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DEL INTELECTO
SEGÚN Pl AGET
John L. Phillips, jr.
CONDUCTA HUMANA r4
editorialfontanella
Digitized by the Internet Archive
in2010
http://www.archive.org/details/losorgenesdeliOOphil
/ ^*
LOS orígenes
DEL INTELECTO
SEGÚN PIAGET
Tercera edición,
revisada y ampliada
1i Barcelona, 1977
Traducido al castellano por
José Toro y Roser Berdagué,
del original inglés
The Origins of Intellect Piaget's Theory,
publicado por
W. H. Freeman and Company,
Szín Francisco. U.S.A.
ISBN: 84-244^199-9
íi Greg y Jeff
Prefacio a la segunda edición
Marzo de 1975
John L. Phillips, Jr.
10
Prefacio a la primera edición
AL PROFESOR
poco técnico. Puede serles muy útil a los profesores de psicología in-
11
fantil, de desarrollo del niño, o de psicología de la educación; del
aprendizaje o de sistemas psicológicos; o quizás incluso de psicología
general.
El libro no pretende ser la Obra Completa de Piaget. Lo que pre-
sento es la teoría original de Piaget junto con las explicaciones nece-
sarias acerca de sus investigaciones a fin de describir el significado
de la teoría. Dicha teoría ha captado, muy recientemente, el interés
de unos cuantos psicólogos americanos, pero había sido concebida
mucho tiempo atrás, y, a pesar de que Piaget ha publicado sus mo-
delos teóricos y, junto con otros colaboradores de Ginebra y otros
lugares, ha llevado a cabo estudios posteriores a los que aquí se in-
cluyen, la teoría básica permanece esencialmente idéntica y puede ser
presentada con más claridad en el contexto de su desarrollo original.
Los lectores que ya dominen estos rudimentos teóricos y deseen pro-
fundizar en el tema encontrará un excelente resumen de la obra más
reciente de Piaget en The Developmental Psychology of Jean Piaget
(1963) de J. H. Flavell,' donde se ahonda, incluso más técnicamente, en
la teoría, aparte de la revisión que se hace de los estudios de la per-
cepción y conceptos morales.
Probablemente, cada profesor tiene su propio modo de empezar el
estudio del desarrollo intelectual en general y de la obra de Piaget
en particular. Mi propio modo es introducir a mis estudiantes en la
teoría de D. O. Hebb; porque se les ha inculcado un punto de vista na-
turalista del comportamiento humano, y creo que Hebb ha demostrado
con éxito cómo —
por lo menos, en principio —
«el espíritu en la má-
quina» puede ser abordado en términos naturalistas. No es de vuestra
incumbencia el que los fundamentos teóricos de vuestro curso sean
cognoscitivos al empezar, pero he sentido la necesidad de erigir un
puente entre el paradigma E - R con el que empiezo el curso, y el sis-
tema cognoscitivo de Piaget. Si también sentís esta necesidad, po-
dríais tener en reserva en vuestra biblioteca el libro de Hebb A Text-
book of Psychology; en el caso de que vuestros estudiantes estén edu-
cándose para enseñar, si están avanzados en Psicología, The Organiza-
tion of Behavior. (En mi opinión la primera edición del Text book es
mucho mejor para vuestro propósito que la segunda.)
Los Orígenes del Intelecto es una exposición completa de la teoría
de Piaget. Sin embargo, si deseáis que esta teoría (y sus implicacio-
nes prácticas) ocupen una parte sustancial de vuestro curso, debéis
conseguir también que vuestros alumnos discutan sobre ella en clase
y la trabajen fuera de clase. A menudo se puede animar a los estu-
diantes a un mayor compromiso en las ideas científicas complemen-
1. Existe la versión castellana: «La psicología evolutiva de Jean Piaget». Paidos, Buenos
Aires, 1968 (N. del T.).
12
tando su lectura con demostraciones gráficas de las comprobaciones de
estas ideas. No conozco películas adecuadas de las pruebas de Piaget
de esta época, pero en casi todas las comunidades se pueden encontrar
sujetos adecuados, y para obtener demostraciones los estudiantes
pueden aplicarse a sí mismos los tests. Generalmente hago, por lo
menos, una observación en cada uno de estos tres niveles: Sensomo-
tor, Preoperacional y de Operaciones Concretas. (El test de Opera-
ciones Formales descrito en este libro requiere más material del que
puede obtener rápida y fácilmente cada estudiante.) Dadas estas con-
signas, debe recordarse a los estudiantes que los resultados más in-
teresantes de los tests típicos de Piaget son los fracasos que ocurren;
es conveniente que, para cada sujeto, se encuentre un test que pueda
superar y otro en el que fracase. Y decidles que aprovechen cada si-
tuación para aprender tanto como sea posible acerca de la estructura
del pensamiento del niño. Caerán en la cuenta de que realmente apren-
den más en los fracasos que en los éxitos. Como consecuencia del es-
tudio de Piaget, me parecen especialmente apropiados dos volúmenes
en rústica de Jerome Bruner: The Process of Education y Toward a
Theory of Instruction. Un examen cuidadoso de los artículos periódi-
cos citados en la bibliografía, revelará un interés, aún más reciente,
por la aplicación de unas ideas sobre los problemas de la educación
parecidas a las de Piaget. Recientemente, tuve el privilegio de oír el
discurso presidencial de Robert M. Gagné a la División 15 de la Ame-
rican Psychological Association. Se titulaba «Jerarquías del Apren-
dizaje», y, si alguien tuviera interés, se podría usar para profundizar
la sugerencia que hago en el Capítulo V de que un trabajo de análi-
sis más completo ^puede ser un camino hacia el progreso en la ense-
ñanza de operaciones. Este discurso no se ha publicado, pero en la
bibliografía incluyo otros que sí están editados. Debo mencionar, con
respecto a esto, que algunos de tales artículos se han reimpreso en
colecciones editadas y que sólo algunos figuran en los catálogos junto
a sus fuentes originales. Las colecciones editadas reúnen material
original.
AL ESTUDIANTE
13
de la enseñanza de esta teoría o la relaciona
con las motivaciones de los estudiantes.
Las siguientes observaciones pretenden
remediar esta omisión.
2. En esta reimpresión del Prefacio, los números de los capítulos han sido adaptados a la
nueva numeración.
14
2. Cuando ya estéis en otros capítulos o apartados, releer las
partes del primero que correspondan a aquéllos, esta vez asi-
milando su contenido.
3. Releer el Capítulo entero al finalizar el Capítulo V y antes de
empezar el VI, esforzándoos ahora por tener una comprensión
amplia de las relaciones generales.
Piaget y la psicología
15
nea, porque sin duda les servirá de base para muchos estudios del
pensamiento del niño.
Implicaciones prácticas
16
I. Introducción
Perspectiva evolucionista
Estructura y función
Asimilación
Acomodación
Invariantes funcionales: asimilación
y acomodación
Esquemas
Relaciones entre los conceptos
Equilibrio
Unidades de desarrollo
Notas
17
A pesar de las conclusiones que puedes haber
sacado de su titular, este capítulo no es el
principio del libro. Este se inicia en el Prefacio
a la Primera Edición.
Es cierto que los prefacios siempre suelen
contener alguna información que no interesa
a la mayoría de los lectores, pero en este
libro el Prefacio es más importante que en
la mayoría de obras. Explica la estructura
de la obra, y esa estructura es esencial
para un estudio fructífero de la materia
fundamental del texto.
19
preoperativa de la velocidad en el niño. El niño observa el movimiento
de un objeto a través de los puntos A, B, C y D. Señala que el objeto
pasó por el punto D «después» de hacerlo por el punto A y que em-
pleó «más tiempo» en ir de A a C que de A a B. Partiendo de aquí, bien
pudiera inferirse razonablemente que la concepción infantil de la
sucesión y la duración temporales es la misma del adulto. Mas la in-
vestigación no acaba aquí. En ese punto se muestran al sujeto los
movimientos simultáneos de dos objetos. El investigador modifica
sistemáticamente la distancia real que recorre cada objeto, su tiempo
de tránsito, y sus posiciones inicial y final en relación con el otro. En
este caso, el niño ya no responde como lo haría un adulto en circuns-
tancias semejantes. Por ejemplo, si dos objetos se mueven simultá-
neamente — es decir, si parten a la vez y se detienen a la vez —pero,
20
—No.
—¿Dónde hay más?
—Aquí (flores).
—¿Y aquí? (monedas).
—Menos}
Estos cambios de los procedimientos experimentales para compa-
ginar las respuestas de un sujeto determinado hacen difícil la réplica,
de modo que los resultados pueden ser muy susceptibles al «efecto
del experimentador».* El lector que se sienta impelido a criticar el
método de Piaget buena compañía. Pero, antes de conver-
se halla en
tirse enardecidamente en un crítico, debiera estar convencido de haber
observado el deliberado esfuerzo llevado a cabo para dar al niño opor-
tunidades de responder de modo que no satisfaga la teoría. Tampoco
debiera olvidar la posición epistemológica de Piaget: el conocimiento
es acción, aunque no necesariamente motriz. El sujeto está actuando
continuamente. Sus acciones están estructuradas, y en cierta medida
también son autónomas. Por consiguiente, el investigador debe mo-
dificar continuamente su línea de abordaje si desea estudiar tales ac-
ciones y discernir su estructura subyacente. En realidad, dado que
esta estructura difiere entre uno y otro niño, puede ocurrir que el
especialista se vea en la necesidad de modificar a veces su lenguaje
al plantear un problema, para asegurarse de que el problema será
el mismo para diferentes niños. Los procedimientos a veces excesiva-
mente normalizados no sirven el objetivo para el que fueron conce-
bidos, porque su sentido varía según los individuos a que se refiere.
Lo importante es «establecer contacto con el razonamiento infantil».^
21
fenómeno probablemente no ha sido ocasionado por un repentino in-
cremento del desacuerdo con las teorías existentes, sino por los avan-
ces que se han producido recientemente en el campo de la neurofisio-
logía y de la ingeniería de los computadores.
En cualquier caso, las observaciones y formulaciones de Piaget
constituyen hoy un centro definido de intereses teóricos y profesiona-
les en el terreno de la Psicología. Sus teorías son más bien cognitivas
que asociacionistas; * en esencia, conciernen más a la estructura que
al contenido. Explican más cómo trabaja la mente que lo que hace.
Se ocupan más de la comprensión de la conducta que de su predic-
ción y control.
Por supuesto, estas puntualizaciones sólo pueden realizarse a modo
de ilustración, pues nunca podemos conocer el cómo si no a través
del qué; sólo podemos inferir los procesos centrales a partir de las
conductas que organizan. La afirmación de un tipo de análisis no im-
plica necesariamente la negación del otro. Existen conflictos entre
ellos, pero a menudo su desacuerdo es más aparente que real, de
modo que un estudio cuidadoso de ambos tipos de análisis suele re-
velar una armonía que pudiera no ser percibida a primera vista. En
este libro, la discusión de la teoría de Piaget está escrita sólo en parte
en el idioma de Piaget. «Input», «output» y «feedback», por ejemplo,
son palabras que nada tienen de lírico y que los psicólogos americanos
han pedido prestadas a la ingeniería. Piaget se las arregla para pres-
cindir de ellas, pero nosotros las consideramos de utilidad. Hasta el
mismo término de «aprendizaje» aparece raramente en los escritos
de Piaget y, en aquéllos en que aparece, lo hace casi siempre acom-
pañado de un modificador. Al condicionamiento, sea clásico o instru-
mental, respondiente u operante, él lo llama «aprendizaje en el sen-
tido estricto»; los cambios en la estructura cognoscitiva son citados
no en el sentido de aprendizaje sino como «desarrollo». En este libro
emplearemos tanto los términos utilizados por Piaget como los de
uso corriente en el lenguaje de los psicólogos, tratando de entender
en qué forma se relacionan todos ellos con las ideas de Piaget.
Hay que decir algo más sobre su sistema en relación con los de-
más. El bagaje académico que Piaget adquirió en primer lug^r corres-
pondía al campo de la zoología y sus teorías sobre el desenvolvimiento
cognoscitivo tienen sólidas raíces en dicho campo. Esto, unido al rasgo
de estadios invariables, ha hecho que algunos autores etiquetaran la
teoría de «nativista», como si consideraran el programa genético del
22
niño responsable de organización de su conducta. Pero la teoría de
la
Piaget no es nativista. Una
alternativa radical del nativismo es el «em-
pirismo», doctrina que considera que la conducta se encuentra deter-
minada por el entorno, es decir, por las contingencias de reforza-
miento y demás. Pero la teoría tampoco es empirista. Se la ha llamado,
con sentido de la propiedad, «interaccionista» y «constructivista»: el
organismo hereda un programa genético que aporta gradualmente
(a través de un proceso llamado «maduración») el equipo biológico
necesario para construir une estructura interna estable de sus expe-
riencias con su entorno. Paradójicamente, esta estructura estable
— esta «inteligencia» —
ayuda después al organismo a adaptarse a
cambios operados en aquel ambiente. Nuestras consideraciones en
tomo a la asimilación, acomodación y equilibración tratarán de re-
solver la paradoja.
Antes de exponer los primeros períodos del desarrollo según Pia-
get,vamos a dar una visión rápida y somera de su teoría, preparándo-
nos así para la exposición más detallada que realizaremos en los ca-
pítulos II, III, IV y V.
PERSPECTIVA EVOLUCIONISTA
23
su ambiente inmediato, sino también por procesos mediadores dentro
del sistema de transmisión,. procesos que son en parte resultado del
funcionamiento previo del sistema. Por consiguiente, la respuesta
abierta del animal superior a un «input» específico no es necesaria-
mente inmediata y no es predecible simplemente a partir del conoci-
miento de la pauta de «input» corriente. Para predecir la conducta
de un animal superior es necesario saber algo sobre sus procesos me-
diadores. Para predecir la respuesta de un ser humano a una combi-
nación de dígitos —
por ejemplo, «8» y «2» — haría falta saber qué
sabe de aritmética antes de acudir al laboratorio; si en un pasado in-
mediato ha aprendido a sumar, restar, multiplicar o dividir; si posee
un esquema generalizado para obedecer órdenes; etc. La conducta
de una persona viene determinada tanto por el «input» sensorial del
momento como por la forma en que se ha organizado su sistema de
procesos mediadores.*
Las consecuencias parejas de diferenciaciones sensoriales y moto-
ras y de la organización de procesos mediadores son: 1, la extensión
— tanto espacial como temporal —
del mundo con el cual el organismo
puede interactuar, y 2, la libertad de escoger entre muchas acciones
posibles. La «inteligencia» es la capacidad de hacer unas elecciones
adaptivas.
ESTRUCTURA Y FUNCIÓN
24
El término «estructura» se refiere a las propiedades sistemáticas
de un hecho. Abarca todos los aspectos de un acto, sean internos, sean
extemos. Sin embargo, la «función» se refiere a los modos de interac-
tuar con el ambiente que son heredados biológicamente, modos que
resultan característicos de tal integración en todos los sistemas bio-
lógicos. En lo que concierne a la inteligencia, este «núcleo funcional»
heredado impone «ciertas condiciones necesarias e irreductibles»' a
las estructuras. Las discontinuidades en la estructura surgen de la
acción continua de funciones invariables. A lo largo del período de
desarrollo, las funciones son permanentes, pero las estructuras son
transitorias; si no lo fueran, no habría desarrollo.
Existen dos funciones básicas: adaptación («el acuerdo del pen-
samiento con las cosas») * y organización («el acuerdo del pensamiento
consigo mismo»).' La adaptación consiste, a ^su vez, en la asimila-
ción y la acomodación.
Asimilación
25
que sus cogniciones —incluso las percepciones de su ambiente inme-
diato — constituyen una función tanto de su actividad cuanto de las
propiedades físicas del ambiente.
Acomodación
Pero, al propio tiempo que el input resulta modificado por las
estructuras, los procesos mediadores son alterados por el input. La
constancia del objeto, que hemos utilizado para ilustrar lo primero,
puede emplearse para explicar lo segundo. Cada «corrección» que es
aplicada por el cerebro a una imagen retiniana, tiene que ser apren-
dida; es decir, las estructuras que actúan sobre el input han sido, a
su vez, moldeadas por dicho input.
Veamos, por ejemplo, la constancia del tamaño. Pensemos en los
cientos y cientos de veces que el tamaño de una imagen sobre nuestra
retina ha variado al mismo tiempo que la distancia que nos separaba
del objeto. Otros inputs, tales como los proprioceptivos, que se origi-
nan en la medida en que nos aproximamos al objeto, y las relaciones
temporales entre ellos, han contribuido conjuntamente a la modifi-
cación de las pautas de mediación.* Piaget denomina acomodación
al mecanismo por el que se producen tales cambios.
Invariantes funcionales:
Asimilación y acomodación
Esquemas
Como hemos dicho anteriormente, el desarrollo cognitivo consiste
en una sucesión de cambios, cambios esencialmente estructurales.
26
Piaget suele referirse a las estructuras individuales con el nombre
de esquemas. Un esquema es una especie de mini-sistema; es esta
propiedad de una acción lo que puede generalizarse a otros conteni-
dos. El niño que, por ejemplo, «mira un sonajero y lo coge» (pág. 25)
es capaz de hacer lo mismo con todo objeto pequeño y ligero; es decir,
el esquema de «mirar y coger» puede abarcar una gran variedad de
objetos, por supuesto con ciertas acomodaciones.
En realidad, un esquema comprende también los estímulos que
desencadenan los procesos mediadores y la conducta abierta que pre-
sumiblemente está organizada por ellos. Puede haber interacciones
entre esquemas; es decir, pueden asimilarse entre sí. Un «esquema»
es una unidad genérica de estructura; ^ todo aquello que es repetible
o generalizable» es un esquema.' Las estructuras primeras son relati-
vamente sencillas; generalmente la gente se refiere a ellas como
«reflejos». Los esquemas posteriores son más complejos más «men-—
—
tales» y cada vez va siendo más apropiado pensar en ellos como
«estrategias», «planes», «reglas de transformación», «expectativas»,
etc. Sean cuales fueren las etiquetas que se les aplique, constituyen
una suerte de armazón en el que pueden encajarse los datos senso-
riales que se van aportando, puesto que de hecho deben encajar si
han de tener algún efecto; con todo, es un armazón que cambia con-
tinuamente de forma para que encajen en él el mayor número de
datos posible.
La figura 1.1 resume algunas de estas relaciones.
FUNCIONES ESTRUCTURAS
(invariable a través de
(Variables a través de
estadios y contenidos)
estadios y contenidos)
ORGANIZACIÓN ADAPTACIÓN
E sou EMAS
z
g
z
o <
r < < < <
1
o 2 ^ ^ ^ 5
LU LU LU
< <
o
LU
Z) Z) =)
UJ
=) Z)
o o o O O o
C/) co C/5 C/5 co
LU LU uÜ LU LU
<
s
Figura 1.1
27
RELACIONES ENTRE LOS CONCEPTOS
EQUILIBRIO
28
RECIPIENTE 1 RECIPIENTE 2
Figura 1 .2
29
mente las intrusiones desde fuera. Debido a la importancia de los es-
tados (estadios) en esta teoría, Piaget a menudo parece desinteresarse
de los mecanismos de transición de uno a otro estado; pero el con-
cepto de equilibrio se ocupa precisamente de estas transiciones.
Un ejemplo es la adquisición de conservación de cantidad con-
tinua. Se presentan al sujeto dos recipientes idénticos llenos exac-
tamente hasta un mismo nivel de zumo de fruta; uno se identifica
como el suyo y el otro como el del experimentador. Una vez el niño
ha reconocido que la cantidad de zumo es la misma en cada recipiente,
el experimentador vierte el contenido de uno de ellos en otro reci-
piente bajo y ancho y el del otro, en uno alto y estrecho. Entonces
dice al niño: «¿Tienes tú más cantidad de zumo, tengo yo más o te-
nemos la cantidad?». Si la respuesta es «la misma cantidad»,
misma
se dice al sujeto que ha «conservado» la sustancia del líquido. Con
respecto a este problema, por lo menos, su pensamiento está «equili-
brado».
Según Piaget, éste, como todos los procesos de equilibración, pasa
por cuatro etapas." En la fase 1, el sujeto atiende únicamente a una
dimensión (generalmente la altura) y juzga que la bebida del reci-
piente más alto es la más copiosa; es decir, no «conserva» la cantidad.
No obstante, los experimentos repetidos con configuraciones similares
pero no idénticas (líquidos vertidos en recipientes de formas varia-
das, de recipiente a recipiente, etc.), aca!:an por conducirlo al paso a
la otra dimensión (en este caso la anchura). Este paso es probable,
sobre todo cuando la bebida larga está encerrada en un simple tubo,
ya que entonces difícilmente escapará a la atención del niño la del-
gadez extrema, lo que le hará manifestar en efecto que la bebida alta
es ahora la más pequeña de las dos. La segunda de las cuatro fases
de la equilibración es el «enfoque de la otra dimensión». La tercera
fase es una combinación de las dos primeras o más bien una alter-
nancia entre ellas cuando las condiciones del despliegue varían. Pero
esta alternancia, sobre todo si es rápida, aporta las condiciones nece-
sarias de la cuarta fase, atención simultánea tanto a la altura
que es la
como a la anchura y su coordinación en un sistema mutuamente com-
pensador. Cuando se le pregunta ahora: «¿Cuál tiene más 'cantidad
de bebida?», contesta resuelto: «Los dos tienen la misma».
En resumen, un niño enfoca cualquier problema de conservación
con una estrategia tendente a obtener información del mismo. Pero
cuanto más consecuentemente aplica aquella estrategia (fase 1), más
claramente ve que es inadecuada; así pues, pasa a otra estrategia (fa-
se 2). Cuando falla también la segunda estrategia, vacila entre las dos
primeras (fase 3), lo cual da finalmente como resultado un sistema
estable (fase 4) que modifica cada una y abarca a ambas. Ahora cuenta
ya con información no sólo con respecto a los cambios en una dimen-
30
sión (por ejemplo, la altura de un cuerpo de líquido) o a los cambios
en otra (por ejemplo, su anchura), sino a los de ambas, más la conser-
vación de aquello que sigue siendo lo mismo (por ejemplo, la cantidad
de líquido) a través de todos aquellos cambios. La última estrategia no
se disgregará, sino que contribuirá a un ulterior cambio, puesto que
su misma estabilidad hace posible una conciencia de las inadecuacio-
nes en sistemas más grandes de los cuales forma parte.
Las estructuras se mueven continuamente hacia el equilibrio y
cuando se llega a un estado de relativo equilibrio, una estructura es
más precisa, se encuentra más claramente delineada que anterior-
mente. Sin embargo, esta misma precisión señala inconsecuencias
y lagunas de la estructura que anteriormente no se habían ¡puesto
nunca de manifiesto. Por lo tanto, cada equilibrio aporta con él las
semillas de su propia destrucción, puesto que las actividades del niño
van dirigidas a partir de este momento a reducir aquellas inconse-
cuencias y cubrir aquellas lagunas. El equilibrio siempre es dinámico
y nunca absoluto, pero el producto de cada una de las principales
unidades de desarrollo (sensomotora, de operaciones concretas y de
operaciones formales) es un sistema de acciones relativamente equi-
librado: un equilibrio.
