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SEC. N. INT. DIA. BAR ASTURIANO.

EUSEBIO-MARÍA

EN LA BARRA, SE ENCUENTRA EUSEBIO, ANIMADO,


CUANDO LLEGA MARÍA DE LA CALLE.

EUSEBIO.
Buenos días, María. Llegas justo a tiempo para
probar mi última creación… Mira, mira que pincho
tengo aquí…

MARÍA.
(Mirando un plato) Tiene buena pinta.

EUSEBIO.
Y muy sencillo de hacer. La clave está en el
pimiento rojo. Sé que a tu madre, lo del pimiento no
le acaba de convencer, pero seguro que le gusta
cuando lo prueba…

MARÍA.
(Misteriosa) Seguro que se lleva una sorpresa…
como yo.

EUSEBIO.
¿De qué hablas?

MARÍA.
Nada, cosas mías.

EUSEBIO.
¿Por qué no lo pruebas? Vas a tener el honor de ser
la primera…

MARÍA.
¿La primera en qué? ¿En ser una imbécil?

EUSEBIO.
María, ¿se puede saber qué te pasa? Y no me digas
que son cosas tuyas, por favor…

MARÍA.
Pasa que me lo tengo bien merecido, por ingenua,
por inocente, por confiada…

EUSEBIO.
O hablas más claro o no entiendo nada.

MARÍA.
¿Para qué quieres entender? Si a ti, en el fondo, te
da igual lo que me pase…
EUSEBIO.
¿Qué cosas dices? Sabes que me importas
muchísimo. Entre nosotros dos hay…

MARÍA.
¿Qué hay? Sólo mentiras y falsas problemas.

EUSEBIO.
Te juro que no comprendo nada.

MARÍA.
(Resopla para tomar fuerzas) Entonces habrá que
empezar por el principio de la historia… ¿Recuerdas
cómo llegaste a este bar?

EUSEBIO.
Sí, una noche del mes pasado. Tu abuelo Pelayo
estaba cerrando el local. Yo le saludé y le dije que
buscaba trabajo…

MARÍA.
Porque eras un recién llegado a la ciudad…

EUSEBIO.
Y me gustaba la cocina. Sinceramente, no entiendo
a dónde quieres llegar a parar…

MARÍA.
¿Por qué elegiste El Asturiano?

EUSEBIO.
Fue una casualidad. Me alojaba cerca y fue el
primer bar que vi abierto. Además, tu abuelo me
pareció muy majo…

MARÍA.
Majo e inocente, ¿verdad?

EUSEBIO.
No entiendo por dónde vas, María.

MARÍA.
Basta ya de fingir. Lo sé todo.

EUSEBIO.
(Con tacto, porque ya sospecha) ¿Qué sabes?

MARÍA.
Eres familia de Ambrosio, el dueño del Cascabel.
Entraste aquí para sabotear nuestro negocio. Tengo
pruebas.
EUSEBIO.
Creo que estás sacando las cosas de quicio…

MARÍA.
Al menos, no lo niegas… Ahora dime, el beso que
nos dimos la otra noche, ¿también fue de mentira?

EUSEBIO.
Sabes que no. Es cierto que soy sobrino del dueño
del Cascabel. Y puede que mis intenciones a la hora
de venir a este bar no fueran del todo nobles… pero
ahora todo es diferente.

MARÍA.
¿Y por qué es diferente si se puede saber?

EUSEBIO.
Porque he conocido a tu familia y no tiene nada que
ver con lo que me explicó el tío Ambrosio… Porque
estoy disfrutando como nunca en la cocina del
Asturiano… y porque me he enamorado
perdidamente de ti, María.

MARÍA.
¿Por qué debería creerte ahora, Eusebio?

EUSEBIO.
No te pido que me creas. Sólo quiero que me des
una oportunidad. Sé que obré mal y, si quieres,
dejaré hoy mismo esta barra y me iré de la ciudad.
Está en tu mano mi futuro.

MARÍA.
No seré yo quien decida. Haz lo que creas que es
correcto. Adiós.

MARÍA SE GIRA PARA MARCHARSE, PERO EUSEBIO


LA FRENA COGIÉNDOLA DEL BRAZO.

EUSEBIO.
Espera, María. Sólo necesito saber una cosa.
Mírame a los ojos y dime que no sentiste nada la
otra noche, cuando nos besamos…

MARÍA.
(Llorosa) Sentí que me volvía a ilusionar por
alguien… Pero la otra noche no es hoy. Todo ha
cambiado.
EUSEBIO.
Tienes razón. Mis sentimientos hacia ti también han
cambiado. La otra noche sentía una ilusión… Hoy
siento amor.

SE MIRAN INTENSAMENTE Y SE VUELVEN A BESAR.

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