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DISCURSO INAUGURAL COLOQUIO BICENTENARIO DE LA

INDEPENDENCIA

El transcurrir histórico puede ser cíclico y repetible o bien puede obedecer a una evolución
lineal o ascendente. Para efectos de análisis y discusión es un recurso válido el realizar divisiones y
separaciones que nos permitan delimitan este tránsito. Los centenarios suele ser uno de los recursos
más a nuestro alcance.

Aparte de constituir separaciones metodológicas, estos segmentos temporales son una especie
de alto en el camino que nos permite repensar nuestra historia. Hoy nos reúne esta tarea, revalorar el
bicentenario de la Independencia de México.

La Independencia de México dejó en Chihuahua una huella singular, porque aquí tuvo su fin la
vida de muchos de los protagonistas de este pasaje de nuestra historia. Aspectos que sin lugar a dudas
serán abordados en los trabajos que hoy se presenten.

Cuando la distancia se ha acrecentado, como en este caso por 200 años, recrear la vida cotidiana
y los hechos que quizá no tuvieron una trascendencia mayor, pero que no son menos importantes, se
convierte en una actividad plena de imaginación que raya en lo artístico. Es entonces que la presencia y
el trabajo de los historiadores se convierten en un ejercicio inventivo que nos permite recuperar la
viveza y el entusiasmo de nuestra memoria histórica.

La llegada a Chihuahua de los dirigentes ejército insurgente se dio, como todos sabemos en
condiciones más que difíciles. Todo esto fue posible porque para ese entonces estaba ya bien
demarcado lo que se conoce como el Camino Real.

El ser humano ha sido un viajero desde sus orígenes mismos. Esta situación le ha permitido
desplazarse e instalarse en los rincones más alejados e inhóspitos del planeta. Ha sido esta búsqueda lo
que nos ha obligado a la construcción o al descubrimiento de más y nuevos senderos. Así como el
Camino Real fue una vía hacia la desolación, hacia una soledad inmensa que lejos de disminuir el
entusiasmo de los primeros exploradores alimentaba su espíritu por expandir los límites del mundo
conocido. Así era también el espíritu de la lucha de Independencia. Construir nuevas vías hacia una
sociedad más justa e igualitaria. Abrir otros senderos para una realización más plena para todos y cada
uno de los miembros de una nación en estado germinal.

Este encomiable esfuerzo por repensar la importancia de la Independencia en el cumplimiento


de su bicentenario para el desarrollo político, económico y cultural de la región, merece todo nuestro
reconocimiento y apoyo. Su reconstrucción histórica nos permitirá una mejor comprensión del devenir
del norte de México y del sur de Estados Unidos.

Estoy seguro que la gran calidad de los ponentes tendrá una resonancia significativa que nos
llevará a reconsiderar el papel desempeñado por Chihuahua en la lucha independendista. Un proyecto
social que a la postre nos permitiría construir la sociedad que en este momento tenemos. Porque
paralelamente a la investigación histórica está nuestra deuda con quienes ofrendaron sus vidas en busca
de un mejor horizonte. En este sentido el Coloquio El bicentenario del la Independencia, es también un
homenaje a todos los insurgentes que nos heredaron un mundo más justo y más libre.

Nos congratulamos de tener entre nosotros a los historiadores más destacados en esta área.
Agradezco, a nombre del rector C. P. Raúl Arturo Chávez Espinoza, a todos los participantes todo su
esfuerzo y empeño por acompañarnos y entregarnos lo mejor de su trabajo. También deseo resaltar el
esfuerzo de todos y cada uno los que han participado en la organización de este evento, por su esmero y
dedicación, que nos permitirá enriquecer el nuestro bagaje histórico y cultural.

Si me lo permiten, a nombre de la Universidad Autónoma de Chihuahua, declaro formalmente


inaugurado los trabajos del Coloquio el Camino Real siendo el día 20 de mayo a las 9:00 hrs.
Deseándoles el mayor de los éxitos.

Muchas gracias
JOSÉ MARCOS MEDINA BUSTOS.

RFC: MEBM580320HL9

DIRECCIÓN PARTICULAR: Privada Pailet #18, Fracc. Montecarlo, Hermosillo, Sonora, México,
teléfono (01662) 2206946.

DIRECCIÓN TRABAJO: El Colegio de Sonora, Av. Obregón # 54, Col. Centro, Hermosillo, Sonora,
C. P. 83000, teléfono, (662) 2 12 65 51, fax (662) 2 12 50 21.

PROFESIÓN.

• Profesor investigador de Tiempo Completo indeterminado, Titular B, en El Colegio de Sonora desde


enero de 1999.

• . Profesor de Asignatura nivel D en el Departamento de Historia y Antropología de la Universidad


de Sonora desde 1993.

ESCOLARIDAD

• Licenciatura en Historia de la Universidad de Sonora 1988-1993.

• Maestría en Historiografía de México en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad


Azcapotzalco, 1996-1998.

• Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de Michoacán. 2002-2007.

RECONOCIMIENTOS

• Reconocimiento a Perfil Deseable y Apoyo para profesores de tiempo completo por parte del
PROMEP. 1 de agosto de 2005.

• Premio Nacional INAH 1994, a la mejor tesis de licenciatura en la categoría de Historia y


Etnohistoria “Francisco Javier Clavijero” con la investigación titulada “Vida y muerte en el antiguo
Hermosillo (1773-1828). Un estudio demográfico y social basado en los archivos parroquiales”.

CUERPOS ACADÉMICOS.

• Miembro del Cuerpo Académico en Formación COLSON-CA-4: “Estudios Históricos: Región y


Frontera. Reconocido por el PROMEP de la SEP el 19 de julio de 2005.
PUBLICACIONES.

• Ignacio Almada Bay, José Marcos Medina Bustos, María del Valle Borrero Silva, “Hacia una nueva
interpretación del régimen colonial en Sonora. Descubriendo a los indios y redimensionando a los
misioneros, 1681-1821”, en Región y Sociedad, vol. XIX, número especial, 2007, pp. 237-266.
• Ponencia en extenso publicada en CD de la Memoria del XXX Simposio de Historia y Antropología
de Sonora titulada “La población de Sonora en 1785, según el informe del obispo Fray Antonio
María de los Reyes”, publicación de la Universidad de Sonora, Departamento de Historia y
Antropología en febrero de 2006, 9 pp., ISBN970-689-285-0

• Ponencia en extenso publicada en CD de la Memoria del XXXI Simposio de Historia y


Antropología de Sonora titulada “Liberalismo y rebeliones indígenas en Sonora: el caso de la
resistencia ópata a las leyes 88 y 89 de 1828”, publicación de la Universidad de Sonora,
Departamento de Historia y Antropología en febrero de 2005, 10 pp., ISBN 970-689-345-8..

• Ponencia en extenso publicada en CD de la Memorias del XXIX Simposio de Historia y


Antropología de Sonora titulada “El pronunciamiento de Arizpe de 1833. Un acercamiento a la
práctica política de la época”, publicación de la Universidad de Sonora, Departamento de Historia y
Antropología en febrero de 2005, 6 pp., ISBN 970-689-244-3.

• “Avatares de la ciudadanía en Sonora durante la primera mitad del siglo XIX”, artículo publicado en
la revista Región y Sociedad de El Colegio de Sonora, N° 25, Vol. XIV Sep-Dic 2002.

• Historia panorámica del Congreso del Estado de Sonora, 1825-2000, México, LVI Legislatura del
Congreso del Estado de Sonora-Cal y Arena, 2001, 578 pp.

• Vida y muerte en el antiguo Hermosillo 1773-1828. Un estudio demográfico y social basado en los
registros parroquiales, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1997, 340 pp..

• "Las memorias estadísticas en la primera mitad del siglo XIX: el caso del noroeste mexicano", en
José A. Ronzón León y Saúl Jerónimo Romero (coords.), Formatos, Géneros y Discursos, México,
UAM-Azcapotzalco, 2000, pp.217-252.
• “La epidemia de sarampión de 1826 en la Villa del Pitic”, en Memorias del Simposio Juan Bautista
de Escalante. Hermosillo en el tiempo 1700-2000, Hermosillo, Instituto Sonorense de Cultura,
2000, pp. 49-57, ISBN 970-18-5719-4.
• Ponencias en los simposios de Historia y Antropología de Sonora, de la Sociedad Sonorense de
Historia y de los Foros de las Misiones del Noroeste de México.

INVESTIGACIÓN.

• Participación en el proyecto del Consejo Estatal de Población Un siglo de Población y Desarrollo


concebido dentro del subprograma “Población y Desarrollo” concluyéndose en marzo de 2002.

• Proyecto de investigación financiado por CONACYT en el período 2000-2001, titulado: “El poder
legislativo en Sonora (1825-1857): redes de relaciones y práctica política”.

• Proyecto de Investigación financiado por el Congreso del Estado de Sonora, durante el período
1999-2000, titulado “Historia panorámica del Congreso del Estado de Sonora 1825-2000”,
obteniéndose como producto un libro.

DOCENCIA.

• Profesor de la Especialidad en Métodos de Investigación Histórica de la Maestría en Ciencias


Sociales de El Colegio de Sonora. Curso “Historia, región y frontera”. III trimestre de 2004. Curso
“Métodos históricos y análisis de documentos”, I trimestre de 2005.

• Profesor del Área de Historia Regional del Doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de Sonora.
Curso “Historia Comparada II”, del 2 de marzo al 25 de junio de 2006.

• Profesor del Doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de Sonora, en la línea de investigación


Estudios Históricos de Región y Frontera, con el curso “Interpretaciones del Antiguo Régimen”.
Enero-abril de 2008.

• Profesor de asignatura en el Departamento de Historia y Antropología de la Universidad de Sonora


desde 1993. He impartido las materias de Métodos Cuantitativos, Elementos de Economía I y II,
Historia de México III, Historia de Sonora III .

FORMACIÓN DE RECURSOS HUMANOS.

• Dirección de la Tesis de Licenciatura en Historia, de José de Jesús Martínez Alarcón titulada


“Conquista y resistencia en Sonora, siglo XVI, XVII y XVIII”, Depto. de Historia y Antropología de
la Universidad de Sonora. Presentada en examen profesional el 26 de junio de 1997.

• Dirección de la Tesis de Maestría en Ciencias Sociales, de Hiram Félix Rosas titulada “Cuando la
muerte tuvo alas. La epidemia de fiebre amarilla de 1883-1885 en Hermosillo, El Colegio de
Sonora. Presentada en examen de grado el 12 de enero de 2004.

• Dirección de la Tesis de Maestría en Ciencias Sociales de Juan Manuel Silva Rodríguez, titulada
“La criminalidad en el porfiriato en Sonora. El caso del distrito de Arizpe.” El Colegio de Sonora.
Presentada en examen de grado el 15 de diciembre de 2006.

• Dirección de la Tesis de Maestría en Ciencias Sociales de Carmen Bojórquez Jusaino, titulada “Los
usos sociales del agua en el distrito de Hermosillo, 1742-1850.” El Colegio de Sonora. Presentada
en examen de grado el 27 de febrero de 2006.

• Dirección de la Tesis de Maestría en Ciencias Sociales especialidad en Métodos de Investigación


Histórica, de Miguel Rosas Luna, titulada “Del trabajo compelido y libre al trabajo endeudado.
Formas de trabajo en Sonora, 1767-1843”. Presentada en examen de grado en enero de 2008.

• Director de la Tesis de Maestría en Ciencias Sociales especialidad en Métodos de Investigación


Histórica, de Rodolfo de Castillo López, titulada “La misión franciscana en la Pimería Alta: un
estudio del financiamiento de la construcción de iglesias y su equipamiento litúrgico y ornamental,
1768-1810”. Presentada en examen de grado en enero de 2008.

OTRAS ACTIVIDADES:

• Director de los dos primeros números de la revista Indicios, de la comunidad académica del
Departamento de Historia y Antropología. Miembro de su dirección colectiva en los siguientes cinco
números.

• Coordinador del Doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de Sonora, desde abril de 2008.

LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA EN LA INTENDENCIA DE ARIZPE


(1808-1812).1
Por José Marcos Medina Bustos.2

1
Este trabajo fue presentado el 19 de junio de 2008 en el Coloquio “El camino real. Bicentenario de la independencia de
México”, organizado por la Universidad Autónoma de Chihuahua; el cual forma parte de una investigación más extensa
cuya referencia es la siguiente: José Marcos Medina Bustos, “La representación política de Antiguo Régimen y la transición
al liberalismo en una zona de frontera. Sonora, 1650-1824”, tesis de doctorado, El Colegio de Michoacán, Zamora, 2008.
2
Profesor investigador del Centro de Estudios Históricos de Región y Frontera de El Colegio de Sonora.
En 1808 los “vecinos principales” de la intendencia de Arizpe se aprestaban a aprovechar las
oportunidades abiertas gracias a las políticas implementadas en la región por la monarquía desde
mediados del siglo XVIII, las cuales se habían concretado desde principios de la década de 1790 en una
situación de paz relativa con los grupos indígenas y en un repunte de las actividades económicas. Lejos
estaban de imaginarse que a partir de ese año se verían inmersos en una vorágine de acontecimientos
políticos, totalmente inéditos y forjados en lugares muy lejanos, que trastocarían radicalmente las
expectativas que tenían en esos momentos.3

En este trabajo se analiza la manera como se expresó en las provincias de Sonora y Sinaloa la
gran crisis monárquica, para lo cual se inicia presentando las condiciones que privaban antes de la
crisis para comprender las modalidades de participación que tuvieron los vecinos principales en los
procesos y acontecimientos abiertos ante la usurpación napoleónica, como fueron los actos tendientes a
reconstruir un poder soberano legítimo a través de juramentos públicos y elecciones, así como frente a
la insurrección de Miguel Hidalgo.

LOS AÑOS PREVIOS A LA CRISIS: DE LA GUERRA DE FRONTERA A LA


CONSOLIDACIÓN DEL DOMINIO HISPÁNICO.

En 1788, como parte de la aplicación de la Real Ordenanza de intendentes de 1786, se creó el


cargo de gobernador-intendente de Arizpe, el cual ejercía su jurisdicción sobre un territorio extenso que
se iniciaba en el río de las Cañas en el límite con la Nueva Galicia y terminaba en el extremo norte de
la provincia de Sonora en el curso del río Gila, en la frontera con indios “gentiles”, es decir no
cristianizados. Esta enorme jurisdicción también era conocida como intendencia de Sonora y Sinaloa,
provincias que -aunque propiamente designaban dos subdelegaciones- en términos generales
comprendían los territorios al norte y sur del río Mayo, respectivamente.

Es importante tener en cuenta que había rasgos sociales y económicos que diferenciaban la parte
alta y la parte baja. La primera incluía las subdelegaciones de Sonora, Hostimuri, Álamos, El Fuerte y
Sinaloa, las cuales tenían en común la permanencia de grupos indígenas numerosos que habían sido de
misión y continuaban con privilegios como no tributar; y que, como contraparte, tenían la carga de
mantener milicias para apoyar a los españoles en contra de los indios rebelados o de los indios nómadas
que habían sido refractarios a la cristianización en las misiones.4 Durante los años comprendidos entre
1720 y 1795 esta zona había presenciado distintas rebeliones indígenas y ataques de los indios nómadas
3
Luis Navarro García, Las provincias internas en el siglo XIX, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1965, pp.
1-2.
4
Luis Navarro García, La sublevación yaqui de 1740, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-americanos, 1966, pp. 144-145.
Este autor distingue las provincias de la parte alta como “países de misión”.
del norte y el noroeste. El poblamiento hispano en las villas presidiales de Sonora y Hostimuri era un
fenómeno propio de la segunda mitad del siglo XVIII, en tanto que los reales de minas no habían
logrado conformar poblaciones estables. En este aspecto se diferenciaba el norte de Sinaloa, donde si
existían poblaciones estables que se remontaban al siglo XVII como era el caso del real de los Álamos
y las villas de El Fuerte y de Sinaloa.

En cambio, la parte baja de la intendencia se caracterizaba porque no tenía un pasado misional y


desde los primeros tiempos de la conquista los indígenas eran tributarios. En esta zona había una mayor
mezcla entre los grupos étnicos, siendo superados ampliamente los indígenas por los españoles,
mulatos y otras castas. Los levantamientos indígenas ya habían quedado en un pasado remoto. El
poblamiento hispano que se inició desde mediados del siglo XVI se había consolidado en villas como
Culiacán y reales de minas como Cosalá, Copala, Maloya y sobre todo El Rosario, cabeceras de la
subdelegación respectiva. (Ver mapa 1)
MAPA 1. Fuente: Peter Gerhard, La frontera norte
de la Nueva España, México, UNAM, p. 306.

Desde fines del siglo XVIII se vivía una situación de paz relativa con los grupos indígenas,
tanto con los que eran o habían sido de misión como con los refractarios a la misma. En el caso de los
primeros ya estaban lejanos los años de las grandes rebeliones como fueron la de los yaquis y mayos de
1740, la de los pimas altos de 1751, la multiétnica que reunió en el Cerro Prieto a grupos de pimas altos
y bajos, seris y yaquis en la década de 1760 o la rebelión de los indios fuerteños de 1769. En el caso de
los indios nómadas, como los apaches y los seris, se habían reducido en gran medida sus ataques
gracias a la política de combinar la guerra y la paz, logrando que los apaches se asentaran desde 1795
en los presidios ópatas de Bavispe y Bacoachi. De manera similar los seris se habían constreñido a su
territorio costero o asentado en la misión del Pitic. De tal manera que si bien continuó manifestándose
la presencia ocasional de grupos de indígenas que asaltaban viajeros o ranchos, la situación distaba
mucho de la que se vivía todavía en 1792.5

La paz relativa lograda con los indígenas fue el resultado de una serie de políticas
instrumentadas por la corona desde mediados del siglo XVIII, las cuales empezaron fortaleciendo el
aparato militar y fomentando el poblamiento hispano para enfrentar a la resistencia indígena. Así, la
intendencia de Arizpe, sobre todo en la provincia de Sonora, experimentó un constante incremento de
presidios hasta llegar a nueve en la década de 1780 con alrededor de 900 soldados pagados por la real
hacienda que incluía dos compañías ópatas y una pima. (Ver cuadro 1)

5
Existe una amplia bibliografía sobre las rebeliones indígenas de la provincia de Sonora, algunos trabajos en los que se
aborda lo planteado en este párrafo son los siguientes: José Luis Mirafuentes Galván, Movimientos de resistencia y
rebeliones indígenas en el norte de México (1680-1821), vol 1, México, UNAM, 1989; José Luis Mirafuentes Galván,
Movimientos de resistencia y rebeliones indígenas en el norte de México (1680-1821), vol 2, México, UNAM, 1993;
Navarro, La rebelión yaqui; Manifiesto de Eusebio Bentura Beleña, edición, introducción y notas por Ignacio Almada Bay
et.al., México., El Colegio de Michoacán/ Universidad de Guadalajara/ El Colegio de Sonora, 2006. Luis Navarro García,
Don José de Gálvez y la comandancia general de las provincias internas del norte de la Nueva España, Sevilla, Escuela de
Estudios Hispano-americanos, 1964. Sergio Ortega Noriega e Ignacio del Río, coords, Tres siglos de historia sonorense
(1530-1830), México, UNAM, 1993. En 1792, el gobernador intendente Enrique de Grimarest envió un extenso informe al
virrey sobre la Intendencia de Arizpe, en el cual describía el despoblamiento que se experimentaba en el norte de la misma
por los ataques apaches, y proponía una guerra de exterminio contra éstos. Este es el último informe del período monárquico
en el que la guerra con los apaches aparece como un problema central. En Archivo General de la Nación (en adelante
AGN), Historia, vol. 522, ff. 24-24v.
CUADRO 1.
FUERZAS MILITARES DE LA PROVINCIA DE SONORA (1787)6
CUERPOS MILITARES TROPA
Presidio de San Carlos Buenavista 73
Presidio de San Miguel de Horcasitas 73
Presidio de Santa Gertrudis del Altar 73
Presidio de San Agustín del Tucson 73
Presidio de Santa Cruz 106
Presidio de Fronteras 106
Compañía de ópatas de Bavispe 91
Compañía de ópatas de Bacuachi 91
Compañía de pimas de San Rafael Buenavista 84
Compañía de Voluntarios ubicada en Arizpe 83
Piquete de Dragones 53
TOTAL 906

Tal crecimiento del aparato militar se hizo más eficiente con el dictado de normas como el
reglamento de presidios de 1772 y la creación de instituciones como la Comandancia General de
Provincias Internas en 1776. Estas medidas posibilitaron delinear estrategias para todo el septentrión,
lográndose un accionar coordinado y más efectivo de las tropas en el combate, sobre todo, a los
apaches.

Las políticas anteriores buscaban acabar con el estatuto de las provincias norteñas de la
intendencia como zona de excepción, en la que los indios de los pueblos no tributaban y el dominio de
la monarquía española era precario e impugnado; sin embargo, al no lograr una derrota contundente de
los grupos indígenas, las autoridades imperiales optaron por una prudente negligencia en cuanto a
imponer tributos y a terminar con los privilegios de los pueblos indios en cuanto al usufructo comunal
de sus tierras. Dejando que fuera la descomposición de la misma corporación indígena y la paulatina
mezcla de indios y “gente de razón”, la que acabara con el estatuto privilegiado. De tal manera que la
política hacia los indígenas fue otorgarles la “libertad”; es decir, acabar con la jurisdicción del
misionero en los pueblos de indios y permitir que éstos pudieran mantenerse bajo el gobierno indio de
república o convertirse en vecinos, con lo cual se dividía la comunidad.

6
AGN, ramo Provincias Internas, vol. 254. Agradezco a la Dra. María del Valle Borrero Silva que me facilitó fotocopia de
este documento. La compañía de voluntarios y el piquete de Dragones eran dos cuerpos que quedaron en la región desde su
arribo a la misma para la expedición punitiva de 1768. Navarro, Don José de Gálvez y la comandancia, p. 448.
La política de lenta transformación de la comunidad indígena, en lugar de un ataque frontal a la
misma, obedecía al temor que tenían las autoridades de nuevos levantamientos y la necesidad de
mantener el apoyo militar de los indios de los pueblos, los cuales tenían estructuras militares y cargos
que unificaban a las distintas “naciones” como era el capitán general. Como ya se mencionó los ópatas
proporcionaban dos compañías presidiales y los pimas una. Los yaquis y mayos tenían poderosas
milicias. De ahí que a la par que se hacía uso de tales apoyos se temía por su capacidad militar.

En la parte baja de la intendencia la seguridad dependía de las milicias que se habían


constituido desde mediados del siglo XVIII, como se muestra en el siguiente cuadro 2.

CUADRO 2.
COMPAÑÍAS MILICIANAS DE LA PROVINCIA DE SINALOA. FECHA DE FUNDACIÓN Y
PROPUESTA DE REFORMA EN 1792.7
Jurisdicción Españoles Pardos Fundación Propuesta
Rosario 100 100 1733 50 y 50.
Mazatlán 200 1733 200 pardos
Culiacán 100 100 1740 100 y 50
Sinaloa 50 50 Siglo pasado 200 y 200
Fuerte 150 1730 100 españoles
Álamos 50 50 1730 y 1769 50 y 50
Copala 50 españoles
Cosalá 50 españoles

A pesar de que estas milicias habían sido formadas desde principios del siglo XVIII, no
conformaban cuerpos permanentes, agrupándose según las necesidades. Por ejemplo las de Álamos,
Sinaloa y El Fuerte les tocó participar en el combate a las rebeliones de yaquis y mayos de 1740 y de
los indios fuerteños de 1769. En cambio los de la parte sur no tenían adiestramiento ni experiencia
militar. Un caso especial eran las milicias de mulatos del poblado de San Juan Bautista de Mazatlán
que resguardaban el puerto de Mazatlán y vigilaban las costas. Por sus servicios estos milicianos tenían
fuero militar y estaban exentos de pagos de alcabala y tributos, además del privilegio de un gobierno
militar exclusivo.8

7
Fuente: Informe del gobernador intendente de Arizpe, Enrique Grimarest al virrey Conde de Revillagigedo. Real de los
Álamos, 31 de julio de 1792 AGN, Historia, Vol 522, ff. 297.
8
Luis Navarro García, Don José de Gálvez y la Comandancia General de las Provincias Internas de Nueva España,
Savilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1964, pp. 164-165, 485-486.
A la par del reforzamiento del aparato militar, desde 1750 el visitador Rafael Rodríguez
Gallardo había propugnado porque en la parte alta de la –en ese momento- gobernación de Sonora y
Sinaloa, se crearan poblaciones según el modelo tradicional hispánico: villas estables con sus tierras de
repartimiento que acabaran con la dispersión de los españoles en los efímeros reales de minas,
convirtiéndolos en auténticos vecinos.9 Tal política se fue concretando con el surgimiento de villas a la
sombra de los presidios como el caso de San Miguel de Horcasitas, el Pitic, Altar entre otras; además,
con la expulsión de los jesuitas en 1767 se facilitó el asentamiento de pobladores no indígenas en los
pueblos de indios, desarrollándose pueblos mixtos de consideración como Ures y Oposura. También
hubo una política imperial tendiente a favorecer el desarrollo de núcleos urbanos acordes con la
importancia de la Comandancia General, así fue que el pequeño pueblo de misión de Arizpe, al ser
designado como capital de la misma, se le confirió el título de ciudad y asiento del recién creado obispo
de Sonora, siendo la primer y única ciudad en el Noroeste novohispano.

Del conjunto de la situación trazada se comprende que si bien se había logrado un equilibrio
entre las demandas de autonomía de los indígenas y las de mejores condiciones para la consolidación
del dominio hispánico que permitiera el desarrollo de una sociedad no indígena y con ella el
crecimiento económico y los ingresos fiscales de la corona, tal equilibrio era inestable, pues la pujanza
de la sociedad hispanizada necesariamente llevaría a un conflicto con los indígenas; sin embargo, la
situación de relativa paz que se disfrutaba desde 1795, permitía la consolidación de grupos locales de
poder económico y social, los cuales habían aprovechado la estabilidad política que se expresaba en la
larga permanencia de los gobernadores militares como era el caso de Alejo García Conde que
gobernaba la intendencia desde 1796 y permaneció en el cargo hasta 1813, situación similar a otros
mandos del septentrión novohispano como el comandante general Nemesio Salcedo, y el gobernador de
Nueva Vizcaya, Bernardo de Bonavía.10

Ambas provincias de la intendencia de Arizpe se habían beneficiado de las políticas borbónicas,


por un lado la de Sonora con la creciente militarización y apertura de los pueblos de indios había
logrado incentivar la economía con la derrama que significaban los sueldos de los soldados presidiales,
las raciones que se daban a los apaches de paz; además con la “libertad” de los indios se obtuvo la
mano de obra necesaria para trabajar la minería y la agricultura; así se desarrolló un incipiente
comercio para surtir de alimentos y productos manufacturados a las poblaciones de las villas y los

9
José Rafael Rodríguez Gallardo, Informe sobre Sinaloa y Sonora. Año de 1750, German Viveros ed., introducción, notas,
apéndice e índices, México, AGN, 1975.
10
Luis Navarro García, "Los intendentes de las provincias internas de nueva España", Temas Americanistas, 19, Sevilla,
2007, páginas 51-63.
reales de minas, en donde se consolidaron “familias principales” que demandaban productos de lujo
provenientes del exterior,11 ya fuera por el comercio controlado por el consulado de la ciudad de
México o por el comercio con barcos extranjeros, norteamericanos o ingleses, que fondeaban en las
costas y cambiaban sus telas y productos manufacturados por plata. Este último comercio era
principalmente de contrabando, aunque en ocasiones era autorizado por autoridades como la
Comandancia General.

La provincia de Sinaloa, con sus reales de minas estables, se había beneficiado de la política de
fomento a la minería, que había reducido el costo del azogue y la pólvora, además de que había dejado
en manos de los propios mineros la administración y fomento de la actividad minera, a través del
establecimiento de las Diputaciones Provinciales del Real Tribunal de Minería. La bonanza minera se
manifestaba en que estos reales eran las poblaciones más grandes de la intendencia, en los cuales los
vecinos principales disponían de los medios suficientes para hacer inversiones que redituaban en su
prestigio social, como la edificación de iglesias, la creación de capellanías y cofradías.12

A pesar del proceso anteriormente trazado y que se sintetiza en un creciente dominio de la


monarquía en la intendencia de Arizpe que permitió la consolidación de poblaciones de algunos miles
de habitantes en donde se desarrollaron familias de vecinos principales con poder económico y social,
hasta 1808 su acceso al poder político se había limitado a ocupar algunos puestos de la jerarquía
político-administrativa como subdelegados y tenientes de subdelegado, o capitanes de presidio. En
tanto que el órgano de gobierno local que daba poder de representación y de autogobierno a las
principales poblaciones de la Nueva España, el ayuntamiento, había dejado de elegirse desde fines del
siglo XVII. Sería hasta principios de la década de 1790 que se nombraron cargos de gobierno
municipal como el de alcalde ordinario, aunque sin que lo nombrara un cabildo, sino los vecinos. En
ausencia de ayuntamiento el gobierno local era ejercido por una autoridad que combinaba atribuciones
civiles y militares, ya fuera un teniente de justicia o un capitán de presidio, pero esta autoridad
dependía en gran medida del apoyo que le brindaran los vecinos para resolver los problemas de
emergencia, por lo que era práctica común que convocara juntas en las que participaba el vecindario y
se tomaran decisiones como organizar milicias que salieran a perseguir apaches, o sobre el

11
Stuart S. Voss, On the Periphery of Nineteenth-Century Mexico. Sonora and Sinaloa 1810-1877, Tucson, The University
of Arizona Press, 1982, pp. 24-32.
12
En 1807, como parte de la orden de consolidación de vales reales, se realizó un inventario de las donaciones que las
“familias principales” de la intendencia habían hecho a la iglesia por concepto de capellanías, pago de misas y velas, culto
de cofradías. Tal orden significaba que la corona quitaba a la iglesia la administración de esos fondos. Como es conocido tal
medida causó mucha inconformidad en el centro de la Nueva España, todavía está por investigarse cómo se llevó a la
práctica en la intendencia de Arizpe y si hubo reacciones, que se tradujeran en apoyo a los insurgentes. Este inventario se
encuentra en la Biblioteca Nacional de México, Archivo Franciscano, expedientes 37/835.1 y 37/834.1.
repartimiento de solares o donar a la iglesia un porcentaje del ganado mostrenco reunido en las partidas
anuales.13

Los elementos señalados en este apartado se verán reflejados en la manera como participaron
los habitantes de la intendencia de Arizpe en la crisis monárquica. Un primer aspecto es que el peso
económico y social adquirido por los “vecinos principales” les permitiría demandar participar del poder
político. Por otra parte la diferente conformación histórica de la parte alta y baja de la intendencia se
expresó en que asumieron una postura diversa ante la insurrección de Miguel Hidalgo, pues mientras la
porción sur apoyó a los insurgentes y las milicias se mostraron incapaces de detenerlos, la parte norte
tenía tropas presidiales fogueadas en la guerra que se encargaron de derrotarlos. Procesos que se
analizan a continuación.

1808-1812. LA PRIMER FASE DE LA CRISIS MONÁRQUICA EN LA INTENDENCIA DE


ARIZPE.

El 17 de marzo de 1808 se produjo un levantamiento popular en la ciudad de Aranjuez en la


península Ibérica, mismo que llevó a la abdicación del rey Carlos IV y la entronización de su hijo
Fernando VII, conocido como “el deseado” por la esperanza que se tenía en él de que encabezara una
nueva época de esplendor de la monarquía. Desde ese día se sucedieron una serie de acontecimientos
de carácter político-militar que transformaron al conjunto del imperio español, incluyendo a la remota
intendencia de Sonora y Sinaloa, cuyos habitantes, totalmente ajenos a la conmoción que se avecinaba,
se aprestaban a aprovechar las oportunidades abiertas para el desarrollo económico, gracias a las
políticas que desde el último tercio del siglo XVIII habían impulsado los funcionarios borbónicos.

En el siguiente cuadro 3 se anotan los principales acontecimientos que se dieron en la península


Ibérica y en la Nueva España.

CUADRO 3. CRONOLOGÍA DE ACONTECIMIENTOS 1808-1812.14

FECHA ACONTECIMIENTO

17-03-1808 Motín popular en Aranjuez que obliga a Carlos IV a abdicar a favor de Fernando VII.
2-05-1808 Levantamiento popular en Madrid contra los invasores franceses. Inicio de levantamientos
en las otras ciudades de la península, conformándose juntas insurreccionales.
25-05-1808 Abdicaciones de Bayona. Fernando regresa la corona a Carlos IV, éste a su vez abdica a
favor de Napoleón Bonaparte, quien pasa el trono de España a su hermano José.
25-09-1808 Se constituye en Aranjuez la Suprema Junta Central Gubernativa del Reino, con dos

13
Medina, “La representación política”.
14
Un texto en el que se realiza un análisis detallado de estos acontecimientos es el de Francois-Xavier Guerra, Modernidad
e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, México, Editorial MAPFRE / FCE, 2000.
delegados por cada junta insurreccional formada en las ciudades de la península Ibérica.
22-01-1809. Convocatoria de la Junta Central para que los reinos, capitanías generales y provincias de
América eligieran diputados a la misma.
29-01-1810. Disolución de la Junta Central y convocatoria para elegir diputados a Cortes “generales y
extraordinarias”.
16-09-1810 Levantamiento de Miguel Hidalgo en la Nueva España.
24-09-1810. Se reúnen en la Isla de León las Cortes. Proclaman ser depositarias de la soberanía nacional.
19-03-1812 Juramento de la Constitución Política de la Monarquía Española, expedida por las Cortes de
Cádiz . Abrogada en mayo de 1814 por Fernando VII y puesta en vigencia nuevamente en
marzo de 1820.

El problema principal que se presentó durante estos años fue encontrar el tipo de representación
que posibilitara reconstruir un centro reconocido como depositario de la soberanía real, pues la
entronización de José Bonaparte era concebida por los cuerpos más importantes de la sociedad
española como una usurpación totalmente ilegitima, lo cual condujo a la llamada vacatio regis,
situación verdaderamente excepcional, sin antecedentes en ninguna otra monarquía, que abrió la puerta
a una gran agitación, movilización y discusión acerca de cómo enfrentar ese enorme vacío.15

¿Cómo influyeron los acontecimientos anteriores en la remota Intendencia de Arizpe? Un


primer elemento a tener presente es que la lejanía del teatro de los acontecimientos motivó que sus
habitantes tuvieran conocimiento de los mismos con un desfase de alrededor de seis meses, tiempo
suficiente para que en diversas ocasiones se actuara uniendo un primer acontecimiento y el que lo
siguió, como fue el caso de la jura de Fernando VII en Arizpe realizada a fines de noviembre de 1808,
en la que se reunió el paseo del pendón real por su entronización del mes de marzo y la denuncia de la
usurpación de Napoleón y la lucha por su liberación del mes de mayo. Tal situación hacía muy difícil
que los pobladores de estas regiones pudieran tener una iniciativa mayor y que se concretaran a
responder, sin mucha premura, las órdenes que llegaban.

Por otra parte, las noticias se conocían por medio de las autoridades provinciales, ya fuera el
intendente gobernador Alejo García Conde quien residía en Arizpe o del obispo de Sonora Fray
Francisco Rousset residente en Culiacán, quienes a su vez podían ser informados por el Comandante
General de las Provincias Internas, Nemesio Salcedo, desde Chihuahua o Durango, o alguno de los
virreyes que hubo en ese período. La información que se pasaba a través de proclamas, manifiestos o

15
Situación cuyo paralelo más próximo se dio en 1700 cuando el rey Carlos II murió sin descendencia desencadenándose la
llamada guerra de sucesión, entre los aspirantes al trono de las dinastías Habsburgo y Borbón, con la diferencia de que en
esa ocasión ambos pretendientes podían alegar derechos legítimos. Antonio Annino ha enfatizado el carácter excepcional de
la vacatio regis de 1808, en “Cádiz y la revolución territorial de los pueblos mexicanos 1812-1821”, en Historia de las
elecciones en Iberoamérica. Siglo XIX, Antonio Annino, coord., México, FCE, 1995, p. 184. También John H. Elliot,
Empires of the Atlantic World. Britain and Spain in America 1492-1830, New Haven, The Yale University Press, 2006, p.
374.
bandos, involucraba personajes y lugares muy ajenos a la experiencia de los pobladores de la
intendencia; en tales documentos se daba prioridad a exaltar sus sentimientos patrióticos centrando el
discurso en la usurpación de Napoleón, las violencias contra Fernando VII y los peligros para la
religión y la patria. El espacio usual para su lectura eran las iglesias, durante la misa dominical, y los
sujetos idóneos para hacerla eran los misioneros y los curas, quienes debían exhortar a los fieles, ya que
en las provincias no había imprenta.16

En la intendencia de Arizpe el desfase temporal y el escaso desarrollo de la sociedad hispánica,


expresada en la ausencia de ayuntamientos, motivó que no existieran las instituciones que pudieran
plantearse alguna iniciativa ante la vacatio regis, de ahí que la estructura política de la monarquía
sustentada en las diversas autoridades provinciales se mantuvo, siendo ellas las encargadas de
promover las acciones acordadas para el conjunto del imperio desde la Península Ibérica, acciones que
incluyeron actos públicos como los juramentos de fidelidad y la realización de elecciones, así como la
recolección de donativos y una intensa campaña propagandística. Si bien los pobladores de la
intendencia, salvo los de la parte sur, no vivieron la violencia de la guerra, si -en cambio- se les
movilizó e integró al debate político, incluyendo a los indígenas, lo suficiente como para que se
debilitaran las estructuras de autoridad, como se verá más adelante.

A continuación se analizan tres procesos que dan cuenta de la manera como los habitantes de la
intendencia de Arizpe se vieron involucrados en la crisis de la monarquía: los juramentos públicos, lAs
primeras elecciones para la reconstrucción de un poder soberano y el combate a la insurrección de
Miguel Hidalgo.

LOS JURAMENTOS PÚBLICOS: UN MEDIO DE INVOLUCRAR AL PUEBLO EN LAS


MEDIDAS PARA SOLUCIONAR LA CRISIS MONÁRQUICA.

Los juramentos públicos eran actos importantes porque a través del juramento de fidelidad, las
diversas corporaciones que constituían el “pueblo”, simbólicamente reconocían la soberanía del nuevo
rey. La importancia de estos actos fue mayor a partir de 1808, ya que había una disyuntiva real entre
reconocer a José Bonaparte, quien tenía el poder efectivo, o a Fernando VII, quien había abdicado en su
padre Carlos IV, y éste a su vez en Napoleón y había emitido una proclama al pueblo español llamando
a reconocer la nueva dinastía. Por otra parte en estos actos gran parte del ceremonial era religioso, pues

16
La importancia del clero en los procesos aquí tratados se expresa en que las fuentes primarias para estudiarlo son
principalmente documentos localizados en los Microfilms del Archivo del Arzobispado de Sonora (en adelante MAAS),
consultados de la Biblioteca Ernesto López Yescas del Centro INAH-Sonora de la ciudad de Hermosillo.
se realizaban misas con Te Deum, rogativas y procesiones que imitaban las de las fiestas religiosas.
Elementos todos ellos que hacían de los ministros religiosos un elemento central en todo el acto. 17

En la intendencia de Arizpe la primer fase de la crisis monárquica se expresó en dos actos de


jura, uno a Fernando VII y otro a la Junta Central, ambos realizados en la ciudad de Arizpe, del 26 al
30 de noviembre de 1808 el primero y el 28 de mayo de 1809 el segundo.

A continuación se describe el acto de “jura” que se hizo en la ciudad de Arizpe del 26 al 30 de


noviembre de 1808, en el que se juró lealtad a Fernando VII, se rechazó al usurpador y se manifestó la
voluntad de luchar para reinstalarlo en el trono; en un mismo acto se atendió dos acontecimientos que
se habían dado en diferentes momentos. Si bien desde el 26 de julio el comandante general, Nemesio
Salcedo, había ordenado que se hiciera el juramento en las provincias bajo su mando, en Arizpe se
organizaron los actos respectivos a fines de noviembre, porque -según informaba el cronista anónimo -
hasta esas fechas regresaron a la ciudad: “el Subdelegado D. Tomás de Escalante, el Ministro Tesorero
de esta Real Caja D. Ignacio de Bustamante y el cuerpo de comerciantes que se hallaban en el Puerto
de Guaymas a la feria celebrada en él con motivo del permiso concedido por el Sr. Comandante
General de estas Provincias al dueño de la fragata anglo-americana fondeada allí”.18 Fue hasta su
regreso que Alejo García Conde Gobernador e Intendente, convocó a la jura y las “diversiones que le
siguieron.” Lo cual corrobora la manera como las autoridades y los pobladores de la intendencia
asumieron la problemática de la península: eran asuntos lo suficientemente lejanos como para no
afectar de inmediato su vida cotidiana.

El 27 de noviembre fue el día más importante, en el que se realizó la jura. Los festejos
empezaron por la mañana con la realización de una misa en la iglesia de la ciudad. En la misa el Br.
José de Jesús Salido predicó un sermón adecuado a la ocasión, al terminar volvió a salir la comitiva en
“paseo por la principales casas de la Ciudad, cuyas casas en puertas, ventanas y azoteas se veían
vistosamente” y se llevó el estandarte a la casa del gobernador donde se le haría guardia hasta las tres y
media de la tarde, hora señalada para la jura, la cual se llevó a cabo de la siguiente manera:

Con efecto, congregados en la expresada Casa de Gobierno el Alférez Real, oficialidad franca, comercio y demás
personas de distinción, formada en batalla toda la tropa de la Guarnición en la Plaza del frente con sus
correspondientes Oficiales, y las diversas cuadrillas de indios y españoles con sus respectivas bandas, y a la vista

17
Véase “JURA” y sus derivaciones, en Diccionario de la lengua castellana en que se explica el verdadero sentido de las
voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modo de hablar, los proverbios o refranes y otras cosas convenientes al
uso de la lengua [...] Compuesto por la Real Academia Española, edición facsimilar en formato electrónico por la
Fundación Histórica Tavera/Colección Clásicos Tavera, Madrid, Imprenta de Francisco del Hierro, 1729; también Beatriz
Rojas, comp. y estudio introductorio, Documentos para el estudio de la cultura política de la transición. Juras, poderes e
instrucciones. Nueva España y la Capitanía General de Guatemala 1808-1820, México, Instituto Mora, 2005, pp. 36-38.
18
Informe del acto de jura a Fernando VII en Arizpe. Fechado el 9 de diciembre de 1808. MAAS, rollo 76.
del numeroso Pueblo; los dos Reyes de Armas impusieron silencio, como es costumbre en semejantes actos y sin
intermisión; teniendo el Sr. Gobernador en sus manos el real estandarte y acercándose al balcón de la expresada
galería, y Juró tres veces en alta voz al Sr. D. Fernando 7º. por Rey de España y de las Indias; en el mismo instante
de acabar de pronunciar este Jefe las palabras de fórmula, se oyó un grito general de alegría con la expresión de
viva Fernando 7º., a que acompañaron los repiques de campanas, las salvas de la tropa, la orquesta de la música,
los diversos bailes de los indios y el incendio de un número crecido de cohetes, manifestando el Jefe su generosa
alegría con tirar al Pueblo considerable cantidad de moneda y hacer suministrar de su bolsillo el socorro de este día
a toda la tropa de la Guarnición.19

A continuación salió la marcha por las calles de la ciudad, dirigiéndose a “el tablado que al
efecto se había dispuesto y adornado con la mayor magnificencia en la Plaza mayor” para la “jura” del
pueblo. Esa noche y las tres siguientes, las autoridades civiles que habían protagonizado los juramentos
hicieron “vistosos” bailes y “refresco” en sus respectivas casas, se mantuvo iluminada la ciudad y se
hicieron corridas de toros.

La anterior descripción me permite plantear que aunque los vecinos carecían de ayuntamiento,
habían avanzado en ocupar cargos de gobierno local y distrital, como lo muestra que Tomás Escalante
sea el subdelegado, un funcionario de jurisdicción en todo el “partido” de la ciudad, también es el caso
de Rafael Morales, otro vecino que ya desde 1795 había adquirido el cargo de alcalde ordinario, con lo
cual –a pesar de no tener cabildo- los vecinos contaban con un juez para tratar sus asuntos locales; en el
caso de esta “jura”, el vecindario lo nombró para hacer de alférez real, otro cargo de carácter municipal,
si bien con funciones más honoríficas, como era precisamente portar el estandarte real en los actos
públicos, no por eso menos importante ya que tenía que ver con el honor que merecía el vecindario de
la ciudad.

Me interesa destacar que si bien los vecinos principales y los funcionarios imperiales eran las
autoridades reconocidas, por otra parte la ausencia de ayuntamiento motivaba que se mantuviera la
práctica propia de los vecinos fronterizos, las reuniones amplias de vecinos en las que se discutían los
asuntos de carácter extraordinario.20 En la descripción de la “jura” de Arizpe, esa tradición se
manifiesta en el lugar dado al “pueblo”, el cual se manifestaba con aclamaciones y vivas a Fernando
VII.

A partir del juramento de fidelidad a Fernando VII en 1808, se sucederían uno tras otro para
legitimar ya no al monarca sino a las nuevas instituciones, convirtiéndose en la vía más utilizada para
19
Ibid.
20
El orden corporativo novohispano hacía considerar que era suficiente con el juramento de las autoridades corporativas
para dar por un hecho la fidelidad del resto de los miembros de las corporaciones; por ejemplo, el cabildo de Guanajuato
juró en representación de toda la ciudad. Sin embargo, en lugares donde no había ayuntamiento, como era el caso de San
Miguel el Grande en esos momentos, fue necesaria una “junta general del vecindario” para hacer el juramento. Ver Alfredo
Ávila, En nombre de la nación. La formación del gobierno representativo en México (México: CIDE/Taurus, 2002Ávila,
En nombre de la nación, 77-78.
demandar la fidelidad de la población a las mismas y para inculcarle de la manera más táctica posible
los nuevos principios. Así, se organizaron actos de jura a las Cortes Generales y Extraordinarias
instaladas en septiembre de 1810, a la constitución que aprobaron el 18 de marzo de 1812 y cuando fue
nuevamente puesta en vigencia en 1820; tales actos continuaron utilizándose para legitimar los nuevos
eventos de construcción de una soberanía nacional, como la independencia de la Nueva España en
1821, la constitución federal de 1824 y las constituciones estatales. El grueso de los pobladores de las
provincias de Sonora y Sinaloa tuvo su primer contacto con el nuevo ideario a través del imaginario
político del Antiguo Régimen expresado en los actos de jura, ya que no había otros medios, como lo
fue el caso de la prensa en las áreas centrales de la Nueva España.

LAS ELECCIONES DEL DIPUTADO POR LA INTENDENCIA DE ARIZPE A LA JUNTA


CENTRAL.

A la par de la agitación política que implicaba la realización de juramentos, la intendencia de


Sonora y Sinaloa se vio involucrada en el proceso electoral que desde el 29 de enero de 1809 convocó
la Junta Central para que las “Indias” tuvieran “representación” por “medio de sus respectivos
diputados”.21 Un detalle de interés es que la convocatoria señalaba explícitamente que las elecciones
las harían los ayuntamientos de las capitales cabezas de partido y que las Provincias Internas debían ser
incluidas, pero no concretaba cuales eran tales capitales. Un documento titulado “Sobre derecho de la
Provincias Internas para elegir cada una diputado que sea comprendido entre los demás del Reyno
donde se ha de sortear el que baya a la Suprema Junta”, 22 muestra que tal definición motivó que en la
Nueva España se abriera una discusión que involucró al comandante general de la Provincias Internas,
al Tribunal del Real Acuerdo y al virrey. Es importante tal discusión porque muestra la naturaleza de
los argumentos utilizados.