MADURACIÓN
31
Experiencia física
Está en la naturaleza de las cosas que un niño actúe sobre los ob-
jetos que lo rodean. Cuando lo hace, éstos «devuelven» la actuación,
por así decirlo, de lo cual resulta la experiencia física. Pero existe
otra suerte de experiencia que resulta de la elaboración de relaciones
entre objetos o, más bien, entre sus acciones sobre los objetos. Piaget
relata una historia que le contó un amigo matemático quien, a la edad
de cuatro o cinco años «...estaba sentado en el suelo, en su jardín, y
se encontraba contando guijarros. Ahora bien, para contar estos gui-
jarros, los colocaba en hilera y los contaba: uno, dos, tres y hasta
diez. Después, al terminar de contarlos, comenzó a contarlos de nuevo
pero en dirección contraria. Comenzó por el ñnal y volvió a encontrar
diez... Había diez en una dirección y diez en la otra. Así pues, los
colocó en círculo y los contó de aquella manera y volvió a encontrar
diez».**
Lo que «aprendió» aquel niño (en sentido amplio) no tiene nada
que ver con las propiedades físicas de los guijarros, sino con las rela-
ciones existentes entre ellos. Para decirlo con más precisión: lo que
realizó fue una organización de sus actos con respecto a los gui-
jarros.
El concepto de «diez» —
y la calidad de los «dieces»— no es nin-
guna propiedad de las piedras, sino una construcción elaborada por
32
la mente del niño. La experiencia de aquella construcción y de otras
similares a ella, se llama lógico - matemática, para distinguirla de la
experiencia física.
Transmisión social
Equilibración
UNIDADES DE DESARROLLO
33
Tabla 1. Unidades del desarrollo de la inteligencia según Piaget
34
Examinemos ahora detalladamente la teoría, siguiendo el esquema
que aparece en la tabla I; entonces, habiendo analizado cada unidad
por separado, volveremos atrás y veremos si es posible discernir los
trazos unificadores que corren a través de todas ellas.
NOTAS
1. Jean Piaget y Alina Szeminska, The Child's Conception of Number, trad. C. Gattengno
y F. M. Hodgson (Nueva York, Humanities Press 1952; La concepción del número en el niño.
(Edición francesa original, 1941).
2. Eleanor Duckworth, «Language and Thought», en Milton Schwebel y Jane Raph (eds.),
Piaget in the Classroom (Nueva York, Basic Books, Inc.), 1973, pág. 149.
3. Robert Rosenthal y K. L. Fade, «The Effect of Experimenter Bias on the Performance
of the Albino Rat», Behavioral Science, 1963, págs. 183-189, y Robert Rosenthal y R. Lawson,
«A Longitudinal Study of Experimenter Bias on the Operant Learning of Laboratory Rats»,
Journal of Psychiatric Research, 1964. Un interesante estudio del efecto del experimentador
en los humanos es: Robert Rosenthal y Lenore Jacobson, Pygmalion in the Classroom (Nueva
York, Holt, Rinehart y Winston, Inc.), 1968.
4. Mis consideraciones se han visto significativamente influidas por el análisis de D. O. Hebb
en su The Orgamzation of Behavior (Nueva York, John Wiley & Sons, Inc.), 1949 y en su
A Textbook of Psychology (Philadelphia, W. B. Saunders), 1958.
5. Jean Piaget, The Origins of Intelligence in Children, trad. Margaret Cook (Nueva York,
International Universities Press), pág. 3, 1952.
6. Ibid., pág. 8.
7. Loe. cit.
8. T. G. R. Bower, «The Visual World of Infants», Scientific American, vol. 215, n.» 6
(diciembre 1966), págs. 80-92 y su «Phenomenal Identity and Form Perception in an Infant»,
Journal of Perceptionand Psychopysics, 1967, págs. 74-76.
9. Jean Piaget, «Genetic Épistemology», Columbia Forum, Fall, 1969, pág. 5.
10. David Elkind (ed.), Six Psychological Studies (Nueva York, Randon House, Inc.),
1967, pág. 109.
11. Adaptada de la descripción de John H. Flavell en su The Developmental Psychology
of Jean Piaget (Princeton, D. Van Nostrand Co., Inc.), 1963, págs. 215-249.
12. Jean Piaget y Barbel Inhelder, The Psychology of the Child, trad. Helen Weaver (Nueva
York. Basic Books), 1969, págs. 155-156.
13. Ibid.. pág. 155.
14. Jean Piaget, «Development and Learning», en R. E. Ripple y V. N. Rockcastle (eds.),
Piaget Rediscovered (Ithaca, Cornell Univ. Press), 1964. [Publicado originariamente como una
sección de Journal of Research in Science Teaching, vol. 2, 1964, pág. 179].
35
II. Período sensoniotor
(0-2 años)
fin
«Significado motor»
Incorporación de nuevos objetos a los
esquemas existentes
La permanencia del objeto y la cons-
fin
El significado simbólico
La incorporación de nuevos objetos a
losesquemas existentes
La permanencia del objeto y la cons-
37
Permanencia de objeto, espacio y
tiempo
Causalidad
Notas
38
El desarrollo cognitivo probablemente comienza antes del naci-
miento pero, puesto que las observaciones de Piaget se inician en este
punto, en él será donde nosotros empecemos nuestro estudio. Los
que se preparan para realizar algún tipo de tarea en la educación pú-
blica, pueden creer que incluso ese momento —el del nacimiento
39
nórmente, de los símbolos motores a los símbolos conceptuales. Al-
gunos teóricos han considerado la inteligencia adulta como una ela-
boración de símbolos motores; otros sólo han estudiado símbolos
conceptuales; pero Piaget ha demostrado que unos nacen de los otros.
ESTADIO B
Figura 2.1
40
ca a A y C abarca tanto a A como a B; la estructura global que carac-
teriza un estadio determinado es una integración de
las que le prece-
dieron, y las realizaciones de dicho estadio son preparaciones para
las del siguiente.
41
las respuestas diferenciales del niño ante diferentes objetos. Al prin-
cipio, reacciona ante todos los objetos de modo indiscriminado; des-
pués, mira más unos que otros, sonríe más a unos que a otros, etc.
Estirar los brazos y tocar es algo que se repite muchas veces con
evidente placer. La succión se mantiene en relación con algunos obje-
tos, omitiéndose en relación con otros.
Durante este período, la conducta del niño comienza a estar cen-
trada sobre los objetos; mas, para él, no existe una realidad objetiva,
no hay un espacio o tiempo generales, no hay una permanencia de los
objetos. Sólo hay acontecimientos, es decir, componentes del propio
funcionamiento del niño. Cuando un objeto desaparece de su campo
de visión, deja de existir. Sin la permanencia de los objetos, no puede
haber ün espacio general, aunque pueda existir un espacio visual, un
espacio auditivo, un espacio táctil, etc. Del mismo modo, el tiempo
queda limitado al que abarca un acontecimiento simple, tal como mo-
ver una mano desde la pierna a la cara, notar el biberón y empezar
a succionar, u oír un sonido y volverse hacia el lugar de donde ha
partido.
El desarrollo que se produce en este estadio exige una actividad
maniñesta. Piaget observó que uno de sus hijos se retrasaba en la coor-
dinación «viso - manual». Esta niña había nacido durante el invierno
y para que pudiera tomar el máximo de sol posible, fue necesario
envolverla en unas mantas, que le impidieron dedicarse a la actividad
que permite desarrollar tal coordinación.
Resumiendo: durante el segundo estadio hay un avance hacia la
integración de las pautas del niño, dadas biológicamente, en hábitos
y percepciones. Los reflejos del estadio 1 eran pura asimilación, pero
estos cambios son los efectos recíprocos de la asimilación y la aco-
modación.
42
La intención y las relaciones medios - fin
Observación 94:
43
2. Actos intermedios (medios) que preceden al acto final (fin).
3. Adaptación deliberada a una nueva situación.
Significado motor
Observación 107:
44
mueve clara, pero brevemente, sus piernas, mas sin intentar actuar
sobre ellos a distancia.
...A los seis meses y diecinueve días, basta que contemple sus
muñecas a distancia (se trata de muñecas que, previamente, había
aprendido a sacudir con sus manos) para que esboce el movimiento
de sacudirlas con su mano... A partir de los siete meses y veintisiete
días, ciertas situaciones muy familiares ya no desencadenan reaccio-
nes circulares secundarias, sino simplemente unos esbozos de los
esquemas. Así, cuando contempla una muñeca que ha manejado mu-
chas veces, Lucienne se limita a abrir y cerrar sus manos, o a mover
sus piernas, pero muy brevemente, y sin un esfuerzo auténtico... Se
trata de una especie de reconocimiento.*
Observación 110:
* «Significado motor» (el término utilizado como enea be /amiento de esta sección) es un
término que es mío, no de Piaget. Él habla de «reconocimiento motor» y de «asimilación de
reconocimiento», pero la referencia inicial de cada uno de ellos es la primera diferenciación
de las respuestas del Estadio 1,^ es decir, el auténtico inicio de las respuestas diferenciales
(a \'arios objetos) que serán claramente observ-ables más adelante, en el Estadio 2.* El signifi-
cado motor es más complejo y no se hace patente hasta el Estadio 3.
45
Piaget considera el cortapapeles como un alimento de los esque-
mas habituales. Balanceando los objetos, moviéndolos, y frotándolos
contra las paredes de la cuna, se incorporan nuevos objetos a los es-
quemas existentes.
46
objetos; esta perspectiva se opone a la preocupación exclusiva por la
relación de los objetos con las acciones del niño respecto a ellos. Esta
expansión supone el inicio (pero sólo el inicio) de una concepción
del espacio general.
47
pear simplemente las cosas que se interponen entre su mano y el
objeto, se esfuerza por echarlas abajo o incluso desplazarlas... Le
enseño una campanita, situada cinco centímetros detrás del cojín.
Laurent comienza golpeando el cojín, como antes, mas en este punto,
lo hunde con una mano mientras toma el objeto con la otra. Lleva
a cabo la misma reacción ante mi mano. A la edad de siete meses y
veintinueve días, hunde inmediatamente el cojín con su mano iz-
quierda, para alcanzar la cajita con la derecha. A los ocho meses y
un día, cuando coloco mi mano como obstáculo, noto claramente
que la hunde y la empuja cada vez más intensamente, a fin de ven-
cer mi resistencia... A los nueve meses y quince días, empuja hacia
abajo mi mano con su izquierda, mientras coge el objeto con su de-
recha...*
El significado simbólico.
48
Observación 133:
Las acciones resumidas bajo este título son tan obvias, que hemos
incluido esta categoría en nuestra exposición por razones de simetría,
es decir, para que la exposición sea paralela a la del estadio 3. Forma
parte de la naturaleza de las estructuras cognitivas el aplicarse repe-
tidamente a cuantas partes del ambiente puedan ser asimiladas por
y este proceso persiste a lo largo de las horas
ellas, vigiles de toda
persona normal, durante cada día de su vida.
49
Observación 44:
Figura 2.2
50
se trata exactamente de aquello que debiera esperarse. Las estructu-
ras posteriores se construyen sobre unos cimientos constituidos por
las primeras. Así pues, en el cuarto estadio del Período Sensomotor
de Piaget, se produce una modificación en la conceptualización del
niño, de modo que pasa de una realidad objetiva dependiente de sus
propios actos a una realidad objetiva dependiente de su ambienta-
ción inmediata.
El resultado de este fenómeno es una especie de «permanencia del
objeto limitado en un contexto». Aunque quizá sea más adecuado
concluir —
si bien es algo no afirmado explícitamente por Piaget
Causalidad
Durante este cuarto estadio, vemos por primera vez indicios evi-
dentes de algo semejante a lo que el adulto denomina causalidad.
Anteriormente, el niño quedaba en principio afectado por cual-
quier hecho que ejerciera alguna impresión sobre él; ahora, puede
* Aun cuando hablo aquí de procesos centrales que «representan» el objeto y sus inme-
diaciones, Piaget no reconoce la «representación verdadera» hasta que «ningún signo perci-
bido impone la creencia en la permanencia». En este ejemplo, la pantalla es el «signo de la
presencia real del objeto»; así pues, no estamos tratando aquí de una representación ver-
dadera."
51
percibir, considerándolos como
causas, otros objetos distintos de él
mismo. Prueba de que ataca una barrera (como si estuviera
ello es
«causando» su frustración) y que a veces espera de los adultos que
hagan cosas en su lugar (indicando de nuevo que existe una «causa»
al margen de él mismo). Su interés, que estaba fijado en la acción,
pasa a centrarse en su efecto.
Observación 141:
52
lo tira, incluso lo rompe en trozos, que también tira. Ahora, al con-
trario de lo que sucedía en los días precedentes, no presta atención
alguna al acto de arrojarlo, mientras observa con gran interés el
cuerpo en movimiento; particularmente, lo observa un largo rato,
cuando ya ha caído, y lo coge cuando puede.
[A los diez meses, once días], Laurent está tumbado sobre su
espalda, pero, sin embargo, resume sus experimentos del día ante-
rior. Toma sucesivamente un cisne de celuloide, una caja, etc., ex-
tiende su brazo y los deja caer. Laurent modifica varias veces las
posiciones de la caída. En algunas ocasiones, extiende su brazo ver-
ticalmente, otras lo mantiene en sentido oblicuo, frente o por encima
de sus ojos, etc. Cuando el objeto cae en una nueva posición (por
ejemplo, sobre su almohada), Laurent lo deja caer dos o tres veces
más, sobre el mismo lugar, como si estudiara la relación espacial;
entonces, modifica la situación. En un momento determinado, el
cisne cae cerca de su boca; ahora, no lo chupa (aun cuando este ob-
jeto habitualmente sirve a tal propósito), sino que lo arroja tres
veces más, mientras hace simplemente el gesto de abrir la boca.
Observación 146:
[A un año, dos meses, ocho días], Jacqueline sostiene en sus ma-
nos un objeto nuevo para ella; se trata de una caja redonda y plana,
a la que da vueltas, sacude, frota contra la cuna, etc. La suelta y trata
de cogerla. Pero sólo consigue tocarla con su dedo índice, sin hacerse
con ella. No obstante, realiza una nueva tentativa, y la presiona por
el borde. La caja se endereza y cae de nuevo. Jacqueline, sumamente
interesada por este resultado fortuito, se apresta inmediatamente a
estudiarlo. Hasta este punto, sólo se trata de un intento de asimila-
ción semejante al de las Observaciones 136 y 137, así como del des-
cubrimiento casual de un nuevo resultado, pero este descubrimiento,
en lugar de provocar una reacción circular simple, se -extiende in-
mediatamente hasta los «experimentos para ver».
En efecto; Jacqueline deja inmediatamente la caja en el suelo, y
la empuja lo más lejos posible (obsérvese el cuidado puesto en em-
pujar la caja lejos, a fin de reproducir las condiciones existentes en
la primera tentativa, como si constituyeran una condición necesaria
para obtener el resultado). A continuación, Jacqueline coloca su dedo
sobre la caja y la presiona. Mas, como sitúa su dedo en el centro de
la caja, simplemente la desplaza, en lugar de enderezarla. La niña se
divierte con este juego, y lo prosigue durante varios minutos. Enton-
ces, modificando el punto de contacto, acaba por colocar nuevamen-
te el dedo en el borde de la caja, consiguiendo enderezar ésta. Re-
pite esta acción varias veces, modificando las circunstancias, pero
sin perder de vista su descubrimiento: ¡Ahora, sólo presiona sobre
el borde!
53
Aquí la «repetición de actividades que producen espectáculos inte-
resantes» se halla situada a un nivel superior al del estadio 3, porque
el niño, en lugar de limitarse a activar la pauta de conducta de una
manera estereotipada, manipula deliberadamente el ambiente, para
descubrir lo que sucede, y prosigue modificando y variando su modo
de abordarlo incluso después de haberse producido un «espectáculo
interesante». Uno casi está tentado de considerar al niño del estadio 5
como «el primer científico».
Observación 54:
[A los once meses, veintidós días], Laurent esta sentado entre dos
cojines, A y B. Oculto mi reloj alternativamente bajo cada uno de
'Laurent busca constantemente el objeto allí por donde acaba
ellos:
de desaparecer; esto es, unas veces bajo A, y otras bajo B, sin per-
manecer pendiente de la posición primera, inicial, tal como ocurría
en el estadio 4..."
54
Causalidad
Observación 162:
55
2. Jaqueline coge de nuevo el palo a través de C. Al levantarlo,
casualmente lo endereza un poco, de modo que queda ligeramente
oblicuo. Inmediatamente, la niña se aprovecha de lo que percibe y,
sacando su mano por C, endereza el palo hasta que se halla en posi-
ción suficientemente vertical para pasar a través de los barrotes.
Entonces, lo introduce en el parque por B. ¿Por qué lo ha enderezado?
¿Lo hizo previniendo lo que ocurriría o simplemente prolongó el mo-
vimiento, que fue debido al azar, como para ver qué sucedería?
3-4. Esta vez, Jacqueline coge el palo a través del espacio C,
asiéndolo por uno de sus extremos. Lo acerca horizontalmente hasta
los barrotes, pero, encontrando resistencia a ellos, lo pone rápida-
mente en posición vertical y lo pasa a través de dichos barrotes sin
dificultad. La velocidad de esta adaptación se debe al hecho de asir
el palo por uno de sus extremos.
5. Jacqueline coge el palo por el centro, a través de B. Lo levanta,
y lo coloca horizontalmente respecto a los barrotes, como en (1).
Tira del palo, pareciendo quedar muy sorprendida por su fracaso.
Tras un corto período de tiempo, lo endereza y logra introducirlo en
el parque.
6-10. Las mismas reacciones. En cada nueva tentativa, la niña
comienza intentando introducir el palo horizontalmente, es decir,
paralelamente al borde. Sólo tras este fracaso inicial, endereza el
palo, aunque muy lentamente.
11. Esta vez, Jacqueline hace girar el palo más aprisa, porque
lo coge por C.
12-15. Una vez más, toma el palo por B y vuelve a intentar intro-
ducirlo horizontalmente. Entonces, lo endereza más lentamente que
en (11), y lo introduce.
16. Continúa cogiendo el palo por B e intentando introducirlo
horizontalmente, pero esta vez no persisten sus tentativas y lo ende-
reza de inmediato.
17. Por vez primera, Jacqueline endereza el palo antes de haber
tocado los barrotes; ya no trata de introducirlo horizontalmente, aun
cuando por el centro.
lo coja
Comienza intentando introducir el palo horizontalmente,
18-19.
pero esto parece deberse a un automatismo, de modo que la niña lo
endereza inmediatamente.
20 y siguientes. Por fin, hace girar el palo de modo sistemático,
antes de que toque los barrotes."
—
De manera segura pero muy lentamente los medios ineficaces —
se abandonan hasta que, finalmente, la actuación se transforma en
deliberada y eficaz. El proceso a través del cual se produce esta trans-
formación parece ser lo que Thorndike llamaba «tanteo» y lo que
Skinner consideraba selección de una respuesta por «reforzamiento».*
Piaget prefiere «acomodación titubeante» puesto que, según él, los
errores no son respuestas dadas al azar, sino más bien generalizacio-
nes inapropiadas de esquemas que fueron efectivos en otras situacio-
56
nes; la nueva situación es asimilada al antiguo esquema (alcanzar
asir empujar) sin la acomodación adecuada de aquel esquema a la
-
• Al repetir el problema del bastón con otros objetos (un libro, una muñeca, gallo de
cartón), Piaget encontró igual que Harlow más tarde en su «aprender a aprender» experimen-
tado en monos, que el sujeto tiene que aprender cada solución desde el principio (en este
caso empujando el objeto contra los barrotes), pero que, del mismo modo que los monos de
Harlow, aprende cada solución más rápidamente que la anterior. Otros estudios pertinentes
de primates no humanos son los de Kohler y Birch (ver Bibliografía). Kohler había encon-
trado muy pocas cosas en su «ensayo-y-error» en chimpancés, pero más tarde otros psicólogos
encontraron que para sujetos de la misma especie, trabajando sobre el mismo problema que
Kohler había planteado a sus sujetos (usando un bastón largo como un brazo, atraer un
pedazo de comida situado a distancia), el ensayo-y-error fue la regla no la excepción. Birch
sospecha que la diferencia critica puede estar en relación con el hecho de que sus sujetos
se habían criado en el laboratorio, mientras que los sujetos de Kohler habían crecido en la
selva. Intentó solucionar sus «fracasos» dejándoles jugar libremente con los bastones, y pa-
sándoles el test después. Todos ellos resolvieron el problema casi de inmediato, aunque los
bastones no se hubieran usado como rastrillo durante el juego. Piaget diría probablemente
que los animales de Birch desarrollaron un esquema de extorsión-del-brazo durante la situa-
ción de juego libre y que éste (el esquema de extensión-del-brazo) fue posteriormente asimi-
lado de manera recíproca a un esquema establecido de alcanzar-asir-empujar cuyo fin era
resolver el problema.
57
La conducta de un niño situado en este sexto estadio se parece
más a la de los chimpancés salvajes de Kohler que a la de los animales
criados en el laboratorio de Birch.* Si el lector recuerda mi interpre-
tación de las diferencias existentes entre las pautas de conducta ini-
ciales de estos dos grupos de chimpancés en el problema del palo
(los animales salvajes de Kohler habían tenido una «experiencia pri-
mera» más rica que los de Birch), creo que le resultará bastante fácil
interpretar las diferencias que Piaget establece en sus relatos de
cómo Laurent, por un lado, y sus hermanos, por otro, adquirían lo
que Piaget denomina «la pauta del palo». El tal relato es más bien
extenso, pero su longitud resulta auténticamente ilustrativa. Veamos
por qué.
Observación 177:
* Lo que era secundario para las cosas que se trataban en las páginas anteriores es
ahora básico; léase la nota anterior teniendo presente este contexto.
58
coloco a distintas distancias de Laurent algunos objetos atractivos,
para ver si, sosteniendo el palo, sabe como utilizarlo. Cada vez, Lau-
rent pretende alcanzar el objeto con su mano libre, sin pensar en
utilizar el palo...
