los proyectistas que
se prestaron para atentar de esa manera contra el paisaje urbano común y
en contra el espacio público? ¿No son los proyectistas cómplices de esas
administra- ciones o empresas privadas que imponen sus obras en el
espacio que no puede sino ser entendido como público y común?
Las respuestas son políticamente comprometedoras, es decir,
bastan- te embarazosas, tanto, que debemos preguntarnos, por último, si
el proble- ma central de la arquitectura hoy, es formal o es social, y si
debemos pensar en proyectar y edificar, o en cambiar un mundo en el
cual, no hacerlo, es mantener un rumbo que nos lleva a la destrucción de
la vida en todas sus manifestaciones así como de todos los hechos de
cultura.
24 Morey, Miguel. Deseo de ser piel roja. Anagrama, 1994. Barcelona. Pág. 31.
cas, económicas ni sociales, de tal manera que en su evanescente
indepen- dencia del mundo, permite al proyectista en ciernes dotarse del
parapeto que tranquiliza su conciencia y le permite especular con las
formas. Algo, como se sabe, muy útil en la vida profesional.
Las famosas y temidas correcciones del proyecto, como ejercicio
aca- démico, en muy pocas ocasiones dan paso a una discusión
argumentada de las propuestas de los alumnos, ya que éstos, se someten
en silencio a la guía del maestro, quien, les va señalando qué deben
cambiar y modificar. Así, hasta cuando el proyecto está listo, adecuado e
identificado con sus criterios docentes, porque los criterios del
estudiante... «recuerde señor que si viene a clases, es para aprender y no
para discutirme.»
En todo este proceso el estudiante solo deja su vista, su dinero
y su tiempo, pero sobre todo su individualidad creadora y su capacidad
de soñar. Todo parece indicar que los vicios de la enseñanza
unidireccional que pasa por la autonegación de la individualidad, en estos
tiempos, se han vuelto más duros y perversos.
(Las ideologías del ordenamiento urbano, también siguen cam-
peando en muchas escuelas de arquitectura cuando haciéndose de la vista
gorda, encubren el manejo fascista del territorio. El neoliberalismo glo-
balizador ha conseguido dejar en manos de las empresas multinacionales
los servicios públicos y el espacio público, fragmentado, administrado y
vigilado como si de un coto de caza particular se tratara y, el
arquitec- to, debe aprender a ordenar estos nuevos espacios. Partiendo de
la verdad de los hechos consumados, el aprendiz de arquitecto –o de
urbanista–, es preparado para que llegado el momento, tenga las destrezas
básicas a fin de facilitar el buen funcionamiento y buena presentación de
la realidad. En Ecuador, autoridades y empresas de Guayaquil,
empeñadas en dar una buena imagen a los turistas que viajaban a los
balnearios de la costa, man- daron construir fachadas de colores y
diseños modernos, a fin de tapar pueblitos y asentamientos miserables
que hay junto a la vía…)
25 Le Corbusier, Mensaje…
A los entusiasmos tecnológicos de los maestros de la arquitectura
moderna les han caído las bellas máscaras, usadas como justificativo de
posiciones partidarias del productivismo acrítico o pragmático. A pesar
de todo esto y ante el argumento de lo técnicamente correcto, el
estudiante calla y cree que se le están entregando por lo menos cierta
información tec- nológica útil en su profesión. Desgraciadamente, la
técnica nunca fue ni es un ente metafísico, desinteresado y aislado de las
contingencias sociopo- líticas y los requerimientos del poder, de tal
forma que los conocimientos técnicos que se le entrega al estudiante de
arquitectura, hoy, siguen siendo instrumentos fragmentarios para una
capacitación fragmentaria que ter- mina por convertirle a él mismo en un
instrumento, o en una pieza. La técnica capitalista es entonces como el
anillo de Saurón26: su poder, solo puede ser usado por su dueño. La
magia blanca con la cual se ha disfrazado esta técnica, ha terminado
mostrándose como lo que en el fondo siempre fue: magia negra, perversa
y diabólica.
Dada la complejidad a la que ha llegado la socialización productiva
del entorno construido, pero sobre todo, la capacidad de distribución que
el mercado tiene de los productos y componentes para la construcción,
así como de los programas informáticos con soluciones técnicas para el
proyecto, funcionamiento y servicios de post venta, en vez de ampliar las
opciones y la inventiva de los proyectistas, las han reducido. Tal cambio,
que es el resultado de la creciente racionalización productivista, y como
tal, de una más sofisticada explotación de los obreros, técnicos de la
cons- trucción, creativos, diseñadores y arquitectos, trae mayores
ganancias a los empresarios y, desde luego, pérdidas ingentes a la
arquitectura: surge y se consolida entonces una especie de arquitectura y
urbanismo espectacu- lares, fantasmales, de cuyas construcciones y
justificaciones, cuando no quede piedra sobre piedra, nadie se tomará la
molestia de derramar ni una lágrima. En cualquier caso, si algún
estudiante quiere dedicarse a algu- na de las especialidades tecnológicas
de la construcción, puede hacerlo y, como en España, diferenciar sin
prejuicios entre lo que es del arquitecto, y lo que es del aparejador, cuya
vocación o inclinación va hacia esos saberes, habilidades o ambiciones.
Cabe diferenciar esto, porque, y como bien de- cía Le Corbu:
«Evidentemente, estoy hablando del tema que nos interesa: la
arquitectura. ¡Fuera de ella, bien podéis «hacer negocios» y
«triunfar»!»27
Más bien, si en la formación del arquitecto se incursiona en los
asun- tos técnicos, debería ser para cuestionar y analizar la ideología de
la técni-
28 José Luís Pardo, en una ponencia de 1995, explicaba lo que entonces era
una sospecha: el presente del capitalismo tardío ha devorado su pasado y futuro,
presentándose como un tiempo que no pasa ni debe pasar. Las dos dimensiones excluidas –
pasado y fu- turo–, se han vuelto en efecto opacas, decía Pardo, mientras el único tiempo
privilegiado por el neo poder, se desploma insoportable sobre nuestros hombros,
tornándose grave. Tal opacidad y gravedad, según el autor, determinan la atrocidad del
presente. «De qué sirve escribir», en Literatura en el laberinto, Ed. Cátedra del Ministerio
de Cultura. Madrid, 1995.
Es claro que los proyectos que se hacen desde las posiciones
ideoló- gicas del dominio global, no tienen nada que ver con los que se
deberían proponer desde una perspectiva mundializante, igualitaria,
solidaria, li- bertaria, ecologista, en fin, humanista.
Con miras a la impugnación de lo que se proyecta y construye con
bombos y platillos, debemos fijarnos de dónde proviene el ruido. Los
pro- yectos del Imperio son aquellos que sirven para venderse dentro de
la es- peculación inmobiliaria y el endeudamiento masivo de los devotos
de la propiedad privada, la diversión elitista y embrutecedora, los
negocios de cualquier tipo, la justificación de las administraciones o,
francamente, los proyectos de corte represivo, asistencialista, militar o
maffioso. Los pro- yectos que la gente necesita son otros bien distintos a
éstos, porque, en el espacio que está construyendo el capitalismo tardío,
casi nada responde plenamente a dichas necesidades humanas: el espacio
de la realidad solo es apto para mantener la esclavitud asalariada y
«monitoreada» en espacios
«inteligentes» y de diseño high
tech.
La vida, el goce, la alegría y el pecado… deben refugiarse en los
in- tersticios, en la clandestinidad y el anonimato. De lo que se trata,
entonces, es de imaginar los nuevos espacios mundiales, regionales,
locales, en don- de lo íntimo sea público y lo público, íntimo y
querido…, todo ello, para la multitud sin patria, «extranjera», «ilegal», en
fin, para la humanidad.
El aura del proyecto original, ha llegado a su ocaso en la época
de la reproductibilidad técnica. Esta apreciación benjaminiana, cierta para
el arte, lo es también para la arquitectura: la industria de la construcción
im- pone formas culturales a tono con los «valores» de la globalización.
Pero, destruida el aura por causa de la productividad, estas formas dejan
de ac- tuar de mediadoras entre el dominio ideológico y la sociedad y, en
ésta, sus contradicciones, tienden a presentase de manera más directa y
por encima de los esfuerzos espectaculares y diversionistas.
La complejidad del proyecto exige la especialización y la lógica
so- cialización de su diseño ha terminado por eliminar al creador
original y
único: la creación ha sido socializada. Las exigencias de la mundializa-
ción rompen cualquier intento de fortalecer, con la arquitectura regional,
la otrora revolucionaria identidad (revolucionaria en los contextos de las
luchas de liberación nacional), para dar paso a las posibilidades de la au-
tenticidad en la cual no es la filiación formal sino la elección y, si es del
caso, relectura de formas, rediseño, mestizajes, uno de los caminos para
producir los entornos construidos del mundo nuevo. La disolución de las
nacionalidades, las mezclas culturales y el cosmopolitismo, se abren paso
manejando el acerbo cultural arquitectónico de la humanidad como un
banco de ideas, de conocimientos, de formas de vivir, para ayudarnos en
el
sincretismo que requieren los nuevos proyectos. Bebo Valdez y el
Cigala, interpretando Lágrimas negras, prenden una luz.
Y esto no es todo. Las dudas acerca de los discursos positivistas
de la técnica, la inevitabilidad e invencibilidad de la alta tecnología del
im- perio y la supuesta necesidad de mantener este presente como el
único espacio y tiempo en donde dicha técnica nos redimiría de nuestras
penas y carencias, son ideas desenmascaradas por los resplandores de las
bom- bas cortamargaritas y los misiles teledirigidos, las maquilas, el
complejo industrial militar norteamericano y el crecimiento de un
superproletaria- do multinacional o desnacionalizado. La tecnología
capitalista no es más garantía de ninguna liberación, todo lo contrario. El
tecnofascismo, enva- lentonado por sus triunfos, se ha quitado las caretas.
Los cuatro jinetes de la globalización capitalista saben muy bien qué
hacer con su tecnología de conquista, guerra, carencias y muerte, más, las
crecientes legiones de ese nuevo superproletariado mundial, no tardará en
dar sorpresas.
El proyecto de arquitectura, como toda obra humana, sigue estando
al servicio de las pasiones o las desgracias. La fuerza constituyente de la
humanidad que emerge de la tragedia espantosa en la cual el capitalismo
tardío quiere hundir al mundo, es la más grande de las pasiones de
nuestro tiempo, porque, es la pasión de la vida que contrariando todo
pronóstico, sigue derrotando a la muerte. Tomar partido por esta nueva
humanidad en curso nos abrirá la posibilidad de hacer proyectos nunca
vistos, inevitable- mente más bellos que todos cuantos se han dibujado y
construido antes, pero y en cualquier caso, metáforas de Citerea, la isla de
la felicidad y el amor que, como todos los lugares interesantes de este
mundo, no consta en los mapas ni en las páginas de Internet.
2
LA ARQUITECTURA COMO
PASIÓN INÚTIL 1
El estudio de la
composición y las
relaciones espaciales,
como resultado del
juego antes que de la
planificación con un fin
determinado, facilita
el aparecimiento de las
formas en una especie de
arquitectura automática...
Con este «método» se trabajó primero con el espacio y el volumen; luego vinieron los estudios bidimensionales
como desencadenantes de nuevas ideas compositivas.
Por otro lado, lo inquietante de mis propuestas es que ahora son
técnicamente construibles, no solo gracias a materiales como los hormi-
gones duros y alivianados, a la tecnología de metales laminados
aplicable a la construcción, sino a la posibilidad de diseñar curvas y
formas no regulares en el ordenador, así como de fabricarlas con
máquinas conec- tadas a éstos chismes.
Raoul Vaneigem y Agustín García Calvo vinieron en mi ayuda. Sin
ellos, sin mi ambiguo ancestro marxista, y sin esa costumbre de quedarme
contem- plando las cosas que hago, no hubiera podido proponer algo
semejante.
Otra arquitectura, la de la utopía, en el quiebre del año 2000
cuan- do las utopías parecen andar bastante vapuleadas, continúa
siendo otro ensayo para criticar la arquitectura del espectáculo y del
aburrimiento, de la enajenación, de la fealdad, de la hostilidad... Mi
noción utópica, a diferencia de otras experiencias (Fourier, Boullee,
los constructivis- tas, los futuristas, Mies, Le Corbu, Wrigth...) radica
en que todas éstas tienen por lo común una pretensión constructiva,
finalista, positiva... tienen sus propuestas: ellos creen hacer en este
mundo, con sus condi- cionamientos, algo que lo arregle y lo mejore
en el futuro, y por ello, son reformistas. En cambio, lo que estaba
proponiendo era una arqui- tectura de la presencia, en donde el decir y
el hacer sean lo mismo, la posibilidad de un eterno estar, impregnado
de goce dionisíaco, creati- vo, lúdico y lúbrico, que se deleite en la
inocencia de su devenir, que no tenga otra justificación que él mismo.