El documento mencionado es un resumen hecho al virrey por la Secretaría de Cámara de las


discusiones y resoluciones dadas el respecto, las cuales parten de la consulta que hizo el comandante
general sobre si Arizpe, Coahuila, Texas y Nuevo México deberían cada una en su capital hacer su
elección. A favor de Arizpe se “alegó” lo siguiente:

21
Real Orden de la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino, de fecha 29 de enero de 1809, en Documento No. 69 de
la Colección de Leyes Mexicanas Dublán y Lozano, consultada en la página de internet de la Biblioteca de El Colegio de
México.
22
“Sobre derecho de la Provincias Internas para elegir diputado que sea comprendido entre los demás del Reyno donde se
ha de sortear el que baya a la Suprema Junta”. s/f., en Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Historia, vol. 416,
fs. 44-47.
[…] que havia Intendencia y gobierno militar reunido: tenía Teniente Letrado: caxas reales: diputación de minería
y cabesera de obispado: que la casualidad de no tener ayuntamiento no devía privar de derecho a la provincia
quando esto consistiría en un descuido en que no eran culpables los habitantes.23
De las otras provincias se apuntó que eran gobiernos militares y en sus capitales había
ayuntamientos, “con que si a Arizpe perjudicaba no tenerlo, estas otras se hallaban libres del
inconveniente”; además, el comandante general introducía otro asunto en la consulta: que el
ayuntamiento de la villa de Chihuahua podría representar a Coahuila, Texas y Nuevo México, como
capital de las mismas, afirmación que sustentaba en que era su residencia. El fiscal de lo civil, en su
respuesta del 12 de junio de 1809, opinó que a Arizpe se le diera el “derecho de elegir, formando antes
ayuntamiento; y que no lo fuesen Coahuila, Texas y Nuevo México, porque no eran Intendencias sino
gobiernos militares”. Esta resolución pasó a ser votada en el Tribunal del Real Acuerdo, el cual ratificó
a Arizpe el derecho de elegir, señalando que el intendente debía formar ayuntamiento “en el modo que
le parezca”. En cuanto a Chihuahua, señalaba que no había duda de que no tenía derecho porque ni era
cabecera, ni lo había sido ni podía serlo “porque la casualidad haya proporcionado la residencia del
Comandante General en ella, pues ni asi goza de privilegio, ni deja de estar sujeta a la Intendencia de
Durango, legítima cabezera de la Nueva Vizcaya”. De tal manera que finalmente el virrey reconoció
derecho de elegir vocal únicamente a las ciudades de Arizpe y Durango.

Entre los argumentos dados se mezclan los de orden circunstancial como la lejanía y la premura
del tiempo, con los relacionados con lo que era propiamente la cultura política del Antiguo Régimen:
los privilegios obtenidos por las poblaciones. Tal situación se evidencia en el caso de la villa de
Chihuahua, la cual a pesar de ser una población de más importancia económica y demográfica que
Arizpe o Durango, era considerada por los magistrados como una “simple villa”, todavía “sujeta” a la
ciudad de Durango la capital de la intendencia de Nueva Vizcaya. Así fue como Durango y Arizpe
tuvieron derecho a elegir debido a los privilegios que habían obtenido del monarca al ser designadas
como las ciudades capitales. La falta de ayuntamiento en Arizpe no se consideró un problema, ya que
podía ser resuelto con la formación de uno provisional.

De tal manera que el gobernador reunió en su casa el 24 de junio de 1809 a los:

[…] vecinos más principales de esta capital que en el día lo son D. Casimiro Merino, D. Rafael Morales, D. Martín
de Zubiría, D. José Tomás de Escalante, D. Miguel Morales, D. Gabriel Padilla, D. Rafael Zubia, y D. Rafael Elías
González: el subdelegado del Partido de Culiacán D. Ambrosio Ramón de Ortiz y el Teniente de Justicia del Río
de Sonora D. José Quiroga que en representación de aquellas dos jurisdicciones de su cargo concurren a esta junta
[ ]gualmente se citó y sin haber podido concurrir a ella los tenientes de justicia de las jurisdicciones de Oposura y
Cucurpe por hallarse accidentado el primero, y ausente el segundo, ni tampoco algunos de los vecinos de las
mismas con respecto a estar actualmente todos ellos ocupados en la urgentísima e interesante operación de los

23
Ibid.
cortes de trigo que no pueden desatender, a menos que resignándose a sufrir los más graves e irreparables
perjuicios.24

A continuación procedieron a nombrar al vocal a la Junta Central, para lo cual eligieron a tres
personas de siete candidatos: el presbítero Licenciado D. Manuel María Moreno y Vázquez, vecino de
Oposura y en ese momento Prebendado de la Catedral de Puebla, Dn. Manuel Merino y Moreno,
también de familia arizpense y que en ese momento se desempeñaba como secretario de cámara
interino del virrey y el capitán D. Antonio García de Tejada, ayudante inspector de las tropas de la
provincia de Sonora. Luego, por medio de sorteo, quedó uno: el mencionado secretario de cámara del
virrey D. Manuel Merino y Moreno.25

Si bien la ausencia de ayuntamiento en Arizpe se pretendió resolver con la creación de uno


provisional, éste asumió la forma de una “junta”, en la que participaron los vecinos principales de
Arizpe (“junta de vecindario”) e individuos de otros lugares como el Valle de Sonora y de la villa de
Culiacán, el primero cercano a Arizpe y la segunda muy lejana; además de que se había convocado a
los pueblos de Cucurpe y Oposura, aunque no participaron. Lo anterior significa que la convocatoria
del gobernador intendente iba en el sentido de conformar una instancia de representación provincial;
sin embargo, seguramente por las largas distancias, no asistieron individuos de otros pueblos y villas, lo
que favoreció que los vecinos principales de Arizpe y su jurisdicción, finalmente tuvieran una clara
mayoría.

También la junta de Arizpe se declaró lista para otorgar el poder e instrucciones a quien
finalmente quedara electo como diputado, de la misma manera como se concebían los procuradores de
las ciudades. El 28 de marzo de 1810 terminaron de redactar las instrucciones que pasarían a Miguel de
Lardizabal y Uribe como vocal de la Nueva España a la Junta Central. Estas mismas instrucciones
fueron utilizadas por Manuel María Moreno, primer diputado de la intendencia a las Cortes de Cádiz y
en 1820 por Miguel Ramos Arizpe.26 Se trataba de una representación como la que realizaban los
apoderados, la cual debía constreñirse a defender los intereses de las provincias y la ciudad capital,
según la instrucción extendida, tal y como lo harían ellos mismos. Se trata pues de una representación
que todavía no tiene nada que ver con la construcción de un órgano soberano de carácter nacional, sino

24
AGN, ramo Operaciones de Guerra, vol. 31, f. 120. La localización de este documento fue posible gracias a la referencia
proporcionada por Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva, “Las elites regionales y la formación del estado de Sonora. 1790-
1831”, tesis de doctorado, El Colegio de México, 1994, p. 121.
25
AGN, ramo Operaciones de Guerra, vol. 31, f. 120.
26
Miguel Ramos Arizpe, "Exposición o memoria sobre el estado natural, civil y político militar de las Provincias de Sonora,
Sinaloa y Californias (1820)", introducción y notas de Juan Domingo Vidargas del Moral, en Estudios de Historia
Novohispana, vol. 14, UNAM-IIH, 1994.
más bien el tipo de representación que desempeñaban los procuradores de las ciudades ante las Cortes
de Antiguo Régimen.

De tal manera que la instrucción fue pensada como una lista de peticiones que hacían las
provincias y la ciudad capital, las cuales sin un orden claro comprendían cuestiones económicas y
políticas. Todas ellas argumentadas con un vocabulario de Antiguo Régimen, ya que se pedía el
cumplimiento de privilegios incumplidos, que se habían obtenido en la época de José de Gálvez. Las
peticiones nuevas eran consideradas como gracias, que podía otorgar el soberano impersonal que era la
Junta Central.

El punto en el que pareciera que los vecinos principales de Arizpe estaban más a tono con los
nuevos tiempos, es el relacionado con “la recta administración de justicia”; ya que en él critican
severamente “el mal uso que se hace de la jurisdicción real de estas provincias”, pues cuestionaban a
los encargados de administrarla en los términos siguientes:

[…] unos individuos tan extragados y corrompidos que degradando su especie, son como un aborto o embrión de la
naturaleza humana. Parece que en un empleo en que se interesa la autoridad del Soverano, el aumento de la
religión, la observancia de las leyes, la tranquilidad de los vasallos, y felicidad de la patria, que los devia hacer mas
cautos en sus vicios, y menos relaxados en sus costumbres, los desenfrena, hasta desconocerse así propios,
cometiendo a la sombra de la justicia los excesos mas ignominiosos […] Se hace pues indispensable, y de la mas
urgente necesidad, aplicar los remedios convenientes a este cancer, que reconocido por todos lados, anuncia las
mas tristes y dolorosas consecuencias. Y todo podrá conseguirse despojando a los Intendentes gobernadores de esta
regalia, que en la mayor parte contribuye a estos desordenes. Como quiera que estos magistrados, muchas veces no
están instruidos, como se requiere, en los sujetos benemeritos de las provincias, y aun quando lo estén, reusan los
idoneos, admitir un empleo tan oneroso: agregandose el gran participio, que suele tener en estos nombramientos la
lisonja, el interes, el favor, y la amistad.27

Es de resaltar el duro tono de la crítica al intendente y sus justicias, que avizoraba ya conflictos
inminentes. La propuesta que hacen para enfrentar tal problema es por demás interesante, ya que
plantean despojar al gobernador intendente de “esta regalía”, es decir del derecho que le daba la
Ordenanza de Intendentes de nombrar a los subdelegados, en su lugar planteaban el siguiente
mecanismo de nombramiento:
[…] deven todas las caveceras de subdelegaciones, formar anualmente una junta con autoridad competente, para
nombrar el sugeto, que en aquel año administre la justicia a su respectivo territorio; sin que pueda excusarse en la
primera elección ninguno por privilegiado que sea (solo en caso de enfermedad justificada) pues a todos
comprende generalmente el interés de la patria […] Esta resolución llevada a su devido efecto por la autoridad
suprema llenaría de jubilo y satisfacción a estos vasallos […]28

Es significativo que los firmantes no plantearan la conformación de cabildos, sino que su


preocupación fuera mantener el gobierno de un justicia, como lo habían experimentado las provincias
desde fines del siglo XVII, pero buscando su control a través del mecanismo también tradicional en la

27
Ibid., fs. 214-214 v.
28
Ibid.
región de la junta de vecinos. Lo novedoso es que por primera vez intentan formalizar un mecanismo
de elección en donde los vecinos no esperan que la autoridad real atienda su petición acerca de quien
deba ocupar un cargo, sino que plantean ser ellos mismos reunidos en junta, sin ninguna otra
intromisión, quienes elijan al justicia. Seguramente tal postura fue una racionalización de las prácticas
tradicionales de las juntas de vecinos y los nuevos procesos electorales que habían vivido desde la
convocatoria hecha por la Junta Central.

La instrucción comentada es importante porque fue elaborada por una representación de


vecinos, en la que se reflexiona acerca de las necesidades de las provincias de Sonora y Sinaloa. El
texto refleja, más que los problemas por los que atravesaba la monarquía, el grado de desarrollo
alcanzado por la sociedad hispana en las provincias, ya que se evidencia que un grupo de vecinos
principales, que venían ocupando cargos de gobierno corporativo, local y distrital, poseían los
suficientes recursos, conocimientos y experiencias como para sentirse identificados con el territorio y
disputar con el mismo gobernador intendente el gobierno distrital.29

Tenían ya la capacidad suficiente para plantear una visión de conjunto sobre las provincias,
identificándolas como una zona de frontera en la que los problemas principales seguían siendo los
indios, tanto cristianizados como gentiles, lo que hacía necesario reforzar los mecanismos que en un
pasado mítico supuestamente habían sido exitosos en la pacificación de las provincias, como era
restaurar el poder temporal de los ministros religiosos en los pueblos de indios y el incremento de las
fuerzas presidiales. El carácter fronterizo de la región también era un argumento para exigir el
cumplimiento de los privilegios otorgados por la Corona, cuando mediante ellos buscó poblar y
afianzar los territorios de frontera del septentrión novohispano.

La madurez alcanzada por la sociedad hispánica en la región posibilitaba el planteamiento de un


discurso identitario, en el que se exaltan las riquezas naturales de las provincias y la pobreza de sus
vecinos, como un argumento para apoyar sus peticiones. El uso recurrente de términos como “patria”,
“país”, “nación” y “compatriotas”, expresivos de la identificación con el territorio; así como la
construcción de los “otros”, los “advenedizos”, los venidos de fuera que el gobernador intendente ponía
en los puestos de subdelegado, sujetos descritos como “abortos” de la humanidad. En oposición a ellos
se construye la imagen de una comunidad de compatriotas, dispuestos todos a sacrificarse en beneficio

29
Coincido con la apreciación de Hernández, “las elites”, en el sentido de que para estas fechas los “notables” de Arizpe
habían obtenido el poder social y económico suficiente para reclamar una mayor participación política en el gobierno de la
provincia.
de sus distritos, de entre ellos una junta de vecinos votaría por un patricio para que se encargara
anualmente del gobierno del distrito.

Tales planteamientos no tardarían en conducir a un enfrentamiento directo con el gobernador


intendente, como sucedió el 17 de enero de 1812 cuando cinco vecinos de los firmantes de la
instrucción de 1810, dirigieron un escrito al gobernador-intendente Alejo García Conde, en el que se
identificaban como “Los capitulares del cabildo de esta capital que representa la generalidad de la
provincia”, reconocidos en “repetidos actos” a lo largo de cuatro años por diversas autoridades, para
exponerle los problemas de abasto que tenía la ciudad. Al día siguiente García Conde les respondió que
no consideraba necesarias sus propuestas; además les advertía lo siguiente:

[…] se abstengan en lo subcesivo de usar del estilo arrogante con que pretenden fundar su citada exposición, y del
nombre de capitulares, hasta tanto me hagan constar, de que estan condecorados con un privilegio de que solo
fungieron formando cuerpo que supliera ayuntamiento, por la necesidad de tener que nombrar la provincia
diputado que representara sus acciones en el congreso nacional de las cortes […]30

Tal respuesta motivó que los capitulares de Arizpe dirigieran el 14 de febrero una larga
exposición al comandante general Nemesio Salcedo con copia al virrey, en la que debatían acremente
con el gobernador intendente y solicitaban los títulos de alférez real, regidores y síndico del común, así
como la autorización para usar el “uniforme señalado a los demás cabildos de esta Nueva España”, para
lo cual se manifestaban prestos a pagar los “derechos reales”, pues sabían que eran cargos “vendibles y
renunciables”, aunque pedían se les graduaran “con atención a la pobreza y corta población de la
provincia de Sonora que representamos”.

El debate entre los capitulares de Arizpe y el gobernador intendente es de mucho interés porque
los primeros pusieron en el centro del debate la necesidad de conformar un cabildo que se encargara del
gobierno de la ciudad disputándole a García Conde las funciones de gobierno urbano que se había
atribuido ante la ausencia de tal órgano.

Del pleito entre el intendente y los capitulares no se conoce el resultado, seguramente perdió su
razón de ser pues por una parte Alejo García Conde en 1813 fue cambiado a la intendencia de Durango
y por otra, la constitución de 1812 estableció el derecho de conformar ayuntamientos, lo que favoreció
a los “vecinos principales” pues les permitió acceder al gobierno municipal, así se corrobora porque en

30
AGN, ramo Operaciones de Guerra, vol. 31, f. 119-119 v.
los meses de marzo y abril de 1814 el ayuntamiento constitucional de Arizpe estaba integrado por los
mismos que desde 1808 venían fungiendo como representantes del “público”. 31

El proceso de elección iniciado en 1809 con la conformación de la Junta Central, luego


continuó con la elección de diputados a las Cortes Generales y extraordinarias, las cuales se reunieron
en septiembre de 1810, pocos días después del estallido de la insurrección de Miguel Hidalgo. ¿Cuál
fue el impacto de esta última en la intendencia de Arizpe?

LA INSURGENCIA EN LA INTENDENCIA DE ARIZPE

El levantamiento de Hidalgo rápidamente se diseminó en la zona centro-occidente de la Nueva


España y a principios de noviembre de 1810 ya los insurgentes ocupaban Guadalajara, la capital de la
Nueva Galicia, después de lo cual fácilmente ocuparon las principales poblaciones en dirección
noroeste: Tepic, el puerto de San Blas y Acaponeta, para quedar frente al territorio de la intendencia de
Arizpe, apenas cruzando el río de las Cañas. Hasta ese momento sus pobladores no habían dado
muestras de inquietud ni de simpatías con los insurgentes, de ahí que en Guadalajara se comisionara a
José María González Hermosillo para llevar la insurrección a esa enorme jurisdicción. Hermosillo salió
de Guadalajara el 1 de diciembre de 1810 con la intención de tomar el real del Rosario, la población
más importante del sur de la intendencia de Arizpe y su principal centro minero.

Para estas fechas ya era conocido por las autoridades civiles y eclesiásticas de las provincias de
Sonora y Sinaloa el peligro que significaba la insurgencia,32 por lo que a la propaganda en las iglesias a
favor de Fernando VII y en contra de los franceses que ocupaban la Península Ibérica se aunó la
condena al movimiento de Hidalgo para tratar de impedir que su influjo condujera a levantamientos
parecidos. Por otra parte el intendente-gobernador Alejo García Conde tomó medidas más prácticas
para detener la ola insurgente, como fue el movilizar a las tropas de los presidios de la provincia de
Sonora las cuales, fojeadas en la guerra contra los indios insumisos, ahora -por primera vez en su
historia- serían utilizadas para combatir a otros españoles. Así, mandó una compañía de soldados
presidiales dirigidos por Pedro Villaescusa, capitán del presidio de Buenavista ubicado en el territorio
yaqui, para que se destacara en el real del Rosario y defender la porción sur de la intendencia e incluso
llevar la contrainsurgencia más allá, hacia la Nueva Galicia.

31
Documento consultado en la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco. Archivo de la Real Audiencia de Guadalajara (en
adelante BPEJ-ARAG), ramo Civil, clasificación 252-9-3365.
32
El temor hacia los insurgentes se evidencia cuando el comisario de las misiones de Sonora, le ofrecía al obispo “la casa de
la Misión del Pitic”, pues tenía noticia de que “arrimándose los insurgentes, piensa retirarse para acá”. Fray Ignacio Dávalos
al obispo de Sonora, Fray Francisco Rousset, Tecoripa, 14 de diciembre de 1810, en MAAS, rollo 97.
Esas eran las esperanzas que suscitaba la llegada de las tropas presidiales al Rosario en su cura,
José María de la Riva y Rada, quien afirmaba lo siguiente al obispo de Sonora: “[…]no me dejan duda
de que si se toma la resolución de avanzar con nuestras tropas hasta el Río de Santiago, ha de ser el
Gobierno de Sonora seguramente el que reconquiste cuanto han usurpado los bandidos y el que ha de
reponer el Reino en la tranquilidad y orden antigua.” 33

Al igual que en el caso de la crisis monárquica, la jerarquía del obispado de Sonora y sus
ministros tanto seculares como regulares, jugaron un papel fundamental en inculcar el rechazo a la
insurgencia entre los habitantes de la intendencia de Arizpe. A poco tiempo de la insurrección de
Dolores, el clero local se vio inmerso en las tareas de condena al movimiento. Así, el Bachiller José
Joaquín Calvo, secretario de la mitra, desde la villa de Culiacán, envió una carta en nombre del obispo,
quien se encontraba enfermo, a los ministros religiosos de la diócesis de Sonora, en la que les señalaba
que atendiendo a un oficio de fecha 22 de septiembre enviado por el presidente de la Audiencia de
Guadalajara le informaba de la sublevación de la congregación de Dolores y ordenaba que los obispos
exortaran a sus “Provisores, Vicarios, Curas Párrocos y Prelados de las Ordenes Religiosas la
aplicación de su celo tan acreditado al Soberano nuestro amado Sr. D. Fernando 7°”.34

Atendiendo tales recomendaciones en la intendencia de Arizpe, al igual que en el resto de la


Nueva España, fue circulado y dado a conocer el edicto del la Santa Inquisición de fecha 13 de octubre
de 1810, en el que se condenaba a Miguel Hidalgo por el “delito de herejía y apostasía de nuestra fe
católica”, así como por ser un “hombre sedicioso, cismático y hereje”; además de haberse puesto al
frente de “una multitud de infelices” que había “seducido, y declarado la guerra a Dios, a su Santa
Religión, y a la Patria”.

La tarea asignada al clero de convencer a los feligreses de la condena a la insurgencia, al


parecer era más fácil de cumplir en la remota y lejana provincia de Sonora, los cuales difícilmente
podían tener acceso a noticias que no fueran las transmitidas por los ministros religiosos, no es casual
que el único caso documentado de una quema pública de la figura de Miguel Hidalgo se haya realizado
en el real de la Cieneguilla en el extremo noroeste de la provincia de Sonora;35 situación diferente era la
que se daba en las poblaciones del sur de la intendencia, en donde los arrieros y viajeros podían
esparcir otra versión de las cosas. Así, en San Ignacio Piaxtla se quejaba su cura, Rafael de Castro, de

33
José María de la Riva y Rada al obispo de Sonora Fray Francisco Rousset, Rosario, 7 de diciembre de 1810. MAAS, rollo
97.
34
Edicto de la Inquisición, México, 13 de octubre de 1810. MAAS, rollo 97.
35
Fray Juan José Rosas informa de las “ocurrencias” habidas desde la época de la independencia en la provincia de Sonora.
Pueblo de Movas, 8 de mayo de 1824. MAAS, rollo 78.
que había llegado al pueblo un “viandante con varias cosas que vendía” y un acompañante, los cuales
habían difundió la versión de que era falsa la condena que había hecho el Tribunal de la Inquisición de
Miguel Hidalgo y que “todo era fingido y producido por los gachupines y que el cura Hidalgo era un
hombre bueno”; que luego otra persona llamada Tomás Arámbula de la jurisdicción de San Sebastián,
dijo públicamente que “venía de Acaponeta de entre los insurgentes, que era una buena gente y que no
procedían contra ningún criollo ni contra la fe, ni tenían otros intentos que quitar de la tierra a los
malvados gachupines”. El cura temía que algunos de su feligresía simpatizaran con los insurgentes por
lo que pedía al obispo que decretara “una excomunión para todos aquellos que se sujetaran a los
insurgentes”.36

Tales temores no resultaron infundados pues cuando los insurgentes irrumpieron en el sur de la
intendencia contaron con el apoyo de sectores de la población y si bien el clero se mantuvo como uno
de los principales opositores de la insurgencia, informando a las autoridades de posibles simpatizantes
o encabezando directamente la lucha contra ellos, hubo casos de curas que se manifestaron a favor de
los insurgentes, como el de San Sebastián, José María Aguirre, quien apoyó económicamente su lucha
e influyó para que se les unieran algunos vecinos y los soldados mulatos de la guarnición de
Mazatlán.37 También fue el caso del presbítero Santiago Mariano Jaime del real de Pánuco y Copala.38

Seguramente los temores y sobresaltos que ocasionó la incursión insurgente en la intendencia de


Arizpe se disiparon cuando el secretario de la Mitra, José Joaquín Calvo, volvía a enviar una carta a los
ministros de la diócesis informándoles que las tropas de Coahuila habían hecho prisioneros “al rebelde
cura Hidalgo y cabecillas Allende, Aldama, Abasolo, Zapata, Jiménez, Lanzagorta, Aranda, Portugal,
etc.” y les daba instrucciones para junto con los “jueces reales” se solemnizara “este glorioso hecho con
misa cantada y Te Deum en acción de gracias al Sr. Dios de los ejércitos, que tan visiblemente ha
protegido a nuestras armas”.39

La narración historiográfica de la incursión insurgente a la intendencia de Arizpe comandada


por José María González Hermosillo, inicia con su salida de Guadalajara el 1 de diciembre de 1810 y
finaliza al ser completamente derrotado por las tropas presidiales comandadas por el brigadier Alejo
García Conde, el 8 de febrero de 1811 en San Ignacio Piaxtla. En ese lapso había logrado tomar,
después de cierta resistencia, el real del Rosario y había sido recibido con beneplácito y muestras de

36
Rafael Castro al obispo de Sonora Fray Francisco Rousset, San Ignacio, 20 de diciembre de 1810. MAAS, rollo 97.
37
Jorge Gurría Lacroix, “José Ma. González Hermosillo”, en Nicolás Vidales Soto, comp., La independencia en Sinaloa,
Culiacán, CEHNO, 1992, p. 101.
38
Alejo García Conde al obispo Fray Francisco Rousset, Piaxtla, 25 de marzo de 1811, en MAAS, rollo 77.
39
Br. José Joaquín Calvo al cura vicario superintendente Br. Jacinto Atanasio Bátiz. Culiacán, 12 de abril de 1811. MAAS,
rollo 97.
apoyo en San Sebastián, donde obtuvo la adhesión de la guarnición de Mazatlán. Después de su derrota
en San Ignacio, la única acción insurgente de cierta consideración que se realizó fue un levantamiento
con raíces locales ocurrido en Badiraguato, el cual fue rápidamente sofocado en el pueblo de Charay
entre el 12 y 14 de marzo de 1811. Desde entonces los partes de las autoridades de la intendencia en
relación a la tranquilidad pública sólo indican “sin novedad”.40

¿Cómo explicar el escaso impacto de la insurgencia en la intendencia de Arizpe? La


historiografía al respecto a apuntado dos razones principales: una de carácter más general tiene que ver
con el grado de desarrollo de la sociedad hispana en la región, la cual todavía –principalmente en la
parte alta- enfrentaba grupos indígenas por fuera del dominio español o que no habían sido totalmente
conquistados y se levantaban periódicamente, lo cual hacía que la distinción entre criollos y
peninsulares no fuera tan conflictiva. Una segunda razón, más concreta, es que precisamente el peligro
indígena motivó que desde mediados del siglo XVIII se conformara un sistema defensivo basado en
una serie de presidios con soldados profesionales pero reclutados localmente y destinados
exclusivamente a la guerra contra los indígenas. De tal manera que en 1810 la provincia de Sonora
contaba con varios centenares de tropa veterana, acostumbrada a la guerra, que se vio especialmente
apta para enfrentar los ejércitos bisoños y sin experiencia de los insurgentes, a diferencia de las milicias
de las áreas centrales que en realidad no tenían experiencia de guerra y se encontraban casi al mismo
nivel de los ejércitos insurgentes.

La presencia de las fuerzas presidiales en el sur de la intendencia se hizo sentir desde principios
de diciembre. El teniente coronel Pedro Villaescusa, capitán del presidio de Buenavista fue el principal
protagonista de la guerra contra los insurgentes como el comandante de las tropas, apenas por abajo del
brigadier Alejo García Conde. Al igual que éste último era un soldado veterano de alrededor de 60 años
de edad y 40 de servicio. A él le tocó enfrentar sin éxito a José María González Hermosillo en el real
del Rosario, donde en plena batalla los soldados "pardos" del presidio de Mazatlán, se pasaron al bando
insurgente. Gracias a la inexperiencia de González Hermosillo logró salvar la vida y escapar para
reagrupar sus fuerzas en San Ignacio Piaxtla.

40
La historiografía de estos eventos tiene como fundamento los textos de Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico de
la revolución mexicana de 1810, edición facsimilar, t. I, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución
Mexican, 1985; Lucas Alamán, Historia de México, t. II, México, Jus, sin año; Juan E. Hernández Dávalos, Historia de la
guerra de independencia de México, ed. facsimilar, t. II México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución
Mexicana, 1985. Adicionalmente han sido tratados en partes de libros, artículos o ponencias principalmente en las décadas
de 1940 y 1950, véase las compilaciones de Vidales, La independencia en Sinaloa y de Mario Cuevas Aramburu, comp.,
Sonora. Textos de su historia, t. I, México, Gobierno del Estado de Sonora/Instituto Mora, 1989.
En este último lugar fue reforzado por nuevas tropas presidiales comandadas por oficiales como
los siguientes: los capitanes Manuel Ignacio de Arvizu de Fronteras y Mariano Urrea de Altar; también
aparecen José Antonio Leyva, alférez de Tucson, el sargento alférez Juan José Tovar de Bavispe, el
sargento Ignacio Arvizu de Fronteras; así como el capitán general ópata Francisco Medrano.41
Finalmente se unieron a este contingente el gobernador intendente Alejo García Conde, quien desde
Arizpe se trasladó a marchas forzadas con tropas ópatas "armadas de fusil, lanza y rodela".42 Este
conjunto de tropas sonorenses fueron las encargadas de detener el avance insurgente con la desastrosa
derrota infringida a González Hermosillo en el pueblo de San Ignacio de Piaxtla.

Después de la derrota mencionada, las tropas presidiales van a desempeñar un papel importante
en la aniquilación de los grupos insurgentes que se dispersaron, así como en la recuperación de las
plazas del noroeste de la Nueva Galicia, como fue el caso de Acaponeta y Tepic.43 En los meses
siguientes los partes de guerra dan cuenta de varias batallas victoriosas contra los insurgentes pero ya
en el territorio neogallego, que llevan a García Conde a afirmar lo siguiente:

Quedo por todo lo dicho con la gloriosa satisfacción de que las tropas de esta frontera no sólo han librado sus dos
provincias de la infestación de dichos enemigos, sino que auxiliando a la de la nueva Galicia han desembarazado
ya el camino de Tepic portándose Urrea en esta última acción, y Arvizu con don Benito Espinosa en las anteriores
con el valor intrepidez y esfuerzo militar que ya tienen acreditado.44

La importancia de la presencia de las tropas presidiales en Nueva Galicia se manifiesta en la


relación de los soldados que murieron el 26 de julio de 1811 en la batalla de Tepequispan: tres del
presidio de altar, cinco del presidio de Santa Cruz, uno del presidio de fronteras, cuatro del presidio de
Tucson, uno del presidio de Pitic, seis del presidio de Buenavista, tres del presidio de tubac, seis del
presidio de Bavispe, dos del presidio de Bacoachi y dos del pueblo de Cucurpe.45

En los documentos de la época la presencia de los guerreros indígenas del norte de Sonora, se
manifiesta en los comentarios favorables a los ópatas, a quienes son atribuidos en gran medida los
triunfos obtenidos en San Ignacio Piaxtla y en el pueblo de Charay contra los levantados del pueblo de

41
"Diario de las ocurrencias del ejército del señor Villaescusa", en Héctor R. Olea, "el heroico sacrificio insurgente", en
Vidales, la independencia en Sinaloa, pp. 25-26.
42
Los autores que narran estos acontecimientos proporcionan cifras diversas acerca del número de las tropas ópatas, que
van desde 200 hasta 400. Los ópatas componían dos compañías presidiales, una en el pueblo de Bacoachi y otra en el
pueblo de Bavispe, con 91 efectivos cada una. Por otra parte el capitán General ópata tenía facultades para reclutar
milicianos de la etnia para campañas específicas. Los ópatas eran tenidos por ser una tropa fiel y muy aguerrida en las
campañas contra los apaches.
43
Alejo García conde al virrey de la nueva España. Arizpe, 17 de agosto de 1811.AGN, ramo Operaciones de Guerra,
volumen 739, fojas 115-116.
44
Alejo García conde al comandante general Nemesio Salcedo. Arizpe, 14 de diciembre de 1811. AGN, ramo Operaciones
de Guerra, volumen 739, fojas 54-54v.
45
Mariano Urrea, Tepic, diciembre 29 de 1811.AGN, Operaciones de Guerra, volumen 739, fojas 55-55v.
Badiraguato. En este último caso, al líder del levantamiento Antonio o Apolonio García se le atribuyó
ser hijo de un capitán general ópata, e incluso ser un apache criado en el presidio de Bacoachi.46
Versiones no comprobadas que dan cuenta de la imagen casi mítica que se tenían en esta época de los
guerreros indígenas del norte de Sonora.

La incursión de las tropas sonorenses en el combate a los insurgentes en la Nueva Galicia se


mantuvo durante varios años brindando a los oficiales presidiales la oportunidad de ejercitar sus
aptitudes militares en una región muy diferente a la que estaban acostumbrados. Sus posibilidades de
ascenso ya no se circunscribían al combate de grupos indígenas insumisos como parte de la tropa
presidial, sino que ahora hicieron relaciones con la oficialidad del ejército y las milicias de criollos y
españoles, las cuales explotarían en el nuevo contexto que se iniciaría con el triunfo del movimiento de
independencia encabezado por Agustín de Iturbide.

Los efectos en la intendencia de Arizpe de la crisis en que se vio inmerso el imperio español y
especialmente la Nueva España con la insurrección de Miguel Hidalgo, no tuvieron que ver con la
destrucción material ocasionada por la guerra, sino con la dependencia que tenía su economía del
aparato monárquico. Después de 1810 los soldados presidiales que permanecieron en la provincia de
Sonora recibieron sus pagos de manera irregular, lo mismo que su avituallamiento en uniformes y
armamento; también los misioneros experimentaron el retraso en el pago de sus sínodos. Por otra parte
se vio afectado el envío de azogue a los mineros, con lo cual se paralizaron sus trabajos. De tal manera
que el crecimiento económico que se experimentaba desde fines del siglo XVIII se vio truncado, pues
los sueldos de soldados y misioneros eran el estímulo principal de diversas actividades económicas y la
minería sustentaba las poblaciones más grandes de la intendencia. Aunque hace falta una investigación
que precise los ritmos de esta decadencia económica.47

A MANERA DE CONCLUSIONES

De lo planteado acerca de la manera como los habitantes de la intendencia de Arizpe


participaron tanto en los esfuerzos por recomponer un centro soberano ante la crisis de la monarquía
como en los acontecimientos relacionados con el estallido insurgente, se puede considerar que se

46
Parte del capitán de milicias Juan José Padilla al comandante militar de álamos, en Olea, "El heroico sacrificio
insurgente", p. 34.
47
Sobre la crisis del sistema presidial por falta de pagos, véase: Ignacio Zúñiga, Breve ojeada al Estado de Sonora (1835),
Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1985. Al respecto de los problemas con el abastecimiento de azogue García
Conde le comunicaba al virrey Francisco Xavier Venegas que “este ingrediente es necesario no sólo para el fomento de las
muchas minas que hay en esta provincia sino para mantener ocupada la gente popular que las trabaja, espero que V.E. se
sirva cubrir la falta del referido ingrediente […]”. Arizpe, 23 de febrero de 1813. AGN, ramo Operaciones de Guerra,
volumen 739, foxa 117v.
mantuvieron bajo las directrices establecidas por las autoridades reales, pero que los grupos emergentes
de “familias principales” no lo hicieron de una manera incondicional y gratuita; sino que aprovecharon
los espacios abiertos tanto en la representación política como en el aparato militar para hacer valer sus
intereses. Así, los vecinos de Arizpe lograron desplazar del gobierno local al gobernador intendente
Alejo García Conde y algunos oficiales presidiales oriundos de la región, como Mariano Urrea y
Manuel Ignacio de Arvizu, accedieron a cargos políticos de importancia provincial cuando se logró la
independencia.
CARLOS HERREJÓN PEREDO.

CARLOS HERREJÓN PEREDO. Nac. 1942, Morelia Mich.


ESTUDIOS. Doctorado en Historia: École des Hautes Études en Sciences Sociales, París. Licenciatura en
Teología: Universidad Gregoriana de Roma.
PUESTOS ACADÉMICOS. Cargo actual: profesor-investigador del Centro de Estudios de las
Tradiciones de El Colegio de Michoacán, Zamora. Director de Estudios Invitado en la École des Hautes
Études en Sciences Sociales, París. Investigador Asociado en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas
de la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador Invitado en la Universidad Michoacana.
Profesor en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México. Profesor en
el Seminario de Morelia.
LIBROS:
Morelos: Vida Preinsurgente y Lecturas.
Los procesos de Morelos.
Morelos: Documentos Inéditos de Vida Revolucionaria.
Hidalgo: Razones de la Insurgencia y Biografía Documental.
Hidalgo antes del Grito de Dolores.
Textos Políticos en la Nueva España.
Historia del Estado de México.
Los Orígenes de Morelia: Guayangareo-Valladolid.
Del sermón al discurso cívico, México 1760-1834.
Pertenece a la Academia Mexicana de la Historia y al Sistema Nacional de Investigadores III.

CORRIENTES Y AUTORES EN LAS RESPUESTAS DE HIDALGO A LA INQUISICIÓN.


Carlos Herrejón Peredo
El Colegio de Michoacán

Luego que Hidalgo se lanzó a la lucha insurgente, en la Inquisición se acordaron que desde 1800, a raíz
de la denuncia de un mercedario, se había iniciado un proceso en su contra, que por falta de pruebas
había sido archivado. Pero ante el levantamiento convenía que la Inquisición prestara sus servicios,
para lo cual el fiscal entresacó puntos de aquella y otras denuncias, los dio por comprobados y los
entregó a dos calificadores, cuyo dictamen censuró a Hidalgo como hereje. En su vista el fiscal pidió a
los inquisidores citaran a Hidalgo para que respondiera de los cargos. De tal suerte los inquisidores
publicaron edicto el 13 de octubre de 1810.48
En realidad la Inquisición no había pronunciado ni pronunciaba ninguna sentencia. El proceso,
con todo y la acusación del fiscal, aún requería la comparecencia y respuestas de Hidalgo, la defensa
del reo por un abogado y al final la sentencia. Pero el edicto contenía las acusaciones altisonantes del
fiscal y ante los ojos del pueblo eso equivalía a que efectivamente se le consideraba hereje. Era lo que
buscaba la Inquisición: que sobre la insurrección cayera el desprestigio de su caudillo acusado de
herejía.
Es de advertir que las acusaciones del fiscal representan una selección de elementos de denuncia
o de informes vertidos a lo largo del proceso incoado en 1800. Y salta a la vista que el fiscal se centró
en puntos doctrinales, en lo que pensaba y decía Hidalgo en materia de fe, no en el sin fin de detalles y
chismes sobre su comportamiento y costumbres, muy interesantes para la biografía del prócer, pero en
realidad de peso inferior frente al objetivo de señalarlo como hereje.
Hidalgo iba rumbo a México cuando recibió noticias del edicto de comparecencia, por el 25 de
octubre. Su principal preocupación en ese momento era llegar a su destino. De tal manera, entre las mil
atenciones de la guerra, apenas hubo tiempo para que alguien se lo leyera el 27, a la hora de sobremesa
estando en la casa cural de Ixtlahuaca. Comentó algunas contradicciones que contenía el edicto:
“Que el Santo Oficio le imputaba ser luterano y después hereje deísta, que estas cosas se
oponían y contradecían; que asimismo le acusaba el Santo Oficio de haber predicado que no había
infierno, pero que de esto mismo le calificarían lo contrario los indios y demás que le acompañaban de
haberle oído predicar todo lo contrario, y que los mismos indios le hacían beneficio en haberse pasado
a su partido para que ellos convencieran que había predicado acerca del infierno, como del pecado que
es la fornicación; que lo citaba el Santo Tribunal para dentro de treinta días y que seguramente estaría
ante él antes de término”.49
Asimismo Hidalgo expresó su intención de que una vez que entrara a México demostraría su
inocencia e integridad de fe católica.50 No lo hizo debido al retorno de Cuajimalpa y a la derrota de
Aculco. Pero estando luego en Valladolid, por el 15 de noviembre publicó manuscrito un manifiesto de
respuesta al edicto inquisitorial, que luego se imprimió en Guadalajara. El manifiesto sólo se refiere a
cuatro de las doce acusaciones del fiscal, una sobre el infierno, otra sobre la canonización de Gregorio
VII, la tercera sobre la Biblia y la cuarta sobre doctrinas de Lutero. En cuanto al infierno, pone por

48
Antonio Pompa y Pompa (ed.), Procesos inquisitorial y militar seguidos a D. Miguel Hidalgo y Costilla,
Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1984, pp. 122-138.
49
Así o escuchó el médico Mariano López: Pompa, Procesos cit., p. 177.
50
Pompa, Procesos cit., pp. 174-179.
testigos a sus feligreses de que él mismo les predicaba continuamente sobre “las terribles penas que
sufren los condenados en el infierno”. Las demás acusaciones no las contesta directamente, sino que
desecha por contradictorias, y asegura que el resto va por el mismo camino:
“Se me acusa de que niego la existencia del infierno, y un poco antes se me hace cargo de haber
asentado que algún pontífice de los canonizados por santo está en ese lugar: ¿Cómo, pues, concordar
que un pontífice está en el infierno negando la existencia de éste? Se me imputa también el haber
negado la autenticidad de los Sagrados Libros; y se me acusa de seguir los perversos dogmas de Lutero.
Si Lutero deduce sus errores de los libros que cree inspirados por Dios, ¿cómo, el que niegue esta
inspiración, sostendrá los suyos, deducidos de los mismos libros que tiene por fabulosos? Del mismo
modo son todas las acusaciones”.
Más bien acusa a la Inquisición, al gobierno represor y a los gachupines en general de que su
móvil verdadero es la avaricia como idolatría del dinero. Aprovecha para exhortar a todos los nacidos
en esta tierra para que se unan contra la opresión y finalmente propone la creación de un congreso.51
La Inquisición le contestó con otro edicto y al mismo tiempo proseguía recabando información,
denuncias y testimonios.52 Así las cosas, Hidalgo fue hecho prisionero y conducido a Chihuahua, donde
permanecería más de tres meses, a partir del 23 de abril de 1811, hasta su sacrificio el 30 de julio del
mismo año. Entregó los descargos el 10 de junio, de manera que tuvo más de un mes para leer con
calma las acusaciones y darles respuesta cabal.
Tales descargos constituyen parte medular del proceso. Un documento poco aprovechado y
bastante complejo, a pesar de que no es muy extenso; ya que su comprensión supone la voluminosa
documentación anterior, de la cual las acusaciones del fiscal no son sino un brevísimo extracto
manipulado, en cuanto que el mismo fiscal Manuel Flores, antes del Grito había considerado todas las
denuncias carentes de prueba.53
Y como se trataba original y principalmente de denuncias de corte teológico, ahí afloran autores
y corrientes de pensamiento plasmados en textos de diversas épocas. Por lo mismo Hidalgo en sus
descargos hubo de referirse a ellos, autores y corrientes vinculados a su formación, a su magisterio y a

51
Juan Hernández y Dávalos, Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de
México de 1808 a 1821, 6 vols., México, 1877-1872, I, pp. 124-126.
52
Hernández, Colección cit., I, pp. 127-178. La Inquisición reformuló los cargos a raíz del manifiesto de Hidalgo
y sobre todo luego de las declaraciones de Martín García de Carrasquedo, en México, del 21 de junio de 1811,
pp. 148-150, 163-176, ya estando Hidalgo preso en Chihuahua, quien ya no conoció tales reformulaciones, de
manera que sus descargos se refieren sólo al edicto del 13 de octubre de 1810 . Sin embargo, por una parte
varias de las respuestas de Hidalgo también se refieren a temas tocados por García de Carrasquedo, y por otra,
consultando los mismos autores leídos por Hidalgo, se confirma su profesión reiterada de ortodoxia.
53
Así lo firmó el 1 de octubre de 1801; y ante nuevas denuncias el secretario que hacía de fiscal, licenciado
Torrecilla, también las estimó carentes de prueba, el 4 de junio de 1808: Pompa, Procesos cit., pp. 109-110;
119-120.
sus lecturas. De tal suerte nos hallamos ante un documento clave no sólo del proceso inquisitorial, sino
del proceso mental de Hidalgo en aquella línea en que desde el punto de vista profesional había
destacado más, la teología, proceso ligado vivencialmente, ante las puertas de la muerte, a su fe
religiosa en un destino trascendente.
La estructura general de la pieza54 que contiene las respuestas tiene tres partes: 1.- La
introducción en que pide permiso para exponer su defensa y explica porqué no se presentó a la
Inquisición que lo había citado; 2.- El descargo a las doce proposiciones del fiscal; 3.- Un
complemento de descargo a otros puntos con una final advertencia.

Primer descargo a: “Negáis que Dios castiga en este mundo con penas temporales”.
Esta primera acusación, como otras, proviene de la denuncia que hizo el mercedario fray
Joaquín Huesca a raíz de una discusión que tuvo con Hidalgo en el curato de Tajimaroa en la Pascua de
1800. Según el fraile, Hidalgo traduciendo, del francés o del italiano la Historia Eclesiástica de
Claudio Fleury, dijo que Dios no castiga en este mundo con penas temporales. El mercedario contestó
que sí y que era de fe. Según él, Hidalgo repuso que no y sólo propio del Antiguo Testamento,
demandando dónde consta para el Nuevo. El fraile adujo a San Pablo 1 Co 11, ‘Había entre los fieles
muchos débiles y adormecidos’, por su mala conducta. Según el fraile Hidalgo manifestó vacilación
sobre la autenticidad de tal carta de san Pablo, aunque finalmente asentó: ‘Sí, es auténtica’.
Otro mercedario presente en la discusión precisó que Hidalgo había dicho que Dios no castiga
ahora con penas temporales ‘por ser improporcionado el castigo con el pecado’.
Escuchemos el descargo de Hidalgo:
“Que Dios no castiga en este mundo con penas temporales. Confieso ingenuamente haberlo
proferido varias veces, mas no en el sentido, ni con la extensión con que se expresa. He asentado que
Dios no castiga siempre a los pecadores en este mundo con penas temporales, ni premia siempre en él
con bienes de la misma especie y en los mismos términos a los buenos; o más claro, he dicho que no
son los castigos ni los premios temporales argumento cierto de que se infiera que el que es afligido con
ellos es malo, y el que es prosperado con los bienes es bueno, especialmente en la ley de gracia; […]”.
Abundó luego Hidalgo citando el Evangelio de san Juan, a propósito del ciego de nacimiento:
“¿Quién pecó: él o sus padres?”;55 igualmente citó a san Agustín: “Si Dios nos premiara con bienes
temporales en esta vida, nos haríamos avaros”;56 y a san Juan Crisóstomo: “El Señor tiene ahora

54
Hernández, Colección cit., I, pp. 186-191.
55
Jo 9,1-3.
56
De Civitate Dei, cap. 8.
muchas cosas en un método inverso, como es que el justo sea afligido y el pecador engrandecido”.57
Finalmente adujo a san Pablo, a propósito de que los predestinados debiendo ser conformes a la imagen
del mismo Hijo, deben entrar por muchas tribulaciones.58 Y concluía Hidalgo diciendo que de no ser
así ‘cerraríamos a los escogidos el camino angosto, y nos iríamos por el que Jeremías vio llevaban los
impíos, sembrado de prosperidades’.
Esta respuesta de Hidalgo va en todo conforme con el testimonio de un discípulo suyo, Martín
García de Carrasquedo, el mismo que estuvo en la discusión con los mercedarios. Refiere Carrasquedo
que Hidalgo no una sino varias veces abundaba sobre el tema de los males padecidos por los justos o
los pecadores, diciendo “que Dios no castigaba frecuentemente en esta vida a los pecadores, ni que
tampoco premiaba del mismo modo las virtudes”, y que […] “Dios había creado males para los malos,
que no sufrirán los justos; y bienes para los buenos, de que no gozarán los impíos; pero que en cuanto a
estos bienes y males temporales, serían comunes a los dos en esta vida para que no se deseasen con
ansia aquellos bienes que también andaban en manos de los perversos ni se temiesen tanto los males
que también sufrían los justos”. 59

Segundo descargo a: “Negáis la autenticidad de los lugares sagrados de que consta esta verdad”.
Esta acusación no tenía ningún fundamento, pues el mismo denunciante original había
asegurado que tras una vacilación Hidalgo había reconocido su autenticidad. Al contestar en
Chihuahua, tal vez Hidalgo ya ni recordaba esos detalles y por ello en su respuesta más bien echó mano
de un recurso que iba muy bien con su gusto y capacidad: argumentar por las implicaciones o
contradicciones lógicas. Respondió así:
“¿Podrá, pues, decirse que yo niego la autenticidad de los lugares sagrados que confirman los
castigos temporales que Dios ha usado en este mundo? Todo lo contrario muestran mis expresiones.
Quien siente que Dios castiga, aunque no siempre, sí muchas veces con castigos temporales, ¿no
confiesa esos muchos castigos que afirman las Escrituras? Y si los confiesa y se funda en ellas para
afirmarlo, ¿negará su autenticidad? Lo cierto es que yo jamás he negado ni esos ni otros lugares de la
Escritura, y que en el mismo hecho de asegurar que su Majestad no castiga siempre en esta vida los
pecados, es confesar tácitamente los castigos eternos del infierno, no debiendo la justicia divina dejar
impunes esos delitos, con lo que también convenzo la verdad de que nunca he dicho que no hay
infierno”.