[A los 14 meses, 25 días], vuelvo a darle el palo, en vista de sus
recientes adelantos. Ha aprendido a poner un objeto encima de otro,
a colocarlos en una vasija y luego volcarla, etc.; se trata de unas
relaciones que pertenecen al nivel de la «conducta del palo»... Laurent
coge el palo, e inmediatamente golpea el suelo con él; entonces, gol-
pea distintos objetos situados en el suelo. Los desplaza ligeramente,
mas no se le ocurre utilizar este resultado sistemáticamente... Coloco
varios objetos atractivos a 50 cm. o 1 metro de Laurent, pero no cae
en la cuenta de la virtualidad del instrumento que sostiene... Si en
este período yo hubiera repetido tales experimentos, Laurent, al igual
que sus hermanas, habría descubierto el uso del palo, tanteando y
aprendiendo. Mas interrumpí la experiencia, y sólo la reanudé du-
rante el sexto estadio.
A los dieciséis meses y cinco días, Laurent está sentado a la mesa,
y yo coloco una corteza de pan frente a él, fuera de su alcance. Asi-
mismo, sitúo a su derecha un palo de unos 25 cms. de longitud. Al
principio, Laurent intenta coger el pan sin prestar atención alguna
al instrumento, renunciando a continuación. Entonces, sitúo el palo
entre él y el pan; no toca el pan, pero, no obstante, éste ejerce sobre
él una innegable sugestión visual. Laurent mira de nuevo el pan, sin
moverse, contempla por breves instantes el palo, y súbitamente lo
coge, dirigiéndolo hacia el pan. Pero, al sujetarlo por el centro, y no
por uno de sus extremos (¿casualidad o intención?), y acerca el pan
hacia él. Al principio, simplemente lo toca, como si el contacto del
palo con el objetivo bastara para ver a éste en movimiento, pero tras
uno o dos segundos empuja la corteza con toda intención. Al prin-
cipio, la desplaza suavemente, pero después la atrae hacia sí sin
dificultad. Dos experiencias sucesivas consiguen los mismos resul-
tados... Una hora después, coloco un juguete frente a Laurent (fuera
de su alcance) y un nuevo palo cerca de él. Ni siquiera intenta tomar
el objeto con la mano, puede verse como Laurent ha descubierto
el uso del palo, sin apenas tanteos, mientras que, durante los esta-
dios anteriores, lo manejaba sin comprender su utilidad. Por consi-
guiente, esta reacción es muy distinta de la manifestada por sus her-
manas..."
59
se trataba de una reestructuración básica, tal como opinaba Kohler.
Más bien una nueva relación entre elementos ya exis-
se produciría
tentes a través de incontables interacciones del organismo con su
ambiente: una «asimilación recíproca de esquemas».
Obsérvese que en lo que Kohler habría denominado una «solución
intuitiva (insight), los esquemas funcionan interiormente, y son rela-
tivamente independientes de la entrada de información sensorial. En
palabras de Piaget, no requieren «una serie de actos externos que les
alimenten continuamente desde el exterior»."^ «La experimentación es
interiorizada, y la coordinación tiene lugar antes de que se produzca
la adaptación exterior.» " (Por otra parte, incluso en la segunda mitad
del Período de Operaciones Concretas el niño estará limitado en la
medida que pueda trascender la experiencia directa y no es hasta el
Período de Operaciones Formales cuando puede tratar eficazmente
con las «posibilidades» en oposición a las realidades presentes.)
Observación 64:
[A la edad de diecinueve meses, veinte días], Jaqueline observa
cómo coloco una moneda en mi mano, y después pongo mi mano
bajo un cobertor. Saco mi mano cerrada; Jacqueline la abre, no ha-
llando moneda alguna; busca bajo el cobertor, hasta que encuentra
el objeto."
Observación 123:
A los diecisiete meses y ocho días, Jacqueline arroja una pelota
bajo un sofá. En lugar de agacharse y buscarla en el suelo, mira el
lugar en cuestión, se da cuenta de que la pelota debe haber pasado
por debajo del sofá, y se dirige hacia la parte posterior del mismo.
60
A su derecha hay una mesa, y el sofá tiene el dorso hacia la cama, a
su izquierda; no obstante, la niña empieza por dar su espalda al
lugar por donde ha desaparecido la pelota, rodea la mesa, y por ñn
llega tras el sofá, al sitio correcto. De este modo, ha cerrado el círcu-
lo de desplazamientos, mediante un itinerario distinto del seguido
por el objeto...'"
Causalidad
Esta simbolización tiene sus efectos sobre cada una de las catego-
rías que venimos explorando. La causalidad no es una excepción.
Observación 157:
[A los diecisiete meses, ocho días], Jacqueline está sentada en
una cama, jimto a su madre. Yo me hallo a los pies de la cama, en
el lugar opuesto a Jacqueline, quien ni me ve ni sabe que estoy en
la habitación. Por encima de la cama cimbreo un bastón, en imo
de cuyos extremos he atado im cepillo, haciéndolo oscilar de im lado
a otro. Jacqueline se halla muy interesada: dice «Bastón, bastón», y
examina el balanceo más atentamente. En un momento determinado,
deja de mirar el extremo del bastón, siendo evidente que intenta
comprender qué ocurre. Trata de percibir la otra punta del bastón y,
para hacerlo, se inclina por delante de su madre, y después tras ella,
hasta que me ve. No manifiesta sorpresa alguna, como si supiera
que yo era la causa."
Observación 160:
[A los dieciséis meses, doce días] Jacqueline ha sido apartada de
un juego que deseaba continuar y colocada en su parque, del que
quiere protestando, pero en vano. Entonces, manifiesta
salir. Grita,
claramente una cierta necesidad, aunque los acontecimientos de los
últimos diez minutos prueban que ya no se dedica a dicho juego.
61
¡Apenas ha abandonado el parque, indica el juego que desea reanu-
dar! De este modo, vemos como Jacqueline, sabiendo que sus de-
mandas no la liberarían de su confinamiento, ha imaginado un me-
dio más eficciz, previendo más o menos claramente, la secuencia de
acciones que resultaría de ello."
62
ESTADIO 2. REACCIONES CIRCULARES PRIMARIAS
(1-4 MESES)
Imitación
Juego
Imitación
63
Juego
Imitación
64
La imitación de movimientos que el niño no puede contemplar
sobre su propio cuerpo no puede, al igual que los primeros, ser inter-
pretada como una asimilación directa de la pauta de conducta
del
modelo en el esquema establecido del niño. Más bien se consigue por
medio de «índices» transitorios, tales como un sonido asociado a un
movimiento de la boca. El dedo índice constituye una especie de es-
labón —un elemento común— entre la información visual, procedente
del modelo, y la tacto - cinestésica, procedente de los propios movi-
mientos del niño. Por ejemplo, cuando un modelo dice «¡ah!»,
y el
niño lo imita, éste recibe una información visual procedente de la
boca
abierta del modelo, y una información cinestésica, provinente
de sí
mismo. Pero el niño no puede confrontar las informaciones visuales
procedentes de ambas bocas, porque no puede ver la suya. Su
boca
abierta está «vinculada» a la del modelo, mediante aquello
que ambas
instancias tienen en común: la pauta de conducta auditiva,
«¡ah!».
Juego
Imitación
Juego
65
los rituales del estadio 4 se limitaban a repetir y combinar los esque-
mas adaptivos establecidos previamente, en el muchas pautas
estadio 5
de conducta se transforman en juegos de modo casi inmediato, sin
mediar un período de utilidad adaptiva.
Cuando Jacqueline retiraba la mano de su cabello y chapoteaba
en el agua del baño, repetía la secuencia de movimientos con gran
regocijo, variando las distancias, como si se tratara de una reacción
circular terciaria, pero siempre sujetando en primer lugar su cabello,
lo cual, claro está, no tenía efecto alguno sobre el chapoteo posterior.
En otra ocasión, Jacqueline hizo rodar una corteza de naranja en-
cima de una mesa, inmediatamente después de haber mirado su cara
convexa, convirtiéndose esto en ritual. Hizo rodar la corteza de na-
ranja por lo menos veinte veces; en cada ocasión, miraba su zona inte-
rior antes de proceder a empujarla.
Imitación
66
mente satisfecha. Piaget interpreta esto como la construcción de «un
tipo de representación activa de aquello que había acabado de
suce-
der, y que ella no comprendía».^
Este mecanismo es una reminiscencia del «significado motor» del
estadio 3. Sin embargo, no se trata de lo mismo, puesto que éste
con-
meramente en una reactivación, en presencia de un objeto de-
sistía
terminado, de los movimientos del propio niño, que se habían produ-
cido anteriormente en la presencia de dicho objeto; en cambio, el niño
situado en el estadio 6, reproduce el desarrollo de una acción del
ob-
jeto (en este ejemplo, la muñeca), un acto que nunca había sido eje-
cutado anteriormente por el niño.
El punto ñnal de la imitación propia del estadio 6 es el más impor-
tante: el niño imita modelos que no se hallan físicamente
presentes
en el momento de la primera reproducción. Este fenómeno, denomi-
nado «imitación diferida», se halla íntimamente vinculado con las ca-
racterísticas intelectuales generales del estadio 6 que hemos
expuesto
anteriormente, siendo de gran importancia para el desarrollo del
juego.
Juego
67
Tabla II. Visión multidimensional del
Intención y
Unidad de Relaciones Permanencia
Estadio
desarrollo medios-fines Significado del objeto
Ejercicios de
esquemas
sensomotores
predispuestos
(0-1 mes)
Reacciones Respuestas
circulares diferentes
primarias a objetos
(1-4 meses) diferentes
68
desarrollo durante el Periodo Sensomotor
Empieza la Aparente
pseudoimi- autonomía
tación funcional
de algunas
respuestas
69
el «jugar a policías» y «jugar a papas y mamas») mencionados en la
nota' de este capítulo, que vemos een los niños mayores. El término
que yo utilizo para designar esta relación es imitación en el servicio
del juego.
En la tabla II, puede verse un resumen del desarrollo del juego
y de la imitación, junto con las restantes categorías del análisis.
NOTAS
1. Jean Piaget, The Origins of Intelligence in Children, trad. Margaret Cook (Nueva York,
International Universities Press), 1952, págs. 157-159.
2. Ibid.. págs. 186-187.
3. Ibid., págs 36 y sig.
4. Ibid., págs. 20-21.
5. Ibid.. pág. 197.
6. Ibid.. págs. 216-219.
7. Ibid., pág. 249.
8. Jean Piaget, The Construction of Reality in the Child, trad. Margaret Cook (Nueva York,
Basic Books, Inc.), 1954, pág. 53.
9. Puede adquirirse directsimente de McGill University, Montreal, Canadá, una película
comentada tomada en el momento en que se soltaban los perros. Estos mismos hechos se
describen por escrito en W. R. Thomson y R. Melzack, «Early environment», Scientific Ame-
rican, vol. 194, n.° 1 (enero 1956), págs. 38-42.
10. Gerald Gratch, Kenneth J. Appel, Wilson F. Evans, Güney K. Le Compte y Nancy
A. Wright, «Piaget's State IV Object Concept Error: Evidence of Forgetting or Object Con-
ception?» Child Development. vol. 45, 1974, págs. 71-77.
11. Piaget, The Construction of Reality in the Child. pág. 85.
12. Piaget, The Origins of Intelligence in Children, pags. 268-272.
13. Piaget, The Construction of Reality in the Child, pág. 67.
14. Piaget, The Origins of Intelligence in Children, págs. 305-306.
15. Ibid., págs. 33-36.
16. Ibid.. pág. 348.
17. Jean Piaget, Play, Dreams and Imitation in Childhood, traducido por C. Gattegno y
F. M. Hodgson (Nueva York, W. W. Norton & Co., Inc.), 1951.
18. Piaget, The Construction of Reality in the Child. pág. 79.
19. Ibid., pág. 82.
20. Ibid., pág. 205.
21. Ibid.. págs. 295-296.
22. Ibid., pág. 297.
23. Piaget, Play, Dreams and Imitation in Childhood, pág. 91.
24. Ibid., pág. 92.
25. Ibid.. pág. 50.
26. Ibid.. pág. 65.
27. Ibid.. págs. 96-97.
70
III. Período preoperacional
(2-7 años)
Avances
La junción simbólica
Conducta adaptativa
Acción - para - la • explicación
Campo de acción
Resumen
Orígenes de la función simbólica
Acomodación
Asimilación
Coordinación de asimilación y acomo-
dación
Limitaciones
Concreción
Irreversibilidad
Egocentrismo
Centraje
Razonamiento transductivo
Sumario
Notas
71
La diferencia esencial existente entre un niño del Período Senso-
motor y otro del Período Preoperacional se basa en que el primero
está relativamente atado a unas interacciones directas con el ambien-
te, mientras el último es capaz de manipular símbolos, que represen-
AVANCES
LA FUNCIÓN SIMBÓLICA
73
,
CONDUCTA ADAPTATIVA
Campo de acción
74
tación (si bien todavía se encuentra restringido
a representaciones
de estados, según se distinguían de las transformaciones)
(Véase
págs. 84-85.)
Resumen
Acomodación
75
Asimilación
Acomodación
Efectos del presente: acomodaciones simples.
Efectos del pasado: representaciones e imágenes.
Asimilación
76
del niño es defectuosa según las normas de los adultos, debido a que
su conocimiento cognoscitivo es extremadamente falto del sistema.
Parece no existir una metaestructura que integre las subestructuras,
de modo que la asimilación de una de las presentaciones del experi-
mentador a un esquema determinado no tiene unas necesarias impli-
caciones para ningún otro esquema y, por tanto, para el conocimiento
resultante de la siguiente presentación. El resultado en cada caso es
una flagrante contradicción lógica, contradicción que se corregirá
cuando los esquemas se acomoden entre sí al igual que al medio exte-
rior, formando con ello la «metaestructura» de que hablábamos an-
teriormente.
Observación 77:
A los veintiún meses, Jacqueline vio una cajita y dijo «taza». Tras
haber dicho esto, la tomó y pretendió bebélv(A menudo había inten-
tado beber utilizando distintos objetos, pero en tales ocasiones el
objeto era asimilado al esquema de beber. En este caso, la identifi-
cación de la cajita con la taza precedió a la acción.) Al día siguiente,
77
viendo la misma cajita, dijo «vaso», luego «taza», a continuación
«sombrero», y finalmente, «barco en el agua». Tres días después,
tomó una caja vacía y la movió de un lado a otro, diciendo: «auto».*
LIMITACIONES
78
de un procedimiento defendible, por supuesto; mas, como tendemos
a dar por sentados nuestros propios procesos intelectuales, puede ser
útil señalar aquellos elementos que hacen del pensamiento del niño
una entidad muy distinta del pensamiento adulto.
Yo prefiero analizar estas limitaciones del pensamiento Preopera-
(aun cuando el mismo Piaget no haya
cional, utilizando seis apartados
obrado y aun cuando probablemente pudieran postularse muchos
así,
más). Estos seis apartados son:
1. Concreción.
2. Irreversibilidad.
3. Egocentrismo.
4. Centraje.
5. Estados versus transformaciones.
6. Razonamiento transductivo.
CONCRECIÓN
79
sensoriales momentáneos. Con todo, comparado con un adolescente
o un adulto, sigue siendo realmente en extremo concreto.
Una gran parte de su pensar adopta la forma de lo que Piaget
denomina experimento mental. En lugar de la conducta adulta de
analizar y sintetizar, el niño preoperacional simplemente toma los
símbolos por hechos, considerándolos tal como ocurrirían si él estu-
viera participando realmente de ellos. Esto tiene sus implicaciones
en la siguiente categoría de la lista, la que Piaget denomina «irrever-
sibilidad».
IRREVERSIBILIDAD
3 + 5 = 8, y
8-5 = 3.
O bien
todas las mujeres y todos los hombres = todos los adultos, y
todos los adultos excepto las mujeres = todos los hombres.
Usted puede
añadir algo al «3», y entonces
quitarlo.
Y también puede
aumentar el tamaño del grupo, y entonces
reducirlo de nuevo.
Si 3 + 5 = 8 y
aumento «3» en uno,
el
también debo disminuir el «5» en la misma cantidad,
si me mantengo situado dentro del sistema; es decir,
el sistema de dos números cuya suma es «8».
80
Por supuesto, no debe sorprender que el niño preoperacional no
pueda realizar esta reversión; en cualquier caso, todavía no se le ha
enseñado aritmética. Pero podemos plantear un problema que no
exija tal habilidad específica:
Se preparan dos bolas de plastilina del mismo tamaño y, a conti-
nuación, se muestran al niño. Se le pregunta:
Q Q
s» CJJ)
Figura 3.1
81
iguales de cuentas de madera, situados en recipientes de distinta for-
ma. Supongamos que se utilizan las cuentas.*
Se entrega al niño un montón de cuentas; entonces, se le pide que
tome una en cada mano:
RECIPIENTE A RECIPIENTE B
Figura 3.2
82
El niño pequeño incurre en lo que para nosotros son alarmantes
errores del pensamiento, incluso en transposiciones sencillas que ocu-
rren dentro de su campo de visión. Actúa de este modo, porque su
pensamiento no es reversible.
EGOCENTRISMO
CENTRAJE
83
en que el alto es el mayor), sea sobre
la altura del recipiente (y dice
la anchura (y dice que ancho es mayor). Si en este problema le
el
fuera posible descentrarse, podría tener en cuenta tanto la altura como
la anchura, lo que entonces le permitiría relacionar los cambios so-
brevenidos en una de estas dimensiones con los cambios compensa-
dores, producidos en la otra.
Pero el niño preoperacional no puede descentrar, y —
-por lo me-
nos en parte, a causa de este hecho —
no puede solventar el problema.
Figura 3.3
84
RAZONAMIENTO TRANSDUCTIVO
Observación 111:
85
En uno de los ejemplos anteriores, el llamado «razonamiento» del
niño conduce a una conclusión correcta; en el otro, no. Pero, en cual-
quier caso, se siguió el mismo esquema, es decir:
POBLACIÓN
NORMAL ANORMAL
EFECTOS NO
REVERSIBLES REVERSIBLES
MEJORADOS NO MEJORADOS
Figura 3.4
86
Pero veamos cómo Jacqueline aborda una jerarquía semejante:
Observación 112:
NIÑOS
NORMALES ANORMALES
*
Esto constituye también una presentación exacta de la rigidez que puede encontrarse
en razonamiento de muchos adultos en determinadas situaciones (por ejemplo, A y B tienen
el
ambos la piel negra; B es perezoso e irresponsable; por consiguiente, A es como él). Piaget
no ha tratado extensamente de la cuestión de por que no se utilizan siempre las estructuras
adultas.
87
SUMARIO
El mundo
del niño se compone por entero de sus propios actos;
los objetos no existen sino como alimentos de sus esquemas motores.
El niño preoperacional vive en un mundo más estable, que está po-
blado por los objetos permanentes que él elaboró durante su Período
Sensomotor y es capaz de tratar mentalmente tanto con hechos pa-
sados como futuros, como incluso con hechos presentes.
Sin embargo, las relaciones que establece entre aquellos objetos
y hechos no son estables. Forman únicamente los inicios de un sis-
tema equilibrado para procesar información en torno a la realidad
concreta. Dicho sistema será conducido casi a la perfección durante
el siguiente período de desarrollo: aquél al que se da el nombre de
período de «Operaciones Concretas».
NOTAS
1. Jean Piaget, The Chiíd and Reatity: Problems of Genetic Psychology (Nueva York, Vi-
king Press, 1973), pág. 12.
2. La traducción ofícial relaciona la inteligencia Sensomotriz con «una película a cámara
lenta», pero dentro de un contexto que creo justifica claramente mi versión. Jean Piaget, The
Psychology of Intelligence, trad. M. Piercy y D. E. Berlyne (Londres, Routledge and Kegan
Paul Ltd., 1950), pág. 121. (Edición original francesa, 1947).
3. Jean Piaget, PÍay. Dreams and Imitation in Childhood, trad. C. Gattegno y F. M. Hodg-
son (Nueva York, W. W. Norton & Co., Inc.), 1951, pág. 65.
4. Ibid.. pág. 241.
5. Ibid.. pág. 93.
6. Ibid., pág. 124.
7. Hans G. Furth, Piaget and Knowledge (Englewood Cliffs,, Nueva Jersey, Prentice-Hall),
1969, pág. 263.
8. Jean Piaget y Alina Szeminska, The Child's Conception of Number, trad. C. Gattegno
y F. M. Hodgson (Nueva York, Humanities Press, Inc.), 1952, págs. 25 y sig.
9. Barbel Inhelder, «Criteria of Stages of Mental Development», en Tanner and Inhelder
(eds.), Discussions on Child Development (Nueva York, International Universities Press). 1960,
págs. 75-85.
10. Ibid.
11. Presentado por Piaget en Bult. PsychoL, París. 1959, y citado por Flavell en su The
Devetopmental Psychology of Jean Piaget (Princeton, D. Van Nostrand Co., Inc.), 1963. Las
palabras son de Flavell.
12. Play, Dreams and Imitation in Childhood, 1951, págs. 230-231.
13. Ibid.
14. Ibid., pág. 233.
15. Ibid., pág. 231.
16. Ibid., pág. 235.
88
IV. Período de las operaciones concretas
(7-11 años)
El grupo
El reticulado
El agrupamiento
Clasificación
Numeración
Egocentrismo en la representación de ob-
jetos
Egocentrismo en el razonamiento
Resumen
Notas
89
Por lo menos en un sitio Piaget define una «operación» como una
«acción capaz de regresar a su punto de partida y de ser integrada
con otros actos que poseen igualmente este rasgo de reversibilidad».'
Sin embargo, habría que incluir una restricción más en la definición:
la acción es interiorizada. Dice Flavell que «cualquier acto represen-
tacional que es parte integrante de una red organizada de actos rela-
cionados es una operación».' Y finalmente, las estructuras resultan-
tes «dan salida a una sensación de necesidad intrínseca».^ Por consi-
guiente, quedará claro por qué se llama a este nuevo período de «ope-
raciones concretasr>.
Al discutir el Período Preoperacional, comparaba yo los procesos
cognoscitivos de este período con de
los los períodos que lo preceden
y que lo siguen. En este capítulo me serviré de un enfoque parecido
para comparar el funcionamiento Preoperacional con el funcionamien-
to Operacional Concreto en cada uno de los diferentes tipos de pro-
blemas.
Clasificación
Conservación de la cantidad: sustancia, peso y volumen
Conservación del número
Numeración
Egocentrismo en la representación de los objetos
Egocentrismo en las relaciones sociales
Egocentrismo en el razonamiento
Estimación de los niveles de agua
Distancia, tiempo, movimiento y velocidad
91
las Operaciones Concretas, puesto que no hay forma mejor de enten-
der y apreciar las últimas que contrastarlas con el primero. Las dife-
rentes calidades de pensamiento que se han discutido y otras que no
se han discutido, se manifestarán en las soluciones de aquellos pro-
blemas.
