Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
hegemónica.
El concepto de masculinidad hegemónica tiene lugar pro primera vez en trabajos en escuelas
secundarias en Australia realizados por Kessler y también por el propio Connell. Lo que
mostraba la evidencia empírica es que en la escuela se daban múltiples jerarquías en términos
de género.
El texto inaugural fue "Towards a New Sociology of Masculinity" (Carrigan, Connell y Lee,
1985).
Lo que plantean los autores es que este concepto iba en sintonía con conceptualizaciones que
se estaban haciendo en otros lugares del mundo (hombres de la New Left, o exponentes del
feminismo negro como Angela Davis, Baca Zinn o bell hooks).
Una de las dificultades que los autores advierten con el concepto de hegemonía es que esta
contempla la posibilidad del cambio social en su propia definición, cosa que muchos de los
estudios sobre género no contemplan.
Esto se producía a la vez que se incrementaban las críticas a las teorías de los roles sexuales
por ser consideradas homogeneizantes y por sus dificultades para dar cuenta de las relaciones
de poder.
Mencionan a los estudios gays dentro de los estudios que se interesaron por las
masculinidades. Y luego mencionan una serie de trabajos empíricos como los de Willis (1977),
Cockburn (1983) y Herdt (1980, 1981). Estos trabajos aportaron trabajo de campo etnográfico,
algo que a la literatura sobre los roles sexuales le faltaba. A su vez, dieron evidencia de la
heterogeneidad y complejidad de las masculinidades como de las relaciones de poder que
implican la hegemonia.
Finalmente, nombra una serie de estudios del psicoanálisis (empezando por Freud) que se
interesaron por los estudios sobre las masculinidades.
Formulation
Lo que plantean los autores es que esta definición fue análoga al interés de la sociología
política sobre los grupos dominantes. La masculinidad hegemónica se entendía como patrones
de prácticas (pattern of practices), cosas que se hacían, no solo roles o identidades, que le
permitían a los hombres sostener su dominación sobre las mujeres.
El concepto de hegemonía no implica fuerza, sino una ascendencia mediada por la cultura, las
instituciones y la persuasión. Esto implicaba que la masculinidad se construye como un objeto
histórico, sujeto a cambios a través del tiempo.
Application
La aplicación del concepto proliferó durante la década de 1980 y 1990. Fue urilizada, por
ejemplo, para entender dinámicas en las clases, resistencia y bullying. También las dificultades
para para aplicar un curriculum de tipo "neutral" (Martino, 1995) y para entnender las
identidades docentes (Skelton, 1993).
También fue muy utilizada en criminología, para entender crímenes entre hombres o, por
ejemplo, la violencia en el fútbol (hooligans ingleses).
También fue utilizada para entender las representaciones de masculinidad que circulan en los
medios masivos de comunicación. Por ejemplo, en relación a las imágenes de deportistas y
vinculadas a lo bélico.
Otro lugar de aplicación fueron los lugares de trabajo, en los estudios organizacionales (Cheng,
Cockburn, Messerschmidt).
Lo que plantean los autores es que esta proliferación de estudios que adoptaron estos
conceptos se propusieron discutir las teorías sobre los roles sexuales.
Todas estas investigaciones fueron fructíferas para pensar cómo funciona la hegemonía.
Incluso mencionan estudios en otros lugares del mundo como Chile, Japón y México.
Critiques
Lo que dicen los autores sobre estas críticas es que justamente, las investigaciones sobre
masculinidades buscaron salir de la reificación y la esencialización del género. De esto da
prueba una enorme cantidad de producciones etnográficas e históricas sobre el tema. Pone el
ejemplo de investigaciones que analizaron cómo se pone en acto la masculinidad en cuerpos
femeninos (Hallbertain, 1998 y Meeserschimidt, 2004).