57
Del Sacerdocio, último libro.
58
Rm 8, 29.
59
Hernández, Colección cit., I, pp. 148-150.
Como se advierte, esta última afirmación sobre el infierno es otra muestra de la manera de
argumentar de Hidalgo, a partir del análisis de las implicaciones en las proposiciones.

Tercer descargo a: “Habéis hablado con desprecio de los papas y del gobierno de la Iglesia como
manejado por hombres ignorantes, de los cuales, uno que acaso estaría en los infiernos estaba
canonizado”.
El cargo brotó de nuevo de la traducción de Fleury hecha por Hidalgo a propósito de que un
papa había enviado a unos gañanes como legados suyos a un concilio, de donde según el mercedario
Hidalgo tomó pie para hablar con mucho desprecio de muchos papas y del gobierno de la Iglesia, como
de hombres ignorantes. Uno había canonizado a Gregorio VII, nocivo a la Iglesia y acaso en los
infiernos.60
Hidalgo contestó: “No me acuerdo haber vertido semejantes proposiciones. Me hallo en
circunstancias en que no sólo debo decir la verdad, sino que espero que se me crea, como que voy al
tribunal divino. Lo que yo he dicho es que no es de fe que uno de los papas que es Gregorio Séptimo
esté en el cielo. También es cierto que no le he dado el tratamiento de santo. Esto lo he hecho porque
Bossuet tampoco se lo da; porque dice que no se hizo una canonización formal de su santidad, sino que
habiendo construido uno de los papas en Roma una capilla, y mandado pintar cuatro pontífices, y
siendo uno de ellos Gregorio Séptimo, comenzaron los fieles a darle culto que después se ha
propagado.
Es decir, que no es de fe que Gregorio Séptimo sea santo. ¿Para qué he de acordar que no es
herejía a vuestra señoría, que sabe que la canonización de los santos es opinable, que no es de fe, y que
entre los teólogos que la sostienen, el Muratori lo muestra con energía en su Apología que hizo a favor
del señor Benedicto Catorce contra el inglés Wingtein, […]?”.61
Esta respuesta de Hidalgo va en consonancia con el testimonio de Carrasquedo: “que [Hidalgo]
no tenía como de fe la canonización de los santos; y le hacía fuerza la beatificación del beato Sebastián
Aparicio, con respecto a lo que Serry había respuesto a la Silla Apostólica en la consulta que se le hizo
sobre esta materia”. 62

60
El otro mercedario, Manuel Estrada, ampliaría esta acusación: Que los padres de todos los concilios del siglo
V hasta el XI eran ignorantes.
61
“que lo censuraba de haber creído la impresión de las llagas de san Francisco, la traslación de la casa de
Loreto, y haber permitido se diese culto en Roma a cierta Cresencia, que había dejado memorias no tan
favorables, la que dedicó al mismo pontífice?”.
62
Hernández, Colección cit., I, pp. 148-150. El dictamen de Serry Suffragium censorium in causa Venerabilis
Servi Dei F. Sebastiani ab Apparitio Pyraustae vulgo dicti, Padua, 1722, incluido luego en Jacobus Hyacinthus
Serry, Praelectiones theologicae [!], Venecia, 1742, t. V, pp. 113ss.
Como se advierte, en este punto Hidalgo precisa su postura: no ha hablado mal de los papas en
los términos de la acusación. Tal vez lo hizo en otra forma, afirmando que algunos ignoraban tales o
cuales cosas. Pero no oculta dos puntos críticos: la canonización de los santos no es de fe y en
particular en el caso de Gregorio VII y del beato Sebastián de Aparicio. En cuanto a lo primero invoca
a Muratori;63 y para lo segundo, a Bossuet y a Serry. En Bossuet es explicable habida cuenta de su
galicanismo, incompatible con el primado del sumo pontífice expresado con fuerza en los Dictatus
Papae de Gregorio VII. Otro autor leído por Hidalgo, Noël Alexander también critica a Gregorio VII64,
pero tal vez ignoraba la contestación de Francisco de Enghien,65, así como la defensa que del mismo
pontífice hace Vicente Luis Gotti,66 uno de los autores que recomienda Hidalgo en su Disertación
teológica. Por lo demás en 1628 ocurrió la canonización de Gregorio VII, cuya memoria litúrgica fue
elevada a la iglesia universal por Benedicto XIII en 1728, “con gran indignación de los galicanos”.67

Cuarto descargo a: “Aseguráis que ningún judío que piense con juicio se puede convertir, pues no
consta la venida del Mesías”.
El cargo correspondiente se deriva de una segunda discusión entre Hidalgo y fray Joaquín
Huesca. Según el fraile, almorzando Hidalgo dijo que un judío guatemalteco preso en la Inquisición
sólo se habría convertido de boca, ‘porque ningún judío que piense con juicio se puede convertir, pues
no consta del texto original que haya venido el Mesías’.
El fraile replicó diciendo que sí consta, por Isaías Ecce virgo concipiet. Hidalgo repuso que en
el texto hebreo no había tal voz sino otra, alma, que puede ser mujer no virgen o mujer en general. El
fraile aludió que había otros textos sobre la venida del Mesías. Hidalgo repuso que no probaban. Al
parecer Hidalgo exigía que su interlocutor mostrara que la fuerza probativa no estaba en un texto
aislado, sino en un conjunto como parte de una tradición. Para ello partía de la duda, more scholastico,
como diría otro testimonio a propósito de este mismo lugar,68 es decir, como lo hace el mismo santo
Tomás, que al plantearse, por ejemplo el tema de Dios comienza diciendo ‘parece que no existe’ y da
los argumentos de los mismos ateos, para luego contraponer la doctrina que lo afirma y finalmente
volverse a resolver cada uno de los argumentos del ateísmo.

63
Luis Muratori, De naevis in religionem incurrentibus sive apologia ep. a SS. D. NN. Benedicto XIV P. M. ad
episc. Augustanum (de quadam sanctimoniali) scriptae, Luca 1749, adversus Christ. Ernestum de Windheim
religione protestantem. Ver. Contin. Hist Eccl. Fleurii I 236, # 13. Zacaria, Storia letteraria d’Italia I, 28-34.
64
En su obra Selecta historiae ecclesiasticae capita, 1686.
65
Auctoritas Sedis Apostolicae pro Gregorio VII vindicata 1685.
66
Colloquia theologica polemica, 1727.
67
Vidas de los santos de Buttler, México, 1965, II, p. 371.
68
Según lo escuchó Pedro Díaz Barriga de Ignacio Palacios.
Fray Manuel Estrada precisaría algo importante. Hidalgo había dicho: ‘no hay en todo el
Antiguo Testamento una profecía cumplida literalmente de la venida del Salvador’.
De tal suerte Hidalgo formuló así su descargo: “[…] Dice que yo aseguro que ningún judío que
piense con juicio se puede convertir, pues no consta la venida del Mesías. Estoy y he estado tan
convencido de la venida del Mesías, que no solamente la creo con fe católica, sino que tengo toda la
evidencia teológica que es compatible con la fe, de suerte que aun cuando no fuera dogma de nuestra
religión, no se puede negar, atendidos los hechos que la demuestran. El cetro de Judá continuado en el
pueblo escogido y traspasado al extranjero Herodes cuando nace el Salvador;69 las semanas de Daniel
contadas o bien desde Ciro, o desde Darío Histapis, o desde Artajerjes Longuisano cumplidas;70 la
muerte de Cristo después de ellas;71 la destrucción de la ciudad y santuario por Tito; la abominación en
el templo; la negación que hizo de Cristo su pueblo; y la disipación de éste que hemos visto; la pintura
tan viva de la historia del Mesías que hace David en sus Salmos y vemos realizada;72 las circunstancias
de su nacimiento anunciadas por Miqueas;73 el retrato que hace Isaías74 de Jesucristo tan idéntico que
san Jerónimo dice de él que más parece evangelista que profeta;75 su concepción en el vientre de una
virgen; su pasión tan individualizada; precisan aun al más ciego a decir lo que el Príncipe de los
Apóstoles: ‘Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo’.
[…] Lo que yo he afirmado es el axioma asentado entre todos los teólogos polémicos y sabe
vuestra señoría que entre otros trae Serry: Facilius est ethiopem dealbare, quam iudaeum ad
catholicam religionem convertere.76 Esto no es decir que ningún judío que piense con juicio se puede
convertir, sino antes que no se convertirán los que no usan de él. Obstinados en las falsas ideas con que
se pintan al Mesías, lo esperan con los mayores aparatos de grandeza y soberanía mundana; quieren ver
al pie de su trono los reyes y emperadores, […] entendiendo tan literalmente las profecías que a más de
los errores inusitados están persuadidos, que han de ver habitar físicamente los lobos con los corderos;
[...] sin que pueda convencérseles del sentido espiritual en que hablan los profetas y demuestran sus
mismas expresiones, valiéndose del efugio de que esas son interpretaciones de los católicos y no
palabras de las Escrituras”.

69
Gen 49.
70
Dan 9, 24-27.
71
Breve alusión a esta profecía de Daniel en testimonio de García de Carrasquedo: “12 [!] sobre el
cumplimiento de la profecía de las setenta semanas”: Hernández, Colección cit., I, pp. 148-150.
72
Ps 22. 15. 21. 44. 68. 71.108.109.
73
Miq 5, 2-3.
74
Is 2.42.52.53.
75
San Jerónimo In Isaiam
76
‘Es más fácil blanquear a un etíope que convertir a un judío a la religión católica’.
La convicción del mesianismo de Jesucristo la había leído Hidalgo en varios autores: Serry,
Exercitationes historicae, criticae, polemicae de Christo ejusque Virginie Matri, 1719, y Gravesson,
Tractatus de Scriptura Sacra, 1735.

Quinto descargo a: “Negáis la perpetua virginidad de la Virgen María”.


El cargo correspondiente se derivó del anterior, pues al negar que se refería a la venida del
Mesías, negaba la vía virginal.
Hidalgo contestó: “Ya parecería excusado hablar de la quinta proposición en que se me objeta
negar la perpetua virginidad de María Santísima. Quien confiesa no solamente como católico, sino
como racional la venida del Mesías; confiesa igualmente que tuvo la misma madre que los profetas y
evangelistas nos refieren, y siendo ésta aquella virgen que anunció Isaías a Acaz, como señal dada por
el Señor para que lo creyera,77 y la que san Lucas dice que lo concibió por obra del Espíritu Santo,
necesariamente ha de decir como yo siempre he dicho, digo y diré que es Virgen, agregando a esto, que
no solamente fue virgen antes de concebir al Mesías, y cuando lo dio a luz, sino que lo es
perpetuamente; pues aunque los libros sagrados no lo dicen expresamente,78 la tradición apostólica
legítimamente continuada hasta nosotros, como regla de nuestra fe, así nos lo enseña, y lo persuade
claramente san Jerónimo en su Epístola a Elvidio”.
No es una epístola, sino un tratadito: De perpetua virginitate B. Mariae adversus Helvidium.79
Hidalgo, pues, no ignoraba el sentido literal de Isaías 7, 14-15, pero no se quedaba ahí, sino lo asumía
finalmente en su sentido pleno, a la luz de la regla de nuestra fe, la tradición apostólica.80 Pero le
gustaba poner a prueba la ciencia de los religiosos para inducirlos al estudio.

Sexto, séptimo, octavo y noveno descargo a: “Adoptáis la doctrina de Lutero en orden a la divina
Eucaristía …”.
Este y los siguientes dichos provienen del segundo mercedario, fray Manuel Estrada, quien dijo
los había escuchado también en los días de Pascua en Tajimaroa. Con precisión esta fue su denuncia:
Que según Hidalgo la Eucaristía no se conoce en los términos que hoy enseña la Iglesia hasta mediados
del siglo tercero, que antes sólo se tuvo por pan bendito; que hasta entonces no se conoció la confesión

77
Is 7, 14-15.
78
Breve alusión a esto en el testimonio de García de Carrasquedo: “12. [!] sobre la virginidad de María
santísima después del parto”: Hernández, Colección cit., I, pp. 148-150
79
3.5.7.9.11: ML 23, 195.198.201.204
80
Ver a Serry, Praelectiones theologicae, sobre la virginidad de María, t. II, pp. 92-99. Y sobre la tradición como
regla de fe: Ib., T. III, pp. 272-291.
auricular. Que la doctrina del Evangelio sobre la Eucaristía está mal entendida por entenderse la
existencia real donde había entenderse como en las palabras Ego sum via.
Hidalgo contestó: “A la verdad que me es enteramente extraño cuanto ellas expresan. Ni idea
remota se me presenta de haber hablado de ese modo. He creído y he confesado como ahora lo hago
que Jesucristo está real y verdaderamente en la Eucaristía por transubstanciación, del modo que lo cree
nuestra santa madre Iglesia, y he abominado los errores de Lutero y de los sacramentarios que produjo
su infernal secta y han delirado con variación, como son los zuingliastos, tropistas, enérgicos,
arabonarios y los que asientan la empanación.81 Indubitablemente he venerado con los respetos de la fe
la Epístola a los Corintios y Evangelios que hablan de la Eucaristía; y la prueba convincente es que el
temor que mi dañada conciencia me infundía cuando la conocía no limpia, me hacía abstener de
sacrificar”.
Implícitamente Hidalgo se apoyaba en la sesión XIII del Concilio de Trento sobre la
transubstanciación y la presencia real.82 De nueva cuenta, dado el ingenio polémico y didáctico de
Hidalgo probablemente había planteado como duda al mercedario la comprensión de la expresión ‘Yo
soy el pan vivo’ en paralelo con ‘Yo soy el camino’.
Mas por otra parte la proposición de que la doctrina de la Eucaristía no se formulaba en los
primeros siglos en los mismos términos que siglos después no necesariamente implica herejía; puesto
que el concepto es uno y los términos varios, bien que en la historia de los dogmas varios términos
vayan quedando consagrados.

Séptimo descargo a: “y confesión auricular …”. Es decir, que hasta el siglo tercero se conoció la
confesión auricular.
Contestó así: “También he confesado la verdad y necesidad del sacramento de la penitencia o
confesión auricular, sin que me acuerde haber hablado otra cosa sobre ella, que afirmar una ocasión que
leía en el Berti la tradición que hay de la confesión auricular (no con ánimo de dudar de ella sino de
instruirme para desempeñar la obligación como pastor de exhortar en doctrina sana y de confundir los
que la contradigan, dando los testimonios o fundamentos de nuestra fe, como nos manda san Pedro),
que no me parecía bien el modo con que la asentaba dicho autor hasta el segundo o tercero siglo […]
por apoyarla en una epístola que se tenía por apócrifa; pero que Natal Alexandro traía la referida
tradición con claridad. Hace muchos años que fue esta conversación con el cura que ahora es de Celaya
[…] ¿Qué expresiones pueden alegarse contra mí de esa conversación? ¿Ni cómo negaría la confesión
auricular ya como diez años quien ha sufrido las mayores fatigas varias veces en el tiempo que he sido
cura sin temer soles, fríos y asperezas, distancias y pestes, porque sus feligreses no pasaran sin ella a la
eternidad?”.83

81
Sigue fundamentalmente al concilio de Trento, sesión XIII. Denzinger, Enchyridion, ns.1637, 1642, 1651-
1654.
82
DZ 1637, 1642, 1651-1654.
83
Probablemente se trata en cuanto a Berti, de De theologicis disciplinis, 1739-1792; y en cuanto a Noël Alexander, de la
ya citada o de Theologia dogmatica et moralis, 1693.
Décimo descargo a: “Tenéis por inocente y lícita la polución y fornicación como efecto necesario
consiguiente al mecanismo de la naturaleza, por cuyo error habéis sido tan libertino que hicisteis
pacto…”
En realidad se trata de dos denuncias: Lo que dijo y lo que supuestamente hacía al respecto.
Fray Manuel Estrada había denunciado que Hidalgo hablaba ‘aun de los tactos impuros con que se
solicita aun la polución, diciendo que ésta es una materia que no ha de salir ni por los ojos ni por los
oídos ni por la boca’. Y que en fin no obliga el sexto precepto. Y años después en 1808 una tal
Manuela Herrera denunció que Hidalgo había hecho pacto con ella para que le consiguiera mujeres y él
le consiguiera hombres para pecar.
Hidalgo comenzó por esta segunda denuncia, que rechazó pidiendo incluso una prueba pública:
“Para hablar de la décima proposición quisiera que lo hiciera ante todos los vecinos de mis curatos
donde me vi de párroco. Si vuestra señoría tiene la bondad de hacer una información legal, no se
hallará ni quién fue la manceba con quien hice pacto de que me buscase mujeres para fornicar,
buscándole yo hombres, ni quiénes fueron aquellas mujeres ni estos hombres; ni se encontrará persona
alguna a quien haya dicho yo que no hay infierno ni Jesucristo; ni tampoco quien me haya oído que es
inocente y lícita la polución y fornicación, como efecto necesario y consiguiente al mecanismo de la
naturaleza”.
“La única conversación que he tenido de donde puede haber dimanado esta equivocada
acriminación, fue con dos religiosos mercedarios, y entonces nada dije de la fornicación y polución, ni
de que éstas eran lícitas. Mis palabras se contrajeron a afirmar que la concupiscencia era natural al
hombre, aun en el estado de la naturaleza pura. Aserto tan fundado que no sólo se ve sostenido por
Gonet y de muchísimos teólogos que llevan al frente a su Angélico maestro, quien entre otros lugares
en la cuestión 30, artículo 3 de su Prima Secundae, donde dividiendo la concupiscencia en natural y no
natural, dice que la natural se dice así, por ser conveniente a la naturaleza animal, como el manjar, la
bebida y otras cosas semejantes que son comunes a los hombres y a otros animales como conveniente a
su naturaleza; y en la cuestión 46, artículo 5 de la misma Prima Secundae, dice que si la
concupiscencia y la ira se miran respeto de sus objetos, es más natural la concupiscencia que la ira.
¿Quién habría imaginado que explicarse así santo Tomás, se le atribuya que da por lícita la fornicación
y polución, ni quién me condenará de este delito siendo mis expresiones las de aquel doctor? La
concupiscencia o deseo de los bienes deleitables o para la conservación o para la propagación de la
naturaleza, se puede verificar por medios lícitos, como es el matrimonio, y esto que es lo natural al
hombre aun en el estado de la inocencia, le es lícito, pero nunca le serán la fornicación y polución
voluntarias, tan contrarias a esta concupiscencia natural que en su mismo nombre llevan grabado el uso
ilícito de que se valen los que las ejecutan”.
Esto coincide con el testimonio de María Josefa Lecuona, hermana del cura de Tajimaroa de 25
años, quien algo oyó a la hora de servir el almuerzo en la discusión de Hidalgo con el mercedario. La
joven atestiguó que Hidalgo decía que el mandamiento que más se quebrantaba era el sexto; y la misma
testigo comentó: ‘en lo que dio a entender que el quebrantarlo era pecado’.
Como la acusación de Manuela Herrera también incluía la negación de Jesucristo y del infierno
84
el descargo de Hidalgo fue obvio: Ya había mostrado en respuestas anteriores su fe en Jesucristo
Mesías y su certeza sobre el infierno.
En realidad Hidalgo había afrontado la acusación sobre el infierno desde el decurso de la guerra,
incluso antes del edicto inquisitorial; pues la prensa realista el 28 de septiembre le lanzó esta acusación:
“atreviéndose Hidalgo a inspirar las impías máximas de que no hay infierno ni purgatorio ni gloria,
para que cada uno siga sus pasiones”.85 No es creíble tal cosa, pues punto fundamental de la
insurrección era la defensa de la fe. Más bien tiene todos los visos de una especie calumniosa surgida
por el pánico del levantamiento masivo. Junto con ello pudo haber algún filtramiento o insinuación del
proceso inquisitorial que contenía la denuncia de Manuela Herrera,86 aun cuando el edicto no se
hubiera armado aún. De tal manera la acusación sobre la negación del infierno cundió primero gracias a
la prensa, de manera que ya era voz común cuando apareció el edicto.
Hasta aquí las proposiciones denunciadas de carácter principalmente doctrinal. De las
respuestas de Hidalgo se deduce que lo que más le interesaba a Hidalgo de la teología era el método de
la teología positiva, esto es, la indagación de las fuentes o lugares teológicos de los diferentes dogmas:
la Sagrada Escritura, la Patrística, el Magisterio eclesiástico, la historia y la praxis de la Iglesia, todo a
través de análisis filológicos, críticos e históricos de cada fuente, no exentos de polémica, con
precisiones y deslindes de lo que realmente era de fe y lo que sólo fuera opinión teológica, y más,
frente a credulidades que pasaban por doctrinas seguras. Todo además examinado con lógica que
gustaba descubrir las implicaciones o las contradicciones. Exactamente el mismo criterio que había

84
Manuela Herrera, vecina de Querétaro, casada, de 41 años, dijo que viviendo en otro tiempo en San Felipe le
oyó decir a Hidalgo que el Niño Dios, que había nacido en Belén, no había padecido, que se había perdido; que
Dios no tenía necesidad de padecer; y preguntándole la que declara ‘Pues el que padeció ¿quién fue?’, le
respondió que un hombre, que se le antojó morir. Y que en otra ocasión le dijo: ‘¿Qué querrá vuestra merced
creer, que hay infierno, que hay diablo? No creas eso, Manuelita, que estas son soflamas’.
85
Gazeta de México viernes 28 de septiembre d 1810, citada en el proceso: Pompa, Procesos cit., pp. 122-123.
86
Según el carmelita fray Juan de San Anastasio: Pompa, Procesos cit., p. 155.
marcado el joven Hidalgo desde 1784 en su Disertación sobre el verdadero método de estudiar
teología. Tal interés, empero, no anulaba el entrenamiento y dedicación que había tenido Hidalgo por la
teología especulativa, aquella cuyo método pondera, no las fuentes, sino la interpretación del dato
revelado y transmitido, su sistematización a la luz de tal o cual filosofía. Incluso, por la respuesta de
Hidalgo relativa a la concupiscencia, se advierte que tenía muy presente la Suma Teológica de santo
Tomás, así como a uno de sus expositores, el que siguió de texto escolar, el Clypeus de Juan Bautista
Gonet, que lo había atacado en aquella Disertación, pero que lo sabía al revés y al derecho y en realidad
le había estructurado parte de su mentalidad.
Tanto la teología positiva como su manejo polémico a lo argo de los diez años que duró su
magisterio colocaron a Hidalgo en un reconocido lugar: “El cura Hidalgo es tenido y estimado por el
mejor teólogo de esta diócesis, e igualmente travieso en poner dificultades exquisitas y graciosas. Es
finísimo en argüir y de genio jocoso”, decía otro comisario de la Inquisición, José Vicente de Ochoa. Y
eso es lo que había hecho frente a los mercedarios aturdidos ante las objeciones incisivas de Hidalgo y
resentidos porque también les había lanzado esta pulla: las órdenes religiosas son inútiles. Cosa que en
realidad Hidalgo tampoco compartía de verdad, pues la mayor parte de los mismos autores que seguía
eran religiosos. Pero quería que los mercedarios le arguyeran a su altura o se pusieran a estudiar.
Tal afán de conocimiento crítico e histórico lo llevó a la afición por la historia de la Iglesia
echando mano de autores como Bossuet y Fleury, no exentos de galicanismo, de donde Hidalgo bebió
la crítica a Gregorio VII y a su canonización. Mas parece que el tinte de galicanismo en Hidalgo no
asumió la subordinación de la Iglesia a la potestad secular, sino la participación de sectores de la Iglesia
como condición para el carácter irreformable de las enseñanzas pontificias, según la cuarta de las
declaraciones del clero galicano de 1682, mismas que fueron condenadas por Alejandro VIII en 1690.87
Pero el edicto incluía otras dos acusaciones, no de materia doctrinal, pero que servían para
redondear la satanización de Hidalgo: soberbio e hipócrita. Lo primero porque había dicho que los
doctores de la Real y Pontificia Universidad eran una cuadrilla de ignorantes. Esta acusación no fue
una denuncia, sino un comentario que de paso había hecho el comisario Ramón Pérez de Anastáriz,
peninsular que había sido rector del otro célebre colegio de Valladolid: el Seminario Tridentino. Pero
resulta que él mismo confiesa no haber cruzado palabra con Hidalgo más que los saludos formales en
actos públicos. De manera que lo oyó de otros y lo interpretó a su manera.
Como haya sido, Hidalgo repuso: “[…] es enteramente ajeno de verdad que yo haya dicho que
no me he graduado de doctor en esa Real Universidad por ser su claustro una cuadrilla de ignorantes.

87
Denzinger, Enchyridion, ns. 2281-2285.
Cuando intenté verificarlo, lo frustró la muerte de mi padre, y después no insistí en hacerlo, porque
tomé la resolución de no graduarme porque no pretendía colocación que lo exigiera. Lo que no podré
negar es que en una conversación dije que si en México se hicieran los actos literarios como en la
Sorbona, donde para doctores se presentan con todas las teologías: dogmática, polémica, escolástica,
moral, con la Biblia, con la historia eclesiástica y con los diez y ocho concilios generales, por lo menos;
pudiera haber menos doctores, o haría que algunos estudiaran más […] No reputo que en esto haya
injuriado al imperio mexicano, viendo que ni el mismo Jesucristo tuvo a mal afirmar de la casa de su
Padre que tiene mansiones desiguales”.
En cuanto a la hipocresía, la acusación del fiscal envuelve una doble manipulación, ya que el
haber desechado él mismo las denuncias contra Hidalgo antes de septiembre de 1810, implicaba su
inocencia y la mala fe del mismo fiscal. Pero éste halló la manera de convertir en nueva acusación tal
inocencia, porque como varios testimonios del proceso señalaban la vida recatada de Hidalgo, luego de
una temporada de jolgorio en San Felipe,88 el fiscal inventó que esa conversión era hipocresía, puesto
que luego se había lanzado a la insurrección.
Hidalgo contradijo: “Es no menos equivocación manifiesta decir de mí, que temiendo haber
sido denunciado ante vuestra señoría procuré eludir su celo con la hipocresía. Ni tuve jamás ese temor,
ni siquiera veía en mí motivo para tenerlo, pues como he dicho nunca creí haber faltado a las verdades
católicas en mis palabras ni en mis conceptos, así como nunca aparenté verdad que con sinceridad no
me hubiera hecho el Señor el beneficio de ejecutar.
Y si algunas veces tuve alguna fragilidad en materias no de fe ni religión, y en otras me
reformaba, éstas eran vicisitudes de mi miseria que remitía a la gracia, y no efectos de simulación”.
Finalmente89 fuera de las acusaciones del fiscal Hidalgo alude, como complemento, a otra
acusación, no formal, pero que se había propalado al menos desde su retirada de Guadalajara. Se dijo
entonces que sobre la cabeza de la rebelión caía la condenación del concilio de Constanza que
supuestamente había anatematizado las revoluciones.
Hidalgo contestó: “Ni menos puedo ni debo sostener por acertadas mis ideas e intenciones en
ella [la insurrección], como inconexas ni idénticas con las expresiones de Wiclef condenadas en el

88
Bachiller Pedro Díaz Barriga: “sabe de cierto por varias personas de juicio y de verdad que en el día está
haciendo una vida ejemplar en su curato, reducido a la compañía de un solo eclesiástico, retirado de toda
tertulia y comercio con las gentes, y entregado a l confesionario y
demás negocios de su preciso ministerio”.
89
Hay otra breve explicación de Hidalgo sobre un punto secundario, tocante a santa Catarina mártir, del que al parecer no se
le había acusado, pero que Hidalgo recordó como posible acusación. Dice: “Esto mismo ejecuto con las proposiciones que
vertí, por haberlas visto en Natal Alexandro, de que no había santa Catarina mártir, y que sus actas eran apócrifas por los
motivos que él expresa y vuestra señoría tiene muchas veces visto”.
concilio de Constanza.90 Bástame decir que si vuestra señoría las juzga por tales, aunque hasta ahora yo
no las reputaba por de esa especie, las abjuro, detesto y retracto; sin embargo que confieso desde ahora
y tengo ya confesado haber sido ellas contrarias a la moral de Jesucristo, lo que lloro con amargura, y
de lo que espero me ayude la bondad de vuestra señoría a pedir misericordia”.
Es decir Hidalgo había considerado que el haberse lanzado a la insurrección no implicaba la
condenación de Constanza. Pero ¿qué dice realmente el concilio sobre una insurrección? Directamente
nada. Pero condena dos proposiciones que pueden relacionarse. La primera, atribuida a Juan Wiclyf,
dice: “Populares possunt ad suum arbitrium dominos delinquentes corrigere”: ‘El pueblo puede corregir
a su antojo a los gobernantes que delinquen’.
La otra proposición, de Juan Petit, dice: “Quilibet tyrannus potest et debet licite et meritorie
occidi per quemcumque vasallum suum vel subditum, etiam per clanculares insidias, et subtiles
blanditias et adulationes, non obstante quocumque praestito iuramento seu confoederatione factis cum
eo, non expectata sententia vel mandato iudicis cuiscumque”. ‘Se puede y debe, lícita y meritoriamente,
matar a cualquier tirano por cualquier vasallo o súbito suyo, aun mediante insidias ocultas, así como
lisonjas y adulaciones sutiles, no obstante cualquier juramento prestado o alianza establecida con él, sin
esperar sentencia o mandato de cualquier juez’. 91
Como se advierte, las dos proposiciones están relacionadas entre sí, en cuanto que en ambos
casos se trata de acción contra los gobernantes. En la primera por parte del pueblo y en la segunda por
un particular. Hidalgo había señalado como causales de la insurrección popular el mal gobierno de los
peninsulares y su opresión tiránica, esto es que los gobernantes delinquían en su oficio hasta la tiranía.
Incluso desde mucho antes de la conspiración de Querétaro, tanto Hidalgo como su discípulo Martín
García se manifestaban “favorecedores de la libertad francesa, la desean en nuestros reinos, aseguran el
despotismo en el gobierno monárquico”, según había oído decir fray Manuel Estrada. Sin embargo
Hidalgo no juzgó que el levantamiento cayera en la condenación constanciense. No expresa la razón,
pero para un teólogo como él en cuyo círculo vallisoletano se había discutido sobre la guerra de
independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa, así como sobre el tiranicidio, la única
razón legitimante era la que dan algunos teólogos, como Francisco Suárez, a partir de lo que se llama el
contractualismo de la escolástica. Las tesis de este autor están contenidas principalmente en la obra
Defensio Fidei, 1613, contra un juramento impuesto por el rey de Inglaterra. En síntesis son:

90
Ver a Serry, Praelectiones theologicae, t. IV, De conciliis.
91
Denzinger, Enchyridion, ns.1167, 1235.
1. La existencia de un poder político dimana de la sociabilidad del hombre, como propiedad de su misma
naturaleza y en este sentido la autoridad legítima proviene del autor de esa naturaleza, Dios.
2. La suprema potestad política, en virtud de la misma naturaleza humana y, en consecuencia, por
disposición general del mismo autor de esa naturaleza, no reside en un determinado individuo o en un
grupo de ellos, sino en toda la comunidad, en todo el pueblo, en toda la nación.
3. Consiguientemente, la democracia es la institución primordial y ''cuasinatural'' de la sociedad humana,
aunque no por ello la más perfecta.
4. El pueblo, en el momento mismo de constituirse como tal, elige a su arbitrio forma de gobierno y
gobernantes, celebrando un pacto, un contrato explícito o implícito con sus gobernantes y eventualmente
en ellos con sus posibles sucesores. En virtud de ese pacto el pueblo traslada la autoridad, la suprema
potestad política, a esos gobernantes, quienes en consecuencia no la reciben inmediatamente de Dios, sino
a través del pueblo, siendo así cada forma particular de gobierno y cada elección o aceptación de
gobernantes no de derecho natural o divino, sino de derecho positivo, sujeto en consecuencia a los
términos del contrato o pacto de traslación.
5. El pacto es estable y obliga al pueblo a la obediencia y al respeto para sus gobernantes, y a éstos, a velar
por el bien común, norma suprema de toda actividad política.
6. La estabilidad del pacto puede romperse cuando el gobernante se vuelve tirano. Se entiende
propiamente por tiranía la degradación del gobierno legítimo, en cuanto que el gobernante "todo lo ordena
hacia su medro personal, desatendiendo el bien común, o aflige injustamente a sus súbditos robando, ma-
tando, pervirtiendo o perpetrando contra la justicia otras semejantes cosas de manera pública y frecuente".
7. "En caso de que el rey legítimo gobierne con tiranía, de suerte que el reino no encuentre más remedio
para defenderse que rechazar y deponer al rey, podrán hacerlo la comunidad toda, por pública y común
decisión de las poblaciones y de los próceres. Esto, porque el derecho natural permite repeler la fuerza con
la fuerza, y porque este caso, en cuanto necesario para la conservación de la república, siempre se entiende
exceptuado en aquel pacto primordial, por el cual la república transfiere su potestad al rey." El rechazo y
deposición del rey se podrán hacer, a condición de que ahí no se sigan mayores males que los causados por
la tiranía.
8. ''Después de la sentencia declaratoria que priva al rey del reino dada por autoridad legítima... aquél que
pronunció la sentencia o a quien él mismo haya delegado, puede privar del reino al monarca aun dándole
muerte, si no hay más recurso o si la justa sentencia se extiende también a esa pena.'"
9. En los pueblos o naciones cristianas que padezcan tiranía, la deposición y pena del tirano no podrán
llevarse a cabo sino en cierta dependencia del Sumo Pontífice, "toda vez que el régimen tiránico del
gobernante secular siempre es pernicioso aun para la salvación de las almas".
Suárez es consciente de las condenaciones conciliares y por ello dedica varias páginas a deslindar
su postura, aclarando en especial sobre el tiranicidio que el concilio “no define una proposición universal
negativa, como sería ‘A ningún tirano se le puede dar muerte’; sino condena una universal afirmativa, cual
es: ‘A todo tirano se le puede dar muerte’; y lo hace, no de manera absoluta, sino matizando en mucho la
proposición. Por ello la determinación conciliar se reduce a esta proposición: ‘No a todo tirano se le puede
matar antes de la sentencia dictada en su contra’.92 De tal manera las tesis suarecianas no fueron
condenadas, a pesar de que Paulo V en 1615 renovara la condenación del tiranicidio indiscriminado, con
ocasión de haberse dado a luz la obra de Suárez y tomando en cuenta el no lejano asesinato de Enrique IV
(1610).
Hidalgo conocía las principales tesis suarecianas enunciadas, al menos a través de autores que llegó
a utilizar como textos en su cátedra, como Carlos Billuart, que las reseña. Incluso, por los días de su
magisterio llegó al Colegio de San Nicolás un lote de libros de San Luis de la Paz, entre los que se hallaba
la Defensio Fidei.
Por todo ello Hidalgo dijo en su contestación que consideró que sus ideas e intenciones de
insurgencia no caían en la condenación conciliar, y que desde luego rechazaba tales proposiciones
condenadas por el concilio. Esto es lógico; pero lo que no parece es que añade que se retractaba, en cuanto
que da a entender que aquellas ideas e intenciones sí cayeron en la condenación conciliar. La explicación
está en función de los excesos de la insurrección, que reconoció reiteradamente en el proceso militar, en
especial los asesinatos de españoles civiles en Valladolid y Guadalajara. En verdad esto no cumplía con las
condiciones del levantamiento justo y puso al movimiento en entredicho. Por lo cual Allende, Rayón y
Morelos, se apartaron de tal violencia injustificada. Estas observaciones, empero, no anulan el
planteamiento original que hubo de formularse Hidalgo a la luz del contractualismo, esto es, el análisis de
una tiranía condenada en los tratados y comprobada en la realidad de Nueva España.
Pero la relación de Hidalgo con el concilio de Constanza no quedó en la referencia explícita que
acabo de comentar. Hay otra implícita y muy significativa. Al final de los descargos dice:
“También llamo por último la atención de vuestra señoría para que providencie sobre un
impreso de Gazeta que me parece salió en México cuando la deposición del señor Iturrigaray, en que si

92
Francisco Suárez, Defensio fidei catholicae et apostolicae adversus anglicanae sectae errores cum
responsione ad apologiam pro iuramento fideliatatis et praefationem monitoriam serenissimi Jacobi Magnae
Britaniae regis [!] Colonia 1614. Traducción del fragmento citado en Carlos Herrejón Peredo, Textos políticos
en la Nueva España, México, UNAM, 1984, p. 63.
no estoy equívoco, se atribuyen al pueblo unas facultades que así como a mí fueron peste de mi
seducción, es de temer no la produzcan en otros sujetos”. 93
Es claro que habiendo aludido, pocos renglones arriba, al concilio de Constanza ahora, cuando
se refiere al golpe de estado contra Iturrigaray perpetrado sarcásticamente en nombre del pueblo,
Hidalgo hacía resonar la condenación de la proposición de Wiclif que dice: “El pueblo puede corregir a
su antojo a los gobernantes que delinquen”. Eso es lo que habían hecho los golpistas de 1808, pero ni
siquiera el pueblo tras cuyo nombre vanamente se escudaba un puñado de oligarcas. Lo habían hecho
así porque los criollos que buscaban la autonomía o la independencia habían invocado la autoridad del
pueblo. Ante el golpe y el sarcasmo Hidalgo y otros insurgentes señalaron una y otra vez tal acción
como el colmo de la tiranía, en especial en una de las proclamas publicadas en Guadalajara:
“Esta legítima libertad no puede entrar en paralelo con la irrespetuosa que se apropiaron los
europeos, cuando cometieron el atentado de apoderarse de la persona del excelentísimo señor
Iturrigaray y trastornar el gobierno a su antojo sin conocimiento nuestro, mirándonos como hombres
estúpidos o más bien como manada de cuadrúpedos, sin derecho alguno para saber nuestra situación
política”.
De tal manera, al final de los descargos Hidalgo sagazmente, tras la apariencia de una ingenua
recomendación, estaba volteando la acusación contra sus acusadores: Eran ellos los que merecían la
condenación de Constanza.

Comparando el decurso del proceso antes de 1810 con las acusaciones, echamos de ver que hay
un punto que el fiscal no estimó digno de tomarse en cuenta. Me refiero a la lectura de libros
prohibidos. En efecto, a raíz de un informe del comisario Ramón Pérez de Anastáriz, que suponía tales
lecturas en Hidalgo, los Inquisidores de México le ordenaron especificara qué lecturas eran. A pesar de
la escasa buena voluntad del comisario para con Hidalgo, sus indagaciones en 1801 sólo arrojaron dos
cosas: que leía a Claudio Fleury, cuya historia le parecía ‘libro pésimo’ y según él a punto de haber
sido condenado por Benedicto XIV. De manera que en realidad no se trataba de una obra prohibida. La
segunda lectura objeto de acusación primero era vaga: ‘autores teñidos de jansenismo’, y luego la
concretó el comisario: las obras del dominico Jacobo Jacinto Serry, 1659-1738. Pero a la hora en que
intervino un experto en libros de la época, el licenciado Vicente Pisa, aclaró que la obra de Serry que

93
Se refiere a la Gazeta Extraordinaria de México, 16 de septiembre de 1808, t. XV, n° 97, pp. 679-680, que
pretendió justificar el golpe de estado de esta forma: “Habitantes de México de todas clases y condiciones: La
necesidad no está sujeta a leyes comunes. El pueblo se ha apoderado de la persona del excelentísimo señor
virrey, ha pedido imperiosamente su separación por razones de utilidad y conveniencia general, han convocado
en la noche precedente a este día al Real Acuerdo [!]”.
Hidalgo manejaba eran las Praelectiones theologicae que no incluían la Historia de la Congregación
de Auxiliis del mismo autor,94 sobre la que había caído una prohibición inquisitorial, mas no por
herejía, sino, “por proposiciones escandalosas, sediciosas, injuriosas de papas y varones ilustres”.95
Posteriormente en 1809 pasó por Dolores fray Diego Bringas y habiéndose informado sobre
lecturas de Hidalgo llegó a la conclusión que sí tenía dos obras prohibidas: el tratado De auxiliis, es
decir la ya mencionada Historiae Congregationum de auxiliis divinae gratiae sub summis pontificibus
Clemente VIII et Paulo V, libri 4, 1700, de Serry y las Exercitationes historicae, criticae, polemicae de
Christo ejusque Virginie Matri 1719, de Agustín Leblanc, pseudónimo del mismo Serry. Esta obra
también recibió tacha de la Inquisición en 1722 por razones análogas a las de la Historia de auxiliis, es
decir, no por herejía, sino por proposiciones escandalosas y ofensivas.96
Precisamente por el carácter no grave de la prohibición el fiscal no tomó en cuenta esas
delaciones en su petición de 1810. Y es que en realidad Serry era un teólogo ortodoxo que en las agrias
polémicas entre los mismos autores católicos se le había ido la mano. Incluso hay en algunas de sus
obras frases aisladas que podrían entenderse en sentido jansenista, como ocurre con el mismo san
Agustín. Serry era contrario al molinismo, sostenido por autores principalmente jesuitas y que como se
sabe sobre el binomio gracia-libertad subrayan lo segundo, en tanto que las escuelas agustiniana y
dominicana insistían en la gracia. Las dos posturas son ortodoxas. Pero en la polémica a menudo se han
lanzado recíprocamente la nota de acercarse a herejías, el pelagianismo para quienes subrayan la
libertad, y el jansenismo para quienes enaltecen más la gracia. Por lo mismo es muy importante que los
historiadores que se acercan a estos temas estudien algo más y no se dejen impresionar por cualquier
acusación.
Es más, en México entre los años 1751 y 1760 se suscitaron una serie de denuncias contra
Serry,97 pues algunos le veían resabios quesnelianos, condenados en la bula Unigenitus de Clemente
XI, 1713. Entre los censores se halla Luis Fernando de Hoyos y Mier, futuro obispo de Michoacán
1773-1775. Sin embargo hubo defensores de la ortodoxia de Serry, sobre todo a partir de la expulsión
de los jesuitas y ahí quedó. La polémica siguió en las aulas donde fueron entrando con paso más franco
las obras de Serry con sus consiguientes defensores. Uno de ellos fue precisamente Hidalgo quien

94
En efecto la edición de las obras completas de Serry es en 6 tomos, Lyon 1770, e incluyen tanto la dicha
historia como las Praelectiones y el resto de sus obras. Las Praelectiones habían sido publicadas antes en 5
volúmenes, Venecia 1742.
95
Fue la Inquisición española que hizo tal condenación en 1701: Hurter, Nomenclator theologiae catholicae,
Oeniponte, Libraria Academica Wagneriana, 1879, pp. 989-995.
96
La ortodoxia antijansenista de Serry en Praelectiones theologicae, donde trata las proposiciones de Jansenio
condenadas por la Iglesia T. I, disputatio IV, pp. 416-486.
97
AGN, Inquisición vol. 963, exp. 5, fs. 309-307; 318-345; 349-357; 458-474, 38-87; 479-502; 359-381v; 419-
457v; 402-413; vol. 941, exp. 5 fs. 95-105. Caja 184, carpeta 1752, exp. 28, fs. 165-169.
desde joven, en 1777, a la entrada a Valladolid de Ignacio de la Rocha como nuevo obispo de
Michoacán, le dedicó un acto académico en torno a Serry, muy probablemente porque este obispo
compartía la adhesión por tales obras, ya que desde 1759 en un concurso de oposición había
considerado católica la predeterminación física,98 acorde con el bañezianismo de Serry. Luego en la
plenitud de su magisterio, 1785, Hidalgo presidió otro acto donde uno de sus alumnos, expuso puntos
de la Praelectiones theologicae de Serry y lo defendió expresamente de la nota de jansenista, evento
que además fue reseñado en la Gazeta de México.
De manera que el fiscal, que muy probablemente estaba al tanto de algunas de estas cosas, no
incluyó con razón la acusación de lecturas prohibidas. Lo que no sabía él, ni Hidalgo, ni la generalidad
en Nueva España, era que en realidad hubo otra obra de Serry, Theologia supplex coram Clemente XII
Pontif. Max. Clementinae Constitutionis Unigenitus Dei Filius explicationem atque intelligentiam
rogans, 1736, publicada de manera anónima que mereció mayor censura al año siguiente, pues trató de
defender algunas de las proposiciones del oratoriano Pascasio Quesnel, jefe de los jansenistas después
de Antonio Arnauld.
Una de tales proposiciones de Quesnel nos da pie para hablar de la última corriente de
pensamiento manifestada en Hidalgo. La corriente es el iusnaturalismo teológico y la proposición de
Quesnel es la siguiente: “Fides est prima gratia et fons omnium aliarum”: ‘La fe es la gracia primera y
la fuente de todas las demás’.99 Esto significa que la ortodoxia de la Iglesia admite que antes de abrazar
la fe un infiel puede recibir dones de Dios, más allá de las exigencias de su naturaleza, que lo van
conduciendo a la justificación. Calvino, Jansenio y Quesnel son tajantes: la fe es la puerta exclusiva de
los beneficios que superan nuestra naturaleza.
Pues bien, Hidalgo insurgente con frecuencia invoca al Dios de la naturaleza y los derechos
naturales otorgados por ese Dios. Indudablemente Hidalgo sabía que el Dios de la naturaleza es el
mismo que el de la revelación y la gracia, pero en cuanto es perceptible por la sola luz de la razón y
referido solo a los dones que no superan las exigencias de la creatura. Uno de sus argumentos más
notables se halla en una proclama cuya autoría reivindicó Hidalgo en el proceso militar. Dice así:
“Cuando yo vuelvo la vista por todas las naciones del universo y veo que las naciones cultas
como los franceses quieren gobernarse por francés, los ingleses por ingleses, los italianos por italianos,
los alemanes por alemanes, cuando veo que esto mismo sucede en las más bárbaras y groseras […] que
los apaches quieren ser gobernados por apaches, los pimas por pimas, los taraumares por taraumares,
no puedo menos de creer que ésta es una idea impresa por el Dios de la naturaleza. ¿De qué otra suerte

98
AGN Inquisición, vol. 852, exp. s.n.,fs. 277v-283v.
99
Denzinger 2427.
convendrán todos en un mismo modo de pensar, si no lo dictara la luz de la razón que el mismo Ser
Supremo nos ha dado, como una antorcha que nos guíe y nos ilumine? Cuando veo, vuelvo a decir, que
esto sucede en todas las naciones del universo, me lleno de admiración y de asombro al considerar que
sólo a los americanos se niegue esta prerrogativa”.100
Otra referencia significativa del iusnaturaismo en Hidalgo se halla en la respuesta de rechazo al
indulto, donde habla de: “aquellos derechos que el Dios de la naturaleza concedió a todos los hombres,
derechos verdaderamente inalienables y que deben sostenerse con ríos de sangre si fuere preciso”.101
Este iusnaturalismo que hace referencia expresa al Dios de la naturaleza, no procede del tiempo
de Hidalgo, y más bien había sido un antecedente del iusnaturalismo a secas como lo muestran los
historiadores de la teoría política como Sabines haciendo ver como Francisco Suárez al atacar el
derecho de los reyes como derivado inmediatamente de Dios, finca las bases de una teoría política y
una jurisprudencia que se pueden separar de desarrollos teológicos, aunque no se niegue la existencia
de ese Dios de la naturaleza. Los tratados de teología dogmática que conocía Hidalgo, de los siglos
XVII y XVIII, como Billuart, suelen dedicar algunas páginas, pocas, al derecho natural,
distinguiéndolo desde luego del divino, del de gentes y del positivo. De tal manera mientras se
desarrolló el iusnaturalismo fuera de la teología, esto no significó que lo abandonaran los teólogos; al
contrario la misma doctrina y polémicas sobre naturaleza y gracia, razón y fe, responden a desarrollos
paralelos.
Hidalgo, lector y admirador de Serry, amigo de la corriente bañeziana, que pondera más la
soberanía de la gracia que las posibilidades de la libertad, parece que lo seguía no tanto por esto, sino
por su destreza en el manejo, incluso polémico, del método de la teología positiva, esto es el análisis de
las fuentes. Pues hay indicios de que Hidalgo se inclinaba más, sobre todo a partir de su experiencia de
párroco, por valorar las posibilidades de la naturaleza, acorde con el reconocimiento que Hidalgo hacía
del mundo americano, no sólo el criollo, sino particularmente el indígena, no ignorando el axioma
según el cual, aunque planos distintos el de la naturaleza y el de la gracia, son inseparables de manera
que ésta no destruye la naturaleza, sino la perfecciona. Atendiendo a esto y al indudable conocimiento
que hubo de tener de la bula Unigenitus, me parece que en esto Hidalgo no seguía a Serry y menos a
Quesnel, particularmente en aquella proposición referida, de que la fe es la primera gracia.
La ortodoxia de Hidalgo quedó testificada por varios a lo largo del proceso inquisitorial, por
ejemplo el bachiller Pedro Díaz Barriga, quien “no sabe ni le ha oído decir proposición alguna que se

100
Archivo General del Estado de Durango, “Procesos de la Guerra de Independencia del año de 1811”.
Expediente n° 2123. Rollo 103. Exp. N| 15, fojas 54, casillero 5.
101
Juan Hernández y Dávalos, Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de
México de 1808 a 1821, 6 vols., México, 1877-1872, II, p. 404.
oponga a nuestra santa fe, antes bien declamar contra los herejes con el más vivo esfuerzo, no sólo en
las instrucciones de su cátedra, sino hasta en las pláticas familiares que tenía con sus contertulios”. Y
junto a ello hacía notar “la suma docilidad y humildad que se observa en él, sin embargo de su
sabiduría, prendas que todos le confiesan”.

