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LO QUE NOS UNE

cóm o vivir juntos a partir de un reconocimiento


positivo de la diferencia

frangois dubet

v v y i siglo veintiuno
/ X \ l editores
grupo editorial
siglo veintiuno
siglo xxi editores, méxico
CERRO DEL AGJA 248 ROMERO DE TERREROS 04310 MEXICO C*
www.sigtoxxieditofe5.com.mx
siglo xxi editores, argentina
GUATCMAIA 4824. C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA
www sigloxxieditores.com, ar
anthropos
I EPANT 241,243 08013 BARCELONA. ESPAÑA %
www.anthfOpos-editoual.ccfn

Dubet, Francois
Lo que nos une: Cómo vivir juntos a partir de un reconocimiento
positivo de la diferencia.- i a ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno
Editores, 2017.
136 p.; 21 x 14 cm.- (Sociología y política)

Traducción de Georgina Fraser / / ISBN 978-987-629-744-8

1. Discriminación. 2. Minorías culturales. 3. Minorías étnicas. 1.


Fraser, Georgina, trad.
CDD 305.8

Cet ouvrage a beneficié du soutien des Pmgrammes d ’aide á la publication


de l'Inslitut franjáis
Esta obra cuenta con el apoyo de los Programas de Ayuda
a la Publicación del Instituí Franjáis

Título original: Ce qui nous unit. Discriminations, égalité


et reconnaissance

© 2016, Éditions du Seuil et 1.a République des Idées


© 2017, Siglo Veintiuno Editores S.A.

Diseño de cubierta: Eugenia Lardiés

ISBN 978-987-629-744-8

Impreso en Arcángel Maggio - División Libros // Lafayette 1695,


Buenos Aires, en el mes de ju n io de 2017

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


Impreso en Argentina / / Made in Argentina
Indice

Introducción. Iguales y diferentes 9


De las experiencias individuales a las luchas
colectivas 1o
¿Qué tenem os en común? 13

1. ¿Cómo se genera y cómo se sobrelleva


la prueba de la discriminación? 15
Las mediciones y sus límites 17
Los “motivos” de la discriminación 20
La igualdad denegada 23
La denegación del m érito 25
Entre castings y asignaciones sociales 28
La experiencia total 30
La incertidum bre 35
¿Cómo actuar? ¿Cómo reaccionar? 38

2. ¿Discriminación positiva a la francesa? 41


Una paradoja francesa 44
El dilema de las memorias 47
Discriminación de masas y discriminación“su tir 49
Dispositivos sin filosofía política 51
Y entonces, ¿a quién apuntar? 55
La paridad 57
La fuerza del derecho 59
Volver a las experiencias 61
¿Denunciar? 64
Las desigualdades sociales encastradas 67
8 L O Q U E NOS UNE

3. Los conflictos del reconocimiento 69


El reto rn o de los reprim idos (o relegados) 73
El desgaste de los garantes m etasociales 75
La nación am enazada 78
El pueblo olvidado y el m u n d o perdido 79
Problem as con lo laico 82
I 2 l “naturaleza” de los hom bres y de las m ujeres 84
La identidad co n tra el individuo 87
El individuo co n tra la identidad 91
¿R econocim iento de qué? 93

4. El tercero ausente: reconstruir una sociedad 99


La sociedad desaparecida 101
La igualdad social 105
La am pliación de la vida dem ocrática 108
El laicismo y la je ra rq u ía de los derechos 112
¿Cóm o transm itir? 114
¿U na patria com ún? 117

Conclusión. El arte de convivir 121

Referencias bibliográficas 125


In tro d u c c ió n
Iguales y diferentes

De un tiem po a esta parte, si no desde siem pre, las


m ujeres y las m inorías étnicas, culturales y religiosas han sido
víctimas de discrim inación. Sin em bargo, estas injusticias per­
m anecían invisibles en tanto form abart parte del o rd e n “n o r­
m al” de las cosas. Hoy en día, este estado de hecho es cosa del
pasado: la lucha contra la discriminación está en el orden del día
de todas las agendas políticas.
A lo largo de los años, la “nueva” figura de la discriminación
se fríe incorporando a la representación de las “viejas” injusti-
cias, las desigualdades económicas. D onde antes sólo se veían
*clases sociales y explotación, actualm ente se ven grupos e indivi­
duos discriminados en función de lo que son: orígenes, color de
; piel, fe, sexo, sexualidad (es decir, en función de su identidad) .
A hora bien, en tre los individuos o grupos “m inoritarios”
^ -ya sean aquellos que se definen de ese m odo o aquellos que
la sociedad m ayoritaria señala com o tales- fue em ergiendo
u n a poderosa necesidad de reconocim iento. Entonces, el
problem a de la discrim inación, esa form a de exclusión m oral
yjociaU .puede desem bocar tanto en u n a exigencia de igual­
dad, un esfuerzo para fusionarse en la masa o u n a suerte de
; “perfil bajo”, cuanto, p o r el contrario, en u n a reivindicación
<de reconocim iento, u n a m anifestación pública de dignidad.
U na dem anda de igualdad e invisibilidad, por un lado; la nece­
sidad de reconocim iento e identidad, por el otro. Esas son las dos
caras de la m odernidad: u n a exigencia de igualdad y respeto, que
se suma a una dem anda de autenticidad y singularidad. ¿Cómo
podem os ser iguales y diferentes a la vez (Touraine, 1997)? El
ÍO LO Q U E NOS UNE

único m o d o d e escapar de este atolladero es construir u n ter­


cero q ue defina lo que tenemos en común. Al reconocim iento del
“q u ién ”, hay q ue o p o n e r el reconocim iento del “q u é ”. A la cues­
tión d e la m era igualdad d e oportunidades, hay q u e a ñ a d ir lo
i que se tiene en com ún y la igualdad social. C ontra la g u e rra de
\ las identidades, hay q u e o p ta r p o r la construcción d e lo social.

D E L A S E X P E R IE N C IA S IN D IV ID U A L E S
A L A S L U C H A S C O L E C T IV A S

Para in te n ta r sustraerse de u n clim a intelectual y político colm a­


d o de u n a suerte d e vértigo identitario, es necesario bajar a tierra
y b o rra r (todo cu an to sea posible) las distancias respecto d e las
adversidades p o r las cuales pasan las personas discrim inadas. El
hecho de q u e la discrim inación siem pre ponga en d u d a la igual­
d ad e identidad d e los individuos n o significa que provenga de
experiencias com unes y hom ogéneas. Estas p u e d e n ser intensas
o parecer aleatorias y n o todas tienen la m ism a intensidad, q u e
p u ed e d e p e n d e r d e la violencia d e los esügm as sufridos o del
hecho de q u e u n o sea u n profesional cualificado y socialm ente
integrado o u n joven sin em pleo en u n suburbio “guetizado”.
f La discrim inación causa heridas tan p ro fu n d as e íntim as q u e
p o n e a p ru e b a hasta el p ro p io carácter d e los individuos. Algu-
i nos la viven com o u n a experiencia total, otros hacen com o “si
n o existiera”. U nos piensan q u e se les im p o n e u n a id en tid a d
e n la q u e n o se reco n o cen , m ientras q u e otros la reivindican a
viva voz y vuelven el estigm a c o n tra q u ienes los relegan a ella.
Sin em bargo, la discrim inación siem pre es u n a p ru eb a q ue su­
p erar, u n d o lo r y u n a am enaza, ya q u e q u ie b ra la fluidez d e
la vida social.
Más ta rd ía m e n te y con más tim idez q u e otros países, F ran­
cia im p lem e n to disposiciones ju ríd ic a s y políticas p a ra lu ch a r
c o n tra la discrim inación y aseg u rar cierta igualdad d e o p o rtu ­
nidades. Fue e n to n ces c u a n d o el d e re c h o com enzó a ac tu a r
IN TR O D U C C IÓ N 1 1

c o n tra la discrim inación, el racism o y el sexism o. D esde hace


u n o s q u in ce años, secretarías d e Estado, agencias y dispositivos
bu scan pro m o v er la “diversidad” y co m b atir la discrim inación
co tidiana, laboral, habitacional, g u b e rn a m en ta l o m ediática.
A quí y allí se esbozaron algunas políticas d e discrim inación
positiva, p rin c ip alm e n te e n el sistem a escolar. Sin em bargo,
salvo la ley q u e im p o n e la p a rid a d e n tre h o m b re s y m ujeres e n
el acceso a la rep re sen ta ció n polídca, se im p o n e la evidencia
d e q u e la m ayor p a rte d e las m edidas son m odestas y q u e sus
efectos resultan tan p oco conocidos com o lim itados.
¿Cóm o se explica la distancia q u e existe e n tre los problem as,
la pasión polídca q u e suscitan y la reladva dbieza d e las solucio­
nes propuestas? En realidad, n o hem os logrado sen tar las bases
d e u n a filosofía polídca capaz d e ju sd ficar u n a discrim inación
posidva osada y eficaz, a u n q u e e n p ro fu n d a co n tradicción con
lo q ue, p o r com o didad, suele d en om inarse “m o d elo republica­
n o ” de indiferencia de las diferencias. Adem ás, n ad a asegura q u e
los grupos e individuos afectados p o r la discrim inación p idan
y apoyen estas políticas. Ellos consideran q u e sigue resultando
m uy difícil d e n u n c ia r la discrim inación sufrida, p ro b arla y ha­
cerse cargo del costo financiero, social y personal d e u n a lucha
l~e n la q u e se e x p o n en co m o víctimas. La creen cia e n la m eri-
tocrática igualdad d e o p o rtu n id a d es lleva a q u e u n o se sienta
i discrim inado cu an d o las pru eb as n o son equitativas y, a la vez,
a q u e n o se defina com o u n sujeto q ue h a ren u n c iad o a ser
■d u e ñ o y responsable d e su vida.
El re to m o d e lo rep rim id o q u e provoca la discrim inación es
tan to m ás inten so y radical c u a n d o afecta el reco n o cim ien to
d e las identidades q u e c u a n d o sólo co n c ie rn e a la justicia so­
cial. Los debates sobre el reco n o cim ien to se vuelven m ás vehe­
m entes cuanto m ás tibia y confusa es la acción pública. M ien­
tras q u e la lucha c o n tra la discrim inación se inscribe a priori
e n u n relato poco discutible d e la justicia social fu n d a d a e n la
^igualdad —la articulación e n tre igualdad y m é rito -, el recono-
« cim iento d e las “m in o rías” in te rp ela la rep resen tació n q ue la
m ayoría se hace d e sí m ism a. R econocer u n a id en tid a d m ino­
1 2 L O Q U E N O S U NE

ritaria y singular igualm ente respetable su p o n e revisar el p ro ­


pio relato id en titario y concebirse a u n o m ism o com o p a rte de
u n a “m in o ría ”, a u n q u e sea m ayoritaria según las estadísticas.
A hora bien, p o r natu raleza p ropia, el desafío e n la d im e n ­
sión im aginaria y sim bólica es m enos negociable q u e las je r a r ­
quías sociales y los intereses involucrados en la lu ch a c o n tra
la discrim inación. Y c u a n d o a ta ñ e a los fu n d am e n to s im agi­
n arios de la nación, el civismo y el laicism o, la lu ch a de las
m em orias e identidades parece no te n e r solución. Lo m ism o
sucede con el reconocim iento de los d erechos de las m inorías
sexuales: p ara algunos, estos p o n e n en tela de ju ic io los fun­
dam entos “n atu rales” de la fam ilia y la filiación (Théry, 2016).
A ceptar el m atrim o n io hom osexual, el c o n tra to de gestación,
la re p ro d u c c ió n asistida y la ad o p c ió n p o r p arte de parejas
hom osexuales n o sólo es ser perm isivo e in d u lg e n te con las
m inorías, tam b ién es a c ep ta r im p lícitam en te q u e la fam ilia
h etero sex u al tradicional sólo es u n a e n tre varias form as de
“c o n stru ir u n a fam ilia” (y m u ch o s se n ieg an a a c ep ta rlo ).
U n a posible salida de este atolladero consiste e n explicar
que las identidades que están e n ju e g o sólo son “construccio­
nes” que siem pre se p o d rían “d eco n stru ir” en n o m b re d e las
únicas identidades “reales”, las de cada individuo con identi­
dades heterogéneas, aleatorias y fluctuantes. Sin em bargo, esta
estrategia intelectual, que se h a vuelto habitual en las ciencias
sociales, se e n fre n ta a u n a dificultad im portante: las id en ti­
dades individuales n u n ca son in d ep en d ien tes de los m arcos
im aginarios y sim bólicos de las identidades colectivas, y la d e­
construcción de dichas identidades n o les quita consistencia,
resistencia, ni opción de reto m o . Con todo, ya sean “construi­
das” o “deconstruidas”, las identidades n o son ilusiones.
/ Más que invocar u n prin cip io g e n e ra l de reco n o cim ien to ,
hay q u e sab er q u é re c o n o c e r e n el reco n o cim ien to . U n a vez
más, el ún ico m o d o de resolverlo es no p e rd e r de vista la ex-
p e rie n cia de los actores involucrados y su p e d id o de ju sticia y
\ reco n o cim ien to .
IN TR O D U CCIÓ N 13

¿Q U É T E N E M O S E N C O M Ú N ?

Más a llá d e q u e p e n s e m o s e n té rm in o s d e ju s tic ia social o


de re c o n o c im ie n to , d e b e m o s c o n s tru ir u n tercero. Es d e c ir,
u n c o n ju n to d e p rin c ip io s , re p re s e n ta c io n e s , p o lític a s y
m ecan ism o s sociales c o m u n e s a q u ie n e s so n d isc rim in a d o s
y a u n a m ay o ría q u e n o p o r se rlo está e x e n ta d e in ju stic ia s
sociales y m ale sta re s id e n tita rio s .
1 Sin re n u n c ia r a la c o n d e n a m oral y legal de la discrim ina-
I ción, sin re n u n c ia r al desarrollo de dispositivos específicos,
\ resulta im perativo elegir las políticas de igualdad social, las políti-
¡ cas q ue favorezcan a los individuos discrim inados y a q u ien es
f no lo son, o lo son e n m e n o r m edida. M ientras el m erc ad o de
1 trabajo, las co n d icio n es laborales y, adem ás, las co n d icio n es
de vida d e las clases p o p u lare s sigan dom inadas p o r la am ena-
| za del d esem pleo, la relegación u rb a n a y la desigualdad, las
m edidas antidiscrim inatorias n o sólo resultarán p o co efecti­
vas, sino q u e a cu m u larán efectos perversos.
N o es u n m ito el h e c h o de q u e las m inorías étnicas, cu ltu ­
rales y poscoloniales fu e ro n “in teg rad as” y “asim iladas” p o r la
sociedad industrial, el m ovim iento o b re ro y lo q u e h em o s de-
í ja d o d e llam ar “pro g reso social”. P ero p a ra “in te g ra r” a quie-
\ nes v ienen después de u n o , hace falta q u e u n o m ism o esté
- “in te g ra d o ”. R ecordem os q u e todas las m edidas antidiscrim i­
natorias y “positivas” desarrolladas en los Estados U nidos no
p u d ie ro n im p ed ir q u e el d estin o de la m ayoría de los negros
se d e g ra d a ra, y tom em os e n consideración q u e hoy e n día la
desigualdad social h a vuelto a te n e r la e x ten sió n q u e ten ía a
1 com ienzos del siglo XX. N o es cuestión de re d u c ir la discri-
\ m inación a la vieja cuestión social, p e ro ¿cóm o n o ver q u e
| efectivam ente la discrim inación está inscripta e n ella?
* L uego, es necesario c o n stru ir instituciones capaces de acó-
^ger todas las diferencias. Q u e d a claro q u e la escuela está en
p rim e r lugar. A ntes q u e p e rm itir q u e tenga éxito u n m uy pe­
q u e ñ o g ru p o d e niñ o s p ro v en ien tes de las m inorías, m ientras
los dem ás q u e d a n e n el cam ino, resulta im perioso co n stru ir
14 LO QUE NOS UNE

establecimientos escolares capaces de formar a los alumnos y


de prepararlos para los empleos del mañana. Antes que agotar
nuestras energías en dar lecciones de laicismo y civismo que
los alumnos más desfavorecidos y “minoritarios” (aunque ma-
yoritarios en algunos establecimientos) nunca podrán creer,
ya que sus propias condiciones de vida las desmienten, hace
I falta que construyamos una escuela acogedora en que todos
| los alumnos, cualquiera sea su origen o destino, aprendan a
I convivir. Ahora bien, nuestra escuela sigue siendo una exten­
sa plataforma de clasificación. Si no se configura un modelo
educativo más abierto e inclusivo, es poco probable que la es­
cuela se perciba como algo más que una máquina de excluir,
hostil para quienes resultan demasiado “diferentes”.
¿Durante cuánto tiempo, después de cuántas generacio­
nes una persona seguirá siendo “inmigrante” cuando nació
en Francia, francesa y nada más que francesa? Para muchos,
franceses como esos, cuyos ancestros vinieron de afuera, so­
bre todo del Sur, nunca serán “verdaderos” franceses, y hasta
muchos jóvenes a quienes se considera de este modo también
piensan que sólo son franceses “en los papeles”. Ante la exclu­
yeme concepción de una nación definida, ante todo, contra
aquellos que no son parte de ella, es necesario que reescriba­
mos el relato nacional y digamos en qué los individuos discri­
minados son plena y completamente nuestros compatriotas.
! Sin la reconstrucción de un imaginario común, no hay duda
i de que el reconocimiento de unos será percibido como una
i amenaza por parte de los otros. En tanto la discriminación
! proviene de las diferencias, nos obliga a decir qué tenemos en
■común y a hacer juntos lo que solíamos llamar una sociedad.l

1 I^as declaraciones en las que se apoya este libro provienen de una en­
cuesta realizada a ciento ochenta y siete personas y de una veintena de
reuniones grupales (Dubet, Cousin, Macé y Rui, 2013). Quiero agrade­
cer a mis coautores por autorizarme a retomar este trabajo en común.
Desde luego, los análisis de este libro sólo me comprometen a mí.
i . ¿Cómo se genera y cómo
se sobrelleva la prueba
de la discriminación?
El h ech o de q u e la m ayoría de las veces la discrim ina­
ción provenga de los estereotipos negativos que so p o rtan los
individuos p o r lo q u e son o lo que p arecen ser no quita que
las propias rep resen tacio n es de la discrim inación tam bién
sean m uy estereotipadas. A la g en te le gustan los clichés sin
aten u an tes: el jo v en d e origen africano o n o rafricano víctima
del racism o, hostigado p o r la policía, excluido del m u n d o del
trabajo y d e las discotecas, relegado p o r la escuela, e n c erra ­
d o en su barrio-gueto. Es u n a suerte d e víctim a absoluta, que
e n c a m a u n peligro igu alm en te absoluto según la ecuación
sum aria “discrim inación = delin cu en cia = terro rism o ”.
En el o tro ex trem o del espectro, se alzaría la figura de las
personas que, p a ra ju stificar sus fracasos y dificultades, ven
discrim inación e n todas partes, c u a n d o en realidad lo únicc
q u e d e b e ría tenerse en c u e n ta son las desigualdades sociales
objetivas y las virtudes singulares d e los sujetos. Para e n te n d e i
los conflictos p o r los que pasan los individuos, p rim ero ha>
q u e evitar reducirlos a esos clichés.

L A S M E D IC IO N E S Y S U S L ÍM IT E S

\
i Las p e rso n a s d isc rim in a d a s n o “se h a c en la cab eza”: la dis
I c rim in a c ió n es u n h e c h o objetivo y m e n su ra b le . Existen
d o s g ra n d e s m é to d o s p a ra m e d ir la d isc rim in a c ió n . El p ri­
m ero es la com paración estadística. Las encuestas “T rajectoirej
18 LO Q U E NOS U NE

e t o rig in e s” [T rayectorias y o ríg e n e s] del In stitu t N atio n al


d ’Études D ém ographiques (INED) (Beauchem in y otros, 2016),
p o r ejem p lo , se esfuerzan p o r c o m p a ra r la tasa d e de­
sempleo de diversos grupos. Mientras en el ejercicio 2008-2009 la
tasa de desem pleo en la población mayoritaria fue del 8%, a lc a n ­
zó el 27% e n tre los hijos d e in m ig ra n te s su b sah arian o s. Si
b ien están en ig u ald ad de c o n d ic io n es en o tras cu estio n es,
el h e c h o d e ser in m ig ra n te o d e s c e n d ie n te d e in m ig ra n tes
a u m e n ta b a en cin co p u n to s la tasa d e d esem p leo . Del mis­
m o m o d o , las estadísticas escolares m u e stra n q u e las posi­
bilid ad es d e a p ro b a r el baccalauréat* son m en o re s p a ra los
varones q u e p a ra las m u jeres y, e n especial, ta n to m e n o re s
en v arones y m u jeres p ro v en ie n te s d e la in m ig ra c ió n ,
i En definitiva, el análisis estadístico indica que las posibilida-
ides de vivir en un barrio difícil, c o n ta r con poca calificación, es­
tar desem pleado y controlado p o r la policía se acum ulan y ter­
m inan p o r crear sólidas desigualdades. Estas desigualdades se
1inscriben en el tiem po y n o p u ed en reducirse a una m era etapa
en un recorrido m igratorio (Silberm an y F oum ier, 2006). La
brecha se sostiene y acentúa el sentim iento de discrim inación,
sobre todo en las segundas y terceras generaciones, que se sien­
ten más “asim iladas” a la cultura y sociedad francesas.
Del m ism o m odo, todas las estadísticas que co m p aran la
situación profesional de las m ujeres con la de los hom bres
indican u n a im p o rtan te desigualdad en los ingresos, cuando,
en m uchos casos, las m ujeres están m ás capacitadas que los
hom bres. En esto se conjugan tres m ecanism os: en p rim e r
lugar, los contratos de trabajo precarios y de m edio tiem po
(elegidos o no) castigan a las m ujeres. En segundo lugar, las
m ujeres chocan con el “techo de cristal” que las aleja d e los
puestos con m ayores responsabilidades. Finalm ente, aú n exis­
te u n a fuerte separación e n tre los ám bitos de actividad con­

* Es un exam en nacional de reválida de los estudios secundarios, que


perm ite el ingreso a estudios superiores. [N. de T .]
¿ C Ó M O SE G E N E R A Y C Ó M O SE SOBR EEL EV A I A P R U E B A . . . ? ig

siderados “fem eninos” y “m asculinos”, ya que sólo un 20 %


de los oficios em plea pro p o rcio n es que ro n d a e n tre el 40 y
el 60% de m ujeres y d e hom bres, de m o d o que p u e d e con­
siderárselos mixtos. A fin d e cuentas, la b rec h a salarial glo­
bal e n tre los sexos es del 26%. Para los trabajos de tiem po
com pleto, desciende al 16%, p ero se m antiene en un 12,5%
p ara oficios equivalentes, lo que p u e d e tom arse com o un in­
d icad o r de discrim inación “dadas, p o r lo dem ás, las mismas
circunstancias” (M inistére d u Travail, 2015).
Sin em bargo, cabe p reg u n tarse si las desigualdades e n tre
la m ayoría y la m in o ría y e n tre hom bres y m ujeres siem pre
tien en su origen en la discrim inación, es decir, en u n trata­
m ien to desigual, y m ás aún, en u n a voluntad d e discrim inar,
cerrar las puertas y obstaculizar las trayectorias. Si bien a todas
luces las com paraciones estadísticas sugieren la existencia de
d iscrim inación c u a n d o se logra n e u tra liz ar los efectos de las
dem ás variables sociales (edad, sexo, calificación, lugar de
residencia, apariencia física, etc.), estas no siem pre alcanzan
p ara dem ostrarla. C om o señala Fran^ois H éran (2010), la dis-
! crim inación resulta de las interacciones sociales y “dadas, p o r
lo dem ás, las mismas circunstancias” n u n ca se p o n e en acto.
C ualquier discrim inación p ro d u ce desigualdad, p ero n o toda
desigualdad es resultado de la discrim inación y d e n a d a sirve
i c o n fu n d ir esas dos nociones.
Hay un segundo m étodo que puede apo rtar m aterial proba­
torio de discrim inación. Es el JesMng, que consiste en enviar
solicitudes d e em pleo idénticas en cu anto a grados de ins­
trucción, calificaciones y recursos, p ero con la m odificación
de u n a sola variable: un apellido que indica el origen, el sexo y,
a veces, u n d o m ic ilio q u e su g ie re u n o rig e n social (P etit
y otros, 2011). El ran g o de posibilidades de o b te n e r una res­
puesta y ser convocado a u n a entrevista varia d e 1 a 4 y decrece
con regularidad según el origen indicado p o r el n o m b re, el
sexo y el dom icilio, lo q u e inequívocam ente indica que exis­
te u n a discrim inación real relacionada con las características
* identitarias de los individuos.
20 1.0 Q U E NOS UNE

U na reciente investigación de testing sobre la discrim ina­


ción religiosa en el m om ento d e la contratación dem uestra
que los m usulm anes, sobre todo los hom bres, sufren u n a dis­
crim inación particularm ente acusada, cuatro veces superior
a la de los hom bres a quienes se identifica com o católicos.
Asimismo, la discrim inación au m en ta con el nivel escolar, so­
bre todo en el caso d e las m ujeres (Valfort, 2015). P odría de­
nunciarse el carácter artificial de este m étodo; pero los testings
que se realizan con ofertas d e em pleo reales y que p o n en en
contacto a candidatos y em presas -ya sea p o r teléfono o per­
so n a lm e n te - llegan a los mismos resultados: se prefiere a los
hom bres blancos antes q u e a las m ujeres blancas, quienes tie­
nen prio rid ad sobre los hom bres no blancos (Bendick, 2007).
I! Así, la com paración estadística y el testing d em uestran que
1 la discrim inación es innegable. D esde este p u n to de vista,
quienes d e n u n cian el racism o “an tiblanco” hacen bien, por­
que n in g ú n prejuicio racista se justifica, siem pre y cuando re­
c u erd en que este racism o en especial no acarrea discrim ina­
ción, del tipo que fuese. Y eso no es un sim ple detalle.

LO S “ M O T IV O S” DE L A D ISC R IM IN A C IÓ N

Pese a que las m ediciones p ru eb a n q u e la discrim inación


existe, no revelan qué es con exactitud; dejan en evidencia los
prom edios, p e ro no la distribución con respecto a estos pro­
m edios. A hora bien, la discrim inación siem pre es resultado
d e interacciones particulares y las diferencias en tre dos indivi­
duos que provienen del m ism o co njun to p u ed en ser mayores
que la divergencia m edia e n tre dos conjuntos. Si bien todos
( los varones provenientes de la inm igración africana que viven
en el m ism o barrio m arginado p u e d e n te n e r u n a ex perien­
cia com ún d e discrim inación laboral, escolar o policial, no
todos los varones de ese origen viven en ese tipo de barrio ni
se en fre n ta n a la m ism a discrim inación. C ada individuo es
¿ C Ó M O SE GEN E RA Y C Ó M O SE SOBRELLEVA LA P R U E B A . . . ? 21

singular y pu ed e ser discrim inado a propósito de u n a serie de


cuestiones, ya que la altura, el peso, el acento, la presentación
personal y la belleza acentúan o aten ú an los “motivos” d e la
discrim inación (Am adieu, 2002).
, En la gran m ayoría de los casos, la discrim inación es u n a
; experiencia personal. Dos individuos que p e rte n ec e n al mis-
■ m o co n ju n to y que viven en las mismas condiciones pueden
J te n e r m iradas y experiencias muy distintas al respecto. No
cabe ignorar estas particularidades reificando a grupos con la
hipótesis de que todos sus integrantes sufren el m ism o tipo de
discrim inación y la vivencian del m ism o m odo. En este caso,
sería dem asiado alto el riesgo de fu n d ir u n a reificación en
otra: la de los prom edios estadísticos en la d e los estereotipos,
en n om bre d e los cuales, precisam ente, se discrim ina.
Las estadísticas dicen q u e la discrim inación existe, au n q u e
i no expresan gran cosa sobre sus causas. A priori, la discrim ina­
c i ó n proviene de los prejuicios hostiles hacia ciertos grupos:
personas a las cuales se percibiría com o diferentes, inferiores,
no confiables o fuente de problem as. D arían u n a m ala im a­
gen d e la em presa o el barrio, los dem ás no q u e rrían ju n ta rse
con ellos y sería riesgoso contratarlos o vivir cerca d e ellos:
“No soy racista, p ero los dem ás s f \
Sin em bargo, la hostilidad declarada no es el único “m oti­
vo” de discrim inación. Sin ser hostil a los “diferentes”, puede
preferirse a los “sem ejantes” p orque es más cóm odo, po rq u e
se d o m in an m ejor las redes y los códigos. Adem ás, no es in­
frecuente que los discrim inados tam bién discrim inen p o r
razones d e confianza y favores: si bien discrim inar está mal,
ayudar al prójim o es u n a virtud. Asimismo, es sabido que exis­
ten causas sistémicas o indirectas de la discrim inación: alcan­
za con exigir tal o cual nivel escolar, tal o cual com petencia
social, tal o cual presentación personal, tal o cual capacidad
física para excluir de h e c h o a u n a parte d e la población.
P odría decirse que poco im portan las causas d e la discrim i­
nación ya que a fin de cuentas el resultado es el mismo. Pero
jesto n o es verdad desde el p u n to de vista d e los individuos
22 LO Q U E N OS U N E

afectados, ya q u e no d a igual q u e a u n o lo discrim inen con


insultos y q u e el n o p u e d a acceder a u n a entrevista laboral
o tenga la im presión de ch o car con m ecanism os sin rostro
ni in ten ció n declarada. No da igual e n fre n ta r un racism o o
u n sexism o b ru tal o explícito q u e vivir en u n m u n d o d o n d e
estos estereotipos hostiles se niegan o se convierten en eufe­
mismos, e n u n m u n d o d o n d e en realidad u n o n u n ca sabe p o r
qué lo excluyen.
E ntonces, p a ra e n te n d e r la naturaleza de la discrim inación
hay que h acer el in te n to de acercarse a la experiencia de los
individuos discrim inados o que p o d ría n serlo. ¿Se trata de
u n a ex p erien cia co n tin u a e intensa, u n a desagradable sor­
presa o u n shock inesperado? La discrim inación p u ed e vivirse
com o u n cautiverio o u n a adversidad, e n tre otras cosas. Los
individuos tam bién deb en explicar q u é les sucede: ¿es efecto
de u n a volun tad de discrim inar? ¿Es el p ro d u cto de u n siste­
m a, u n a sociedad e stru ctu rad a p o r la discrim inación? ¿O es la
consecuencia de interacciones aleatorias?
En otras palabras, ¿es la sociedad racista y sexista o bien hay
individuos racistas y sexistas? Las respuestas que dan los indi­
viduos a estas preguntas co b ran u n a im portancia sociológi­
ca fu n d am en tal si u n o se niega a relegarlos a estereotipos —a
veces provenientes de la m ilitancia y bien intencionados—, y
quiere actuar n o en función de clichés, sino de las vivencias
de las personas, de quienes a veces se habla sin escucharlas.
J'De am bos lados de la b arrera, el peso de las im ágenes y los
l discursos p u e d e aplastar las experiencias cotidianas.
La e x p erien cia de la discrim inación es tan p ro fu n d a e
íntim a que sería ilusoria la esperanza de d a r cu en ta de ella
cu an d o u n o m ism o no es discrim inado. En ese caso, más vale
dejarle el lu g ar a la literatura, q u e siem pre p o d rá expresar
m ejor q u e la sociología la form a en que la discrim inación
p o n e e n ju e g o subjetividades, cuerpos, m iradas, gestos y elu-
siones. Escritores y cineastas h an descripto m ejor que los so­
ciólogos los torpes com entarios sobre la tex tu ra del cabello,
las burlas sobre la apariencia o el origen , el h ech o de ser invi­
¿ C Ó M O SE G EN E R A Y C Ó M O SE SOBREL LEV A I.A P R U E B A . . . ? 23

sible o dem asiado visible, las am istades engañosas, la presión


del g ru p o discrim inado, la ignorancia, las falsas apariencias y
la p u ra y sim ple agresión .23
P ero debem os in te n ta r delim itar un cam po más am plio
que el de los relatos literarios. Lo m ejor es p re g u n ta r directa­
m ente a los individuos afectados qué les p ro d u ce la discrim i­
nación; así, desde un com ienzo adoptam os la hipótesis de la
“b u e n a fe”, es decir, aceptam os com o realidad de u n a viven­
cia o situación lo que los actores dicen de ella. Los individuos
expresan su verdad cu an d o se sienten aplastados p o r la discri­
m inación, p ero tam bién c u a n d o piensan que esta apenas los
afecta. A fín de evaluar la “credibilidad”, n o nos co rresp o n d e
co m p arar la discrim inación objetiva —tal com o p u ed e rep re ­
sentarla p ara sí y m edirla el investigador—con la ex periencia
que los actores tien en de ella. Sería una tarea im posible y la
expresión de un recelo inaceptable.

