Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES
Y CIENCIAS SOCIALES
2008-2009
EQUIPO DE INVESTIGACION
2
CAPÍTULO 2
1. EL SUJETO CARTESIANO
La mayor parte de las investigaciones sobre el problema del sujeto toman como
referente a la obra de René Descartes, la que se considera determinante hasta el
presente. Hasta tal punto esto es así, que R. Frondizi inicia su investigación sobre el
tema con la siguiente afirmación: “La concepción moderna del yo se inicia cuando
Descartes descubre el Cogito”165. Sin lugar a dudas, la concepción cartesiana establece
una ruptura con toda la antigüedad tanto griega como cristiana, aun cuando sea deudora
de algunos conceptos centrales provenientes de ambas tradiciones. Los propios
contemporáneos, como el padre Mersenne o Arnauld, llamaron su atención sobre las
semejanzas de la primera evidencia con las doctrinas de San Agustín o Campanella. Sin
embargo, el mismo Descartes hace su descargo, señalando que el argumento agustiniano
se propone refutar el escepticismo de los Académicos estableciendo tres certezas
indudables: “somos, sabemos que somos y amamos este ser y esta ciencia que hay en
nosotros, mientras que yo me sirvo de él [del cogito] para hacer conocer que este yo que
piensa es una substancia inmaterial y que no tiene nada de corporal”166. El cogito
cartesiano pone las bases de la concepción del sujeto incorpóreo, del sujeto como puro
pensamiento sin materia o cuerpo.
Ciertamente que el Cogito cartesiano establece una ruptura con todo el
pensamiento anterior, aunque algunos conceptos, como son los de substancia 167 o libre
albedrío, obran en su filosofía a la manera de prejuicios. Dichos prejuicios limitaron el
desarrollo de la doctrina cartesiana desde el comienzo y nunca fueron concientes ni
puestos en duda. El sujeto pensante definido como substancia inmaterial, hace
referencia a la única substancia que puede ser conocida desde dentro, a la substancia
que soy yo mismo, a la conciencia de sí. Éste es el núcleo que da fundamento a la
filosofía cartesiana: la autoconciencia es la intuición evidente de la propia existencia.
¿Cómo se llega a él?
En las Meditaciones Metafísicas, Descartes dice que el propósito que guía su
investigación es encontrar una verdad que pueda servir de base “firme y constante en las
ciencias”168 y como criterio mismo de la verdad. Hay que notar que el concepto del
sujeto surge en el ámbito de la gnoseología y la ciencia, a diferencia de La Boétie,
Maquiavelo, Pascal o Hobbes. En el Discurso del método escribe que “como ahora
deseaba dedicarme solamente a la investigación de la verdad, pensaba que debía hacer
todo lo contrario [de las costumbres que se guían por opiniones que se saben inciertas
como si fueran indudables] y rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo que
pudiera imaginar la menor duda, para ver si después de esto quedaba algo en mis
165
Frondizi, R., Substancia y función en el problema del yo, Buenos Aires, Editorial Losada, 1952, p. 15.
166
Descartes, R., Carta escrita en Leyden, en noviembre de 1640, en Descartes, R., Obras escogidas,
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1967, p. 378.
167
La definición que Descartes da de la substancia [“Por substancia no podemos entender ninguna otra
cosa sino la que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra para existir” (Descartes, R., Los
principios de la filosofía, I, 51, en Op. Cit., p. 333] es literalmente aristotélica (Cf. Moreau, J., Aristóteles
y su escuela, Buenos Aires, Eudeba, 1972, p. 76).
168
Descartes, R., Meditaciones metafísicas, AT, IX, 13, en Op. Cit., p. 216. “Deseaba dedicarme
solamente a la investigación de la verdad” (Descartes, R., Discurso del método, en Op. Cit., p. 159).
44
creencias que fuese enteramente indudable”169. Se propone, entonces, buscar la verdad
por el camino de la duda de las opiniones aceptadas. El resultado no se hace esperar:
“Pero inmediatamente después advertí que mientras yo quería pensar de ese modo que
todo era falso era preciso necesariamente que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y
notando que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y segura que no eran capaces de
conmoverla las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía
aceptarla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que buscaba”170.
