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UNIDAD 1

1.1 PRESIDENCIA DE MITRE (1862-1868).

Como militar participará con el grado de General en los dos combates contra Urquiza: la derrota de Cepeda en 1859 y la
victoria definitiva de Pavón, el 17 de septiembre de 1861.

Mitre que había sido electo gobernador de Buenos Aires en 1860, se transformó tras el triunfo de Pavón en el único
hombre en condiciones de encauzar los destinos del país recientemente unificado.

En mayo de 1862, se reunió un nuevo congreso nacional que legitimó la situación de Mitre confirmándolo como
encargado del Poder Ejecutivo Nacional. Se convocó a elecciones nacionales y triunfó la fórmula Bartolomé Mitre y
Marcos Paz.

A lo largo de la primera mitad de 1862 se celebraron elecciones de diputados y senadores en todo el país, y el nuevo
Congreso de la Nación se reunió oficialmente a fines de mayo en Buenos Aires. En agosto se realizaron las elecciones de
electores presidenciales, siendo elegidos presidente y vice Mitre y Marcos Paz, elegidos por el colegio electoral el día 5
de octubre.

La presidencia de Mitre fue la primera de las presidencias históricas de Argentina. Estas presidencias históricas o
fundacionales del estado argentino moderno tuvieron tres claros objetivos o metas: “nación, constitución y libertad”. La
nación entendida como la unión superior y definitiva de las provincias que componen Argentina. La constitución como
las bases de los derechos de las personas y los límites que se le imponen del poder. La libertad concebida como principio
sine qua non del liberalismo.

- LEY DE COMPROMISO

1. Declárase la ciudad de Buenos Aires residencia de las autoridades nacionales, con jurisdicción de todo su municipio,
hasta tanto que el Congreso dicte la ley de capital permanente.

2. Las autoridades provinciales continuarán igualmente residiendo en la capital, si ellas mismas no creyesen conveniente
trasladarse a otro punto.

3. La ciudad de Buenos Aires tendrá su representación en la legislatura de la provincia, en la misma proporción que hoy
la tiene respecto de la campaña.

4. El Banco y demás establecimientos públicos radicados en el municipio de la ciudad, y que por su naturaleza
pertenecen a la provincia, continuarán siendo regidos y legislados, por las autoridades de ésta.

5. Los juzgados y tribunales de justicia de la provincia, continuarán ejerciendo como hasta aquí su jurisdicción en el
municipio de la ciudad.

6. Queda garantido el régimen municipal de la ciudad sobre la base de su actual organización.

7. Sin perjuicio de la aprobación inmediata de la legislatura de Buenos Aires a la ley que se dicte con arreglo a estas
bases, la misma ley será revisada a los cinco años por el Congreso de la nación y la legislatura provincial.

Aprobada luego de la batalla de Pavón y días antes de la asunción de Bartolomé Mitre el cargo de presidente de los
argentinos, dicha ley autorizaba a las autoridades nacionales residir en la Ciudad de Buenos Aires por cinco años donde a
la vez se encontraba el asiento del gobierno provincial. La Ley de Compromiso fue de carácter temporario hasta que por
una nueva ley del Congreso Nacional se estableciera el territorio a federalizar para la futura capital de la República.
- CONVENCION DE LIMA

La posición de Mitre respecto a los países latinoamericanos era de completa indiferencia: cuando su gobierno fue
invitado a participar del Congreso Panamericano de 1862, reunido en Lima para responder a la invasión francesa de
México y la anexión española de Santo Domingo, Mitre se negó a nombrar un representante oficial.65 La respuesta del
canciller Rufino de Elizalde a la invitación de defenderse de avances europeos en conjunto fue que:

La América independiente es una entidad política que no existe ni es posible constituir por combinaciones diplomáticas.
La América, conteniendo naciones independientes, con necesidades y medio de Gobiernos propios, no puede nunca
formar una sola entidad política (...) Por lo que hace a la República Argentina, jamás ha temido por ninguna amenaza de
la Europa en conjunto, ni de ninguna de las naciones que la forman (...) Puede decirse que la República está identificada
con la Europa hasta lo más que es posible.

- ACCION DE PAUNERO

Luchó en Cepeda y fue incorporado al ejército de la Confederación. Urquiza lo nombró interventor junto con Juan Saá en
la provincia de San Juan, pero tuvo serias desavenencias con Saá, que — considerando que defendía al gobierno
revolucionario — lo envió de regreso a Buenos Aires.1 Poco después, Saá invadió San Juan, y su sangrienta victoria llevó
nuevamente a la guerra. Al frente de la infantería, tuvo un desempeño notable en el enfrentamiento de Pavón, razón
por la cual el general Bartolomé Mitre le discernió el título de general en el mismo campo de batalla.

Fue enviado hacia Córdoba al frente de una expedición que debía asegurar el cambio de los gobiernos federales de
todas las provincias. Tras unas semanas de anarquía en esa provincia, Paunero entró en ella y nombró gobernador a
Marcos Paz. Éste renunció en enero y Paunero ocupó el cargo de gobernador provisional. Ordenó celebrar elecciones, en
las que — a pesar de sus pretensiones de ser electo gobernador titular2 fue electo Justiniano Posse.

Desde Córdoba mandó una división al mando de Sarmiento, que cambió los gobiernos de San Luis y Mendoza y se hizo
elegir gobernador de San Juan, en estas acciones contra las poblaciones del Interior tuvo como uno de sus principales
lugartenientes al sanguinario -también colorado oriental- Ambrosio Sandes . Tras una campaña de varios meses contra
el caudillo Ángel Vicente Peñaloza “el Chacho”, firmó un tratado de paz, con perdón y amnistía a los derrotados. Pero la
paz ofrecida no fue respetada y Peñaloza volvió a alzarse en armas. El Chacho llegó a ocupar Córdoba, pero Paunero lo
derrotó en la batalla de Las Playas, en las afueras de la ciudad. Unos meses más tarde, el coronel Pablo Irrazábal lo
asesinó, cuando Peñaloza ya se había rendido y estaba desarmado.

Permaneció algunos años más en Córdoba, durante los cuales participó activamente en sucesivos conflictos políticos y
gestionó la instalación o refuerzo de fortines en las fronteras que para entonces había con los indígenas (por ejemplo el
fuerte y luego ciudad de Morteros en 1862).
Para pacificar el noroeste agitado por las montoneras del Chacho Peñaloza, Paunero marchó al interior al frente del
Primer Cuerpo de Ejército de Buenos Aires, contribuyendo especialmente a la victoria del Grl Venancio Flores en la
Cañada de Gómez.

Pasó la mayor parte de los años siguientes pacificando a las provincias del interior, incluyendo la represión de una
revolución liberal en Córdoba y la campaña contra el Chacho. En la campaña de 1862 creyó que Peñaloza era el hombre
mas adecuado para poner coto al desorden reinante en la región de La Rioja y celebró con él un convenio de paz y
lealtad. Cuando Peñaloza se sublevó otra vez al año siguiente, Paunero rehusó negociar y lo derrotó completamente.

- TABOADA
Don Antonino se dedicó por casi un año a reorganizar la defensa contra los indios del Chaco, muy debilitada. Cuando el
Chacho se lanzó a su segunda rebelión, en 1863, fue nombrado comandante de las fuerzas del norte. Se trasladó a La
Rioja en mayo, y venció al gobernador “Berna” Carrizo en la Batalla de Mal Paso, pero fue desautorizado por Del Campo
y se retiró furioso a Santiago, arreando todas las vacas que encontró a su paso. Años después, Taboada sería el terror de
los riojanos, no por las armas de sus soldados, sino por los saqueos del ‘63.

TRES FOCOS REVOLUCIONARIOS ( 1° CHACHO)

Desde 1854 fue comandante de armas de la provincia, y al año siguiente fue ascendido a general por el presidente
Urquiza. Era muy prestigioso entre los gauchos humildes de La Rioja y las provincias vecinas, y se comportaba como uno
más de ellos, salvo cuando mandaba en el ejército. Ellos lo consideraban, también, su protector, su abogado, el
solucionador de los problemas de cada uno de ellos.

En octubre de 1858 fue asesinado Nazario Benavídez por los partidarios del gobernador Gómez. El presidente ordenó
una intervención federal a la provincia, ordenando a Peñaloza que la apoyara militarmente; no tuvo necesidad de
combatir, pero ocupó con sus montoneras la ciudad de San Juan. Desde entonces fue el hombre de confianza de Urquiza
en la región.

En enero de 1860 derrocó al gobernador Bustos, que se acercaba cada vez más a los unitarios de Buenos Aires, y
nombró en su lugar al coronel Ramón Ángel. Poco después fue nombrado interventor federal de su provincia.

Después de Pavón, en 1861, el interior del país quedó abierto a los unitarios. Hacia Cuyo salió el coronel Ignacio Rivas y
hacia Catamarca el general Wenceslao Paunero, que enviaron varias expediciones contra La Rioja. Mientras tanto,
Peñaloza ofreció mediar en la guerra entre los federales y unitarios del norte del país. Pero a pedido del gobernador
tucumano Celedonio Gutiérrez, se unió a éste; fueron derrotados por los unitarios. Regresó a La Rioja, perseguido por
sus enemigos, que los derrotaron en varias batallas; los oficiales prisioneros eran fusilados, mientras muchos soldados
eran torturados y degollados. La represión fue increíblemente feroz, y eso mismo dio fuerzas a los federales para seguir
luchando. El mismo Domingo Faustino Sarmiento aconsejaba:

Si Sandes mata gente, cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición, que no sé qué se obtenga con
tratarlos mejor.

Pese a su superioridad numérica y de movimientos (Peñaloza llegó reunir una fuerza de 2 000 a 6 000 combatientes),3
Peñaloza fue derrotado repetidas veces por las tropas mitristas mucho mejor y más modernamente armadas (armas a
repetición, ametralladoras). Tras sitiar la ciudad de San Luis, logró firmar un tratado de paz llamado Tratado de La
Banderita a principios de 1862, en que se le ofrecían garantías. Cuando llegó la hora de cambiar prisioneros, se dice que
Peñaloza entregó los suyos, pero no recibió ni uno: todos sus hombres habían sido degollados. Esto lleno de indignación
a Peñaloza, ya que los hombres que lo acusaban de asesino y ladrón, habían violado todos los códigos militares,
asesinando a prisioneros rendidos. En 1863, el gobernador puntano, Juan Barbeito, repelió una nueva invasión de tropas
leales a Peñaloza, unos 1 600 montoneros4 habían incursionado con éxito parcial en la zona norte de la provincia.

La derrota

Los militares que debían hacer cumplir el tratado continuaron con la persecución a los aliados de Peñaloza, por lo que
este volvió a alzarse en armas en marzo de 1863. Logró varios éxitos en San Luis, Córdoba, Catamarca y Mendoza, e
incluso depuso al gobernador riojano.

A fines de marzo, el Chacho escribió al presidente Bartolomé Mitre:


...los gobernadores de estos pueblos, convertidos en verdugos de las provincias... destierran y mandan matar sin forma
de juicio a ciudadanos respetables sin más crimen que haber pertenecido al partido federal... Los hombres todos, no
teniendo ya más que perder que sus existencia, quieren sacrificarla más bien en el campo de batalla.'

El llamado a la lucha se hacía en nombre de Urquiza, con cuya ayuda contaban, pero éste no apoyó en nada la revuelta,
e incluso la condenó en público. El gobernador Sarmiento, designado Director de la Guerra contra Peñaloza por el
Ministro de Guerra Gelly y Obes, escribió al presidente:

...no economice sangre de gauchos, es lo único que tienen de humano.

Mitre respondió:

'Quiero hacer en La Rioja una guerra de policía. Declarando ladrones a los montoneros, sin hacerles el honor de
partidarios políticos, lo que hay que hacer es muy sencillo.'

Quedaban fuera de la ley, y por consiguiente se los podía matar en cuanto se los capturaba. Los oficiales del ejército
nacional repitieron las masacres entre los vencidos.

El 20 de mayo de 1863, las tropas del Chacho se enfrentaron en Lomas Blancas —en Los Llanos— con un contingente de
600 hombres de infantería y caballería de las fuerzas de Paunero, comandadas por Ambrosio Sandes, Pablo Irrazábal,
Ignacio Segovia y Julio Campos.

Peñaloza obtuvo una efímera victoria cuando el 10 de junio se produjo en Córdoba una revolución, encabezada por el
partido federal —apodado "ruso"— y los liberales moderados, que depuso al gobernador Justiniano Posse; éste había
sido impuesto el año anterior por la fuerza de las armas del ejército nacional comandado por Paunero. Convocado por
los revolucionarios, el Chacho entró a la ciudad de Córdoba el 14 de junio. Mientras tanto, Paunero reunió un ejército de
3000 hombres y marchó sobre él. Queriendo evitar sufrimientos a la ciudad, Peñaloza salió a su encuentro en campo
abierto, al frente de 2000 hombres.3 Fue derrotado el 28 de junio, en la Batalla de Las Playas sufriendo los montoneros
300 muertos, un número no precisado de heridos y 720 prisioneros. Los oficiales prisioneros fueron fusilados.

El caudillo huyó a los Llanos, de allí al norte, hacia la Cordillera de los Andes, y por el oeste de la provincia, nuevamente a
los Llanos, donde reorganizó su montonera, reclutando 2000 gauchos. De esa forma destruyó los caballos de sus
enemigos y los desorientó por completo. Luego invadió la provincia de San Juan, donde estuvo a punto de tomar la
capital. Pero el coronel Irrazábal lo derrotó en Los Gigantes. Se estima que unas mil personas murieron durante su
última rebelión.

El asesinato

El vencedor lo persiguió hasta Los Llanos, y Peñaloza se rindió al comandante Ricardo Vera en Loma Blanca, paraje
aledaño al pueblo de Olta, entregándole su puñal, la última arma que le quedaba. Una hora más tarde llegó Irrazábal y lo
asesinó con su lanza; a continuación hizo que sus soldados lo acribillaran a balazos. Era de 1863.

Su cabeza fue cortada y clavada en la punta de un poste en la plaza de Olta. Una de sus orejas presidió por mucho las
reuniones de la clase "civilizada" de San Juan. Su esposa, Victoria Romero, fue obligada a barrer la plaza mayor de la
ciudad de San Juan, atada con cadenas.