Messerschmidt, J. W.. 2004. Flesh & blood: Adolescent gender diversity and violence. Lanham,
MD: Rowman & Littlefield
Lo que plantean claramente los autores es lo siguiente: "La masculinidad no es una entidad
fija encarnada en un cuerpo o en la personalidad de los individuos. La masculinidades son
configuraciones de práctica que tienen lugar en la acción social y que, por lo tanto, pueden
diferir de acuerdo a las relaciones de género presentes en un entorno social particular".
En el marco de las escuelas británicas, menciona el estudio de Warren (1997) quien advierte
distintas construcciones de masculinidad en las clases, incluso cuando muchos varones no
encajan en la categoría dominante. Los varones muestran formas de resistencia a esas
categorías.
Tampoco aceptan la crítica que plantea que esta conceptualización del género reproduce la
heteronorma, porque uno de los intereses centrales de estos estudios ha sido entender las
formas de exlusión y subordinación de los homosexuales (Carrigan, Connell y Lee, 1985).
Aceptan, sí, la crítica que plantea que el concepto de masculinidad margina o naturaliza el
cuerpo (porque plantea la dicotomía género-sexo). Señalan que esta crítica es la más acertada,
sin dejar de mencionar investigaciones preocupadas por estas cuestiones.
Lo que señalan estas críticas es que muchas veces, en los estudios sobre masculinidades, se
observa solo a los varones y no se atiende a las mujeres. Lo que plantean es que la cura es
siempre ofrecer un análisis relacional, no abandonar las ideas de género o masculinidad.
Una de las críticas señala que es difícil señalar quién representa actualmente a la masculinidad
hegemónica. Entonces plantean que hay un uso ambiguo del término.
Sin desechar la crítica, los autores señalan que la ambiguedad es importante para identificar
los mecanimos de la hegemonía. En cada sociedad circulan modelos ideales de la conducta
masculina. La masculinidad hegemónica pueden ser construcciones que no necesariamente
se corresponden con la vida de ningún hombre real. Esos modelos responden a ideales,
fantasías y deseos. Esos modelos proveen repertorios, modelos de relación con mujeres y
soluciones a los problemas de género.
Todos los hombres, incluso los que se ofrecen como ejemplos de la masculinidad hegemónica,
ofrecen contradicciones.
Lo que plantea Holter (a quien consideran el crítico más sofisticado) es que el concepto de
poder masculino fue tomado de las experiencia directa de las mujeres, más que de las bases
estructurales que habilitan la subordinación de las mujeres. Plantea que hay que distinguir
entre "patriarcado" (una estructura de subordinación de las mujeres) del "género" (un sistema
de intercambio propio del capitalismo moderno). Plantea que es un error pensar las jerarquías
entre masculinidades dentro de las relaciones de género como una continuidad lógica de la
subordinación patriarcal de las mujeres.
Otra de las críticas (Collier) señaló que hablar de masculinidad hegemónica siempre se plantea
en términos negativos y se asocia a prácticas nocivas. Los autores aceptan esta crítica. Le
encuentran sentido en la medida en que la masculinidad hegemónica se basa en un repertorio
de prácticas que permite al colectivo masculino dominar a las mujeres. Esas prácticas nocivas
(por ejemplo, la violencia) estabilizan la dominación de género. Pero, dicen los autores, esto no
siempre es así y citan a un estudio (Wetherell y Edley, 1999) en donde se advierte que en un
contexto local la forma de adecuarse a la masculinidad hegemónica es distanciándose de
modleos de masculinidad hegemónica de contextos más amplios.
Muchos autores señalaron que la teoría sobre la masculinidad ofrece una insatisfactoria teoría
del sujeto.
Whitehead considera que el concepto de masculinidad solo ve la estructura sin evaluar lo que
hacen los individuos.
Los autores, para contradecir estos argumentos, señalan algunos ejemplos, como un trabajo
realizado por Archer en donde observa las relaciones entre hombres blancos, afro-caribeños y
mujeres musulmanas. Lo que observa es cómo se usa la masculinidad a través del discurso; lo
que observan es cómo una versión local de la masculinidad hegemónica es utilizada con el fin
de ganar respeto frente a la desintegración social.