En suma, las respuestas de Hidalgo a la Inquisición en Chihuahua, muestran a un Hidalgo en


consonancia con los años de su magisterio teológico, que sin dejar la crítica y las precisiones, pregona
su ortodoxia y, para los años de párroco, su entrega a los ministerios de la predicación y el
confesionario; que se confiesa pecador, pero rechaza la acusación de libertino, que reconoce y se
arrepiente de los excesos de la revolución; pero que sagaz y sutilmente vuelve contra sus acusadores la
nota de heterodoxia por las declaraciones del golpe de 1808.
JOSÉ DE LA CRUZ PACHECO ROJAS

Instituto de Investigaciones Históricas


Universidad Juárez del Estado de Durango
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Blvd. del Guadiana No. 501
Fracc. Ciudad Universitaria
C.P. 34120
Durango, Dgo.
Tel. (618) 827 12 41

ESTUDIOS:

Antropólogo Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

Maestro en Historia por la UNAM.

Dr. en Historia por El Colegio de México.

Becas: ex becario CONACYT para tesis doctoral, 1989-1992.

INVESTIGACIÓN:

Investigador de Tiempo Completo en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad


Juárez del Estado de Durango desde 1991.
Durante diez años colaboré en el proyecto binacional El Camino Real de Tierra Adentro, con el
patrocinio de National Park Service, Bureau of Land Management de los Estados Unidos de América y
el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Desde hace tres años realizo estancias de investigación en el Instituto de Investigaciones Históricas de
la UNAM, donde también colaboro en el proyecto de investigación “La Independencia en el Norte de
México”.
Responsable del proyecto “Religiosidad y Cultura Popular en el Camino Real de Tierra Adentro”, en
colaboración con el Centro de Estudios Chicanos de las Universidad de Nuevo México.

DOCENCIA:

Profesor de Asignatura, Escuela Nacional de Antropología Historia, 1982-1985.


Profesor titular de la Maestría en Historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia,
septiembre de 1989 a junio de 1990.
Profesor de Asignatura Asociado “B” en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
Enero- diciembre de 1990.
Profesor de la materia Antropología Social en la Universidad de las Américas, A.C. Invierno 1990-
1991.
Imparticiòn del Seminario “La cultura material en los asentamientos mineros novohispanos,” del 26 al
30 de abril de 1999. Doctorado en Historia Colonial, INAH-UAZ.
Docente invitado a la Maestría en Arquitectura de la Facultad de Arquitectura de la Universidad
Autónoma de Sinaloa, 2005-2007.
Profesor titular del Seminario “Los Grandes Paradigmas 1” en la Maestría en Ciencias y Humanidades
de la Universidad Juárez del Estado de Durango, a partir de 2005.

CONGRESOS, SEMINARIOS, COLOQUIOS:


(participaciones recientes)
Ponente en el Seminario “La Religión y los Jesuitas en el Noroeste Novohispano”, organizado por El
Colegio de Sinaloa, con el trabajo “El concepto de misión en el noroeste novohispano”, realizado el 4 y
5 de febrero de 2005 en al ciudad de Culiacán, Sin
Ponente en el primer Coloquio Carl Lumholtz de Antropología e Historia del Norte de México,
organizado por la Escuela Nacional de Antropología e Historia Unidad Chihuahua, con el trabajo
“Culturas indígenas de la Nueva Vizcaya nuclear, siglos XVI y XVII. 26 de octubre de 2005.
Ponente el primer coloquio El Noreste Mexicano y Texas, organizado por la Universidad de Texas y el
Instituto Nacional de Antropología e Historia, con el trabajo “Tobosos y salineros. Dos etnias del
desierto”, realizado en San Antonio, Texas, el 28 de octubre de 2005.
Presidente de el Seminario La Religión y los Jesuitas en el Noroeste Novohispano organizado por El
Colegio de Sinaloa y ponente con la conferencia “El milenarismo tepehuan: mesianismo y resistencia
en el septentrión novohispano”, llevado a cabo los días 3 y 4 de febrero de 2006, en la ciudad de
Culiacán, Sin.
Ponente en el X Coloquio Internacional sobre el Camino Real de Tierra Adentro, auspiciado por
National Park Service, Bureau of Land Management y el Instituto Nacional de Antropología e Historia,
con la ponencia “Balance historiográfico del Camino Real”. Realizado en la ciudad de Socorro, Nuevo
México, del 10 al 12 de abril de 2006.
Ponente en la XII Reunión de Historiadores Mexicanos, Estadounidenses y Canadienses, organizado
por El Colegio de México y la University of British Columbia, con el trabajo “La formación del
obispado de Nuevo México”. Realizada en la ciudad de Vancouver, Columbia Británica, del 10 al 13
de octubre de 2006.
Ponente en el Seminario La Religión y los Jesuitas en el Noroeste Novohispano, organizado por El
Colegio de Sinaloa, con el tema “La destrucción de idolatrías en la Sierra Madre Occidental, Siglo
XVII”, febrero 2007, Culiacán, Sin.
Ponente en el Seminario Arqueología, Antropología e Historia, organizado por la Escuela Nacional de
Antropología e Historia, con el trabajo “Religiosidad popular en el Camino Real de Tierra Adentro: los
Hermanos de Jesús de Nazaret de Nombre de Dios, Durango”. Realizado del 24 al 26 de septiembre de
2007.
Ponente en el Coloquio La Independencia en el Norte de México, organizado por el Instituto de
Investigaciones Históricas de la UNAM, con el trabajo “Insurgencia, vida social y cultura en la Nueva
Vizcaya, 1808-1828”. Realizado en Ciudad Universitaria, México, el 15 y 16 de noviembre de 2007.

EVALUADOR, DICTAMINADOR:

Evaluador Externo en las II Jornadas Evaluación del Programa de Maestría en Historia de la Facultad
de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa, 4 de febrero de 2002.
Arbitro evaluador en la Convocatorias de Investigación Científica Básica CONACYT/2006-2007 del
área de Humanidades y Ciencias de la Conducta.

PUBLICACIONES:

Coautoría:
México al tiempo de su guerra con Estados Unidos (1846-1848). Coordinación e introducción de
Josefina Zoraida Vázquez. México, Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México/Secretaría de
Relaciones Exteriores, 1998. Capítulo: “Durango entre dos guerras, 1846-1847”, pp. 189-212.
Testimonios de una guerra. México 1846-1848. 2 T. Coordinación y edición de Mercedes de Vega y
María Cecilia Zuleta. México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 2001. Capítulo: “Durango”, T. 1,
pp. 299-331.
De mi autoría destacan:
Breve historia de Durango. México, Fondo de Cultura Económica / El Colegio de México, 2001.
El Colegio de Guadiana de los jesuitas. México, UJED / Plaza y Valdés Editores, 2004.
Las Leyes de Reforma y su impacto en Durango, 1854-1861. Durango, Instituto de Investigaciones
Históricas-Universidad Juárez del estado de Durango, 2005.
Memorias del Camino Real de Tierra Adentro, José de la Cruz Pacheco Rojas y Joseph P. Sánchez
(Coords.), México, National Park Service/ Bureau of Land Management, 2001.
Mesianismo y resistencia indígena en el norte novohispano, siglo XVII. En proceso de edición. Siglo
XXI Editores/Universidad Juárez del Estado de Durango.
Además de diversos artículos y ensayos publicados en revistas especializadas.

ASOCIACIONES Y DISTINCIONES ACADÉMICAS:

Socio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística de Durango. A partir del 19 de febrero de


1994.
Miembro del Seminario de Cultura Mexicana, corresponsalía de Durango. A partir del 3 de marzo de
1995.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1998.
Perfil PROMEP desde 2001.

“INFIDENCIA Y SEDICIÓN EN LA INTENDENCIA DE DURANGO, 1808-1814”

Dr. José de la Cruz Pacheco Rojas


Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Juárez del Estado de Durango
Introducción
Como es bien sabido, el proceso de Independencia en México tuvo su mayor fuerza en la parte media y
sur del país. En cambio, en las márgenes septentrionales de la Nueva España la organización política y
de acciones insurgentes se perciben, en un primer acercamiento, más bien desorganizadas,
desarticuladas y esporádicas. No obstante, los hechos de guerra, conspiraciones y casos de infidencia y
sedición ocurridos en la Intendencia de Durango comienzan a mostrar otra situación. Contrario a la idea
común de que en esa región no pasó nada, hoy podemos sostener, a partir de fuentes primarias locales,
principalmente, que el movimiento insurgente y las acciones en pro de la independencia encontraron
eco importante entre los indios tepehuanes, algunos clérigos ilustrados y criollos, quienes se vieron
involucrados en diversas acciones.
Serán, primero, los indígenas los que van a cuestionar con mayor rigor al régimen colonial en la Nueva
Vizcaya y en más tarde los criollos, que se habían mostraron en su mayoría fieles y leales a la Iglesia y
a la Corona. De igual modo, la presencia de miembros de etnias externas como los apaches, comanches
y mezcaleros, no siempre hostiles y en algunos casos amigos de los indios de la Nueva Vizcaya,
contribuyeron con sus incursiones guerreras en haciendas y pueblos a debilitar las estructuras de poder
de los españoles. Pero más importante fue la influencia que ejercieron directamente entre los indios de
naciones de aquella provincia.
Es igualmente importante destacar también que en el proceso de la lucha armada en pro de la
Independencia la aprehensión del padre Miguel Hidalgo y Costilla y demás destacados insurgentes que
lo acompañaban el 21 de marzo de 1811 en el paraje llamado de Baján, en el estado de Coahuila, con el
consiguiente traslado a la villa de Chihuahua, capital a la sazón de la Comandancia de las Provincias
Internas de Occidente, para ser degradado eclesiásticamente y procesado criminalmente hasta su
ejecución el 31 de julio de 1811, como el asedio de la capital de la Intendencia por los insurgentes a
finales de 1810, influyeron fuertemente en los ánimos de los insurgentes nuevo vizcaínos, quienes se
organizaron en distintos puntos para combatir al régimen español. Al mismo tiempo, las autoridades de
la provincia extremaron férreas medidas y estrategias de defensa estableciendo un cerco contra la
insurgencia. Tales acciones defensivas se tradujeron en un estado permanente de temores e intolerancia
contra toda manifestación de sedición, por mínima que fuera, al grado de llegar a imponer un estado de
terror. Pese a ello encontramos una serie de acciones insurgentes de 1808 a 1814.
De acuerdo con las ideas anteriores, me propongo ofrecer una visión general de los hechos más
relevantes ocurridos durante el proceso de Independencia en la Intendencia de Durango, centrando mi
atención en los movimientos sociales ocurridos durante el tramo de 1808 a 1814. Periodo que bien
podríamos llamar de la insurgencia, o primera etapa del proceso de Independencia en la Nueva
Vizcaya. La periodicidad elegida obedece más al largo proceso y la diversidad de factores asociados a
la guerra de Independencia en esta vasta región. El presente trabajo es, por tanto, un primer
acercamiento a tan extensa y compleja situación histórica.
INFIDENCIA Y SEDICIÓN
Los principales movimientos libertarios que ocurren en la Intendencia de Durango en el período
seleccionado, fueron realizados principalmente por indígenas y tipificados bajo el “delito de
infidencia”.102 De esta manera, los diversos grupos de indígenas que se levantaron en armas o
planeaban hacerlo, fueron considerados por las autoridades provinciales no sólo de cometer una serie
de violaciones a los principios de autoridad sino como una afrenta a las instituciones coloniales. Por ese
motivo fueron rabiosamente perseguidos y castigados.
A continuación haremos referencia a una serie de movimientos sociales que anteceden al movimiento
insurgente en la Intendencia de Durango que, en algunos casos podríamos inscribir dentro del
movimiento independentista, directa o indirectamente, pero otros no. Sin embargo, dan cuenta de la
situación política y social que guardaba esa porción de las Provincias Internas de Occidente, previa al
estallido de la guerra de Independencia.
Antecedentes
Anteceden al movimiento insurgente en la Intendencia de Durango una serie de circunstancias, o si se
quiere causas internas, que prepararon las condiciones favorables a la independencia. (N.P. En este
trabajo no me ocupo de las causas externas tan bastamente abordadas y de sobra conocidas) Destaca en
primer término la presencia de los indios “bárbaros” y mesiánicos, que contribuyeron con sus acciones
a desestabilizar, minar y perturbar al antiguo régimen.
El siglo XVIII termina con la creciente tendencia hacia la presencia y acciones guerreras y de saqueo
de los llamados indios “bárbaros” que habitaban, unos en las grandes praderas y otros en el territorio
septentrional de las Provincias Internas de Occidente, que ante la incapacidad de las autoridades
coloniales y la Iglesia para reducirlos a pueblos de misión y formas de vida civil occidentales y,
también, ante la fragilidad de sistema presidial de defensa fronteriza que los indios rompían con
frecuencia. De esta manera, diversas bandas de indígenas apaches, comanches y mezcaleros (apaches
de Nuevo México), influyeron como grupos e individualmente a minar poco a poco al antiguo régimen
en busca de alianzas con miembros de las etnias sometidas al sistema misional jesuítico y franciscano.
Así, por ejemplo, el 27 de agosto de 1799 el gobernador intendente de Durango, Pedro de Nava,
informa desde Chihuahua que ha recibido varios partes sobre las hostilidades ejecutadas por los indios
mezcaleros en las jurisdicciones de San Juan del río, Cuencamé y Real de Indé. De lo cual tenía
constancia de los actos cometidos por estos en Cuencamé, según los informes proporcionados por el
subdelegado Joseph María Durán. En razón de ello dispuso que el comandante de la primera compañía
volante despachara una partida de tropa “para que corte por la parte exterior de la frontera hasta las

102
“Infidencia -dice Escriche-, en general es la falta que uno comete por el hecho de no corresponder a la
confianza que uno ha puesto en él, o sea la violación de la fidelidad debida a otra; pero se aplica esta
denominación al delito político en que uno incurre por su inteligencia con los enemigos del Rey o del Estado, y
se usa con más especificidad en la milicia”. Joaquín Escriche, Diccionario razonado de legislación y
jurisprudencia, México, Cárdenas Editores, 1979. T. I, p. 867.
inmediaciones de Cuencamé, restituyéndose por lo exterior…” Esto es, tenderles un cerco por el norte
para detener su avance hacia el sur. No obstante, ante la imposibilidad de guarnecer todos los puntos
que los indios pudieran atacar, mandó cumplir el mando por el que se permitía armar a los trabajadores
de las haciendas, pueblos de mestizos y ranchos como “el medio más oportuno para libertarse de sus
hostilidades [de los indios] que los vecindarios y operarios de las haciendas tengan armas con que
oponérseles y perseguirlos según está dispuesto por bando mandado publicar en 29 de mayo de 1792.
Cuya observancia debe vigilar V.S. y los respectivos jueces”.103
Al mismo tiempo, otros personajes “aislados” o aparentemente aislados, expresaban a su manera los
deseos milenaristas ancestrales de los indígenas norteños. Son los casos del indio José Bernardo
Herrada, “el trastornado mesías de Durango”, del indio Mariano y el indio Rafael.
“El trastornado mesías de Durango” y el indio Mariano
Así llamó Van Young al indio José Bernardo Herrada, quien fuera capturado y sometido a un largo
proceso por la justicia de San Juan del Río en 1800 para luego pasar a manos del gobernador intendente
Bernardo Bonavía, por sostener entre los indios de ese pueblo que su misión “era llamar a los indios del
norte a la inminente coronación de su padre, el gobernador de Tlaxcala, como rey de la Nueva España,
en marzo de 1801, también por haber estado interesado en recolectar tanto dinero como le fuera
posible, de los fondos comunales de los pueblos y de los fondos piadosos. De hecho – afirma Van
Young-, es difícil decir a partir de los registros si era un criptomilenario, un artista del timo, un loco, o
todo combinado”.104 Lo cierto es que causó un gran revuelo en un ambiente ya de por sí plagado de
tensiones y paranoia que imperaba en toda la frontera norte Nueva España, debido a las constantes
amenazas de insurrecciones indígenas y de invasión de las tropas de los Estados Unidos. La reacción de
las autoridades provinciales no era para menos, pues el testimonio de Herrada era abiertamente
sedicioso, como bien advierte Young: “predicaba una especie de milenio indio en donde la soberanía
efectiva habrá de pasar de manos de las autoridades coloniales blancas a la de los indios de la Nueva
España, en la persona de un monarca indio”.105
El 25 de enero de 1801, Francisco Antonio de la Bastida y Araziel, magistrado de la Villa de San Juan
Bautista del Río, manifestó haber sostenido una extraña conversación con un indio que acababa de
llega al pueblo, en la que dijo llamarse capitán Cuerno Verde, que había sido intérprete de un capitán
apellidado Carrasco y que en ese momento se dedicaba a ser torero. Para lo cual solicitaba permiso para
103
Archivo Histórico General del Estado de Durango, en adelante AHGED, El gobernador intendente de
Durango sobre ataques de los indios mezcaleros en las jurisdicciones de San Juan del Río, Cuencamé, Indé, y
Guarizamey”, Caja 7, Casillero 2, exp. 119-4, año 1799, 17 fs.
104
Eric Van Young, La crisis del orden colonial. Estructura agraria y rebeliones populares de la Nueva España,
1750-1821, México, Alianza Editorial, 1992, p.365.
105
Ibid, p. 368.
torear en las próximas fiestas del pueblo. No portaba pasaporte porque dijo haberlo perdido, mas para
que se le permitiera permanecer en el pueblo aseguró a De la Bastida que no ocasionaría ninguna clase
de molestias y disturbios, por lo que asintió el magistrado. No obstante, al día siguiente el gobernador
de los indios del pueblo informó a De la Bastida que Cuerno Verde andaba perturbando a la gente de la
villa, suponemos que sobre todo a los indios, con ciertas expresiones sediciosas. Este hecho causó su
inmediata captura. En su primera declaración, de 30 de enero de 1801, dijo llamarse José Silvestre
Sariñana, no saber su edad, que había nacido en el barrio indio de San Juan Bautista en la ciudad de
Tlaxcala, que en ese no tenía ocupación y que era capitán de 133 nativos en su distrito.106 Ante las
contradicciones de sus declaraciones y considerando que se trataba de un reo peligroso, fue trasladado a
Durango custodiado por doce hombres armados. En la capital de la provincia se le encarceló
incomunicado.
Es muy importante destacar que Cuerno Verde había sido un gran guerrero comanche, pintoresco e
irascible, que apareció en escena en Nuevo México en 1768 en un fallido ataque en Ojo Caliente,
donde fue asesinado. El cuerno de búfalo que usaba en su cabeza simbolizaba la fuera, la valentía y el
poder de este portentoso animal. A su muerte lo sucede su hijo, otro valiente guerrero, quien adopta el
mismo nombre de Cuerno Verde en su lucha por hacerse un territorio propio en el norte de Nuevo
México combatiendo contra los españoles, quienes se empeñan en expulsarlos de ese territorio.
Precisamente uno de los negros pasajes de la historia de los comanches recién llegados a esas tierras es
la masacre cometida contra ellos por el capitán Carlos Fernández, por orden del gobernador
Mendinueta en 1774, al norte de Santa Fe. Después de estos terribles hechos, y con la llegada de Juan
Bautista de Anza como nuevo gobernador ocurren los últimos enfrentamientos de guerra con los
blancos, donde figura nuevamente Cuerno Verde, el tercero, siendo derrotado y aniquilado
definitivamente en 1779. A partir de entonces se abre un proceso de negociaciones diplomáticas entre
ambos bandos que termina con el tratado de paz de 1786. Mas la lucha que encabezó el gran caudillo
Cuerno Verde quedó en el imaginario de los nuevo mexicanos del alto Río Grande, y se conserva hasta
nuestros días en las representaciones populares que evocan las legendarias luchas indígenas contra los
españoles.107 Por esta misma razón nada tiene de extraño que “el trastornado mesías de Durango”
tuviera presente la imagen libertaria de Cuerno Verde.
Vinieron después una serie de interrogatorios, declaraciones y careos. Cabe destacar el especial
empeño que pusieron las autoridades de la provincia en los acuciosos interrogatorios sobre los posibles

106
Ibid, p. 371.
107
Enrique R. Lamadrid, Hermanitos comanchitos. Indo-hispano rituals of captivity and redemption. Fotografías
de Miguel A. Gandert, Albuquerque, University of New Mexico Press, 2003, pp. 33-38.
nexos de Herrada con los indios rebeldes del área de Tepic y la sierra del Nayar, por el hecho de haber
afirmado que había viajado por esa zona, pero sobre todo por las semejanzas de su historia y su
testimonio con la del indio Mariano, activo en ese momento en el área de Tepic.108 Efectivamente, esta
especie de mesías decía ser también originario de Tlaxcala e hijo del gobernador de ese pueblo ubicado
en la provincia de la Nueva Galicia, había convocado, más o menos por las mismas fechas en que
apareció el trastornado mesías de Durango, a un sinnúmero de comunidades indígenas a una reunión
general en Tepic. Se habló también de un rey indígena o de la elección de un jefe, así como de la
existencia de un ejército de 30 mil hombres prestos a luchar contra los españoles para imponer al nuevo
soberano. Se decía igualmente que un personaje anónimo de la ciudad de México estaba involucrado.
La reunión indígena tenía como objetivo fraguar el plan de asalto de la capital de la provincia
neogallega: “El plan debía realizarse en la fiesta de la Virgen de Guadalupe en el momento en que los
cirios fueran encendidos en el altar. Estos contendrían explosivos que harían estallar el templo. Los
insurgentes aprovecharían la confusión para atacar el palacio virreinal, que estaría minado en las
esquinas”.109 Al parecer la mayoría de los indios reunidos en Tepic no sabían a ciencia cierta a que
habían ido ni tenían idea de quien era Mariano. Eso les importaba ni incumbía a las fuerzas militares de
la provincia, que dieron órdenes al capitán Salvador Fidalgoa se trasladara a Tepic con una fuerza de
soldados y marinos con la orden expresa de reprimir a los indígenas al momento de celebrar la reunión.
El resultado fue el asesinato de dos indios, varios heridos y más de doscientos prisioneros que fueron
conducidos a Guadalajara, donde muchos murieron en prisión antes de que fueran juzgados. Otros
tantos más lograron huir de la represión hacia la sierra nayarita; Mariano evadió el arresto y se perdió o
continuó bajo el abrigo invisible del mito. Dice Archer: “Cuando se acabaron los hechos era evidente
que el régimen había reaccionado ante un engaño inventado posiblemente por un solo hombre, un indio
llamado Juan Hilano, quien había muerto en prisión o en el camino a la cárcel de Guadalajara. Parecía
que Hilano había escrito las cartas y la existencia de Mariano era muy dudosa. No se descubrieron
evidencias que involucraran a españoles ni extranjeros [como se temía], y la región alrededor de Tepic
permaneció tranquila después de estos hechos”.110 No hubo, pues, evidencia alguna que justificara la
represión tan severa, concluye el autor.
La verdad es que los planes sediciosos del indio Mariano y “el trastornado mesías de Durango”
encontrarían eco pocos años después entre los indígenas tepehuanes de la sierra del Mezquital, vecina
de la del Nayar, que culturalmente se trata de la misma unidad. Real o mítica la existencia del indio

108
Van Young, op. cit, 374.
109
Christon I. Archer, El ejército en el México borbónico, 1760-1810, México, Fondo de cultura Económica,
1983, p. 132.
110
Ibid, p. 135.
Mariano influyó en el imaginario popular en Durango a tal grado que durante la revolución de 1910
encontramos a otro indio Mariano militando en las filas de Cheché Campos, el destructor de fábricas y
haciendas.
Continuando con Herrada, de sus declaraciones se desprende que también había sido comisionado para
recolectar 40 o 60 mil firmas en todo el norte con el propósito de apoyar el régimen de su padre como
rey de la Nueva España, cuya gira serviría al mismo tiempo para que se dieran por enterados del
llamado para acudir a su coronación el 29 de marzo de 1801. Dijo igualmente que dicha información le
permitía saber al soberano indígena cuantos españoles residían en cada pueblo y área rural para luego
expulsarlos, porque: “…tenían oprimido y avasallado a los indios, y que su padre tenía corona y poder;
se trataba de expatriar a todos estos por su mandato al modo que se hizo con los jesuitas en un mismo
día y hora”.111 Mencionó, además que los planes de su padre estaban apoyados por fuerzas militares
inglesas y francesas que se hallaban apostadas en algún lugar de las costas de la Nueva España.
Después de esta declaración, ocurrida el 26 de febrero de 1801, Herrada permaneció mudo los cuatro
años que siguió preso en Durango. Sin embargo, dada la peligrosidad de sus declaraciones
manifiestamente subversivas, las autoridades judiciales determinaron mandarlo a la ciudad de México,
de donde sería conducido a Veracruz para deportarlo a Cuba a cumplir una larga condena de trabajos
forzados.112 No lograron cumplir la condena, pues el peligroso reo se escapó el 14 de diciembre de
1805 camino a la capital novohispana en las proximidades de Zacatecas y desapareció; las autoridades
coloniales no pudieron encontrarlo.
Por otra parte, varios testigos, la mayoría de ellos provenientes de su pueblo natal, al ser interrogatorios
dejaron en claro que no era originario de Tlaxcala, sino del pueblo de indios del Tunal, de donde era su
madre María Mónica León, quien lo reconoció como su hijo y dio cuenta de que su apellido, Herrada,
había sido adoptado de su esposo, José Tadeo Herrada, padrastro del muchacho. Dijo también que su
hijo había dejado su casa cuando tenía 12 años de edad y que después no había sabido más de él.113 El
hecho de que Herrada haya sido originario del pueblo del Tunal, un pueblo de indios cercano a la
ciudad de Durango reviste una gran significación porque es el mismo pueblo en donde los tepehuanes
tenían guardada la corona de plumas con que iban a entronizar al gobernador de la gran confederación
india que planeaban construir una vez que consiguieran deshacerse de los españoles de sus territorios

111
Van Young, 1992, p. 375.
112
Ibid, p. 376.
113
Ibid, p. 377.
en la guerra de 1616 e instaurar el reino milenario que sus dioses les mandaban erigir.114 Como se pude
apreciar, las ideas externadas por el “trastornado mesías de Durango” sobre la coronación de un rey
indio, la expulsión o aniquilación de los españoles y la creación de un estado milenario para los indios,
no eran nuevas en la Nueva Vizcaya. Más bien, tengo la sospecha de que estas formas ideológicas, un
tanto mesiánicas, fueron transmitidas de generación en generación entre las comunidades indígenas de
todo el norte novohispano. Finalmente, Young se pregunta sobre el “trastornado mesías de Durango”:
¿Qué le sucedió? ¿Siguió vagando por los caminos polvosos de la Nueva España en busca de su padre
y de algunos pesos regalados por indios crédulos? ¿Vivió su vida como un campesino excéntrico en un
pueblo silencioso? Uno está tentado a creer que tomó las armas en 1810 bajo la bandera de la Virgen y
que incidió en la caótica realidad de estas épocas, con las fantasías igualmente caóticas de su cabeza. Si
fue así, ¿terminó con la cara en el lodo, como muchos otros héroes modernos torturados, o en algún
oscuro campo de batalla, en Aculco, o Las Cruces, o Calderón? Nos dejó parte de su historia, con todo
su poder y pathos; nunca nos dejó conocer el resto de sus secretos”.115
El indio Rafael
La figura del indio Rafael es por demás enigmática y contradictoria, al grado incluso que se duda de su
existencia. No fue un revolucionario, sino un bandolero, según los testimonios acerca de sus correrías
por las polvorientas tierras del desierto y pueblos serranos de la Nueva Vizcaya en donde se dice que
asesinó, robó, cometió múltiples saqueos, y huyó tranquilamente hacia “tierra afuera” sin poder ser
alcanzado por las fuerzas militares de la provincia. Se trata de un personaje legendario que quedó
también grabado en la memoria colectiva de los campesinos e indígenas de la región. Tal vez fue un
guerrero justiciero que se ganó la simpatía de los más desprotegidos.116
El indio Rafael era, se dice, un apache que entró en escena en al Intendencia de Durango al menos
desde octubre de 1806 las primeras noticias que se tienen de él provienen del presidio de Guajoquilla,
según el informe que envía el comandante de general de las provincias Internas al obispo de Durango
Francisco Gabriel Olivares, en el sentido de que el indio Rafael había cometido varios asesinatos en ese
lugar. Motivo por el cual pedía se celebrara misa “para que Dios Nuestro Señor nos libre de él”.117 A
principios del siguiente año se deja ver en Santiago Papasquiaro, donde Félix Colomo informa al

114
En un ensayo reciente dedicado a la guerra tepehuana de 1616 abordo estas cuestiones. Véase José de la
Cruz Pacheco Rojas, Mesianismo y resistencia indígena en el norte novohispano. Universidad Juárez del
Estado de Durango/Siglo XXI Editores, en prensa.
Van Young, 1992, p. 397.
115
116
Atanasio G. Saravia da fe de los relatos que conservaban los campesinos viejos del estado de Durango
sobre las hazañas de este personaje legendario; solo que para mostrarlo cruel y sanguinario. Véase, Saravia,
Apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya, T. III, México, UNAM, 1980, p. 145.
117
Archivo Histórico Matheo, Parras, Coah, Exp. 741, XXXVII, Durango, 28 de octubre de 1806.
gobernador intendente de Durango, Bernardo Bonavía, de su persecución a raíz de que había dado
muerte a dos paisanos en el paraje del Pochón el 20 de enero de 1807; más adelante, río Santiago
arriba, en el Arroyo del Salto de Lucas asesinó a dos vinateros para luego continuar su huída hacia
Guatimapé sin poder ser alcanzado por sus perseguidores porque estos le perdieron la huella.118 Más
tarde, el propio Colomo recibió noticias retrasadas del paso del indio Rafael por la jurisdicción de El
Oro e Indé, de donde le reportaban que había dado muerte a tres hombres y tomado cautivo a un
muchacho de 16 años siguiendo con rumbo a Guanaceví, para después dirigirse a Cuencamé y Santiago
Papasquiaro.
Un año después, el 12 de febrero de 1808, José María Durán, autoridad judicial de Cuencamé
reportaba a Bonavía que por esos días habían entrado los apaches a la estancia de Acatita, en las
cercanías del río Nazas, en donde después de dar muerte a tres individuos se llevaron una caballada;
salieron veintidós hombres en su persecución sin haberle dado alcance. En el puesto de Tetillas y en el
Cañón de las Ánimas cometieron otros tantos crímenes, saqueos y robos de caballada, por lo que la
autoridad de Cuencamé ordenó la salida de tres grupos de fuerza para perseguirlos y capturarlos. No
obstante, no consiguieron darles alcance. En estos hechos no se menciona al indio Rafael, quien al
aparecer había aparecido por esas mismas fechas en la hacienda de Ramos, jurisdicción de El Oro, en
donde le quitó la vida a un vaquero ya dos mezcaleros; acompañado por su hermano Antonio dieron
muerte a dos caminantes que iban del Parral y asaltaron unos arrieros con una conducta de maíz que
traían de tierra caliente cometiendo otros asesinatos. Esto motivó a que las tropas y vecinos de El Oro
emprendieran su persecución. El indio Rafael se dirigió a tierra caliente y “después de hacer algunas
muertes en el camino”, llegó a San Andrés de la Sierra, donde se unió Vicente Gómez del Campillo a
su persecución quebrada abajo, pero no lograron darle alcance.119
En el parte que rindió Gómez del Campillo al gobernador le informaba que los vecinos ni los vecinos
de San Gerónimo ni de Soyupa habían querido ayudar en la persecución, alegando no contar con
armas, “pero en cambio sí reclamaron parte de los caballos que se habían quitado a Rafael, a lo cual, a
su tiempo, contestó el gobernador apreciando la actividad de Gómez del Campillo y sus mineros y
reprendiendo severamente a los vecinos que se habían negado a su persecución…”120

118
Para la descripción de la primera parte de este personaje me apoyo en Ibid, pp. 143-149, pues esa parte del
expediente lo conservó Saravia en su archivo particular, la otra se encuentra en el Archivo Histórico General del
Estado de Durango.
119
Ibid, pp. 146-147.
120
Ibid, p. 147.
El hecho es que se abrió “Causa criminal de oficio contra lo indios del pueblo de San Gregorio, de la
jurisdicción de San Andrés por robos y crímenes cometidos en unión o bajo las órdenes del indio
Rafael” y fueron castigados con su complicidad con el indio Rafael.121
En tanto, el indio Rafael siguió librándose de toda persecución. Así, el 14 de enero apareció con su
hermano Antonio y otros apaches en la laguna de Tlahualilo, de donde siguieron hacia el Cañón de
Fernández para remontarse en la Sierra del Rosario, en las proximidades de río Nazas, perseguido por
fuerzas militares de la provincia. En ese último punto se fortificó y sus perseguidores tuvieron miedo
de atacarlo. De su informe se supo que “… el indio Rafael vestía calzones azules y un coleto de
gamuza con vuelta encarnada, mientras que Antonio iba vestido todo de gamuza, llevando ambos fusil,
lanza, y carcaje bien provisto, y que en su compañía iban tres mujeres, una de las cuales, por la ligereza
con que trepaba por las sierras mostraba traza de ser apache, y que todas iban con sombreros y
montadas a caballo como los hombres”.122 Así, con esa imagen, se pierde y a la vez perdura el
legendario indio Rafael en la historia.
Indios precursores de la Independencia
A pesar de la ferocidad con que eran perseguidos los indios por cualquier indicio de insubordinación a
las autoridades españolas, o mejor, a causa de ello, los tepehuanes de la zona del Mezquital decidieron
unirse a la conspiración que se fraguó en 1808 con miras de levantarse en armas contra el régimen
colonial. En la causa que se siguió en su contra, se dijo: “Parece que estos estaban instigados por
revolucionarios de México”. Es probable que así haya sido, pues, como se sabe fueron los miembros
del cabildo del Ayuntamiento de la ciudad de México quienes expresaron ese mismo año claras
aspiraciones independentistas, seguidos por juntas de conspiradores en Valladolid donde se intentó
organizar un movimiento revolucionario que debía estallar el 21 de diciembre de 1809. Aunque
fracasó, dio pie a otros intentos de conspiración en Querétaro y San Miguel, en Guanajuato. Parece
poco probable que los indios del Mezquital hayan estado directamente en contacto con los
revolucionarios del centro del virreinato, más bien, como se ha visto, suponemos que los nexos más
cercanos que tuvieron fueron con personajes como el indio Mariano, el “trastornado mesías de
Durango”, el indio Rafael y, sobretodo, con los indios nayaritas que se habían refugiado en la sierra del
Nayar.
En la denuncia presentada por el maestro de escuela José Bruno Eliciaga de Santa María de Ocotán
ante el subdelegado de San Francisco del Mezquital, Cristóbal de Urquizu, el 8 de noviembre de 1808,

121
AHGED, Sección Justicia Criminal, Exp. 26, 1808-1810, 50 fs.
Saravia, 1980, p. 148. En opinión de Enrique Lamadrid se trataba más bien de un guerrero comanche y no
122

de un apache. Comunicación personal.


informa que José Domingo de la Cruz Valdéz, gobernador del pueblo de Santa María de Ocotán y
Tomás Páez, gobernador de Guazamota, eran los principales cabecillas de una conspiración que
estaban organizando para levantarse en armas contra los españoles. Que para este efecto habían
convocado a los vecinos de los pueblos de Santa María, San Miguel de Temohaya, Taxicaringa y
Xoconoztle a una reunión secreta en las afueras del primer pueblo, poniendo espías en los cerros, con el
plan de insurreccionarse y declarar la independencia.123 A causa de esta denuncia Ángel Pinilla,
gobernador intendente interino, ordena se tomen declaraciones a los inculpados y se proceda a su
arresto y de ameritar la causa los reos sean trasladados a la real cárcel de Durango.
Esto dijo: “En esta atención, y en semejante hecho conozco que el motivo de estar estos pueblos tan
retirados es imposible contenerlos en que hagan ellos sus cabildos, y que piensen en unos modos
extraños como en la presente, y si V.S. no insta a que en ellos se planten padres que con el martillo del
Evangelio y la doctrina les estén dando todos los días en los oídos, con el tiempo, y no muy dilatado,
vendrán a conseguir un libertinaje que después será imposible sujetarlos, pues yo por más que hago no
puedo acarrear a que al juez real le hagan patentes las maldades que en los pueblos se ejecutan, y se
pasa el año sin oír si en los pueblos hay maldades o no, pues todas entre ellos se quedan y las
ocultan”.124 (AHGED,…) Así las cosas, todo indica que en ese ambiente de descontento y fricciones
con los españoles, se estaba preparando el terreno para un inminente levantamiento indígena.
Por su parte, Nemesio Salcedo, comandante general de las Provincias Internas, consideró importante
que tanto Domingo de la Cruz Valdés como Tomás Páez fueran privados para siempre de ocupar los
puestos de tenientes generales de indios, por revoltosos e inquietos y por turbar la paz y la tranquilidad
aprovechando su cargo. A lo que contestó Flores de Urquizu en estos términos:
“…y ahora nuevamente digo a V.S que si no teniendo ningún cargo y empleo el indio Domingo de la
Cruz Valdés y el indio José Tomás Páez (el primero de este pueblo y el segundo de Guazamota)
obedecen todos y guardan sus órdenes más que los Diez Mandamientos sobre lo que se forma el tema
de mi consulta de lo que hasta lo presente no se da paso a nada sobre la dicha consulta que tengo hecha
con sobrado tiempo. Tengo hablado a V.S que las cosas de este indio Cruz son inaveriguables e
improbables [incomprobables] por el mucho respeto que todos le guardan y la facilidad de que usan
continuamente los indios de desdecirse. Tengo hablado a V.S., y si no ahora lo hablo, que estos dos
indios son los Dioses de todos estos pueblos y que a un grito que estos den harán un levantamiento

123
AHGED, “Expediente formado con motivo de la denuncia hecha por el maestro de escuela de Santa María
de Ocotán, José Bruno Eliciaga, de una conspiración capitaneada por los indígenas Domingo de la Cruz
(general) y el general indio Tomás Páez, el primero de Santa María de Ocotán y el segundo de Huazamota.
Parece que estos estaban instigados por revolucionarios de México”, Cajón 13, Expediente 7, año 1808.
124
AHGED, Cajón 2, exp. 50, s. n. f., año 1798.
disforme y será una convocación de todos estos pueblos de otros. Y esto que digo a V.S. no es juicio
temerario sino muy prudente, pues el odio mortal que reina en el corazón de estos [indios] contra todo
español y vecino se les conoce hasta por fuera por lo mismo tengo hablado en consulta que tengo hecha
por ley natural y divina deben ser en los de todo este gobierno estos dos indios, que es desterrándolos
por cabecillas y enemigos de la paz V.S. me hace responsable en esta superior orden…”.125
Este proceso no estuvo exento de represalias y crueldades por parte de las autoridades de la Nueva
Vizcaya, que derivó en persecuciones, aprehensiones y asesinatos. Tal vez por esta razón y
consecuentes con sus posturas antiespañolas, muchos indios perseguidos decidieron unirse al
movimiento insurgente; es el caso de Domingo de la Cruz, a quien lo veremos conspirando al lado de
los indígenas del pueblo de Temohaya en 1812.
Los insurgentes en pos de la capital de la Intendencia de Durango
El 16 de octubre de 1810 llega a las cercanías de la hacienda de Calera el capitán realista Pedro María
Allande, acompañado por una partida de ciento trece hombres, y con él la noticia de la insurrección
insurgente en los pueblos de San Miguel el Grande y Dolores. Enterado de estos hechos, cundió la
alarma en las intendencias de Zacatecas y Durango, por lo que el gobernador interino de esta última,
Ángel Pinilla y el comandante de las provincias internas, Nemesio Saucedo, dispusieron el despliegue
de las fuerzas militares existentes hacia el sur de la provincia de la Nueva Vizcaya con el fin de
resguardarla de la amenaza de los insurgentes erigiendo un cordón defensivo para combatirlos e
impedir que se aproximara a la capital. Tal vez por ello fue que el cura Hidalgo decidió tomar el
camino a Saltillo en su avance hacia el norte.
El resultado de esas medidas fue, en lo militar, la formación de varias compañías de voluntarios, el
reforzamiento de las tropas ya existentes, el armamiento de los peones de las haciendas, pero sobre
todo, el endurecimiento, la intolerancia y la tiranía del gobierno provincial ante cualquier amenaza de
insurrección; frente a la que aplicaron castigos implacables e impusieron un estado de terror.
La alarma, el temor y la paranoia cundieron por todas partes. Por eso, el 21 de octubre de 1810 el
comisionado de la junta real de Sombrerete, Antonio de Cumulat, auxilió a Allande para protegen dicha
población en razón de las primeras noticias de la rebelión de los indios de San Andrés del Teúl y la
infidencia de la compañía de milicias de Colotlán, que haciendo eco del avance de los insurgentes hacia
el occidente decidieron pasarse de bando en pro de la independencia.126 Enterado el intendente interino
de Durango Ángel Pinilla, se acuerda el traslado de parte de la tropa hacia ese punto. Con el mismo

125
AGED, Mezquital, diciembre 23 de 1809. José Cristóbal Flores de Urquizu”, Cajón 13, Exp. 7, foja 18 y
vuelta, último folio. El subrayado es mío.
126
AHGED, Casillero 4, Exp. 98.
propósito se dispuso en traslado de alférez José María Ordaz, quien llegó a ese real con treinta soldados
el 28 de octubre con órdenes de trasladarse a la Boquilla, en la región del Mezquital, con la comisión
de someter a los insurrectos.127
En tanto, las autoridades de la intendencia de tomaron la decisión de cerrar la comunicación con
Zacatecas para tratar de evitar cualquier penetración de los insurgentes y cortar la correspondencia que
proviniera de esa ciudad y de Guadalajara; en especial la de carácter subversivo, ya que se habían
confiscados dos papeles “sediciosos” y era de su conocimiento que en Zacatecas circulaban libremente.
Así le informaba Pinilla a Nemesio Salcedo: “Había logrado ver la libertad con que se escribía de
Zacatecas, como regida por un gobierno ilegitimo, que había recogido las dos cartas que acompañé a
V.S. en copias con los Números 1° y 2° y otros dos papeles extraordinariamente sediciosos que
vinieron con la 1ª de dichas cartas y últimamente que había visto en otra, que en aquella ciudad se
hallaban fijas en las esquinas aquellas proclamas o papeles sediciosos”. Ante lo cual, le decía,
consideró conveniente también cortar la correspondencia con Guadalajara y San Luis Potosí.128 No
obstante esa determinación, el conde de Santiago de la Laguna, intendente interino de Zacatecas, se
opuso a tal medida y pidió su revocación, lo que pareció a Pinilla un “absurdo y temeridad”, porque
según el: “es pretender que yo reconozca un Gobierno tan ilegal como sin otros comprobantes
demuestra el mismo oficio de aquel sr. Conde: y mas absurdo todavía, cuando aunque ilegal no se me
presenta la aprobación superior que tal vez pudiera por algunas circunstancias de necesidad haberle
autorizado”.129
Era claro que el conde De la Laguna era partidario de los insurgentes. Y eso irritó al intendente interino
de Durango, al punto que, estando de por medio Sombrerete que había sido auxiliado por las fuerzas
militares de la nueva Vizcaya, el asunto derivara en una disputa jurisdiccional entre ésta y la provincia
de Nueva Galicia. Así, alegando que graves causas lo obligaron a cortar la comunicación con
Zacatecas, afirma Pinilla: “Mi recuerdo se endereza a justificar mi determinación de cortar toda
comunicación de esta provincia con Zacatecas; porque si Sombrerete Pueblo fiel y leal, y dependiente
de aquella gobernación no quiere contaminarse con las ideas de aquel mando, ni tampoco reclama sus
auxilios; yo tengo mas motivos para no reconocer aquel gobierno, y para cortar el curso de las ideas
licenciosas de su Pueblo”.130 Peor aun, por la correspondencia sediciosa incautada mencionada arriba
se sabía de la real amenaza que representaba la aproximación de los insurgentes, sobre todo porque la

127
AHGED, Casillero 4, Caja 11, año de 1810, 1 foja.
128
AHGED, “Documentos, oficios y correspondencia sobre la guerra de independencia”, Casillero 4, Caja 11,
expediente 100, año de 1810. F. 457. El subrayado es mío.
129
Loc cit.
130
Ibid, f. 458.
Villa de Aguascalientes y la ciudad de Zacatecas estaban en su espera para adherirse al plan de
independencia:
La Villa de Aguas calientes está hoy como Zacatecas libre de los insurgentes; pero ambos pueblos los esperan con los
brazos abiertos. Aquella Villa es de la intendencia de Zacatecas: se halla en un estado e mayor rebelión que su capital y con
un Gobierno mas ilegitimo si es que cabe más. No obstante esto, se halla dicha Villa regida por las ordenes de aquella
Intendencia, usa V.S. la carta que en copia acompaño con el número 3° cuyo original queda en mi poder: ella es escrita por
un eclesiástico que aunque no conozco, tengo informes de su religiosidad: las órdenes que refiere de la Intendencia se
enderezan a que se reciban los sublevados sin derramamiento de sangre pero note V.S. la posdata de dicha carta, y hallará
las atrocidades mas inauditas que se comente o autorizan por los que mandan en Aguas calientes. En la misma carta
advertirá V.S. que su autor se lamenta de que se les haya cortado los correos que ya no llegan ni de Guadalajara, ni de tierra
fuera. Esto me hace creer, que Guadalajara impuesto del estado de Aguas Calientes, y también de Zacatecas, trató de
corresponderse con ellos, pues no considero interrumpida su carrera.
Es fuerte rigor que de todas partes donde se conserva la lealtad hemos de recibir noticias las más lisonjeras y que de solo
Zacatecas y Aguas Calientes con sus respectivos departamentos, no hemos de oír más que la voz de la insurrección,
insubordinación, robos y otras atrocidades como también un general descontento y propensión a gritar”. 131
Era obvio que las autoridades de la Nueva Vizcaya tenían muy claro el peligro que representaban las
noticias acerca del avance de los insurgentes hacia las poblaciones de Aguascalientes y Zacatecas, pero
sobre todo, la disposición de sus autoridades y habitantes para recibirlos con los brazos abiertos, de ahí
su alarma. Por ello había erigir una línea protectora para impedir la llegada de noticias de los hechos
ocurridos en Guadalajara, de la propaganda sediciosa y del inevitable avance de los insurgentes a
territorio neovizcaíno. Aunque si bien advertían y confiaban en el triunfo de las fuerzas realistas que se
dirigían a la capital de Nueva Galicia a combatir a los insurgentes, estaban convencidos de que estos
serían derrotados y “que impelidos los insurgentes por las tropas relegadas de México y otros puntos
forzosamente se han de dispersar y en partidas más o menos numerosas han de acogerse en aquellos
pueblos que saben están prontos a recibirlos como Aguas Calientes y Zacatecas”.132 No obstante la
eventual derrota de los insurrectos, Pinilla y Salcedo temían que en su dispersión influyeran en los
ánimos de los habitantes de la región norteña contra el gobierno. De ahí la necesidad de:
que estas provincias deben reforzar su línea con más fuerza que la que tiene y no basta a impedir cualquier torrente de
enemigos dispersos, que se junten en la Provincia de Zacatecas a mas de los que de esta se les agreguen que no dudo serán
muchos según su fatal disposición. Me parece que es de evitarse cualquiera mala impresión que pueda imprimirse en los
habitantes de estas provincias con la cercanía de aquellos dispersos, pues que pudiendo creer, por que no discurren que son
las legiones mismas de los insurgentes, su espíritu se anonade, como sucedió en Aguas Calientes y Zacatecas, y no pueda
contarse con ellos o que aterrorizados sin fundamento se verifique la desunión que allí reina.