Al conocer la noticia, Sarmiento escribió al presidente Mitre:

No se que pensaran de la ejecución del Chacho, yo inspirado en los hombres pacíficos y honrados he aplaudido la
medida precisamente por su forma, sin cortarle la cabeza al inveterado picaro, las chusmas no se habrían aquietado en
seis meses.
Carta de Domingo Faustino Sarmiento a Bartolomé Mitre, 18 de noviembre de 1863.

Pocas semanas más tarde, el poeta José Hernández publicó en un periódico entrerriano su Vida del Chacho, un folleto en
defensa del caudillo riojano, en que advertía a Urquiza que los mismos que habían asesinado a aquél buscaban la
oportunidad para asesinar al ex presidente. Poco después, el poeta Olegario Víctor Andrade escribía en su homenaje
uno de sus poemas más bellos.

A mediados del siglo XX, la provincia de La Rioja lo convertía oficialmente en un héroe. En su facón, que se exhibe en el
Museo de Historia de La Rioja, puede leerse la inscripción que definía su carácter: "Naides, más que naides, y menos que
naides".

REPERCUSIONES ( 2° VARELA EN MENDOZA – 3° SAA EN SAN LUIS)

La Revolución de los Colorados (noviembre de 1866 – abril de 1867) fue el último alzamiento del partido federal
argentino en el oeste del país. Pretendía desconocer la autoridad del presidente Bartolomé Mitre, liberar a las provincias
de gobiernos impuestos desde la capital, Buenos Aires, y terminar con la Guerra del Paraguay, a la cual se oponían. Fue
liderada por varios caudillos locales, de los cuales el más conocido es Felipe Varela, y logró dominar por completo tres
provincias y poner en peligro otras dos. Fue vencida en dos batallas en abril de 1867, y tras la derrota de Varela – que se
hizo esperar casi un año más – el partido federal desapareció en el oeste y norte del país.

Las causas son la batalla de Pavón significó el final de la Confederación Argentina y el comienzo del predominio en todo
el país del partido liberal, directo descendiente del partido unitario. Las resistencias federales fueron vencidas por el
simple avance del ejército porteño – como en el caso de la provincia de San Luis, cuyo gobernador Juan Saá se exilió en
Chile – o ahogadas en sangre, como en el caso de la provincia de La Rioja, cuyo caudillo Ángel Vicente Peñaloza resistió
firmemente hasta caer asesinado.

En Mendoza, en particular, el partido liberal tenía muy escaso arraigo. Su gobierno había sido una imposición de la
división del ejército porteño que había ocupado esa provincia pocos meses después de Pavón.

El gobierno del general Mitre no sólo aplastó la oposición federal, sino que además se embarcó, a partir de 1865, en la
Guerra del Paraguay. En alianza con el Imperio del Brasil, el ejército argentino invadió el Paraguay, intentando obligar a
ese pequeño país a cambiar su gobierno por otro, de signo liberal.

La guerra fue tremendamente impopular en el interior del país, y gran parte de los "voluntarios" que eran enganchados
para pelear en el frente se rebelaron o desertaron. La derrota de los Aliados en la batalla de Curupaytí dejó en muy mala
situación al ejército argentino, e hizo caer muy bajo el prestigio militar de Mitre.

La muerte de Peñaloza no iba a asegurar la paz por mucho tiempo, pues las condiciones que habían impulsado el
alzamiento no habían desaparecido. Las levas para la guerra contra el Paraguay provocaron motines y deserciones, pues
los provincianos no querían pelear, Las guerras del Chacho iban a tener un efecto tardío en 1866 con la “rebelión de los
colorados” que estallo en Mendoza y se extendió a casi todas las provincias cordilleranas, poniendo en aprietos al
gobierno nacional en momentos en que se libraba una guerra internacional. Videla en Mendoza, Felipe Saá en San Luís y
Felipe Varela en Catamarca, asumieron la conducción del movimiento, que triunfó en Luján de Cuyo y Rinconada del
Pocito (5 de enero de 1867). El gobierno nacional declaró traidores a los revolucionarios y retiró a 3.500 hombres del
frene del Paraguay. El mismo Mitre regreso al país. Por entonces, Juan Saá había asumido la dirección de los rebeldes.
Por fin Arredondo lo derrotó completamente en San Ignacio (1° de abril). Casi simultáneamente (10 de abril), Varela era
deshecho por Antonio Tabeada en Paso de Vargas, con lo que terminó la rebelión.

Todo este periodo se caracterizo por una extensa agitación de las provincias, producto no solo de las reacciones
federales, sino también de las luchas entre las distintas fracciones liberales y de los enfrentamientos personales.

Este panorama político interno se veía seriamente agravado por la ausencia del presidente Mitre que había asumido la
conducción de los ejércitos aliados en lucha contra el Paraguay. Sus vistas personales, opiniones y consejos eran
enviados desde el lejano frente de guerra y no contribuían en facilitar la tarea del vicepresidente. Marcos Paz llegó a
decirle a Mitre que:” Si fuese legislador prohibiría la salida del primer magistrado de mi patria. El pueblo quiere ser
mandado por aquel que tiene derecho a mandar. Usted fue elegido canónicamente por el pueblo argentino para
gobernar no para mandar el ejército”

Es indudable que si Mitre hubiese permanecido en el país otro hubiese sido el desarrollo de los sucesos y hubiese habido
menos conmociones.

- VENANCIO FLORES: CAÑADA DE GOMEZ

Se conoce como la matanza de Cañada de Gómez ―para otros historiadores también como batalla de Cañada de
Gómez― a la incursión sorpresiva de tropas del ejército del Estado de Buenos Aires sobre unidades del ejército de la
Confederación Argentina acantonadas en la zona de la localidad de Cañada de Gómez (provincia de Santa Fe), el 22 de
noviembre de 1861.

Antecedentes

La batalla de Pavón, librada el 17 de setiembre de 1861, había marcado una victoria en el campo de batalla del ejército
de la Confederación Argentina, pero una retirada de Urquiza que permitió al derrotado ejército del Estado de Buenos
Aires, comandado por Mitre, que había retirado sus tropas hacia San Nicolás, rearmar sus fuerzas y avanzar sobre tierras
santafesinas.

El avance mitrista comenzó más de 40 días después de Pavón. Las tropas del ejército de Buenos Aires comenzaron a
moverse hacia Rosario limpiando la zona de todo hombre con edad de combatir.

La matanza

Mientas el general Mitre se internaba en la provincia de Santa Fe, el grueso del ejército confederado se encontraba al
mando de Benjamín Virasoro en las proximidades de Cañada de Gómez, esperando un regreso de Urquiza que nunca
llegaría.

Sobre la noche del 22 de noviembre de 1861, mientras las guarniciones federales dormían, las legiones del ejército
unitario comandadas por Venancio Flores realizaron un ataque sorpresivo pasando a degüello a más 300 hombres.

Sobre los hechos, Juan Andrés Gelly y Obes ―ministro de Guerra del general Mitre― le informó al gobernador delegado
Manuel Ocampo:

El suceso de la Cañada de Gómez es uno de esos hechos de armas que aterrorizan al vencedor… esto es lo que le pasa al
general Flores, y es por ello que no quiere decir detalladamente lo que ha pasado. Hay más de 300 muertos, mientras
que por nuestra parte sólo hemos tenido dos muertos… Este suceso es la segunda edición de [la matanza de] Villamayor,
corregida y aumentada… Para disimular más la operación confiada al general Flores se le hizo incorporar toda la fuerza
de caballería de la División de Córdoba enemiga.
Los que no sucumbieron durante esa noche fueron incorporados al ejército mitrista, pero desertaron en la primera
ocasión. Por lo tanto en adelante ya no habría más incorporaciones forzosas, sino que todos los prisioneros federales
serían degollados.

Entre los federales que salvaron su vida el día de la matanza se encontraban:

José Hernández (1834-1886), que sería el autor del Martín Fierro (1872).

Rafael Hérnández (1840-1903), quien sería fundador de la Universidad Nacional de La Plata (1889).

Leandro N. Alem (1842-1896), quien fundaría la Unión Cívica Radical (1891)

- BATALLAS LOMAS BLANCAS Y LAS PLAYAS

Combate de Lomas Blancas, del 20 de mayo 1863, en el que Ambrosio Sandes derrotó a Ángel Vicente Peñaloza en
Departamento General Belgrano, provincia de La Rioja.

Fue derrotado el 28 de junio, en la Batalla de Las Playas sufriendo los montoneros 300 muertos, un número no precisado
de heridos y 720 prisioneros. Los oficiales prisioneros fueron fusilados. Batalla de Las Playas, del 28 de junio 1863, en la
que Wenceslao Paunero derrotó a Ángel Vicente Peñaloza en Departamento Santa María, Córdoba. El caudillo huyó a los
Llanos, de allí al norte, hacia la Cordillera de los Andes, y por el oeste de la provincia, nuevamente a los Llanos, donde
reorganizó su montonera, reclutando 2000 gauchos. De esa forma destruyó los caballos de sus enemigos y los
desorientó por completo. Luego invadió la provincia de San Juan, donde estuvo a punto de tomar la capital. Pero el
coronel Irrazábal lo derrotó en Los Gigantes. Se estima que unas mil personas murieron durante su última rebelión.

El vencedor lo persiguió hasta Los Llanos, y Peñaloza se rindió al comandante Ricardo Vera en Loma Blanca, paraje
aledaño al pueblo de Olta, entregándole su puñal, la última arma que le quedaba. Una hora más tarde llegó Irrazábal y lo
asesinó con su lanza; a continuación hizo que sus soldados lo acribillaran a balazos.

- NACIONALISTAS Y AUTONOMISTAS

En 1862 los autonomistas de Buenos Aires, la facción liderada por Alsina, recibieron un fuerte impulso cuando Mitre
propuso la federalización de la capital provincial con el fin de poner la recaudación impositiva bajo el control del nuevo
gobierno nacional. Sus opositores rechazaron la federalización con los mismos argumentos que habían objetado la unión
nacional propuesta por Urquiza en el Acuerdo de San Nicolás. Temían perder el control de las rentas del comercio;
querían que esos ingresos se destinaran al desarrollo de su propia provincia y no al de otras.

Los nacionalistas, partidarios de Mitre, retrucaban que Buenos Aires saldría ganando si compartía las rentas con las
otras provincias. Los subsidios para tender ferrocarriles, que comenzarían con la línea propuesta entre Rosario y
córdoba, crearían nuevos mercados. Aparecerían economías y nuevas sociedades en las provincias, lo cual incrementaría
la riqueza de todos.

Estas diferencias de criterio reflejaban la asociación más estrecha de los autonomistas con la tierra y los vínculos
más pronunciados de los nacionalistas con el comercio.

Las disputas partidarias estaban muy influidas por la relación entre Buenos Aires y el resto de las provincias. Mitre
proponía una dominación autoritaria desde Buenos Aires. Esto provocaba la oposición de las provincias, lo cual abría
nuevos episodios de la guerra civil.
Alsina aspiraba a un sistema más sutil y flexible. Su posición a favor de la “autonomía” de Buenos Aires demostró
ser táctica. Su influencia produjo un gobierno nacional débil que dependía de la buena voluntad de la provincia de
Buenos Aires.

En 1862, luego del conflicto entre Mitre y Alsina por la federalización, se arribó a un compromiso. La ley establecía
que el gobierno nacional residiría en la ciudad de Buenos Aires, junto con el gobierno provincial, por los siguientes cinco
años. El gobierno nacional administraría el gobierno municipal de la ciudad, el puerto, la aduana, las barracas y la
catedral. Todas las otras instituciones se mantendrían bajo jurisdicción de la provincia. Estas incluían dos fuentes
cruciales de poder político, el Banco Provincia y la justicia de paz.

Mitre mantenía la esperanza de federalizar a la provincia o al menos, la ciudad de Buenos Aires. Combatió
duramente en las elecciones para retomar el control político de Buenos Aires. A principios de 1864, la prensa apodó a
los grupos rivales “cocidos” y “crudos”, según apoyaran a Mitre o Alsina. Los términos se originaban en el hábito de los
seguidores de Mitre de llamar a sus opositores “criminales y agitadores” y, por lo tanto, “crudos”. Los nombres
apuntaban a las diferencias sociales entre las dos facciones: los patricios, “cocidos” o cultivados, mitristas, y sus
“crudos”, rivales de clase baja. Otra interpretación de menor difusión, asegura que a los mitristas se los llamaba
“cocidos” porque “estaban cocidos en la olla de Urquiza”, en relación al acuerdo de Mitre y Urquiza previo a Pavón.

Otra diferencia entre las facciones residía en la asociación de Mitre con algunas organizaciones de inmigrantes, en
particular con grupos italianos, debido a la similitud que guardaban los programas liberales argentino e italiano a favor
de la unificación nacional.

En cambio, el partido de Alsina tenía una fuerte filiación rural que se hizo evidente cuando se convirtió en
gobernador en 1866, imitando a Rosas en asegurar títulos plenos de tierras del Estado a arrendatarios y usurpadores.
Los autonomistas se opusieron a los impuestos a la exportación porque los ganaderos tendrían que pagarlos. Se oponían
a las inversiones en el puerto de Buenos Aires apoyadas por la clase mercantil. Demandaban mayores inversiones en las
fortificaciones de las fronteras para beneficio de los terratenientes.

Los autonomistas con frecuencia alardeaban de sus antecedentes nativos y se oponían a todo lo extranjero.

- LA REFORMA CONSTITUCIONAL DE 1866

En el año 1866, debido al marcado aumento de los gastos nacionales generados por la Guerra de la Triple Alianza, se
reformó la Constitución en el sentido de garantizar que los impuestos de importación y de exportación fueran
exclusivamente de propiedad del Estado Nacional. (Artículo 4: se elimina el vencimiento de los recursos aduaneros,
queda igual a la constitución de 1853; artículo 64, inciso primero).

En primer lugar, cabe decir que esta reforma apunta a regular los derechos de importación y exportación, y nacionalizar
definitivamente las aduanas, así como declarar quien responde por los gastos de la Nación.

