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HISTORIAS DIVERTIDAS

DEL MUNDO MAPUCHE


EN LA MEMORIA DE
MARTA PARRA LINCOPÁN
Ficha catalográfica
498 Pozo Menares, Gabriel y Canio Llanquinao, Margarita
899 Historias divertidas del mundo mapuche
en la memoria de Marta Parra Lincopán
Santiago de Chile, Ocho Libros Editores
2017, Primera edición / Ilustrado
120 pp.

HISTORIAS DIVERTIDAS DEL MUNDO MAPUCHE


EN LA MEMORIA DE MARTA PARRA LINCOPÁN
GABRIEL POZO MENARES / MARGARITA CANIO LLANQUINAO
© Gabriel Pozo Menares / Margarita Canio Llanquinao
© Ramón Daza Pilquinao (ilustraciones)
© Ocho Libros Editores
Primera edición de 1.000 ejemplares impresa
en Santiago de Chile en mayo de 2017,
en los talleres de Editora e Imprenta Maval SPA.
Registro Propiedad Intelectual 277.635
ISBN 978-956-335-319-8 (vol. 2)
ISBN 978-956-335-317-4 (Obra completa) Libro impreso en Chile.
Impreso en Chile Apoyamos la industria gráfica
nacional y contribuimos
Edición, diseño y producción a la disminución de la huella
Ocho Libros Editores de carbono en el mundo.

Obra financiada con aportes del Arzobispo Casanova 36,


Consejo Nacional de la Cultura Providencia. Santiago, Chile
y las Artes, a través del Fondo Fono (+056-2) 2 2335 1767
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la Lectura, convocatoria 2016.
Prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio impreso,
electrónico y/o digital, sin la debida autorización escrita de los propietarios del copyright.
HISTORIAS DIVERTIDAS
DEL MUNDO MAPUCHE
EN LA MEMORIA DE
MARTA PARRA LINCOPÁN

Gabriel Pozo Menares


Margarita Canio Llanquinao
ÍNDICE

Agradecimientos  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .   9
Introducción  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .   11

AYEKAN ZUNGU
HISTORIAS DIVERTIDAS
DEL MUNDO MAPUCHE

Presentación de Marta Parra Lincopán  .   35


Pisüllmawlle, Konküllmawlle
y el Viejo Latrapai  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .   39
La fiesta de los ratoncitos el día
de San Agustín  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .   57
El zorro que subió al cielo y que
revivieron en la tierra  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .   65
Papelillo: el joven que se
emborrachó para Wetripantu  . . . . . . . . . . . . .   93

Álbum fotográfico (Año 2016)  . . . . . . . . . . . . . .   107


Dedicado a Segundo Aninao Parra (1936-2012),
esposo de Marta Parra Lincopán, con quien com-
partió cotidianamente estas historias divertidas.
AGRADECIMIENTOS

La presente publicación ha sido posible gracias


al apoyo incondicional que hemos recibido de Raúl
Fernando Aninao Parra, hijo de Segundo Aninao
Parra y Marta Parra Lincopán. Una vez fallecido
su padre, tomó la decisión de regresar a sus tierras
de origen; y aunque acompañando a su madre,
dejó su trabajo y familia en la capital (Santiago
de Chile). Nos ha permitido trabajar en su hogar,
conversando durante largas horas. Autorizó un
riesgoso viaje a La Paz, Bolivia, aun sabiendo que
su madre ya había sufrido un infarto. Nos aconse-
jó, participó en la toma de decisiones editoriales,
seleccionó algunas de las historias divertidas, nos
cocinó exquisitas comidas que eran verdaderas
artes culinarias mapuche. En la práctica, fue un
verdadero integrante del equipo.
Desde el punto de vista financiero, agradecemos
al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, a

9
través de FONDART y su concurso Fondo del
Libro. De la misma manera –en el proceso de pos-
tulación a estos fondos públicos– reconocemos el
apoyo brindado por Pablo Palet Araneda, director
de la Cátedra Fray Bartolomé de las Casas, de la
Universidad Católica de Temuco.
Hacemos un homenaje especial a Marta Parra
Lincopán, quien durante años ha compartido las
historias que se conservan en su memoria. Aunque
en esta oportunidad solo se publica una mínima
parte, es de esperar que con el avanzar de los años
aparezcan nuevos volúmenes.
Finalmente, queremos hacer una mención es-
pecial a todo el equipo de Ocho Libros Editores,
especialmente a Florencia Velasco y a Edison Pérez,
quienes lograron crear una verdadera obra respe-
tuosa con las lenguas de los pueblos originarios,
en este caso, el mapuzungun y, específicamente,
los ayekan zungu.

Gabriel Pozo Menares / Margarita Canio Llanquinao


Lof Kusako - Temukomapu
Verano de 2017

10
INTRODUCCIÓN

Ayekan: bajo esta denominación se alude


a instancias de hacer bromas o chistes, en
una conversación informal [...]. Por otro
lado, se dan ayekan más acotados en tramos
de las secuencias, en los que se provoca a
menudo risas de complicidad entre los
hablantes, seguramente por estar actuali-
zando sentidos connotativos alternativos
de las emisiones referenciales.
(Malvestitti 2005: 22-23).

Segundo Aninao Parra (1936-2012) fue un


educador tradicional mapuche que trabajó durante
varios años para la carrera de Educación Intercul-
tural en la Universidad Católica de Temuco. Fue
profesor, maestro, un verdadero “kimeltuchepelu”.
Enseñaba y compartía sus conocimientos, reci-
biendo pacientemente a profesores y estudiantes.
Vivía en el sector Llamuco Bajo (Lof Llamüko)
–en las cercanías de la localidad de Cajón–, donde
se dedicaba a las tareas propias del campo: criar
animales, sembrar cereales y hortalizas, plantar y

11
cuidar árboles frutales, entre tantas otras activi-
dades cotidianas.
En la primera visita que realizamos a su hogar,
el día lunes 8 de septiembre de 2008, tuvimos la
oportunidad de conocer a su esposa, Marta Pa-
rra Lincopán. Fue el momento de presentarnos
mutuamente, saber quiénes éramos, nuestros
lugares de procedencia. Conversamos sobre una
diversidad de temas, entre los cuales surgieron
las historias que durante años ha cultivado en su
memoria. Esto provocó que hasta altas horas de la
noche estuviésemos compenetrados escuchando
un profundo y detallado repertorio.
Le preguntamos por el origen de estos conoci-
mientos, a lo cual respondió:

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Inche ta ni awelu ta ni El abuelo de mi padre,
chaw, fei chi p’tache rume ese anciano, sabía mucho so-
kimii ta kuifike zungu. bre el conocimiento de antes.
Welulnamunkunukii fei ta Cruzaba sus pies y se ponía a
kontakii. Inche kai ta müna rememorar. A mí me gustaba
küpakimken ta ti femechi mucho aprender de esa manera.
ka. Ramtuke’ ¿chumngechi Yo preguntaba ¿cómo es eso,
tchatcha? pikefin; ¿ka chem?; abuelito?, le decía; ¿qué más?; y
fei kai ¿ka chumechi? “Ya, fei eso, ¿cómo es? Entonces él decía
piayu, ngütramkaayu” pikii. “ya, te voy a contar la historia”.
Femechi mu ngütramkakii Así es como conversaba y de
y femechi mu ta kimün ka, esa manera aprendí; si no, no
sino kimlaafun ta ka. hubiese aprendido nada.

La importancia de abuelos y abuelas para la


socialización de tradiciones orales es determinante.
Es el factor que permite remontarse hacia el pasado
para imaginar la cantidad de generaciones a través
de las cuales han sido transmitidas las historias
(Vansina 1966 y 1985). En este sentido, valorar
esas referencias, verdaderas “fuentes primarias”,
se ha considerado como el punto de partida para
esta obra.

13
A continuación presentamos un breve esquema
genealógico para reconocer de mejor forma a las
personas con quienes se relacionó y educó Marta
Parra Lincopán.
Escaparon Escaparon
desde el desde el
Waizüfmapu Pikunmapu
(Argentina) (Victoria-Ercilla)

Desaparecidos en
Gringa Llamngen Kuana tiempos
Linconao de ocupación del
Cautiva Millaweke Colihuinca
territorio mapuche

Ambrosio Malgarita Juan Leftupi


Parra Millaweke Lincopán Levío
Linconao Colihuinca

Juan Francisca
Parra Lincopán
Millaweke Levío

Marta Parra Francisco Fresia


Lincopán (hermanastro) (hermana
(hermana menor)
mayor)

La historia que permite comprender el origen


de su crianza con los abuelos se remonta a la
ocupación del territorio mapuche al sur del río

14
Biobío, que se efectuó desde el año 1835 en ade-
lante (Saavedra 2009: 264), teniendo su mayor
impacto en 1883, momento en que se produce
una definitiva expropiación por parte de los Es-
tados de Chile y Argentina –entre otras agencias
particulares–, actos que en la actualidad incluso
se analizan como procesos de genocidio (ver, entre
otros: Bengoa 1980; Pinto 2003; Portales 2004;
Delrio 2005; Pérez 2011; Lenton 2014).
Fue en este contexto que Francisca Lincopán
Levío perdió a sus familiares (padre y madre) y
fue adoptada por Llamngen Millaweke (el abue-
lito que cruzaba sus pies para contar historias).
De esta manera, los recuerdos de Marta Parra
Lincopán hablan de tres personas importantes en
su aprendizaje: su bisabuelo Llamngen, su abuela
Malgarita y su madre, Francisca. Kuana, esposa
de Llamngen, era más bien reservada, poco con-
versadora, pero hacía aportes certeros en relación
con las conversaciones escuchadas.
Clarificar de mejor manera estos antecedentes
históricos requeriría de una completa búsqueda, lo

15
cual escapa a la presente propuesta. Sin embargo,
lo que deseamos enfatizar son las circunstancias
emocionales que le permitieron a Marta Parra Lin-
copán tener semejante dominio de conocimientos
culturales mapuche, lo que en gran medida es
consecuencia de todo aquel pasado familiar.

*
*  *
*

Haciendo lectura de algunos documentos,


encontramos una historia contada por Marta
Parra, registrada con el título “Xoflu ga Ruka”
(explosión de la casa). Este descubrimiento fue
fruto de un trabajo universitario realizado por
Domingo Colicoy –en aquel entonces estudiante de
pedagogía– y presentado para una asignatura que
impartía el profesor Desiderio Catriquir. Como
suele ocurrir en el ámbito académico, parte de ese
informe fue reproducido en un “artículo científico”
cuya autoría les corresponde a Catriquir y Durán

16
(2005); tres años después, Colicoy (2008) lo hace
público a través de un escrito sobre vegetales en
el mundo mapuche.
Lo expresado anteriormente es un comporta-
miento criticado en los últimos años, tanto por las
organizaciones mapuche como por los comités de
ética formados al interior de las universidades. En
este caso, Marta Parra nunca fue informada de que
su conversación había sido publicada; incluso más,
esa versión no corresponde a la ofrecida por ella,
sino que fue modificada para otorgarle perspectiva
cosmogónica, intentando justificar el origen del
Universo –una interpretación sobre el ‘big bang’–.
Hemos intentado reparar esta situación a tra-
vés de un libro bilingüe e ilustrado, en el que se
incluye la narración original de “kushepapai ñi
ruka: la casa de la anciana” (Pozo y Canio 2014:
134-143), esta vez con la debida autorización de
su autora, que incluso fue quien presentó la obra el
día de su lanzamiento. De forma complementaria,
se elaboró una adaptación pensada para niños y
niñas titulada “La casa donde habitan Cherrufe,

