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Enclave filosófico de Ricoeur tal como él se presenta hacia finales de los años ‘80
mundo. De ahí que vimos que en “La tarea de la hermenéutica desde Schleiermacher y
desde Dilthey…” inscribía a Heidegger y a Gadamer en la etapa de ontologización de la
hermenéutica. Acá dice que en vistas a esta ontologización, la reducción husserliana
pasaría a ser entonces un gesto secundario porque implica un distanciamiento que, como
tal, presupone la pertenencia previa al mundo. El aspecto “negativo” de esta inversión
sería la idea de finitud (en lenguaje heideggeriano), y el positivo, la consecuencia
epistemológica de liberarse del idealismo husserliano. Las consecuencias filosóficas de
la inversión que habría producido la hermenéutica en la fenomenología traerían como
consecuencia epistemológica que la comprensión de sí esté mediatizada por signos,
símbolos y textos:
imagen formada dentro del telescopio es, en verdad, sólo parcial; depende
del lugar de observación; pero con todo es objetiva, en la medida en que
puede servir a varios observadores. Podría incluso disponerse de modo que
pudieran utilizarla varios simultáneamente. Pero, de las imágenes retinianas,
cada uno tendría la suya. (pp. 57-58).
visto por Ricoeur como un “cogito herido” que, como tal, sólo puede comprenderse por
la vía indirecta, por la “vía larga” o del rodeo, es decir por la vía de la interpretación
que en el primer período hermenéutico Ricoeur liga a la interpretación de los
“símbolos”. En su Autobiografía intelectual, FCE, 2003, él mismo dice que en estos
años, su hermenéutica
Ahora bien, este excedente de sentido característico del símbolo nacido como
“residuo” de la significación literal explica que se apele a la teoría de la metáfora como
instancia de clarificación del fenómeno simbólico. Dice al respecto en “La metáfora y el
símbolo”, compilado en Teoría de la interpretación:
1
Según Ricoeur, “Lo que sucede en el enunciado metafórico [...] es comparable con lo que Gilbert Ryle
llama category mistake [...] y que consiste en presentar los hechos de una categoría en los idiomas
apropiados para otra [...] Uno se halla tentado de decir que la metáfora es una equivocación categorial
controlada”, Ricoeur, Paul, La metáfora viva (tr. Graziella Baravalle), Buenos Aires, Ediciones
Megápolis, 1977, p. 296.
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enseña que la frase metafórica adquiere el sentido metafórico sobre las ruinas del
sentido literal.
Quinto, 5º), para empezar a confirmar el carácter metafórico del enunciado se
vuelve necesario hacer surgir de ese “no es” del lenguaje literal, el “es como”, es decir,
la comparación, la semejanza o la analogía. De ahí que nos quedaría, retomando los
ejemplos, “El anochecer es como sombra de reloj”, “La naturaleza es como un templo
de columnas vivientes” y “El tiempo es como un mendigo”.
Ahora bien, sexto, 6º), este “es como” de la comparación, nacido del “no es” del
lenguaje literal o descriptivo, apunta a trazar una suerte de semejanza o analogía entre el
sujeto y el predicado lo que nos podría llevar a pensar que toda metáfora podría ser
sustituida por el lenguaje literal y, en ese sentido, que toda metáfora podría
parafrasearse sin pérdida alguna en lenguaje literal o descriptivo. Frente a esta “teoría
sustitutiva” para la cual las metáforas pueden parafrasearse sin pérdida semántica
mediante enunciados literales o descriptivos, teoría sustitutiva a la que adhiere, por
ejemplo, Aristóteles, el problema que surge, para Ricoeur, es que el enunciado
metafórico se desplaza o se reduce al lenguaje literal restando valor cognoscitivo o
gnoseológico a las metáforas qua metáforas.
