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Mark Alizart

T :M V
Alizart, Mark.
Criptocomunismo
- 1a ed. - Adrogué : Ediciones La Cebra 2020.
Título original: Cryptocommunisme
Traducción de: Manuela Valdivia
ISBN 978-987-3621-73-4
1. Filosofía Contemporánea. I. Manuela Valdivia, trad. II. Título. CDD 190

© Presses Universitaires de France/Humensis,


Cryptocommunisme, 2019.
© Ediciones La Cebra, 2020

Traducción: Manuela Valdivia


Editorxs: Ana Asprea y Cristóbal Thayer

edicioneslacebra@gmail.com
www.edicioneslacebra.com.ar

Queda hecho el depósito que dispone la ley 11.723


.

“Comunismo = soviets + electricidad”


Lenin
I .L

Las criptomonedas a menudo son consideradas “revolucionarias” y


es posible que lo sean. Y no solamente en un sentido metafórico, sino
también histórico, político e incluso losó co.
De hecho, la promesa de Satoshi Nakamoto de que es posible
comerciar sin la intermediación de banqueros parece que podría
desencadenar una revolución en la economía de la misma manera
que Martin Lutero comenzó su revolución en la Iglesia en 1517, al
a rmar que los creyentes podían tener una relación directa con Dios
sin sacerdotes como intermediarios, o como Oliver Cromwell,
George Washington o Maximilien de Robespierre provocaron una
revolución en el Estado en los tiempos modernos al declarar que la
gente podía gobernarse a sí misma sin príncipes como
intermediarios.
Obviamente, el White Paper que en el 2009 dio origen a Bitcoin, la
criptomoneda más famosa, no nos dice cómo obtener la vida eterna.
Tampoco los pequeños cálculos de un pequeño inversor preocupado
por sus ahorros parecen tener mucho en común con la lucha por la
libertad. Sin embargo, la revolución que encarna es real. La
economía es un aspecto fundamental de nuestras sociedades. Incluso
comparte rasgos con las esferas religiosas y políticas.
Si las hostias tienen forma de moneda es porque originalmente se
fundían en los mismos moldes1. El primer “banco central” de la
historia, el Bank of England, fue fundado por los Puritanos ingleses en
1694. A menudo se cree, desde Max Weber, que el capitalismo fue
conducido a las fuentes bautismales por la “ética del trabajo”
protestante, pero el aporte más notable de la Reforma a la economía,
más bien, fue la ingeniería nanciera moderna2. Al volver a poner a
la fe ( de) y a la culpabilidad en el centro de la vida religiosa, el
protestantismo permitió que socios que se tienen “con anza” (con-
de) puedan darse “crédito” entre sí (crede, “creer”, “tener la de”)
para sus deudas (tanto morales como nancieras). Por cierto, fue un
protestante, John Law, quien a comienzos del siglo XVIII introdujo
en Francia el primer papel moneda3. Y es también el concepto
protestante de fe, en el sentido que supone con ar, ceder y, por lo
tanto, ser libre, el que permitió que las democracias liberales se
construyeran y emanciparan de la monarquía.
De hecho, el invento de Satoshi, en la medida en que también trata
con la con anza y la fe, es un digno heredero de la historia teológica
y política de Occidente4. Incluso puede que represente su
cumplimiento. Mientras que la Reforma y la Revolución se basaron
en un concepto subjetivo de fe, Bitcoin es un algoritmo de fe. Al
permitir liberarse matemáticamente de los “terceros de con anza”,
Bitcoin es una máquina de producir fe y libertad5.
Dicho esto, muchas ideas equivocadas rodean a las revoluciones y
lo que ellas implican, y los “fanáticos” de las criptomonedas –
palabra que podemos usar puesto que de hecho es una nueva
religión y un nuevo partido– podrían decepcionarse respecto de las
suyas.
Si las revoluciones del pasado nos enseñan algo, es que no son un
camino en una sola dirección hacia la emancipación, la libertad
[freedom] o la liberación [liberty]. La Reforma no puso n al trá co de
personas en la religión, aunque hirió gravemente a la Iglesia; las
revoluciones inglesa, estadounidense y francesa tampoco pusieron
n al Estado como tal, aunque detuvieron a la monarquía. De la
misma manera, es dudoso que Bitcoin simplemente signi que el n
de los bancos centrales, del sistema nanciero mundial y del Estado
policial, solo para dar a luz a un mundo nuevo y valiente de
individuos empoderados liberados de pagar impuestos y obedecer la
ley, como lo expresaron muchos profetas libertarios, bitcoiners de
alt-right y criptoculturistas.
Ciertamente, hubo campesinos que durante la Edad Media se
reunieron en torno a los gurús de la Reforma como Thomas
Mün er, quienes dedujeron de las tesis de Lutero que ahora era
posible vivir libres de toda autoridad moral y clerical. También hubo
enragés revolucionarios que creían que su libertad recién obtenida les
daba el derecho de cortar tantas cabezas como quisieran,
especialmente aquellas más altas que las suyas. Eventualmente, sin
p q q y
embargo, todos descubrirían más temprano que tarde que estaban
equivocados sobre el signi cado más profundo de la Reforma y la
Revolución. El protestantismo iba a introducir aún más rigor en la
religión que el catolicismo, hasta el punto de que los protestantes
terminarían siendo conocidos como “puritanos”. Se abolieron los
sacerdotes, se destruyeron las catedrales, los altares, el incienso y el
latín de la iglesia, solo para ser reemplazados por una práctica
religiosa que, al eliminar todos los signos visibles, solo se hizo más
ascética, y tuvo que ser observada en todo momento y en todos los
aspectos de la vida secular. Del mismo modo, la democracia
demostraría ser aún más compleja y enrevesada que el antiguo
régimen. Los príncipes fueron abolidos solo para ver la burocracia
desenfrenada, con enjambres de funcionarios y libros de leyes más
gruesos que el diccionario y la guia telefónica combinados.
Ahora se podría argumentar que el regreso de la Iglesia y del
Estado, después de la Reforma y las Revoluciones liberales que
intentaron destruirlos, signi ca que fracasaron en lo que se suponía
que debían hacer. La verdad es que este retorno fue una
herramienta, no un error. Lutero no quería derrocar la ley de Dios,
quería cumplirla. Rousseau no quería que la ley de la Naturaleza
reemplazara la ley de los hombres, quería asegurarse de que se
observara la ley de los hombres. De hecho, ambos habían entendido
que la libertad era, paradójicamente, la mejor manera de hacer
cumplir la ley de Dios y el gobierno de los hombres porque, en
última instancia, la libertad no consiste en ser libre de toda ley, sino
en imponerse libremente leyes a uno mismo, como la palabra
“autonomía” lo dice claramente: una “ley” (nomos) impuesta sobre
“uno mismo” (auto).
Lo mismo puede decirse sobre el proyecto de Satoshi. Quiere
restaurar la con anza, no destruirla. Quiere restaurar las
instituciones en las que podemos creer, no quemarlas. Y de una
manera muy convincente, lo hace de la misma manera que la
Reforma y las Revoluciones, al reemplazar las viejas instituciones
por otras nuevas, que solo son más robustas porque son instituciones
elegidas e impuestas libremente sobre nosotros. Bitcoin nos libera al
encadenarnos, como la bien llamada blockchain lo establece
claramente. La Cripto nos libera uniéndonos unos a otros. Es una
institución de libertad, no la libertad de todas las instituciones.
Por lo tanto, no hay duda de que las criptomonedas traerán
consigo un nuevo viento de cambio, extendiendo la libertad en todo
el mundo, pero no de la forma en que los niñitos del Tea Party lo han
soñado. Lo hará sometiendo nuestras vidas a una nueva ley, una
nueva Iglesia y un nuevo Estado, aún más austeros que los de la
Reforma de Lutero, más rigurosos que los de la República de
Rousseau. Y esta es la razón por la cual este ensayo a rma que el
régimen teológico-político que la Cripto nalmente establecerá no es
el “criptoanarquismo”. Por el contrario, es un régimen conocido
precisamente por hacer que las personas reconozcan que viven en
comunidades y no como átomos separados, y por querer que
compartan lo que tienen en común, en lugar de separarlo para su
propio bene cio; un régimen que también se consideró
revolucionario, incluso si no logró dar lugar a la revolución que sus
creyentes esperaban, es decir, el comunismo, o más precisamente: el
criptocomunismo.
1 Jean-Louis Schefer, L’hostie profanée, P.O.L, 2007.
2 Véase H. Berman, Law and Revolution II, The impact of the protestant reformations on the
Western legal tradition, Hardvard University Press, 2006. En particular, Berman señala la
diferencia entre los modelos bancarios anglosajones y venecianos a ese respecto.
3 No hace falta decir que no funcionó demasiado bien con la institución católica. Ya que el
Rey le tomó el gusto a la impresión de papel moneda, la in ación llevó a Francia a la
bancarrota en un lapso de cinco años.
4 Los bitcoiners quizás no se dieron cuenta de inmediato, pero reprodujeron todos los
comportamiento de los reformados: la veneración de la palabra de Lutero/Satoshi, una
guerra de religión contra los “nocoiners”; un cisma en un sinnúmero de capillas y de forks; y
el mismo elogio de la frugalidad y la ascesis en el ahorro…
5 Mucho más que una “máquina de producir verdad”. Véase P. Vigna y J. Casey, The Truth
Machine: The Blockchain and the Future of Everything, Saint Martin’s Press, 2018.
P
Gobierno de los hombres, administración de las cosas
.E E E

La Cripto a menudo se re ere al comunismo como a todo aquello


que ella no es: el comunismo sería intervencionista, centralizador,
plani cador, totalitario, allí donde la Cripto sería descentralizada,
liberal, emancipadora. Sin embargo, el primero en haberse
preguntado cómo prescindir del Estado y de sus representantes,
antes de Satoshi Nakamoto, Ayn Rand o Friedrich Hayek, sin lugar a
dudas, es Karl Marx.
Marx era un amante de la libertad y su ambición como lósofo y
político precisamente era encontrar un medio para protegerla. No
por nada pertenecía a la generación que fue testigo del hold-up de la
Revolución Francesa por parte de la gran burguesía de los negocios.
Vio a advenedizos volver a darse privilegios a costa de la gente
humilde que los habían llevado al poder. Detestó a esos falsos
aristócratas que se acapararon de la riqueza pública so pretexto de
hacer avanzar la causa del pueblo. Quiso impedir que el ideal de
emancipación de la Ilustración fuera reembotellado por nuevos
amos. Marx, en el fondo, es el primero en haber querido radicalizar
la Revolución e incluso la Reforma. Admiraba a Lutero y pensaba
que, así como este había demolido al clero, a él le correspondía
demoler al Estado. Lo que tenía en mente con el nombre comunismo,
de esta forma, era esencialmente el hecho de que los “poderes
públicos” fueran despojados “de su carácter político”6, como escribe
en el Mani esto del Partido Comunista. Se trataba de garantizar que
“en lugar del gobierno sobre las personas aparezca la administración
de las cosas”, parafraseando a su acólito Friedrich Engels7. Así, “[…]
a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de
clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de cada uno
condicione el libre desarrollo de todos”8.
Estas palabras podrían haber sido rmadas por el autor del
Mani esto Criptoanarquista. Y no es ninguna casualidad. El
movimiento socialista, en sus comienzos, era casi indistinguible del
movimiento anarquista liderado por Pierre-Joseph Proudhon, Mijaíl
Bakunin y Louis Blanc. Solo se separó verdaderamente de él en un
solo punto, crucial, sin embargo, y que nos interesa particularmente
puesto que permite comprender el lazo entre comunismo y
blockchain: Marx pensaba que una forma de organización o de
protocolo debía acompañar la desestatalización de la sociedad, de lo
contrario las mismas causas engendrarían los mismos efectos. Las
fuerzas privadas sacarían provecho de la debilidad pública para
con scar los bienes comunes y el Estado resucitaría de sus cenizas,
más fuerte todavía, como fue demostrado por el aplastamiento de la
Comuna en 1870.
No es tanto que Marx no con ara en el mercado para sustituir al
Estado (todo prueba que tiene la capacidad de hacerlo), sino que no
con aba en la capacidad del mercado de seguir siendo un mercado si
era dejado a su propia cuenta. La tesis tan original de Marx es que el
Estado, contrariamente a lo que podríamos pensar de manera
espontánea, no es aquello que se opone al mercado. No nació para
poner de rodillas a los empresarios, para mantenerlos a raya, para
controlar la potencia de su creatividad. Muy por el contrario. Emana
de él. Fue inventado por los capitalistas para proteger su propiedad
privada, para hacer avanzar sus intereses, para disuadir el desarrollo
de la competencia. Dicho de otro modo, el Estado nunca es más que
el interés privado dominante disfrazado de interés público9. Es un
actor del mercado en toda regla.
Paradójicamente, este punto hace de Marx y de los libertarianos
primos mucho más cercanos que lo que habitualmente se piensa.
Para los libertarianos los mercados también son manipulados por los
políticos y, por lo tanto, hay que liberarlos de su control para que
vuelvan a ser e cientes. Destruir al Estado exige impedir que el
mercado secrete Estado, así como una ostra secreta perlas. De este
modo, no mucho más que Marx, los libertarianos no quieren
suprimir pura y simplemente al Estado. Por el contrario. Puesto que
la política tiende a renacer permanentemente de sus cenizas, Hayek
preconizó, por ejemplo, que los gobiernos fueran puestos bajo la
tutela de estructuras superiores capaces de imponer las reglas de la
libre competencia que deben aplicarse a todos de manera indistinta.
p q p
La única diferencia entre Marx y los libertarianos pasa por la
estructura encargada de regular el mercado. Para Hayek, debía
tratarse de un “consejo de sabios” no-electo, encargado del poder
ejecutivo y legislativo, y que no contento con tener como misión
regular el mercado, también se jactaría de dar su parecer en cuanto a
la moral (un pueblo debe ser “educado” para la libertad según el
pensador austríaco, quien nunca escondió su simpatía por el
fascismo a pesar de su proclamado amor por la libertad, o más
paradójicamente, debido a él). Para Marx, se trataba de “consejos
populares”, encargados de los mismos poderes (serán los “Soviets”
en la época de Lenin). Pero esto tampoco diferencia tanto a los
marxistas y a los libertarianos. En todo caso, ambos condujeron al
mismo fracaso. Ni los consejos de sabios ni los consejos populares
cumplieron su función.
Bakunin predijo que la pasión de Marx por la organización política
lo llevaría a reemplazar al Estado burgués por una “burocracia roja”
que no tendría nada que envidiarle y lo que sucedió después le dio
la razón. El fantasma aterrador de una “dictadura del proletariado”,
bajo la férula de Lenin y luego de Stalin, se volvió un “Partido” de
siniestra memoria, un verdadero Estado dentro del Estado que
traicionó la con anza de los proletarios, a quienes supuestamente
debía servir, una herramienta del “centralismo democrático” en el
cual únicamente el centralismo tuvo derecho de admisión, nunca la
democracia…
Pero decir que el libertarianismo no logró ser más convincente que
el marxismo respecto a la e cacia de sus dispositivos no es tratarlo
injustamente. En efecto, las recomendaciones de Hayek fueron
seguidas en todo el planeta. Con el nombre “neoliberalismo” las
instituciones tecnocráticas suplantaron a la voluntad general en
todos lados: son los llamados “bancos centrales” (¡contra los cuales
luchan los libertarianos, a menudo sin comprender que ellos mismos
los inventaron!), pero también el Fondo Monetario Internacional o el
Banco Mundial (cuya totalidad de sus presidentes son no-electos). O
todavía “Corte Suprema” (cuyos jueces tampoco son elegidos), o
“Agencia central de información” (cuyos dirigentes tampoco lo
son)10. Ahora bien, el problema con todas estas instituciones es que
p q
las personalidades que las dirigen fuera de toda supervisión
popular, por lo tanto, son nombradas por los representantes más eles
y más comprometidos con la oligarquía. Hayek y sus amigos del
Mont Pelerin nunca sirvieron más que de tontos útiles para el gran
capital (a menos que hayan sido sus cómplices desde el comienzo).
Si ni los consejos populares ni los tecnócratas no-electos pueden
paliar las disfunciones del mercado, sin embargo, surge entonces la
pregunta de quién puede hacerlo. Y es allí que Bitcoin nos interesa, ya
que se presenta como la solución para este callejón sin salida.
Aparece como aquello que le faltó al comunismo para llevar a cabo
su “destrucción organizada” del Estado.
.C