17
la Luna, el Sol y el Lucero”, incluida en el libro La
tierra del cielo (Montecino e Infante 2013: 56-69),
con la finalidad de difundir algunos mitos que
existen en torno a los cuerpos celestes.
La situación descrita en los tres párrafos que
preceden, nos hizo pensar sobre la utilización del
conocimiento de los pueblos originarios y la forma
en que constantemente se niega o manipula la
autoría que les corresponde. Surgieron así varias
preguntas: ¿Cómo valorar y validar a las personas
que con tanto esfuerzo y cariño nos brindan sus
conocimientos? ¿Cuáles serían los procedimientos
más adecuados para reconocerles su autoría, sin
deformar ni modificar las narraciones originales?
¿Qué tipo de tradiciones orales pueden ser difun-
didas hacia la sociedad en general y cuáles deben
mantenerse en la intimidad familiar?
No basta con agregar el nombre, lugar de resi-
dencia y fecha de entrevista al momento de reco-
nocer el aporte de estas personas, sino establecer
un diálogo para tomar decisiones conjuntas. Estas
fueron las reflexiones que guiaron el proceso de

18
construir esta obra, cuyas características se pre-
sentan a continuación:
Entre las narraciones que destacan en el mundo
mapuche están los ayekan zungu, historias divertidas,
alegres, chistosas, picarescas. Hemos seleccionado
especialmente este género con la expectativa de
difundir un tema novedoso, poco divulgado en
publicaciones previas.
El primer libro, cuyo título es Ayekan zungu:
kiñeke ngütram ayiwtupiwkeal (algunas conversa-
ciones para alegrar el corazón), está escrito ínte-
gramente en la lengua originaria –mapuzungun– e
incluye un disco compacto que permite escuchar
estas historias. Los derechos de autora de todo
este material –libro monolingüe y cada una de las
pistas del audio– le pertenecen exclusivamente a
Marta Parra Lincopán.
En un segundo libro (este que el lector o la lectora
tiene en sus manos) se publica la traducción, con
arreglos de estilo, con el propósito de conseguir
una lectura fluida. Este texto se titula Historias
divertidas del mundo mapuche en la memoria de

19
Marta Parra Lincopán, y reconoce también la autoría
de quienes mediaron en su elaboración (trabajo
en terreno, grabación, transcripción, traducción,
edición, escritura de la introducción, creación del
álbum fotográfico, entre otros).
Ambos volúmenes, junto con el disco com-
pacto, conforman una edición que propicia el
aprendizaje de la lengua mapuche, pues ofrece el
texto en versión bilingüe además de la grabación
en mapuzungun.
En síntesis, y haciendo una relación con la
idea de “metodología”, hemos asumido una pos-
tura paradigmática participativa (Guba y Lincoln
2012), que otorgue relevancia a la autora como la
principal poseedora de conocimientos, respetando
sus propias categorías y narraciones al momento
de generar el estudio. Esto implicó la realización
de un trabajo extendido, iniciado el 2008 y que
prosiguió hasta la actualidad. En estos ocho años
se generó la confianza necesaria para proponer
la elaboración de una obra en conjunto, realizar
grabaciones, sugerir y revisar transcripciones y tra-

20
ducciones. Más aún, este trabajo fue presentado en
las Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana,
realizadas en La Paz, Bolivia, en agosto de 2016
(ver anexo fotográfico al final de este volumen).
En esta oportunidad, más que imponer una
temática o utilizar pequeños fragmentos para
complementar otras publicaciones, la principal
finalidad fue distinguir a una de las más destacadas
narradoras de la sociedad mapuche actual.

*
*  *
*

Los antecedentes bibliográficos que abordan la


idea de folclore, tradición oral, literatura oral y/o
géneros discursivos, se conocen desde la llegada
de los conquistadores en el siglo XVI. Algunos
cronistas recopilaron diversas expresiones que
daban cuenta de sus ‘mitos’, aunque solían ser
despreciados por su carácter idólatra. Solo como un
ejemplo, se puede mencionar el trabajo realizado

21
por el padre Diego de Rosales (1877), que delata
un sinnúmero de prejuicios, tales como ausencia
de historias y memorias de la antigüedad; vanas
fábulas del origen de los hombres; errores acerca
del diluvio (para más detalles, ver Carrasco 1986).
En este sentido, y considerando que los textos
fueron escritos exclusivamente en castellano, se
trata de empeños poco fructíferos para comprender
aquellas narraciones del pasado.
No es sino hasta fines del siglo XIX cuando el
lingüista Rodolfo Lenz (1895-1897) inaugura los
estudios “folclóricos”, identificando diversos tipos
de tradiciones mapuche, tales como cuentos de
animales (epew), canciones (ül o ülkantun), cuentos
históricos (ngütram). En este caso se da relevancia
tanto a la lengua como a las personas que aportan
con sus “dictados a la pluma”, dedicando un libro
exclusivo para los testimonios de Kalvun Segundo
Jara (Lenz 1896).
Esta misma metodología comienza a ser em-
pleada por otros autores, como Félix de Augusta
(1910 y 1934); Tomás Guevara (1911); Manuel

22
Manquilef (1911); Ernesto de Moesbach (1930);
Sigifredo de Frauenhäusl (1942-1945); y la re-
cientemente publicada obra póstuma de Robert
Lehmann-Nitche, original de los años 1898-1926
(Canio y Pozo 2013). En todos estos libros, que
son volúmenes bastante extensos, además de com-
pilar los mencionados epew, ngütram y ülkantun,
se agregan experiencias de vida, autobiografías,
formas de construcción, preparación de alimentos
y características de los rituales. De alguna manera,
aquí se encuentran las bases del modelo de trabajo
en torno a las lenguas originarias y la valoración
de sus narradores, entre los que se encuentran
Domingo Segundo Wenuñamco, Pascual Segundo
Painemilla, Lorenzo Koliman, Ramón Lienan,
Pascual Coña, Katrülaf, Nawelpi, por mencionar
algunos.
Entre los años 1930 y 1940 declina este tipo
de estudios. Se cumplía con dejar evidencias de
una lengua que –supuestamente– se extinguiría,
quedando algo así como un cadáver sobre el cual
podrían seguir trabajando otros interesados en el

23
tema (Pavez 2015). De hecho, es desde este mo-
mento que surgen otras metodologías de análisis,
generándose antologías de cuentos escritos solo en
lengua castellana. En esta dirección destacan los
trabajos de Berta Koessler-Ilg (1954 y 1962); la
compilación que desde fines del siglo XIX venía
desarrollando Sperata de Saunière (1975), Yo-
lando Pino (1987) y César Fernández (1989). La
mayor parte de esta literatura presenta una cierta
ambivalencia en el reconocimiento de la autoría
de quienes realizaron las narraciones y, en varias
oportunidades, hacen una recomposición, adap-
tación y hasta cambios de versión con el propósito
de darles mayor belleza.
No obstante, desde la década de 1980 y hasta
la actualidad, se desarrollan investigaciones situa-
das desde posiciones disciplinarias, tales como
la Lingüística y la Antropología. Reaparecen las
producciones en perspectiva bilingüe, ya sea en
doble columna, línea intercalada o aquellos que
transcriben íntegramente la versión en lengua
mapuche, para luego traducirla literalmente y

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finalizar con una versión interpretativa (ver, entre
otros: Sánchez 1989; Kuramochi 1991; Salas 1992;
Malvestitti 2005; Golluscio 2006; Schindler 2013).
Estas tienen la ventaja de actualizar y demostrar
la vigencia de manifestaciones verbales. La obra
de Gilberto Sánchez (1989, 1996, 2001-2002,
2003-2004, 2014) destaca por relevar en profun-
didad los conocimientos de la familia Naupa, en
la comunidad pewenche de Cauñicú. Mientras
que Helmut Schindler (2004, 2006, 2013) hace
un estudio de comunidad más extenso, relevando
las tradiciones orales de varias familias en un am-
plio sector territorial de la comuna de Melipeuco.
Sin duda que estas son las aproximaciones más
sistemáticas, cuyo trabajo de terreno se extendió
durante varios años.
Un detalle importante de destacar es la pro-
ducción propia que han realizado algunos autores
de origen mapuche. Entre ellos Martín Alonqueo
(1979), en la que rememora las tradiciones religiosas
que ha vivido; y aunque se critique la traducción
española por estar influida fuertemente por el

25
lenguaje religioso católico, son las versiones en lengua
mapuche las que permiten comprender a fondo las
creencias y formas de realización de rogativas. Con
posterioridad a esto, viene una seguidilla de pequeños
libros publicados por la Editorial Küme Dungu,
entre los que se encuentran Victorio Pranao (1987),
Segundo Llamín (1987), Pedro Aguilera (1987),
José Blanco (1988), Eleuterio Cayulao (1989). Estas
son memorias locales obtenidas gracias al trabajo
con personas y familias, cuya principal finalidad fue
evidenciar la vigencia del idioma y su aprendizaje.
Estos autores y el impacto que generaron sus obras
en el contexto regional sería un excelente tema para
profundizar en futuros trabajos relacionados con
la tradición oral.

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*  *
*

Considerando la revisión bibliográfica presentada


anteriormente, se identifican varios temas poco

26
desarrollados. Si bien usan testimonios compila-
dos en terreno y la mayoría de los “informantes”
están citados correctamente, en ninguna obra se
les ha brindado la posibilidad de presentarse como
autores o coautores formales. Por otra parte, en
ellas no se incluyen narraciones originales en for-
mato de audio (solamente para las canciones se
ha considerado esta modalidad), lo cual dificulta
conocer las características estéticas y lingüísticas de
los diálogos. Finalmente, ninguna se ha dedicado a
conocimientos sicalípticos, picarescos, humorísti-
cos; en fin, que alegren y diviertan mucho a quien
tenga el gusto de leer –y de escuchar– aquello que
en lengua mapuche se denomina ayekan. En ese
sentido, la propuesta creativa que planteamos en
la presente obra intenta avanzar en torno a estas
discusiones, aunque siempre con la intención de
posicionarse en el ámbito de las narrativas y las
tradiciones orales.
Para ello se compilan cuatro historias divertidas
contadas por Marta Parra Lincopán. La primera
se titula “Pisüllmawlle, Konküllmawlle y el Viejo

27
Latrapai”, y es considerada un clásico, ya que ha
sido estudiada por varios autores y autoras (Lenz
1895-1897: 225-234; Saunière 1975: 199-206;
Augusta 1910: 104-118; Augusta 1922: 386-392;
Lehmann-Nitsche 1929: 52-53; Golbert 1975;
Salas 1992: 237-246; Koessler-Ilg 2006: 117-125).
En la versión publicada en el presente volumen
hay coincidencias con las otras, en tanto Latrapai
tiene dos hijas y cada una de ellas, un novio. Estos
deben ‘jugársela’ por convencer al futuro suegro,
para lo cual cortan un árbol grueso con hachas que
caen del cielo. Al mismo tiempo, contiene otras
situaciones relacionadas con temas sexuales no
observados en las referencias previas. Es una “seña”
que tiene el viejito: ¡la picazón de sus testículos!,
indicación de que sus hijas están haciendo el amor
con sus todavía no formalizados novios.
La segunda historia lleva por título “La fiesta de
los ratoncitos el día de San Agustín”. En el mundo
mapuche actual, el día 28 de agosto es muy respe-
tado, se destina exclusivamente para descansar y,
por sobre todo, está prohibido trabajar. La gente

28
expresa que cualquier actividad puede traer una
consecuencia fatal: la llegada de los ratones para
comérselo todo. Por ejemplo, cuando una mujer
trabaja en su telar, lo más probable es que estos
roedores devoren parte del tejido. En esta narración
se propone la explicación de este fenómeno, ya
que es el día elegido por los ratoncitos para hacer
sus fiestas, emborracharse y saborear todo lo que
roban. No les gusta para nada ser interrumpidos.
Buscando relaciones sobre esta interpretación,
se ha encontrado una creencia de los mineros de
Lota, en la Región del Biobío (Plath 1998: 33).
El 28 de agosto –día de San Agustín– es el “día de
los ratones”; animales muy importantes, ya que
anuncian los derrumbes. Si algún minero llegase
a trabajar ese día, su vestimenta sería devorada.
La tercera historia, “El zorro que subió al cielo
y que revivieron en la tierra”, también es un clá-
sico del mundo andino al que se han dedicado
capítulos enteros (Itier 2007: 107-123), presente
desde la zona quechua en el Cuzco. La versión
de Marta Parra Lincopán nuevamente ofrece