De aquí, séptimo, 7º) que en lugar de adherir a la “teoría sustitutiva” de la
metáfora que, insisto, se remonta a Aristóteles, Ricoeur se incline por lo que se entiende
como la “teoría interactiva” o la “teoría de la tensión” que, dicho grosso modo,
consistiría en que en la metáfora, su aspecto no-verbal o icónico, prevalece sobre su
aspecto puramente verbal. Es decir, el valor cognoscitivo o gnoseológico de la metáfora
consistiría en que engendra una “imagen” que no puede ser traducida exactamente al, y
mucho menos agotada por, el lenguaje literal o descriptivo. Dicho de otro modo, frente
al fenómeno metafórico, “la paráfrasis es infinita e incapaz de agotar el sentido
innovador” de la metáfora, dice Ricoeur. De aquí que junto a Gastón Bachelard
sostenga que la imagen metafórica, poética, se convierte en un “nuevo ser del lenguaje”,
la expresión metafórica, entonces, crearía un “nuevo ser”, entendiendo por “nuevo ser”
una ampliación icónica de nuestro mundo cotidiano empobrecido.
Ahora bien, al hablar de un “nuevo ser”, ¿TRASPASAMOS O NO
TRASPASAMOS EL NIVEL INMANENTE DEL DISCURSO EN EL QUE
TODAVÍA SE ENCONTRABA EL “SENTIDO” EN DIRECCIÓN A “ALGO”
EXTRALINGÜISTICO QUE SERÁ LO QUE FREGE LLAMABA LA
“REFERENCIA” ENTENDIDA ACÁ COMO ESE “NUEVO SER”?
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Toda su empresa, entonces, se dirigirá contra este positivismo lógico para el que
el lenguaje poético en general, y el discurso metafórico en particular, sólo tiene una
función expresiva, emotiva o connotativa, sólo posee una fuerza “centrípeta”
(“interna”). Frente a esta posición, Ricoeur aboga por dotar a la metáfora de una fuerza
también “centrífuga” (“externa”) porque nos llevaría “fuera” de la inmanencia del
discurso, a una dimensión extralingüística, a la dimensión “referencial” o “denotativa”
del discurso. Y entonces hace extensivo a nivel de la referencia o denotación
extralingüísticas de la metáfora lo que dijo en el plano de sentido. Dice al respecto:
Así como el sentido literal tiene que ser abandonado para que el sentido
metafórico pueda emerger, la referencia literal debe desplomarse para que la
ficción heurística pueda llevar a cabo su redescripción de la realidad (p. 81).
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Este “es” metafórico (identidad entre sujeto y predicado), encierra, en lenguaje literal un
“no es”.
En lenguaje literal o descriptivo:
“El tiempo ‘no es’ un mendido”
Ahora bien, el “no es” literal (diferencia entre sujeto y predicado), encierra, a su vez una
semejanza, una comparación o una analogía entre sujeto y predicado.
En lenguaje literal o descriptivo:
“El tiempo ‘es como’ un mendigo”
segundo sentido, el sentido metafórico. O sea que a nivel del sentido, el enunciado
metafórico crea sentido a partir del no-sentido, o aún del sinsentido, literal.
Segundo, 2º), vimos que esta tensión traspasaba el plano del sentido, inmanente
al discurso, en dirección a la referencia o a la denotación extralingüística.
Lo que estaba en juego en el plano del sentido, inmanente al discurso, era la
“función relacional” de la cópula, es decir, del verbo “ser”, tal como anticipé. ¿POR
QUÉ HABLO, O MEJOR, POR QUÉ RICOEUR HABLA DE UNA FUNCIÓN
RELACIONAL?
Función “relacional” porque para que emergiera el sentido metafórico, el “es”
(la cópula) del enunciado metafórico establecía una nueva relación entre el predicado y
el sujeto de la frase metafórica, una relación tal que vimos encerraba en el “es”
metafórico [identidad] un “no es” [diferencia] y un “es como” (o juego de la semejanza
o de la comparación) [analogía], tomando como referencia el lenguaje literal.