Norbert Wiener, el padre de la cibernética, fue uno de los primeros


en comprender desde los años 1950 que la informática poseía la
solución para el problema de la gobernanza democrática y, por
cierto, la palabra cibernética misma designa “la ciencia del buen
gobierno” (cyber quiere decir “timón” en griego). Según él, una
sociedad podía ser descrita como cualquier otro sistema que alcanza
el equilibrio (“la homeostasis”) gracias a bucles de retroacción
positivos, de modo que debía poder ser pilotada de manera óptima
por algoritmos automatizados y descentralizados, como las
funciones vitales de un cuerpo son pilotadas por el sistema nervioso
sin que intervengamos en ello conscientemente11.
Un rumor tenaz pretende que la cibernética era de derecha porque
los cibernéticos elogiaron tanto a una forma de control
antidemocrático como a un sistema de autorregulación liberal. Nada
de esto aparece en la obra de Wiener, quien no le dio la razón ni al
estalinismo ni al híperliberalismo (por cierto, tendrá que suprimir
esta comparación en la segunda edición de su libro para darle en el
gusto a los cazadores de comunistas macartistas). A semejanza de
toda la generación de cientí cos que formó parte del “proyecto
Manha an”, Wiener estaba atormentado por la angustia de que el
bien público cayera entre las manos de unos doctores Strangelove, ya
fueran comunistas o capitalistas. En este sentido, su insistencia en la
automatización y la descentralización es muy parecida a la obsesión
de Marx por un Estado protegido de la rapacidad y la locura de los
hombres.
No es casualidad que Louis Althusser, el gran intelectual
comunista, haya sido quizás quien comprendió mejor el partido que
los marxistas podían sacarle a la cibernética. Althusser entendía de
una manera muy particular el callejón sin salida en el cual el
comunismo se había extraviado con Lenin y, luego, con Stalin. Para
él, el socialismo no sufría tanto las consecuencias de haber sido
secuestrado por líderes autocráticos y sociópatas que tendrían que
ser eliminados para que un “socialismo con rostro humano” pudiera
emerger, como pensaba Sartre, sino, por el contrario, de seguir
siendo prisionero de una visión demasiado “humanista” de la
política. Con esto Althusser no pretendía que Mao o Stalin fueran
unos grandes sentimentales, sino que al ceder al culto de la
personalidad traicionaron la idea fundamental de Marx según la
cual el comunismo debe emancipar de todos los amos. Para
Althusser, la única manera de salvar al comunismo pasa por el
hecho de darle la espalda a la “metafísica del sujeto” adhiriendo a la
idea según la cual la historia se administra sola, y es un “proceso sin
sujeto”.
De este modo, el comunismo que Althusser elaboró se presenta
como una “estructura”: un sistema de varias entradas, sin centro ni
comando, dotado de múltiples subsistemas que se articulan unos
con otros de manera “sobredeterminada”, lo que signi ca que no
están determinados “unilateralmente”, sino por medio de bucles que
garantizan su consistencia. Este marxismo que Althusser llamaba
“estructural”, está inspirado de hecho en los loops y los feedbacks de la
cibernética. Y con razón. Claude Lévi-Strauss asistió como oyente a
los “Coloquios de Macy”, donde se reunía lo más selecto de la
cibernética de la post-guerra. Jacques Lacan, otro estructuralista, era
un apasionado de la informática. Noam Chomsky utilizó los
lenguajes de la programación para desarrollar su trabajo en
lingüística sobre la gramática generativa.
¿Tuvo acaso una in uencia en los proyectos de pilotaje informático
de la sociedad que la URSS experimentó a partir de los años 1960?
Podemos sospecharlo. Pero lo cierto es que luego de la condena
ideológica de la informática hecha por Stalin, considerada como una
“ciencia norteamericana anti-revolucionaria” –que durante mucho
tiempo pesó sobre los socialistas y que todavía explica su
descon anza respecto a la sociedad de la información–, Jrushchov
comprendió en los mismos términos el interés que se podía sacar de
la cibernética, especialmente en materia de plani cación. Mientras
que hasta entonces los datos económicos se recolectaban a mano y
eran transmitidos al Gosplán que los contrastaba laboriosamente, la
p q
perspectiva de poder generalizar y automatizar su recolección era
su cientemente seductora para que el Partido nanciara un proyecto
de red informática nacional, el OGAS, basado en 20 000 unidades de
recolección implantadas en las fábricas12. Fue una respuesta
interesante, en todo caso, a la crítica formulada por Hayek en su
artículo de 1945 El uso del conocimiento en la sociedad13, según la cual la
plani cación soviética estaba destinada al fracaso debido a su
incapacidad de recoger tanta información como los mercados
pueden hacerlo respecto al precio justo de las mercancías. Y si bien el
proyecto nalmente no vio la luz en un país que todavía estaba
demasiado marcado por la paranoia chequista, estuvo operativo en
el Chile de Allende en los años 1970. Concebido por un excéntrico
investigador en cibernética llamado Sta ord Beer (andaba en
limusina y fumaba puro), el proyecto CyberSyn, para Cybernetic
Syncronization, consistió en recolectar datos en las fábricas y
transmitirlos por télex a un centro de mando donde una
computadora se encargaba de asegurar la estabilidad sistémica de la
economía de manera automática14.
Desde luego, Cybersyn era muy rudimentario y sobre todo
ultracentralizado, de modo que podemos preguntarnos qué habría
pasado si después de su Golpe de Estado, en lugar de eliminarlo, el
General Pinochet lo hubiera utilizado para vigilar y hacer callar a sus
opositores. Pero cuando los progresos realizados en la
miniaturización de los componentes electrónicos durante los años
1970 dejaron entrever que una in nidad de computadoras
personales podrían reemplazar a las grandes máquinas calculadoras
impracticables que conocen Wiener y Beer, los primeros sistemas de
comando realmente descentralizados que pre guran Bitcoin
pudieron ser concebidos.
Stewart Brand, el fundador visionario de un colectivo que se
reunió en torno a una revista que aspiraba a agrupar ingenieros,
biólogos, poetas y militantes políticos, el Whole Earth Catalogue, fue
parte de aquellos que comprendieron que las computadoras no eran
simplemente súpercalculadoras, sino que también eran
súperherramientas de “comunicación” y potencialmente, por lo
tanto, de “comunismo”: dos palabras que dejan resonar su raíz
p q j
idéntica, lo “común”. Al permitir que los hombres puedan hablarse
en toda la super cie terrestre de manera instantánea, las
computadoras tienen como nalidad hacer del mundo la “aldea
global” prometida por Marshall McLuhan. Al terminar de
alivianarle la carga de trabajo a la humanidad, hacían posible un
nuevo Jauja. Al enseñarnos a hablar el lenguaje secreto de la vida
misma, el del ADN, permitían inventar una nueva naturaleza, en la
cual, como escribiera el poeta Richard Brautigan, “mamíferos y
ordenadores vivan juntos en mutua armonía programada vigilados
todos por máquinas de amorosa gracia”15.
Teniendo en cuenta estas promesas, en un mundo que carecía
cruelmente de optimismo –entre el desmoronamiento del
“socialismo real”, los inicios de la angustia climática y los crímenes
de la democracia norteamericana en Vietnam– el éxito de la revista
que el grupo publicaba para difundir sus ideas fue inmediato. El
Whole Earth Catalogue circuló rápidamente en el mundo de la
contracultura, pero también entre ingenieros y programadores, de
tal suerte que según el historiador norteamericano Fred Turner16 esta
utopía cibercomunista o “cibercomunalista”17 contribuyó inclusive a
forjar la sociedad de la información en la cual vivimos hoy. Es el
telón de fondo de la invención de internet, concebida como una
“red”, la Web. Irriga las redes sociales y su cultura de la gratuidad.
Motiva los proyectos open source, como el sistema operativo Linux o
la fundación Wikipedia. Sobre todo, es la razón por la cual la Silicon
Valley puede creerse la encargada de una misión evangelizadora
cuasi divina que no tolera ninguna oposición.
Por supuesto, y todavía ahí, el éxito no estuvo presente. Cincuenta
años después del sueño techno-hippie podemos constatar que la
Internacional Cibernética no lo hizo mejor que la Internacional
Socialista, su ancestro. Internet también, e incluso sobre todo, ha
enriquecido a los bancos, a las multinacionales de las
telecomunicaciones, a los gigantes de la distribución, al complejo
industrial-militar y a las antenas de la sociedad de control. En el
comercio y en la publicidad se han constituido monopolios
inverosímiles que amenazan a la democracia misma que internet
supuestamente haría prosperar. Los muros entre los pueblos
p p p p
volvieron a crecer casi tan rápido como cayeron. El diálogo
intercultural se degradó en con icto identitario. Las redes sociales se
transformaron en burbujas algorítmicas donde la indignación se
mantiene a sí misma en circuito cerrado. Según algunos, la
“economía del intercambio” solo le ha proporcionado una mano de
obra gratuita al “capitalismo cognitivo”18. Las tecnologías genómicas
incluso han desnaturalizado a “la ecología cibernética” del poeta. En
resumen, la descentralización se recentralizó, de modo que cada vez
más intelectuales de izquierda desconfían de la informática como de
la peste y llaman a desconectar internet, a nacionalizar los GAFA o a
romper con el monopolio de los explotadores de la big data, así como
antaño las leyes anti-trust acabaron con el complejo del big oil19.
No obstante, la utopía informacional les sobrevivió. Los ciberpunks
de los años 1980, en particular, a rmaron que el problema de
internet era solamente ser falsamente descentralizado. Alexander
Galloway, en un libro justamente titulado Protocol: How Control
Exists After Decentralization20, mostró que los techno-hippies
olvidaron un poco rápido que internet se basa en una logística de
cables y servidores centralizados que permiten que los actores
maliciosos devoren todos los datos que están a su disposición y que
se constituyan los monopolios de la data. En 1998, John Perry Barlow
proclamó una “Declaración de la independencia del ciberespacio” en
este sentido, para protestar contra el hecho de que internet haya sido
puesto bajo la tutela de la ICANN. El teórico de los medios de
comunicación Kenneth McKenzie Wark escribió un Mani esto Hacker
en el 2002 que invitaba a una disrupción en los ujos de información.
Los ciberpunks, quienes han desarrollado todo tipo de herramientas
de resistencia a la sociedad de control y al capitalismo digital, como
las tecnologías que permiten volver anónimas las conexiones (TOR o
los VPN), encriptar las mensajerías privadas (PGP) o crear redes
entre pares (P2P), pavimentaron de este modo el camino hacia
Bitcoin.
Se puede decir entonces que los ciberpunks no evitaron tanto como
hubiesen querido caer en la trampa, ya anunciada por Marx, de que
un “mercado” de la información permitiría emancipar a sus
usuarios. A veces incluso cambiaron menos la estructura de internet
que acondicionaron allí un espacio más grande para el capitalismo.
De la darknet a los paraísos scales solo hay un paso. Entre la
piratería de películas, de buzones de correo electrónico, los leaks
diversos y variados, el trá co de drogas, es difícil saber qué separa a
un pirata de un gran patrón, si no la escala en la cual actúan. Pero le
abrieron la vía a los cypherpunks, quienes, por su parte, lograron
hacer pasar a internet por completo a una nueva dimensión.
.D

Bitcoin es un protocolo que permite producir consenso de manera


descentralizada. Es en este sentido que es una tecnología
profundamente política, antes mismo de ser económica y nanciera.
Y es en este sentido, sobre todo, que es el sueño de Marx vuelto
realidad.
Antes de la blockchain, era necesario escoger entre consenso y
descentralización. O bien se estaba del lado de la anarquía, o bien de
la sociedad de control. Llegar a un consenso signi caba que una
instancia central controlara y validara la expresión de los miembros
de la colectividad. Este es el trabajo, por ejemplo, del asesor que
recoge las papeletas electorales y que las cuenta para garantizar que
nadie votó dos veces. También es el trabajo de los bancos. Cuando se
efectúa un pago con un cheque o con tarjeta, e incluso mediante
Paypal, el banco emisor y el banco crediticio se ponen de acuerdo
para escribir en sus libros de cuenta que el monto X debe ser borrado
del libro del banco A y debe ser registrado en el libro del banco B, y
esto una vez y solamente una, de lo contrario un “doble pago”
permitiría cometer fraude.
Debido a su naturaleza, este tercero que valida la expresión
colectiva debe ser un tercero de con anza, si no todo el proceso se ve
viciado. Pero también puede estar corrompido y desviar el consenso
en su propio bene cio. No faltan los ejemplos para estas artimañas,
Marx y Hayek lo recalcaron después de Lutero y Rousseau. De ahí la
importancia que reviste el descubrimiento de Satoshi Nakamoto de
que un protocolo informático permite, en ciertas condiciones bien
precisas, prescindir de los terceros de con anza antedichos.
Fue resolviendo un problema de teoría de juegos, conocido con el
nombre de “problema de los Generales Bizantinos”, que Satoshi
consiguió encontrarlo21. El problema en cuestión consiste en
determinar si es posible que varios Generales que rodean una ciudad
junto a sus guarniciones se pongan de acuerdo respecto a una
estrategia común: atacar o batirse en retirada, bajo el entendido de
que 1) un ataque o una retirada no coordinada sería un desastre; 2)
los Generales están separados entre sí. No pueden, por tanto, votar a
mano alzada por unanimidad, solo enviarse mensajes; 3) los
mensajeros que ellos utilizan para comunicarse entre sí pueden
perderse y sus mensajes no llegar nunca; 4) algunos Generales han
sido corrompidos o in ltrados por el enemigo y pueden enviar
mensajes contradictorios (“batir en retirada” Y “atacar”). Dicho de
otro modo, el problema consiste en saber cómo lograr que se
produzca un acuerdo (ie. un consenso) entre varias personas que no
pueden contar con ninguna de ellas en particular (ie. sin una
instancia centralizada de control).
Para resolver este problema, Satoshi procedió en tres etapas. En
primer lugar, planteó (1) que un registro de los votos debía poder ser
consultado por todos los Generales y, por lo tanto, formar parte de
los mensajes que se envían entre sí. Para asegurarse de la unicidad
de los votos inscritos en este registro, Satoshi luego indicó (2) que el
voto a favor de una opción (“ataque” o “retirada”) debía fundarse en
una “prueba de unicidad”. Puesto que no podía tratarse de una
simple rma sobre un pergamino (demasiado fácil de falsi car),
imaginó que sería más bien una especie de “rompecabezas”. Cada
general debería resolver un criptograma cuya solución sería su
propia rma. Pero como el criptograma necesita un tiempo
determinado para poder resolverse, Satoshi agregó que el proceso de
votación debía tener una duración limitada –que precisamente
equivaldría al tiempo que se necesita para resolver un enigma– de
manera que sería imposible resolver dos y, por lo tanto, “ rmar” dos
mensajes contradictorios. Finalmente, Satoshi solucionó el último
problema que consistía en asegurarse de que todo el mundo
efectivamente poseía el mismo registro que contabilizaba los votos.
Para esto, obligó (3) a cada General a “encadenar” su voto con el del
siguiente, de modo que toda modi cación de un elemento de la
cadena modi ca el aspecto general del registro.
Al reemplazar a los Generales por computadoras y a sus votos por
las informaciones que intercambian entre sí, se obtiene Bitcoin. Los
q
Generales son computadoras organizadas en una red entre pares
(2P2). Comparten un libro de cuentas (“ledger”) que circula con los
mensajes que se envían y solo pueden escribir en él a condición de
entregar una “prueba de trabajo” (“proof of work”) asociada con su
escritura, prueba que consiste en encontrar la combinación de un
criptograma que toma diez minutos en ser crackeado. Cada sesión
de “votación” forma un “bloque” fechado (un timestamp) que se
encadena al precedente (la blockchain) después de que se veri ca que
la escritura sobre el registro es lícita. Esta veri cación es operada
mediante “nodos” (nodes) que no pueden leer la información de los
bloques (ya que está protegida por un criptograma), pero que
pueden saber si la cadena de bloques está completa.
En sentido estricto, lo que llamamos un bitcoin22 es el recibo que se
le entrega a un minero cada vez que un bloque de la cadena es
creado, incluso si la expresión es impropia. El coin, en efecto, es un
bit del bloque mismo, el espacio de escritura que contiene. Es un
derecho de giro sobre la información encapsulada que transporta. Y
es así que puede tener un valor: poseer un derecho de escritura sobre
la blockchain, es como poseer una dirección h p:// en la web o una
plaza de estacionamientos en un edi cio. El valor de dicha plaza será
tanto más grande cuantos más habitantes que quieran estacionarse
haya y tanto más limitado sea el espacio para crear nuevas
cocheras23.
El conjunto que forman los mineros, los usuarios y los nodos
constituye Bitcoin: un protocolo de intercambio de informaciones
perfectamente transparente (cada quien posee el registro sobre el
cual las informaciones se escriben), descentralizado (nadie tiene su
control), y sin embargo, infalsi cable (validado mediante pruebas de
trabajo), indescifrable (las informaciones están encriptadas) e
inviolable (la integridad de la cadena se veri ca constantemente).
Bitcoin a menudo es descrito como un “trustless exchange”. Esto
solo es verdad porque es posible tener fe en la totalidad del
protocolo y en sus actores, fe que deriva de la posibilidad de
“veri car” lo que hace cada uno. Los mineros tienen con anza
porque pueden vigilar a los programadores, cuyo trabajo les asegura
un ingreso jo. Los usuarios tienen con anza porque pueden vigilar
g j p q p g
a los mineros al obligarlos a ajustarse a las reglas escritas por los
programadores, que ellos resguardan en los nudos de la red (los
nodos). Los programadores (quienes escriben los programas en uso)
tienen con anza porque saben que los mineros aseguran la
abilidad de la red al gastar energía en protegerla.
De hecho, programadores, usuarios y mineros forman una
comunidad que se reparte el poder legislativo (el código), ejecutivo
(los usuarios) y judicial (la validación) de Bitcoin. De esta manera,
Bitcoin es una especie de Estado. Viene con su Constitución. No se
puede hacer nada sin que sus tres poderes se pongan de acuerdo
para hacer evolucionar el protocolo. Por cierto, si no llegan a un
acuerdo la cadena puede bifurcarse –si 51% de una clase
determinada quiere ir en una dirección a cualquier precio. Pero
justamente, tiene un precio. El valor se destruye con cada
bifurcación, la con anza también. Fabricar consenso, por lo tanto, es
crucial y sigue siendo una de las actividades fundamentales de
aquellos que se describen como pertenecientes a la “comunidad
Bitcoin”24.
En “consenso descentralizado”, no retener más que la palabra
“descentralizado”, como lo hacen los criptoanarquistas, es por lo
tanto un error. La palabra “consenso” es bastante más importante. El
valor de un bitcoin es inseparable de la red que lo porta. Un bitcoin
es una “relación social”, hablando como los marxistas. Incluso no es
más que eso. Cristaliza la energía del cuerpo social que lo produce.
La autoridad central que el protocolo suprime, el banco, el Estado, se
difunde en todo el organismo que lo porta: es la implementación
coercitiva del consenso a todas las escalas de la sociedad.
Literalmente, es la versión lograda del “centralismo democrático”
soviético (donde “centralismo” quiere decir “consenso” y
“democrático” quiere decir “descentralizado”).
.F A L C