29
una variedad de detalles, tales como la forma en
que se organizan las aves y animales para realizar
ceremonias –calcadas a las de los seres humanos–,
y, al igual que con el Viejo Latrapai, aparece en
ella una arista sexual. Finalizada la ceremonia, el
zorro, que ha bebido chicha en exceso, se encuentra
completamente borracho. Quienes lo encontraron
tirado le jugaron una broma, dejándole pegada a
su cuerpo una rama de árbol que tenía figura de
mujer, con sus dos piernas (y en el medio la parte
“suave”) y sus dos pechos, que eran los nudos de
la madera. Entre despierto y dormido, el zorro no
dudó en intentar conquistarla.
La última historia ha sido titulada “Papelillo:
el joven que se emborrachó para Wetripantu”.
En la actualidad, el día 24 de junio de cada año
es la conmemoración del “regreso del Sol” y, por
tanto, el nacimiento de un nuevo ciclo (Pozo y
Canio 2014: 108-112). Es el momento en que se
visitan los familiares, celebran, preparan comidas
tradicionales y se bebe mucha chicha de manzana.
Papelillo es un jovencito que fue abandonado por

30
su familia y criado por otras personas. Junto a ellas
encontró la felicidad, cariño y acogimiento. Pero
este día de Wetripantu bebió en exceso y comenzó
a hacer locuras: se puso un sombrero de caca de
vaca, espuelas de cardo, botas de cuero de caballo
y manta de cuero de vaca. Así ataviado andaba
molestando a todos junto a su caballito de coligüe.

*
*  *
*

Hemos repasado en estas páginas –aunque sin


un orden determinante– gran parte de los funda-
mentos que han permitido construir la presente
obra, desde la vida familiar de Marta Parra Lin-
copán, breves apuntes teóricos sobre la ‘tradición
oral’, una revisión y discusión bibliográfica, para
finalmente identificar el problema y su respectiva
propuesta metodológica. Sin duda que esto puede
complementarse y ser aumentado, considerando
que en los últimos años son variados los estudios

31
que emergen intentando rescatar y valorar el pasado
y presente de los pueblos originarios.
Como nunca antes se observan agrupaciones de
diversos orígenes que se organizan para aprender la
lengua mapuche. Se han creado academias locales;
asociaciones autogestionadas; se ha incorporado
como asignatura en jardines infantiles y escuelas y
hay municipios y regiones que la están oficializando.
Podría decirse que estamos frente al inicio de un
proceso de relevamiento y revitalización en el cual
vale la pena participar, para lo cual aportamos en
la vía de la documentación lingüística.
Siendo así, es de esperar que el esfuerzo plasmado
en estos dos volúmenes, además de los archivos
sonoros que se incluyen, tenga una buena acogida.
Deseamos que todas las personas –de cualquier
edad, en cualquier parte del Wallmapu– puedan
disfrutar, reírse y divertirse gracias a estas historias
contadas por Marta Parra Lincopán al estilo de
ayekan zungu.

32
AYEKAN ZUNGU
HISTORIAS DIVERTIDAS DEL MUNDO MAPUCHE
PRESENTACIÓN DE MARTA PARRA LINCOPÁN

Mi nombre es Marta Parra Lincopán, vivo en


el territorio de Pirkumche. Me ha correspondido
dar a conocer, enseñar y conversar un poco sobre
las historias antiguas, de lo que aún me acuerdo,
aquello que me contaban mis antiguos y que por
las noches aprovechaban de transmitir. Contaban
piyam [narraciones míticas], lo que ocurrió y lo que
ellos vivieron. Si lo pasaron bien o mal, todo eso
lo conversaban. Eso es lo que alcancé a conocer.
Como ya lo había dicho, antes me gustaba
aprender, escuchar aquellas conversaciones, eso
que llaman epew [cuentos de animales], así como
también los temas antiguos, las cosas buenas y
malas que se vivieron, eso es lo que yo escuchaba
a los ancianos. Le preguntaba a mis abuelos por
línea paterna, al ancianito, a mi anciano que cre-
ció entre nosotros, mi abuelo [abuelo materno de
mi padre], a ellos los alcancé a conocer un poco;

35
aunque a todos no los conocí en persona, pero sí
tuve conocimiento de ellos. Yo aprovechaba de
conversarles, de escucharlos, eso es lo que yo tengo
ahora, lo he grabado en mi cabeza, lo aprendí;
afortunadamente tengo buena memoria, todo eso
he aprendido, lo que no estaba escrito en ninguna
parte, era solo el conocimiento que después fue
transmitido por medio de la conversación; y de
esa misma manera yo también traspaso lo que he
aprendido, lo que ellos me decían, mis ancianos
de antes, el abuelo, el bisabuelo. No los nombraré
a todos ya que podríamos alargarnos mucho con
este asunto.
Ahora vamos a presentar las historias que aquí
se incluyen. Primero está el “gran hombre”, un
rico llamado Latrapai. Se ha agregado porque es
muy interesante, es la historia que más llama la
atención, podría decirse que es uno de los temas
más antiguos. Luego están los ratoncitos que hacen
su fiesta; deben saber que todos los animales tienen
fiestas. Ellos celebran en la fecha de San Agustín
–28 de agosto–, aunque los mapuche le dan su

36
propio nombre; cuando ellos celebran, reúnen
todo tipo de comidas. Posteriormente está el zorro
que fue al cielo, ya que fue invitado por el jote,
ellos dos son primos. Entonces dicen que al jote lo
invitaron al cielo, le pidieron que llevara a alguien
que supiera tocar la pifilca, para que hiciera el baile
purun, eso le dijeron. “Llevaré a mi primo, él es
un hombre muy habiloso, sabe tocar la pifilca, es
muy resistente para hacer el baile purun, de todo,
a ese lo llevaré como compañero”, decían. Así fue
como subieron allá, al cielo, lo fueron a pasar muy
bien. Finalmente, está aquel que en castellano se
llama “Papelillo”, ese es similar a un animalito
despreciado que quedó sin padre ni madre, pero
que luego fue criado por otros familiares. Se le
dedica una canción en la fecha de San Juan, eso
lo cantan las personas mayores, ancianas. Entre
ellos se visitaban y aquel que le llaman “Chacha”
o “Papelillo” sale a recorrer y a comer, visita a sus
parientes montado en un caballo de coligüe, eso
cuentan, que salía con su caballo de coligüe, ese
es un cuento, así lo hacían, van a saludar a toda

37
su gente el día de Wetripantu, Año Nuevo que
se dice en castellano. Y se abrazan, se saludan, los
mapuche también hacían eso antiguamente, en
fechas de Wetripantu, el día de San Juan, se iban
a saludar, se iban a ver. “¿Y cómo han estado?”, se
preguntaban todos los que se visitaban.
Esperamos que salga bien, porque nosotros
estamos rememorando los temas que son anti-
guos, que les llaman piyam. Pero antes todo esto
era verdadero, eran historias ciertas, es porque los
mapuche tenían mucha sabiduría, no realizaban
actividades que carecían de sentido, no aprendían
desordenadamente, no hacían las rogativas porque
se les antojaba. Este libro lo queremos presentar,
pidiendo que todo salga bien, ya que de esa manera
tendrá un buen fin y será de interés.

Marta Parra Lincopán


Lof Pirkumche - Llamükomapu
Verano del 2017

38
PISÜLLMAWLLE, KONKÜLLMAWLLE
Y EL VIEJO LATRAPAI

Marta Parra: Usted va a conocer quién es el Viejo


Latrapai, las cosas que le dicen, el lugar de donde
es, todo eso.
Gabriel Pozo: Esas son las cosas que yo no
conozco.
Marta Parra: Eso lo vas a conocer ahora.

Bueno. Latrapai se le nombraba a un hombre


gordo que vivía por ahí arriba, no sé si será para
el lado de Vilcún, eso, más no alcancé a conocer.
Decían que vivía hacia arriba, un hombre gordo,
ancho. Se decía que tenía muchas riquezas, muchas
tierras, muchos animales y vivía muy holgado.
Dicen que le decían “Latrapai”, un hombre ancho,
un hombre gordísimo, no era tan alto pero se veía

39
ancho, era un hombre grueso. “Tiene una espalda
grande”, se decía de él.
Latrapai tenía dos hijas, cuyos nombres no
me los contaron. También él tenía un joven que
le llevaba los mensajes. Latrapai era un hombre
demasiado acaudalado que tenía de todo y disponía
en gran parte del territorio.

También tenía algo, eran unas premoniciones que


le daban. Conocía de antemano cualquier cosa que
iba a suceder, sabía de antemano todo lo que podría
llegar a pasar. Cuando se acordaban mal, él ya lo
sabía; cuando se acordaban bien, también lo sabía,
cualquier cosa que se recordaran de él. Cuando le
decían “le vamos a hacer alguna maldad”, él ya lo
sabía. Entonces le llegaba el anuncio sobre lo que
le iban a hacer, cuando lo iban a visitar, cuando
iba a tener una visita de otro lugar, las personas
que llegarían y que lo iban a ver. Entonces él lo

40
sabía todo. Cuando alguna persona llegaba a su
casa, él ya lo sabía de antemano.
La cosa es que este hombre tenía dos hijas.
Mientras que él vivía cerca de la entrada de su
campo –en el límite de su tierra–, sus hijas vivían
apartadas, hacia abajo tenían su casa, en el lugar
donde había un camino, una especie de “callejón”,
en esa parte vivían sus dos hijas. A esas mujeres
las cuidaba a través de un mensajero que Latrapai
tenía en su casa, lo enviaba constantemente para
vigilar a las dos mujeres. Dicen que ellas se dedi-
caban solo a tejer en sus telares, ese era el trabajo
que tenían. Tejían de toda clase de ropas, frazadas,
alfombras, ese es el trabajo que tenían. Entonces
el mensajero, que era un hombre joven, ese era
el zorro. El zorro era la persona que enviaban, el
que andaba vigilando, ese era el zorro. ¿Ustedes
han conocido al zorro, a ese que lo mandaban?
El zorro siempre participa en los cuentos epew,
ese es el mensajero. Él es muy inteligente, sabe
mucho, tiene conocimiento de las cosas que debe
decir, sabe andar en cualquier parte y también es

41
alentadito. Cualquier cosa que se tenga que hacer,
él siempre está preparado para ir. Si le dicen “vas
a ir”, él enseguida va, nunca dice “no voy a ir”,
enseguida va. Ese zorro es el que constantemente
iba a vigilar a las dos mujeres, para observar qué
estaban haciendo. “Tienes que ir a verlas”, le decía
el Viejo Latrapai.

Entonces dicen que ese hombre ancho, del


que estamos conversando, tenía su premonición.
Dicen que él ya sabía que esas dos mujeres –sus
hijas– tenían üñam. Üñam significa en castellano
lo que hoy en día se conoce como ‘pololo’, ese es
el üñam, el novio. Entonces, cuando llegaron esos
novios a la casa de sus hijas, el Viejo Latrapai supo
enseguida. En cuanto llegaron, inmediatamente
tuvo la premonición. Entonces dicen que tenía una
señal, ¡le picaban mucho sus “varoniles”! ¡El coso!
¡Las bolsas! Sí, eso, las bolsas, eso le picaba mucho.