Hablé de una arquitectura sin futuro, liberada de la muerte en el
sen- tido que Antonio Negri entiende la muerte, en este caso, una
arquitectura que concentrando todo el tiempo postergado a lo largo de
todos los tiem- pos (Benjamin), pueda, por fin, sintetizar la sin-razón, el
sin-sentido de la vida, el gozo por el gozo y la fantasía, la imaginación
constituyente que no busca constituirse como poder ni valor de cambio,
sino como devenir gozoso de la vida, como valor de uso. Una preferencia
estética que en el mejor de los casos podría definirse como libertaria.
¿Qué queda de los espacios arquitectónicos del reformismo
cuando acaba la banca, el automóvil, la autoridad, la familia, las rela-
ciones mercantiles...?
¿Puede tener piso un cerramiento o un muro de protección cuan-
do ya no hay interés en proteger algo ni nadie tiene empeño o necesidad
de robar?
¿Qué pasa con los baños privados cuando los públicos son mejores?
¿Qué pasa con los dormitorios cuando el hombre presiente que
puede dormir tranquilo donde le coja el sueño, y sentirse en casa en
cual- quier lugar?
La experiencia consistió en
realizar maquetas sin ideas
preconcebidas, como
método experimental de
composición.
¿Qué hay de las autopistas y los gigantescos edificios de
estacio- namientos, cuando los transportes colectivos ofrecen liberar a
los indi- viduos de su condición de chóferes embrutecidos por la
ideología de las carrocerías y los brillos espectaculares de los coches
último modelo?
¿Qué hay de la sala-comedor-cocina-dormitorio-cuarto-de-servi-
cio... cuando el colectivo social en todas las actividades del individuo
muestre la posibilidad de ser mejor que las míseras opciones (departa-
mentos y casitas en serie, personalistas) de las que se nutre el poder del
capital y su dominio?
En fin, ¿qué pasa cuando se desmaterializa el trabajo y cuando se
intelectualiza toda actividad de tal modo que el territorio deja de ser
condición productiva, necesario asidero localista, y pasa a ser el espacio
infinito de las posibilidades?
Nada quedará un día de los espacios útiles a la realidad actual. De
esta cárcel sin fin que es el territorio del capitalismo tardío no quedará
piedra sobre piedra, cuando la sociedad decida vivir como sociedad sin
fronteras y sin jefes.
¿Existen hoy las posibilidades técnicas de romper la línea
divisoria entre estos sueños y su carnalidad? ¿El poder del capital, su
Estado, están dispuestos a dejar por las buenas el sitio? A veces pienso
que su condena será la de quedarse defendiendo un lugar al que nadie va,
un ídolo en el que nadie cree, unas monedas que a nadie interesan...
mientras muere de abandono y soledad.
Sin embargo, otra vez se repite lo mismo de siempre.
Solo que hoy, y allí podría estar la diferencia, con elementos a fa-
vor de los vencidos de siempre: la socialización, como resultado del im-
predecible rumbo por donde va la fuerza productiva cuyo aspecto más
revolucionario es la automatización, y la imbricación del hombre con los
artilugios técnicos en su propio cuerpo. Las máquinas potenciando la
inteligencia social, sus conocimientos y su capacidad para hacer lo que
nunca antes pudo. Desempolvar el juego, la realización de mi subjetivi-
dad en lo social, realizar la participación, el amor, en definitiva la
pasión de vivir sin sentido, la vida inútil y no productivista, muestran
que las milenarias utopías comunistas, anarquistas y libertarias están
vivas, no tanto como posibilidad de ser, cuanto como una luz que jamás
se apagó en los corazones de la gente y que mantuvo viva la convicción
de que en algún momento surgiría algo nuevo. En efecto, dicha
esperanza se agita cuando ante la posibilidad de su realización gracias a
las expectativas que abre, no tanto la técnica que conocemos, cuanto la
que no conocemos pero que es posible conocer y desarrollar sobre la
base de las teorías y el pensamiento científicos actuales.La
consolidación del capitalismo tardío
ha venido a recordarnos que es cierto aquello de que un sistema no cam-
bia hasta cuando ha dado todo de sí, y que, lo revolucionario, son esas
fuerzas productivas que además de ganarle terreno a la nada, producen
ser, en nuestro caso, producen humanidad, nueva humanidad en la co-
municación, la solidadridad.
La socialización de las fuerzas productivas ha llegado a un punto
del cual parecería que no hay vuelta atrás, a no ser que el capital haga
estallar el holocausto nuclear o sobrevenga una hecatombe ecológica o
algún accidente de accidentes..., entonces, conminados por tal eventuali-
dad, todas nuestras esperanzas acabarían en el fondo de las cuevas.
Las utopías arquitectónicas de las izquierdas comunistas, si las
hay, no tendrían hoy nada que ver con las megaestructuras de los
constructi- vistas rusos –por citar un ejemplo para evitar confusiones–,
sino con el rescate de una alegría contenida y latente que cada vez que
puede aflora dispersa y anuncia la eclosión siempre posible. Tiempo
concentrado, y por eso mismo de placer inaudito, que erupcionará en el
primer domin-
go de unas infinitas vacaciones.
Los dibujos previos a la digitalización surgieron después de los modelos Dibujo a mano alzada (detalle) de la maqueta anterior.
tridimensionales y sirvieron para desarrollar y precisar detalles.
3
LA DISOLUCIÓN DE LA ARQUITECTURA
2 «La Revolución Francesa decretó un nuevo calendario. (…) Pues los calenda-
rios cuentan el tiempo no como los relojes. Son monumentos de una consciencia históri-
ca cuyas huellas silenciosas no han vuelto a aparecer más en Europa desde hace un siglo.
(…) Todavía en la Revolución de Julio ocurrió un incidente en el que esa consciencia al-
canzaba su modelo. Cuando llegó el anochecer del primer día de lucha, en varios lugares
de París independientes entre sí y al mismo tiempo, se disparó contra las torres de reloj.
(…) 'Qui le croirait! On dit qu’irrités contre l’heure/ De nouveaux Josués, au pied de
chaque tour,/Tiraient sur les cadrans pour arretèr le tour'.» Walter Benjamín, Sobre el
concepto de Historia, Tesis XV.
3 Las nociones metafóricas de «olas» civilizatorias, se las debemos a los conocidos
escritos de Alvin Toffler. Las guerras del futuro, es uno de ellos. Ed. Plaza Janés,
1994.
4 La noción del «ahora», en física, es un asunto que se sigue debatiendo. Quienes
defienden la objetividad de tal noción, presentan como prueba de su existencia ejemplos
como éstos: el momento en el cual un jugador de béisbol golpea la pelota… ese instante lo
percibe todo el estadio. O, cuando se fotografía un acontecimiento en el instante en que
sucede… se tiene una constancia de ese ahora. (Richard Morris: Las flechas del tiempo.
Una visión científica del tiempo. Biblioteca Científica Salvat. Barcelona 1987. Pág. 139).
El hecho es que esos instantes son infinitésimos que fluyeron más veloces que las miradas
del estadio entero, o más rápidos que las cámaras más veloces, sin que en ningún
momento se hayan
«congelado». El ahora, no es ningún instante fijo aunque unos momentos de su devenir
pueden ser fijados –en una fotografía, por ejemplo–, sino un concepto de algo indetenible
que siempre ha pasado ya. La vivencia, en cambio, es un fluir agradable…
5 García Calvo, Agustín. Tecnodemocracia y masa de individuos. Transcripción de
la charla - coloquio, celebrada en Bilbao el 3 de Mayo de1993. Ed. Felix Likiniano,
Kultur
Elkartea. También se puede consultar al respecto Noticias de abajo, (1991), y Análisis
de la Sociedad del Bienestar, (1993) libros que, entre la extensa bibliografía de García
Calvo, compendian artículos desmitificadores del «futuro». Ed. Lucina, Zamora, España.
necesario caer en la cuenta de que una novedosa noción tempo cultural
ha surgido con «la tercera ola»6 y que es indispensable analizarla
para poder responderla adecuadamente.
17 «Desde hace 300 años vivimos en un sistema que explota sistemáticamente todos
los recursos de la tierra y ésta ya no aguanta más.» Leonardo Boff, en la inauguración del
curso lectivo 2007 de la Universidad Estatal de Costa Rica. El Mercurio, Cuenca 16.03.07,
4c.
«En el recuerdo está contenido el tiempo completo», decía Benja-
min. Cultivar y preservar la memoria y los objetos que a ello ayudan, sig-
nifica recabar y dialogar permanentemente con el pasado, planteándole
preguntas o encontrándole otras dimensiones, quizás esas, que no porque
no pudieron ser, no podrían serlo. El recuerdo, la memoria, la experiencia
pasada y por tanto vivida en ese lugar, con esos objetos, con esos
hombres y mujeres que ya no están pero estuvieron, productora de esos y
otros do- cumentos, busca cimentar y fortalecer lo que se salvará de la
entropía y del olvido, fijándole, paradójicamente, en lo más volátil que
tenemos los humanos: en la palabra; esto es y en el contexto de la
presente exposición, en la cultura subjetivada que podamos elaborar a
partir del objeto cultural que el tiempo indefectiblemente devora segundo
a segundo.
18 Junto con la Bit City y la Sin City, fueron nociones usadas por Eduardo Mendoza
para referirse a la ciudad global en el Coloquio que tuvo lugar en Sala de Conferencias del
Museo de Navarra el 3 de Marzo de 2003. Participaron en el mismo: Félix de Azúa, Manuel
Delgado, Rafael Moneo, y Mendoza. Las transcripciones están publicadas en La arquitectura
de la no-ciudad. Editor: Félix de Azua, Universidad Pública de Navarra, 2004.
19 Leach, Neil. La an–estética de la arquitectura. Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 2001. Pág. 125.
Ejemplo: el Barrio Gótico de Barcelona se ha convertido en el más
gran- de centro comercial de la ciudad. Es cierto, en ningún caso un
elogio.
24 Dal Co, Francesco. «Perfección: la cultura de Mies a través de sus notas y escritos», en
Mies van der Rohe: su arquitectura y sus discípulos. Jhon Zukovsky et. al. Ed. MOPU,
Madrid, 1987.
25 Cfr. Páez B. O. «Pumapungo park», y «Una apostilla plástico urbana construida en la
imaginación», en La casa de la certidumbre, ed. Abya Yala, Quito, 2003. Págs. 185-
198.
11. La noción de la experiencia-presencia-deseo, opuesta, como
ya se está viendo, a la de pasado-presente-futuro, nos inclina a tratar los
hechos de la cultura tangible de los pueblos y sus monumentos, man-
teniendo vivas o reavivando las memorias de las experiencias que allí
radican, para fortalecer las vivencias y conseguir mayores y mejores sa-
tisfacciones en el tiempo vivo.
Si el tiempo humano es un devenir del cual, nada sabemos lo que
nos traerá, salvo la muerte, la noción temporal que proponemos no
especula con el porvenir ni lo presenta como el mañana en el cual, nos
darán lo que no nos dieron ayer. A lo mucho, si tiene tiempo para ello,
propone hipótesis, imagina escenarios, acepta tentaciones… de lo que
podría ser o suceder, pero, como lecturas o interpretaciones de lo que ha
pasado, y de los deseos por satisfacer.
En la elaboración de esta idea, la interpretación que Walter Benja-
mín hizo de aquella acuarela de Paul Klee, el Angelus Novus, fue
«revela- dora». Benjamin dijo, a partir de la imagen: «En ella está
representado un
ángel que parece como si estuviera a punto de alejarse de algo que mira
fijamente con espanto. Sus ojos están desorbitados, su boca sigue
abierta y sus alas están desplegadas. El ángel de la historia debe tener ese
aspecto. Tiene el rostro vuelto hacia el pasado. Donde ante nosotros
parece una ca- dena de acontecimientos, ahí él ve una única catástrofe,
que amontona in- cesantemente derribos sobre derribos y se los tira a los
pies. Bien quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo
quebrado. Pero desde el paraíso sopla una tempestad que está enredada
en sus alas y es tan fuerte que el ángel ya no las puede plegar. Esa
tempestad lo lleva imparablemente hacia el porvenir, al que da la espalda
mientras el montón de derribos crece ante él hacia el cielo. Lo que
llamamos progreso es esa tempestad.»26
En ese sentido, el ángel y su existencia de un lado, y del otro, los
escom- bros, sería lo único que hay. Por tanto, lo único que se puede
transformar en el tiempo, es lo pasado, y desde nuestra presencia, en la
cual podemos actuar en tanto la convirtamos, además, en presencia
consciente y actuante.
La praxis transformadora se reduciría entonces a cambiar la
disposi- ción de los escombros, a descubrir entre ellos nuevas facetas,
combinacio- nes o significaciones, en un diálogo que no solo cambia lo
observado, sino que también nos cambia a nosotros.
Solo podemos cambiar el pasado. Solo podemos, en definitiva,
cons- truir el pasado, o para decirlo con nuestros términos, armar la
memoria como un collage de las experiencias que mejor nos sirven en
nuestra lucha por ganarle terreno a la muerte, que todo lo rodea.