L A IG U A L D A D D E N E G A D A

La discrim inación resulta m ás intolerable cu an to m ás igual se


siente la persona y, claro está, si es francés p o r p len o derecho.
Desde este p u n to de vista, la nacionalidad n o sólo es u n asun­
to de papeles, sino que confiere u n a igualdad o, m ás bien, un
derecho a la igualdad,s Por eso m ism o, fren te a discrim inaciones
más o m enos sudles, al sistem ático ped id o de d o cum entos de
id en tid ad , a com entarios del tipo “¿De d ó n d e viniste?”, en su
m ayoría las personas entrevistadas señalan que son francesas,
nacidas en Francia, educadas y escolarizadas en Francia y que

2 Sobre los afroam ericanos en los Estados Unidos, rem itim os a los li­
bros de autores com o Ta-Nehisi Coates, Ralph Ellison, T o n i M orrison
y Richard W right, entre otros.
3 R ecordem os qu e los extranjeros también tienen derechos y qu e en
Francia estos no siem pre se respetan (Le D éfenseur des Droits, 201 6 ).
a4 LO QUE NOS UNE

la discrim inación golpea de lleno el principio de igualdad de


todos los ciudadanos. Los antillanos insisten en que son tan
franceses com o los demás y que resulta insoportable que los
pongan en el mismo plano que los inm igrantes africanos. Los
descendientes de m igrantes reciben el calificativo de “inm i­
grantes” cuando han dejado de serlo m ucho tiem po atrás.
Bekthi, un m arroquí que vive en Francia desde hace varios
años, vende cuscús en los m ercados y se define com o “inmi­
grante”. En tono risueño, cuenta los chistes racistas de sus co­
legas, algunos de ellos tam bién inm igrantes. No lo afectan de­
masiado: “Siem pre fue así; pero no bien uno es consciente de
eso, ya no molesta. Hay que tener en cuenta que no estamos
en nuestro país y que hay que pagar derecho de piso”. C uando
, Bekthi com para su situación con la que tenía en M arruecos,
la discrim inación y los mil com entarios desagradables parecen
“com pensarse” con una m ejora sensible de sus condiciones de
vida. En definitiva, Bekthi casi no se siente discrim inado por­
que no es com pletam ente igual a los franceses.
Por el contrario, su m ujer -francesa, nacida y escolarizada
en Francia- no soporta lo que su m arido considera la situa­
ción norm al de los “inm igrantes”. Lo que su m arido minimiza
y relata con indiferencia y hum or le resulta intolerable: los
vecinos que sospechan que cuelga la ropa en la ventana o que
hace escándalo en las fiestas familiares (el mismo que en las
noches de Ram adán, pasado el ayuno), la policía que revisa los
docum entos de identidad con dem asiado celo, las entrevistas
de trabajo en que le preguntan cuándo piensa volver a su país.

“¿Por qué no vuelve a su país?” ¿Se da cuenta? Yo que


soy com pletam ente francófona. Porque al m enos mi
m arido es franco-árabe-francés, sabe hablar árabe.
Pero yo ni siquiera sé hablar á ra b e ... Y está claro que
l-, si yo tuviera su aspecto [dirigiéndose a la socióloga blan­
ca y rubia] o si fuera más blanca, nunca me habría
n
¿dicho algo así. ¡Eso es discrim inación!
¿ C Ó M O SE GENERA Y C Ó M O SE SOBRELLEVA LA P R U E B A . .. ? 25

Al percibirse com o iguales, los individuos se ven confronta­


dos a una diferencia que creían anecdótica o anulada por
la ciudadanía, de acuerdo con la prom esa republicana. En
algunas entrevistas, los descendientes de viejos inm igrantes
devenidos franceses criticaban a los nuevos inm igrantes por­
que los perjudicaban al no “ubicarse en su lugar”, al exigir
dem asiado, al no cuidar a sus hijos... En suma, al no pagar
el precio “norm al” de la inm igración. La profundidad de la
herida no depende únicam ente de la brutalidad del ataque,
sino tam bién de la conciencia de igualdad. M ientras los inmi­
grantes en un 26% estim an que los discrim inaron “en ocasio­
nes” o “a m enudo”, esta tasa se eleva al 33% entre sus hijos, que
son franceses y están m ucho más “asimilados” (Beauchemin
y otros, 2010a). Sin em bargo, la identificación subjetiva con
la norm a m ayoritaria no im pide que, para los demás, se siga
siendo un árabe, u n a m ujer, un negro.
Mientras los inmigrantes estaban poco asimilados en lo cul­
tural y bien integrados a la sociedad porque les estaban reserva­
dos los empleos desvalorizados y mal pagos, sus descendientes
tienen la impresión de hacer el recorrido inverso. Están asimi­
lados por completo, son plenam ente franceses, pero no logran
la integración económ ica y social que creen que les correspon­
de. Miles de discriminaciones sutiles y de com entarios hirientes
les recuerdan que no son franceses “com o los dem ás” y reciben
estos recordatorios com o bofetadas. Cuanto más asimilados a
■la cultura y los valores de la sociedad francesa se sienten los
¡ individuos, mayor es el sentim iento de discriminación. Y más
I difícil de soportar les resulta la discriminación (Safi, 2006).

LA DEN EG A C IÓ N D EL M ÉRITO

Así com o la igualdad de los ciudadanos, la discrim inación


tam bién ataca el principio del m érito que define el valor de
los individuos. Incluso si cuentan con la misma experiencia,
26 LO QU E N OS UN E

com petencias, títulos y cualificaciones que los dem ás -y sin


im p o rtar si m uchas veces fue más difícil ad q u irir todas esas
pruebas de valor-, le ofrecen el puesto y la prom oción a un
h om bre o el trabajo m enos penoso a un blanco.
Y c u an d o u n o consigue el puesto, “hay que trabajar el do­
ble” para que lo acepten p o r sus cualidades. J u n to con el m é­
rito, la igualdad n o sólo es un derecho, es u n a construcción
trabajosa, u n capital que lleva m ucho tiem po adquirir. De ahí
que la negación del m érito se vivencie com o un h ech o de vio­
lencia extrem a, el rep u d io a u n a vida en tera. U no creía que el
m érito term in aría p o r b o rra r la discrim inación y los orígenes;
sin em bargo, pese a co n tar con la calificación y a estar inte­
grado, siem pre q u ed an sospechas respecto de la asim ilación,
residuos de u n a diferencia irreductible a los cuales la discri­
m inación rem ite a los individuos u n a y otra vez. En Francia, se
, da p o r sentado que la escuela es aquella que define la escala
objetiva de los m éritos individuales. En consecuencia, el nivel
Í escolar au m en ta el sentim iento de discrim inación: “dadas las
Vmismas circunstancias”, quienes tienen un diplom a del nivel
superior tien en 1,5 más posibilidades de sentirse discrim ina­
dos que q u ienes tienen u n CAP o un BEP* (B eauchem in y
otros, 2010 b).
N alm a, excelente alum na, ap ro b ó los concursos p ara ser
profesora de Historia-Geografía. “C om o em pleada estatal,
pienso que estuve protegida, p o rq u e es u n m edio intelectual
con concursos escritos anónim os”. Sin em bargo, desde que
está trabajando, descubrió que su m érito n o borra las sospe­
chas relacionadas con sus orígenes.

Con mis colegas es más insidioso y no m enos doloro­


so. Sin caer en la victim ización, estoy convencida de
que mis orígenes tuvieron influencia en mi credibili-

* Se trata de títulos de nivel m edio que habilitan para el ejercicio de un


oficio, pero no permiten el acceso directo a la universidad. [N. de T .]
¿ C Ó M O SE G E N E R A Y C Ó M O SE S OBR EEL EV A LA P R U E B A . . , ? 27

dad en tre mis colegas. D esacreditaban mis posturas


y arg um entos... M uchas veces, e n este am biente de
profes de izquierda, hijos de profesores, la discrim i­
nación se transform aba en condescendencia, ya que
a mis orígenes m agrebíes se sum aban mis orígenes
} com o habitante de un HLM.* Estoy convencida
de que al recto r se le m etió en la cabeza la idea de
reeducarm e.

A m en u d o , los sentim ientos de discrim inación más violentos


se cristalizan cuando la cim a de la je ra rq u ía profesional está
cerca. U na m ujer de origen antillano, n ú m ero dos de una
g ran em presa cultural, esperaba convertirse en la n ú m ero
u n o porque suponía que la excelencia de su trayectoria p ro ­
fesional había “b o rra d o ” sus orígenes. C uando no obtuvo el
puesto, se sum ió en u n a p ro fu n d a depresión y acusó a sus co­
legas de esclavistas, racistas, békés.** T o d a u n a vida construida
sobre un m érito profesional ejem plar se d erru m b ó , y sólo re­
co b ró sentido y u n id ad en la repetición del crim en original:
la esclavitud de la cual ella m ism a sería, a su vez, víctima.
En la m ayoría de los casos, las reacciones son más m ode­
radas y ambivalentes, p e ro no se tien en en cu en ta todas las
escenas en las que el m érito que se creía ad q uirido y dem os­
trad o q u ed a aniquilado de u n golpe. En el hospital, se da por
sen tad o que los m édicos son blancos y los auxiliares de e n fer­
m ería, negros (hasta la ete rn id a d ). Al m édico que tiene “as­
p ecto de árabe”, siem pre le p reg u n ta n q ué hace en el hospi­
tal: “¿Es chofer?”. “No, soy m édico.” Al joven ejecutivo negro,
responsable de un eq u ip o encargado de realizar la auditoría

* Los HLM (Habitation á Loyer M odére) son conjuntos de viviendas


sociales gesdonadas por organismos estatales o que reciben subven­
ciones del Estado. [N. de T.J
** Se denom ina así a los criollos de Martinica o G uadalupe, descendientes
de los prim eros colonos blancos, esclavistas. [N. de T.]
28 LO QU E NOS UNE

financiera de grandes em presas suelen preg u n tarle quién es


el responsable: no p uede ser u n negro.
Las m ujeres con títulos educativos más altos saben que co­
rre n el riesgo de chocar con el techo de cristal que reserva
para los hom bres los puestos de responsabilidad que supo­
n e n “cualidades viriles” y un com prom iso “total”, es decir, sin
cargas parentales (Laufer, 2004). Las entrevistas que se reali­
zaron con m ujeres indican que la negación del m érito es el
principal m otor del sentim iento de discrim inación, muy p o r
delante de los com entarios sexistas más o m enos conscientes,
groseros u hostiles. Al igual que los m iem bros de las “m iño­
n a s”, las m ujeres siem pre tienen la im presión de que están
obligadas a h acer más que los hom bres para q ue su solvencia
y su valía term in en p o r im ponerse.

E N T R E C ASTIN G S Y A S IG N A C IO N E S SO C IA LES

La puesta a p ru eb a del m érito no d e p e n d e sólo del nivel de


cualificación y las aspiraciones de los individuos, sino que
tam bién se relaciona con la índole de los m ercados de tra­
bajo. Grosso modo, p u e d e n distinguirse m ercados de trabajo
abiertos, d o n d e todos los individuos com piten, y m ercados
de trabajo cerrados, segregados y reservados a ciertos grupos
pro fu n d am en te discrim inados.
En los m ercados de trabsyo abiertos, los candidatos se en­
frentan a u n proceso de casting cuyo objetivo es elegirlos y
seleccionarlos, siem pre de m an era singular. Los ejecutivos,
ingenieros o actores pasan num erosas entrevistas laborales.
Paradójicam ente, estos m ercados abiertos y en extrem o com ­
petitivos, en que el m ínim o “defecto ” (el género, la sexua­
lidad, la p erten en cia a u n a m inoría) m arca u n a diferencia,
exacerban el sentim iento de que siem pre existe la posibilidad
de ser discrim inado. Los em pleadores rec u rre n a un conjun­
to de experiencias, inform ación y estereotipos para “evitar
¿ C Ó M O SE G ENE RA Y C Ó M O SE SOBREL LEV A LA P R U E B A . . . ? 2Q

erro res”, lo que los lleva a discrim inar p o r factores “raciona­


les” (Arrow, 1973).
Así, la responsable de u n a agencia de contratación de eje­
cutivos explica q u e no quiere tom ar n in g ú n riesgo y adm i­
te que se ve “obligada” a discrim inar a los candidatos para
“garantizar la calidad” profesional y social que p id en los em ­
pleadores. Por su parte, los candidatos tienen la obsedente
sensación de que la discrim inación es u na am enaza latente y
de que están siendo discrim inados cuando los hom bres “blan­
cos” o b tienen los puestos que a ellos les niegan. Entonces, se
p reg u n tan si sus fracasos n o tienen que ver con lo que ellos
m ism os son.
En relación con los m ercados de trabzyo cerrados, segrega­
dos o, sin más, racializados, d o n d e la discrim inación es fuerte
y explícita, los individuos pertenecientes a las “m inorías” son
conscientes de que a ellos se les asignan ciertos m ercados. El
ejem plo más claro es el de las ram as de la construcción y las
obras públicas. Si dam os crédito a las entrevistas realizadas
en agencias de contratación especializadas en este ám bito, la
p e rten en cia étnica d eterm in a la contratación de los trabaja­
dores poco calificados en em presas estructuradas según u na
lisa y llana je ra rq u ía racial: los blancos dirigen, los m agrebíes
m anejan las m áquinas y los caboverdianos hacen las excava­
ciones (Journin, 2008). En el fondo, sean franceses o no, a
estos trabajadores siem pre se los considera com o inm igrantes
a quienes se con trata en función de características culturales
y sociales que, en otros ám bitos, los excluyen del m ercado de
trabajo. Algunos obreros entrevistados explican que lo que
todavía es válido para ellos ya no lo es p ara sus hijos, quienes
no desean ocupar sus em pleos y a quienes las em presas po­
cas veces buscan. Paradójicam ente, los grupos discrim inados
/ con m ayor brutalidad se sienten protegidos p o r u n a discri-
I m inación que “al m enos” les reserva u n puesto. Las entre-
í vistas realizadas a individuos más pobres y m en o s calificados
tam bién m uestran que, p o r intensa que sea la discrim inación
objetiva, term ina p o r m ezclarse con el co n ju n to de todas las
30 LO QU E NOS UNE

desigualdades e injusticias sociales hasta fusionarse con ellas.


Así, los más discrim inados no son necesariam ente los más
conscientes de esa condición.

LA E X P E R IE N C IA TO TA L

La discrim inación no sólo afecta la igualdad; tam bién cues­


tiona las identidades personales al subrayar incesantem ente
la brecha que existe en tre la m anera en que los individuos
se ven a ellos mismos y la m anera en que los ven los dem ás.
En este sentido, se trata de m ucho más que desigualdades
sociales. Para e n te n d e r la experiencia de la discrim inación, es
im portante e n te n d e r el m odo en que se articulan la estigma-
tización y la discrim inación propiam ente dicha.
Puede suceder que la estigmatización y la discrim inación
de algunos g nipos sean muy profundas y concom itantes. En
su form a más dura, esta doble lógica en g en d ra lo que p o d ría
llam arse u n a “experiencia total”. Pero tam bién pu ed e suce­
d e r q u e ciertos grupos o individuos sean objeto de discrim i­
nación sin p o r eso ser víctimas de una estigm atización brutal
e intensa: en su m ayoría, las m ujeres que encontram os d u ra n ­
te nuestra investigación saben que se las discrim ina o que eso
puede ocurrirles, pero no dicen que p o r ser m ujeres se las
estigm atice y desprecie violentam ente.
En últim o lugar, puede suceder que algunos individuos
describan los estigmas que e n fren tan sin que estos im pliquen
ipso fa d o u n a discrim inación. Es más, a esas mismas personas
les en ro strarán que no las discrim inan “lo suficiente ”.4 Para

4 Un ejem plo de ello son los miembros de minorías sexuales, víctimas


de agresiones y estigmas e injurias insoportables, quienes afirman
que, a pesar de todo, nunca tuvieron com o consecuencia una discri­
m inación laboral evidente. Tam bién fue el caso del antisemitismo
de com ienzos del siglo XX: sostenido por una estigmatización racista
¿ C Ó M O SE O E N ER A Y C Ó M O SE SOBRELLEVA LA P R U E B A . .. ? 3 1

los individuos, la articulación en tre estigm atización y discrim i­


nación se despliega con agudeza y d e un m odo llamativo. Así,
no cabría inscribirla en u n a tipología que encasille a los in­
dividuos, sino q u e estos circulan entre experiencias “típicas”.
En la experiencia total, estigmas y discrim inación co n tro ­
lan la totalidad d e la vida, la m anera d e ver el m undo y la
subjetividad de los individuos. En este caso, la discrim inación
y el racismo no sólo p e rtu rb an él transcurso “norm al” de la
vida, sino que son constitutivos del propio sujeto.
N ordine tenía 35 años al m om ento de la entrevista. C re­
ció en u n a ciudad p e q u e ñ a del sudoeste de Francia, en un
com plejo habitacional social [cilé\ reservado para los harkis.*
O btuvo un DEUG** en D erecho y luego se diplom ó en enfer­
m ería. Com o jefe d e u n a em presa de am bulancias especializa­
d a en el transporte de personas con discapacidad y con varios
em pleados a cargo, es consciente de h a b e r triunfado. Vive
este triunfo com o u n a revancha, pero eso no le quita la cólera
de u na vida signada p o r el racism o absoluto y la discrim ina-
.ción total. T odo lo que podría apaciguar su cólera no deja de
(alimentarla. Ni u n solo episodio de su vida escapa al influjo
de un racismo m anifiesto, o velado y, así, tanto más perverso.
El barrio de su infancia era un gueto, “es decir que todo
estaba hech o para que no salieras del barrio. Y si te quedabas
ahí, te m orías. Adem ás, el barrio es un im án, los que trataron
de irse o cam biar de ciudad, volvieron, y los ves volver con su
fracaso”. La policía hostiga constantem ente a los jóvenes, J a
escuela es u na prolongación del gueto y cuando u n o intenta
h acer las cosas bien, los com pañeros le dicen: “‘¿Qué estás

brutal, sorprendía porque no se discriminaba “lo suficiente" a los


judíos. Véase Birnbaum ( 1998).
* Ix>s harkis son los paramilitares argelinos que lucharon ju n to al ejérci­
to francés en la G uerra de Argelia. Tras la independencia de ese país,
algunos se refugiaron en Francia con sus familias y fueron ubicados
en aldeas forestales o asentamientos urbanos. [N. de T.]
** T ítulo universitario de pregrado correspon dien te a dos años de
carrera. [N. de T .]
3 2 LO Q U E NOS UN E

haciendo, q u ién te creiste q u e sos? ¡Basta de b u rra d a s !...’


Ni llegaste a d iferenciar e n tre la escuela y el barrio, q u e ya
está llegando el fracaso escolar”.
N o rd in e era bastante b u e n alum no, p e ro los elogios del
d o cen te ten ían su carga de malicia. Si el m aestro lo felicitaba
d elan te de los dem ás, era para resaltar m ejor su origen ára­
be: ‘“ M iren a N ordine: n o es francés, m iren la redacción que
hizo, ¡escribe m ejor q u e yo!’ En esa época no m e había dad o
c u en ta de que era algo negativo. El usaba el h ech o de q u e yo
era árabe p a ra avergonzar a los dem ás”. Ya en el liceo, a pesar
de q u e in te n ta ro n que tom ara la m ism a “o rie n tac ió n ” que
el resto de sus com pañeros árabes, N ordine estaba con los
“blancos”. Allí e ra popular, p ero sobre todo po rq u e sus com-
i p añ ero s lo trataban com o u n a “m ascota”: “N unca, nu n ca tuve
’ la sensación de q u e m e trataran com o a los dem ás. N unca.
! Eso m e destruyó p o r com pleto”.
^ N ordine tuvo algunos flirteos e historias de a m o r con sus
com pañeras francesas, p e ro lo q u e ellas q u erían era un poco
de exotism o y, sobre todo, provocar a sus padres: “¡Y si los
p adres veían que yo estaba con ella! Lo q u e ella ten ía era
ganas de jo d e rle s bien jo d id a la p aciencia”. Sabía q u e p o r ser
¿adolescente y árabe lo percibían com o u n a am enaza, así que
s se ap ro p ió del estigm a d e los racailles* p ara volverlo en contra
' de la policía y los burgueses: “T e enojás, agredís, insultás y te
vas”.5 N o rd in e explica que esta actitud hizo q u e el m u n d o se
volviera previsible: el racism o y el rechazo dejaro n de so rp re n ­
derlo, com enzó a anticiparlos, provocarlos y dom esücarlos.
D espués del liceo, se inscribió e n la Facultad d e D erecho.
Allí, e n ese am biente descripto com o globalm ente racista, se

* RacaiUe es u n téim in o peyorativo que designa a las personas que com e­


ten delitos m enores y n o se ajustan a las normas que dicta la sociedad.
A m odo de reivindicación, pu ed e adoptar una connotación positiva
den tro d e los com plejos habitacionales sociales [cttés], [N. d e T,]
5 A l adherir al estigm a y acentuarlo, N ordine lo vuelve contra sus agre­
sores, según el m ecanism o q u e describió Frantz Fanón (2001 [1 9 5 2 ]).
¿C Ó M O SE G E N E R A Y C Ó M O SE SO B R ELLEV A 1A. P R U E B A ...? 3 3

e n c o n tró con jóvenes beurs* que seguían el ju e g o , p e ro que


resu ltaro n ser “burgueses” y “colaboracionistas”. “En cuanto
m e vieron, m e atacaron. En cierto sentido, n o éram os del
m ism o am biente; yo les daba m iedo, despertaba sus tem ores,
les recordab a lo que e ra n ”. A bandonó la carrera de D erecho
para convertirse e n en ferm ero . Sin em bargo, dejó el hospital
después de u n incidente; en la guardia, u n jo v en m agrebí su­
frió u n episodio de delirio y agresión; entonces, el personal se
p re g u n tó si ese joven estaba d rogado y si sus Nike y u n billete
de veinte euros eran robados. A nte esa reacción, percibida
com o racista, “m e enojé, m e enfurecí, los in su lté... Les dije
‘yo no m e p u e d o q u e d a r en estas condiciones’, m e saqué el
uniform e, lo tiré y les dije ‘¡Chau, se term in ó !’”.
N o rd in e sentó cabeza y hoy está casado con u n a francesa.
Sin em bargo, está e n o jad o con su fam ilia política p o r ser ra­
cista y p o rq u e sospecha q u e todos los árabes son violentos
con sus m ujeres. Se define com o u n resistente, ya q u e, según
dice, su historia personal n o es m ás que la repetición de la lar­
ga historia del colonialism o y la dom inación occidental. Vive
en un m u n d o hostil al que no q u iere asim ilarse, ni siquiera
au n q u e logró construir un n ich o profesional en él. Además,
sólo co n trata a m usulm anes y en su em presa las m ujeres usan
velo. Piensa que los racailks de los suburbios exp resan una
violencia legítim a: “U n racaille es alguien a q u ien golpearon,
golpearon y volvieron a golpear, y esa p ersona term in a valo­
rizándose p o r la violencia”. En cuanto al éxito escolar de las
niñas, sólo son m aneras de p ro lo n g a r el colonialism o, ya que
se capta a las m ujeres inm igrantes y, b ien pensado, las polí­
ticas de lu ch a contra la discrim inación y los m ovim ientos an-
tirracistas no son m ás que groseras y despreciables artim añas
q u e buscan disfrazar el racism o y la dom inación q u e irrigan
la totalidad de la vida social.

* Esta palabra, propia del registro inform al o jergal, designa a los hijos
de m agrebíes nacidos en Francia, Su fem enino es beurette, [N. de T.]
34 IX) Q U E NOS UN E

El retrato d e N ordine m erecería más que estas pocas líneas.


Nada, ni u n solo detalle biográfico escapa a u n a lectura en
térm inos d e racism o y discrim inación, y nada hace q ue olvi­
de su rabia. N ordine es el g u eto y el colonialism o devenidos
subjetividad; sus com prom isos profesionales y su afirm ación
com o m usulm án sólo cobran sentido en oposición a la socie­
dad “francesa”. El racism o y la discrim inación construyeron
i\ su relación con el m u n d o y su pro p ia identidad, ya que, si
j bien se define p o r su “raza” y su religión, lo hace, an te todo,
v p ara echárselos e n cara a los dem ás.
El carácter com pleto, racional y racionalizado d e esta ex­
periencia total n o d ebe cegam os. En ella hay u n a dim ensión
personal y singular que pu ed e constituir un arquetipo, pero
n o u n a ley estadística. El gueto n o g en era necesariam ente
u n a experiencia total. El h erm an o d e N ordine, Salim, trabaja
con él y com partió la m ism a infancia, la m ism a ju v en tu d y las
mismas dificultades. Salim conoce todo acerca del racism o y
la discrim inación, p ero da a los m ism os episodios u n sentido
co m pletam ente distinto. El m aestro de barrio lo ayudó, los
trabajadores sociales lo apoyaron, sus herm anas se recibieron
y él tiene buenos am igos “franceses”. “Es cierto que no des­
precio a Francia. Francia es u n país de derech o s h um anos y
n o ten g o n ada que criticarle al respecto”, afirm a. Algo q u e
N ordine jam ás p o d ría decir.
M ientras N ordine se construye co n tra el racism o y la discri­
m inación m ovilizando im aginarios religiosos, teorías sociales
y relatos históricos, hay otros, p ro b ab lem en te m ás n u m ero ­
sos, a quienes la m ism a discrim inación y el m ism o racism o
destruye p o r com pleto. H um illados p o r los com entarios racis­
tas, evitan cualquier interacción q u e parezca peligrosa, se es­
co n d en y se ab a n d o n an a la desesperanza y la soledad. Emilie,
u n a gabonesa que llegó a Francia con su m arido, enseguida
se vio sola. Evita a sus colegas y su sarcasm o explícitam en­
te racista. T iene vergüenza de sí m ism a, de su cuerpo; dejó
5de ir a nad ar, rehuye las m iradas hostiles o incóm odas en el
tran sp o rte público. No tiene am igos, com unidad, m em oria ni
¿ C Ó M O SE G EN E R A Y C Ó M O SE SOBR EL LEV A LA P R U E B A . . . ? 35

iglesia que le p erm itan resistir lo q ue percibe com o u n hosti­


gam iento constante.
N ordine se exponía, se afirm aba y “exageraba*’, Emilie se
esconde y calla. N adie la ve ni la oye, salvo el m édico laboral
y el psiquiatra que la sostienen. Sin em bargo, Em ilie n o es
más “depresiva” de lo que N ordine es “p aran o ico ”. Podem os
apostar q ue en Francia hay más Em ilies que N ordines; p ero lo
cierto es q ue Em ilie es invisible y no m olesta.

LA IN C E R T ID U M B R E

Las experiencias totales tien en todo lo q ue les gusta a los so­


ciólogos, po rq u e son claras; a los m ilitantes, p o rq u e son radi­
cales, y a los políticos, p o rq u e son sencillas. P ero hasta las ex­
periencias más triviales de la discrim inación están dom inadas
p o r la incertidum bre.
En aplastante m ayoría, las personas que en co n tram o s te­
n ían bien en claro que las discrim inaban o q u e p o d ían discri­
m inarlas en cualquier m om ento. Todos referían com entarios
agresivos o descorteses, entrevistas laborales difíciles, correos
electrónicos sin respuestas, acceso restringido a las discote­
cas, trabas en las carreras, asignaciones identi tañas, com o “us­
tedes, los árabes”, “ustedes, los negros” y, a veces, “ustedes, las
m ujeres”. Al m ism o tiem po, cada u n a d e estas experiencias
es incierta. En realidad, las personas no saben qué pasó, y las
frases más repetidas e n las entrevistas expresan esta incerti­
dum bre: “No q u erría ser p aran o ico ”, “Quizá son ideas m ías”,
“No m e gustaría ser in g en u o ”, “Es raro ”... ¿Cóm o explicar
ese sentim iento extraño, dividido e n tre la convicción d e que
a u n o lo discrim inan o p u e d e n discrim inarlo y la in certid u m ­
bre vinculada a cada vivencia específica?
M ientras en la experiencia total todo tiene sentido, en la
m ayoría de los casos los individuos perciben las palabras y
actitudes discrim inatorias com o sorpresas o “accidentes” que
36 1.0 Q U E N OS UN E

llegan en el m om ento m enos esperado: q u e d é “a tu rd id o ”,


“a tó n ito ”, “p asm ad o ”, “h e la d o ”, “paralizado”. La in certid u m ­
bre existe p o rq u e, si bien la vida social se desarrolla con “n o r­
m alidad”, p u e d e estar plagada d e accidentes imprevisibles.
En la ex p erien cia total, la discrim inación estru ctu ra las re­
laciones con los dem ás; en cam bio, con la in certid u m b re la
discrim inación es u n a probabilidad. C om o en el caso de los
accidentes d e tránsito, u n o to m a el volante sab ien d o que el
riesgo existe, in te n ta evitar los peligros siendo p ru d e n te , pero
los accidentes siguen siendo sorpresivos: eventos singulares e
im previsibles. Y, com o en el caso d e los accidentes, u n o sale
h e rid o , atu rd id o , explicando q u e hizo to d o lo posible para
evitarlo. En m ateria de agresión racista o sexista, u n o tam bién
h ace todo lo posible para evitarla: se m an tien e a distancia de
los lugares y grupos con rep u tació n hostil, in te n ta pasar in­
advertido, se fu n d e en la m asa, es am able, es com o todos los
dem ás. C om o en los accidentes, u n o piensa que el responsa­
ble es u n a p e rso n a singular, u n “im bécil”, u n “tarad o ”, “u n
a u to rita rio ”. P ero ¡resulta que están en todas partes!
i La in ce rtid u m b re tam bién existe p o rq u e las personas son
f singulares. Me ven com o “n e g ro ” o “á ra b e ”, p e ro está claro
q u e n o soy reductible a esas características. M uchos indivi-
*d úos p o seen cualidades q u e a priori los p ro te g e n del estigma;
“soy francés”, “soy m estizo”, “m i ab uela es de B orgoña”, “ten­
go u n títu lo ”, “vivo en u n b arrio ‘n o rm a l’”, “la m ayoría d e mis
am igos son franceses y blancos”, “n o uso fular”, “n o tengo
a c e n to ”, etc. T odos esos atributos d e b e ría n p ro te g e rm e de la
discrim inación y los estigmas. De a h í q u e la agresión sea u n
golpe im previsto en el desarrollo no rm al d e la vida.
Latifa explica q u e su belleza la p ro teg e d e la discrim ina­
ción, m ien tras que sus h e rm a n o s n o c u e n ta n con esa ventaja.
P ero los com entarios suspicaces u hostiles la desestabilizan
aú n m ás, precisam ente p o rq u e se cree resg u ard ad a d e ellos.
O tra jo v en se p reg u n ta si la discrim inan p o r ser n e g ra o p o r
ser gorda, ya que las personas blancas y c o rp u len tas tam bién
tie n e n dificultades para co n seg u ir em pleo. La in certid u m ­
¿ C Ó M O SE G E N E R A Y C Ó M O SE SO B R EEL EV A 1.A P R U E B A . . . ? 37

b re proviene del h e c h o d e que, sin a n u n c ia r cu án d o y con


q u é pretexto, el estigm a le cae encim a c u a n d o u n o se creía a
resguardo.
U na persona pu ed e sentir que la discrim inaron por lo que es
p ara los dem ás p e ro n u n c a estar segura al respecto, ya que
n u n c a p u ed e saberse si e n verdad el otro quiso discrim inar
o si las categorías usuales d e la vida social fu n cio n a ro n sin
in ten ció n d e h a c e r d a ñ o (H am ilton Krieger, 2008). Sabem os
que, en m ateria de discrim inación, p u e d e h a b e r u n a gran dis­
tancia e n tre las o p in io n e s y las prácticas: n o se hace lo q u e se
dice ni se dice lo que se h ace (Allport, 1979 [1954]).
En el fondo, cada p ru e b a m eritocrática, com o las c o n tra ­
taciones y las prom ociones, reposa sobre u n a in certid u m b re.
. ¿El m érito recom pensa las elecciones y el valor p ro p io d e los
\individuos? ¿O este m érito es, e n sí m ism o, p ro d u c to d e las
¡circunstancias, e n especial, del nacim iento, q u e n o es m érito
d e nadie (Dworkin, 2000)? Cada p ru eb a m eritocrática está
d o m in a d a p o r la siguiente in certid u m b re: ¿me rech azaro n
p o r lo que soy p a ra los dem ás o sólo p o r mis propios m éritos,
mis elecciones y mi voluntad?
En gran cantidad de casos, los individuos n o lo saben y no
q u iere n ser “paran o ico s” ni o p o n e r su m ala fe y m alas excu­
sas a la m ala fe y m alas excusas de quienes los discrim inan.
Esta in ce rd d u m b re se vuelve m ás gravosa c u an d o el racism o y
el sexism o son im perceptibles, sin agresiones ni com entarios
descorteses.
En realidad, el h e c h o de a b an d o n arse a la “p a ra n o ia ” im pe­
d iría seguir el ju e g o si u n o piensa que n u n c a va a te n e r u n a
o p o rtu n id a d de ganar. “En el d ía a día, trato d e olvidarm e de
lo q u e vivo”, dice A hm ed. “En realidad, la sociedad se cierra
sobre m í y es p o r mis orígenes. P ero ni pienso en eso, p o rq u e
si em piezo a p en sar así, si em piezo a p en sar q u e el m u n d o es
negativo conm igo, dejo to d o ”.
E specialm ente e n tre los individuos m enos calificados, la in­
c e rtid u m b re a u m e n ta p o r el h e c h o de q u e la situación d e los
m iem bros de la “m ayoría” que u n o conoce n o es tan to m ejor
38 1.0 Q U E NOS UNE

q u e la propia. N o es difícil co n statar q u e ellos tam bién están


expuestos al desem pleo y la pobreza. El diferencial d e las ta­
sas d e desem pleo a escala global n o se ve reflejado de m an era
d irecta en lo que las relaciones sociales tien en de peculiar,
dad o que el g u eto en que se vive n o es hom ogéneo,
* En definitiva, la discrim inación objetiva, m edida desde u n a
I perspectiva global, n o necesariam ente se traduce e n experien-
I cias hom ogéneas y evidentes e n el nivel de los individuos. Los
efectos de este cam bio de escala n o son propios del pro b lem a
d e la discrim inación, pero hay q u e tenerlos en c u en ta para
lu ch ar con eficacia co n tra esta injusticia. Salvo que sólo se
consideren las experiencias totales, lo que p u ed e c o n trib u ir a
reforzar los m ecanism os y estigm as que se q u iere n com batir.