42
Entonces, dicen que dijo Latrapai: “esto no
me está pasando por casualidad”, dicen que dijo.
Mientras que su mensajero le dijo: “¿por qué será
que le está pasando eso?” Dicen que el zorro le hizo
una fogata grande para que Latrapai calentara sus
testículos, “así se va a pasar mi picadura”, decía.
Pero no se pasaba nada, un poquitito solamente,
pero después otra vez le picaba. “¡Oh no!, esto
no me está pasando por casualidad, debe haber
alguna cosa, debe ser por las dos mujeres que están
viviendo ahí abajo”, dicen que dijo; “por eso es
que la gente tiene esa señal”, dicen que dijo; “debe
ser eso”, dicen que dijo.
“¡Ya!, anda a verlas”, dicen que le dijo a su
mensajero. Y fue el mensajero, po’. Pero dicen que
iba galopando ¡con todo!, iba silbando, dicen que
iba gritando. Entonces dicen que los dos hombres
se escondieron, ya que lo escucharon desde lejos
cuando iba, así fue como se escondieron los dos
hombres. “¡Escóndanse!, allá viene el mensajero,
lo debe haber mandado nuestro padre”, dicen que
dijeron las dos mujeres. Cuando llegó el zorro,

43
no alcanzó a ver a nadie. Las dos muchachas le
dijeron: “¿qué vienes a hacer acá?”. En la puerta
se quedó mirando. ¿Qué viniste a hacer?”, le
dijeron. Y él contestó con voz cariñosa “no, me
mandaron nomás, las vengo a ver a ustedes, ña-
ñitas”, eso les fue a decir; “las vine a ver nomás,
me mandó el viejito, me dijo ‘irás a verlas’, por
esa razón vine”, dijo el zorro. Entonces una de
las mujeres le dijo: “¡aquí no hay nada de nada!,
míralo todo, ¡no hay nada!, lo único que estamos
haciendo es dedicarnos al tejido nomás; llegamos
a hacer sonar el telar de tanto que tejemos”, dijo
una mujer.

Entonces, cuando ya miró, se fue. Dicen que


nuevamente se fue galopando, hasta que llegó a
la casa de Latrapai. Cuando llegó, le preguntaron:
“¿qué novedades fuiste a buscar?”, le dijeron. “No
fui a buscar ninguna novedad, estaban las dos

44
ñañitas muy bien, solamente estaban tejiendo,
avanzaron harto en su trabajo de telar, llevaban
así un poquito pero ahora así de harto habían
avanzado, lo único que estaban haciendo era
trabajar en el tejido”, llegó diciendo el zorro.
Sin embargo, al viejito más le picaba, po’, más le
picaba el coso. “Me voy a hacer heridas de tanto
que me estoy rascando”, dijo; “me sigue picando
demasiado”, dijo.
Más encima, Latrapai tenía las uñas grandes,
“se llegaba a escuchar fuerte el sonido cuando se
rascaba; se las rascaba hacia arriba y sonaban”,
decían, se las rascaba hacia arriba y sonaban. “Esto
no me está pasando por casualidad, es una seña”,
decía; “esto no es porque sí”, decía el viejito. Así
que le dijo al zorro: “¡Ya!, vas a ir nuevamente,
vas a observar, pero tienes que ir de a poquito,
despacito vas a ir”, le dijeron al zorro. Entonces
volvió a ir, pero otra vez iba gritando, y parece
que más fuerte, “iba gritando, silbando y como
galopando también”, decían; “desde lejos se escu-
chaban sus galopes”. Lo que pasa es que el zorro

45
tenía un buen caballo, po’, por eso es que decían
que “iba galopando”.
Pasó que las dos mujeres escucharon enseguida.
“Otra vez viene el werken del viejo, el mensajero
del chacha”, dijeron; “¡se tienen que esconder!”, le
dijeron a los dos hombres. Y dicen que de nuevo se
escondieron. Entonces dicen que llegó el zorro, pero
esta vez llegó y entró a la casa. Las dos muchachas
estaban tejiendo nomás; así como estaban antes, de
esa misma manera estaban tejiendo, y más habían
avanzado en sus tejidos. “¿Qué anda haciendo?”,
le preguntaron al zorro. “Nada, las vengo a ver no
más, ‘vaya a verlas’ me dijo el viejito”, dijo el zorro;
“pasa que el viejito me dijo ‘vaya a verlas’”, dijo el
zorro. Fue a mirar detenidamente todo y, luego
de eso, se fue; “se fue otra vez”, dijeron. Entonces
llegó galopando nuevamente. Latrapai le preguntó
“¿Cómo volviste? ¿Te fue bien?”, le dijo. “No fue
así como usted creía”, dijo el zorro; “no hay ni
una cosa, debe ser su imaginación nomás”, dijo
cuando llegó; “debe ser su imaginación”. Entonces
el viejito le dijo: “¡No!, eso no es así, es verdad la

46
señal que tengo, ¿no ves que me pica más y más?”,
dijo. “Debe ser su pura imaginación nomás”, le
dijo el zorro.

Cuando iba a ser la cuarta vez que lo envia-


rían, el viejito lo aconsejó: “vas a ir despacito,
vas a entrar poco a poco, trata de ir a dar una
vuelta más allá, porque si no, nunca nos va dejar
tranquilo esta picazón”, le dijo al zorro. “Vas a ir
a dar la vuelta, despacito, y vas a entrar lentito”,
le dijo. “La tercera vez que fue, estuvo a punto
de pillarlos”, dijeron. Dicen que alcanzó a ver
un poquito así, vio algo raro, entonces le faltó
muy poco para verlo bien. Entonces dicen que
el zorro dijo: “estuve a punto de volver bien, es-
tuve a punto de ver, pero no alcancé”, eso llegó
a decirle al viejito. “¡No ves!, no era casualidad
que me picara tanto”, dijo Latrapai, el hombre
ancho. Entonces, por cuarta vez se preparó el

47
zorro. Habrá sido en la mañana que nuevamente
fue a mirar.
“Vas a ir otra vez, pero ahora sí que despacito,
los vas a descubrir por sorpresa”, le dijo al zorro;
“vas a ir despacito, vas a entrar dando la vuelta, de
esa manera vas a llegar y entrarás por la puerta”,
le dijeron. Lo dejaron bien aconsejado. “Tienes
que hacer eso, porque si no, a cada rato tendrás
que estar yendo, vas a terminar cansado de tanto
salir”, le dijeron. “Bueno”, dijo el zorro; “así iré, lo
voy a lograr, despacito iré”, dijo. Entonces dicen
que fue, dio la vuelta y entró sorpresivamente
por la puerta, no ve que antes eran amplias las
casas y también las puertas, eran amplias las ruka
tradicionales. Entonces dicen que llegó, entró
y las pilló a cada una con su respectivo novio,
las dos mujeres tenían pololo. “¡Mírenlas!”, lle-
gó a decir el zorro; “¡así es como yo las quería
encontrar a estas dos ñañas agrandadas!, así que
tenían novios estas dos ñañas agrandadas”, dijo
el zorro. Las muchachas le dijeron: “¡Ah!, ‘perro
desgraciado’, ¡ güf  !, nos anda espiando este perro

48
desgraciado”, le dijeron al zorro; “por eso que
a cada rato venías”, le dijeron. Mientras que el
zorro decía: “¡Así es como yo las quería pillar a
estas dos ñañas agrandadas, el viejito no estaba
diciendo por decir, por eso era que le picaba
tanto”, dijo el zorro; “por eso le picaban tanto,

49
no era porque sí, él había dicho, ¡así es como yo
las quería pillar a estas dos ñañas agrandadas!,
así que tenían sus novios estas dos ñañas agran-
dadas”, dijo el zorro. Se puso contento. Dicen
que él se puso muy contento por haberlas pillado
chanchito, no ve que a cada rato lo mandaban,
ya estaba cansado de tanto ir, estaba chato de
que a cada rato le dijeran “¡anda!”.

Ahí dicen que recién llegó donde el viejito,


pero ahora el zorro venía contento. Llegó galo-
pando y diciendo así: “¡las pillé chanchito!”, llegó
diciendo; “¡viejito, las pillé!, cada una de las ñañas
tenía su novio, las dos tenían su novio esas ñañas
agrandadas”, dijo. Entonces este hombre ancho se
sintió muy mal. Él pensó: “van a irse mis dos hijas,
me voy a quedar solo”, dijo el viejito. “¿Qué les
podré hacer a esos dos hombres?”, dijo. Entonces
dicen que les preparó una trampa. Para ganarse a

50
las hijas, los obligaría a cortar un árbol antiguo,
grande, uno que estaba apartado, un poco alejado
de la casa, pero era un árbol grande. Nadie lo po-
día derribar. Dicen que lo cortaban, pero que se
volvía a pegar, nadie lo podía tumbar, dicen que
no le entraba el hacha.
Entonces dicen que los dos hombres –llama-
dos Pisüllmawlle y Konküllmawlle–, esos dos
hombres tenían virtudes, no eran normales, no
eran personas común y corrientes, eran hombres
con virtudes, cada uno de los hermanos tenía
su poder, por eso que no eran gente común,
no eran gente cualquiera. De esta manera, el
hombre ancho dijo: “¡que vengan ellos dos!, ve
a buscármelos, que vengan, quiero conocer a
los que serán mis yernos”, dicen que dijo; “irás
a avisarles”, le dijeron al zorro.
Y así es como el zorro fue a comunicarles.
Conversó con las dos mujeres y les dijo: “el
viejito ha dicho que vengan, ‘deben venir’ les
mandaron a decir a los dos hombres”, fue a de-
cirles. “‘Que vengan, porque los quiero conocer’,

51
mandó a decir el viejito”, dicen que dijo; “‘los
voy a conocer’, dijo el hombre ancho”, dicen
que dijo el zorro.
“¡Debe ser por algo!”, dicen que dijeron las dos
mujeres, tuvieron un mal presentimiento; “¡qué
malo!”, decía una joven; “¡qué cosa será que le van a
hacer a nuestros hombres! Nuestro padre no es una
persona cualquiera, es muy complicado de carácter,
quién sabe lo que irá a hacer”, dicen que dijeron
las mujeres. “Algún engaño debe estar preparando
para nuestros novios”, se dijeron mutuamente, se
pusieron tristes. Entonces el zorro les dijo: “vengo
a buscarlos, tienen que ir conmigo”, les dijo. Por
esa razón dicen que fueron. Seguramente habrán
ido todos, eso no lo dijo la persona que contó esta
historia. Lo más posible es que fueron los cuatro, y
cinco con el zorro, el mensajero. Cuando llegaron,
dicen que el hombre ancho dijo: “eso de allá, ese
árbol grande y antiguo, ese me lo van a voltear;
si lo tumban, ahí recién van a tener a mis hijas”,
dicen que dijo; “si no lo botan, no las tendrán”,
dicen que les dijeron.

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7

Las dos mujeres se pusieron muy tristes. “Ese


árbol no han logrado tumbarlo, no le entra ningún
hacha, nada le entra, es demasiado duro, quizás
cuántos años será que tiene ese árbol”, dijeron
las mujeres. Dicen que no le entra hacha, suena
nomás, es muy duro, se volvió muy apellinado ese
árbol. Entonces dicen que le entregaron a cada
pretendiente un hacha, también les entregaron
lazos de enredadera para que pudieran tirar el árbol.
Así fueron. Dicen que llevaron sus hachas, unas
hachas malas y viejas, ¿no ve que antiguamente
la gente fabricaba hachas de piedra? ¡Qué van a
ser capaces de botarlo con eso!, ya no sirven, no
son filosas.
La cosa es que fueron a voltear el árbol, lo
miraron hacia arriba. Latrapai solamente ordenó
“que lo boten”, pero no fue a mirar, sino que en-
vió al mensajero, el zorro acompañó a la gente,
ya que el viejito solamente estaba en su casa, ni
siquiera salía el Latrapai, estaba echado nomás,

53
ese no salía. Decían que era como un carnero, así
que menos salía, po’.
Entonces Latrapai dijo: “van a botar esto –el
árbol–, eso es para botarlo”, dicen que dijo. Y
el mensajero por su lado se mandaba las partes,
se creía el jefe, “así lo tienen que hacer, de esa
manera se van a ganar a las ñañitas”, decía re-
petidas veces, a cada rato decía eso, para que lo
hagan. Después agarraron las hachas e intentaron
cortar el árbol, pero dicen que no entró el hacha,
ni siquiera un pedacito de árbol salió. Entonces
los dos hombres se dijeron: “¿acaso nosotros
somos cualquier persona, hermano?”, dijo uno
de ellos; “nosotros no somos personas comunes,
tú lo sabes y yo también lo sé”, se dijeron. “Así
es, nosotros lo sabemos”, dijo el otro; “ya, vamos
a rogar para que bajen nuestras Pillañtoki, las
hachas del cielo”, dijeron. Se pararon en frente,
se pararon así, aquí estaba el árbol y se ubicaron
cerquita. El mensajero estaba parado más allá,
sosteniendo el lazo de enredadera.