15. La presencia es una noción temporal que no tiene que ver con
la flecha subjetiva del tiempo29 ni con las teorías sobre el tiempo en
tanto dimensión física30. Alude a, o se trata de, una noción cultural que
critica la
28 Este párrafo es solo una paráfrasis de una declaración que hizo Ángel Zapata al
refe- rirse al tiempo del surrealismo en la entrevista concedida a Andreu Stangenbrot: «La
literatura está infectada de arribistas, de niños buenos y de conmovedores pajecillos»,
publicada inicial- mente en www.literaturas.com y reproducida en www.rebelion.org,
14.02.2007.
29 Stephen W. Hawking, en el mundo de la física, nos habla de tres flechas que per-
miten distinguir «el pasado del futuro dando una dirección al tiempo»: la termodinámica, la
psicológica y la cosmológica. Historia del tiempo. Círculo de lectores, Barcelona, 1988. Pág.
223.
30 «En física, el tiempo es una dimensión, y, como las tres dimensiones del espacio,
puede representarse por medio de una línea que se prolonga en ambas direcciones. Pero la di-
mensión del tiempo no goza de instantes privilegiados. Cada momento del tiempo está situado
al mismo nivel que los demás.» Morris, Richard. Las flechas del tiempo. Biblioteca científica
Salvat. Barcelona, 1987. Pág. 138.
idea al uso que sobre el tiempo se mantiene en la tradición judeocristiana.
Dicha crítica, debiera permitirnos mirar y evaluar lo pasado, decantar la
experiencia y afinar la memoria, de tal manera que fortalezca nuestra pre-
sencia, es decir, el conjunto de vivencias placenteras y no alienadas en
ese tiempo inexistente, o de meras expectativas, que es el futuro. Con tal
acti- tud frente al tratamiento y la construcción de la memoria, o
construcción del pasado, debieran asimismo despertarse deseos y
pasiones que, como se sabe, tampoco nos impulsan al futuro, sino a las
búsquedas impostergables de satisfacciones placenteras. Aplicada la
noción de la presencia a la arqui- tectura, la ciudad o el arte, se enriquece
la mirada y se agudiza el ejercicio del criterio. Como no se trata de
producir en el continuo temporal o para el mercado, sino en contra de
ellos, la producción retoma su sentido y se diferencia de lo que es
productividad: mientras la primera significa produ- cir ser, y ampliar el
espacio y el tiempo de la vida, lo segundo, se refiere a la conversión de la
vida en cosas, es decir, al trabajo matador.
Por ello y frente al tema del patrimonio construido, la presencia,
conduce a que la investigación, cuidado, defensa o recuperación de esos
bienes, sea ante todo una actitud vital nueva y un elemento teórico in-
dispensable en el accionar constituyente de lo humano, más no, un factor
meramente intelectual de consolidación de lo constituido.
La presencia, no es sinónimo de ahora, es, sobre todo, el acto
trans- formador, la vivencia que incide determinantemente en el mundo
y en nosotros, la acción que, haciéndose, nos descubre y nos muestra de
lo que somos capaces.
El tratamiento de lo pasado a partir de la presencia, pone énfasis,
entonces, en la búsqueda y la recuperación del tiempo perdido, esto
es, en esa memoria que ha tratado de ser borrada o ignorada y que, en
medio de la experiencia multisecular o súbitamente recuperada, o que
hace acto de presencia, dota a la multitud de la decisión transformado-
ra que se deja ver en esos momentos cruciales que establecen el antes y
el después en su devenir.
31 Citado por Alfonso Espinosa Andrade en «Lo propio y lo extraño. Patria y nación
no son territorios del arte.» El Comercio, Quito 28.02.07. Pág. 27.
32 La herencia de Beckett. Coloquio organizado por el Círculo de Bellas Artes (Ma-
drid). Participaron los escritores: Manuel Asensi, Derek Attridge, Julián Jiménez y José
Antonio Sánchez. www.rebelion.org, 26.02.07.
Como se podrá deducir de lo dicho, para el caso del manejo del
acer- bo cultural tangible, o patrimonio construido, hay que tratarlo no
para la identidad, sino para la memoria y la vida auténtica o libre.
19. Para elaborar los comentarios que siguen, sobre el tema del
mo- numento, me apoyaré en el trabajo de Joaquín Arnau33.
Monumento, es una obra de arquitectura que adquiere valor desde
las contingencias de nuestra presencia, porque, en este caso y como decía
Lucien Febvre, es la vida quien interroga a la muerte. Esto significa que
a partir de nuestra lectura de lo pasado, electiva y selectiva, inventiva y
cons- tituyente, construimos nuestro discurso sobre el monumento.
En el análisis de Arnau subyacen dos preguntas: primero, ¿qué nos
lleva a preservar una obra arquitectónica no arruinada que sobreviviendo
a su función ha dejado de ser útil, al menos en su sentido original?
Segun- do, ¿qué nos lleva a guardar el sitio donde alguna vez hubo
alguna arqui- tectura de la cual solo quedan unos cuantos vestigios
arqueológicos? En ambos casos, monumento o arqueología, afirma
Arnau, el signo sobrevive al significante y lo que perdura es su
significado y simbolismo. De esta for- ma, si están en pie y los cuidamos
es por lo que significan, por su densidad semántica, más allá de su estado
de conservación o utilidad actual.
Para fortalecer sus afirmaciones, Arnau cita a Foucault, quien dijo:
«el monumento se anticipa al documento», abriéndose con ello a una per-
tinente explicación sobre los cambios en el historiar.
En efecto, señala el autor que «para los hombres primitivos el pre-
sente se basta a sí mismo», y que más tarde, cuando el presente se asume
como herencia, la voluntad de perpetuarlo dictó por ejemplo la Biblia, en
donde, encontramos compaginados mitos y crónicas. Luego, explica que
los autores de la antigüedad clásica occidental escribieron crónicas con-
temporáneas a ellos, pero que, la historia moderna, ajena a la crónica y al
mito, es un producto ilustrado.
Arnau nos deja ver con este razonamiento que hay cambios en la
elaboración del documento, sugiere una secuencia y hasta un desarrollo
en la manera de escribirlo.
El enfoque que he reseñado deja en claro que el monumento, sin el
discurso, sin el documento, solo es un montón de piedras. Si el
discurso es lo que da sentido al monumento, y si en esta modernidad,
inacabable como un culebrón, tal discurso ilustrado, erudito e informado,
es el que pone en valor a los monumentos, entonces el documento,
como nunca,
2 «Crítica del urbanismo». En: La creación abierta y sus enemigos. Pág. 196. Las
edicio- nes de La Piqueta, Seseña, 59. Madrid, 1977.
Los textos situacionistas sobre el urbanismo han denunciado la
pobreza de la vida de millones de habitantes de las ciudades, quienes no
tienen otro consuelo entre el trabajo alienado y el aburrimiento sino el
consumo fetichista y excitante hasta lo convulsivo, como única
expectativa que más tarda en querer realizarse que en disolverse en
frustraciones y vacíos a ser llenados con... más consumo. (Cuando por
fin el consumidor cree dominar al objeto del deseo, esto es cuando se
«realiza» en el acto de comprar, la satisfacción de la necesidad se
convierte más en un rito de la necesidad de satisfacción que en
satisfacción de la necesidad.)
Los situacionistas, a diferencia de otros críticos del urbanismo con-
temporáneo, han ido más allá al señalar precisamente el urbanismo como
parte de la crítica global a esta sociedad. «El capitalismo moderno, que
organiza la reducción de toda vida social a espectáculo, -dicen- es
incapaz de dar otro espectáculo que el de nuestra alienación. Su sueño
urbanístico es su obra maestra».3
De esta manera, la práctica y el discurso reformistas sobre las
reivin- dicaciones en las luchas urbanas son reducidas por ellos a meras
contribu- ciones para la reestructuración constante del capital en el
espacio.
El urbanismo queda denunciado como «... el enemigo de todas
las posibilidades de la vida urbana de nuestra época» 4, porque «...to-
dos los discursos sobre el urbanismo son mentiras tan evidentes que el
espacio organizado por el urbanismo es el espacio de la mentira social
y de la explotación fortificada. Los que disertan sobre los poderes del
urbanismo intentan hacer olvidar que no hacen nada más que el urba-
nismo del poder. Los urbanistas, que se presentan como los educado-
res de la población, han debido ser educados a su vez por ese mundo
de la alienación que reproducen y perfeccionan lo mejor posible» 5.
De esta forma radical, los situacionistas contribuyeron a la crítica de
la ideología y práctica urbanística señalándolas como técnicas usadas
por la sociedad del espectáculo para mantener el poder pero nunca
para conseguir la plenitud de la vida, sus críticas contribuyeron por
ello a poner en duda las objeciones parciales a las gigantescas obras ur-
banas, que a lo mucho obtenían beneficios parciales y posibles dentro
del sistema, pero no su cambio.
El aporte del urbanismo unitario abriría las puertas al ejercicio de
una crítica totalizante cuando las necesidades de la lucha política popular
Hasta 1928 Ludwig Mies van der Rohe debía su prestigio como
arquitecto a proyectos no construidos, dibujos publicados, exposiciones
de arquitec- tura de la primera postguerra y, a esas propuestas
innovadoras que presen- tó en concursos hoy memorables por haberlos
perdido todos.
En esos años participaba del ambiente cultural de su país, pero por
lo que se verá, desde una posición no militante. A partir de aquí y
apoyados en opinio- nes críticas de distintos autores, pretenderemos
esbozar lo que a nuestro juicio tiene que ver con su pensamiento y
sensibilidad madurados en aquel tiempo.
Para construir nuestra lectura de Mies, hemos seleccionado, entre
aquellos proyectos y obras construidas en los años veinte, los que
conside- ramos característicos de lo que serían sus recursos expresivos.
Es debido a esto que, a continuación, resaltaremos los aspectos más
innovadores de ese fructífero momento creativo.
1 Texto presentado como trabajo final del seminario sobre Mies van der Rohe,
dictado por Josep Quetglas en el Curso de Master: Historia: Arte. Arquitectura. Ciudad.
UPC-ETSAB, Barcelona 1993. Publicado por el CAE, Cuenca, 1995,
A esos mismos años corresponden las lecturas que Mies haría de
las Cartas del Lago de Como, de Romano Guardini, que por ser «uno de
los autores más citados en las anotaciones que Mies dejó tras de sí»2,
permi- tiría suponer una considerable influencia de aquel pensador
católico en las concepciones éticas y quizás estéticas del arquitecto
alemán. De allí la importancia que daremos a dicha referencia intelectual
en las reflexiones agrupadas bajo el mismo título del libro de Guardini.
Del racionalismo cartesiano y del pensamiento platónico tocaremos
seguidamente ciertos puntos que podrían ayudar a ampliar las referencias
y opiniones que documentan estos juicios críticos.
Luego, y apoyándonos en conceptos desarrollados por Antonio
Negri propondremos acercarnos a la estética miesiana desde lo que sería
nuestra presencia, marcada por la subsunción real del trabajo en el capi-
tal y el mercado unificado en cuyas condiciones emerge el obrero social
como nuevo sujeto.
Para terminar la primera parte del texto y cuando podríamos ha-
cer el intento de «cerrarlo» mediante algunas conclusiones, hemos op-
tado por otro camino consistente en usar la información y las reflexio-
nes no tanto para fortalecer las posibles certezas, sino para convertir
dicho material en un motivador de la imaginación y las dudas. De esta
manera, en la segunda parte del texto espero realizar con el lector un
inesperado viaje al Estado de Illinois…
1. REFLEJOS Y
REFLEXIONES
Para comenzar hemos tenido en cuenta el riesgo detectado por Dal Co3
sobre la inutilidad de establecer genealogías en la obra de Mies. Las citas
que hare- mos de diferentes críticos, tan sólo buscan dar algunas
referencias sobre la sen- sibilidad presente en sus obras, como revelación
de lo que en su contexto pudo haber como síntoma del devenir, que
también estaría encarnado en Mies.
Así, no buscamos un desarrollo lineal en la experiencia de éste,
sino rehacer la misma en función de nuestra presencia que, al
constituirse, va constituyendo también el pasado.
13 Mies van der Rohe, Ludwig. «Edificio de oficinas», 1923. En Ludwig Mies van der
Rohe. Escritos, diálogos y discursos,
21.
14 Malcolmson, Reginald. «La obra de Mies van der Rohe». Hogar y arquitectura, Sept.
– Dic. 1973. No. 108-109, Madrid, pág.
41.
Casa de campo de
hormigón armado.
1924. Proyecto.
16 Drexler, Arthur. Editor. Dibujos de Mies van der Rohe en el Museo de Arte
Moderno de Nueva York. Volumen II, Nueva York, 1986, pág. 214.
za está incorporada, pero también artificializada entre un muro y un cristal, como un
cuadro que se mira pero que no se toca, como natu- raleza
representada.
Quizás no sea casual que, a partir de este momento, Mies empe-
zará a usar collages entre sus métodos de proyectación y representa-
ción arquitectónicas.