Sin embargo, antes de empezar, puede ser útil añadir un armazón
más a esta discusión, señalando que en el Período de las Operaciones
Concretas el énfasis de Piaget se centra en el examen de las relacio-
nes entre pensamiento y lógica simbólica, y esbozando brevemente
las propiedades de los «agrupamientos» y de las «operaciones con-
cretas» que caracterizan este período del desarrollo. Los psicólogos
regulan su comportamiento como científicos mediante leyes matemá-
ticas y lógicas; Piaget, además usa estas leyes como modelos del fun-
cionamiento mental de los niños. Está convencido de que las leyes
de la lógica se han desarrollado filogenética y ontológicamente, mer-
ced a las exigencias que supone la vida en un universo ordenado se-
gún leyes. Las acciones que originalmente manifestamos y más tarde
interiorizamos, empiezan en este momento a formar un sistema fir-
memente organizado. Piaget llama «operación» a todo acto interno
que forma parte integrante de uno de estos sistemas. «Preoperacio-
nal», «Operacional concreto» y «Operacional formal», describen los
diferentes niveles de la actividad mental sistemática.
Las acciones implícitas en los símbolos matemáticos que se cata-
logan a continuación son todas ellas ejemplos de operaciones: *
4 combinar
— separar
X repetir
-i- dividir
> ordenar
= sustitución posible
92
PROPIEDADES DE GRUPOS Y AGRUPAMIENTOS
En el Período de Operaciones Concretas las estructuras adoptan
a menudo la forma que Piaget denomina «agrupamientos». Un agol-
pamiento es un sistema de operaciones que combina atributos tanto
de grupo como de reticulado}
EL GRUPO
A X B = C,
A X (B X C) es lo mismo que
(A X B) X C;
A X I = A, y
I X A = A
Por ejemplo:
93
Reversibilidad: Para cada elemento hay otro que lo niega. El ele-
mento de negación, llamado inverso, es solamente aquel que, con el
primer elemento, produce el de identidad,
A X A' = I,
123456789
Vamos a suponer que la operación sea una suma. ¿Constituye este
conjunto un grupo? Para saberlo debemos comprobar si reúne las
cuatro propiedades que hemos descrito anteriormente, es decir:
94
ROTACIÓN ROTACIÓN ROTACIÓN
DE 120° DE 240° De 360=»
-/
V
...TODOS EN LA MISMA DIRECCIÓN
Figura 4.1
Ri X Ri = R2»
Rj X R2 = R3»
Rj X R3 = R].
95
El grupo Scnsomotor es un modelo de la estructura de acciones
abiertas; el grupo de Operaciones Formales se ocupa de proposiciones,
según se describe en el Capítulo 5 (aun cuando el modelo matemático
del pensamiento formal sea excesivamente complicado para poder
ser adecuadamente tratado en un texto de este género y no se hará
ningún intento en este sentido); el grupo Operacional Concreto hace
combinaciones con el reticulado para modelar las cualidades del pen-
sar que constituyen el objeto primordial de este capítulo.
EL RETICULADO
Figura 4.2
123456789
La operación es otra vez la suma. ¿Es el conjunto un reticulado?
Tomemos 5 y 8, por ejemplo:
96
VERTEBRADOS
mamíferos otros
PRIMATES OTROS
ANTROPIDES OTROS
HUMANOS OTROS
Figura 4.3
* El mismo Piaget usa la estructura de clases y relaciones para ilustrar las propiedades
de un reticulado. Sin embargo, con más motivo, podría denominarse «semi - reticulado»,
puesto que aunque todas las relaciones verticales de los diagramas (A, B y C, etc.) cubren
los requisitos de un reticulado, las horizontales (A y A", B y B', C y C, etc.) no los cubren.
Los miembros de un par horizontal son clases exclusivas por deñnición.
97
EL AGRUPAMIENTO
B'
I I I I
Al A'i A2 A'i.
Figura 4.4
Recíprocamente:
B — A = A', y
B — A — A' = 0.
98
Ahora intentamos traducir las ecuaciones dadas en esta página a
los términos más concretos de la clasificación zoológica.
B + B' = C es ahora
antropoides + monos, lemúridos, etc. = todos los primates;
(B — —
A) A' = O es ahora
emtropoides — humanos — monos antropoides = una clase nula,
«vacía».
99
ahora. Este es mi comentario: no son los detalles del sistema presen-
tado aquí, lo importante; sino la idea del sistema mismo. Piaget no
concibe que las respuestas estén conectadas a Ids estímulos a medida
que el niño se desarrolla, sino que las acciones estén relacionadas con
otras acciones mediante un sistema de acciones. Cualquier cambio en
una parte de este sistema tiene implicaciones en otras partes durante
el Período de Operaciones Concretas.
*
CLASIFICACIÓN
D a
Figura 4.5
100
En todo sistema equilibrado de clasificación, la intención y al ex-
tensión deben encontrarse completamente coordinadas. La intención
de una clase determina qué objetos es posible incluir en ella y los
objetos que se encuentran en toda agrupación imponen unos límites
estrictos en cuanto a los atributos que podrían utilizarse como crite-
rios de clasificación.
Preoperacional
o • • ^
Figura 4.6
101
parece una base completamente fortuita (posiblemente porque los
criterios del niño varían con tal rapidez que, para el observador adul-
to, no es posible discernir una clasificación). Y finalmente, puede
simplemente omitir ciertos objetos de todos sus grupos.
En ocasiones parece servirse de una estrategia de clasificación in-
cluso cuando su funcionamiento mental, de hecho, está muy lejos de
tal actividad. ¿Acaso no se sentiría el lector tentado de interpretar de
esta manera la disposición de la figura 4.7 si el sujeto hubiera sido
quien la elaborara? Es decir, ¿no la llamaría un producto de «clasifica-
ción»? Así se haría, a menos de oírle decir: «Chu, chu».
D D
Figura 4.7
102
sión. Dada la disposición de las cartulinas representadas en la figu-
MADERA
MATERIAL I
I 1
COLOR MARRÓN > BLANCO
Figura 4.8
Operaciones concretas
103
plemente de una «diferenciación momentánea de la reunión de B en
subgrupos A y A'».'
Una «operación» es por definición reversible y no será sino algo
más tarde cuando el niño sea capaz:
Preoperacional
104
que la clasificación de tercer orden (la anchura) no es una simple
duplicación de la de primero y segundo orden (cantidad y longitud);
su libertad se encuentra restringida. Si la cantidad es la misma (la
condición especial de la conservación) y la longitud es más pequeña,
la anchura no puede ser «más pequeña», «la misma» o «más grande»
sino únicamente «más grande». De la misma manera, si la longitud
es más grande,anchura únicamente puede ser más pequeña. El tér-
la
mino corriente para este rasgo especial de la conservación es la reci-
procidad. Constituye uno de los dos tipos de reversibilidad; el otro es
la inversión (llamada a veces negación) o razonamiento, que regresa
al estado originario de la presentación, que en este ejemplo es el de
las dos bolas del mismo tamaño.
Figura 4 9
105
el estado más que en la transformación, un estado - final en el
final
que saltaalegremente de una dimensión a otra. Además, está vincu-
lado a este estado final; mentalmente no puede invertir la transfor-
mación y volver a la «misma cantidad», ni usando la ganancia en
anchura para compensar la pérdida en altura (reciprocidad) ni tam-
poco trastornando mentalmente ambas (inversión). No cabe duda
que la reversibilidad debe aportar una importante contribución a la
autonomía de los procesos centrales sobre la cual se hablaba en el
capítulo 1. Sin dicha autonomía, los niños se encuentran a merced
de sus percepciones.
La dominación perceptiva puede demostrarse incluso en adultos
situados en circunstancias especiales. Estas circunstancias se dan, de
hecho, en la figura 4.10. La mejor manera de demostrarlo será que
el lector mismo se administre el siguiente test psicomotor:
Figura 4.10
106
El niño preoperacional es tan incapaz de considerar la informa-
ción procedente de la plastilina moldeada como la «misma cantidad»,
del mismo modo que usted era inicialmente incapaz de considerar la
información procedente de la figura 4.10 como «círculos concéntri-
cos». Tanto en el niño como en el adulto la percepción es la actividad
mental dominante. La diferencia entre ambos está en que cuando
usted descubre que el camino no conduce al centro, puede conceptua-
lizar la figura en aquellos términos; es decir, sus procesos mentales
dan muestras de movilidad dentro de una estructura conceptual. El
niño preoperacional no es capaz; su pensamiento carece de esta mo-
vilidad.
Operaciones concretas
107
las flores de modo que haya «una flor para cada vaso, con tantas flo-
res como vasos hay».'
Preoperacional
de los vasos.
Más tarde, cuando ya es capaz de establecer él solo la correspon-
dencia de uno a uno, fácilmente volverá a engañarse si el experimen-
tador ordena una serie de objeto? (los vasos) en fila y la otra (las
flores) en un montón; en este caso ya no percibe la misma extensión
en las dos series, incluso si antes de reordenarlas se saca directamente
una flor de cada vaso.
Según las «limitaciones del niño preoperacional» catalogadas en la
página 74, esta actuación parece reunir, por lo menos centraje, esta-
dos versas transformaciones, irreversibilidad y razonamiento trans-
ductivo. Y todos estos factores pueden concebirse en términos de es-
tructura de clases - y - relaciones. (Ver figura 4.11.)
1 1 1
108
Operaciones concretas
NUMERACIÓN
¡t (^^^(^ílkil
V
Figura 4.12
109
Veamos, ahora, como estos conceptos se aplican al «problema de
las muñecas -y -bastones» de Piaget. Se presentan al niño diez mu-
ñecas que difieren considerablemente en altura y diez bastones que
varían también en longitud, pero no tanto como las muñecas. Se le
dice que las muñecas van a pasear y se le pide que coloque las mu-
ñecas y los bastones de manera «que cada muñeca puede encontrar
fácilmente el bastón que le corresponde». Si acierta, colocará las dos
series paralelas entre sí, cada una en orden serial de tamaños tal como
indica la figura 4.12. Pero entonces, el experimentador dispone los bas-
tones aparte, de manera que los elementos correspondientes de las
dos series ya no se opongan entre sí, señala a una de las muñecas y
pregunta: «¿Qué bastón cogerá esta muñeca?».'"
Preoperacional
A>C
A>B B>C
Figura 4.13
110
finalmás largo (o más corto) de cada serie como punto de partida,
cuenta mecánicamente las muñecas a partir de la muñeca de referen-
cia (pero sin incluirla), y seguidamente cuenta la misma distancia
desde el ñnal de la serie de bastones. (Ver ñgura 4.14.) Probablemente
su actividad mental se produce así: clasifica tres muñecas como más
pequeñas que la muñeca de referencia (recuérdese que los miembros
de una clase son todos iguales); entonces, cuenta los miembros de
esta clase; y, finalmente, aplica el número cardinal resultante a la serie
de bastones, con sólo una remota referencia al orden ya que cuenta
con un punto de partida.
Figura 4.14
Operaciones concretas
111
En relación con este tema Piaget e Inhelder >2 han inventado un test
muy simple, llamado «el problema de las tres montañas» (Ver figu-
ra 4.15).'^ Preparan tres montañas sobre una mesa, y una silla a cada
Preoperacional
Operaciones concretas
112
EGOCENTRISMO EN LAS RELACIONES SOCIALES
Preoperacional
Operaciones concretas
• Sin embargo, se les hace difícil relacionarse con cualquier niño menor que estropea
el juego porque no sabe conceptualizar la interrelación de los roles.
113
hasta que el niño tiene conciencia de una necesidad de demostración
realiza escasos progresos en dirección a la consecución de dicha habi-
lidad. El simple hecho de interactuar libremente con su entorno físico
tiene como resultado una cierta conciencia de la existencia de lagunas
e inconsecuencias en su pensamiento, aunque lo que realmente las
pone de manifiesto son las dificultades que aparecen cuando trata de
comunicar sus pensamientos a los demás.
Piaget ha realizado una serie de estudios en tomo al juicio y razo-
namiento. Un género de estudios constituye una atenta observación
de la charla espontánea del niño; otro les ñja unas determinadas ta-
reas para, a continuación, observar sus reacciones. Los resultados de
ambos tipos de estudio son esencialmente los mismos.
Un interesante estudio del último tipo se refiere a la conjunción
«porque». Existen tres usos modales de «porque» que constituyen legí-
timas expresiones de relaciones entre cláusulas adyacentes.
Preoperacional
114
explicaciones causales y psicológicas e incluso implicaciones lógicas.*
Tiene la vaga sensación de que hay dos frases que deben ir juntas y
se sirve de «porque» para establecer la conexión; no obstante, le tie-
nen sin cuidado la cuestión del tipo de relación que pueda ser en
cada caso. Su razonamiento se compone de una mera yuxtaposición
de hechos e ideas.
En realidad no se preocupa de tales distinciones, puesto que, en
su egocentrismo, considera que todo el mundo piensa del mismo
modo que él y, por consiguiente, que se le entenderá perfectamente
cada vez que exprese sus pensamientos. Tendrá que pasar por mu-
chos intentos de comunicación con los demás para variar este punto
de vista.
Operaciones concretas
115
mas mentales», dice Piaget, «a través del intercambio y de la oposi-
ción, acaba el pensamiento haciéndose consciente de sus objetivos y
tendencias y únicamente de este modo se ve obligado a relacionar lo
que hasta entonces seguía yuxtapuesto.» "
Preoperacional
¡LA
Figura 4.16
Operaciones concretas
Figura 4.17
116
Hasta que el niño tiene nueve o diez años no es capaz de dar una
respuesta correcta y estable (figura 4.18).
Figura 4.18
7í sefl.
a b c d
Figura 4.19
Vi seg.
abe
1
Figura 4.30
117
Es aún más sorprendente su respuesta cuando el objeto B se mue-
ve dos veces (figura 4.20). El niño puede seguir manteniendo que A
tardó más porque va más lejos que B o que B tardó menos tiempo
porque no tenía que ir tan lejos. En
dos casos se centra en las ca-
los
racterísticas espaciales del acontecimiento y más particularmente en
los estados espaciales (como opuestos a las transformaciones); en
cambio, en el adulto, movimiento (distancia), velocidad y tiempo, cons-
tituyen partes diferenciadas de una estructura cognoscitiva única.
Esta estructura empieza a formarse en el período Preoperacional,
pero está completamente dominada por las percepciones espaciales.
Por lo tanto, para desarrollar una concepción de tiempo es nece-
sario desarrollar concepciones de movimiento y velocidad. Pero para
desarrollar una concepción de velocidad, por ejemplo, es necesario de-
sarrollar una concepción de tiempo. Parece un círculo vicioso, pero no
nos desanimemos y estudiemos más detenidamente la concepción de
velocidad en el niño.
La velocidad es una relación entre tiempo y movimiento. Ya hemos
visto como el niño entiende el tiempo; ahora comprobemos su concep-
ción del movimiento, esto es, el desplazamiento espacial de un objeto
en su campo visual.
rinj"
Figura 4.21
Decimos a un niño que las dos líneas de la figura 4.21 son las vías
de un tranvía, y que cualquier objeto pequeño que se mueva a lo largo
de ellas es un tranvía. El experimentador mueve un «coche» a lo largo
de un cierto número de segmentos de la vía B, y pide al niño que
realice un recorrido de la misma longitud sobre A con su «coche».
Como el movimiento se efectúa sobre ima distancia, esta prueba es de
conservación de la longitud (distancia).* El niño, probablemente,
trasladará su «coche» a una posición opuesta a la del experimentador,
lo cual quiere decir, claro está, que, de hecho, su recorrido ha sido
de una longitud menor que la mitad del realizado por el experimenta-
dor. El niño preoperacional, en sus primeros tiempos, continuará res-
pondiendo de este modo, incluso cuando se le dé una pieza de cartón
exactamente de la misma longitud que el segmento de la vía B.
118
Este comportamiento parece tener una característica común con
el problema del tiempo antes presentado. Aparentemente en ambos
se produce im centraje en el orden espacial final; en otras palabras,
supuestos unos puntos de partida simultáneos en el tiempo e idénticos
en la dimensión espacial «izquierda- derecha», la respuesta del niño
dependerá de que el «coche», al final del trayecto, esté situado más
a la derecha.
Sospechamos, entonces, que el centraje en la posición final cons-
tituye,por lo menos, una parte del problema, una hipótesis que pue-
de ser aplicada a los problemas de velocidad.
xAP
II.
III.
IV.
Figura 4.22
Subperíodo Preoperacional:
En el problema II, dice que «A es más rápido que B»; esta vez res-
ponde correctamente.
En el problema III, dice que «B es más rápido que A»; no es cierto.
119
Por lo tanto, las respuestas II y IV son correctas, mientras las I
y III no lo son, puesto que A es más rápido que B en los cuatro
problemas.
Sin embargo, la cuestión más interesante, en cada caso, es «¿Por
qué?». Todas las pruebas, excepto una, confirman la hipótesis de la
«posición final». En I, II y III precisamente concuerdan la posición
final y la velocidad percibida, mientras que en IV la hipótesis exigiría
la respuesta «igual velocidad», y no ocurre así.
Una pequeña modificación del procedimiento experimental nos
suministra una pista del motivo de esta excepción. En esta nueva
versión del problema IV, los objetos se mueven a través de unos tú-
neles desde su posición inicial hasta la final. En este caso, el niño dice
que se mueven a la misma velocidad, y esto sí que está en la línea de
la hipótesis de la «posición final».
Pero, ¿por qué al añadir el túnel se obtiene este efecto? Al parecer
existe otra estructura, «el esquema de adelantamiento», que domina
sobre el de posición final cuando ambos entran en conflicto. El «es-
quema de adelantamiento» se activa siempre que se ve a un objeto
alcanzar a otro (incluso si la acción se interrumpe antes de que ocu-
rra el adelantamiento). Lo que hace el túnel es impedir que esta es-
tructura opere, de modo que el niño vuelve al esquema de posición
final.
Es decir, aunque el centraje en la posición final no es lo que de-
termina la respuesta en todos los ejemplos que hemos expuesto, cier-
tamente parece que se produce un tipo de centraje que limita la ap-
titud del niño preoperacional en cada uno de ellos; y, con la única
excepción del «esquema de adelantamiento», este centraje se dirige
a un estado final más que a una transformación.
Retrocediendo, por un momento, al problema del tiempo, nos ha-
llamos de nuevo con el centraje, cuando preguntamos a un niño qué
edad tiene alguien comparado con otra persona determinada. Su res-
puesta dependerá totalmente de las alturas de las dos personas juz-
gadas. Puede considerarse este fenómeno como un tipo de efecto de
la «posición final vertical».
En la página 109 encontramos un círculo vicioso, en el que el desa-
rrollo de cada uno de los tres conceptos,
tiempo (t = d/v),
movimiento (d = vt),
velocidad (v = d/t)
120
Piaget sugiera que la teoría debe tener su punto flaco. Un físico fran-
cés ha propuesto que se defina la velocidad en función del concepto
de adelantamiento, ¡que es, precisamente, como la «define» el niño
preoperacional! ^
RESUMEN
A partir del nacimiento, las actividades mentales dominantes del
niño van cambiando de acciones manifiestas (en el Período Sensomo-
tor) a percepciones (en el Período Preoperacional) y a operaciones
intelectuales (en el Período de las Operaciones Concretas). Estas
operaciones ocurren dentro de una estructura de relaciones de clases
que hacen posible lo que Piaget llama movilidad del pensamiento:
reversibilidad, descentraje, participación delpunto de vista del otro,
etcétera. A
consecuencia de ello, el niño de las Operaciones Concre-
tas conserva la cantidad y el número, construye el tiempo y el espacio
que vivirá como un adulto, y establece los fundamentos de un pensa-
miento lógico que es la característica definitoria del siguiente y últi-
mo período de su desarrollo intelectual: el de las Operaciones For-
males.
NOTAS
Jean Piaget y Barbel Inhelder, The Child's Conception of Space, trad. F. J. Langdon
1.
y Lunzer (Lxjndres, Routledge & Kegan Paul Ltd.). 1956, pág. 36.
J. L.
2.John H. Flavell, The Developmental Psychology of Jean Piaget (Princeton, D. Van
Nostrand Co., Inc.), 1963, pág. 166.
3. «The Theory of Stages in Cognitive Development», en Donald R. Green, Margucrite
P. Ford y Gerald B. Flamer (eds.), Measurement and Piaget (Nueva York, McGraw - Hill
Book Co.), 1971, pág. 2.
4. Flavell, The Developmental Psychology of Jean Piaget, pág. 166.
5. Este estudio se centra sobre todo en la labor sintetizadora de Flavell, Jbid., pági-
nas 168 y sig.
6. La fuente principal del material contenido en este apartado es Jean Piaget y Barbel
Inhelder, La Genese des Structures Logiques Elementaires: Classifications et Seriations, 1959;
la obra inglesa recomendada es: Flavell, The Developmental Psychology of Jean Piaget.
7. Tiene una cierta semejanza con un problema descrito por vez primera en: Jean Piaget
y Alina Szeminska, The Child's Conception of Number, trad. C. Cattengo y F. M. Hodgson
(Nueva York, Humanities Press), 1952. pág. 165. Se comentan las citas.
8. Piaget c Inhelder, La Genese des Structures Logiques Elementaires, 1959, págs. 55-56;
según la cita de Flavell en su The Developmental Psychology of Jean Piaget.
9. Piaget y Szeminska, The Child's Conception of Number, pág. 49.
10. Ibtd.. pág. 97.
11. Ibid., págs. 147-157.
12. Piaget e Inhelder, The Child's Conception of Space, pág. 210.
13. Adaptado de Piaget e Inhelder, The Child's Conception of Space, pág. 211.
14. Jean Piaget, Judgement and Reasoning in the Child, trad. Marjorie Worden (Nueva
York, Harcourt, Brace & World, Inc.), 1928, pág. 2.
15. Ibid.. pág. 6.
16. /btd., pág. 17.
17. Jean Piaget, The Child's Conception of the World, trad. Jean v Andrew Tomlinson
(Nueva York, Harcourt, Brace ii World, Inc.), 1930.
121
!5- fe?§*'*'
J"<igement and Reasoning in the Chitd, pág. 26
"*
19. Ibtd., págs. 11-12.
'*^*'*' '^^*' ^*'"'* ""* '^°'^^'" Physics.. Sc,e«f,7,c Americart, vol. 196 (marro
1957); pág^"5L
122
V. Período de las operaciones formales
(11-15 años)
Egocentrismo
Resumen
Notas
123
Aunque resultan maravillosas en comparación, por ejemplo, con
la inteligencia más avanzada de cualquier especie subhumana, las
Operaciones Concretas quedan aún muy lejos de los logros intelec-
tuales de un adulto humano inteligente. Mi propósito, en este capítulo,
no es analizar con detalle estas realizaciones del adulto, sino identi-
ficar las características cruciales que las diferencian de otras anterio-
res. En consecuencia, este capítulo será relativamente breve.
