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INTERIOR - ¿Celebrando La Ley - PDF
INTERIOR - ¿Celebrando La Ley - PDF
ISBN: 978-90-6311-179-3
Depósito legal: B-8854-2019
Impreso en Romanyà valls, S.A.
Verdaguer, 1
08786 Capellades (Barcelona)
Printed in Spain
Hetty Lalleman
Contenido
Prefacio 9
Introducción 11
Bibliografía 149
Notas finales 159
Prefacio
Prefacio | 9
En este libro he intentado presentar un marco para una ética del
Antiguo Testamento, el cual espero que sea de ayuda para que el lec-
tor pueda entender más de ‘todas esas leyes’ en el Antiguo Testamen-
to. A continuación, este marco es puesto a prueba en las áreas de las
leyes alimentarias, la guerra y la cancelación de deudas. Comparada
con la primera edición en inglés de 2004, en esta he integrado lite-
ratura reciente y he hecho algunos pequeños cambios. Las mayores
diferencias están en el capítulo sobre las leyes alimentarias (incluye
descubrimientos recientes en cuanto a la conexión entre Levítico 11
y Génesis 1 – 3) y en el capítulo sobre la guerra, donde he añadido
una sección sobre la orden de matar a los cananeos. La versión de la
Biblia usada es la RV1960, a menos que se indique otra versión.
Escribí este libro como cristiana. Muchos cristianos luchan con
el Antiguo Testamento y es mi oración que, en alguna medida, esta
edición sea de ayuda en el estudio de esta parte fascinante de la Biblia.
Hetty Lalleman
Londres, 2016
10 | Prefacio
Introducción
Introducción | 11
para entender el entusiasmo que muestran los creyentes del Antiguo
Testamento por la ley. En teoría, estos cristianos no quieren ignorar
nada de lo que está en la Biblia, pero en la práctica lo hacen a me-
nudo. Grandes partes del Antiguo Testamento no se leen o, en el
mejor de los casos, se malinterpretan. La mayoría de los creyentes,
sencillamente, no lee las leyes ni los estatutos de los primeros cinco
libros de la Biblia, dejándolos de lado como irrelevantes para la vida
cotidiana.
Pero, al mismo tiempo, en la sociedad moderna hay un gran in-
terés en cuestiones éticas, tanto dentro como fuera del ámbito de la
iglesia. Preguntas sobre normas y valores son sumamente importan-
tes, dados los cambios radicales que se producen en la sociedad. Uno
puede preguntarse si es legítimo hacer un uso indiscriminado de las
técnicas e instrumentos desarrollados por la humanidad. ¿Acaso todo
lo que es posible, también es éticamente justificable?
¿De qué trata la ética? No voy a dar una definición filosófica,
porque esa no es mi especialidad. Dicho de manera sencilla, la éti-
ca es una reflexión sobre la conducta y los actos humanos desde la
perspectiva del bien y del mal. En el estudio de la ética hacemos pre-
guntas como estas: ¿Qué es lo que podemos hacer, y qué no? ¿Qué
deberíamos hacer en ciertas situaciones, y qué no deberíamos ha-
cer? ¿Cuál es la manera correcta de actuar? Estas cuestiones no son
solamente pertinentes para los expertos académicos, sino también
para la gente ‘laica’, ya que todos los días tenemos que resolver estos
dilemas.
Dios llama a la comunidad cristiana a pensar sobre todas las deci-
siones desde una perspectiva bíblica. Hay profesionales cristianos que
están haciendo un buen trabajo en este campo, como el Instituto de
Londres para el Cristianismo Contemporáneo (www.licc.org.uk), el
Centro Jubileo en Cambridge (www.jubilee–centre.org), el Instituto
Kirby Laing para la Ética Cristiana (www.klice.co.uk), y el Centro para
la Ética Cristiana Aplicada de Wheaton College (www.wheaton.edu/
CACE). Hay un grupo de expertos cristianos que se ocupan del área
de religión, política y sociedad (www.theosthinktank.co.uk). Tam-
12 | Introducción
bién hay organizaciones especializadas como la Asociación Médica
Cristiana (www.cmf.org.uk) y el Centro para la Bioética y la Dignidad
Humana (www.cbhd.org) que tratan, entre otras cosas, las decisio-
nes éticas en el campo de la Medicina. Pero los creyentes ‘corrientes’
también necesitan un marco de referencia para una ética cristiana.
El gran público acepta muchas actividades que en el pasado no eran
aceptables. ¿Cómo debe actuar el cristiano en un mundo que cada vez
más ignora, o incluso rechaza, los valores bíblicos? Este libro procura
explicar cómo los cristianos pueden usar el Antiguo Testamento para
desentrañar las cuestiones éticas. Intentaremos escuchar con aten-
ción a lo que dice la Biblia. Mi método no consistirá en tratar textos
bíblicos sueltos que hablan de temas específicos o asuntos candentes.
Más bien, quiero esforzarme por proporcionar algunos principios ge-
nerales. Las sociedades en las que el pueblo de Dios en el Antiguo y
el Nuevo Testamento vivía eran muy similares al mundo en que la
iglesia cristiana ha vivido desde la Segunda Guerra Mundial. El pue-
blo de Dios vive en un mundo que se ha separado de Dios. El pueblo
de Israel formaba una minoría en el mundo del Antiguo Testamento,
como la iglesia del Nuevo Testamento lo era en su día. Igual que no-
sotros, vivían en lo que actualmente se llama una sociedad «multirre-
ligiosa» y ‘multicultural’. Dios dio a su pueblo sus ‘normas’ para vivir,
sus ‘señalizadores’, en un mundo como este. Este libro examina esos
‘señalizadores’ en el contexto de nuestro mundo actual.
Introducción | 13
«No matarás» continúa siendo una norma fundamental para la so-
ciedad, aun cuando unos y otros interpretan la norma de diferentes
maneras. Pero, aparte de los Diez Mandamientos, la mayoría de los
estatutos del Antiguo Testamento no se leen ni se entienden. En este
libro quiero centrarme en algunos de aquellos pasajes que son menos
obvios.
Las ordenanzas en el Antiguo Testamento se encuentran sobre
todo en los primeros cinco libros de la Biblia, que juntos se llaman
Torá en hebreo y Pentateuco en griego. Sin embargo, estos libros con-
tienen también muchas historias. La mayor parte de la gente tiene un
gran aprecio por estas historias –las leen, las escuchan, o incluso ven
versiones modernas de las historias en televisión o en DVD–. Pero, a
las mismas personas que leen por ejemplo las historias de Abraham
y de Moisés en Génesis y en Éxodo, las ‘leyes’ en esos mismos libros
les incomodan, en cierta medida. He conocido a mucha gente que me
ha dicho que ve la Torá como una especie de ‘libro de leyes’ del que
gran parte no necesitan leer. Una nota sobre la palabra ‘Torá’ podría
ser útil. Esta palabra se traduce muy a menudo como ‘ley’. El Antiguo
Testamento se dividía pues en la Ley, los libros históricos, los profe-
tas y los libros poéticos (o, siguiendo la división judía, en la Ley, los
profetas y los escritos). Sin embargo, ‘ley’ no es la mejor traducción
de ‘Torá’. En primer lugar, los primeros cinco libros de la Biblia no
contienen solo leyes, sino también gran cantidad de material narrati-
vo. En segundo lugar, la palabra ‘ley’ se asocia demasiado con agentes
de policía y juzgados. Una traducción más adecuada es ‘enseñanza’ o
‘instrucciones para la vida’. Esto es lo que el autor judío Martín Buber
intentó enfatizar al inventar una palabra en alemán, Weisung, para
describir su significado: la Torá señala hacia una cierta dirección,
mostrando y explicándonos cómo los creyentes pueden vivir su vida
de la manera en que Dios quiere que lo hagan. En hebreo, los Diez
Mandamientos (en griego, el Decálogo) se llaman las Diez Palabras
–que suena menos didáctico que nuestros ‘mandamientos’–. Los se-
res humanos aborrecemos instintivamente la idea de una autoridad
superior, y de estatutos revelados.
14 | Introducción
CRISTO
Puede que los cristianos tengan otra razón para no tomarse en serio
las leyes del Antiguo Testamento, y esta barrera es teológica: ¿acaso
no ha sido abolida la ley por lo que Cristo hizo en la cruz? El cristiano
ha sido traído a una relación viva con Dios por gracia, y no por obras
de la ley (véase Romanos 3:21 –24; Efesios 2:8 –9). Por gracia somos
declarados ‘justos’. No hay ‘buenas obras’ que puedan añadir nunca
nada sustancial a ese hecho. ¿Y no es exactamente eso de lo que tratan
las leyes del Antiguo Testamento: hacer ‘buenas obras’? Si eso verda-
deramente es el caso, entonces las leyes pertenecen al pasado desde
que Jesús vino a la tierra y nos salvó por medio de la gracia.
El problema está claro. Para entender más de la alegría de la ley
acerca de la cual el israelita canta, como vemos en los salmos 19 y 119,
necesitamos dejar de lado nuestras presuposiciones acerca del Anti-
guo Testamento. Necesitamos descubrir el valor de las leyes en la épo-
ca veterotestamentaria y cómo el hombre moderno pueda aprender
de ellas. Esto es un gran desafío. Estas leyes antiguas, ¿cómo pueden
ser de actualidad, y no digamos ser aplicadas en el día de hoy?
Me ocuparé aquí en primer lugar de la iglesia cristiana. Hasta qué
punto las leyes bíblicas son de actualidad para el mundo fuera de la
iglesia es cuestión de debate y depende del punto de vista de cada uno
sobre la relación entre la iglesia y el estado. Los cristianos discrepan
mucho en sus opiniones sobre este tema, pero mi principal interés en
este libro es estimular la reflexión acerca de la actualidad de la ética
del Antiguo Testamento para los propios cristianos.
Yo soy cristiana, y escribo desde una perspectiva cristiana. Qui-
siera que los cristianos evangélicos dejaran de considerar el Antiguo
Testamento, y particularmente las partes legales de la Torá, como algo
obsoleto, ‘pasado de fecha’. Para repensar nuestra postura aquí, nece-
sitamos entender estos pasajes en su contexto. Esto significa que los
lectores deben hacer un esfuerzo por olvidarse de sus presuposiciones
y abrirse a escuchar la palabra en el mundo del Antiguo Testamento.