Uno de los pioneros de las criptomonedas, Naval Ravikant, resumió


muy bien la manera en la cual funciona la blockchain, a medio
camino entre el mercado y el Estado25.
Según él, existen varios tipos de organizaciones colectivas que
pueden ser jerarquizadas en función de la perecuación que operan
entre “inclusión” y “selección”: las más selectivas son las más
óptimas pero también las menos inclusivas, –por ejemplo los Trust
protestantes que dan origen a los bancos modernos, donde se
asocian Partners poco numerosos y escogidos con pinzas. Las
universidades son otro ejemplo, más acogedor pero todavía muy
meritocrático. En el otro extremo, encontramos las redes más
abiertas: la democracia, por ejemplo. Allí, la e ciencia es mediocre
porque la con anza entre las partes es débil y los individuos muy
heterogéneos. Pero lo que se pierde en e cacia se gana en inclusión,
debido al efecto de masa. Entre estos dos polos hay una red que
encontró la manera de combinar el efecto de masa y la meritocracia:
los mercados. Por de nición, un mercado está abierto a todos, pero
hay un ticket de entrada –el “riesgo”– que lo vuelve al mismo
tiempo abierto y selectivo. Un mercado es elitista e igualitario, es
elitario. Esta combinación es tan temible que los mercados se han
vuelto progresivamente más poderosos que los Estados. Pero los
mercados tienen una debilidad: no son más que nancieros. Allí, el
compromiso es mercernarizado. Nadie entra en un mercado de buen
grado. Prueba de ello, es que al menor riesgo todo el mundo huye.
Los mercados son sacudidos por crisis violentas. Ninguna a ectio
societatis los regula. Allí, las empresas pueden proporcionar cierta
satisfacción al hacer que sus empleados participen de los resultados
del grupo o al crear una verdadera cultura de empresa, pero su
poder es limitado. El miedo al desempleo es bastante más e caz. Los
mercados, por lo tanto, son paradójicamente más frágiles de lo que
parecen y su fragilidad amenaza a todo el mundo. Pueden
deshacerse a cada instante. Es por eso que necesitan del Estado: para
reclutar a la fuerza, en el mercado, a los ciudadanos que se
mostrarían recalcitrantes.
Una blockchain no tiene este tipo de problemas. Recompensa el
compromiso de sus miembros, su adhesión a lo común. Hace de la
a ectio societatis un mercado. Valora la delidad. No solo invita a
intercambiar en una red, sino a hacer de la red el objeto mismo del
intercambio. En una blockchain no somos piratas; por el contrario,
somos funcionarios, funcionarios de la red. Y lo somos, por lo tanto,
tanto más gustosamente cuanto que esta red somos nosotros, nos
pertenece. Una blockchain combina la apertura de la democracia con
la e cacia del mercado basado en el mérito. Más allá del único
principio monetario, la blockchain hace de la democracia misma un
trabajo que merece una forma de retribución. Es así que invierte la
relación de fuerza entre lo público y lo privado que pavimenta la vía
hacia el comunismo.
A los políticos les gusta comparar a la nación con una empresa, en
particular a aquellos que tienen “éxito” en los negocios y que tientan
a los electores con hacer prosperar tanto al país como a su business.
En la medida en que nadie muere por su empresa, esta metáfora es
falaciosa. Ahora bien, la muerte es la piedra angular de toda
sociedad, como Hegel señaló. Las naciones no son ni empresas ni
mercados. Son organizaciones sociales, como las asambleas de
copropietarios. Si un edi cio se quema, todos sus habitantes perecen
también. Si un habitante tiene una enfermedad contagiosa y los otros
habitantes lo dejan sin tratamiento, todos mueren con él. Por cierto,
fue recién cuando el cólera se volvió una amenaza para la gran
burguesía que vivía en el oeste de París –que diezmaba al
lumpenproletariado en las bolsas de pobreza del centro de París en
el siglo diecinueve– que las primeras políticas de salud pública
fueron promulgadas y que los burgueses terminaron entendiendo el
interés de pagar sus impuestos. Una nación, por tanto, ya funciona
intuitivamente como una blockchain. La colectividad recompensa las
contribuciones de los ciudadanos que se arriesgan en favor del bien
común concediéndoles reducciones de impuesto, el equivalente a los
tokens. Los salarios que se les paga a los funcionarios son otra
q p g
manera de recompensar a los “mineros” de la sociedad. Como en la
blockchain, el profesor o el cartero o el militar son pagados con
bonos (del Tesoro), a cambio de su trabajo al servicio del conjunto de
la colectividad. Del mismo modo, los partidos políticos y los
sindicatos reciben dinero público según los votos captados: en cierto
modo, son pagados por animar a la colectividad, como el síndico del
edi cio.
Pero esta blockchainización del Estado se detiene a medio camino.
Nunca nos pagan por votar, por ejemplo, a pesar de que el voto
también anima a la colectividad, incluso de manera bastante más
fundamental que el trabajo de un sindicato o de un partido. El voto
no es considerado como un trabajo, sino como un deber o como un
regalo, por el cual el ciudadano debería incluso pagar en lugar de
esperar una retribución a cambio (y, por cierto, este fue el caso
durante mucho tiempo en las llamadas democracias “censitarias”).
Separar la basura, ayudar a limpiar una playa contaminada por la
marea negra, participar en acciones educativas y sociales tampoco es
objeto de un salario. En resumen, la vida asociativa, todas las
actividades que Amartya Sen llama “capacitantes” y que permiten
pasar de una libertad negativa, en la cual el Estado solo aparece
como una carga y del cual los ciudadanos son clientes y usuarios, a
una libertad positiva, donde cada uno siente que forma parte de un
todo y que es respetado por ese motivo, son ignoradas.
La razón de esto puede parecer evidente: ¿quién más que los
ciudadanos mismos pagaría por todas estas actividades? ¿No sería
acaso como darse a sí mismo su propio dinero? ¿No sería un
impuesto más, una forma de redistribución insostenible para el
presupuesto del Estado? No, como lo muestran los partidarios de la
Modern Money Theory, si el dinero que sirve para pagarlo es emitido
de manera soberana por el Estado (quien de esta manera se hace un
cheque a sí mismo). Y con mayor razón si es emitido por una
blockchain, donde la carga de la prueba está invertida, dado que es
la prueba del trabajo la que produce el valor y no el valor percibido
el que debe remunerar el trabajo. Si el Estado mismo estuviera
blockchainizado al igual que Bitcoin, toda persona que hace un
trabajo para la colectividad sería retribuida con divisas digitales y
j p g y
estos “bonos cívicos” adquirirían, al mismo tiempo, un valor
nominal, ya que permitirían pagar servicios entre los miembros de la
blockchain nacional, fuera del circuito monetario tradicional. Todo
Estado tendría entonces (al menos) dos monedas: su moneda para
los intercambios comerciales y una blockchain soberana, moneda
nacional para los servicios cívicos, como fue el caso durante siglos26.
De esta forma, el Estado se dotaría de una moneda fundada en “las
capacidades de cada uno, y que se da a cada uno según sus
necesidades”, parafraseando a Marx.
Lo que es mejor, el Estado podría recaudar el impuesto en una
blockchain soberana. Contrariamente a lo que a rman los
criptoanarquistas, si Bitcoin permite escapar (en teoría) del control
de los servicios scales, la blockchain que captura los intercambios
nancieros, por su parte, centraliza maravillosamente la recolección
de los impuestos. Es posible imaginar que si un día los Estados
mismos comenzaran a minar para Bitcoin, los bitcoins y los gastos de
transacción que los mineros perciben hoy por cada milibitcoin
intercambiado serían percibidos por toda la colectividad. Este “e-
impuesto Tobin” mundial equivaldría a un impuesto sobre la
vivienda universal que permitiría mantener el edi cio nacional en
buen estado. Además, al estar basada de manera igualitaria en cada
nano-transacción automatizada27, su base impositiva tendría la
ventaja de poder ser percibida tanto por las máquinas como por los
seres humanos, de modo que sería la candidata ideal para nanciar
un ingreso incondicional de existencia, a pesar de que a los marxistas
no les guste mucho este principio28. Sería lo que el activista Aaron
Bastani denomina comunismo de la abundancia totalmente
automatizada29.

6 K. Marx, Mani esto del partido comunista. Traducción de W. Roces.


7 En su libro Anti-Dühring.
8 K. Marx, Ibíd.
9 Véase K. Marx, Crítica de la losofía del derecho de Hegel, 1843.
10 La FED fue creada en 1913, pero su verdadera independencia no fue conquistada
de nitivamente sino hasta 1978, en particular gracias a la in uencia de los trabajos de
Milton Friedmann, cercano a Hayek. La Corte Suprema evidentemente está en una
situación de dependencia completamente diferente, puesto que su institución precede en
dos siglos al neoliberalismo. Sin embargo, Marx siempre consideró que la doctrina de la
separación de los poderes que justi ca su existencia era el acto mismo de nacimiento del
Estado burgués.
11 Véase Cybrnétique et société. Publicado en inglés en 1950, con el título The human use of
human beings.
12 B. Peters, How Not to Network a Nation: The Uneasy History of the Soviet Internet, MIT Press,
2012.
13 Para Hayek, la plani cación soviética estaba destinada al fracaso debido a su
incapacidad para recoger tanta información como los mercados sobre las necesidades y las
capacidades de la economía.
14 E. Medina, Cybernetic revolutionaries, Technology and politics in Allende’s Chile, MIT Press,
2014.
15 R. Bautigan, All watched over by machines of loving grace, 1967.
16 F. Turner, Aux sources de l’utopie numérique. De la contreculture à la cyber-culture, C&F
éditions, 2012.
17 Turner pre ere esta palabra, más cercana al espíritu hippie.
18 Y. Moulier-Boutang, Le Capitalisme cognitif, la nouvelle grande transformation, Editions
Amsterdam, 2008.
19 Citemos a Evgeny Morozov, Carmen Hermosillo, Bernard Stiegler, Richard Barbrook o al
documentalista Adam Curtis, director de un exitoso documental basado en el poema
ciberbucólico de Brautigan, All watched over by machines of loving grace, pero tomado esta vez
en sentido irónico.
20 Véase A. Galloway, Protocol, How Control Exists after Decentralization, Cambridge, 2006.
21 Recordemos que Satoshi tuvo predecesores en el camino de su resolución. Citemos a
Adam Back, Nick Szabo, Wei Dai y sobre todo a Hal Finney.
22 Con b minúscula, para distinguirlos del protocolo Bitcoin con B mayúscula.
23 Sin embargo, la escasez de bitcoins no explica su valor por sí sola. También radica en su
utilidad. En Bit by Bit: How P2P is Freeing the World (ebook, 2015) Je rey Tucker explica muy
bien que el valor de un bitcoin está relacionado con la “fricción” de los otros medios de
pago que él suprime. Por ejemplo, si una transferencia de dinero de un país a otro cuesta
alrededor de 15 dólares, Bitcoin “vale” los 15 dólares de fricción que economizamos al
enviarlo de la persona Y a la persona W, sin pasar por el banco que descuenta su comisión.
Allí donde las transferencias de dinero están prohibidas por gobiernos que controlan el
cambio, que se autorizan incluso a puncionar las cuentas de sus ciudadanos en período de
escasez, un bitcoin “vale” todavía más: vale la prohibición que le permite esquivar. Vale el
valor que se le atribuye al hecho de ser enteramente dueño de su dinero, de estar autorizado
incluso a tenerlo, lo que no ocurre en el caso de más de mil millones de individuos sobre el
planeta a quienes los bancos consideran “no bancarizables”. Finalmente, en países que
manipulan el precio de sus monedas jugando con la plancha de imprimir dinero o con las
tasas de interés, el bitcoin, cuya cantidad está limitada a 21 millones de unidades, tiene
tanto más valor cuanto que el dinero tiene menos.
24 Entre los reproches que algunos le hacen a Bitcoin, como el economista Yannis
Varoufakis o la lósofa Jaya Klara Brekke, encontramos el que no posee una gobernanza
democrática. Su fe en la administración algorítmica del protocolo, en especial, le daría un
poder excesivo a los programadores, e incluso a los mineros. Vemos que eso no es así. Un
ejemplo del poder de la deliberación colectiva que anima a los bitcoiners se produjo en el
2016, cuando los usuarios de Bitcoin (los propietarios de los nodos) hicieron fracasar el
proyecto –impuesto de manera centralizada por los mineros– de aumentar la capacidad de
almacenamiento de los bloques, al término de un intenso debate en los foros. Esto podría
q p
perfectamente transponerse a la escala de un debate de política monetaria. Si fuera
necesario, por ejemplo, saber si hay que aumentar la cantidad de bitcoins en circulación,
crear de manera permanente una ligera in ación o incluso imponer las transacciones y
redistribuir el bene cio percibido, se haría en esta ocasión. Un protocolo como Tezos se
propone acoger estos debates on-chain, según la modalidad de consenso descentralizado.
25 Su thread puede consultarse en Twi er @naval.
26 En Occidente existieron dos monedas hasta la época napoleónica. El oro servía para el
comercio internacional y una aleación, el “vellón”, emitido a escala local, para el comercio
de proximidad.
27 Los micropagos son una funcionalidad revolucionaria de Bitcoin: puesto que los terceros
son suprimidos, los gastos bancarios también lo son. Hacer un sinfín de microtransacciones
entonces se vuelve rentable.
28 Marx pensaba que al Estado no le correspondía hacer caridad, sino permitir que los
hombres se emanciparan al gozar del fruto de su trabajo. Después de Marx, Michel Foucault
mostró además que el Estado mismo puede justi car el aumento de su dominación sobre
los individuos con el pretexto de proporcionarles prestaciones sociales (porque entonces
debe conocer su estado de salud, su situación profesional y familiar, etc.). Lo inverso de un
ingreso universal, en este sentido, podría ser una reducción pura y simple del costo de las
mercancías permitido por la automatización. En una sociedad comunista, más que una vida
subvencionada, quizás las cosas son gratuitas. Esto podrá parecer tan poco realista como la
promesa luterana de una gracia gratuita, puesto que si todo es gratuito, podemos temer que
todo sea devorado al instante, pero también es posible que al suprimir el miedo a la
carencia se suprima la glotonería, que es su consecuencia. Al menos, es lo que Marx
esperaba.
29 A. Bastani, Fully Automated Luxury Communism, Verso, 2019.
SEGUNDA PARTE
La apropiación colectiva de los medios de producción
monetaria
.T