54
8

Así fue como hicieron la rogativa: “Pillañtoki,


baja del cielo Pillañtoki, nos han dado un tra-
bajo, tengo que ganarme a mi mujer, ayúdanos
Pillañtoki, baja del cielo Pillañtoki, a cada uno
de nosotros haz bajar nuestra fuerza, Pillañtoki”,
decían repetidamente, así hicieron su rogativa
ngillatun. Y de un momento a otro cayeron, ¡de
este tamaño eran las grandes hachas!, sus mangos
eran anchos, cayeron al lado del árbol. Dicen que
la otra hacha cayó un ratito después, primero bajó
una, al mayor le bajó primero su hacha. Pero el
otro también hizo ngillatun y dijo: “¡Aah!, y mi
hacha, también háganme bajar mi Pillañtoki,
que venga mi Pillañtoki, que nos saque de este
problema, que no seamos avergonzados”, decía
repetidas veces. Y también bajó su Pillañtoki, le
bajaron su hacha, un hacha grandotota que con
un solo golpe grande el árbol se hizo pedazos.
Dicen que en un ratito botaron ese árbol anti-
guo, po’. Y así dicen que le ganaron las hijas al

55
Viejo Latrapai. De esa manera fue que lograron
casarse. Y así finaliza. No sé si continúa, pero yo
hasta aquí no más conozco.

56
LA FIESTA DE LOS RATONCITOS EL DÍA DE
SAN AGUSTÍN

Margarita Canio: ¿Cómo es eso de los pequeños


ratoncitos, mamita? Usted dijo que hay un epew.
¿Cómo se desarrolla aquello del epew, de las his-
torias? ¿Podría usted conversar sobre eso?
Marta Parra: Así será.

Hay una conversación, ¿tal vez puede ser un


tema de los extranjeros, de la descendencia de
antiguos extranjeros? Pero eso también se expre-
sa en la lengua mapuche. Entonces los ratones,
¿usted sabe de dónde vienen? Ellos vienen de los
animales. ¿Y el ratón es un ladrón, o no? Es ladrón
pues, molesta. A veces incomoda, a veces es mala
suerte, es mala suerte cuando se come cualquier
cosa que sea, se come las mantas, la ropa también

57
se la come, hasta los zapatos se los come. Es mala
suerte cuando está dentro de la casa, porque se
come lo que sea y en cualquier cosa molesta.
Incluso se come las gallinas, los huevos también
se los come. Todos ellos –los ratones– tienen esa
forma de vivir, esa es su vida.
Entonces dicen que ellos se preparan para la
fecha de San Agustín, así como en la fecha que
usted dijo, el día 28 [de agosto], ese día tienen su
fiesta. Entonces ellos se preparan con un mes de
anticipación, comienzan a buscar, van a robar, así
se preparan, ¡qué cosa no se llevan! Todo lo que
es enseres van a buscar, eso es lo que se expresa
como un cuento. Pero ellos causan molestias;
mientras que otros dicen que es para prepararse.
Roban jabón, pan, queso, harina cruda, trigo, lo
que sea. De esa manera se preparan y se reúnen
para hacer sus fiestas.
En algunos lugares donde los coligües están
bien tupidos, en ese lugar, eso que le llaman
“añi rüngi”, eso es parecido a las ramadas, de
esa manera es como queda, es como una cueva

58
adentro, está oscuro y siempre ahí entran las
ovejas. A veces los animales se cobijan, se parece
a una casa. Dicen que en un lugar así, donde no
entra ninguna cosa, perros, donde no entran las
personas, donde no entran animales, dicen que
allí hacen sus fiestas.
En la fecha de San Agustín cuentan que a
medianoche realizan sus fiestas, tienen bailoteo,
comilona, ¡tienen grandes comilonas! Como estos
tienen de todo, carnes, qué cosa es que no roban,
po’, porque juntan de todo. Se regalan ropa, se
intercambian el uno al otro, eso es lo que hacen.
Así como en la Pascua [Navidad] la gente se da
regalos, dicen que ellos también hacen lo mismo.
A los ratones chiquititos les regalaban pañales,
también se les regala ropa, para que se puedan
vestir. Pero todo eso es de lo robado. Ese es un
piyam “historia antigua, mítica”, pero de que ellos
realmente hagan eso, pues no se sabe, ya que es
un piyam, una conversación.

59
2

Esa es la forma de vida que tienen ellos. ¿Ves


que la gente también tiene sus formas de vida?
Celebran fiestas en las fechas del San Juan,
en Año Nuevo. También muchas personas se
awingkaron –les gustó la cultura extranjera– y
para el 18 de septiembre también hacen fiestas,
¡igualmente bailan! Así como lo hacen los chile-
nos, y aunque no sepan nada de los orígenes de
esa fecha, ¡también se involucran! En esa fiesta
los chilenos celebran porque ellos ganaron antes,
por eso celebran, pero eso no era bueno para el
mapuche po’, no era bueno. La celebración es
de los chilenos que se ponen contentos, por eso
hacen esa fiesta. Y los ratones hacen lo mismo.
De esa manera es como lo hacen, realizan sus
fiestas, tienen un día aparte para celebrar, ese es
el día de San Agustín. ¿Qué será lo que hicieron
antes? Seguramente hubo alguna cosa, mucho
más antiguamente. ¿Seguramente, no? Por esa
razón hacen la fiesta.

60
¡Lo que sea, hasta lo más grande! Incluso
cualquier tipo de radio, un caset, a cualquier cosa
ellos le hacen agujeros, a la guitarra, lo que sea
lo dejan con agujeros. Y de eso sacan la música,
con eso ellos representan el püllütun, le llaman
así porque hacen una imitación, ese es el cuento
que dicen que existe. Dicen que comían muy
bien, po’, ¡comían queso, de todo! Ni siquiera
las personas comían queso, pero ellos comieron
queso. Tenían de todo, tenían carne, todo. ¡Qué
cosa no tenían!

Entonces un día, cuando contaban que hacían


esto los ratones, cuando le conversaron así a los
niños chicos, cuando conversaban de noche,
tomando mate, comiendo, “esto dicen que ha-
cen”, les dijeron. Entonces los niñitos chicos y
las niñitas chicas decían: “¿Y eso dónde será?”.
Los adultos les decían: “¡por ahí!”. Dicen que

61
cuando era de noche iban a buscar a los raton-
citos, pero no había nada, po’, ya que era solo
su imaginación. No se sabe si esto era real, solo
que decían “eso hacen”. Tal vez antiguamente lo
hacían, como no los veían.
También la gente antes no andaba a mitad de
la noche. Entonces, cuando ya no andaba ni una
persona, ahí ellos se reunían, ¡se reunían todos y
se quedaban sentados relajadamente, inclinados
hacia atrás! Algunos dicen que eran cojos; otros
dicen que tenían un solo brazo, el otro lo tenían
cortado. Entonces se juntaba toda una diversi-
dad de ratoncitos. Aquellos que en castellano
les llaman “cojo”, todos ellos se reunían. ¡Eh,
escuchan música, los otros están dele baile, el
otro está sentado relajadamente comiendo queso
y sánguches, de todo, comiendo tremendamente
bien, sentaditos hacia atrás!

62
4

Cuando terminaban de preparar su comida y


estaban todos bien comidos, entonces se ponían
a beber. Cerca del amanecer ¡otra vez salían para
robar, a hacer maldades! Porque ellos tenían
esa costumbre, por eso les llaman ‘ratón’. Eso

63
contaban. Hasta aquí llega el cuento. Y cuando
los iban a buscar –los niñitos y las niñitas–, no
los encontraban, porque así era.
Decían que para la fecha del San Agustín “no
es bueno sembrar, ya que pueden causar daño; no
es bueno trabajar, hilar, o lo que sea”. San Agus-
tín era muy respetado, porque tenían aparte sus
reglamentos, de esa manera es que decían.
Hasta aquí es lo que conozco sobre el cuento
del ratón.

64
EL ZORRO QUE SUBIÓ AL CIELO Y QUE
REVIVIERON EN LA TIERRA

Margarita Canio: Bueno, ñaña, usted dijo que


también existe el epew donde participa el zorro.
¿Cómo o qué vivió el zorro? ¿Por qué dicen que fue
al cielo? Eso, ¿usted podría contarnos un poco más?
Marta Parra: ¡Pero claro!, así lo haremos, segui-
remos conversando otro poco, ya que estamos
reunidos para eso [son las tres de la madrugada].

Eso que me preguntas sobre el zorro, a él lo


invitaron a un Trawün [celebración ceremonial],
así como los amigos se invitan entre sí, de la
misma manera lo convidaron, fue invitado por
parte del jote, ya que ellos dos son primos, son
familia. En la lengua castellana se dice “primo”,
pero en mapuche se dice “müna”. Cuando un

65
zorro aparece muerto, el jote nunca se lo come,
no se comen al zorro porque son familiares, son
primos verdaderos, “primos legítimos” se dice en
castellano, por esa razón es que los mapuche le
dicen “müna”, son bien parientes, bien primos,
y no se comen el uno al otro.
Por esa razón invitaron al zorro, le vinieron a
hacer convite para ir al cielo. Dicen que allá arriba
el jote tiene cuñados, familiares que le dijeron “pues
debes traer a alguien que sepa tocar la pifilca, que
sepa hacer el baile purun”, dicen que le dejaron
dicho. “¿A quién voy a invitar ahora?”, se preguntó;
“¡pero si mi primo, el zorro es un hombre súper
habiloso, cuando toca la pifilca lo hace con mucha
gracia!”, decía; “¡sabe mucho tocar la pifilca!”, dijo.

Sabe mucho tocar la pifilca el zorro, po’, anda


bailando purun, ¡va tocando pifilca y va meneán-
dose, ya que su cuerpo es liviano! Cuando toca

66
la pifilca lo hace muy entretenido y también se
adorna con flores de copihue, se las amarra en la
cabeza y se las coloca como medalla en el cuello.
¡Resalta y se ve lindo! ¡Y lo admiran también, po’!
Y cuando fue al cielo “se admiraron”, decían.
“Ya, voy a pedir que me acompañe mi primo”,
decía el jote. Entonces lo buscó y dicen que lo
encontró. “Tengo un asunto para usted, primo”,
le dijeron. “¿Qué sería, algo bueno o algo malo?”,
dijo inmediatamente, es rápido para hablar, po’.
“Es un tanto bueno, como también no lo es,
porque es un asunto complicado”, decía el jote.
“¿Qué será?”, dicen que respondió el zorro; “diga
nomás, primo”, le decía. “Lo que pasa es que me
invitaron”, dijo el jote. “Pero si eso es algo bueno
pues, cuando lo invitan es muy bueno”, dicen
que respondió. “Me han invitado para ir al cielo,
allá tengo a todos mis cuñados, por eso me han
venido a invitar y me han dicho que vaya, por-
que habrá un gran Kamarikun, una junta”, dijo.
“¡Eso es demasiado buenísimo!”, así decían, se
puso muy contento el zorro. “Entonces te vengo

67
a invitar, vine a pedirte que me acompañes”, le
dijeron al zorro; “ya que a mí me han invitado,
entonces quiero que me acompañes, porque solo
tú eres una persona confiable, eres un hombre muy
alentado y también sabes mucho tocar la pifilca,
te manejas bastante con el baile purun y además
sabes saludar”, eso le dijeron.