Este libro no contiene ‘la ética del Antiguo Testamento’. Sería im-
posible intentar ofrecerles una ética semejante, porque la Biblia no es
Introducción | 15
un ‘manual de la ética’ sistemático. Puesto que la ética tiene que ver
con la dinámica de la vida humana en este mundo, es importante para
los cristianos estudiar y reflexionar sobre lo que el Antiguo Testamen-
to nos cuenta acerca del tipo de actitudes y comportamiento que Dios
espera de su pueblo.
La literatura alemana y holandesa no solía prestar mucha aten-
ción a la actualidad ética del Antiguo Testamento, a menudo centrán-
dose solamente en problemas exegéticos en partes de la Torá. En el
mundo angloparlante se han publicado más estudios sobre temas éti-
cos, reflejando una mayor conciencia de las implicaciones políticas y
prácticas de la fe. En lo que sigue trataremos y evaluaremos algo de
esta literatura. El propósito de este presente libro es proporcionar un
marco más general para reflexionar sobre la ética, en lugar de enfocar
temas específicos.
16 | Introducción
El capítulo 7, finalmente, establece conexiones entre los pasajes
estudiados y Jesucristo y la iglesia neotestamentaria. Cada capítulo
concluye con algunas preguntas para reflexionar o tratar en debate.
Introducción | 17
1.
Cómo entender el Antiguo Testamento
TRES MANERAS
En la introducción hemos visto que la función de las leyes en el An-
tiguo Testamento, con excepción de los Diez Mandamientos, sigue
siendo un tanto misteriosa para los cristianos.
A lo largo de los siglos, la Iglesia se ha esforzado por encontrar
maneras de usar las ordenanzas y leyes del Antiguo Testamento. Los
líderes de la Iglesia, muchas veces, han dividido el material según
las áreas a las que las leyes afectan. En la época de la Reforma, por
ejemplo, los reformadores distinguieron las siguientes tres maneras
de usar la Torá:
2. usus elenchticus o usus pedagogicus: la ley está ahí para que los hom-
bres se den cuenta de sus pecados, a fin de llevarlos a Cristo para
ser salvos.
EL DISPENSACIONALISMO
Un contraste radical con las ideas calvinistas de una aplicación am-
plia de la ley veterotestamentaria lo encontramos en J. N. Darby y en
muchos dispensacionalistas después de él. Ellos piensan que Israel y
la Iglesia representan dos ‘dispensaciones’ completamente separadas,
que tienen muy poco en común. Según esta visión, la legislación del
Antiguo Testamento no tiene ninguna relevancia para los cristianos
en cuanto a asuntos prácticos. Los dispensacionalistas estrictos ven la
actualidad del Antiguo Testamento para la iglesia cristiana solo en su
uso tipológico o alegórico.
Darby tenía convicciones fuertes acerca del contraste entre el An-
tiguo y el Nuevo Testamento, lo cual vemos claramente en la siguien-
te afirmación:
El Padre se revela ante nuestras almas por medio del evangelio, por
el Espíritu de adopción; pero Jehová se presenta por medio de sus
juicios, por medio del ejercicio de su poder en la tierra... Los judíos,
entonces, son el pueblo por, y en, el que Dios sustenta el nombre de Je-
hová, y su carácter de juicio y justicia. La Iglesia es el pueblo en el que,
como en su familia, el Padre revela su carácter de bondad y amor.4
Vemos que, según este concepto, los mandamientos y las leyes tienen
un peso teológico distinto. Como dice Westermann: «Ha sido solo pos-
teriormente, en una fase más tardía, que se explicaron las leyes como
Palabra de Dios».8 Por eso, Westermann cree que es perfectamente legí-
timo que la iglesia mantenga los Diez Mandamientos pero considere las
demás reglas como mucho menos relevantes –si es que tienen alguna ac-
tualidad. De esta manera saca conclusiones de lo que es, después de todo,
una mezcla de investigación histórica y sus propias presuposiciones.
Según Theodoor Vriezen, el hecho de que el canon del Antiguo
Testamento fuera aceptado por los judíos tal como es ahora, no de-
bería obligar a la Iglesia a guardar todo su contenido. Él expresa las
dificultades que tiene para aceptar como la revelación de Dios.
... ciertas partes de la ley (las partes rituales) y de los libros históricos
(ciertas partes de las historias de Jacob y de Sansón)... Aquí y allá se
podrían encontrar otras partes en las que el cristiano solo a duras
penas (o en absoluto) puede descubrir la revelación del Espíritu de
Vriezen continúa afirmando que puede que muchas partes del An-
tiguo Testamento sean literatura hermosa, como Eclesiastés, «pero
uno no puede considerarlas un mensaje o una revelación de Dios, o
encontrar en ellas un rastro de aquella actividad del Espíritu Santo
que se reveló en Jesucristo.»10
PLANTEAMIENTOS ALTERNATIVOS
En la investigación bíblica actual, las antiguas hipótesis del método
histórico –crítico, que distinguía fuentes literarias detrás del Pentateu-
co, ya no encuentran un apoyo tan amplio. Las opiniones varían ahora
mucho en cuanto a los orígenes, el contenido y las fechas de cualquier
fuente. En particular, hay una gran variedad de opiniones en círculos
académicos con respecto a las fuentes J y E.11 Hace unos cuarenta años,
los estudiosos databan J en el siglo x a. C., pero, desde entonces, algu-
nos la datarían en el período exílico (o incluso post –exílico). Muchos
dudan que E realmente fuera una fuente evidente de Génesis.
Con tantas opiniones diferentes sobre los orígenes del Pentateu-
co, no parece muy sensato valorar las leyes en base a cómo o cuándo
se originaron.
Hay otros dos métodos académicos para tratar el Antiguo Testa-
mento que parecen ser más provechosos.
Algunos han defendido las ventajas de estudiar el Antiguo (y el
Nuevo) Testamento en su forma actual, es decir, como (partes de)
el canon de la iglesia cristiana. Las cuestiones y problemas históri-
cos no deberían impedir que apreciemos la Biblia como el libro que
fue aceptado por la Iglesia como una unidad; por lo tanto, el libro en
su forma presente es teológicamente relevante. Es imposible que su
valor teológico dependiese de teorías e hipótesis actuales sobre el ori-
gen del texto, como si estos determinasen su significado. Estudiosos
representantes de este enfoque ‘canónico’12 se centran en la manera
LA CREACIÓN
Durante mucho tiempo, el método histórico –crítico identificaba el
Éxodo como el núcleo de la historia del Antiguo Testamento, y por
eso consideraban que estaba en el corazón de la teología veterotesta-
mentaria. Los estudiosos histórico –críticos veían el Éxodo como el
comienzo de la historia de Israel y decían que en aquella ocasión la
fe en un solo Dios se manifestó por primera vez de manera explícita.
En ese momento, Israel se convirtió en el pueblo de Dios. Los relatos
de la liberación de Egipto y del pacto en el Sinaí se consideraban más
importantes para la fe de Israel que el relato de la Creación. Aquellos
eruditos sostenían no fue hasta el exilio babilónico, y a partir de ahí,
que Israel comenzase a confesar su fe en Dios como Creador, cuando
fueron confrontados con los textos religiosos y los dioses de Babilonia.
Westermann, que era alumno de von Rad, prestaba más atención
a la Creación de lo que era usual en su tiempo.4 No obstante, el tema
crucial de la Creación requiere más atención en una teología que la
que incluso él concedía. En teologías veterotestamentarias recientes,
como la de John Goldingay5, la Creación recibe atención plena, y con
razón. Cuando estudiamos los libros que ahora constituyen el canon
de la Biblia, se hace evidente que la creación del mundo no solamen-
te es importante por el orden cronológico en que suceden las cosas.
La Creación tiene también una gran importancia teológica como el
fundamento y el punto de partida esencial de toda la Biblia, que co-
mienza con la Creación y termina con la re –creación. La Historia de
la humanidad, de Israel y de la Iglesia está incrustada en una estruc-
tura universal. Los planes de Dios alcanzan la totalidad del cielo y la
tierra. Dios se centra solo y únicamente en Israel durante un período
determinado y con un propósito específico. El eje de la historia del
CRISTO
Antes de abordar el tema del reinado de Dios, volvemos brevemente a
la pregunta por el núcleo del Antiguo Testamento. ¿Es la Creación el
núcleo? No podría estar de acuerdo con esa posición tampoco. De he-
cho, toda teología veterotestamentaria que se centre en un solo tema
es deficiente de por sí. No podemos enfatizar un tema en particular
y decir que los demás son irrelevantes. Encontrar un equilibrio entre
los diferentes elementos del Antiguo Testamento, sin llamar ninguno
‘el’ núcleo, muestra una mayor fidelidad a la Escritura en su conjunto.
De hecho, ¿es la búsqueda de un núcleo en el Antiguo Testamento
un asunto realmente útil para los cristianos? H. J. Hermisson recal-
ca el hecho de que cuando los cristianos hablan del ‘Antiguo Testa-
mento’ ya indican que lo contemplan desde una perspectiva cristiana.
Argumenta que los cristianos pueden admitir sin reservas que para
ellos Cristo es el centro ‘externo’ del Antiguo Testamento. Externo,
porque no se le menciona de manera explícita en el Antiguo Testa-
mento. Aún así, los cristianos leen toda la Biblia con Cristo en mente.
Según Hermisson, Dios e Israel forman el núcleo interno del Antiguo
Testamento.6 Esta declaración merece nuestra consideración, aunque
deberíamos tener cuidado de atribuir con demasiada rapidez todo lo
que leemos en el Antiguo Testamento a Cristo.
EL REINADO DE DIOS
En el primer capítulo de Génesis leemos cómo Dios obra por medio
de su palabra poderosa, por la que crea el mundo. La manera en que
Génesis 1 describe cómo Dios pronuncia sus palabras tiene una con-
notación real: estas palabras suenan como decretos reales. Cosas que
Porque Jehová es Dios grande, y Rey grande sobre todos los dioses
Porque en su mano están las profundidades de la tierra,
y las alturas de los montes son suyas.