Ahora bien, tercero, 3º) lo que añade aquí, es que la cópula, el verbo “ser”, no se
agotaría en esa función meramente “relacional” entre sujeto y predicado, sino que
habría que concederle también a la cópula, como también anticipé, al “es”, una función
existencial. Es decir, al tiempo que vimos al sentido metafórico construirse sobre sobre
las ruinas del sentido literal, la referencia metafórica apuntaba a una segunda “realidad”,
a una “realidad” tal que ya no le va, ya no se le puede aplicar, la “verdad-verificación”
del positivismo lógico. Una “realidad” que queda, pues, ligada a otro concepto de
verdad, al concepto de “verdad metafórica” o “tensional”.
Si seguimos con el mismo esquema que adoptamos para el sentido y la
referencia metafóricas, esta “verdad metafórica” se construiría sobre las ruinas, la
suspensión o, para decirlo husserlianamente, sobre la epoché de la verdad-verificación.
Para ilustrarlo con una metáfora de Aristóteles, al igual que la expresión metafórica “La
vejez es paja” [identidad] conquistaría su significado metafórico sobre las ruinas del
significado descriptivo, literal o de primer grado, esto es, “La vejez no es paja”
[diferencia] y “La vejez es como paja” [analogía], del mismo modo la expresión
metafórica adquiriría una referencia metafórica y un valor de verdad sobre las ruinas de
su referencia literal y de su verdad-verificación (o verdad por correspondencia). En
suma, podría decirse que en y por el trabajo de la metáfora, la falsedad literal se
convierte así en verdad metafórica.
Si queremos expresarlo proporcionalmente podría concluirse que la referencia
“irreal” de la metáfora es a la referencia “real” del lenguaje descriptivo, lo que la
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En este cierre de La metáfora viva, Ricoeur anticipa lo que será el resto de gran
parte de su vasta obra. Me refiero específicamente a dos conceptos: “experiencia de
pertenencia” y “poder de distanciamiento”. Mientras veremos que, contra la relación
sujeto-objeto de la que partiría Husserl, la “pertenencia”, de la que habla Gadamer,
estará asociada al “momento ontológico” de su hermenéutica entendida como
“pertenencia” o “ser-en-el-mundo” -cosa que se explicitará cuando hablemos de la
“comprensión ingenua” y de la “comprensión crítica o apropiación” (“crítica” porque la
comprensión ha sido mediada por el “distanciamiento”)-, con el “distanciamiento”, que
para Gadamer siempre era un “distanciamiento alienante”, intentará hacer el injerto de
la “fase epistemológica” que la hermenéutica detentaba, aunque con las variantes del
caso, en Schleiermacher y en Dilthey.
¿PUEDEN VER AQUÍ ESE “PUNTO MEDIO” O “TÉRMINO MEDIO”
EN ESTA FILOSOFÍA QUE GRONDIN LLAMA “ARBORESCENTE” Y CUYA
FUNCIÓN, DECÍA AL COMIENZO, ES LA “RECONCILIACIÓN” ENTRE
POSTURAS QUE MUESTRA COMO “OPUESTAS”; “PUNTO MEDIO” QUE
LOGRA HACERLAS COMPLEMENTARIAS Y EN EL QUE YO DIRÍA QUE
RESIDE EL RASGO DISTINTIVO DE LA FILOSOFÍA DE RICOEUR?
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…uno puede decir que la unidad del texto fue desde el comienzo la unidad
concreta del discurso para un enfoque hermenéutico [tal como vimos en el
encuentro pasado lo había sido para el estadio clásico de la hermenéutica] y
que las unidades subordinadas [los símbolos y los enunciados metafóricos]
fueron consideradas en sí mismas sólo como abstracciones a partir de él (p.
282).2
Lo cierto es que ya a partir de mediados de los años ’70, el texto, dice Ricoeur,
significa para él mucho más que un caso particular de comunicación interhumana,
implica el paradigma del distanciamiento en la comunicación y, por eso, revelaría un
rasgo fundamental de la experiencia humana: que es una comunicación en y por
distancia.