¿CÓM O A C T U A R ? ¿CÓMO R E A C C IO N A R ?

La discrim inación y la estigm atización se viven com o u n shock:


u n o descubre “q u é efectos tiene ser un pro b lem a” (Du Bois,
2007 [1903]: 7): “U no se q u e d a h e la d o ”, “No m e im aginaba
! que p u d iera n decirm e algo com o eso”. Se oscila e n tre la ver­
güenza, el desagrado p o r u n o m ism o, la resignación, la obse­
sión y la ira. “Es u n a batalla c o n stante, no p o r n ad a m e siento
todo el d em p o cansada”, “Mi h e rm a n a m e dice q u e son ideas
m ías”, “Estoy en ferm o de b ro n c a ”. .. P ara protegerse, los acto­
res se m ueven e n tre varias estrategiasr '
~ J iñ a m an era de evitar la discrim inación p u ed e ser discri-
j m inarse a sí m ism o y en cerrarse e n el g u eto propio. Para no
ten e r q u e en fren tarse a los dem ás, m uchos jóvenes apenas
salen del barrio. Esta estrategia se im pone, sobre todo, cu an ­
d o la c o m u n id ad y el b arrio p u e d e n o frecer a sus integrantes
I algunos recursos, sean legales o no: variedad de com ercios,
activación de las redes de la diáspora y de los em p ren d im ien -
i tos étnicos (Tarrius, 2002), etc. U nos pocos lazos fuertes y
estrechos son más eficaces q u e m uchos lazos pero dem asiado
¿ C Ó M O SF. G E N E R A Y C Ó M O SE S OB REL LEV A LA P R U E B A . . . ? 39

débiles. Estos “m u n d o s étnicos” no necesariam ente son sub­


terrán eo s y m arginales. La co m u n id ad ch in a m an tien e una
fuerte actividad “étn ica”; dos tercios de los d u e ñ o s extranje­
ros d e p eq u eñ as em presas se instalan en las sedes de estas y
c o n tra ta n a com patriotas (D inh, 2006). La p ro p en sió n fran­
cesa a ver com u nitarism o detrás de cada c o m u n id a d lleva a
p red ic ar u n a diversidad social y cultural qu e de n in g ú n m odo
la gente qu iere p ara sí (C harm es y Bacqué, 2016).
O tra estrategia p u e d e ser volverse esquivo, re h u ir los luga­
res, las personas y las circunstancias que acrecien tan los ries­
gos de ser rechazado o m al recibido. Todos tie n e n en m en­
te u n m apa d e q u é lugares son recom end ables y cuáles no.
U n d ía le p ropuse a u n am igo m agrebí que fuéram os a u n
café y m e resp o n d ió que n o le gustaba dem asiado, sin que yo
e n te n d ie ra el p o rq u é. A pesar d e todo, fuim os y, sin m ediar
palabra, el d u e ñ o nos sirvió dos cafés fríos: ese gastronóm ico
de la c iudad de Firm iny no q u e ría a árabes e n su negocio. No
lo explicitaba, p e ro todos lo sabían. A la inversa, p u e d e n ele­
girse las em presas y los sectores con rep u tació n d e “afínes”,
lugares d o n d e ya hay am igos trabajando.
Asimismo, u n o p u e d e esconderse en el conform ism o, es­
forzarse (m uchas veces dem asiado): estar “b ie n ” vestido, h a­
blar “b ie n ”, ser am able, etc. Las m ujeres saben q u e no d eb en
ser dem asiado “fem en in as”, p ero tam poco dem asiado poco.
En cu alq u ier p u n to d e atención al público, hay q u e m ostrar
más d o cu m en to s de id en tid a d que los dem ás, ya q u e siem pre
sospecharán q u e u n o n o está en regla. En todos los casos, el
h u m o r es la estrategia más eficaz, p o rq u e desarm a al agre­
sor, q u e se ve obligado a reírse de sí m ism o en u n a sociedad
en que el racism o y el m achism o n o son aceptables. P ero todo
eso resulta agotador. U no siem pre está con la gu ard ia alta
a n te la som bra de u n a potencial am enaza.
Los individuos discrim inados se ven obligados a ju g a r u n
ju e g o en que siem pre tien en la im presión d e hacerlo mal, de
d a r pasos en falso y de q u e sus com portam ientos, palabras y
actitudes se vuelven co n tra ellos. Lo peor de todo es que no
40 LO QUE NOS UNE

hay escapatoria. Como dice Zakaria: “En definitiva te están di­


ciendo: ‘Cambiá de cara, cambia de vida y quizá te vaya me­
jo r ’. ¿Y yo qué puedo hacer? Michael Jackson es el único que
se volvió marrón, gris, que pasó por todos los colores”. Uno
podría tener la impresión de que la discriminación no necesa­
riamente es una de las mayores injusticias, que todo depende
de su amplitud; son muchas las personas discriminadas que lo
afirman. Pero la discriminación alcanza el corazón de la per­
sonalidad: involucra el “carácter”, al que erosiona o fortalece.
Más allá de la extrema diversidad de experiencias y reaccio­
nes de cada individuo discriminado, todos preguntan por dos
cuesdones a la sociedad: por la equidad y el mérito a que pue­
den aspirar los semejantes y por el reconocimiento de las identi­
dades, en contra del peso de los estereodpos y los estigmas.
Estos principios están ligados con una intensidad variable que
depende de las experiencias individuales, pero siempre están
presentes. Esto no significa que haya que fusionarlos y apo­
yarse únicamente en las experiencias totales, que sugieren
que la discriminación es una consecuencia mecánica de la
estigmatización y que lo único que define a los individuos es
. la discriminación que sufrieron.
De hecho, muchas veces el lazo entre ambas dimensiones
es menos ajustado de lo que podría pensarse. Además, la exi­
gencia de igualdad y el deseo de reconocimiento no se mani­
fiestan de manera homogénea, según la posición social que
ocupan los individuos y la dialéctica de las relaciones entre las
i.t identidades impuestas y las identidades reivindicadas. No to-
J das las identidades provienen de la interiorización y la inver-
i sión de los estigmas. Si, como dice Nancy Fraser (2005: 67),
“todas las reivindicaciones en términos de redistribución tie-
¡ nen consecuencias en términos de reconocimiento”, estas
! dos lógicas siempre están relacionadas, pero son distintas y
hasta, quizá, contradictorias.
2j. ¿Discriminación positiva
a la francesa?
¿Cóm o p u e d e aseg u rarse la igu ald ad d e o p o rtu n id a ­
des p a ra todos aquellos q u e se e n fre n ta n a la discrim inación?
En lo q u e atañ e a los p rin cip io s más generales, está claro q u e
p o r m ás q u e seam os p artid ario s de la eq u id ad , eso n o signifi­
ca q u e estem os d e a c u e rd o e n c u a n to a los dispositivos y a las
políticas q u e p e rm ite n alcanzarla.
P o r u n lado, las políticas específicas q u e a p u n ta n a d e te r­
m in a d o s “p ú b lico s” c h o c a n c o n u n a c o n c e p c ió n u niversa­
lista d e la ju stic ia social, q u e exige q u e las reg las sean las
m ism as p a ra todos. La se g m e n tac ió n d e los b e n eficiario s de
estas políticas e n fu n c ió n d e características id e n tita ria s p o ­
d r ía a m e n a z a r la in d if e re n c ia p o r las d ife re n c ia s s o b re
la cual se apoya el m odelo republicano francés, u n a tradición
que, seg ú n d ecía C le rm o n t-T o n n e rre e n 1789,* d e b ía “n e ­
garles to d o a los ju d ío s c o m o n a c ió n y o to rg a rle s to d o a los
ju d ío s com o in d ividuos”. ¿C óm o focalizar a g ru p o s discrim i-
! n a d o s c u a n d o resu lta tan difícil re c o n o c e r su ex isten cia e n el
i espacio público? P o r o tra p a rte , n o h a c e r n a d a significa d e ja r
sin resp u e sta la d isc rim in a c ió n q u e se e sco n d e tras los m ode-
! los universalistas q u e , ju s ta m e n te , son ciegos a las d iferen cias
i discrim inatorias.
A causa d e esta te n sió n , la sociedad fran cesa asistió a n u ­
m erosos deb ates sobre la discrim in ació n positiva, sin lo g rar

* C o m o parte de un discurso p ro n u n cia d o ante la Asam blea N acional,


hacia fin de año. fN. d e E.]
44 LO Q U E NOS U N E

co n stru ir u n a c u erd o prim ario ni sen tar las bases de u n a filo­


sofía capaz de justificarla. El resultado es cierta debilidad de
estas políticas y la elección de estrategias indirectas, m edidas
e iniciativas q u e alcanzan a d eterm in ad o s públicos, sin aludir
a ellos. El fortalecim iento del d e re c h o que co n d e n a la dis­
crim inación, las políticas, las intim aciones y los dispositivos
consiste en acuerdos más o m enos conscientes e n tre la tra­
dición cívico-social republicana y el surgim iento de nuevos
problem as.
Para sosten er un principio de realidad y n u n ca p e rd e r de
vista la ex periencia cotidiana de los individuos, intentarem os
e n te n d e r cóm o p erciben estas iniciativas. Ellos tam bién se
m uestran titubeantes y am bivalentes. O , en todo caso, no so­
licitan con claridad u n a discrim inación positiva, cuyas conse­
cuencias -negativas, en su o p in ió n —tem en.

U N A P A R A D O JA F R A N C E SA

M ientras en el m undo angloparlante la cuestión de la discri­


m inación y la discrim inación positiva 6 se im puso hace m ucho
tiem po, tanto en la vida política com o en los debates de filoso­
fía política, parecería que la sociedad francesa lo hubiese in­
corporado con cierto retraso. Las políticas de discrim inación
positiva en favor d e los negros aparecieron a finales de los años
¡
sesenta en los Estados U nidos y,'
de m an era m ucho más limi-
j tada, en Francia, treinta años más tarde, bajo la consigna de la
' “diversidad”. Estas políticas in ten taro n d a r una respuesta a los

6 De aquí en más, llam aré “discrim inación positiva" a todas las políticas
y todos los dispositivos que buscan establecer la equidad y com pensar
cierta desigualdad m ediante el establecim iento de cupos, focalizando
una población específica e instaurando reglas específicas que ben e­
ficien a determ inados grupos. De más está decir que estas políticas
pu ed en tener grandes diferencias entre sí.
¿ D IS C R I M I N A C I Ó N PO SIT IV A A I.A F RA N C ES A ? 45

grandes levantam ientos urbanos de los años 1960 en los Esta­


dos U nidos y a la revuelta de los suburbios franceses en 2005!
Sin em bargo, si dam os por confiables los resultados de los
instrum entos de m edición, la sociedad francesa aparece com o
Í am pliam ente discrim inadora. U na com paración de testings
sobre curriculum vitae realizada en once países m uestra que,
dadas iguales circunstancias, en Francia se discrim ina a las mi­
norías m usulm anas (N orte de Africa, T urquía, Pakistán) más
q u e en el resto d e los países contrastados. M ientras p ara los
hom bres el p rom edio de respuestas positivas respecto d e un
c an d id ato m ayoritario es d e 2 (dos veces m enos de respuestas
p ara los m usulm anes), en Francia se eleva a 4; e n los Estados
U nidos “sólo” es de 2,8 (OECD, 2013). C on prescindencia
del criterio elegido, e n Francia la sensación de discrim ina­
ción siem pre es más elevada q u e en el resto de los países de la
U nión Europea: más de veinte puntos p ara la discrim inación
étnica, más d e veinte p u n to s p ara las discapacidades, m ás de
q u ince p u n to s para la sexualidad, más d e veintisiete puntos
para la religión y m ás de once p untos p ara la e d a d .7
A hora bien, sabem os que Francia es u n o de los países en
q u e el apego a la igualdad está más p ro fu n d a m en te enrai­
zado, al m enos en las encuestas de opinión. P arecería que
se nos to rn a más difícil so p o rta r la intensificación d e la de­
sigualdad q u e e n otros países que, sin em bargo, son tanto
m enos igualitarios que el nuestro, com o los Estados U nidos.
¡ ¿Cóm o se explica esta situación en la que se m ezcla u n a pro-
i fu n d a discrim inación, u n a fuerte sensación de ser discrim ina-
/ d o y u n gran apego a la igualdad?
En el relato rep u b lican o francés, la igualdad de los d e re ­
chos del ciu d ad an o d e b e ría garantizar las condiciones de ac­
ceso a la igualdad social: u n o es igual desde el m o m en to en
q u e es ciu d ad an o de u n país que otorga a todos los mismos

7 Nota de trabajo de Eurobarom etre (2 0 1 2 ), France Stratégie (2 0 1 4 ),


<www.strategie.gov.fr>.
46 1.0 Q U E N O S U N E

derechos cívicos y, en m en o r m edida, los mismos d erech o s


sociales. C om o el acceso a la nacionalidad tuvo u n a ap e rtu ra
reladva con el derech o d e suelo y el m atrim onio, la idea de
que todos los hom bres son libres e iguales (siem pre y cu an d o
sean franceses) term inó haciendo que la discrim inación que
desm iente esa concepción cívica de la igualdad se volviera po­
líticam ente invisible o m arginal.
En este relato, el racism o n o sería más que u n a id ea falsa
que bastaría com batir m ediante la aplicación d e las norm as
del derech o . E ntonces, para errad icar la discrim inación, ha­
bría q ue volver a los fundam entos universalistas de la R epú­
blica. Por el contrario, cualquier d e re c h o específico dirigido
a u n público particular debilitaría el edificio repu b lican o y
la som bra del “com unitarism o” am enazaría a la co m unidad
d e ciudadanos franceses preocupados p o r el interés general.
C ualquier política dirigida a u n público específico -y esto su­
cede desde la creación de las Zonas de Educación P rioritaria
(ZEP) a com ienzos de los años o c h e n ta - chocó (y sigue cho­
cando) con este im aginario político. Al exigir igualdad de tra­
to absoluta, más allá de las identidades, la R epública obliga a
lu ch ar c o n tra la discrim inación privándose, la m ayoría de las
1 veces, d e los m edios p ara lograrlo.
.j D u ran te m ucho tiem po, con este relato cívico se superpuso
un relato social p ara el cual la ú nica desigualdad p e rtin en te
I era la desigualdad social. D entro de este m arco, si los m iem ­
bros d e las m inorías culturales no eran iguales, esto se debía,
en p rim e r lugar, al hecho d e q u e se trataba d e trabajadores
explotados y, com o m igrantes, trabajadores aún más explota­
dos que los dem ás. Adem ás, se los seguía señalando com o in­
m igrantes, a pesar de que eran franceses desde hacía tiem po.
Com o el m odelo del crisol francés funcionó con relativo éxito
d u ran te los años de crecim iento —u n o se integra p rim e ro a
la eco n o m ía com o o b rero antes d e ser asim ilado a la c u ltu ra
nacional—, lo m ás lógico e ra d e n u n c ia r la ex p lo tació n eco­
nóm ica y la desigualdad social antes que la discrim inación
p ro p ia m e n te dicha. Desde este p u n to de vista, d iscrim ina­
¿D IS C R IM IN A C IÓ N PO SITIV A A I A FR A N C ESA ? 4^

ción y racism o constituyen u n a d e las consecuencias de la


explotación y u n a condición de la sobreexplotación d e una
p arte del proletariado.

EL D IL E M A D E LA S M EM O R IA S

Esta m an era d e e n te n d e r la vida social todavía está vigente,


a juzgar p o r el largo d eb ate que sigue sacudiendo el m u n d o
d e las ciencias sociales. Allí, hay u n a oposición e n tre aquellos
/ que analizan los problem as en térm inos fu n d am en talm en te
( sociales, económ icos, u rbanos (y p o r en d e, en térm inos de
desigualdades sociales), y aquellos que p o n e n en evidencia
i las dim ensiones culturales de estos problem as, a quienes se
\ acusa de naturalizar culturas e identidades, y p o r lo tanto, de
prom over los estigm as desde un lenguaje científico.8
1 Para algunos, la discrim inación es u n artefacto de la de­
sigualdad social: detrás de u n discrim inado hay, an te todo,
un po b re y u n explotado. Para otros, los discrim inados se
defin en esencialm ente p o r los estereotipos negativos que los
' golpean, p e ro tam bién p o r identidades culturales que no po­
d rían reducirse a la hostilidad que los afecta. En ese caso, y
1 c o n tra la teo ría sartriana de Reflexiones sobre la cuestión judía
(Sartre, 1946), el judío no sólo se d efine p o r el antisem itism o,
tam bién tiene una relación au tó n o m a y positiva respecto de
su p ro p ia id entidad, m em oria, tradiciones, solidaridades; en
definitiva, respecto de u n a identidad “p ara sí”. ¿Por qué sería

8 Este debate tuvo su ap ogeo con el análisis sociológico y político de


las revueltas urbanas d e 2005 y en el m om ento de la publicación del
libro d e H ugues Lagrange (2 0 1 0 ), así com o después de las agresiones
a mujeres en la estación de trenes de C olonia la n oche de A ñ o Nuevo
de 2 0 1 6 . Este mismo debate se da actualm ente en to m o al terroris­
mo: ¿es una expresión del problem a de los suburbios o una lucha de
religiones?
48 1 .0 Q U E N O S U N E

d istin to p a ra o tras m in o rías re d u c id a s a las asig n acio n es iden-


titarias q u e les im p o n e n ?
El ú ltim o e le m e n to se rela cio n a c o n el peso d e la h isto ria
c o lo n ial fran cesa y la lu c h a d e las m em o rias q u e en ella se e n ­
fre n ta n . D ad o q u e u n a p a rte d e los g ru p o s d isc rim in a d o s tie­
n e lejanos o ríg e n e s e n el im p e rio co lo n ial, el re c o n o c im ie n to
d e la d iscrim in ació n d e la q u e son víctim as y la im p lem e n ta -
ció n d e políticas específicas re q u ie re n , m ás o m e n o s d ire c ta ­
m e n te , u n a re le c tu ra d e esta in te n s a h isto ria q u e se m a n tie n e
e n el olvido.
P a ra algunos, n o hay d e u d a h istó rica ni “a rre p e n tim ie n ­
to ” posible; n o es c u estió n d e re p a ra r u n c rim en , c o m o e n el
caso d e la esclavitud y el cuasi e x te rm in io d e los in d íg e n a s d e
A m érica d e l N o rte. La c o lo n izació n fran cesa se llevó a cabo
e n n o m b re d e l Ilu m in ism o y el p ro g re so , y la G u e rra d e A r­
gelia ya term in ó . P ara otro s, la d isc rim in a c ió n n o es m ás q u e
la p ro lo n g a c ió n d e u n a h isto ria c o lo n ial, a u n q u e d a n a esta
n o c ió n u n a a cep ció n m uy am p lia, p o r e je m p lo , c u a n d o se
tra ta d e los turcos. Si se c re e q u e la h isto ria co lonial c o n tin ú a ,
siq u ie ra e n otras form as, resu lta difícil p e n s a r la lu c h a c o n tra
la discrim in ació n : las m em o rias co lo n iales c h o c an d e fre n te ,
ya q u e los ex co lo n izad o s n u n c a se rá n c o m p a trio ta s. A h o ra
b ie n , sólo será posible lle g a r a u n a c u e rd o e n las p o líticas
an tid isc rim in a to ria s si la h isto ria co lonial se vuelve h isto ria
d e F ran cia y n o sólo la d e su p o lític a e x te rio r y si se co n sid e­
ra a los d e sc e n d ie n te s d e los co lo n izad o s co m o c o m p a trio ta s
(W eil, 2015).
f El a p e g o al m o d e lo re p u b lic a n o universalista, el p re d o m i­
n io d e u n a le c tu ra m e ra m e n te social d e las d e sig u a ld ad e s y
/ la e stru c tu ra d e la so cied ad , el p eso d e u n a h isto ria y u n a
; m em o ria co lo n iales q u e “n o fu n c io n a n ” se c o n ju g a n p a ra
i e x p lic ar el m alestar fran cés fre n te a la d iscrim in ació n . Las
fractu ras g e n e ra d a s p o r estos im ag in ario s n o n e c e sa ria m e n te
co n v erg en ni g e n e ra n b a n d o s h o m o g é n e o s fáciles d e d e te c ­
tar: incluso ta n to d e n tr o d e la iz q u ie rd a c o m o d e la d e re c h a
hay o p in io n e s divididas so b re estos tem as. Sólo la e x tre m a
¿ D IS C R IM I N A C I Ó N P O S IT IV A A l.A F R A N C E S A ? 49

d e re c h a tien e u n a po sició n del to d o hostil a la lu c h a c o n ­


tra la d iscrim in ació n , co n el p re te x to d e q u e los ú n ico s dis­
c rim in a d o s serían los “v e rd a d e ro s” franceses, víctim as d e la
in m ig ra c ió n m a g re b í o su b sah a ria n a , d e las ag re sio n es d e los
“jó v e n e s d e los b a rrio s”, etc.
Sin e m b a rg o , el re c h a z o d e esta p o sic ió n n o a lc a n z a p a ra
f o ija r u n a c o n c e p c ió n c o m ú n d e los p ro b le m a s y d e las p o ­
líticas a los q u e a lu d e n . L a lu c h a c o n tra la d isc rim in a c ió n
p o d r ía se r u n p ro b le m a c o m o c u a lq u ie r o tro , p e ro p o n e e n
e n tr e d ic h o im a g in a rio s y c u e stio n e s q u e s u p e ra n sus lím ites
y q u e p e rm ite n e x p lic a r e l d ile m a d e la so c ie d a d fra n c e sa
a n te este tem a.

D IS C R IM IN A C IÓ N D E M A S A S Y D IS C R IM IN A C IÓ N “ S U T I L ”

D esd e h a c e ya m u c h o tie m p o , las p o líticas a n tid is c rim in a ­


to rias m ás eficaces c o n sisten e n a b rir el acceso d e alg u n as
p ro fe sio n e s e in stitu c io n e s a q u ie n e s e sta b a n ex clu id o s d e
ellas. Así, se d e rr u m b a r o n fortalezas p ro fe sio n a le s q u e , p o r
d e re c h o y c o stu m b re , e sta b a n reservadas a los h o m b re s: la
ju stic ia , la m ed ic in a , la po licía, el e jé rcito , etc. E scuelas y c o n ­
cursos q u e h a b ía n s e p a ra d o a varo n es d e m u je re s h a sta la
d é c a d a d e 1970 se volvieron m ixtos y m u c h a s p ro fe sio n e s se
fe m in iz a ro n . L a e scu e la a b rió las aulas a u n a g ra n c a n tid a d
d e n iñ o s con d isc a p a c id a d e s q u e , h asta ese m o m e n to , n o se
esco larizab an o se v eían d esp lazad o s h acia u n a p re n d iz a je
especializado. Los inm igrantes, q u e d u ra n te m u ch o tiem po
h ab ían estado en cerrad o s en barriadas m arginales [bidonvilles]
o c iu d ad es d e trán sito ,* p u d ie r o n a c c e d e r a las viviendas
sociales.

* Se trataba de con jun tos d e viviendas provisorias destinadas a absorber a


los habitantes de las barriadas, q u e se buscaba erradicar. [N. de T.J
50 1 ,0 Q U E N O S U N E

‘ T o d as estas políticas d e am p liació n del acceso d e b e n c o n ­


siderarse co m o progresos. Sin em b a rg o , n o es seg u ro q u e h a ­
yan a te n u a d o el sen tim ie n to d e discrim inación: al refo rza r la
co n cien cia d e igualdad, volvieron incluso m ás in so p o rtab les
las d iscrim in acio n es “sutiles” q u e a ú n están activas. La am ­
pliación d el acceso d e las m u jeres a todos los sectores p ro fe ­
sionales reveló el peso d e los estereo tip o s sexuales y, m ás aú n ,
la discrim in ació n q u e e m a n a d el m uy desigual re p a rto del
trabajo do m éstico y el tie m p o d e d ic a d o a la ed u c ac ió n d e los
hijos (M oller O kin, 2008).
La a p e rtu ra de la escuela desplazó el se n tim ie n to d e dis­
c rim in ació n a la p ro p ia escuela: las divisiones ya n o sólo o p o ­
n e n a q u ien e s siguen u n a c a rre ra universitaria c o n tra q u ien e s
trab ajan te m p ra n a m e n te , sino q u e la d esigualdad y la seg re­
gación social y cu ltu ral je ra rq u iz a n los establecim ientos, las
carreras y las posibilidades d e co n seg u ir u n a pasantía. La erra ­
dicación d e las barriadas m arginales, com o la d e N an terre, y la
g en trificación de los b arrio s c e n trale s más p o b res n o im p id ie­
ro n la seg m en tació n d el p a rq u e d e viviendas sociales. M ien­
tras u n a p a rte d e las clases p o p u la re s a b a n d o n ó las g ran d e s
c o n stru ccio n es d e los años sesen ta y seten ta, alg u n o s b arrio s
se c o n v irtie ro n e n g uetos d e m ig ran tes y fam ilias p ro v e n ie n ­
tes d e la inm ig ració n . E n esos b arrios, sie m p re hay alg u ien
más p o b re o u n recién llegado p a ra o c u p a r el lugar d e q u ienes
lo g raro n irse.
Asim ism o, p u e d e su p o n e rse q u e la instalación d e u n d e ­
sem p leo e n d é m ic o e n los últim os tre in ta años ha e n d u re c id o
los m ecanism os d e c o m p e te n c ia y casting q u e siguen p ro fu n ­
d izan d o la d iscrim inación. Si se c o m p a ra la sociedad francesa
actual c o n la d e los T re in ta G loriosos (esos años d e la se g u n ­
d a p o sg u e rra a 1975, q u e n o fu e ro n “gloriosos” p a ra to d o s),
los p ro g reso s alcanzados n o lo g ra ro n resolver el p ro b le m a y,
hasta c ie rto p u n to , incluso lo h a n a c en tu a d o .
¿ D I S C R I M I N A C I Ó N PO S I T IV A A LA F R A N C E S A ? 51

D IS P O S IT IV O S S IN F IL O S O F ÍA P O L ÍT IC A

En el d esarro llo d e m ed id as an tidiscrim inatorias, d e sem p e ­


ñ a ro n u n papel decisivo no tan to las d em an d as sociales p ro ­
p iam e n te dichas com o las n o rm as y recom endaciones in te rn a ­
cionales, en especial las eu ro p eas (L anquetin, 2008). A lgunas
instituciones -c o m o la F u n d ació n M o n taig n e- y m ovim ientos
—com o el C onsejo R epresentativo d e Asociaciones N egras de
Francia (GRAN)—tam b ién d e sem p e ñ aro n un papel m uy activo
al subrayar los beneficios d e la diversidad en la co n tratació n
de las élites (Bébéar, 2004). En m iles d e em presas se firm aron
códigos d e “b u e n a c o n d u c ta ” y cabe su p o n e r q u e los directores
de recursos h u m an o s c o n o c en bien el problem a. Sciences Po,
el In stituto d e Estudios Políticos d e París, im p lem en to u n p ro ­
ced im ien to d e discrim inación positiva relativam ente osado, en
la m ed id a e n que n o se lim itó a ayudar a los can d id ato s q u e
provenían d e los liceos populares, sino que m odificó su p roce­
d im ien to d e selección.
C read a e n 2004 y d isuelta e n 2011, la Alta A u to rid ad d e
L ucha c o n tra la D iscrim inación y para la Ig u ald ad (HALDE)
ten ía com o objetivo m e d ir la discrim inación, co m b a tirla y
a c o m p a ñ a r las d e n u n c ia s ju d iciales. Fue relevada p o r o tra
in stitución, el D efen so r d e los D erechos. La A gencia N acio­
nal p a ra la C ohesión Social y la Igualdad d e O p o rtu n id a d e s
(ACSE), c re a d a e n 2006, se o c u p a d e los b arrio s difíciles. El
C om ité p a ra la M edición y Evaluación de la D iversidad y la
D iscrim inación (COM ED D) e n tró e n fun cio n es e n 2009 y es­
tuvo d o m in a d o p o r el d e b a te so b re las estadísticas étnicas.
D esde 1974, d e m a n e ra in te rm ite n te , se su ced ie ro n las secre­
tarías d e E stado y los m inisterios ded icad o s a la co n d ició n
fem e n in a y al d e re c h o d e las m ujeres. Sin olvidar u n a secre­
taría d e E stado d e 2016 p a ra la “ig ualdad rea l”, lo q u e p arece
significar “lu ch a c o n tra la d isc rim in a c ió n ”.
E n la actu alid ad , el p ro b le m a d e la discrim in ació n fo rm a
p a rte del “n ú c le o d u r o ” p olítico francés y sus p ro g ram as. La
m ayoría d e las políticas públicas están influidas p o r estas cues­
52 LO Q U E NOS UN E

tiones, en la m edida en que todas ellas incluyen u n ap a rtad o


sobre “diversidad” y o tro sobre “la m u je r”. Las prácticas de
asignación de viviendas, co n tratació n o p rom oción no p u e ­
d en p e rm a n e c e r del todo in d iferentes a estos tem as. T odos
saben q u e para evaluar la e q u id ad d e u n a política pública se
ten d rá en cu en ta la cantidad d e m ujeres y personas “prove­
n ientes d e la diversidad”.
Podría considerarse que ese es un cam bio im p o rtan te para
u n p e río d o breve. ¿Pero resulta factible h ab lar d e verdadera
d iscrim inación positiva? No, ya que, si bien se han d a d o d eb a­
tes acerca d e la discrim inación positiva, n o hem os instalado
las prácticas p o rq u e n o se ha llegado a u n acu erd o real sobre
los fu n d am e n to s de u n a política q ue exija q ue se d e fin a n cu­
pos y q u e se focalice en p ú b lico s específicos (Doytcheva,
2015),
U n país com o C an ad á p u d o c o n stru ir dispositivos d e dis­
c rim in ació n positiva en n o m b re d e la rep a ra ció n de las in­
ju sticias pasadas: in dígenas a q u ien e s e x p o lia ro n sus tierras,
cu ltu ras y sociedades d estruidas, cuasi genocidios, fam ilias
a qu ien es les q u ita b a n a sus hijos p a ra “re e d u c a rlo s” en es­
cuelas can ad ien ses y cristianas, etc. Este tip o d e justificació n
n o p a re c e posible en Francia y en rea lid a d n ad ie lo pide.
¿De q ué les servirían estos a rg u m e n to s a los bisnietos d e las
víctim as del colonialism o y la esclavitud? En ese caso, nos
c o n c e n tra ría m o s en el d e b a te d e las m em orias del co lo n ia­
lism o y la esclavitud, n o en la im p lem e n ta c ió n d e políticas
d e discrim in ació n positiva basadas sobre el a rg u m e n to de
u n a re p a ra ció n .
El a rg u m e n to d e que la discrim inación positiva es b u e n a
p o rq u e la diversidad es u n bien para la co m u n id ad e n te ra tie­
ne cierto peso cu an d o se trata d e la conform ación de las éli­
tes. Está claro q ue las élites dirigentes de hoy son dem asiado
hom ogéneas, blancas, m asculinas y socialm ente privilegiadas,
cu an d o d e b e ría n reflejar el color, el g é n e ro y la extracción
social de to d a la sociedad. En n o m b re de la igualdad d e o p o r­
tunidades, la representación de la sociedad y la a p e rtu ra al
¿ D IS C R IM IN A C IÓ N PO SITIV A A 1.A F R A N C ESA ? 53

m u n d o , h abría que im p lem e n ta r p rocedim ientos d e discri­


m inación positiva. Esta convicción explica p o r q u é algunas d e
las grandes écoles * fu ero n las q ue más avanzaron en ese senti­
do, sin que p o r eso p u ed a hablarse d e cupos. Igualm ente, el
sistem a d e “c u erd as” o “sogas” q u e p e rm ite n escalar hacia
“el éx ito” - e l más frecu en te e n la actualidad-,** consiste en
ayudar a los buenos alum nos d e los liceos desfavorecidos, lo
cual está bien, p ero no cam bia las pruebas de selección ni in­
troduce cupos. En realidad, los intentos ministeriales de am pliar
las élites n o se apoyan en u n a discrim inación positiva explícita.
En Francia, los arg u m e n to s a favor de la discrim inación
positiva, com o los d e R onald D w orkin y Elizabeth A nderson
e n los E stados U nidos (B essone y Sabbagh, 2015), tien en
m uy poca difusión. Estos a u to re s postulan q u e u n a b u e n a
sociedad, más in te g rad a , su p o n e que todos los gru p o s gozan
d e algunos recursos com unes. P or ejem plo, los negros reci­
b irían m ejo r tra tam ie n to si h u b iese m ás m édicos neg ro s y la
policía seria m enos racista si hubiese más efectivos m agre-
bíes. En u n a sociedad fra tern a , los más débiles y desfavoreci­
dos rec ib en más y, com o en u n a fam ilia, se tie n e n e n c u e n ta
las necesidades y capacidades d e cada co m u n id ad . P o r con­
siguiente, si bien no sería ju s to ayudar a u n c a n d id a to n e g ro
a e n tra r a la Facultad d e M edicina sólo p o r u n a cu estión de
m érito , ya q u e u n c a n d id a to b lan co p o d ría ser más m erito ­
rio, e n cam bio sería ju s to d iscrim in arlo positivam ente p o r­
q ue el m érito en cuestión sie m p re es discu tible y p o rq u e
es p ro b ab le q ue el c a n d id a to n e g ro haya gozado de m enos

* Son instituciones educativas de nivel superior, donde se forman las élites.