Suyo también el mar, pues él lo hizo;
y sus manos formaron la tierra seca.
Como los representantes del Rey en la tierra, los seres humanos pue-
den gobernar sobre su creación. Este salmo nos recuerda las palabras
de Génesis 1, (véase los vv. 1 y 2, citados antes). Es por medio de la pa-
labra de Dios que las cosas son creadas. En Génesis 1:26 y ss. leemos
acerca de la creación del hombre y la mujer, de los que se dice que
fueron creados «a la imagen de Dios».
Hay mucha diferencia de opiniones en cuanto al significado de
«imagen».10 Uno de los significados posibles es que el ser humano
representa a Dios en la tierra. En el antiguo Oriente Próximo, como
vimos con Babilonia, los reyes eran considerados como representan-
tes de sus dioses en la tierra. En ciertos lugares, un dios podía ser
representado por su imagen. De la misma manera, los reyes podían
ser representados por sus imágenes en regiones donde ellos mismos
estaban ausentes.
En la Biblia, cada ser humano está destinado a representar a Dios
en la tierra. Hombres y mujeres son «coronados de gloria y de hon-
ra», como leemos en el Salmo 8. Dios dio al hombre y a la mujer un
mandato cuando los creó: «... llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread
en los peces del mar, en las aves de los cielos y en todas las bestias que
se mueven sobre la tierra» (Gn. 1:28). Gordon Wenham comenta, con
respecto a la función de ser creado a la imagen de Dios:
Los seres humanos están destinados a ser los virreyes de Dios en la tie-
rra – representantes visibles del Dios invisible. Por lo tanto, la Biblia
comienza con una alta valoración de la humanidad cuando formula
una declaración de cometido para los seres humanos.
Como quiera que definamos la «imagen de Dios», hay una rela-
ción entre la imagen y la tarea del género humano en la tierra. Cada
ser humano posee ‘algo’ que lo conecta con Dios. Llevamos el ‘sello’ de
Dios y podemos negar o afirmar esto en nuestras vidas. En el Antiguo
Testamento, el hecho de que todos los seres humanos son creados a la
imagen de Dios es un fundamento clave de la ética. Dios creó a todos.
Sobre esta base, Génesis 9:6 puede declarar que cada vez que alguien
mate a otro, mata a la imagen de Dios. Por eso, el asesinato se castiga
tan duramente. Proverbios 14:31 dice: «El que oprime al pobre afrenta
a su Hacedor...» El hecho de que cada ser humano es creado a la ima-
gen de Dios es la base de los derechos humanos.
LA CREACIÓN Y LA HISTORIA
En los primeros capítulos de Génesis vemos que la confesión de Dios
como el Creador sienta las bases para lo que sigue en el resto de la
Biblia. A su posición como Creador está estrechamente vinculado el
reinado de Dios, y el reinado del hombre derivado de ello. Por eso es
importante no comenzar un debate de la ética del Antiguo Testamento
a partir de Moisés o incluso de Abraham, sino a partir de Génesis 1:1.
Génesis 1 –11 pone el fundamento sobre el que el relato bíblico se des-
pliega y se desarrolla. Estos primeros once capítulos tratan de la crea-
ción en su totalidad, el origen de todas las naciones. Ellos preparan la
escena para la historia de Dios con la humanidad.12
Israel es un pars pro toto, una parte que representa la totalidad: en este
país y entre este pueblo, el reinado de Dios, que es un señorío sobre
toda la tierra, debe hacerse visible y efectivo. Este objetivo se des-
prende claramente de las palabras que se le manda a Moisés a decir al
pueblo de Israel cuando Dios hace un tratado con ellos:
EL PACTO
En adición a la Creación y el reinado de Dios, hay además otro tema
teológico que es central en el Antiguo Testamento, y que nos ayuda
DIFERENCIAS
Está claro que hay notables similitudes entre los tratados de vasallaje
hititas y Deuteronomio. Sin embargo, el segundo es un tipo de docu-
mento distinto a un tratado de vasallaje político. Deuteronomio es
un texto teológico – un texto que quiere hacer explícito la relación
entre Dios y su pueblo Israel. Esta relación es diferente a la que hay
entre un señor y su vasallo subordinado. Deuteronomio 7:7 y 8 afirma
claramente que Dios escogió al pueblo de Israel por amor, en su mi-
sericordia y gracia. Estos versículos dan continuación también a los
temas y la acción de Génesis y Éxodo: en su pacto con Israel, Dios está
EL PACTO DE GRACIA
De Deuteronomio 7:7, 8 queda claro que el amor es la base de la elec-
ción de Israel. Es por la gracia de Dios que él ha escogido a Israel.
Los primeros capítulos de Deuteronomio recuerdan al pueblo todas
las cosas maravillosas que Dios ha hecho para ellos. Como vimos, las
estipulaciones y regulaciones específicas que siguen en los capítulos
12 – 26 parten de esta relación. El pueblo de Dios tiene que compor-
LA SANTIDAD
Las leyes veterotestamentarias son más que meras reglas estrictas,
más que simples ‘haz esto y no hagas lo otro. La Torá es un estilo de
vida para el pueblo de Dios, que debe ser un modelo, un paradigma
para el mundo. Y, ¿cómo es ese modelo?
En Israel, Dios creó un lugar especial en la tierra donde las nor-
mas de la vida serían visibles – las cuales, como vimos anteriormente
al tratar la Creación, estaban dirigidas al mundo entero. Son las nor-
mas del reino de Dios. Israel debía guardar estas reglas cuando vivía
como el pueblo de Dios. Al estudiar las leyes de la Torá, podemos ver
cómo es la sociedad ideal de Dios. La totalidad de la vida tiene como
propósito una celebración de la gloria de Dios y debería estar dedica-
do completamente a él. En cada aspecto de la vida, la gente podía ver
que Israel era el pueblo de Dios: en su comida, su ropa, su ritmo de
trabajo y descanso, su forma de tratar a los animales.
Un versículo central aquí encontramos en Levítico 19:2: «Santos
seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.» La santidad no es
solamente perfección, o no tener pecado, como Dios. También sig-
nifica «ser separado». Cuando en la Biblia se llame ‘santa’ a gente,
eso significa que han sido puestos aparte para Dios y dedicados en
exclusivo a él. En concreto, esto era el caso de los sacerdotes en Israel,
como dice Éxodo 29:1: «Esto es lo que harás para consagrarlos, para
que sean mis sacerdotes...» Aunque los sacerdotes tienen una posi-
ción aparte en Israel, los israelitas normales también son llamados a
ser santos en todo lo que hacen. Una idea relacionada a la santidad es
la de la integridad, que quiere decir que el pueblo de Dios, salvado de
Egipto, debería vivir una vida íntegra como un sacrificio a Dios. Como
nación ha sido separada y elegida para servirle con una dedicación
completa.35 De eso es de lo que tratan todas estas disposiciones en la
Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová
tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus
fuerzas. (Deuteronomio 6:4, 5)
***
Hasta el día de hoy, judíos piadosos repiten estas palabras cada día.
Tanto la obediencia como la desobediencia no dejaban de tener
consecuencias, como se ve claramente en Deuteronomio 27 y 28. Es-
tos capítulos contienen unas maldiciones y bendiciones parecidas a
las que encontramos en muchos tratados de vasallaje de otras nacio-
nes.36 Tanto las maldiciones como las bendiciones se hicieron reali-
dad a lo largo de la historia de Israel. Son el hilo conductor a través del
Antiguo Testamento. Los profetas en particular basaron su mensaje
en el pacto y el hecho de que Israel muchas veces estuvo en peligro
de traer las maldiciones sobre sí mismo a causa de su desobediencia.
LA CRÍTICA PROFÉTICA
Los profetas del Antiguo Testamento recordaban al pueblo continua-
mente su responsabilidad de cumplir los requisitos del pacto en el
que sus antepasados habían entrado. Continuamente recordaban al
pueblo de Israel, y particularmente a los líderes responsables (como
los reyes y sacerdotes), que habían sido elegidos por Dios para vivir de
acuerdo a su llamado.
En el orden judío del conjunto de libros que los cristianos llaman
el Antiguo Testamento, los libros de Samuel y Reyes pertenecen a los
libros ‘proféticos’, y no a los libros históricos. Estos libros son realmen-
te descripciones proféticas de la historia, ya que evalúan a los reyes
RESUMEN Y CONCLUSIONES
El establecimiento del pacto entre Dios e Israel es un momento cru-
cial en el Antiguo Testamento, pero la historia de Dios con la huma-
nidad comenzó mucho antes de los acontecimientos en Sinaí. Como
el Creador del cielo y de la tierra, Dios quiere ser reconocido como el
único Rey entre todas las naciones. Sin embargo, eligió una nación y
estableció una relación especial con ese pueblo para que ellos fueran
un ‘modelo’ para las otras naciones en un mundo contaminado por el
pecado. Dios estableció aquella relación con este pueblo por medio de
un acuerdo llamado pacto.
RELATOS
Según Janzen, no solamente los pasajes del Antiguo Testamento que
contienen leyes y decretos tienen una función paradigmática, sino
también el material narrativo. Los relatos nos proporcionan ejemplos
o análisis de casos, tanto positivos como negativos. Leer o escuchar las
historias moldea el entendimiento moral del lector u oyente. Janzen dis-
tingue entre varias funciones paradigmáticas en las leyes y los relatos:
paradigmas familiares, sacerdotales, sapienciales, reales y proféticos. El
paradigma familiar es el más básico, del que los demás se han derivado.12
El paradigma familiar está central en los Diez Mandamientos: la
segunda persona singular apela al padre como cabeza del clan. Al di-
rigirse a él, Dios se dirige a toda la familia. Al padre se le pide que
PARADIGMA
Este planteamiento paradigmático parece ofrecernos una buena pers-
pectiva desde la que podemos ver el Antiguo Testamento en su totali-
dad para descubrir su relevancia ética. Respecto a esto, es una mejor
opción que la sistematización detallada de Kaiser. Como dice John
Barton:
La Torá es un sistema según el cual vivir la vida en la presencia de
Dios, más que un conjunto de reglas
detalladas para cubrir cualquier situación particular para la que
podría hacer falta una directiva moral.15
El concepto de paradigma parece ser muy importante al tratar la
ética veterotestamentaria. La definición de Christopher Wright, no
obstante, tiene ciertas ventajas sobre la de Janzen. Wright expone esta
definición en Viviendo como pueblo de Dios:
REVELACIÓN Y PARADIGMA
En cualquier acercamiento a la ética veterotestamentaria es impor-
tante mantener la autoridad de la Biblia como un principio funda-
mental, esencial para entenderla. En la Torá, al pueblo de Israel se le
recuerda una y otra vez guardar las leyes y ordenanzas porque Dios se
A esta lista podemos añadir algunos importantes temas más, que aún
no hemos tratado en detalle.