Según los intelectuales de izquierda tradicionales, la otra razón por


la cual los techno-hippies fracasaron en hacer advenir una “Aldea
Global” no proviene tanto del hecho de que internet fuera
insu cientemente descentralizado, sino debido a que no sirve más
que para comunicar. En efecto, el capitalismo solo puede ser
superado a condición de dominar los medios de producción. Como
decía Gilles Deleuze: “Es evidente que puede buscarse siempre la
correspondencia entre un tipo de sociedad y un tipo de máquina: las
máquinas simples o dinámicas de las sociedades de soberanía, las
máquinas energéticas de las sociedades disciplinarias, las máquinas
cibernéticas y los ordenadores de las sociedades de control. Pero las
máquinas no explican nada, es preciso analizar los dispositivos
colectivos de enunciación de los cuales las máquinas no son más que
una parte. Es posible que los más duros encierros lleguen a
parecernos parte de un pasado feliz y benévolo frente a las formas
de control en medios abiertos que se avecinan. Con razón temblamos
cuando oímos hablar de la búsqueda de los ‘universales de la
comunicación’”30.
El hecho es que si el Estado es privatizado, según Marx, no es
únicamente porque existen personas malintencionadas que desvían
el poder en su propio bene cio, sino porque el aparato productivo es
privatizado previamente y sus propietarios extorsionan al Estado
para fortalecer sus rentas, de modo que Marx no pensaba solamente
que fuera necesario darle la responsabilidad a un partido de destruir
el Estado, sino que también era necesario darle la tarea de abolir la
propiedad privada de los medios de producción.
Evidentemente, este punto también separa al comunismo del
criptoanarquismo de manera muy fuerte. Para el libertarianismo, la
socialización de los medios de producción es el diablo mismo. No
por nada la primera “moneda” editada por Bitcoin, la Genesis Block,
lleva una inscripción sacada del titular del Times del 3 de enero del
2009: “The Times 03/Jan/2009 Chancellor on brink of second bailout for
banks”. Esta frase alude al hecho de que luego de la crisis de los
subprimes del 2008 en la cual los bancos fueron rescatados con fondos
públicos (el “bail-out”), Satoshi temía que una nueva crisis bancaria
los rescatara con fondos privados (un “bail-in”) –un rescate que
consistiría en una punción directa en las cuentas bancarias de los
particulares. De modo que Bitcoin fue concebido para proteger el
ahorro privado, para salvarlo de la voracidad de los gobiernos, aun
en el caso de que se tratara de participar en un esfuerzo colectivo,
incluso sobre todo en el caso de que se tratara de “socializar” las
pérdidas.
En este punto, sin embargo, los libertarianos quizás son
nuevamente marxistas sin saberlo, ya que el protocolo Bitcoin no
solo vehicula algo más que “comunicación”, contrariamente al
protocolo h p://, sino que Bitcoin vehicula valor, es dinero –por lo
tanto, una poderosa palanca de acción sobre la economía. Pero lo
que Bitcoin propone para escapar de la arbitrariedad de los bancos
es una “apropiación colectiva de los medios de producción
monetaria”, de modo que podemos preguntarnos, una vez más, si no
es el instrumento que le faltó al comunismo para poder realizarse, a
pesar de que a Marx mismo, sin lugar a dudas, le habría costado
creerlo.
En su re exión acerca de la socialización de los medios de
producción, Marx no pensaba realmente en el dinero. De hecho,
nunca se interesó mucho en el asunto del dinero. Nunca creyó que
una política monetaria fuera capaz de hacer advenir, por sí misma, a
la sociedad comunista, a diferencia de Proudhon, por ejemplo, quien
sostenía que la emancipación de los proletarios pasaba por la
emancipación de la moneda emitida por los bancos burgueses e
incluso por la abolición total del dinero, o del inglés Robert Owen,
quien inventó la primera moneda complementaria destinada a los
obreros. Marx nunca vio en esas monedas alternativas más que
“contraseñas de teatro”31, billetes de Monopoly que no cambiaban en
nada la relación de dominación entre patrones y obreros, ni el
proceso de extracción de la plusvalía sobre el cual se funda la
acumulación del capital. Al contrario, Marx pensaba que Proudhon y
p p q y
sus amigos cedían a la fascinación de un “fetiche”, que caían en la
trampa capitalista de la “ ebre del oro”.
El descubrimiento del cual Marx estaba muy orgulloso es que el
dinero es una abstracción, porque el valor en sí mismo no existe.
Solo existe el trabajo. Solo el trabajo acumulado en una mercancía le
da valor. Esta tesis procede, en parte, de las re exiones losó cas de
Marx sobre los límites del idealismo hegeliano y de su voluntad de
fundar, por contraste, un pensamiento “materialista”, una losofía
que “transforme el mundo, más que interpretarlo”, retomando su
conocida frase de La ideología alemana. Pero no solo viene de ahí. Hoy
sabemos que también proviene de su relación con los eruditos de su
tiempo y en particular con aquellos que inventaron la ciencia
energética, la “termodinámica”, en contacto con las primeras
máquinas de vapor32. A Marx le fascinaron las investigaciones de sus
contemporáneos, como Sadi Carnot, Rudolf Clausius, Hermann von
Helmhol o James Presco Joule, las que llevaron a estipular que
toda forma de trabajo proviene de la “energía” y a popularizar las
ideas de que el universo entero, y quizás la vida misma, responden a
dos principios de una simplicidad desconcertante: el principio de
conservación de la energía (nada se pierde, todo se transforma) y el
principio de disipación de la capacidad de trabajo de la energía
(nada se pierde, sino que todo se diluye).
Precisamente, el marxismo en gran parte es una extensión de las
leyes de la termodinámica hacia la sociedad y la economía. Es la
razón, por lo demás, por la cual sigue estando vigente contra viento
y marea. Antes de Marx, el modelo cientí co de los economistas era
tomado prestado de la física de los sistemas dinámicos llamados “de
equilibrio”, como el sistema solar descrito por Newton, sobre los
cuales se aplican las leyes deterministas de la acción y de la
reacción33. Estas leyes, que postulan que las sociedades consiguen
optimus en condiciones perfectas de intercambio entre la oferta y la
demanda, constituyen la base de la denominada escuela neoclásica
de la economía. Ahora bien, hoy en día sabemos que este modelo es
falso, como muestra su incapacidad de prevenir cada crisis que se
produjo desde hace dos siglos. La historia no es un reloj cuyo cucú
sale a una hora ja, es un motor de explosión y los humanos no
j p y
“actúan” ni “reaccionan” de manera racional ante su entorno. Con
Marx, y quizás sobre todo con Engels34, la economía pudo ser
pensada adecuadamente por primera vez según el modelo de los
sistemas dinámicos “alejados del equilibrio” –aquellos que describe
la termodinámica– caracterizados por choques violentos y
desordenados entre moléculas o transiciones entre estados
imprevisibles. Es a este modelo que remite esencialmente la noción
de “materialismo dialéctico”: una ciencia de lo que se mueve, de lo
caótico. Recíprocamente, los términos de un socialismo “cientí co”
pudieron ser planteados: le correspondería la tarea de eliminar la
injusticia de la sociedad tomando el control de la termodinámica de
la economía, así como los ingenieros lograron tomar el control de las
máquinas de vapor.
La abolición de la propiedad privada viene de allí. El hecho es que
la termodinámica también nos enseña que es necesario intervenir
sobre las máquinas mencionadas. En su defecto, tienen un
“rendimiento decreciente”: si una máquina de vapor produce una
cierta cantidad de trabajo la primera vez, producirá un poco menos
la vez siguiente y así sucesivamente, hasta el agotamiento.
Nuevamente, Marx extrapola a la sociedad esta observación que
originalmente le debemos al físico francés Sadi Carnot: el trabajo del
proletariado se asemeja al calor que lleva el agua a ebullición. Una
parte de este calor produce “energía libre”, es decir, una energía útil
para fabricar cosas –la activación de un pistón en el caso de la
máquina de vapor o la producción de valor en el caso del
capitalismo. Otra parte de este trabajo desprende un calor que puede
ser reintroducido en el ciclo siguiente para volver a activarlo.
Finalmente, una última parte de este trabajo se disipa y reduce la
potencia del ciclo siguiente, salvo si se vuelve a poner carbón en la
caldera, es decir, a exigirle siempre más a los obreros. Es lo que Marx
llama “ley de la baja tendencial de las tasas de ganancia” y es esta
ley la que explica la alienación y el aplastamiento del proletariado
por parte del gran capital.
Las razones por las cuales las máquinas de vapor tienen
rendimientos decrecientes, sin embargo, no fueron comprendidas
correctamente durante mucho tiempo. Estaba claro que una especie
p q p
de fuerza misteriosa condenaba a los sistemas dinámicos a la muerte
por agotamiento (es el sentido del “segundo principio de la
termodinámica”), pero el “primer principio de la termodinámica”
postulaba, al mismo tiempo, que la energía se conserva y que nada
se pierde. Por lo tanto, era tentador pensar que la energía faltante
luego de cada ciclo de algún modo era “robada” y que si se hallaba
una manera de recuperarla, el secreto del movimiento perpetuo sería
descubierto. En parte es lo que Marx pensó, y lo sabemos, sobre
todo, porque Engels perjudicó la reputación del “socialismo
cientí co” al rebatir la validez del segundo principio de la
termodinámica. Para Marx y Engels, la primera ley, la de la
conservación de la energía, debía primar sobre la segunda. De esta
forma, imaginaron que alguien –en este caso, el capitalista– “robaba”
una parte de la energía faltante, energía que si se reintrodujera en el
ciclo, permitiría que la economía tenga un rendimiento óptimo.
Como esta energía robada es la “plusvalía” extraída a cuesta de los
proletarios, fue así que llegaron a la conclusión de que el único
medio para devolvérselas era la abolición de la propiedad privada.
Pero Marx se equivocó en este punto. Si bien es cierto que durante
el ciclo económico se produce una punción en los ingresos del
capital, y que esta injusticia crea tensiones inmensas en el “cilindro”
social hasta el punto de hacerlo explotar algunas veces, no es la
causa de su rendimiento decreciente. Como Bol mann señaló, este
se debe a una energía que sigue estando ahí, pero con una forma tan
degradada que ya no puede servir para el trabajo. Dicho de otro
modo, no es que la energía sea robada sino que su forma se altera de
una manera tal que ya no puede tener ninguna utilidad. En el
camino perdió algo cuya existencia Marx ignoraba –y con razón,
puesto que no sería comprendida correctamente hasta mucho
después de su muerte: la información.
La disipación de la información en el transcurso de un ciclo
termodinámico tiene relación con el hecho de que las diferencias de
temperatura se igualan con el tiempo. Ahora bien, la capacidad de la
energía para entregar trabajo depende de las desigualdades de
temperatura. Cuanto más importante es la diferencia entre la
temperatura al interior del cilindro y la temperatura al exterior del
p y p
cilindro, más información hay y más intenso es el trabajo producido.
Inversamente, a medida que el cilindro calienta el aire a su
alrededor, las diferencias de temperatura se igualan y cada vez es
más difícil producirla. En pocas palabras, en la termodinámica no
hay perpetuum mobile, retomando la expresión de Marx mismo35. En
economía, como en física, existe una especie de “parte maldita”,
usando un término que Georges Bataille empleó precisamente en un
sentido termodinámico36.
De hecho, el carácter productivo de las diferencias de temperatura
es la razón por la cual al capitalismo le gusta poner al cuerpo social
“bajo tensión”. Comprendió que si somete al proletariado al deseo
de acceder a las capas superiores de la sociedad puede extraerle más
trabajo. Inversamente, la solución que Marx propuso para remediar
las desigualdades, la abolición de la propiedad privada, es muy
contraproducente, ya que estaba destinada a acelerar la igualación
de los niveles de temperatura y a volver entonces cada vez más
difícil la extracción de la energía libre.
Desde luego, se dirá que en materia social no todo se resume a
diferencias de temperatura. Es el sentido de la seca respuesta que
Engels le dio a un físico ruso, Sergueï Podolinsky, quien pretendía
hacer un aporte al socialismo calculando la cantidad de wa s
consumidos y producidos por cada trabajador, cada hora. Los
humanos son seres simbólicos, no máquinas energéticas. Pueden
compensar sus igualdades de temperatura (en este caso, de
patrimonio) a través de desigualdades de cultura, de ideas, de
puntos de vista. Solo que Marx ngió ignorar que incluso las
diferencias inmateriales deben determinarse en objetos, en bienes, en
“propiedades” y, por lo tanto, en diferencias de propiedades
también, si no quieren seguir siendo puramente abstractas y diluirse,
a su vez, en una sopa tibia. A este respecto, una de las hipótesis que
puede plantearse sobre el declive de la Unión Soviética es que
sucumbió a una muerte térmica acelerada37, y que, inversamente, la
prosperidad del bloque liberal durante el mismo período se debe al
hecho de que autorizó e incluso alentó la formación de un mercado
de las diferencias simbólicas, como por ejemplo la industria de la
moda, de la música o de los pasatiempos.
p p
Podemos pensar, sin embargo, que si Marx hubiera tenido acceso
al concepto de información habría pensado de una manera muy
diferente la superación del capitalismo y que quizás, precisamente,
lo habría pensado bajo la perspectiva del dinero, que no es nunca
solamente la medida de la información económica.
.L

Desde un punto de vista termodinámico solo existe una defensa


realista contra el aumento de la entropía en un sistema: abrirlo. Unas
veces, esto puede hacerse consumiendo la “parte maldita”, como
Bataille lo entendió muy bien –así, un motor de automóvil logra
proporcionar un trabajo constante gracias al tubo de escape que le
permite exportar su entropía hacia afuera, preservando el diferencial
de temperatura interna al mismo nivel. Otras veces, esto puede
hacerse importando información al sistema térmico, recreando orden,
diferencias de temperatura. En el caso del motor de un automóvil,
este es el papel que juega el circuito de enfriamiento que recupera
una parte del calor disipado para enfriar el motor gracias a un
líquido con propiedades frigorí cas.
El capitalista lo percibe muy bien por instinto. Cada vez que
coloniza un nuevo territorio, exporta su entropía. Inversamente,
cada vez que en lugar de sentarse sobre la plusvalía, invierte el
dinero ganado en la modernización de su aparato productivo o en la
formación de sus empleados, importa información. Mejora su
“productividad”, lo que signi ca que minimiza su disipación de
energía en bene cio de la producción de energía libre. Al obtener la
misma creación de valor con energía constante, resuelve el problema
del rendimiento decreciente. El capital inmovilizado actúa como un
“captor de entropía”. Es el secreto de la supervivencia milagrosa del
capitalismo. Es así que consigue resolver las contradicciones que
deberían haberlo derrotado desde hace mucho tiempo. El
capitalismo hace economía informacional espontáneamente.
Pero Marx también lo presintió vagamente. Evidentemente, habló
muy bien del imperialismo capitalista. También se fascinó con la
dinámica de la inversión, que es la prueba de que en ciertas
condiciones es posible invertir la ley del rendimiento decreciente, esa
famosa segunda ley de la termodinámica –aquella que condena a
todo sistema dinámico a agotarse y a morir– y que, al mismo tiempo,
Engels al parecer quizás tenía razón en rebatir. El trabajo humano es
capaz de “neguentropía”. La evolución puede ser “creadora”, como
dirá Henri Bergson38. “La evolución de las especies”, cuya existencia
es establecida en 1867 por Charles Darwin, solo designa, por su
parte, la manera en la cual las especies acrecientan su propia
productividad constantemente para aumentar la cantidad de energía
libre que pueden producir con una cantidad de energía disponible
equivalente.
Ahora bien, el dinero es lo que permite esta maravilla. Es el capital,
en tanto que información. El marxismo, entonces, solo puede ser
consecuente incluyendo al dinero en su re exión. En este caso,
debería darse como objetivo impedir la privatización del dinero, más
que la abolición de la propiedad privada, ya que la privatización del
acceso a la inversión es in ne la responsable de la existencia de esta
última, como el economista austriaco Joseph Schumpeter –gran
admirador de Marx– lo mostró. La privatización es la causa de la
ine ciencia de los mercados y de su tendencia a secretar Estado39.
Para Schumpeter, el capitalismo es indisociable de la inversión, por
tanto del crédito (que permite acceder al dinero necesario para la
inversión) y por tanto del dinero. El capitalismo debe crear dinero
permanentemente para sostener su crecimiento, puesto que prestarle
dinero a un empresario es esencialmente crearlo: los bancos no
prestan el dinero que ya tienen en sus cuentas (y felizmente, si no
sería perdido por todo el mundo en caso de quiebra). Los bancos lo
crean y lo crean tanto más fácilmente cuanto que el dinero cticio
está destinado a ser reembolsado y a desaparecer, por lo tanto, sin
tomar en cuenta los intereses del préstamo que, por su parte, se
quedan en el bolsillo del banco y que son bien reales. Esto es lo que
explica que la masa monetaria del país tenga tendencia a crecer con
el tiempo. Inversamente, cuando el dinero falta, debido a la falta de
con anza de los banqueros en la capacidad de los empresarios para
reembolsar sus deudas, un liquidity crunch genera una contracción de
la economía. En este caso, los bancos centrales intervienen
inyectando liquidez en el sistema bancario, bajo la forma del
quantitative easing de estos últimos años, por ejemplo.
El problema, constata Schumpeter, es que si los empresarios están
en pie de igualdad al comienzo de su acceso a la inversión y si el
mercado, por lo tanto, es e ciente, rápidamente se crean relaciones
endogámicas entre los empresarios y sus banqueros. A medida que
una empresa crece, sus necesidades de nanciamiento se vuelven
cada vez más importantes, hasta el punto que pueden poner en
peligro al banco que los provee. Este ya no está en condiciones de
ejercer su discernimiento y su función de evaluación del riesgo. Es el
banco quien se vuelve dependiente de la empresa y ya no lo inverso.
Viéndolo bien, las empresas pueden pesar entonces en las decisiones
de los bancos, a riesgo de que dejen de prestarle competencia y se
transformen en una fuente de desigualdad en el acceso a la
inversión.
Del mismo modo, si un empresario accede al poder, puede
in uenciar la política de las tasas de interés del banco central, lo que
torna más difícil el acceso a la inversión nuevamente y favorecerá a
las rentas de situación, en detrimento de los nuevos entrantes. Es lo
que sucedió a nes de los años 1970, cuando el presidente de la FED,
Paul Volcker, seguido por el presidente de Estados Unidos, Ronald
Reagan, y la primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher,
hicieron subir las tasas de interés a casi 20%, usando como pretexto
el peligro que la in ación le hacía correr al mundo. Por supuesto,
como Richard Nixon había cortado los lazos entre el dólar y el
patrón oro, la máquina de imprimir billetes funcionaba a máxima
capacidad para nanciar la guerra de Vietnam y desde entonces no
se detuvo nunca más. Entre 1971 y el 2006, la deuda estadounidense
pasó de 750 mil millones de dólares en 1971 a 10.000 billones de
dólares, se multiplicó diez veces, mientras que el PIB solo se
multiplicó por tres durante el mismo período. Concretamente, esto
signi ca que Estados Unidos dejó brutalmente de nanciar su gasto
público por medio de sus ingresos scales, en bene cio de la venta
de obligaciones de Estado (y, en consecuencia, de la dispersión de
“moneda impresa”). Sin lugar a dudas, el resultado fue una fuerte
in ación, lo que irritó a las clases pudientes que vieron cómo se
devaluaban rápidamente sus ahorros, al mismo tiempo que las clases
no pudientes, cuyas deudas se disolvían en proporción inversa, se
p y p p
endeudaron fuertemente amenazando con alcanzar el nivel de vida
de las clases altas (el crédito de consumo pasó de 125 mil millones de
dólares en 1971 a 2 500 billones en el 2006, es decir, se multiplicó
veinte veces). Fue entonces que las clases pudientes, para preservar
tanto el valor de su ahorro como la ventaja que tenían sobre la plebe
en cuanto a la competencia, exigieron que el Estado actuara contra la
in ación. El efecto de esta maniobra fue radical: en el momento
mismo en que las clases no pudientes (y los países en vías de
desarrollo) habían multiplicado su exposición a la deuda, se
encontraron con la soga al cuello debido al encarecimiento de las
mensualidades, lo que las excluyó durante largo tiempo del acceso a
la propiedad, cuando no fueron directamente llevadas a la
bancarrota40, pero también de la inversión y del emprendimiento,
mientras que las clases pudientes, al contrario, se volvieron más ricas
al prestar su dinero41. Al término de lo que parece un verdadero
“golpe”42, el capital, por lo tanto, tomó el control de la sociedad.
Lo que se denomina “ nanciarización” del capitalismo, a menudo
de manera demasiado vaga, designa este fenómeno de privatización
de la emisión monetaria cuyo n es el enriquecimiento personal
iniciado en los años 1980. Pero ningún sistema de este tipo puede ser
mantenido arti cialmente en vida de manera inde nida.
No se puede bloquear el acceso al dinero sin pagar el precio en un
determinado momento. Como mostró Schumpeter, los ciclos
económicos están puntuados de crisis, cuya causa, entre otras, es la
privatización de la inversión. Una primera vez en 1992, luego en el
2000 y más tarde en el 2008, las tasas de endeudamiento se volvieron
insostenibles, los ujos de dinero se secaron y los bancos se vieron
obligados a llamar a los Estados al rescate… La deuda de los hogares
que se había transformado en la deuda de los bancos se volvió la
deuda de los Estados, y como los Estados son nanciados por los
hogares, esta deuda fue nanciada por la máquina de fabricar
billetes, otra vez, hasta la última inyección más reciente de miles de
millones de dólares y de euros a los bancos. Bancos que no le
prestaron a los emprendedores, sino a las personas que ya tenían
dinero (y que a veces eran los mismos que los que estaban al mando
de las palancas políticas de la economía), de manera que este dinero
p p q
solo sirvió para comprar más bienes raíces todavía, oro y bienes
improductivos, en lugar de alimentar un nuevo ciclo de
crecimiento43... Evidentemente, la hiperin ación de los años treinta
acecha nuevamente al mundo. En 2015, Grecia se vio obligada a
devaluar su mano de obra por sí misma al no poder devaluar su
moneda. Argentina y Brasil no salen de una espiral in acionista
nociva, Turquía está cayendo en ella. El oro, el sector inmobiliario,
así como los mercados de acciones, están sobrecargados, atiborrados
de dinero gratuito. Los movimientos populistas que emergen por
doquier en el mundo son la consecuencia de la proletarización cada
vez más evidente y profunda de la clase media a la que conduce esta
política.
Bitcoin fue inventado para luchar contra el riesgo de una crisis
sistémica planteado por esta privatización de la emisión monetaria,
como hemos recordado anteriormente. Y de nuevo, es por esta razón
que sostenemos que se inscribe en una re exión sobre la economía
de naturaleza comunista.
.E