“No admito ahora nada que no sea necesariamente verdadero: así, pues, hablando con
precisión, no soy más que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o
una razón, términos cuyo significado me era antes desconocido. Soy, entonces, una cosa
verdadera, y verdaderamente existente. Mas, ¿qué cosa? Ya lo he dicho: una cosa que
piensa”172.
Se encuentra aquí la definición precisa del sujeto cartesiano: “una cosa que
piensa”. Esta definición deberá ser analizada: ¿qué significa “cosa”? ¿Qué se entiende
por “pensar”? ¿Qué quiere decir que el pensamiento es un atributo de la cosa?
El Discurso continúa del siguiente modo:
“Examiné después atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que no tenía
cuerpo alguno y que no había mundo ni lugar alguno en el que yo me encontrase, pero
169
Descartes, R., Discurso del método, IV, en Op. Cit., p. 159. Corchetes nuestros. También en el
Discurso la cuestión del sujeto tiene su génesis en un contexto del conocimiento verdadero, es decir, de la
ciencia.
170
Descartes, R., Discurso del método, IV, en Op. Cit., p. 160.
171
Cf. Frondizi, R., 1952, p. 18.
172
Descartes, R., Meditaciones metafísicas, en Op. Cit., p. 226.
45
que no podía fingir por ello que yo no fuese, sino al contrario, por lo mismo que pensaba
en dudar de la verdad de las otras cosas, se seguía muy cierta y evidentemente que yo era,
mientras que, con sólo dejar de pensar, aunque todo lo demás que había imaginado fuese
verdad, no tenía ya razón alguna para creer que yo era, conocí por ello que yo era una
sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar, y que no necesita, para ser, de lugar
alguno, ni depende de cosa alguna material; de suerte que este yo, es decir, el alma, por la
cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer
que éste y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es” 173.
173
Descartes, R., Discurso del método, IV, en Op. Cit., p. 160.
174
Frondizi, R., 1952, p. 21.
175
Frondizi, R., 1952, p. 22.
176
Ibidem.
177
Nietzsche, F., Genealogía de la moral, Madrid, Alianza, 1980, 13, pp. 51-53. Cf. Etchegaray, R.,
Introducción a los modelos de pensamiento en las filosofías, las ciencias, las artes y las técnicas, Buenos
Aires, UNLaM-Prometeo, 2007, pp. 237 ss.
46
Desde Descartes - y, ciertamente, más a pesar de él que sobre la base de su precedente -
todos los filósofos, con la apariencia de realizar una crítica del concepto de sujeto y de
predicado, cometen un atentado contra el viejo concepto del alma -es decir: un atentado
contra el presupuesto fundamental de la doctrina cristiana. La filosofía moderna, por ser
un escepticismo gnoseológico, es, de manera oculta o declarada, anticristiana: aunque en
modo alguno sea antirreligiosa, quede dicho esto para oídos más sutiles. En otro tiempo,
(en efecto, se creía en «el alma» como se creía en la gramática y en el sujeto gramatical:
se decía: «yo» es condición, «pienso» en predicado y condicionado - pensar es una
actividad para lo cual hay que pensar como causa un sujeto. Después, con una tenacidad
y una astucia admirables, se hizo la tentativa de ver si no sería posible salir de esa red, -
de si acaso lo contrario era lo verdadero: «pienso», la condición, «yo», lo condicionado;
«yo», pues, sólo una síntesis hecha por el pensar mismo.178.
178
Nietzsche, F., Más allá del bien y del mal, 54.
179
Cf. Bodei, R., 2006, p. 150.
180
Nietzsche, F., Más allá del bien y del mal, 17.
47
de arrogarse la primacía en el juicio o en la decisión. Finalmente, niega que el yo tenga
que ser considerado como la causa necesaria del pensamiento181.