El ingreso a ellas requiere aprobar rigurosos concursos. [N. de T.]
** Es el program a G ordées de la Réussite, qu e se propone servir de
apoyo para el acceso de jó v e n e s de barrios pobres a la enseñanza su­
perior y darles recursos para un buen desem peñ o en las orientaciones
"de excelencia". [N. de E.l
54 LO Q U E N O S U N E

c o n d ic io n e s favorables q u e u n blanco. Esta d isc rim in a c ió n


se ju stifica p o r el h e c h o d e q u e u n m éd ico n e g ro re su lta ría
más ú til p a ra la c o m u n id a d n e g ra q u e u n o b lan co , q u ie n va
a tra b a ja r en u n b a rrio b lan c o y q u e va a e n te n d e r m e jo r a
los blancos. A lcanza sólo c o n m e n c io n a r este tip o d e razo­
n a m ie n to p a ra e n te n d e r c u á n m o lesto p o d ría re s u lta r en
F rancia, d o n d e la c re e n c ia e n el m érito escolar está p ro fu n ­
d a m e n te a rra ig a d a y la idea d e n e cesid ad es “c o m u n ita ria s ”
específicas p a re c e ex trañ a: llegam os a se m e ja n te g ra d o en
n u e s tro gusto p o r re p re s e n ta rn o s com o u n país c o m p u e sto
p o r c iu d a d a n o s abstractos.
Sin em b arg o , las prácticas son m ás com plejas y am biguas.
E n F rancia practicam os este tip o d e d iscrim inación positiva
—a u n q u e n o lo digam os—e n lo q u e a ta ñ e a los actores m ás
desfavorecidos y discrim inados. P ara los jó v en es a n im ad o res
socioculturales d e los suburbios y los m ed iad o res y auxiliares
escolares, el h e c h o d e “venir del m ed io ” es u n a ventaja d e ­
cisiva. C om o se los su p o n e m ás c o m p e ten te s p a ra e n te n d e r
a los jó v en e s d e su p ro p io a m b ie n te y “calm ar las aguas", los
c an d id ato s n eg ro s y árabes tie n e n más posibilidades d e q u e
los seleccionen. P ero lo q u e es válido “p o r ab ajo ” y e n silencio
n o p u e d e ser u n a reg la g e n e ra l ex p u esta a la luz d e las p olí­
ticas públicas.
Q u e d a p o r m e n c io n a r, e n to n c e s , u n a rg u m e n to sen cillo ,
in sp ira d o e n J o h n Rawls, q u e p e rm ite ju stific a r los dispo-
| sitivos esp ecífico s :9 lo p rim e ro es te n d e r a la ig u ald a d de
i o p o rtu n id a d e s a b rie n d o las p o sib ilid ad es y lu eg o hay q u e
1 m e jo ra r la s u e rte d e q u ie n e s n o re su lta n g a n a d o re s d e la
i c o m p e te n c ia m erito c rá tic a . Este tip o d e a rg u m e n ta c ió n
' es fu e rte y ju stific a to d as las políticas d irig id as a d a r m ás
a q u ie n e s tie n e n m en o s, c o m o su c ed e con las po líticas de

9 Para Jo h n Rawls, la ju sticia social consiste, en prim er lugar, en


asegu rar las con d icion es de igualdad de op ortun idades y lu eg o, por
el criterio maximin, lo grar q u e la suerte de los m enos favorecidos (al
térm ino de la prueba m eritocrática) sea la m ejor posible.
¿ D I S C R I M I N A C I Ó N POSI TIVA A l.A F R A N C E S A ? 55

p ro m o c ió n social q u e se c e n tra n e n los b a rrio s co n dificul­


tades [politiques de la ville],* o las políticas esco lares q u e d a n
m ás recursos a los establecim ientos situados en los barrios m ás
desfavorecidos.
Si b ien estas po líticas d isc rim in a n en ta n to los p úblicos a
los cuales están d irig id as son q u ien es, p o r su c o m p o sició n
social, é tn ic a y c u ltu ral, se e n fre n ta n a la m ayor d e sig u a ld ad ,
n o p o r eso se tra ta de m ed id as de d iscrim in ació n positiva,
pese a q u e e n ocasiones las p re s e n te n c o m o tales (sobre
to d o q u ien e s se o p o n e n a ellas). El p o rc e n ta je de p erso n a s
d e o rig e n e x tra n je ro así c o m o el nivel de in g re so son facto­
res q u e p u e d e n in te rv e n ir e n la focalización d e u n te rrito ­
rio, p e ro estas políticas n o se apoyan sobre cu p o s ni so b re
objetivos específicos. Esas políticas sociales se o rie n ta n a u n
p ú b lic o d isc rim in a d o , a u n q u e eso no las vuelve políticas
a n tid isc rim in a to ria s.

Y E N T O N C E S , ¿A Q U IÉ N A P U N T A R ?

Está claro q u e la discusión sobre las estadísticas étnicas no es


u n d e b a te técnico. Es u n p ro b le m a de la re p re se n ta c ió n que
la sociedad tiene de sí m ism a y q u e su p era los lím ites d e los
sectores políticos establecidos.
Apoyan las estadísticas étnicas los m ovim ientos m ás hosti­
les a la in m ig ració n , ya q u e les p e rm ite n d e m o stra r sus tesis:
F rancia está “invadida”, los subsidios sociales están acaparados
p o r q u ien e s no dejan de ser “ex tran jero s”, la d e lin c u en c ia es
asu n to de in m ig ran tes e hijos d e inm igrantes, e n tre otras. A
la larga, to d o consiste en co n stru ir, m ed ian te estadísticas, la

* Se trata de un co n ju n to de políticas del Estado fran cés q u e tiene


com o objetivo prom over el desarrollo en los barrios con problem as
de m arginalidad, garantizar la igualdad real en el acceso a los d ere­
chos y redu cir las desigualdades territoriales. [N. de T.]
F>6 1 .0 Q U E N O S L'NE

re p re se n ta c ió n d e u n a so ciedad c o m p u e sta p o r u n a m ayoría


“b lan c a y c ristia n a ” y u n c o n ju n to d e m in o rías cu ltu rales y
raciales q u e serían la causa d e la m ayor p a rte d e n u estro s p ro ­
blem as. P arad ó jica m en te , tam b ié n son favorables a las esta­
dísticas étnicas alg u n o s d e los m ilitan tes m ás c o m p ro m e tid o s
con la lu c h a c o n tra la discrim inación; si se q u ie re sa b er so b re
la discrim in ació n , m ás vale d isp o n e r d e u n a h e rra m ie n ta es­
tadística fiable y n o c o n fia r en in d ic a d o re s inciertos, c o m o el
n o m b re o la n a c io n a lid a d d e los padres.
Se o p o n e n a las estadísticas étn icas los n u m e ro so s m ilita n ­
tes e in v estigadores q u e tem e n q u e las categ o rías estadísticas
fijen y n a tu ra lic e n las id e n tid a d e s y objetiven u n a im ag en
racial d e la so cied ad . O tro s las re c h a z a n p o rq u e la R ep ú b lica
sólo d isc ie rn e a individuos y c iu d a d a n o s q u e n o están e n la
o b lig ació n d e d e c la ra r sus o ríg e n e s y creen cias. Estas estadís­
ticas se ría n c o n tra ria s a la C o n stitu c ió n , sin olvidar q u e p u e ­
d e n tra e r al p re se n te “archivos” d e fu n esta m em o ria . Este
fu e en 2008 el p rin c ip al a rg u m e n to d e l in fo rm e d e l c o m ité
p re sid id o p o r S im one Veil, en el cual se d e c la ra b a q u e las
estadísticas étnicas y las políticas d e d isc rim in a c ió n positiva
e ra n in co n stitu cio n ales.
Esta q u e re lla , q u e tie n e g ra n d e s posibilidades d e resu rg ir,
p la n te a u n p ro b le m a m ás am p lio q u e el d e las estadísticas
étnicas: el d e la focalización de u n a p o lítica d e discrim in ació n
positiva. ¿A punta a u n a “raza” (y p o r lo tan to , a u n c o lo r d e
p iel), u n o rig e n (p e ro ¿hasta d ó n d e rem o n tarse? ), u n a reli­
g ió n (e n este caso, sólo el islam )? E n todos estos casos, ¿qué
h a c e r c o n los m iem b ro s d e estos g ru p o s q u e n o so n o son
p o co discrim in ad o s y q u e d e este m o d o se b e n e ficia ría n co n
u n a ventaja co n sid erab le? ¿Q ué h a c e r co n el universo d e p o ­
sibles m estizajes, q u e adem ás tie n e n p len a s posibilidades d e
m ultiplicarse? Asim ism o, se ha se ñ ala d o q u e la focalización
d e u n a p o b lac ió n p u e d e afianzar los estereo tip o s q u e busca
c o m b a tir, a u n q u e el objetivo p e rse g u id o sea la in d ife re n c ia
hacia las id e n tid a d e s a las cuales son asignados los individuos
d iscrim in ad o s (S abbagh, 2003).
¿D ISC R IM IN A C IÓ N POSITIVA A LA FRAN CESA? 57

P ara evitar estas d ific u ltad e s, las re c o m e n d a c io n e s , los dis­


positivos y las políticas pú b licas b u sc an a lc a n z a r su b lan c o
específico sin n o m b ra rlo y d e sp la z a n d o la m ira d e su foco
j real. Los “b arrio s d ifíc iles” d e la p o lític a d e la c iu d a d y los
e sta b lec im ie n to s “c o m p lic a d o s” d e sig n a n a la p o b la c ió n de
| o rig e n e x tra n je ro sin n o m b ra rla (D oytcheva, 2007). P o r u n
lado, n o p u e d e n fijarse c u p o s, m ás allá d e alg u n a s re c o m e n ­
d a c io n e s favorables a la div ersid ad , c o m o las d e l C onsejo
S u p e rio r d el A udiovisual fra n c é s (CSA), q u e p ro m u e v e m e­
dios “co n los co lo res d e F ra n c ia ”. P o r o tro lad o , n o p u e d e
d e sig n a rse c o n d e m a sia d a p re c isió n a los b e n e fic ia rio s de
estas políticas.
A fin d e c u e n ta s , se h a b la m u c h o d e d isc rim in a c ió n
positiva, p e ro p a re c e im p o s ib le c o n s tr u ir la sin c h o c a r de
/ f re n te c o n tr a las rep resen tacio n es d o m in a n te s d e la sociedad
francesa y sin ir en c o n tra de la concepción, tam bién dom inante,
1 d e la justicia social, q u e c o m b in a la igualdad de o p o rtu n id a d es
\ co n la red u cció n de las desigualdades más flagrantes. Siem pre
/ se p u e d e h ab lar d e discrim inación positiva “a la francesa”, pero
sería m ás claro re n u n c ia r a esta n o ció n p a ra evitar los m alen­
tendidos y los falsos debates.

L A P A R ID A D

E xiste u n á m b ito e n el cual se im p le m e n to u n a a u té n tic a


p o lític a d e d isc rim in a c ió n positiva: el d e la p a rid a d e n tre
h o m b re s y m u je re s e n el acceso a las c a n d id a tu ra s políticas.
E n este esp acio , p a re c ía p o sib le fijar u n o bjetivo g e n e ra l
d e re p re s e n ta c ió n p o lític a , ya q u e , c o m o las m u je re s son
la m itad d e la p o b la c ió n , e ra lógico q u e c o n stitu y e ra n la
m itad d e la re p re s e n ta c ió n e n u n a so c ie d a d d e m o c rá tic a
e n la cual los re p re s e n ta n te s e lecto s d e b e ría n se r a im ag en
y sem ejan za d e la so c ie d a d . El c u p o del 50% p o d ía darse
p o r s e n ta d o .
58 L O Q U E N OS U N E

Sin e m b arg o , el d e b a te fue vivaz incluso d e n tro d e los p ro ­


pios m ovim ientos fem inistas (B eren i y L ép in ard , 2004). En
efecto, p a ra ju stifica r la p a rid a d , hay q u e ad m itir q u e la defi­
nición d e su “b la n c o ” -la s m u jeres—n o se p resta a am b ig ü e ­
dades y es n a tu ra l y, p o r eso m ism o, indiscutible. Al h a b e r dos
caras d e la h u m an id a d , u n a fe m e n in a y o tra m asculina, es
ju s to y b u e n o q u e am bas estén ig u alm e n te rep re sen ta d as en
el espacio político. C om o escribía G iséle H alim i (1997), “el
ser h u m a n o es, a n te to d o , fe m e n in o o m ascu lin o ” y la “m itad
del m u n d o ” d e b e te n e r “la m itad del p o d e r”. E n el m o m e n ­
to inicial de esta lucha, las m ilitantes fem inistas, e n especial
Frangoise G aspard, n o e ra n tan p ro p en sas a c o n sid e ra r el
sexo co m o u n a c a teg o ría n atu ral. Sin em b arg o , d e fe n d ie ro n
esta co n c ep c ió n “natu ralista” q u e, e n su o p in ió n , e ra el ú n ico
m o d o d e fu n d a r sobre u n p rin c ip io indiscutible la p a rid a d
(G aspard y otros, 1992). Si las m u jeres constituyen la m itad
d e la n a tu ra le z a h u m an a , la ig ualdad sustancial se im p o n e
y los intereses d e las m ujeres d e b e n estar rep re sen ta d o s en
p arid ad .
F re n te a esta posición, q u e su p e ró los deslindes políticos
tradicionales, algunos in telectuales vieron e n el rec o n o c i­
m ie n to institu cio n al d e la n a tu ralizació n d e los sexos u n ata­
q u e al universalism o rep u b lica n o , q u e sólo rec o n o c e c iu d a­
danos “abstractos”. La p a rid a d “es la d em o cracia c o m u n ita ria
d e los c u p o s”, declarab a Elisabeth B a d in te r (1996). Si las m u ­
je re s son u n a categ o ría n a tu ra l q u e d e b e estar rep re sen ta d a,
¿qué su c ed e rá m a ñ a n a co n las “razas”, edades, religiones,
id en tid a d e s n atu rales e id en tid a d e s elegidas, c u a n d o la ciu d a­
d a n ía exige u n p u n to d e vista universal que trascien d a todas
estas adscripciones particulares? A lgunas fem inistas tam b ién
criticab an la p a rid a d p o rq u e natu ralizab a el sexo, lo q u e, p o r
su puesto, es c o n tra rio a la id ea d e que, en vez del anclaje bio­
lógico, lo im p o rta n te son las co n stru ccio n es culturales d e los
sexos, el g é n e ro . Si el objetivo es criticar y ab o lir las categorías
d e g é n e ro , hay q u e rech azar to d o c u a n to las vincula a la raíz
n a tu ra l d e los sexos.
¿ D I S C R I M I N A C I Ó N P O S I T I V A A I.A F R A N C E S A ? 59

Pese a todo, la p a rid a d p u e d e co n sid erarse co m o u n a po­


lítica a n tid iscrim in ato ria radical, u n a “ex cepción fra n c e sa ”
(M ossuz-Lavau, 2005). C on la p arid ad , la cu estió n d e los cu­
pos se zanjó en virtud d e la ig ualdad estadística de las dos m i­
tades del m u n d o . A dem ás p u d o llegarse a u n a c u e rd o so b re
u n a d e fin ició n n a tu ra l y n o a m b ig u a del pú b lico focalizado:
h o m b re s y m ujeres. Esto m ism o n o es válido p a ra las “razas”,
las id en tid a d e s cu ltu rales ni las sexualidades. T a m p o co h u b o
u n te m o r serio a q u e se in stalara el voto “c o m u n ita rio ” sexua­
d o , ya q u e n o se so sp ech ab a a priori q u e m u jeres y h o m b re s
fu e ra n a votar p o r ca n d id a to s d e su p ro p io sexo y p o r parti­
dos q u e d e fe n d ie ra n los intereses d e cad a u n o d e los sexos.
Sin em bargo, a p e sar d e los progresos en c u a n to a la p re ­
sencia d e las m ujeres en la vida política, la p a rid a d n o h a al­
can zad o el objetivo d e u n a igualdad p len a e n tre m u jeres y
h o m b re s en la re p re se n ta c ió n política, so b re to d o e n las fu n ­
ciones q u e ocu p an .

LA FUERZA DEL DERECH O

Las m edidas antid iscrim in ato rias to m a ro n la fo rm a d e rec o ­


m en d acio n es, cartas y p ro c e d im ie n to s q u e e n su m ayoría son
indirectos. R esulta difícil sa b er en q u é m e d id a las re c o m e n ­
d acio n es su rtiero n efecto.
E n algunos ám bitos, las cosas cam b iaro n . P o r ejem plo, e n ­
tre 2000 y 2010 h u b o u n g ran avance en la re p re se n ta c ió n
d e la diversidad e tn o rra c ia l en televisión. A u m e n tó el n ú m e ­
ro d e personajes “n o blancos” en las series y en los program as
d e ficción, y la c a n tid ad d e actores “n o b lan co s” p ro ta g o n is­
tas pasó d e veinticinco a se te n ta y dos (CSA, 2011, tam b ién
M acé, 2008). H ay q u e a d m itir q u e los canales d e televisión
n o tie n e n m u ch o s rep aro s a la h o ra d e reflejar a los diversos
p úb licos masivos a los cuales q u ie re n llegar; n e c esita n q u e
todos se sien tan u n p o c o identificados, c o m o en la telenovela
6o LO Q U E N O S UNE

Plus belle la vie. E n cam bio, seg ú n u n a m edición d el In stituto


M o n taig n e, los avances resu lta n ta n to m en o s p e rc e p tib les en
la re p re s e n ta c ió n política: la c a n tid a d d e m u jeres electas se
in c re m e n tó , p e ro n o así el d e los m ie m b ro s d e m in o ría s cul­
tu rales y m e n o s a ú n el d e o b re ro s y em p lead o s, q u e es casi
in e x iste n te (Keslassy, 2009). E n este caso, se c o n su m a el efec­
to Token:* hay “c e le b rid a d e s” q u e e n c a rn a n la diversidad,
p e ro so n e l á rb o l q u e im p id e v e r el b o s q u e (A vanza, 2 0 1 0 ).
¿Hay q u e su b e stim a r los efectos d e l d e re c h o q u e c o n d e n a la
d isc rim in a c ió n y facilita las d e n u n c ia s h a c ie n d o q u e la c arg a
d e la p ru e b a recaig a so b re la p e rso n a , e m p re sa o in stitu c ió n
acu sad a d e discrim inar? Esta p re g u n ta es e n v erd ad difícil d e
re s p o n d e r. A u n e n caso d e q u e los efectos del d e re c h o e n la
m a te ria n o se m id a n c o rre c ta m e n te , n o d e b e n subestim arse
sus efectos sim bólicos y su ca p ac id ad d e in flu ir en la c o n d u c ta
d e los individuos. El d e re c h o tra n sfo rm a las prácticas y fo ija
, u n a p e d a g o g ía . Se m u ltip lican las c ap acitacio n es p a ra el per-
i sonal d e a te n c ió n al p ú b lic o d e la a d m in istra c ió n p ú b lic a y d e
i los m u n icip io s, el p e rso n a l au x iliar e n hospitales, los directo -
: res d e rec u rso s h u m a n o s y los sindicalistas p a ra evitar deslices
p o r p a rte d e los individuos y tra sto rn o s p a ra las in stitu c io n e s
(B ereni y C h a p p e , 2011).
A veces, estas m edidas y n o rm as ju ríd ic a s se p e rc ib en co m o
nim ias, co m o si el d e re c h o sólo fuese u n a m a n e ra d e o c u lta r la
c ru e ld a d d e las relaciones sociales. En m ate ria d e d iscrim ina­
ció n , el d e re c h o sería u n a h ip o c re sía social más. La c o n d e n a
ju ríd ic a d e la d isc rim in a c ió n sería p a rte d e u n a “c o rre c c ió n
p o lític a ” in to le ra b le , in d ife re n te a las v erd ad eras rela cio n e s
sociales; o b lig a ría a callar lo e v id e n te y o c u lta ría las injusticias
q u e ta m b ié n su fre n los m ie m b ro s d e la m ayoría, ya q u e el
d e re c h o sólo se p re o c u p a ría p o r las m in o ría s...

* Esto es, la extrem a visibilidad d e individuos “diversos” , q u e p arece dar


cu e n ta d e una supuesta realidad más igualitaria. Esa “sobrerrepresen-
tación” d e casos q u e en realidad son excep cio n es se ha vuelto tem a d e
d eb a te en tre fem inistas y m ilitantes p o r los derech o s civiles. [N. d e E.]
¿D IS C R IM IN A C IÓ N POSITIVA A I A FRANCESA? 6l

C o n tra esta m irada, d efen d am o s tan to el d e re c h o co m o lo


“políticam en te c o rre c to ”. C on el p rete x to d e q u e los prejuicios
racistas, hom ofóbicos y sexistas están arraigados y acaso p resen ­
tes en todas las sociedades, incluso en quienes son sus víctimas,
¿podem os tom arlos c o m o “o p in io n e s” aceptables? ¿Es im agina­
ble q u e, con el p re te x to d e q u e esas pulsiones existen, ya n o se
c o n d e n e n la violación, la violencia m arital, el m altrato infantil,
la pedofilia o la c ru e ld a d hacia los anim ales? En cu alquiera d e
los casos, n o es lo m ism o vivir en u n a sociedad d o n d e el d e re ­
c h o c o n d e n a el racism o q u e vivir en u n a sociedad e n la cual el
racism o es u n a opinión en tre otras. No es lo m ism o saber q u e u n o
es víctima de u n delito c o n d e n ad o p o r ley q u e pensar que lo que
p a ra u n o es u n a injusdcia n o lo es p a ra los dem ás.

V O L V E R A LAS E X P E R IE N C IA S

A dem ás d e evaluar los efectos objetivos d e las políticas d e eq u i­


d a d q u e se o p o n e n a la discrim inación, cabe p re g u n ta rse d e
q u é m an e ra los individuos discrim inados p e rc ib e n dichas p o ­
líticas. ¿En q u é m e d id a los d eb ates colectivos se c o rre sp o n d e n
co n las adversidades individuales? En la m ayoría d e las entrevis­
tas, les p re g u n ta m o s a las p ersonas q u é p en sab an d e la discri­
m inación positiva. A unque - e n p rin c ip io - p o d ría re d u n d a r en
j b e n e fic io s p a ra los e n tre v is ta d o s , casi to d o s se d e c la ra r o n
ji e n c o n tra . R ech azaro n los cupos, así com o la focalización.
A veces, los a rg u m e n to s n o c o in c id e n c o n los d e l d e b a te
pú b lico . A lgunas p e rso n a s insisten e n el c a rá c te r elitista d e la
d isc rim in a c ió n positiva, q u e sólo busca c o n v e rtir e n e je m p lo
a los m ejo res d e u n a c o m u n id a d y d e ja de la d o a to d o s los
d em ás. C o m o ex p lica Z in ed in e:

Buscan e n c o n tra r u n o s happy few , y algunos van a usar


el sistem a y lo van a usar e n beneficio propio. P ero la
v erd ad era fu en te d e la discrim inación, el hardware, lo
62 LO QUE NOS UNE

que es vivienda y trabajo, eso no se toca, sólo van a la


superficie. Y cuando m uestran ejemplos, con gente bien
que tiene éxito, es una discriminación un poco tonta.

. Al prom over a los individuos más m eritorios, la discriminación


, positiva abandona a todos aquellos que dejaron pasar su opor-
j tunidad y que por eso mismo serían m erecedores de su desti-
) no. En este sentido, las políticas asociadas a la discriminación
positiva pueden verse como políticas liberales, “de derecha”,
que salvan a quienes m erecen ser salvados y gritan a los demás:
“¡Ay, de los vencidos!”. Probablem ente haya tenido m ucho que
ver con esta imagen que, en Francia, fuese Nicolás Sarkozy
quien impulsó dichas políticas a la vez que se expresaba con
dureza acerca de los suburbios y los inm igrantes (Simón, 2007).
La discrim inación positiva podría ten er un efecto negativo
en las personas que quedan fuera de los cupos. Esta política no
logra alcanzar las desigualdades más profundas y num erosas y,
además, nada indica que las élites que suijan de la discrim ina­
ción positiva o la paridad vayan a defender m ejor los intereses
de su grupo de origen. De creer en nuestras entrevistas, las
figuras de la política “provenientes de la diversidad” no siem­
pre son populares en tre los grupos que supuestam ente repre­
sentan. Según cuenta Naíma -rep resen tan te de una com una
de los suburbios, con responsabilidades de carácter nacional-,
siem pre tiene la im presión de ser sospechada de traición a la
“com unidad” que le asignan p o r sus orígenes y adversarios,
y tam bién sospechada de defender sólo a esa com unidad. Al
igual que en la escuela, quien tuvo éxito es un héroe al que se
envidia, pero tam bién un “farsante” que cruzó la línea, una
excepción cuyo éxito realza y legitim a el fracaso de los demás.
El segundo argum ento que se opone a la discrim inación
positiva, más constante y claro, está conectado con la defensa
de un m érito personal indiscutible: la discrim inación positiva
sería hum illante porque pondría en du d a los m éritos reales
de sus beneficiarios. Anisa trabaja en M cD onald’s:
¿D ISC R IM IN A C IÓ N PO SITIVA A LA FRANCESA? 6 3

Para ser honesta, m e resultaría muy, pero muy hum i­


llante que m e dijeran que conseguí trabajo porque
necesitaban a u n a árabe. Sería un golpe al orgullo
pensar que no m e contrataron por mis com peten­
cias, cuando estoy segura de que soy la m ejor en lo
que hago. No q u erría decirles a mis hijos: “Bueno, en
la entrevista en vez de hablar de mis aptitudes expli­
qué mi origen étnico y por eso me co n trataro n ”. No,
pienso que a los que se discrim ina la discrim inación
positiva los deja sin orgullo.

Fatima, una antropóloga que no obtuvo un puesto en la univer­


sidad a causa de lo que considera una discriminación implícita,
sin em bargo rechaza la idea de u n a discrim inación positiva.

¿Por qué discrim inación positiva? ¿Por qué? T engo la


misma trayectoria que usted, las mismas com peten­
cias... Entonces, ¿por qué positiva? Eso quiere decir
que me está dando un plus, pero no, no m e está dan­
do nada. Conseguí este puesto por m érito propio, así
que, ¿por qué usar ese térm ino conmigo? ¿Porque
soy negra? ¿Porque soy árabe?

Y agrega: “Además, creo que es injusto hacer discriminación nega­


tiva con los que hacen un buen trabajo y son blancos y franceses”.
Los jóvenes anim adores socioculturales “surgidos del terri­
torio”, a los que entrevistam os en una investigación an terio r
(Dubet, 2002), sabían perfectam ente que los habían contra­
tado por su origen cultural y social. Para ellos, esa discrim i­
nación positiva era una hum illación constante, porque no
lograban que sus colegas de planta perm anente reconocieran
su valor profesional. Siem pre los reducían a sus orígenes, a
sus supuestas com petencias sociales en tanto “nativos” de los
barrios y al “trabajo sucio”, que consistía en resolver disputas
en tre los jóvenes. Pero no es fácil rechazar un em pleo, ni si­
quiera u n o discrim inado positivamente.
64 1-0 QUK nos UNE

En definitiva, los individuos re to m a n los a rg u m en to s q u e


suelen esgrim irse en c o n tra de la discrim inación positiva y
les a ñ a d e n la am enaza de u n a asignación h u m illan te, c u a n d o
sólo te n d ría n q u e ser juzgados en fun ció n de su m érito y su
perso n alid ad . Así, instalando el recelo acerca del m érito, asig­
n a n d o a los individuos u n a id en tid a d colectiva y, quizá, sien­
do injusta c o n los dem ás (con los “blancos” de los program as
en cu e stió n ), esta form a de discrim inación no hace m ás que
sum arse al resto de las discrim inaciones. P o r e n d e , n o p o d ría
decirse q u e, al rechazar la discrim inación positiva, la sociedad
francesa haya h e rid o los sen tim ien to s y se haya o p u esto a las
d em an d as d e las personas discrim inadas.

¿ D E N U N C IA R ?