En otro artículo del mismo libro, titulado “¿Qué es un texto?”, Ricoeur dice que
llamará texto a todo discurso fijado por la escritura. La fijación por la escritura se
volvería constitutiva del texto mismo. Aquí podemos entrever la deuda de Ricoeur con
Dilthey que ahora hará explícita.
Vuelve sobre qué entender por “texto” en muchísimas partes de su obra, en
particular en “El modelo del texto: la acción significativa considerada como un texto”,
2
Ricoeur, Paul, “Reply to Mario J. Valdés”, en Lewis Edwin Hahn (ed.), The Philosophy of Paul Ricoeur
The Library of Living Philosophers, Vol XXII, Chicago, Open Court Publishing Company, 1994, pp.
281-285, p. 282
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también compilado en Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II. Ahí dice que
da por sentado que el sentido primordial del término “hermenéutica” se refiere a las
reglas requeridas para la interpretación de los documentos escritos de nuestra cultura. Y
explicita que al adoptar este punto de partida, permanece fiel al concepto de
interpretación o exégesis (Auslegung), tal como vimos fue trabajado por Dilthey en el
sentido que sólo abarca una limitada categoría de signos, aquellos que quedan fijados
por la escritura, incluyendo todos los tipos de documentos y monumentos que suponen
una fijación similar a la escritura.
En ese mismo artículo aclara cuáles son los rasgos característicos del paradigma
del texto que lo distinguen del “diálogo” que había sido el “objeto” de la hermenéutica
gadameriana. En efecto, a diferencia de habla vida, dice que gracias al texto se
producen:
Veamos uno a uno estos cuatro rasgos que atribuye al texto en contraste con la
langue y la parole de Saussure3 y cómo intenta trasladar ese paradigma del texto a la
3
Se pueden rastrear estos caracteres de la langue en el Curso de lingüística general
(trad. Amado Alonso), Buenos Aires, Losada, 1945, de Ferdinand de Saussure:
(1) Ajenidad de la lengua al tiempo:
La lingüística debe desentenderse de la diacronía. La lengua es un sistema en el que
todas las partes pueden y deben ser consideradas en su solidaridad sincrónica. Las
alteraciones no se pueden estudiar más que fuera del sistema.
(2) La lengua como código sin sujeto:
La lengua es objeto de estudio autónomo, separado de su uso e independiente de los
individuos que lo usan. Lo demás se puede estudiar, pero es ajeno a la lingüística.
(3) Agotamiento de la lengua en lo intralingüístico:
La lengua como sistema apunta a que todos los términos son solidarios y su “valor”
queda limitado, determinado y precisado por el de otra entidades del sistema, v.g.
“tibio”, lo que no es “frío” ni “caliente”. El “valor” no se sale del juego de identidades y
diferencias mientras que la significación no se sale del elemento aislado y de su idea
representada.
(4) La lengua como condición previa de la comunicación:
Por ser la lengua un producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de
convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social, es la que permite el ejercicio
del habla por parte de los individuos.
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acción significativa, porque la acción es aquella de la que en última instancia hablan las
ciencias humanas y sociales como la antropología, la historia, la sociología, el derecho,
etc.:
2) La disociación del texto de la intención mental del autor. Mientras que la langue
de Saussure es un código sin sujeto y con la parole, en tanto que alguien ejecuta
la langue, ingresa el sujeto, en el discurso hablado, la referencia del discurso al
sujeto que habla presenta un carácter de inmediatez a tal punto que la intención
subjetiva del sujeto que habla y la significación de su discurso se superponen.