Del Pabellón de Alemania para la Exposición de Barcelona de
1929 resaltaremos aspectos connotativos que estaban dentro de aquella
ten- dencia que, en los años veinte, tomó cuerpo: el retorno al orden, la
abs- tracción, el distanciamiento de la obra con respecto a quien la mira.
El Pabellón, mediante el uso de formas con alusiones simbólicas,
estaría dentro de ese ambiente contrario a las intenciones críticas de otras
vanguardias. Los reflejos y la vacuidad, el sentimiento de infinitud, las
alu- siones analógicas de referentes universales, únicos e inmutables, el
«orden» y la disciplina, representados aquí, entre otras connotaciones,
caracteriza- rían las resonancias que tuvo el Pabellón y serían por ello un
conjunto de valores emblemáticos de la estética conservadora
conveniente a la rees- tructuración que el capitalismo había logrado.
Pabellón de Barcelona.
1929. Fotografía tomada
del libro El horror
cristalizado. Imágenes
del Pabellón de Alemania
de Mies van der Rohe.
Josep Quetglas. Ed. Actar
2001. Pág. 73.
17 Quetglas, Joseph. Imágenes del Pabellón de Alemania. Ed. Les editions Section
B; Montreal, 1991, pág. 95.
nes, como características de su arquitectura, la cual, una vez esbozada,
abre inmediatamente otras expectativas que preguntan sobre el por qué de
estas formas y el por qué de cómo reaccionó la crítica.
El momento de Mies al que nos hemos referido, antes que corres-
ponder a su etapa formativa, sería el de su culminación creativa, afirma-
ción que para nosotros se confirma cuando, en el período norteamericano
de su carrera, aplica y desarrolla lo conseguido en esos intensos años.
18 Guardini, Romano. Cartas del Lago de Como. Ed. Dinor. San Sebastián, 1957.
19 Guardini, Cartas..., 116 - 117.
20 Guardini, Cartas..., 116.
21 Guardini, Cartas..., 118.
como únicos recursos que permitirían dominar la naturaleza y restituir
el lugar del hombre sobre la Tierra. También, será consciente de que esta
nueva empresa de dominio implica «renunciar a la vitalidad espontánea
y a la realidad viviente»22, y de que su precio es alto, pues dicho acto de
dominio, él sabe que «se paga con sangre»23.
En otras palabras, Guardini, con una visión ecuménica reconoce la
universalidad del cambio. Constantando el impetuoso desarrollo de las
fuerzas productivas del capitalismo y las luchas sociales que éste estaba
desatando, opta por proponer la consolidación del poder del capital,
frente a las opciones que pudieron significar en ese momento la
revolución rusa del diecisiete y la alemana del diecinueve.
El enfrentamiento de los mundos clásico y moderno, y la comu-
nicación rota entre el hombre y el mundo, parecen ser sentimientos
recogidos en la poética miesiana de manera moderna; esto es, por un
lado, trataría de mantener con sus composiciones arquitectónicas el
pasado en su presente mediante la inclusión de recursos poéticos de
antigua denotación; y, por otro lado, buscaría restablecer la comunica-
ción perdida, imponiendo para ello el lenguaje de la geometría, como
lenguaje de Dios.
Si bien regresaremos sobre este punto, conviene resaltar aquí la
per- tinencia de las citas que Dal Co24 y Quetglas25 hacen de los
sermones de Eckhart -uno de los pensadores cristianos más interesantes
del Medioevo-, en donde éste asigna cualidades sensoriales y significados
divinos al ojo, al color, al silencio, al vacío, a la nada... los mismos que
estarían presentes en la estética miesiana, en tanto «valores —que como
tales— estarían ancla- dos en la definición espiritual del hombre»66.
28 «Se han atribuido ampliamente dos consignas a Mies. Una es «menos es más»
y la otra «Dios está en los detalles». Característicamente escrupuloso, él niega haber
inventa- do ninguna de ellas, La primera, dice, viene de Peter Behrens y la segunda cree,
proviene del historiador de arte Erwin Panovsky». Marston Fitch, James. «Mies van der Rohe
y las verdades platónicas», en Ludwig Mies van der Rohe. Escritos, diálogos y discursos, 15.
29 Marston, Mies,15.
30 Malcolmson, «La obra de Mies», 105.
diseña para el clima dorado de la república de Platón —pero construye en
el Chicago del Mayor Begley»31
5. La antiabstracción, porque lo opuesto, es decir, la espiritualidad,
tanto en Guardini como en Mies, significaría «vida», como atributo de
Dios. Aversión a lo nuevo sin nostalgia por lo viejo. Preferencia por lo
bue- no. Lo bueno como bello. Lo bello como eterno. Lo eterno como
divino.
Si las opiniones de Guardini influenciaron en Mies, su arquitectu-
ra podría contener o buscar la «auténtica» cultura clásica, que es, según
aquél, la anterior al mundo moderno. Para Guardini, «la cultura autén-
tica no arraiga en el saber sino en el ser»32, idea que se complementaría
con aquel concepto —también suyo—, según el cual el hombre culto
no es quien adquiere cultura (conocimiento), sino en quien el Ser
interior le permite ser culto. (Mies, por su lado, decía que «la civilización
nos viene dada desde el pasado…»33).
Por otra parte, esta nueva época, de la cual Guardini y Mies
habrían tenido una lectura parecida, llevaría a este último, y dadas las
circunstan- cias anotadas, a producir una arquitectura en la que se
prefigura, si no se expresa ya, el nuevo período del capitalismo, cuyas
ilusiones reformistas parecen muy bien dichas en la siguiente cita de
Marston Fitch, cuando hablando del Pabellón Alemán de 1929, anota:
«La grandeza del pabellón reside en algo bastante más sutil. Reside
en el hecho de que conseguía expresar, en los términos más exquisita-
mente pulidos y exactos, la más alta aspiración de una Europa atormen-
tada por la guerra y la inflación. Aquí había esa claridad, orden y paz
que Europa deseaba profundamente. Aquí había espacios nobles,
impolutos por ninguna connotación de un pasado fútil, desacreditado.
Aquí había bellos materiales, libres de motivos decadentes y
simbolismos enmohe- cidos, brillando con su propia e intrínseca belleza.
Aquí había la imagen catalítica que iba a clarificar los problemas del
diseño para generaciones enteras de arquitectos».34
La aceptación de los tiempos modernos que Mies habría hecho,
des- de Guardini, podría resumirse en la llamada que éste último hace a
«...em- prender la lucha en un terreno nuevo [porque en] El mundo de la
técnica, las fuerzas liberadas sólo pueden ser dominadas por una nueva
actitud del hombre en consonancia con este orden de cosas. El hombre
ha de contri-
31 Marston, «Mies van der Rohe y las verdades platónicas», en Ludwig... Escritos..., 18.
32 Guardini, Cartas..., 130.
33 Kallman, Gerhardt M. (Transcriptor). «Una conversación con Mies», en Ludwig Mies
van der Rohe. Escritos, diálogos y discursos, 79.
34 Marston, «Mies van der Rohe y las verdades», en Ludwig... Escritos..., 11.
buir nuevamente con su inteligencia y libertad estrechamente vinculadas
al nuevo orden, por su carácter, su estilo y su orientación interna. El hom-
bre deberá tomar en su vida como punto de partida y de apoyo todo lugar
en que se revele este nuevo orden de cosas».35
«Nuevo orden» que no tardaría en transformarse en el llamado or-
den nuevo del III Reich. De esta manera, y conforme vamos rondando el
lenguaje arquitectónico de Mies, notamos la necesidad de considerar dos
factores, a nuestro juicio importantes en su formación y sensibilidad.
La cultura arquitectónica de la cual surgió, alemana básicamente, y
el momento en el cual le tocó crear.
Las circunstancias que estos dos condicionantes implican, permiten
argumentar sobre el carácter cultural y temporal de sus producciones ar-
tísticas y sobre la necesidad de dudar de la intemporalidad y de los
univer- salismos de algunas interpretaciones del movimiento moderno.
45 Mies van der Rohe, Ludwig. «Discurso inaugural como director de la sección de
arqui- tectura del Armour institute of Technology», 1938. En Ludwig..., Escritos..., 32.
46 Borges, Jorge Luis. Historia de la eternidad. Alianza Editorial, Madrid 1975, pp. 20 - 21.
47 Mies van der Rohe, Ludwig. «Carta al Dr. Riezler», 1927. En Ludwig..., Escritos..., 34.
inercia y de la aceleración, sin ser, a su vez, modificados por ellas,
estaba en marcha un modelo de racionalidad y de jerarquía conceptual
que se encuentra asociado a la imagen de un poder. Es decir, se trataba de
legiti- mar una jerarquía de conceptos mediante una distribución
asimétrica de poderes. El poder pertenece a la forma abstracta, a la
supremacía despótica de un significante que viene a constituir el mundo
superior. Los eventos físicos concretos, individuales y específicos (que
flotan en el espacio y el tiempo absolutos) constituyen, en cambio, el
mundo inferior. Lo abstracto, lo necesario, lo apriorístico, son lo que hay
de más elevado y sublime. Lo que es meramente físico, material o
simplemente individual y específico, constituye la baja empiria».48
Los volúmenes y espacios miesianos, tanto en sus soluciones gene-
rales como en sus detalles precisos; el uso del elemento indispensable,
para que ni sobre ni falte nada; esa obsesión por controlarlo todo desde el
pro- yecto… connotan, como lo venimos sugiriendo, una cosmovisión
idealista y autoritaria, cuyas manifestaciones, según las tratamos de
aprehender, se inscriben en el deseo de consolidar el imperio de una
manera de pensar y de sentir, que habría tratado de legitimar,
ingenuamente, el imposible proyecto del reformismo.
En todo caso, Mies, con los elementos que venimos exponiendo,
ela- boró una gramática expresiva novedosa, tendiente a abrirse a lecturas
poli- valentes desde la propuesta resultante. Sus composiciones, apoyadas
en los logros y discursos vanguardistas y a tono con el mito de la
modernidad, se correspondían, como se ve, al conjunto de las búsquedas
en las que se encontraban empeñadas aquellas tendencias racionalistas,
existentes entre la vanguardia europea en los años veinte.
48 Gargani, Aldo. Crisis de la razón. Siglo XXI. Ed. México, 1983, pág. 22.
49 Negri, Fin de siglo, 61 – 62.
habían podido ser reproducidos idénticos y hasta el infinito —de ser ne-
cesario—, como lo permitían las nuevas condiciones industriales surgidas
en la primera postguerra. Planteamos este problema para establecer una
diferencia entre lo que significan las condiciones productivas en las que
comenzó a desarrollarse el nuevo trabajo y las características de los
objetos producidos en dichas condiciones. Porque, según parece, en la
discusión y análisis de las manifestaciones artísticas modernas así como
de la sensibi- lidad que las hace posibles —en su creación o valoración
—, el poder dife- renciar entre lo que serían los cambios en el proceso de
trabajo capitalista y las cualidades objetivadas en los productos de dicho
trabajo fortalecería la crítica a las formas físicas producidas.
Entonces, partiendo de la situación presente —desde la cual pode-
mos constituir con mayores posibilidades de síntesis, el pasado— ensaya-
remos una presencialización de la experiencia miesiana, en otras
palabras, trataremos de reconstruirla mentalmente desde las condiciones
y en fun- ción de las inquietudes que nos planteamos ahora, desde nuestra
presencia y desde la búsqueda de nuestra actualidad.
Las condiciones en las cuales hoy se produce generan la
enajenación y alienación más intensas, más que en cualquier otra época
desde que el capitalismo logró imponerse. Pero estos cambios no
necesariamente ha- brían de transmitir la mala cara de dicha enajenación
a las características formales, simbólicas y funcionales de todas las
mercancías producidas, en tanto que, y por la singularización del nuevo
trabajo social, éstas recoge- rían también las características «otras»: las
concernientes a esa actividad laboral de nuevo tipo. Los productos de hoy
aparecerían como «mejores» que sus antepasados; o si se quiere, una cosa
es el Ford T y otra el Nissan del 93: el trabajo se habrá enajenado y
alienado más, pero la concentración del tiempo social invertido —a
través de tecnología, por ejemplo— en el
último modelo Nissan, traería implícita una nueva dimensión estética en
la forma y en su apreciación, que tendería a ser contrarrestada mediante
la fetichización y el culto a la cosa.
Estos cambios confieren una cualidad distinta a las mercancías
clásicas y en lo que a nosotros aquí nos interesa deberíamos aceptar que
dichas cualida- des devienen en una intensificación de la forma, en donde
su potencia podría estar dada precisamente por el grado de abstracción
laboral en ella contenida.