Se declara que: “El Gobierno Federal provee a los gastos de la Nación con los fondos del Tesoro Nacional, formado del
producto de derechos de importación y exportación, del de la venta o...” Con la presente enmienda constitucional, se
define que el órgano responsable por los gastos del país seria el Gobierno Nacional. Además, se especifica que el monto
se obtendría del producto de los impuestos a la exportación e importación, el alquiler de tierras del Estado, de los
impuestos sancionados por leyes en el Congreso, etc. Es decir, se remarca la obtención de dinero para gastos del país a
través de impuestos.

Por otra parte, con relación a los derechos de importación, se especifica, mediante la reforma del articulo 67º, inciso 1º,
que los impuestos serian iguales en toda la Nación, es decir, uniformes. Por lo tanto, cesarían las diferencias con relación
a la importación de cada provincia.
Finalmente, otro tema tratado por la reforma de 1866 es los derechos de exportación. Se establece que el Congreso
dictaría una ley con el objeto de establecer esos derechos. Es decir, se le otorga la facultad de legislar los derechos de
exportación al Poder Legislativo Nacional.

Conclusión: Se observa claramente que el principal objetivo de la reforma de 1866 fue el de nacionalizar las aduanas, a
fines de obtener un más alto monto percibido por los impuestos de exportación e importación, sobre todo por la
Aduana de Buenos Aires.

1.2 LA GUERRA CON EL PARAGUAY


- LA CUESTION URUGUAYA

Es la excusa de la guerra. Gobernaba el país un Presidente del Partido Blanco (afín al Partido Federal Argentino). El
Partido colorado (libera les en Argentina) querían el gobierno. Así decide invadir Uruguay un General Mitrista y se desata
la guerra civil.

Paraguay quiere intervenir en algo que nunca había intentado en apoyo del Partido Blanco. Brasil le declara la guerra al
Paraguay. Argentina es neutral beligerante, hasta que Paraguay ataca Corrientes y declara la guerra a la Argentina.

El conflicto se desencadenó a fines de 1864, cuando el mariscal Solano López, presidente paraguayo, decidió acudir en
ayuda del gobierno ejercido por el Partido Blanco del Uruguay, en guerra civil contra el Partido Colorado, apoyado este
militarmente por el Brasil. López advirtió a los gobiernos de Brasil y la Argentina que consideraría cualquier agresión al
Uruguay "como atentatorio del equilibrio de los Estados del Plata", pero tropas imperiales invadieron territorio
uruguayo en octubre de 1864.

El 12 de noviembre de 1864, en represalia por la invasión brasileña a Uruguay, el gobierno paraguayo se apoderó de un
buque mercante brasileño y del gobernador de la provincia brasileña de Mato Grosso, dando inicio a la Guerra y
declarándola al día siguiente. La primera etapa consistió en la invasión del Mato Grosso, en diciembre de 1864, durante
la cual fuerzas paraguayas ocuparon y saquearon gran parte de esa provincia.

Sin haber recibido todavía ayuda externa, y atacado por las tropas de Venancio Flores, los invasores brasileños, la
escuadra imperial y un importante apoyo logístico del gobierno argentino,14 el gobierno uruguayo se vio obligado a
rendirse.

Solano López solicitó autorización al presidente argentino Bartolomé Mitre para atravesar territorio argentino rumbo al
Uruguay con sus tropas, solicitud rechazada por Mitre. Haber permitido que tropas beligerantes atravesaran por su
territorio hubiese constituido un abandono de la posición hasta entonces públicamente neutral de la Argentina; por otro
lado, el gobierno argentino simpatizaba con el Partido Colorado del Uruguay. En respuesta, tropas paraguayas ocuparon
la ciudad de Corrientes en abril de 1865, forzando a la Argentina a entrar en la guerra, aliada con Brasil y el nuevo
gobierno uruguayo. A partir de ese momento ya puede hablarse de «Guerra de la Triple Alianza».

Fuera de Buenos Aires y Rosario (donde la prensa hacía fuerte propaganda política a favor de Brasil), la entrada
argentina en el conflicto fue impopular, hasta el punto de que gran parte de las tropas enviadas lo fueron forzadamente.

La guerra terminó en 1870 con una derrota de Paraguay, que conllevó también un desastre demográfico: según las
distintas fuentes, el país perdió entre el 50 % y el 85 % de su población y quizá más del 90 % de su población masculina
adulta.
Paraguay perdió gran parte de los territorios que tenía todavía en disputa diplomática con Brasil ―334 126 km²―[cita
requerida] y fue condenado a pagar una abultada indemnización de guerra, si bien el pago se fue atrasando a través de
diferentes gobiernos de post-guerra y no se llegó a efectuar. Sin embargo, el préstamo de posguerra de 200 000 £ (libras
esterlinas) recibido del Reino Unido se saldó con sucesivas refinanciaciones, llevando la suma a 3,22 millones de libras
esterlinas.

- PRESIDENCIA DE BERRO

Fue electo presidente de la República el 1 de marzo de 1860 por la Asamblea General para el período constitucional
1860-1864, desempeñando íntegramente sus cuatro años de mandato, durante los cuales hubo de enfrentar
nuevamente la oposición a aquellos principios políticos. Una de sus primeras medidas fue, precisamente, la prohibición
del uso público de las divisas y la penalización severa de los infractores.

Influido por el modelo democrático conservador estadounidense, el que encomió en varios artículos de carácter político,
Berro fue quizás uno de los primeros presidentes del Uruguay que intentó lograr la viabilización administrativa del
estado, para lo cual dictó una serie de medidas que encontraron oposición incluso en los elementos más afines a él
dentro de su gobierno.

De origen acomodado y de costumbres y hábitos patricios, Bernardo Berro sin embargo era individuo de una llamativa
sencillez. Habitaba generalmente su quinta en el partido (hoy barrio montevideano) de Manga, a unos 15 kilómetros del
centro de Montevideo, y trabajaba él mismo la tierra, lo que provocaba la sorpresa y el repudio de una élite
aristocratizante que no concebía semejantes actitudes en un individuo de su cargo y de su clase.

Durante su gobierno se produjo una gran recuperación económica del país, hecho que se explica fundamentalmente por
tres factores: el crecimiento del comercio y de los comerciantes como grupo socio-económico dominante en la ciudad; la
revolución del lanar y el reforzamiento económico y político de los estancieros; y el ingreso de capital extranjero,
fundamentalmente británico.

El aumento del comercio exterior, tanto de importaciones como de exportaciones se produjo por una serie de causas. En
primer lugar, el crecimiento de la población nacional, produjo un aumento de la demanda y por lo tanto amplió la
importación. En segundo lugar, por la incorporación de la lana como producto exportable del país. En tercer término,
debe señalarse la enorme incidencia que tuvo la guerra del Paraguay (véase Guerra de la Triple Alianza) (hecho que
ocurre una vez fuera del poder Berro) en la multiplicación de las actividades comerciales y financieras. Todo esto,
sumado al establecimiento en el país de paz interna, condujo a la prosperidad y al crecimiento económico.

La revolución del lanar (nombre que otorga la historiografía uruguaya a la introducción del capitalismo agrario desde
1850), que significó la primera modificación de la producción del Uruguay desde los tiempos de la colonia, fue una forma
de modernización, pues permitió al país ingresar a mejores niveles de exportación económica.

El ovino impulsó la tecnificación del agro (baños, bretes, alambrados) y demandó mano de obra especializada. La buena
calidad de la lana amplió los mercados exteriores del país. Acentuó su dependencia pero diversificó los productos
exportables y los mercados de consumo, distribuyendo esa dependencia entre varios centros económicos mundiales.

La primera causa de la expansión de la lana fue la fuerte demanda europea, a partir sobre todo del cambio de fibra que
las industrias textiles inglesas habían comenzado desde hacía unos años. Los países europeos no podían cubrir toda la
demanda de la industria textil por lo que recurrir a los lugares donde se producía lana de buena calidad y barata fue una
prioridad para los industriales europeos.

Durante la década de 1860 otro hecho que favoreció al Uruguay fue la Guerra de Secesión de Estados Unidos que anuló
el envío de algodón estadounidense a Europa. Desprovista de una de las dos fibras textiles que alimentaban a su
industria, Europa tuvo que volcarse necesariamente a la compra de lana en mucho mayor cantidad que hasta ese
momento.

En tercer lugar una causa interna llevó a los estancieros criollos a acercarse a la lana y fue que la abundancia del ganado
vacuno había llevado a que de él sólo se valorara el cuero. La crisis vacuna por un lado y el hecho de que el ovino
complementara, sin sustituirlo, al vacuno, tanto en el consumo de los pastos como en las eventualidades comerciales,
hizo que su explotación se generalizara en toda la República.

Las consecuencias del proceso de diversificación, desde un punto de vista social fueron: la repoblación del campo y de la
estancia ya que para el cuidado de la oveja se necesita mucha más mano de obra que para el vacuno. Además, se
sedentarizó a la población rural, puesto que el pastor debía permanecer en un puesto fijo. De esta manera se restó
gente dispuesta a acompañar las incesantes revoluciones; fortaleciendo una clase media rural y facilitando el ascenso
social.

Desde el punto de vista económico, el ovino significó el quiebre de la edad del cuero, lo cual representó la diversificación
de los rubros exportables uruguayos. Al tasajo y a los cueros, había que sumar la lana. Lo que a su vez produjo la
diversificación de los mercados compradores. En esta diversificación y menor dependencia relativa de los centros
industriales europeos, estuvieron los motivos de aquel periodo de prosperidad.

- INVASION DE FLORES

El 19 de abril de 1863 el general uruguayo Venancio Flores invadió el territorio uruguayo desde la Argentina por el
Rincón de las Gallinas. Flores reivindicaba las libertades para su Partido Colorado (que nunca habían sido cuestionadas) y
ponía como pretexto para la empresa dos grandes hechos: la prohibición, por parte del gobierno de Bernardo Prudencio
Berro, de un acto de conmemoración de los mártires de Quinteros, y los conflictos con la Iglesia, de la cual el caudillo se
presentaba como defensor (hizo colocar una cruz en sus banderas coloradas). Por eso llamó a su movimiento "Cruzada
Libertadora" (haciendo uso y abuso del nombre de la genuina campaña libertadora de de los Treinta y Tres Orientales en
la gesta que estos iniciaron contra el Brasil ocurrida casi cuarenta años antes, pero enfatizando los colorados, en las
apariencias y como pretexto, el sentido "religioso" del término “cruzada” y teniendo el apoyo militar del Brasil y de los
mitristas también apoyados por Brasil) a tal "cruzada" la inició un 19 de abril.

El 19 de abril de 1863 Venancio Flores desembarcó con mucho dinero y tres acompañantes en el Rincón de las Gallinas,
en la República Oriental, con el aporte de fuerzas llegadas de Corrientes, Rio Grande do Sul y algunos departamentos
orientales. Comenzaba así una guerra civil entre blancos y colorados que tendría serias complicaciones, al convertirse en
un conflicto donde probaron sus fuerzas la Argentina y Brasil, en apoyo de Flores, y Paraguay, en auxilio del gobierno de
Berro.

José María Rosa cita tres hipótesis para explicar la invasión de Flores en 1863. La primera, usual en la historiografía
liberal argentina tradicional y dada en la época por el diario mitrista La Nación Argentina, dice que Mitre y su grupo no
tuvieron parte en la invasión de Flores. Dicho medio de prensa publicó el 12 de abril de 1865 una carta de Flores a Mitre
del 16 de marzo de 1863, escrita en Buenos Aires en el momento que Flores se disponía a embarcar rumbo a su patria,
carta que según esta postura probaría la oposición de Mitre a la invasión del jefe colorado:

Hoy me entrego a mi destino lanzándome al suelo de la patria para combatir a los déspotas, autores y factores del
bárbaro asesinato de Quinteros.

Desde que se negó usted a hacer por la emigración oriental lo menos que a su nombre podía yo exigir -obtener del
gobierno de Montevideo la ampliación de la ley de amnistía, y que prestase usted su garantía moral respecto de su
cumplimiento-, no quedaba otro remedio que el de recurrir a las armas para conquistar nuestros derechos arrebatados
por actos arbitrarios (...).

La segunda hipótesis respecto de la invasión de Flores sostiene que éste obró de acuerdo con Mitre. Para sustentar este
aserto, se toman en cuenta los siguientes puntos:

a) Flores era general del ejército argentino, como sus acompañantes los coroneles Aguilar y Caravallo y el mayor
Arroyo. La solicitud de la baja por los tres primeros a principios de 1862 debió hacer sospechar de sus objetivos.

b) Flores y sus compañeros partieron de Buenos Aires a pleno día y no en forma oculta, embarcándose en el buque de
guerra Caaguazú de la armada argentina, puesto a su disposición por el ministro de guerra y marina Gelly y Obes, quien
además acompañó a los revolucionarios colorados.

c) La presencia de una sugestiva carta del cura Ereño, corresponsal de Urquiza, quien escribió a éste el día 24 de abril
de 1863 lo siguiente:

El intermedio para arreglar la invasión ha sido el señor Lezama (Juan Gregorio, un fuerte comerciante). El día 15 tuvieron
Mitre y Flores su última conferencia en la casa de dicho Lezama para que el 16 partiera Flores, como así tuvo lugar,
habiendo recibido de manos de Lezama 6000 onzas de oro por pronta providencia y con ley abierta para librar contra la
casa Lezama las cantidades que precisase. (2)

Por último, la tercera hipótesis indicaría que Flores y las autoridades del Imperio del Brasil estaban de acuerdo con los
ministros de Mitre, a espaldas de éste. Esta versión fue vertida por un hombre del gobierno argentino, José Mármol,
quien, polemizando con Mitre y con Juan Carlos Gómez sobre las causas de la guerra del Paraguay, el 14 de diciembre de
1869 y bajo las iniciales XX decía lo siguiente:

Al presidente Mitre no repugnaba menos la invasión de Flores que a don Pedro II. Pero el presidente Mitre no tuvo cerca
de sí sino un solo hombre que alentase su honrado pensamiento de neutralidad (el propio José Mármol), pero este
hombre nada podía contra las maniobras de los secretarios de Estado.

La disyuntiva para Mitre era ésta: o pedir a sus cinco ministros la renuncia, destituir a todos los empleados de la
Capitanía del Puerto y hacer saber a sus empleados militares que él era el general en jefe de su ejército, y al pueblo de
Buenos Aires que el presidente de la República es el encargado de las relaciones exteriores de su país... o cerrar los ojos
y dejar que fuese de aquí todo lo necesario para hacer más divertido el metralleo brasileño.