Con escritura, la intención del autor y la del texto dejan de coincidir. Esta
disociación del significado verbal del texto y la intención mental es lo que pone
verdaderamente en juego la inscripción del discurso. La carrera del texto se
sustrae al horizonte finito vivido por el autor. Lo que dice el texto importa más
que lo que el autor quería decir y toda exégesis despliega sus procedimientos en
la circunferencia de una significación que ha roto sus vínculos con la psicología
del autor. No se puede rescatar el discurso escrito para ser entendido mediante
los procesos que emplea el discurso hablado: entonación, mímica, gesto. En ese
sentido, la inscripción en signos exteriores, que al principio parecía enajenar el
discurso, señala también la espiritualidad real del discurso. De ahora en adelante,
sólo la significación rescata a la significación, sin la contribución de la presencia
física y psicológica del autor. Pero decir que la significación rescata a la
significación equivale a decir que la interpretación es el único remedio para la
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Ahora bien, en vista de que, más que el “texto”, si asimilamos texto a escritura,
el objeto de las fundamental de las ciencias humanas y sociales es la “acción”, –tal
como enseña Max Weber en “Capítulo I: Conceptos sociológicos fundamentales” de
Economía y sociedad (1922)–, para que la hermenéutica entable efectivamente un
diálogo cruzado con ellas, en este mismo artículo, “El modelo del texto: la acción
significativa considerada como un texto”, Ricoeur hará el intento extender estos cuatro
criterios de textualidad al concepto de “acción significativa”, a saber:
ejecución por varios agentes y en los efectos imprevistos. Aquí aparece uno de los
significados de inscripción. El tipo de distancia que encontramos entre la intención del
hablante y el significado verbal de un texto también se produce entre agente y acción.
Lo mismo que en el diálogo, en el caso de acciones simples, como aquellas que no
requieren ninguna acción previa, el significado (noema) y la intención (noesis)
coinciden o se superponen. El caso de acciones complejas constituye un problema tan
difícil de resolver como el de la autoría en ciertos casos de los textos literarios.
Esta plurivocidad textual es típica de las obras del discurso y las abre a una pluralidad
de explicaciones. La reconstrucción de la arquitectura del texto adquiera la forma de un
proceso circular, porque la totalidad se sobreentiende en el reconocimiento de las partes
y, recíprocamente, es al interpretar los detalles cuando explicamos la totalidad. Esto da
cuenta del “círculo hermenéutico”. Ahora bien, como en ese “todo” no hay una
evidencia sobre lo que es importante y sobre lo que no lo es, Ricoeur dice que “El juicio
de importancia es en sí mismo una conjetura” (“La comprensión y la explicación”, p.
89).
Segundo, explicar un texto consiste en explicarlo como un ente individual. El
trabajo del discurso, como una obra singular, sólo se puede alcanzar por medio de un
proceso que consiste en ir reduciendo el alcance de los conceptos genéricos, que
incluyen el género literario, el tipo de textos al cual la obra pertenece, y los tipos de
códigos y estructuras que se entrecruzan en ella. Esto es lo que más o menos también
vimos sostener a Schleiermacher cuando al abordar la interpretación gramatical u
objetiva hablaba de reglas hermenéuticas, como por ejemplo, que una obra ha de
entenderse primero a partir del género literario del que forma parte (que dijimos daba
prigen al conocido “círculo hermenéutico”). Para Ricoeur esta localización e
individualización de la obra discursiva única es también una conjetura. Para relacionarlo
con lo que vieron en Husserl, esta reconstrucción de la totalidad tiene un aspecto similar
a la constitución del objeto percibido en Husserl que vieron que sólo podía ser visto
unilateralmente desde distintos lados, escorzos o perfiles, pero nunca desde todos los
lados a la vez. Para Ricoeur esta unilateralidad aplicada a la lectura reconstructiva de la
obra cimienta el carácter conjetural de la interpretación.
Y tercero, los textos literarios entrañan horizontes potenciales de sentido, por
ejemplo, simbólicos y metafóricos, que pueden ser actualizados de distintas maneras.