¿Qué significa substancia? ¿Qué consecuencias se derivan de esta noción? En
los Principios de la filosofía, dice que “por substancia no podemos entender ninguna
otra cosa sino la que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra para
existir”182. Pero inmediatamente después se ve obligado a aclarar que en un sentido
estricto habría una sola substancia (Dios) ya que todas las demás cosas necesitan de su
poder para existir. Sin embargo, es lícito hablar de las substancias creadas, aunque “el
término no conviene a Dios y a ellas unívocamente”183. Por lo demás, el término
conviene igualmente para referirse a la mente (substancia pensante, incorpórea) o al
cuerpo (substancia extensa, corpórea), “porque son cosas que sólo necesitan del
concurso de Dios para existir”184.
Aun cuando la noción de substancia está definida claramente, su conocimiento
implica problemas más complejos. Descartes aclara que la existencia en sí misma no
implica conocimiento porque no implica afección. Sin embargo “fácilmente la
reconocemos por cualquier atributo suyo” sobre la base de la “noción común de que no
hay ningún atributo o ninguna propiedad, o cualidad de la nada. Del hecho, pues, de
percibir la presencia de algún atributo, concluimos que necesariamente está presente
también alguna cosa existente o substancia a la que se pueda atribuir aquél” 185. Como
resulta inconcebible que exista un atributo que sea atribuido a nada, para Descartes es
claro y evidente, que la percepción del atributo basta para inferir de él la substancia de
manera necesaria. Pero, por otro lado, Descartes advierte que la substancia no se
confunde con sus atributos, lo cual confiere legitimidad a la pretensión del
conocimiento de la substancia con independencia de los atributos. Como para este autor
la conexión entre ellos es tan íntima, aquella pretensión se minimiza y queda de lado,
pero la profundización de la conexión lleva a la consideración de que si bien toda
substancia se reconoce por cualquier atributo, hay una propiedad principal de cada
substancia que “constituye su naturaleza y esencia, y a ella se refieren las demás”186.
Consecuentemente, el conjunto de las cosas creadas puede dividirse en dos
clases de substancias: aquellas cuyo atributo principal es el pensamiento y aquellas cuyo
atributo principal es la extensión. De lo cual resulta que el hombre es concebido como
una conjunción de dos substancias unidas contingentemente. Para abundar en la
concepción antropológica cartesiana, se volverá sobre el texto de las Meditaciones.
Pero no conozco aún bastante claramente lo que soy, yo que estoy cierto de que soy 187; de
modo que, sin embargo, debo tener cuidado de no tomar imprudentemente alguna otra
cosa en lugar de mí y de ese modo equivocarme en ese conocimiento que sostengo es más
cierto y más evidente que todos los que he tenido antes.
Por este motivo consideraré de nuevo lo que yo creía ser antes de haber penetrado en
estos últimos pensamientos; y de mis antiguas opiniones suprimiré todo lo que, puede ser
combatido con las razones que acabo de alegar, de modo que quede precisamente sólo lo
181
Se abundará sobre esta cuestión más adelante.
182
Descartes, R., Los principios de la filosofía, LI, en Op. Cit., p. 333.
183
Ibidem.
184
Ibidem.
185
Descartes, R., Los principios de la filosofía, LI, en Op. Cit., pp. 333-34.
186
Descartes, R., Los principios de la filosofía, LI, en Op. Cit., p. 334.
187
Está absolutamente seguro de que es, que existe, pero no sabe qué es. Se plantea aquí la diferencia
entre la existencia (que soy) y la esencia (qué soy). El conocimiento de la primera no implica el
conocimiento de la segunda.
48
que es enteramente cierto e indudable188. ¿Qué es, pues, lo que anteriormente he creído
ser? Sin duda, he pensado que era un hombre. Pero, ¿qué es un hombre? ¿Diré que es un
animal racional189? No, por cierto: pues sería preciso investigar después qué es animal y
qué es racional, y así de una única cuestión llegaríamos insensiblemente a una infinidad
de otras más difíciles y embarazosas, y no podría abusar del poco tiempo y ocio que me
quedan empleándolos en resolver semejantes sutilezas. Pero me detendré más bien a
considerar aquí los pensamientos que se me presentaban antes por sí mismos en mi
espíritu y que no me eran inspirados sino por mi propia naturaleza, cuando me aplicaba a
considerar mi ser. Consideraba, por lo pronto, que tenía un rostro, manos, brazos, y toda
esta máquina compuesta de hueso y de carne, tal como se presenta en un cadáver, que yo
designaba con el nombre de cuerpo190.