N adie cuestiona la co n d en a legal al racismo, el sexismo y la


discrim inación, p e ro todos los individuos afectados saben lo di­
fícil q u e es hacer u n a denuncia. E ntre 2005 y 2010, la HALDE
recibió c u a re n ta mil denuncias: el 50% estaba relacionada con
el trabajo, el 58% con las discrim inaciones étnicas, el 18% con
discapacidad y salud y el 9% con el sexo. De todas estas de­
nuncias, se consideró que cinco mil tenían suficiente sustento
para ser instruidas y sólo unos cientos de ellas consiguieron u na
condena. Es poco.
Para h a c e r u n a d e n u n c ia , hay q u e a p o rta r p ru eb a s y testi­
m onios, a u n q u e la ley del 27 d e m ayo d e 2008 p e rm ite inver­
tir la carga de la p ru eb a. ¿C óm o p ro b a r q u e a u n o le n e g a ro n
u n a vivienda o u n em p leo p o r su o rig e n sin a p o rta r la p ru e b a
d e q u e esa vivienda y ese e m p le o se los e n tre g a ro n a u n a
p e rso n a ex a cta m e n te sim ilar, p e ro p e rte n e c ie n te a la “m ayo­
ría ”? H a b ría q u e convocar a am igos “m ayoritarios” p a ra de­
m o strar la discrim inación, b u scar testigos, etc. ¿C óm o dirigir­
se a la p ro p ia policía para d e n u n c ia r el hostigam iento policial
c u a n d o u n o n o tie n e testig o s y es u n jo v e n c o n o c id o p o r
¿D IS C R IM IN A C IÓ N P O SIT IV A A 1JV F R A N C E S A ? 6 5

* c o m e te r algunas infracciones? Las asociaciones q u e luchan


contra la discriminación son prudentes, no quieren d efender ca­
sos “in d e fe n d ib le s”. A lgunos se los re p ro c h a n llam án d o lo s
“payasos de la HALDE y de SOS Racisme”.
C om o señala Mireille E berhard (2010), resulta más difícil
instruir u n a denuncia cuanto más veladas y sofisticadas son las
form as q u e tom a la discrim inación. En la m ayoría de los casos,
el racism o y el sexismo no son explícitos y agresivos. Las disco­
tecas y las cadenas de superm ercados contratan a em pleados de
seguridad negros para protegerse de cualquier acusación de ra­
cismo en caso de incidentes. En form as triviales, los estereotipos
negativos se cuelan en las relaciones sociales “norm ales”, en las
actitudes, m iradas y posturas, sin q u e haya posibilidad de cues­
tionarlas, au n q u e, en verdad, sean c o m p o rtam ien to s hostiles.
Las d enuncias constituyen u n riesgo y tie n e n u n costo que
va m ás allá d e lo financiero. U n o d eb e lanzarse a u n a aventu­
ra co n final d esconocido y de la cual saldrá a ú n m ás h e rid o
si fracasa. En el ám b ito laboral, la d e n u n c ia p o r discrim ina­
ción p u e d e involucrar al e m p le ad o r y al su p e rio r jerá rq u ic o ;
p e ro e n m uchos casos la discrim inación, al igual q u e el hos­
tigam iento, es la o b ra colectiva de u n g ru p o de colegas que
p a rticip a n de m an e ra directa o com o cóm plices, a u n q u e sólo
sea con su silencio. P o r eso, q u e alguien se q ueje equivale a
q u e se o p o n g a a to d o el e n to rn o laboral, a arriesgarse a que
lo tac h e n de te n e r “m al te m p e ra m e n to ” o ser “u n c a b ró n ”, así
c o m o a e x p o n e rs e a c o n firm a r los clichés racistas y sexistas.
U n g ru p o de m ilitantes encargados de los problem as de
discrim inación en u n a c e n tral sindical explica q u e p o r este
m otivo m uchos de los casos son “delicados” y “difíciles”. Así,
p re fie re n n o e m p u ja r a la p erso n a discrim inada - q u e tiene
en su c o n tra a g ran p a rte de sus co leg as- a q u e haga la de­
n u n c ia , sino resolver el asu n to con calm a, m ed ia n te u n re-
posicio n am ien to o u n cam bio de e n to rn o profesional. Esta
estrategia no significa q u e no haya discrim inación, sino que,
c u a n d o el q u e discrim ina es u n g rupo, la víctim a no tiene
n in g u n a posibilidad de ganar.
66 LO Q U E N O S U N E

- Pascale, q u e trab ajab a e n u n c e n tro m éd ico , llevó hasta el


final su d e n u n c ia c o n tra u n m éd ic o q u e la h o stig ab a sexual-
m e n te y la discrim inaba. E n to n c es tro p e z ó co n sus com pa-
v ñeras, q u e p e n sab a n q u e “n o e ra p a ra ta n to ”. Al final g a n ó
e n trib u n a le s, gracias al apoyo d e alg u n o s m édicos, p e ro de-
¡ bió d e ja r su trabajo, p o rq u e la ac titu d d e sus colegas se h ab ía
vuelto in so p o rtab le . A p e sar d el re su lta d o favorable d e la c a u ­
sa, Pascale se sintió d o b le m e n te víctim a.
Existe u n m ecanism o m ás p ro fu n d o q u e p o n e fre n o a la in-
| ten ció n d e h a c e r u n a d en u n cia: el rech azo a asum ir el estatus
| d e víctim a. P aradójicam ente, al h a c e r u n a d e n u n c ia para d e ­
fe n d e r la d ig nidad, en el fon d o u n o se e x p o n e al riesgo d e p e r­
d e r p a rte d e ella. A ristide, u n jo v en e m p le a d o n e g ro , explica:

E n u n a é p o c a m e sen tía víctim a. E n serio, usted q ui­


zá se ría, p e ro yo m e se n tía u n a víctim a. P ero b u e ­
n o , al final m e dije: “Lo q u e n o te m ata te h ace m ás
fu e rte ”. Si m e h u b ie ra c o n c e n tra d o e n esos actos dis­
c rim in a to rio s, m e h a b ría p u e sto u n a traba. Mi ú n ic a
o p c ió n h a b ría sido volverm e a m í país. P e ro b u e n o ,
c e rré los ojos, seguí a d e la n te y m e esfo rcé m ás. Y hoy
te n g o el p u esto .

O p o n e r la fuerza d e c a rá c te r o la g ra n d e z a d e e sp íritu sería


m en o s p e iju d ic ia l q u e q u ejarse y co n v e rtirse e n u n a víctim a
a n te u n o m ism o .10 F re n te al tra u m a d e la discrim in ació n , n e ­
garse a h a c e r la d e n u n c ia p o d ría ser u n a fo rm a d e resiliencia
m ás q u e u n a m a n e ra d e r e h u ir el c o m b ate. Así, N asri, u n téc­
n ico in d u stria l, explicaba: “T e digo, n u n c a p o d ría h a c e rm e
la víctim a. T e n g o m i org u llo . Si n o m e fu e b ien e n la escuela
es p o rq u e n o m e fue b ien y p u n to . Sé q u e m e d isc rim in a ro n ,
p e ro n o q u ie ro ser u n a víctim a. Es u n a m u e stra de d e b ilid a d ”.

10 A cerca de esta actitud, véanse L a m o n t (2 0 1 4 ) y Lieb ow (2 0 1 0 ).


¿ D IS C R IM IN A C IÓ N P O S IT IV A A LA F R A N C E S A ? 67

L A S D E S IG U A L D A D E S S O C IA L E S E N C A S T R A D A S

) M ientras la discrim in ació n es vivida co m o u n a p ru e b a dolo-


rosa y u n escándalo m o ra l p o r sus víctim as, m ie n tra s los m ili-
i tan tes y las políticas tie n d e n a d e fin irla y d istin g u irla d e o tra s
j injusticias sociales p a ra c o n s tru ir políticas específicas, las p e r ­
sonas q u e entrevistam os se ñ ala n q u e la d iscrim in ació n está
j e n c a stra d a en la d e sig u a ld ad social y q u e aislarla n o es tan
1 fácil.
La m ayoría d e los in d ividuos discrim in ad o s n o viven aisla­
dos d el m u n d o y saben q u e u n a m p lio p o rc e n ta je d e los o tro s,
los “m ayoritarios”, se e n fre n ta n a los m ism os p ro b lem as: d e ­
sem p leo , p recarizació n , p o b rez a , in se g u rid a d , etc. S aben q u e
to d o s c o m p ite n e n las filas p a ra c o n seg u ir u n trab ajo , u n a
vivienda, servicios so ciales... T a m b ié n saben q u e , seg ú n m u ­
ch o s petits blancs* g o zarían d e “privilegios”, ya q u e el tra to a
los “in m ig ra n te s” c o m o “fran ceses” ya es u n privilegio.
De a h í q u e todas las políticas q u e p o d ría n darles u n a ventaja
relativa, co m o la d isc rim in a c ió n positiva, les p a re c e n injustas
y peligrosas a la vez. Estas p o d ría n c o n firm a r u n e ste re o tip o
hostil ( “a los in m ig ra n tes les d a n to d o y a los franceses, n a d a ”)
y, e n el largo plazo, d e sle g itim a r al E stado d e b ien e star, q u e
d e ja ría d e ser universal. C o m o explica M artin G ilens (1999)
so b re los Estados U nidos: ¿ p o r q u é so ste n e r u n E stado b e n e ­
fac to r q u e sólo b en eficia a los “e x tra n je ro s”, las “m in o ría s” y
to d o s aquellos q u e n o lo “m e re c e n ”? Este a rg u m e n to su elen
esg rim ir co n fuerza —a veces e n térm in o s m en o s ap acib les—
los m ilitan tes y tra b a ja d o re s sociales q u e in te rv ie n e n en los
b a rrio s d o n d e la “c o m p e tic ió n e n tre víctim as” ya está a lim e n ­
ta n d o el racism o, la d esco n fian z a d e los servicios p úblicos y
“le h a c e el ju e g o al F re n te N a c io n al”.

* Petit blanc [blanquito] se refiere a una figura de La socied ad d e Francia


q u e es el francés b la n co y pob re. Podría ser equ ivalen te al while. trask
estadoun iden se. [N. d e T ]
68 LO QUF. N O S u n í :

Si se piensa que la discrim inación positiva podría ser el


principal criterio de una política antidiscrim inatoria, es ne­
cesario señalar que en Francia se habló m ucho de ella, pero
nunca se la puso en práctica. Ese tipo de política no form a
parte de un m odelo político ni de un m odelo social y nunca
se apoyó en bases filosóficas sólidas. El caso de la paridad re­
sulta muy instructivo, porque, al definir a las m ujeres como
una categoría “natural”, resolvió dos problem as esenciales: el
de los cupos y el de la población focalizada.
Lo cierto es que no puede decirse que no se hizo nada: la
acum ulación de organismos y dispositivos lo dem uestra. Sin
em bargo, todos ellos se inscriben en los marcos universalistas
y eluden definir cuáles son sus cupos y a qué público están
destinados: políticas de prom oción social [politiques de la ville\,
políticas escolares, etc. C uando uno se pone en el lugar de las
personas discriminadas, esta m anera de inscribir las políticas
antidiscrim inatorias en un m arco más general parece contar
con relativo apoyo. Son pocos quienes desean u n a “verda­
d e ra ” discrim inación positiva. El desafío de la igualdad y la
equidad se cuela en un modelo de justicia más general, lo que no
significa que este últim o sea suficiente.
3* Los conflictos del reconocimiento

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(P •««!< iiill. ¡jÜ ' ■
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X 1,
V - ;
K\ $ $£, \ \
La dem anda de igualdad y equidad forma parte de
u na concepción de la justicia que está inscripta en el núcleo
mismo de las sociedades democráticas. La tesis de una de­
sigualdad natural de las razas y los sexos dejó de ser aceptable
y ya nadie puede oponerse a viva voz a la idea de que somos
iguales y debemos ten er las mismas posibilidades de éxito.
/ En cambio, la dem anda de reconocim iento de identidades y
! culturas plantea problem as muy distintos: si la dem anda de
I, igualdad lleva a los individuos a volverse invisibles, con la
dem anda de reconocim iento buscan volverse “visibles”.
Para la mayoría, reconocer que una identidad m inoritaria
cuenta con igual dignidad significa cuestionar la identidad
propia y redefinir la dimensión com unitaria de la vida social.
Si la dem anda de igualdad se apoya en teorías de la justicia,
la de reconocim iento pone en juego concepciones del bien,
las identidades y los imaginarios de la buena sociedad y la
fraternidad, de lo que tenemos en común. Ahora bien, aunque
los principios de justicia perm iten establecer acuerdos y prio­
ridades, es difícil negociar valores e identidades: uno puede
aceptar ser un poco más o un poco menos rico, pero es más
difícil ser “un poco más” o “un poco m enos” francés, católico,
m usulmán, vale decir, ser más o m enos uno mismo.
Cuando se admite de m anera ritual que la riqueza de Fran­
cia es producto de la diversidad, con las sucesivas oleadas de
migrantes, es sobre todo para decir que esta diversidad se fu­
sionó en una cultura nacional que jerarquiza el orden de las
identidades, el de las “patrias chicas” y la nación, el de los
72 LO Q U E N OS U N E

palois (o “dialecto s”) convertidos e n lenguas reg io n ales y el


francés d e las creencias religiosas privadas y d e la vida p ú b li­
ca. E n la a ctu alid ad , este o rd e n asignado a las id en tid a d e s
y p e rte n e n c ia s se vería en riesgo. Si b ien e n lo ín tim o d e
su corazón, d e su fam ilia y d e su capilla u n o p u e d e te n e r sus
creencias, la d e m a n d a d e rec o n o c im ie n to alcanza al espacio
p ú b lico c u a n d o se p la n te a n cu estio n es co m o el “fu lar islá­
m ico”, las fiestas religiosas, las relacio n es e n tre los sexos, la
a d o p c ió n y la gestación.
Más allá d e su h e te ro g e n e id a d , la d e m a n d a d e rec o n o c i­
m ie n to d e los m usulm anes tra sto rn a la im agen d e n ació n
y de id e n tid a d m ayoritaria. Si el islam se instala e n el es­
pacio público , “n o so tro s”, los franceses, ¿quiénes som os? Si
las parejas hom osexuales p u e d e n te n e r hijos, “n o so tro s”, los
hetero sex u ales, ¿quiénes somos? Y en efecto, los p ro b lem as
d e la id e n tid a d h a n invadido el espacio político. Son in c o n ­
tables los ensayos y las co b e rtu ra s d e m agazines d ed icad as
a la “am enaza” islámica (no sólo con relación al terrorism o),
la “d e c ad e n c ia ”, el “suicidio” francés, la “id e n tid a d desdi­
c h a d a ” (ni h ab lem o s d e los blogs, sitios e n in te rn e t y co­
rre o s d e lectores, p lataform as q u e n o su elen b rillar p o r su
u rb a n id a d ).
La d e m a n d a d e reco n o cim ien to resulta tan to más p eligro­
sa c u a n to q u e se desarrolla e n u n clim a d e p ro fu n d a in ce r­
tidum bre: in certid u m b re económ ica, in tern acio n al, política,
ecológica e incluso sociológica. D e a h í q u e m uchos de los in­
dividuos discrim inados se sientan reh e n e s d e d em an d as de
reco n o cim ien to más o m enos radicales, p o r u n lado, y d e ­
fensas identitarias m ayoritarias, igualm ente radicales, p o r el
otro. Estas personas tien en la im presión d e que su pro b lem a
d e reco n o cim ien to se convirtió e n el p ro b lem a de u n a socie­
d a d e n te ra y q u e su ex p eriencia se les escapa. Así, los debates
colectivos aplastan las pruebas individuales.
I.OS C O N F L IC T O S D E L R E C O N O C IM IE N T O 73

E L R E T O R N O D E LO S R E P R IM ID O S (O R E L E G A D O S )

|P or muy presente que tengam os que el c o n cep to de identi-


:d ad es el más discutible de todos, que naturaliza y reifica cul-
» turas y personas, que es u n a construcción, un relato y hasta
¡ u n a ficción, sigue siendo difícil no utilizar esta noción “de
1 algod ón de azúcar”, im precisa y pegajosa, p o rq u e los actores
■ n o d ejan d e em plearla cu an d o hablan de ellos m ism os y de lo
q u e los distingue de los dem ás (K aufm ann, 2014). La id en ti­
d ad se afirm a con más fuerza cu a n to m ás incierta o flotante es
y c u a n to m ás am enazada está, lo que p ru eb a en qué m edida
la id en tid ad es m enos u n h e c h o q u e un problem a, m enos u n
ser social q u e un trabajo de construcción de uno mismo y del mundo
social
D u ra n te m ucho tiem po, los individuos discrim inados re­
p rim ie ro n su id entidad, la m antuvieron velada, al m argen,
l a lengua de origen q u edaba reservada al espacio privado
y las prácticas religiosas d eb ían ser discretas, com o co rre sp o n ­
día que hicieran los “inm ig ran tes”. A los inm igrantes polacos
de 1930 se los criticaba po r ser “dem asiado católicos”. Las m i­
norías sexuales estaban tapadas en el clóset de las id en tid a ­
des vergonzantes, p ero c u an to m ayor esfuerzo se hacía p o r
ocultarlas, más se revelaban a n te los dem ás. En cu a n to a la
“id e n tid a d ” fem enina, resultaba casi im posible reivindicarla,
ya q u e se la dab a p o r descontada; u n co n ju n to de m arcos y
norm as n o dejaba de definirla y atenazarla: en p rim e r lugar,
la puesta en escena del cu erp o y u n a “n aturaleza” fem enina
com o evidencia.
Las dem andas de reco nocim iento surgieron en el m o m en ­
to en que todos estos dispositivos se hicieron trizas. La re p re ­
sión de las identidades y la conform idad a las asignaciones
n o garantizan la igualdad, ya q u e la discrim inación persiste
í incluso c u an d o el sujeto cree h a b e r abolido su id en tid ad . Yo
creía ser un francés com o cu alq u ier otro, y m e tratan com o a
un inm igrante. E ntonces, p ara que no m e discrim inen, exijo
q u e reconozcan mi identidad. Ya no quiero o ra r en el sótano,
74 1-0 Q U E N O S U N E

n o q u ie ro e sc o n d e r lo q u e soy, q u ie ro vestirm e co m o m ejo r


m e parezca, mis tabúes alim en tario s son tan respetables com o
los de ustedes. Sólo c u a n d o reco n o zcan la p len a d ig n id a d de
lo q u e soy p o d ré ser su igual.
D ado q u e ya hay u n a a p e rtu ra del m u n d o m ás u n llam ado
a la a u te n tic id a d y sin g ularidad del individuo dem o crático ,
el “d e re c h o a la d iferen cia” se im p o n e en todas partes, recla­
m a n d o d e re c h o s culturales desp u és d e co nquistados los d e ­
rechos d em ocráticos y sociales (W ieviorka, 2001). El vocabu­
lario q u e d o m in a esta reivindicación ya n o es el de la ju sticia
social y la distribución d e bienes; es una lengua moral, la de la
vergüenza y el respeto, la hum illació n y el orgullo, el disim ulo
y la a u te n tic id ad .
L a d e m a n d a d e re c o n o c im ie n to se aso cia c o n la ex p e-
rie n c iá d e la d isc rim in a c ió n , ya q u e sólo e n u n m u n d o
id eal p o d ría m o s se r a la vez p e rfe c ta m e n te ig u ales y p o r
e n te r o d ife re n te s. Sin e m b a rg o , esa d e m a n d a n o es u n a
sim p le e x p re s ió n d e u n p ro b le m a social, u n a o p e ra c ió n
q u e , p o r lo g e n e ra l, se p r o p o n e q u e u n d e s c o n o c id o c u ltu ­
ral e n tr e e n lo “ya c o n o c id o ” social y p o lític o . E n u n a é p o ­
ca d e á sp e ra s d iscu sio n es so b re las causas d el te rro ris m o y
la re iv in d ic a c ió n id e n tita ria e x tre m a q u e lo s o stie n e , p a re ­
ce a p re s u r a d o c o n s id e ra rlo c o n s e c u e n c ia ú n ic a y m e c á n i­
ca d e l “p ro b le m a d e los s u b u rb io s ”: se g re g a c ió n , p o b re z a ,
racism o , d isc rim in a c ió n . H a c e fa lta re c o r d a r q u e la afirm a­
ción id e n tita ria n o es fo rzo sam en te p ro d u c to de la m iseria y
la d isc rim in a c ió n .
H oy e n día, católicos y ju d ío s b ie n “in te g rad o s”, así com o
u n a m u ltitu d d e g ru p o s p en teco stales fu era de E u ro p a a p e ­
lan a id en tid a d e s q u e se c reían olvidadas y b ien escondidas
en la esfera privada, sin q u e p u e d a considerarse q u e esos m o­
vim ientos son los efectos d e u n p ro b le m a social. Los jó v en es
m u su lm an es q u e afirm an su id e n tid a d a viva voz n o n ecesaria­
m en te están vivenciando u n fracaso escolar ni p ro v ie n e n de
u n e n to rn o fam iliar frag m en tad o o indigente. A lgunos de ellos
son jó v en e s d e clase m edia convertidos y q u e -a n te s d e reivin­
LO S C O N F L IC T O S DEL R E C O N O C IM IE N T O 75

d icar esa c re e n c ia q ue, seg ú n parece, los d isc rim in a - n u n c a


se h ab ían sentido d iscrim in ad o s.11
P o r lo tan to , la d e m a n d a de rec o n o c im ien to e id en tid a d
n o sólo es u n efecto d e la “crisis” y los p ro b lem as sociales,
a u n q u e la vida sería m ás fácil sin desem pleo ni p recaried ad .
Esta d e m a n d a tam bién surge d e u n a lógica p ro p ia , de u n dere­
cho a ser uno mismo, q u e se c o n sid era fun d am en tal: la lib ertad
d e q u e se reco n o zca lo q u e u n o es “para sí m ism o”. E n este
sen tid o , es tan m o d e rn a com o todas las d em an d as d e a u te n ­
tic id a d y singularidad. Es la n ecesidad m o d e rn a de te n e r d e­
re c h o a las raíces y trad icio n es propias no b ien u n o q u iera.

E L D E S G A S T E D E LO S G A R A N T E S M E T A S O C IA L E S

El re to m o d e los rep rim id o s (esto es, los relegados, los exclui­


dos)* d e las m inorías n o es n a d a al lado del re to rn o d e los
rep rim id o s q u e aq uel provoca en la id en tid a d m ayoritaria, ya
q u e el rec o n o c im ien to d e u n a d iferencia n o es u n sim ple ges­
to d e cortesía liberal. A quello q u e p o d ría in c re m e n ta r el exo­
tism o d u ra n te breves e n c u e n tro s en plan turístico n o fu n cio ­
n a c u a n d o hay qu e convivir en la m ism a sociedad, la m ism a
ciu d ad , la m ism a calle, la m ism a escuela y la m ism a em presa.
Está claro q ue los m ovim ientos populistas id entitarios q ue
se despliegan en E u ro p a y, en cierta m edida, en los Estados
U nidos n o son m eras reacciones a las dem andas d e rec o n o ­
cim iento de las m inorías. A m e n u d o , no hay más c a n tid ad de
m ino rías q u e veinte años antes. A veces, com o en P olonia, no

11 A cerca d e la dificultad occid en tal para enten d er lo religioso. W alzer


(2 0 1 5 ).
* D ub et hace un ju e g o de palabras con refoulés, que en clave freudian a
podrían ser “los censurados”. D e hech o , a lo largo del libro la exp re­
sión tam bién se utiliza con ese térm ino en singular: le retour du refoulé,
“el reto rn o de lo reprim id o”. [N. d e E]
76 LO Q U E NOS UNE

hay ninguna, pero para que no las haya se cierran las fron-
teras. P uede suceder que las cuestiones identitarias se de­
sarrollen en un contexto de crisis económ ica; pero tam bién
hay casos com o los d e Austria y N oruega, donde la crisis está
relativam ente atenuada, m ientras que en otros países, com o
en España, la crisis es fuerte y la extrem a d erecha populista
es débil. Así que la d em anda de reconocim iento de las m ino­
rías no provoca y explica p o r sí sola el populism o identitario y
nacionalista. Por el contrario, todos estos temas se cristalizan
en las m inorías, que son m enos una causa que un síntom a.
N inguna gran novedad en todo esto: está claro que la causa
del antisem itism o alem án de los años treinta del siglo pasado
no eran los judíos.
Si bien adm itim os que la vida social y las m aneras de vivir
ju n to s se apoyan, en tre otras cosas, en garantes metasociales,
concepciones im plícitas y com partidas d e la naturaleza de las
cosas y de los sistemas simbólicos que representan esta evi­
dencia, cabe decir que hoy e n día dos d e estos m arcos pare­
cen convulsionados.
El prim ero es el d e la nación. La nación n o sólo es el m arco
político de la dem ocracia y del Estado, tam bién es la adhesión
a un relato y a un im aginario de fraternidad, a u n a com uni­
dad “sentim ental”, “u n a idea m ística y oscura”, com o escribía
D urkheim (1975: 49). P orque pertenecem os a u n a mism a na­
ción, aceptam os algunos sacrificios que benefician a quienes
no conocem os, p o r el solo motivo de que son nuestros com ­
patriotas. A unque el patriotism o y el sentim iento nacional ya
no tengan el carácter heroico, de conquista y sacrificio que
solían ten er antes y d u ran te la Prim era G uerra M undial, la
nación, con su idiom a, su historia y sus paisajes, form a par­
te de la identidad m ás pro fu n d a de los individuos. En cierta
m edida, les da consistencia y estabilidad frente a los desórde­
nes del m undo.
A hora bien, la nación tal com o se la representó d u ran te
m ucho tiem po ya n o es algo que se da por sentado. La ar­
ticulación de u n a soberanía política absoluta, una cultura
LOS C O N F L IC T O S DEL R E C O N O C IM IE N T O 77

hom ogénea y un a econom ía nacional que reposan sobre su


m oneda y sus fronteras ya no es m ás que un recuerdo. Hoy
en día, la soberanía se com parte. La época de u n a econom ía
soberana, dirigida p o r u n a burguesía nacional y un Estado
todopoderoso, tam bién parece term inada. Día tras día, la
presencia d e m inorías que reclam an un m ínim o de recono­
cim iento dem uestra que la cultura y la identidad nacionales
ya nunca serán tan hom ogéneas com o lo suponían los relatos
aprendidos en los pupitres de la escuela. Entonces, ¿tenem os
que volver a las fronteras e identidades que supuestam ente
>“nos” protegían con eficacia? De a h í a transform ar en enem i­
gos a los inm igrantes y sus hijos hay sólo un paso, que partidos
políticos, intelectuales y amplias fracciones de la opinión pú­
blica dan con facilidad.
El segundo garante m etasocial q u e actualm ente está en e n ­
tredicho es la naturaleza. Sin que fuese p o r com pleto cons­
ciente - d e tan evidentes que resultaban las cosas-, el orden
sexual parecía fundado sobre u n a “naturaleza” inm utable: un
ho m b re no es u n a m ujer y u n a pareja está com puesta por
u n hom bre y una m ujer. A hora bien, el “m atrim onio para
todos”, que deriva de la afirm ación del principio de igualdad
e n tre los individuos y del reconocim iento d e igual dignidad
para las sexualidades, p ertu rb a las bases “naturales” de la fa­
milia y las relaciones e n tre hom bres y m ujeres. C uando son
los propios m odos de filiación los que p u ed en ser conm o­
cionados y redefinidos, los fundam entos naturales de la vida
social parecen am enazados (Théry, 2016).
Si bien la estela del reto rn o de los reprim idos es seguida
por los viejos discursos racistas y hom ofóbicos, sería muy ap re­
surado reducirlos a “arcaísm os” y viejas supervivencias ideoló­
gicas. Así com o no hay que caer en el facilismo de creer que
el re to m o de los reprim idos se d eb e a la crisis económ ica,
tam poco hay que inscribirlo necesariam ente e n el relato que
co n trap o n e llum inism o a oscurantism o. Esta m ala lectura po­
dría volverse un peligroso e rro r político (Taguieff, 1991).
78 LO QUE NOS UNE

LA N A C IÓ N A M E N A Z A D A

“El gran reem plazo”, “Invasión”, “Acá no querem os m ezqui­


tas”, “Estamos en Francia”, la defensa de los program as de
historia com o relato nacional, el cuestionam iento de los me-
nús sin cerdo en los m enús escolares, la prohibición absoluta
del velo, el no a los refugiados “en nuestro país”: no hace falta
ser sociólogo para e n te n d e r que se acusa al islam de ser u na
am enaza para la com unidad nacional y su identidad.
El 72% de los franceses se o pone al uso del fular en la
escuela y la universidad y el 68% a que lo usen las m adres
acom pañantes du ran te las excursiones escolares (F ourquet y
M ergier, 2015). En un apacible pueblo de Périgord, u na aso­
ciación llam ada Le C ochon Gaulois [El Cerdo Galo] exigió y
logró que se cerrara una sala de plegarias. De la m ano de res­
puesta identitaria refleja, se m ultiplican los program as dedi­
cados a “nuestra” cocina, el pueblo más herm oso de Francia,
el castillo más herm oso de Francia y el bistró más herm oso de
Francia. ¡La defensa del acento circunflejo cifra toda la cultu­
ra nacional! France 2, un o de los canales públicos, em ite pro­
gramas históricos dedicados a los reyes y a las princesas, cuyo
estilo épico y patriótico hace que A ndré Castelot y Max Gallo*
parezcan austeros historiadores de la Escuela de los Anuales. El
único consuelo se encontraría en la nostalgia de la grandeza
pasada y la vida plácida de un m u n d o que se nos escapa.
“U no ya no se siente com o en casa”, juzgan el 61% de los
franceses, el 95% de los electores del Frente Nacional y el 72%
de los obreros. Para el 54% de los franceses, “el islam no es
com patible con los valores de la República” y el 74% piensa
que el laicismo está am enazado (según inform ó IPSO S/Steria
en abril de 2012). Un análisis de los sondeos realizados antes
y después de los atentados de enero de 2015 m uestra que los

* Dos autores de best sellen “ligeros” de tema histórico. [N. de E.]


LOS C O N F L IC T O S DEL R E C O N O C IM IE N T O 79

franceses que fueron a la manifestación del 11 de enero vivie­


ron los ataques com o un shock y un traum a. Pero para los de­
más, para los que no se m anifestaron, todo estaba escrito, era
algo que inexorablem ente debía suceder y que va a repetirse,
porque la com unidad nacional está am enazada por inm igran­
tes que nunca van a integrarse y que constituyen un enclave
extranjero en Francia.
La globalización, E uropa, el retroceso del Estado y la po­
rosidad de las fronteras habrían abierto el cam ino a u na pro­
longada destrucción de la com unidad nacional. Todos estos
juicios n o son sólo efecto de la propaganda del Frente Nacio­
nal y de los m edios com placientes, ya que este partido y estos
m edios van a la zaga de sus electores y su público, antes que
precederlos. T am poco son opiniones desordenadas que po­
drían en co n trar cierta coherencia en las teorías conspirativas
en que todo cobra sentido.
C uando se ad o p ta el p u n to de vista del relato nacional
francés -e l de u n a nación p ro tecto ra, p len am en te sobera­
na y ho m o g én ea a la vez, el de u n a nación que fue la G ran
N ació n -, todo se inscribe en una larga caída, en un “sui­
cidio francés”: las industrias se deslocalizan, los aldeanos
desaparecen, el Estado se debilita, E uropa y los m ercados
dictan su ley. En cu anto a los inm igrantes, estos participan
en esta historia al reclam ar el reconocim iento de culturas e
identidades que se perciben com o una ruptura en una historia
ya escrita.

EL P U E B L O O L V ID A D O Y EL M U N D O P E R D ID O

La cuestión nacional se inscribe en una transform ación de la


representación de las relaciones sociales. Las antiguas oposi­
ciones de clases ten d erían a sustituirse p o r la división entre
las élites, las m etrópolis, las clases creativas, p o r un lado, y,
p o r el otro, el pueblo olvidado, el de los territorios abando­
8o LO QUK N OS UN E

nados y unas clases populares invisibles, abandonadas p o r


el Estado, E uropa y el p ro p io m ovim iento del m undo. El aná­
lisis del electorado del F rente N acional lleva a una lectura
territorial e identitaria d e la vida social: los franceses “de fus­
te” c o n tra los q ue vienen “de afu era”, los arraigados al te rru ­
ño c o n tra los cosm opolitas, los fijos c o n tra los móviles, los u r­
banos c o n tra la tierra, los bobos [burgueses bohem ios] co n tra
la “g en te de verdad”, e tc ....
La geografía electoral p o n e el foco e n u n a rep resen tació n
“p o p ulista” de la vida social, q u e o p o n e el pueblo olvidado
y d esp reciad o a las élites arrogantes, charlatanas y m orali-
zadoras. H abría que liberarse de las categorías del INSEE
(Instituto N acional d e Estadísticas y Estudios Económ icos
francés), es decir, de las clases sociales, para in co rp o rar cate­
gorías definidas por su relación con el cam bio y la cultura, es
decir, p o r su identidad. Según C h ristophe Guilluy (2014), la
F ran cia d e los g a n a d o re s d e la g lo b alización c o n ta ría co n
u n 73% d e “periferias” y u n 27% d e “m etrópolis”. P or su­
puesto, esta m irada socioidentitaria deja de lado las fracturas
y desigualdades propias d e cada territo rio . A hora bien, en
u n a y o tra Francia hay pobres y ricos, p e ro el Estado y la
red istrib u ció n siguen fu n cio n a n d o a favor de la “p eriferia”:
Seine-Saint-Denis, u n o d e los d ep a rtam e n to s d e la región pa­
risina, p ro d u ce más riquezas de las q u e consum e, m ientras
q u e algunos territorios “periféricos” consum en más de lo que
p ro d u c e n (Davezies, 2015, Estébe, 2015).
Esta perspectiva d e las categorías sociales vincula posicio­
nes económ icas, u na relación con el Estado y las élites y u n a
id en tid ad p o p u lar am enazada. N ada lo m uestra m ejor que
la im agen de la “aldea” destruida, ignorada, despreciada (Le
Goff, 2012). La lucha de clases se desplaza hacia u n a lucha
de identidades y un com bate p o r el reconocim iento de la
Francia p rofunda, la Francia “de abajo”. M ientras tanto, las
víctimas de la globalización eligen e n m asa al Frente N acional
o la abstención (Miquet-Marty, 2011). La inseguridad social
tam bién es u n a inseguridad cultural y, en este caso, los in-
I.OS C O N F L IC T O S DEL R E C O N O C IM IE N T O 8l

I m igrantes desaparecen de la ecuación o son sólo u n a d e las


! causas del m alestar identitario.
Además, los barrios periféricos do n d e viven m uchos mi-
’ grantes con sus hijos n o form an parte ni d e la Francia “de
abajo” (no son de la “ald ea”) ni d e la “de a rrib a ” (son d em a­
siado pobres). No tie n e n lugar en este nuevo paisaje social;
sencillam ente, están de más. De aceptar este retrato d e Fran­
cia, ¿cóm o reco n o cer a las m inorías cu an d o no se reconoce a
la propia mayoría?
Se sueña en to n ces con regresar a u n m u n d o perd id o ,
edificado sobre los sólidos valores de la tradición. Más
»del 90% de los franceses apoyan el “m érito” y la “autoridad”.
iPara el 69% de los ciudadanos, el 87% d e los electores d e la
d e re c h a y el 52% de los votantes socialistas, hay dem asiado
'“asistencialism o”. Las instituciones más pop u lares son el ejér­
cito y la policía, m ientras q ue los sindicatos y los p artidos no
llegan al 10% (Sondeo IP SO S /S teria, abril d e 2012, es decir,
antes d e los atentados terroristas). El 84% de las personas
entrevistadas piensa q ue la gente “abusa” del sistem a d e se­
guro d e desem pleo (CREDOC, feb rero d e 2016). El p u eb lo
( olvidado rec o m p o n e u n a im agen de la sociedad fu ertem e n te
| anclada a la d erecha, que rem em o ra el vuelco conservador
j d e u n a gran parte del electo rad o p o p u lar estadounidense: el
Estado d e bien estar se h a b ría olvidado del “p u e b lo ” e n pro
de las m inorías, los negros y las familias m on o p aren tales; en
sum a, todos aquellos q u e n o m erecen la solidaridad nacional
(Frank, 2013).
Algunas cúpulas políticas o p o n e n la violencia “b u e n a ” de
los cam pesinos y los bonnets rouges * a la violencia “m ala” de los
suburbios; la q u e viene d e d e n tro y la q u e viene d e fu era.