Nuevamente para relacionarlo con lo que vieron de Husserl, acá entraría la noción de
horizonte sobre todo externo en el sentido que el objeto que no tenía un límite definido,
sino que iba difuminándose hacia lo indeterminado, pero que tenía una indeterminación
determinable. Retomando esta noción, Ricoeur dice que toda obra, en particular está
pensando en toda obra literaria, es afectada por esta extensión del sentido al tal punto
que puede definirse en términos semánticos por la relación que hay en ella entre los
sentidos primarios y secundarios. Los sentidos secundarios abren la obra a diversas
lecturas regidas por preceptos de sentido que pertenecen a los márgenes del sentido
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potencial, pero que también tienen que ser conjeturados antes de que puedan regir el
trabajo de interpretación.
lectores/as, creamos una nueva referencia gracias al tipo de “ejecución” que implica el
acto de leer. Estas dos posibilidades son promovidas por el acto de leer.
La primera forma de leer, la de la suspensión de la realidad referida por la obra,
la ejemplificarían en la actualidad las distintas escuelas estructurales de la crítica
literaria. Su aproximación no es sólo es posible, sino que Ricoeur la considera legítima.
Procede del reconocimiento de lo que él llama la suspensión o la supresión de la
referencia ostensible. El texto intercepta la dimensión “mundana” del discurso –la
relación con un mundo que podría “mostrarse”– del mismo modo que desbarata la
conexión del discurso con la intención subjetiva del autor. Leer, de esta forma, significa
prolongar la suspensión de la referencia ostensible y transferirse uno mismo al “lugar”
donde se encuentra el texto, dentro del “recinto” de este lugar que no se encuentra en
mundo alguno. De acuerdo con esta elección, el texto ya no tiene exterior, solamente
interior. Para repetirlo, la mera constitución del texto como un texto y del sistema de
textos como literatura justifica esta conversión del objeto literario en un sistema cerrado
de signos, análogo al tipo de sistema cerrado que, como descubrió la fonología, subyace
a todo discurso, y que vimos a Saussure llamar langue o lengua. La literatura, de
acuerdo con esta hipótesis de trabajo, se convertiría en ese “análogo” de la langue de
Saussure, que vimos a Ricoeur querer superar para hacer una hermenéutica de la parole
o el habla, entendida ésta, no como oralidad, sino como la instancia de ejecución de la
langue o del código lingüístico o forma en que cada cual hace uso de su lengua, pero
fijada escrituralmente. Porque, como vimos, mientras la langue en Saussure: a) es
virtual, ajena al tiempo; b) es un código sin sujeto; c) es condición previa de la
comunicación, y d) se agota en el juego de identidades y diferencias intralingüístico,
con la parole de Saussure, momento de ejecución de la langue por un hablante
particular, dijimos que: a) ingresa el tiempo; b) ingresa el sujeto; c) ingresa el otro; y d)
refiere a un mundo.
Sea como fuere, de aquí, insisto, que mientras Ricoeur diga que la langue es
objeto de la lingüística, lo que le interesa a su hermenéutica es la parole, precisamente
por los rasgos que acabo de enumerar. En vista de que lo que le interesa es la parole,
entonces, Ricoeur necesita darle la a parole, o momento de ejecución de la langue,
aquello que vimos que la parole no tiene en Saussure, estabilidad o fijación, esto es,
necesita darle todos los rasgos que vimos atribuirle al texto gracias a la escritura, y que
hacía extensibles a la acción significativa, para que la parole, convenientemente fijada
según el paradigma del texto, devenga “objeto” de la hermenéutica.
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como una orden o prescripción para pensar de cierta manera. Ésta es la referencia
sustentada por la gramática profunda. El texto habla sobre un mundo posible y descubre
nuevas dimensiones de ese mundo. La referencia del lenguaje va más allá de la mera
función de señalar y mostrar lo que ya existe y, en ese sentido, trasciende la función de
la referencia ostensiva vinculada al lenguaje hablado. Aquí mostrar es, a la vez, crear
una nueva forma de ser.
Ahora bien, una vez liberado de lo que Ricoeur llama la “falacia intencional” en
la que cayó el romanticismo remitiendo la comprensión a las intenciones o a la
psicología del autor, el tema pasa a ser cómo evitar caer en lo que Ricoeur da en llamar
la “falacia afectiva”, es decir, cómo hacer para que la referencia que yo ejecuto y de la
que me apropio no sea la mera proyección de mi psicología como lector en el proceso
interpretativo. Es decir, ninguna de las dos subjetividades, ni la del autor ni la del lector,
tendrían, pues, prioridad en el proceso interpretativo porque recaeríamos en el
psicologismo.