Hay una causa en contra del pueblo de Israel por su falta de fide-
lidad, amor y reconocimiento de Dios, elementos esenciales de la
relación de pacto con Dios y entre ellos. La gente no está viviendo
con Dios de una manera que sea visible en su vida diaria. El versí-
culo 2 refiere a los Diez Mandamientos: «Perjurar, mentir, matar,
hurtar y adulterar». Las relaciones se han visto obstruidas, tanto
horizontal como verticalmente. El versículo 3 menciona las conse-
cuencias de pecar contra Dios y contra los hermanos, miembros del
pueblo del pacto. La tierra y los animales están de luto y muriéndo-
se, la tierra y toda la creación está sufriendo a causa de los pecados
contra Dios y otros.
La ruina y la muerte descritas en el versículo 3 contrastan con el
relato de la Creación en Génesis 1. El pecado produce muerte y rein-
troduce el caos inicial que existía antes de que Dios formara los cielos
y la tierra.
Jeremías refiere a la creación de la misma manera:
***
Esto comeréis de todos los animales que viven en las aguas: todos
los que tienen aletas y escamas en las aguas del mar, y en los ríos,
estos comeréis. Pero todos los que no tienen aletas ni escamas en
el mar y en los ríos, así de todo lo que se mueve como de toda cosa
viviente que está en las aguas, los tendréis en abominación. Os
serán, pues, abominación; de su carne no comeréis, y abominaréis
Sostengo que los alimentos prohibidos por la Ley son nada salu-
dables. No hay ni uno entre los tipos de alimentos prohibidos cuya
naturaleza dañina se ponga en duda, salvo la carne de cerdo y la
grasa; pero en estos casos la duda no es justificada.1
La pregunta que sigue sin respuesta es: ¿qué significó la ley para los
israelitas en su época?
Una insinuación sutil de que los seres humanos son el objeto prin-
cipal de la preocupación del legislador. Lo que es más, por medio
de estas omisiones, el legislador traslada de manera tácita el men-
saje de que todas las bestias y criaturas inmundas enumeradas
son víctimas de la ofensa y la desobediencia de la serpiente y el
ser humano.22
¿No sería de esperar que si a los israelitas les guste la carne, muy
pronto criarán suficientes animales domésticos y limpios para sa-
tisfacer su apetito?... Además, Levítico 11 no prohíbe matar a los
animales inmundos, y sería lógico pensar que una familia quisiera
exterminar a animales que de otra manera pueden convertir co-
mida y utensilios de cocina limpios en inmundos (Lv. 11:29–38).27
TOTALIDAD
El contexto más amplio de Levítico 11 nos enseña algo más acerca
de la idea de ser ‘santo’, que se enfatiza en Levítico 11:44 y 45, donde
leemos:
Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santifica-
réis, y seréis santos, porque yo soy santo... Porque yo soy Jehová, que
os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios; seréis, pues,
santos, porque yo soy santo.
Hemos mencionado la cuestión de ‘totalidad’ en Levítico 11, que
también es un tema importante en otras partes de Levítico. Cosas
LEVÍTICO 19
Como acabamos de decir, Dios es vida, y el reino de la vida, el vivir, el
orden, la totalidad y la integridad le pertenecen. Lo opuesto de la vida
es la muerte, y todo lo que tenía que ver con la muerte era inmundo
para los israelitas. Así que cualquiera que había tocado un cadáver
era inmundo. Consultar a los muertos, una práctica muy conocida
en aquel tiempo, también estaba prohibida (Deuteronomio 18:9–13).
Todo el terreno de prácticas prohibidas como adivinación, hechicería
y espiritismo aclaran el contraste entre Israel y otras naciones:
La cancelación de deudas | 99
prestado; tendrás dominio sobre muchas naciones, pero sobre ti
no tendrán dominio.
Cada séptimo año era un año sabático, durante el que la tierra debía
quedar en barbecho. Cualquier comida que crecía espontáneamente,
había que darla a los pobres. Igual que el sábado semanal, este año
tenía que ser un tiempo de descanso. No solo tenían que descansar los
terratenientes, sino también los que trabajaban para ellos, hombres
y animales por igual. El sábado, el día de reposo, tiene el beneficio
social de un día libre para la gente y los animales que trabajan dura-
mente. Éxodo 20:8–11 refiere a la obra de Dios de la Creación como
una motivación para guardar el día de reposo. El año sabático tiene el
mismo valor.
Éxodo 23:10–12 describe el sábado y el año de reposo en términos
de sus beneficios sociales y físicos:
... aquel que es ‘pobre’, no forma parte de una categoría de ‘los po-
bres’ como si fuera un grupo distante, sin nombres y sin caras. «Tu
hermano» expresa unidad; «tu pobre» expresa responsabilidad.
No son el problema de otro.1
La opinión del Antiguo Testamento era que un esclavo era una perso-
na con sus derechos. Hans Boecker observa: «Tiene derechos propios,
particularmente el derecho a la integridad corporal».8
Los acontecimientos narrados en Jeremías 34 nos recuerdan a las
regulaciones acerca de la liberación de los esclavos. El rey Sedequías,
que está en peligro porque los babilonios han rodeado Jerusalén, de-
cide que los ricos libren a sus esclavos. Él espera que, si empieza a
guardar la ley de la liberación de los esclavos, esta obediencia tendrá
CONCLUSIONES
• Como hemos visto una y otra vez, la ética veterotestamentaria es
‘teocéntrica’. Es «Jehová tu Dios» quien da la ley a su pueblo del
pacto, es Él que lo bendice y que por tanto le da todo lo necesario
para obedecer sus ordenanzas. Es el tiempo del Señor para perdonar
las deudas.
• La forma en que Israel resuelve los asuntos de la tierra y la pobreza
tendría que ser un ejemplo, un paradigma, de cómo debería ser el
mundo de Dios. Hay bendición para todos y no debería haber gente
pobre.
• La ética veterotestamentaria está basada en la gracia de Dios: Él ha
dado la tierra y Él da bendiciones a su pueblo.
• El carácter teocéntrico de los mandamientos significa también que
tienen que ver con la vida en su plenitud, ya que Dios es el Dador
de la vida.
• No hay una división estricta entre una vida ‘espiritual’ y una vida ‘fí-
sica’. La totalidad de la vida, incluida el área de la economía, es para
vivirla a la luz de la presencia de Dios. La ética veterotestamentaria
es una manera de vivir. La gente muestra que sirve a Dios al guardar
sus mandamientos – y esta obediencia culminará en bendición para
la tierra e incluso en la desaparición de la pobreza.
Es evidente que ni Génesis, ni Jueces [el libro del que se ocupa espe-
cialmente], sostiene todas las acciones de sus actores como admira-
bles, sino que Dios actúa mostrando su gracia a su pueblo falible.1
La guerra | 109
«Ama a tus enemigos»? De hecho, tenemos que preguntar si el Nue-
vo Testamento es realmente un libro ‘pacifista’. Los pasajes neotesta-
mentarias acerca del futuro usan mucho lenguaje que proviene de la
batalla (véase Marcos 13:7; Apocalipsis 6:3–8; 19:11–21). Volveremos
a esta pregunta en el último capítulo.
Algunos teólogos argumentan que las reglas acerca de la guerra
son, en esencia, el producto de una o varias fuentes teológicas en Israel,
y que se las puede considerar simplemente como las opiniones de estos
grupos de redactores o autores. Algunas de las leyes, aseguran, provie-
nen de un grupo estricto de gente que estaba declarando la guerra a
las influencias extranjeras.2 Basándose en esto, uno podría decir que
el Antiguo Testamento solo contiene diferentes opiniones sobre y acti-
tudes frente a la guerra.3 Estos estudiosos concluyen que los distintos
pasajes son simplemente la obra de seres humanos y que, por lo tanto,
tienen menos autoridad que la revelación de Dios y son un problema
de menor importancia.
Pero, si creemos que Dios se revela en su Palabra, entonces es
muy importante que escuchemos a los textos antes de que dictemos
sentencia. Primero, estudiaremos con atención Deuteronomio 20:
110 | La guerra
su casa, no sea que muera en la batalla, y algún otro la disfrute.
¿Y quién se ha desposado con mujer, y no la ha tomado? Vaya, y
vuélvase a su casa, no sea que muera en la batalla, y algún otro la
tome. Y volverán los oficiales a hablar al pueblo, y dirán: ¿Quién
es hombre medroso y pusilánime? Vaya, y vuélvase a su casa, y no
apoque el corazón de sus hermanos, como el corazón suyo. Y cuan-
do los oficiales acaben de hablar al pueblo, entonces los capitanes
del ejército tomarán el mando a la cabeza del pueblo.