La principal etapa creativa de Mies correspondió al período en el
cual el trabajo masificado estaba en pleno auge. El obrero profesional ya
era cosa del pasado. La conciencia de dichos momentos, que
recientemen- te parece perfilarse, coincide con la evidencia de que aquel
período habría concluido con un triunfo pírrico del capital. En efecto, al
no haber con- seguido éste imponer el orden habríase visto obligado a
reestructurar las
relaciones sociales mediante la automatización de los circuitos producti-
vos. Vanos intentos, pues la tendencia imparable era la de avanzar hacia
la constitución del obrero social como «término definitivo en el
desarrollo de la lucha de clases (como) última inversión de la
subjetividad del proceso y su última atribución; del explotador al
explotado. El obrero social repre- senta el momento en el que la
dialéctica de emancipación y liberación se resuelve definitivamente sobre
el polo de la liberación; de ahora en adelan- te, la emancipación será un
subproducto de la liberación».50
La dimensión estructural sobre la que Negri establece la formación
de la figura subjetiva del obrero social estaría entre las dos fases últimas
del modo de producción capitalista: la del paso desde la subsunción
formal a la de la subsunción real del trabajo en el capital.
Consideramos que en la obra de Mies, las situaciones aludidas es-
tán presentes y anticipadas, siendo quizás éstas algunas de las claves para
ligar una crítica de la arquitectura miesiana; ya que, como lo estamos
sugi- riendo, los materiales y los procesos productivos ideados y
empleados por Mies, no obedecen más a la voluntad de forma que se les
quiere imponer.
Para fortalecer la explicación de esta incompatibilidad, conviene
re- saltar el impulso que en el capitalismo adquieren las necesidades
ficticias y la acentuación de las características simbólicas, más bien
espectacula- res, de las mercancías. Dicha espectacularidad buscaría
crear expectativas masivas de posesión de no-valores, que devienen en
ansiedades masivas de satisfacción de no-necesidades, en una espiral
especulativa de deseos siempre estimulados pero nunca satisfechos.
Esta incorporación de cargas ideológicas espectaculares en la pro-
ducción, usa la ciencia y la tecnología como componentes de supuesta
va- loración del consumo, los mismos que devienen en despilfarro de
tiempo invertido, de trabajo, de vida.
De esta manera, el simbolismo de la cosa deviene en cosificación
mayor y la cosa misma en propagandizadora de valores y principios que
tienden a mantener lo constituido del sistema y a generar ideologías pro-
capitalistas. Nunca como hoy el fetichismo de la mercancía ha sido tan
fuerte, porque nunca como hoy el capitalismo ha necesitado tanto ocultar
su imposibilidad.
Así, el capital exaltaría esos aspectos de los nuevos objetos
indus- triales que permiten afirmar supuestas expectativas de
satisfacción y fetichismos cosificantes, en fin, encubriendo las nuevas
posibilidades y significaciones de aquellos. Pero, las nuevas
mercancías, en la abstrac-
54 Rowe, Collin. «La estructura de Chicago», en Frank Llyod Wright. Comp. José
Sanz. Ed. Stylos; Barcelona, 1990, pág. 117.
55 Rowe, La estructura..., 128.
56 Malcolmson, «La obra de Mies...», 49.
maño natural las maquetas de los detalles y de los elementos industriales
que podrían ser usados en los proyectos: es decir, un método de trabajo
que tomaba en cuenta una experiencia distinta a la proporcionada por la
historia tradicional de la proyectación arquitectónica.
Tratar sobre las cualidades visuales de los materiales y la vocación
vi- sualista de la arquitectura miesiana es un asunto clave para acceder a
su obra pues, en este caso, no debemos olvidar que las cualidades
visualizadoras de los materiales industriales, dominantes en la totalidad de
sus proyectos ma- duros, tienen connotaciones, como lo hemos apuntado,
basadas en las con- diciones objetivas de su producción. Esto nos permite
abordar sus aspectos connotativos con mayor libertad, frente a los
enfoques elaborados para en- contrar continuidades donde posiblemente
hay crisis o ruptura.
En este sentido, los nuevos materiales continuarían conteniendo y
expresando un desarrollo que, en tanto espacio, proviene y es posible des-
de la producción directa, la cual y a pesar de encontrarse inmersa en la
productividad capitalista, deviene impregnada de los elementos descons-
titutivos de ésta y que son, también, elementos disolutorios de la forma
de trabajo impuesta. Los productos de la nueva organización productiva,
anónima e impersonal, marcados cada vez más por la tecnología
inyectada desde las inversiones capitalistas, si bien logran desplazar la
presencia del trabajador como individuo, no lo pueden hacer como grupo,
socialmente, impidiendo la realización de lo que el capital pretende, esto
es, prolongar su existencia prescindiendo del «otro».
La subsunción real del trabajo en el capital, al englobar a toda la
sociedad en una macrofábrica, estaría llevando los conflictos más allá de
los recintos industriales y permitiendo el reencuentro potenciado entre los
productores con los productos de su actividad, en redes y procesos pro-
ductivos cada vez más socializados, en circuitos gigantes, mundiales.57
De esta forma, los nuevos productos industriales terminarán co-
municando esas cualidades, en donde el trabajo —en la vieja acepción
del término— acabará en la abstracción, la anomia y la impersonali-
dad, es decir, acabará disolviéndose. Porque, en efecto, «... el
trabajo es productividad capitalista; no hay una tendencia primigenia a
la pro- ducción desligada del mercado capitalista. Rechazar el trabajo
es re- chazar la producción, no en nombre de una actividad pura que
retorna sobre sí misma una vez desaparecido el capital, sino como
condición
58 Sánchez, Jordi. «Del obrero – masa al obrero social: más allá de Lenin». Anthropos, 55.
59 «No hay jamás un documento de cultura que no sea a la vez, uno de barbarie». Ben-
jamín, Walter. Sobre el concepto de Historia. Departament de Composicio ArquitectÒnica.
UPC.
ETSAB. Secció d’Historia. Barcelona. N.F., pág.
4.
Este tipo de materialidad de la producción miesiana, a pesar
de su autor, pone en crisis, también, la autenticidad de la obra de
arte como cualidad clásica ligada a su originalidad y unicidad, pues
las posibilidades de reproducir las obras de Mies estaban implícitas
en el diseño de las mismas. La racionalización productiva y su fe
en la técnica, que le llevaron a diseñar, en el caso de la casa
Tungenhat hasta los ganchos de los guardarropas y a dibujar los
tornillos de las mesas corresponden a un momento del pensamiento
burgués, cuando
éste creía que la planificación técnica —como poder—predetermi-
naría todo el proceso de ejecución de la obra —como trabajo—, sin
saber que este mito contenía en sí la imposibilidad de las promesas
tecnológicas del reformismo, deshechas al chocar contra la potencia
inaprehensible que desata.
«La organización técnica no sucumbe bajo la presión de una
fuerza exterior. Su quiebra es el efecto de su pudrimiento interno. Lejos
de su- frir el castigo de una voluntad prometeica, revienta, al contrario,
por no haberse emancipado jamás de la dialéctica del amo y del esclavo.
Incluso si los cibernéticos llegan a reinar un día gobernarán siempre muy
cerca del precipicio».60
De esta manera, el principio de la reproductibilidad técnica, en la
arquitectura, se hizo presente acompañado, como no podía ser de otra
manera, de la banalización y la masificación que también acompañan a
lo moderno. Afectó a la mitificación de lo único, pero para dar paso a
otro mito, muy moderno también: el de la copia que a diferencia de sus
antepasadas artesanas, tiene los mismos componentes que el original y es
producida en las mismas condiciones, sin que por ello sea «un original»,
sino un «producto».
Esto sería más entendible en las obras de Mies del período nor-
teamericano, cuando una ventana, una columna, un perfil... repetidos
mil veces parecerían convertirse si no en una cualidad, por lo menos en
una metáfora de esa reproductibilidad, que en la época correspondiente
tiene una connotación estética inevitable: convencernos de la verdad de
su mundo, pero que, gracias a la insistencia, a lo mejor puede dar paso
a lo contrario.
«¿Qué es el individuo para el sistema autoritario? Un punto
debida- mente situado en su perspectiva. Un punto al que identifica,
ciertamente, pero a través de una matemática, en un diagrama en el que
los elementos, enmarcados en abscisas y ordenadas, le asignan su
exacto lugar».61
¿Es posible que desde la obra de Mies obtengamos elementos críticos so-
bre los aspectos de la modernidad a los que hasta aquí hemos venido alu-
diendo? ¿Conviene intentar conclusiones o conviene dejar los intentos de
acercamiento realizados, sugeridos pero abiertos?
Algunas obras de creación, en tanto objetos, dicen mucho más
que las intencionalidades racionales y afectivas de sus creadores, sien-
do estas creaciones, algunas veces, voces con las cuales hablan
circuns- tancias históricas y culturales profundas. En estos casos,
parece que la libertad del creador en la creación de su obra se reduciría
a los aspectos retóricos del mensaje; y a veces ni siquiera a eso, porque
muchos códi- gos expresivos suelen ser anteriores a la comunicación.
La calidad de intérpretes más o menos dotados, tal vez indispensables
por su acento personal, por el encanto que únicamente éste o aquél
confieren a la representación, quizás podría ser reivindicado por el
creador, pero al fin y al cabo, se trataría de un intérprete de papeles
escritos por situa- ciones, ambientes, ámbitos, anónimos e incógnitos,
generadores de los impulsos estéticos de la obra que sale a través del
«creador». Esto per- mitiría la comunicación entre el creador y el
público y la valoración o respuesta de éste ultimo hacia dicha obra.
Cuando Mies, después de la guerra, entendía la obra como voluntad
de la época y no como voluntad individual, de alguna manera estaba en
las posiciones que se han esbozado en las líneas anteriores. Las catedrales
góticas, eran —decía— una voluntad colectiva plasmada sobre la piedra,
en la cual el autor tenía que perderse, necesariamente, en el anonimato.
La cultura dominante ha tratado de controlar esta situación sub-
yacente en las actividades creativas mediante las dos vías posibles. La
de la racionalización de la productividad artística —ser «consciente»
de lo que produzco— para controlar la interpretación lógica de lo pro-
ducido y orientar la producción desde intelectualizaciones más o me-
nos argumentadas. Y la otra vía, la de reducir lo artístico producido
a lo incomunicable y misterioso, a lo hermético, cuya última palabra
estaría escondida desde siempre y hasta siempre en los laberintos sub-
jetivistas y en una total y permanente incapacidad de comunicación
de los lenguajes.
La necesidad de control habría conducido, en el período posterior
a las vanguardias y en ciertos casos, a una funcionalización de la pro-
ducción artística y cultural, a un narcisismo paralizante. Se nos ocurre
imaginar a esta funcionalización como imágenes reflejadas en los espe-
jos deformantes del poder, que las pervierte para mirarse como quiere
mirarse, viendo lo que quiere ver y diciendo qué es, por dónde van y
quiénes son los depositarios y los hacedores de la cultura y del arte con-
temporáneos. Así, todo lo que entra en el juego de los espejos del poder
pierde su autonomía y su voz.
Cuando las vanguardias finalmente entraron en dicho juego, ni su
lu- cidez teórica y conceptual, ni su espectacularidad —que terminaría
curán- dose con la edad y en los museos— les libró de la asimilación y
quienes las miramos desde lejos, quizás podemos juzgar sus desnudeces y
pecados que posiblemente nunca creyeron tener, ni pensaron cometer y
que sólo desde una posición distanciada y crítica están asomando con
mayor claridad. En tal sentido, la siguiente cita enriquecerá la idea que
aquí esbozamos.
«La imaginación de las vanguardias —como ya advirtiera Walter
Benjamin— se había constituido en el interior del proyecto moderno,
del proyecto de «mecanización del mundo», encargado de evitar la re-
volución, de superar la sociedad de clases, reintegrando al otro —al
proletariado, al diferente—, por medio de la subsunción de la sociedad
en el trabajo, reorganizando —volviendo a hacer orgánica— la socie-
dad, ahora como comunidad de individuos funcionales, con valor y
sentido homogéneo. El arte de vanguardia había sido la metáfora que
conjura la revolución. Su propuesta fue: todos tienen su lugar en el nue-
vo mundo, la eficacia del dispositivo «nuevo mundo» es tal que vuelve
productivo cualquier empalme. Pero esta metáfora tiene también otro
nombre: Auschwitz».62
Mies, según Schulze, «...era un hombre que no pertenecía ni a la
derecha ni a la izquierda, ni siquiera al centro; era un artista»63, pero que
sin embargo y como «artista apolítico», firmó el manifiesto contra «el
arte degenerado», desalojó a los estudiantes radicales de izquierda de la
Bau-
64 Futagawa, Yukio. Mies van der Rohe. Global Architecture. EDITA. Tokio, 1974.
2. ENCIMA DE LA SOLEDAD FLOTA LA
LUNA
Fotografía 3.
La luz y la sombra, entre un sitio inestable y bajo el cielo infinito,
supeditan las penumbras, los reflejos y las transparencias, como
elementos con los cuales aquí también ha trabajado el arquitecto para
expresar una vivencia, creo que poco placentera, que me comunica, que
la siento...
La intriga sobre lo que ha comenzado a decirme FarnsworthHou-
se, sobre ella misma, crece. Bajaré otra vez, a rodearla, porque segura-
mente habrá algo más.