“¡Claro que sí, porque a las personas le entre-


gan ese conocimiento, entonces como personas
debemos hacerlo!”, dicen que contestó; “¿y cuándo
será?”, dijo. “En tal fecha, ese día nos reuniremos,
entonces nos juntamos e iremos para arriba, yo
te subiré”, le dijeron esa vez al zorro. “¡Así será!”,
respondió; “me agarraré de ti e iremos”, eso decía.
Y dicen que fueron, po’. Quizás cuánto se
demoraron para ir hacia arriba, eso hicieron.
“Iremos tal día”, le dijeron al zorro; “iremos”,
le decían. De esta manera fueron, se reunieron

68
69
y viajaron hacia el cielo. Y llegaron un día antes
del gran Ngillatun, de la gran junta, del Kamari-
kun. El Ngillatun o el Kamarikun es como ¡una
celebración gigante!
Entonces dicen que allí fue y se hacía lucir.
¡Estaba precioso el zorro, lo quedaban miran-
do!, dicen. “¿Quién será aquel joven?”, se dijo.
“¡Viene de la tierra de abajo!”, se decían unos a
otros; “la gente murmuraba despacito”, se dijo;
“¡es muy apuesto!”, decían. ¡Y las mujeres solte-
ras lo miraban! La hija del longko lo miraba, ya
que el zorro se movía y se movía, tiraba pinta
también, ¡corcoveaba el zorro! ¡Y daba unos
pasos, corcoveaba, tenía agarrada la pifilca! Así
fue como empezó la junta. Una vez reunidos
dicen que “¡empezó, lo hacía tan bonito, pasaba
primero el zorro bailando purun!”. Dicen que lo
miraban. “¡Qué joven más bueno, qué lindo lo
hace!”, dicen que le dijeron.

70
4

¡Qué lindo lo hacía! Dicen que cuando tocaba


la pifilca las personas se alegraron, la gente como
que se sintió bien, como se dice en castellano,
lo encontraron “agradable”. Y los participantes
sentían agradecimiento. “¡Lo hizo muy hermoso,
pasaba haciendo vaivenes el zorro!”, decían, cuando
tocaba la pifilca.
Ya era tarde cuando terminó el primer día.
Dicen que los atendieron, po’, les vinieron a dar
chicha de manzana, los dejaron acomodados,
sentados. Les sirvieron a sus compañeros y a él
¡también lo dejaron sentado! Y dicen que el zorro
bebió. Mientras saboreaba, le dijeron al jote: “¡es
muy bueno el compañero que trajiste, cuñado!”,
eso le decían. “¡Eso he hecho, este es mi primo!”,
y lo presentó; “¡es mi primo!”, dijo, lo presentaba;
“¡así es, pues!”.
Y a las chiquillas ¡el zorro las miraba y las
miraba! Miraba y miraba a las chiquillas solteras,
dicen que ¡a la hija del longko miraba el zorro!

71
Él estaba impaciente; mientras los otros conver-
saban, él coqueteaba, ¡miraba y miraba de reojo a
las solteras! Se las daba de lacho. Y dicen que dijo
“¡eso es!”. También dijo “¡así es, tengo un poquito
de talento!”. Así fue el primer día. Luego de esto, se
preparaban para la finalización. “Mañana también
debemos continuar, le pedimos que nos ayude”,
le dijeron. “Por favor, si nos puede ayudar”, eso le
pidió el longko. “¡Así será, lo haremos, si nosotros
vinimos para eso, para acompañar en esta activi-
dad!”, dijo el zorro. “Así será”, dijo el responsable
del acompañante (el jote).

Entonces en el amanecer, ¡otra vez empezó! Era


muy temprano, ese es el último día del Ngillatun.
Decían que ese día hubo tomatera, ya que era el
final. Otra vez empezó, todos se alinearon y se hizo
la rogativa. Pero el zorro otra vez pasaba ¡meneando
y meneando! Y se arreglaba sus adornos de copihue,

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quedó bastante mejor. “¡Lo haré más bonito ahora,
ya que las chiquillas solteras me están mirando
harto!”, decía; “¡voy a hacerlo más bonito!”. ¡Y lo
hizo mejor, qué lindo que lo hacía el zorro, y pasa-
ba primerito! El otro, su primo, se quedaba atrás,
porque el jote no ves que es un poco lento, no anda
muy rápido, siempre anda despacito; pero el zorro
andaba adelantado. Dicen que cuando llevaba dos
vueltas, alcanzaba a su primo, po’, su müna.
Después de haber hecho esto, terminó. A me-
diodía finalizó la segunda parte, entonces dicen
que se acomodaron en semicírculo para saludarse,
así se sabe quién está participando, qué persona
está presente, los de otros lugares, los invitados,
así se ve a la gente. De otra manera no se podrían
distinguir. Así que pasó recorriendo el longko, el
anfitrión, el dueño de la fogata recorre, se fija en
quienes llegan para ayudar. Entonces le dijeron
al zorro: “¡cuando te vengan a saludar, no se te
ocurra adelantarte para el saludo!”, le dejaron
avisado; “¡tú no tení’ que saludar antes!”. Y él dijo
“¡noooo, no lo haré!”. Además le dijeron “no estés

73
gritando, eehh. Nos van a saludar y hablar, pero
tú no interrumpas”, le decían.

¿Y qué pasó? Él fue el primerito que se puso a


hablar. Cuando terminaban de saludar le decían
“primo, müna” y el zorro se le adelantaba, decía
“¡eehh!”. Entonces le dijeron “¡no digas e-s-o,
te lo había advertido!”, le decían. Al ratito otra
vez saludó, desde más lejos le dijeron “¡primo!”
y él decía “¡eehh mari mari!”, como si fuera el
anfitrión. Nuevamente le dijeron “¿acaso no
te dije que eso no se hace?”, el jote le hablaba
bajito. Pero dicen que él conversaba nomás.
Después ya no le insistieron más, seguramente
le dijeron “déjelo que hable nomás”. Y así fi-
nalizó el saludo.
Después le dijeron a los invitados “ya, pueden
sentarse”. Se sentaron en el lugar donde fueron
invitados y les dieron de beber con eso que se llama

74
trakal [cuero recipiente], eso dicen que le dejaron
servido al invitado, al cuñado. Antiguamente
entre cuñados se daban trakal, antiguamente.
Actualmente todavía a los cuñados se les regala
el chuico que es de vino, en algunos lugares aún
lo hacen, ya que los cuñados son muy respeta-
dos. Por eso le sirven unos cinco litros, eso era
muy antiguamente, pero eso ya no se hace. El
trakal le dejaban sentado con un vaso de greda,
un jarrito chico de greda, esos dos le dejaban
servido, ya sean dos o tres le traen para servir a
los que ayudaron, para servir a sus compañeros.
Entonces con ellos hicieron lo mismo. Di-
cen que bebieron, era una chicha preparada de
quizás cuánto tiempo, estaba muy fermentada.
Porque antiguamente no había alcohol, recién
los wingka llegaron con eso, esa historia es real.
Antiguamente solamente se preparaba bebida
de trigo, trigo verde, de maíz, de piñones, eso
se dejaba fermentando, se colaba para luego
ser guardado en un trakal, eso era más rico, era
como la champaña. Con el trigo verde, a punto

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de madurar, con eso también se preparaba. Ese
se dejaba a medio cocinar, se colaba y al final hay
que guardarlo. Ese mismo, con jugo de manzana,
del jugo de manzana seca, cuentan que con eso
se juntaba y dejaban solo el agüita, eso se tenía
que guardar en el trakal.
El cuero que se llama trakal lo cosían [bien firme]
y eso era lo que servían en las grandes reuniones,
en ese momento consumían su contenido. Eso
fue lo que bebió el zorro, porque tenía sed, como
daba vueltas le dio sed, po’. Dicen que tomaba
en grandes cantidades. ¡Bebió en tan grandes
cantidades que se emborrachó! Y dicen que lo
perdieron de vista, se alejó un poco, hacia allá.
Esto pasó porque él no está acostumbrado a estar
entre tanta gente, más le agrada pasear donde hay
quilas, en esos lugares se queda. La descendencia
del zorro es de los animales silvestres, le dicen
persona, pero es un animal en verdad.
Entonces eso fue lo que hizo, quizás salió,
luego se emborrachó y el otro –el jote– lo había
buscado. “¿Dónde se fue mi primo?”, dijo. Y le

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respondieron: “tal vez se fue, salió hacia ese lado”,
pero no lo encontraron, po’. Hasta que llegó el
momento de volver a la tierra. Entonces el jote
dijo: “nosotros nos vamos de aquí, porque veni-
mos de un lugar muy lejano, somos de un lugar
apartado, somos mapuche de abajo y a esta hora
es un poco peligroso para irse”, dijo el invitado.

Entonces se dijeron unos a otros “nos vamos”,


andaban tres o tal vez cuatro; “nos vamos”, se
dijeron. Fue así como regresaron hacia abajo.
“Bajaremos despacito, ya que igual estamos un
poquito mareados”, dijeron. Estaban borrachos;
“solo que estamos un poco mareados”, dijeron, y
se regresaron. Les armaron un paquete rokiñ, se
trajeron la comida que les sirvieron y se vinieron.
Bajaron poquito a poco, volaban despacito, así se
venían.
Y el zorro no estaba, po’. Los otros decían
“se fue”, pero no se vino. Dicen que el zorro, al

77
parecer, estaba tirado al lado del quilantal. Dicen
que los otros, después de haber finalizado la junta,
recorrieron para buscar, ya que algunas personas
se olvidan de sus cosas. Algunos que quedan
botados, a ellos los buscan. Dicen que recorre la
persona que sale a mirar en el campo, para ver
cómo terminó, si finalizó bien, para que no haya
peleas y porque siempre se olvida algo. Entonces
todo eso se busca, un grupo se encarga de eso,
el longko es quien los dirige, “esto deben hacer”,
ordenaba, ese conocimiento se tenía.
Así dicen que encontraron al zorro, po’. ¡Dicen
que dormía, botado de espalda y durmiendo!
Entonces los enviados que se encargaban de
mirar quisieron hacerle una broma. Se dijeron
“busquemos una rama de árbol seco, una que se
separe en dos partes –que se asimile a las piernas
de una mujer– y se la dejamos pegadita a él”. Se
la dejaron al ladito, bien pegadita, tenía nudos
suaves –que imitaban los senos de una mujer– y
le dejaron el pie encima de esa rama, justo donde
tenía la separación. Lo acomodaron para que la

78
tuviera abrazada y le sacaron despacito su pie. Fue
así como quedaron abrazaditos.
¡Dicen que el zorro estaba profundamente dor-
mido, con la boca abierta! Por eso se lo acomodaron
bien. Entonces de pronto él, entre durmiendo y
despierto, ¡tenía abrazada la rama!, esa madera
que se separaba en dos partes y que tenía nudos.
El zorro la apretujó y la atrajo hacia él. “Arrímate
un poquito”, le decía. Aproximó su pie a la parte
más suave –lugar donde la rama se separaba en
dos partes– y le decía perseverantemente: “acércate
un poquito más”, le decía.
Después, cuando amaneció, dicen que desper-
tó. Estaba acostado con una rama de árbol, con
eso estaba durmiendo. Dijo: “¿qué me pasó? ¿Y
mi gente?”. Cuando miró y se despabiló, dicen
que no quedaba gente, se emborrachó mucho,
porque tomó demasiado y con el cansancio que
tenía. Bailó mucho purun, era el primerito que
pasaba; los otros daban una, dos vueltas, pero él
pasaba varias veces dando vueltas en la ceremonia,
por eso se cansó, le dio calor y se puso a beber,

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80
tomaba harto del takal, po’. ¿Quién sabe cuánto
habrá bebido? ¡Y se emborrachó!