En protección de ese Partido Colorado vinieron los brasileros. Fue ese Partido Colorado quien arrastró a los Elizalde y a
los Gelly en el gobierno y a los Lezama, Obligado, Martínez y qué sé yo cuántos otros en el pueblo, a llevar a los
elementos oficiales a formar en las filas de la ya establecida alianza entre colorados e imperiales.

Mármol salió a defender la figura de Mitre ante el cúmulo de acusaciones acerca de la participación del mitrismo que se
publicaron en 1869. A partir de esta fecha, José María Rosa sostiene que no quedaban dudas del protagonismo, sino de
Mitre, al menos del mitrismo en la invasión de Flores, aun aceptando la hipótesis de Mármol. Con o sin participación
directa de su jefe, o dicho en otros términos, ya siendo Mitre cómplice de sus colaboradores en la alianza con los
colorados y las autoridades brasileñas en contra del gobierno oriental de Berro, ya siendo Mitre una víctima de los
manejos de sus colaboradores, la complicidad del mitrismo en la invasión de Flores era una realidad irrefutable.

- PROTOCOLO LAMAS ELIZALDE

El 20 de octubre de 1863 tuvo lugar otro jalón en la complicada historia diplomática que precedió a la Guerra del
Paraguay. En esa fecha y en Buenos Aires, se reunieron Andrés Lamas, -entonces encargado de negocios del Uruguay en
la Argentina y gestor de los tratados de 1851 que habían convertido al Estado Oriental en un cuasiprotectorado
brasileño- (1) y Rufino de Elizalde -ministro de relaciones exteriores del gobierno de Mitre-. Ambos decidieron poner un
freno momentáneo a los incidentes generados entre ambos países por la ayuda del mitrismo a la expedición de
Venancio Flores y el apresamiento del General Artigas por parte de la escuadra del gobierno argentino. Asimismo, se
acordó que un árbitro limaría las futuras diferencias entre ambos países. La influencia de Lamas quedó evidenciada,
pues dicho árbitro sería Pedro II del Brasil, partidario del triunfo de Flores en el Uruguay y del retiro del gobierno blanco.
Ante estos manejos de su encargado de negocios, el presidente Berro comentó "¿Está acaso loco el señor Lamas?" El
canciller Juan José de Herrera intentó modificar la jugada de Lamas, proponiendo en el protocolo la inclusión de
Paraguay como árbitro junto al Imperio. Pero Lamas hizo saber que una simple modificación del protocolo firmado sería
tomada como una afrenta por parte de las autoridades imperiales.

A estas alturas, la situación del presidente uruguayo Berro era sumamente complicada: el 6 de mayo de 1864 José
Antonio Saraiva, líder de la fracción moderada de los liberales brasileños, llevaba el ultimátum a Montevideo; y el 20 del
mismo mes arribaba a la capital oriental la escuadra comandada por el almirante barón de Tamandaré. La falta de
caballos le impedía a Berro liquidar la guerra contra Flores. El gobierno de Paraguay había abandonado
momentáneamente su decisión de intervenir en Uruguay después de la firma del protocolo Lamas-Elizalde, y además
Berro terminaba su período presidencial y no encontraba reemplazante. Interinamente ocupaba la presidencia el titular
del Senado, Atanasio de la Cruz Aguirre, manteniendo a Juan José de Herrera en la cartera de relaciones exteriores. (1)

Para colmo de males, Berro tampoco pudo obtener respaldo del lado entrerriano. Si bien la inmensa mayoría de los
entrerrianos pedía la guerra contra el mitrismo, tenía paradójicamente como principal obstáculo a su propio gobernador
Urquiza. Este último terminó su período en mayo de 1864, y el candidato de recambio aparentemente era Ricardo López
Jordán. López Jordán estaba a favor de la lucha contra el presidente argentino y tenía mayoría en la Legislatura. Pero
Urquiza seguía siendo un peso pesado en la política entrerriana. Logró poner a algunos diputados contra López Jordán e
intervino en forma fraudulenta en la elección de los "compromisarios" (integrantes del colegio electoral junto con los
legisladores). Constituyendo un colegio electoral adicto, Urquiza logró el nombramiento como su sucesor de su ministro
José Domínguez. Según José María Rosa, una carta de Urquiza a Mitre del 7 de abril de 1864 probaría que el último
había pedido a Urquiza que efectuara esta hábil jugada en la política entrerriana. La carta decía:

Tengo el gusto de participar a V.E. que los candidatos apoyados por mí para electores de gobernador han obtenido una
entusiasta e inmensa mayoría contra una oposición compuesta de algunos amigos disidentes y de todos los malos
elementos que hay en la provincia. Quiero decir que ha triunfado el principio de orden, de legalidad y de adhesión a la
autoridad nacional que forma la base de mi política indeclinable.

Urquiza agregaba en una carta a Mitre del 30 de abril, en que daba cuenta del nombramiento de José Domínguez como
gobernador en Entre Ríos: "Es mi actual ministro. Cuenta con todo el apoyo de mi influencia. V.E. contará en él un
cooperador decidido". (2) La presión de Mitre sobre Urquiza consiguió pues que el gobierno blanco de Berro no pudiera
contar con la alianza de Entre Ríos.

- PRESIDENCIA DE AGUIRRE

Electo diputado por Paysandú (1858) y senador por Salto (1861), se vinculó estrechamente al presidente Bernardo Berro
y fue electo presidente del Senado. Como tal, asumió la Presidencia de la República con carácter interino el 1 de marzo
de 1864, al terminar el período de Berro, en plena guerra civil.

Durante su gobierno se produjo la defensa y posterior caída de Paysandú (enero de 1865).

Fracasada una negociación de paz en Río de Janeiro (misión Saravia), presidió una ceremonia en la que se quemaron los
tratados de 1851 con Brasil firmados por el gobierno de la Defensa.
El 15 de febrero de 1865 terminó su interinato y cedió el poder al presidente del Senado, Tomás Villalba Albín; el 21 de
febrero entró Venancio Flores a Montevideo y Aguirre se exilió en Paraná (Argentina). Regresó a Uruguay en 1867.

- MEDIACION THORNTON, SARAIVA Y ELIZALDE

Thornton se oponía activamente al gobierno de Francisco Solano López en Paraguay y apoyaba la revolución de
Venancio Flores en Uruguay que motivaría finalmente la Invasión Brasileña de 1864.

Reemplazado brevemente en la legación de Buenos Aires por Sir William Doria (desde agosto de 1862 a diciembre de
1863), el nuevo representante condenó la intervención encubierta del gobierno argentino en Uruguay y en agosto de
1863 ordenó al contralmirante Richard Laird Warren que interceptara los convoyes que auxiliaban a Venancio Flores.
Mientras Warren demoraba su ejecución, Thornton desde Londres condenaba la decisión y al hacerse nuevamente del
cargo desautorizó a su reemplazante y reafirmó su apoyo a la política del presidente Bartolomé Mitre.

El 31 de mayo de 1864 Thornton propuso al ministro de relaciones exteriores argentino Rufino de Elizalde iniciar junto al
brasileño José Antônio Saraiva una mediación entre los bandos en pugna en el Uruguay. Para muchos era sólo un paso
para justificar una intervención argentino-brasileña en el conflicto civil que aislaría a López. Las primeras reuniones se
efectuaron en Montevideo y convocaron a Thornton, Elizalde, Saraiva, Andrés Lamas (representante uruguayo en
Buenos Aires) y el ministro uruguayo Herrera quien presentó sus bases para el acuerdo.

Sin embargo, el 18 de junio se reunieron en el campamento del jefe revolucionario Flores de Puntas del Rosario
Thornton, Elizalde, Saraiva y en, representación del gobierno uruguayo, Lamas y Florentino Castellanos y acordaron
nuevas condiciones de tal índole que Thornton suponía que el presidente Atanasio Cruz Aguirre nunca aceptaría
justificando así la intervención argentino-brasileña.

Contra lo previsto Aguirre se manifestó dispuesto a aceptar el acuerdo. El gobierno de Aguirre se las ingenió para
demostrar a la opinión pública oriental la inconveniencia de rechazar el convenio, que si bien otorgaba a los rebeldes
colorados dinero y grados militares, tenía la ventaja de lograr una paz para el castigado Estado Oriental sellada por
Inglaterra, Brasil y la Argentina. Ante lo que Flores agregó como nueva exigencia la cesión de todos los ministerios a su
partido. Aguirre contraofertó: cedería todos los ministerios excepto el de guerra (Leandro Gómez). Pero aún esa
posibilidad fue rechazada por los mediadores y el 7 de julio de 1864 Thornton se embarcó junto a Elizalde y Andrés
Lamas de regreso a Buenos Aires,10 9 11 seguidos el 9 por Saraiva quien gestionaría sin éxito ante Mitre la intervención
conjunta en el Uruguay.

- PROTOCOLO SARAIVA ELIZALDE

Dispuesto a arrancar del gobierno de Mitre algo más que la vaga promesa verbal que le ofreciera éste el 11 de julio,
Saraiva buscó contactarse con el presidente argentino. Antes de adoptar represalias contra el gobierno de Montevideo
que podían terminar en una guerra con Paraguay, el diplomático imperial necesitaba formalizar la alianza con Buenos
Aires. Saraiva logró convencer a Mitre de que firmara un documento el 22 de agosto de 1864 que dejaba claramente
asentado el respaldo del gobierno argentino a las acciones brasileñas. El texto del protocolo Saraiva-Elizalde decía lo
siguiente:

Reunidos en la secretaría del Ministerio de Relaciones Exteriores S. E. el señor Ministro y Secretario de Estado de dicho
departamento don Rufino de Elizalde y S. E. el Señor Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de su magestad
el Emperador del Brasil en misión especial cerca del Gobierno Argentino, Consejero José Antonio Saraiva, á fin de
conferenciar acerca de las eventualidades posibles en el Río de la Plata por causa de la cuestión oriental, concordaron en
protocolizar las siguientes declaraciones en nombre de sus respectivos gobiernos, los cuales, en virtud de los tratados
vigentes, tienen el deber y el interés de mantener la independencia, la integridad del territorio y la soberanía de la
República Oriental del Uruguay:

1º Reconocen que la paz de la República Oriental del Uruguay es la condición indispensable para la solución completa y
satisfactoria de sus cuestiones y dificultades internacionales con la misma República; y que auxiliando y promoviendo
esa paz siempre que sea compatible con el decoro de sus respectivos países y con la soberanía de la República Oriental
del Uruguay, juzgan realizar un acto provechoso no solamente á esa República, sino también á los países limítrofes que
tienen con ella relaciones muy especiales;

2º Tanto la República Argentina como el Imperio del Brasil en la plenitud de su soberanía como estados independientes,
pueden en sus relaciones con la República Oriental del Uruguay, igualmente soberana é independiente, proceder en los
casos de desinteligencia, como proceden todas las naciones, sirviéndose para extinguirlos de los medios que se
reconocen como lícitos por el derecho de gentes, con la única limitación de que cualquiera que sea el resultado que el
empleo de estos medios produzca, serán siempre respetados los tratados que garantizan la independencia, la integridad
del territorio y la soberanía de la misma República.

3º Los gobiernos argentino y de S.M. el Emperador del Brasil tratarán del ajuste de sus respectivas cuestiones con el
gobierno oriental, auxiliándose mútuamente por medios amistosos, como una prueba de su sincero deseo de ver
terminada la situación actual que perturba la paz del Río de la Plata.

En su conformidad firman dos del mismo tenor, en Buenos Aires el 22 de Agosto de 1864. José Antonio Saraiva - Rufino
de Elizalde.

- GUERRA PARAGUAYO BRASILEÑA

LA GUERRA : López inició las acciones contra Brasil capturando al vapor de esa bandera Marqués de Olinda. el 11 de
noviembre de 1864; en febrero de 1865 declaró la guerra a la República Argentina, aunque este hecho fue conocido por
Buenos Aires mucho más tarde. Para ese entonces los blancos uruguayos habían sido vencidos.

LA OFENSIVA PARAGUAYA. López erró sus cálculos desde el principio. Aguardando tal vez un pronunciamiento favorable
de los federales argentinos sobre todo del litoral, inició sus operaciones hacia el norte, invadiendo exitosamente el
territorio brasileño de Mato Grosso. Este triunfo no fue decisivo; en cambio, dio tiempo a la derrota de los blancos
uruguayos evitando toda posible coordinación de esfuerzos con los paraguayos. A mediados de abril las tropas
paraguayas invadieron la provincia argentina de Corrientes, avanzando a lo largo de los ríos Paraná y Uruguay.

Frente del Mato Grosso

La guerra tuvo dos fases muy diferenciadas; la primera etapa fue la Campaña del Mato Grosso, que duró un año y estuvo
caracterizada en su totalidad y exclusivamente por el enfrentamiento entre Paraguay y Brasil. López aprovechó la
debilidad de las fuerzas brasileñas en el Mato Grosso,94 lo que le permitió triunfar en ese frente, pero al iniciar esa
acción pospuso su entrada en la guerra en el Uruguay, donde el presidente Aguirre y sus partidarios eran sus únicos
aliados posibles.

Columna occidental

Salida de Asunción

El 23 de diciembre de 1864 Solano López pasó revista a las tropas que al día siguiente partieron por el río Paraguay. El
mariscal arengó a los soldados diciendo que no le quedaba más remedio que ir a la guerra, pues Brasil se la había
declarado (algo que no era cierto, pues la declaración se hizo posteriormente). Un destacamento de 4.200 hombres,
transportados en cinco navíos a vapor: Tacuarí, Paraguarí, Río Blanco, Ygurey e Yporá, el patacho Rosario y las goletas
Independencia y Aquidabán,1 comandados por el coronel Vicente Barrios (Comandante de la División de Operaciones
del Alto Paraguay y cuñado de Solano López), secundado por el teniente coronel Francisco González y el capitán Pedro
Ignacio Meza, remontó el río Paraguay.