A la izquierda, Edith
Fansworth, quien
encomendó la casa a
Mies. A la derecha, el
Sr. Palumbo, su actual
propietario.
Fotografía 4. Fotografía 5.
Las caras verticales de Farnsworth House están sugeridas, más que defi-
nidas, por una piel de cristal. Esta piel no es precisamente una pared en el
sentido tradicional de la palabra, pues el material del cual está hecha pro-
duce un efecto visual y sensorial distinto al de una pared «dura», con los
elementos característicos e inherentes al concepto que implica el
concepto comúnmente aceptado de pared.
Estoy frente a un elemento que, en la composición, permite el paso
de mi vista, tanto o casi, como si mirara a través del espacio abierto de la
segun- da plataforma, o por debajo de ellas. —Como en el teatro, en la
arquitectura asumo ciertas reglas de apreciación, para comprender la
obra—. Cuando la luz se torna más intensa, los efectos visuales de este
elemento se tornan reflectantes y entonces, los juegos móviles de los
brillos y los reflejos me han dicho mucho más que cualquier otra pared
que he conocido antes, me han anunciado más que cualquier otra
textura. Pero su reflexión también me ha dicho que no puedo ir al
mundo que allí se recoge. Como en el mensaje esotérico del espejo que
recuerda a los hombres su condición material y pa- sajera, frente a la de
Dios, que es y, por tanto, no necesita reflejarse.
He sentido la presencia de lo evanescente e indeterminado. Cuando
tengo conciencia de que las imágenes y la vista pueden ir a través de
lo
táctil duro, mis sensaciones se amplían y siento este bosque más intenso
que si hubiera venido aquí antes de que Farnsworth House existiera. Y a
la vez, por lo que estoy viendo, ¿qué elemento puede ser más antinatural
que Farnsworth House en este entorno?
Y así por todos lados. El bosque real y su reflejo; y yo, entre esa
reali- dad, que es la realidad natural del mundo, y lo que yo puedo pensar
a partir de ella, simbolizado, tal vez y en este caso, por Farnsworth
House.
Este efecto es intenso, especialmente en el espacio previo al ingreso
desde donde veo, en lo fundamental, lo mismo en todo mi alrededor:
tron- cos, ramas, hojas... enmarcadas por las plataformas de la cubierta y
del piso. Lo que está arriba podría estar abajo; lo que está a la derecha
podría estar a la izquierda y lo que está atrás podría estar delante. Hacia
donde vaya, sigo sintiéndome en el centro, como si este espacio se
empeñara en obligarme a realizar el ejercicio espiritual de pensarme a mí
mismo, en un ambiente que metaforiza la duda sobre lo que me rodea,
sobre el mundo, sobre las ideas y sobre la obra de arte, como vehículo
que, desde su silencio y sólo con su presencia, me hablaría de una
existencia incierta: la suya y la mía.
Si asumo que este espacio está entre la «caja virtual» y la «caja
real» sería un espacio de tránsito o de articulación. Aún no lo sé, por eso
creo que ha llegado la hora de atreverme a entrar.
Cierro la puerta. Todo está muy ordenado y en su sitio. Todo está muy
silen- cioso. Sólo oigo mi respiración. Su millonario dueño, veo que la
cuida pero, naturalmente, no vive aquí. No hay nadie en casa. Veo un
bloque central, exento, colocado asimétricamente. La madera usada es de
aquéllas que no aceptan talla; Philip Johnson dijo que estos armarios eran
de caoba blanca, pero no creo, son placas de pino primavera, la dirección
vertical de las vetas se prolonga en el reflejo del piso de travertino
romano. Me intriga que este bloque desplazado no llegue hasta el cielo
raso, porque me da la sensación de que se encuentra allí
provisionalmente, de que es móvil. A mi izquierda un sofá, a mi derecha
una mesa y unas sillas. Diseños de Mies. Debo seguir y continúo mi
recorrido eligiendo el espacio que se abre a mi derecha porque es más
amplio. Aquí hay unas sillas, también de Mies. Sigo caminando y debo
girar a la izquierda, pues he llegado al otro extremo. Un mueble-caja de la
misma madera límpida. Otra cama. Continúo. Giro otra vez a la izquierda
y tomo ese corredor que nuevamente me llevará a donde comencé. He pa-
sado por la cocina. Veo a través de la puerta por donde ingresé. Abro la
que está a mi izquierda. Es un baño. La cierro.
Fotografía 6.
Todos los objetos están aquí como exentos; ninguno puede apoyarse
en los vidrios; percibo que la vocación de este espacio es quedar vacío y el
visitante, deambulando ahí dentro..., y miro el bosque, aunque prefiero
caminar hacia una de las butacas de Mies para sentarme y pensar.
Bonito piso. El mismo aplacado de travertino que hay en el
exterior. Las tolerancias de sus juntas son excepcionalmente pequeñas. El
cielo raso, como en el exterior, también es blanco. A mi derecha hay unas
superficies verticales cuya parte baja ha sido cubierta con placas de
travertino y cuya direccionalidad textural está colocada también en el
sentido horizontal y en su parte alta, con superficies de madera que se
repiten a lo largo del eje horizontal del conjunto. Son los muebles
construidos, como todos los demás acabados de madera, por el emigrado
Karl Freund. El veteado de la madera está en dirección vertical, pero el
ritmo de las placas indica lo contrario. Al centro, una chimenea cubierta
con metal opaco, reflectante. A mi izquierda, las cortinas de seda cruda
shantung y el vidrio. Más allá, el bosque. He evitado verlo hasta este
momento.
No veo puertas ni ventanas. La piel de cristal lo rodea todo. Busco
esqui- nas interiores, tampoco las hay, porque el encuentro de planos para
formarlas está tan minimizado que debo concluir que no existe, además
dos vidrios que se encuentran ortogonalmente, en unión que para ser
apenas insinuada debe recurrir a un débil perfil... me lleva a concluir que
no hay planos. La conti- nuidad del paisaje y del vidrio contribuyen a esta
liquidación de la esquina y del plano envolvente. Si estoy en una casa con
estas «paredes», dudo si estoy realmente «protegido». En el piso se
reflejan el techo, las columnas y los perfiles verticales, reflejos que a esta
hora ya los leo como alusiones directas a la falta de firmeza del piso
donde estoy sentado, donde pienso y donde existo.
La naturaleza representada en el bosque, aquí es más naturaleza, en-
marcada por las láminas y las columnas que, debido al contraste con la luz
del exterior, se tornan oscuras en los bordes. Recorro con mi vista el
horizonte y empiezo a sentirme en una sala de proyecciones
estereoscópicas, en donde me
pasan una película del bosque, a colores, lo veo pero no lo puedo tocar y
cuan- do me calmo y me digo a mí mismo que no es una proyección sino
el bosque, entonces la relación se invierte y me siento, mientras tengo la
seguridad de que estoy siendo mirado por él, de que he llegado a una caja
en donde me encuentro sentado como en una vitrina, para ser mirado por
los ojos de la naturaleza.
Me siento encerrado y me levanto a caminar de nuevo para conjurar
es- tas imágenes. Lo que pasa es que estuve mucho tiempo al sol —me
digo—. Camino pero sigo viendo lo mismo. Una, dos, tres vueltas. Más
vueltas. Vamos. Coloco la silla Mies hacia el interior y dudo sobre si debo
salir de allí o sentarme de espaldas al bosque porque
Fuentes de las
fotografías.
Fotografía 1. «Casa Farnsworth en Illinois (EEUU). Mies Van der Rohe», consulta: [6 de
Marzo de 2013], disponible en: http://www interiorismomdr.com/listado-de-museos-de-diseno-
mas-im- portantes-del-mundo/casa-farnsworth-en-illinois-eeuu-mies-van-der-rohe
Fotografía 2. «Mies Van der Rohe, 41 años después», consulta: [6 de Marzo de 2013],
disponi- ble en: http://arqjohann.blogspot.com/2010_07_01_archive.html
Fotografía 3. «Ludwig Mies van der Rohe y sus obras más importantes», consulta: [6 de
Mar- zo de 2013], disponible en: http://www.elcivico.com/notas/2012/3/27/ludwig-obras-
importan- tes-83866.asp
Fotografía 4. Lynn Becker, «Glass House Struck by Gavel», consulta: [6 de Marzo de
2013], disponible en: http://lynnbecker.com/repeat/Farnsworth/farnsworth.htm
Fotografía 5. Ted Tjaden, «Architecture and the Law (Or an Excuse to Talk About
the Farnsworth House)», consulta: [6 de Marzo de 2013], disponible en:
http://www.slaw. ca/2010/10/06/architecture-and-the-law-or-an-excuse-to-talk-about-the-
farnsworth-house/ Fotografía 6. «Jodlowa House», consulta: [6 de Marzo de 2013],
disponible en: http://bcnpro- yecto.blogspot.com/2012/03/jodlowa-house.html
Fotografía 7.«Ludwig Mies van der Rohe – Farnsworth House», consulta: [6 de Marzo
de
2013], disponible en: http://gunnerarchitect.wordpress.com/architecture/ludwig-mies-van-
der-rohe-farnsworth-house/
Fotografía 8. «Jodlowa House», consulta: [6 de Marzo de 2013], disponible en:
http://bcnpro-
yecto.blogspot.com/2012/03/jodlowa-house.html
Fotografía 9. «About the Modernism + Recent Past Program», consulta: [6 de Marzo de
2013],
disponible en: http://www.preservationnation.org/information-center/saving-a-place/moder-
nism-recent-past/about_mrp.html
Fotografía 7.
Fotografía 8.
Fotografía 9.
8
LA CIUDAD DE LA PRESENCIA:
MEMORIAS, DESEOS Y NARRATIVAS 1
RESUMEN
Todo parecía indicar que el triunfo del capital era incontestable. Fue en-
tonces cuando en los muros de Bs. As. apareció aquel amargo graffiti
que decía: «Capitalismo: tenés los milenios contados», pero, la verdad es
que solo han pasado treinta años para que esta ofensiva esté quedándose
sin piso, sin palabras y sin dinero con respaldo para saciar su codicia.
Las quiebras inmobiliarias y financieras recientes, la emergencia
de nuevos bloques de poder capitalista, el empantanamiento de «la guerra
contra el terrorismo» en Irak y Afganistán, las protestas en Europa contra
los tijeretazos el desempleo y la pobreza, junto al nuevo mapa político de
América Latina, son síntomas del enfriamiento del modelo neoliberal y
de la apertura a una situación incierta, entre cuyas brumas, solo atinamos
a distinguir la sombra de los portaviones norteamericanos y escuchar el
clamor de las mayorías.
La agresividad de este proceso, en efecto, ha tenido y tiene que
apo- yarse en la violencia institucionalizada. El espacio globalizado –
inicialmente un concepto militar–, consolida cada vez más la
militarización del territorio planetario para garantizar la continuidad del
modelo neoliberal y globali- zador. Este giro en el pensamiento y
prácticas militares sobre el espacio es distinto al de los nacionalismos
modernos, pues hoy, la única fuerza militar omnipresente y omnipotente
es la del imperio de las transnacionales, que no tolera otros poderes
alternativos, ni en el tipo de producción, ni en las formas de
representación, ni en las maneras de hacer la guerra.
De esta manera, el fin de los territorios nacionales y de la
soberanía sobre ellos, significó el fin del campo y la ciudad como pareja
espacial del territorio moderno. Han terminado las políticas nacionales,
regionales y lo- cales independientes. De los países va quedando solo el
nombre, más para el espectáculo mediático, turístico o las competencias
deportivas, pues, en el mundo puro y duro del poder imperante ninguno
puede salirse de los guiones «del mercado global», eufemismo de la
neolengua para entender lo que hoy hace funcionar la interconexión
planetaria de las multinacionales.
Cambiadas las formas de producción y de manejo territorial del
mundo, la ciudad moderna entró en una fase distinta, bajo cuyas deter-
minaciones la planificación y el control del territorio favorece el
desarrollo del modelo capitalista «informacional» –o tardío– en donde
una especie de acumulación primitiva permite a los grandes capitales
emprender la renovada conquista no solo del espacio de la ciudad, sino
del planeta.
La emergencia de otras formas expresivas no solo tiene que ver con la na-
rrativa diversa que asoma en los textos críticos, o en las nuevas manifes-
taciones de la literatura crítica que hablan desde la ciudad de la otredad,
sino que dichas manifestaciones surgen en todas las artes para configurar
el paisaje estético y poético de la multitud en el despliegue constituyente
de su tiempo nuevo.
4. EL TIEMPO DE LA
PRESENCIA
Los textos críticos del manejo que se hace de los valores patrimonia-
les de la ciudad de Cuenca del Ecuador, declarada por la UNESCO
«patri- monio cultural de la humanidad» en 1999, me han permitido
demostrar en mi Tesis que, la agresión contra la memoria es también un
hecho an- tiurbano globalizado y, a la vez, que un nuevo tratamiento de
la memoria y del patrimonio, opuestos al olvido intencionalmente
programado, surgen en todas partes. Se trata así de una sensibilidad y
actitud que se opone al futuro con el que los fundamentalistas del
mercado destruyen espacios excepcionales de las ciudades, para exponer
y vender luego sus máscaras mortuorias o réplicas de plástico, vidrio y
cemento.
