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El desnudo y la mujer en la Antigua Grecia

Por Cora Dukelsky

La célebre frase de Italo Calvino, un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir,
puede aplicarse asimismo a las imágenes de la Antigüedad. Sus obras de arte conservan plena vigencia y
constituyen un estímulo trascendente para el hombre moderno. Referente fundamental para alcanzar una
comprensión totalizadora de nuestra civilización occidental, el mundo clásico reaparece constantemente como el
fundamento de nuestras más profundas raíces culturales. En una era de espectaculares cambios tecnológicos,
de incesantes innovaciones científicas, es innegable que necesitamos los aportes del humanismo clásico para
lograr la adecuada inserción dentro del vértigo de la vida contemporánea.

El arte clásico nos permite asomarnos a un universo dominado por la belleza, el equilibrio y la armonía. Con
toda seguridad la vida de los hombres griegos no era tan perfecta. El arte no es simplemente el reflejo de una
sociedad sino que implica una compleja estructura ideológica. Cada imagen es portadora de múltiples
significados, estrechamente vinculados a la civilización que la ha generado. La historia del desnudo femenino
puede ayudarnos a comprender este concepto.

Una de las herencias culturales que hemos recibido de la Antigua Grecia es el género artístico del desnudo Para
los griegos, el cuerpo masculino desnudo expresaba plásticamente todas las potencialidades del hombre
perfecto. La imagen de un hombre desnudo se asociaba con el ideal atlético, el coraje, el heroísmo, la belleza
física unida a la nobleza espiritual. Por el contrario el desnudo femenino, en un mundo dominado por el
hombre, estaba mal visto.

Grecia era una sociedad patriarcal que sometía a la mujer a una condición de indudable inferioridad. Los
ciudadanos de una polis ocupaban los lugares privilegiados, tenían una vida pública y activa; por el contrario las
mujeres debían permanecer recluidas en el gineceo. No podemos saber con seguridad si tal exclusión de la vida
pública era tan estricta o resumía una expresión de deseo de los escritores griegos –la gran mayoría hombres-
transmisores de la mentalidad de los ciudadanos, quienes anhelaban un comportamiento ejemplar para sus
mujeres. Lo cierto es que para cumplir con las reglas de la sociedad una mujer debía pasar desapercibida,
realizar las tareas hogareñas y procrear hijos legítimos.

La consecuencia artística fue que el desnudo femenino, para la Grecia clásica, equivalía a marginalidad. En las
pinturas y esculturas arcaicas o clásicas tanto las diosas como las protagonistas de la epopeya se
representaban invariablemente vestidas. Los ejemplos de desnudo femenino correspondientes a estos períodos
pertenecen a prostitutas.

La situación cambió durante el siglo IV a.C. La crisis religiosa originada por los cuestionamientos de los sofistas
y las reflexiones de los grandes filósofos condujo a una cierta irreverencia en el tratamiento de los dioses
tradicionales. Además se produjo un incremento en la consideración social de las mujeres ya que muchas de
ellas se vieron obligadas a asumir tareas masculinas mientras sus esposos luchaban en los conflictos bélicos de
la época. En los vasos pintados se percibe una temática que apunta a una clientela femenina que ya no admite
ser un mero objeto sexual. Se privilegian las representaciones del gineceo, las joyas, los vestidos lujosos, los
cosméticos, los regalos amorosos. Afrodita se hace presente cada vez más como modelo a seguir entre las
damas griegas, quienes se muestran en su gineceo rodeadas de encantadores Eros que se multiplican para
satisfacer su coquetería.

Hacia el 350 a.C. el escultor Praxíteles introdujo la transformación esencial en el concepto de belleza vinculado
a la mujer: generó el arquetipo de belleza femenina a través del desnudo con su obra la Afrodita de Cnido,
modelo para la famosa Venus de Milo. La desnudez dejó de ser exclusiva prerrogativa del hombre como símbolo
para expresar la virtud. A partir de Praxíteles la virtud femenina se equipara, visualmente, a los modos de
representación masculinos. El conflicto inicial entre desnudez femenina y virtud quedó finalmente resuelto. La
Afrodita de Cnido se convirtió en el paradigma de belleza y armonía, en el modelo para la representación ideal
de la mujer en la civilización occidental.

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