La intención de Satoshi al crear Bitcoin no era solamente permitir


que los ahorrantes protegieran sus ahorros de una intervención
gubernamental en el caso de una nueva crisis nanciera. También
quería remediar las causas de la crisis. Puesto que la blockchain
produce consenso, puede darle la calidad de la energía a la
información, en el sentido de que permite producir y transportar una
información no-duplicable. De hecho, mientras que por lo general dar
energía es perderla, mientras que dar información es solamente
compartirla, dar información en una blockchain también es perderla.
Un bit entonces puede transformarse en un coin, puede tener una
escasez que le con ere un precio y un precio tanto más grande
cuanto que este bit-coin, que tiene todas las cualidades de la energía,
también tiene las cualidades de la información en cuanto a velocidad
de transmisión y fungibilidad. La blockchain, por lo tanto, es capaz
de automatizar la impresión monetaria y substituirse a un banco,
incluso a un banco central.
Sin embargo, en honor a la verdad hay que decir que cuando
Satoshi concibió Bitcoin no tenía en mente ni a Marx ni a
Schumpeter, sino a Hayek y que su arquitectura padece
dolorosamente las consecuencias. Hayek a rmaba, en efecto, que
solo sería posible acabar con las disfunciones del liberalismo a
condición de liberar a la moneda de la tutela de los políticos, de los
Estados e incluso de los bancos centrales, aunque estos habían sido
concebidos según el modelo del consejo de sabios preconizado por
Hayek, que en esa época debió ya haberle parecido nalmente
insatisfactorio. De este modo, Satoshi concibió Bitcoin no solo como
una moneda sin emisor, sino como una “moneda dura” –una
moneda cuya emisión es previsible, fundada en reglas estrictas,
contrariamente a la moneda creada por el capricho de los bancos
crediticios, gracias a su poder de que “se haga moneda” que le vale
el sobrenombre de “moneda at”. La cantidad de bitcoins está
limitada a 21 millones de unidades y su ritmo de emisión está
plani cado por anticipado según el modelo de una especie de “oro
digital”, cuya totalidad de minas y capacidad de extracción ya serían
conocidas.
Los libertarianos lo han entendido bien porque consideran que
Bitcoin es el salvador que esperaban desde hace décadas para
destruir al sistema monetario internacional y volverlo más conforme
a su fantasía de “rigor” monetario (u otra…). Como Bitcoin es de
mejor calidad que las monedas en circulación (con lo cual se
entiende que es de acionista), piensan que va a hacerles la
competencia y reemplazarlas progresivamente, hasta llegar a ser el
nuevo patrón oro, un “patrón-bitcoin”44 que pondrá n a la
supremacía indebida del dólar, consagrado como la moneda de pago
internacional desde los acuerdos de Bre on-Woods de 1945, y que
no solamente no es más que dinero falso desde que Nixon decidió el
n de la paridad entre el oro y el dólar en 1971, sino una moneda
tiránica que sirve para hacer presión sobre todo aquel que no apoye
la política extranjera norteamericana. Al mismo tiempo, los
libertarianos creen que Bitcoin hará que las guerras se vuelvan
imposibles de nanciar (puesto que siempre son nanciadas por la
máquina de imprimir billetes) y que incluso barrerá con el desorden
moral espantoso que preside la sociedad de consumo. Como sostenía
Hayek, el origen del hedonismo que corroe las bases de la sociedad
se encuentra, en efecto, según ellos, en el endeudamiento y el crédito
fácil. Ahora bien, una moneda de acionista desalienta el consumo,
ya que el valor del dinero que uno posee crece a medida que pasan
los días sin gastarlo, y que una moneda que prohíbe la creación
monetaria a partir de reservas fraccionarias desalienta el crédito,
puesto que el único medio de pedir dinero prestado es puncionar las
reservas existentes, duramente ganadas al economizar. De esta
manera, Bitcoin está destinado a estimular las virtudes de
resistencia, continencia y frugalidad que caracterizan a los hombres
fuertes y a las sociedades sólidas, al contrario de todas las “monedas
blandas” que estarían asociadas a períodos de decadencia,
enfrentamientos militares y declive económico.
Una visión del mundo semejante no es completamente antipática,
ya que expresa perspectivas más socializantes de lo que ella misma
se da cuenta. Por cierto, fue un economista italiano socialista de los
años 1930, Silvio Gesell, quien primero teorizó este tipo de monedas,
que él llamaba “monedas libres”45... Sin embargo, no es seguro ni
que sea viable ni que no produzca el efecto exactamente inverso al
que quiere obtener. Pretender que las épocas que conocieron el
patrón oro o cualquier otro patrón monetario fueron épocas de
prosperidad y que estuvieron exentas de guerras, por ejemplo, es
sencillamente falso. Si la guerra de 1914 estalla en pleno gold
standard, no es porque Inglaterra se eximiera de utilizarlo, sino
precisamente porque el patrón oro creó tensiones imperialistas en el
mundo entero. Y la crisis de 1929, o al menos la manera en la cual
pasó de ser una simple crisis bursátil a una enorme depresión,
también puede ser vista como un problema relacionado con el
patrón oro.
El problema del patrón oro es que limita la liquidez a disposición
de los mercados. Dicho de otro modo, vuelve extremadamente difícil
el acceso al crédito, con mayor razón cuando se produce un credit
crunch como en 1929. El patrón oro, de hecho, es el colmo de la
privatización del dinero. Solo aquellos que tienen la con anza de la
banca, aquellos que se bene cian de la con anza de los partners,
tienen derecho a líneas de crédito. El resto está bloqueado. De modo
que la época del reinado del patrón oro, el siglo diecinueve, también
fue aquella de la constitución de fortunas industriales colosales con
una miseria galopante como telón de fondo. Sin la invención de la
máquina de vapor, que permitió hacer ganancias de productividad
descomunales y que no tiene nada que ver con el patrón oro, el siglo
de Victoria habría sido un desastre económico, además del desastre
social que fue.
Por lo demás, el patrón oro es una mentira. No puede impedir la
creación monetaria endógena a la actividad económica, como mostró
Schumpeter. Se debe poder crear dinero. Y si un emprendedor no
puede acceder al crédito que necesita en lingotes de oro, lo inventará
con collares de conchas. Después de todo, las épocas del patrón oro
coincidieron con una multiplicación completamente anárquica de los
p p q
medios de pago mucho más peligrosa que las reservas fraccionarias,
al no estar bien reguladas, como aquellos cuya huella encontramos
en Balzac, por ejemplo, cuyos personajes están constantemente
inventando nuevas maneras de acumular deudas (y de no
honrarlas): entre las “letras de cambio”, las “cuotas mensuales”, el
“empeño” y los “pagaré”… Hoy en día, en China, el mercado de la
deuda extrao cial supera al de la deuda o cial. El shadow banking
amenaza la estabilidad del mundo mucho más que los bancos
centrales. Ni siquiera el mercado del oro está a salvo: después de
todo, ¿qué son todos los productos derivados procedentes del oro,
futures y ETF, sino reservas fraccionarias que permiten diluir su
cantidad y su valor para extraer más dinero y liquidez?
El dinero existente –el que se encuentra en nuestros bolsillos– no es
más que una minúscula parte del iceberg monetario. El dinero no es
realmente dinero sino porque comporta la potencialidad de serlo
todavía más. Precisamente, y esto quizás es lo más fascinante del
dinero, siempre es posible crear dinero a partir de nada. Basta con
que dos personas se pongan de acuerdo sobre aquello que es dinero
para que exista (mediante el hecho de que la cosa que lo representa
respete algunas reglas, antes que nada una di cultad razonable de
ser falsi cada). ¡Es lo que permite que Bitcoin tenga valor! La razón
de este prodigio es que el dinero es como las paradojas de la lógica
formal identi cadas por Bertrand Russell: es auto-referencial. Es un
contenido (la cantidad de monedas que tengo en el bolsillo), pero
también puede ser la forma de ese contenido (¡el precio que cuesta el
hecho de tener la cantidad de monedas que tengo en el bolsillo, es
decir, el número de monedas suplementarias que hay que pagar
para tenerlas!). Dicho de otro modo, el dinero ja el precio de las
mercancías pero también tiene un precio por sí mismo, –que se dice
como dinero46. Ahora bien, como Kurt Gödel mostró precisamente
respecto a las paradojas de Russell, es imposible ponerle n a la
creación de paradojas. Es posible soñar con un sistema axiomático
formal “limpio”, que separe claramente las operaciones re exivas y
las operaciones no re exivas, pero siempre se presentarán problemas
indecidibles. Siempre se puede soñar con darle una forma pura al
dinero, pero siempre existirá otra impura que lo desbordará. La idea
p p p q
de que se pueda jar de una vez y para siempre el valor del dinero
es simplemente infantil.
Satoshi se equivocó entonces en este punto cuando construyó
Bitcoin. Pero si sucumbió a esta especie de pecado original que
prohíbe todo retorno al Jardín del Edén del valor, es posible entrever
cómo podría haber hecho para escaparle: puesto que el dinero es
necesario, puesto que es creado permanentemente y que nalmente
el problema no es que exista demasiado, sino que el acceso al que
existe es vuelto cada vez más difícil por quienes lo poseen y obtienen
bene cios, aquellos que alteran la competencia y manipulan los
precios para llenarse los bolsillos, habría sido necesario que Satoshi
liberara totalmente su creación, en lugar de forzar desesperadamente
su cotización. Ahora bien, también es esto, y quizás sobre todo esto,
lo que la blockchain permite más allá de Bitcoin.
.T

Cuando los cibercomunalistas soñaron con internet en los años 1970,


pensaron en que una red de información mundial uni cada
permitiría que todos accedieran a la misma información de calidad.
Lo que sucedió fue estrictamente lo contrario. Internet multiplicó las
fuentes de información compartimentadas y de mala calidad,
claramente manipuladas incluso. Cada cual, en su burbuja
algorítmica, consume la información que los programas de
recomendación le aconsejan ver en función de lo que ya le gusta. De
hecho, internet no hizo que naciera un medio de comunicación
global, sino que volvió a cada uno capaz de transformarse en su
propio medio de comunicación. Hoy por hoy, los tweets de Kanye
West pesan tanto como el editorial del Washington Post.
Es posible que la blockchain conozca el mismo destino. Hoy en día
los criptoanarquistas creen que una sola moneda, de una calidad
excepcional, se impondrá en la super cie terrestre. Bitcoin, un nuevo
patrón internacional. Es más probable que existan miles, cuya
mayoría será de tan mala calidad como los medios de comunicación
en línea. Los bitcoiners dicen que la blockchain permite que cada
quien se transforme en su propio banquero –es verdad, a condición
de interpretar esto en todo el sentido del término: no signi ca que de
ahora en adelante cada quien posea sus valores en su propia caja
fuerte, sino que cada uno puede acuñar moneda, como un banco
comercial o un Estado soberano.
Desde luego y sin lugar a dudas, solo habrá un protocolo de
intercambios que sobrevivirá en el futuro (el protocolo Bitcoin, al
igual que el protocolo h p://, que no hay que confundir con los
bitcoins que circulan sobre él, que no son más que el elemento de su
securización), pero habrán tantas monedas que podrán ser
vehiculadas sobre este protocolo como existen páginas web47. ¡Y esto
quizás será, justamente, lo más comunista de todo!
Desde la creación de Bitcoin, los altcoins se multiplicaron de
manera in acionista (hoy por hoy, hay más de 2.000 a nuestra
disposición). La mayoría de estos altcoins son versiones modi cadas
de Bitcoin con funcionalidades añadidas, como por ejemplo la
posibilidad de insertar líneas de código en los bloques para ejecutar
smarts contracts (Ethereum) o de mejorar la anonimación de las
transacciones (Monero). Algunos conllevan una modi cación de la
securización de la cadena (proof of stake, proof of address, proof of
existence…). Otros proponen una variante de la cadena de bloques
(holographs). Además, algunas compañías emiten chas a cambio de
productos venideros (Initial Coin O erings, ICO o Initial Exchange
O erings, IEO). En este caso, en lugar de emitir acciones o de
endeudarse con un banco, una empresa de algún modo se endeuda
con sus clientes. Las chas funcionan como vales regalo o como miles
comprados con antelación que se descontarán de una futura compra.
Este último modelo de altcoin es particularmente interesante en la
medida que ofrece una escapatoria para la problemática
schumpertiana de la inversión obstaculizada por las relaciones
endógenas entre banqueros e inversionistas. En lugar de ir a pedirle
a un banco que cree moneda para que le dé crédito, a riesgo de que
se lo rechacen o de que se lo otorguen con condiciones leoninas
impuestas por los monopolios en funcionamiento, y luego sufrir la
uctuación de las tasas de interés sobre las cuales no tiene ningún
control, el emprendedor puede crear su propia moneda. La creación
de moneda ya no pasa por la deuda bancaria sino por la generación
espontánea de dinero, al menos en la medida que el emisor posea
una comunidad susceptible de comprarle (del mismo modo que solo
se reciben likes si se comparte un contenido rico en información con
los followers). Al hacer esto, de paso, además elimina el pago de
intereses al banco, lo que limita tanto el aumento arti cial de la masa
monetaria como los riesgos de depreciación del dinero48.
Variantes en este tipo son posibles, como por ejemplo el Petro,
lanzado por el gobierno venezolano. En este caso, se trata de
aprovechar el hecho de que un país produce energía para crear una
moneda-energía emancipada del sistema de los petrodólares, que
esencialmente sirve para legitimar la emisión pletórica de dólares
p g p
por parte de la FED, respaldándola en una fuente de valor real. En El
mundo se liberta, escrito en 1913, H. G. Wells, quien ya se había
transformado en el profeta de un “cerebro global” por venir –del
cual internet es el descendiente directo– escribía que ajustar la
cotización de las monedas al dólar no tenía sentido alguno. En su
lugar, era necesario crear unidades de cuenta energéticas. Cada tipo
monetario podría ser intercambiable contra energía por consumir. El
Petro se acerca a este tipo de moneda energética, más útil para
nuestro mundo que un retorno al patrón oro.
Otra variante son las stablecoins. Es evidente que las personas, así
como los Estados, necesitan una moneda estable para efectuar sus
pagos. Pero no está claro que Bitcoin pueda servir para esto, no tanto
por su volatilidad, que disminuirá con el tiempo, sino en razón de su
ausencia de liquidez, puesto que la cantidad de bitcoins es limitada.
Pero si se está decidido a lograrlo, hay dos opciones: o bien la
comunidad de Bitcoin vota un desbloqueo de este límite máximo y
escribe un algoritmo que, por ejemplo, podría ajustar la cantidad de
bitcoins en circulación al consumo energético mundial, a partir del
modelo de la moneda energética de Frederick Soddy49, mediante lo
cual la masa monetaria de Bitcoin acompañaría las necesidades de
liquidez mundiales (y se contraería también en período de recesión),
sería una especie de super-Petro o de super-Bancor50, o bien le
correspondería a un stablecoin servir de moneda de pago. Este podría
ser emitido por un consorcio de Estado, como el FMI, bajo la forma
de un SDR digital51. O bien, podría ser emitido a iniciativa de una
fundación, como Libra, la criptomoneda anunciada por Facebook.
Aquí, no se trata exactamente de creación monetaria, puesto que
Libra está respaldada en reservas, pero en teoría nada impediría que
Facebook pueda dar crédito y tener reservas fraccionarias, de
manera que millones de personas que actualmente no tienen acceso
a los bancos podría hacerlo vía Facebook (especialmente en los
países en vías de desarrollo). Si Facebook además hiciera de Libra
una moneda- cha para remunerar a sus usuarios más activos, ahí
hallaríamos planteados todos los principios de un mini-Estado. Por
supuesto, las libertades públicas no estarían garantizadas como en
Bitcoin, pero en la práctica siempre existe un compromiso variable
entre libertad y funcionalidad.
En Ethereum ya hay muchas herramientas de nanza
descentralizada (DeFi) que permiten prestar dinero en la blockchain.
Tether, el stablecoin más popular del ecosistema, por su parte, ya es
sospechoso de practicar un sistema de reservas fraccionarias, aunque
a espaldas de sus usuarios52. Para terminar, podemos imaginar
incluso “monedas de monedas” que solo serían smart contracts que
aseguren la interoperabilidad entre cambios, a la manera de futures
que no tendrían la necesidad de ajustarse a una moneda de
referencia como el dólar53.
Resulta difícil imaginar la revolución que será esta versión
modernizada del sacerdocio universal (donde el “todo el mundo es
banquero” reemplaza al “todo el mundo es cura”), revolución que,
imitando a Marx, también podría ser llamada “apropiación colectiva
de los medios de producción monetaria”. Es demasiado pronto para
decirlo. El mercado de los altcoins se ha desplomado globalmente
durante estos últimos años, víctima de una cantidad de fraudes que
no tiene nada que envidiarle a la época de la ebre del oro. La
volatilidad de las cotizaciones es delirante. Hay fortunas que se
hacen y se deshacen a veces en solo un día. Evidentemente, habría
que estar loco para poner hoy todos nuestros ahorros en la cripto.
Lejos de provocar una situación de anarquía, apostamos a que la
estabilidad tan esperada vendrá con el tiempo y que el sistema
monetario internacional, por lo tanto, ganará con ello. Ya no sería
necesario que el Estado intervenga como un bombero pirómano. El
dólar, en particular, perdería su papel de moneda patrón. La lex
americana dejaría de imponérsele al mundo.
Como decía el economista Bernard Lietaer, una economía se parece
a un ecosistema: si solamente se planta una especie de árboles, se
gana en velocidad y en productividad, pero se corre el riesgo de
perderlo todo en caso de enfermedad fúngica o de incendio. De
manera inversa, si se mantiene una biodiversidad forestal, se pierde
un poco en productividad pero se asegura una resistencia bastante
más grande a las catástrofes. Las monedas son como los árboles54.
Hoy en día, todas están imbricadas unas en las otras, todas son
y
emitidas de la misma manera, por bancos centrales, y todas sirven
para lo mismo: para pagar bienes e impuestos. Por consiguiente,
cada crisis nanciera es una crisis contagiosa que arrastra de golpe a
todo el sistema monetario consigo. Si hubiera distintos tipos de
moneda, una variedad de monedas, todavía más que una
multiplicación de monedas, emitidas de manera diferente, para
distintos usos, con distintas velocidades, las crisis nancieras no se
transformarían automáticamente en crisis monetarias. La
biodiversidad monetaria protegería la economía.
Es más, en la naturaleza ya existe una especie de sistema monetario
que funciona según este modelo. El astrofísico François Roddier
recuerda que uno de los instrumentos que nuestro organismo utiliza
para regularse es el montaje paralelo de hormonas en oposición de
fase. Así, el sistema nervioso simpático se encarga de las fases de
actividad y el sistema nervioso parasimpático se encarga del reposo,
o bien la insulina reprime el azúcar, o bien el glucagón la expresa.
Una economía de solamente dos monedas, calientes y frías, se
encontraría en la misma con guración de equilibrio ago-
antagonista55.