Fuerte de Coimbra

La columna fluvial atacó el Fuerte de Coimbra el 27 de diciembre de 1864 con cinco batallones de infantería y dos
regimentos de caballería a pie, con un total de 3.200 hombres, armados con doce cañones rayados, una batería de
treinta foguetes franceses de 24 mm, protegidos por las embarcaciones de guerra bajo el mando del coronel paraguayo
Vicente Barrios. La guarnición de 155 hombres, que resistió durante dos días el bombardeo dirigido por el sargento José
María Fariña, al mando del comandante del Corpo de Artillería de Mato Grosso teniente coronel Hermenegildo de
Albuquerque Porto Carrero (después barão de Forte de Coimbra). Cuando las municiones se agotaron, los defensores
abandonaron la fortaleza y se retiraron, río arriba, a bordo del Jauru y de la cañonera Anhambaí (que llevaba a remolque
el patacho Jacobina) en dirección a Corumbá.2 Entre los defensores del fuerte se hallaba el cacique caduveo Lapagate y
otros diez indígenas aliados de los brasileños.

Albuquerque y Corumbá

Después de ocupar el fuerte ya vacío, los paraguayos avanzaron rumbo al norte, alcanzando a la escuadra brasileña del
río Paraguay y hundiendo a algunos barcos. El 1 de enero de 1865 tomaron sin lucha el Presidio de Albuquerque. En
Corumbá se hallaba el coronel Carlos de Oliveira con 500 soldados y artillería en las fortificaciones de Corumbá, pero el 2
de enero Oliveira y los oficiales de la plaza abandonaron Corumbá en el vapor Anhambaí rumbo a Cuiabá, entrando en
ella los paraguayos al día siguiente. Estos, luego de saquearla, fortificaron la población de Corumbá con trincheras de
campaña, artilladas con seis piezas. El 6 de enero fue abordado el vapor Anhambaí cuando regresaba en ayuda de los
evacuados de Corumbá, su tripulación fue asesinada por los paraguayos. El límite norte del avance paraguayo alcanzó el
punto denominado Dourados, sobre el río Paraguay al este de la laguna Mandioré.

El 7 de marzo el Tacuarí regresó a Asunción debido a que su calado le impedía avanzar más al norte del fuerte de
Coimbra.

Reconquista de Corumbá.

Corumbá fue retomada por asalto, a 13 de junio de 1867 por el 1º Batalhão Provisório del Ejército de Brasil, que con
1.000 hombres al mando del coronel Antonio María Coelho había llegado desde Cuiabá (capital del Mato Grosso)
aprovechando la inundación del pantanal. El ataque se produjo por sorpresa por el sudoeste de la ciudad (que al mando
del comandante Hermónegones Cabral se hallaba casi vacía por las deportaciones). Una vez rendida la guarnición
paraguaya, más de la mitad de los 300 hombres que la componían fueron fusilados por los brasileños, incluyendo a su
comandante.

Como resultado, las fuerzas paraguayas evacuaron São Joaquim, Pirapitangas, Urucú y el presidio de Albuquerque, que
en conjunto integraban el Distrito Militar brasileño del Alto Paraguay.3 Garrido, en 1940, denomina a las trincheras de
campaña como Trincheiras de Santa Cruz de Corumbá.

Retirada paraguaya

Una epidemia de viruela atacó a las tropas brasileñas, y Corumbá volvió a ser ocupada por los paraguayos luego de que
fuera evacuada el 23 de julio de 1867, manteniéndose hasta abril de 1868, cuando como consecuencia del forzamiento
del pasaje de la flota brasileña en la Fortaleza de Humaitá, Solano López ordenó el abandono del Mato Grosso. Las
tropas en retirada llevaron la viruela a Cuiabá, pereciendo en esa ciudad la mitad de sus 10.000 habitantes. En agosto de
1868, una patrulla brasileña de reconocimiento ingresó en la desolada Corumbá.

El fuerte de Coimbra y la batería de frontera en el Morro da Marinha permanecieron ocupados por las fuerzas
paraguayas hasta abril de 1868,2 cuando los abandonaron, llevando su artillería y todo lo que en ellos existía.5 Recién en
febrero de 1869 la flota brasileña logró llegar a Cuiabá luego de la ocupación de Asunción.

Columna oriental

El 26 de diciembre de 1864 partió de Concepción una columna de caballería con alrededor de 3.500 hombres al mando
del coronel Francisco Isidoro Resquín, secundado por los capitanes Blas Rojas y Juan Bautista Agüero, tras pasar el
Fuerte de Bella Vista, penetraron por tierra en la región más al sur del Mato Grosso en dirección a Nioaqué, Miranda y
Coxim.

Dourados

Un destacamento comandado por el capitán Martín Urbieta y los tenientes Manuel Martínez y Narciso Ríos, se separó
para atacar la Colonia militar de Dourados. El ataque a Dourados, dirigido por el capitán Urbieta, encontró bravía
resistencia por parte del teniente Antonio João Ribeiro, entonces jefe del Cuadro Auxiliar de Oficiales. Éste, consciente
del avance de la columna de asalto paraguaya con cerca de 300 hombres, hizo evacuar a todos los civiles bajo la escolta
de algunos soldados, manteniedo la posición con el resto de la guarnición: quince hombres entre oficiales y soldados, sin
artillería. Ante la intimación paraguaya de rendición, que rechazó, fue muerto en combate junto con sus compañeros, el
29 de diciembre de 1864.

Miranda, Nioaque, Fuerte de Miranda y Coxim

Los invasores arrasaron la Colonia militar de Miranda (próxima a las nacientes del río Miranda) a principios de enero de
1865 y prosiguieron hasta Nioaque, derrotando a las tropas del coronel José Dias da Silva. Prosiguieron luego hasta
capturar e incendiar el Fuerte de Miranda (no confundir con la colonia militar de Miranda, ubicada unos 150 km más al
sur), en donde encontraron resistencia de indígenas caduveos. Enviaron luego un destacamento hasta Coxim, población
tomada en abril de 1865.

Detención del avance[editar]

Las fuerzas paraguayas, a pesar de las victorias obtenidas, no continuaron su marcha hasta Cuiabá, la capital de la
provincia, en donde el ataque inclusive era esperado, el presidente de la provincia de Mato Grosso, João Manuel
Leverger había fortificado el campamento de Melgaço (Fortificaciones de Melgaço) para proteger Cuiabá. El principal
objetivo de la invasión del Mato Grosso fue distraer la atención del gobierno brasileño para el norte del Paraguay,
cuando la decisión de la guerra se daría en el sur (región más próxima del estuario del Plata). Fue lo que se llama una
maniobra de diversión, destinada a eludir al enemigo.

Los brasileños que huyeron de la invasión hallaron refugio entre sus aliados indígenas, quienes les proporcionaron
medios de subsistencia, apoyo de inteligencia y llevaron adelante una guerra de guerrillas contra los paraguayos.
Además de los caduveos (resto de los antiguos mbayás) participaron del lado brasileño los terenas y los kinikinaos,
mientras que los guató del Pantanal de San Lorenzo, se aliaron momentáneamente a los paraguayos. Estos grupos
indígenas fueron diezmados por el cólera.7
Los paraguayos lograron apoderarse en Coimbra, Albuquerque y Corumbá de gran cantidad de armamentos
abandonados por los brasileños, entre ellos 23 piezas de artillería, abundantes municiones, armas y pólvoras. En febrero
de 1865 comenzaron a llegar a Asunción las primeras remesas de prisioneros, a los que se sumaron posteriormente
remesas de población civil deportada.

La reacción brasileña a la invasión sería muy lenta: una columna organizada en São Paulo en abril de 1865 recién llegó a
Coxim a fines de ese año, ocupando sucesivamente las localidades evacuadas por los paraguayos. Hasta junio de 1867
no fue recuperada Corumbá, fecha en que las fuerzas paraguayas evacuaron también São Joaquim, Pirapitangas, Urucú y
el presidio de Albuquerque, que en conjunto integraban el Distrito Militar brasileño del Alto Paraguay.100 101 Corumbá
fue abandonada por los brasileños a causa de la viruela el 23 de julio de 1867, regresando a manos paraguayas hasta
que en abril de 1868 López ordenó la evacuación de esa población y del Fuerte de Coimbra, que fueron reocupados por
los brasileños en agosto de 1868, casi cuatro años después de la invasión paraguaya.

Dada la enorme extensión del territorio brasileño, pese a sus victorias Paraguay no podía lograr una acción decisiva.
Entonces López pidió autorización al presidente argentino ― el general Bartolomé Mitre ― para que las tropas
paraguayas pudieran cruzar por territorio argentino hacia el territorio uruguayo. Liberando a Uruguay de la influencia
brasileña, López esperaba encontrar un aliado y un lugar de gran importancia estratégica: una salida al mar. Mitre no
accedió a lo demandado por López por dos motivos. Si la Argentina permitía el paso de tropas de un estado beligerante
en esta guerra, quedaba involucrada directamente en ella; el otro motivo era la antigua relación de afinidades entre
Mitre y el jefe del partido colorado uruguayo Venancio Flores, enemigo declarado de López.

Sin embargo el gobierno de Mitre había ayudado en el financiamiento del golpe de estado de Uruguay, además de haber
permitido a buques brasileños el paso por los ríos Paraguay, Uruguay y Paraná pasando por Corrientes y Entre Ríos.

- SITIO DE PAYSANDU

La defensa de Paysandú (Uruguay) frente al sitio impuesto por las tropas del general uruguayo Venancio Flores y
soldados aliados del Imperio de Brasil, y argentinos (enviados por Bartolomé Mitre), ocurrió entre diciembre de 1864 y
enero de 1865.

Hechos más drásticos se produjeron en 1863 tras el inicio de la revuelta del caudillo colorado Venancio Flores, que él
bautizó «cruzada libertadora». Durante unos pocos días, en enero de 1864, las tropas de Flores sitiaron la villa defendida
por Lucas Píriz, pero abandonaron el lugar por la proximidad de las fuerzas del ejército del gobierno que encabezaba el
presidente Bernardo Prudencio Berro.

El 2 de diciembre de 1864, las fuerzas sublevadas ―que cometieron traición a la Patria al contar con el respaldo de una
escuadra fluvial del Imperio de Brasil, al mando del Marqués de Tamandaré (corbetas a vapor Recife, Belmonte y
Paranahíba y las cañoneras Ivahý y Araguaia), y de tropas porteñas enviadas por el unitario Bartolomé Mitre (acérrimo
enemigo de Uruguay)― pusieron nuevo cerco a Paysandú.

Bloqueada por vía fluvial y atacada por un ejército que inicialmente sumaba 5500 hombres (4000 de Flores y 1500 del
brasileño Antônio de Sousa Neto) y que el 27 de diciembre ascendió a 15 000 (con la incorporación de fuerzas del
general brasileño José Luis Mena Barreto), la defensa opuso 1086 combatientes a las órdenes de los coroneles Leandro
Gómez y Lucas Píriz. Entre los defensores de Paysandú se encontraban varios argentinos federalistas. Entre ellos se
incluye Rafael Hernández (hermano del célebre José Hernández, autor del Martín Fierro), quien esperaba al otro lado del
río Uruguay la oportunidad para unirse a los defensores.
Venancio Flores envió un ultimátum a Leandro Gómez exigiendo la inmediata rendición, y este devolvió la carta con una
frase agregada, encima de su firma: «Cuando sucumba».

La defensa de la plaza, que no contaba con murallas, duró exactamente un mes: desde el 2 de diciembre de 1864 hasta
el 2 de enero de 1865. Leandro Gómez y Lucas Píriz se hicieron fuertes en el centro de la villa en torno a un perímetro de
seis manzanas por dos, sosteniéndose de forma poco menos que increíble ante la disparidad de fuerzas, mientras
esperaban refuerzos que descomprimieran la situación y forzaran a Flores a levantar el sitio.

Los auxilios que se esperaban nunca llegaron. El caudillo argentino ―el sanluiseño Juan Saá (Lanza Seca) fue detenido
por el caudillo colorado de Soriano, Máximo Pérez, en el Río Negro (Uruguay), y el caudillo entrerriano Justo José de
Urquiza se mantuvo neutral, pese a que uno de sus hijos participó en la defensa.

El 8 de diciembre se convino una tregua que permitió evacuar a parte de las familias y algunos extranjeros, que pasaron
a una isla del río Uruguay bajo jurisdicción argentina, la Isla de la Caridad, así llamada desde entonces.

A pesar de la violencia del bombardeo desde el río y tierra, Paysandú, casi destruida, resistió y la bandera uruguaya aún
flameaba en lo alto de la torre de la iglesia. La situación despertó una oleada de entusiasmo nacionalista en toda el área,
si bien el cerco de los sitiadores impidió toda llegada de ayuda.

Entre tanto, el gobierno de Atanasio Cruz Aguirre, que sucedió a Bernardo Berro, quemó públicamente en Montevideo
las copias de los tratados firmados con el Brasil en 1851 al finalizar la Guerra Grande, como forma de protesta ante el
hecho (diciembre de 1864).

Los sitiadores prepararon el asalto final para la madrugada del 31 de diciembre, cuando un infierno artillero se abatió
sobre la villa. Los defensores, padeciendo toda suerte de privaciones, resistieron hasta la mañana del 2 de enero de
1865. Entonces Leandro Gómez que, junto a Lucas Píriz, muerto en acción el 31, había sido ascendido a General por el
Gobierno de Aguirre, pidió una tregua para enterrar a los muertos a través del oficial colorado Atanasildo Saldaña, que
era su prisionero. Este cumplió el encargo y regresó con una negativa. En medio de esas gestiones los brasileños
entraron al recinto fortificado abrazándose con los defensores y gritando que se había convenido la paz, lo que no era
cierto. Leandro Gómez y su Estado Mayor se vieron de pronto rodeados y tomados prisioneros.

- DECLARACION DE GUERRA PARAGUAYA

Dada la enorme extensión del territorio brasileño, pese a sus victorias Paraguay no podía lograr una acción decisiva.
Entonces López pidió autorización al presidente argentino ― el general Bartolomé Mitre ― para que las tropas
paraguayas pudieran cruzar por territorio argentino hacia el territorio uruguayo. Liberando a Uruguay de la influencia
brasileña, López esperaba encontrar un aliado y un lugar de gran importancia estratégica: una salida al mar. Mitre no
accedió a lo demandado por López por dos motivos. Si la Argentina permitía el paso de tropas de un estado beligerante
en esta guerra, quedaba involucrada directamente en ella; el otro motivo era la antigua relación de afinidades entre
Mitre y el jefe del partido colorado uruguayo Venancio Flores, enemigo declarado de López.