La guerra | 111
ISRAEL EN SU CONTEXTO
Deuteronomio se nos presenta como un largo sermón dado por Moi-
sés justo antes de que el pueblo de Israel entrara a la Tierra prometida
de Canaán. Deuteronomio 20 da regulaciones acerca de lo que de-
bía hacer Israel cuando encuentren otras gentes en el país o cuando
sean atacados por otras naciones. El pasaje no trata sobre conquistar
el mayor número posible de otros países y naciones. No se enaltece
la guerra. Algunos estudiosos piensan que Deuteronomio fue escrito
mucho tiempo después de la conquista de Canaán, y que la ley acerca
de la guerra data del tiempo de la monarquía. T. R. Hobbs argumen-
ta que Deuteronomio 20, 21 y 23 menciona a naciones extranjeras
que eran importantes en la época de los reyes, cuando la guerra se
había vuelta más agresiva que en tiempos anteriores.4 Deuteronomio
20 no promueve en absoluto la guerra de agresión, como veremos
– aunque Hobbs interpreta el capítulo más negativamente. Wright
sabe defender una fecha mucho más temprana para el pasaje y explica
que esta ley efectivamente fue dada antes de la conquista del país. Él
argumenta que no tenía sentido que estas reglas fueran puestas por
escrito en un tiempo posterior, cuando todo el mundo sabía que no
se cumplieron.5
Israel tuvo que lidiar con varios grandes reinos durante su histo-
ria veterotestamentaria. Estos reinos, a su vez, intentaban extender
sus áreas de influencia a costa de otras naciones como Israel. Geográ-
ficamente, la tierra de Canaán estaba situada entre algunas grandes
potencias: Egipto por un lado, y Asiria y luego Babilonia por el otro.
Durante un largo período había una lucha continua por la supremacía
entre la gran potencia al oeste de Israel y la que estaba al noreste.
Cada vez que estas potencias querían atacarse entre ellas, atravesaban
la tierra de Israel.
La guerra era una realidad más o menos corriente en el Antiguo
Oriente Próximo. Algunas potencias, como Asiria, no tenían fronteras
fijas, como una línea costera. Por lo tanto, los asirios eran bastante
vulnerables y se desplazaban continuamente para proteger su reino y
su área de influencia frente a invasores.
112 | La guerra
A los asirios se les describe a menudo como gente sin piedad, cruel
y sin respeto alguno por la vida humana. En sus escritos y relieves que
muestran sus métodos de guerra, hay ejemplos de pueblos conquista-
dos llevados en cautividad. A algunos de los cautivos se les desollaba
vivos, a otros, se les decapitaba. Hay relieves que representan casas
siendo destruidas y quemadas. Los asirios se mostraron especialmen-
te despiadados con naciones que no se entregaban voluntariamente.
Sin embargo, no todo los reyes asirios eran imperialistas.
Durante algunos períodos había más guerra que durante otros. La
forma en que los asirios se representaban tenía también un propósito
para la ‘guerra psicológica’. Querían que otras naciones creyesen que
eran una nación extremadamente cruel y poderosa, para que se entre-
gasen inmediatamente. Por miedo, los otros pueblos les darían dinero
y otros tesoros para evitar un ataque de los asirios.
Estos comentarios atenuantes no pretenden sugerir que los asirios
no llevasen a cabo guerras crueles. Uno de sus motivos para luchar era
de carácter económico. Después de cada conquista se llevaron ricos te-
soros del país conquistado. Un aspecto llamativo de su método de gue-
rra era la deportación de la gente. Ellos utilizaron estos cautivos para
enormes proyectos de construcción en Asiria, pero la deportación era
también un medio de dispersar a la gente para evitar una rebelión.6
LA GUERRA EN ISRAEL
Las reglas para la guerra en Deuteronomio se diferencian de las prác-
ticas habituales de aquel tiempo en por lo menos un sentido impor-
tante: no hay un mandato para expandir el país conquistando los
territorios de las naciones vecinas – no hay motivo para una guerra
imperialista. Israel no necesita conquistar el resto del mundo para
demostrar la grandeza del Señor. El plan para Israel no es llegar a
ser una potencia mundial de primer orden como los asirios mismos y
otros pensaban que debían ser.
Puesto que las guerras eran una realidad cotidiana, Israel tenía
que defender la tierra que le fue dada. Si uno no defiende su propio
La guerra | 113
territorio, lo va a perder. Israel no era una ‘entidad espiritual’, sino
física y política – gente real en un país real que muchas veces estaba
en la ‘lista de compra’ de otras potencias que también querían poseer
esa tierra.
Pero las reglas acerca de la guerra en Deuteronomio 20 son muy
restrictivas. En el versículo 1 se hace evidente que la fuerza de Israel
no está en caballos, ni carros, ni grandes ejércitos – todo ello muy
importante en las tácticas de guerra de otras naciones. Israel no ha de
ser una superpotencia que puede oprimir a otros. Eran, de hecho, «el
más insignificante de todos los pueblos» (Dt. 7:7) y debían encontrar
su fuerza en Dios.
El versículo 1 expone en segundo lugar que la guerra de Israel es
‘asunto’ de Dios, por decirlo así. La guerra no trata de su poder, trata
de la tierra que Dios les ha dado. Él está luchando contra sus enemigos
(véase v. 4). Además, hay reglas sobre la posible reducción del número
de soldados. Aplicar estas reglas hará que el ejército israelita se vuelva
más pequeño en vez de que aumente. Esto es una actitud bastante ex-
traordinaria frente al ir a la guerra. Si un hombre es recién casado, o
tiene una casa nueva o acaba de plantar una viña, ¡que disfrute de estas
bendiciones que Dios le ha dado en la Tierra prometida! ¿Hay alguien
miedoso o pusilánime? Que vuelva a su casa. Una buena ilustración de
esta regla la encontramos en la historia de Gedeón (Jueces 7:3).
Todo esto deja muy claro que la victoria no se obtendrá gracias a
la fuerza y el poder humano de Israel, sino porque el Señor está con
ellos. No se enaltece el papel humano en las guerras.
Los versículos 10–18 exponen una distinción entre ciudades
lejanas y aquellas que están cerca – o sea, las ciudades de los pue-
blos cananeos. Génesis 15:16 dice acerca de uno de esos pueblos, los
amorreos, que serán echados del país por su maldad. Después de su
promesa a Abraham acerca de la tierra, Dios había concedido algún
tiempo a los pueblos como los amorreos para cambiar y convertirse,
pero ahora su pecado «ha llegado a su colmo». Sobre las naciones en
Canaán,7 Deuteronomio 9:4–6 dice:
***
114 | La guerra
No pienses en tu corazón cuando Jehová tu Dios los haya echado
de delante de ti, diciendo: Por mi justicia me ha traído Jehová a
poseer esta tierra; pues por la impiedad de estas naciones Jehová
las arroja de delante de ti. No por tu justicia, ni por la rectitud de
tu corazón entras a poseer la tierra de ellos, sino por la impiedad
de estas naciones Jehová tu Dios las arroja de delante de ti, y para
confirmar la palabra que Jehová juró a tus padres Abraham, Isaac
y Jacob. Por tanto, sabe que no es por tu justicia que Jehová tu
Dios te da esta buena tierra para tomarla; porque pueblo duro de
cerviz eres tú.
LOS CANANEOS
Así que, ¿qué hay de los cananeos? ¿Qué pensar de Deuteronomio
20:17 donde dice que Israel debe destruir a los pueblos que viven en
Canaán? (Los varios grupos pueden unirse bajo el epígrafe de ‘cana-
neos’.) Muchos cristianos y no cristianos tienen dificultad con este
mandato. Algunos intentan resolver el problema asegurando que Dios
no lo ordenó, sino que los israelitas pensaban que lo hizo. Pero no hay
ninguna indicación en el texto que parece justificar esto. Versículos
como Deuteronomio 7:1, 2 y 20:17 son difíciles.
El Antiguo Testamento da dos razones importantes para este se-
vero mandato. En primer lugar, Israel está llevando a cabo el juicio
de Dios sobre los cananeos a causa de su gran impiedad, véase arri-
ba. No porque Israel sea mejor, moralmente, que las otras naciones.
Eso queda claro de los versículos citados en Deuteronomio 9:4–6.
No es por un sentimiento de superioridad que Israel mataría a los
cananeos.
¿Cuál era entonces la impiedad de los cananeos? El profesor Alan
Millard me dijo en una conversación privada: «No hay que olvidar
que eran muy violentos, incluso frente a su propia gente.» La violen-
cia es también el rasgo característico de una de sus deidades, Anat, la
hermana de Baal. Lo leemos en las tabletas de barro cocido encontra-
das en Ugarit (en la Siria actual). Como allí se adoraba a Baal, nos dan
La guerra | 115
una comprensión de la religión de Baal que era también popular entre
los cananeos. El pasaje sobre Anat dice:
116 | La guerra
destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, dicien-
do: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo
también les serviré. No harás así a Jehová tu Dios; porque toda cosa
abominable que Jehová aborrece, hicieron ellos a sus dioses; pues
aun a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses.
Así que, aparte de juzgar a las naciones de Canaán por su pecado, hay
otro motivo detrás de las reglas estrictas sobre su expulsión de la tie-
rra: ellos son un peligro para Israel a causa de su idolatría (Dt. 20:18).
Si Israel no destruye completamente a estos pueblos, esto es lo que
pasará: «para que no os enseñen a hacer según todas sus abominacio-
nes que ellos han hecho para sus dioses, y pequéis contra Jehová vues-
tro Dios». El principio más importante que hay detrás de las reglas en
los versículos 16–18 acerca de la extinción de las naciones cananeas es
que Israel tiene que quitar todo lo que puede hacer que den la espalda
a Dios y pequen.
La guerra | 117
En Deuteronomio 7:1–6 y 25, 26 encontramos el mismo motivo
para luchar contra las otras naciones en el país. Seguir otras religiones
es completamente opuesto a servir al Señor – y por tanto pondría en
peligro la existencia de Israel como pueblo de Dios. Este peligro es
también la razón por la que Dios prohíbe el matrimonio entre israeli-
tas y otros (Dt. 7:3, 4). Inevitablemente, la idolatría se infiltraría poco
a poco en tales relaciones. Israel tenía que estar totalmente compro-
metido con Dios y servirle con todo el corazón. Como dice Deutero-
nomio 7:6, «Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová
tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los
pueblos que están sobre la tierra.»
Si Israel pierde su identidad porque sirve a otros dioses, perde-
rá su existencia – dejará de ser el pueblo de Dios o dejará de ser un
pueblo sin más. La guerra contra los cananeos es por lo tanto no una
cuestión de imperialismo, odio o crueldad. Se trata, más bien, de Is-
rael preservando su identidad como un pueblo dedicado al único Dios
verdadero.