30 G. Deleuze, “Control y devenir. Entrevista con Toni Negri”, Conversaciones, Valencia, Pre-
textos, traducción de José Luis Pardo, segunda edición, 1996, p. 274.
31 K. Marx, El Capital, libro I, sección I, capítulo 3, “El dinero o la circulación de
mercancías”, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, traducción de Pedro Scaron, p. 116.
32 Friedrich Engels habla explícitamente de termodinámica en su Dialéctica de la Naturaleza,
la cual es objeto de una correspondencia intensa con Marx. Daniel Bensaïd lo señala en
Marx l’intempestif (Fayard, 1995), André Tosloe en Communisme de la nitude (Kimé, 1996) o
John Bellamy Foster en Marx’s Ecology (Monthly review press, 1999) y en Marx and the Earth
(Brill, 2016).
33 Es el caso en los predecesores de Marx como Adam Smith y David Ricardo, e incluso en
algunos de sus sucesores, como Léon Walras o John Maynard Keynes. Véase P. Richmond,
J. Mimkes y S. Hu ler, Econophysics and Physical Economy, Oxford University Press, 2013, en
particular, la introducción, así como el informe redactado por Bernard Lietaer ante la
invitación del Capítulo Europeo del Club de Roma, Pour un système monétaire durable, Odile
Jacob, 2012.
34 Engels, quien vivía en Manchester, la cuidad donde Joule trabajaba, se mantenía muy
informado respecto a la actualidad cientí ca. Es posible que haya sido él quien inició a
Marx en la termodinámica, respecto a la cual habla extensamente en su Dialéctica de la
naturaleza.
35 “El ciclo continuo de las dos metamorfosis mercantiles contrapuestas […] se mani esta
en el curso incesante del dinero o en su función de perpetuum mobile de la circulación”, El
Capital, libro I, sección I, capítulo III, “El dinero o la circulación de mercancías”.
36 Bataille tenía el proyecto de escribir el primer ensayo de termodinámica económica. La
idea se le habría ocurrido después de conocer al investigador en física nuclear George
Ambrosino, quien lo introdujo a la ciencia de la energética en los años treinta y al concepto
de “entropía”, que él denomina entonces la “parte maldita”. De este modo, La Parte maldita
lleva como subtítulo “Ensayo de economía general” o “La economía a la medida del
universo”. Véase C. Mong-Hy, Bataille cosmique: Georges Bataille. Du système de la nature à la
nature de la culture, Lignes, 2012. Para ver el primer trabajo llevado a cabo por un cientí co
sobre el mismo tema (excluyendo a Marx mismo), habrá que esperar a Nicholas Georgescu-
Roegen (The Entropy Law and the Economic Process, Harvard University Press, 1971).
37 Hayek y Ludwig von Mises sugieren que las remuneraciones impuestas por el Gosplán –
que no tienen relación con la producción del valor real– y el bloqueo de los precios tienen la
responsabilidad técnica de esta muerte “informacional”. Véase L. Mises, “Economic
Calculation in the Socialist Commonwealth” (1920) y F. Hayek, op. cit.
38 Marx, Bergson, Teilhard de Chardin, Bataille e incluso Freud…: todos los intelectuales
que trataron con la termodinámica se vieron fascinados y perturbados por el hecho
evidente de que a pesar de que la segunda ley de la termodinámica enuncia que todo
sistema dinámico tiende hacia la muerte o al reposo vemos a la vida y a la complejidad
proliferar. Todos ellos fueron llevados entonces a inventar una “fuerza” para explicárselo: el
“trabajo” (Marx), el “impulso vital” (Bergson), la “amorización universal” (Teilhard) o la
“pulsión de vida” (Freud). Solo cuando la diferencia entre sistemas “cerrados” y “abiertos”
fue establecida y el concepto de información formalizado, por lo tanto, fue posible
comprender verdaderamente esta paradoja de la auto-organización.
39 J. Schumpeter, Das Wesen des Geldes, Vandehoeck y Ruprecht, 1970. Véase O. Lakomski-
Laguerre, Les institutions monétaires du capitalisme. La pensée économique de Joseph Schumpeter,
L’Harma an, 2002.
40 Lo mismo se produjo a nivel internacional: algunos Estados endeudados, como México,
quedaron en la bancarrota después de 1979, lo que desencadenó el gran ciclo de las crisis
monetarias de los países emergentes que todavía perdura.
41 Es el “efecto Cantillon”.
42 La expresión es de G. Duménil, D. Lévy. Véase Crise et sortie de crise. Ordre et désordres
néolibéraux, París, Puf, 2000. El “neoliberalismo”, cuyo uso a veces ha sido desprestigiado,
podría nombrar precisamente este momento de cambio.
43 Frances Coppola, The Case for People’s Quantitative Easing, Polity, 2019.
44 Véase Saifdean Ammous, The Bitcoin Standard, Wiley, 2018.
45 Véase S. Gesell, L’ordre économique naturel (1916).
46 Marx efectivamente observó esto en el capítulo III del Capital. Fue el primero en decir
que el dinero es un signo y una mercancía a la vez (y no uno o lo otro, como hasta entonces
proponían dos escuelas de pensamiento económico opuestas).
47 Ya se pueden hacer transacciones en Tether en Liquid, una de las “sidechains” de Bitcoin.
Con los “atomics swaps”, también es posible convertir los bitcoins en litecoins a voluntad y
esto no es más que el comienzo.
48 Se podría argüir, como el químico Frederick Soddy Wealth en Virtual Wealth and Debt
(George Allen & Unwin, 1926), uno de los primeros en relacionar explícitamente
termodinámica y economía, que los intereses son la causa del único aumento “arti cial” de
la masa monetaria, y más todavía, de los intereses compuestos. Si es legítimo que la masa
monetaria aumente con los in ujos de energía y de información, la “progresión
matemática” de los intereses compuestos la hacen aumentar a un ritmo que se aleja de ella
p q j
completamente, hasta el punto que llega un momento en el cual es físicamente imposible
producir riquezas su cientes para pagarla otra vez.
49 Véase nuestra nota anterior.
50 Bancor era el nombre de la moneda de pago internacional inventada por Keynes. Debía
estar respaldada en una canasta de divisas pero también en materias primas. Hayek
también había imaginado que su moneda desnacionalizada estaría respaldada en materias
primas.
51 Véase A. Lipton, T. Hardjono, A. Pentland, Digital trade coin: towards a more stable digital
currency, in Royal Society Open Science, 2018.
52 La reciente investigación de la o cina del procurador de Nueva York señaló que Bit nex,
la compañía emisora de Tether, se los prestaba a inversionistas, a pesar de que
supuestamente solo puede ponerlos en circulación a cambio de su valor en dólares.
Veremos si se llega a probar que esta emisión que no tiene contrapartida en criptodólares le
permite manipular además la cotización de Bitcoin, lo que le sería fácil, al ser juez y parte en
el caso, puesto que Bit nex también es una plataforma de intercambio... Llegado el caso,
sería irónico que la con anza en Bitcoin sea víctima de lo mismo que aspira a circunscribir y
que sea necesario “rescatar” a Bitcoin, así como antaño la FED tuvo que “rescatar” al
mercado de los eurodólares...
53 Véase M. J. Casey, “A Crypto Fix for a Broken International Monetary System”, Coindesk, 2
de septiembre del 2019, en línea.
54 B. Lietaer, Halte à la toute-puissance des banques, Odile Jacob, 2012.
55 François Roddier, Thermodynamique de l’évolution, Parole, 2012.
TERCERA PARTE
Una nueva Internacional
.I

Marx pasó por alto el papel que juega el dinero en la economía


porque pasó por alto el papel que juega la información en la
termodinámica. Sin embargo, su proyecto de regular la máquina
térmica que es la sociedad, sigue siendo actual.
Sabemos que todos los sistemas termodinámicos están destinados a
pasar por ciclos de “creación destructiva” (Schumpeter) que pueden
ser dolorosos y a los cuales les debemos el haber llevado a tiranos al
poder, en el pasado y quizás en nuestro presente inmediato. Estos
ciclos se deben a un fenómeno que los físicos llaman la “paradoja de
la Reina Roja”, gracias a un personaje de Alicia en el país de las
maravillas: cada vez hay que correr más rápido para mantenerse en el
mismo lugar56. De hecho, en la historia de todo sistema siempre se
produce un momento en que la velocidad con la cual el entorno se
degrada sobrepasa a la velocidad con la cual la información es
importada. En el orden metabólico, es la velocidad de renovación de
las células que ya no logra seguir el ritmo jado por la oxidación. En
el orden de lo viviente, es la velocidad de adaptación de las especies
que ya no sigue a la degradación de los recursos: en la época
cretácica, un gran tamaño era una ventaja en la lucha por el
acaparamiento de la comida, pero se transformó en un inconveniente
cuando esta se volvió escasa y los mamíferos pequeños
reemplazaron a los dinosaurios.
En el orden económico, el alza de la productividad también
alcanza un límite que Marx identi có bien: es el costo de la
innovación, que encarece la inmovilización del capital hasta el punto
que deja de ser rentable57. La actividad económica crece
exponencialmente con cada ciclo de innovación, de manera que la
energía requerida globalmente también crece, incluso si disminuye a
escala de cada individuo y como la caída de la tasa de bene cio
recomienza tan pronto como todos los competidores compensan su
retraso tecnológico58, dentro de poco es la tierra entera la que debe
ser cultivada, cada uno de sus rincones explotado. Pareciera que el
sistema va a explotar y, de hecho, las crisis están ahí para mostrar
que lo hace a intervalos regulares, como si debiera evacuar su exceso
de vapor.
Los sistemas dinámicos alejados del equilibrio tienden, de esta
forma, a conocer ciclos de crecimiento intensos seguidos por
episodios de depresión, de crisis e incluso de colapso. Se habla de
“equilibrio puntuado” (Stephen Jay Gould) o de auto-organización
en torno a un “punto crítico” (Per Bak). Luego de un período de
crecimiento y de maduración (primavera y verano), viene el declive
y la hibernación (el otoño y el invierno). Los animales, los humanos
y sus sociedades también experimentan estos momentos de
desmoronamiento: la muerte (ciclo metabólico), el sueño (ciclo
circadiano), las crisis económicas (ciclos de Kondratiev)... No es
imposible que estos ciclos revistan una forma de fatalidad. El
universo funciona así desde el Big Bang, que quizás fue el fruto de
un desequilibrio termodinámico de las “ uctuaciones cuánticas del
vacío”59. La evolución es una lucha por la vida marcada por
episodios de extinción masiva. Incluso podemos preguntarnos si es
deseable ir en contra de ello. Después de todo, si se habla de
“destrucción creadora” es porque luego de cada destrucción emerge
un mundo mejor. Los ciclos termodinámicos no solamente son “el
eterno retorno de lo mismo” que aterrorizó a Nie sche60. Cada
nuevo ciclo sale de la crisis del precedente reinventándose61. Es
incluso gracias al desequilibrio que la libertad es posible, como
explica el gran especialista de los sistemas termodinámicos alejados
del equilibrio, Ilya Prigogine62. En los sistemas dinámicos estables,
los de las armonías neoclásicas, de las órbitas newtonianas y de los
“optimums” walressianos, no hay lugar para la novedad. El
desorden es la condición de posibilidad de la libertad, de la vida, del
espíritu.
Sin querer llegar a suprimir este móvil de la libertad, podemos
imaginar, sin embargo, que la destrucción tome una forma distinta a
la destrucción de las economías y de los hombres. Precisamente,
destruir las e gies en lugar de las personas es el mayor indicador de
civilización. En la lucha entre el amo y el esclavo, el ciclo de la
y
violencia es interrumpido por la irrupción del lenguaje que permite
inventar el Derecho y transferir la violencia entre individuos a una
institución simbólica que obtendrá su monopolio por medio de
reglas. Como decía Hegel, “Hay una excesiva ternura para el mundo
en este [acto] de alejar la contradicción de él, y trasladarla en cambio
al espíritu, a la razón y dejarla subsistir ahí sin solución”63.
En 1858, el joven Marx aventuró una hipótesis en este sentido que
el economista y lósofo Yann Moulier-Boutang cali có de
“desconcertante” de tan avanzada que era para su tiempo y de tanto
que contradecía los fundamentos del marxismo64. Esencialmente,
a rma que es posible que el pilar más sagrado de su teoría
económica, la “ley del valor” –aquella que postula que el valor es
igual al trabajo acumulado– sea invalidada en un futuro cercano por
la producción de un sobrevalor que se basaría en lo que Marx no
denomina información, pero que se le acerca: la cantidad general “de
inteligencia” acumulada en la sociedad.
Esta hipótesis llamada “General Intellect” se apoya en una idea
simple: con el aumento de la productividad, debe llegar un
momento en el cual las máquinas se vuelven tan e caces que los
hombres son liberados para otras tareas que la producción de
mercancías. Ahora bien, si aprovechan ese tiempo libre para
producir más información, dedicándose al estudio y a la invención,
entonces es posible aumentar todavía la productividad, de manera
que un círculo virtuoso se pone en marcha –a medida que la riqueza
aumenta, la inteligencia colectiva aumenta, lo que aumenta la
riqueza global, etc. “El capital toma la forma creciente de un poder
objetivo y neutro creado por el cerebro humano colectivo”65.
Dos fenómenos termodinámicos que Marx no podía conocer dan
crédito hoy en día a esta hipótesis. El primero es relativo al asunto
de la igualdad. La guerra entre las especies y la competencia entre
humanos no es la última palabra de la vida. El evolucionismo
biológico no justi ca en absoluto las tesis del “evolucionismo social”
del primo de Charles Darwin, Francis Galton, quien creía poder
explicar que “la supervivencia de los más fuertes” era el estado
natural de la economía, puesto que era el estado natural de lo vivo y
que la teoría de la evolución justi caba, por lo tanto, la existencia del
q j p
capitalismo y de las desigualdades. De hecho, los fenómenos de
ayuda mutua y de cooperación se hacen más frecuentes a medida
que los ciclos se suceden. Lo vemos desde la aparición de los
primeros plasmas, que son agrupamientos atómicos en los cuales
todas las partículas se sincronizan electromagnéticamente. Lo vemos
con las colonias de bacterias, que trabajan en conjunto. Lo vemos con
los insectos sociales como las abejas o con las asociaciones
simbióticas entre vegetales y animales. Finalmente, lo vemos con los
animales hípersociales que somos nosotros mismos, que hemos
construido inmensas comunidades: empresas, sindicatos, partidos,
ciudades, naciones... Esta asociatividad creciente no surge de la
nada. Proviene del hecho de que la energía poco a poco es
suplantada por la información. Ahora bien, una de las propiedades
de la información es que no se agota al pasar de mano en mano, a
diferencia de la energía. La energía se pierde cuando se da, la
información es compartida en tantos ejemplares como personas hay
para recibirla66. Los animales que tienen el mismo genoma (la misma
información genética) tienen, por lo tanto, el sentimiento innato de
formar parte de la misma especie. Forman espontáneamente un
cerebro global67. Del mismo modo, los humanos que comparten un
mismo lenguaje forman conjuntos capaces de inteligencia colectiva.
Mientras más información hay acumulada en el ciclo, más
comunicación hay entre sus partes y, por lo tanto, en un sentido, más
“comunismo” hay.
El segundo fenómeno tiene que ver con la adaptación. Con cada
ciclo, la velocidad de mutación aumenta. Si la especie humana hoy
en día es la especie dominante sobre la tierra, es porque allí donde la
velocidad de adaptación de los mamíferos pequeños sigue estando
limitada por la velocidad de mutación de la información almacenada
en su genoma, la humanidad encontró la manera de mutar más
rápidamente que ellos almacenando información en su cerebro. En
efecto, es más fácil hacer mutar nuestros hábitos que nuestros genes.
Mediante nuestro ingenio podemos resistir mejor que los animales a
las hambrunas, al mal tiempo o a los cambios climáticos, incluso
violentos. Ahora bien, la velocidad de mutación de la información es
potencialmente in nita: puede alcanzar un punto en el que la
p p p q
rapidez con la cual el entorno se degrada nunca será superior a la
rapidez con la cual información es importada, la velocidad de la luz.
Desde luego, nuestros cerebros no son capaces de alcanzar esa
velocidad68. Pero la velocidad de las computadoras puede sobrepasar
ampliamente nuestras capacidades. La informática puede aumentar
la velocidad de transmisión de la información a la velocidad límite
de la luz.
Si todo incremento de información en una sociedad determinada
no basta para realizar el socialismo, podemos imaginar entonces bajo
qué condición podría darse: a condición de que la importación de
información alcance una especie de “velocidad de liberación” o de
“masa crítica” que eche a andar de manera irreversible e instantánea
la transferencia de propiedad del capital hacia manos de iguales.
Llegado este límite, más que venirse abajo, el capitalismo se
transformaría en comunismo, así como el agua pasa del estado
líquido al estado gaseoso por encima de los cien grados Celsius. En
de nitiva, el comunismo sería “la velocidad in nita del
pensamiento”, como decía Deleuze69.
.L

