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Para prepararse a rezar los Misterios Dolorosos del Santo Rosario, primero hacer un
acto de alabanza y reparación:
Ven Espíritu Santo y llena los corazones de Tus fieles, enciende en ellos el fuego de Tu
amor. Envía Tu Espíritu y así serán creados. Y renovarás la faz de la Tierra.
Oremos: ¡Oh!, Dios, que enseñaste a los corazones de los fieles mediante la luz del
Espíritu Santo, permítenos, por la gracia del mismo Espíritu Santo, que siempre seamos
realmente sabios y siempre nos regocijemos en Su Santo Consuelo a través de Cristo
nuestro Señor. Amén.
Rezar el Credo, el Padre Nuestro, 3 Avemarías y el Gloria; continuar con las siguientes
meditaciones en cada misterio.
Padre Nuestro
Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea Tu nombre; venga a nosotros Tu
reino; hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del
mal. Amén.
Ave María
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas
las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén.
Gloria
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
«Al Sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre, llamado José, de la casa
de David: el nombre de la virgen era María. Y entrando donde ella estaba, dijo: —
“Alégrate, llena de gracia, el Señor, está contigo…vas a concebir en el seno y vas a
dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús…”. Dijo María: “He aquí la
esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” » (Lc. 1:26-28.31.38).
Contemplamos Señor, en este misterio, el encuentro del Arcángel Gabriel con María
santísima y el misterio de Tu Encarnación en su vientre purísimo. Tú descendiste al
vientre purísimo de María porque primero Te recibió en su alma. Te Encarnaste en Ella
porque, desde toda la eternidad, había sido prepara para el don de ser Tu Madre y la
Madre de la humanidad. El Espíritu Santo al unirse su humanidad hizo posible Tú venida a
los hombres. Yo quiero, hoy, Señor, humildemente, penetrar en el misterio de Tu
Encarnación. Darte a Ti la oportunidad de revelarme el prodigio de Tu venida a los
hombres, cuando el Cielo se unió a la tierra, lo humano a lo divino, lo omnipotente a la
debilidad humana. Permíteme, ¡o Jesús! poder experimentar lo que Tu Madre
experimentó cuando descendiste a Ella.
Jesús, por el poder de Tu Espíritu, desciende hoy también en mí. Te lo pido con todas las
fuerzas de mi corazón: ¡quiero ser encarnación mística de Tu amor! Te abro las puertas
de mi corazón de par en par como María Te las abrió. Me abandono completamente a Ti:
“Por cuanto he sido elegido para Tu Padre, antes de la fundación del mundo, para ser
santo e inmaculado en su presencia en el amor eligiéndome de ante mano para ser su hijo
adoptivo por medio Tuyo” (Ef 1:4-5).
¡O! María, Madre del Verbo Encarnado, enséñame a recibir a Tú Hijo Jesús. Intercede,
para que mi vida sea gobernada enteramente por Él a fin de hacer en todo, su santa
voluntad.
Le entrego a Tu Hijo toda mi vida, para que sólo Él disponga de mí y de cuanto poseo.
—«Queridos hijos: También hoy los invito a unirse a Jesús en la oración. Ábranle su
corazón y entréguenle todo lo que tienen dentro: las alegrías, las tristezas y las
enfermedades. ¡Que este sea para ustedes el tiempo de la gracia! Oren, hijitos, y que
cada momento sea de Jesús. Yo estoy con ustedes e intercedo por ustedes. ¡Gracias por
haber respondido a mi llamado!» (25.03.02).
Santo ROSARIO: 18 de marzo del 2020
Al final de cada misterio rezar un Padre Nuestro, 10 Avemarías, Gloria y las jaculatorias.
Jaculatorias:
(Todos) Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva
al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu Divina
Misericordia. 3
(Todos) María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte
ampáranos o Madre Nuestra.
Todos: Amado San José haz crecer en mí la fe, que en ella buscaré, la esperanza y
caridad.
Oremos:
Señor, quiero contemplar contigo ahora, el encuentro de Tu Madre santísima con su prima
santa Isabel. María, al recibir la visita del Arcángel Gabriel, se dio cuenta que su pariente,
a pesar de su ancianidad, estaba en cinta; había acogido en su vientre la vida inocente.
Tu Madre quiso compartir esa alegría permaneciendo con Isabel tres meses, porque
también Ella había acogido en su seno otra vida inocente, la vida del Salvador del mundo.