La presencia, la memoria, la experiencia, el deseo, han demostrado
que son categorías tempoculturales útiles en la lucha por otros tiempos y
otra ciudad. En este contexto, las ideas que he desarrollado en mi Tesis
en pro del patrimonio cultural urbano y arquitectónico han sido
entendidas como parte de la construcción de esa experiencia narrada, que
da espesor al tiempo de los nuevos sujetos históricos en su afán
constituyente de otros espacios y temporalidades.
–Alba Rico,
Santiago
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www.rebelion.org
23-01-2010.
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entrevista a Santiago Alba Rico y debate posterior. Santiago Alba
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2008.
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alainet.org/
active/35579
UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE CATALUÑA
ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR DE ARQUITECTURA
DE BARCELONA
La ciudad de la presencia:
memorias, deseos y
narrativas
Barcelona, 2009
UPC
Imagen de la portada
Emigrante sin papeles salta por encima del “muro de la vergüenza”, en el “lejano
oeste”, por la zona de Tijuana. El muro, pronto alcanzará los 1.126 Km. a lo largo de la
frontera entre Estados Unidos y América Latina. Junto con los de Gaza, Melilla, Túnez,
o los que separan los barrios de Bagdad y los de las urbanizaciones privadas, los muros
son el emblema del urbanismo global. Que separan, es verdad, pero no responden aún
una pregunta fundamental: ¿dónde está el adentro, y dónde, el afuera quedará?
Barcelona, 2009.
9
CUANDO UN HERMANO SE VA
PROYECTO ESCULTÓRICO PARA SUSTITUIR
EL MONUMENTO FRANQUISTA AL CRUCERO BALEARES,
EN SA FEIXINA, PALMA DE MALLORCA
PRIMERA PARTE
CONSIDERACIONES ESTÉTICAS PARA LA INTERPRETACIÓN
DEL CONJUNTO ESCULTÓRICO
IDEAS INICIALES
PRIMER GRUPO DE ACUARELAS
SEGUNDO GRUPO DE ACUARELAS
FOTOGRAFÍAS DEL PROCESO DE ELABORACIÓN DE LA MAQUETA
Detalle de la maqueta
10
LOS AMIGOS DEL GENIUS LOCI 1
RESUMEN
2. LA INTERNACIONAL SITUACIONISTA
(IS)
Paso a señalar líneas de reflexión entre esta teoría crítica del espacio
urbano y el genius loci, a partir de algunas citas de textos situacionistas.
3. EL URBANISMO UNITARIO
2 González del Río Rams, Julio. «Introducción» a La creación abierta y sus enemigos.
Las Ediciones de la Piqueta. Madrid, 1977. Pág.
10.
3 «El urbanismo unitario al final de los años cincuenta», en La creación abierta... 91-98.
sitivo» forjado por la física moderna. Materializar la libertad, es en primer
lugar substraer al planeta domesticado algunas parcelas de su
superficie.»4
Como se puede ver de las transcripciones, la crítica abierta por los situa-
cionistas al urbanismo moderno, amplió las bases para la crítica de las
concepciones que han orientado los discursos sobre el patrimonio urbano
y arquitectónico, los monumentos, sitios y lugares. En dichas concepcio-
nes, como se sabe, aún resuenan los ecos de los llamados «grandes
relatos de la modernidad».
Así, la positivista, sigue viendo el urbanismo y el patrimonio con
ojos utilitarios, y por tanto, un medio de acumulación, de negocios inmo-
biliarios y especulativos, así la crisis de los subprimes («hipotecas
basura») haya echado a perder sus ambiciones. La concepción romántico
naciona- lista continúa abordando el asunto de manera idílica, aunque en
la defensa que hace del patrimonio moviliza fuerzas importantes, pero,
sin que sus discrepancias con la concepción positivista sea lo bastante
crítica. La con- cepción marxista oficial, en este terreno, casi no ha sido
desarrollada8. Han sido más bien ciertos estudios culturales excéntricos
pero que se inspira- ron en esta tradición los que han proyectado luces
importantes al enlazar en sus enfoques los aspectos más progresistas de la
tradición humanista e ilustrada con los pensamientos radicales de los dos
últimos siglos. Lo de Walter Benjamin, por citar un caso, es fundamental.
Sus Tesis sobre la His-
7 El texto completo del Formulario…, en: La creación abierta y sus enemigos, 27-34.
8 Las resoluciones de Anatoli Lunacharsky sobre los bienes culturales de la URSS,
serían una guía práctica que señala el rumbo de esta concepción frente a los temas patri-
moniales. Lo más actual, en cambio, sería el trabajo de Eusebio Leal, quien al frente de
la
Oficina del Historiador de la Ciudad, ha rescatado La Habana Vieja.
toria, permiten desarrollar hipótesis sobre la recuperación del pasado en
función del cambio social9.
Por lo anotado, lo de los situacionistas, adquiere un especial valor,
pues- to que se trató de reflexiones lúcidas como pocas, de artistas
extremos que, para suerte nuestra, se ocuparon del tema de manera
explícita. Los documen- tos que nos han dejado demuestran que la
espectacularidad del urbanismo ca- pitalista no tiene salida ni natural ni
humana, y que, por otro lado, el urbanis- mo burocrático que se practicó
en los países del llamado socialismo real, no se diferenciaba mucho del
anterior ni constituye ninguna alternativa liberatoria.
Con sus visiones sobre el pasado, la historia, la ciudad… los
situacio- nistas aportan temas que a la hora de investigar qué fin ha
tenido el genius loci, son pistas fundamentales. Pero no solamente esto,
sino que con base en dichas conceptualizaciones, ellos desarrollaron una
metodología original para acercarse de manera crítica, práctica y
transformadora, a la ciudad mo- derna y sus elementos.
El mérito situacionista, entonces, radica en haber vislumbrado
rumbos que nada tuvieron que ver con las teorías urbanas relacionadas
con los sistemas productivistas del siglo anterior, con lo cual, la
intelección de la ciudad como hecho criticable, nos permite entender y
abordar el tratamiento de sus aspec- tos, incluidos los patrimoniales, en
función del auténtico cambio del mundo.
El retorno de la utopías al final de la postmodernidad y del
neoliberalis- mo, se da la mano con aquellas y otras tradiciones
contestatarias. Seguramen- te, esta alianza de esos pasados redivivos con
los sueños y deseos de la nueva generación, darán con el paradero del
genio del lugar, del genio de todos los lugares verdaderos e interesantes,
que por ser tales y como ya lo decía Melville,
«no constan en los mapas.»10
11
4. TESIS SITUACIONISTAS :
RELACIONAR CON EL GENIUS
LOCI
9 Páez Barrera, Oswaldo. Con el rostro vuelto hacia el pasado, estudio teórico
rela- cionado con el patrimonio cultural, presentado con motivo del ingreso al ICOMOS.
Quito, abril de 2007. (Ver pág. 63)
10 Moby Dick.
11 Las citas de este numeral provienen del capítulo «Definiciones», en La creación
abierta..., 24-26.
2.- SITUACIÓN CONSTRUIDA:
«Momento de la vida, construido concreta y deliberadamente
para la organización colectiva de un ambiente unitario y de un juego
de acontecimientos.»
3.- PSICOGEOGRAFÍA:
«Estudios de los efectos del medio geográfico, ordenado
conciente- mente o no, actuando directamente sobre el comportamiento
afectivo de los individuos.»
4.- PSICOGEÓGRAFO:
«Que investiga y transmite las realidades psicogeográficas.»
5.- DERIVA
«Modo de comportamiento experimental ligado a las condiciones
de la sociedad urbana: técnica de paso apresurado a través de ambientes
variados. Se usa también, más particularmente, para designar la duración
de un ejercicio continuo de esta experiencia.»
6.- LA TERGIVERSACIÓN
«Se emplea como abreviación de la fórmula: tergiversación de ele-
mentos estéticos prefabricados. Integración de producciones actuales o
pasadas, del arte, en una construcción superior del medio. En este sentido
no puede haber pintura o música situacionistas, sino un uso situacionista
de estos medios. En un sentido más primitivo, la tergiversación en el inte-
rior de las antiguas esferas culturales es un acto de propaganda que testi-
monia la usura y la pérdida de importancia de estas esferas.»
7.- LA DESCOMPOSICIÓN.
«Proceso por el que las formas culturales tradicionales se han des-
truido a sí mismas, como consecuencia de la aparición de medios
superio- res de dominación de la naturaleza, que permiten y exigen
construcciones culturales superiores. Se distingue una fase activa de
descomposición, de- molición efectiva de las viejas superestructuras, que
cesa hacia 1930, y una fase de repetición que domina desde entonces. El
retraso en el paso de la descomposición a construcciones nuevas está
unido al retraso de la liqui- dación revolucionaria del capitalismo.»
9.- ADENDA
9.1.- LA PINTURA DE GIORGIO DE CHIRICO
Guilles Ivain decía que éste artista es «uno de los más destacados precur-
sores de la arquitectura, por haber atacado los problemas de las ausencias
y las presencias a través del tiempo y del espacio.
«Es algo conocido que un objeto, no observado concientemen-
te durante una primera visita, provoca por su ausencia en el curso de
las visitas siguientes, una sensación indefinible: mediante una rectifi-
cación en el tiempo, la ausencia del objeto se hace presencia sensible.
Mejor: aunque permaneciendo generalmente indefinida, si embargo, la
calidad de la impresión varía según la naturaleza del objeto desapareci-
do y la importancia que el visitante le concede, pudiendo ir de la
alegría serena al terror (poco importa que en este caso preciso el
vehículo del estado anímico sea la memoria. No he escogido este
ejemplo más que por su comodidad.
En la pintura de Chirico (período de Les Arcades) un espacio vacío
crea un tiempo muy lleno. Es fácil representarse el futuro que
reservamos a semejantes arquitectos, y cuáles serán sus influencias
sobre las masas. Hoy no podemos más que despreciar un siglo que relega
tales maquetas a pretendidos museos.»12
5. CONCLUSIÓN
presó en esta
entrevista su
antipatía
inequívoca hacia
él:
–En la
identificación
con los
personajes está
buena parte del
interés de la
historia. ¿Vos de
qué lado estás?
Imagen Nº 4.
Le Corbusier en su estudio
de la Rue Sevres –París–
sosteniendo la maqueta
de la Casa Curutchet. Abril
de 1949. Él la proyectó
sin conocer el terreno
pero no desaprovechó
la ocasión para exponer
ante los ojos de América
sus cinco principios de la
arquitectura moderna.
Imagen Nº 5.
El arquitecto Amancio Williams dirigió la construcción de la
Casa Curutchet entre 1949 y 1953.
Daniel Merro Jonhston, quien ha realizado su tesis doctoral
sobre esta obra, demostraría que la participación del
arquitecto argentino es mayor de la que inicialmente se
supuso en la forma final de la Casa.
Entre los problemas que sus dueños le encontraron una
vez que la habitaron, estuvieron la excesiva luminosidad,
la falta de intimidad y la falta de defensas contra las
temperaturas extremas, al punto de vivir en ella solo en
las primaveras y los otoños. (La «hostilidad» de la la obra
de arte moderna, es otra de las características del arte
moderno que, en el caso de las obras arquitectónicas
emblemáticas, se presta a múltiples reflexiones.)
Imagen Nº 6.
Daniel Aráoz en el papel de
Víctor, el vendedor de autos
usados.
Imagen Nº 7.
Sebastián Spregelburg,
en el papel del diseñador
Leonardo Kachanovsky
Hoy, esta aseveración no es novedad, al punto que un icono de la
arquitectura moderna en Nuestra América, como lo es la Casa Curut-
chet, es mostrado en la película como símbolo ideológico del discurso
cultural oficial, algo que en esta ficción se complementa cuando la
casa está al servicio de un fulano que apoya y se apoya en el régimen
que resultó de la consolidación del proyecto imperialista en Argentina
y, más aún, en la prolongación neoliberal del mismo, impuesto por las
sanguinarias dictaduras militares.
El papismo, dicen, siempre suele ser más fuerte entre los fieles que en el
mismo Papa. De este modo, los papistas de estos parajes derivaron, como
siempre, hacia lo grotesco en sus réplicas de las nuevas formas
arquitectó- nicas y su consumo. Es esto lo que muestran en la película
Leonardo y su familia, tan identificados con una manera de ser que en su
artificiosidad, puede ir desde la fanfarronería al miedo, o desde la
hipocresía a la men- tira. Estas aberraciones se potencian gracias al
contraste que surge desde el otro extremo, o nunca mejor dicho: desde el
otro lado del muro, desde donde Víctor, a pesar de su crudeza, muestra
una apabullante autenticidad precisamente en su condición de «vecino
grasa», de porteño barriobajero posiblemente afín al peronismo elemental
o a la hinchada del Boca Juniors. Es un sujeto que con su lunfardo y sus
modos, expresa otra manera de ser, popular y potente que, no obstante, el
director de la obra se empeñó en presentarla despreciable.