188
Descartes ha hecho todo el proceso de la duda que da como resultado un conocimiento evidente: “soy
en tanto que pienso”. A partir de esa evidencia, revisa las otras opiniones que tenía sobre sí mismo para
ver si hay alguna otra que también sea evidente o que se derive de esa evidencia.
189
Nota nuestra: Esta es una definición tradicional, que remite a Aristóteles: “El hombre es un ser
animado racional” (Aristóteles, Política, Barcelona, Altaza, 1993, L. I, Cap. II). De ella dice que es
demasiado complicada porque para resolver esta definición, hay que resolver previamente un conjunto de
otras cuestiones, que no han sido probadas y que no están implícitas en lo que sí ha sido probado (la
propia existencia: “en tanto pienso, soy”).
190
Descartes, R., Obras Escogidas, Traducción de Ezequiel de Olaso y Tomás Zwanck, Editorial
Sudamericana, Buenos Aires, 1967, pp. 224-25.
49
La concepción cartesiana es una concepción dualista, porque sostiene que hay
dos realidades (substancias) que no pueden reducirse a una unidad. No son lo mismo,
aunque pueden llegar a juntarse en esto que se llama “hombre”, pero los dos elementos
tienen su propia naturaleza o esencia.
Consideraba, además, que me alimentaba, que andaba, que sentía, y pensaba y refería
todas estas acciones al alma191, pero no me detenía a pensar de ningún modo en lo que era
esta alma, o bien, si me detenía, imaginaba que era una cosa extremadamente rara y sutil,
como un viento, una llama o un aire muy tenue que estaba insinuado y difundido en mis
partes más groseras192.
Por lo que respecta al cuerpo de ningún modo dudaba de su naturaleza, pues pensaba
conocerlo muy distintamente y si lo hubiese querido explicar ateniéndome a las nociones
que yo poseía, lo hubiese descrito del siguiente modo: por cuerpo, entiendo todo lo que
puede ser limitado por alguna figura; que puede ser circunscrito en algún lugar, y llenar
un espacio de tal modo que todo otro cuerpo esté excluido de él; que puede ser sentido,
por el tacto, por la vista, por el oído, por el gusto o por el olfato; que puede ser movido de
muchas maneras, no ciertamente por sí mismo, sino por algo extraño que lo toca y del
que recibe la impresión. Pues no creía de ningún modo que se debiera atribuir a la
naturaleza corpórea estas ventajas: tener en sí la potencia de moverse, de sentir y de
pensar; por el contrario, me sorprendía más bien de ver que semejantes facultades se
encontraban en algunos cuerpos193.
El cuerpo se define del mismo modo que en la física: es todo aquello que ocupa
un lugar en el espacio. Los cuerpos son impenetrables y el espacio que es ocupado por
un cuerpo excluye cualquier otro cuerpo. Como el cuerpo ocupa un espacio, tiene
dimensiones, y tiene la capacidad de ser medido: es lo que se llama “extensión”. Los
cuerpos son extensos, pueden ser medidos; en cambio, el alma no ocupa un lugar en el
espacio, no tiene dimensiones, ni puede ser medida.
Ese “algo extraño” que lo toca es el alma, es lo que lo mueve. El cuerpo no es
algo que se mueva por sí mismo, ocupa un lugar en el espacio, pero no es origen de
movimiento, no es motor. Si se mueve, es porque ha recibido el movimiento de lo que
tiene capacidad para moverse por sí mismo.
El alma no es una característica del cuerpo sino que es algo externo, extraño,
otra cosa. No se puede decir que el alma esté dentro del cuerpo, porque ocuparía un
espacio. Pero si ocupase un espacio sería un cuerpo.
191
Nota nuestra: Lo que caracteriza al alma es ser el principio del movimiento, de allí que sus rasgos sean
caracterizados por verbos: andar, sentir, pensar, alimentarse, son acciones propias del alma.
192
Descartes, R., Obras Escogidas, Traducción de Ezequiel de Olaso y Tomás Zwanck, Editorial
Sudamericana, Buenos Aires, 1967, p. 225.
193
Ibidem.
50
Conclusiones
51