* Se trata de un m ovim iento surgido en Bretaña en 2013 en oposición a


la ecotasa y las políticas de dumping social. Algunas de sus acciones de
protesta incluyeron la toma de puentes y la destrucción de disposi­
tivos de control de telepeaje. Por lo demás, bonnel muge designa al
gorro frigio y alude a revueltas bretonas del siglo XVII. (N. de T.]
82 LO Q U E NOS UNE

R econocer los valores y la iden tid ad del “verdadero” pueblo


olvidado requiere n o reco n o cer los valores y la identidad de
las m inorías, la de quienes no son -y n u n c a se rá n - m iem bros
de la aldea francesa. Peor aún. Este reconocim iento no se­
ría más que u n a nueva form a de desprecio. La identidad se
im pone com o u n tem a de discusión central: en la retórica
política, la id en tid ad am enazada absorbe la cuestión social.

P R O B L E M A S CO N LO LAICO

La cuestión de lo laico está surcada p o r la cuestión nacional.


Al d e fe n d e r el laicismo co n tra la “invasión extranjera”, sim bo­
lizada p o r las plegarias en la calle, el Frente N acional -h asta
ese entonces más m aurrasiano q ue rep u b lica n o - lo convir­
tió en u n c o m p o n en te de la defensa identitaria contra cual­
q u ier reconocim iento de la m in o ría m usulm ana. De allí en
más, todos los partidos políticos se ven confrontados a este
problem a.
La ley d e 1905 había separado a la Iglesia del Estado en
n o m b re de la libertad de c re e r y no creer y la creación de
un espacio público neutro. Es probable que esta separación
se viera facilitada p o r el apoyo de m inorías ju d ías y protes­
tantes a u n a ley que los p rotegía del im perialism o católico
y, paradójicam ente, p o r la im pregnación católica de toda la
vida social. En cierta m edida, la ley d e 1905 se dirigía a u n a
Francia de cu ltu ra católica en la q ue algunos franceses iban
a misa y otros ya no lo hacían desde hacía tiem po. Pero todas
las agendas estaban organizadas según las fiestas religiosas, la
m ayoría de los casam ientos y en tierro s pasaban por la iglesia
y los niños, bautizados o no, se llamaban Marie, Jeanne, Paul y
Pierre.
H oy e n d ía, el laicism o está d e sac re d itad o y se in te rp re ta
d e m a n e ra c o m p le ta m e n te distinta: d esd e el m o m e n to en
q u e la m in o ría m u su lm an a quiso e n c o n tra r su lugar e n el
LO S C O N F L IC T O S DEL R E C O N O C IM IE N T O 83

a c u e rd o d e 1905, este se resq u eb rajó . Se p u e d e n d istin g u ir


varias líneas de fractu ra. P ara m uchos, la relig ió n se vol­
vió tan ajen a a la vida social q u e ya no d e b e ría te n e r lugar
e n ella; n o e n tie n d e n el uso del fular, p e ro tam p o co las
m anifestaciones religiosas católicas, y se p re g u n ta n q ué se
c re e n q u e h acen los fieles c u a n d o in te rv ie n e n en el espacio
público. Para otros, el re to rn o de lo re p rim id o es p rin c ip a l­
m e n te religioso y F rancia, al igual q u e E u ro p a, es u n a tie rra
cristian a q u e d e b e ser p ro te g id a d e los m usulm anes. D esde
esta perspectiva, la d e fe n sa d el laicism o es, a n te todo, la
d e fe n sa d e la n ació n . La to le ran c ia laica se te rm in ó des­
de el m o m e n to en q u e se dice q u e n o d e b e h a b e r m en ú s
sin c e rd o en los c o m e d o res escolares, c u a n d o u n a m u je r
e n fe rm a n o q u iere q u e la ex am in e u n m éd ico h o m b re o
incluso c u a n d o u n a m u je r con velo n o p u e d e a c o m p a ñ a r
u n a salida escolar.
Asim ism o, to d a u n a tra d ició n d e izq u ie rd a d e fie n d e el
laicism o más estricto e n n o m b re d e la ig u ald ad e n tre h o m ­
b res y m ujeres y la lu ch a c o n tra el oscurantism o: el fu la r n o
sería m ás q u e el sím bolo d e la d o m in a c ió n m asculina y, si
b ien todos tie n e n el d e re c h o d e c re e r, d e b e n h a c erlo e n el
se cre to d e su co n cien cia. H oy en día, se acusa d e blan d o s
y colaboracionistas a los defensores de u n laicism o abierto y
to le ran te .
Sin em bargo, ya sea q ue se defienda el laicism o en n om bre
de la Nación ete rn a o la Razón universal, la conclusión es la
misma: es im posible rec o n o c e r u n a id en tid ad religiosa m ino­
ritaria, pero lo suficientem ente robusta y viva para que no
constituya u n a am enaza. Hay que adm itir que, frente a estos
retornos de los reprim idos laicos, la fragilidad institucional
del islam, la poca legitim idad de las organizaciones que re­
p resentan a los m usulm anes, sus conflictos y el poco control
que ejercen sobre los im anes no facilitan las cosas. En 1905,
la Iglesia podía com prom eterse y negociar un acu erd o para la
gran m asa de católicos. Hoy en día, ¿quién p u e d e hablar en
n o m b re de los m usulm anes franceses sin que lo cuestionen
84 1 .0 Q U E N OS UNE

de inm ediato? M ientras que el re to rn o de los reprim idos re­


chaza el d e re c h o al reconocim iento, a este d e re c h o se le hace
difícil e n c o n tra r canales de expresión institucionales.

LA “ N A T U R A L E Z A ” D E LOS H O M B R E S Y D E L A S M UJER ES

El re to rn o de los reprim idos id en titario s n o sólo c o n c ie rn e


a la n a c ió n . Nos guste o no -p e rs o n a lm e n te , no m e hace
feliz-, d eb e m o s a d m itir q u e las m anifestaciones c o n tra el
“m atrim o n io p ara to d o s” fu ero n exitosas. Se m anifestaron
cientos de m iles de personas q u e , en su m ayoría, n o solían
p a rtic ip a r en m anifestaciones masivas: trescientas c u a re n ta
mil e n e n e ro de 2013, doscientas m il en feb re ro de 2013,
q u in ie n ta s mil en o c tu b re del m ism o añ o . Incluso si se tien e
en c u e n ta la discrep an cia e n tre los o rg an izad o res y la policía
acerca d e las cifras, es m u ch a g en te. M ed ian te esta p ro te sta
sobre u n tem a de d e re c h o y costum bres, los m anifestantes
re c o rd a b a n que, a su e n te n d e r, fam ilia y filiación rep o san
sobre u n a situación “n a tu ra l”. El in te n so c o m p o n e n te ca­
tólico d e estos m ovim ientos n o cam bia m u c h o las cosas: ya
q u e la n a tu ra le z a se considera o b ra d e Dios, su d e fe n sa sólo
p u e d e se r religiosa.
Si b ien está claro q u e la extrem a d erech a, los m ovim ientos
católicos integristas com o Civitas y u n a p a rte del F rente Na­
cional e n c o n tra ro n en estas m anifestaciones un pretex to para
expresar su odio p o r los hom osexuales y su racism o p ro fu n d o
-alc an z a con ver los insultos q u e dirigieron a la entonces mi­
nistra d e Justicia C hristiane T a u b ira -, n o se las p u ed e red u cir
a u n a ola de hom ofobia y racism o. Si bien algunos sectores si­
lenciosos de la Iglesia no p articiparon, tam bién está claro q ue
la m uy conservadora influencia d e B enedicto XVI liberó u n
viejo sustrato d e o rtodoxia co n trario a la m o d ern id ad liberal
(B éraud y P ortier, 2015). El episcopado se m ostró cauteloso
respecto d e estos tem as, p e ro m ientras tan to convocaba a las
LOS C O N F L IC T O S D E L R E C O N O C IM IE N T O 85

m anifestaciones. La im agen d e Frigide Baijot, p rim e ra líder


del m ovim iento, era más b ien la de cierto liberalism o en m a­
teria de costum bres, p e ro a lo largo d e las m anifestaciones las
tendencias más conservadoras g an aro n te rre n o de la m ano
d e L udovine d e La R ochére y B éatrice Bourges.*
El m otivo c e n tral de las m anifestaciones n o e ra ta n to el
m atrim o n io p a ra todos - q u e es a p e n as la ex ten sió n del d e ­
re c h o d e los individuos a fo rm a r u n a fam ilia-, sobre to d o
d esp u és d e q u e el PACS** se in c o rp o ró a las costum bres,
sino el p ro b le m a de la filiación. La p u esta e n escen a d e la
fam ilia hetero sex u al celeste y rosa con dos hijos - lo q ue
su p o n e u n poco católico co n tro l d e la n a ta lid a d - significa
esen cialm en te q u e esa es la fam ilia q u e “q u ie re ” la n a tu ra le ­
za. Los tem as cu estio n ad o s fu e ro n la filiación, la ad o p c ió n
p o r p a rte d e parejas h o m osexuales y, sobre to do, el c o n tra to
de gestación [GPA, gestation pour autrui]. Si el sexo de los
p ad res es in d ife re n c ia d o y las m u jeres em barazadas p u e d e n
e n tre g a r a los niños p o r c o n tra to , n a d a q u e d a del vínculo
e n tre fam ilia y n atu raleza. La fam ilia trad icio n al se vuelve
u n a fam ilia posible, una fam ilia entre otras. En c ie rto m odo,
llega a ser u n a fam ilia m in o ritaria.
En este sentido, el m o n se ñ o r P hilippe B arbarin no estaba
e rra d o cu an d o hablaba de u n a “revolución antro p o ló g ica”,
es decir, u n a revolución e n el o rd e n de las representaciones
de la naturaleza.*** A lgunos no católicos q u e d e n u n c ia b a n
los riesgos de la m ercantilización del c u e rp o d e las m adres lo
apoyaron en este p u n to . Y n o fu ero n los únicos: u n a encuesta
d e e n e ro d e 2015 realizada p o r el sitio de noticias Rue89 in­

* Se refiere a las tres fun dado ras d e la M an if p o u r T o u s. F rigide Bar-


j o t (en anagram a más q u e satírico d e B rigitte B ard ot) es adem ás
una c o n o c id a in térp rete d e stand up. [N. d e E.]
** En Francia, el PACS (Pacto Civil de Solidaridad) es un tipo de unión civil
mediante el cual dos personas organizan su vida en com ún. [N. de T .j
*** Este leitmotiv de las declaraciones episcopales francesas retom a fórmulas
de Jorge Bergoglio, ya en su condición d e papa. [N. de E.]
86 1 .0 Q U E N O S UN E

dica q u e , si bien dos tercios d e las personas interro g ad as son


favorables a la u n ió n civil d e los hom osexuales, la m ayoría se
o p o n e a la OPA.
El escándalo de los “ABCD de la ig u ald ad ”,* iniciado p o r
dos ideólogos d e ex trem a d e re c h a , Farida B elghoul y Alain
Soral, tiene su o rig en en el m ism o prob lem a. Les p e d ía n a
las m adres q u e n o enviaran a sus hijos a la escuela, d o n d e su­
p u e sta m en te e n señ a b a n u n a “teo ría del g é n e ro ” q u e buscaba
a b o lir las diferencias e n tre varones y nenas. P or supuesto, n o
h a b ía un cu estio n am ien to d ire c to a la igualdad, p e ro la “teo ­
ría del g é n e ro ” iba a d e stru ir las propias bases de la d ife ren ­
cia sexual. De h ech o , el c u estio n am ien to d e los estereotipos
sexuales q u e org an izan y justifican la desigualdad p o n d ría en
p eligro las bases “n atu rales” de las identidades.
A p e s a r d e los lla m a d o s a la calm a d e la F e d e ra c ió n de
C o n sejo s d e P a d res d e A lu m n o s (FCPE) y d e l C o n se jo
F ra n c é s d e l C u lto M u su lm á n , u n s o n d e o d e l in stitu to BVA,
re a liz a d o el 30 y el 31 d e e n e r o d e 2014, reveló q u e , si b ie n
el 53% d e las p e rs o n a s e n c u e s ta d a s ap o y ab a el ABCD d e la
igualdad, u n 33% estaba decididam ente en contra. El 25 d e j u ­
n io d e 2014, el M in iste rio d e E d u c a c ió n n a c io n a l r e tiró los
ABCD q u e , e n re a lid a d , re c o rd a b a n q u e n e n a s y v a ro n e s
so n ig u ales, q u e p u e d e n a s p ira r a los m ism os p a sa tie m p o s,
las m ism as c a rre ra s y las m ism as p ro fe sio n e s. L o q u e fra n ­
c a m e n te n o es la “te o ría d e l g é n e r o ”.
C on el re to rn o d e lo rep rim id o de las id en tid ad es “n a tu ­
rales”, lo q u e se cuestiona es la p ro p ia igualdad, ya q u e los
individuos p u e d e n ser iguales hasta q ue la igualdad p o n e en
peligro las diferencias e id en tid ad es deseadas p o r Dios o la
biología. E n la m ed id a en q u e las m ujeres p a rticip a ro n de
m an e ra activa en estos m ovim ientos, p ro b ab le m e n te lo q ue

* Se trata de una serie de secuencias pedagógicas orientadas a la lucha


contra los estereotipos de género y adaptadas a los distintos niveles
escolares, puesta a prueba en 247 escuelas francesas en 2 013 . [N. de T.]
LO S C O N F L IC T O S D E L R E C O N O C IM IE N T O 87

se d e fe n d ía e ra m en o s la je ra rq u ía e n tre los sexos que las


id en tid ad es m ás p ro fu n d as, q u e están ligadas a la naturaleza
y se convierten en u n a p arte d e sí no negociable.

L A ID E N T ID A D C O N T R A E L IN D IV ID U O

¿C óm o se m anifiesta la d e m a n d a d e re c o n o c im ie n to en las
y los discrim inados? C u a n d o u n o in te n ta m a n te n e rs e lo m ás
c e rc a posible de los h e c h o s, el paisaje p ie rd e rá p id a m e n te
nitidez, ya q u e los discursos p a re c e n estar d istrib u id o s en u n
espacio q u e va d e sd e las d e m a n d a s m ás radicales y “to tales”
hasta las m ás individualizadas, discretas e incluso a p e n as au­
dibles. En u n e x tre m o se d e sp lie g an discursos id en tita rio s
radicales, ñ o en el se n tid o d e q u e llam an a la violencia, sino
e n la m ed id a en q u e la id e n tid a d reivindicada se p re se n ta
co m o un absoluto . E n el o tro , la d e m a n d a d e re c o n o c im ie n ­
to es p ro fu n d a m e n te subjetiva e individual y se apoya a n te
to d o e n el d e re c h o d e ser u n o m ism o e n n o m b re d e u n a
sin g u larid ad .
El azar d e los e n c u en tro s nos perm itió recopilar algunas
afirm aciones identitarias “totales”. T an totales q ue M oham ed,
u n jo v e ñ ^ s tu d ia n te d e historia, se niega a verse com o u n a
víctim a d e la discrim inación. En efecto, p a ra q u e a u n o lo dis­
c rim in en tien e q u e definirse com o igual y sem ejante a todos.
Sin em bargo, si u n o n o se siente ni sem ejante n i igual a los
dem ás, es im posible q u e lo discrim inen: u n o está fu era del
m u n d o , al m argen , e x tra n je ro , e n g u e rra con él, p e ro no lo
discrim inan.

Si le p reg u n tá s a u n beur o u n a beurette, te van a d e ­


cir: “Sí, m e d isc rim in a n ”. A m í n o m e d iscrim in an ,
al revés, m e sie n to libre; claro, n o e sp e ro n a d a de
ellos. La sociedad e stá h e c h a p a ra ellos, es obvio. A
m í m e p a re c e b ien . La so cied ad fra n c e sa ... ¿C óm o
88 LO Q U E NOS UNE

te digo? Vivo a h í sin vivir a h í. T e n g o m i país y alg ú n


d ía voy a volver. Estoy e n c o n tr a d e l d iscu rso victi-
m iz a n te , victim ista, v ictim ario d e los beurs. ¿P or q u é
d ic e n q u e los d isc rim in a n ? F ra n cia n o es m i país
y n u n c a lo será. F ra n cia es u n país q u e m e c o lo n i­
zó. ¿P or q u é q u e ré s q u e sie n ta q u e m e d isc rim in a
u n p aís q u e m e c o lo n iz ó y q u e , a d e m á s d e eso, está
a p lic a n d o u n sistem a co lo n ia l m e tié n d o n o s e n g u e ­
tos q u e so n u n m icro co sm o s d e la c iu d a d colonial?
F ra n c ia n o es mi país. Yo m e re c o n o z c o e n la defi­
n ic ió n d e L e P en p a ra m i c a te g o ría : soy u n “fra n c é s
e n los p a p e le s ”... ¿Sabés? Yo e n tie n d o a los fra n c e ­
ses, n o los voy a c o n d e n a r p o r s e r am o s y se ñ o re s d e
sus tie rra s. Es lógico, es su país.

P ara M o h a m e d , el laicism o, el m ate ria lism o y la m o d e rn id a d


d e la so c ie d a d fran cesa n o o fre c e n n in g ú n tip o d e e sp iritu a­
lidad, n in g ú n se n tid o q u e d é a los individuos b u e n a s razo n es
p a ra vivir y, quizá, p a ra m o rir. D e h e c h o , los individuos q u e
se sie n te n d isc rim in a d o s se c o m p ro m e tie ro n c o n la so cied ad
francesa, a d o p ta ro n sus valores y p rin cip io s, fu e ro n “c o rro m ­
p id o s”. M o h a m e d sen cilla m e n te n o está e n esta so cied ad y
jp o r eso e n tie n d e a los id e n tita rio s fran ceses m ás radicales,
Aporque, seg ú n d ice, raz o n a c o m o ellos: id e n tid a d c o n tra
id e n tid a d , m e m o ria c o n tra m em o ria.
C hristian es u n joven francés “ru b io ” d e fam ilia católica, q u e
estu d ia e n Suiza. Gracias a él conseguim os la entrevista con
M oham ed. C hristian se convirtió al islam p o rq u e, según dice,
es la religión d e sus am igos y d e los p ueblos oprim idos. Su as­
cetism o y disciplina le dan a su fu e ro ín tim o fuerza, estatura,
incluso c u a n d o le com plican la vida, ya q u e se convirtió e n u n a
especie d e e x tra n je ro e n su p ro p ia sociedad. A C hristian le gus­
ta la rigurosidad d el islam ism o q u e lo a p a rta d e “los contactos
sociales”. E n su o p in ió n , Francia, O c c id en te y la dem o cracia
n o tie n e n n a d a q u e ofrecer; les c o n tra p o n e u n a c o m u n id a d d e
valores, creencias y ritos, u n a su e rte d e salvación.
l,O S C O N F L IC T O S D L L R E C O N O C IM IE N T O 89

Le p ro p u sim o s a u n g ru p o d e m ilita n te s d e l B oulevard d es


P otes (u n a asociación v in cu la d a c o n SO S R acism e) q u e se
re u n ie ra co n u n a jo v e n afín al m o v im ien to In d ig é n e s d e la
R é p u b liq u e . N acira proviene d e la clase m edia parisina. Se
d o c to ró en quím ica, p e ro la p rim e ra vez que solicitó u n em p leo
n o la c o n trataro n , lo q u e consideró com o su p rim e r fracaso. En
ese m o m e n to com enzó a m ilitar y usar el fular, p e ro m an te n ie n ­
d o el look d e u n a m u je r m o d e rn a y em ancipada. Ella tam bién
rechaza la discrim inación com o tem a. P or supuesto, cree q u e la
discrim inaron, p e ro hoy le p arece bien: e n el fo n d o se siente
tan d ife ren te d e los franceses q u e n o p u e d e n discrim inarla.

El co m p o rtam ien to discrim inatorio m e parece com ple­


tam en te lógico... ¿Por q u é co n tratar a u n a Fatim a o u n
Djam el c u a n d o tengo a m an o u n a A urélie o u n Nicolás?
Para q u e n o te discrim inen, te tenés q ue esconder. ¡Y,
p o r si fuera poco, n o funciona! T o d a la sociedad consi­
d e ra q ue la discrim inación es u n a disfunción del siste­
m a, q ue es algo acotado, q u e n o es el fun cio n am ien to
norm al. Yo, p o r el contrario, n o creo q u e el racism o
sea u n fen ó m en o accidental. Pienso q u e es el funcio­
nam ien to norm al del sistema, p o rq u e la referencia va a
ser el francés d e fuste, el h o m b re blanco con su cultura
y valores a los que, d e todas m aneras, todos los ex tran ­
je ro s tienen q u e ad h erir, ajustarse. A nosotros m ism os,
q u e nacim os en Francia, q u e nos consideran franceses,
nos exigen q u e nos integrem os c u an d o en teoría, p o r
definición, nacim os franceses, n o necesariam ente te­
nem os q u e integram os. El tem a es que, p o r ser perso­
nas provenientes d e la inm igración, provenientes d e la
diversidad, nos obligan a vaciam os de n uestra propia
iden tid ad y llen am o s con u n a ajena.

M enos religiosa, p e ro m ás p o lítica q u e M o h am ed y C h ristian,


N a c ira ta m b ié n p ie n s a q u e e n re a lid a d n o la d isc rim in a n ,
ya q u e sólo se p u e d e d isc rim in a r a p e rso n a s q u e viven en la
go LO Q U E N OS UNE

m ism a sociedad, que son iguales y sem ejantes. A ella n u n c a


la v erán com o u n a francesa y tam poco ella m ism a se p ercibi­
rá com o tal. C om o la d iscrim in aro n p o r ára b e y m usulm ana,
N acira eligió ser p len a m en te árabe y m usulm ana. Sin em ­
b argo, tam b ié n sabe q u e n u n c a van a rec o n o c e rla p o rq u e, a
su e n te n d e r, el racism o es p a rte del fu n cio n a m ie n to n o rm al
d e la R epública. Está en u n a su e rte de co m b ate cara a cara
fosilizado con sus “adversarios”. Al igual q u e ellos, N acira
no es m ás q u e su id en tid a d y la d o m in a c ió n a la cual está
so m e tid a .12
T odos estos relatos tien en un p u n to en com ún: la identi­
d ad lo rige to d o y cada sujeto se presenta com o u n a suerte de
m ovim iento social en sí m ism o. El es su id en tid ad colectiva,
irred u ctib lem en te opuesta a la de adversarios que piensan
co n tra él, p ero com o él. Y la única salvación posible es salir
del m u n d o social, es decir, la ascesis religiosa, la revolución
o la guerra.
Estos discursos tien en u n a c o h e re n c ia e x tre m a y, hay que
d ecirlo , u n a fuerza m oral im p re sio n a n te , ya q u e q u ien es los
p ro n u n c ia n dan la sensación de sab er q u ién e s son y p a re c e n
vivir en u n m u n d o claro e inteligible. L o g ran b a rre r los re ­
sen tim ien to s, las in certid u m b res, las diferencias, la m ala fe
y las am bivalencias de quienes q u ie re n ser iguales y, a la vez,
q u e se los reconozca com o diferen tes. Estas personas p refie­
ren adversarios declarados y, a fin de cu en tas, sem ejantes a
ellos, a n tes q u e la in d o len cia y las vacilaciones de individuos
in cierto s q u e in te n ta n e n c o n tra r un lugar e n la sociedad tal
cual es.

12 D urante la proyección pública de una p elícu la realizada en ocasión


del trigésim o aniversario d e la “M archa d e los Beurs" d e 1983 , pude
observar hasta qué punto el clim a m ilitante había dado un vuelco:
p o r unanim idad, se con den aba la M archa com o un m ovim iento de
harkis y colaboracionistas m anipulados p o r el p o d e r y los ju d íos.
LO S C O N F L IC T O S D E L R E C O N O C IM IE N T O g i

EL IN D IV ID U O C O N T R A LA ID E N T ID A D

A nte el discurso de N acira, los m ilitantes del Boulevard des


P otes d ie ro n dos tipos de respuestas. La p rim e ra fue el re ­
chazo a la asignación d e u n a id en tid a d co m u n itaria, que
les parece a ú n m ás b ru tal q u e la del racism o habitual. Así
co m o todos rechazan que u n a y o tra vez los rem ita n a u n a
id e n tid a d -re a l o su p u e sta - d e árabes, m usulm anes, africa­
nos, tam bién rechazan que los au to p ro clam ad o s portavoces
d e estas co m u n id ad es los acusen d e transigencia, debilidad,
o d io de sí m ism os y traición. De h e c h o , se sien ten a tra p ad o s
e n tre los racistas de la m ayoría y los “b a rb u d o s”,* acusados
d e convertirse en caricaturas de u n a id en tid ad . Los rec h a ­
zan p o rq u e im p o n e n u n a im agen pública inaceptable, que
c o n firm a los estereotipos m ás hostiles y m onopoliza los d e­
bates políticos y m ediáticos al p u n to d e q u e ellos m ism os
] se vuelven invisibles. No se reconocen en la m an era com o se
| habla de los árabes, los inm ig ran tes y los m usulm anes en
I este radicalism o id en titario . Para A hm ed, N acira le hace el
J u e g o al F ren te N acional y los In d ig én es de la R épublique
te rm in a n parecién d o se a su enem igo, a m enos - d ic e - que
su en em ig o no sea el F re n te N acional, sino la d em ocracia
m ism a.

N osotros estam os todos los días en los barrios: a h í


hay u n a política d e tierra arrasada. C uando fastidiás
todo el día a los jóvenes y no tan jóvenes diciéndoles
que no son franceses, q u e son extranjeros, que son
indigénes,** cu an d o están som etidos a la historia y no
les p ropones n ad a en térm inos d e perspectiva, en

* En la actualidad, este térm ino se utiliza para design ar a los m usul­


m anes que, ten gan o no barba, siguen a ultranza la ley islámica.
[N. de T.]
** Indígena era la designación oficial para los habitantes nacidos en los
“territorios de ultramar" (colonias) franceses. [N. de T.]
Q2 1-0 Q U E N O S U N E

térm in o s d e u n m a ñ a n a m ejo r, o algo q u e p u e d a ge­


n e ra r u n p o c o d e h u m a n id a d , ¿a d ó n d e v am o s?... La
d e m o c ra c ia n o es sólo la d o m in a c ió n d e los blancos.

El seg u n d o a rg u m e n to q u e o p u sie ro n a N acira es tan to m enos


político. U n o a un o , todos los m iem bros del g ru p o explicaron
q u e n o p u e d e reducírselos a la co m u n id ad q u e N acira les asig-
/ na. Esto n o significa q u e sean franceses com o los dem ás, sino
; q u e son, a n te todo, individuos singulares y q u iere n q u e se les
i reconozca u n a singularidad e n q u e sus orígenes son sólo u n o
\ d e sus co m p o n en tes. Al igual q u e los racistas, N acira los invitaría
a ver ú n icam en te su c o lo r d e piel y sus orígenes. Sin d u d a p ara
enorgullecerse d e ellos, p e ro este giro resulta igual d e constric­
tivo. C ada u n o d e ellos c o n tó so b re su vida, el m estizaje, los e n ­
cuentros, la difícil relación con u n a c o m u n id ad q u e n o es p e r­
fecta. U n o d e ellos se sentía poco solidario con los racaiües de su
barrio, q u e insultan a los blancos; o tro d e n u n c ió el aplastante
co ntrol social y el conservadurism o d e su “co m u n id a d ”. R égine,
estu d ian te, lo dijo c o n to d a claridad; q u iere ser u n individuo.

A veces devuelven a lo q u e som os, negros. P ero tam ­


bién está lo q u e som os e n relación co n no so tro s mis­
m os. ¿T enem os u n a sola id e n tid a d o es el c o n ju n to lo
q u e h ace a la persona? Yo n o m e c o n sid ero n eg ra, p ri­
m ero soy sim p lem en te h u m a n a . Soy m ujer, soy n e g ra ,
p e ro son cosas q u e n o elegí. Y eso n o es lo ú n ico q u e
perfila m i id en tid a d , hay u n m o n tó n d e cosas q u e ha­
cen a m i id en tid a d . A hora, c u a n d o m e p re g u n ta n d e
d ó n d e v e n g o ... Y b u e n o , soy b re to n a . Es así, m e sien to
b reto n a , n a c í e n B retaña. Y desp u és m e siento fran ce­
sa, m e sien to g iro n d in a , y después, mi id e n ü d a d está
del o tro lado, e n África, to d o eso hace a m i p e rs o n a ...
P o r supuesto, hay u n a realid ad , la discrim inación está.
P ero después es u n tem a d e reco rrid o , u n tem a del
trabajo q u e u n o hizo so b re sí m ism o.
L O S C O N F L IC T O S D E L R E C O N O C I M IE N T O 93

A la id e n tid a d “d e n s a ” d e las c o m u n id a d es, R égine o p o n e las


id e n tid a d e s “te n u e s ” de los individuos in cie rto s y m estizados
(Shelby, 2005). A p a rtir d e ese m o m e n to , el re c o n o c im ie n to
se d e fin e c o m o u n a reiv in d icació n singular, p o rq u e c a d a u n o
es ú n ic o y tie n e el d e re c h o d e serlo. U n o se c o n v ie rte e n ­
to n ces en u n sujeto c o n tr a las id e n tid a d e s im p u e sta s p o r los
racistas, p e ro tam b ié n p o r N acira y sus am igos. A dem ás, re ­
c u e rd a R achid, n o to d o es id e n tid a d : los in m ig ra n te s, ára b e s
y m u su lm an e s viven c o n franceses q u e n o tie n e n m e jo r su e rte
q u e ellos y c o n q u ie n e s c o m p a rte n intereses.

¿Por q u é antes n o se h ab lab a de discrim inación? ¿Por


q u é sólo se h a b la b a d e desigualdad? ¿Es p o rq u e la d e ­
sigualdad social o cu ltab a, escondía la discrim inación?
E n to n ces hay u n p ro b le m a de fronteras, p o rq u e la dis­
crim inación n o explica todas las desigualdades. H oy
la discrim inación es la q u e hace so m b ra y to d o se
vuelve d isc rim in a to rio ... P o r eso q u e el discurso de
los In d ig én es se q u e d a corto. N osotros, ¿quién es “n o ­
sotros”? N osotros n o som os los m usulm anes, n o so tro s
n o som os “nosotros, la clase social” ni “nosotras, las
m u jeres”. El v e rd a d e ro escándalo es la d esigualdad so­
cial, el d esem p leo y la pobreza.

¿ R E C O N O C IM IE N T O D E Q U É ?