Otra razón de su relativa brevedad es que las características del
pensamiento adulto son más accesibles que los procesos expuestos
con anterioridad. Preparar cada uno de los cursos de una facultad uni-
versitaria supone un gran esfuerzo del pensamiento, si bien, por for-
tuna, sea en gran parte lógico; el que busque operaciones relacionadas
con este pensamiento podrá encontrar alguna. El mejor sistema para
estudiar con atención estas operaciones sería empezar con un curso
de lógica. Los que puedan incluir en su curriculum un curso de lógica
debieran hacerlo, pero enfocándolo desde un punto de vista psicoló-
gico, recordando siempre que, según Piaget, la lógica es el espejo del
pensamiento, y no viceversa. Es decir, la función de la lógica es hacer
explícitos aquellos procesos mentales que ocurren naturalmente en
el nivel más elevado del desarrollo humano.
Sin embargo, antes de que el lector se transforme en un lógico,
deseo decir algunas cosas generales acerca de la transición de las
Operaciones Concretas a las Formales. Sólo describiré un problema,
para que sus implicaciones se puedan estudiar con más detalle.
125
esto se reduciría a comparar los pesos de volúmenes iguales de las dos
sustancias. Algunos sujetos son capaces de deducir esta ley en el
transcurso del interrogatorio que les formula el experimentador. Pero
no todos son capaces de hacerlo; las diferencias entre ellos dependen
de la edad.
MATERIAL
Se presentan al sujeto:
1. Un cubo de agua.
2. Varios objetos distintos, suficientemente pequeños para que
quepan en el cubo.
3. Una figura cúbica, hueca, de plástico, para facilitar las com-
paraciones de la densidad de los objetos con la densidad del
agua.
MÉTODO
Se pide al sujeto que clasifique los objetos según deben flotar o no,
y que explique en cada caso en qué basa su clasificación. Después, se
le permite experimentar con los materiales y se le pide que resuma sus
observaciones y busque una ley que las relacione.
126
Este equilibrio no se alcanza de repente, sino a medida que el
niño tiene conciencia de hallarse frente a dificultades. En la primera
parte del Período de las Operaciones Concretas, la principal contra-
dicción consiste en que ciertos objetos grandes flotan mientras otros
objetos pequeños se hunden. Y se trata de una contradicción porque
el niño empieza el período con un cierto concepto de «peso absoluto»
que será su principal recurso para abordar el problema. Cada objeto,
incluyendo los cubos de agua, tiene un «peso», que el niño concibe
como una fuerza que de algún modo se opone a otras fuerzas, pero
no de una manera consistente. (Recuérdese que el peso es algo que
todavía no se conserva.) (Una vez puede predecir que el agua empu-
jará un objeto sólido hacia arriba; a continuación que lo empujará
hacia abajo.) Inicialmente, este peso es una cualidad de cada objeto
concreto, no de la sustancia que constituye el objeto; de ahí el térmi-
no de «peso absoluto».
I
EN COMPARACIÓN CON |
Figura 5.1
«¿La aguja?»
«Se hunde porque es de hierro.»
«¿Y la llave?»
«También se hunde.»
«¿Y las cosas pequeñas?» [clavos, anillas].
«Son de hierro también.»
«¿Y este guijarro pequeño?»
«Pesa porque es de piedra.»
«¿Y el clavito?»
«Es sólo un poco pesado.»
«Y la tapadera, ¿por qué flota?»
«Tiene bordes y se hunde cuando se llena.de agua.»
«¿Por qué?»
«Porque es de hierro.»*
127
Un proceso que parece progresar aquí es la asimilación de los
objetos nuevos en categorías establecidas. La aguja «se hunde porque
es de hierro»; los clavos, anillas y, probablemente, la llave, «también
son de hierro». El guijarro «pesa porque es de piedra». Incluso la
tapadera de aluminio, que flota si no se llena de agua, se hundirá
«porque es de hierro». La clasificación de determinadas sustancias
como ligeras y otras como pesadas supone un paso hacia la concep-
ción de la densidad, es decir, la clasificación de las sustancias por su
peso en relación con el volumen se mantiene constante. Que este niño
no sea capaz de concebir la densidad es algo que no debería sorpren-
demos si recordamos que ninguno de sus dos componentes peso —
y volumen — es constante.
Aunque no siempre se indica en los protocolos, los niños situa-
dos en el inicio del Subperíodo de las Operaciones Concretas, sue-
len hacer una tercera clasificación según la «aptitud -para -hundirse».
Se puede presuponer que algunos objetos flotarán, otros seguramente
se hundirán; todavía existen otros que pueden flotar o hundirse, se-
gún las circunstancias (por ejemplo, la tapadera de aluminio que
antes hemos mencionado).
COMPARADO CON
VOLUMEN PEQÍE«0 ^J^^^
\ , I
,
I
COMPARADO I
,
I
COMPARADO ,
(
Figura 5.2
128
hundirse: tapaderas [al ver] una aguja en el fondo del agua [Bar]
dice:
«¡Ah! Es demasiado pesada y el agua no puede aguantarla.»
«¿Y lasmonedas?»
«No sé, es probable que vayan al fondo.»
«¿Por qué ílotan estas cosas?» [Clase 1].
«Porque son muy ligeras.»
«¿Y las tapaderas?»
«Pueden ir al fondo porque pueden llenarse de agua.»
«¿Y por qué se hunden estas cosas?» [Clase 2].
«Porque pesan.»
«¿Y el bloque grande de madera?»
«Se irá al fondo.»
«¿Por qué?»
«Hay demasiada agua para que se quede arriba.»
«¿Y las agujas?»
«Pesan menos.»
«¿Por qué?»
«Si la madera fuera del mismo tamaño que la aguja, pesaría
menos.»
«Mete la vela en el agua, ¿por qué flota?»
«No lo sé.»
«¿Y la tapadera?»
«Es de hierro, pero no es muy pesada y hay suficiente agua para
aguantarla.»
«¿Y ahora?» [Se hunde].
«Porque se llenó de agua.»
«Pon el bloque de madera.»
«Es que esta madera es suficientemente ancha para no hundirse.»
«¿Y si fuera un cubo?»
«Me parece que se hundiría.»
«¿Y si lo empujas hacia abajo?»
«Me parece que volverá hacia arriba.»
«¿Y si empujas este plato?» [aluminio].
«Se quedará en el fondo.»
«¿Por qué?»
«Porque el agua pesa sobre el plato.»
«¿Qué pesa más, el plato o la madera?»
«El pedazo de madera.»
«Entonces, ¿por qué el plato se queda en el fondo?»
«Porque es más ligero que la madera; y en cuanto hay agua en-
cima puede quedarse en el fondo porque tiene menos resistencia. La
madera tiene resistencia y por eso sube.»
«¿Y este pedazo pequeño de madera?»
«No, volverá a subir porque es aún menos pesado que el plato.»
«Si hacemos lo mismo con el bloque grande de madera en el cubo
más pequeño, ¿sucederá lo mismo?»
«No, volverá a subir porque el agua no tiene bastante fuerza; no
hay suficiente peso de agua [para mantener la madera abajo].»'
129
mo tamaño que la aguja, sería menos pesada». ¿Por qué fracasó al
desarrollar este punto? Fracasó porque aún le falta la estructura di-
bujada en la figura 5.2. En lugar de utilizar una forma operacional
general al abordar la relación entre peso y espacio ocupado, se limitó
a un caso particular: la comparación del hierro y la madera. Además,
cuando hace comparaciones (con la única excepción ya citada), no
compara los pesos de volúmenes iguales de sustancias. El concepto
de peso específico exige, justamente, una comparación de este tipo.
Pero, cuando Bar compara el peso de un objeto con el del agua, lo
compara con la cantidad total de agua existente en el cubo; el mismo
pedazo de madera se hundirá en un cubo y flotará en otro.
Por lo tanto, Bar preocupado por las insuficiencias de sus expli-
caciones, que sólo percibe vagamente, incurre en una contradicción
tras otra; hasta el final de la sesión basa su explicación en el peso
absoluto.
Sin embargo, es sólo una regresión temporal. En general, el niño
de las Operaciones Concretas es mucho más ordenado en su pensa-
miento que éste. Incluso en la primera sesión, Bar (siete años, once
meses) clasificó los objetos en tres categorías de «sumergibilidad».
Y la tercera de ellas (objetos que flotan o se hunden según las cir-
cunstancias) se va afinando en el transcurso del subperíodo:
130
TODOS LOS OBJETOS EXPUESTOS
I I
lili
DENSIDAD MEDIA COMPARADA CON ALTA
1
Figura 5.3
LIGERO COMPARADO CON PESADO
Po
=d
donde
Po es el peso ** del objeto,
Vg es él volumen del objeto, y
d es la densidad del objeto.
* En efecto, la conservación del volumen supone una proporción, puesto que si una di-
mensión de un cuerpo sólido se dobla, el producto de las otras dos debe reducirse a la mi-
tad. Si empezamos, por ejemplo, con un cubo de 2 pulgadas, tendremos:
**Sería una fórmula general invocar el concepto de masa; pero en esta situación el
peso es satisfactorio, porque la fuerza de gravedad permanece constante de una obser\'ación
a otra.
131
Si suponemos que el objeto es «sólido» flotará si su «gravedad
específica» es inferior a 1,00, es decir, si
d^
<1
donde
132
LO REAL VERSUS LO POSIBLE
133
en unas condiciones igualmente imaginarias. Sus acomodaciones se
refieren a hechos del mundo real; sabe únicamente clasificar objetos
o hechos, situarlos en relación seriada mutua y establecer una corres-
pondencia de unidades en diferentes categorías. Las muñecas altas
llevan bastones largos; un mayor movimiento del fiel de la balanza
indica mayor peso; ciertos materiales se hunden en tanto que otros
flotan, etcétera. Verdad es que la capacidad para hacer tales cosas
supone un esquema cognoscitivo en el que pueden situarse hechos
que todavía están por experimentar (por ejemplo, si ha construido
una estructura en la que A < B < C, puede ampliar la serie a D, E, F,
etc., o si A < C < E, puede interpolar B y D); sin embargo, lo posible
EGOCENTRISMO
135
El adolescente, por otro lado, responderá a la forma del argumento
basándose en la contradicción entre:
«si me gustaran» y
«las cebollas son desagradables».'
RESUMEN
Resumamos ahora lo que hemos dicho acerca del Período de las
Operaciones Formales. El adolescente empieza donde quedó el niño
de las Operaciones Concretas: con operaciones concretas. Entonces,
opera sobre estas operaciones disponiéndolas en forma de proposi-
ciones. Estas proposiciones se convierten, después, en una parte de
la estructura cognoscitiva que debe su existencia a la experiencia
anterior, pero posibilita hipótesis que no corresponden a una expe-
riencia en particular. El niño de las Operaciones Concretas parte
siempre de la experiencia, y hace determinadas interpolaciones y extra-
polaciones a partir de los datos obtenidos por los sentidos. El adoles-
cente, sin embargo, empieza con lo posible y después comprueba varias
posibilidades comparándolas con las representaciones que recuerda
de su experiencia pasada, y, eventualmente, con el feedback sensorial
de las manipulaciones concretas sugeridas por sus hipótesis.
Finalmente, decir que la cognición es relativamente independiente
de la realidad concreta, es lo mismo que decir que el contenido de un
* Aunque pueda, no quiere decir que lo haga necesariamente. Morgan y Morton (Journal
of Social Psycnology, 1944) presentaron a unos estudiantes de nivel universitario el silogismo
siguiente: «Algunos hombres crueles merecen una muerte violenta. Dado que uno de los
hombres más crueles que han existido fue Heydrich, el verdugo nazi, entonces:
»1. Heydrich, el verdugo nazi, merecía una muerte violenta.
»2. Heydrich podía merecer una muerte violenta.
»3. Heydrich no merecía una muerte violenta.
»4. Ninguna de estas conclusiones es deducible por lógica.»
jEl treinta y siete por ciento de los estudiantes eligieron el número uno!
Por supuesto que cabe la posibilidad de que, quienes así procedieron, lo hicieron operan-
do a un nivel concreto, incluso encontrándose en la universidad. Véase en el Capítulo 6
(págs. 167-169) el informe que se da en tomo a la investigación consecuente.
136
problema ha quedado, por fin, subordinado a la forma de sus relacio-
nes internas.
Todo esto tiene consecuencias para la educación, porque el con-
tenido del pensamiento de un alumno no constituye unos datos brutos
sino unas aseveraciones en relación con dichos datos. Al principio
podrá manipular posibilidades y combinarlas para producir implica-
ciones que no se hallan presentes en los datos originales. Lx) que, a su
vez, abre amplios caminos de comunicación con las mentes preclaras
de su propia cultura.
Estas y otras consecuencias del desarrollo cognoscitivo para la
educación, no tan sólo a nivel formal sino también mucho antes, cons-
tituyen la sustancia de las consideraciones que van a hacerse en el
capítulo siguiente y último del presente libro.
NOTAS
1. Barbel Inhelder y Jean Piaget, The Growth of Logical Thinking from Childhood to
Adolescence, trad. Anne Parson y S. Milgram (Nueva York, Basic Books, Inc., 1958), pág. 28.
1. Ibid., pág. 29.
3. Ibid.. pág. 33.
4. Ibid., pág. 35.
5. Ibid.. pág. 251.
6. Ibid.. págs. 37-3«.
7. Ibid., pág. 345.
8. Jean Piaget, The Psychology of Intelligence (Londres, Routledge and Kegan - Paul), 1950.
9. El ejemplo es una frase necia de Ballard, citada en J. McV. Hunt, Intelligence and
Experience (Nueva York, Ronald Press Co.), 1961, pág. 232. La primera línea de la cita que
Hunt hace de Bcülard dice en realidad: «Estoy contento de no comer cebollas...» [he hecho
cursiva la palabra que aparece de esta manera]. Como no he podido encontrar el original,
espero que tanto el lector como el Dr. Hunt me perdonen la sustitución de «gustar» por
«comer». Abrigo la duda razonable de que esta última palabra obedece a un error de trans-
cripción.
137
VI. Implicaciones educativas:
Epílogo
Enseñanza: principios
Conclusión
Enseñanza: ejemplos
Notas
139
Cuando Piaget comenzó su estudio de epistemología genética, hace
aproximadamente cincuenta años, probablemente ni soñaba en las
«implicaciones educativas». Estaba ocupado en el estudio de cómo
se desarrollan las cogniciones, no del desarrollo de las cogniciones.
Sus escritos no se dirigen a los educadores, ni siquiera a los psicólogos
(al menos, con ese ñn). Piaget es un pensador interdisciplinario, y sus
principales preocupaciones son más teóricas que prácticas, incluso
ahora más que en sus principios. Aunque ocasionalmente ha hecho
comentarios sobre las prácticas educativas (como virtualmente todo
el mundo hace, a su manera), no ha llegado a mi conocimiento que
haya buscado nunca prosélitos de su teoría como base de una peda-
gogía nueva.
No obstante, Piaget ha dicho cosas muy importantes sobre los ni-
ños, y cualquiera que diga cosas importantes sobre los niños debe
resultar interesante para los educadores. La enseñanza es la manipu-
lación del medio ambiente del alumno de manera que sus propias
actividades contribuyan a su propio desarrollo (hacia unas metas
que no nos concierne ahora deñnir). Es obvio para el lector, por ahora,
que el efecto ejercido sobre un niño por un ambiente dado, es tanto
una función del niño como del medio. Si el profesor es consciente de
ello, su concepto de la manera de ser de los alumnos afectará su com-
portamiento. Realmente, su mera deñnición de enseñanza estará de-
terminada por este hecho. La mía lo fue.
En este capítulo presentaré algunos principios y algunas prácticas.
Las prácticas no derivan directamente de los principios, pero unas y
otros derivan de la teoría de Piaget. Los principios están pensados
para organizar los propios pensamientos en torno a las implicaciones
de la teoría. Soy de la opinión que hay aquí implicaciones para dos
profesiones que actúan en el campo de la educación: la enseñanza y
el psicodiagnóstico.
141
ENSEÑANZA: PRINCIPIOS
Piaget no ha elaborado una teoría de la enseñanza: esto es eviden-
te. Pero su teoría trata del desarrollo intelectual, y, ya que la ense-
ñanza, en su mayor parte, experimenta un interés parecido, tiene que
haber algún punto de contacto entre ambas. ¿Lo hay? Dando por su-
puesto que la teoría Ino dice nada de las intervenciones en cuanto
tales, ¿dice algo que afecte a los que intervienen en el desarrollo del
niño?
En mi opinión, sí. Los tres principios siguientes derivan de la teo-
ría y se exponen aquí de la manera más lacónica posible; tienen como
ñnalidad servir de recordatorio de ciertas cosas que, a estas alturas,
el lector debe forzosamente conocer. Aquí no se dan sino normas muy
generales para el comportamiento del maestro, pero como la con-
ducta del maestro se encuentra influida por un conocimiento de
cuanto se desarrolla en la mente de los estudiantes, estos principios
demostrarían su utilidad incluso sin las normas.
142
comer; «él» es singular, «ellos» es plural); pero hasta mensajes como
éstos deben ser asimilados a unas estructuras existentes (por ejem-
plo, el proceso de identificación en que la palabra «este», ya sea seña-
lando o no, es un significante; la relación de identidad significada por
«es»; los conceptos a los que se refiere cada una de las otras palabras
de la precedente lista parentética) y la asimilación es un proceso,
una acción. Tanto si la persona que aprende es un niño, un adoles-
cente o un adulto; tanto si el conocimiento es social, físico o lógico -
matemático; la persona que adquiere el conocimiento debe ser ac-
tiva.
El maestro de la escuela de Piaget distingue entre los tres géneros
de conocimiento y diferencia su conducta en consecuencia. Es decir:
hace cuanto está en su mano para acentuar las experiencias adecua-
das para el niño. Si se trata de conocimientos sociales, dice al niño
— y dispone para él —
aquello que el consenso social estima «correc-
to». Si se trata de conocimientos físicos, alienta al niño a experimen-
tar con objetos a fin de que reciba una retroacción directa de los
mismos. Si se trata de conocimientos lógico - matemáticos, incita al
niño a reflexionar en torno a las relaciones: «¿Hay ahora la misma
cantidad que cuando tenía forma de bola?» «¿Hay aquí el mismo
número de objetos que antes, cuando estaban todos desparramados?»
«¿Son algunos de estos objetos iguales en algún aspecto? ¿En qué
aspecto?» «Si el más grande va aquí, ¿dónde le corresponde estar al
más pequeño? ¿En medio?» «¿Por qué éste se hunde y éste flota?»
La mente no es un receptáculo. «Enseñar» es mucho más que «ha-
blar» e incluso para hablar —
si ha de tener como resultado asimilar
unos conocimientos —
es preciso que la persona que escucha sea un
participante activo del proceso comunicativo. Por lo general, el maes-
tro debe alentar la curiosidad y la posibilidad de unas opciones au-
tónomas, ya que en esto estriban los cimientos de la estructura cog-
noscitiva.
* Existe, sin embargo, una disociación gradual del i)ensamiento lógico - matemático del
contenido material específico. La culminación de esta tendencia aparece en las operaciones
formales, donde el contenido puede estar formado no por objetos ni por imágenes de ob-
jetos sino por «operaciones» (Véase Operaciones sobre operaciones, págs. 131-132).
143
nuevas relaciones a menos que existan algunas ideas ya establecidas
que relacionar. En realidad, cuantas más ideas tiene el niño a su dis-
posición, más preguntas se generan y, en última instancia, más rela-
ciones se establecen. Estas relaciones son las ideas que pasan a otras
nuevas relaciones dentro de una metaestructura de complejidad cada
vez mayor. En conjunto, forman el conocimiento general del niño o
inteligencia (para Piaget, los dos términos son sinónimos); por se-
parado, toman el nombre de estructuras.
exceptuamos los reflejos existentes en el nacimiento, las estruc-
Si
turas nunca vienen «dadas», prescindiendo de lo obvias que puedan
parecer al adulto; y, a menos que estas estructuras «obvias» hayan
sido construidas mediante la experiencia (en un organismo suficien-
temente maduro), ningún adiestramiento conseguirá los niveles su-
periores de comprensión exigidos por las tareas educativas. Sin em-
bargo, una vez aprendida una estructura básica, continuará funcio-
nando intermitentemente a través de los períodos de desarrollo "sub-
siguientes, tanto individualmente como en el aspecto de componentes
de nuevas estructuras.
Una estructura cognitiva es un sistema de acciones mentales or-
ganizado de modo más o menos consistente. Los inputs nuevos que
son congruentes con una estructura ya existente, son organizados
(y asimilados) por ella. Cuando un niño se encuentra en una situación
nueva, piensa en ella en términos del sistema de acciones mentales que
aporta a esta situación. Así pues, aunque no cabe duda que hay una
cierta retención de «aprendizaje específico en sentido estricto», la
mayor parte de los efectos del aprendizaje anterior son efectos de
la experiencia sobre estructuras cognoscitivas más complejas e in-
tegradas.
Una estructura (comprensión, principio) sirve entonces para orga-
nizar conocimientos nuevos; y, a la inversa, una situación nueva pue-
de modificar Como se indicaba en el apartado anterior,
la estructura.
ambos hechos encuentran facilitados por la amplia «aplicación» de
se
nuevos conocimientos. Pero además de esto, es importante que el
maestro no sólo reconozca las limitaciones del niño, sino que desa-
rrolle una auténtica apreciación de sus logros.
En este sentido, ha habido muchos seguidores de Piaget que han
apuntado que el razonamiento del niño no es inferior al razonamiento
del adulto, sino simplemente diferente. Esto, en mi opinión, es una
tontería; para Piaget, el desarrollo constituye una progresión espo-
rádica, pero inexorable, hacia el ideal de las operaciones formales.
No obstante, el razonamiento infantil posee una estructura que le es
propia y el maestro no tiene por qué violar la integridad de dicha
estructura. Un niño que se centre en la longitud cuando se encuentra
ante un problema de conservación de la sustancia ha rebasado el
144
estadio en el que no le sería posible captar el concepto por falta de
una noción estable de la longitud o de la anchura. Esto es una conse-
cución que debiera aceptarse por lo que es, en vez de rechazarse por
lo que no es. Su desarrollo podrá ser acentuado si los maestros del
niño reconocen el derecho que tiene a equivocarse, dado que las es-
tructuras primitivas constituyen los fundamentos de otras posteriores.
145
son capaces de organizar, y 2, se acomodan a esquemas de inpuí si
son casi congruentes. Por consiguiente, si la discrepancia entre el
nuevo inpuí y la estructura establecida se encuentra dentro del cam-
po óptimo, se producirá la asimilación sin que intervenga un reforza-
miento extemo. La motivación es intrínseca a la propia actividad.