131
Ibid, f. 462.
132
Ibid,f, 463.
El refuerzo de la línea servirá para que sabiéndola los enemigos tomen en su dispersión muy distinto rumbo: y al mismo
tiempo servirá para infundir mas confianza en estos habitantes, si así no se hace, contemplo inevitable que tomen este
derrotero, porque el de San Luis les está cerrado con fuerzas considerables: el de Guadalajara y Valladolid (ilegibles dos
renglones)… allí vienen rechazados e impelidos.133
Lo anterior determinó que también se tomaran medidas de protección en el camino de Mapimí a Parras
y Saltillo para impedir el curso de las comunicaciones con Guadalajara a través de Zacatecas,
reforzando así la presencia militar en aquel punto y en Cuencamé. Mas la estrategia principal del
gobierno provincial y de la Comandancia de las Provincias Internas fue desplegar el mayor número de
fuerzas al sur para cerrar el paso a los insurgentes. Y no les faltaba razón, pues el 9 de noviembre de
1810 Pinilla es informado por el subdelegado del Mezquital de que el pueblo de indios de San Andrés
del Teúl se había sublevado a consecuencia de la infidencia de las compañías de milicias de Colotlán, y
le hace saber que: “el comisionado de la insurrección de aquellos pueblos llamado José María
Gutiérrez, ha formado el mayor empeño en seducir los pueblos de indios del Mezquital y hacerlos de su
partido por medio de las indicadas cartas dirigidas, la primera al subdelegado, la segunda al teniente de
indios, la tercera a un vecino llamado Gregorio Rivera, y la cuarta a un teniente o comisario del pueblo
de Atotonilco llamado Anselmo”.134 Frente a estos hechos, que anunciaban la amenaza de un incendio
mayor que los ocurridos antes en esa región indígena y ante la imposibilidad de Allande de combatir a
los insurrectos, se dispuso el desplazamiento la compañía de caballería a Sombrerete, lugar que se
transforma desde ese momento en un punto defensivo muy importante para contener el avance de los
alzados hacia Durango.
Llegan a ese sitio tres compañías de la Villa de Nombre de Dios, la compañía de caballería de
auxiliares de Cacaria, dos de Santa Catarina de Tepehuanes, dos más del Real del Oro, pero no así las
Compañías de Voluntarios (o de Fernando Séptimo) de la Villa de San José del Parral y Valle de San
Bartolomé, mejor armadas y disciplinadas, quedaron a la espectativa. Se ordena que la séptima
compañía de voluntarios al mando de Miguel de Ochoa, las fuerzas comandadas por el teniente
Antonio Gamiochipi y las compañías habilitadas por los hacendados del Valle de Poanas marcharan al
Mezquital. El conde del Valle de Súchil, por su parte, aportó uno de los contingentes más numerosos y
bien armados que reunió entre sus peones de las haciendas de Guatimapé y Muleros.
Como se puede apreciar, muy a pesar de las rígidas medidas adoptadas por las autoridades de la
provincia de la Nueva Vizcaya para proteger su territorio del contagio de la insurgencia, tenía dentro de
sí un levantamiento de amenazantes proporciones. Este fue lo que causó la movilización y

133
Ibid, “Comunicación enviada al Comandante General de estas Provincias”. Durango 30 de octubre de 1810”,
f. 464.
134
Ibid, casillero 4, caja 11, 1810, f. 9.
concentración de tantas fuerzas militares, profesionales y voluntarios, al sur de la intendencia para
someter a los sublevados. Este despliegue de fuerzas mostraba, al mismo tiempo, las debilidades del
gobierno de Durango y la Comandancia General de las Provincias Internas, pues revelaban su
incapacidad para controlar y mantener vigilados a sus habitantes, sobre todo a los indígenas, más
propensos a abrazar las ideas subversivas. Por ese motivo, temiendo que el movimiento insurgente se
extendiera a otras regiones, Nemesio Salcedo le dice a Pinilla: “No dudo habrá vm. Tomado las
medidas convenientes a evitar toda comunicación con los indios de Canatlán, Tizonazo y Santa
Catarina de Tepehuanes, haciendo a sus jueces y protectores partidarios las prevenciones necesarias por
cuanto la situación y número de dichos indios exige todo cuidado, mediante la experiencia de lo
acaecido con los del Mezquital, y las malas resultas que tendría fuesen imbuidos en las perversas
máximas de los revolucionarios. Dios guarde a V.M. Chihuahua 15 de noviembre 1810. Nemesio
Salcedo”.135 Y ordena igualmente el regreso inmediato del “alférez Gaspar Ochoa y cincuenta de sus
hombres de tropa veterana que se hallaba en marcha para emplearse en el resguardo y defensa de
determinadas jurisdicciones de esta provincia comunicó hoy órdenes por este mismo Extraordinario a
fin de que siga su viaje desde donde se hallare en términos que con la brevedad posible, se situé en
Cuencamé, respecto a haberse separado de ahí el destacamento del cargo del capitán Don Pedro
Larramendi, y que es interesante que aquel punto como precisa entrada de esta Provincia, permanezca
resguardado, cuya noticia servirá a vm. de gobierno”.136
Eran días de mucha tensión y nerviosismo. La paranoia crece, el 30 de octubre es recibida la noticia en
Sombrerete de la “entrada que ha hecho en zacatecas el cura Hidalgo”,137 cosa que no era cierto pero
que da cuenta del ambiente que privaba entre las tropas realistas de la Intendencia de Durango. Como
se sabe, en esos momentos el ejército insurgente prepara el asalto a la ciudad de Guadalajara, a la que
hará su entrada triunfal el padre de la patria el 11 de noviembre de 1810. De cualquier manera, las
compañías militares apostadas en Durango a cargo del capitán Antonio Yandiola se preparan para
trasladarse a la hacienda de Muleros en espera de órdenes precisas para ir a combatir al enemigo. No
obstante, los planes cambian seguramente informados de que Hidalgo se encontraba en Guadalajara,
por lo que deciden concentrar sus esfuerzos en “preservar los pueblos que se hallan a la entrada de esta
provincia, de las incursiones de la gente malvada, que en los Partidos de san miguel el grande y
Dolores, parece se han sublevado”.138 Salcedo le pide a Allande destaque un oficial y veinte hombres
en las proximidades de Sombrerete con el fin de mantener el buen orden y apoyar al comisionado de la

135
Ibid, f. 10.
136
Ibid, f. 10v.
137
AHGED, Casillero 5, Caja 13, f. 2.
138
AHGED, Documentos del capitán Pedro María Allande, Casillero 4, Caja 11, f. 1. Año de 1810.
junta de seguridad de ese real Antonio Camalut, porque se afirmaba que desde la reclamación del
conde De la Laguna “no han salido de aquel pueblo sino especies subversivas”.139
Ante todo, la preocupación más apremiante era someter a los indios insurgentes de San Andrés y la
infidencia de los miembros de la compañía de milicias de Colotlán. Por lo cual, el 30 de octubre
Salcedo da la orden de que la tropa apostada en el paraje de la Boquilla del Mezquital (compuesta de
un oficial y treinta soldados) comenzara a operar en combinación con la primera compañía de
voluntarios, a las que se les uniría la séptima compañía (de Santiago Papasquiaro). Y mientras ocurren
estos movimientos, el subdelegado del pueblo de Tayoltita informa al intendente Pinilla haber
aprehendido a un indio de la ranchería de Ventanas “por especies sediciosas”, sin mayores
consecuencias que tomar precauciones para tener observados a los indios de los pueblos de San Bartolo
y San Pedro Guarisamey.140 En ese momento se sabe por cuatro cartas -“todas ellas con declarado
espíritu revolucionario”- que fueron incautadas en los pueblos del Mezquital que el principal instigador
de la rebelión de los indios de San Andrés de Teúl es José María Gutiérrez, de quien se dice: “ha
formado el mayor empeño en seducir los pueblos de indios del mezquital y hacerlos de su partido por
medio de las indicadas cartas dirigidas, la primera al subdelegado, la segunda al teniente general de los
indios, la tercera a un vecino llamado Don. Gregorio Rivera, y la cuarta a un teniente, o comisario del
Pueblo de Atotonilco”.141 De las cartas subversivas, que se infiere fueron escritas por Gutiérrez, se
precisa a quien iban dirigidas:
Todas son escritas por un cabecilla revolucionario del pueblo de indios de San Andrés del Teúl que sabe v. se halla en
insurrección. La de número 1° es dirigida a seducir al mismo subdelegado del Mezquital: la del 2° s contaminar al teniente
general de los pueblos de indios del mismo partido: la del 3° lleva igual objeto respecto de un Gregorio Rivera que supongo
sea algún vecino del Mezquital: y las del número 4 se le manda al comisario del pueblo de Atotonilco llamado Anselmo.
Usted notará en todas ellas un declarado espíritu revolucionario, y un deseo de hacer del Partido de los insurgentes los
142
pueblos de indios del Mezquital para de este modo facilitar su transito a esta ciudad y provincia.

En razón de tan amenazante situación, Salcedo dispuso inmediatamente una serie de medidas
encaminadas a “impedir semejante inicua seducción” y para alejar al enemigo. Tenían claro, él, Pinilla
y Allande que los insurgentes se proponían sembrar “la fatal semilla de la insurrección” en los pueblos
de indios más numerosos y más próximos a la capital de la Intendencia de Durango, por lo cual ordena
que las compañías militares emplazadas con ese objeto entraran en acción de acuerdo a la siguiente
estrategia:

139
Ibid, f. 3.
140
Ibid, f. 4.
141
Ibid, f. 5.
142
Ibid, f, 6.
He dispuesto que la 7ª cia de voluntarios al cargo de Dn Miguel de Ochoa pase al Mezquital el lunes 12 del corriente que
también vaya la 6ª de su clase al cargo del hoy de su tte Dn. Antonio Gamiochipi, para que de las compañías levantadas a
sus expensas por varios hacenderos del Valle de las Poanas, se pongan en marcha dos de las más habilitadas para el mismo
partido del mezquital, y a dicha fuerza se reunirán los vecinos que hay armados en dicho territorio.
Con estas disposiciones a la vista usted combinará las suyas, conociendo la proximidad del riesgo que directamente
amenaza a esta provincia. Supongo que ya en el día se haya Sombrerete socorrido no solo para su seguridad, sino también
para acometer al enemigo, porque según me avisó el subdelegado de Cuencamé, la fuerza de Larramendi puede no bajar de
quinientos hombres.
Por estos principios, y resguardadas las provincias por la parte del oriente, es de absoluta necesidad socorrerlas y atenderlas
si cabe mas por la del sur que es el Mezquital, mayormente cuando por ese rumbo amenaza el riesgo.
Resguardado con mas refuerzo el punto de Muleros que es muy interesante: y guarnecido el partido del Mezquital con la
fuerza que allí destino: entiendo que convendría caer sobre el pueblo de San Andrés, estando de acuerdo las tres divisiones
de nuestras fuerzas, pues que así podrá sofocárseles en su origen, y antes que se aumenten los revoltosos de dicho pueblo
con sus inmediaciones, como lo intentan, según las citadas cartas.
En fin, usted pesará la fuerza de estas consideraciones, y el riesgo que amenaza a esta provincia, y tan cercano si
prontamente no se la atiende por el punto del Mezquital: siendo cuanto por ahora debo decir a v. para su gobierno.143
Las fuerzas realistas temían también que los insurgentes atacaran el Real de Sombrerete por dos
frentes, el primero viniendo de de Zacatecas por Fresnillo, y el segundo por San Andrés del teúl, pues
sabían que los indios de Colotlán iban acercándose a San Mateo. Por esto mismo era fundamental
proteger a Sombrerete y el Mezquital. Peor aun, Allande se encuentra desesperado y temeroso pidiendo
auxilio urgente al capitán Larramendi y al coronel Antonio Cordero porque en su avance hacia el real
minero de los insurrectos no sólo no encuentran resistencia de los pueblos, sino que se les unen. Esto
le informa Allande a Pinilla el 11 de noviembre de 1810: “Ya he llamado al capitán Larramendi, y
pedídole auxilio al Sr. Coronel D. Antonio Cordero, de donde vendrá vm en conocimiento el apuro en
que me hallaré, y mas cuando veo que los pueblos no hacen resistencia, y antes bien tácitamente desear
que los malvados entren en ellos, mirando que la guerra es directa a los europeos, y así lo acredita la
entrada de Colotlán, en donde se rindieron ocho o nueve compañías con la mayor infamia; lo que
testifican varios desertores que aquí van llegando de la de Chalchihuites”.144 Estos militares tenían toda
la razón: “el fuego ya está encendido y es muy dificultoso apagarlo”. Ese mismo día, el subdelegado
del Mezquital me da parte en esta noche de haber entrado en aquella cabecera un numeroso contingente
de indios rebeldes de san Andrés del Teúl, acompañados, suponían por otros de varios pueblos de
Colotlán.
Tal como lo preveían los realistas, los insurgentes habían llegado al Mezquital y amenazaban a la
capital y la provincia de la Nueva Vizcaya. Esta vez no se trataba de una insurrección indígena más,
143
Ibid, f. 8. Pinilla a Allande, Durango, 1º de noviembre de 1810. El subrayado es mío.
144
Ibid, f. 9.
pues se encontró que en una de las cartas que recogió el subdelegado de aquel pueblo, firmadas por
José María Gutiérrez, las suscribía como “comisionado de la Junta Americana”. No había duda, se
trataba de una insurrección bien planeada, que apuntaba a la cabeza de la intendencia neovizcaína.
Había llegado la hora de combatirlos y dejarse de escaramuzas: aquel mismo día se puso en marcha una
fuerza de mil hombres armados, trescientos de ellos bien pertrechados, que estimaban llegar al campo
de combate en dos días. Además, ponderando la magnitud de la amenaza a “esta ciudad y provincia”,
Allande solicita a Pinilla la presencia de “sus veteranos” en el Mezquital y, de ser posible, la de su
persona.145
En medio de los preparativos de guerra, el 12 de noviembre Allande recibe otra noticia alarmante del
teniente de cura de Saín el Alto que no admite ninguna dilación: en la nota que le envía éste al párroco
de Sombrerete, le informa con gran apremio la llegada de “emisarios del Cura Hidalgo y Don Ignacio
Allende”, por lo que el comandante se traslada inmediatamente (a las dos de la madrugada) a ese punto
con una fuerza de cincuenta soldados. He aquí la misiva: “Sor. Cura dn. Nicolás Mixares= estimado
padrino y sr. Mío, no tengo mas lugar que decir a vm han llegado emisarios del Cura Hidalgo y Dn
Ignacio Allende convocando gente para las determinaciones que vm hallaren por oportunas= su afmo
ahijado= José Fernando Gracia= Saín, 12 de nov. Es copia.- Rubrica.- Bustamante”.146 La cosa no pasó
a mayores, al parecer se trató de una falsa alarma. Allande regresó a su puesto para salir de inmediato a
la campaña de pacificación de los indios rebeldes al Mezquital. Ya en el frente, y después de algunos
enfrentamientos con los insurgentes, comunica al intendente interino de Durango, Ángel Pinilla, quien
celebra lleno de regocijo el triunfo de las fuerzas realistas, la rendición de los enemigos y la captura del
“infame” José María Gutiérrez:
Estoy impuesto de la completa derrota, y rendición que ha conseguido con sus soldados veteranos, con los Ferdinandos y
demás tropa de milicias que llevaba a su mando, cayendo sobre los seiscientos indios insurgentes de que se componía el pie
de fuerza reunida en el pueblo de San Andrés del Teúl apresando al infame José María Gutiérrez que los capitaneaba, y tan
sedicioso que ya había principiado a sembrar en mi provincia la semilla de la rebelión.
Esta acción ha cubierto de gloria las armas del Rey, porque con ella ha cortado v los progresos de la sedición, sin perdida de
hombre alguno de su gente, no obstante que el número de la fuerza enemiga duplicaba la de usted, y que la posición de los
contrarios era extraordinariamente mas ventajosa.
Se ha distinguido v y sus soldados de un modo singular en causa tan justa y tan interesante a la nación; y es propio de mi
deber que a nombre de esta capital, y de la provincia entera manifieste a usted mi reconocimiento debido al merito en grado
heroico que ha contraído y celebrare que a sus valientes soldados les haga presente la satisfacción que me han
proporcionado.

145
Ibid, f. 10
146
Ibid, f. 11.
Dios guarde a V.M. Durango, 19 de noviembre 1810. Enviado a Pedro María de Allande.147
Con este triunfo de las fuerzas contrainsurgentes quedaba con jurada la mayor amenaza contra el
gobierno de la Nueva Vizcaya. La alegría no podía ser menos, la noticia se recibió con demostraciones
públicas de regocijo, y al día siguiente se celebró una misa de acción de gracias en la catedral de
Durango. Pero si el gobierno realista creyó que con esta victoria y la erección del cerco militar de sus
fronteras quedaba resguardado de las amenazas de la sedición y la insurgencia, se equivocó. Vendrían
después, como veremos en adelante, otros revolucionarios que siguieron poniendo en jaque al antiguo
régimen conservador de la provincia. Serían sobre todo los indios tepehuanes de la región del
Mezquital, dos clérigos criollos de la sierra y funcionarios provinciales, los actores principales de los
nuevos planes de insurgencia. Aparentemente aislados unos de otros, sin relación organizativa entre
ellos, tendían todos hacia el mismo objetivo: derrocar al gobierno español e instaran un gobierno
independiente.
Criollos sediciosos
En la Nueva Vizcaya ocurrió más o menos lo mismo que en el centro y sur del virreinato novohispano;
los clérigos, religiosos y laicos blancos americanos o criollos, que por el hecho de serlo ocupaban
posiciones subordinadas al mando de los peninsulares, conspiraron también contra el régimen colonial.
En su calidad de “privilegiados” e intelectuales disfrutaban de una posición hasta cierto punto ventajosa
en relación con los indios y miembros de las castas de la Nueva España, pero reclamaban por derecho
de nacimiento las mejores posiciones en las estructuras del Estado y la iglesia; fue así como
desarrollaron sentimientos anti gachupines y, sobre todo, aspiraciones independentistas. En este plano
destacan las conspiraciones de los criollos laicos de la villa de Chihuahua de 1811 y 1814.
Conspiración en la Villa de Chihuahua 1811
Un caso de mayores proporciones es el que ocurrió en enero de 1811 en la Villa de Chihuahua, en
donde fue descubierta una conspiración en la que estaban implicados algunos personajes importantes y
miembros de clero. La denuncia fue presentada por el presbítero José María Riaño contra quienes, se
dijo, pretendían: “secundar la independencia en Chihuahua, dar muerte al comandante general y a todos
los gachupines y atraerse a las tropas de la guarnición”. Entre los conspiradores se encontraban el
regidor del ayuntamiento, el capitán de infantería Salvador Porras señalado como el principal
instigador, el auditor de la Comandancia General y asesor de Durango Mariano Herrera y el teniente

147
Ibid, f. 13. En los informes no se menciona cual fue el destino de los rehenes, pero no es de dudarse que
fueron ejecutados inmediatamente.
veterano de las milicias de Mazatlán Juan Pedro Walker, todos los cuales fueron aprehendidos y
juzgados.148
El regidor Porras era originario de la Villa de Chihuahua, donde había hecho una importante carrera
política que lo había llevado hasta esa posición. Además, era un prospero hombre de negocios (minero
y comerciante) con ideas liberales, que simpatizaba con la doctrina independentista del padre Hidalgo.
Su participación en la conspiración le costó la pérdida de su puesto en el ayuntamiento, la degradación
como jefe de la compañía y una multa de trescientos pesos por deslealtad al rey de España. A la llegada
de Hidalgo y los demás insurgentes presos para ser juzgados, se dice que Porras estando en también en
prisión, en julio de 1811 pretendió urdir un plan para liberar al Padre de la Patria, apoyado por el cura
Mateo Sánchez. Ambos insurgentes chihuahuenses continuarían en la lucha por la independencia desde
diversas trincheras; al consumarse la independencia fueron elegidos diputados constituyentes y les
tocó años después firmar la Constitución del estado.
Por su parte, Mariano Herrera, originario del Perú, estuvo un tiempo recluido en la cárcel de Durango,
pero tal vez por ser un hombre potentado, respetado e influyente logró salir libre, y hasta se le restituyó
en el puesto de asesor de la Intendencia de Durango. Se sabe de sus ideas liberales a través de varias
causas de infidencia defendió y por la relación que mantenía desde Durango con Félix Tres Palacios,
jefe de la pretendida sublevación para apoyar la independencia en 1814 en la Villa de Chihuahua.
Herrera sobrevive al proceso de independencia y en 1821 se muestra entusiasta partidario de la causa
republicana.
Juan Pedro Walker tuvo menos suerte. Tal vez influyó su calidad de anglosajón, pues fue condenado a
diez años de prisión a cumplir en una cárcel de ultramar. Si bien el comandante de las Provincias
Internas de Oriente “lo mantuvo y retuvo en su trabajo”, ante lo cual Bonavia protestó; se sabe sin
embargo que para 1817 seguía en prisión en Cádiz, de donde fue liberado al año siguiente. Su deseo era
trasladarse a los Estados Unidos, pero no se le permitió por temor a que organizara desde allí una
invasión, que era, por cierto, uno de los miedos que rondaban en el ambiente de la monarquía española
de ese tiempo. González transcribe la comunicación del Ministerio de Ultramar al comandante general
de las Provincias Internas relativa a la pretendida conspiración de enero de 1811 en la Villa de
Chihuahua.149
Conspiración en la Villa de Chihuahua 1814
148
Para este caso sigo a Judith González González, “Documentos sobre la guerra de Independencia en la
Nueva Vizcaya (Chihuahua-Durango)”, en Cuarto Congreso Internacional de Historia Comparada Actas 1993,
Vol. I, Ciudad Juárez, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1995. pp. 331-333.
149
Ibid, p. 333. González tomó la información de Francisco R. Ahumada, El período de la Independencia en
Chihuahua, Universidad de Chihuahua, Departamento de Investigaciones Sociales, Sección Historia, 1943, pp,
21-22.
Por último, lo que bien podemos llamar la primera etapa de la guerra de Independencia en la Nueva
Vizcaya, se cierra con la conspiración de los criollos en la Villa de Chihuahua en 1814, una
conspiración de grandes proporciones, relacionada estrechamente con la de 1811 y que tenía que ver
también con el descontento que generó entre los criollos la abolición de las Constitución de Cádiz de
1812 al serles negados sistemáticamente los derechos para gobernarse por sí mismos. Estos hechos los
ha analizado acertadamente el historiador chihuahuense Víctor Orozco, quien ha mostrado el hilo
conductor que va de la reunión de las cortes españolas en septiembre de 1810, pasando por el proceso
de elección de representantes provinciales en la Nueva Vizcaya a las Cortes de Cádiz y de miembros de
los cabildos de los ayuntamientos constitucionales, a la restauración de la monarquía, y, por tanto, la
anulación de todos los decretos conferidos por la Constitución de Cádiz. Proceso en el cual participaron
los criollos de la villa de chihuahua de manera crucial.150
Como se sabe, el 19 de marzo de 1812 fue proclamada la Constitución política de la Monarquía
Española, donde se establece el principio de la soberanía popular a la manera en que había sido
asentada en las constituciones norteamericana y francesa, confiriendo así el derecho a ser representados
y elegidos también los pobladores americanos, a excepción de los descendientes de origen africano.
Esto significaba ni más ni menos que “Las fuentes del poder político ya no estarían en la voluntad
divina, como pretendían los monarcas, responsables sólo ante dios, sino ante la voluntad general del
pueblo”.151 En diciembre de 1812 llegó a Chihuahua un ejemplar de la Constitución y los vecinos
pudieron darse cuenta de varias novedades políticas que contenía, como el principio de la soberanía
popular, la formación de un sistema de gobierno que descansaba en la participación de los vecinos y la
instalación de tres ámbitos o niveles de representación: el municipal, el provincial y el nacional. Lo
cual debió de haber llamado poderosamente la atención de quienes simpatizaban con el movimiento
insurgente, al grado tal que fue en esta villa donde las propuestas democráticas encontraron mayor eco
en la provincia neovizcaína.
Fue así como dio inicio el proceso democrático en la Nueva Vizcaya. Con base en la Instrucción
conforme a la cual deberán celebrarse en las Provincias del Extranjero las elecciones de diputados
diputaciones de cortes para las ordinarias del año próximo de 1813, expedida en Cádiz el 23 de mayo
de 1812, el artículo primero disponía se formará una junta preparatoria para facilitar la elección de los
diputados de cortes para las ordinarias de 1813, entre las que estaba considerada la ciudad de Durango,

150
Víctor Orozco, El estado de Chihuahua en el parto de la nación 1810-1831, México, El Colegio de
Chihuahua-Instituto Chihuahuense de la Cultura-UACJ-Plaza y Valdés Editores, 2007. Véase especialmente pp.
67-83.
151
Orozco, op. cit, p. 68.
capital de la Nueva Vizcaya.152 De este decreto derivó la determinación del número de diputados por
provincia en función de la cantidad de habitantes de cada una de ellas. Así, en este primer ensayo
histórico de ejercicio democrático, se le concedió el derecho a la Nueva Vizcaya, la más poblada de las
Provincias Internas, con 190,504 habitantes, a designar a dos diputados propietarios y dos suplentes,
dos a la de Sonora y Sinaloa y uno a la de Nuevo México.
En primer término, en las elecciones parroquiales celebradas el 23 de enero de 1814 resultaron electos
veintinueve compromisarios, entre quienes se encontraban José Félix Tres Palacios y Salvador Porras,
miembros destacados de la elite española de la villa de Chihuahua, quienes jugarán un papel muy
importante en la oposición a la tiranía absolutista encabezando la conspiración a finales de ese año. Si
bien no resultaron diputados electos a cortes, jugaron un importante papel político en la lucha por el
derecho a la representación popular concedido por la Constitución de 1812. Asimismo, “De acuerdo
con lo previsto, los días 11 al 14 de marzo de 1814, los electores de otros tantos partidos presentes y
quienes se les tuvieron por válidas sus respectivas representaciones, eligieron como diputados
propietario y suplente ante las cortes a Francisco José de Jáuregui y a Simón de Ochoa, ambos de la
villa de Chihuahua. Como diputados provinciales eligieron a Juan Rafael Ortiz de Santa Fe y a Mateo
Sánchez Álvarez de Chihuahua. En septiembre de ese año, Jáuregui se dispuso a salir para España, pero
en esas fechas llegó la noticia de que Fernando VII había restaurado sus poderes y disuelto las cortes.
Consecuentemente, todas las juntas y elecciones quedaron sin efecto, regresándose al viejo sistema de
autoridades designadas y con facultades absolutas”.153 De este modo, los chihuahuenses, como varios
americanos vieron frustradas sus aspiraciones democráticas.
Por otro lado, la Constitución Cádiz al referirse al gobierno interior de los pueblos, disponía en el Art.
309 la creación de ayuntamientos compuestos de alcalde o alcaldes, los regidores y el procurador
síndico.154 Contemplaba igualmente la formación en pueblos donde no los hubiera. De esta disposición
derivó la creación de muchos ayuntamientos en toda la Nueva España. En la Nueva Vizcaya se crearon
otros y los ya existentes como el de Durango, San José del Parral y Chihuahua, que ingresaron a la
naciente etapa constitucional experimentaron importantes procesos políticos. El del Parral, por ejemplo,
al formarse la junta electoral el 30 de enero de 1814, convocó a todos los ciudadanos sin distinción de
riqueza o color, adelantándose así en lo social a otras poblaciones; en Durango, ante la negativa del
gobernador Bonavia a convocar a los electores y “el síndico se dirigió directamente al virrey y éste

152
Ibid, p.70.
153
Orozco, op cit, p. 73. El subrayado es mío.
154
Constitución Política de la Monarquía Española, en Dublán y Lozano, Legislación Mexicana, Tomo I, México,
1876, p. 349, citado por Orozco, op. cit, p. 74.
ordenó constituir el ayuntamiento, cuando se inició el procedimiento”;155 en Chihuahua fue donde el
proceso de elección del ayuntamiento constitucional adquirió tintes más interesantes, pues en esta villa
residían destacados personajes españoles y criollos que vieron en los decretos constitucionales la
oportunidad de hacer efectivos los derechos para contar un gobernó propio, que no dependiera de la
capital y el gobierno de la Intendencia de Durango.
El proceso de formación del ayuntamiento constitucional de la villa de Chihuahua, como lo ha
mostrado Orozco, es uno de los primeros en Nueva España, pues data del 5 de diciembre de 1812, de
hecho recién conocida la Constitución en esa población. Sin embargo la elección no fue reconocido
por el gobernador Bonavia, quien la declaró nula debido que, alegó, el secretario que levantó el acta no
había sido elegido por pluralidad de votos.156 En este primer ensayo electoral afloraron los intereses
encontrados de los realistas más conservadores de la provincia contra los de los constitucionalistas.
Hubo que esperar un poco más de un año. El 16 de enero de 1814 se efectuó la nueva elección del
cabildo, en el que resultaron electos Juan José Jáuregui, José Félix Tres Palacios, entre otros
importantes personajes de la elite local. De nueva cuenta Bonavia declaró nula la elección el 7de
marzo, argumentando la participación como elector de Salvador Porras, quien estaba privado de sus
derechos políticos por haber pretendido ayudar a liberar de la prisión al cura Miguel Hidalgo. En una
tercera elección, realizada el 30 de abril de 1814, quedó claro que los criollos iban ganado terreno y
donde Tres Palacios aparece como su vocero, pues en una extenso documento suscrito por él deja clara
la reivindicación que hacían los integrantes del grupo criollo local de los postulados democráticos
establecidos en la Constitución de Cádiz, a sabe: la soberanía popular y la igualdad ante la ley. Ante la
negativa de las autoridades locales y los gachupines a reconocer sus derechos, proponía un que las
elecciones se hicieran por sorteo: “El método pues que me ha ocurrido es hacer la elección por sorteo,
entrando en él todas las personas que se consideraran aptas e idóneas para desempeñar los empleos; de
este modo no habrá quien forme queja de de dicha elección, y se consiga la paz y se consiga la paz y
quietud a que todos aspiramos”.157
La propuesta de Tres Palacios fue obviamente rechazada por representar una posición claramente
radical. Se procedió a elegir el nuevo cabildo por un electorado integrado principalmente por la elite
española de la villa. Quedó integrado por peninsulares, con los que recuperaron el poder que había ido
minando el avance de los criollos y frustraron a éstos sus aspiraciones de hacerse de un espacio de
poder representativo. Aunque Tres Palacios impugnó la elección solicitando su anulación debido a que

155
Orozco, op. Cit, p. 75.
156
Ibid, p. 78.
157
Archivo Histórico Municipal de Chihuahua, Fondo Colonial, Sección Gobierno, Caja 49, exp., 50.
Pedro del Valois, electo primer alcalde, servía al mismo tiempo como comandante del Piquete, de nada
sirvió. Su propuesta fue rechazada y comenzó a ser objeto de amenazas por las autoridades de la
intendencia. A raíz de estos hechos, a los criollos chihuahuenses no les quedaba otra salida que la
rebelión.
Así en la conspiración de 1814, como en la de 1811, estuvieron involucradas notables personalidades
de la villa. Pero esta vez contaban con una importante experiencia en las lides políticas y en la
formación ideológica, como José Félix Tres Palacios, militar, comerciante y miembro del cabildo del
ayuntamiento de la Villa de Chihuahua; amigo de Mariano Herrera, a quien solía visitar en Durango
aprovechando que tenía varios negocios en esa ciudad. Otro de los principales conspiradores era Juan
Pablo Caballero,158 que ya había sido procesado y multado por negarse a participar en las milicias
urbanas organizadas al momento e que estalló la revolución de independencia y por irrespetuoso con
las autoridades españolas. Otro militar, Gaspar Ochoa, teniente de la compañía presidial de Janos,
amigo de Tres Palacios y Herrera. Entre los conspiradores destacan seis norteamericanos: Peter Baurr,
Alfred Allen, James Bairad, Michael Nac Dong, Tomas Cook y Roberto Mani.
El delator del plan de insurrección fue José María Arrieta, de origen venezolano, que formaba parte
activa del grupo; había combatido al lado de los insurgentes pero había logrado conseguir el indulto,
quedando bajo sospecha, por lo que, sintiéndose observado denunció el plan de conspiración al tesorero
del ayuntamiento de Chihuahua a mediados de agosto de 1814. En las declaraciones de Tres Palacios,
Caballero y Arrieta quedó claro que el punto de mayor descontento entre ellos era la abolición de la
Constitución de Cádiz, pues veían perdidas sus aspiraciones políticas; pretendían llamar a la
insurrección bajo la proclama de amor y defensa de dicha constitución. La revolución estaba
programada iniciar en noviembre de 1814. Para financiarla, Tres Palacios tenía pensado utilizar el
dinero que tenía guardado en Zacatecas y los fondos de los negocios que poseía en Durango, así como
las aportaciones particulares de los participantes y simpatizantes. Fueron cerca de sesenta los
aprehendidos por esta causa, lo que da una idea de la magnitud de la conspiración.159
EL REY: Virrey Gobernador y Capitán General de las Provincias de la Nueva España y Presidente de la Real Audiencia de
México; en carta de 3º de Noviembre de 1815, No. 220, dio cuenta el comandante general de Provincias Internas
Occidentales Don Bernardo Bonavia de la causa que había formado a diferentes sujetos o vecinos de la Villa de Chihuahua
por haber intentado una conspiración o movimiento popular en ella, expresando que no remitía los autos íntegros porque
incidentes inesperados se lo habían impedido, porque lo hacía como efectivamente lo hizo, del dictamen que en calidad de

158
Debemos destacar que Lucas Alamán menciona a Tres Palacios y a Caballero en la defensa de Monterrey al
lado del capitán José María Sada de la amenaza de la partida de Herrera a finales de 1813. Véase Historia de
Méjico desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época
presente, México, Libros del Bachiller Sansón Carrasco, 1986, T. III, p.284.
159
Véase González, 1995, pp. 336-339.
Auditor había dado Don Francisco Antonio Landa, y de la sentencia definitiva que recayó contra los que aparecieron reos.
En el citado documento se hace referencia del origen y trámites de la causa; y así que pasada al Auditor fue de dictamen de
que a Don José Félix Tres Palacios y a Don Juan Pablo Caballero como principales autores del plan se les impusiese la pena
de muerte: que se extrañase de aquellas Provincias a Don José María Arrieta. Que a Don José Ignacio Valenzuela, de oficio
sastre, como perjuro se le condenase a un año de reclusión en aquellas cárceles sobre lo que había sufrido para que pudiese
ejercer su oficio para poder alimentar a su familia: que a tres de seis americanos inculcados en la causa, a saber los
conocidos por Alazán, el Carpintero y el Herrero, se les destinase con separación a Presidios de las Fronteras; y finalmente
que a Don Mariano Herrera, Don Gaspar de Ochoa, un cabo llamado Ramón Ramírez, y a los otros tres de los seis anglo-
americanos se les declare inocentes. Sin embargo, el Comandante Bonavia, asesorado del Licenciado Bracho reformó en
providencia definitiva en 3º de Noviembre del referido año de 1815 la pena corporal que le consultó contra Tres Palacios y
Caballero, y en su lugar les impuso diez años de presidio ultramarino con calidad de que jamás volviesen a aquellas
Provincias: declaró que el cabo Ramírez había purgado el defecto en que incurrió, con la carcelaria que había sufrido y en
todo lo demás se conformó con el parecer del Licenciado Landa. Visto este expediente en mi Consejo de las Indias con lo
que en inteligencia manifestó mi fiscal y habiéndome consultado su parecer en 5 de Agosto del año último siendo posible
graduar la justicia de dicha sentencia sin más noticia que la causa, he resuelto preveniros y mandaros, como lo que
abocando el conocimiento de dicha causa, me informéis, a la mayor brevedad, con testimonio de ella, lo que se ofrezca y
parezca. Y siendo como es muy reparable la permanencia de los seis anglo-americanos en las Provincias Internas, contra lo
expresado, mandado por leyes de Indias, os prevengo igualmente cuidéis con toda exactitud de la puntual observancia de
ellas manifestándome cuales son los motivos que haya habido para permitir la residencia en Chihuahua de los referidos
anglo-americanos que resultan de la causa. Dada en Palacio a 3º de enero de 1817. Yo el Rey. Por mandato del Rey Nuestro
Señor: Esteban Varca.160
El proceso judicial fue largo y sinuoso, primero se determinó aplicar la pena capital a los principales
cabecillas, Tres Palacios y Caballero, pero luego se les redujo la condena a pasar diez años de presidio
ultramarino y el destierro de las Provincias Internas de Occidente; a los demás implicados se les
impusieron penas menores. Tres Palacios pudo sin embargo salir airoso de los confinamientos a que fue
sometido, en 1818 se fugó de una prisión en San Luis Potosí para unirse a la gavilla de Sebastián
González, en la que participó poco tiempo, después fue indultado, para más tarde unirse a la expedición
a Texas y al final de la guerra de independencia abrazar el plan de Iguala. Caballero, por su parte, fue
el único que cumplió parte de la sentencia en España, de donde volvió después de haber sido indultado.
Finalmente, de acuerdo con Víctor Orozco, en relación con los hechos anteriores podemos afirmar:
“…por los efectos que aquí tuvieron los nuevos ordenamientos constitucionales derivados de la
Revolución española, lo que sucedió en esta etapa es que las fuerzas interesadas en el cambio, todavía
sin alcanzar una identidad acabada, se dirigieron a lograr las transformaciones a través de las nuevas
instituciones y sus reglas democráticas. Estuvieron entre aquellos que, en 1810 y 1820, en lugar de la
lucha armada optaron por la vía parlamentaria y constitucional, abierta con la convocatoria a cortes en

160
AGN, Ramo Historia, Vol. 412, ff. 160-161, en González, 1995, pp. 341-342.
España y con los ordenamientos jurídicos que de ellas emanaron”.161 En este plano se inscriben
precisamente los participantes en la conspiración de 1814.
Conclusiones
De acuerdo a los casos de insurgencia abordados en este trabajo, en el que hemos tratado de ofrecen
una panorámica del proceso de independencia en la Nueva Vizcaya en el tramo que va de 1808 a 1814,
a partir de fuentes primarias, podemos afirmar, de entrada, que más allá de la idea general que priva en
el conocimiento de esta etapa fundamental de nuestra historia patria, la participación de los
novohispanos norteños en la lucha por la construcción de nuestra nación fue mayor de lo que se creía.
De igual manera, podemos afirmar que en estos combates fueron los pueblos indígenas de la región del
Mezquital los que más contribuyeron con sus hombres a la causa.
De este particular proceso de insurgencia llaman la atención los componentes organizativos e
ideológicos que los encausaron y sustentaron. Por lo que hace a los aspectos organizativos de los
diversos movimientos de infidencia y sedición, individuales y colectivos, ocurridos en la Nueva
Vizcaya, que a primera vista parecen aislados y desarticulados unos de otros, los hechos muestran que
existieron estrechos nexos causales entre todos ellos, particularmente en la región del Mezquital, en
donde confluyeron indígenas mesiánicos, emisarios insurgentes y curas criollos que contribuyeron a
planear las acciones de guerra contra el antiguo régimen. En el caso de los dos movimientos de
sedición mejor organizados, son eminentemente criollos, y por tanto, con objetivos y aspiraciones muy
claros.
En lo ideológico, es importante destacar que se combinan los intereses y deseos de indios y criollos por
deshacerse de la tiranía de los españoles, así como por erigir un mejor gobierno. De haber prosperado
esta unión entre blancos y naturales, habrían de chocar irremediablemente; pues los indios idealizaban
más bien una sociedad sin europeos, un gobierno propio y el retorno de un mundo sin desigualdades.
Los criollos, en cambio, aspiraban a gobernar el país, sin “gachupines”, construir una nueva nación con
todo e indígenas, pero bajo su dominio. No obstante, mesianismo indígena y nacionalismo criollo se
unieron bajo las mismas banderas de “Viva la Virgen de Guadalupe, Viva Fernando Séptimo y Muera
el mal gobierno”. En ese sentido, es de hacer notar la circulación de documentos insurgentes (prensa,
proclamas y correspondencia), que influyeron notablemente en la definición como en la unificación del
movimiento insurgente en la Intendencia de Durango.
Por otro lado, las previsiones adoptadas por las autoridades provinciales y la Comandancia General de
las Provincias Internas de Occidente para evitar la extensión de la presencia insurgente proveniente del

161
Orozco, op. cit. P. 77.
sur, que derivó en el establecimiento de una frontera defensiva en los límites con la Nueva Galicia, no
resultó del todo efectiva como se pensaba, pues, como hemos visto, los movimientos de infidencia y
sedición continuaron dándose al menos hasta 1814. En ello influyó, pensamos, la presencia fortuita del
cura Hidalgo y sus compañeros presos que fueron procesados y ejecutados en la Villa de Chihuahua y
en la ciudad de Durango.

BIBLIOGRAFÍA
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1808 hasta la época presente, México, Libros del Bachiller Sansón Carrasco, 1986.
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Apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya, México UNAM, 1978.
Van Young, Eric
La crisis del orden colonial. Estructura agraria y rebeliones populares de la Nueva España, 1750-
1821, México, Alianza Editorial, 1992.
CUAUHTÉMOC ESPARZA SÁNCHEZ

Cuauhtémoc Esparza Sánchez (1926) es, por estos rumbos, el historiador emérito por
antonomasia. Sus trabajos sobre el acaecer vernáculo constituyen sendos clásicos cuya consulta es
inexcusable. Es miembro de la Academia Mexicana de Historia, de la Sociedad Mexicana de Geografía
y Estadística y de la Sociedad Chihuahuense de Estudios Históricos.

Se le ha distinguido con las Palmas Académicas de la Academia Nacional de Historia y


Geografía, la Medalla Alonso de León y el Premio Ramón López Velarde.

Actualmente se desempeña como Director del Centro de Estudios Históricos en la Universidad


Autónoma de Zacatecas, y es el Cronista de la Ciudad de Guadalupe.

Su producción bibliográfica en medio siglo de ejercicio profesional consta de seis títulos, a


saber: “Compendio histórico del Colegio Apostólico de Propaganda Fide de Nuestra Señora de
Guadalupe de Zacatecas” (1957, 1974), “Cinco cartas para un viajero, la voz de una ciudad” (1976),
“Cuentos, leyendas y costumbres del antiguo Zacatecas” (1976), “El corrido zacatecano” (1976),
“Historia de la Ganadería en Zacatecas” (1978) y “Zacatecas, monografía estatal” (1982).

Con “Historia de la ganadería en Zacatecas, 1531-1911”, el maestro Esparza cubre una laguna
en los anales vernáculos, pues hasta entonces nadie se había ocupado en profundizar un tema de tal
relevancia.

“Después de la minería -dice el autor- lo más lucrativo y lo que más atrajo a los peninsulares en
la tierra nueva fue la ganadería, indispensable en la industria, sobre todo en la minero metalúrgica, en la
agricultura, los transportes y la alimentación”.

El tratado en cuestión, a través de intensas y fructíferas investigaciones en fuentes originales,


reconstruye el desarrollo de esta actividad durante el periodo antedicho.

El sustento documental lo conforma una extensa y selecta bibliografía, que incluye manuscritos
e impresos diversos, apoyada por un abundante y rico material gráfico.

Desde los antecedentes y orígenes, pasando por la Colonia y la Independencia, hasta el


Porfiriato, Cuauhtémoc Esparza rastrea las evoluciones locales de vacunos, ovinos, caprinos, equinos,
porcinos, aves y abejas.
También ofrece información inédita sobre el abasto de carne y los subproductos de la ganadería;
así como un panorama de los gremios, concursos y exposiciones.

No falta desde luego el apartado correspondiente a los toros de lidia, que reseña esta forma de
explotación del ganado mayor, con una breve semblanza de la fiesta brava en el estado.
CÉSAR MORADO MACÍAS.

Estudió el doctorado en Ciencias Sociales, con especialidad en Historia, en la Universidad de


Guadalajara, considerado competente a nivel internacional, por el Padrón de Excelencia de Conacyt
(2002-2006). Secretario Técnico de la Comisión de Historia en el Patronato Monterrey 400 (1996).
Presidente de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia (1994).

Autor de varios libros sobre historia regional, entre ellos Minería e Industria Pesada. Capitalismo
regional y mercado norteamericano 1885-1910 (1991), Santiago Vidaurri. El poder en los tiempos del
cólera (1994), Del proyecto socialista al de unidad nacional. La funcionalidad de la Universidad de
Nuevo León, 1943-1949 (2007), Coautor de cinco libros: Diccionario Biográfico e Histórico de la
Revolución Mexicana Vol. V (1992), El Centro Bancario de Nuevo León a 75 años de su fundación
(2000) La guerra México-Estados Unidos. Su impacto en Nuevo León (2003), Nuevo León ocupado.
Apuntes de la guerra México-norteamericana (2003) y Fábrica de la Frontera. Monterrey 1596-2006
(2006).

Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, de la Maestría en Educación de la


Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 19-B y de la Maestría en Humanidades de la Universidad
Virtual del ITESM. Coordinador de Archivos Históricos en el Archivo General del Estado de Nuevo
León. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
“Nuevo León durante el proceso de Independencia”

César Morado Macías

Universidad Autónoma de Nuevo León

Facultad de Filosofía y Letras

Las tropas milicianas

Una buena parte de los participantes en la revolución de independencia se forjaron en la milicia. Es el

caso de Manuel de Santamaría, gobernador de Nuevo León en 1810 quien se cambió al bando

insurgente. Por ello, es preciso revisar la conformación de estos cuerpos militares si pretendemos

comprender mejor su papel en este momento histórico. La primera distinción importante a destacar es

que las milicias, se han estudiado a partir de asunción de la soberanía, olvidando que se trata de una

fuerza militar de antiguo régimen. En opinión del historiador militar español Francisco Andujar los

cuerpos de milicias constituyeron la pervivencia en la modernidad de una práctica medieval en la que el

servicio militar era cuestión de todos los vasallos al servicio de los señores, aunque como veremos

enseguida, fueron evolucionando hacia la figura del ciudadano en armas.162

En el antiguo régimen, una de las atribuciones de los gobernadores del Nuevo Reino de León

era mantener el buen funcionamiento de los presidios, las compañías volantes y las milicias vecinales.

Las milicias vecinales en Monterrey, en opinión de la historiadora Lidia Espinosa, nacieron

prácticamente desde la fundación de la ciudad, bajo el gobierno de Diego de Montemayor y se

reforzaron durante el régimen de Martín de Zavala.163

162
Francisco Andújar Castillo. Ejércitos y militares en la Europa moderna. Madrid, España, Editorial Síntesis, 1999, p. 77.
163
Lydia Espinosa Morales. “El Nuevo Reino de León” en Nuevo León, historia de un gobierno, libro que reúne textos de
Israel Cavazos Garza, Rocío González Máiz, César Morado Macías, Jorge Pedraza Salinas y Ofelia Martínez García,
Monterrey, N.L., Museo de Historia Mexicana, 2006.
Aunque se trataba de cuerpos militares secundarios sin capacidad real de ataque, en algunos

ámbitos de Iberoamérica y por supuesto de la Nueva España tuvieron una participación destacada en

algunos procesos bélicos. Al igual que los presidios también se procuró hacerlas más efectivas hacia el

siglo XVIII. Pero, ¿de cuánta fuerza militar estamos hablando, por lo menos en términos estadísticos?,

ello es muy difícil de precisar por el carácter mismo de la integración de la milicias, por lo accidentado

de los mecanismos de conscripción y porque los gobernantes locales generalmente alteran su numero

para justificar su presencia y poder militar.