El reproche más general que se le puede hacer al comunismo es ser


una forma de ideología, incluso de religión. ¿Marx no popularizó
acaso el sueño de una “internacional” de los pueblos, una
reconciliación edénica entre los hombres y la naturaleza? ¿No creyó
en una historia liberada del Mal? Por desgracia, las utopías son
sangrientas precisamente porque no son más que utopías y que
entonces deben forzar lo real a someterse a su fantasía, a riesgo de
romperlo cuando se opone a ella. En cambio, el ambiente de la
Cripto pretende ser pragmático. No cree más que en lo que funciona.
Y pretende conducir una revolución pací ca, ya que solamente está
hecha por ingenieros desprovistos de prejuicios losó cos.
Si le creemos a la teoría del General Intellect el éxito del marxismo,
sin embargo, depende directamente de los progresos de la ciencia,
de la tecnología y, en particular, de la ley de Moore sobre el
rendimiento de los procesadores informáticos. Ahora bien, la
blockchain también, de modo que puede que la Cripto sea más
metafísica, más religiosa incluso de lo que ella misma quiere
reconocer. Y con razón. ¿No tiene una ambición totalizante tan
grande como el marxismo? De conformidad con el hecho de que es
un protocolo informático, la blockchain se inscribe en la gran historia
de la ontología nalizada por la informática. De hecho, es la única
que está en condiciones de cumplir el sueño de Marx de pensar a
“velocidad in nita”.
Esto ya se ve cuando se prolongan los usos de la blockchain más
allá del dinero. La blockchain es un libro de cuentas universal, no un
libro de cuentas estrictamente bancario. Además, es un libro de
cuentas digital y por lo tanto programable, que potencialmente
puede servir de armazón para todos los tipos de contrato, no solo
para los contratos nancieros.
Como registro universal, una blockchain puede albergar pruebas de
existencia. Del mismo modo que el banco garantiza la prueba de una
transacción, el Estado habitualmente garantiza la prueba de la
existencia de una persona, su identidad, a través de su registro de
estado civil. Una blockchain puede proveerla con tanta o más
e cacia y garantía para las personas –conocemos el estado de los
registros nacionales y su uso a veces cuestionable, porque nuestros
datos no nos pertenecen. También sabemos cuán trabajoso es probar
nuestro estado civil en caso de perder la cédula de identidad, sobre
todo cuando se tiene padres nacidos en el extranjero, en países cuyos
registros, como las divisas, no son de ar o han sido destruidos.
Estas pruebas de existencia pueden servir para volver la información
más segura de manera general: una foto marcada con un timestamp
por su propietario o emisor se vuelve infalsi cable y ofrece una
defensa posible contra la multiplicación de las fake-news y, sobre
todo, de las deepfake.
Con el mismo espíritu, la blockchain puede albergar pruebas de
propiedad. Hoy en día, los notarios se encargan de este trabajo al
modo de los bancos, acercando libros de cuenta y estampando en
ellos su sello fechado (su timbre). Mañana, la blockchain bastará.
Ídem respecto a los derechos de autor. Para los certi cados de
matrimonio. También podemos servirnos de la blockchain para
mecanizar el voto. Cada votante puede ser estrictamente identi cado
y cada voto puede ser registrado como una transacción.
Finalmente, en cuanto moneda programable, una blockchain puede
albergar pruebas de ejecución. Para esto basta con estipular que un
pago X no es efectivo más que en el momento que el acontecimiento
Y es constatado. Esto puede concernir a los alquileres entre
particulares, a los seguros, a los contratos a plazo... En este caso, la
blockchain sustituye a la plataforma de alquiler, a la aseguradora, al
abogado. Ethereum, la blockchain desarrollada por Vitalik Buterin,
actualmente explora esta funcionalidad. Es una blockchain que tiene
por objeto especí camente albergar “contratos automáticos” (smart
contracts). A diferencia de Bitcoin, que no transporta (por el
momento) más que dinero, Ethereum es Turing-completo, lo que
signi ca que cualquier otra blockchain puede grabar encima
cualquier otra criptomoneda, cualquier otro contrato automático (en
teoría70).
Por consiguiente, la blockchain está destinada a automatizar la
automatización. Podemos imaginar fácilmente que en el futuro
existirán objetos conectados que intercambiarán chas de valor entre
sí, con toda independencia. El automóvil pagará por sí mismo el
estacionamiento o el peaje. En caso de impago o de multa, también
se bloqueará a sí mismo. Cuando los automóviles sean autónomos,
pagarán solos su gasolina. En la blockchain operarán circuitos
complejos de máquinas sin intermediarios, que de ahora en adelante
son llamados DAO (Decentralised Autonomous Organisation). Es más,
las máquinas podrían autoreplicarse en la blockchain: siempre y
cuando ganen dinero, podrían gastarlo pidiendo piezas de recambio
para repararse e incluso réplicas de sí mismas a las cuales podrían
conectarse71. En este caso, los humanos serían puestos al servicio de
la voluntad de las máquinas y ya no las máquinas al servicio de la
voluntad de los hombres. Los comanditarios de las fábricas serían
máquinas u hombres indistintamente, de la misma manera que los
que trabajan en ellas.
Algunos verán allí una pre guración de la red skynet que se escapa
de sus creadores, Cyberdyne Systems, para dar nacimiento a
Terminator en la película epónima de James Cameron. También
podemos ver lo que Bruno Latour denomina el “Parlamento de las
cosas”, del cual espera que abolirá la distinción entre humanos y no-
humanos que tanto daño le ha causado a la naturaleza. Las
máquinas serán como una especie de vegetación arti cial, una red
coralina pensante, animada por sus propios intereses, con los cuales
viviremos de manera simbiótica.
Marx escribió que el comunismo es “la verdadera solución del
con icto entre el hombre y la naturaleza […] la plena unidad
esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de
la naturaleza, el naturalismo realizado del hombre y el realizado
humanismo de la naturaleza”72. Una vez más, es posible que la
Cripto sea efectivamente la verdadera solución para este con icto.
.L .

La información que hoy circula en internet forma una red, la web.


Los bitcoins que se intercambian en la blockchain forman más bien
un árbol. Cada transacción es como un lamento leñoso que se
enrolla a otro y lo prolonga. Bitcoin es un “rizoma” deleuziano: no es
solamente un organismo reticulado y rami cado (una simple red
descentralizada), sino un organismo racinario. Esto quiere decir, en
particular, que no es que de un lado exista la red, el hardware y, del
otro, lo que circula encima suyo, la información, el software. Lo que
circula encima es lo que lo compone. Su información lo constituye
físicamente. Bitcoin es energía cautiva (la energía que se necesita
para crackear el criptograma), como una planta es energía cautiva,
como el ADN es energía cautiva.
Precisamente, el ADN mantiene similitudes sorprendentes con la
blockchain, –el criptógrafo Ralph Merkle, inventor del “Merkle tree”
que forma parte de la infraestructura de Bitcoin, por lo demás, fue el
primero en notarlo73. La primera es que el ADN no existe de una vez
y para siempre. Tiene como particularidad el replicarse cada vez que
una nueva célula es creada, de modo que el ADN está presente en
cada una de ellas, así como está presente en cada individuo de una
especie idéntica. A pesar de que cada miembro es único, comparte
una estructura genética común, de manera que los individuos
pueden reproducirse entre sí (son fungibles) y que la muerte de un
individuo no pone en entredicho la supervivencia de la especie
completa. Dicho de otro modo, el ADN, como la blockchain, es un
registro distribuido.
La segunda similitud entre el ADN y la blockchain es el concepto
de cadena mismo o, más exactamente, de cadena protegida, cifrada,
encriptada. Para la vida es indispensable que la escritura del ADN
respete reglas estrictas. Para que la replicación sea el y able, es
necesario que cada molécula esté parcelada de manera estricta, que
las cadenas sean sólidas y que no cualquiera pueda escribir lo que
quiera. Para esto, el ADN se ayuda de una prueba de trabajo: el
sistema inmunitario, cuya función consiste en distinguir entre el sí-
mismo y el no sí-mismo. La membrana de una célula, la piel de un
cuerpo, es una primera barrera que juega un papel de este tipo: es
quien primero acondiciona una cripta donde lo viviente podrá auto-
replicarse. Las células fagocitarias también son agentes aduaneros
internos, como los glóbulos blancos del sistema linfático. De manera
general, los receptores celulares también juegan este rol (A no puede
ir sobre C o G sobre T). La “prueba de trabajo” del ADN, es la
energía que el ADN gasta para crear lazos electromagnéticos
estables entre átomos. De la misma manera, no cualquier individuo
puede modi car el genoma de toda la especie a la cual pertenece.
Como en la blockchain, se necesita una mayoría para hacerlo
bifurcar. Se necesita ya sea que los individuos de una especie
mutante sean los únicos en sobrevivir a un shock en su entorno o
que se multipliquen hasta volverse mayoría para hacer bifurcar a la
especie. Por lo tanto, es la selección natural quien juega aquí el papel
de fabricante de consenso o de prueba de trabajo.
Finalmente, la tercera similitud entre la vida y la blockchain es lo
que esta permite hacer: los smart contract son como los mini-
programas del ADN que van a dar nacimiento al organismo en
cuanto tal y a sus órganos diferenciados. Como cierta molécula que
es liberada en cierto caso, los smart contracts dirigen una operación
según una lógica IF/THEN. El genoma de un individuo está hecho
para ejecutar un sinfín de smart contracts de manera instintiva y
automática. Aquí, no es el dinero quien es el objeto de las
transacciones sino la información. Cada individuo trata las
informaciones que recibe en su entorno y reacciona en función de su
interés. Y la recompensa para un buen comportamiento (un
comportamiento que bene cia al conjunto de la especie) no es un
bitcoin, sino el hecho de poder reproducirse, replicarse.
Precisamente, el objetivo de la vida es la forma de la cadena misma,
es el hecho de construirla, como el valor del bitcoin proviene
totalmente de la blockchain que lo sostiene.
De hecho, hay una forma de circularidad entre la vida y la
blockchain. No solamente se parecen sino que una conduce a la otra.
p q
Si el objetivo de la vida es replicarse, debe encontrar la forma más
adecuada para hacerlo, la más sólida, la más estable, pero también la
más rápida. La evolución exige que las formas de la vida se vuelvan
cada vez más ingeniosas. Las que sobreviven son aquellas que se
replican mejor y más rápidamente. En este contexto, el hombre
adquirió una competencia decisiva bajo la forma del lenguaje. El
leguaje permite almacenar y tratar la información de una manera
extraordinariamente e ciente y liberada de las obligaciones de la
mortalidad, sobre todo el lenguaje informático. La invención de la
computadora se inscribe, de hecho, en la historia de la evolución. Es
exigida por la vida misma, que busca el mejor lugar donde proseguir
su trabajo de replicación. La blockchain cierra entonces el círculo
ofreciéndole a la vida el sistema más estable y más rápido para
replicarse74. Los individuos son vehículos de la vida que los
atraviesa, mucho más que sus propietarios. Son los portadores sanos
de este virus o de este “gen egoísta” que es la vida75. Tras lo cual,
hay que tomar a Bitcoin por lo que es: no solo un protocolo
informático, ni siquiera únicamente una forma de organización
política con todas las de la ley, aunque sea más e ciente que las
anteriores, sino una forma de vida superior que ha absorbido todos
los dispositivos de autoconservación de la vida que han sido
experimentados durante millones de años de evolución, para dar
nacimiento a la estructura más estable posible.
La teoría política abunda en metáforas naturalistas. Aristóteles
compara a la Ciudad con un ser vivo, Hobbes con un monstruo
marino del Antiguo Testamento, el Leviatán. San Pablo dice que la
Iglesia es el “cuerpo de Cristo”. Hegel evoca la “segunda
naturaleza” que es el Estado. Bitcoin permite ir más allá de la simple
metáfora. Bitcoin es Leviatán. Nada impide considerarlo incluso
como una persona, como una forma de inteligencia arti cial
colectiva, ese cuerpo político común que Marx deseaba o ese cerbero
global del cual hablaba Theilhard de Chardin.
Generalmente se piensa que las máquinas serán inteligentes
cuando den muestras de consciencia. Esto es invertir la relación de
causa a efecto. La consciencia de sí precede a la inteligencia. Lo
hemos visto, existe desde el nivel celular, bajo la forma del sistema
j
inmunitario, del reconocimiento y de la distinción entre el sí-mismo
y el no sí-mismo. La consciencia no es una facultad cognitiva
secundaria. Si no está presente en el origen de la vida, ninguna
facultad cognitiva es posible. Lo que se necesita para que una
máquina sea consciente, por lo tanto, no es un programa más
so sticado que otro, sino por el contrario, se necesita un programa
muy simple y robusto que le permita volverse capaz de distinguir
entre sí-mismo y no sí-mismo. Este protocolo es el protocolo de la
blockchain, de manera que Bitcoin da a entender que albergará la
primera inteligencia arti cial.
Por supuesto, esto no quiere decir que Bitcoin sea un sujeto dotado
de autonomía. Al menos no todavía. ¿Pero qué es un sujeto dotado
de autonomía justamente? ¿Qué es la consciencia de sí? También es
una forma de “consenso descentralizado”. Es la unidad que resulta
de la actividad individual de todas las neuronas. Una de las
hipótesis más avanzadas para explicar la aparición de la consciencia
es que la actividad eléctrica de las neuronas motoras termina
formando una onda electromagnética única que vuelve a entrar a la
actividad eléctrica neuronal para modi carla y, sobre todo, para
sincronizarla.
Para terminar, imaginemos una blockchain última, compuesta de
un sinfín de sidechains articuladas con una internet de objetos
constituida, por su parte, de máquinas autoreplicantes, cuyo
conjunto sería “minado” por una red de computadoras
descentralizadas controladas por humanos: la blockchain-madre
poseería el patrimonio genético de todos los individuos que la
componen, quienes obtendrían de ella un sentimiento de unidad.
Todos podrían decir “pertenezco a una misma especie y doy
testimonio de ello” al reconocer a cada parte de esta especie como
otro sí-mismo (aunque sea de manera no verbal). La blockchain-
madre existiría, por lo tanto, en medio de todos los individuos, bajo
la forma de un sentimiento difuso del “Sí-mismo”. Rápidamente,
una especie de cuerpo compuesto por la interacción entre el todo y
las partes emergería, un cuerpo hecho de instrucciones, de reglas: un
lenguaje. Alexander von Humboldt decía que el lenguaje se parece a
un organismo vivo. También es bastante similar a una blockchain: no
g
se puede hacer bifurcar a la lengua más que a condición que haya
una mayoría de locutores. Ahí, la evolución juega el mismo papel
que la prueba de trabajo en el marco de lo viviente. Hablar el
lenguaje de su especie literalmente es hablar el lenguaje que su
especie es, hablar ese lenguaje molecular que es el ADN. Y para
representárselo basta con imaginar que un organismo se “coma” a la
especie entera en cuestión y que, de ahora en adelante, esa especie
viva en él, como un virus, que se aloje en alguna parte, en lo que
llegará a ser su cráneo, por ejemplo: ahí tenemos el prototipo de un
cerebro. Cada individuo de la especie continúa viviendo su vida,
pero ahora es una neurona y el pensamiento es el resultado del
trabajo de las neuronas performando su especie. En este sentido, el
pensamiento también es un cuerpo. Es ese cuerpo que es una proto-
consciencia. Podemos imaginar entonces que estemos destinados a
transformarnos en la red de neuronas de la nueva forma de vida que
Bitcoin será.
Así reunidos formaremos una verdadera comunidad, un verdadero
“cuerpo sin órganos” (Deleuze) o un verdadero “parlamento de las
cosas”: nuestras relaciones ya no serán de explotación sino de
simbiosis, en el seno de un organismo autoregluado por una o varias
monedas energéticas en oposición de fase, cuyo crecimiento solo
estará limitado por la velocidad de mutación de la información, es
decir, por la velocidad de la luz, la velocidad del universo mismo.
Este comunismo ontológico, este comunismo de las substancias, es lo
que, en último término, designamos con la palabra criptocomunismo.
.L