THE END
12
DIVAGACIONES EN EL PABELLÓN
DE LA LÍMPIDA SOLEDAD
1. Jorge Luis Borges y Ludwig Mies van der Rohe nacieron el siglo
XIX:
el primero en un año terminado en 9 y el segundo en otro terminado en
6. Cuando nos dejaron, Borges lo hizo en un año terminado en 6 y Mies
en otro, terminado en 9. Estas simetrías deben ser vistas como coinciden-
cias: nada raro, pues cuando nos atrevemos a convocar a la memoria –
otros tiempos–, encontramos allí tantos cuantos nuestros deseos quieran,
o quieran relacionarlos.
Aquí por ejemplo he querido coincidir con Borges y con Mies, por-
que he percibido sus huellas en mis búsquedas sobre el tiempo y los labe-
rintos, sobre los laberintos de tiempo y, el tiempo de los laberintos.
5. Hay otra frase del cuento que deseo consignarla aquí porque
nos servirá en nuestro divagar. Es aquella que alude negativamente a la
con- cepción tradicional del tiempo. Borges, poniendo en boca del
narrador, Yu Tsun, dice: «Todo lo que realmente pasa me pasa a mí», si
no me pasa a mí, no pasa nada y yo sigo como si tal; si yo no tengo la
vivencia de algo sino solo su noticia, yo no he vivido eso y eso no cuenta,
y si en algo cuenta es porque en algo me afecta. ¿En dónde quedan el
pasado y el futuro cuando lo que pasa, me pasa y tengo consciencia de
ello? Pues en lo que llamamos presente o, para andarnos sin ambages: en
mi presencia. (Prefiero usar la palabra presencia en vez de presente, para
librarme de la linealidad tempo- ral a la que nos condiciona la última.)
¿En dónde quedan también el tiempo y los sucesos, cuando lo que pasa,
me pasa?, pues en cada uno de nosotros, en quienes, dada nuestra
irrepetibilidad, es decir, nuestra excepcionalidad o individualidad, lo
interpretamos o lo leemos a nuestra manera. Esto es un apostar por la
singularidad, la subjetividad y la imaginación, contra la supuesta
objetividad de las versiones impuestas que algunas veces abren la puerta
a falsas participaciones colectivas.
¿Qué pasa si invierto la frase y digo que a mí me pasa lo que pasa
real- mente? Este individualismo y subjetivismo no me asusta para nada,
porque ahora –creo, con más fuerza que en otros tiempos–, que lo social
se encarna en otra noción de individualidad en la cual el Romanticismo
ya no se reco- noce, en donde dichos pecados arcaicos, si es que no se han
convertido en méritos, por lo menos han adquirido una dimensión
distinta: no hay sociali- zación si un individuo sufre en su nombre o
sacrifica su presencia, esperan- do el mañana feliz. Para gozar más,
necesito ser más yo, ser más diferente e imprevisto, pues y para poner un
caso, está claro que una criatura goza con otra cuando no son
unisonantes, sino consonantes y libres.
Solo en la muerte ya no pasa nada, por eso hemos dicho que lo que
no me pasa a mí, no pasa. Esto, más que en lo físico es en lo psíquico,
en el plano de la subjetividad, en donde se evidencia con más fuerza. En
este nivel muchas cosas nos afectan en la medida que tenemos conciencia
de ellas, es decir, sin necesidad de que tengamos una experiencia
inmediata y corporal. Y es así como las fantasías, las ficciones, las
alucinaciones, tam- bién son «hechos» (ya lo dijo Althusser en El
porvenir es largo) y, como tales, modifican nuestra vida. Ahora sobre
todo, cuando nuestra subjeti- vidad tiene la posibilidad de vivir un
enriquecimiento inaudito por vías no oficiales, estas afectaciones
adquieren características desconocidas, pu-
diendo decirse entonces que, lo que pasa en el mundo, en mi mundo,
ahora más que nunca me pasa a mí y, sufro, gozo y actúo, impelido por
ese pasar o acontecer interior.
RESUMEN:
La afirmación de Arthur Danto acerca del «fin del arte» se relaciona con
aque- llas que hablaron del «fin de la historia» y del «fin de la
arquitectura». Para con- textualizar el debate observaremos algunas de sus
opiniones al respecto, las cua- les fueron publicadas desde 1965 hasta
mediados de los años noventas del s. XX.
«En 1964, el arte pop, que me estremeció, resultó que me señaló un
camino a la filosofía. Ese año escribí un ensayo, ‘El mundo del arte’, que
suele citarse como un punto de inflexión en el terreno de la investigación
estética.
La pregunta básica era: ¿Cómo es posible que dos cosas se
perciban como iguales y que una de ellas sea arte y la otra no? Tengo la
sensación de que ese es un tipo de pregunta filosófica básica, y creo que
uno puede manejarse con el arte igual que con el conocimiento y la
ética.»1
5 Danto, El final…
6 Heidegger, Martin. El origen de la obra de arte. México, FCE. 1978, pág. 120.
nitivamente superadas, reside en el deber de la inteligibilidad y
comunicación racional basada en límites, reglas y objetivos bien
establecidos, que definen su identidad tal como pasa en las ciencias duras,
los deportes competitivos, el cine y la literatura. Esos límites y reglas fijan
el marco racional que nos permite en- tender el acontecimiento, evaluar su
calidad y establecer cuáles son los actores más dotados. Si borramos esas
reglas y límites ingresamos a la dimensión del absurdo y el sinsentido.»7
2. SOBRE EL FIN DE LA
ARQUITECTURA
Por una parte, la arquitectura moderna que surgió del contexto cultural
oc- cidental, había sido un movimiento internacionalista que en el fondo
pro- puso formas nuevas para una sociedad nueva, no capitalista. Por otra
parte:
Quién mejor que Toni Negri para pintar ante nuestros ojos la situación
que en términos económicos y políticos está en la base interpretativa de
lo que sucede en la cultura arquitectónica del capitalismo tardío:
12 En el comercio de obras de arte por ejemplo, este cambio es satirizado por Da-
niel Pérez (Diez años dominados…) cuando critica a Danto: «La caja (de brillo) de
Warhol es arte, nos dice, porque ‘yo estaba convencido de que era arte’. La otra (la del
supermer- cado) no, y punto. Se trata de la misma lógica que transformó al mingitorio de
Duchamp en una obra de arte: es arte porque lo eligió Duchamp, y Duchamp es un artista
porque convirtió un simple mingitorio en obra de arte. Lo mismo puede decirse de Damien
Hirst: el tiburón es arte porque Hirst lo dijo, y Hirst es un artista porque transformó el
tiburón en arte, y porque el magnate Abramovich pagó por él diez millones de libras.»
13 De AUTONOMÍA, corriente filosófico-política
14 Negri, Reflexiones…
15 Negri, Reflexiones…
16 MULTITUD, en el sentido negriano alude a la sociedad que en el capitalismo
tardío, es explotada en su conjunto por el capital financiero parasitario. Ante esto, dicha
sociedad no necesita del capital y puede, «autónomamente» tomar las riendas del poder.
17 Negri, Reflexiones…
La única forma que tendría la sociedad para salir de este embrollo,
se- gún Negri es la revolución social que imponga el derecho del bien
común y de la producción común de bienes y servicios por sobre el
derecho de la pro- piedad privada y sus garantías estatales. Un regresar
entonces al tapete de la discusión de la necesidad de imponer el valor de
uso sobre el valor de cambio.
Y en arquitectura, un retomar de las viejas memorias y utopías so-
cialistas, en un ejercicio crítico de la creatividad popular artística y arqui-
tectónica, bajo las nuevas condiciones productivas de bienes y servicios,
pero sobre todo de subjetividad.
28 Negri, Antonio. Arte y multitudio. Ocho cartas. Madrid, Edit. Trotta, 2000.
cio continuo el mensaje es claro: más allá del cristal no hay nada más que
lo que el cristal transparenta, o a veces refleja.29
El cuestionamiento de esta situación y la conciencia que se
adquiera de la misma , son un peligro para este lager total.
Esta conclusión incide en las condiciones históricas del arte y la ar-
quitectura oficiales, nos lleva a pensar que desde las fuerzas sociales
fun- damentales y mayoritarias y desde su praxis, pensamiento y
sensibilidad, se orientarán las nuevas formas simbólicas en el espacio, la
ciudad, la ar- quitectura y las artes. Por tanto y en estos sectores sociales,
nada de muerte del arte, de la historia ni de la arquitectura, sino y por el
contrario: vida, alegría y libertad.
29 Uno de los primeros aportes teóricos que hizo referencia esta situación fue el de
Josep Quétglas en: El horror cristalizado. Imágenes del Pabellón de Barcelona, publicado en
esta ciudad el año 1993; y, el último, el trabajo de Antonio Méndez Rubio: La desaparición
del ex- terior: Cultura, crisis y fascismo de baja intensidad, recientemente publicado por
Eclipsados, Zaragoza, 2012.
30 Se trata de un ensayo que el autor lo presentó en 2005 para el Premio Bienal del
Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires, con el cual obtuvo el Primer Premio
en
la categoría «Ensayo Teórico, Investigadores
Independientes».
argumentaciones de Miguez en lo referido a la «desaparición» de lo ar-
quitectónico merecen ser analizadas, no porque compartamos las inter-
pretaciones de dicho «desvanecimiento», sino porque en el mismo se ex-
presaría la «desmaterialización» de una cultura arquitectónica que había
apoyado su desarrollo en variables constructivas y formales más
sólidas y, porque al haber dado todo cuanto podía dar, dicha arquitectura
se disuelve en el aire.
La disolución de aquellos conceptos que durante milenios se tenían
como propios del hacer arquitectónico, se habría producido según el
autor, por la pérdida de la materialidad arquitectónica, la fragmentación
de los elementos constructivos tradicionales y el aparecimiento de las
estructuras biomórficas, lo cual, como dice, serían las pruebas de la
«desaparición a la arquitectura a través de su desvanecimiento.»
Los términos «desmaterialización, fragmentación, transparencia, y
disolución se usan hoy corrientemente para definir edificios, gráficas y
ob- jetos, y se han vuelto características irrenunciables a la hora de
explicar el fenómeno cultural contemporáneo.»(Miguez).
Agregando que:
A estas situaciones tan propias del diseño del presente, las descripciones
positivistas pretenden mostrarlas como novedad, avance y progreso,
como la superación de ese pasado moderno en el que se intuyó y luchó
por un socialismo, al cual, dicha modernidad, para evitarlo y poder
funcionar, no tuvo más remedio que recurrir a las veleidades reformistas
que hoy, para la codicia senil del capital, es un lujo que ya no se puede
permitir.
La autorreferencialidad de las formas arquitectónicas, asociada a la
indefinición e indelimitación, reflejan entonces las mismas cualidades
del capital financiero, también indefinido, inaprensible, viajando en el
ciberes- pacio de un paraíso fiscal a otro, ya no en forma de oro, sino
como cifras abstractas, como datos que con suerte alcanzan tangibilidad
fantasmagó- rica en las burbujas financieras, inmobiliarias, artísticas que
así como se inflan, revientan.
No me parece casual que el lenguaje usado para describir la
aprecia- ción de lo que se ha dado en llamar el fin de la arquitectura,
coincida con el usado para hablar del fin del arte (Danto) y, además, con
los argumentos de quienes hablaron del fin de la historia: «Así, el
Movimiento Moderno como construcción estilística termina de delinearse
alrededor de la década de los sesenta» (Miguez). Esta arquitectura que
habría asomado después del fin de la arquitectura: «no puede sino
mostrarnos un destino que es inexorable, pero a la vez alentador.
Indudablemente ya no podremos mirar a la arqui- tectura con los mismos
ojos que nuestros antepasados. Deberemos sin duda construir nuevos
andamiajes teóricos que nos permita interpretar una cons- tructividad que
se caracteriza por ser en principio, fiel a sí misma.» (Miguez). Y, para
inducir al «pluralismo» del que nos hablaba Danto como resultado del fin
del arte, Miguez también señala que: «lo que es tal vez más subyugan- te
y liberador del momento actual, la aleatoria instauración de modelos y la
innecesaria patentización de una imagen única que se erija en paradigma
de lo que es o debe ser la arquitectura con mayúsculas.»
Después de esto, la reducción de la masa y el tamaño de los ele-
mentos constructivos tradicionales que subsistieron inclusive en el códi-
go estilístico de la arquitectura moderna, al ser sustituidos por pieles de
vidrio y, según hace notar Miguez, por procesos acelerados de
informati- zación que miniaturizan equipamientos y virtualizan procesos
que ocu- paban espacios con volúmenes de dimensiones más o menos
notables, sería otra prueba de que la arquitectura, tal como la
entendíamos antes de estas novedades, ha muerto.
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