El año de 1739 el militar Antonio Ladrón de Guevara realizó un importante diagnóstico del

Nuevo Reino de León y dentro de este hizo importantes recomendaciones para mejorar su operación.

Señaló que:

“los vecinos han de operar con mayores ventajas que los presidiales porque de ello les

resulta su beneficio... en todos los tiempos son los vecinos los compelidos a la defensa del

país… por ello fuera más conveniente que estos vecindarios tuviesen depósito de armas con el

arreglamento de las milicias de Europa... con cuyo arreglo fueran soldados y vecinos al

mismo tiempo”.164

164
Antonio Ladrón de Guevara. Noticias de los poblados de que se compone el Nuevo Reino de León, provincias de
Coahuila, Nueva Extremadura y la de Texas, Monterrey, N.L., Edición del ITESM, 1969, p. 34.
En el documento Guevara señaló algo que ya veníamos, sospechando, la competencia de las

milicias frente a los presidios como mecanismo para asegurar la protección de la frontera norte. Ambos

cuerpos compiten por justificar su funcionabilidad ante el rey, argumentando en torno al costo

beneficio de su instrumentación. Era evidente que milicias resultaban mas baratas para la corona como

señala Ladrón de Guevara, ya que éstas funcionarían, “excusando Su Majestad en algunas de aquellas

provincias los consumos que se le originan a la Real Hacienda”.165

El historiador Antonio Peña coincide en destacar el importante rol de las milicias para el Nuevo

Reino de León durante el siglo XVIII y señala que “el control sobre las milicias se convirtió en el

recurso principal que utilizaron los miembros más ricos de la elite local para proteger sus intereses

económicos”.166

En el Archivo Municipal de Monterrey, hemos localizado un censo militar de milicias

existentes en el Nuevo Reino de León para 1768167, donde estas rebasan el millar de reclutas y además

se enumera toda una serie de problemas que implicaba el dotarlas de armamento, municiones, etc. No

hemos logrado ubicar cifras oficiales sobre la cantidad exacta de milicias nuevoleonesas durante el

resto del siglo XVIII, consideramos que es un asunto que debe estudiarse y además con mucha cautela,

pues conocemos la enorme distancia existente entre los datos de estos informes oficiales y la realidad

de los cuerpos militares a la hora en que se exigía su colaboración, para presentarse en determinado

combate.

165
Ibíd., p. 35.
166
Antonio Peña Guajardo. La economía novohispana y la elite local del Nuevo Reino de León en la primera mitad del siglo
XVIII, México, D.F., Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León, 2005, p. 134.
167
“Cuaderno de listas de gente armada en esta provincia”, Archivo Municipal de Monterrey. Ramo Civil, v. 98. exp. 1,
1768, 25 ff.
Pero ¿cuál era el estado de las milicias en las Provincias Internas de Oriente al inicio de la

guerra de Independencia? Oficialmente, existía una compañía de milicias presidiales en cada población

con lo que por ejemplo, debían existir dieciséis en Nuevo León, pero eso era solo ficción. En realidad

solo estaban integradas las compañías volantes. En Nuevo León solo funcionaba bien la de Lampazos,

en Nueva Santander existían dos errantes y la de Laredo, en Coahuila funcionaba la de Monclova, Río

Grande, Santa Rosa y San Fernando de Rosas, mientras que en Texas existían las de Béjar, Espíritu

Santo, Trinidad y Nacogdoches.168

Cuando llegó a Monterrey el 29 de septiembre de 1810 la noticia de la rebelión de Hidalgo, el

gobernador Manuel de Santa María intentó organizar a los milicianos para rechazar el ataque. Él

conocía bien su funcionamiento, pues había formado parte del Regimiento de Dragones de San Carlos,

en San Luis Potosí, unidad miliciana que oficialmente comprendía más de 360 integrantes. En opinión

de Isidro Vizcaya, Santa María “era el oficial veterano de más alta graduación, quien va a pasar los

siguientes diez años recorriendo distintas regiones de la provincia, muy probablemente, pasando

revista y proporcionando este precario adiestramiento a los milicianos de su regimiento”.169

Obedeciendo al llamado de Santa María, en Nuevo León fue posible organizar la marcha de tres

compañías. Israel Cavazos afirma que estaban comandadas “una al mando del capitán Francisco

Bruno Barrera, otra a cargo de José Domingo Castañeda y una más al de Andrés Guajardo. Los

doscientos hombres que las componían iban bajo las órdenes de Pedro Herrera y Leyva. No

alcanzaron a llegar a San Luis, pues se detuvieron en Real de Catorce para ofrecer auxilio, y de ahí se

168
César Morado Macías. La batalla de Monterrey. Fuerzas militares, frontera y sociedad. El papel de los actores locales
en la guerra entre México y los Estados Unidos. Tesis para obtener el grado de doctor en Ciencias Sociales con especialidad
en Historia por la Universidad de Guadalajara, Guadalajara, Jal., 2006, 370 p.
169
Isidro Vizcaya Canales. Los albores de la Independencia. Las Provincias Internas de Oriente durante la insurrección de
Don Miguel Hidalgo y Costilla, 1810-1811, Monterrey, N.L., ITESM, 1976, p. 2.
volvieron, para situarse en Aguanueva, al sur de Saltillo”.170 Es entendible que tanto los ejércitos

realista e insurgente que coinciden en Aguanueva (Coahuila) tuviesen un número significativo de

milicias. En lugar de combatir, los realistas se pasaron al bando insurgente liderado por Mariano

Jiménez. Luego lo hicieron Manuel de Santa María y Juan Ignacio Ramón.

Otro protagonista del proceso independiente en la región que también se había forjado en la

milicia es José Rafael de Iriarte. En el año de 1811, se formó en la ciudad de Saltillo Coahuila, un

consejo de guerra para juzgar la actuación del Cabo Leyton. Se le declaró culpable y se le fusiló.

Leyton, había logrado escapar con éxito de Acatita de Baján donde habían apresado al resto de los jefes

insurgentes. Casi nada sabemos de este personaje delineado apenas en las historias de Lucas Alamán y

de Carlos María de Bustamante.

Cuando Joaquín de Arredondo, el hombre que asumió el control realista del noreste a partir de
1814, se mudó a Monterrey, se llevó consigo unos papeles que aluden al Cabo Leyton y que fueron
analizados por vez primera por el historiador Isidro Vizcaya. Mediante la revisión de estos papeles
sabemos que el cabo Leyton es uno de los insurgentes más participativos en los primeros meses de la
lucha insurgente. Sólo le superaron en jerarquía militar el cura Hidalgo e Ignacio Allende, pues Leyton
ostentaba el grado de teniente general.

En segundo término hay que señalar también que fue uno de los comandantes insurgentes que
más territorio ocupó en sus operaciones, pues llegó a ocupar capitales muy importantes para la causa
insurgente como lo son León, Lagos, Aguascalientes, Zacatecas y San Luis Potosí. Leyton acompañaba
a la elite insurgente en la Acatita de Baján, sin embargo, logró escapar y quizá por ello se duda de su
fidelidad a la causa quedando excluido de la historia oficial de la independencia mexicana.

El cabo Leyton, tenía entre 36 y 38 años cuando inició el movimiento insurgente, según
informes proporcionados por el gobernador del Nuevo Reino de León, Manuel María de Llano, donde

170
Israel Cavazos Garza. Breve Historia de Nuevo León, Monterrey, N.L., coedición del Fondo de Cultura Económica y del
Colegio de México, 1994, p. 120.
consta que había nacido en Venado, jurisdicción de San Luis Potosí y que se había desempeñado como
veterano en el Regimiento de Dragones de San Carlos. Este regimiento estaba adscrito a la Décima
Brigada que comandaba Félix María Calleja, en San Luis Potosí. Es decir, aunque Leyton era parte de
la milicia y no soldado de línea, es probable que haya sido de los pocos que se dedicaron de tiempo
completo al servicio de las armas, en este caso al servicio de la corona española.

Fue tal el prestigio que alcanzó Rafael de Iriarte que algunos de sus parientes lo señalaron como
el hombre ideal para ocupar la Comandancia General de las Provincias Internas, en noviembre de 1810
fray Antonio Iriarte lo felicita por sus “distinguidos servicios a la patria” y le comenta que debe
ocupar dicho cargo en virtud de que le proporcionará “los mejores temperamentos para la salud,
buenas carnes, abundancia de semillas y toda suerte de víveres para la comodidad de la vida”.171

171
Archivo General del Estado de Nuevo León, Fondo Archivo de José Rafael de Iriarte, Carta de José Antonio Iriarte a
José Rafael de Iriarte, Guadalupe, Zacatecas, 30 de noviembre de 1810.
La trayectoria de Leyton en el movimiento insurgente inició desde octubre de 1810 cuando
entró a la ciudad de León. Lo más probable es que Hidalgo lo haya comisionado para esta misión, pues
Iriarte procedió a sacar los presos de la cárcel, buscar a los españoles que se habían escondido,
confiscar los bienes de los más prominentes y reproducir el movimiento insurgente enviando
comisionados hacia puntos circunvecinos con la encomienda de reclutar más adeptos a la causa.

Más adelante se trasladó a San Luis Potosí, capital a la que ingresó en noviembre de 1811 y es
ahí donde aparece un documento muy revelador de las tropas insurgentes que acompañaban al cabo
Leyton y que explica mucho del origen social de dichas fuerzas. Se explica que el cabo Leyton “al
frente de un pelotón de indios sin orden ni disciplina alguna, armados en su mayor parte de lanzas y
flechas que las arrojaban al aire, haciendo raras evoluciones y danzando al estilo del desierto”.172
Las tropas de Leyton se dedicaron al saqueo de las cajas reales, las particulares, el estanco del tabaco y
los productos de las haciendas. Al abandonar la ciudad rumbo a Guanajuato para auxiliar a Allende se
llevó cerca de cien europeos como rehenes. En opinión de María Isabel Monroy “la violencia del
ataque de los insurgentes provocó que la opinión pública se inclinara a favor de Calleja y la causa
realista”.173

Más adelante, una vez que se produjo la derrota de Hidalgo en Puente de Calderón, éste se
dirigió huyendo hacia Aguascalientes donde se encontró con el cabo Leyton, ambos salieron juntos
siendo alcanzados en Pabellón por Allende y otros insurgentes. Fue aquí cuando despojaron del mando
a Hidalgo y Allende asumió el mando de las tropas insurgentes. Del punto citado como Pabellón los
jefes insurgentes siguieron caminando rumbo a Zacatecas para luego llegar a Venado, Charcas,
Matehuala y finalmente Saltillo, donde ya los esperaba Mariano Jiménez quien había realizado
gestiones para que las cuatro Provincias Internas de Oriente (Coahuila, Nuevo León, Nueva Santander
y Texas) se pasaran a la insurgencia, aspecto que logró obteniendo el reconocimiento de Manuel María
de Llano.

Los jefes insurgentes decidieron continuar su huída rumbo a los Estados Unidos dejando como
jefe de las tropas en Saltillo a Ignacio López Rayón. En las inmediaciones de Monclova, Coahuila,
específicamente en Acatita de Baján fueron capturados los jefes insurgentes, solo el cabo Leyton

172
Vizcaya, Op. cit., p. 18.
173
María Isabel Monroy Castillo y Tomás Calvillo Unno. Breve historia de San Luis Potosí, México, D.F., Fondo de
Cultura Económica, 1995, p. 148.
alcanzó a escapar rumbo a Saltillo. Cuando llegó a esta ciudad fue capturado y se le integró con
Consejo de Guerra, siendo fusilado inmediatamente. Aparentemente siguiendo instrucciones de
Allende quien había dejado órdenes categóricas en el sentido de que si Hidalgo o el cabo Leyton se
apartaban del ejército fueran ejecutados.174

La muerte del cabo Leyton sólo puede explicarse dentro del marco de excesiva crueldad y

violencia que había adquirido el movimiento insurgente. En los archivos militares del periodo destacan

el saqueo, la rapiña y el reclutamiento forzoso tanto por el bando insurgente como por el realista.

Otra versión sobre el rol que jugaron las tropas milicianas durante la guerra de independencia es

la versión de Nemesio Salcedo. En las instrucciones que dejó a su sucesor en la Comandancia de las

Provincias Internas explicó que “aunque la fuerza veterana es la misma que había antes de la

insurrección en las provincias orientales, se ha aumentado provisionalmente con milicias de

voluntarios de caballería, lanceros o patriotas, enterados estos de que sus empleos y servicio militar

finalizan con las actuales circunstancias”.175

Nemesio Salcedo fue comandante general de las Provincias Internas entre 1802 y 1813 y le

correspondió reprimir el movimiento insurgente y coordinar el traslado de los insurgentes capturados

en Baján para su juicio en Chihuahua. En su informe detalla también que las compañías milicianas

existentes en las provincias “se hayan sobre las armas y son parte de la fuerza empleada en la actual

guerra… su fuerza se aumentó en algunas con proporción al número de tropas dependientes de las

mismas compañías que estaba empleada en los presidios… esta tropa útil, como que se ha procurado

174
Isidro Vizcaya Canales. El archivo del insurgente José Rafael de Iriarte, Monterrey, N.L., Archivo General del Estado
de Nuevo León, 1985, p. 21.
175
Instrucción reservada de don Nemesio Salcedo y Salcedo, comandante general de Provincias Internas a su sucesor.
Introducción y notas de Isidro Vizcaya, Chihuahua, Gobierno del Estado de Chihuahua, 1990, p. 32.
conste de gente robusta y también acostumbrada a la guerra por su constitución y ejercicio en los

casos de incursiones de enemigos”.176

Creemos que todavía hace falta dimensionar mejor el papel que desempeñaron las milicias del

Nuevo Reino de León, durante el proceso de independencia, pero debieron ser lo suficientemente

eficaces para sobrevivir al proceso y a su lucha por sobrevivir, frente al presidio y a la comandancia

militar.

En torno a su sobrevivencia va a jugar un papel fundamental, la influencia del pensamiento

ilustrado pues va a permitir dar un giro importante a estos cuerpos y los va a convertir en instrumentos

de lucha contra la herencia del antiguo régimen, al otorgarles el título de “milicia cívica”, es decir

poseedora de los nuevos derechos que poseen los “ciudadanos”. Andújar, señala que durante el siglo

XIX los cuerpos de milicias funcionaron como fuerzas defensivas de carácter popular que tenían como

principal misión suplir las deficiencias del ejército permanente ocupándose de la defensa interior de

cada país.177

Ya en el México independiente, por lo menos durante la vigencia de la primera república

federal, se reforzó la idea de contar con las milicias cívicas como fuerzas auxiliares del ejército regular.

La idea de contar con una milicia fuerte resultaba como una atractiva alternativa económica en lugar de

contar con un ejército caro y numeroso; en la perspectiva de muchos liberales el crecimiento de la

milicia debilitaría el poder y los privilegios del ejército manteniendo a sus oficiales al margen de la

actividad política. Así durante el México independiente surgieron cuando menos dos tipos de milicia:

la activa y la local.

176
Ibid., p. 33 y 34.
177
Francisco Andújar Castillo. Ejércitos y militares en la Europa moderna. Madrid, España, Editorial Síntesis, 1999, p. 78.
Según las disposiciones de 1826 estando en servicio, los activos gozarían de las mismas

compensaciones, privilegios que disfrutaban los integrantes del ejército regular, de acuerdo a la

Constitución de 1824 se trataba de fuerzas locales que no podían operar fuera de los límites de sus

respectivos estados o territorios; es decir, la facultad de regir las milicias locales residía

individualmente en los estados los cuales debían establecer las normas bajo las que se organizarían. En

México, como en España, proliferaron estos cuerpos que a juicio de Juan Sicinio Pérez se

caracterizaron por configurarse como

“corporaciones armadas por excelencia del periodo de edificación de la sociedad

burguesa. Organizadas espontáneamente como cuerpo ciudadano voluntario contra

Napoleón, las Cortes de Cádiz le dieron estructura orgánica. Además, en el territorio español

bonapartista se organizaba la guardia cívica, con caracteres similares de fuerza de choque

liberal contra las resistencias feudales”.178

Para el caso mexicano quienes han empezado a estudiar el tema, son Manuel Chust y José

Antonio Serrano, ambos coinciden en términos generales con las tesis de Pérez Garzón. Serrano afirma

que a partir de 1824 se consolidaron las dos principales fuerzas militares del México emergente, por

una parte las milicias cívicas coordinadas por las nuevas entidades federativas, es decir, los estados, y

creadas para salvaguardar el sistema federal, la libertad y soberanía local y por otra parte el ejército

178
Juan Sissinio Pérez Garsón. “La nación en armas: el caso español, 1808-1843” en Fuerzas militares en Iberoamérica
Siglos XVIII y XIX, coord. Juan Ortiz Escamilla, México, D.F., Coedición del Colegio de México, El Colegio de Michoacán
y la Universidad Veracruzana, 2005, p. 213.
permanente controlado por el gobierno central y que tenía como objetivo asegurar la integridad del

territorio y el orden social interno.179

Serrano, narra el nacimiento de las milicias cívicas en 1824 hasta su disolución ocurrida entre

1833 y 1835, subrayando la oposición del presidente Santa Anna hacia 1835 a la existencia de estos

cuerpos militares. Documenta por ejemplo que la milicia estatal más numerosa y mejor armada del país

fue la del estado de Zacatecas hasta que fue suprimida. El historiador español Manuel Chust Calero por

su parte, estudia las milicias en México con énfasis en Veracruz entre 1812 y 1835 documentando las

enormes dificultades que implicaba mantener armados, capacitados y adiestrados a estos cuerpos

militares que no eran parte de los cuerpos permanentes.180

Por ello, teniendo en cuenta estos estudios y según hemos verificado en los documentos

existentes en los archivos de las entidades norteñas del período, —Tamaulipas, Nuevo León,

Coahuila— varía considerablemente el nombre con el que se conoce a estos cuerpos en diversas

entidades de la república, eventualmente aparecen como milicias locales, también como cívicas,

rurales o simplemente milicia nacional. En Tamaulipas por ejemplo, se integraron Cuerpos de Milicia

Cívica, en Nuevo León se llamaron primero Milicia Cívica y luego Cuerpos Auxiliares y en Coahuila-

Texas operaron bajo el nombre de Milicias Locales.

A manera de conclusión preliminar, vemos como a nivel local, esta fuerza militar lejos de

desaparecer se refuncionalizó y emergió con nuevo vigor. Pero tampoco debemos sobredimensionar el

asunto de las milicias como fuerza militar. Aunque la existencia de estos numerosos cuerpos proyecta
179
José Antonio Serrano Ortega. “Los estados armados: milicias cívicas y sistema federal en México, 1824-1835” en La
guerra y la paz. Tradiciones y costumbres, Morelia, Michoacán, Alberto Carrillo Cazares (ed.), Edición del Colegio de
Michoacán, 2002, p. 445-456.
180
Manuel Chust Calero. “Milicia, milicias y milicianos: nacionales y cívicos en la formación del estado nación mexicana,
1812-1835” en Juan Ortiz Escamilla (coord.), Fuerzas militares en Iberoamérica, siglos XVIII y XIX. México, D.F.,
Coedición del Colegio de México, el Colegio de Michoacán y la Universidad Veracruzana, 2005, p. 179-197.
la idea de una absoluta “militarización de la vida social”, aspecto que incluso a despistado a algunos

historiadores, analizando con detenimiento su integración y armamento disponible, emerge otra

realidad.

Se trata de una “militarización artificial”; las amplias listas de ciudadanos fueron percibidas

por éstos como uno de tantos requisitos que les exigían las autoridades en tiempo de guerra. Cuando

realmente se exigió su reclutamiento para combatir en Monterrey, plantearon infinidad de pretextos

para evadir la milicia. La evidencia documental que hemos localizado en los archivos nuevoleoneses

nos permite conjeturar que se trata de un juego de estrategias de dominación y resistencia entre la elite

militar y los vecinos, que boicotean el proyecto de “ciudadanizar el ejército”.181

1. Las tropas presidiales

Un segundo semillero de militares participantes del proceso de independencia fueron los presidios.

Soldados presidiales fueron reclutados por Santa María para combatir la insurgencia en Nuevo León y

posteriormente Joaquín de Arredondo, comandante de las Provincias Internas de Oriente integró los

restos de los presidios texanos para garantizar el predominio realista en la región a partir de 1814.

Es preciso revisar la funcionabilidad de este dispositivo institucional. Recordemos que se trata

de un mecanismo organizativo militar de caballería ligera orientado tácticamente a la defensa. Por ello,

su funcionamiento esta vinculado al desarrollo de los sistemas de fortificación que deviene del antiguo

régimen, pero que arriba con matices a nuestro ámbito de estudio. El primer presidio que se estableció

181
César Morado Macías. La batalla de Monterrey, 1846. Sistemas de reclutamiento e invención de heroínas en la guerra
México-Estados Unidos, ponencia presentada en el III Congreso Internacional Fuerzas Militares en Iberoamérica, siglos
XVIII-XIX. Organizado por la Universidad de Sevilla y la Universidad Pablo de Olavide, celebrado en Sevilla, España del
14 al 16 de noviembre del 2005, p. 14.
en Monterrey fue en 1662 y estuvo a cargo de Hernando Huarte de la Concha.182 Su fundación, —

intuimos— formó parte de la política española del siglo XVII de proporcionar protección militar a las

misiones aledañas a la capital del Nuevo Reino de León. Sin embargo, para el siglo siguiente, el XVIII,

el sistema misional ya mostraba signos de agotamiento y era preciso buscar un modelo, que fuera

garantía de un poblamiento eficaz.

Por ello, en el siglo XVIII la pacificación indígena tuvo nuevos componentes, en opinión de

Faulk “los oficiales españoles descansaban más en los presidios que en las misiones como

instrumentos de control indígena”.183 Es por ello que durante este siglo los presidios tuvieron cambios

muy importantes. En primer lugar, debemos reconocer que los pocos existentes hasta ese momento en

la zona estudiada, habían surgido de manera muy improvisada, en función de necesidades locales, pero

sin un plan general que articulara su operación o regulara su funcionamiento. Recordemos que

funcionaban independientes del ejército y que los pagaba la Real Hacienda, es decir el ramo de

guerra.184

El desorden prevaleciente en el funcionamiento presidial motivó a la corona española a realizar

un diagnóstico sobre las condiciones imperantes en los presidios fronterizos novohispanos. a)

Correspondió al brigadier Pedro de Rivera llevar a cabo esta inspección que le ocupó desde noviembre

de 1724 hasta junio de 1728. En base a este diagnóstico el virrey Juan de Acuña expidió un reglamento

182
Israel Cavazos Garza. Breve historia de Nuevo León, México, D.F., El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica,
1994, p. 79.
183
Odie Faulk. The presidio. Fortress or farce?. Journal of the West, v. III, n. 1, Enero, 1969, p. 55.
184
Herbert Eugene Bolton. “La misión como institución de frontera en el septentrión de Nueva España” en David Weber
(comp.) El México perdido. Ensayos sobre el antiguo norte de México, (1540-1821), México, D. F., Fondo de Cultura
Económica, p 42.
y ordenanza para su mejora, pero en la práctica no implicó cambios sustantivos en opinión de María del

Carmen Velázquez.185

b) A finales del XVIII hubo otra inspección, esta a cargo del notable marqués de Rubí,

señalando los presidios que deberían desaparecer, los que habría que reforzar e incluso donde había de

fundar nuevos. Ello lo señalo en 1768, pero fueron varios años después cuando su diagnóstico se

tradujo en política pública.

En 1772 y retomando muchas de sus observaciones se expidió un reglamento para la operación

de los presidios. Sin embargo, c) fue Hugo O’Connor el que hacia 1777 pudo establecer una línea de

presidios y mantener en la medida de lo posible la protección de la frontera. Siguiendo el modelo

español se trataba de pequeñas unidades de caballería ligera que debían proteger a los pueblos norteños

de las incursiones de los indios, del bandolerismo y de las ofensivas comerciales de otros países.186

Evidentemente el presidio estaba basado en la tradición defensiva española, pero ¿funcionaría

un modelo español en las áridas tierras del norte? ¿Cómo lo harían para desplazar eficazmente fuerzas

militares en persecución de indios bárbaros que combatían con un patrón de guerra muy distinto al

occidental que ellos conocían? ¿Cómo integrar tropas presidiales a ejércitos regulares que combatirían

en la independencia?

Los documentos revisados explican que hubo que adaptar desde la indumentaria hasta la

edificación de los presidios y las formas de combate. Un caso destacado en el norte es el caso de

185
María del Carmen Velázquez. Tres estudios sobre las Provincias Internas de la Nueva España, México, D.F., El Colegio
de México, 1979, p. 58.
186
La línea de presidios que dejó funcionando Hugo O’Connor hacia el año de 1777 se integró de 15 fortificaciones situadas
entre Sonora y Texas. Cada presidio debería integrarse por un capitán, teniente, alférez, capellán y 43 soldados además de
indios exploradores. En teoría la distancia entre los presidios permitiría la cooperación entre ellos en caso de ataque.
Lampazos, representativo porque sintetiza los procesos de muchos otros puntos de la geografía local,

Lampazos fue una misión franciscana fundada en 1698 que por su ubicación sobre el Río Salado le

hizo el centro de población más al norte de Nuevo León y por lo tanto el mas asediado por los indios.

Cuando fracasó la misión antes de llegar a la mitad del siglo XVIII el gobierno español desplegó una

segunda carta para asegurar el doblamiento, una Villa española fundada en 1752, que no sin problemas

sobrevivió unos años pero resultó ineficaz contra la ofensiva creciente de los indios, por lo que hubo

que fundar el Presidio en 1778.

A partir de entonces siempre hubo fuerzas militares destacamentadas en Lampazos, y fue en la

experiencia de este presidio que se forjaron los militares que habrían de comandar la vida de Nuevo

León años adelante. Juan Ignacio y Buenaventura Ramón fueron casos representativos. Juan Ignacio

era el comandante del presidio de Lampazos y acompañó a Santa María a combatir a los insurgentes

para luego cambiarse de bando y adherírseles. Estos destacados presidiales acompañaron a Hidalgo en

Acatita de Baján, para luego morir fusilados en Chihuahua.

Ya en el México independiente, tanto en Lampazos como el resto de la geografía norteña y

contra todos los pronósticos se mantuvo esta línea de presidios pero disminuyó considerablemente su

apoyo ya que se pensó que ahora correspondía a los “nuevos ciudadanos” transformarse también en

soldados y contribuir a la defensa de la patria, en casi todos los estados de la emergente república se

constituyeron milicias cívicas o locales en detrimento del fortalecimiento del ejército y de los presidios.

El gobierno mexicano, sostuvo que los presidios resultaban demasiado caros para la república y

poco efectivos para contener los embates de los indios “bárbaros”, en virtud de que estos lograban

esquivar con facilidad a esta línea de fortines fijos y dispersos que más bien funcionaban como línea de

refugio que como puntos de lanzamiento de ofensivas militares contra los nómadas escurridizos, es
decir, el problema central estaba al momento de la batalla, en la táctica que utilizaban los nómadas

frente a la que desplegaban los presidiales. Por ello van a proponer el establecimiento de las milicias

cívicas o locales, según detallamos más adelante, en este mismo capítulo. Sin embargo, a pesar de que

la época de auge en cuanto al apoyo para los presidios ya había quedado atrás, estos siguieron

subsistiendo, por lo menos en la zona que venimos estudiando, aunque desde luego no exentos de

problemas en cuanto a financiación, reclutamiento y operación.187

De alguna manera, el recuento de algunos logros obtenidos por la línea presidial influyó para

que en el México independiente se autorizara conservar el sistema de presidios y para 1826 el gobierno

central autorizó el establecimiento de nuevas guarniciones y el reforzamiento de las existentes. La

norma de 1826 previó el nombramiento de tres jefes, uno para supervisar a Nuevo León, Tamaulipas y

Coahuila-Texas; otro para revisar Chihuahua y Nuevo México y finalmente un tercero para supervisar a

los presidios de Sonora y Sinaloa. Para la región estudiada, el cuartel general se situó en la villa de

Palafox, al norte del actual Laredo, Texas, solo que a pocos años de su establecimiento fue arrasada

por los indios que asolaban ese punto. La norma de 1826 prácticamente reprodujo el modelo del

sistema presidial español, que se mantuvo vigente desde esa fecha hasta la guerra con los Estados

Unidos. Las tácticas militares, los mecanismos disciplinarios y hasta los uniformes siguieron influidos

por la tradición española, incluso el gobierno mexicano reimprimió en 1834 las Ordenanzas Militares

Españolas vigentes desde 1772 para que siguieran inspirando la formación de los presidiales

mexicanos.188

Al igual que ocurrió en Europa, en el México independiente se aumentó considerablemente el

presupuesto al ejército, de tal manera que no hubiera excusas para su profesionalización, no ocurrió lo

187
David J. Weber. La frontera norte de México, 1821-1846. El sudoeste norteamericano en su época mexicana, Madrid,
España, Editorial Mapfre, 1992, p. 196.
188
El soldado mexicano, 1837-1847. Organización, vestuario y equipo, México, D.F., Editorial de J. Hefter, 1958, p. 50.
mismo con el apoyo a los presidios que paulatinamente fueron decayendo, al tiempo que aumentaba la

ofensiva de los indios “bárbaros”. Tanto a los presidiales como a los regulares se les vestía, pagaba y

equipaba mal, al grado de que la deserción era frecuente y los oficiales no tenían más remedio que

recurrir a la conscripción forzosa para integrar los cuerpos presidiales. Aunque no existen estudios

suficientes que analicen la composición social de estos cuerpos militares lo que reflejan los documentos

que hemos estudiado es que sólo los pobres, vagabundos, delincuentes y campesinos eran los que se

veían obligados a prestar el servicio, según veremos enseguida.189

En 1830, el destacado botánico y agudo investigador francés Jean Louis Berlandier, al recorrer

la frontera norte de México como parte de una encomienda militar que se conoció como “La Comisión

de Límites” describió que el rol de los presidios era básicamente el de “perseguir a los nativos una vez

que en algún lugar se rompen las hostilidades”.190 Berlandier justificó el hecho de que los presidiales

no cumpliesen cabalmente con el papel de combatir eficazmente a los indios, ya que según testifica

escaseaba la comida, la ropa y se pagaba con mucho retraso a los soldados.

Según la documentación que hemos revisado, la descripción de Berlandier, correspondía con lo

ocurrido en el estado de Nuevo León. En abril de 1846, Santiago Vidaurri, secretario de gobierno y

figura clave de la política regional en las dos décadas posteriores, expuso a José María Ortega,

comandante militar del Departamento, las razones por las que consideró improcedente recurrir al sorteo

para llenar las 160 plazas vacantes en la Compañía Presidial de Lampazos.

Fundamentó su dictamen en los siguientes puntos: a) “No es la falta de patriotismo, sino la

mucha necesidad la que ahuyenta a los soldados del servicio”, dejando claro que los habitantes,

189
Francisco Andújar Castillo. Ejércitos y militares en la Europa moderna, Madrid, España, Editorial Síntesis, 1999.
190
Jean Louis Berlandier. The Indians of Texas in 1830, Washington, EUA, John C. Ewers (ed.), 1969, p. 30.
aunque tuvieran intención de participar en el llamado, tenían como prioridad el alimento de ellos y sus

familias, cosa que detalló enseguida señalando que la mayoría de los habitantes subsistían de la

agricultura, “de la cría de bienes u otros trabajos, quedándose sin el sueldo que ello les acuerda,”en

caso de ser incorporados al Ejército, y adicionalmente señaló que c) “los sorteos sólo ahuyentan a los

ciudadanos de los pueblos”.191

Vidaurri, quien conocía perfectamente el carácter de los soldados norteños, pues su padre —

Pedro Vidaurri— había formado parte de dicha compañía presidial y él mismo, durante su infancia

transcurrida en Lampazos, vivido muy de cerca el problema del combate a los indios, mostró mayor

sensibilidad y comprensión del problema. Como experimentado secretario de gobierno, ponía en la

palestra un aspecto clave de los pobladores norteños: “entre el patriotismo y la mucha necesidad”.

También tenía muy claro hacia que lado se inclinarían sus coterráneos lampacences.192 Aunque su

trayectoria militar le permitía realizar conscripción obligatoria, sin sentirse culpable, Vidaurri sabía que

un reclutamiento forzoso causaría deserción. Además, debido a las pequeñas dimensiones del pueblo,

la mayoría de los vecinos eran sus conocidos y/o parientes.

Uno de los estudios más conocidos en inglés sobre la funcionalidad del presidio es el de Odie

Faulk193 quien concluye que funcionó como estrategia defensiva pero como ofensiva fue una verdadera

“farsa”, ya que los indios casi siempre escapaban. Ante ello hay que recordar que tácticamente esa era

su finalidad desde su origen: la defensa de los ataques para mantener la ocupación del territorio. Para

efecto de esta tesis no nos interesa el presidio en términos de eficacia de su combate al indio, sino en

191
Carta de Santiago Vidaurri, Secretario de Gobierno del Estado de Nuevo León a José María Ortega, Monterrey, 4 de
abril de 1846. Lampazos, el más norteño de los municipios nuevoleoneses era también el presidio más importante porque
desde ahí protegía al resto del estado de las incursiones de los indios. AGENL, Fondo: Militares, caja 43.
192
Jesús Ávila Ávila, et-al. Apuntes para la historia de Lampazos de Naranjo, Nuevo León, 1698-1920, v. I-II, Monterrey,
N.L., Edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León, 2003.
193
Odie Faulk. The presidio. Fortress or farce?, Journal of the West, v. III, n.1, Enero, 1969, p. 22-28.
términos de presencia, como elemento generador de nuevas prácticas por parte de los vecinos en este

caso de resistencia y oposición a los mecanismos de reclutamiento.

Ante estas condiciones, gradualmente, conforme las guarniciones presidiales de la frontera se

diluían en el olvido del gobierno central —como anteriormente se había agotado el sistema misional—,

la responsabilidad de la defensa de la frontera recayó en los propios vecinos que se vieron forzados a

organizar por su cuenta la defensa de sus familias y posesiones, convirtiéndose prácticamente en

ciudadanos y soldados, una característica que habían tenido que desarrollar desde el momento del

inicio del poblamiento del Nuevo Reino de León. Para el periodo de la independencia, en la medida en

que se estudie la integración social de las tropas, sabremos más sobre la participación de los presidiales,

por lo pronto el contenido en la memoria de Nemesio Salcedo resulta significativa, porque describe el

despliegue de fuerzas que se produjo para reprimir la insurgencia y como las instituciones locales

agotaron todos los mecanismos de conscripción a su alcance con tal de lograr el objetivo de recuperar

para el bando realista a el control militar de la región.

2. Las tropas de la Comandancia Militar

Una tercera fuerza militar con presencia en la región durante el proceso de independencia fue la

Comandancia General de las Provincias Internas de Oriente, se creó el año de 1776 a propuesta del

visitador José de Gálvez, para garantizar el gobierno y la protección efectiva a las regiones norteñas de

la Nueva España. El comandante general de las provincias poseía facultades políticas y militares

semejantes a las de un virrey, a fin de que pudiera asegurar para la corona española la ocupación y el

control eficaz del territorio. A lo largo de este artículo veremos como estuvo encabezada por miembros

prominentes del ejercito y que desde luego desempeñaron un papel importante. El mismo Calleja fue
nombrado comandante de ella en 1812, pero nunca tomo posesión pues se convirtió el virrey

enseguida.

A lo largo de su existencia la comandancia no mantuvo una estructura única sino que ésta se fue

adecuando en función de las coyunturas políticas prevalecientes. En general, mantuvo cinco diferentes

estructuras: a) la primera desde su creación en 1776 fue la de una comandancia única e independiente

del virrey; b) la segunda inició en 1785 y funcionó como una comandancia triple dependiente del virrey

novohispano; c) la tercera inició en 1787 como parte de una comandancia doble adscrita al virrey

dividida en Provincias Internas de Oriente y de Occidente; d) existió un cuarto momento a partir de

1792 cuando volvió a funcionar como una comandancia única e independiente y finalmente; e) hubo

una quinta etapa, desde 1810 en que funcionó la comandancia dividida en dos, la Comandancia General

de las Provincias Internas de Occidente que comprendía Sinaloa, Sonora, California, Nueva Vizcaya y

Nuevo México y la Comandancia General de las Provincias Internas de Oriente donde quedó

comprendido Coahuila, Texas, Nueva Santander —Tamaulipas— y Nuevo León.194

El primer personaje en ocupar la máxima responsabilidad en cuanto a la administración de las

Provincias Internas fue Teodoro de Croix y rápidamente enfocó sus preocupaciones a reorientar la

actividad de los presidios y de la acción militar contra los indios. Una de sus primeras

recomendaciones fue insistir en los presidios como entidades de caballería ligera y prescindir de

indumentaria, hombres y pertrechos con tal de ganar en movilidad para perseguir eficazmente a los

enemigos.195.

194
Israel Cavazos Garza. Breve historia de Nuevo León, México, D.F., El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica,
1994, p. 86. En su tercera etapa, es decir, a partir de 1786 al ser establecido el sistema de intendencias las provincias de
Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Texas quedaron incorporadas a la de San Luis Potosí. Bajo este sistema
administrativo desaparecieron las alcaldías mayores.
195
David J. Weber, La frontera norte de México, 1821-1846. El sudoeste norteamericano en su época mexicana, Madrid,
España, Editorial Mapfre, 1992, p. 321.
El año de 1786, Bernardo de Gálvez, como nuevo virrey de la Nueva España, conciente del

problema que significaba el descuido de la frontera para la integridad territorial del ámbito

novohispano, dictó nuevas disposiciones para la protección de la Provincias Internas donde enfatizaba

la necesidad de hacer la guerra sin cuartel a los indios que no estuvieran en paz y provocar la división

entre ellos para poder vencerlos.

Lo importante es que en general, se logró mantener una relativa estabilidad entre las tribus

indias y los pobladores españoles prácticamente hasta la etapa de la independencia, donde se produjo

un giro importante. Para esta época, la sede de la Comandancia Militar de las Provincias Internas de

Oriente —que un tiempo estuvo en disputa con Saltillo y Múzquiz— estaba establecida en Monterrey

de manera definitiva y ejerció un sólido control militar en la zona entre 1810 y 1835. Su estafeta sería

recogida por el Ejército del Norte, cuyo funcionamiento revisaremos entre 1836 y 1846. Fueron estas

dos entidades las que articularon la acción político militar del ejército en la región y en ello jugaron un

rol fundamental Joaquín de Arredondo y Mariano Arista.

a) El primer rasgo que nos interesa destacar de este cuerpo militar de la comandancia, es que es

portadora de un nuevo modelo de ejército, ya no se trata de la pervivencia del presidio, como

institución de antiguo régimen, sino ahora se pretende configurar una nueva estructura y administración

de los cuerpos militares acordes con la racionalidad moderna. Para este momento de establecimiento de

la comandancia, el ejército como institución ha experimentado muchos de las transformaciones de la

revolución militar moderna. Se ha configurado un tipo ideal de guerra donde el adiestramiento, la

disciplina, las tácticas y la ciencia al servicio de las armas son predominantes. Se dejó de lado el

sistema de tercios y se asumió desde el último tercio del siglo XVIII el modelo prusiano como el

prototipo de este cuerpo disciplinado y adiestrado para el combate, su modelo en general fue adoptado

por España y posteriormente traído al ámbito novohispano.


En forma contundente, Federico II, rey de Prusia, había dispuesto que sus ejércitos debían

funcionar con una “exactitud similar a la del reloj”, para ello debían recibir un adiestramiento basado

en la disciplina, ya que “la más ligera pérdida de disciplina conducía a la barbarie”.196 El historiador

español Andújar Castillo señala que en estos cuerpos militares:

“... la disciplina se cimentaba sobre un cuidadoso sistema de instrucción en el que los

movimientos se realizaban con tal precisión que permitiría alcanzar luego en el campo de

batalla una gran movilidad táctica y concebir el combate como una cuestión en la que el

método era lo esencial”.197

Es un período histórico en el que se establecen las formaciones militares para los regimientos,

predominando la de orden cerrado, donde los integrantes de la tropa se agrupan codo a codo y en filas

sucesivas disparan y se dejan matar disciplinadamente, ejemplificando en su crudeza el prototipo

occidental de hacer la guerra.198 Fue aquí cuando España no quiso permanecer al margen de los

adelantos del ejército prusiano y abolió los tradicionales tercios para adoptar la formación en

regimientos.

Aunque la monarquía española había iniciado el siglo XVIII reformando el ejército en base al

modelo francés, durante el reinado de Carlos III, se decidió reorientar los cambios hacia el modelo

prusiano, como lo reflejan las Ordenanzas Militares de 1768 donde prácticamente se sigue este

196
Francisco Andújar Castillo. Ejércitos y militares en la Europa moderna, Madrid, España, Editorial Síntesis, 1999, p. 65.
197
Ibid.
198
Martínez Teixidó, Antonio. Enciclopedia del arte de la guerra, Madrid, España, Editorial Planeta, 2003. Tras las
guerras napoleónicas gradualmente la discusión entre los partidarios de la línea y de la columna como formaciones básicas
se había ido inclinando a favor de estos últimos, pues Napoleón había evidenciado la potencia de choque que podía tener la
columna frente a la artillería.
prototipo al pié de la letra.199 La asunción del prototipo militar prusiano en el ámbito hispano y

novohispano se tradujo también en el carácter aristocrático de la oficialidad que dirigía los ejércitos. De

ello dan cuenta tanto Andújar Castillo para España como Christon Archer, respectivamente.

Textualmente señala el primero:

“El ejército se transformaría en el decurso del siglo XVIII en una institución de

carácter nobiliaria, cerrada sobre sí misma e infranqueable para todo aquel individuo ajeno

al estamento noble. La política borbónica de ennoblecimiento de la milicia obtuvo como

resultado no ya la plena incorporación de la nobleza sino lo que es más, la formación de un

auténtico estamento militar identificado con el estamento nobiliario”.200

Para el ámbito novohispano, el historiador Archer señala que a fines de la década de 1780 y a

raíz de las reformas borbónicas y particularmente con la introducción del sistema de intendencias hacia

1786 se recibió a un nuevo grupo de administradores peninsulares poderosos que debían imponer “su

propia autoridad personal y establecer una nueva estructura gubernamental... muchos de estos

funcionarios provenían directamente del ejército español, le impondrían un carácter particularmente

disciplinado a sus nuevas tareas”.201

199
Francisco Andújar Castillo. Los militares en la España del siglo XVIII. Un estudio social, Madrid, España, Universidad
de Granada, 1991, p. 59.
200
Ibíd., p. 157.
201
Christon Archer. El ejército en el México borbónico, 1760-1810, México, D.F., Fondo de Cultura Económica, 1983, p.
141.
En gran medida, este modelo de ejército, fue imitado a escala regional. En opinión de Octavio

Herrera entre 1810 y 1821 Joaquín de Arredondo202 garantizó el predominio realista en las Provincias

Internas de Oriente y aseguró una década de férreo control militar en la región.203

Un ejemplo significativo de la eficacia con que Joaquín Arredondo eliminó la amenaza

insurgente en Nuevo León fue la persecución al indio insurgente Juan Candelario de la Cruz. Se trató

de un caudillo indígena quien encabezó a indios ayaguas y garzas en el norte del estado,

específicamente en Vallecillo, donde reunió centenares de indígenas e incluso participó con José de

Herrera en el ataque a Monterrey el 3 de julio de 1813, causando alarma en la población. A la llegada

de Arredondo comisionó a varios subalternos para que lo persiguieran siendo aprehendido, juzgado y

fusilado en Monterrey en noviembre de 1814.204

Con una comandancia ampliamente vinculada al realismo y con todos los desplantes que

Arredondo, el virrey del norte había hecho sufrir a los liberales regiomontanos, ¿Cómo iba a sobrevivir

a la independencia la figura de la comandancia? Aun con todo el recelo que podrían tenerle, sabían que

era necesaria la presencia militar, solo que iban a luchar gradualmente para que respondiera ya no a los

intereses el centro, sino a los de emergente elite regional. Pero vayamos con calma, ya que esto no iba

a ser fácil. Con la salida de Arredondo, la responsabilidad de cubrir su papel político correspondió a

Gaspar López uno de los hombres de confianza de Agustín de Iturbide a quien correspondió liderar la

región durante los dos años siguientes.

202
Joaquín de Arredondo era oriundo de Barcelona (1778) e hijo del prominente militar español y caballero de Calatrava y
teniente general de los Reales Ejércitos don Nicolás de Arredondo y Pellegrín. Fungió como Comandante de las Provincias
Internas de Oriente y debido al férreo control militar que ejerció fue conocido popularmente como “el Virrey del Norte”.
Ante la consumación de la independencia huyó a la Habana, Cuba, en 1822, donde permaneció hasta su muerte ocurrida en
1837.
203
Octavio Herrera Pérez. “Joaquín de Arredondo y el predominio realista en las Provincias Internas de Oriente, 1810-
1821”, en Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, t. XXXV, México, D.F., Academia Mexicana de Historia,
1992, p. 43-78.
204
Mario Treviño Villarreal. San Carlos de Vallecillo. Real de Minas, 1766-1821. Monterrey, N.L., Archivo General de
Nuevo León, 1987, p. 67.
Le sucedió Felipe de la Garza en cuyo período el Congreso de la República determinó que la

sede de la comandancia estuviera “donde resida el comandante” garantía en merced de la cual

terminaba el conflicto por la sede fija de la misma asumiendo ésta una categoría itinerante hasta 1826

en que el gobierno general dispuso la sede en la villa de Palafox, al norte del actual Laredo, en Texas.

b) Aquí aparece un segundo rasgo que debemos destacar de la comandancia y tiene que ver con

el financiamiento, aspecto desde luego imprescindible para garantizar la eficacia de los cuerpos

militares destacamentados en la frontera. Correspondió a Felipe de la Garza instrumentar el primer

esquema de financiamiento de la comandancia con los recursos económicos provenientes de los puertos

recién habilitados en el litoral de Tamaulipas: Soto La Marina, Matamoros y Tampico. Aquí lo

interesante es que aparece un nuevo mecanismo de financiación de las tropas de la comandancia. Ya no

se trata de soldados presidiales a cargo de la Real Hacienda, sino que ahora en plena época de la

apertura comercial de la región a través de sus puertos, estos a través de sus aduanas, se convierten en

los mecanismos que van a financiar los ejércitos.

Este nuevo especto, el de la financiación del ejército no fue un asunto menor. Resulta evidente

que de forma gradual estas tropas ya no responderían a los intereses de las autoridades del centro sino a

quien mantuviera el control de las aduanas. Por ello a partir de ese momento el control de las aduanas

fronterizas estuvo vinculado al control militar de la zona, dando un margen de maniobra política para

los actores locales que buscaron su control. Sin embargo el nuevo mecanismo de financiamiento no

resultó eficiente de manera inmediata. A de la Garza, le sucedió en el cargo José Bernardo Gutiérrez de

Lara quien ocupó la comandancia de los Estados Internos de Oriente a mediados de 1825, período en

que enfrentó numerosas dificultades para poder financiar sus operaciones teniendo prácticamente como

única fuente de financiamiento a la aduana de Matamoros.


Otro militar de primer orden le sucedió en el cargo, se trató de Anastacio Bustamante quien

arribó a la región hacia 1826 e instaló su cuartel general en Laredo, Texas. Bustamante trató de

corregir el desorden aduanal prevaleciente en la aduana de Matamoros cuyos escándalos de corrupción

llegaban hasta la ciudad de México. Sin embargo, las turbulencias de la política nacional le obligaron a

entregar la comandancia al militar tamaulipeco Felipe de la Garza al que luego sucedería Manuel de

Mier y Terán. Éste entraría en conflicto con Felipe de la Garza por el control de Tamaulipas y por que

este último apoyaba a Francisco Vital Fernández, influyente político tamaulipeco que había organizado

en esta entidad las milicias cívicas.