Ricoeur enfrenta esta problemática en dos lugares de su obra. Por un lado, en un
artículo titulado “Appropriation” (en Thompson, John, trans. and ed., Hermeneutics &
the Human Sciences, Cambridge University Press, 1984, pp. 182-193), y que fue
traducido por mí para la cátedra. Es un texto muy interesante, y a la vez un tanto difícil,
por lo que decidí no incluirlo como bibliografía obligatoria para este encuentro y les
sugiero que si lo leen se concentren sobre todo en el segundo apartado titulado “El
‘juego’ como un modo de ser de la apropiación”, y dentro de ese apartado, más
específicamente en la primera sección, “La ficción heuristica como un juego”. Allí
Ricoeur retoma la noción de “juego”, que vimos que Gadamer aproximaba al diálogo,
pero que ahora es visto como un modo de ser de la apropiación. Y tras las huellas de
Gadamer, Ricoeur dice que el juego no está determinado por la conciencia de quien
juega; que el juego tiene su propio modo de ser. El juego es una experiencia que
trasforma a aquellos que participan en él. A esto añade que jugar es parecido a bailar,
que es un movimiento que arrebata a quien baila. Por tanto decimos que la parte “es
jugada”, o nuevamente que alguien “está en juego” entre... Todas estas expresiones
revelan que el juego es otra cosa que la actividad de un sujeto. El vaivén del juego
ocurre como si fuera por sí mismo, esto es, sin necesidad de aplicar el esfuerzo, ni la
intención. Quien juega es también jugado en el sentido de que las reglas del juego se
imponen a sí mismas sobre el jugador, prescribiendo el vaivén y delimitando el campo
donde todo “es jugado”. De aquí que jugar rompe la seriedad de una preocupación
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sería mi proyección psicológica porque cuando me pongo a hacer las conjeturas y las
explicaciones de un texto habría algo que emerge, que es la referencia (que a partir de
Tiempo y narración III, va a llamar “refiguración”), referencia que, en Ricoeur, va a ser
la “cosa del texto” (así como para Gadamer era la “cosa del diálogo”). En tanto “cosa
del texto” ya perdería toda inflexión psicológica, para adquirir un estatuto ontológico,
porque la “cosa del texto” va a estar regida por esa lógica del juego de la que se dio
cuenta cuando vimos Gadamer. Esto da cierta garantía para Ricoeur de que esa “cosa
del texto” no sea la proyección de mi propia subjetividad, sino que sea algo que se haya
logrado en virtud de haberme perdido en el juego que me propuso el autor. Yo me he
perdido en ese juego, me desapropié de mí mismo/a, y con esa pérdida o desapropiación
de mi ego que precede a la lectura, que para Ricoeur es positiva, intenta dar cuenta de la
no-psicologización de una interpretación. Es decir, al mediarme por el texto, mi
ejecución de la referencia revestiría cierta objetividad porque el ego que precede a la
lectura no es el mismo que el ego que sucede a la lectura: es otro ego, que se ha
metamorfoseado merced a la mediación de la ficción heurística. Esto se relaciona, por
supuesto su teoría, primero, del “cogito herido” y, después, de la “identidad narrativa”,
con la que Ricoeur intenta dar una “solución poética” a la aporética teórica entre el
sujeto soberano, dueño del sentido, como es el sujeto de Descartes, de Kant, etc., y la
reivindicación del no-sujeto por parte de Hume (quien en lugar de un “yo” no ve más
que un “haz de percepciones”) y al “anti-cogito” de Nietzsche, temas en los que no
podemos ingresar por cuestiones de tiempo. Voy tratando de cerrar con esta cita de
Ricoeur sacada de Del texto a la acción que se relaciona con esta problemática del
“sujeto”, que en su hermenéutica del sí, pasará a ser llamado el “sí mismo”:
“perderse”, “desapropiarse de sí” para poder “encontrarse” de otra manera, para poder