¿Qué hay del cumplimiento de la orden de matar a todos los
cananeos? Deuteronomio 7:2, 3 parece indicar que los cananeos se-
guirán estando allí, porque si no, no tiene sentido mencionar la (im)
posibilidad de casarse con ellos. Otros pasajes también dejan claro
que no se cumplió esa orden, como 1 Reyes 9:20, 21. Esto puede ser
un alivio para los lectores de hoy, pero el inconveniente de ello era
que el culto de Baal de los cananeos siempre continuaba siendo una
amenaza para la fe de Israel y (por tanto) para su existencia como el
pueblo de Dios.
118 | La guerra
mo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis. Como las na-
ciones que Jehová destruirá delante de vosotros, así pereceréis,
por cuanto no habréis atendido a la voz de Jehová vuestro Dios.
(Dt. 8:19, 20; véase también Lv. 18:28).
Así que, de nuevo, la razón de que estas naciones tenían que ser ex-
pulsados no es porque una nación (Israel) era mejor que las demás.
Segundo, no se trata de la identidad étnica, como si todos los
‘extranjeros’ fuesen condenados. Cuando Rahab esconde a los espías
israelitas y está claro que quiere seguirles en su adoración del único
Dios, ella es aceptada como miembro del pueblo del pacto.9
Tercero, esta ordenanza solo era válida para ese período particular
en la Historia. No se repite en el resto de la Biblia ¡y nunca se la puede
aplicar como una ‘excusa’ para matar a otra nación o raza!
ASPECTOS HUMANITARIOS
Israel debía ofrecer paz a ciudades lejanas antes de que sucediese nin-
guna otra cosa (Dt. 20:10). Si estas ciudades respondiesen de manera
positiva, sus habitantes podrían quedarse en su propia tierra y se so-
meterían a Israel. No se les debía maltratar. Sin embargo, si rehusasen
de hacer la paz, Israel tenía que comenzar la batalla.
El final de Deuteronomio 20 expone algunas reglas, cuya per-
tinencia continuada resulta evidente: en tiempos de guerra, no se
debían destruir los árboles frutales o talarlos para construir instru-
mentos de asedio. Este decreto marca un gran contraste con la cos-
tumbre de los asirios. Cuando una ciudad no se sometía a ellos, solían
retirarse y quemar y destruir la cosecha, los árboles y las casas de los
alrededores.10
En Deuteronomio 21:10–14 encontramos algunas regulaciones
humanitarias acerca de las mujeres cautivas. Si un israelita se casara
con una de esas mujeres, no se le permitía venderla o tratarla como a
una esclava si dejara de estar contento con ella. Tenía que respetarla
como un ser humano valioso.
La guerra | 119
En este contexto merece la pena estudiar la forma en que algunas
otras naciones, salvo los cananeos, fueron tratadas. Deuteronomio 2
enumera tres naciones a las que Dios había dado tierras –todas ellas
tienen una relación histórica con Israel–. En el caso de Edom, la co-
nexión viene por Esaú, cuyos descendientes son el pueblo de Edom. A
Israel no le estaba permitido luchar contra Edom, ni tomar nada de su
tierra, porque Dios lo ha dado a los hijos de Esaú (vv. 4–6). Lo mismo
vale para Moab (v. 9) y para Amón (v. 19), naciones que están relacio-
nadas con Israel a través de Lot, el sobrino de Abraham.
Deuteronomio 23:3–8 habla de si había que permitir a otras nacio-
nes entrar en la congregación de Jehová. La respuesta a esta pregunta
depende de cómo cierta nación ha tratado a Israel en el pasado. El rey de
Moab había querido maldecir a Israel por medio de Balaam, y los amoni-
tas habían obstaculizado el viaje de Israel hacia la Tierra prometida. Nin-
guna de estas naciones, por tanto, podían pertenecer a la congregación
de Israel. Edom, sin embargo, está relacionado a Israel a través de Esaú y
los egipcios ofrecieron hospitalidad a Jacob y a su familia. Es un pasado
más distante, y no la historia reciente de Egipto, que se tiene presente
aquí. Antes que ser estrictas, estas reglas son de hecho, de un carácter
muy abierto frente a otras naciones. La valoración de estos otros pueblos
depende de su actitud hacia Israel y su relación con él. Si actúan positi-
vamente, participarán de sus bendiciones (véase también Génesis 12:3).
LA REALIDAD
Hemos dicho antes que hay una diferencia entre la teoría de la ley y
lo que pasó en realidad. ¿Cumplía Israel realmente estas regulaciones
sobre la guerra?
No hay una respuesta simple a la pregunta de si Israel libraba sus
guerras siempre de un modo humanitario. Gran parte de lo que pasó
exactamente en las guerras no lo sabemos. Pero leemos, sin embargo,
que los oficiales de Ben–adad, el rey de Siria, le dicen: «He aquí, he-
mos oído de los reyes de la casa de Israel, que son reyes clementes»
(1 Reyes 20:31).
120 | La guerra
La Biblia también es honesta sobre los fracasos de los reyes de
Israel. Incluso un rey ‘ideal’ como David no es presentado como in-
tachable. Sorprende leer en 1 Crónicas 28:3 que a David no se le per-
mitió construir el templo por haber derramado mucha sangre. Este
comentario es tanto más sorprendente cuanto que los libros de Cró-
nicas apoyan claramente el reinado de David. En medio de otras na-
ciones, como los asirios y los babilonios, a un guerrero como David se
le hubiera admirado en gran manera por su éxito en la batalla. Pero
el hecho de que, al ser guerrero, a David no se le permite edificar el
templo concuerda con Deuteronomio 20, la ley acerca de la guerra. La
situación ideal no es la guerra, sino la paz. El rey ideal no es el rey que
lucha y conquista las tierras de otros pueblos. Varias profecías sobre
el futuro dibujan una situación de paz, cuando las espadas se conver-
tirán en «rejas de arado» y las lanzas en «hoces» y las naciones «no se
adiestrarán más para la guerra» (Isaías 2:3 y Miqueas 4:3).
La mayoría de los profetas en el Antiguo Testamento considera el
poder de las grandes potencias de sus días como relativo. Cualquiera
que ve las imágenes del tipo de armas que tenían los egipcios, puede
imaginarse cuán impresionantes fueron las palabras de Isaías:11
La guerra | 121
EL REY
En sus numerosos textos, los reyes asirios se referían muchas veces
a sí mismo como «rey fuerte, rey del Universo». Alardeaban de sus
conquistas gloriosas de otras naciones y lugares, y de las guerras que
libraron en nombre de sus dioses.12 Albert Grayson describe las ins-
cripciones reales asirios así: «El motivo de la redacción de las inscrip-
ciones reales era la exaltación del monarca. A pesar del marcado tono
religioso de las inscripciones reales, el centro de cada una de ellas es
el rey.» 13
En otro libro, Grayson remite a un texto de Tiglat –Pileser I en el
que dice, después de introducirse según la manera típica como «rey
del Universo, rey de Asiria»: «El dios Ashur y los grandes dioses... me
ordenaron extender los límites de su tierra.» 14
Las enormes estatuas de ellos mismos que algunos de estos reyes
del Antiguo Oriente Próximo habían erigido, como las de Egipto, tam-
bién dan testimonio de la importancia que ellos mismos se daban. Los
reyes de Israel y de Judá, sin embargo, tenían un papel muy diferente
dado por Dios. No se han encontrado estatuas reales de estos reyes.
William Hallo comenta que la ausencia de monumentos reales, tales
como encontramos por todas partes en el Antiguo Oriente Próximo,
se debe a que la norma israelita era la teocracia:
122 | La guerra
ley de Dios como lo era cualquier otro y de ningún modo debía consi-
derarse mejor que sus hermanos (vv. 19, 20). Desde la perspectiva de
Dios, el rey es simplemente el primero entre iguales. Deuteronomio 17
nos presenta un rey sin mucho poder o poderío, un verdadero siervo
de Dios y de su pueblo. El rey ideal en Israel no es un guerrero y, com-
parado con otras naciones, la realeza en Israel es un asunto bastante
modesto. McConville enfatiza el hecho de que el papel del rey en Israel
era bastante restringido, particularmente según Deuteronomio:
La guerra | 123
Biblia apenas registra sus logros. Las inscripciones reales de los reyes
asirios, exaltando todas sus proezas, contrastan fuertemente con este
tratamiento.
La monarquía era una cuestión ambivalente a lo largo de la his-
toria de Israel. Mientras Dios podría obrar por medio de la persona
del rey, como David, a menudo los reyes llevaron al pueblo a practicar
la idolatría. Con el tiempo, el rey Salomón se convirtió en el tipo de
rey contra el que Deuteronomio 17:17 previene. Acumuló grandes ri-
quezas y tomó por esposa a muchas mujeres de otros países, y estas
inclinaron su corazón tras otros dioses (1 R. 11:1–8). La división del
reino después de la muerte de Salomón era el juicio de Dios por sus
pecados (1 R. 11:9–13).
CONCLUSIONES
Las leyes sobre la guerra presentan varias cuestiones para la ética ve-
terotestamentaria.
124 | La guerra
pueblo de Dios. A lo largo del Antiguo Testamento, el ideal de Dios
para su pueblo es que viva en paz en la Tierra prometida, con cada
miembro del pueblo del pacto disfrutando del fruto de la tierra. Los
profetas retratan un futuro ideal así. En el mundo roto en el que
vive Israel, sin embargo, el ideal solo se puede alcanzar quitando de
forma radical todo lo que contradice a Dios y sus leyes. El propósito
último de expulsar a los cananeos no es destruir a seres humanos,
sino más bien deshacerse de aquello que amenaza a Israel como el
pueblo de Dios. La ‘planta’ de la idolatría tenía que ser arrancada
de raíz para prevenir que creciese y ahogase al pueblo del pacto de
Dios.
La guerra | 125
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
126 | La guerra
7.
El Antiguo y el Nuevo Testamento.