La d ific u ltad rad ic a e n sa b e r e n q u é c o n sisten v e rd a d e ra ­


m e n te las d e m a n d a s d e re c o n o c im ie n to fu e ra d e la escen a
p o lític a y m ed iática, d o n d e p a re c e n h a b e r in v ad id o to d o , ya
sea p o rq u e co n stitu y en u n p ro b le m a p o lític o c e n tra l o b ien
p o rq u e p e rm ite n h a b la r e n n o m b re d e “c o m u n id a d e s ” a las
cuales a p e n as se co n su lta.
P o r eso, p a re c e ría q u e to d o s los árab es son m u su lm an es,
q u e to d o s son p rac tic a n te s, q u e todos los m u su lm an e s viven
94 1-0 Q U E N O S U N E

e n guetos y q u e todos son islamistas radicales potenciales. Asi­


m ism o, p a recería q u e todos los franceses son racistas, x e n ó ­
fobos y reaccionarios y q u e n in g ú n “in m ig ra n te ” vive, traba­
ja , estudia o se casa con franceses. En este escenario, n o hay
respuesta a las d em andas de reco n o cim ien to , m ás allá d e u n
laicism o nacional intran sig en te y u n republicanism o estricto,
ú nico capaz d e garantizar la paz social.
Pero hay q u e re c o rd a r -y n u e stra investigación lo dem ues­
tra - q u e la m ayoría d e los individuos discrim inados se sienten
prisioneros de estos debates, p o rq u e su ex p eriencia con la
discrim inación n o es total, p o rq u e viven con franceses, p o r­
q u e c o m p a rte n los m ism os pasatiem pos, los m ism os em pleos
y las m ism as angustias. En este caso, su d e m a n d a d e rec o n o ­
cim iento es m ás discreta e individualizada: o ra r en m ezquitas
apropiadas, usar fular si así lo q u iere n , n o ser ignorados p o r
los p rogram as escolares y los m edios d e com unicación, p re ­
servar su idiom a y en señ arlo a sus hijos, c o m e r com o prefie­
ran, etc.
N in g u n a d e estas d em an d as su p o n e u n a am enaza p a ra la
R epública ni p ara la id en tid ad m ayoritaria: antes q u e d e m a n ­
das “com unitaristas”, son d em an d as de individuos q u e tien en
el d e re c h o a co n stru ir p o r sí m ism os aquello q u e consideran
su id en tid ad . En el fondo, están reclam an d o tím id a m en te la
posibilidad d e afirm ar u n a id en tid a d respetable, q u e los p ro ­
teja d e la discrim inación y les p e rm ita vivir com o d esean y
com o son. N egarles estos d erech o s culturales equivale a em ­
pujarlos hacia identidades duras, “d en sas” y quizás, algún día,
radicales.
Sin em bargo, esta co n cepción liberal del reconocim iento,
red u c id a al m ero d e re c h o d e los individuos, no es tan sim­
ple com o p o d ría im aginarse. P or supuesto, las id entidades
p u e d e n deconstruirse; las ciencias sociales d ed ican m u ch o
tiem po y esfuerzos para m o strar q u e los hechos, las id en tid a ­
des, las culturas, los im aginarios y los sím bolos son “construc­
cio n es”. A lcanzaría en to n ces con d e m o stra r q u e todas estas
construcciones son im ágenes e ilusiones p a ra q u e cada u n o
LO S C O N F L IC T O S D E L R E C O N O C IM IE N T O 95

p u d iera h acer valer su p ro p ia subjetividad y su p ro p ia id en ti­


dad. D esde u n a perspectiva epistem ológica, esta posición es
bastante sana y d efendible. En el plano sociológico, red u c ir al
estatus de q u im era la id en tid a d y las dim ensiones sim bólicas
i d e la vida social p lan tea algunos problem as.
Sin du d a, las identidades, culturas y creencias son construc­
ciones móviles. Esto no q uita q u e estas construcciones sean
resistentes, d u rad eras, consistentes, sólidas, y q u e n o baste
i con “d econstruirlas” p ara hacerlas desaparecer. Estas cons­
trucciones de im aginarios y sím bolos cu m p len “fun cio n es”, se
to rn a n necesarias y tien en u n sólido vínculo con la realidad
m aterial y práctica d e la vida social (H acking, 2001). Se c o n ­
vierten en instituciones, acción colectiva, reglas, leyes; eso sin
siquiera m en cio n ar los m o n u m en to s y lugares d e m em oria.
Los im aginarios nacionales y religiosos en fren tad o s p u e d e n y
d e b e n deconstruirse; p e ro eso n o alcanza para h a c er q u e d e­
saparezcan y q u e su ija u n m u n d o d o n d e lo ú n ico q u e defini­
ría a los actores, desligados d e cu alq u ier id en tid ad colectiva,
sería el p o seer todos igual libertad de elegir lo q u e son. Con
algo d e crueldad, cabe señalar q u e el form idable trabajo d e
d econstrucción q u e e m p re n d ie ro n las ciencias sociales, sobre
to d o e n los Estados U nidos, n o parece h a b e r afectado el p o ­
d e r d e los m arcos identitarios, sexuales y religiosos m ás tra­
dicionales fuera del m u n d o de los laboratorios y los cam pus.
Para reto m ar el p ro b lem a q u e nos ocupa, hay q u e adm itir
/ que, se crea lo q u e se crea, el reco n o cim ien to d e los indi­
viduos pasa p o r el reco n o cim ien to d e m arcos identitarios y
i sociales relativam ente sólidos. Fue u n a d u ra critica la q u e los
com unitaristas d irig iero n a los liberales, sobre todo a J o h n
Rawls, al explicar q u e el “yo” o “u n o m ism o”, “en p erso n a ”
[ moi] del sujeto liberal, q u e sólo se p reo c u p a p o r la justicia,
' es inconsistente. En efecto, para d e c ir “yo” [jé], p a ra ser u n
. sujeto reflexivo y libre, hay q u e ser capaz de p o d e r decir “yo
j m ism o” [moi] en tan to individuo social p ro d u cid o p o r su his-
\ to ria y sus roles. A hora bien, el “yo m ism o” [moi] n o existe
* sin los “noso tro s” colectivos q u e le d an un m arco. Ese es el
9(5 LO Q U E N O S U N E

p o stu la d o básico d e la sociología, c o m ú n a Ém ile D u rk h e im y


G eo rg e H e rb e rl M ead, el p o stu la d o q ue, u n a y o tra vez, re to ­
m an M ichael Sandel, C harles Taylor, M ichael W alzer y todos
aquellos q u e p ien san q u e los d e re c h o s cu ltu rales fo rm a n par­
te d e los d e re c h o s h u m an o s, sim p le m e n te p o rq u e los h o m ­
b res n ecesitan m arcos sociales, cu ltu rales y m o rales p a ra ser
h u m an o s.
De a c e p ta r estas observaciones, la d iscrep an cia e n tre las d e ­
m an d as id en titarias m ás “den sas” y radicales y las d e m a n d a s
d e re c o n o c im ie n to m ás subjetivas e individualizadas quizá n o
sea tan p ro fu n d a c o m o parece. E n los dos casos, se p la n te a la
cuestión d e sa b er qué se puede reconoce? p a ra q u e la u n id a d re­
lativa d e la vida social n o se vea a m e n a z a d a (del lado radical)
y q u e los individuos gocen d e m arcos c u ltu rale s sólidos (del
lad o su b jetiv o ). Y la cu estió n se p la n te a e n los m ism os té rm i­
n o s p a ra las id en tid a d e s m ayoritarias: n o todas ellas consis­
te n e n re to rn o s d e los rep rim id o s. Para in te n ta r resolver este
p ro b le m a o, al m enos, sim plificarlo (así co m o se re d u c e u n a
e x p re sió n fra c c io n a ria ), hay q u e ser capaz d e re s p o n d e r qué se
reconoce y d e fin ir q u é ten e m o s en c o m ú n p a ra p o d e r d a r lugar
,a n u e stra s id en tid ad es.
M ientras las d e m a n d a s d e ig u ald a d se in scriben en las
teorías d e la ju sticia y e n m o d elo s políticos relativ am en te
fam iliares, las d e m a n d a s d e re c o n o c im ie n to (m ás el re c h a ­
zo q u e provocan) p a re c e n llevarnos a u n p u n to m u e rto . La
d e m a n d a d e e q u id a d d e los individuos y g ru p o s discrim inados
se inscribe e n los p rin cip io s d e fe n d id o s p o r la m ayoría,
q u e p o d ría re n u n c ia r a algunos reflejos, ru tin a s e in tereses
inconfesables. P o r el c o n tra rio , la d e m a n d a d e re c o n o c im ie n ­
to in te rp e la fro n ta lm e n te u n a id ea m ayoritaria ta n to m ás
a m e n a z a d a p o r su fragilidad. N os e n fre n ta ría m o s e n to n c e s a
u n ju e g o d e s u m a c e ro - e n el q u e lo q u e a lg u n o s g a n a n es
la p é r d id a d e los o tro s—n o n eg o ciab le, p o rq u e las d im en sio ­
nes sim bólicas d e las id e n tid a d e s casi n o se c o m p a rte n .
El re to rn o d e los rep rim id o s id en tita rio s d e la m ayoría y
la h e te ro g e n e id a d d e las d e m a n d a s d e re c o n o c im ie n to nos
l.O S C O N F L IC T O S OKI. K K C O N O C IM 1K N TO <J7

p o n e n fre n te a u n a situación peligro sa y confusa. Peligrosa,


p o r el riesgo c ru zad o d e fo rta le c im ie n to d e los ex tre m o s de
c ad a lado de la b a rre ra d e las id en tid ad es. C onfusa, p o rq u e la
voz d e los individuos d iscrim in ad o s resulta m uy difícil d e oír
c u a n d o u n o se aleja d e las situaciones m ás d u ras —los jó v en es
d e los barrio s “gu etizad o s”—y de las ex p resio n es m ás radica­
les. A h o ra bien, estas m ism as d em an d as, estas d e m a n d a s dis­
cretas, hoy e n días resu ltan esenciales. Y c u a lq u ie r sociedad
q u e sea d e m o crática d e b e ría oírlas.
4* El tercero ausente: reconstruir
una sociedad
Ante los desafíos culturales y sociales im puestos p o r
la discrim inación, parecem os condenados a u n a larga deriva
que conduce a enfrentam ientos ideológicos y u n a parálisis
de acción. Ni la generalización de la discrim inación positi­
va, p o r el lado de la igualdad, ni un m ulticulturalism o sin
principios, p o r el lado del reconocim iento, parecen posibles,
deseables o siquiera deseados p o r la mayoría de los indivi­
duos discrim inados -ta m p o c o por los dem ás—. Los debates y
enfrentam ientos sobre estas cuestiones son síntom as de blo­
queos y m iedos antes que respuestas a las dificultades a que
se enfrentan los actores ordinarios y los desafíos colectivos
que derivan de ellas.
Para salir de esta vía m uerta, es im portante definir un con­
ju n to de principios y m ecanism os com unes tanto a las m ino­
rías discriminadas com o a la mayoría, un tercero que pueda ins­
cribir la lucha contra la discrim inación en políticas generales.

L A S O C IE D A D D E S A P A R E C ID A

f D urante m ucho tiem po, este tercero estuvo constituido p o r


I lo que solía denom inarse “la sociedad”, es decir, una re p re ­
sentación particular, y p articularm ente fuerte en Francia, de
una form a de organización d e la vida social. Esta concep­
ción im aginaria de la sociedad se apoyaba sobre tres grandes
pilares.
102 LO Q U E N O S U N E

El p rim e ro e ra u n a re p re se n ta c ió n o rg án ic a d e la división
del trabcyo y la so lid a rid a d con base e n el trabajo, la in te r­
d e p e n d e n c ia d e las clases y d e las fu n cio n e s e c o n ó m ica s y
sociales. Las clases sociales p o d ía n o p o n e rs e co n violencia,
p e ro to d as p a rtic ip a b a n d e la vida en u n a m ism a “c o lm e n a ”,
u n m ism o c o n ju n to . El trab ajo fu n d a b a ta n to las posiciones
sociales y los d e re c h o s c o m o las d e u d a s y las ac re e n cia s d e
cad a cual, e n u n sistem a am p lia d o d e so lid arid ad es del cual
se deriva el E stado d e bien estar.
El se g u n d o p ila r e ra el d e las institu ciones. Y, so b re to d o ,
las in stitu cio n es d e m o c rática s q u e re p re s e n ta b a n , parcial y
lab o rio sa m en te , in tereses “p a rtic u la re s” articu la d o s c o n la
b ú sq u e d a del in te rés g e n e ra l. En este se n tid o , la d e m o c ra c ia
“re g ía ” la so c ie d a d a la vez q u e e ra la e x p re sió n d e la lib er­
tad equitativa d e los c iu d a d a n o s y sus conflictos d e in te rese s y
convicciones (R osanvallon, 1998). Las in stitu cio n es tam b ié n
e ra n los a p a ra to s q u e socializaban a los individuos e n la “g ra n
so c ie d a d ”. C om o la escuela, te n ía n el d e b e r de in cu lc ar los va­
lo res u n iv ersales y n a c io n a le s, a la vez q u e p re p a ra b a n a los
individuos p a ra o c u p a r los roles pro fesio n ales y los d ife re n te s
estatus o rig in a d o s e n la división del trab ajo . Al c o n tra rio d e lo
q u e aseg u ra u n a tenaz leyenda, la ig u ald a d d e o p o rtu n id a d e s
y la a u to n o m ía p e rso n a l n u n c a estuvieron e n el c e n tro d e la
co n stru c ció n d e la escu ela rep u b lic a n a . A ntes q u e c u e stio n a r
la d e sig u a ld ad y los d estin o s sociales, su objetivo e ra p ro d u c ir
lo co m ú n .
En fin, inclu so si n u n c a e n c o n tra b a u n a e x p re sió n m uy
/clara, la id ea d e u n a so c ie d a d se apoyaba e n u n a base “co m u ­
n ita ria ”, u n re la to y u n im a g in a rio c o m p a rtid o s, e n se ñ a d o s,
iritualizados, y reactivados sin cesar: la n a c ió n . La n a c ió n fue
o tra m a n e ra d e lla m a r a la so c ie d a d c u a n d o el E stado n a c ió n
se im p u so co m o el m arc o “n a tu ra l” de las so cied ad es d e m o ­
cráticas y m o d ern a s. Se d a b a p o r s e n ta d o q u e , a u n q u e los
tra b a ja d o re s c o m b a tie ra n a los p a tro n e s y n o to d o s los ciu­
d a d a n o s c o m p a rtie ra n las m ism as cre e n c ia s y valores, to d o s
a d h e ría n a u n im a g in a rio n acio n al. Los m o v im ien to s sociales
EI. T E R C E R O A U S E N T E : R E C O N S T R U IR U N A S O C IE D A D IO 3

e x c e d e n los in tereses p a rtic u la re s n o bien p u e d e n h a b la r e n


n o m b re d e la n a c ió n , su in te g ra c ió n , su co h esió n , su “g ra n d e ­
za”, su d estin o y, e n F rancia, su universalidad.
Ja m á s so cied ad a lg u n a , tam p o c o la francesa, se co n d ijo co n
esta re p re se n ta c ió n . Sin e m b a rg o , e n Francia, este im a g in a rio
d e lin e ó u n h o riz o n te e n q u e p o d ía n arb itra rse los conflictos
y los acuerdos. A lo larg o d e la e x te n sa h isto ria d e la m o n a r­
q u ía, la R evolución y la R epública, term in a m o s c re y e n d o q u e
é ra m o s la sociedad p o r ex celencia, el e n castre p e rfe c to d e u n a
c u ltu ra , u n a e c o n o m ía n a c io n a l y u n a so b e ra n ía p olítica. Este
es el m arc o d e n tro del cual se co n stru y ero n las co n c ep c io n es
d e ju stic ia social y se re c o n o c ie ro n y —más a ú n e n F ra n c ia - se
je ra rq u iz a ro n y c o n tu v ie ro n las diferencias culturales.
A c tu alm en te esta re p re s e n ta c ió n de la so c ie d a d (m e jo r di­
cho, d e la so cied ad n a c io n a l in d u strial) h a p e rd id o su sten to .
M uchos n o co n sig u e n so p o rta rlo . D esde lu eg o , esto explica
q u e e n F rancia co ex istan u n a relativa felicidad privada y u n
p ro fu n d o pesim ism o púb lico : sería vivir m ás o m e n o s b ie n en
u n a sociedad q u e está m al. La globalización de los in te rc a m ­
bios y las tra n sfo rm ac io n es del capitalism o re s q u e b ra ja ro n la
vieja so cied ad in d u stria l m u ltip lic a n d o las fra c tu ra s sociales
e n fu n c ió n de los secto res eco n ó m ico s, de las clases y las frac­
cio n es de clases e n la división in te rn a c io n a l del trab ajo , d e las
rela cio n e s con el E stado y los niveles d e p ro te c c ió n q u e este
o frece, así com o e n fu n c ió n d e los o ríg en es y las id e n tid a d e s.
La crisis d e la re p re s e n ta c ió n p o líú c a e x tie n d e el re in o de
la desco n fian za y la in d ife re n c ia : se vota m en o s y, c u a n d o se
vota, p o r lo g en eral es “e n c o n tra d e ”.
i En c u a n to a las in stitu c io n e s de socialización, e n especial la
escuela, sólo se las d escrib e c o n fo rm e al m o d e lo d e las crisis:
a u m e n to de la d esig u a ld ad , c o m p e ten c ia d e in tereses, dilu­
ció n d e la p ro p ia in stitu c ió n , su a u to rid a d y m o d o s d e legiti­
m id ad . P o r últim o , el d e b ilita m ie n to de la s o b e ra n ía nacional
e n el m arc o e u ro p e o y la p re se n c ia d e m in o rías “visibles” que
re c la m a n u n re c o n o c im ie n to revelan q u e , si b ie n la nación
n o está m u erta, ya n o es lo q u e se cre ía y n u n c a lo será.
1(>4 L O Q U E N OS U N E

C u a n d o el h o rizo n te d e sen tid o con stitu id o p o r el im agi­


n a rio de la sociedad se vuelve m ás frágil, p arece q u e ya no
hay a c u e rd o sobre u n terc ero capaz d e a rticu la r conflictos
e in teg ració n , u n id a d y diversidad, individuo y co m u n id a d .
T o d o eso se inscribe e n u n relato d e crisis y decadencia. P ara
m uchos, h a b ría q u e volver a la sociedad nacio n al industrial
d e los T re in ta Gloriosos, con u n E stado fu erte, u n sindicalis­
m o p o d e ro so e instituciones sólidas, al m enos hasta el Mayo
Francés. C u an to más tiem po pasa, más se va tra n sfo rm an d o
este p e río d o e n u n a e d a d d e o ro q u e b o rra a su paso to d o lo
q u e ten ía de pesado e injusto: el p o d e ro so c o n tro l social, el
trabajo a g o tad o r, la desigualdad y la discrim inación.
Sin e m b a rg o , hoy e n día, c u a n d o e sta fo rm a figural de
so cied ad p a re c e estar d e sm o ro n á n d o se , su rigidez se p e r­
cibe co m o u n a g a ra n tía de solidez. A m e n u d o , este im agi­
n a rio social y re p u b lic a n o está su rc a d o p o r nostalgias m ás
c la ra m e n te reaccio n arias y nacionalistas: h a b ría q u e alejarse
d e E u ro p a , re c o n s tru ir u n E stado fu e rte e n m anos d e jefe s
virtuosos, e n c o n tra r u n a id e n tid a d n a c io n a l e te rn a . E n oca­
siones, la c o n fu sió n es tal q u e ya n o se sabe si estos tem as
son d e d e re c h a o d e izq u ierd a, d e e x tre m a d e re c h a o d e
e x tre m a izquierda.
A hora b ien, n o regresarem os en d irecció n a esta form a
figural d e sociedad. La e c o n o m ía francesa n o va a salir del
m u n d o ni va a d om inarlo. Los individuos p id en institucio­
nes fu ertes que cie rta m en te n o so p o rtarían : todos su e ñ an
co n fam ilias tradicionales, y e n tre ta n to olvidan la p ro fu n d a
d esigualdad e n tre h o m b res y m ujeres. M uchos q u e rría n u n a
escuela au to ritaria, p e ro p a ra los hijos d e los dem ás. A lgunos
dem agogos q u iere n expulsar a los “in m ig ra n tes”, olvidando
los m iles d e lazos que nos vinculan en la fam ilia, las em presas
y los barrios. A m enos q ue c ie rre n el acceso a ellas, las na­
ciones ya n o p o d rá n verse com o c o m u n id a d es p e rfectam en te
hom ogéneas. Vistos d e cerca, estos sueños se relacio n an más
con la nostalgia d e u n m u n d o p e rd id o q u e con la e x p erien cia
co tid ian a d e cada u n o d e nosotros, en la actu alid ad preocu-
EL T E R C E R O A U S E N T E : R E C O N S T R U IR U N A S O C IE D A D 10 5

pados p o r nuestra p ro p ia a u to n o m ía , n u e stra lib e rta d y nues­


tra singularidad.
Sin em bargo, n o se p u e d e n tra tar los problem as, ni siquie­
ra los de la discrim inación, sin u n im aginario y u n h o rizo n te
com unes, sin rec o n stru ir u n a rep re sen ta ció n de la sociedad,
q u e n u n c a será el regreso a la sociedad n acional industrial.
A h o ra bien, la definición d e u n a sociedad n o se p u e d e d e­
c re ta r y tam poco exige u n “g ran a rq u ite c to ” -siq u ie ra u n so­
c ió lo g o -. Al co n trario , las sociedades van co n struyéndose de
varias m aneras y p o r d iferen tes vías (D ubet, 2009). Las luchas
colectivas q ue em a n a n de la ex p erien cia d e la discrim inación
d e b e ría n inscribirse e n estas obras en co n stru cció n definidas
p o r principios comunes a quienes son discriminados y a quienes no
lo son.

L A IG U A L D A D SO C IA L

R esulta difícil im aginar u n a sociedad q u e lu ch e c o n tra la dis­


crim inación y n o se o p o n g a a la desigualdad social, q u e afecta
tan to a los individuos discrim inados com o a los dem ás. Lo
cie rto es que u n a sociedad m uy desigual p e ro p e rfectam en te
equitativa en la rep re sen ta ció n d e las diversas m inorías e n los
distintos niveles d e la escala social n o sería ju sta . Y el señalar
q ue e n los Estados U nidos los audaces program as de discrim i­
n ació n positiva n o im p id ie ro n que la situación d e las m in o ­
rías - e n p a rticu la r d e la m ayoría d e los n e g ro s - se d eg ra d a ra
p ro fu n d a m e n te (W ilson, 1987) n o es d a r m uestras d e u n an ­
tiam ericanism o ru d im e n ta rio .
Es necesario lu ch a r c o n tra la discrim inación, asegurarse de
q u e la ley se respete, facilitar las d en u n cias y m a n te n e r cier­
ta p resión sobre las em presas, los entes adm inistrativos, las
agencias inm obiliarias y los organism os ad m in istrad o res de
HLM. S o rp ren d e la inacción pública frente a la discrim inación
policial cu an d o p o d ría alcanzar con ex p ed ir u n sim ple com-
106 L O Q U E N OS U N E

probante. Pero sabemos que eso no sería suficiente y que es


V necesario escuchar a los individuos: este combate sólo es efi­
caz si se lo inscribe en una lucha contra la desigualdad Social.
Las políticas de p ro m o c ió n social o rie n tad a s e x c e d e n am ­
p lia m e n te el m ero com bate c o n tra la discrim in ació n indivi­
d ual, ya q u e todas las d esig u ald ad es sociales se a c u m u la n en
ellas y n o in vo lucran sólo a los g ru p o s discrim inados. A u n o
lo d isc rim in a n m ás si vive en u n o d e esos barrios, si su d ire c ­
ció n es u n estigm a y si los jó v en e s q u e viven allí in te rio riz a ­
ro n la segregación com o u n a su e rte de d estin o social. ¿De
q u é sirve a c o ta r la lu ch a c o n tra la discrim in ació n al acceso
a las élites c u a n d o algunos m erc ad o s laborales reservan el
“trabajo sucio ” p a ra los árabes, los n e g ro s y las m u jeres poco
calificadas?
La lu ch a c o n tra la discrim inación rec u rre al ideal de u n a
m ovilidad social absoluta: en fu n ció n de su m érito, todos de­
b e ría n p o d e r acceder a cu alq u ier posición social. ¿Por q u é
no? P ero ¿estam os seguros de q u e todos a d h ie re n a este m o ­
delo de ju sticia y que es el ú n ico posible? Sabem os q u e cu an to
más fu erte es la desigualdad social y m ás precarios son los
estatus, m ás actores p refieren la igualdad de o p o rtu n id a d es
y la com p eten cia generalizada, a expensas de la igualdad de
posiciones sociales (Brickm an, 1977).
¿No q u e rría n m uchos actores q ue las actividades y los pues­
tos q u e van a o cu p ar fueran de m ejo r calidad, m ejo r pagos,
m enos d uros y más respetados? Y esto n o sólo in cu m b e a las
m inorías discrim inadas. A hora bien, da la im presión de q u e
el viejo su eñ o de m ejo rar la calidad del trabajo y los em pleos
se convirtió en u n a vaga quim era. La obsesión p o r el em p leo
—legítim a, sin d u d a - , p o r u n lado, y la d efensa d e los sectores
ya protegidos, p o r el otro, h a c en olvidar q u e la calidad del
trabajo sigue siendo u n a de las dim ensiones esenciales de la
“b u e n a vida” e n sociedad. La defensa de la calidad del trabajo
y la d ig n id ad de los trabajadores es u n a lucha q u e c o m p a rte n
los individuos discrim inados y los q u e n o lo son y que p o d ría
fo rtalecer la batalla co n tra la discrim inación.
E L T E R C E R O A U S E N TE : R E C O N S T R U IR U N A S O C IE D A D 107

El vínculo e n tre discrim in ació n y m érito es tan p o d e ro so


q ue, a veces, lleva a ju z g a r la ju sticia de u n a sociedad sólo
p o r la com posición de sus élites: u n a sociedad sería ju s ta
si los individuos p ro v en ie n te s de las m in o rías estuvieran
rep re se n ta d o s de m a n e ra equitativa e n las élites escolares,
eco n ó m icas y políticas. Es p ro b ab le q ue, e n ese caso, la so­
cied ad fu e ra m ás ju sta . Sin em b arg o , es n ecesario p re sta r
a te n c ió n a las críticas al elitism o subyacente a las políticas
de d iscrim inación positiva. Si n o se tie n e n b u e n o s m otivos
p a ra o p o n e rse a los diversos dispositivos de apoyo q u e p e r­
m iten q u e los b u e n o s alu m n o s de las m in o rías de los barrios
“difíciles” ac ce d a n a las grandes icoles, ¿eso su p o n e a d h e rir
al m uy desigual sistem a q u e c o ro n a n estas m ism as in stitu ­
ciones? R esulta llam ativo q u e la d iscrim inación q u e sufre la
m asa de alu m n o s q u e n o c u e n ta n con la su e rte o la virtud de
te n e r b u e n d e se m p e ñ o escolar no p arece ser u n escándalo.
M uchos d e ellos a b a n d o n a n la escuela o te rm in a n e n orien­
taciones o form aciones que no eligieron, y, a veces, en callejones
sin salida.
Esta “d iscrim inación negativa”, p a ra d ecirlo en palabras
de R o b e rt Castel (2007), es u n reto de ju sticia m u c h o m ás
fu n d a m e n ta l q u e el d e la selección de las élites. A dem ás,
a ta ñ e a los alu m n o s de todas las categorías populares. S ería p a r­
tic u la rm e n te injusto n o h a c e r n ad a al resp ecto , con la excu­
sa d e salvar sólo a los “m erito rio s”. D esde esta perspectiva,
la lu ch a c o n tra la d iscrim inación pasa, a n te to d o , p o r u n a
tran sfo rm ació n p ro fu n d a del sistem a escolar, u n a m ejo ra
sensible en la calidad de la oferta escolar en los estableci­
m ien to s p o p u lare s y u n a distrib u ció n d e recu rso s d istin ta
p a ra q u e n a d ie , in clu id as las fam ilias p ro v en ie n te s d e la in ­
m igración, ten g a b u e n o s m otivos p ara a b a n d o n a r las escue­
las de los barrios p o p u la re s y las o rie n tac io n es escolares que
hoy están desvalorizadas.
U na vez más, este problem a excede la m era lucha contra
la discrim inación. C uando se reduce la desigualdad social, la
discrim inación se debilita porque, “dadas, p o r lo dem ás, las
108 LO Q U E N O S UNE

m ism as c irc u n sta n c ia s”, sus co n sec u e n c ia s son m en o s p e­


sadas. Y, en este caso, la re d u c c ió n d e la d isc rim in a c ió n
in te g ra u n desafío c o m ú n a los in d iv id u o s d isc rim in a d o s
y a los q u e n o lo son: a te n ú a la c o m p e te n c ia de las vícti­
m as, la g u e rra so rd a e n tre los petits blancs y las “m in o ría s ”
d iscrim in ad as.