Entonces por ese motivo dicen que el zorro pre-


guntó. Y le respondieron: “no ves que tu gente se
fue, ayer se fueron; cuando terminó la ceremonia,
en la tardecita, se fueron”, le dijeron. Él amaneció
abrazado junto con la rama del árbol. Cuando
pasó eso, dijo: “ya, mejor me voy. ¿Cómo me
puedo ir?”, le preguntó a los werken que andaban
por ahí. “Eehh, quizás sería bueno que uses la
enredadera boqui y la unas como lazo, para que
puedas bajar. Si no, ¿cómo vas a bajar? Si te llegan
a lanzar hacia abajo, tal vez puedes morirte”, eso
le dijeron; “si quieres hacer eso, debes comenzar a
reunir enredadera de boqui, tú debes ayudar y yo
también te puedo ayudar”, le decían. Dicen que
antiguamente había mucha de esa enredadera, po’,
eran bien gruesas, como si fuera una cuerda larga.

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Entonces este dijo: “eso haré, claro que lo haré,
háganme el favor, ayúdenme para bajar, ¿ya?”. Y
¡no sé cuánto habrán juntado, juntaron haaaarto!
“¿Más o menos a cuánta distancia queda el lugar
donde vas?”, le dijeron. “¡Aah, a esa distancia es!”,
decía el zorro. Ni siquiera sabía bien y ya estaba
respondiendo; “tal cantidad”, decía. “Así será,
debe ser esa cantidad más o menos”, le dijeron.
Ya, de esa manera dicen que le enrollaron, ¡le
enrollaron uno laaaargo, le dejaron preparado
un rollo! Lo unieron.
¡Le dejaron haaaarto, bien laaaargo hacia abajo!
“Ya bajaste, zorro”, le dijeron. “¡Casi he bajado!”,
dijo hablando hacia arriba, pero aún faltaba; “casi
cerca, casi cerca, ya estoy cerca”, dijo. Otra vez dicen
que le bajaron un rollo. “¡Ya casi llego!”, dijo, pero
faltaba harto todavía. “¡Ya casi llego!”, dijo, y otra
vez le bajaron tremendos rollos de boqui, otra vez.
“¿Ya estás por llegar?”, le preguntaron. “¡Ya estoy
divisando la tierra!”, respondió; “la estoy viendo”,
decía. Qué cosa sería lo que estaba viendo que decía
eso. Entonces ¡otra vez le bajaron un rollo grande!

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Otra vez le bajaron. “¡Ya casi estoy llegando, con
otro poco de rollo voy a llegar!”, decía.
Cuando alcanzó ese rollo, le preguntaron:
“¿llegaste, zorro?”, le dijeron. “¡Todavía falta un
poquito, con un rollo más voy a llegar!”. Sin em-
bargo, ¡de pronto lo dejaron caer!, cayó dando
golpes. Dicen que todavía era harto lo que le
faltaba y con el golpe quedó desparramado por
todas partes, porque se golpeó en los árboles,
parecía no sé qué cosa cuando venía cayendo. La
cola se le quedó enredada en las ramas. Dicen que
antiguamente había árboles nativos ¡grandes!, con
troncos enormes que a veces estaban secos, esos
se quebraban solos. También quedaban ramas
cortadas. Entonces ¡se le cayó la cola, se le cayó
el cuero, se le cayeron los pies, las caderas, todo!
Dicen que quedó un poquito de su cabeza nomás;
así fue como quedó abajo, desplomado. Se decía
que sus huesos empezaron a caer.

83
9

Dicen que se enteró el jote y dijo: “¡le debemos


buscar todo, esto le ha pasado a mi primo, hizo el
intento de bajar pero finalmente se cayó. Algunas
de sus partes quedaron allá arriba!”. Todavía estaban
esparcidos sus huesos, su cola. De pronto, pasó
por ahí otro ‘gran primo’ al que le dicen ‘león’,
el gran puma. Entonces pensó: “¡cayó el pobre
primo! Dijeron que al cielo había ido, ¿se habrá
emborrachado que bajó así?”, así dicen que pensó;
“será mejor que lo junten”, decía. El león o puma
tampoco se come al otro –al zorro–, son parientes
unos con otros, con el jote también son primos,
todos son primos, ellos con el zorro no se comen,
el jote no come al gran primo, no se molestan el
uno con el otro, ninguno de ellos se come al otro,
porque son familia, parientes.
Entonces “¡esto le ha pasado!”, decía. Al puma le
dijeron “debes ir arriba para buscar entre las ramas,
le debes ir a buscar y bajar su cola, debes bajar
todos los pedazos y reunirlos, vamos a convocar

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a la gente, debemos unirnos todos los amigos que
somos y debemos revivir a nuestro primo. Es el
mejor primo que tenemos, es quien nos saca del
paso, nos ayuda a no pasar vergüenza, porque es
un hombre muy alentado, es un hombre muy
hábil para enviarlo de mensajero, esa es la persona
que podríamos perder; y como aún está fresco,
¡debemos juntarlo!”, eso decían de él; “debemos
reconstruirlo, para eso están las machis que saben
revivir a la gente, ¿para qué tenemos a las machis?”,
decían. “Así van a saber del zorro, cuando lo vean,
debemos juntar ¡todas! sus partes del cuerpo”, le
decían. Buscaron todos sus huesos, le reunieron
su cola y los huesos, entonces lo dejaron estirado
en campo plano, lugar que no se ocupaba mucho,
para hacer la sanación.
Lo primero que hicieron fue buscar a la ban-
durria, para que haga el baile purun. ¿Se han
dado cuenta que la bandurria es muy hábil para
gritar? Así como también el renacuajo, todos ellos
ayudaron. ¿Se han fijado que el renacuajo habla
mucho? Se reunieron todos ellos. Y al treile le

85
dijeron “tú también debes bailar purun con el
machi, debes agarrar el canelo”, le decían. “Eso
haré”, contestó, ¡así movió la cabeza!; “¡eso haré!”,
dijo. Ya estaba listo.
Entonces ¡todos se reunieron! El primo puma
también, “yo igual voy a ayudar”, dijo; “estaré
galopando cerca, daré vueltas, voy a cuidar y
poner orden, lo que sea que llegue a molestar yo
lo voy a corretear, andaremos galopando con mis
otros primos que conseguí”, decía; “andamos un
grupito, vamos a revivir a nuestro primo”, dijo.
El jote también andaba. Todos participaban, po’,
y fueron a buscar a la machi, ella era la chercan.
“¿Nos puede ayudar, mamita?”, le fueron a decir;
“háganos el favor”, le decían. Y a la bandurria le
dijeron: “debes dialogar con la machi, usted es
un hombre sabio y hablas con palabras fuertes,
hablarás con la machi”, le dijeron; y al renacuajo
le encargaron gritar. Todos se prepararon para
gritar, estaban todas las personas que ayudarían,
los que estarían dando vueltas en círculo y los que
estaban cuidando.

86
10

Yaaaa, dicen que se prepararon, buscaron todas


las hierbas medicinales necesarias. “Así se hará”,
decía la machi; “deben pagarme, cuando salgan a
trabajar por ahí, cuando encuentren algo grande,
eso solamente me van a pagar”, dijo la machi;
“eso haré, también llevaré a mis acompañantes,
ya que no suelo andar sola”, decía la machi; “esto
haré, voy a alistarme bien”, dijo. Entonces esta-
ban todos juntos, ¡empezaron y todos reunidos
participaban, hacían bailes purun, daban vueltas
en círculos y hacían sonar el kultrun, le daban,
hacían ruido, gritaban los renacuajos!, esto era
cerca de su espacio, son los primeros en gritar
estos renacuajos.
Allí estaban haciendo el baile purun. Lo rea-
lizaban sin parar, era un grupo de treiles, no era
ni uno ni dos, ¡era un grupo grande de treiles!,
no paraban, no dejaban de hacer el baile purun,
rodeaban al zorro y lo estaban uniendo. Había
uno que se encargaba de juntar su cuerpo, otros

87
ayudando, y la machi no paraba de saltar. Así lo
picoteaba y no paraba, con el ala lo masajeaba
fuerte y le daba palmadas, “para que salga todo lo
malo”, le decían. El mediador de la machi decía
y decía “¡fei llemai, aaaasí es!”, decía la bandurria;
“así es, que reviva nuestro amigo, por favor, ma-
chi, ayúdanos, provéenos de medicina, háganos
ese favor, entréganos sabiduría, que reviva pues
nuestro amigo, este amigo que es muy servicial
con las personas, es un hombre del que podemos
confiar en lo que sea, lo tenemos aquí postrado,
que vuelva a vivir”, decía; “que reviva, usted machi
tenga la fuerza, háganos ese favor”, decía. “¡Así
será, papito, eso es, así será!”, le respondía.
No paraban, hacían mucho ruido los renacuajos.
“Tengan valor ustedes”, les decía la machi; “deben
tener fuerza, nosotros también la tenemos, nosotros
somos hombres enérgicos, también hay mujeres de
harto coraje, estamos todos en esto”, dijo la machi.
No paraban, estaban haciéndole la sanación al zo-
rro, lo estaban uniendo. ¡Y dicen que al poco rato
se movió, po’!, decían que se unió todo su cuerpo,

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se juntó todo su cuerpo, se movió, se movió así,
lo dieron vuelta y se movió. “¡No veeeen!”, dijo
la machi; “¡que lo den vuelta!”, decía. Había otro
más que ayudaba, el que sostenía y daba vueltas al
zorro. “¡Se va a unir el cuerpo!”, decían. No para-
ban. ¡Qué manera de hacer baile purun, tenían un
bochinche, no paraban, se daban fuerzas, gritaban
también los animales, todos hablaban. ¡Toooodos
estaban dispuestos para revivir a su primo!

11

El otro galopaba en círculo, ese era el gran


primo puma, andaban en grupo, no era uno
solamente, no paraban, estaban todos gritando.
Entonces la machi picoteaba, dicen que la oreja le
picoteaba, dicen que hacía “¡aü!”. Los participantes
decían “ya, está volviendo a la vida”. Entonces
dicen que “¡debajo lo picotearon!”, así hizo la
machi; “ya retomó su fuerza”, le dijeron, y no
paraban. Dicen que poco después entre todos

89
¡lo levantaron!, porque andaban muchos, ¡toooo-
dos ayudaban!, lo levantaron, le estiraron el brazo,
lograron levantarlo, le estiraron con toooodo su
cola, todo, lo tiraron fuerte, estaba muy saltón,
dicen que estaba tiritando, po’. “¡Ah, que vuelva
a retomar su fuerza, que vuelva la energía a su co-
razón, que se vuelva a reanimar!”, le decían; “que
nuevamente vuelva a circular la sangre en todo
su cuerpo, que vuelva a tener fuerza en todos sus
pies”, le dijeron, le fueron a decir, le tiraron sus
pies, tres eran los que estaban tirando. La cabeza
también se la tiraron, así dicen que se levantó y
caminó. Después dicen que también lo soplaron,
le colocaron su medicina, dicen que le pusieron
hierbas medicinales en su boca, eso fue lo que le
hizo la machi.
Dicen que no paraban, po’, hasta que de pronto
dicen que caminó, volvió a caminar y se quedó
sentado, retomó la conciencia. “¿Estás consciente?”,
le dijeron. En sus orejas le hicieron un masaje, le
hicieron el masaje en toda la oreja, así también le
hicieron una limpieza de oído, le lavaron su cabeza

90
y así retomó la conciencia. Además, le dieron de
beber la hierba medicinal y todo lo pudo tragar.
“¡Voy a intentar hacer pichí y todo lo demás!”, dijo
cuando pudo hablar. ¡Después dicen que habló,
po’! “Yaaaa, volvió a la vida!”, se dijeron unos con
otros; “¡ya revivió!”, decían. Se alegraron mucho
y estaban todos gritando. Así fue como dijeron
“vamos a hacer una rogativa, después comparti-
remos comida y luego ¡otra vez nos juntaremos!”.