La Iglesia
La Iglesia | 127
también a los creyentes no judíos. En otras palabras, ¿es el nuevo
pacto, iniciado por Jesús, tan ‘nuevo’ que el antiguo pacto está ahora
pasado de fecha e irrelevante? Los requisitos que se les presentaban
a los creyentes en ambas épocas, ¿acaso no eran completamente
distintos?
En el siglo ii, una persona llamada Marción enseñó que el dios
del Antiguo Testamento era un dios diferente al Dios del Nuevo Tes-
tamento. El primero era un dios ‘cruel’, el segundo un Dios de amor.
Marción enseñó que el Antiguo Testamento era un libro del pasado y
sin pertinencia para los cristianos. El canon podía prescindir de él. No
son muchos los cristianos que están de acuerdo con Marción, pero, en
la práctica, lo cierto es que muchos tienen problemas con el Antiguo
Testamento.
Otra discontinuidad latente en las mentes de lectores de la Biblia
es la que desarrolló Lutero, a saber la de ley (Antiguo Testamento)
versus gracia (Nuevo Testamento). Los dispensacionalistas, por ejem-
plo, tienden a esta posición al dividir la Historia en varias ‘dispensa-
ciones’.2
En la historia más reciente de la Iglesia, diferentes teólogos han
desarrollado una variedad de opiniones sobre el Antiguo Testamen-
to.3 Por ejemplo, el influyente erudito alemán Rudolf Bultmann
veía el Antiguo Testamento como la historia de un fracaso – mos-
trando cómo Israel había perdido su oportunidad de vivir según el
plan de Dios. El estudioso neerlandés Arnold van Ruler, sin embar-
go, argumenta que el Antiguo Testamento contiene todo lo que es
esencial para la fe cristiana; el Nuevo Testamento solo lo explica un
poco más.4
Aunque no podemos tratar todas las cuestiones hermenéuticas
sobre la relación entre los dos Testamentos en este breve estudio,
podemos sacar algunas ideas orientativas de nuestro estudio hasta
ahora, para ayudarnos a entender mejor la relación. Antes que nada,
hay algunas diferencias esenciales entre el Antiguo y el Nuevo Tes-
tamento.
***
128 | La Iglesia
EL ANTIGUO TESTAMENTO
EN EL NUEVO TESTAMENTO
El Nuevo Testamento dice que algunas cosas han sido cumplidas
ahora en Jesucristo y pertenecen al viejo pacto, a diferencia del
nuevo pacto. Un claro ejemplo de esto es el sistema de sacrificios.
El autor de la Carta a los Hebreos enfatiza una y otra vez que el
sacrificio de Jesucristo en la cruz compró, una vez y para siempre,
el perdón de los pecados. El sacrificio de Jesús es perfecto, y no
hacen falta más sacrificios (He. 10:12, 14, 18). Por consiguiente, los
cristianos tienen acceso libre a Dios y no dependen ya más de un
sacerdote terrenal para que ofrezca sacrificios por ellos (He. 9:7;
10:19). El autor dice que los sacrificios bajo el viejo pacto eran «or-
denanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar
las cosas» (He. 9:10).
Esto significa que se echa una nueva luz también sobre el lugar
donde, en tiempos del Antiguo Testamento, se ofrecían los sacrifi-
cios – inicialmente el tabernáculo y luego el templo. Jesús entró en
«el más amplio y perfecto tabernáculo, no hecho de manos» (He.
9:11, véase también v. 24).
Esto no significa que el Antiguo Testamento ya no tiene nada que
decirnos. Al contrario, el autor de Hebreos explica que estudiar la
historia de Israel, inclusive las leyes, aclara la obra de Jesucristo y su
posición en la tierra y en el cielo. El Antiguo Testamento deja claro
que Cristo es el mediador del nuevo pacto (He. 9:15), que él es el
sacrificio perfecto (7:27; 9:26–28; 10:10) y el sumo sacerdote per-
fecto (4:14; 6:20; 7:28). Muchas instituciones veterotestamentarias
señalan hacia delante, a Jesucristo; ellas prefiguraron la Luz del mun-
do. Las leyes relacionadas a ellas no son abrogadas simplemente – se
cumplieron.
La Iglesia | 129
último capítulo, el apóstol Pedro recibe una visión mientras está oran-
do. La visión de Pedro juega un papel importante en la conversión
de Cornelio, un no judío que está esperando a que el judío Pedro le
visite – antes de que Pedro lo sepa siquiera. Judíos y no judíos vivían
separados y no podían comer juntos a causa de las regulaciones sobre
los alimentos limpios e inmundos. En su visión, Pedro ve algo como
un gran lienzo lleno de todo tipo de animales limpios e impuros de los
cuales se le ordena comer. Pedro se niega, sin embargo, porque, como
judío que sigue fielmente las normas de la ley, nunca había comido
nada que fuera inmundo. Pero una voz le instruye: «Lo que Dios lim-
pió, no lo llames tú común» (Hechos 10:15).
Después de ver esta visión, llegan un unos hombres para llevar a
Pedro a la casa de un no judío. Allí, Pedro muestra que ha entendido
lo que Dios le quería decir, porque, cuando ve a Cornelio, le dice:
«Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse
o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a
ningún hombre llame común o inmundo» (Hch.10:28). Este relato
destaca ciertos paralelos entre los animales limpios e inmundos y los
judíos y los gentiles. Como hemos visto, las leyes alimentarias tenían
que ver con la separación de Israel como el pueblo de Dios. El papel
de Israel como modelo, o paradigma, incluía su dieta. La historia en
Hechos deja claro que, en Jesucristo, ya no hay más distinciones entre
diferentes gentes. En la iglesia de Jesucristo, judíos y no judíos están
unidos en el nombre de Jesús. La «pared intermedia de separación»
ha sido derribada (Efesios 2:11–22).
Entonces, ¿significa esto que podemos ignorar sin ningún pro-
blema la mayor parte de Levítico? Eso no sería muy sensato, porque
la iglesia tiene mucho que aprender aún de estos pasajes. Tenemos
que entender, por ejemplo, que Dios es un Dios de totalidad, santi-
dad y vida. Como los que aman a Dios, necesitamos aprender cómo
reflejar su santidad en nuestras vidas. Este llamado a la piedad, que
está en el corazón de estas leyes, no cambiará nunca, ni se hará ob-
soleta.
***
130 | La Iglesia
PERFECTO
En su vida y sus palabras, Jesús enfatizó una y otra vez la esencia de la
Ley. En el Sermón del Monte en Mateo 5 – 7, por ejemplo, vemos que
si alguien no mata a otra persona, sino que riñe con ella, aun así la ley
ha sido quebrantada. Si alguien mira a una mujer codiciándola, eso es
lo mismo que realmente cometer adulterio. Vivir de verdad según la
voluntad de Dios requiere tratar a otros con amor. Esto significa ir un
paso más allá de lo esperado en el cuidado del otro. También significa
apartarse de cualquier cosa que puede llevarnos a pecar. En Mateo
15:10–20, Jesús dice que la contaminación viene de las cosas peca-
minosas que viven en nuestro corazón. Seguir reglas sobre limpieza y
contaminación, sin la pureza interior, no tiene sentido.
En Mateo 5:48, Jesús manda a sus seguidores: «Sed, pues, voso-
tros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.»
Estas palabras son casi iguales a las de Levítico 19:2: «Santos seréis,
porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.» Dios es el Santo, sin peca-
do, e Israel fue separado de otros para servirle. Tenían que dedicarse
a Él con todo su corazón, ser «perfectos». La palabra hebrea para per-
fecto es tamim, y viene de un verbo que significa «ser íntegro», «ser
perfecto». Jesús pide que sus discípulos se entreguen totalmente a
Dios y a su reino con un corazón íntegro. Eso exige muchísimo más
que simplemente «no hacer lo que los Diez Mandamientos prohíben
hacer». Colwell comenta sobre este versículo:
Para Jesús, lo importante aquí no es tanto dar una nueva ley, como
reinterpretar la vieja ley, o, más bien, señalar lo que había siempre
en el fondo de la ley – que vivamos en coherencia con el carácter
de Dios...5
Que Jesús anhela que sus discípulos sean hijos de Dios con corazones
íntegros, lo dejan claro sus palabras en Mateo 6:24: «Ninguno puede
servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o
estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a
las riquezas.»
La Iglesia | 131
En el Sermón del Monte, Jesús trata más de una vez el tema de
‘ser una persona íntegra’. Él reacciona contra la hipocresía, «el hablar
de dos maneras diferentes», «el hacer como si». Un discípulo debería
estar con todo su corazón y honestamente comprometido con el reino
de Dios. Eso viene primero... «Buscad primero el reino de Dios y su
justicia...» (Mt. 6:33).
Escuché una vez hablar al especialista en el Nuevo Testamento,
David Wenham, acerca del tema de los alimentos limpios e inmundos
y cómo Jesús aplicó las leyes respecto a ello en su vida. Leemos en
Marcos 7:14–23 que Jesús declara toda comida limpia. Pero eso no es
lo único que hace. También rompe las barreras de lo inmundo y del
pecado por la manera en que vive. Tiene contacto con gente que es
‘inmunda’ según las reglas de la época. Jesús no abroga la ley de Moi-
sés, sino que él mismo trae la limpieza y pureza a la gente. El deseo de
Dios de que seamos ‘limpios’ e ‘íntegros’ no se ha caducado, sino, más
bien, se realiza completamente en la vida de Jesús. Jesús sana a los
enfermos, a los inmundos, y toca al leproso. Él sana a una mujer que
ha estado sangrando durante muchos años y que por lo tanto es in-
munda. Él trae a toda esta gente de vuelta a la comunidad de Dios. La
santidad de Jesús es tan poderosa que incluso levanta a los muertos.
Él no se contamina al tocar a esta gente, ¡más bien, ellos son hechos
limpios por su contacto con él! Su santidad, su pureza y su limpieza
son ‘contagiosas’, por así decirlo. David Wenham describe la situación
del Nuevo Testamento de la siguiente manera:
132 | La Iglesia
La iglesia cristiana es escogida para un propósito específico: «... para
que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su
luz admirable» (1 P. 2:9).