Sin embargo el gobierno de Mitre había ayudado en el financiamiento del golpe de estado de Uruguay, además de haber
permitido a buques brasileños el paso por los ríos Paraguay, Uruguay y Paraná pasando por Corrientes y Entre Ríos.

El ingreso de López en la guerra en el Uruguay era tardío: ya se había producido la caída de Paysandú y su consecuencia
inmediata, la renuncia de Aguirre. No obstante, López creyó que todavía podía salvar al Partido Blanco, algo que no
lograría: el 20 de febrero, Flores y el ejército brasileño ingresaban en Montevideo.

López convocó a reunirse desde el 15 de febrero de 1865 al Congreso paraguayo, el cual aprobó lo hecho en contra del
Brasil y le otorgó el grado de mariscal de los ejércitos patrios. Una comisión del congreso expresó que la guerra se
producía por las las maquinaciones de los porteños... porque lejos está la mente de esta comisión al confundir al pueblo
argentino con esa fracción demagógica de Buenos Aires. El 18 de marzo, el Congreso paraguayo sancionó una ley
autorizando a López a declarar la guerra al actual gobierno de la República Argentina.106 Ese día López promulgó la ley y
declaró la guerra a la Argentina, lo cual fue publicado en El Semanario el 23 de marzo. El 29 de marzo notificó al
gobierno argentino los motivos de la declaración de guerra:

1º. La negativa del gobierno de Buenos Aires á conceder el tránsito inocente por su territorio de las tropas paraguayas
que llevaban la guerra al Brasil.

2º. La protección prestada por el mismo gobierno á la revolución del general Flores en el Estado Oriental, para derrocar
á su gobierno legítimo.

3º. Connivencia del gobierno argentino con el Imperio del Brasil para que este se apoderara del Estado Oriental, hecho
que perturbaba el equilibrio político del Río de la Plata.

4º. Tolerancia del presidente Mitre para la formación de una legión paraguaya en Buenos Aires, destinada a unirse al
ejército brasileño.

5º. "Empero el gobierno de V.E. no juzgó todavía suficiente este proceder hostil é ilegal para realizar los fines de su
política con el Paraguay: la calumnia y los insultos á la nación y gobierno paraguayo no le detuvieron, y los órganos
oficiales de la prensa porteña abundan en producciones tan soeces é insultantes que en ningún tiempo la más
desenfrenada licencia y abuso en ningún país supo producir".

6º. El pedido de explicaciones hecho al gobierno de la Asunción acerca de la reunión de fuerzas nacionales en la orilla
izquierda del Paraná.

7º. Los insultos y las calumnias de la prensa oficial porteña al Paraguay y su gobierno.

Motivos de la declaración de guerra a la Argentina.

La noticia de la declaración de guerra llegó en pocos días a Buenos Aires, pero no fue dada a conocer por el
gobierno.108 No está comprobado que la misma haya sido oficialmente recibida por el gobierno de Mitre, aunque sí es
seguro que la noticia había llegado al presidente y a sus ministros,109 y fue deliberadamente ocultada hasta el 9 de
mayo.

- ATAQUE A CORRIENTES

La Invasión paraguaya de Corrientes, también conocida por los paraguayos como Campaña de Corrientes, ocurrida en
1865, fue la segunda fase de la Guerra del Paraguay, durante la cual el ejército del Paraguay ocupó militarmente la
ciudad de Corrientes y varias localidades del este de la provincia de Corrientes. Pese a no haber ocurrido en territorio de
Corrientes, también la ocupación paraguaya y sitio de Uruguayana, en Brasil, forma parte de la misma etapa de esta
guerra.

Como resultado de la invasión, la Argentina y el Uruguay entraron en la guerra, que ya se había iniciado entre el
Paraguay y el Brasil, firmando con este último país la llamada Triple Alianza. La invasión resultó un absoluto fracaso, y
dio paso a la invasión del territorio paraguayo por las fuerzas de la Triple Alianza.

Al amanecer del 13 de abril de 1865, se presentó ante la ciudad de Corrientes una escuadra formada por cinco
embarcaciones a vapor de bandera paraguaya, con 2500 hombres de desembarco al mando del comandante Pedro
Ignacio Meza. Pasaron ante la ciudad en dirección sur, luego viraron nuevamente hacia el norte y atacaron a los vapores
de guerra argentinos 25 de Mayo y Gualeguay, que se encontraban en el puerto de la ciudad por reparaciones. El 25 de
Mayo tenía a bordo una tripulación de 80 hombres y montada aún su batería, pero el Gualeguay estaba en tierra,
desarmado y con sólo una guardia al mando del subteniente Ceferino Ramírez. La tripulación de dos de los buques
abordó los buques argentinos, y — tras una refriega que costó algunas bajas — los capturaron. Al siguiente día unos
3.500 o 4.000 hombres desembarcaron y ocuparon la ciudad.

Comandaba las tropas el general Wenceslao Robles, que tomó el control de la ciudad, mientras el gobernador Manuel
Lagraña la abandonaba al frente de unos pocos soldados de la guardia de la casa de gobierno.

Por la tarde, mientras una columna de 800 hombres de caballería llegada por tierra ingresaba también en la ciudad,
Robles reunió una asamblea popular, aparentemente formada exclusivamente por miembros del partido federal, y
opositores al gobierno nacional, que era detentado por continuadores del partido unitario. Ésta nombró un gobierno
provisorio, formado por Teodoro Gauna, Víctor Silvero y Sinforoso Cáceres. En la práctica, la acción política local la
llevaba adelante Cáceres, mientras que en lo referido a asuntos comerciales y relaciones con el Paraguay, el triunvirato
se limitaba a refrendar las indicaciones de los comisionados paraguayos José Bergés, Miguel Haedo y Juan Bautista
Urdapilleta.

En un principio, los líderes del Partido Federal en la capital apoyaron la ocupación paraguaya, como aliados en su
pretensión de recobrar el dominio político perdido a fines de 1861, tras la batalla de Pavón y la revolución correntina.
Entre ellos se destacó el coronel Cayetano Virasoro, aunque posteriormente fue acusado de haber prestado
colaboración a los paraguayos.

En los días siguientes, las tropas paraguayas continuaron recibiendo refuerzos, hasta llegar a algo más de 25 .000
hombres.

Por su parte, Lagraña puso en estado de asamblea la población de la provincia y convocó a las armas a toda la población
masculina entre los 17 y los 50 años de edad. Encargó al coronel Desiderio Sosa la organización militar de la capital y sus
alrededores, y se instaló en el cercano pueblo de San Roque. Allí logró reunir unos 3500 voluntarios, muchos de los
cuales sin ninguna experiencia militar, y con muy poco armamento.

Unas semanas más tarde, se unió a Lagraña el general Nicanor Cáceres, llegado de la zona de Curuzú Cuatiá, que aportó
unos 1.500 hombres más, casi todos veteranos.

La presencia del lado del gobernador de Cáceres, que — pese a su ambiguo historial — era considerado perteneciente al
Partido Federal, enfrió el entusiasmo federal por los invasores, y los privó de todo apoyo en el interior de la provincia.
De todos modos, a medida que el ejército paraguayo comenzó su avance hacia el sur, Lagraña y su ejército debieron
retirarse, hasta instalarse en Goya.

En la madrugada del martes 11 de julio de 1865, partidas paraguayas secuestraron en sus domicilios a Toribia de los
Santos, Jacoba Plaza y su pequeño hijo Manuel, Encarnación Atienza, Carmen Ferré Atienza con su hija Carmen, y
Victoria Bar, esposas de algunos de los principales líderes de la resistencia correntina.1

La ocupación de Corrientes fue dura para sus habitantes. Coincidente con otros historiadores y testigos de la época
(Pedro Igarzábal, Gregorio y Juan Vicente Pampín, los investigadores Manuel Florencio Mantilla y Hernán Félix Gómez)
Wenceslao Domínguez en su ensayo histórico La toma de Corrientes afirma que en la ciudad ocupada "La menor
sospecha era suficiente para el juicio sumarísimo si lo había, y el más leve motivo de patriotismo argentino era castigado
con la pena de muerte. Sería largo detallar las condiciones de la tétrica ida en Corrientes; y además, es también bastante
conocida".

Por su parte, el historiador Antonio Emilio Castello afirma en su libro Historia ilustrada de la provincia de Corrientes que
"La ciudad de Corrientes arrastró una miserable existencia sumida en el temor de las delaciones, de los atropellos y del
cautiverio en las cárceles paraguayas. Un día los invasores llevaron a cabo una feroz matanza de indios chaqueños en las
calles de Corrientes. Los pobres indígenas vendían desde hacía años leña y pasto, de casa en casa, y como algunos de
ellos se negaron a recibir papel moneda paraguayo, fueron exterminados a sablazos y balazos en pleno día".

Reacción argentina

La reacción de la población en las grandes ciudades fue de repudio a la agresión, que interpretaba como injustificada y
alevosa. La arenga que el presidente Mitre pronunció el día que llegó a Buenos Aires la noticia del ataque –que incluía la
después denostada frase ¡En 24 horas a los cuarteles, en quince días en Corrientes, en tres meses en Asunción! –
alimentó las ansias de venganza de los argentinos. Muchos jóvenes se apresuraron a enrolarse en los regimientos
creados especialmente para la ocasión. Lo mismo ocurrió en Rosario, y en menor medida en Córdoba y Santa Fe.

En cambio, en el resto del país la reacción fue muy distinta. Solamente los partidarios más decididos del partido
gobernante reaccionaron públicamente contra el ataque paraguayo.

En particular, la reacción en la provincia de Entre Ríos fue contraria al gobierno nacional. Respetando sus compromisos
previos, el gobernador – y ex presidente – Justo José de Urquiza reunió el ejército provincial, de 8000 hombres, y lo
trasladó al límite norte de la provincia. Pero al llegar a territorio correntino, en julio de 1865, los soldados, que
aparentemente creían que iban a combatir del lado paraguayo, se sublevaron en la llamada Sublevación de Basualdo,
desertando en masa. En esa ocasión, el gobierno central se abstuvo de represalias contra los sublevados. Urquiza volvió
a reunir unos 6000 soldados de las fuerzas provinciales, que tenían fama de excelentes tropas de caballería, pero éstas
se volvieron a desbandar en la Sublevación de Toledo, en noviembre de 1865. Esta segunda rebelión fue duramente
reprimida con el auxilio de tropas brasileñas y uruguayas.

El 1 de mayo se firmaba entre la Argentina, el Uruguay y el Imperio del Brasil la Triple Alianza. La celeridad con que se
llegó a un acuerdo hace sospechar a muchos historiadores que el tratado estaba ya preparado de antemano,Mitre
reunió las tropas disponibles en Buenos Aires, Rosario y San Nicolás de los Arroyos, trasladando una fuerte división hacia
el norte, a bordo de la flota de guerra. Mientras tanto, ordenó a cada gobierno de provincia que debía aportar un
numeroso contingente de fuerzas de infantería, para reforzar las tropas ya alistadas. También fue enviada hacia el norte
la mayor parte de las tropas de caballería que prestaba servicios en los fortines de la frontera con los indígenas del sur
del país.

La Batalla del Riachuelo.

Una escuadra brasileña estaba apostada a corta distancia de la ciudad de Corrientes, bloqueando el paso de la flota de
guerra paraguaya aguas abajo por el Paraná. La formaban nueve buques, casi todos acorazados, y su comandante era el
comodoro Francisco Manuel Barroso da Silva.

El mariscal López organizó un plan de ataque a la flota brasileña, que consistía en atacar y abordar la flota enemiga por
sorpresa; las naves que huyeran serían bombardeadas desde la costa. Una escuadra de nueve vapores — uno solo de
ellos estaba acorazado — comandada por el comodoro Pedro Ignacio Meza, transportaría un total de 500 infantes para
la maniobra de abordaje. También trasladarían una gran cantidad de "chatas", especie de botes de borde bajo, con un
cañón a bordo cada uno. Pasarían de largo frente a la flota enemiga, protegidos por la oscuridad de la noche y por detrás
de una isla que dificultaba la visión, para luego remontar el río y atacar la escuadra enemiga; la orden era barrer la
cubierta de las naves enemigas con metralla y fusilería, y luego abordar sable en mano.

Una batería, comandada por el mayor Brúguez y escondida en los bosques de las barrancas al norte de la
desembocadura del arroyo conocido como "Riachuelo", debía bombardear las naves que huyeran de la sorpresa. Al sur
del mismo Riachuelo se ubicaron, también escondidos en los bosques y en lo alto de la barranca, 2000 fusileros
paraguayos, para cumplir la misma misión.

La operación comenzó a la noche del día 10 al 11 de junio. Pero cuando estaban cerca del objetivo, la caldera de uno de
los buques se rompió, y Meza se obstinó en repararlo. Cuando finalmente se decidió a seguir camino con sólo 8 buques,
ya era de día y se había perdido la sorpresa. De modo que, cuando la flota de Meza pasó de largo frente a la escuadra
enemiga, hubo un cruce de cañoneos entre ambas flotas.

A continuación, Meza llegó hasta las cercanías del Riachuelo y atracó bajo las barrancas. Los brasileños los persiguieron y
se acercaron al enemigo; en ese momento, la artillería de la costa les causó graves daños, causando la varadura de una
de las naves brasileñas.

Pero Barroso hizo jugar a su favor la coraza metálica de su nave capitana, la Amazonas, y embistió a tres naves
enemigas, haciéndolas naufragar. Por otro lado, la artillería brasileña inutilizó las ruedas de dos de los vapores
paraguayos. Por último, tres de los buques brasileños atacaron sucesivamente a varias de las chatas, echándolas a pique.
La batalla estaba decidida y la mayor parte de la flota paraguaya estaba arruinada.

No obstante la amplia victoria conseguida — que fue muy publicitada durante meses, tanto en Brasil como en la
Argentina — la flota brasileña no aprovechó la victoria, y al día siguiente levó anclas y partió aguas abajo, hacia las
cercanías del pueblo de Empedrado. Es que el objetivo había sido alcanzado: impedir las comunicaciones del Paraguay
con el Océano Atlántico.