Sin embargo, fue Mier y Terán205 el que diseñó el esquema más acabado de fuerzas militares en

el noreste de México, se componía de un general en jefe, al frente de la comandancia general, de dos

ayudantes de inspectores, un comandante general inspector, dos ayudantes inspectores, dos batallones

de infantería, un regimiento de caballería y una compañía de artilleros. Adicionalmente, contaba con

dos compañías volantes de caballería permanente en Tamaulipas, una compañía presidial de caballería

permanente en Nuevo León, cuatro más en Coahuila y tres en Texas. Además, estaban tres compañías

activas repartidas en Nuevo León y Coahuila según datos de Vicente Filisola.206

Herrera Pérez coincide en que se trata del máximo despliegue de tropas ocurrido en el noreste

durante el período analizado.207 c) El tercer rasgo que queremos destacar de este cuerpo militar es el

que tiene que ver con un cambio en los esquemas de administración del ejército, se trata de la aparición

205
Manuel de Mier y Terán fue un ingeniero nacido en la ciudad de México en 1789. Había estudiado en el Colegio de
Minería. Se distinguió en varias acciones de armas a favor de la independencia de México. Fue nombrado ministro de
guerra en 1824 y director de la Comisión de Límites entre México y los Estados Unidos en 1827. Desilusionado de los
fracasos para controlar militarmente la frontera y por problemas personales se suicidó en Padilla, Tamaulipas, en 1832. En
su honor, la villa nuevoleonesa de La Mota se erigió como General Terán en 1851.
206
Vicente Filisola. Historia de la guerra de Texas, v. I, México, D.F., Editora Nacional, 1969, p. 468-477.
207
Octavio Herrera Pérez. “Estructura y funcionalidad del Ejército Mexicano en la línea del Río Bravo, 182l-l846”, en
Memorias de la Academia de la Historia, correspondiente a la Real de Madrid, México D.F., 1993, p. 80.
de la figura de los “inspectores” que aparece reiteradamente en la oficialidad de la comandancia dando

idea del rol de vigilancia y supervisión que los jefes ejercían sobre la tropa. Este no es un cambio

menor, sino que nos habla de las transformaciones que se están produciendo en el ámbito militar con la

idea de consolidar una administración centralizada del ejército. Los inspectores eran los responsables

de “revistar” en forma periódica el estado en todos los órdenes de los regimientos, es decir el control

de las tropas, de soldados y de oficiales, ver sus condiciones de salud, el estado del armamento y evitar

la deserción.208

Este nivel de militarización del espacio estudiado para fines del XVIII y principios del XIX

parece inaugurar un periodo en que la guerra gradualmente se estatiza, es decir genera la formación de

todo un cuerpo militar controlado y vigilado por el Estado, es sobre este horizonte donde intentamos

caracterizar el accionar y la funcionalidad de la Comandancia de las Provincias Internas de Oriente

asentada en Monterrey.

Sin embargo los proyectos de estatización de la guerra y la forma en que esta influía en la

organización del espacio y la disposición de los cuerpos no siempre resultaba tan efectiva. Las

autoridades locales y desde luego los vecinos, que tenían una experiencia acumulada de por lo menos

doscientos años de lidiar con liderazgos militares que constantemente les exigían cuotas y cooperación,

no siempre voluntaria van a jugar un rol fundamental en el agotamiento de la comandancia, aunado

desde luego al hecho de que “el asunto de Texas” estaba tomando dimensiones insospechadas.

En el caso de la comandancia oriental que venimos estudiando, no siempre fueron militares de

primer nivel los que la encabezaron, para 1832 a consecuencia del suicidio de Mier y Terán recayó el

mando en el general Ignacio Mora, hombre desconocido en la región y de escasa iniciativa militar.

208
Francisco Andújar Castillo. Ejércitos y militares en la Europa moderna, Madrid, España, Editorial Síntesis, 1999, p. 93.
Fue relevado por Vicente Filisola, general de origen italiano que había integrado el ejército

realista y secundado el Plan de Iguala. Filisola enfrentó numerosos desafíos económicos y políticos

para mantener en pie la comandancia de los Estados de Oriente y finalmente pidió un salvoconducto y

se retiró a Monterrey aludiendo problemas de salud. Para este tiempo, el presidente Santa Anna

decidió encabezar la Primer Campaña de Texas (1835-1836) integrando para ello el denominado

Ejército de Operaciones sobre Texas, entidad en que quedaron fusionados los jefes y la tropa que era

parte de la comandancia, quedando ésta completamente integrada a este cuerpo militar expedicionario.

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SALVADOR TREVIÑO, S. J.

-El padre Salvador Treviño es originario de la ciudad de Chihuahua donde nació en el año de 1939.
- Los estudios primarios, de secundaria y de bachillerato los cursó en el Instituto Regional de los
Padres Jesuitas de esa ciudad.
- Ingresó a la Compañía de Jesús donde se ordenó de sacerdote.
- Es licenciado en antropología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
-Actualmente pertenece al Seminario de Vida Cotidiana del Colegio de México en la ciudad de
México.
-Es investigador del Archivo Histórico de la Compañía de Jesús en México.

CHIHUAHUA-PASO DEL NORTE-SANTA FE NUEVO MÉXICO.


UNA SOCIEDAD CASTRENSE Y SU ENTORNO.
1810-1840.

Con el deseo de ilustrar un poco más, a manera de crónica, el Camino Real de Tierra Adentro,
tema tan apreciado por investigadores de la frontera norte de México y del sur de la Unión Americana,
me ha parecido bien abordar lo anterior a tres décadas, de 1810 a 1820, de 1820 a 1830, y de 1830 a
1840, haciendo referencia al principio a los antecedentes de 1800 a 1810 y al fin clausurando esta
crónica con los fastos acontecimientos entre 1840 y 1845, en total cuarenta y cinco años, prestando
relevancia particular a la presencia de una sociedad y de un ambiente castrense que en parte explica, me
parece, el talante de aquella vida cotidiana, lo cual se va a completar teniendo en cuenta el entorno
socioeconómico y político de aquella época. Es preciso añadir que el eje de toda esta información parte
de los eventos que se registraron en la Villa de Chihuahua donde estaban presentes, de manera
destacada, gente ya del Presidio del Paso del Norte como de la Provincia del Nuevo México.
Fuentes para esta crónica castrense son: el Protocolo Notarial de la Cd. de Chihuahua, el
Archivo Histórico de la Presidencia Municipal de esa ciudad, los registros matrimoniales de la entonces
Parroquia de la Villa de Chihuahua, de todo lo cual se dará más por menor al final de este estudio.
Además consulté las obras tan conocidas de don Francisco R. Almada como son sus Gobernadores del
Estado de Chihuahua, su Diccionario de Historia, etc. finalmente, también me serví de los
Southwestern Journals de Adolph Bandelier (1880-1882 y 1885-1888) editados y anotados por Charles
H. Lange y Carroll L. Riley. Publicación hecha por The University of New Mexico, Press, 1966.
ANTECEDENTES 1800-1810

Desde 1776 Carlos III había expedido una Real Cedula erigiendo las llamadas Provincias
Internas de Nueva España independientes del virreinato novohispano; esta nueva demarcación
comprendía la Nueva Vizcaya, el Nuevo México, Coahuila, Texas, las Californias, Sonora y Sinaloa.
Su primer titular y comandante fue don Teodoro de Croix. Ya desde entonces se van a crear tres
cuerpos de milicia que después tendrán mucha presencia e influencia y que empezarán a conformar el
ambiente castrense de nuestro estudio, ellos fueron: los Dragones Provinciales del Príncipe, con asiento
en la Villa de Chihuahua, -los Dragones Provinciales de San Carlos, con asiento en Parral, -los
Dragones Provinciales de Santa Rosa con asiento en Cusihuiriáchic. El cometido que fue encargado a
don Teodoro de Croix se puede decir que fue el que siempre estuvo presente a través de aquellos años
en el actuar de los Comandantes Generales, a saber: -mejorar las milicias locales, -fundar pueblos
nuevos en lugares estratégicos y unificar las operaciones de las tropas de los presidios.
Dentro de la Nueva Vizcaya, ámbito territorial de nuestro interés se localizaban precisamente
los presidios siguientes: Janos, San Buenaventura, el del Norte, el Carrizal, San Eleazario, el del
Príncipe y San Carlos. Adentrándose ya en este periodo antecedente de nuestra crónica aparece el Sr.
Mariscal de Campo don Pedro de Nava como titular ahora de las Provincias Internas, quien termina su
gestión en noviembre de 1802. Le sucede el Sr. Brigadier don Nemesio Salcedo, quien aparte de su
gestión como militar alertó a sus superiores sobre los deseos de los angloamericanos de invadir Texas,
preludio de lo que va a suceder en 1835.
Además y dentro ya del entorno social de esos años don Nemesio Salcedo promovió la vacuna
contra la viruela y se apoyó en los trabajos del doctor Jaime Gurza director del Hospital Militar de la
Villa de Chihuahua. En el aspecto político y de gobierno este señor Brigadier removió como
Gobernador del Nuevo México a don Joaquín del Real y Alencastre, decisión que toca de lleno a
nuestro tema del Camino Real de Tierra Adentro. Todo lo cual se completa con la fundación que hizo
Salcedo de una Academia Militar para la preparación de cadetes de las Compañías Presidenciales. Otra
condición que ilumina y perfila más este periodo antecedente es el movimiento poblacional que se
daba entre la Nueva Vizcaya y el Nuevo México donde participaban familias que emigraban de un
lugar a otro. Tal es el caso de la familia Horcasitas que pasa del Presidio de San Elizario a la Villa de
Chihuahua. Don Ramón Horcasitas, casado con doña Margarita Santa Cruz y Soledad Horcasitas son
personas que aparecen en los libros parroquiales del curato de Chihuahua, ya en los registros de bautizo
como en los de matrimonio y también de defunción a través de la primera década del Siglo XIX. Hago
referencia al matrimonio de la última, Soledad Horcasitas cuando casa con el señor Armero del Rey
Juan Ignacio Hernández-también de San Elizario- el año de 1809. Ella decía ser hija de don Francisco
Horcasitas y doña Rita Bernal.
Parte importante de aquel ambiente castrense que relatamos lo constituían las llamadas
Compañías Volantes “de la expedición de estas fronteras”, como se decía entonces, la primera tenía
como sede el Presidio de Guejuquilla del que era capitán Antonio Ronquillo, la segunda Compañía
Volante estaba destacada en el Presidio de Namiquipa del que eran soldados efectivos Juan
Nepomuceno Herrera y José de Avalos, la tercera se localizaba en el Presidio de San Francisco de
Conchos en donde eran soldados carabineros Juan José Hernández y Albino Armendáriz y donde había
también una Compañía de Lanceros, finalmente una cuarta compañía se asentaba en el Presidio de San
Pablo (Meoqui) donde prestaban su servicio los soldados Rafael Márquez y Ramón Campa. Otras
Compañías Volantes estaban situadas en lugares más lejanos por ejemplo en el Presidio del Carrizal- al
sur de la actual Villa Ahumada donde moraban al capitán Valentín Moreno y su esposa Isidra de
Arnero.
Para estos primeros años del Siglo XIX y como ejemplo tanto de movimiento poblacional como
de vecindad militar nos queda el registro matrimonial –en la Villa de Chihuahua- de don Vicente
García, vecino del Presidio de Santa Fe Nuevo México, hijo del capitán don Antonio García y de doña
Inés Sandoval, para casar con Aniceta de Castro, en diciembre de 1801.
Con lo anterior cerramos los fastos antecedentes a la primera década que nos hemos propuesto
reseñar en relación al Camino Real de Tierra Adentro.

PRIMERA DÉCADA 1810-1820.


CRÓNICA.

Estos años fueron marcados por el evento del Grito de Independencia y la muerte de Hidalgo y
compañeros en la Villa de Chihuahua. todo lo cual llevó anejo el que el norte de la Nueva España
quedara, en parte, un poco más a su suerte. El Brigadier Nemesio Salcedo sigue al frente del gobierno y
va a resignar su puesto en julio de 1813 en la persona del señor Mariscal Bernardo de Bonavía y
Zapata. Para octubre de ese mismo año el gobierno de la Nueva Vizcaya recaía en el Mariscal de
Campo Don Alejo García Conde. Relatados estos sucesos, insoslayables, volvemos a la historia
regional de esta década en relación al Camino Real de Tierra Adentro.
Entre otros sucesos que cambiaron el rumbo de la historia de México, destaca, para estos años el
que la Constitución de Cádiz –marzo de 1812- abolía el pago de tributos y el repartimiento de indios,
medidas que serán implantadas después y que afectaron en buen medida la vida cotidiana de entonces.
En lo que respecta a nuestra crónica, desde el año de 1811 aparece el capitán Simón Elías González
como Teniente de Gobernador de la Provincia del Nuevo México. Había un comercio activo en esta
provincia gracias al interés del Teniente Coronel Don Pedro Armendáriz quien auspiciaba esta
actividad. En lo que se refiere al movimiento poblacional de toda esta zona queda como testimonio
inapreciable un registro matrimonial en la Villa de Chihuahua; corresponde al enlace de don Juan
García Ruiz “del Presidio de Santa Fe Nuevo México” para casar con doña Faustina Trespalacios;
aparece como padrino don José Félix, hermano de ella, el 25 de marzo de 1810.
Este registro matrimonial tiene además el siguiente interés, el padrino, José Félix Trespalacios
va a realizar pocos años después – en 1814- el más serio de los movimientos a favor de la
independencia en la Villa de Chihuahua en unión de Juan Pablo Caballero y del Teniente Gaspar de
Ochoa, cosa que no llegó a su fin por una delación inesperada.
Quedan también registrados otros movimientos de población entre Santa Fe Nuevo México y la
Villa de Chihuahua en diversas actas matrimoniales del curato de esta villa. Paso a relatar esto. Don
José Mariano Calles, de Santa Fe, hijo de don José Andrés y de doña Josefa Cálves, casa con doña
Anacleta Fraire, 26 de julio de 1815. Don José María Arce, Teniente de la Segunda Compañía
Presidial, de Santa Fe, casa con doña Justa Pastor de Uranga, de la Provincia de Texas, el 24 de febrero
de 1818; registro que involucra a vecinos de Texas y que amplía el ámbito de relación de aquellas
personas. Finalmente el matrimonio de José Rafael Sandoval, de Santa Fe, hijo de don Antonio
Sandoval y de doña María García de Noriega para casar con doña Francisca Trillo, 10 de mayo de
1818. Este registro tiene el interés de mencionar a la familia García de Noriega presente ya en los
fastos del Nuevo México desde los años de 1680 cuando don Diego de Vargas Zapata Luján se titulaba
Conquistador del Nuevo México.
Decimos que con la revuelta y lucha insurgente estos territorios del norte de la Nueva España
había quedado más a su suerte, lo cual se reflejó ante todo en un ver por la propia subsistencia y el
asegurarse que la Real Alhóndiga estuviera bien provista; además tuvo lugar una promoción de ciertas
industrias, por ejemplo hubo un aumento en el número de telares de la Casa del Obraje en la Villa de
Chihuahua, a la vez que se impulsó la fabricación de algunos artefactos de cobre como serían las
puntas de lanza utilizadas en la lucha contra los indios. Dentro también de este desarrollo material
pudiéramos mencionar el que da inicio y se funda la Casa de Moneda en enero de 1811, con don
Ramón Peimbert como jefe ensayador. De las listas de familias que moraban en los diversos barrios
de la Villa de Chihuahua mencionamos la de don Mariano Islas y la de don Antonio de Castro
Mascarenas quienes aparecían como “artesanos en la moneda”.
Todo lo anterior benefició tanto a la Nueva Vizcaya como al Nuevo México, ya que entre este
año de 1811 y el de 1814 se acuñaron casi cuatro millones de pesos, el señor comandante de armas
Teniente Coronel Don Antonio García Tejada era el encargado de asegurar los convoyes de pesos
acuñados que salían de la villa, siempre apoyado por el Gobernador Intendente que ahora lo era el
Mariscal Don Alejo García Conde.
Esta primera década que historiamos, de 1810 a 1820 quedó marcada pues por la efervescencia
de la insurgencia la cual coadyuvó a una mayor interrelación entre los moradores de los diversos
presidios. Muestra y prueba de lo anterior son también las Informaciones Matrimoniales que se
conservan del archivo parroquial en la época de varios vecinos del Presidio del Paso del Norte que
llegaban a la Villa de Chihuahua y ahí contraían matrimonio. Paso a relatar algunas de ellas. Salvador
Durán, de allá, hijo de Juan Durán y de Rosa Muñoz que casa con María Rosa Quiróz, 26 de
septiembre de 1815. Don Antonio del Real y Alencastre para casar con doña Antonia Calles, 19 de
enero de 1818. Acta esta que tiene el interés que el pretenso era de la familia del ex Gobernador del
Nuevo México don Joaquín del Real Alencastre quien había sido removido de su puesto por el
Comandante don Nemesio Salcedo como habíamos visto. Finalmente el matrimonio de don Gregorio
de Anchondo con doña Josefa Uranga y Aguirre –de aquel presidio- del 24 de febrero de 1818.
Terminamos este movimiento poblacional entre los diversos presidios y la Villa de Chihuahua
haciendo referencia al Presidio de San Elizario y al de San Francisco de Conchos. El registro
matrimonial eclesiástico del capitán José Higinio Muñoz, hijo de don Anastasio M. y de doña Juana
Rita Montes de Oca, asienta que esta familia procedía de San Elizario; él va a casa con doña Nieves
Arregui el 8 de abril de 1813, andando el tiempo procederán de ellos don Laureano y don José Eligio
Muñoz que fueron gobernadores del Estado de Chihuahua, y tuvieron actuación destacada en la historia
local. Respecto a los soldados y vecinos y vecinos del Presidio de Conchos sabemos que Albino
Armendáriz, carabinero de la Compañía de Lanceros va a casar con doña María de Jesús Puebla el 15
de agosto de 1816. Antonio Rivera casa con Guadalupe Hernández Perea el 19 de noviembre de 1816
y finalmente José Antonio Gardea contrae matrimonio con Ignacia Martínez el día 24 de enero de
1817.
Ponemos fin a esta primera década y su crónica asentando que empieza a aparecer nuevos
nombres y nuevos rostros en la sociedad de la Villa de Chihuahua que después participarán
activamente en la vida cotidiana de toda esa zona territorial. Principiamos con la familia Doporto
representada por don Ventura y don Toribio, padre e hijo; despues aparece la familia Cuarón, integrada
por don Francisco y doña Agustina Suárez; también está presente con mucha nota la familia Hinojos
formada por don Mariano Hinojos y su hermana doña Manuela; este señor era Primer Oficial de la
Comandancia de Provincias Internas y su hermana estaba casada con el Teniente Coronel Don José
Antonio de Arce padres del Gobernador Arce de los primeros que tuvo el Estado de Chihuahua. Otra
familia de mucha actividad para estos años fue la de los Zubirán integrada por don Alejandro y don
Pablo, todos ellos en buena relación con el franciscano fray Joaquín de Arenas quien figuraba por
aquellos años como Capellán del Hospital Militar en la villa.

SEGUNDA DÉCADA 1820-1830.


CRÓNICA.

Esta segunda década va a quedar señalada y caracterizada casi desde sus inicios por dos
acontecimientos que cambiaron de raíz la historia de México, el primero, la consumación de la
independencia por Agustín de Iturbide en septiembre de 1821, y el segundo el inicio de México como
República Federal Independiente en 1824. Brevemente apunto y recuerdo los siguientes fastos; - en
julio de 1823 el Congreso Nacional en la ciudad de México emite un decreto a través del cual la Nueva
Vizcaya quedaba dividida en dos Provincias, la de Durango y la de Chihuahua, en las cuales habría
una Diputación Provincial; - el día 11 de agosto de ese mismo año es nombrado don Mariano
Horcasitas primer Jefe Político de la nueva Provincia de Chihuahua; el día 31 de enero de 1824 el
mismo Congreso Nacional en la ciudad de México expide el Acta Constitutiva de la Federación
Mexicana. Ahora México es una República Representativa Federal, dividida Estados de la Federación.
– El día 6 de julio de ese mismo año Chihuahua es creado Estado de esa Federación y su primer
gobernador será don José de Urquidi desde el día 8 de septiembre.
Cambios tan de raíz y tan profundos poco a poco fueron asimilados por los moradores de los
antiguos Presidios y localidades del Camino Real de Tierra Adentro; por lo pronto empiezan a aparecer
en la Villa de Chihuahua y con influjo en otras demarcaciones desde los principios de esta década
nuevas personalidades que pocos años después van a tomar parte activa en la vida cotidiana, política y
social de esta zona y región. Proporciono como ejemplo a los dos siguientes personajes, don Rudecindo
González Rey y don José Ma. Sánchez Pareja. Don Rudecindo era Alférez de la Primera Caballería del
Mezquital, se había avecindado en la Villa de Chihuahua y contraído matrimonio con ella con doña
Francisca del Valle hija de don Francisco Jerónimo del Valle Capitán de Dragones Provinciales del
Príncipe, en septiembre de 1820. Pocos años después don Rudecindo González Rey aparecía como
Vicegobernador del Estado de Chihuahua.
Por su parte don José Ma. Sánchez Pareja provenía de la antigua Nueva Galicia y era Teniente
de la Compañía de Granaderos del Batallón de Zacatecas, el cual va a casar con doña Josefa Maceyra
el 22 de julio de 1822. Ya para ese año él era un activo comerciante entre esos dos lugares, Chihuahua
y Zacatecas. Don José Ma. Llegará a ser después Gobernador del Estado de Chihuahua. La presencia
de estos personajes y la de otros que después referiremos sugiere un movimiento poblacional más
amplio y general de otras zonas de la Nueva España con la Nueva Vizcaya y el Nuevo México.
Mientras el amplio foro de la Nueva España se resquebrajaba y era afectado por los
acontecimientos descritos y el moviendo poblacional se incrementaba y diversificaba, las latitudes del
norte seguían su ritmo vital y EL Camino Real de Tierra Adentro continuaba sus actividad aunque ya
con presagios de nuevas circunstancias y nuevas situaciones. La historia regional del norte conserva los
siguientes fastos que iluminan el aspecto de interacción social de la vida de entonces. Son José Ma.
Porras contrae matrimonio don doña Josefa de la Riva – del Presidio de San Elizario- hija del capitán
Manuel y de doña Rosa Casanova, Chihuahua, 14 de diciembre de 1821. Don Simón de Ochoa,- quien
había sido Alférez Real de la Villa de Chihuahua,- viudo de doña Petra Santa Cruz, casa con doña Paz
García de Tejada hija del señor comandante don Antonio de de doña Trinidad de la Concha,
Chihuahua, 25 de marzo de 1825. Juan Arroyos, del Presidio de San Elizario, hijo de Antonio y de
Casilda Escageda, casa con Dolores de Arce, expuesta en casa del Sr. Teniente Coronel José Antonio
Arce, 14 de marzo de 1827. Francisco Colombo, cabo del Paso del Norte, hijo de don Luis y de doña
Josefa Alvidrez casa con Concepción Armendáriz, Chihuahua, 30 octubre de 1827. El señor licenciado
don Victoriano Guerra Asesor General del Estado casa con doña Rosa Uranga y Aguirre, 25 de febrero
de 1827. este licenciado tenía la particularidad de proceder del antiguo reino de la Nueva Galicia y
representa el ambiente de los nuevos tiempos sobre todo ahora que el nuevo Estado de Chihuahua había
quedado independiente en lo judicial de Guadalajara pues había creado un Juzgado de Segunda
Instancia en él.
Tanto la creación del nuevo Estado de Chihuahua – 6 de julio de 1824- como la situación del
Territorio del Nuevo México con su Jefe Político Interino Manuel de Armijo- en 1828- tendrán una
nueva condición política y social donde los nuevos gobernadores marcarán la pauta en la vida civil para
aquellas demarcaciones; y como el Camino Real de Tierra Adentro cruzaba esos ámbitos geográficos,
por fuerza salía afectado con todo lo que iba aconteciendo. Para más claridad e información vamos a
recordar la lista de los Gobernadores del Estado de Chihuahua desde 1824 hasta 1830, mencionando
aun los Interinos, ellos fueron: José de Urquidi, José Antonio Arce, Simón Elías González, José
Antonio Ruiz de Bustamante, José Isidro Madero, José Ma. Sánchez Pareja, Mariano Horcasitas y
Pedro Olivares. Sorprende el número de ellos en tan poco tiempo, lo cual se debía a las situaciones de
emergencia ya de cambio político ya en relación con los amagos de los indios.
Respecto al ambiente castrense que destacamos en estas décadas hay que asentar que todo esto
siguió delante pero con diversas modalidades; por ejemplo en 1825 son suprimidas las Compañías
Volantes por la Secretaría de Guerra en la ciudad de México, en cambio fueron creadas las
Comandancias Generales de las cuales su primer titular en la ciudad de Chihuahua va a ser el coronel
Gaspar de Ochoa. Con esta ocasión le va a tocar el Gobernador Elías González el reorganizar las
Milicias Cívicas el año de 1826. Dos años después en 1828 aparecía como nuevo Comandante el
Coronel Don José Santa Cruz.
Terminamos de reseñar esta segunda década haciendo mención de los cambios socio-culturales
que ocurrieron sobre todo en la ciudad de Chihuahua pero con amplia irrigación en otras zonas. Dentro
de un ambiente de más libertad y cultura aparecen dos eventos dignos de mención, el primero, que el
año de 1826 Rafael Núñez introduce la primera imprenta, y el segundo que el Gobernador Arce declara
la abolición de la esclavitud en el Estado. Poco después acontece la expulsión de los españoles con el
consiguiente trastorno económico. Al respecto es interesante el comunicado que hacía Manuel de
Armijo, entonces Jefe Político Interino del Territorio del Nuevo México, al Sr. Ministro de Relaciones
Exteriores en la ciudad de México sobre la presencia de aquel territorio de ciertos y su expulsión;
menciona a dos frailes franciscanos, fray Teodoro de Alcina y fray José de Castro, y a los vecinos
Antonio Jiménez y Antonio Pérez. Digo que esto es interesante pues retrata la mentalidad de la época
del interrogatorio que se hace a los prisioneros, del cual extracto lo siguiente: Si reconocen a la Nación
Mexicana como independiente de otra nación extranjera, la cual es libre y soberana en sí misma; si
reconocen que su sistema de gobierno es popular y representativo y federal, etc., papeles que están
fechados en la ciudad de Santa Fe Nuevo México el día 5 de febrero de 1828. (1)
Dentro todavía de este mismo tema de la expulsión de los españoles pero más en relación con
los trastornos económicos que generó, menciono –como paliativo- la asociación que hizo don Mariano
Horcasitas con su cuñado don Bernardino Gómez del Campo para iniciar un giro económico y
comercial que tuvo influencia no solo en la ciudad de Chihuahua sino también en otras partes del
Estado. Otro evento de tipo cultural que tiene lugar en esos años va a ser el que la escuela oficial para
varones va a recibir nuevo impulso gracias a su director el Sr. Pbro. Don Antonio Cipriano de Irigoyen
que andando el tiempo será el Instituto Científico y Literario de Chihuahua. Otro fasto digno de
mención en esos años va a ser que da inicio el auge minero de lo que despues será conocido como
Guadalupe y Calvo. En la ciudad de Chihuahua aparecía como encargado de la Casa de Ensaye don

(1) Archivo General de la Nación, México. Gobernación, Siglo XIX. Expulsión de españoles, Vol. 19, exp. 6º. Fol. 181.
Antonio Macharrás el año de 1830. Desgraciadamente empiezan a ser expoliados de sus tierras los
pueblos de indios en beneficio de particulares, cosa que sin duda animó a aquellos a responder y
defenderse y empezar las represalias; por ejemplo loas hostilidades de los comanches contra Paso del
Norte. Así termina esta década con un sombrío presagio de lo que va a suceder en los años siguientes.

TERCERA DÉCADA 1830-1840.


CRÓNICA.

Estos años están presididos por cuatro acontecimientos que influyeron en gran medida la
historia y la crónica que relatamos, los dos primeros son de carácter más general y nacional, la
adopción del Centralismo como forma de gobierno y la pérdida de Texas; los otros dos acontecimientos
tuvieron repercusión local y en su medida cimbraron la estabilidad del Camino Real de Tierra
Adentro: el asesinato del Gobernador de Nuevo México Coronel Albino Pérez y la insurrección
general de apaches y comanches en casi todo el Estado de Chihuahua. Otro suceso que empieza a
pervadir toda la República Mexicana es el inicio de los dos grandes partidos políticos de México de
mediados y fines –casi-del Siglo XIX, los Conservadores y los Liberales. Dentro ya de nuestra década e
historia más particular hago mención al inicio de este relato de los Gobernadores del Estado de
Chihuahua que tuvieron inferencia más particular en todo esto: Simón Elías González, José Andrés
Luján, José Rafael Revilla, José Ma. Sánchez Pareja y José Joaquín Calvo.
El movimiento poblacional y de relación con Paso del Norte y con Santa Fe Nuevo México
seguía en actividad, así lo muestran los siguientes registros matrimoniales en la ciudad de Chihuahua.
Primero veremos lo del Paso del Norte. Don Julián Bernal, diputado de allá, viudo de doña Francisca
Provencio, casa con doña Margarita Valenzuela, 9 de septiembre de 1833. Casa don Eusebio Cuarón,
viudo de doña María Provencio, de allá, hijo de don José Cuarón, con doña Santos Ramírez, padrino,
Mariano Cuarón, 19 de julio de 1836. Don Manuel Landa y Villa casa con doña María Guereque, de
allá, hija de Juan José Guereque, 3 de junio de 1838. Sigue ahora la relación con Santa Fe. Casa Martín
de Irigoyen, de allá, hijo del homónimo, que se titulaba Armero del Rey, y de doña María de la O, con
Encarnación Alarcón, 13 de enero de 1834. Máximo Labrada casa con Dominga de Ibave, de allá, hija
natural de Clara Archuleta, 7 de abril de 1834.
Si vemos ahora el ambiente castrense de nuestro interés, nos enteramos que en el año de 1831
aparecía como Comandante General en la ciudad de Chihuahua y el territorio de Nuevo México el
entonces capitán José Joaquín Calvo. Por su parte el militar Mauricio de Ugarte ese mismo año de 1831
era Teniente de la Compañía Activa de Chihuahua, y el año siguiente era ya Jede de la Compañía
Presidial del Paso del Norte; después de cortas instancias en otros lugares regresa a esa demarcación
del Paso y el año de 1835 es su Jefe Político, cargo que tendrá hasta el año de 1837. Dicho ambiente
castrense se va a ver exacerbado a través de casi toda esta década con la insurrección general apache.
Los mencionados Gobernadores del Estado tomaron parte aun más activa ante esta situación, así, el año
de 1834 don José Ma. Sánchez Pareja siendo Vicegobernador obligó a los sirvientes y peones de
haciendas y ranchos a ir personalmente contra los indios; por su parte don Rafael Revilla estableció
recompensas económicas para las familias que hubieran perdido alguno de sus miembros en esa lucha.
El año de 1836 el Gobernador José Andrés Luján creó e impulsó una nueva milicia de civiles armados
para ir contra las incursiones de comanches que se atrevían a presentarse y llegar aun a las
inmediaciones de poblaciones más nutridas y avecindadas. Finalmente se asienta que en año de 1837 el
Coronel Simón Elías González atacó y persiguió a los indios mimbreños auxiliados por el Teniente
Coronel Ronquillo. Desolador ambiente que afectó de raíz al Camino Real de Tierra Adentro y que
ocasionó que un la sociedad civil se pusiera en pie de guerra ante tal emergencia.
Ya habíamos hecho referencia a otro acontecimiento que afectó de manera considerable a dicho
Camino Real, que fue la muerte del Sr. Gobernador del Nuevo México Coronel Albino Pérez. El editor
de los Southwestern Journals de Adolph F. Bandelier trae una lista de información biográfica de los
principales personajes que aparecen en esos diarios y uno es precisamente este Gobernador; de ahí
tomo la siguiente información. Fue coronel del ejército mexicano y es enviado al Nuevo México desde
el año de 1835. Llegó para promover una constitución de tipo departamental más que territorial.
Tenido por persona honesta procuró fortalecer y apoyar las leyes sobre los impuestos. La elección de
Ramón Abreu como Prefecto de Distrito trajo la rebelión de 1837 en el pueblo de Santa Cruz. El
Gobernador Coronel Albino Pérez acudió a enfrentar a los rebeldes pero fue atacado por sorpresa y
derrotado, huye a Santa Fe, no es recibido y le dan muerte los rebeldes apoyados por algunos indios el
8 de agosto de ese año de 1837.
Estos acontecimientos ocasionaron que el Comandante General de las armas de Chihuahua y el
Nuevo México José Joaquín Calvo enviara para aquella zona el Coronel Cayetano Justiniani con
soldados de tropa quienes apoyaron a Manuel Armijo apuesto a los rebeldes. El Nuevo México retorna
a la obediencia nacional y el año de 1839 aparecía como mando militar aparte del Comandante que
residía en Chihuahua.
Terminamos este relato de esta década turbulenta volviendo la vista y la atención a la sociedad
civil de entonces que procuraba seguir su ritmo de vida particular y privado ya a través de
movimientos poblacionales ya a través de los fastos del acontecer cultural y social. Respecto a lo
poblacional se registran los siguientes enlaces matrimoniales en la ciudad de Chihuahua. El Sr. Coronel
Cayetano Justiniani –que procedía de la ciudad de México- casa con doña Refugio Elías González,
padrino el Sr. Alférez Pedro Elías González, hermano de la desposada, 5 de mayo de 1831. Contrae
matrimonio el Sr. Teniente de Caballería Tomás Zuloaga- originario de Alamos Sonora- con doña
Mariana Loza y Lizardi, 29 de diciembre de 1832; notoriedad manifiesta tuvo esta familia Zuloaga, tres
hermanos de él destacaron en aquella época, el General Don Félix, que llegó a ser Presidente de la
República y don Luis y don José Ma. Zuloaga que llegaron a ser gobernadores del Estado de
Chihuahua. Don Miguel Álvarez y Góngora, del Presidio de San Elizario, casa con doña Juana Calvo y
Muro, 27 de julio de 1833. El Sr. Capitán de Caballería Juan José Ruíz de Bustamante casa con doña
Jesús Puchi y Cuarón el 12 de mayo de 1834. El desposado era hermano del que fue gobernador del
estado don José Antonio de igual apellido. Finalmente asentamos el matrimonio de Juan de Dios
Vázquez, soldado de la Compañía de Chihuahua, de Conchos, con María Luisa Quezada, primero de
septiembre de 1835. Casi todos estos desposados tenían algún parentesco entre sí.
En el aspecto de lo cultural y educativo se tiene que a través de los años de 1833, 1834 y 1835
aparecen tanto la escuela Lancasteriana como el plantel para niñas dirigido por el Sr. Juan José
Capoulade. Dentro de otros ambientes de la misma ciudad de Chihuahua destaca la presencia de dos
personajes que atrajeron el interés de otros habitantes de diversas zonas del Estado, ellos son el doctor
Francisco Hauffen, dentista, y don Pedro Olivares que tuvo la representación del Banco de Avío y que
después fue Gobernador del Estado. (Departamento). Respecto al ramo de la minería, da principio la
explotación de la zona de Corralitos impulsada por don Luis Flotte; en la ciudad de Chihuahua aparecía
por esos años como jefe de ensayo minero Domingo Larraguíbel.
He querido llegar al fin de esta tercera y última década de esta exposición para hacer referencia
a los señores presbíteros –sacerdotes católicos- y religiosos franciscanos que estuvieron presentes al
menos durante algún tiempo en diversos lugares de nuestro Camino Real de Tierra Adentro. Nuestra
historia colonial no se entiende sin la presencia de la Iglesia Católica; además, algunos sacerdotes
ostentaban el cargo de Capellanes Castrenses en diversas localidades. Brevemente asentaré los
siguientes fastos del ámbito donde sacerdotes del Clero Secular y religiosos de la benemérita Orden de
San Francisco llevaron adelante su actuación.
Desde mayo de 1796 aparecía como titular del amplísimo Obispado de Durango el Ilmo. Sr.
Don Francisco Gabriel de Olivares y Benito el cual va a permanecer en ese cargo hasta el año de 1812
en que muere. El año de 1801 llega como Visitador Episcopal a la Villa de Chihuahua el Sr. Pbro. Don
Pedro Millán quien ratifica como Capellán Castrense del Hospital Militar de la villa al Sr. Pbro. Don
Juan Francisco García. El siguiente Visitador Episcopal Pbro. Don José Mariano Urrutia quien llega en
marzo de 1800 confirmará como Cura Propio de la Villa de Chihuahua al Sr. Lic. Don Mateo Sánchez
Álvarez, de larga trayectoria ante quien pasaron muchas licencias matrimoniales de personas estantes
en la villa procedentes ya del Presidio de Paso del Norte como del Nuevo México.
Siendo ya Obispo de Durango el Ilmo. Sr. Don Juan Francisco de Castañiza aparece como
Capellán Castrense del dicho Hospital Militar de la Villa de Chihuahua fray Joaquín de Arenas OFM –
franciscano- corre el año de 1818. Siete años después, en 1825 encontramos al Sr. Presbítero don Juan
Rafael Rascón como Cura y Vicario en Paso del Norte. Ese mismo año va a morir el Sr. Obispo
Castañiza. Siguen unos años de Sede Vacante en el Obispado de Durango y en uno de ellos, el de 1828
aparece el Sr. Cura don José Ma. Horcasitas como Vicario y Juez Eclesiástico en el Nuevo México.
Esta Sede Vacante va a durar hasta el año de 1831 cuando es preconizado Obispo de Durango el Ilmo.
Sr. Don José Antonio de Zubiría y Escalante originario de Arizpe Sonora.
En la ciudad de Chihuahua se suceden dos Vicarios In Capite – personas encargadas ante la
Mitra de Durango de todo lo referente a la vida eclesiástica-, el año de 1833 el Sr. Pbro. José Francisco
Terrazas y en 1834 el ya citado Pbro. Juan Rafael Rascón antiguo Vicario de Paso del Norte. Después
de varias décadas sin visita episcopal, el año de 1834 dicho Sr. Obispo Escalante llega hasta el Nuevo
México, y tres años después lo encontramos en la Villa de Chihuahua, en 1837, y con el mismo
cometido. Pocos años después, en 1842 y ya casi al fin de nuestra crónica aparecía como Vicario In
Capite en la Villa de Chihuahua el Sr. Pbro. José Ma. Carballo. Finalmente asentamos que el año de
1844 el Sr. Pbro. José Mara Terrazas fungía como Sacristán Mayor de la Parroquia de Chihuahua.
Termina así esta breve reseña eclesiástica que hizo referencia al Camino Real de Tierra Adentro.

EPÍLOGO 1840-1845.
CRÓNICA.

Da inicio este postrer lustro de nuestra crónica castrense con un evento que afectó todavía más
la seguridad de aquel Camino Real de Tierra Adentro. Me refiero a la invasión por parte de los texanos
del Departamento del Nuevo México el año de 1841 cuando era Comandante General de Chihuahua
don Francisco García Conde. Este comandante envió al Coronel Andrés de Archuleta con un
destacamento para responder la agresión; los texanos son derrotados en Laguna Colorada en octubre de
ese año; Archuleta permanece en aquella demarcación.
Para el año siguiente de 1842 tanto el General Mariano Martínez de Lejarza como el Coronel
José Mariano Monteverde aparecían como gobernadores de Chihuahua. Ambos veían y se daban
cuenta cómo el Departamento del Nuevo México continuaba las hostilidades de parte de los texanos al
grado de que don Manuel de Armijo su titular flaqueaba y aun pensaba retirarse; ante tal crisis
Monteverde se traslada al Nuevo México el año siguiente de 1843 auxiliado por el Coronel Mauricio de
Ugarte y por el Capitán Gabino Cuilty quienes apoyarán y auxiliarán al ahora Comandante Militar
Coronel Juan Andrés de Archuleta; ante tal coalición los texanos se retiran.
Hemos hecho mención del Sr. Coronel Mauricio de Ugarte personaje destacado de la vida de
aquellos años; él era originario del Presidio de San Antonio Béjar en Texas y para ese año de 1842
figuraba como Jefe de la Comandancia Militar de Paso del Norte. Su ayuda fue además muy efectiva en
lo que se refiere a la inspección de los presidios de entonces. Para terminar estos avatares de esos años
tan alterados se consigna que tanto don Mariano Martínez de Lejarza como don José Mariano
Monteverde consiguieron también hacer tratos de paz con los indios levantiscos, el primero con los
apaches y el segundo con los indios gileños y mezcaleros. Terminamos así con este ambiente castrense
de nuestro estudio; en lo que respecta al movimiento poblacional de este postrer lustro y a la
comunicación a través de convoyes de carga que completa la vida cotidiana de entonces, se tiene lo
siguiente.
Dicho movimiento poblacional registra los siguientes enlaces en la parroquia de Chihuahua;
casa el Sr. Intendente Honorario del Ejército, Jefe de Hacienda y Tesorero de Durango Don Bonifacio
Gutiérrez con doña Guadalupe Palacios. Padrino el Sr. Gobernador de este Departamento General de
Brigada don Francisco García Conde. Primero de agosto de 1842. Este registro matrimonial muestra
unas relaciones civiles más amplias y en conexión todavía con lo que había sido la Nueva Vizcaya;
quizá en algunos aspectos la ciudad de Durango conservará aún ciertas prominencias en lo que al
ambiente del norte se refiere. Sobre lo que se lleva relatado de estos dos últimos lustros se ha utilizado
el término Estado de Chihuahua, siendo así que todavía se hablaba de Departamento como consta del
título que se le da a don Francisco García Conde.
El Sr. Lic. Antonio Jacques – del Paso del Norte- hijo de don Anastasio y de doña Guadalupe
Bermúdez va a casar con doña Carlota Maceyra, hija de Jerónimo y de doña Eligia Ortiz; padrinos
Sebastián Bermúdez y doña Josefa Álvarez, 16 de julio de 1844. Enlace este que reúne linajes de Paso
del Norte con familias de la Provincia de Sonora ya que la madre de la novia doña Eligia procedía de
Bavispe, hija de don Liborio Ortiz y de doña María Gil de Samaniego. Cabe hacer notar que la primera
mujer de don Jerónimo Maceyra –gallego- era también de aquella provincia, doña Encarnación
Serrano.
Casa el Sr. Lic. José del Avellano, del Valle de Allende, hijo de don Agustín y de doña Juana
Madariaga con Felicitas Ugarte –del Presidio del Carrizal- hija del Coronel Mauricio y de doña Jesús
Moreno; padrinos don Luis Zuloaga y doña Manuela Madariaga. 5 de diciembre de 1845. Esta unión
matrimonial representa los lazos tan cercanos que había entre la sociedad castrense –los Ugarte- y la
alta sociedad civil de los Avellano y Zuloaga. Don Luis era ese año Gobernador de Chihuahua.
Finalmente el enlace del Sr. Subteniente de tropas Martín Cordero –de Guajuquilla- con doña María de
Jesús Luján el 4 de junio de 1845 introduce en la escena política y económica de buena parte del
Departamento de Chihuahua a la familia Cordero que llegó a ser si no la más poderosa sí una de las
más pudientes en lo económico sobre todo con su genearca don José Ma. Cordero.
Aspecto complementario de lo castrense y de lo poblacional – como ya habíamos dicho- es el de
las comunicaciones a través de los convoyes de carga y de las llamadas Diligencias a lo largo de este
Camino Real de Tierra Adentro. Los datos que brevemente expongo a continuación los he tomado de
tres artículos escritos por Nancy Hamilton sobre la actividad que llevó adelante el Sr. Alejandro
Daguerre –francés- precisamente con el negocio de carros de carga. Dichos artículos aparecieron en el
diario El Paso Herald Post los días 9,10, y 11 de enero de 1974. La autora expone cómo el Sr. Daguerre
ya estaba asentado en Paso del Norte para el año de 1831 y que dedicado al trasporte de carga brindaba
servicio al Nuevo México y lugares de Texas. Se nos relata además cómo el Sr. Daguerre fue casado
con doña Josefa Delgado y hermana del Dr. Don Mariano Samaniego que fue gobernador de
Chihuahua. Igualmente era hermana de doña Concepción Samaniego casada con don Inocente Ochoa el
cual tuvo negocios con su concuño Daguerre. Otro tipo de eventos como lo relatado hasta aquí se puede
consultar en la conocida publicación de la época: Personal Narrative cuyo autor es John Rusell Bartlett.
Ponemos punto final a esta Crónica que trató de proporcionar lo más relevante de aquellos años en
materia castrense y en relación con los movimientos de población todo lo cual acontecía a lo largo del
Camino Real de Tierra Adentro.
ESTEVAN RAEL-GÁLVEZ
02 ruta sin nombre
Santa Fe, Nuevo México 84505
egalvez@rain.state.nm.us

ESTUDIOS:

Doctorado en culturas americanas, Universidad de Michigan, Ann Arbor (agosto del 2002); tesis:
identificando la cautividad y capturando la identidad: Narraciones del esclavismo indo americano en
Nuevo México y Colorado 1776-1934.

Campos: estudios indoamericanos, estudios chicanos, estudios coloniales, estudios de la cultura


suroeste/fronteriza americana, estudios americanos y estudios del esclavismo.

Maestría: Culturas americanas, Universidad de Michigan, Ann Arbor (1996). Estudios indoamericanos
y leyes.

Licenciatura: Departamento de Ingles y estudios étnicos, Universidad de California, Berkeley


(diciembre de 1991). Suma Clum Laude; Phi Beta Kappa.

HONORES ACADÉMICOS, BECAS Y LOGROS (EN FORMA BREVE):


• Beca para tesis de la Fundación Ford. Fundación Ford, las academias nacionales, concedida,
2000-2001.
• Beca para tesis del Centro de Estudios Regionales. Universidad de Nuevo México, concedida,
2000-2001
• Beca de residencial Katrin H. Lamon. Escuela de investigación americana, Santa Fe, N.M.,
concedida, 1999-2000.
• Beca para tesis del doctorado. Biblioteca y archivo Huntington, San Marino, CA. Concedida,
verano de 1999.
• Beca para tesis pre doctoral de la Escuela de Licenciatura Rackham de la Universidad de
Michigan: concedida, 1998-1999; Beca Merit; concedida, 1992-1997; Beca SAMI por
Excelencia Académica, concedida: 1995-1997; Premio a la Excelencia Académica Docente
como Decano, 1994; beca de Leyes Juan Luis Tienda: concedida: 1992.
• Beca de Voces Indias en la Academia. Centro D’Arcy McNicle para la Historia De los
Indoamericanos, Biblioteca Newberry, Chicago, IL. Concedida, junio y julio de 1996.
• Interpretando las culturas latinas: miembro de la investigación y museos. Institución
Smithsonian. Oficina de Programas de Museo, concedido, verano de 1996.
Beca de Investigación de Verano. Biblioteca Peabody, Universidad de Yale, New Heaven, CT,
concedida, 1995.

EXPERIENCIA PROFESIONAL (EN FORMA BREVE)

Historiador de estado, Nuevo México (Junio de 2001 – hasta la fecha) oficina del historiador de
estado, Comisión de registros públicos, Santa Fe, Nuevo México, la misión de la oficina del historiador
de estado es la liderar el avance de la comprensión y apreciación de la historia y cultura de Nuevo
México a través de la investigación interpretativa, los programas, presentaciones y publicaciones de
proyectos educativos.
Conferencista visitante (otoño de 2003) identidad en Nuevo México y el suroeste: gente, lugar y
perspectiva. Departamento de Estudios Americanos, Universidad de Nuevo México. Seminario de
licenciatura, diez estudiantes.
Encargado y especialista (verano de 1998) “Recordando Memoria,” exhibición cultural e histórica,
Artesanos de Questa, condado Taos. Organizo e implemento una comunidad basada en la exhibición
para pueblos al norte del condado Taos.
Profesor de licenciatura (invierno de 1994 y semestre del otoño de 1996) “Narraciones de eventos
latinos: “Introducción a los estudios latinos:” programa en culturas americanas, Universidad de
Michigan, Ann Arbor. Fui el encargado de diseñar y enseñar esta clase, lo cual incluyo preparar el plan
de estudio y las clases, además de calificar.
Director asistente (1993-1995) programa de estudios indoamericanos, Universidad de Michigan, Ann
Arbor.
Encargado del programa de desarrollo, asesoramiento de licenciatura y programa de encuentro
comunitario de las tribus de Michigan.
Moderador de seminario (verano de 1995/6) Oficina de Iniciativas Académicas Multiculturales,
Universidad de Michigan.
Encargado de preparar el seminario anual de dos semanas para la minoría de estudiantes de
preparatoria interesados en hacer estudios o carrera profesional en leyes. Esto incluyo reunir el plan de
estudios y el manual del curso acerca de los Estudios de la Carrera Crucial, el encuentro comunitario y
la organización de las agendas diarias.
Profesor de historia y leyes. (Verano y otoño de 1994) Servicios Legales del Norte de Santa Fe,
Nuevo México. Encargado de recolectar, transcribir, traducir e interpretar las entrevistas orales acerca
del “uso” del agua y las acequias en 8 pueblos del norte de Nuevo México. La meta a largo plazo era
establecer un historial del uso del agua para casos sobre los derechos del agua que están en curso.
Profesor de licenciatura (semestre de otoño de 1994) “Introducción a los Estudios Indoamericanos”
Programa de Culturas Americanas, Universidad de Michigan, Ann Arbor. Encargado de diseñar y
enseñar la clase, la cual incluyo preparar el plan de estudios, lecturas, y clases, además de calificar
ensayos y exámenes.