Debido a la relación manifiestamente desigual entre niño y adulto,
sin embargo, es fácil para este último abordar cualquier conflicto
aportando una respuesta autorizada a la pregunta que está siendo
considerada. Las respuestas autorizadas resultan totalmente apro-
piadas, por supuesto, cuando está en juego la asimilación de un co-
nocimiento «social» (arbitrario); pero cuando el objetivo consiste
en un conocimiento lógico - matemático, el niño no tiene simplemente
alternativa en cuanto a reconocer un conflicto y elaborar un sistema
que lo resuelva. Si cree que el número de canicas que hay sobre una
mesa aumenta al aumentar la distancia entre las mismas, puede ad-
mitir, en perfecto acuerdo con el adulto, que el número de canicas
sigue siendo el mismo si éste se lo dice. Pero, ¿qué ha aprendido real-
mente de este episodio? Ha aprendido a dar la respuesta «correcta»
en aquella situación; ha aprendido que no se tiene confianza en su
criterio. (Finalmente, puede acostumbrarse a esperar que los adultos
le indiquen si ha estado acertado o no en sus respuestas, incluso en
el caso de aquéllos que no lo hacen explícitamente.) No ha asimilado
la conservación del número; la única forma en que puede «aprenderlo»
es razonándolo.
La función del maestro en el desarrollo del conocimiento lógico
matemático no es evidentemente la de una máquina distribuidora
automática. Es absolutamente imposible suministrar automáticamente
el conocimiento lógico - matemático. La función del maestro es más
bien la de un guía, un guía no de un viaje organizado, sino de una au-
téntica exploración. En la medida de lo posible, debe erigirse en con-
sultor más que en autoridad.
La relación de igualdad es más fácil de establecer entre iguales;
de hecho, no es nada que deba conseguirse puesto que existe ya. Este
tipo de relación brinda una oportunidad a la medida para el conflicto
cognoscitivo: si la opinión de un adulto, por ser tratado como un
oráculo, no puede ponerse en tela de juicio, la opinión de otro niño
no es sino otra forma más de ver las cosas. Piaget ve la interacción
social entre compañeros como la mejor oportunidad para la supera-
ción del egocentrismo infantil a través del proceso de coordinación de
diferentes puntos de vista.
El maestro podrá sacar partido de esta oportunidad fomentando
la interacción entre compañeros a todos los niveles. No es cosa fácil.
Como observa Kamii: aquellas «situaciones en que los niños se en-
frentan para discutir o para contrastar pareceres figuran entre las
146
más fructíferas para contribuir a la superación de su egocentrismo»
y supone ia posesión de un arte depurado saber obtener el máximo
valor educativo de tal situación cuando los niños que en ella se en-
cuentran están entregados a atacarse mutuamente.' No obstante, es
preciso hacerlo y no siempre resulta tan difícil, puesto que una gran
parte de la interacción social se centra en la consecución de unos ob-
jetivos comunes. Si un niño tiene una idea acerca de cómo él y sus
compañeros podrían aproximarse a dicho objetivo, puede comuni-
cársele únicamente teniendo en cuenta los esquemas de referencia de
sus compañeros. Le es preciso descentrarse, reconocer su perspectiva
inmediata propia como una entre muchas.
En todo esto, el curso natural de desenvolvimiento se dirige hacia
el equilibrio. Varios teóricos han desarrollado modelos de «equili-
brio» similares para explicar la motivación. El núcleo de interés de
Piaget no ha sido la motivación, aun cuando su modelo de desarrollo
cognoscitivo resulta ser también de motivación, a lo menos en lo que
a actividad cognoscitiva se refiere.
147
En la mayor parte de las situaciones, las condiciones que son buenas
para el desarrollo cognoscitivo facilitan también el avance hacia la
madurez moral o, dicho de una manera más- general, socio - emo-
cional.
CONCLUSIÓN
ENSEÑANZA: EJEMPLOS
148
diez años ha realizado investigaciones en torno a la aplicación de la
teoría de Piaget a la enseñanza en el parvulario. Durante este período
dedicó un total de treinta y ocho meses al estudio y enseñanza en la
Universidad de Ginebra, además de su labor de investigación en el
Centro Internacional de Epistemología Genética. En la actualidad
continúa con sus trabajos de investigación, en colaboración con Rheta
DeVries, en un centro diurno de la Universidad de Illinois. El centro
de cuidados diurnos de Chicago Circle ha sido caliñcado como «la
única escuela de enseñanza preescolar... aprobada por él [Piaget]».*
Por razones de simpliñcación, en las consideraciones siguientes se
suprimirá toda referencia a los colaboradores de Kamii, contando
entre ellos a DeVries, co - autora del artículo que se cita con más
frecuencia («Piaget for Early Education», en R. K. Parker, ed., The
Preschool in Action, 2." ed., Allyn & Bacon, 1975) y de un libro de in-
minente aparición (que publicará Prentice - Hall posiblemente con el
título de Piaget for Early Education), y que constituye una versión
ampliada de aquel artículo.
Kamii comienza situando el parvulario en el contexto del desa-
rrollo total del niño en su camino a la edad adulta. Cita las observa-
ciones de Piaget (véase la cita de la pág. 147) al fijar los objetivos que
se propone alcanzar a largo plazo, pero sobre todo pone de relieve la
importancia de tomar cada estadio según se presenta en vez de tratar
de enseñar a los niños a pensar como si fueran adultos. Condena es-
pecíficamente la enseñanza de las tareas piagetianas de evaluación,
porque teme que esta enseñanza dé como resultado el aprendizaje
de unas respuestas correctas en vez de la elaboración de unas estruc-
turas cognoscitivas, estructuras que, en ausencia de la dicha ense-
ñanza, generan de manera natural unas respuestas correctas.'
Los objetivos más inmediatos se sitúan en tres categorías: cog-
noscitivos, socio emocionales y perceptivo - motores. Los objetivos
-
149
Relaciones con los compañeros:
«Para respetar los sentimientos y derechos de los demás y em-
pezar a coordinar puntos de vista diferentes (descentraje y coo-
peración).»
Autonomía:
«Para ser independientes, despiertos y curiosos, para servirse
de la iniciativa al obedecer a la curiosidad, para tener confian-
za en deducir cosas por cuenta propia y en hablar con con-
'
vicción.»
150
Una vez más, la razón para situar a un niño en una relación igua-
litaria es exigir de él que tome una decisión o, en todo caso, hacerle
adquirir conciencia de la cuestión que se tiene entre manos más que
del poder a que finalmente le permitirá acceder.
El segundo objetivo, el de las «relaciones con los compañeros», po-
dría dar la impresión de estar bajo un encabezamiento erróneo [el
título que he dado no es de Kamii sino mío] a no ser por las con-
le
151
según Piaget, es «una asimilación de la realidad en el propio ser»,"
asimilación que conduce generalmente a algún tipo de actividad ma-
nifiesta. Entre otras especies de primates, el juego ofrece oportunida-
des para poner a prueba actividades que en circunstancias diferentes
podrían estar prohibidas, ya sea deliberadamente por parte de otros
animales de la manada o simplemente como consecuencia de las pre-
siones que impone el tener que atender a cuestiones más serias.'^
El juego acostumbra a funcionar de la misma manera: entre los hu-
manos cuando los adultos de la especie no lo impiden.
Para sacar el máximo partido de las oportunidades de desarrollo
de la infancia, es precisa una cierta intervención por parte de los
adultos; sin embargo, es necesario que ésta sea sutil y moderada. Una
forma de promover «ideas, problemas y preguntas interesantes» está
íntimamente relacionada con el juego y ha sido ya objeto de discu-
sión por lo menos en otros dos contextos: dejemos que el niño se
equivoque. Puesto que, si no se lo castiga por equivocarse, se equivo-
cará de una manera interesante y, además de promover una fuerte
confianza en sí mismo, que es uno de los objetivos socio emocionales
-
152
lar representaciones de objetos (palabras, dibujos, etc.). La posición
de Kamii es que, aun cuando fueran capaces de manipular represen-
taciones, los niños deben interactuar con objetos reales; las razones
que da es que, «puesto que el conocimiento se elabora a través de la
actuación sobre la realidad y de la transformación de la misma, los
niños deben tratar con la propia realidad, que no puede ser sustituida
por palabras ni por dibujos».'*
La cuestión ñnal sobre el contenido es que éste no está constituido
simplemente por objetos ni por datos, sino por «ideas sobre lo que
hay que hacer con los objetos y los datos»." Kamii cita a Piaget para
decir que, mientras que un niño a veces se interesa por alguna acti-
vidad, como la de clasiñcar u ordenar en serie sin otro objetivo que
la actividad en sí, es más probable que realice estas mismas operacio-
nes en servicio a algún otro objetivo; lo que esto supone es que su
aparición en esta última circunstancia es tan beneñciosa como en la
primera y que exige una menor intrusión en los planes de acción del
niño. Cita las «canicas» a modo de ejemplo, señalando que las canicas
pueden ser «simplemente observadas, descritas y clasiñcadas como
objetos»," pero que también pueden utilizarse para diferentes juegos
que exigen aquellas actividades [por ejemplo, separar las grandes
de las pequeñas, las pesadas de las ligeras, las de metal de las de vi-
drio, etc.], además de otras [por ejemplo, establecer relaciones entre
cada uno de aquellos atributos y la conducta de las canicas al chocar
o ser objeto de choque]. «Por consiguiente, no existe una distinción
clara en un programa de Piaget entre "contenido" y "proceso", toma-
dos en su sentido corriente. Sólo cuando se produce algo intrínsica-
mente interesante los niños se muestran despiertos y curiosos. Esta-
blecen conexiones cuando disponen de algo real e interesante en que
pensar. Y las conexiones que establecen son, en realidad, su armzizón
lógico - matemático.» "
Se ha hablado de la «clasiñcación» y de la «ordenación en serie»,
que son, por supuesto, operaciones concretas. En ciertas ocasiones
los niños preescolares pueden alcanzar este nivel de funcionamiento,
pero el caso es raro, y Kamii desaprueba explícitamente cualquier
intento de «enseñar operaciones concretas». Cuando ñja como objeti-
vo que elniño «detectará similitudes y diferencias», describe requi-
sitos previos a las operaciones concretas, no a las operaciones mis-
mas. Una vez más se estimula al niño a pensar a su modo sobre las
cosas. Si lo hace, elaborará las estructuras que van a hacerle posible
pensar más adelante de una manera diferente, forma más avanzada
que vuelve a ser la suya propia.
Aunque los objetivos que establece no lo revelan, Kamii admite
lanecesidad de un conocimiento «social» (arbitrario): el niño necesita
conocer las costumbres que son tradición en su cultura. Pero es evi-
153
dente que Piaget hace hincapié en otro punto y Kamii se siente de-
solada cuando la escuela tradicional dirige la atención hacia aquellas
otras materias y las trata como si, también ellas, fueran conocimien-
to «social».
El objetivo de «poner las cosas en relación...» no puede alcanzarse
a través de tales métodos. Según Kamii, es importante establecer dis-
tinciones entre los géneros de conocimiento, debido a que cada uno
exige un género de enseñanza diferente. La adquisición del conoci-
miento lógico - matemático, por ejemplo, exige el descubrimiento de
unas relaciones por parte del niño y el intento de inculcárselo «a tra-
vés de la retroacción social generalmente tiene como resultado la
"superposición" de unas respuestas correctas a la gcnuina forma de
pensar del niño».^" (Dicho sea de paso, como se citaba en el apartado
acerca de los Principios, y como señalaba Kamii en relación con sus
objetivos socio - emocionales, el aprendizaje de estas respuestas «su-
perpuestas» es indudable que no ha de contribuir en nada a fomentar
la conñanza del niño en su capacidad de elaborar cosas por cuenta
propia e incluso puede llegar a matar la conñanza que pudiera abrigar
al respecto.) Volvemos de nuevo a la necesidad de que el niño se equi-
voque antes de poder acertar. La transmisión social de las respuestas
correctas no se saltará la ley, como demuestra el ejemplo siguiente:
«Cuando, por ejemplo, el niño de cuatro años afirma que son más
las cuentas de color marrón que las cuentas que hay, no hace sino
expresar su propia convicción. Para el niño que compara seis cuentas
de color marrón con dos cuentas blancas, hay en realidad más cuen-
tas de color marrón que cuentas blancas. Si el adulto impone su auto-
ridad para corregir las relaciones lógicas que el niño ha creado para
su uso particular, el niño puede acabar creyendo que seis cuentas de
color marrón no son más que dos cuentas blancas. Ei todavía no ha
elaborado la estructura para poder comparar la clase de cuentas con
sus subclases, no puede entender la corrección...»^'
A la luz de la concepción que tiene Piaget de la relación del len-
guaje con el pensamiento, Kamii se ensaña particularmente en los
intentos realizados por ciertos educadores para efectuar la transmi-
sión social del conocimiento lógico - matemático ofreciendo a los niños
unos instrumentos verbales para pensar. «Decir unas palabras que
designen relaciones (tales como "más -menos", "entre" y "suave -ás-
pero") parece algo que convence a los maestros de que deben dar a
los niños las herramientas que les son necesarias para el pensamiento
abstracto»; ^^ mientras que, en realidad, las palabras son buenas cuan-
do lo son las estructuras a las que se asimilan, por lo que únicamente
pueden utilizarse como «herramientas» una vez la estructura se ha
visto conformada por acciones coordinadas dentro del mundo real.
Volviendo al problema de las cuentas, Kamii observa que:
154
«Cuando percibimos la realidad (en este ejemplo, las cuentas), la
percibimos asimilándola a una estructura lógico - matemática. Por
consiguiente, la información sensorial acerca de las "cuentas de color
marrón' y de las "cuentas" puede ser tan buena como pueda serlo nues-
tro armazón lógico - matemático. Los niños preoperacionales no tienen
dificultad ninguna en distinguir "las cuentas de color marrón" de "las
cuentas" y no experimentan ningún inconveniente en entender las
palabras que intervienen. Por consiguiente, el problema estriba en su
armazón lógico - matemático, que únicamente puede elaborarse re-
flejando la abstracción [experiencia lógico -matemática].» ^
Continúa diciendo que, después de pasar tests piagetianos a cen-
tenares de niños de edades comprendidas entre los cuatro y los die-
ciséis años, está: 1, convencida de que los problemas cognoscitivos
no obedecen a deficiencias de lenguaje, y 2, consternada ante «las in-
necesarias palabras rimbombantes que los niños mayores sueltan pro-
fusamente, queriendo mostrar con ello una gruesa capa de "barniz
erudito" que no es sino una camisa de fuerza para su cerebro».^*
Es evidente que las palabras no son la respuesta.
Los niños de la clase de Kamii se encuentran perpetuamente ac-
tivos— en la mayoría de los casos de forma manifiesta — puesto que
ella cree, con Piaget, que el desarrollo de la inteligencia consiste en
la organización de los propios actos. Se prevén todo tipo de experien-
cias (físicas, lógico - matemáticas y sociales) y, salvo en lo tocante
a formas tradicionales de la cultura y a necesidades impuestas por la
seguridad física, se permite al niño hacer las cosas a su manera. Al
proceder de este modo, se producen discrepancias, discrepancias en-
tre sus estructuras cognoscitivas y entre ellas y la realidad. Finalmen-
te, la conciencia que tiene de tales discrepancias hace que reorganice
155
escolares de ciencias (Science Curriculum Improvement Study). Fue-
ron sus experiencias en el SCIS las que convencieron a Renner de la
importancia del modelo de Piaget tanto para el desarrollo del progra-
ma como para la metodología de la enseñanza. Los estudios de Renner
a lo largo del pasado decenio se han centrado en la evaluación de los
niveles intelectuales de los estudiantes y en la confección de progra-
mas que fomenten su desarrollo intelectual, además de redactar cua-
tro libros de texto universitarios que ponen de relieve la utilidad de
la teoría de Piaget en el campo de la enseñanza. Por razones de simpli-
ficación, en las consideraciones siguientes omitiremos la referencia a
los colaboradores de Renner, incluyendo entre ellos a Don G. Stafford,
que es co- autor del libro que vamos a citar a menudo (Teaching
Science in the Secondary Schools, Harper & Row, 1972).
Probablemente Renner y colaboradores se sentirán complacidos
al ver utilizados en la escuela sus métodos de «indagación». En rea-
lidad, por lo menos en un estudio han demostrado los efectos benefi-
ciosos de la indagación en los campos de la lectura, las matemáticas
y los estudios sociales, según mediciones mediante tests estándar de
nivel efectuadas con el significado de un párrafo, matemáticas y apli-
cación de habilidades tales como el uso de mapas y globos para la so-
lución de problemas de estudios sociales.^ No obstante, ni siquiera
en este estudio los estudios eran los resultados directos de programas
dé investigación en los campos de la lectura, matemáticas y estudios
sociales, sino que eran los efectos secundarios de un programa de
cuatro años en el campo de la ciencia.
El grupo de Oklahoma escogió un programa de ciencias en parte
porque su propio bagaje cultural abarcaba diversas disciplinas cien-
tíficas, si bien existía además otra razón. La ciencia constituye de por
sí un método de indagación (así como un cuerpo de conocimientos)
La naturaleza de la indagación
156
kes vaciado en parte). Quería observar la luminiscencia causada en
ciertas sustancias cuando se mantienen en la trayectoria de dichos
rayos; por la labor anteriormente realizada, sabía que los rayos no
recorrerían más que unos cinco centímetros en el aire. Con el fin de
facilitar el manejo, preparó los materiales en finas capas colocadas
sobre hojas de papel; para observar mejor la luminiscencia, se sirvió
de un cartón con el que cubrió la parte del tubo de Crookes por la
que podía escaparse la luz. Tras poner el tubo en funcionamiento,
apagó las luces del laboratorio con intención de comprobar que la
tapadera no dejaba escapar la luz y quedó estupefacto al ver un débil
pero inequívoco resplandor que salía del extremo más apartado de la
mesa de laboratorio. Aquel resplandor procedía de una de las hojas
que él había cubierto con una capa de material luminiscente.
Existía aquí una discrepancia entre lo que su estructura cognosci-
tiva le había llevado a crear y lo que observó en realidad. Sus anterio-
res exploraciones, como las de los demás, lo habían convencido: 1, de
que los tubos de Crookes emitían rayos catódicos y únicamente rayos
catódicos, y 2, de que los rayos catódicos no recorren más que unos
cinco centímetros en el aire. Siguió explorando, buscando comproba-
ción a sus observaciones bajo diferentes maneras. Al desconectar el
aparato, desapareció el resplandor; al volverlo a conectar, reapare-
ció. Trasladó incluso a la habitación contigua la hoja de papel cu-
bierta de aquella capa, cerró la puerta y dejó la habitación a oscuras.
La hoja seguía emitiendo aquel fulgor así que el tubo se ponía en
funcionamiento.
Siguieren otras observaciones (la discrepancia que había surgido
era tan incitante que lo obligó incluso a encerrarse varios días en su
laboratorio), si bien las observaciones por sí solas no servirían para
resolver aquella discrepancia. Para resolverla era preciso un invento.
Si los rayos catódicos no recorren más que cinco centímetros en el
aire y si una sustancia luminiscente emite un resplandor cuando se
sitúa más allá del alcance de los rayos catódicos procedentes de un
tubo de Crookes, quiere decir que debe haber otro rayo emitido por
dicho tubo. Rontgen inventó el rayo X.
La exploración, la invención y el descubrimiento no constituyen
una serie de actividades netamente separadas, puesto que la explora-
ción precede y al propio tiempo sigue al invento y, dado que el inven-
to se extiende en el tiempo, ambas cosas pueden ocurrir simultánea-
mente. Por otra parte, una vez hecho el invento, sirve como foco de
exploraciones capaces de conducir a descubrimientos. Rontgen y otros
han realizado muchos descubrimientos referentes a los rayos X. El
primero, por ejemplo, descubrió que penetran fácilmente en materia-
les tan diferentes como la madera y la carne, que penetran en parte
los huesos y que quedan completamente interrumpidos cuando se
157
encuentran ante el plomo. El personal médico descubrió muy pronto
la positiva contribución que los rayos X podían hacer a su profesión
158
inmediata y se acomoda su estructura para que encaje con las nuevas
condiciones. Las discusiones que acompañan a todo esto acaban cen-
trándose en las funciones adaptivas de los aspectos sometidos a exa-
men, de lo cual se pasa a la noción de «finalidad» evolutiva.
159
Cierto es que, al eliminar las respuestas, se priva al estudiante de la
oportunidad de encontrar, de inventar, de descubrir por cuenta pro-
pia, pero es igualmente cierto que a veces los estudiantes «se quedan
irremediablemente atascados» ^^ y se esfuman todas sus motivaciones
a menos que subsista un progreso inminente. Es responsabilidad del
maestro, hacerles recobrar nuevo impulso.
Esto no quiere decir que haya que impedir que los alumnos caigan
en el error; estos niños, al igual que los más pequeños, deben ser alen-
tados a seguir aquel plan de estudios que tengan por más lógico. Es
frecuente que dicho plan dé buenos frutos, pero en caso contrario:
«...probablemente se pondrá el hecho de manifiesto bien sea por-
que los datos encontrados no concuerden, bien porque no sea posible
llevar la indagación a término mediante el plan operacional iniciado.
En uno u otro caso, esta situación demuestra de manera palpable la
necesidad de ayuda competente por parte de los adultos. El maestro
necesita penetrar en este punto en la indagación que está en marcha
y analizar junto con los alumnos cómo han llegado al punto en que se
encuentren. Por lo general, será en el curso de esta revisión que los
propios alumnos advertirán que iniciaron su búsqueda partiendo de
un supuesto falso o de unos datos erróneos. De no ser así, el maestro
deberá indicarles un camino alternativo de razonar el problema ori-
ginal a fin de que ello acabe llevándolos a una reelaboración de la in-
dagación, que entonces podrán llevar a término y que les ofrecerá da-
tos susceptibles de ser utilizados. Esto nó quiere decir que haya que
ofrecer una respuesta a los alumnos. Se trata simplemente de un
método para centrar de nuevo la atención en el problema sometido
a consideración».**
En ejemplo de biología, una vez reunidos los ejemplares en el
el
laboratorio, posiblemente los alumnos tengan dificultades en cuanto
a iniciar la clasificación. En tal caso, se dividirá la clase en grupos
más pequeños, y el maestro podrá aconsejar a uno de ellos que los
alumnos que lo componen se centren en el número de patas del ani-
mal, a otro que cuenten las alas y a un tercero que estudie las partes
que forman la boca. En realidad, no tiene demasiada importancia la
naturaleza concreta de la sugerencia puesto que, cuando se entreguen
a estudiar una posibilidad, se les ocurrirán otras sin que medie suge-
rencia ninguna. La función de la pista es mantener la actividad en
marcha; si los estudiantes sienten confianza (y no esperan a que sea
el maestro quien dé la respuesta), darán con la solución del problema.