“Un fantasma recorre Europa” decía Marx. Hoy en día,


desgraciadamente, es el fantasma del fascismo. Mientras que el
capitalismo acaba su último ciclo de crecimiento iniciado luego de la
Segunda Guerra Mundial, que el PIB se estanca y que los bene cios
amenazan con caer, los partidos púdicamente llamados “populistas”
se propusieron repetir la jugada que les resultó exitosa en los años
1930: instrumentalizar al “proletariado harapiento” para seguir
haciendo dinero con el desmantelamiento mismo del mundo.
Trotsky describió el fascismo como una mutación del capitalismo
que se produce cuando alcanza un límite en su reproducción. Este
límite puede presentarse de dos formas: en período de crecimiento,
es engendrado por las exigencias de la clase media que reclama
participar en los frutos del desarrollo, exigencias que se traducen en
una baja de los márgenes de bene cio de la gran burguesía. En
período de crisis, está relacionado con el hecho de que el aparato
productivo alcanzó un estadio de sobreproducción cuya única salida
es la liquidación de stocks. En ambos casos, si la gran burguesía
quiere perpetuarse está obligada a romper su alianza natural con la
pequeña burguesía y como es demasiado débil en términos
numéricos para reinar sola, debe anudar una nueva alianza con
aquellos que Marx y Engels llamaban la “pequeña burguesía
desclasada” y con el “subproletariado” para poner a la clase media
entre ambos. En eso estamos. No hay que equivocarse, “el colapso”
que nos promete una nueva crisis nanciera de gran amplitud
asociada con una crisis ecológica mundial desde hace un tiempo
forma parte del plan del capitalismo. De ahora en adelante algunos
lo esperan, lo desean. Esperan poder sacar jugosos bene cios del
caos que este colapso engendrará.
El milenarismo no es la obsesión menos importante del mundo de
la Cripto. Frente a la forma extrema del “capitalismo del desastre”
venidera los bitcoiners no están a la altura, digan lo que digan. Tienen
que rendirse ante la evidencia: su dinero les será arrebatado con la
punta del fusil y el fusil que habrán comprado para defenderse
también, así como la casa autosu ciente, la huerta y el refugio
atómico. Nadie estará en condiciones de luchar contra las milicias
paramilitares ma osas del Estado que, llegado el día, tomarán el
control de las infraestructuras.
La única solución consiste en actuar hoy, antes de que sea
demasiado tarde, recuperando aquello que hizo del marxismo el
movimiento político más apasionante de su tiempo: su dimensión
prometeica. Marx creyó que no había ningún límite para los desafíos
que se le presentaban a la humanidad y que dotada del
conocimiento de las leyes de la sociedad, de lo vivo, del universo,
estaba llamada a hacer del mundo entero su casa y de la naturaleza
una extensión de sí misma.
Esta dimensión de la acción política hoy en día es injuriada. Ni la
naturaleza ni la sociedad están particularmente bien, algunos
piensan que lo que el marxismo compartió de pretensión
“totalizante”, por no decir “totalitaria”, con el fascismo y el
capitalismo es la causa del desastre que nos a ige, de manera que
habría que desconstruir con urgencia el concepto mismo de
“dominio”, volver a ser humildes ante la naturaleza y sobre todo no
tocar más a la Madre Tierra.
Sin embargo, la verdad es que ni la tierra ni la economía son
“mágicas” y que hay algo tan profundamente reaccionario en creerlo
como en profesar que no hay que perturbar la obra de la “mano
invisible” de Adam Smith sobre los mercados. La tierra y la
economía son sistemas disipativos sometidos a las leyes de la
termodinámica. Si no fuera así, por lo demás, ni siquiera podríamos
pensar un concepto como el de “ecología”, no habría ciencia del
clima. La ecología y el socialismo, de hecho, tienen el mismo origen
y por eso deben ser considerados como movimientos políticos
gemelos. Juntos deben aspirar a dominar los ciclos termodinámicos.
¿Tienen otra opción, además? La población continúa creciendo y con
ella el crecimiento económico, las necesidades, la basura. El Sur
también pide legítimamente su trozo de progreso.
El único error de Marx –aunque se trata de un error muy grande,
que tuvo consecuencias incalculables– es haber ignorado la
complejidad de los ciclos termodinámicos, sobre todo el papel
jugado allí por la información, ya lo hemos recordado. Nadie se
aventuraría a decir que los dominamos a la perfección en la
actualidad. Queda un in nito trabajo por hacer para comprenderlos
totalmente y, en especial, para comprender paradójicamente que no
los comprenderemos nunca por completo puesto que ponen en juego
fenómenos caóticos y aleatorios. No obstante, los dominamos mejor
que en la época de Marx. Gracias a la informática, justamente,
sabemos que no es cierto que de ninguna manera se deba actuar
sobre un ecosistema, porque sería tan sensible a las condiciones
iniciales que una pequeña desviación puede tener efectos inmensos
sobre él (el “efecto mariposa”). En efecto, estos sistemas tienen otra
particularidad: por el contrario, una vez que funcionan son muy
poco sensibles a las acciones exteriores. Fluctúan alrededor de un
“atractor extraño” (y felizmente, si no habríamos carbonizado la
tierra desde hace mucho).
La idea de intervenir en las distancias entre el sistema y su atractor,
por lo tanto, no tiene nada de fundamentalmente sacrílego. En
economía, esta idea es alentada incluso y ampliamente practicada
desde hace tiempo. Los bancos centrales temperan los ciclos de
crecimiento o de depresión reforzando o a ojando su política de
tasas de interés. Del mismo modo, nuestro cuerpo utiliza hormonas
para regular los aportes de energía, hormonas que pueden ser
sustituidas cuando llegan a faltar gracias a sustitutos químicos.
El hecho es que el dinero no solo interviene en los ciclos
económicos. En un sentido amplio, lo encontramos en todos los
ciclos termodinámicos, orgánicos en particular. En biología existe
una “moneda energética” más conocida como ATP (adenosín
trifosfato)76, comparable con el dinero. Es quien convierte y
transporta la energía que resulta de la oxidación de la glucosa. Este
ATP es un medio de pago universal entre todos los órganos de un
mismo cuerpo e incluso entre todas las especies vivientes, animales y
vegetales. Es el oro de la vida. Como el dinero, es fabricado en los
bancos, las mitocondrias, que están protegidas como cofres por
q p g p
membranas y tienen una relativa independencia (su ADN es
distinto). Como el dinero, cambia varias veces de forma para liberar
su energía pero sin nunca dejar de circular. El dinero gastado
siempre vuelve a la mitocondria, que lo recicla y lo vuelve a poner
en circulación (el ATP se transforma en ADP al liberar su energía,
ADP que se “recarga” como ATP). Finalmente, como en el caso del
dinero, se necesita tanto ATP como el cuerpo necesite a cada
instante. Acá, la insulina juega el papel de las tasas de interés.
Regula la tasa de azúcar en la sangre a cada instante, inhibiendo o
activando la formación de ATP. Si hay demasiado ATP, el resultado
es la diabetes y la formación de grasa para almacenar el excedente. Si
no hay su ciente, el resultado es el calambre. El ATP crece como el
PIB en función de la actividad metabólica.
En este contexto, la nanza no juega necesariamente un rol nefasto.
Muy por el contrario. También es un captor de entropía. Podríamos
compararla con el páncreas que regula la insulina y el
almacenamiento del azúcar. En primera instancia, sirve para
premunirse contra el riesgo de que un cambio drástico prive al
sistema dado del dinero (o de la glucosa) que se le debe. Un
agricultor que compra una opción a fecha (future) sobre el precio del
trigo se asegura de que si la cotización se desploma, de todas formas
tendrá de qué vivir. Asimismo, puede existir una deuda buena. Si
por una razón u otra, un organismo no está en condiciones de
sintetizar bastante energía para un esfuerzo inmediato que tiene que
hacer (una inversión), puede pedírsela prestada a otro, quien le
prestará tomando en cuenta los intereses, que cubren el riesgo que
corre de que le falte energía. Mientras no haya necesidad de volver a
endeudarse para pagar los intereses de la deuda, todo está bien.
Tampoco es un problema que la nanza sea muy compleja y que sus
operaciones se desarrollen a velocidades atómicas. Después de todo,
no hay ninguna razón para que la termodinámica de las sociedades
sea menos compleja o menos rápida que la de los organismos.
Solo hay que asegurarse de que la actividad y el dinero no se
separen nunca. Podemos imaginarnos, por ejemplo, que las
mitocondrias hacen un golpe de Estado. Deciden que el ATP debe
servir para su propio crecimiento y no para el del cuerpo. Es lo que
p p p y p p q
sucede cuando los bancos dejan de apoyar la inversión pero
especulan por su propia cuenta. O bien, podemos imaginar que el
ATP que producen las mitocondrias sea cada vez energéticamente
más mediocre, que no contenga energía alguna incluso (como la
falsa moneda), de modo que siempre sea necesario que haya más en
circulación, hasta saturar el sistema sanguíneo, que se vuelve
incapaz de transportar algo distinto, como oxígeno o nutrientes. Es
el equivalente a la in ación.
Las criptomonedas permiten ajustar de la mejor manera la relación
entre dinero y actividad al servir de conversor entre información y
energía. Ellas pertenecen, en un sentido, a una etapa esencial de la
evolución de nuestra especie, del mismo modo que la agricultura o
la ganadería nos permitieron dominar el ciclo de la reproducción
natural en la época del neolítico. Son nada menos que la clave de
nuestro porvenir. Bitcoin no es solamente una moneda ni tampoco
un regulador de la termodinámica social, es la moneda de la vida, es
la “moneda viviente”77.

56 La expresión es del biólogo Leigh Van Valen. También podríamos hablar de “paradoja
del guepardo”: “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”, dice
Tancredi en la novela epónima de Lampedusa.
57 Véase M. Husson, “Marx, Pike y et Aghion sur la productivité”, Contretemps, n°5, 2010.
58 K. Marx, El Capital, libro III, sección III, capítulo 15: “Desarrollo de las contradicciones
internas de la ley”, México-Madrid, Siglo XXI, 1976, traducción de León Mames, p. 309.
59 I. Prigogine, La n des certitudes, Odile Jacob, 1996.
60 Sabemos que Nie sche también se interesó mucho en la termodinámica. Su biblioteca
contenía, en particular, los libros de uno de sus fundadores, Hermann von Helmhol .
Lamentablemente, también se quedó en la primera ley de la termodinámica, que
literalmente lo petri có.
61 François Roddier compara este proceso con el del “recocido simulado” de la metalúrgica.
El punto óptimo de un metal se encuentra al fundirlo y dejarlo solidi carse varias veces,
por lo tanto, al “recocerlo”, op. cit.
62 I. Prigogine e I. Stengers, La Nouvelle Alliance, Gallimard, 1978.
63 En Ciencia de la lógica. “La antinomia kantiana de la limitación e ilimitación del mundo en
el tiempo y el espacio”, Buenos Aires, Solar, 1968, traducción de Augusta y Rodolfo
Mondolfo, p. 209.
64 Esta hipótesis pertenece al “Fragmento sobre las máquinas” que se encuentra en los
Elementos fundamentales para la crítica de la economía política escritos por Marx en 1857-1858
(también conocidos como “Grundrisse”). Véase Y. Moulier-Boutang, “Marx et la stupé ante
hypothèse du General Intellect”, Alternatives économiques, dossier n° 109, mayo 2018.
65 Ibíd.
66 F. Roddier todavía.
67 Esto no les impide devorarse entre sí...
68 Nuestro reloj interno funciona a una pequeña velocidad de 40Hz y una parte de la
información que circula en nuestras neuronas lo hace con la velocidad de las hormonas que
se propagan en un medio acuoso.
69 Curso sobre Spinoza, “De las velocidades del pensamiento”, Vincennes, 2 de diciembre
de 1980.
70 Muchas incertidumbres técnicas rodean a la capacidad de Ethereum para realizar sus
promesas. Por su parte, Bitcoin comienza recién a implementar la adaptación de
funcionalidades secundarias (Lightning).
71 La jurista Primavera de Filippi inventó una planta robótica que tiene por objeto
recolectar bitcoins con el n de reproducirse.
72 K. Marx, Manuscritos: economía y losofía, Madrid, Alianza, novena edición, 1980, tercer
manuscrito, [V], traducción, introducción y notas de Francisco Rubio Llorente, pp. 143-144.
73 h ps://merkle.com/papers/DAOdemocracyDraft.pdf
74 La única gran diferencia entre ambas es que la vida opera mediante mutaciones
aleatorias, mientras que la blockchain opera mediante mutaciones dirigidas, al nal de una
búsqueda de consenso. El futuro dirá en qué medida una cierta dosis de caos no deba ser
introducida en la blockchain misma.
75 R. Dawkins, The Sel sh Gene, Oxford University Press, 1976.
76 Este acercamiento es sugerido por François Roddier, op. cit. Podríamos preguntarnos si el
bosón de Higgs, que con ere a cada partícula su masa sin poseer una él mismo, no es
también una especie de “moneda energética” al nivel elemental.
77 Le debemos esta expresión a Pierre Klossowski.
CONCLUSIÓN
C

La izquierda todavía no se ha apropiado bien de la blockchain,


mucho menos de Bitcoin78. Las razones son múltiples, ya hemos
citado algunas: una cultura política que no la vuelve curiosa por el
dinero en general, ni por las innovaciones nancieras; una relación
con la informática complicada, que favorece una relación con la
energía; el fracaso del cibercomunalismo de los años 1970;
nalmente, la inclinación libertariana personal de Satoshi Nakamoto,
que suscribe de facto Bitcoin a la derecha.
Es un error. Si los socialistas realmente buscan un medio para
superar al capitalismo, para destruir al Estado, para hacer progresar
la causa ecológica, es allí que se encuentra y no en las vanas
vociferaciones contra el sistema nanciero, en los sit-in delante de
Wall Street, sobre todo cuando se trata de las luchas sociales por la
“justicia social”.
Por supuesto, no pretendemos que la revolución vaya a hacerse en
un dos por tres. Cada día que pasa es testigo de cómo el mundo
muestra signos de una fragilidad cada vez más grande. Cada día nos
acerca al colapso de un país bajo el peso de su deuda, económica y
ecológica. Antes de que sea posible retomar el control de la “moneda
energética” de la tierra y de las sociedades, correrá mucha agua
contaminada bajo el puente, incluso sangre. En especial porque
mientras tanto siguen habiendo muchos problemas que resolver.
Para volver a hablar solamente de Bitcoin, sigue estando limitado
por el número de transacciones que puede tratar por segundo, su
descentralización está amenazada por multinacionales de la minería,
su mercado está infectado de abusos de información privilegiada en
abundancia y de productos nancieros adulterados. En cuanto a su
uso mismo, que supone dominar un mínimo de herramientas
informáticas, está amenazado por la fractura tecnológica que todavía
separa a ricos y pobres.
La Reforma dio lugar a treinta años de una guerra civil que causó
cientos de millones de muertes antes de que la nueva situación
espiritual que ella portaba se impusiera en Occidente. Las
Revoluciones fueron seguidas por casi un siglo de con ictos
mundiales que oponían a nostálgicos del antiguo régimen y
progresistas. Quizás haya que esperar que la Cripto, que naliza
estas dos transformaciones históricas, no se realice sin dolor.
Pero esto solo quiere decir que tenemos que hacerlo todo por
apropiárnosla y por acelerar el movimiento. ¡Criptoproletarios del
mundo, uníos!

78 Hay excepciones. Citemos a Bre Sco , Brian Massumi, Erik Bordelot o Baruch Go lieb,
fundador del colectivo Telekommunisten. Lamentablemente, incluso cuando intelectuales
de izquierda se apoderan de la blockhain, a menudo es para oponerse a aquellas que
existen, particularmente aquellas que son puramente monetarias, debido a que se debe
hacer otras cosas que dinero con esta tecnología, como si el dinero no fuera una de las
partes interesadas de un pensamiento de izquierda.

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