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TODOS TENEMOS GRIETAS

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los
extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas
tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el
agua al final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa de su
patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la vasija
perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los
fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy
avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo
podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador así, diciéndole:
Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas
sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor
que deberías recibir.
El aguador, le dijo compasivamente: Cuando regresemos a la casa quiero que
notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo largo del
camino, pero de todos modos se sentía apenada, porque al final, sólo
quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.
El aguador le dijo entonces: ¿ Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en
tu lado del camino ?. Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado
positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por
donde vas y todos los días las has regado, y por dos años yo he podido
recoger estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras
exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible
crear esta belleza.
ASAMBLEA EN LA CARPINTERIA
Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión
de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero
la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacia demasiado
ruido! Y además se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo, dijo
que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija.
Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. Y
la lija estuvo de acuerdo, a condición que fuera expulsado el metro que siempre se
la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la
lija, el metro y el tornillo.
Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble. Cuando la
carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue
entonces  cuando tomo la palabra el serrucho, y dijo:
Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja
con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos.
Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad
de nuestros puntos buenos. La asamblea encontró entonces, que el martillo era
fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas
y observaron que el metro era preciso y exacto.
Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron
orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.

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