LA A M P L IA C IÓ N D E LA V ID A D E M O C R Á T IC A

En Francia y en el resto de los países eu ro p e o s, la vida d e­


m ocrática no goza de b u e n a salud. Esta situación exige u n a
p ro fu n d a transform ación de los sistem as institucionales, del
fu n cio n a m ie n to de los partidos, del estatus de los re p re se n ­
tantes y de sus responsabilidades. En todos los casos, lo im ­
p o rta n te es re fu n d a r la particip ació n de los ciu d ad an o s en
la vida política y así co n stru ir u n básico nivel de confianza
en la rep re sen ta ció n y en los gobiernos. Estas observaciones
son tan g en erales que no o rig in a n com prom iso alg u n o q u e
n o sea el de p ro p o n e r o tra C onstitución.
Q u e rría h acer hincapié en u n tem a y u n a in q u ie tu d que
m e a c o m p añ aro n m ientras escribía estas páginas y d u ran te
las investigaciones que realicé sobre el tem a de la discrim i­
nación. ¿Q uién habla en n o m b re de los gru p o s e individuos
discrim inados? ¿Q uién declara p o r ellos? ¿Q uién p u ed e decir
lo que piensan? In te n té realizar algunas investigaciones sobre
estos temas: buscaba escapar a este p ro fu n d o m alestar, p ero
n u n ca lo logré p o r com pleto.
C uando u n o escucha a los individuos, d e inm ediato se im ­
p o n e n dos hechos. El p rim ero es que la experiencia de la
¿discrim inación n o es unívoca y que, p o r eso mismo, resulta
^difícil ser portavoz de u n m u n d o tan diverso. El segundo es
que los individuos discrim inados siem pre sienten q ue quie­
nes hablan en su no m b re los traicionan, d efo rm an y utilizan.
Es más, hay pocas posibilidades de q ue este m ism o ensayo sea
EL T E R C E R O A U SEN TE : R EC O N STR U IR UNA S O C IE D A D lO g

u n a excepción a esa regla. Los individuos siem pre tienen la


im presión de q ue son reh e n e s de sus adversarios - lo cual es
lógico-, p ero tam bién de sus abogados.
T o d o sucede com o si, p o r ser “in d ecib le”, su e x p erien cia
se volviera sólo u n p re te x to y u n objeto d e p o d e r, com o si la
escritu ra d e los tem as d e d e b a te públicos n o se relacio n ara
con las pruebas q u e los individuos d e b e n superar. La mayo­
ría de las m ujeres q u e conocim os dicen q u e las d iscrim inan,
saben q u e son o q u e p u e d e n ser discrim inadas, p ero a la vez
n o suelen reco n o cerse e n los discursos y en las acciones de
las fem inistas.
Esa sensación de distancia se agudiza aún más en las m i­
norías culturales. ¿Q uién p u ed e hablar p o r ellos sin arrogar­
se d e sd e el inicio u n a s u e rte d e resp o n sa b ilid ad in nata? A
m e n u d o , incluso, se tra ta m enos de g ru p o s y m ovim ientos
constituidos que de individuos q u e p o r sí solos sim bolizarían
u n colectivo: u n p e rio d ista , u n a estrella del d e p o rte , u n a
p e rso n a lid a d política, u n artista, un in te le c tu al, etc. “Soy
leg ítim o p o rq u e soy u n o de ellos, p o rq u e vengo de a h í”.
El efecto Token es m áx im o y, com o hay pocas posibilidades
de q u e estas p e rso n a lid a d e s estén de a c u e rd o e n tre sí, sus
d e c la ra c io n es son m en o s un testim o n io rep re sen ta tiv o de
aquello que pensaría u n a “com unidad” que u n a m anera de si­
tuarse en el cam po político y m ediático, a veces para “d ar q u e
h a b la r”.
¿Q uién habla en n o m b re de los in m igrantes de orig en
m agrebí? ¿Las asociaciones oficiales, los “b a rb u d o s”, los m i­
litantes antirracistas de izquierda, los Indigénes de la Répu-
blique, las figuras ultralaicas, los trabajadores sociales, los
intelectuales, los d ip u tad o s, los sociólogos? El sen tid o de
todos sus discursos p ro v ien e m enos de sus relatos q ue del
ju e g o político en el cual se inscriben. Q u e d a claro p o r q u é
i los individuos se p e rc ib e n com o testigos o reh e n e s de deba-
; tes - a veces e sp ec tác u lo s- que n o son propios. C u an d o la
h istoria es trágica, se vuelve in so p o rtab le ese estar au sen te
[ d e los d eb ates públicos de los cuales u n o es objeto. ¿Cóm o
1 ÍO LO QUE NOS UNE

d e c ir q u e el a sesin a to d e los p e rio d ista s d e Charlie Hebdo es


a b so lu ta m e n te intolerable? ¿C óm o d ecir, tam b ié n , q u e hay
dibujos con los cuales los hu m o ristas gráficos p u e d e n h e rir,
sin p a re c e r u n e n e m ig o d e la lib ertad ? ¿C óm o n o c a e r e n la
tra m p a c u a n d o el ju e g o d e los portavoces obliga a eleg ir u n
ban d o ?
Al c o n tr a rio d e lo q u e p o d r ía c re e rse , el p r o b le m a n o
es ta n d is tin to p a ra el c o n ju n to d e los c iu d a d a n o s . D e trá s
d e las o b se sio n e s id e n tita ria s y las d e c la ra c io n e s p ú b lic a s
agresivas, la to le ra n c ia y el re c h a z o d e l rac ism o e x iste n . In ­
clu so c u a n d o se in te n ta te n e r e n c u e n ta las re sp u e sta s d e
c o m p ro m is o , el ín d ic e d e to le ra n c ia c o n s tru id o p o r Vin-
c e n t T iberj m u estra que, a lo largo d e los años, los individuos
se declaran cada vez m ás tolerantes: la tasa p ro m e d io es del
64% . C u a n d o se e n tra e n detalles, se observa q u e el 90% d e
las p e rs o n a s in te rro g a d a s p ie n s a n q u e las razas so n ig u ale s
o q u e n o e x iste n y el 70% p ie n s a q u e hay q u e lu c h a r c o n ­
tra los p re ju ic io s (C o m m issio n N a tio n a le C o n su ltiv e d es
D ro its d e l’H o m m e , 2015). E n u n p e río d o d o m in a d o p o r
el d e s e m p le o , los a te n ta d o s s a n g rie n to s y u n a e s c a la d a e n
la p u ja p o lític a , estas cifras so n b a s ta n te re c o n fo rta n te s . E n
el fo n d o , n o p a re c e q u e a los fra n c e se s “m a y o rita rio s ” se
los e s c u c h e m ás q u e a los fra n c e se s “m in o rita rio s ”.
Esta crisis d e la d em o cracia, d e este exceso d e palabras,
c o m e n tario s, im ágenes, posturas, y d e esta falta d e re p re s e n ­
tación, n o sólo es válida p ara las m inorías. A sim ism o, n a d a
in d ic a q u e las m in o rías d e b e n ser re p re se n ta d a s c o m o g ru p o s
d iscrim in ad o s, ya q u e siem p re se es “algo m ás” q u e la id en ti­
d a d c u ltu ral, el sexo, la fe, etc. Lo q u e se n ecesita es c o n stru ir
m o d o s d e re p re se n ta c ió n creíbles de los h a b ita n te s d e los ba­
rrios, los asalariados, los jó v en es, los alum nos, las m ujeres, los
creyentes y los dem ás. H ay q u e e scu c h a r la voz d e los indivi­
d u o s co m u n e s a q u ien e s sus adversarios, y a veces sus po rtav o ­
ces, m a n d a n callar.
C u a n d o la capacidad d e organización y movilización n o surge
d esd e abajo d e m a n e ra e sp o n tá n e a, es n ecesario estim ularla y
EL T E R C E R O A U S E N T E : R E C O N S T R U IR U N A S O C IE D A D 111

so ste n e rla . 13 A h o ra b ie n , estam os en u n a posición d em asiad o


am b ig u a p a ra hacerlo: h a ría falta q u e los actores m ás discri­
m in a d o s se m ovilizaran a p a rtir de sus in tereses e id en tid a d ,
co n la c o n d ició n d e q u e olvidaran sus in tereses, dem asiad o
particu lares, y sus id en tid a d e s, q u e sig uen p e rc ib ié n d o se
co m o am enazas co m unitaristas.
E n a u s e n c ia d e esto s a c to re s , ¿cóm o c o n s tr u ir los a c u e r­
d o s p a ra los q u e , sin e m b a rg o , h e m o s tra b a ja d o , los c o m ­
p ro m iso s q u e e stá n e n la p r o p ia n a tu ra le z a d e las so c ie d a ­
d e s d e m o c rá tic a s? ¿C óm o c o n s tr u ir “a rre g lo s ra z o n a b le s ”
[reasonable accommodations] q u e p e rm ita n convivir, sin rem i­
tirn o s cad a vez a p rin cip io s y teologías políticas, q u e sin d u d a
se d u ce n a los estudios d e televisión y las ed ito riales a p ro p ia ­
dos, p e ro q u e nos im p id e n resolver los p ro b lem as tal c o m o se
p re s e n ta n ?14 P o r su p u esto , e n la vida real, u n o te rm in a “a rre ­
g lándoselas”. Los alcaldes m ás rep u b lica n o s te rm in a n p o r e n ­
c o n tra r in te rlo c u to re s q u e su p u e sta m e n te re p re s e n ta n a las
“c o m u n id a d e s”, p e ro tam b ié n sabem os q u e, e n ocasiones, la
elección d e estos in te rlo c u to re s es discutible y que, com o la paz
social n o tie n e precio , se la p u e d e p a g a r m uy cara.
La am p liació n d e la vida d e m o c rática n o a ta ñ e ú n ica m en te
a las m in o rías, p o r lo q u e n o exige u n a política focalizada.
P ero, e n c u a lq u ier caso, d e b e ría m o s a p re n d e r a conversar
con los actores tal cual son y n o com o d e b e ría n se r (a n u e stra
im ag en , ergo, a c ep ta b le s), a u n q u e p arezcan tan “d ife re n te s”
q u e sería im posible escucharlos.

13 N ilü fer G óle (2 0 1 5 ) arm ó estos grupos de discusión con m usulm anes
“com u n es” en varias ciu d ad es de Europa.
14 La n oción de “arreglo razo n able”, proven ien te del d e re c h o labo­
ral canadiense, se p o p u la rizó en Q u e b e c a través d e la C om isión
B ou ch ard -T aylo r en 2 0 0 7 , q u e in vitó a e sta b le c e r p ro ce d im ie n to s
d e con su ltas y a cu e rd o s e n tre las re iv in d ica cio n es de la m a yoría y
las d e las diversas m in o rías. El p ro p io R égis D eb ra y h izo a p o lo g ía
d e estos a cu erd o s p rá ctico s. V é a se D ebray y L esch i (2 0 1 6 ).
112 LO Q U E N OS U N E

E L L A IC ISM O Y L A J E R A R Q U ÍA DE LO S D E R E C H O S

Tras los aten tad o s del 7 de e n e ro de 2015, todas las m iradas se


volcaron a la escuela: ¿cóm o p u d o su ced er q u e niños salidos
de la escuela rep u b lican a se h u b iesen convertido en ex tre­
mistas y asesinos? Así com o se im plora a u n a Iglesia p o r sal­
vación, nos dirigim os a la escuela p ara q u e nos dijera cuáles
son n u estro s valores y qué tenem os en com ún. Está m uy claro
que la vocación d e la escuela rep u b lican a n u n c a se red u jo a
in stru ir a los niños, sino q u e deb e fo rm a r sujetos au tónom os,
ciu d ad an o s y m iem bros de la nación. A hora bien, tenem os
p rofundas dudas acerca de la capacidad de la escuela p ara
seguir siendo el tem plo de lo laico. El d eb ate se organiza en
f to rn o a dos cuestiones esenciales: la definición del laicism o y
1 la transm isión de principios y valores.
Para quienes razonan prim eram ente en térm inos de iden­
tidad - la extrem a derecha así com o u n a gran parte de la de­
recha—, el laicismo se ha convertido en u n a nueva m anera de
nom brar la nación. Así se explica la conversión laica del Frente
Nacional. La escuela debe prom over el relato histórico nacio­
nal, la gran cultura nacional, las costum bres alimenticias e in­
dum entarias francesas. Según u na especie de petanism o laico,
la escuela debe defender u n a nación hom ogénea y sus raíces
ancestrales. Asimismo, se im pone el regreso de la autoridad y
sus m étodos.
Según u n a corriente laica, com ún a u n a gran parte de la iz­
quierda y la derecha, es necesario apegarse a u n a definición
rigurosa del laicismo, centrada en los valores universalistas de
la R epública y la ciudadanía. Las “diferencias” no tienen cabida
en la escuela, em pezando p o r el velo, cuya exclusión total se exi-
,ge hasta en la universidad. En este caso, lo laico no es tanto lo
de la nación com o lo de la República y lo de la jera rq u ía de las
identidades, que se habría fijado de u n a vez y para siem pre en
1905. Esta posición suele cristalizarse e n la igualdad de sexos.
( P o r últim o, u n a ten d e n c ia recien te convoca a u n “laicis-
■m o a b ie rto ”. El h e c h o de q ue la sociedad francesa ya n o sea
EL T E R C E R O A U S EN TE : R E C O N S T R U I R UN A S O C I E D A D 1 13

im plícitam ente cristiana, com o era el caso en 1905, obliga a


red efin ir las “costum bres” escolares p ara q u e d e fie n d an los
principios propios de lo laico: la libertad de co nciencia y la
| separación e n tre las Iglesias y el Estado. Si se piensa q u e el
laicism o es u n a m a n e ra de convivir, en to n ces hay q u e ten er
en c u e n ta la diversidad de los convidados.
Las alum nas d e b e n quitarse el velo antes de e n tra r al esta­
blecim iento, p e ro ¿sus m adres d e b e n h a c er lo m ism o? ¿Con­
tarles a sus com p añ ero s en q u é consisten las creencias y los
ritos de su fam ilia es u n a violación del laicismo? ¿Existir u n
poco en los program as de historia y literatu ra c u a n d o u n o no
es francés “de fuste” es u n a ofensa al laicismo? ¿La creación
de establecim ientos m usulm anes privados, som etidos a las
m ism as reglas que los establecim ientos católicos, es u n ata­
q u e c o n tra lo laico? M ientras el hospital c o n tem p o riza co n las
id en tid ad es y diferencias de los enferm os, p o rq u e se indivi­
dualizan los casos y los individuos sin que eso se percib a com o
¡ u n a am enaza, la escuela parecería apoyarse en ritos sagrados
v q u e no p o d rían tocarse sin que el tem plo se d e rru m b e.
Con todo, u n laicism o a b ierto y to leran te exige q u e la je ­
rarq u ía de los d erech o s se defina de tal m o d o q u e esa ap er­
tu ra n o sea a b a n d o n o y q ue se sepa qué es negociable y qué
- n o lo es. Los d erech o s culturales de las diversas m inorías son
legítim os y de b e rían estar protegidos en ta n to d e re c h o s esen-
\ ciales. Sin em bargo, tam bién está claro q u e estos d erechos
; sólo p u e d e n otorgarse y d efen d erse en la m ed id a en q u e no
\ a m en acen los d erech o s fu n d am en tales de los individuos: en
. especial, el d e re c h o a elegir la p ro p ia id en tid a d y p e rte n en c ia
a diversas com unidades. D icho de o tro m odo, si b ien todos
tien en d e re c h o a u n a id en tid a d y u n a cultura, no se le p u ed e
im p o n e r a nadie u n a cu ltu ra y u n a tradición. El laicism o d e­
b e ría co n d u c ir a la defensa de las personas q u e q u ie re n ap ar­
tarse de las tradiciones y las com u n id ad es al m ism o tiem po
que p ro te g e r dichas tradiciones y com unidades.
f Así, los d erech o s culturales q u ed an som etidos al derech o
■su p e rio r d e no a d h e rir a las culturas e identidades. Ya n o se
1 14 1-0 Q U E NOS UN E

trata, entonces, de p ro h ib ir la cruz, el velo o la kipá, sino de


d e fe n d e r a qu ien es rechazan usar la cruz, el velo o la kipá.
Ya no se tra ta de p ro h ib ir los cultos, sino de asegurarse de
que los curas, rabinos e im anes no p red iq u e n c o n tra los d e re ­
chos fu ndam entales d e los individuos: igualdad y libertad de
conciencia. D espués de to do, en el m u n d o m ayoritario, cada
u n o hace lo q u e m ejor le parece, y eso p arece legítim o e n la
m edida en q u e esas elecciones n o a te n te n co n tra las “b u en as
costum bres” o la libertad d e los sujetos.
La “ciudadanía m ulticultural” defendid a p o r Will Kymlicka
(2010) se apoya m enos e n la apología del m ulticulturalism o
que en la necesidad de jera rq u iz ar los derechos.15 Hay q u e de­
fender la libertad de las religiones, p ero tam bién la libertad en
las religiones y todos deb en p o d e r justificar sus elecciones de
vida desde el p u n to de vista de los derechos universales (Forst,
2011). Evidentem ente, todo esto conduce a una casuística lai­
ca, p e ro el acu erdo de 1905 tam bién fue u n a casuística q u e ol­
vidamos y a la que nos acostum bram os. Es cierto que la Iglesia
era u n in terlocutor institucional, m ientras que hoy se discute
la representatividad institucional de los portavoces de los m u­
sulm anes e, incluso, la capacidad de escuchar a los ciudadanos.

¿CÓM O T R A N S M IT IR ?

D ejando de lado a quienes su eñ an co n refu n d a r la escue­


la volviendo a lo que fue en 1900 —separación de los sexos,
o rien tació n precoz, disciplina rigurosa, exclusión de los re ­
beld es-, el p ro b lem a principal es m enos la definición d e lo
laico que el m odo de transm isión de los valores. La reacción
más aco rd e a la historia y cu ltu ra escolar afirm a q u e los valo­
res laicos son im perativos categóricos q u e d e b e n enseñarse

15 En el mismo sentido, véanse Renaut (2 0 0 7 ) y Taylor (2 0 0 9 ).


EL T E R C E R O A U S EN TE : R E C O N S T R U I R U N A S O C I E D A D 1 15

com o m aterias escolares p a ra ilu m in ar las m entes infantiles


y juveniles. En ese co n tex to , los valores de la dem ocracia, la
ig ualdad y la fra tern id a d se inscriben en el p ro g ram a, se e n ­
señan e n las clases y se ex h ib en en las p aredes de las escuelas.
Los pad res están invitados a conocerlos y aprobarlos.
Siem pre se p u e d e p e n sa r que las lecciones de m oral no
hacen d a ñ o -so b re todo a qu ien es las en señ a n —, p e ro m e
p a re c e que este renovado catequism o se e n fre n ta a grandes
dificultades. Antes que n ad a, m uchos de los alum nos van a
m e d ir la distancia e n tre las lecciones y sus experiencias, sobre
todo los q ue pasan sus días en los barrios y establecim ientos
m ás desfavorecidos: les va a resultar difícil n o p e n sar que estas
lecciones son un p u ro ejercicio d e hipocresía. Los alum nos
p u e d e n percibirlas com o u n rito escolar ajeno p o r com ple­
to a la vida adolescente: chicas y chicos casi no se hablan, se
“insulta la raza”* d e los dem ás, la violencia es frecuente. Pero
oficialm ente van a escuchar q ue eso n o está bien. En fin, cabe
p reg u n ta rse si hoy en día, en u n a época en q u e los alum nos
tie n e n la im presión de a cced er a la totalid ad del m u n d o p o r
o b ra y gracia de in te rn e t y las pantallas, los valores e n verdad
se en señ a n p o r m edio de lecciones. Q uizá los alum nos a los
que les va m uy bien en las clases de fra te rn id a d n o sean los
más am igables con sus com pañeros.
N o es fácil p ara la escuela de la R epública convertirse en la
escuela de la dem ocracia. D u ran te m u ch o tiem po, aquella no
p ercibió com o u n a co n trad icció n el h e c h o de que la ciuda­
danía se “aprendiera” privando a los alum nos de algunos de sus
derechos. Según la encuesta PISA de 2012, el índice de alum nos
franceses de 15 años de edad que decían “sentirse en su casa en
\ la escuela” es el más bajo de todos los países de la O rganización
j p ara la C ooperación y el D esarrollo E conóm icos (O C D E ):
e n tre los alum nos desfavorecidos, es d e u n 38% c o n tra

* La expresión ta race [tu raza] form a parte de varios insultos, además


de constituir un im properio por sí misma. [N. de T,]
Il6 LO Q U E NOS UNE

un 78% en los países de la OCDE. Sin em bargo, es en la escue­


la d o n d e las norm as com unes y la aceptación de las singulari­
dades podrían no quedar vacías de sentido. Muchos docentes
lo saben: cuando perm itieron que los alum nos expresaran sus
sentim ientos tras los atentados de en ero de 2015, descubrieron
que estos se sentían más rechazados p o r el laicism o de lo que
lo rechazaban.
La ciudadanía es, ante todo, u n a m an era de convivir. No
sólo es u n a cuestión de laicismo, u n a cuestión de m usulm a­
nes, y, de m odo más general, u n a cuestión de pobres, los úni­
cos que necesitarían “educarse” en las virtudes republicanas.
Para que los alum nos p u ed an convertirse en ciudadanos, es
necesario que, de acuerdo con su edad, tengan la posibilidad
de actuar com o tales en su pro p ia vida escolar, p e ro tam bién
en los diversos proyectos que p o d ría n llevar a cabo si se los
indujera a colaborar en tre sí y con los adultos. Todas estas ac­
tividades, puestas en práctica en num erosos establecim ientos,
no d eb erían ser u n a feliz excepción que d e p en d e del m ilitan-
tismo y la generosidad de algunos adultos, sino que deb erían
form ar parte de la educación escolar y estar al m ism o nivel
q u e las m atem áticas y la historia.
Si bien pueden parecer evidentes e ingenuas, estas pocas re­
com endaciones se enfrentan a grandes resistencias, porque exi­
gen una nueva definición de la institución escolar y la vocación
de los docentes. Asimismo, suponen que los establecimientos
escolares se definan com o com unidades de adultos encargadas
de la educación de los alumnos. Esto requiere que se vuelvan a
definir los derechos y deberes de cada uno -incluyendo los de
los padres-, así com o el m odo de designación de los docentes en
establecimientos que com parten un proyecto educativo. La fun­
ción de la escuela no puede limitarse al aum ento de su eficacia
y la m era prom oción de la igualdad de oportunidades. Si bien
esto es indispensable, ciertam ente no alcanza para convertirla
en u na escuela de la fraternidad, u na escuela en la que se apren­
de a convivir y a volverse un actor democrático.
EL TERCERO AUSENTE: RECONSTRUIR UNA SOCIEDAD 1 1*7

¿U N A P A T R IA CO M ÚN?

El tem a de la nación, a c ap a rad o p o r id entitarios y naciona­


listas, p o n e en un b rete a to d a u n a tradición de la izquierda
liberal, hoy m uy frágil. C om o los m ovim ientos nacionalistas
se o p u siero n a la dem ocracia, al m ovim iento o b rero , a los
extranjeros, a los d erech o s d e las m ujeres y a la escuela lai­
ca, las fuerzas progresistas y dem ocráticas a b a n d o n a ro n p o r
m o m en to s los discursos nacionales, a riesgo d e volverse na­
cionalistas. Pero n o es tan fácil desem barazarse de la nación:
resu lta necesario re c o rd a r algunos hechos.
D esde la R evolución F rancesa, la n a c ió n se h a defin id o
com o u n a c o m u n id a d de c u ltu ra y d e stin o y co m o u n a
sociedad política. O , según la e n c a n ta d o ra e x p resió n de
D o m in iq u e S c h n a p p e r, com o u n a “c o m u n id a d de los ciu­
d a d a n o s ”. Es u n im a g in a rio y u n c o n tra to p o lític o indi-
sociables. P recisam en te eso hace q ue n o p o d am o s elegir
e n tr e H e rd e r - “la c o m u n id a d c u ltu ra l”- y R e n á n - e l “p le ­
biscito de cada d ía ”- , ya q u e la n ació n es el m arco de la
so cied ad po lítica d e m o c rática q u e rep o sa so b re estos dos
pilares: el im ag in ario c o m p a rtid o y el p u e b lo so b eran o . De
m o m e n to , no ex isten c iu d a d a n o s q ue n o sean nacionales,
y los m ecanism os de la so lid a rid a d su p o n e n q u e tenem os
algo en c o m ú n q u e m ere ce alg u n o s sacrificios: eso que lla­
m am os “n a c ió n ”.
El nacionalism o es in soportable p o rq u e define la nación
p o r las raíces com unes y los sentim ientos antes que p o r los
derechos, p o rq u e exige q u e la nación siem pre se defina p o r
quienes no p e rte n ec e n a ella, los extranjeros del ex terio r y
los extranjeros del in terio r, que n u n ca serán m iem bros de la
nación. Pero si se reduce la nación al m ero c o n trato político,
al “patriotism o c o nstitucional”, com o dice Jíirg e n H aberm as,
se co rre el riesgo de q ue se convierta en u n m ero asunto de
gentlemen que discuten sus ideas e intereses con parsim onia.
A hora bien, no hay que p e n sar que p o rq u e se q u iere bien
a los dem ás y se los recibe, la sociedad sólo es u n a especie
l8 L O Q U E NOS U N E

de club. U n o tam bién tie n e q u e sentirse m iem b ro d e u n a


c o m u n id a d , es decir, s u p o n e r q u e se tie n e algo e n co m ú n .
R ousseau (1966: 287) d esco n fiab a d e “esos p re te n d id o s cos­
m opolitas q u e, al ju stifica r su a m o r p o r la p atria p o r su a m o r
al g é n e ro h u m a n o , p resu m e n de a m a r a to d o el m u n d o p ara
te n e r d e re c h o a n o am ar a n a d ie ”.
La confianza social y dem ocrática, así com o la cap acid ad d e
d a r acogida a los dem ás, n ecesariam en te se d esarrollan e n un
m arco nacional q u e se vive com o u n reto co m ú n a m ayorías
y m inorías. El nacionalism o im p o n e u n a su erte d e chan taje
id en titario , al q u e d eb eríam o s o p o n e r la idea de q u e ten em o s
u n a m ism a p atria y som os com patriotas, sean cuales fu e re n
nuestras culturas y orígenes. Esto im plica que deb em o s ser
capaces de escribir u n relato nacional d istinto al q u e tien d e
a im p o n e rse en la actualidad. C om partim os u n a historia con
el resto d e E u ro p a y las ex colonias y esa historia es san g rien ­
ta, tan san g rien ta com o la h istoria de Francia (Weil, 2015).
Sin em b arg o , com o rec o rd a b a R enán, “elegim os” h a b la r d e la
cruzada albigense y la n o ch e d e San B artolom é y tam bién ele­
gim os “olvidarlas” fu n d ién d o las en u n rela to nacional com ­
p a rtid o con occitanos y p ro testan tes.
¿P or q u é n o sería posible invitar a los dem ás a p a rtic ip a r
de u n re la to h istó rico am pliado? Se p u e d e ex p licar cuál e ra
el estatus d e los indigénes e n la é p o c a d e las co lonias y tam ­
b ié n d e c ir q u e los d e sc e n d ie n te s d e los indigénes p u e d e n
se r d isc rim in a d o s a u n q u e sean c iu d a d a n o s co m o todos los
dem ás. Sin h a c e r este esfuerzo, son pocas las p o sib ilid ad es
de q u e escapem os a la g u e rra d e las m em o rias y su instru-
/m e n ta c ió n . ¿De q u é sirve re p e tir sin cesar q u e la h isto ria
■d e F ran cia está e n riq u e c id a p o r su diversidad, si n o som os
í capaces d e e n s e ñ a r la h isto ria d e esta diversidad y m o strar
j q u e la h isto ria d e F ran cia tam b ié n es la de E u ro p a y la d e
I u n a g ra n p a rte del m u n d o ?
El im ag in ario n acional n o sólo se apoya en relatos histó ri­
cos e n los q u e cada u n o p o d ría o c u p a r u n lugar. Som os com ­
p atrio tas p o rq u e d e p e n d e m o s u n o s d e otros, p o rq u e som os
El. T E R C E R O A U S E N TE : R E C O N S T R U I R U N A S O C I E D A D 1 1$

solidarios. A hora b ien , los sen tim ien to s d e so lid arid ad se


a g o ta n c u a n d o se m u ltip lican los estatus y las desigualdades,
c u a n d o d eu d as y créd ito s se vuelven ininteligibles. Los ricos
p a re c e n ap a rtarse y n o q u e re r c o n trib u ir, los p o b res p iensan
q u e n o recib en n a d a y q u e n o d e b e n n a d a a los q u e son m ás
p o b res q u e ellos, so b re to d o si son ex tran jero s. ¿C óm o se
p u e d e recib ir a los o tro s c u a n d o a p a re n te m e n te ya n o som os
capaces d e ser m iem b ro s d e u n a m ism a sociedad? El p ro p ó si­
to d e u n a p a tria y la cuestió n social son indisociables.
N o se tra ta d e d isolver los p ro b le m a s d e la d isc rim in a ­
c ió n , la ig u ald a d y el re c o n o c im ie n to e n p ro b le m a s m ás g e ­
n e ra le s, seg ú n el viejo ra z o n a m ie n to q u e d icta “ab o la m o s
el cap italism o , las n a c io n e s o las re lig io n e s y to d o se va a
s o lu c io n a r”. La d isc rim in a c ió n y los reto s q u e esta a c a rre a
n o son fe n ó m e n o s locales, residuales y arcaicos. P or eso,
p a ra in te n ta r d a r u n a resp u esta lo m enos m ala posible, hay
q u e a p re n d e r a c o n stru ir u n tercero, un c o n ju n to d e re p re ­
sentaciones, prin cip io s y m ecanism os c o m u n es a q u ien es son
discrim inados y a q u ien es no lo son. Hay q u e in te n ta r cons­
tru ir, con pacien cia y desde abajo, algo que se parezca a u n a
sociedad. En este sentido, las políticas indirectas, q u e pasan
p o r la construcción de u n terc ero co m ú n , son m ás eficaces
q u e las que term inan absorbidas p o r dram aturgias en las cuales
la m ayoría de los individuos no reco n o ce su vida.
C o n c lu sió n
E l arte d e con vivir

A veces, los p ro b le m a s se p la n te a n d e m o d o tal q u e


re s u lta im p o sib le e n c o n tr a r le s u n a so lu c ió n . E n la F ra n c ia
a c tu a l, la d isc rim in a c ió n fo rm a p a r te d e u n o d e eso s tem a s
b a n a le s e in to le ra b le s q u e se tra n s fo rm a n e n d e b a te s id e o ló ­
gicos y p o lític o s d e los q u e la m e s u ra y la g e n e ro s id a d p a re ­
c e n e x c lu id as. L as p o s tu ra s y las p o se s p re v a le c e n y te r m in a n
b o r r a n d o la e x p e rie n c ia d e los in d iv id u o s d isc rim in a d o s , q u e
se c o n v ie rte n e n m e ro s p re te x to s o c o a rta d a s.
D e a h í q u e , e n u n p r im e r m o m e n to , h a y a q u e i n te n ta r
e s c u c h a r a las p e rs o n a s v íctim a s d e la d is c r im in a c ió n sin o l­
v id a r q u e e sta n o s ie m p re c o n s titu y e la to ta lid a d d e su e x ­
p e rie n c ia . L a m a y o ría d e e llo s vive c o n los o tro s , c o m p a r te
a lg u n a s in ju stic ia s, p e r o ta m b ié n las lim ita c io n e s y a le g ría s
d e la vida. A u n q u e d is c rim in a d a s , las m u je r e s y las d iv ersas
m in o r ía s viven c o n los h o m b r e s y c o n la m a y o ría . E n to n c e s ,
es c ru c ia l r e c o r d a r las e x p e r ie n c ia s c o tid ia n a s si se q u ie r e
r e h u i r los e x tra v ío s d r a m a tiz a d o s q u e n o s d ic e n m á s s o b re
el e s ta d o d e la s o c ie d a d f ra n c e s a q u e s o b re la e x p e rie n c ia
d e las víctim as.
i L a d is c rim in a c ió n p la n te a u n d o b le p r o b le m a a n u e s tr a
i s o c ie d a d , ya q u e c o n s titu y e ta n to u n r e c h a z o d e la ig u a ld a d
l c o m o u n a n e g a c ió n d e r e c o n o c im ie n to . El p r im e r p ro b le -
x m a es la lu c h a c o n tr a la d is c r im in a c ió n p r o p ia m e n t e d ic h a
y la b ú s q u e d a d e p r o c e d im ie n to s q u e p e r m ita n p r o m o v e r la
e q u id a d e n las d is tin ta s p r u e b a s a las q u e se e n f r e n ta n los
j in d iv id u o s . El d e r e c h o , las c a rta s, las c o n v e n c io n e s , la in fo r ­
m a c ió n y las a s o c ia c io n e s d e s e m p e ñ a n u n i m p o r ta n te p a p e l.
122 1. 0 Q U E NOS UN E

Hay q u e se g u ir c o n d e n a n d o el racism o y la d iscrim in ació n


a p e sa r d e la crítica de la “in g e n u id a d ” del a n tirra c ism o , el
“d e re c h o h u m a n is m o ” y las “b u e n a s in te n c io n e s ”, u n a crítica
q u e n o lo g ra e sco n d e r el rech azo d e la ig u ald ad y las m alas
in te n c io n e s.
Sin em b arg o , al no o p ta r p o r u n a v erd ad era discrim inación
positiva - a excepción d e la ley p a ra la p a rid a d d e las can d id a­
turas fem en in as en las eleccio n es-, la sociedad francesa n o
logra su p e ra r esta estrategia del d e re c h o y el m an d a to legal.
E n lo q u e respecta a las m inorías, en el m o d elo cívico y so­
cial fran cés n o hay lugar p a ra d e fin ir p o b laciones focalizadas
ni cupos. A dem ás, e n su m ayoría, las p ersonas q u e entrevis­
tam os se d ec la ra ro n e n co n tra d e la discrim inación positiva.
Así, la sociedad francesa está al ta n to d e todos los deb ates
sobre la discrim inación positiva sin h a b e r co n o cid o vez algu­
n a las prácticas. Elegim os las estrategias m ás indirectas p ara
a c tu a r m ien tras parece q u e evitam os los problem as.
La ap u esta p o r el reco n o cim ien to no se inscribe en u n m ar­
co cívico y social ya constituido. P or eso se la percib e com o u n
shock y provoca un bru tal y peligroso re to rn o d e los rep rim i­
dos a los im aginarios d e n ación y naturaleza. En este p u n to ,
es fácil p asar del reco n o cim ien to de las diferencias “finas” a
la g u e rra d e las id en tid ad es “densas”. G u erra tan to m ás in­
q u ie ta n te c u a n to q u e p u e d e m ovilizar arg u m e n to s sim étricos
a am bos lados. Estos conflictos sin solución se d esarrollan
p o r e n c im a d e los individuos “c o m u n e s”, discrim inados o no,
q u ien es se convierten en p retex to s en lugar de actores. Así,
se vive e n u n doble escenario: el de los d ebates ideológicos y
políticos y el de las experiencias perso n ales q u e se h a n vuel­
to invisibles y “so b re in te rp re tad a s” p o r las necesidades d e las
distintas causas.
R esulta d e vital im p o rtan cia re d u c ir la distancia e n tre estos
dos escenarios, co n stru ir terceros, políticas y luchas com unes
a q u ien e s son discrim inados y a q u ien es no lo son, o lo son en
m e n o r m edida. Esta estrategia in telectu al y política n o supo­
ne b o rra r los problem as, los conflictos y las distintas form as
CON CLUSIÓN 123

d e d o m in ació n , sino q u e exige c o n stru ir un marco común en el


q u e p u e d a n negociarse los pro b lem as y así llegar a acuerdos y
soluciones. Si la d e m o c rac ia es el arte d e vivir ju n to s , hay q u e
ren ovar la rep re sen ta ció n dem ocrática, re c o n stru ir la igual­
d a d social, c o n stru ir instituciones acogedoras y escribir o tro
relato nacional. Hay q u e elegir la exp erien cia d e los indivi­
duos, en vez d e las teologías políticas que invocan la acción e
im p id en actuar.
Acaso este cam in o parezca dem asiado tím id o y m o d era d o ,
p e ro p u e d e ser la o p ció n m ás racional y razo n ab le en estos
tiem pos, q u e son d e pánico.
!
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