La importancia que se concede a mantener la actividad en marcha
es la importancia concedida a la acción o, para decirlo más exacta-
mente, a la elaboración a través de la acción, puesto que los estudian-
tes están constantemente elaborando sistemas para procesar la infor-
mación. En el ejemplo de biología, se inició la acción con la recogida
160
de ejemplares en su habitat natural (experiencia física) y prosiguió con
la elaboración de un sistema taxonómico (experiencia lógico - matemá-
tica). Se consiguió la integración secuencial de estructuras teniendo
en cuenta cada nivel de desenvolvimiento del alumno. Las investiga-
ciones de Renner y sus colegas ^ y los estudios de otros ^ han demos-
trado que la mayoría de los adolescentes que inician sus estudios de
segunda enseñanza son probablemente pensadores del estadio de las
operaciones concretas. En el ejemplo de biología, por tanto, era apro-
piado que la actividad básica fuese la clasificación: una operación con-
creta. Cuando los estudiantes clasificaban insectos por algunas de sus
diferentes características físicas, se entregaban a una actividad del
tipo de las operaciones concretas. Sin embargo, cuando formulaban
sus razones para establecer sus clasificaciones —y más especialmente,
cuando tales razones estaban relacionadas con rasgos físicos aptos
para la supervivencia de los animales y, en última instancia, con la
teoría de la evolución — se entregaban al razonamiento formal. Y cuan-
do imponían su modelo abstracto (la taxonomía) al mundo real, vol-
vían a pensar formalmente. De ser correcto este análisis, el maestro
deberá encontrar los medios para evitar la participación prolongada de
los que razonan en el estadio de las operaciones concretas en tareas
que, para que sean finalizadas con buenos resultados, sea preciso recu-
rrir a las operaciones formales. Un riesgo menos grave es la participa-
ción prolongada de los alumnos de operaciones formales en tareas de
operaciones concretas. En el ejemplo de biología, podría conseguirse
una buena actuación alentando a los pensadores del nivel de las opera-
más detalladas (las opera-
ciones concretas a efectuar clasificaciones
ciones concretas constituyen los fundamentos del pensamiento for-
mal) mientras que aquellos que están ya operando a nivel formal di-
rigiesen su atención a la exposición razonada de la taxonomía y a la
aplicación de la misma a insectos no encontrados aún. Con la debida
atención a los niveles de desarrollo de los alumnos y al acoplamiento
de los trabajos a fin de conseguir una óptima discrepancia y un con-
flicto cognoscitivo, la motivación surgirá espontáneamente. En el ex-
perimento de Renner es, efectivamente, esto lo que ocurre.
161
empiece a usar corrientemente un nuevo test, un test que tiene sus
raíces en la teoría de Piaget e incorpora su método.
El nuevo test («escala de desarrollo mental») es el producto de un
programa de investigación iniciado hace varios años por Monique
Laurendeau y Adrien Pinard en el Laboratorio de Psicología Genética
de la Universidad de Montreal.'^ El resultado es un intento de combi-
nar las ventajas del método de Piaget (perfección y flexibilidad del
cuestionario), con las de los métodos psicométricos tradicionales (es-
tandardización del cuestionario).
*La «edad mental» es una unidad de la escala que, hasta hace poco tiempo, constituía
la base para la puntuación en los tests de inteligencia Stanford - Binet. El niño medio de
cuatro años tiene una edad mental de cuatro años; el niño medio de seis años tiene una
edad rtiental de seis años, etc. El CI de un niño es la razón de su edad mental con su
edad cronológica en el momento de hacer el test (EM / EC); por ejemplo, si el resultado
del test es igual al del niño medio de seis años, pero éste no tiene más que cinco, su CI
será 120. Es decir, 6/5 1,20 (desaparece el decimal). Aunque actualmente ya no se emplea la
«razón CI», el concepto de edad mental sigue siendo fundamental en todas las pruebas del
tipo Binet.
162
sionero, vas a ser colgado, y espero que te sirva de escarmiento».)
Sería una excepción que se añadiera una pregunta cuando la respues-
ta a las cuestiones estándar resultaraambigua; porque el propósito
de cada cuestión es clasificar la respuesta del sujeto en «bien» o
«mal». Una vez hecho esto, el examinador pasa al item siguiente. Se-
gún las razones expuestas en este párrafo, así es como debiera
obrarse.
Pero hay otras razones. Si se concibe el rendimiento como una ma-
nifestación de un estadio de la evolución de la inteligencia y no como
un promedio estadístico, es importante averiguar por qué un sujeto
determinado responde de una manera determinada, aun cuando la
respuesta sea errónea; de hecho, una contestación equivocada puede
ser más reveladora, a largo plazo, que una correcta. Cada cuestión
ofrece al sujeto una oportunidad de responder de manera que revele
la calidad de su pensamiento; el contenido de cada una está determi-
nado por la respuesta del sujeto a las precedentes. (Un «item» del
test de Montreal puede consistir en hacer un «experimento» a la vista
del sujeto — por ejemplo, el problema de los cuerpos flotantes — y
después interrogarle sobre lo que acaba de ver.) Toda la sesión de
test está, por consiguiente, mucho menos rígidamente estructurada
que lo acostumbrado en psicometría.
«Psicometría» significa «medida psicológica», y medida implica
cuantificación. Aludimos a la cuantiñcación de un item de un test
tradicional. Sería posible calcular el nivel de dificultad en la puntua-
ción total, pero en el Stanford - Binet no se hace así; en su lugar cada
item administrado recibe la misma puntuación sin tener en cuenta su
dificultad. Es verdad que los items están dispuestos en orden de difi-
cultad creciente, y que, para cualquier sujeto, fundamentalmente sólo
cuentan aquellos que están situados entre el nivel donde se alcanza
pleno éxito y aquel donde se fracasa por completo. Pero también es
cierto que, dentro de estos límites, se puede compensar el fracaso en
ciertos items de nivel bajo superando otros de nivel alto.
La posibilidad de tales compensaciones acentúa el hecho de que
una «edad mental» calculada a partir del test Stanford - Binet, no es,
en realidad, un verdadero estadio genético cuya existencia dependa del
dominio de las adquisiciones características de todos los estadios pre-
cedentes. En su lugar, la puntuación final consiste meramente en la
suma de items acertados dentro de una serie que generalmente va
creciendo en dificultad.
El puntaje de escala de Montreal puede caracterizarse rápidamen-
te comparándolo con el de Stanford - Binet. Mientras éste permite la
compensación de los fracasos por los logros conseguidos en niveles
más altos, el método de Montreal requiere, normalmente, la clasifica-
ción del sujeto en un estadio de desarrollo mediante un análisis cua-
163
Tabla III. Relaciones entre el test de inteligencia de Montreal
y el de tipo tradicional
Tipo de test
Características
del test
Tradicional Montreal
164
litativo de su rendimiento. Mientras el resultado final de un test Stan-
ford Binet es una puntuación determinada por el número de items
-
165
porque el formato inestructurado del test exige un conocimiento pro-
fundo de la teoría que fundamenta cada pregunta. ¿Quién puede ser
el especialista?
El psicólogo escolar debe ser la persona dispuesta y adiestrada
psicológicamente. En la mayor parte de los casos, la preparación del
psicólogo escolar no incluye excesivos conocimientos acerca de la
teoría o los procedimientos de Piaget; pero el desarrollo de una es-
cala estandardizada de inteligencia de tipo piagetiano podría cambiar
las cosas. De hecho, incluso podría afectar significativamente el ca-
rácter de la Psicología escolar como disciplina profesionar. Reciente-
mente, se ha producido la tendencia a huir del test como función
principal de la profesión, y buscar más implicaciones en el proceso
educativo que discurre dentro de las aulas. El nuevo test podría pre-
cipitar una función de estas dos funciones. El psicólogo escolar de-
biera ser la persona, dentro de la escuela, que conociera más a fondo
cómo piensan los niños, y tendría que introducirse en el aula como
participante, más activo y especializado, en el proceso educativo.
Finalmente, una escala de inteligencia inspirada en Piaget facilita-
ría las investigaciones básicas de cuestiones prácticas. «La psicología
del niño problema», por ejemplo, debiera tener una repercusión in-
mediata en «la educación del niño problema». Es posible que las de-
ficiencias en lectura o escritura puedan atribuirse a la distorsión
de ciertas representaciones fundamentales, o incluso de estructuras
pre - representativas; lo mismo pudiera aplicarse a déficits más gene-
ralizados conocidos como «retraso mental». Convendría idear progra-
mas para niños «dotados» que aprovecharían su talento sin interfe-
rir la armonía e integración del desarrollo «normal». Los consejeros
podrían sacar partido de una clarificación de la naturaleza de las
aptitudes. Y, evidentemente, cualquiera relacionado con la escuela se
beneficiaría de un conocimiento más profundo del pensamiento de
los niños en general.
166
hechos. En términos propios de Piaget, podría considerársela como
una especie de super - esquema preparado para asimilar todo cuanto
es pertinente a él. Un esquema así permite al maestro analizar al niño
en relación con las operaciones que es capaz de realizar en aquel de-
terminado momento y de analizar la tarea de acuerdo con las opera-
ciones necesarias para llevarla a cabo. Podría entonces combinar las
dos cosas de modo que se produjera una discrepancia óptima, lo cual
garantizaría unas motivaciones profundas, una gran actividad y un
cambio máximo en la estructura cognoscitiva. El maestro entregado
puede también esperar otro beneficio que nada tiene que ver con el
éxito de sus intervenciones en el proceso de desarrollo: puede esperar
alcanzarla satisfacción deparada al antropólogo que ha estudiado una
cultura pre - alfabetizada cuando acababa entendiendo cómo piensan
sus gentes.
Sin embargo, las ideas que he presentado con respecto a las apli-
caciones son extremadamente provisionales, por lo que conviene no
pasar por alto sus limitaciones. En lo que queda de este capítulo dis-
cutiré algunas de estas limitaciones e indicaré algunas cuestiones que
todavía están por resolver.
No es difícil encontrar una posible limitación a la aplicación últi-
mamente discutida: es realmente considerable la cantidad de tiempo
que necesita un profesional competente para someter a prueba a un
niño por el método de Montreal. Pinard y Laurendeau informan de
que en su proyecto de estandardización, el tiempo que por término
medio dedicaban a cada individuo era de diez horas.^ El uso rutinario
de los informes aportados por el test para la planificación de las ac-
tividades de clase supondría un obstáculo formidable en la implanta-
ción de las pruebas de Piaget en la escuela. Con todo, el objetivo pri-
mordial perseguido por el proyecto de Montreal era más el de conocer
nuevos datos en tomo a la mente infantil que el desarrollar un ins-
trumento práctico para uso de los educadores. Para este último pro-
pósito, la batería de Montreal resulta excesivamente minuciosa; es
esencial llegar a algún tipo decompromiso entre la flexibilidad y la
riqueza del método clínico por un lado y las exigencias de tiempo y
objetividad por el otro. El enfoque de Montreal no es sino una res-
puesta parcial, si bien se concede una cierta atención al problema,
incluso en Ginebra, donde está en marcha un proyecto de estandardi-
zación bajo la dirección ('de Barbel Inhelder y Vinh Bang.^ En los
países de habla inglesa se han realizado varios intentos para desarro-
llar una escala práctica.** Estos se han visto acogidos con éxito varia-
ble. Una de las demostraciones más convincentes de utilidad prác-
tica es un estudio realizado por Kaufman y Kaufman,*' donde se uti-
lizaban puntuaciones sobre la batería (13 trabajos organizados en
5 testsde operaciones concretas) para predecir los resultados del pri-
167
mer grado (medidos por los tests Vocacionales Stanford). Dicha ba-
tería no exigía más de veinticinco minutos de tiempo de prueba por
niño; la correlación con el criterio era 64 por (comparado con
sí solo
58 para la edad mental Lorge - Thorndike por combinado
sí solo) y 69
con el Lorge - Thorndike. Estos resultados indican que los tests de
Piaget: 1, pueden compararse favorablemente con el de Lorge -Thorn-
dike — «test
de CI» tradicional —
en cuanto a predecir los resultados
escolares según se definen en este estudio, y 2, calibran capacidades
en cierto modo diferentes de las que son objeto del test tradicional.
Debido a que los tests de Piaget calibran unas capacidades mentales
diferentes de las calibradas por los tests de inteligencia convenciona-
les, su mejor utilización será en el aspecto de complementos más que
en de sustitución de los materiales de tipo convencional. Esto es
el
*
lo que apunta la correlación múltiple de 69 de Kaufman y Kaufman;
la nueva Escala Británica de Inteligencia (British Intelligence Scale)*^
los emplea en este sentido y el personal clínico puede hacer indivi-
dualmente los complementos que considere oportunos. Con todo, sub-
siste un dilema para el especialista en psicometría: hay muchas ope-
raciones complejas que no podrá realizar con los resultados de los
tests a menos que tales resultados se reflejen bajo la forma de puntos;
sin embargo, cuanto más se parece a una simple puntuación el resul-
tado de una evaluación piagetina, menos se parecerá a la descripción
de procesos mentales, que era lo que pretendía Piaget.
Ha habido como mínimo un estudio británico** varios estudios
americanos *' que han indicado que las normas de Piaget para el buen
resultado en el campo de las operaciones formales (véase pág. 34)
probablemente no eran válidas para las poblaciones británica y ame-
ricana.** En cada uno de aquellos estudios, la edad indicada por Pia-
get demostró ser excesivamente baja y hubo muchos individuos que
no llegaron a alcanzar el nivel formal a ninguna edad. Karplus y Kar-
plus,*^ por ejemplo, informan de que el razonamiento formal fue uti-
lizado únicamente por un quince por ciento de los estudiantes que
se preparaban para la universidad en los grados 10 a 12 y que el por-
centaje no resultó superior en una muestra de adultos; y McKinnon
y Renner, empleando diferentes tests, encontraron que «casi 'el setenta
y cinco por ciento» de la muestra de estudiantes recién ingresados en
la universidad «eran parcial o totalmente pertenecientes al estadio de
las operaciones concretas en su forma de pensar» y que únicamente
* El hallazgo de Kaufman y Kaufman sobre que los tests de Piaget y Lorge - Thorndike
predicen mejor el nivel que cada uno por si solo es indiscutiblemente la única prueba de
que el primero, aun teniendo mucho en común con los «tests de CI», mide algo que los
tests de tipo convencional no calibran. Otros estudios, entre ellos los que se refieren a la
regresión y al análisis de los factores, llegan a esta misma conclusión.*^
** Los sujetos en que se basan las normas de Piaget procedían «de las mejores escue-
las de Ginebra».** Las desviaciones británica y americana de aquellas normas son escasas
comparadas con las de las sociedades no industrializadas o incluso con las de las clases socio -
económicas bajas de los países occidentales.**
168
una cuarta parte aproximadamente de ellos razonaba uniformemente
de modo que permitiera clasificarlos, con un cierto margen de con-
fianza, entre los «formales».*^
Cualquiera que sea la edad promedio resultante para cada uno de
los grupos designados, es evidente que existirán marcadas diferencias
individuales dentro de cada categoría de edades. Estas diferencias son
previsibles; diferentes individuos pasarán por los varios estadios a di-
ferente ritmo, por lo que no debe sorprender a nadie encontrar que
algunos no alcanzan nunca los niveles más avanzados. Con todo, cuan-
do un sujeto demuestra poseer un razonamiento operacional concreto
en un campo y un razonamiento formal en otro, hay motivos para
inquietarse; ya que, como dice Flavell, en Piaget «el objetivo profe-
sional, mantenido a todo lo largo de su vida, ha sido encontrar...
unos totales estructurales, enormemente abstractos y generales, que
identifiquen normalmente la esencia de la inteligencia organizada a
sus diferentes niveles w.^o En un plano ideal, estos totales estructura-
les («metaestructuras», los llamo yo) deberían ser capaces de asimilar
todo contenido apropiado. Piaget ha reconocido la resistencia de de-
terminadas cuestiones para su asimilación: para referirse al fenóme-
no ha acuñado el término de horizontal décalage. («Décalage» signi-
fica «desacoplamiento» o «desplazamiento». El término «horizontal»
quiere indicar que las aplicaciones sucesivas de una estructura a dife-
rentes cuestiones se producen todas «al mismo nivel» de desarrollo.*
El «décalage» vertical hace referencia a la aplicación de estructuras
a contenidos análogos en niveles de desarrollo sucesivamente supe-
riores, concepción que concuerda con los principios fundamentales de
la teoría.) Sin embargo, el concepto tiene una cualidad ad hoc que
exige una más amplia explicación. Piaget se ha ocupado últimamente
del problema y ha apuntado que «todos los sujetos normales» se hacen
capaces de operaciones formales en un momento situado entre los
once y los veinte ^ños, pero que esto se produce «en diferentes cam-
pos, de acuerdo con sus aptitudes y sus especializaciones profesiona-
les (estudios avanzados o diferentes tipos de aprendizaje para diver-
sos trabajos de carácter comercial)... »,5' si bien no ha demostrado de
una manera precisa cómo deriva el concepto de desacoplamiento ho-
rizontal de su teoría general.
Esta es una cuestión teórica. Cuando Piaget pasa de la pura teoría
a las cuestiones prácticas de clase, parece suscribir a veces lo que yo
he llamado modelo de «recapitulación» del aprendizaje escolar. El
maestro «podría empezar haciendo operar directamente al niño con
entidades físicas, haciéndole pasar después a anticipaciones cognos-
169
citivas y a retrospecciones de operaciones no realizadas verdadera-
mente en aquel momento, y así sucesivamente, hasta que las acciones
originariamente externas pueden realizarse internamente y con com-
pleta autonomía del medio ambiente».'^ Aun cuando ésta sea una des-
cripción válida de la serie de adquisiciones ocurridas durante un pe-
ríodo de tiempo que abarca desde el período sensomotor al Período de
las Operaciones Concretas, puede no representar una secuencia nece-
saria para cada nueva adquisición del contenido dentro del Período
de Operaciones Concretas o más allá del mismo. En el caso extremo,
el modelo de recapitulación exigiría que un estudiante universitario
de física comenzase su estudio de mecánica, por ejemplo, a nivel sen-
somotor, prosiguiese a lo largo de los niveles preoperacional y de ope-
raciones concretas y sólo entonces estuviera en condiciones de enfren-
tarse con el material a nivel formal. Este sería un procedimiento su-
mamente ineíicaz para enseñar física, es decir, a menos que las fases
preliminares estuvieran muy abreviadas. Es posible que el estudiante
evolucionado asimile en un instante la información de tipo sensomo-
tor, sin necesidad de manipular realmente los materiales y por su-
puesto que uno de los rasgos sobresalientes del pensamiento formal
es que consiste en operaciones formales sobre operaciones concretas.
En cualquier caso, el alumno poco evolucionado debería acomodarse
a la plasmación de la sugerencia de Plaget exactamente como viene
hecha.
Una vez se ha producido una supuesta experiencia en el campo del
aprendizaje, ¿cómo se sabe si ha dado resultado? Últimamente, debido
a la propagación de teorías simplistas del aprendizaje y a razones
demográficas y políticas, se ha puesto de moda entre los miembros
de las legislaturas estatales hablar con gran acento de convicción
sobre la «contabilidad» de la educación. Los educadores han descrito
diferentes tipos de contabilidad,^^ pero generalmente los políticos
tienen una sola en la cabeza cuando se sirven de término. En su opi-
nión, la educación debería consistir en un fondo de objetivos deta-
llados dentro del marco de la conducta, seguido por una demostra-
ción que reflejase que dichos objetivos se habían alcanzado. No cabe
duda de que esta postura está rodeada de un prestigio que apela al
sentido común, si bien los educadores que se han visto influidos por
la teoría de Piaget creen que se trata de algo incompleto, que tanto
en este fondo como en las fases de evaluación es probable se ignoren
importantes resultados y, de hecho, que estos mismos importantes
resultados es improbable incluso que ocurran como resultado de este
procedimiento. Como decíamos anteriormente, es un hecho que la
organización cognoscitiva es una inferencia de la conducta. No obs-
tante, la dificultad surge cuando se hacen intentos para especificar,
por adelantado y con gran detalle, qué será exactamente aquella con-
170
ducta. Es indudable que no deberían tacharse a priori de inadecua-
dos tales intentos, pero por desgracia, la misma constitución de tal
intento tiende a inclinar al educador contra aquellos resultados que
resultan difíciles de describir. ¿Cómo se describirá el hecho de «te-
ner ideas maravillosas»? ^'^
Y lo que es más importante, ¿cómo se
fomentará la proliferación de ideas si la preocupación primordial de
uno consiste en demostrar la conformidad de cada niño con un con-
junto de objetivos establecidos de antemano? El maestro de la es-
cuela de Piaget, si tiene vocación, posiblemente no sea tan «cuantifi-
cable» como muchos quisieran.
Por otra parte, hemos de reconocer que en la vida de un niño hay
muchas ocasiones para un género de aprendizaje que no contribuye
de manera directa al desarrollo de la inteligencia operacional. Los
niños aprenden muy pronto, por ejemplo, «a respetar los derechos
de los demás». La mayor parte de niños del parvulario no respetan
nunca los derechos de los demás porque, en realidad, son incapaces
de adoptar un punto de vista que no sea el propio. Pero pueden ser
condicionados para discriminar determinados estímulos de los de-
más, para diferenciar ciertas respuestas de los demás y para organizar
todas estas discriminaciones y diferenciaciones en esquemas que se
asemejen de manera superñcial a un respeto por los derechos de los
demás. Por lo que toca a la administración eñcaz de grupos de niños,
en casa o en la escuela, esto puede ser suficiente o, a lo menos, de al-
guna ayuda. Y lo mismo ocurre con otras muchas adquisiciones. Po-
siblemente Piaget no se ocupa especialmente de ellas, pero esto no
quiere decir que el padre o el maestro conscientes no deban preocu-
parse por ellas.
Incluso en campos restringidos estrictamente al aprendizaje aca-
démico, se han criticado por ineficaces los procedimientos inspirados
en Piaget. Estas argumentaciones son particularmente pertinentes
cuando se refieren a la educación a niveles superiores. (Véanse mis
comentarios anteriores sobre la «recapitulación»). Ausubel ha pedido
una distinción entre aprendizaje de «recepción» y aprendizaje de «des-
cubrimiento», es decir, entre: 1, «la adquisición a largo plazo y reten-
ción de unos cuerpos estables, organizados y extensivos de conoci-
miento significativo y generalizable», y 2, «el aumento de la capacidad
para servirse de este conocimiento en la solución de problemas par-
ticulares, entre ellos aquellos problemas que, una vez resueltos, au-
mentan el caudal originario de conocimientos en poder del alumno».''