Yo ruego, Señor, en este misterio, por todas aquellas madres que en este momento están
en cinta y llevan una vida inocente en su cuerpo.
Tú que estuviste en el vientre de María por nueve meses y nos enseñas a preservar la
vida desde la concepción hasta la muerte natural, detén las manos agresoras, las
intenciones y las acciones de quienes rechazan el don de la vida. No permitas que el
egoísmo venza frente a la disposición de amar que todos los seres humanos tenemos.
¡Que todos esos niños que se encuentran en peligro de ser rechazados puedan venir a
este mundo en un clima de amor y alegría como viniste Tú!
Jesús, yo acojo hoy el don de la vida. Acepto que no hay un derecho tan fundamental
como el derecho a vivir y oro, en este momento, por cuantos se han consagrado al
servicio y promoción de la vida humana: por todos los médicos y enfermeras que
defienden la vida, cuantos trabajan por la dignidad del ser humano desde su concepción
hasta la muerte natural, por quienes han consagrado su vida en favor de la vida humana.
Te doy gracias por el amor que siempre le ofreciste al Niño Jesús y que también me
ofreces a mí hoy. Te recibo hoy en mi corazón, como Isabel te recibió en su casa.
—«Queridos hijos: hoy los invito a alegrarse por la vida que Dios les da. ¡Hijitos,
alégrense en Dios creador, porque los ha creado tan maravillosamente! Oren, para que su
vida sea un gozoso agradecimiento que brota de su corazón como un río de alegría.
Hijitos, den gracias sin interrupción por todo lo que poseen, hasta por el más pequeño don
que Dios les da. De esta manera la bendición de la alegría de Dios descenderá siempre
en sus vidas. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!» (25.08.88).
Jaculatorias:
(Todos) Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva
al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu Divina 4
Misericordia.
Todos: Amado San José haz crecer en mí la fe, que en ella buscaré, la esperanza y
caridad.
Oremos:
¡Oh Señor!, quiero contemplar ahora con María y San José, con los Ángeles y santos del
Cielo, el misterio de Tú Nacimiento en la pobre gruta de Belén. Tú, siendo rico y
omnipotente, Te rebajaste a la condición de un niño indefenso. De esta manera Te
solidarizabas con los desposeídos y marginados, y me enseñabas a acoger y servir a los
pobres; a ver en ellos Tu misma imagen.
Señor —pese a las dificultades que tengo por mi racionalismo—, quiero abrazar ahora
también la vida de desprendimiento y desinstalación que Tú abrazaste al venir a este
mundo. Mi egoísmo muchas veces ha impedido que Tu evangelio se cumpla en mí.
¡Quiero entregarme a los demás como Tú lo hiciste! Enséñame, ¡o Jesús!, ha
desinstalarme de cuanto el mundo me ofrece que me pueda esclavizar. Libera mi corazón
de los apegos, de los vicios, del dinero, del placer, de la comodidad…
Mientras rezo esta decena del santo rosario, haz posible, además, Tu nacimiento en mí.
Deseo, con todas las fuerzas, que mi corazón sea hoy el pesebre donde Tu Madre Te
pueda colocar mientras oro. Por eso ahora me abro Ti. ¡Ven Jesús y visita mi corazón!
Manifiesta la ternura de Tu Encarnación en mi alma. Permíteme que Te pueda
experimentar como Tu Madre lo hizo.
María, enséñame a acoger a Tú Hijo, como Tú lo acogiste. Jesús estuvo siempre al centro
de Tu Corazón Inmaculado. Yo quiero también que Él sea el centro de mi vida, pero me
enfrento a mi debilidad y reconozco que aun hay muchas barreras entre Él y yo. ¡Quiero
que sea Él quien tome las decisiones en mí! Por eso pido ahora Tu intercesión para que
Tu Hijo triunfe en mí. Tú has dicho en el día de la Navidad:
—«Queridos hijos: hoy en este día de gracia, con el pequeño Jesús entre los brazos, los
invito, en modo particular, abrir sus corazones y a comenzar a orar. Hijitos, oren a Jesús,
para que nazca en el corazón de cada uno de ustedes y comience a gobernar su vida.
Oren, hasta que les de la gracia de poderlo reconocer siempre en cada hombre. Hijitos,
busquen de Jesús el amor, ya que con sólo el amor de Dios pueden a amar a Dios y a
todos los hombres. Les llevo a todos en mi Corazón y les dono mi bendición materna»
25.12.04.