CONFERENCIAS Y PRESENTACIONES (EN FORMA BREVE)


• Narrativa y lugar” serie de conferencias de terreno desconocido, Instituto de Arte de Santa Fe,
25 de Agosto de 2003.
• “Asociación de Ganado Cooperativista Rio Costilla: Una Celebración de Comunidad,
Cooperación y Conocimiento,” Keynote, Taos, NM., Diciembre de 2002.
• “identificando el fenómeno mestizo: Representación y Protesta del punto de apoyo del
mestizaje: la interpretación y representación de las culturas latinas: Investigación y Museos.”
Institución Smithsonian, Noviembre de 2002.
• “Identidad, Institución y una supuesta comunidad: Una Biografía de el Camino Real del Tierra
Adentro.” VIII conferencia del Coloquio del Camino Real, Albuquerque, NM., Octubre de
2002.
• “¿Como (¡!) es el “antiguo indio” Luis un esclavo en América?: identificando el tema. Historias
del esclavismo en Nuevo México y Colorado,” Escuela de Investigación Americana,
Septiembre de 2002.
• “Historia y Cultura Pueblo India,” Foro de las Humanidades Históricas de la Oficina del Estado,
Museo de la Cultura y Arte Indoamericano, Septiembre de 2002 y “historia de la Mujer en
NM,” Centro Cultural del Sur de Broadway, Albuquerque, NM, 13 de Mayo de 2003.
• “Recordando Memoria: NMEH instituto del Maestro de Verano, Las Cruces. NM., Junio de
2002.
• Agua Corriente y Tradiciones en Desarrollo: Conferencia Históricamente Hablando, El Museo
Cultural, Santa Fe, NM. 6 de Abril de 2002.
“En los Intersticios de los Imperios: Definiendo el Esclavismo en el Norte de Nuevo México en
186,” NACCS, Ciudad de México, México, Junio de 1998.

INVESTIGACIONES Y PRÓXIMAS PUBLICACIONES


- Identificando la cautividad y capturando la identidad: Narraciones del esclavismo
indoamericano (manuscrito). - “Haciendo una Investigación Indígena: Leyendo y Recordando
el Esclavismo Indio desde las Representación hasta la Recuperación” Metodología e
Investigación Indígena (los títulos no son definitivos) prensa SAR, próximamente.

PUBLICACIONES (DE FORMA BREVE)


* “Juez Francisco Torres: Un Hijo de Algo,” La Crónica de Nuevo México, Sociedad Histórica de NM,
2002.
* “Hijos de Nuestras Madres: Revolucionando el Conocimiento Masculino con Visión y
Vulnerabilidad, “Crónicas y Leyendas de Nuevo México (Santa Fe: Academia SER, 2000)
* “Intersecciones Criticas,” ensayo introductorio, Estudios de la Carrera Crucial, Angela Harris y Frank
Valdez, eds. (Prensa de la Universidad de Yale, 1998)

CONMEMORANDO EL GRITO EN SANTA FE, N. M.


CELEBRACIÓN DE LA INDEPENDENCIA MEXICANA.

Mi nombre es Estevan Rael-Gálvez y soy historiador del Estado de Nuevo México. Me


enorgullece estar aquí, conmemorando un año más de la Independencia de México. Agradezco a la
Universidad de Chihuahua su invitación.
Gozando de la responsabilidad de mi puesto y en las palabras del famoso autor Eduardo
Galeano me atrevo a decir: “no soy historiador, pero si educador y escritor dedicado al rescate de las
historias y memorias robadas, quebradas de mi tierra y de mi gente”. Tengo hambre para las memorias
y una sed para la justicia.
Soy humilde al pensar en el increíble momento en que se tocaron las campanas de la iglesia de
Dolores en Guanajuato, la madrugada del domingo 16 de septiembre de 1810. Ahí fue donde el cura
Miguel Hidalgo y Costilla reunió a su gente y les recordó las injusticias que sufrían por un gobierno
abusivo. Animados a luchar por la independencia y la libertad, se arrancó un movimiento de gente
humilde y batallas sangrientas finalmente logró su meta el 27 de septiembre de 1821.
Hay varios puntos que acentúe brevemente y que requieren mayor exploración a causa del
tiempo.
Por respeto es necesario decir de donde vengo y a que gente pertenezco.
Nací en La Jara, Colorado, denominado así por la abundancia de las jaras que crecen al lado del
río Grande. Sin embargo me crié en dos comunidades de Nuevo México. La primera de ellas en un
ranchito en la base del río de Costillas junto a mis padres, denominado así por la curva del río y dentro
de la sombra de la montaña de las Yutas (comunidad indígena que vivió allí).
También fui criado a lado del camino denominado Kiowa Apache Trail, ahora recordado sólo
por la memoria, en el antiguo hogar de mis abuelos en Questa, una aldea llamada San Antonio Río
Colorado. En 1847, un viajero de Inglaterra observó que este pueblo era el último punto al norte de
todo México. Aunque no era la frontera política, en un tiempo la población del Río Colorado fue la
frontera de México y en 1848 la frontera se movió cientos de millas al sur.
Mi tío Arcenio al nacer mi padre dijo: “él nació con botas de irrigación puestas” refiriéndose al
hecho de que mi padre había gastado su vida con la pala en su mano, moviendo aguas. Este hombre,
ahora de ochenta años, siempre me animó a encontrar palabras e historias como una salida. Y también
mi madre que pasó décadas educando niños en su aldea, me enseñó como usar las palabras y las
historias como una entrada.
Fue en mi querida abuela quien inspiro mi imaginación y fortaleció mi gran apetito por la
memoria. Una vez, mientras sostenía mi mano, ella recorrió las antiguas paredes de su pueblo indígena,
revelando que yo también nací de generaciones de personas que pertenecieron a esas tapias, a esa
montaña y a ese río. No siempre nos parecemos a los lugares al cual pertenecemos, pero esta es la
comunidad a la que yo me inclino y que siempre querré volver, en donde me encuentre.
De mi abuela y de mi bisabuela, aprendí que mis antepasados fueron indios cautivos y esclavos.
Un tejido que cuelga sobre mi escritorio testifica el trabajo de unos de mis antepasados. Nanacella, la
navajosa. Este tejido es un testamento a su labor. Esas historias y la herencia de esos indígenas
cautivos y esclavos que me criaron, llegó a ser el objeto de mi trabajo académico y de mi próximo
libro.
Mi abuela además me enseñó que estas historias son un regalo. Pero los regalos llevan una gran
responsabilidad al guardarlos, cargarlos y reconocer cuando ha que utilizarlos para sostener la
comunidad y para elevar su conocimiento.
Hablando de memoria, historia y conocimiento volvemos al tema que nos interesa. Pensando en
la Independencia Mexicana, me hice la siguiente pregunta ¿Qué conocimiento tiene la gente de Nuevo
México sobre la Independencia Mexicana?
Crecí leyendo libros de texto escritos e impresos en los Estados Unidos que señalan las
historias, como la de la Independencia de los Estados Unidos como herencia de todos los ciudadanos.
Anoche cuando yo me senté para escribir acerca de la Independencia Mexicana, pensé en la
Independencia de los Estados Unidos.
Como saben, en los Estados Unidos estamos en medio de una elección presidencial. El
denominado candidato demócrata es Barack Obama. Algunos meses atrás el Senador Obama abrió y
extendió una conversación nacional acerca del tema de la raza y entregó un discurso profundamente
valiente llamado “Una Unión Más Perfecta”.
El asunto crítico presentado por el Senador Obama es que la declaración de independencia
quedó manchada por el pecado original de la esclavitud. Aunque él no lo dijo, también fue manchado
por exterminaciones indígenas, así como internamientos y ocupaciones, todo al corazón de la
construcción de un Imperio Americano. Añadiendo a lo que dijo el Senador Obama hay que recordar
no olvidar. Esa declaración como el Senador Obama anotó, no ha estado constante. No es ni ha sido su
propósito ser una pieza de museo que se sienta quieto bajo un pedazo de vitrina. Fue, y es un
documento viviente, así como la gente.
El Senador Obama recordaba el hecho de que doscientos veintiún años atrás un grupo de
hombres se reunieron y se lanzaron a los Estados Unidos de América, un improbable experimento en
la democracia. Granjeros y eruditos, políticos y patriotas los cuales viajaron a través del mar para
escapar a la tiranía y a la persecución, y que finalmente realizaron la declaración de independencia en
Philadelphia en la primavera de 1787.
Intente recordar una experiencia de mi juventud, leyendo un libro de texto de la historia de la
Independencia de EEUU. Aunque ya no lo pude recordar muy bien fue como leer una novela una
ficción. Talvez esa es la experiencia de muchos estudiantes que leen acerca del pasado. Para mí
siempre hubo una distancia entre Philadelphia y mi pueblo de San Miguel de Costilla, Nuevo México.
Para mí siempre había alguna disyunción entre los nombres de esos individuos que firmaron esa
declaración y los nombres de las personas en mi familia y mi comunidad. Siempre había una
disyunción entre las historias dichas en mi familia acerca de nuestro pasado y estas historias lejanas.
Esa disyunción me tomaría años para comprender y al fin sentirme conectado.
Volviendo brevemente a la anotación de Obama la cual supone que la declaración de
independencia fue manchada por algunos pecados; diría que 76 años después de que se firmó, también
fue manchada por la guerra de la agresión en contra de México y la ocupación de sus comunidades del
norte. Muchas personas del suroeste han sido ciudadanos de los Estados Unidos de América desde
1848, cuando la tierra y la gente llegaron a ser parte de los EEUU.
En 1848 los nuevos mexicanos no pusieron sus memorias ni sus historias a parte, ni empezaron
con una pizarra en blanco; ellos pasaron esas memorias a cada generación sucesiva y esas memorias
también pertenecen a esta nación. Esto es la historia, como ellos dicen; no hay regreso, sin embargo,
ahora nosotros somos también una parte de las personas anotadas en la bien citada Declaración de
Independencia - “nosotras las personas”.
Sin embargo, yo digo que los nuevos mexicanos fueron como niños adoptivos de esta nación y
hay siempre una diferencia entre formar parte de la familia y ser como la familia. Así, cuando estos
niños adoptivos miran hacia atrás a la Independencia de EEUU, es muy difícil para muchos en Nuevo
México, ver su reflejo en el espejo del pasado.
Después de todo, en 1787, los nuevos mexicanos todavía pertenecieron a la Nueva España. Las
reformas del Bourbon, las relaciones del Comanche, el Camino Real de Tierra Adentro fueron las
realidades nacionales e internacionales para los nuevos mexicanos. Las negociaciones fomentadas por
el Gobernador de Nuevo México Juan Bautista de Anza a mediados de 1780 llevó finalmente a la
alianza Comanche-Español en 1786 y puso la base para las negociaciones para la paz, inclusive la
alianza Ute-Español que seguiría. Así aún más allá de Anza, mientras las guerras de las colonias con
Navajos y Apaches marcaron las últimas décadas de la regla española, el Comanche y las alianzas Ute
trajeron, según el historiador Charles Kenner, “el grado más grande de la paz y la prosperidad que
Nuevo México había sabido jamás”
Mientras algunos historiadores han acentuado las conexiones esenciales entre Nueva España
(inclusive Nuevo México) y la Independencia de Estados Unidos, la realidad fue, que los nuevos
mexicanos nunca se imaginaron que sus descendientes algún día pertenecerían a esta nación, en ese
momento declarándose independiente de Inglaterra. Ciento setenta años han pasado desde que Nuevo
México fue adjuntado por Estados Unidos , y no estoy seguro si ese tiempo es suficiente para esas
personas se sientan realmente en casa, y que el documento que se firmó en la declaración de la
Independencia también pertenezca a ellos.
Esto me trae a la Independencia Mexicana. ¿Si la Independencia de EEUU no resuena en su
memoria o en su conocimiento, entonces pertenece la Independencia Mexicana a ellos? En mi
experiencia no me acuerdo cuando aprendí de la Independencia de México, fue ya en la edad adulta.
No estoy seguro si este acontecimiento resuena más con nuevos mexicanos como ocurrió en
Philadelphia. Una lejana novela y una memoria que hace tiempo se destiñó.
Algunos documentos no se olvidan fácilmente; y hace pocos días yo entré a la cámara de
nuestros archivos. Allí me di cuenta que la Independencia de México no fue una realidad en Nuevo
México, pero fue conmemorado allí. La primera evidencia de la celebración de la Independencia de
México en Nuevo México aparece en un documento el año siguiente a la Independencia. De este
documento sabemos que en la tarde del 10 de diciembre de 1822, llamaron las campanas, hubo fogatas,
saludos de artillería y música acompañaron el plantar de un mástil de bandera en el centro de la plaza,
en el que voló una bandera blanca inscrita con símbolos de la Independencia Mexicana. Deseo que
podamos encontrar esa bandera hoy, y yo mismo la plantaré allí en la plaza como un signo para los
mexicanos que viven allí, y que diga “aquí se coloca donde una vez fue México.”
La colocación de esta bandera en la ciudad del capitolio de Santa Fe anunció tres días de las
ceremonias que celebraron la instalación de Agustín de Iturbide como Emperador de México, en que
los funcionarios de Nuevo México tomaron un juramento público de la lealtad a su nuevo líder. El
informe de la celebración concluyó orgullosamente, “no había el menor desorden en cualquiera de los
entretenimientos, todos estuvieron muy felices con la exaltación del Emperador al trono”.
Las actividades documentadas incluyeron los desfiles de funcionarios y dignatarios locales,
montaron en caballos, hubo marcha de soldados, músicos, y dos compañías de matachines,
presentaciones teatrales y bailes de comunidades indígenas.
La historia es siempre global, nacional, pero también local. Cuando leí en este documento que
estos bailes sucedían, me pregunté si fue trasmitido a estas comunidades indígenas que el Plan de
Iguala alteraría los derechos soberanos anteriormente bajo la regla española.
Esta celebración de 1822, estaba enfocada a la Independencia Mexicana, pero no conmemoraba
necesariamente el 16 de septiembre. Aunque, los Archivos Mexicanos de Nuevo México revelan que
cinco años después esta fecha particular pudo haber sido observada localmente. El documento al que
me refiero, es de Chihuahua, fechado el 11 de agosto de 1827 y lleva como título “preparativos y
ceremonias que deben ser hechos para celebrar las funciones cívicas y religiosas en los días 16 y 17
del mes de septiembre venidero, recomendado por la comisión especial denominada para ese
propósito...” Este documento describe varios acontecimientos que funcionarios locales planearon para
celebrar “el grito glorioso”. Los planes para la celebración indicaron una misa en honor a los
individuos que habían dado su vida por la causa, seguido por los discursos de costumbre, por los
saludos de artillería, y por otros acontecimientos “propios a la dignidad de la ocasión”. No está claro si
este documento fue para detallar lo que fue planeado para la ciudad de Chihuahua o si la intención era
para servir como una guía para las actividades en Santa Fe.
La evidencia de estos planes para celebrar el día 16 de septiembre en Nuevo México viene
específicamente de un 25 de agosto de 1835, documento en que un comité fue el encargado de realizar
los acontecimientos para que Santa Fe se celebrara “el aniversario glorioso” de la Independencia
Mexicana. Se abrió la celebración a la media noche de 15 con un saludo de fusil, que estaba planeado
concluir al amanecer. Con el disparo del cañón, las campanas sonaron por una hora. Los oficiales del
ayuntamiento, junto a los funcionarios de gobierno y las tropas se congregaron frente al palacio,
acompañados por músicos y una procesión alrededor de la plaza. La procesión paraba para escuchar un
discurso patriótico. Todo seguido por diversas actividades como el baile de la lonja. Concluyendo las
actividades la tarde del 17, con una corrida de toros en la plaza.
Lo más grande de las celebraciones de la Independencia en Nuevo México sucedió en 1844.
Según los archivos se crea una comisión conmemorativa, con subcomisiones. El plan recomendado por
el comité de entrenamiento fue el más detallado y decía: “cada actividad debe ser digna ya que el
objetivo es grande” refiriéndose a la celebración. Las actividades que el comité detalló y que deberían
empezar la noche del 15 de septiembre fueron las siguientes:

1. La tarde del 15 se empezará con una serenata. A las nueve, tanto el interior como el exterior
de los edificios del gobierno serán iluminados. Se dará un discurso presentado por el
alcalde, don Tomás Ortiz. A las once, las campanas empezarán a hacer el llamado, una salva
de artillería sería despedida, además de un conjunto de juegos artificiales. Estas actividades
serán “como un recuerdo gozoso del momento en que Hidalgo proclamó nuestra
Independencia Nacional en el pueblo de Dolores.
2. Al amanecer del día 16, los músicos abrirán las festividades con una diana delante del
palacio, seguido por un saludo de artillería. En ese momento, el Pabellón Nacional sería
desplegado en todos los edificios públicos, acompañado de un llamado general de
campanas. A las siete, una misa de gracias será celebrada en todas las capillas de la ciudad.
A las nueve, el gobernador acompañado de todos los funcionarios civiles y militares,
acudirán a la Iglesia Parroquial donde el Vicario celebrará otra misa. Después, el
gobernador y el presidente de la Asamblea Territorial se dirigirán a la plaza junto con todos
los dignatarios y la procesión con el fin de instalar la piedra angular de un monumento que
fue erigido para conmemorar la Independencia Mexicana. De allí ellos continuarán al
palacio para recibir los saludos, después se formará una procesión que el gobernador dirigirá
por la calle mayor a la Alameda, donde el gobernador presentará un discurso.
3. La tarde del día 16, la banda militar tocará en la Alameda. Esa misma noche los fuegos
artificiales serán detonados, al menos que el tiempo interviniera; si fuese así estos serán
aplazados hasta la noche del 27 de septiembre. Después de los fuegos artificiales, habrá
bailes para terminar las celebraciones. Uno de los bailes se llevará a cabo en la sala del
palacio y en otros sitios que fueron designados por el ayuntamiento.
4. Para el día 17, habrá una misa solemne conmemorativa para honrar a todos los que habían
muerto por la patria, habrá corrida de toros por varios días. Esto fue aceptado por el
gobernador, el presidente y el secretario de la comisión.
El informe final de esta comisión fue sometida por el gobernador el 13 de octubre de 1844. Sin
embargo, hubo muchos detalles que esta audiencia no contempló, ya que existió más complejidad en
todas las actividades en aspectos que implicaban a los indígenas.
Sin embargo, la realidad es que en Nuevo México fue la última conmemoración del grito. Todo
lo que nos queda son huellas que quedaron en estos documentos. Además de dichos documentos no
existe ninguna prueba material, ni ningún monumento a la Independencia de México. Y
desafortunadamente no existen memorias de esos tiempos y donde no hay memoria, no hay
conocimiento.
Esta disyunción es más trágica para mí, que la de la Independencia de los EEUU; ya que forma
parte de la historia de Nuevo México y ahora está olvidada. Además que hubo acontecimientos que allí
se conmemoraron y queda como historia oculta. Esta pérdida de memoria es una pérdida de Nuevo
México cuando estaba conectado al resto del país.
La sabiduría se sienta en el tiempo y en los acontecimientos como lo hacen en todos los lugares
y la Independencia Mexicana no es la excepción. Pero uno no se debe sentir sabio al mirar solo la
superficie de los acontecimientos. La sabiduría solo se puede lograr viendo al pasado.
En el año de 1848 hubo una fuerte división entre la gente y el territorio que causó una torcida de
la historia y también causó un gran olvido. La verdad es que los nuevos mexicanos son herederos de un
pasado intrincado, indígenas y mexicanos, cuya profundidad y anchura apenas se va explorando.
La historia de Nuevo México es también historia de México y estoy dedicado al rescate de estas
historias y a crear enlaces con México.
Recordar el pasado es como abrir un regalo. Pero como todo regalo se merece guardar, el
recordar requiere cierta responsabilidad. Debemos aprender de nuestros antepasados y enseñarles a
nuestros hijos a valorar y a comprender la historia. Porque el presente y el futuro depende de las huellas
del pasado. El recordar nos convierte en participantes en esta fuerza y también despierta la conciencia
de la justicia.
Gracias por su atención y es un honor festejar con ustedes.
JOHN PORTER BLOOM

5620 Real del Norte, Las Cruces, NM 88012-7268


Teléfono: 505-382-0722; e-mail: JBloom@zianet.com

ACONTECIMIENTOS DESTACADOS Y PUBLICACIONES

Secretario, Sociedad Histórica de Nuevo México; Editor, Tratado de Guadalupe Hidalgo (Sociedad
Histórica del Condado Doña Ana, 1999); Editor, Informes Territoriales de los EEUU y Especialista
Principal en Historia del Oeste (Archivos Nacionales, Washington, D.C., 1964-80) Editor, El
Historiador Pacifico, 1981-1983; Profesor- Profesor Asistente, Colegio del Oeste de Texas (ahora
UTEP), 1956-1960. Primer Presidente, Asociación de Historia del Oeste y Oeste Internacional. BA,
UNM, 1947; Doctorado., Universidad Emory, 1956.

TÍTULOS DISPONIBLES ACTUALMENTE

1. Johnny Gringo en Nuevo México: Kearny, Doniphan, y demás, 1846-1848.


2. Nuevo México y la Guerra Mexicana, 1846-1848.

OBSERVACIONES DEL SOLDADO AMERICANO DE EL CAMINO REAL DE TIERRA


ADENTRO EN NUEVO MÉXICO Y CHIHUAHUA, 1845-1848

JOHN PORTER BLOOM (Traducción al español de Lic. Jaime Salmón Aguilera


Coordinador del Centro de Lenguas. Facultad de Filosofía y Letras).

LAS CRUCES, NM, USA.

Mi interés en este tema se remonta a cuando me gradúe y trabajé con un historiador que estudió
las experiencias de guerra de los soldados en la guerra civil americana de 1861-1865. Me enseñó el
desafío de conocer y entender las mentes, sentimientos y reacciones de personas que se encontraban en
una situación crítica desde hace mucho tiempo. Éste es un esfuerzo en el cual uno nunca triunfara por
completo, pero es necesario para mejorar nuestro entendimiento de porque dichos eventos ocurrieron
de esta manera, en el pasado.
Además, es útil como un antídoto para la perspectiva errónea de los escritores de hoy que
describen los acontecimientos históricos y condenan a las personas de antaño que no actuaron de
acuerdo con la mentalidad científica y psicológica del siglo 21, a este fracaso por lo regular se le llama
historicismo.

Esto no es nada nuevo, exceptuando a los historiadores que desde tiempo inmemorial han
enfocado su atención en la gente magnánima de la sociedad, es especial hombres. Llenaron nuestros
libreros con libros de reyes, emperadores, generales, exploradores, filósofos, inventores y lideres de
muchos campos. Esto era hacer la historia de arriba hacia abajo, por así decirlo. Es fascinante e
imprescindible, sin embargo solo les ofrece a los lectores una historia parcial de la sociedad. Lo que mi
mentor me enseño fue la historia de abajo hacia arriba.

Los soldados americanos de 1846 – 1848 en los cuales estamos interesados son los soldados
comunes, los hombres reclutados con el rango mas bajo, detalles de sus movimientos etc. El ejército de
los estados unidos en este periodo consistía de permanentes y temporales. Los ya mencionados eran
pocos, entregados a muchos años de servicio, comandados y entrenados más o menos rigurosamente
por oficiales profesionales. Muchos de los permanentes en los rangos eran inmigrantes recientes, el
ejército siendo una institución servia para “americanizarlos” en números considerables.

La mayoría de los soldados que marcharon a través de El Camino Real eran voluntarios de los
estados de Illinois y Missouri. Como todos los voluntarios de este periodo, eran un grupo muy variado.
Eran granjeros o residentes de pequeños pueblos, casi todos sin educación y en especial con poco o
nada de entrenamiento militar. Algunos tenían experiencia militar, pero esto no era suficiente
preparación para las largas marchas en los lejanos desiertos y praderas y mucho menos para el
cumplimiento del deber en comunidades extranjeras. Estor periodos de servicio, eran por lo regular
cortos, de un año o incluso menos. Este pequeño grupo de voluntarios llego con un entrenamiento
militar importante, incluso algunos de la academia militar de EE.UU. y naturalmente a veces
alcanzaban las posiciones más altas de mando. Este punto se trata acerca de lo que pudiera ser la
diferencia más grande entre permanentes y voluntarios: los voluntarios elegían a sus oficiales. Debido a
esto había una gran diferencia entre las compañías, tropas, batallones y regimientos voluntarios.
Algunos eran dirigidos de manera exitosa y otros no. Tal vez seria justo decir que algunas de las
unidades militares se confundían sin distinción alguna.
Las fases en la ocupación militar americana de Nuevo México se pueden identificar según su
relación con los comandantes militares de los rangos más altos. Primero fue el distinguido y
experimentado General de Brigada Stephen Watts Kearny, comandante del ejército del oeste que estaba
conformado por algunos permanentes y por el primer regimiento de voluntarios de Missouri. El coronel
Alexander Doniphan comandaba este regimiento y a su notable carrera se le conoce como “la
expedición de Doniphan” Sterling Price era el coronel voluntario del segundo regimiento montado de
voluntarios de Missouri, después fue general de brigada, quien tomo el cargo en Nuevo México
avanzando de prisa de Santa fe a California con casi todas las tropas de permanentes en septiembre de
1846. El primer año de su regimiento se cumplió, Price marcho con sus tropas de regreso a Missouri en
1847, dejando al Coronel Edward W. B. Newby del primer regimiento de voluntarios de Illinois a
cargo. Price regresa entonces cuando el tiempo de Newby termina en el invierno de 1847.Price dirigió
la tercera montada de voluntarios y algunos permanentes de Missouri, hacia el norte de México en
1848, infringiendo las ordenes especificadas y atacando Santa Cruz de Rosales (ahora Camargo)
después de la firma del tratado de Guadalupe Hidalgo.

Esto es suficiente como trasfondo. ¿Sobre que escribieron los soldados americanos mientras
entraban a Nuevo México por el sendero de Santa Fe, y la mayoría, marcharon aun más lejos en el
Camino Real de Tierra Adentro o el sendero de Chihuahua como solía llamársele a su lado norte? Las
Vegas fue la primera población de un tamaño cualquiera que encontró el ejército del oeste mientras
entraban a Nuevo México. Era una pequeña villa, donde las mujeres barren las calles cuidadosamente
cada mañana, de acuerdo con el soldado Daniel H. Hastings. Benjamin L. Wiley, un voluntario de
Illinois que no estaba muy impresionado con la limpieza de los 300 habitantes, pero enfatizo en la
belleza y claridad del arroyo que ahí se encontraba y el agradable valle en el cual Las Vegas se sitúa.

Dos rigurosos días más de marcha hacia la mítica Santa Fe. Todo el mundo había escuchado
sobre ella desde que se podía llegar hasta ahí desde los Estados Unidos en 1821, pero realmente poco
se sabia de la misma. Había un aura de misterio y tal vez un poco de romance, y las expectativas de las
tropas eran altas. La mayoría se decepcionó. Hastings escribió:

En efecto el contraste entre la hermosa y magnifica ciudad que mi imaginación pinto y el sucio
e inferior lugar que luego contemple, era grande. Desprecio era lo que sentía principalmente mientras
contemplaba Santa Fe por primera vez.
Las Vegas no estaba muy poblada para llamar la atención de los soldados, sin embargo Santa Fe
era el centro mas poblado de Nuevo México, que se jactaba de tener algunos miles de habitantes.
Debemos recordar que esta fue la época antes de la fotografía. Las familias comunes en América
tenían algunos o ningún libro excepto la Biblia, ni revistas, ni periódicos que pudieron contener
fotografías de estructuras de adobe. Por esta razón las tropas de Missouri y otras áreas no sabían que
hacer con Santa Fe al estar solamente familiarizados con las estructuras de ladrillo, piedra y madera.
Muchos escribieron que lucia como una gran ladrillera, tenia la apariencia de un gran patio de ladrillos,
escribió un oficial subalterno de Missouri.

¿Que hay de los habitantes de estas estructuras tan poco atractivas (para los soldados)? Los
invasores vieron lo que esperaban ver, la mayoría no esperaba encontrar aspectos positivos en la
apariencia y personalidades de los nativos de Nuevo México. Esto se demuestra en el manuscrito del
soldado Marcellus B. Edwards quien llego con el ejército del oeste.

Ahora bien, es un lugar mugriento construido totalmente de barro y casas de tejado plano. Se
extiende de manera considerable a lo largo del territorio excepto por los campos de maíz. La ciudad por
supuesto tiene un aspecto mugriento, desde lo ancho de las calles que son muy angostas y cercadas con
bardas de barro. De hecho, Las casas (algunas de ellas) están muy limpias por dentro.

El hambre asedio a las tropas en Santa Fe y por consecuencia en otras partes de Nuevo México,
debido a que la economía de la región que apenas alcanzaba para sobrevivir y que estaba muy tensa por
la llegada de hombres voraces y animales en 1846 a 1848. La perspectiva crítica del soldado Hastings
acerca de Santa Fe puede ser que estuviera influenciada por la primera comida que tuvo ahí. Que
consistía únicamente de algo de maíz la cual ablande con agua y después de dejarla secar al sol fue mi
desayuno, cena y almuerzo todo al mismo tiempo.

Los soldados que tenían dinero podían sobrellevarlo mejor, sin embargo, era difícil conseguir
dinero. Los días de pago no eran muy comunes. Cuando el tesorero llegaba del este en noviembre,
contaba con los fondos suficientes para pagarles a los oficiales y para aceptar algunos cheques de los
comerciantes, pero a los soldados de los rangos se les terminaba el dinero. Los soldados recurrieron a
los trueques, pero sus recursos eran limitados. Las insignias militares eran muy populares entre los
habitantes de Nuevo México, por lo tanto, al poco tiempo era común ver a los habitantes de Nuevo
México usar las insignias militares mientras que los soldados usaban ramas o espinas en sus ropas.
Al reflexionar sobre la regla de la milicia en Nuevo México, Santa fe se convirtió en un lugar
desordenado. El alcohol era fácil de conseguir y las casas de apuestas eran concurridas. Felizmente, las
tropas de Missouri abrieron el primer teatro en Ingles de Nuevo México, presentando obras en una
habitación del Palacio de Gobierno en Noviembre y Diciembre de 1846. El Sargento William C.
Kennerly, un colaborador, recordó despues que la primera actuación fue una obra seguida por un show
de trovadores que hizo cimbrar la casa, especialmente al contingente mexicano, quienes pudieron
entenderlo mejor que la obra.

El fuerte Marcy se estableció en Santa Fe inmediatamente y las tropas se fijaron ahí durante la
guerra. El ganado era mas un problema de subsistencia que las raciones para las tropas y se estableció
un puesto fronterizo inmediatamente, en agosto de 1846, en la cuenca de Galisteo, a unas 30 millas al
sur. En una ceremonia de honores a la bandera, el General Kearny hizo marchar a una gran parte del
ejercito del oeste hacia el sur a lo largo de El Camino Real hacia Rió Abajo hasta la comunidad central
de Tomé. Los lideres hispanos y Pueblo indios de muchos asentamientos tuvieron la oportunidad de
conocer y supuestamente, de impresionarse si no es que de sentirse intimidados, por el alarde de la
fuerza militar de los invasores. Existieron por lo menos tres destacamentos centrales que fueron
mandados en contra de los indios Navajos en un esfuerzo, como los nuevos guardianes de la paz en
Nuevo México, de disuadirlos de continuar con sus frecuentes atracos a asentamientos granjeros y
ganaderos. Una maldición de la gente agraria de Nuevo México por muchos años. El esfuerzo fue
inútil, pero se llevo a cabo correctamente y fue agotador para los soldados. Una revuelta armada se
centro en Taos Pueblo que se termino con un derramamiento de sangre. Puesto fronterizos militares se
mantuvieron en los lugares incluyendo Albuquerque y Tomé a lo largo de El Camino real, y en otros
muchos asentamientos tales como Tais, Abiquiú y Cebolleta. Los soldados de esos puestos fronterizos
llegaron a entender las exquisitas características de los nativos de Nuevo México y sus escritos se
distinguían debido al contraste con lo casual y criticismos ignorantes de las tropas que eran nuevas en
el área, o que solamente estaban de paso. Los hogares de Nuevo México eran lugares donde
frecuentemente se refugiaban los invasores enfermos. Un voluntario de Illinois en albuquerque, por
ejemplo, registro una experiencia única:

Durante la noche sentí fuertes síntomas de fiebre que se elevaban rápidamente. Y que
aparecieron en la mañana junto con mis peores temores. Llegue a la casa de un mexicano al que le
compre “mais” (maíz) para las mulas y el ganado, donde me recibieron muy amablemente y me
hicieron una suave cama y un calido fuego que me hicieron caer rendido. El doctor Perry me visito y
con una oportuna prescripción termino con la enfermedad. Me quede ahí todo el día y toda la noche.
Un hermano o una hermana no podrían haber demostrado tanta solidaridad o ternura de lo que estas
personas tan amables demostraron. Cada pequeño manjar con el que su despensa contaba, se me ofrecía
amablemente. Cuando iba a retirarme con dificultad logre imponerme ante ellos para que recibieran
una nimiedad por su amabilidad hacia mí.

Mucho fue escrito por los soldados que marcharon por el sendero de Santa Fe hasta Santa Fe,
pero relativamente poco concerniente a marchas posteriores. Cuando salieron de Nuevo México, las
tropas estaban descansadas y sabían que existía un gran interés en casa acerca de ese sendero y la
ciudad de Santa Fe y era muy probable que las cartas que mandaban a sus amigos en casa les llegaran
con seguridad. Estas tres consideraciones eran degradadas significativamente cuando de viajar por El
Camino Real se trataba. La necesidad de escribir cada vez era menor, los materiales eran cada vez más
difíciles de obtener y era muy difícil localizar a sus amigos en casa para comunicarse con ellos.
Algunas cartas se escribían y se enviaban, pese a todo, y los diarios se guardaban y las recolecciones se
registraban despues. Dentro de Nuevo México, el pasaje a través de Jornada del Muerto llamo más la
atención de la que se le dio a cualquier otra sección de El Camino Real. Esta marcha de noventa millas
en la que casi no había agua fue difícil no por la escasez de recursos de agua sino porque el forraje para
los animales era muy pobre y era muy posible que los atacaran los indios Apache. Aparte de los
individuos y los asentamientos pequeños, acompañados regularmente por vagones de comerciantes
experimentados, solo dos fuerzas militares, atravesaron la Jornada de 1846 a 1948. Primero fue la
expedición de Doniphan mencionada arriba. En diciembre de 1846. Despues fue el comando del
General Price también mencionada antes, el cual se movió hacia el sur en etapas de Santa Fe y despues
regreso al norte para tener dos travesías a lo largo de Jordana.

Los soldados en la marcha en Nuevo México y a donde sea que fueren en el norte de México
con ese propósito, aprendieron lo necesario para sobrevivir. Por ejemplo con la escasez de madera para
hacer fogatas, aprendieron a recoger la que encontraban, incluso muy temprano, para cocinar y en el
tiempo de frío calentarse para la noche. Los parajes resultaron bien establecidos, durantes los siglos
anteriores, a lo largo de El Camino Real donde habían mas servicios en mayor o menor abundancia.
Fray Cristóbal, al norte de la Jornada, era más que un paraje era un área temporal para los viajeros que
se dirigían hacia el sur. La escena ahí, en el año de 1846, de como la gente de Missouri de Doniphan’s
se reunían con un grupo considerable de comerciantes ambulantes, se describió por algunos escritores.
George Rutledge Gibson era un hombre educado, en su vida civil era fiscal y editor de un
periódico, fue voluntario de Doniphan y fue electo segundo teniente. Escribió sobre su breve estadía en
Fray Cristóbal:

Todo es ajetreo al prepararse para la larga marcha a través de la Jornada del Muerto, se les
ordeno a los hombres cocinar provisiones para tres días, porque ahí no hay agua ni madera. Cerca de
las cuatro en punto, en cuanto llegamos al campamento, los (comerciantes) negociantes arribaban y
entraban a este sombrío baldío, una línea de vagones que se extendían por lo menos por una milla. El
día ha sido agradable, con madera, agua y abundante pasto y nuestro campamento se sitúa en un lugar
hermoso, con montañas en todas direcciones.

Dentro de los más dramáticos informes sobre la marcha de los soldados a lo largo de la Jornada
se encuentra la de John T. Huges, que fue visitada por muchos de los escritores en este episodio. Huges
sirvió como soldado en la compañía C, la primera montada de voluntarios de Missouri, pero se dio a
conocer como el historiador no oficial de la expedición de Doniphan. estudio en la universidad, obtuvo
el rango de Brigadier General durante la guerra civil, escribió:

Cuando pasamos por este desierto atroz, el cual es tajantemente el “Viaje de los Muertos”, los
hombres sufrieron mucho; debido a que el clima se estaba tornando en extremo frío y no había ni agua
para beber ni madera para hacer fogatas. Los soldados (estaban) fatigados debido a la marcha, débiles
de tanta hambre y embotados por los desgarradores vientos, se rezagaban a lo largo del camino por la
noche, (ya que no había muchos lugares para reposar) preparando fogatas con los arbustos secos y con
los tallos de plantas, o palmilla, que ardía como pólvora. Y se extinguía de igual manera, dejando a los
hombres titiritando de frío. Por millas el camino era mas brillante iluminado por los repentinos
destellos de luz, que duraban solo un instante, y luego volvía la oscuridad. Al caer la medianoche el
frente de la columna se detenía para descansar un poco. Los grupos rezagados continuaban llegando
durante toda la noche. Las guardias se mantenían informadas. Los hombres sin su cena se recostaban en
la tierra y descansaban. Los ferrocarrileros trabajaban de forma incesante día y noche con sus trenes
para seguirle el paso a la marcha del ejército. Tal fue la marcha de más de tres días por la Jornada del
Muerto.
Continuando con la contienda regularmente llamada por los americanos la batalla de Brazito,
ahora Las Cruces, Nuevo México, el día de navidad del año 1846, los invasores ocuparon el valle
debajo del Paso del Norte por varios meses lo que en general era muy grato para los americanos. El
Paso del Norte, ahora ciudad Juárez, contaba con una población de entre cinco a ocho mil almas y otros
asentamientos se situaban rió abajo en Rió Grande, que se remonta casi al siglo 17. el soldado Hastings
escribió sobre su primera impresión en febrero de 1847, típica de otros espectadores americanos de ese
tiempo:
Me sorprendió mucho el encontrar una ciudad tan agradable y grande. La pulcritud del arroyo y
la regularidad de las calles, que las mujeres barren a diario, los paseos, adornados de manera hermosa
por las largas filas de árboles que muestran su follaje verde al pie de lo que fueran pequeños arroyos de
agua pura, creados por la irrigación, la suavidad y serenidad del clima, las dulces y refrescantes
melodías de los pájaros felices, todo estaba mas allá de mis expectativas y a pesar de nuestros pesares,
me encontré casi feliz.

Este debate se registro en extensos periodos geográficos por más de dos épocas de guerra en
Nuevo México. Continuando por El Camino Real a chihuahua, con refuerzos y también, como de
costumbre, un gran contingente de comerciantes, no hubo acontecimientos durante el viaje con
excepción, por supuesto, de la batalla de Sacramento. La primera impresión de la ciudad de Chihuahua
fue invariablemente favorable: “una ciudad hermosa, le gana a cualquier cosa que haya visto jamás”
escribió el Cabo Edgar L. Hinton. El soldado Edwards índico que la población era de unos treinta mil
habitantes, convirtiéndola una de las ciudades más grande en México. Elogio la espléndida arquitectura
de la catedral e ingenuamente llamo a la fuente de la plaza principal una curiosidad. “El agua es vertida
de las bocas de cuatro estatuas a un gran cuenco”. El acueducto, junto con la catedral y otras estructuras
monumentales, llamaron mucho la atención y admiración.

¿Qué puede decirse, entonces, de la mentalidad y opinión de los soldados americanos,


representando a la gente común de los Estados Unidos, en este periodo? Escribiendo estas cortas líneas,
se me hizo evidente que existe un volumen importante de registros pertinentes que apenas si
mencionamos aquí. Se necesitarían cientos de páginas para hablar de manera justa sobre este tema tan
amplio. Alguien más inteligente y más inclinado a la tecnología que yo, puede formular términos de
análisis que, aplicados a estos antiguos manuscritos con la magia de la computación, podría presentar
aspectos del pensamiento, creencia y opinión de especial interés.
Puede ser que se haya dicho lo suficiente para sugerir, que en cualquiera de los hechos, no había
nada de extraordinario acerca de estos americanos. Sus motivos más fuertes son la curiosidad y el
deseo de aventura. A medida que se manifiesta el patriotismo Yankee, se refleja una inclinación a
confiar en los líderes políticos nacionales, para repetir frases transmitidas desde arriba con relación al
destino nacional y la enmendación de los alegatos de insulto al orgullo nacional americano.
Ingenuamente y sin educación, los “soldados comunes” de este periodo estaban listos para ser
rechazados por al contacto con los habitantes de Nuevo México y Chihuahua. Sin embargo,
encontraron mucho que admirarles y respetarles, si abrían su mente al acercarse y al aprender a conocer
a estos extraños. Tal vez siempre sea el caso.

John Porter Bloom.


Vicepresidente.
Asociación del sendero de El Camino Real de Tierra Adentro.
Junio de 2008.

[1] Bell Irwin Wiley, la vida de Johnny Reb, el Soldado Común de la Confederación (Nueva York:
Bobbs-Merrill, 1943) La Vida de Billy Yank, el Soldado Común de la Unión (Nueva York: Bobbs-
Merrill, 1952), ambos aun imprimiéndose, y muchos otros títulos.

[2] Mark L. Gardner, “Nuevo México: Ocupación EEUU.” en ed. Donald S. Frazer., Los Estados
Unidos y México en Guerra, siglo 19 Expansionismo y Conflicto. (Nueva York: Macmillan, c1998, pp.
291-292).

[3] Este tema es más comprensible que mi tesis del doctorado (Universidad de Emory, 1956) es
Richard Bruce Winders, el ejercito del señor Polk, la experiencia de la milicia americana en la guerra
mexicana (Collage Station: Texas A&M prensa universitaria, c1997), capítulos 4-5.

[4]Price experimento una presencia física imponente, puede ser que el carisma y tenia un seguidor leal
entre toda la gente de Missouri. Fue despues gobernador del estado, y general de los Estados
Confederados de América. Sobre su desempeño en Nuevo México un biógrafo escribió: “en esta
ocupación demostró laxitud al hacer cumplir la disciplina, una tendencia a discutir con otros oficiales y
una inclinación a actuar en una manera muy independiente, casi insubordinada. “Albert Castel, General
Sterling Price y lo Civil en Sterling Price, retrato de un sureño (Colombia: prensa de la Universidad de
Missouri, c1972, pp. 71-74) lucha por darle buena cara a su tema en esta acción. El aprecio irrefutable
de Price por Santa Cruz de Rosales se encuentra en “The Cowpen Slaughter; was there a Massacre of
Mexican soldiers At the Battle of Santa Cruz de Rosales?” de William Gorenfeld en el archivo
histórico de Nuevo México (otoño de 2006, 81:4, 413-440). El Coronel John Ralls comando el tercer
Missouri, bajo el mando de Price quien era por sobre todo el comandante militar de Nuevo México.

[5] Soldado Daniel H. Hastings, “Experiencia Personal”, 15 al 18 de agosto de 1846, J. H. Smiths


Papers, vol. XV, Biblioteca de la Universidad de Texas.

[6]Benjamin L. Wiley, “Diario”, 7 de septiembre de 1847, Biblioteca de la Universidad Sureña.

[7] Hastings, “Experiencia Personal”, 20 de agosto de 1846.

[8] técnicamente, uno podría decir que la fotografía emergió de su cuna. Los daguerrotipos no se
conocían pero si las largas e innecesarias exposiciones que se llevaban a cabo principalmente en
estudios, de la cara o de la cabeza y los hombros. Las fotografías en “acción” se les tomaban al General
John Wool y a su equipo a caballo en las calles de Saltillo, en 1847, y se consideran la primera
representación de la vida del personal militar en la época de guerra.

[9] Teniente Benjamin E. Lackland a Tany Lackland, 8 de Noviembre de 1846, James C. Lackland
Papers, sociedad histórica de Missouri, St. Louis, MO.

[10] Marcelas B. Edwards a su hermano, 23 de agosto de 1846, “Mexican War Envelope” Sociedad
Histórica de Missouri, St. Lousi, MO.

[11] Hastings, “Experiencia Personal”, 20 de Agosto de 1846,.

[12] Soldado William H. Richardson, Diario de la Expedición de Doniphan (Baltimore, 1847),


reimpreso (Columbia, MO, 1928) pp. 41, 45.

[13] W. C. Kennerly, “Recolecciones” manuscrito, Guerra mexicana, Sociedad Histórica de Missouri,


St. Louis, MO.
[14] Wiley, “Diario”. 7 de Noviembre de 1847.

[15] un comentario sobre las fuentes: todas las cartas, diarios y periódicos, recolecciones o
remembranzas califican como fuentes originales las cuales son evaluadas por los historiadores en orden
descendiente. A las cartas se les da la misma prioridad que a las fuentes debido a su proximidad, sin
embargo se debe tener en cuenta que los autores de estas cartas podría haber disfrazado la verdad para
crear un mayor efecto en los lectores a quienes iban dirigidas, los cuales pudiéramos conocer o no. Los
diarios y periódicos por lo regular tienen la virtud de la proximidad, pero corren el riesgo de ser
satanizados y “reescritos” para crear un mayor efecto, especialmente cuando son transcritos. Se pueden
encontrar cartas invaluables en los periódicos contemporáneos, pero, de nuevo, deben de ser evaluadas
debido a la posibilidad de que contengan errores de trascripción, aunque haya sido para darle un efecto
mayor o no. En estos casos, en especial, las posibles aspiraciones políticas de los autores de las cartas
deberían de tomarse en cuenta. No había, por supuesto, periodistas en los tiempos de guerra mandados
por los periódicos de Nuevo México o Chihuahua, así como los que conocemos en estos tiempos.

[16] 18 de diciembre de 1846. Ralph P. Bieber, editorial., Diario de un soldado bajo el mando de
Kearny y Doniphan, 1846-1847, por George Rutledge Gibson (la Serie histórica del suroeste, Vol. III.
Glendale, CA: Arthur H. Clark Co., (1935, pp. 294-295). Fray Cristóbal estaba cerca de Valverde y,
más importante, La villa de Socorro y otros asentamientos donde se podían obtener provisiones. Es
importante decir que el vagón que cargaba civiles partía cuando caía la tarde, para viajar durante la fría
noche, incluso en invierno. Este era un procedimiento militar muy común.

[17] John T. Huges, La Expedición de Doniphan; la cual contiene un relato sobre la conquista de
Nuevo México. (Cincinnati: U.P. James, c 1847), en reimpresión por William Elsey Connelly, guerra
con México, 1846-1847, La expedición de Doniphan y la conquista de Nuevo México y California
(Topeka, KS, s. p., 1907), pp. 368-369.

[18] Hastings, Experiencia Personal, 2 de Febrero de 1847.

[19] E. L. Hinton a su padre, 8 de Marzo de 1847; manuscrito; M. B. Edwards a su hermano, 13 de


marzo de 1847; ambos durante la guerra mexicana, Sociedad Histórica de Missouri, St. Louis, MO.

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