La derrota impidió a la columna paraguaya del río Paraná prestar ayuda alguna a la del río Uruguay. Por otro lado, la
efímera reconquista de la ciudad y la victoria del Riachuelo levantaron la moral de las tropas argentinas, tanto como
deprimieron la de los paraguayos y sus aliados correntinos.

La ocupación de la ciudad de Corrientes era ya inútil: el ejército argentino, reforzado por importantes contingentes
brasileños y uruguayos, avanzaba en busca del enemigo hacia el norte. Por otro lado, una parte importante de las
fuerzas paraguayas fueron retiradas hacia territorio paraguayo, en previsión de que la Alianza intentara una invasión.

El 3 de octubre López ordenó a Resquín que la División Sur evacuase el territorio argentino por Paso de la Patria. Cuando
el choque entre las fuerzas argentinas ya era inminente, el 22 de octubre el general Resquín – cumpliendo órdenes de
López – evacuó por río y por tierra la ciudad de Corrientes, y unos días después se retiraban también del último pueblo
en su poder, San Cosme.

La retirada de las fuerzas paraguayas fue acompañada de saqueos sistemáticos. Así, «han saqueado todas las estancias
de la costa del Paraná dejándolas perfectamente limpias y poniéndoles fuego a algunas».18 Goya sufrió especialmente:
«El comercio entero de este pueblo ha sufrido un saqueo incalificable (...) varios vapores en tres viajes han conducido a
Asunción el botín (...) Las oficinas públicas nacionales y provinciales se hallan despedazadas, sus archivos robados. Los
materiales de fierro para la construcción de la iglesia han sido robados, y una puerta de la capilla ha sido hachada. Los
establecimientos rurales no poseen ningún género de ganados y se hallan abandonados por sus propietarios. Las
violaciones que por desgracia han tenido lugar fueron perpetradas por los paraguayos y el traidor José F. Cáceres, que
llevó su saña hasta el extremo de perseguir las familias que se habían asilado en el Chaco.»19 La suerte de otros sitios no
fue mejor. El general Nicanor Cáceres informaba ya en agosto que «los pueblos de San Roque y Bella Vista que han
ocupado por espacio de más de dos meses los invasores (...) así como todos los campos por que han cruzado son
despojos capz de alentar a los más indiferentes».

- EL TRATADO DE LA TRIPLE ALIANZA


El 1º de mayo de 1865, Francisco Octaviano de Almeida Rosa -reemplazante de Paranhos e integrante del partido liberal
brasileño-, Carlos de Castro -canciller del gobierno de Venancio Flores- y Rufino de Elizalde -canciller del de Mitre-
firmaron en Buenos Aires el tratado de alianza que permanecería secreto debido a sus comprometedoras cláusulas.

Los aliados se comprometían a respetar la independencia, soberanía e integridad del Paraguay. Los objetivos de
guerra establecidos eran los siguientes: por el artículo 11º, quitarle a Paraguay la soberanía de sus ríos; por el 14º,
responsabilizar a Paraguay de la deuda de guerra; y por el 16º, repartir el territorio en litigio o exclusivamente
paraguayo entre la Argentina y Brasil. Mitre tomaría el Chaco paraguayo hasta la Bahía Negra y el Imperio el área
fronteriza hasta el río Apa por el lado del río Paraguay y hasta el Igurey por el Paraná. Por el artículo 3º la dirección de
los ejércitos aliados quedaba a cargo de Mitre, tal como se lo había prometido Paranhos en octubre de 1864, y por los
artículos 6º y 7º, la guerra no se detendría hasta la caída de López . Esta se hacía contra el presidente y no contra el
pueblo paraguayo, cuyos miembros eran admitidos por los aliados para incorporarse a una Legión Paraguaya que
luchase contra la "tiranía" de López.

Se firmó también un protocolo adicional, también secreto, que establecía lo siguiente: 1) demolición de las
fortificaciones de Humaitá; 2) desarme de Paraguay y reparto de armas y elementos de guerra entre los aliados; y 3)
reparto de trofeos y botín que se obtuvieran en territorio paraguayo.

- TUYUTI

La primera batalla de Tuyutí fue un enfrentamiento armado entre las fuerzas paraguayas contra las aliadas en el marco
de la Guerra de la Triple Alianza. Tuvo lugar el 24 de mayo de 1866, como consecuencia del ataque del ejército
paraguayo al campamento aliado establecido en una zona seca rodeada de pantanos conocida como Tuyutí, dentro del
territorio paraguayo.

Con esta ofensiva, López pretendía inclinar la guerra a su favor, y para tal fin convocó la mayor cantidad de soldados
para asestar un golpe decisivo a la mayor parte del ejército aliado establecido en Tuyutí, con el objetivo final de negociar
la paz con los aliados y su retirada del territorio paraguayo.11

La batalla fue ganada por los aliados, duró más de cuatro horas y dejó una importante cantidad de pérdidas humanas en
ambos bandos.12 La victoria aliada fue de vital importancia para el curso de la guerra, ya que lo mejor del ejército
paraguayo fue destruido y desde entonces López nunca más pudo reunir una cantidad semejante de hombres.

Fue una de las principales batallas de la Guerra de la Triple Alianza,13 y la gran cantidad de combatientes involucrados
en este enfrentamiento fue de tal magnitud, que hasta hoy día sigue siendo la batalla más grande y sangrienta librada en
América del Sur.12

- CURUPAYTI

La batalla de Curupayty (o de Curupaytí) fue un enfrentamiento militar ocurrido en el marco de la Guerra de la Triple
Alianza. Fue librada el 22 de septiembre de 1866, en el Fuerte de Curupayty, distante a unos 8 km de la localidad de
Humaitá.

La batalla tuvo inicio con el bombardeo de la flota brasileña a las fortificaciones paraguayas, seguido del avance terrestre
del ejército aliado. Pero las pésimas condiciones del terreno dificultaron el ataque aliado, lo que resultó más fácil a los
paraguayos defender sus posiciones. El desenlace de este enfrentamiento fue favorable al ejército paraguayo, y en
efecto, fue su mayor victoria en esta guerra.

- CAXIAS JEFE DE LOS ALIADOS


La derrota de Curupaytí detuvo por muchos meses las acciones de los aliados, más por parte de los argentinos que de las
fuerzas del Brasil.156 El general Flores regresó a Uruguay, dejando en el frente solamente a 700 soldados uruguayos al
mando del general Gregorio Suárez,157 que fue pronto reemplazado por Enrique Castro.

Los generales brasileños discutieron entre ellos, y todos culparon a Mitre por la derrota. Pidieron al Emperador que
exigiera a Mitre regresar a Buenos Aires, cosa que este se negó a hacer. En diciembre, debido a la Revolución de los
Colorados, se trasladó a Rosario, pero regresó al poco tiempo. Un intento de paz, mediado por los embajadores de los
Estados Unidos en Asunción y Buenos Aires, fracasó por la doble negativa de López y Pedro II.

En marzo de 1867, sin que se hubiera recomenzado la campaña, se desató una epidemia de cólera, traída por soldados
brasileños. La misma se cobró la vida de 4000 soldados brasileños, y se extendió por las ciudades y campos de la
Argentina y el Paraguay.158 También el ejército argentino sufrió muchas bajas, incluidos oficiales notables como el
general Cesáreo Domínguez. La población civil paraguaya, que hasta entonces no había sufrido daños directos por la
guerra, resultó terriblemente afectada por la peste.

Pese a que nominalmente Mitre conservaba el mando de todos los aliados, el general Caxias afirmaba que seguía todas
sus indicaciones, al tiempo que agregaba dos graves acusaciones:

El General Mitre está resignado plenamente y sin reservas a mis órdenes: él hace cuanto yo le indico, como está de
acuerdo conmigo en todo, incluso en que los cadáveres coléricos se tiren al Paraná, ya de la escuadra como de Itapirú
para llevar el contagio a las poblaciones ribereñas, principalmente las de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe que le son
opuestas (...) El general Mitre también está convencido que deben exterminarse los restos de las fuerzas argentinas que
todavía le quedan, pues de ellas solo ve peligro para su persona.

En los primeros meses de ese año, las fuerzas brasileñas intentaron invadir territorio paraguayo desde el Mato Grosso,
que solo había sido reconquistado en parte. Las epidemias y la efectiva acción de la caballería paraguaya hicieron
fracasar el intento. La ciudad de Corumbá fue reconquistada, pero abandonada pocas semanas más tarde, ante una
epidemia de viruela.

A finales de julio, finalmente, las tropas brasileñas al mando de Caxias abandonaron Tuyutí hacia el fuerte de Tuyú Cué,
que fue capturada sin combatir el último día de ese mes. Hasta fines de octubre ocurrieron otras seis batallas de menor
importancia.58 El 3 de noviembre se produjo la segunda batalla de Tuyutí, que resultó en una dura derrota para los
paraguayos, pero que les permitió reaprovisionarse y hasta capturar muchos cañones.

Mientras Mitre ocupaba nuevamente el mando, una escuadra brasileña superó los cañones de Curupaití, pero quedó
anclada entre esta fortaleza y la de Humaitá durante meses, obligando a construir una línea férrea por el Chaco para
aprovisionarla.58 La defensa paraguaya quedó centrada en una línea defensiva conocida como "Cuadrilátero", formada
por decenas de kilómetros de trincheras, que dificultaban al acceso terrestre a Humaitá.

El 2 de enero de 1868 falleció en Buenos Aires el vicepresidente Marcos Paz, víctima del cólera, y Mitre abandonó
definitivamente el frente el día 18.168 El mando supremo quedó en manos de Caxias, que pudo llevar adelante su
estrategia sin problemas. El 19 de febrero, algunos buques brasileños pudieron cruzar por delante del fuerte de
Humaitá, y tres días más tarde dos de ellos bombardearon brevemente Asunción.

Las fortalezas habían perdido su razón de ser: Curupaytí fue evacuada por sus defensores y López partió a través del
Chaco hacia Asunción, dejando al Fuerte de Humaitá defendido solamente por 3000 hombres. El general Caxias envió
para su captura a la división al mando del general Osório, pero esta fue rechazada el 16 de julio con más de mil bajas,
contra menos de cien paraguayas. Dos días más tarde, las tropas del coronel argentino Miguel Martínez de Hoz fueron
emboscadas en Acayuazá por los paraguayos, muriendo su jefe y 64 de sus hombres; su segundo, Gaspar Campos, junto
con otros 30 prisioneros, murieron semanas después debido a la dureza de la prisión.

El 24 de julio, la guarnición de Humaitá ―unos 3000 hombres― fue evacuada por sus defensores, mediante canoas. No
obstante, la mayor parte de los mismos no alcanzaron a llegar a territorio en poder del presidente López. La mitad fue
tomada prisionera el 5 de agosto y casi todo el resto murió por la artillería naval brasileña.171 La campaña de Humaitá
había durado casi tres años, desde octubre de 1865,172 los paraguayos habían perdido cerca de 60 000 hombres en su
defensa.

- HUMAITA

La Campaña de Humaitá o Campaña del Cuadrilátero (1866–1868), fue la tercera fase, la más larga y más sangrienta, de
la Guerra de la Triple Alianza. Duró desde el 16 de abril de 1866 hasta el 5 de agosto de 1868.

Tras el éxito en la invasión al Mato Grosso y el fracaso en la invasión a Corrientes y Río Grande, las tropas de la Triple
Alianza – Argentina, Brasil y Uruguay – invadieron el sur del Paraguay. A muy corta distancia encontraron el dispositivo
defensivo paraguayo compuesto por cuatro fortificaciones – el llamado "cuadrilátero", que obstruía el paso hacia
Asunción tanto por tierra como por el Río Paraguay. Una larga serie de batallas costaron enorme número de bajas en
ambos bandos, deteniéndose por completo las operaciones después de la Batalla de Curupayty. Las bajas en ambos
bandos fueron aún mucho más altas por enfermedades que por las batallas: a las pésimas condiciones sanitarias y
alimenticias se les sumó una epidemia de cólera.

Las operaciones estuvieron detenidas desde septiembre del 1866 hasta julio de 1867, cuando se reiniciaron con una
ofensiva aliada. A mediados del año siguiente, sin embargo, se habían producido pocos avances cuando las
fortificaciones fueron superadas por la escuadra brasileña. Ante esta novedad, las fuerzas paraguayas instalaron una
nueva línea defensiva, mucho más cerca de Asunción, abandonando el “Cuadrilátero”. En definitiva, la campaña resultó
en un costoso pero absoluto éxito para la Triple Alianza.

- LOMAS VALENTINAS

Las Lomas Valentinas fueron una fortificación defensiva construida por el Ejército del Paraguay en el curso de la Guerra
de la Triple Alianza. Fueron construidas entre septiembre y diciembre de 1868, y destruidas a fines de ese mismo mes
por las fuerzas del Imperio del Brasil, la Argentina y el Uruguay tras su victoria sobre los paraguayos en la Batalla de Itá
Ibaté o de las Lomas Valentinas.

Tras la invasión que provocó el inicio de la Guerra, el Paraguay fue obligado a adoptar una posición defensiva, que hasta
mediados de 1868 estuvo centrado en la Fortaleza de Humaitá. Producida la captura de ese fuerte por las fuerzas
aliadas, las tropas paraguayas del presidente Francisco Solano López abandonaron el sur del país y se reunieron en una
posición defensiva detrás del arroyo Piquisiry, a unos 35 a 40 km de Asunción, la capital del país.

El centro del dispositivo defensivo eran dos lomas ubicadas a unos 2 km al norte del arroyo Piquisiry, la de Itá Ybaté y la
de Cumbarity. La primera, ubicada al noroeste, estaba destinada a ser la reserva central de las fuerzas paraguayas, que
esperaban un ataque desde el sur; la segunda era la sede del cuartel general del presidente López, que desde allí podía
ver la larga línea defensiva que había mandado construir.

Ambas lomas estaban separadas por un pequeño arroyo, y estaban pobladas de naranjos, con algunas construcciones.
Una larga loma cubiertas de bosques partía desde Itá Ybaté hacia el norte, dividiendo dos praderas abiertas: el Potrero
de Acosta y el Potrero de Mármol, ubicado al sudeste.