Jaculatorias:
(Todos) Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva
al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu Divina 5
Misericordia.
Todos: Amado San José haz crecer en mí la fe, que en ella buscaré, la esperanza y
caridad.
Oremos:
Jesús, la Sagrada Familia de Nazaret, supo someterse en todo a la Ley de Dios sabiendo
que Tú venias a perfeccionar la Ley y eras la Ley encarnada. María y José son para mí
ejemplo de humildad y obediencia. ¡Tú sabes cuanto me ha costado —en el curso de mi
vida— obedecer y aceptar plenamente Tu voluntad! Pero ahora, por medio de la
meditación de este misterio, quiero comenzar a entregarte todo mi ser y aceptar Tu Ley en
mi vida. Enséñame, ¡o Jesús! a acoger Tu Palabra. A no tener miedo de lo que me
puedas pedir. ¡Que Tu Palabra pueda gobernar cada uno de mis pasos como gobernó la
vida de María y José! Me doy cuenta que la verdadera libertad consiste en obedecer y
vivir sujeto a Tus Mandamientos porque ellos son la vida.
Señor, que Tus Mandamientos también estén presentes en el corazón de cada miembro
de mi familia para que todos lleguen al Paraíso. Como María y José Te consagraron en el
Templo, también los consagro a Tu Sagrado Corazón en este misterio: Te consagro a mi
padre y a mi madre, a mis hermanos, abuelos, tíos, primos, nietos… y a cuantos se
relacionan conmigo. Por medio de esta consagración pongo sus vidas en Tus manos para
que Tu dispongas de ellos. Sana las heridas y cicatrices que han acumulado en el curso
de su vida y llena cuantos vacíos puedan tener.
Jesús, que Tu luz también disipe las tinieblas en las que han caído. ¡Que todos los de mi
hogar vivan reconciliados contigo y con quienes estén enemistados!, ¡Que todos puedan
vivir en Tu gracia y puedan conquistar el Paraíso!
¡O María Santísima!, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñame a ver en Tu Hijo Jesús
la plenitud de mi vida y la de mi familia. ¡Que Él llegue a ser el centro de mi hogar!
Ayúdame, para que por Tú intercesión, mi vida sirva de testimonio para la conversión de
todos. ¡Que pueda ser testigo de la luz de Jesús en mi casa, en mi trabajo y en todas
partes! ¡Que también yo pueda llevar a Jesús a los demás, y que cuantos me rodean
alcancen por Su medio la salvación de su alma! Tú has dicho:
«—Queridos hijos: hoy los invito a que se decidan si desean a vivir los mensajes que les
estoy dando. Deseo que sean activos en el vivir y comunicar los mensajes. En modo
particular, queridos hijos, deseo que todos ustedes sean el reflejo de Jesús, el cual
iluminará este mundo infiel que camina en la oscuridad. Deseo que todos sean luz para
los demás y que en la luz den testimonio. Queridos hijos, ustedes no han sido llamados a
la oscuridad, sino a la luz. Por lo tanto, con su vida vivan la luz. ¡Gracias por haber
respondido a mi llamado!»
Todos: Amado San José haz crecer en mí la fe, que en ella buscaré, la esperanza y
caridad.
Oremos:
Oro Señor en este momento pidiéndote el don de leerla, meditarla e interpretarla. Sólo así
podré hacer de Tu Palabra mi alimento cotidiano.
—«Queridos hijos: también hoy los invito a ser transmisores del Evangelio en su familias.
No olviden, hijitos leer la Sagrada Escritura. Colóquenla en un lugar visible y testimonien
con su vida que creen y viven la Palabra de Dios. Yo les estoy cerca con mi amor e
intercedo delante de mi Hijo por cada uno de ustedes. ¡Gracias por haber respondido a mi
llamado!» (25.1.06).
(Todos) Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva
al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu Divina
Misericordia.
Todos: Amado San José haz crecer en mí la fe, que en ella buscaré, la esperanza y
caridad.
Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te
salve. A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas. Ea pues Señora, Abogada Nuestra, vuelve a nosotros esos Tus
Ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de
Tu vientre.
¡Oh clemente!, ¡Oh piadosa!, ¡Oh dulce siempre Virgen María! Ruega por nosotros,
Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de
Nuestro Señor Jesucristo. Amén
Repetir 3 veces
“Jesús, María y José, los amo, salven almas”.