Señala que, aun cuando ambos puedan superponerse, son distingui-
bles, y afirma incluso que «la derivación inductiva de conceptos y ge-
neralizaciones de diferentes ejemplos es... únicamente un rasgo no-
table de la captación del concepto en el curso de la infancia...r>.^ Pro-
sigue para decir que la adquisición de conocimientos supone un ob-
171
jetivo legítimo por derecho propio y que el objetivo del segundo tipo
de aprendizaje consiste generalmente en «facilitar la vida diaria y la
toma de decisiones, no para descubrir conocimientos que son de im-
portancia general suficiente para merecer la incorporación permanen-
te en la estructura cognoscitiva»." De estar Ausubel en lo cierto, el
enfoque de Kamii resulta apropiado en el parvulario y en los grados
primarios pero progresivamente inapropiado a partir de entonces,
puesto que indudablemente exigiría una enorme cantidad de tiempo
«descubrir» la gran cantidad de «conocimientos estables, organiza-
dos..., significativos, generalizables» que debe adquirir todo aquél que
aspire a poseer una educación de carácter general. Es interesante
observar en este sentido que, en el método de «indagación» de Ren-
ner, el maestro arregla las discrepancias que, es de esperar, conduz-
can al conflicto cognoscitivo y a la equilibración de nuevas estructu-
ras; pero él (el maestro) no se priva de intervenir en los momentos
críticos con «inventos» previamente preparados. Resulta difícil de-
rivar este procedimiento de la teoría de Piaget y parece más bien, en
cambio, representar una incorporación de la perspectiva de Ausubel
a un método de enseñanza esencialmente piagetiano. Es una incorpo-
ración de una orientación de diferentes tipos y alcances (si bien éstos
son siempre reducidos en comparación con los encontrados en los
enfoques tradicionales).
Esta incorporación imprime escasa violencia a la teoría, en mi
opinión, si el tipo de orientación debiera variar con el nivel de desa-
rrollo del alumno. Podría pasar del aspecto sensomotor (es decir, in-
ducir a un niño a realizar un acto que exige una particular habilidad)
al operacional concreto (pidiéndole que predijera los resultados de
transformaciones limitadas efectuadas por él mismo) y al operacional
formal (solicitándole una exposición de todas las posibilidades rela-
cionadas con el hecho en cuestión). Si hay que tomar en serio la críti-
ca de Ausubel, el alcance de la orientación podría variar con el nivel
de desarrollo y de dificultad de la tarea (de modo que, en los niveles
superiores podrían incluirse también indicaciones y pistas e incluso
síntesis perfectamente desarrolladas). Advierte Piaget que el maestro
debe, a todos los niveles, tener conciencia del «verbalismo», proeza
lingüística a cargo del estudiante que quiere dar la falsa impresión
de facilidad operacional. Las referencias conceptuales de una determi-
nada expresión lingüística pueden ser totalmente diferentes en un
niño que en su maestro.
Esta última observación es típica de la actitud de Piaget frente
al lenguaje. Los educadores clasifican a veces los efectos de la educa-
ción en dos categorías muy amplias: 1, razonamiento físico y cuan-
titativo, y 2, lenguaje y procesos asociativos. La influencia de Piaget
ha quedado marcadamente confinada a la primera. En mi opinión, la
172
razón se encuentra en la teoría, que a veces considera el lenguaje me-
ramente como un epifenómeno. Si se modifica la teoría (como debe
hacerse con toda teoría viable), la forma en que la teoría se refiere
al lenguaje puede ser un aspecto a experimentar modificación, puesto
que a mí me parece que el lenguaje puede ser tanto un aparato para
el despliegue de atención como un mecanismo para la eficiente co-
dificación de la información. Además, pese a que el lenguaje puede
fioncionar a menudo al servicio de la inteligencia operacional, sospe-
cho que a veces constituye parte integrante de esta inteligencia. Pia-
get ha reconocido la importancia del lenguaje, especialmente en lo
tocante a operaciones formales; si bien este reconocimiento lo ha sido
más a la manera de admisión a regañadientes que a la de triunfante
afirmación y esta supuesta renuencia probablemente habrá influido
en aquellos de sus discípulos que han tratado de aplicar su teoría a
la educación. Añádase esto a la dependencia de unos modelos lógico -
matemáticos para representar las operaciones intelectuales y se ten-
drá una formidable barrera para la aplicación de la teoría fuera de
la ciencia y de las matemáticas, cuando menos a niveles superiores.
La última crítica que expondré aquí es fruto de mis reflexiones en
torno a la teoría de la educación de Piaget, aun cuando se les haya
ocurrido también independientemente a otros. Se trata de una pro-
posición que ataca a esta relación en lo más vivo: «Con respecto a los
cambios en el desarrollo de que se ocupa la teoría de Piaget:
173
mental y vemos una vez más que su actitud es esencialmente negativa.
Llama a la aceleración «la cuestión americana», dando claramente a
entender con ello que, para él, esto no supone ningún problema. A la
pregunta: «¿Se pueden acelerar los estadios del desarrollo?», la res-
puesta de Piaget es que probablemente puede hacerse, pero que no es
seguro que se consiga. A este respecto presenta una «hipótesis» que,
él mismo lo admite, de momento no es capaz de probar: hay un mo-
mento óptimo para la organización de las operaciones.* Después pro-
sigue para comparar el desarrollo de la permanencia del objeto en un
niño de pañales con este mismo desarrollo en un gatito. El niño y el
gato pasan por los mismos estadios, pero lo que en el niño exige entre
nueve y doce meses se realiza en el gato en tres. Sin embargo, ¿supone
esto una ventaja en favor del gato? Piaget dice que no, que este tiem-
po de más no es tiempo perdido, puesto que el niño seguirá desarro-
llándose una vez el gato se ha detenido ya. Hay un momento óptimo,
pero lo óptimo no es lo mínimo.
Nada de todo esto deriva claramente de la teoría y, según Piaget,
el momento óptimo para un niño determinado en un estadio deter-
minado sigue siendo un interrogante no resuelto, sobre el que es pre-
ciso trabajar mucho para resolverlo.^ Entretanto, corresponde a los
maestros hacer cuanto esté en su mano para ofrecer a cada niño
aquel ambiente que promueva al máximo las posibilidades de pasar
por aquellas experiencias que le son asequibles en su nivel de desa-
rrollo. Los maestros pueden seguir adelante confiando en que cuando
un niño está en condiciones de pasar por una experiencia de nivel su-
perior, la tendrá sin que nadie lo empuje.
Así pues, el conocido pesimismo de Piaget se reduce a su con-
vicción de que el objetivo básico en la intervención debería ser un
desarrollo máximo y que la aceleración puede no ser el mejor enfoque
para la consecución de dicho objetivo. Resulta también significativo
que su afirmación empiece («de momento no es capaz de probar») y
termine («es preciso trabajar mucho para resolverlo») con un llama-
miento a la intensificación de las investigaciones.
La intensificación de las investigaciones todavía no ha aportado
una respuesta directa a la pregunta: «¿Qué tipo de intervención, de
existir alguno, promueve un desarrollo máximo?». Los estudios ex-
perimentales han demostrado: 1, que, por lo menos en el caso de ni-
ños pequeños, «explicar» métodos da como fruto unos resultados rá-
pidos pero superficiales, y 2, que los métodos basados en la teoría
del equilibrio (véase el apartado sobre Enseñanza: principios, en este
capítulo) producen unos cambios limitados pero fundamentales y du-
raderos en determinadas condiciones. El requisito previo para cada
* Sigue diciendo que eltiemiX) empleado para «incubar una idea», para «irla rodeando
en círculos», hace la idea «más estable y fructífera a la larga».^»
174
alumno es la consecución de un estadio de desarrollo muy próximo a
aquel al que se dirigen la secuencia de la enseñanza y el procedimien-
to de evaluación. Si un estudiante se encuentra ya en el período de
transición entre el preoperacional y el de operaciones concretas, por
ejemplo, una discreta intervención lo afianzará en el último, pero si,
antes de producirse la intervención, está situado en los comienzos
del preoperacional, esta misma intervención no será eficaz. (Véanse
las primeras consideraciones en torno a la «integración secuencial» y a
la «discrepancia óptima»). Si la intervención tiene lugar durante la
etapa de transición, el niño no sólo responderá «correctamente» (es
decir, dará una respuesta de «conservación»: «Son iguales»), sino
que explicará cómo ha llegado a esta conclusión, la trasladará a pro-
blemas diferentes del mismo tipo y resistirá todos cuantos esfuerzos
se hagan para engañarle (como, por ejemplo, cuando el experimenta-
dor retira subrepticiamente material de uno de los objetos o con-
juntos de objetos en un experimento de conservación).*' Puesto que
no era capaz de cubrir estos criterios antes de que pcurriera la inter-
vención, queda demostrado que ésta puede ser un agente de cambio.
Esta demostración experimental es fruto de estudios de interven-
ciones extremadamente limitadas en cuanto al tiempo y al espacio:
días, horas o incluso minutos, generalmente centrados en una tarea
única. Surge naturalmente una cuestión referente al posible efecto de
intervenciones más amplias durante períodos de tiempo más prolon-
gados. Se carece de estudios longitudinales concienzudos, si bien
existe un cuerpo de evidencia concerniente a una cuestión relacionada
con ésta muy de cerca: «¿Cuál es el efecto de una cultura sobre el
desarrollo de la inteligencia operacional?». Parece que la respuesta
es que, si las diferencias que se observan en los resultados de los
tests entre gentes pertenecientes a diferentes culturas son atribuibles
a diferencias culturales, el efecto debe ser de importancia sustancial.
Existen muchos azares en los estudios de comparación de culturas,
pero uno de los peores —
el frecuente cambio de tests de un estudio
175
to formal en las culturas por ellos estudiadas/ En relación con las
operaciones formales, Dasen comenta que, pese a existir escasísimos
estudios que confirmen una conclusión inequívoca al respecto, parece
ser que ciertas culturas no fomentan el pensamiento formal. Con res-
pecto a las operaciones concretas, llega a la conclusión de que:
«...en todas las culturas estudiadas hasta ahora, algunos individuos
o todos ellos alcanzan el estadio de las operaciones concretas, aunque
generalmente a una edad más tardía que los europeos de clase media.
No obstante, el hecho de que algunos individuos, incluso en la edad
adulta, sigan presentando un tipo de razonamiento preoperacional y
que se den algunas diferencias cualitativas, indica que los factores
ambientales pueden ser más importantes de lo que Piaget parecía su-
poner en sus primeros escritos».*^
Por otro lado, los estudios de comparación de culturas revelan una
relación más marcada entre el pensamiento lógico y el contacto con
la cultura urbana occidental que entre el pensamiento lógico y la
escuela tradicional.'" Es posible que el pensamiento lógico sea más fun-
cional en las sociedades industrializadas que en .otras y que «el con-
tacto con la cultura urbana occidental» envuelva en cierto modo a los
niños en las empresas de aquellas sociedades industrializadas.
De ser esto cierto, la función primordial de la escuela podría ser
la de depurar y profudizar este contacto.
los Estados Unidos, el desarrollo es más lento en las clases inferiores que en la población
en general.
176
NOTAS
1. Constance K. Kamii y Rheta DeVries, «Piaget for Early Education», en R. K. Parker
(ed.) in Action, 2.» ed. (Boston, Allyn & Bacon). En prensa.
The Preschool
2.En L. Kohlberg y Phillip Whitten, «Understanding the Hidden Curriculum», se da una
descripción muy concisa de los estadios de Kohlberg (Learning. diciembre, 1972). Para estu-
dios más profundos, léanse algunas de las otras publicaciones de Kohlberg enumeradas en
la bibliografía del presente libro.
3. Jean Piaget, citado por Eleanor Duckworth, «Piaget Rediscovered», en R. E. Ripple y
V. N. Rockcastle (eds.), Piaget Rediscovered, sección del Journal of Research in Science
Teaching, vol. 2, 1964.
4. Ruth Moss, «Child's Play: PPiaget's Way to Knowledge», Chicago Tribune. jueves, 3 de
enero de 1974.
5. Marianne Denis - Prinzhom, Constance Kamii y Pierre Mounoud, «Pedagogical Applica-
tions of Piaget's Theory», People Watching. vol. 1, 1972, pág. 69.
6. Constance K. Kamii, «Evaluation of Learning in Preschool Education: Socio - emocio-
nal, Perceptual - motor, and Cognitive Development», en Benjamín J. Bloom, Thomas Mastines,
and George Madaus, Handbook on Formative and Summative Evaluation of. Student Learmnit
(Nueva York, McGraw - Hill Book Co.), 1971.
7. Constance K. Kamii y Rheta DeVries, «Piaget for Early Education», en R. K. Parker,
The Preschool in Action (Nueva York, Allvn & Bacon).
8. El término fue acuñado por L. Kohlberg y R. Mayer en «Development as the Aim of
Education». Harvard Educational Review, 1972, vol. 42, págs. 449-498.
9. Kamii y DeVries, «Piaget for Early Education».
10. Ibid.
11. Ibid.
12. Jean Piaget, Science of Education and the Psychology of the Child, trad. Derek Colt-
man (Nueva York, Orion), 1970.
13. Jerome S. Bruner, «Nature and Uses of Immaturity», American Psychologist, vol. 27,
págs. 7-9.
14. Kamii y DeVries, «Piaget for Early Education».
15. Ibid.
16. Ibid.
17. Ibid.
18. Ibid.
19. Ibid.
20. Ibid.
21. Ibid.
22. Ibid.
23. Ibid.
24. Ibid.
John W. Renner, Don G. Stafford, William J. Coffia, Donald H. Kellogg y M. C. Weber,
25.
«An Evaluation of the Science Curriculum Improvement Study», Science and Mathematics.
abril 1973, pág. 313.
26. Compárese las págs. 32-34 con las págs. 106-121 de John W. Renner y Don G. Stafford,
Teaching Science in the Secondary Schools (Nueva York, Harper and Row), 1972.
27. Ibid., págs. 107-112.
28. Ibid.. págs. 114-116.
29. Ibid.. pág. 116.
30. Ibid., págs. 142 y sig. y 147 y sig.
31. Ibid., págs. 147 y sig.
32. Ibid., pág. 149.
33. Ibid.
34. Ibid.. pág. 150.
35.Joe W. McKinnon y John W. Renner, «Are Colleges Concerned with Intellectual De-
velopment?», American Journal of Physics, vol. 39, págs. 1047-1052; John W. Renner y Don
G. Stafford, Teaching Science in the Secondary Schools, Apéndice A, págs. 291 y sig.; John W.
Renner y Antón E. Lawson, «Promoting Intellectual Development Through Science Teaching».
The Physics Teacher. vol. 11, págs. 273-276.
36. Elizabeth F. Karplus y Robert Karplus, «Intellectual Development Beyond Elemen-
mentary School. I. Deductive Logic», School Science and Mathematics, mayo 1970, págs. 398-
406; Robert Karplus y Rita W. Peterson, «Intellectual Development Beyond Elementary School.
II. Ratio - A Survey». School Science and Mathematics, diciembre 1970, págs. 813-820; Robert
Karplusy y Elizabeth F. Karplus, «Intellectual Development Beyond Elementarv School. III.
Ratio - A Longitudinal Study», School Science and Mathematics, noviembre 1972, págs. 735-
742; Lawrence Kohlberg y Carol Gilligan, «The Adolescent as a Philosopher - The Discovery of
the Self in a Postconventional World», Dadalus, 1971, págs. 1051-1084; Kenneth Lovell, «Some
Problems Associated With Formal Thought and its Assessment», en Donald Ross Green, Mar-
guerite P. Ford y George B. Flamer (eds.), Measurement and Piaget, Proceedings of the
CIB / McGraw - Hill Conterence on Ordinal Scales of Cognitive Development (Nueva York,
McGraw - Hill Book Co.), 1971; R. P. Tisher, «A Piagetian Questionnaire Applied to Pupils m
a Secondary School», Child Development, vol. 42, 1971, págs. 1633-1636.
37. Monique Laurendeau y Adrien Pinard, Casual Thinking in the Child: a Genetic and
Experimental Approach (Nueva York, International Universities Press), 1962; Adrien Pinard
y Monique Laurendeau, «A Scale of Mental Development Based on the Theory of Piaget»,
Journal of Research in Science Teaching, vol. 2, 1964, págs. 253-260; Monique Laurendeau y
Adrien Pinard, The Development of the Concept of Space in the Child (Nueva York, Interna-
tional Universities Press). 1970.
38. Pinard y Laurendeau, «A Scale of Mental Development Based on the Theory of Pia-
get», pág. 257.
177
12
39. Comunicación personal del Profesor Pinard, 3Ü de enero de 1974.
40. M. L. Goldschmid y P. M. Bentler, «The Dimcnsions and Measurement o£ Conserva-
tion», Child Development, 1968, vol. 39, págs. 787-802; A. S. Kaufman, «Piaget and Gesell - A
Psychometric Analysis of Tests Built From Their Tasks», Child Development, vol, 2, 1971,
pags. 1341-1360; £. A. Lunzer, «Construction of a Standardized Battery of Piagetian Tests to
Assess the Development of Effective Intelljgence», Research in Education, vol. 3, 1970, págs. 53-
72; Read D. Tuddenham, «Theoretical Regularilies and Individual Idiosyncrasies», en Donald
Ross Green, Marguerite P. Ford y George B. Flamer (eds.), Measurement and Piaget, Pro-
ceedings of the CTB / McGraw - Hill Coníerence on Ordinal Scales of Cognitive Development
(Nueva York, McGraw - HiU Book Co.), 1971, págs. 64-80.
41. A. S. Kaufman y N. L. Kaufman, «Tests Built From Piaget's and Gesell's Tasks as
Predictors of First - grade Achievement», Child Development, vol. 43, 1972, págs. 521-535.
42. W. Warburton, «The British Intelligence Scale», en W. B. Dockrell (ed.), On Intelli-
F.
gence, The Toronto Symposium on Intelligence (Londres, Methuen), 1969.
43. Lawrence Kohlberg y Rheu DeVries, «Relations Between Piaget and Psychometric As-
sessments of Intelligence». Trabajo presentado en la Conference on the Natural Curriculum
of the Child, Urbana, Illinois, 1969; W. Beth Stephens, C. K. Miller y J. A. McLaughlin, The
Development of Reasoning, Moral Judgment, ana Moral Conduct in Retárdales and Normáis.
Informe sobre el Proyecto n." RD-2382P. Philadelphia, Pennsylvania, Temple Univ., mayo 1969;
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Philadelphia, Pennsylvania, Temple Univ., 1971; C. E. Meyers y R. E. Orpet, «Ability Factor
Location ot some Piagetian Tasks at 5,5 Years», Proceedmgs of the 79th Annual Convention
of the American Psycftological Association, 1971; W. Beth Stephens, C. K. Miller y J. A. Mc-
Laughlin, «Factorial Structure of Selected Psycho - educational Measures and Piagetian Rea-
soning Assessments», Developmental Psychology, vols. 6, 1972; Walter E. Hathaway, Armeke
Hathaway - Theunissen, The Unique Contributions of Piagetian Measurement to Diagnosis,
Prognosis, and Research of Children's Mental Development. Cuarta conferencia anual sobre
Piaget y Profesiones colaboradoras. Los Angeles, Calif., 15 de febrero de 1974.
44. K. Lovell e I. B. Butterworth, «Abilities Underlying the Understanding of Proportio-
nality», Mathematics Teachtng, vol. 37, 1966, págs. 5-9.
45. E. D. Dulit, «Adolescent Thinking a la Piaget - The Formal Stage», Journal of Youth
and Adolescence, vol. 1, 1972; Elizabeth F. Friot, «The Relationship Between the Inquiry Tea-
ching Approach and Intellectual Development», disertación de Ph. D., Universidad de Okla-
homa, 19/0; Karplus y Karplus, «Intellectual Development Beyond the Elementary School.
I: Deductive Logic», págs. 398-406; Karplus y Peterson, «Intellectual Development Beyond the
Elementary School. II: Ratio - A Survey», págs. 813-820; McKinnon y Renner, «Are Colleges
Concerned with Intellectual Development?», págs. 1047-1052; R. J. Ross, «Some Empirical
Parameters ot Formal Thinking», Journal of Youth and Adolescence, vol. 2, 1973, págs. 167-177.
46. Friot, «The Relationship Between the Inquiry Teaching Approach and Intellectual
Development», pág. 402.
47. Karplus y Peterson, «Intellectual Development Beyond the Elementary Schol. II. Ratio -
A Survey», págs. 1048-1049.
48. Jean Piaget, «Intellectual Evolution from Adolescence to Adulthood», Human Deve-
lopment, vol. 15, 1972, pág. 6.
49. Pierre R. Dasen, «Cross - cultural Piagetian Research - A Summary», Journal of Cross •
cultural Psychology, vol. 3, 1972, págs. 23-39.
50. John H. Flavell, The Developmental Psychology of Jean Piaget (Nueva York, Van
Nostrand Co., Inc.), 1963, pág. 21.
51. Ibid., págs. 9-10.
52. Jbid., págs. 368-369.
Norman E. Gronlund, Determining Accountability for Classroom Instruction (Nueva
53.
York, Macmillan), 1974.
54. La frase fue acuñada por Eleanor Duckworth, «The Having of Wonderful Ideas»,
Harvard Educational Review, vol. 42, 1972.
55. David P. Ausubel, «Reception versus Discovery Leaming in Classroom Instruction»,
Educational Theory, vol. 2, 1961, págs. 21-24.
56. Ibid.
57. Ibid.
Conferencia no publicada, dada en la Universidad de Nueva York, 21 de marzo de 1967.
58.
Mis fuentes son unas notas a máquina en inglés, cedidas gracias a la amabilidad personal del
Dr. Frank G. Jennings. El Dr. Jennings no alega ninguna precisión y Piaget no na aprobado
la traducción.
59. De la misma conferencia; misma fuente.
60. De la misma conferencia; misma fuente.
61. Un análisis especialmenteiluminador de los efectos de la intervención puede encon-
trarse en Siegfried E. En^lemann, «Does the Piagetian Approach Imply Instruction?» y en
Constance K. Kamii y Louise Derman, «The Englemann Approach to Teaching Logical Thin-
king - Findings from the Administration of some Piagetian Tasks», en Donald Ross Green.
Marguerite P. Ford y George B. Flamer, Measurement and Piaget (Nueva York, McGraw - Hill
Book Co.), 1971.
Jacqueline J. Goodnow, «Problems in Research on Culture and Thought», en David
62.
Elkind y John L. Flavell (eds.), Studies in Cognitive Development - Essays in Honor of Jean
Piaget (Nueva York, Oxford Univ. Press), 1969, págs. 439-462.
63. Dasen, «Cross - cultural Piagetian Research - A Summary», págs. 23-40.
64. Ibid.. págs. 23-40.
65. Ibid., pág. 35.
178
bibliografía
179
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Some Aspects of PiageCs Theory. New York: Teachers College Press, 1966.
Alpert, D., and D. L. Bitzer. "Advances in Computer-based Education,"
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200
Obras de Jean Piaget en versión castellana
(orden alfabético)
201
Índice
I. Introducción 17
Piaget y sus métodos 19
Relación con la psicología americana 21
Perspectiva evolucionista 23
Bibliografía 179
Bibliografía recomendada por el autor 179
Bibliografía original de lean Piaget 196
Obras de Jean Piaget en versión castellana 201
)s orígenes
ELINTELECTO
IGUN PIAGET