1.3 FELIPE VARELA POZO DE VARGAS


La Batalla de Pozo de Vargas, del 9 de abril de 1867, fue un enfrentamiento de las guerras civiles argentinas, entre las
fuerzas federales del caudillo Felipe Varela y las del gobierno nacional argentino, dirigidas por el general Antonino
Taboada, en las afueras de la ciudad de La Rioja. La victoria de Taboada significó el final de la última y mayor rebelión del
norte contra la presidencia de Bartolomé Mitre. La conocida canción popular anónima "Zamba de Vargas" trata sobre
este acontecimiento.

La Revolución de los Colorados en Mendoza, a fines de 1866, era el resultado de la política de sumisión que había
impuesto el gobierno de Mitre a las provincias. Las pocas provincias que se unieron espontáneamente a su política,
francamente centralista, habían colaborado para extender la dominación del partido liberal por el resto del país. En las
provincias de Cuyo y el noroeste, los gobiernos habían sido desplazados violentamente, y el partido federal estaba
proscripto.

La rebelión más firme estuvo dirigida durante dos años por el general Ángel Vicente Peñaloza, alias el Chacho, y
sangrientamente aplastada por las fuerzas enviadas desde Buenos Aires; con ellas colaboró el ejército santiagueño de
los hermanos Taboada, y la guerra se saldó con la derrota y el asesinato de Peñaloza.

La guerra de la Triple Alianza contra Paraguay llevó nuevamente a la exasperación a las poblaciones, especialmente a los
gauchos del campo, que eran los que formaban la mayor parte de los contingentes enviados a la guerra. Varios motines
de soldados enganchados a la fuerza prepararon el terreno, y finalmente uno de ellos derrocó al gobierno de la provincia
de Mendoza. Rápidamente, los federales ganaron para su causa a las provincias de San Juan y San Luis. Desde Chile
regresó el coronel Varela, al frente de un contingente bastante reducido (en el que figuraban unos 15 soldados chilenos)
y se puso al frente de la revolución en La Rioja. Pronto reunió unos 5.000 hombres, gauchos bien montados y valientes,
pero mal dirigidos y peor armados. Además de dos cañones de pequeño calibre.10

Mientras tanto, el general Juan Saá y el coronel Juan de Dios Videla dirigían los gobiernos y ejércitos federales en Cuyo.
Llevaron el grueso de su ejército hasta el este de la provincia de San Luis.

Tras imponer un gobierno federal en La Rioja, Varela atacó el oeste de la provincia de Catamarca. Desde allí, por el norte
de La Rioja, pensaba dirigirse a la capital de esa provincia.

La batalla fue un desastre para las esperanzas de los federales. Sus hombres retrocedieron, desorganizados, hacia el
norte de la provincia, para luego girar hacia el oeste, sin atacar Catamarca. En esa zona recibieron la noticia de la derrota
del ejército de Saá en la batalla de San Ignacio y de la huida de todos los dirigentes federales cuyanos a Chile.

Varela siguió resistiendo varios meses, e incluso ocupó por unas horas las ciudades de Salta y Jujuy, pero terminaría
refugiado en Bolivia. De todos modos, nunca volvió a reunir más de 80013 ó 1.000 hombres.

La revuelta federal había fracasado por completo, y el régimen liberal imperaría sin oposición durante varias décadas en
la Argentina. Lentamente, las poblaciones del interior se acostumbrarían a estar sometidas a la prepotencia de quienes
llegaran desde Buenos Aires. Y a la pobreza impuesta por una política económica que sólo veía la prosperidad de la
región pampeana. Por otro lado, la larga nómina de presidentes del interior, que gobernó durante más de veinte años
(desde 1868 a 1880) no mitigó la humillación que sentían los habitantes de las provincias del norte y del oeste.

La última rebelión contra el régimen porteño estaría dirigida por Ricardo López Jordán, pero sería exclusivamente
entrerriana.

- TESTAMENTO POLITICO DE MITRE


- MUERTE DE MAXIMO PAZ Y REASUNCION DE MITRE

Asumió el cargo en octubre de 1862 y dedicó su mandato a organizar las actividades del Congreso y a nombrar a la
primera Suprema Corte de Justicia de la Nación. Por lo demás, la primera mitad de su mandato fue bastante tranquila.

Pero en 1865 estalló la guerra del Paraguay, y Mitre se hizo nombrar general en jefe de los ejércitos de la Triple Alianza.
Se trasladó a Corrientes en junio de ese año, dejando en el cargo a Paz. Ingenuamente, creyó que podrían vencer en tres
meses; les tomó cinco años.
La gestión de Paz tuvo como objetivo casi exclusivo proveer a los ejércitos que llevaban adelante la guerra. Pero tuvo
que enfrentar varias rebeliones federales que estallaron las en el interior, de las cuales la más peligrosa fue la iniciada a
fines de 1866 con la "Revolución de los Colorados" en Mendoza, que rápidamente se extendió por todo Cuyo y La Rioja.
El propio Mitre tuvo que regresar del frente para dirigir la represión, que terminó siendo sorprendentemente corta: los
dos mayores ejércitos federales fueron vencidos en dos batallas, casi el mismo día, y desde entonces sólo quedaron
grupos aislados.

La situación económica se hizo realmente peligrosa, y Paz era criticado con dureza; terminó llamando a Mitre de
regreso, casi con desesperación. Pero Mitre, que no lograba resolver la guerra en el Paraguay, se quedó en el frente. Allí
causó una terrible derrota en la batalla de Curupaytí, el peor desastre de las armas argentinas en toda su historia, de
modo que los aliados brasileños sugirieron a Mitre que regresara a Buenos Aires.

Para empeorar las cosas, los soldados que volvían del frente trajeron una epidemia de cólera, que causó miles de
víctimas. A fines de diciembre de 1867, el presidente en ejercicio cayó enfermo de cólera, y murió el 2 de enero de 1868.

Mitre tuvo que regresar para reasumir la presidencia. Sin él, finalmente la victoria aliada sobre el Paraguay se produjo en
1870.

- PROCESO ELECTORAL

Cuatro fuerzas se delineaban nítidamente en el proceso de la sucesión de Mitre en la presidencia argentina. El mitrismo
era la más numerosa. Frente a éste se encontraban el partido autonomista porteño liderado por Adolfo Alsina; Justo
José de Urquiza, que agrupaba a los electores del Litoral, y Manuel Taboada, gobernador de Santiago del Estero que
encabezaba una Liga del Norte formada por cinco provincias. A estos movimientos se sumaba la opinión de un ejército
nacional que intervenía en forma activa, debido al ascendente rol que implicó su bautismo de fuego en la guerra.

El proceso sucesorio se inició a mediados de 1867 cuando a instancias del coronel Lucio V. Mansilla, el ejército
propuso la candidatura de Domingo Faustino Sarmiento, en ese momento ministro en Washington. Esta candidatura fue
apoyada también por el periódico La Tribuna de los hermanos Héctor y Mariano Varela. La fórmula fue completada el 2
de febrero de 1868 con el jefe del autonomismo, Adolfo Alsina, cuando éste resolvió renunciar a la propia candidatura
por advertir que sólo era fuerte en Buenos Aires. A la vez, la candidatura de Urquiza estaba haciendo algún progreso en
el Interior. Esto alarmó a Mitre quien el 28 de noviembre 1867 escribió desde el campamento de Tuyú-Cué en Paraguay
su famosa carta a José María Gutiérrez, calificada por sus amigos como "testamento político". Allí sostenía que el poder
ejecutivo mantendría la prescindencia e imparcialidad en la elección. Condenaba además las candidaturas de Urquiza y
Alberdi por reaccionarias, término que también aplicaba a la de Alsina por ser producto de una liga de gobernadores sin
apoyo popular y a la que calificaba de "candidatura de contrabando". Por último, condenaba el clima de ataques
recíprocos puesto en práctica por los partidarios de Elizalde, Sarmiento y Alsina. La carta además sirvió para advertir que
Rufino de Elizalde aunque amigo de Mitre no tendría el apoyo del aparato estatal para su candidatura y en consecuencia
ninguno de los candidatos podría reunir la mayoría absoluta de electores. (1)

A principios de 1868 quedó evidenciado que la candidatura de Sarmiento contaba con el respaldo del ejército
nacional, al trabajar el general Arredondo activamente -y contra los deseos de los hermanos Taboada- por la elección del
ilustre sanjuanino en Santiago del Estero y La Rioja. Sarmiento reunía el apoyo del partido Liberal en seis provincias.

Alejado de las luchas políticas y sin un partido propio, Sarmiento aparecía como un candidato liberal, que a diferencia
de mitristas y autonomistas, estaba limpio de las "máculas" que había generado la desastrosa guerra contra López. Mitre
y Urquiza eran, debido a sus respectivas actitudes en Pavón y la Guerra del Paraguay, dos cadáveres políticos,
denostados por sus respectivos partidos liberal y federal.
Finalmente, aunque se produjeron algunas irregularidades, como la pérdida sospechosa de las actas electorales de
Tucumán y la ausencia de elección en Corrientes, lugares en que eran favoritos otros candidatos, el Congreso realizó el
escrutinio y Sarmiento obtuvo 13 votos por encima de la mayoría absoluta. El presidente electo se enteró de su elección
en viaje desde Estados Unidos a Buenos Aires. El acto de asunción tuvo lugar el 12 de octubre de 1868 y Sarmiento
formó su gabinete con Dalmacio Vélez Sársfield (interior), Nicolás Avellaneda (justicia, culto e instrucción pública), José
Benjamín Gorostiaga (hacienda), Mariano Varela (relaciones exteriores) y Martín de Gainza (guerra).

- FORMULA ELIZALDE-URQUIZA:

El mapa político de la República se tornó enmarañado y cambiante, porque las alianzas que conformaron los candidatos
a la presidencia se armaban y destruían en escasos días. La campaña electoral de 1868 fue enredada hasta más no
poder.

El general José Miguel Arredondo, en una visita por el Interior del país a fines de 1867, con el fin de imponer la
candidatura de Domingo F. Sarmiento, desestabilizó al Gobierno cordobés que se había pronunciado a favor de Urquiza,
y descolocó a las autoridades de La Rioja, que simpatizaban con la candidatura de Rufino de Elizalde.

Urquiza, al perder la provincia de Córdoba, disminuyó sustancialmente su caudal político, quedando sólo con los
electores de Entre Ríos y Corrientes, número que no le alcanzaría para ser electo presidente.

Agravará la situación del entrerriano la decisión de Adolfo Alsina, gobernador de Buenos Aires, de hacer votar a sus
electores por Sarmiento. Las ilusiones de Urquiza para ser presidente por segunda vez se fueron diluyendo; también la
alianza implícita entre Alsina y Sarmiento dará por tierra al candidato mitrista.

A principios de Mayo de 1868, la conformación de una fórmula nueva replanteó las cosas: Elizalde como presidente y
Urquiza como vicepresidente, podrían reunir los electores suficientes. Los votos de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe
eran de Urquiza los que, sumados a los oficialistas de Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, Salta, Jujuy y Cuyo,
garantizarían el triunfo.

Sin embargo, el proceso demostrará que la situación no terminaba de definirse; el 13 de Mayo de 1868, Adolfo Alsina
publica una carta dirigida a Justo J. de Urquiza, en la cual ofrecía al entrerriano los votos de 25 electores para hacerlo
presidente. Urquiza acepta la propuesta y ofrece al gobernador de Buenos Aires la vicepresidencia, la que es también
aceptada.

Nuevamente el tablero de la política nacional se modificó y Bartolomé Mitre, con su candidato (Elizalde), pasa a
perdedor.

Los federales se estancaron en la fugaz coincidencia y concurrieron a los comicios con la fórmula Urquiza-Alsina. Los
nacionalistas, por su parte, proclamaron la candidatura del ministro interino de Guerra, general Paunero, a la
vicepresidencia, manteniendo en primer lugar al doctor Elizalde.

En estas circunstancias será necesario debilitar el corazón político mismo del urquicismo y es por ello que se apresura y
concreta el movimiento del 27 de Mayo contra el Gobierno del correntino Evaristo López que, como hemos visto, ya
estaba en los planes del Gobierno Nacional.

De todos los movimientos violentos realizados en estos inquietantes meses, el de Corrientes será el más próximo a la
elección presidencial y uno de los más íntimamente relacionados a ella y, por lo tanto, definitorio. La finalidad de esta
insurrección no fue el dar los votos de los electores correntinos a Elizalde -ya que los liberales de Corrientes se
pronunciaron por Sarmiento-; lo que logró la caída de López no fue aportar electores a Mitre, sino quitarlos a Urquiza.
Los electores influenciados por Urquiza no pudieron sesionar el 22 de Junio de 1868 para elegir la fórmula presidencial,
quedando Corrientes sin votar en los comicios presidenciales.

Así fue que sarmientistas y mitristas correntinos, con apoyo del Ejército y Gobierno nacionales, evitaron -por medio de la
violencia- aquella reunión de electores en la capital correntina.

Pero el promocionado acuerdo entre Urquiza y Alsina no fue más que una maniobra del gobernador de Buenos Aires
que trató de romper la fórmula Elizalde-Urquiza, especulando con las ambiciones de este último.

Es así que el día que se reunieron los electores, eligen presidente de la República a Domingo F. Sarmiento, con 21 votos
de Buenos Aires, la totalidad de los de Mendoza, San Juan, San Luis, La Rioja, Córdoba y Jujuy.

Adolfo Alsina logra los suficientes para acompañarlo como vicepresidente. El presidente electo obtuvo un total de 79
votos; Urquiza, 28; Elizalde, 22; y, para la vicepresidencia, Alsina contabilizó un total de 83 votos.

Las razones por la cual fue elegido Sarmiento tienen sus explicaciones, siendo una de ellas la generalizada oposición a la
guerra. El nuevo presidente intentó apartar, en cierto sentido, al país de la guerra, pero no logró su objetivo por dos
razones principales: primero, por la propaganda aliada contra Solano López y las historias de sus atrocidades crearon un
clima para que se busque un castigo al presidente paraguayo; y, segundo, a fines de 1868 y principios de 1869
-inmediatamente después de la toma del mando por parte de Sarmiento- las sucesivas y definitivas victorias militares
aliadas aseguraban el inminente triunfo final(16).

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