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“Cuanto más repaso mi historia, más orgulloso estoy de haberla iniciado. Esta
aventura hacia lo natural me hace sentir que formo parte ella. La trato con
mimo, respeto y limpieza, igual que ella a mí”.
Había una vez un niño que vivía feliz en una tribu del Amazonas. Era el año 2050, pero
el ser humano blanco hizo una matanza para vender la madera, asique el niño perdió su
tribu. ¿Era posible que el ser humano fuera así? Pues sí, porque el ser humano es capaz
de lo mejor y de lo peor. Esta dura lección le llevo a verse solo, a viajar por todo el
mundo y buscar un nuevo hogar, una nueva familia. Iba a las ciudades, pero allí no
había árboles, así que decidió ir a África. Nadie quería ir por allí, por una terrible
enfermedad, que era una plaga, se llamaba SIDA. Pero él no tenía miedo y fue a Kenia,
allí conoció a un niño llamado Waku-Hutu, de piel negra como la noche, labios
carnosos como las fresas y rizos preciosos negros. Desde el primer momento, Waku-
Hutu lo acogió en su familia, le enseñó a ser pastor de cabras y por las tardes era el niño ás
feliz del mundo, porque se iba con Waku-Hutu a ver las jirafas, los leones, los
tigres, los elefantes, los hipopótamos y los rinocerontes. Y esto fue así por mucho
tiempo y… ¿sabéis por qué? Porque era un parque para la reserva de la biosfera…