12

Transcurrido un rato, cuentan que otra vez se


reunieron para compartir la comida y aquel gran
primo puma, el que atrapa animales, dijo: “yo voy
a pagarle a la machi con un animal, voy a dar un
animal”. Y el otro primo dijo: “yo también daré
un animal”. Los entregaron y posteriormente ¡hi-
cieron una fiesta, no paraban de hacer sus fiestas!
Cuando el zorro se salvó de la muerte, le hicieron
su rogativa.

91
Después de un tiempo, cuando pasaron algunos
días, ya caminaba y trabajaba.
De esa manera fue como revivió, se salvó, lo
resucitaron. Por esa razón es que todas las aves
que existen no están por casualidad, cada una de
ellas tiene su conocimiento, cada una tiene su
rol, la forma en que participan, el tipo de trabajo
que desempeñan y la fuerza que tienen. Cada una
tiene su labor.

92
PAPELILLO: EL JOVEN QUE SE
EMBORRACHÓ PARA WETRIPANTU

Margarita Canio: Entonces, mamita, para la


fecha del año nuevo mapuche, del Wetripantu o
también denominado “San Juan” –24 de junio–,
en esas fechas, ¿cómo lo pasaban? ¿Qué actividades
realizaban en los días de Wetripantu? Sobre este
tema, ¿conoce usted las cosas que hace la gente,
lo que dicen y las actividades que se realizan para
el Wetripantu?
Marta Parra: Sí, claro que conozco un poco.

En aquellos años la gente se reunía, se veían, se


intercambiaban las visitas, a eso se le llama kolle-
tuwün, es cuando se reunían, se visitaban en sus
casas, se saludaban. Cuando ya era medianoche,
la gente se saludaba, también se servían kofke

93
[pan tradicional mapuche], se servían comida,
así se veían entre familiares, se visitaban entre
los vecinos, se saludaban mutuamente, ya que es
Wetripantu, es el cambio del tiempo, de ciclo, es
el cambio de todo.
Pero antiguamente, dicen que en aquellos años,
¿seguramente será cuando todavía no llegaban
los españoles?, en los tiempos de antes, se decía
que la tierra tenía mucha bendición, Ngünechen
entregaba bastante prosperidad. Entonces dicen
que las plantas comenzaban a brotar, dicen que
crecían las plantitas y además se desarrollaban sus
hojas. También contaban que ya habían digüeñes
en ese tiempo, comenzaban a brotar los pequeños
digüeñes y desde esa fecha empiezan a crecer más
y más. Entonces, después de San Juan, como en
ese tiempo, ya los digüeñes están enormes y en
el mes de septiembre están transformados en pi-
natra, hay muchísimos. Eso es lo que le dan a la
gente para que preparen ensaladas. Hay de todo
un poco, hay trigo, de todo eso ya hay en la tierra
en esas fechas, eso es lo que las personas hoy en

94
día le llaman verduras, al mapuche le tienen de
todo eso, po’, le tienen de todo para colocar en el
pishku [guiso], para agregar en sus comidas.

Esos brotes del coligüe llamados wülo-wülo, del


que habías comentado hace un rato, eso se usaba;
en vez de zanahoria, se colocaba wülo-wülo picado
en el guiso de verduras. De todo eso también hay
en la tierra, de esa manera están en el Mapu, se
arrastra en la tierra. Las hojas en esta época crecen
en la tierra, ya que está más humedecida, ¡tiene
unas hojas inmensas! Se corta con el cuchillo y se
echa picadito en el pishku, entonces todo eso tiene
medicina natural y además es una verdura. Por
esa razón es que nadie se enferma del estómago,
nunca se enfermaban del estómago porque se
medicinaban con eso, su medicina era ese pasto.
También la menta, cuando está nuevita, se usaba
tal como se usa el orégano; tal como se coloca el

95
apio ahora, así se aliñaba la comida con la menta.
Eso contaban. De esa manera colocaban verduras
en las comidas, tenían sus plantitas naturales del
campo, que servían para dar sabor a sus comidas,
en el guiso de verduras. Así decían.
En esa época preparaban abundancia de guisos
de verduras, le agregaban hongos. Yo también
alcancé a conocer eso, todos nosotros íbamos a
buscar hongos en el campo. Allí donde se corta-
ban árboles hualles, los hongos eran tremendos
de grandes, en un pikünkorü –sopa de locro– es
muy bueno, po’. También se recogían verduras en
las orillas de los humedales, se sacaban verduras
pequeñas, se debían cortar con cuchillo; “que lleve
por encimita las raíces”, decían.
Y lo que se le echa al mate, ¿aquel que se parece
al orégano? Eso, ese es muy bueno, queda flotando,
tiene palitos. También se pone picadito en el guiso
de verduras, de esa manera la gente ni siquiera
sufría de dolor de estomago, po’, ¡nada!, porque
era un muy buen alimento. Por esa razón todas las
personas tenían muy buena energía, muy buena

96
vida. “Con esa verdura tenían la sangre sanita”,
eso contaban.
También se visitaban, se veían. Entonces en
algún momento las ancianas, una o dos personas
mayores, ¿serán de una misma casa? ¿No ve que
también crían animalitos pequeños, tienen gatos
pequeñitos, tienen cosas pequeñas? A veces tienen
ovejitas pequeñas que quedan abandonadas, a
veces chanchitos, cualquiera de esos animalitos
se puede criar.

Entonces se le cantaba a ese –a un criado, a


un niñito abandonado que le nombraban Pape-
lillo–, se representaba en el canto a aquel criado,
o a cualquier otra cosa que se criaba, algo que
fuese pequeño. Eso para los wingka –chilenos o
extranjeros– es como una representación que le
llamaban Papelillo. Y el mapuche también tenía
esa imaginación, también lo tenían. El mapuche

97
no era ignorante, no es ignorante, hasta el día de
hoy no somos ignorantes, po’. Entonces tenían
toda esa conversación, cuentos epew, todo.
Entonces ellos tenían en memoria a aquel
jovencito, un jovencito que se vestía al revés; así
como se visten las personas, no era así como se
vestía el Papelillo. Y así fue como se le compuso
un ülkantun [canción tradicional], esto que van
a escuchar ahora. Dice así:

“Hijito mío, hijito mío.


¿Dónde andabas, hijito mío?
Pues hoy estamos en Wetripantu [año nuevo ma-
puche], hijito mío.
¿Has regresado, hijito, en otra casa es que andabas?
¿Acaso te la andabas dando de enamorado, hijito?”,
eso le decían al hijito, decía y decía la mamita
anciana.

98
El hijito dijo: “he regresado, he regresado mamita,
regresé papito, regresé papito.
En el patio de la casa está pues,
está corcoveando mi caballo de coligüe, papito”.
“Hijito mío, hijito mío,
deja en el corral a tu caballo”.

“Así lo haré, así lo haré, mamita mía”,


decía y decía pues el hijito, corcoveando en su
caballo.
“Tiene puesta una espuela de cardo el hijito, tiene
puesto una espuela de cardo,
tiene una pinta preciosa,
el hijito tiene puesto un sombrero de caca de vaca,
se ve muy hermoso su vestuario, hijito mío”, le
decían y le decían.

“Saltaba y saltaba en su caballo de coligüe,


meneaba y meneaba la rienda de su caballo, el
hijito.

99
Tiene puestas unas espuelas de cardo, está vestido
con espuelas de cardo,
está con botas de cuero de caballo, está con botas
de cuero de caballo,
lleva puestas unas botas de cuero de vaca,
hijito mío, hijito mío”, le decían y decían.

100
“¡Qué gracioso lo que hace el hijito!, corcovea en
el patio de la casa en este Wetripantu.
¡Hijito mío, no estés haciendo eso!,
¡Deja tu caballo en el corral!”, le decían y decían.
“Pues no toma en cuenta el hijito, sigue corco-
veando en su caballo,
está vestido con manta de cuero de vaca el hijito
mío.
¡Deja tu caballo, hijito, deja tu caballo!”, le dijeron.
Paseaba y paseaba en el patio de la casa, pues, en
su caballo.

“No estés haciendo eso, hijito, ya que puedes


golpear alguna cosa”, le decían.
“Es la chicha de manzana que me tiene así,
no ves que he ido a beber donde mis parientes”,
decía el hijito.
Paseaba y paseaba, pues, el hijito.

Y así termina.

101
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105
ÁLBUM FOTOGRÁFICO
(AÑO 2016)
Inicio del viaje. Marta Parra Lincopán en el aeropuerto de Santiago, a la
espera de abordar el avión que nos llevaría a La Paz, Bolivia, para participar
en las Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana.

108
Marta Parra Lincopán participando en la conferencia inaugural de las Jor-
nadas Andinas de Literatura Latinoamericana, La Paz, Bolivia.

109
Silvia Rivera Cusicanqui (académica de la Universidad Mayor de San Andrés)
y Marta Parra Lincopán, al finalizar la conferencia inaugural.

110
Filomena Nina Huarcacho (izquierda), Lucila Criales Burgos (derecha),
principales referentes de la agrupación Taller de Historia Oral Andina
(THOA), compartiendo con Marta Parra Lincopán.

111
Elvira Espejo Ayca, especialista en tejido andino, directora del Museo Na-
cional de Etnografía y Folklore (La Paz), compartiendo con Marta Parra
Lincopán al finalizar una conferencia magistral.

112
De izquierda a derecha: Cielo Ospina Canencio (Universidad de Chile),
Verónica Delgado (Universidad de La Plata), Marta Parra Lincopán y Mar-
garita Canio Llanquinao, compartiendo mesa en el Simposio “Literatura y
Oralidad”, en las Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana.

113
Marta Parra Lincopán y Antonio, taxista de La Paz. Mirador Lloco-Lloco,
a una altura de 4.028 msnm.

114
Marta Parra Lincopán conociendo las llamas, Complejo Arqueológico de
Tiwanaku.

115
Marta Parra Lincopán junto al antropólogo mexicano Abilio Vergara
Figueroa, en el “Monolito Fraile” o “Dios del Agua”, Complejo Arqueo-
lógico de Tiwanaku.

116
Fin del viaje. Marta Parra Lincopán en el aeropuerto de La Paz, a segundos
de abordar el avión que nos traería de regreso a Santiago, para seguir desde
allí a Temuco y, finalmente, a Llamüko - Pirkumche.

117
Gabriel Pozo Menares es académico del Departamento de Antropo-
logía, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Católica de Temuco.
Realiza docencia en carreras de pregrado y posgrado. Sus investigaciones
se centran en memoria y tradición oral mapuche.
Margarita Canio Llanquinao es académica del Departamento de
Lenguas y Traducción, Facultad de Artes y Humanidades, Universi-
dad Católica de Temuco. Realiza docencia en carreras de pregrado y
cursos optativos. Sus investigaciones se centran en la lengua, cultura
y sociedad mapuche.
En conjunto han publicado otros libros, capítulos y artículos, entre los
que destacan Wenumapu: Astronomía y Cosmología Mapuche (2014) e
Historia y conocimiento oral mapuche. Sobrevivientes de la “Campaña
del Desierto” y “Ocupación de la Araucanía” (2013), galardonado con
el Premio Consejo Nacional del Libro y la Lectura, Escrituras de la
Memoria, Obra Publicada.

Referato evaluador externo a la editorial

• José Quidel Lincoleo,


Centro de Estudios e Investigaciones Mapuche.
• Héctor Nahuelpan Moreno,
Universidad de Los Lagos.
• Gabriel Llanquinao Llanquinao,
Universidad Católica de Temuco.
• Marisol Henríquez Barahona,
Universidad Católica de la Santísima Concepción.

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