“interpretarse”. De aquí también que tenga sentido que en ¿Qué es la hermenéutica?,
Grondin diga que:
Junto a la estrategia del “juego” que Ricoeur esgrime para evitar caer en el
psicologismo del lector (falacia afectiva), o sea, que la referencia no sea una mera
proyección de su psicología, articula una estrategia distinta en otra parte de su obra. Me
refiero a Tiempo y narración III (1985). Ella consiste en que el lector de carne y hueso
debe comunicar, más allá del sentido o estructura interna del texto, la referencia o su
proyección externa, es decir, el mundo que el texto proyecta fuera de sí. Esa referencia,
que es la “cosa” del texto, evitaría caer en el psicologismo del lector gracias a apelar a
una suerte de “intersubjetividad”. Una intersubjetividad que radica en que el lector de
carne y hueso debe inscribir el acto individual de lectura, tematizado por Wolfang Iser 4
en “una cadena de lecturas, que da una dimensión histórica a esta recepción y a esta
acogida”,5 a la manera de Hans-Robert Jauss. O sea que la “objetividad” de la referencia
se ganaría, en esta segunda estrategia, gracias a la “intersubjetividad” diacrónica de la
lectura hecha por un/a lector/a de carne y hueso. Más allá de que en Tiempo y narración
III Ricoeur advierte que la teoría estética de Jauss “no estaba destinada a completar la
teoría fenomenológica del acto de leer” de Iser, de hecho habría retomado y completado
esta fenomenología del proceso de lectura. Ello obedecería a que la estética de la
4
Ver, Iser, W., El acto de leer. Teoría del efecto estético (trads. J.A. Gimbernat y Manuel Barbeito)
Madrid: Taurus, 1987,
5
Jauss, H. R, “La Ifigenia de Goethe y la de Racine. Con un epílogo sobre el carácter parcial de la
estética de la recepción”, en Warning, R. (ed.), Estética de la recepción, trad. Ricardo Sánchez Ortiz de
Urbina, Madrid: Visor, 1989, pp. 217-250.
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recepción de Jauss habría producido “una expansión de su propósito inicial, que era el
de renovar la histona literaria, y de su inclusión en un proyecto más ambicioso, el de
constituir una hermenéutica literaria”.
Reproduzco a continuación una suerte de síntesis trazada en el encuentro:
Interpretación
¿Qué conjeturamos?
El sentido de la obra como ente singular del que podemos ver, como en el objeto
en Husserl, distintos escorzos pero nunca todos a la vez. De aquí la conjetura.
Para que estos “mundo posibles” no recaigan en psicologismo, esto es, no sean
una proyección psicológica del/de la lector/a de carne y hueso, hay dos recursos:
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lo que él entiende por este tercer momento hermenéutico, que reviste estatuto
ontológico.
Ya está digitalizado y subiré al campus “Narratividad, fenomenología y
hermenéutica”, del que tienen que leer sólo el apartado II. También está digitalizado y
subido al campus todo Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, donde tienen
que buscar el apartado I de “El modelo del texto: la acción significativa considerada
como un texto”, titulado “El paradigma del texto”, pp. 169-182, que también pueden
encontrar tanto en CEFyL como en SIM porque, salvo algunos dos o tres años, casi
todos los años lo di en los prácticos de Gnoseología. Ahí también tienen el único
artículo obligatorio que amplié durante el encuentro anterior, “La tarea de la
hermenéutica: desde Schleiermacher y desde Dilthey”, pp. 71-94.
Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido, también lo tengo
digitalizado, y se los vamos a subir al campus, aunque también pueden bajarlo
directamente de Internet porque está oline, y concentrarse en los artículos que les
indiqué, que van de la página 58 a la página 106.
¡Muchas gracias y mis mayores deseos de éxito en el final!
Silvia Gabriel