Está en la página 1de 3

RÓMULO BUSTOS AGUIRRE

Nacido en 1954 en Santa Catalina de Alejandría, pequeña población del litoral


Caribe colombiano. Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de
Cartagena y Literatura Hispanoamericana en el Instituto Caro y Cuervo. Publicó
“El Oscuro Sello de Dios”, su primer poemario, a los 33 años. Su obra ha sido
reconocida por la Asociación de Escritores de la Costa (1985), por el Instituto
Colombiano de Cultura (1993) y por la Universidad Complutense de Madrid
(2010). Actualmente se desempeña como profesor de literatura en la Facultad de
Ciencias Humanas de su alma máter, la Universidad de Cartagena.

Bustos ha hecho de la poesía una vocación que lleva más de tres décadas. Su
obra poética se halla recogida en diferentes compilaciones y antologías que se
relacionan entre sí: El oscuro sello de Dios (1988), Lunación del amor (1990), En
el traspatio del cielo (1993), Palabra que golpea un color imaginario (1996), La
estación de la sed (1998), Oración del impuro (2004), Sacrificiales (2007) y Muerte
y levitación de la ballena (2010).

Su trabajo no carece de suficiencia y densidad al poetizar e ironizar la idea de


Dios en contextos oníricos, místicos y cotidianos; la soledad a que esta
inmaculada presencia y esperanza espiritual nos somete, al incalculable
sufrimiento que aflige al ser humano, el escepticismo en que se ve arrojado el
hombre desde su nacimiento. La batalla que libramos contra el jerarca supremo y
aquel castigo de no ser más que simples espectadores de su voluntad. Bustos, sin
embargo, nos recuerda que nosotros mismos somos nuestro mayor contrincante a
vencer, nuestro primer victimario. Pero no todo es violencia, contingencia; también
hay flores y cantos de sirena en el camino, al revés de sus páginas. También hay
hastío y cansancio; la muerte como un ser agobiado por su profesión y que añora
un receso, una pausa. Se profesa al paganismo y se le reza a la envidia, el odio y
los resentimientos que inculcan los dioses, se pelea por la libertad soñada, aquella
que nos arrebatan las deidades de nuestro lecho.

Somos ciegos, ignorantes. Somos carne de Dios, inquilinos de su sombra. Nuestro


cúmulo de errores, lo hecho y lo desecho, la jaula que cargamos. Y sin embargo
también somos los guardianes del tesoro más preciado, la verdad. Dios es un
pescado y los hombres: pescadores, y viceversa. Pescadores que tienen hambre,
sed de gula, temor de Dios, temor del Hombre. Somos cangrejos que nacen en la
sal del mar y mueren en las dulces pisadas de los automóviles en las carreteras
de la ciudad.

La poética de Bustos es una conversación entre Dios, que es una mosca, y


nosotros que somos su olvido, la carroña en que posa sus patas y su lengua, y
quien, a su vez, intenta matarlo, disuadirlo de su hazaña, aplastarlo en un aplauso.
Esta conversación maneja un aire de reproche, de inconmensurable censura, de
majestuosa crítica. Hace de Dios el culpable del abandono en que nos hallamos,
quien nos empuja hacia el abismo, quien disfruta y goza de nuestras caídas. Pero
nos recuerda que, a fin de cuentas, todo esto y más, los infortunios, las glorias, las
desesperaciones, los vacíos recaen en el hombre y provienen de sí, de sus
manos, su curiosidad y su impotencia, del padecimiento que sufre al creerse
espectador de su ruina y su decadencia, al creerse prisionero de la catarsis que
sólo Dios con su voluntad puede provocar.

En Bustos el mar es un elemento recurrente y cuando presiona y se dirige al


lector, lo inquiere, lo aconseja, le hace sentir en el rostro, en la memoria, un sabor
salubre; lo hace buscar su reflejo en el agua, en un espejo y le recuerda que hasta
el mal está lleno de inocencia; que éste no es un intruso en nuestra alma, sino que
nace con nosotros y se percibe hasta en la ingenuidad de nuestros más pequeños
actos.

Ahora bien, así como Bustos se atreve a reprochar al Hombre y a Dios,


antagonistas por antonomasia, también se remonta a los clásicos y nos lleva de
paseo en un viaje metafísico que nos recuerda a las criaturas mitológicas de los
griegos, los pensadores y los héroes helénicos, cruza los mares y no se olvida de
sí, vuelve hasta la meca de su cultura y sus relieves y se refugia en los senos de
las palenqueras, donde yace la cuna de la sabiduría.
Rómulo Bustos Aguirre es, sin dudarlo y con razón, un poeta que versa sobre los
miedos del hombre, su soledad, su descontento y la trascendencia que persigue
por encima y a través de Dios.

Luís Fernando Torres Ospino


Literatura Colombiana I
2016

También podría gustarte