Lo que plantean los autores es que estas perspectivas, centradas en lo discursivo, se olvidan de
prácticas no discursivas como la violencia, la sexualidad, el trabajo doméstico, el cuidado, etc.
Lo que plantean es que uno no es libre de adoptar posiciones de género variadas, sino que
esas posiciones se construyen en base a historias institucionales, fuerzas económicas,
relaciones personales y familiares, etc.
Los autores no acuerdan con el planteo de Whitehead que plantean que la masculinidad
sugiere una determinación estructural. "La masculinidad se define como la configuración de
prácticas en relación a una estructura de relaciones de género. La práctica social humana
crea esas relaciones de género a través de la historia". El concepto de masculinidad
hegemónica se incrustra en una mirada histórica y dinámica de las relaciones de género que
hace imposible eliminar la acción de los sujetos.
Los autores arrancan planteando que, las relaciones de género se constituyen en un proceso
histórico, no en un sistema que se reproduce a sí mismo. La "Dominación Masculina" (es muy
crítico de la obra de Bourdieu) es algo que requiere un esfuerzo cotidiano para que tenga
lugar. Eso lo evidencian estudios que muestran la exclusión cotidiana de las mujeres (como por
ejemplo en los trabajos sobre organizaciones/ SE PODRÍA VER EL TEMA EN EL PLUMERILLO).
REVIEW AND REFORMULATION
Anallizan con qué conceptos seguir y cuáles descartar, en base a las críticas expuestas.
Proponen suprimir algunas ideas introducidas de manera temprana. En primer lugar, la idea de
"dominación global" de varones sobre mujeres. Por ejemplo, menciona que mujeres burguesas
adoptan aspectos de la masculinidad hegemónica para construir carreras profesionales.
Proponen también desechar una idea temprana que fue la idea de rasgo, para referirse a las
masculinidades. Esta idea torna a las masculinidades como conceptos rígidos.
Concentrarse únicamente en las activdades de los varones no permite observar cómo las
mujeres contribuyen a la configuración de la masculinidad (como amdres, como novias, como
parejas sexuales, como compañeras de escuela, etc.).
Por eso plantean que es necesario que los estudios sobre masculinidades se concentren en lo
que hacen las mujeres.
Por lo tanto, propone pensar la agencia de los grupos subordinados tanto como el poder de los
grupos dominantes y el condicionamiento mutuo que se genera.
Lo que plantean es que una masculinidad hegemónica construida a nivel regional puede
ofrecerse de marco para las interacciones cotidianas desarrolladas a nivel local.
Pensar en estos distintos niveles ayuda a reconocer un lugar sin caer en un mundo monádico
compuesto por culturas y discursos independientes y autónomos.
Una teoría más clara sobre este aspecto se hace necesaria en las prácticas transgénero, que
son dífiiles de explicar simplemente con un modelo de construcción social.
With Rubin (2003) and Namaste (2000), we consider that the masculinities constructed in
female-to- male transsexuals’ life courses are not inherently counterhegemonic. “Self-made
men” can pursue gender equality or oppose it, just like nontranssexual men. What the
transsexual experience highlights is modernity’s treatment of the body as the “medium
through which selves interact with each other” (Rubin 2003, 180). (p.851).
Los cuerpos, según Connell, son tanto objetos de la práctica social como agentes en la
práctica social.
4) Dinámicas de la masculinidad
Otra carencia en los estudios sobre masculinidades tiene que ver con la complejidad de las
mismas. Los estudios biográficos dieron cuenta de las contradicciones en un mismo recorrido
que refljen distintas masculinidades y cambios.
Dicen los autores: "Sin tratar a los hombres privilegiados con piedad, debemos reconocer que
la masculinidad hegemónica no se traduce necesariamente en una experiencia de vida
satisfactoria.
Las relaciones de género siempre "son áreas de tensión". "Un modelo de masculinidad se
vuelve hegemónico porque le otorga soluciones a estas tensiones tendiendo a estabilizar el
poder patriarcal o reconstiturlo bajo nuevas condiciones".