En Efesios 1:4 leemos: «según nos escogió en él antes de la fun-
dación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de
él.» Claramente, la gracia de Dios viene primero – justo como hemos
observado con respecto a los Diez Mandamientos. Él pide de aquellos
al que ama primero, que le amen y sirvan con todo su corazón.
EL TRIÁNGULO DE WRIGHT
En el triángulo de Wright vimos a Israel en el contexto más amplio
del mundo roto en el que era un paradigma, una especie de modelo.
Wright traza también varias líneas del Antiguo Testamento al Nuevo.
Algunos elementos del Antiguo Testamento, como los sacrificios y
el sacerdocio, tipológicamente apuntan hacia realidades espirituales
en el Nuevo Testamento. La idea del paradigma sigue siendo per-
tinente para la iglesia de hoy, porque vivimos en el contexto de un
mundo roto y una creación caída. El propósito de la iglesia cristiana
es mostrar cómo podría ser el mundo de Dios. Haciendo esto, ella
señala también al futuro, al ‘escaton’, cuando la creación será nueva
y restaurada.7
La iglesia, sin embargo, no tiene una tierra propia. Por eso, Wright
sustituye la palabra ‘tierra’ en el triángulo por la palabra koinonia, o
‘comunión’. La comunidad cristiana ha de ser una comunión en el
sentido espiritual, pero también en el sentido práctico. No obstante,
no estoy de acuerdo con Wright cuando sustituye ‘tierra’ por la idea
de koinonia. Si ‘la tierra’ es el lugar donde se disfrutan y comparten las
bendiciones de Dios y donde vemos sus normas puestas en práctica,
¿no es mejor poner ‘el reino de Dios’ en lugar de la tierra en el triángu-
lo?8 El reino de Dios está en todas partes donde se honra a Dios como
el Rey. El Sermón del Monte muestra cómo debería ser la vida en el
reino –cuán práctico debería ser el amor hacia los hermanos, cómo
deberíamos dar a los necesitados y perdonar a otros–.
La Iglesia | 133
No obstante, Wright ha hecho una contribución muy valiosa a
nuestros pensamientos sobre este tema. Según Wright, por ejemplo,
las leyes alimentarias tienen una función tipológica, en cuanto son
‘típicas’ de la totalidad, la integridad y la santidad que Dios exige de
su pueblo –más claramente visible en Jesucristo–.
La función paradigmática de las leyes alimentarias es evidente:
Israel destacaba en el mundo como un pueblo diferente, incluso en
cuanto a su comida. Estas leyes tienen también una función escatoló-
gica, porque señalan hacia un mundo ‘entero’, ‘limpio’, sin mancha o
pecado, que en el futuro se hará realidad. Ese ideal permanece –aun
cuando las leyes alimentarias en su sentido literal ya no se aplican a
la iglesia–. Habrá cielos nuevos y una nueva tierra y Dios creará una
nueva Jerusalén de la que se dice que «ninguna cosa inmunda entrará
en ella» (Apocalipsis 21:27).
LA CANCELACIÓN DE DEUDAS
Como hemos visto, Deuteronomio 15:1–11 presenta un sistema para la
cancelación de deudas que daba a la gente una oportunidad de volver
a empezar cada séptimo año. El deseo de Dios era que cada miembro
del pueblo del pacto tendría una porción de la Tierra prometida que
les había dado. Esta ley en concreto explica que el préstamo a un her-
mano había que hacerlo de todo corazón –incluso sin esperar que se-
ría devuelto–. A los israelitas se les exigía ser misericordiosos y tener
una actitud abierta para con los demás Testamento israelitas.
Desde la perspectiva del Nuevo podemos aplicar estas reglas hoy
en día de varias maneras. Antes, debemos pensar en el sentido más
amplio de las palabras «dar» y «perdonar». Tenemos que hacer am-
bas cosas de todo corazón. De hecho, la manera en que Jesús descri-
be la necesidad de perdonar unos a otros es tan incondicional como
en Deuteronomio. Él reta a sus discípulos a perdonar hasta «setenta
veces siete» (Mateo 18:22), que quiere decir infinitas veces. Jesús ex-
horta también a sus discípulos a que sean generosos en el dar a otros:
«Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo
134 | La Iglesia
rehúses» (Mt. 5:42). Estas son palabras del Sermón del Monte, que
contiene también muchas otras enseñanzas prácticas para una vida
de discipulado. Jesús pronunció estas palabras en el contexto de la
ocupación de la tierra por los romanos, que podían obligar a cualquier
israelita a «ir una milla», llevando sus cargas para ellos (v. 41). Jesús
exhorta a los que lo siguen a hacer más de lo que se exige o de lo que
se espera y a mostrar un amor abundante – incluso a sus enemigos.
En Lucas 6:34–36 leemos más cosas por el estilo:
La Iglesia | 135
bién sus posesiones terrenales. Hechos 4:34, «Así que no había entre
ellos ningún necesitado», hace eco de la ordenanza de Deuterono-
mio 15:4, «... para que así no haya en medio de ti mendigo».9 Los
creyentes compartían lo que tenían y lo que eran: «Y la multitud de
los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía
ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas
en común» (Hch.4:32). El resultado fue que la iglesia crecía cada
día, a causa del testimonio que daba de palabras y hechos. La iglesia
primitiva era de verdad un ‘paradigma’ del amor y la gracia de Dios
en un mundo roto. Las epístolas neotestamentarias a las primeras
iglesias están llenas de ejemplos de creyentes dando y ayudando unos
a otros de manera práctica. Las palabras del apóstol Pablo en 2 Co-
rintios 8 y 9 sobre este tema tendrían que leerse en su conjunto. Por
citar solo un versículo, «... Dios ama al dador alegre» (2 Co. 9:7). En
Hechos 20:35, Pablo cita algunas de las palabras de Jesús que no se
encuentran en ninguna otra parte: «Más bienaventurado es dar que
recibir». Esto concuerda con Deuteronomio 15:10, que dice que Dios
bendecirá al que da.
La otra aplicación de Deuteronomio 15, que podríamos llamar ‘ti-
pológica’, tiene que ver con el perdón. Las epístolas neotestamenta-
rias abordan también con frecuencia este tema. Así, por ejemplo, dice
Efesios 4:32: «Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos,
perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros
en Cristo.» De modo parecido, Colosenses 3:13 dice: «soportándoos
unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja con-
tra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo
vosotros.» Ambos versículos establecen claramente la relación entre
la gracia que Dios nos ha mostrado y la manera en que debemos tratar
a otros con gracia. Porque somos perdonados, debemos perdonar a
otros. Declaramos esta verdad cada vez que repetimos el Padre nues-
tro: «como también nosotros perdonamos a nuestros deudores...»
Podemos ver también este principio operando en la parábola del rey
y sus esclavos en Mateo 18:23–35. En las leyes veterotestamentarias
vimos exactamente el mismo tipo de relación entre la conducta de
136 | La Iglesia
Dios y la nuestra. Como los israelitas sabían lo que significaba ser
extranjeros, tenían que tratar a los extranjeros con amabilidad y, al
hacerlo así reflejarían el carácter de Dios. Como los cristianos saben
lo que es ser perdonado, deberían perdonar a otros, y de este modo
mostrarán algo del carácter del Padre.
Hay unas cuantas lecciones políticas y económicas que se pue-
den sacar de este pasaje. No estoy especializada en este campo, pero
consulto las organizaciones mencionadas en el primer capítulo.10 Una
de las observaciones que hace Robson en su presentación de Deute-
ronomio 15:1–11 es muy actual para todos nosotros: «...el pobre en
cuestión aquí es alguien que normalmente sería capaz de participar,
pero que por alguna razón está atravesando tiempos difíciles. El ob-
jetivo es llevar a tal persona otra vez a la productividad económica.»
11
Un concepto similar hay detrás del banco de alimentos en el que
participa nuestra iglesia, donde se ofrece comida pero también se da
formación práctica en cómo solicitar un empleo.
La Iglesia | 137
cluso familias pueden dividirse por causa de él. Al comisionarles a sus
discípulos su primer viaje misionero, Jesús les dijo:
QUITAR DE EN MEDIO
La batalla entre Dios y su adversario no se libra solamente contra
fuerzas exteriores; hay más que gobiernos e individuos persiguiendo a
138 | La Iglesia
cristianos. Es también una lucha dentro de nosotros mismos contra todo
lo que es inconsistente con la voluntad de Dios. Aludiendo a la batalla
en nuestro propio corazón y vida, Jesús pronuncia unas palabras muy
radicales (de nuevo, en el Sermón del Monte):
La Iglesia | 139
1. Dios pelea contra los enemigos de carne y hueso de Israel.
5. Cuando Cristo venga por segunda vez, habrá una última batalla de-
cisiva, después de la cual la situación del paraíso será restaurada.12
140 | La Iglesia
***
Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es
Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llama-
dos y elegidos y fieles. (Ap. 17:14)
La Iglesia | 141
***
Las epístolas del Nuevo Testamento dirigidas a los cristianos dan
reglas para la vida porque los lectores pertenecen ahora a Cristo.
Han sido salvados por él y ahora deben vivir de acuerdo a esa nue-
va situación. En la Epístola de Pablo a los Colosenses, por ejemplo,
leemos cómo los cristianos de Colosas llegaron a conocer a Cristo:
«el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al
reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre,
el perdón de pecados» (1:13, 14). Cristo nos «ha librado» y «traslada-
do» a su reino. En el momento en que alguien llega a creer en él, esto
ya ha sucedido. En Colosenses 2:6, Pablo habla de las consecuencias
para la vida de cada creyente: «Por tanto, de la manera que habéis
recibido al Señor Jesucristo, andad en él...» Podríamos decir: «Lle-
gad a ser lo que sois en esencia»; «Vivid conforme a vuestra nueva
naturaleza».
El tercer capítulo de Colosenses comienza con un comentario pa-
recido sobre la certeza de la nueva vida que tenemos ahora en Cristo.
Por lo tanto –razona Pablo– vivid según esta nueva vida; vivid como
gente de «arriba» (Col. 3:1). Y entonces pasa a detallar cómo esta
nueva vida se hace visible. Primero hay una lista de cosas que un cris-
tiano ya no debería hacer (vv. 5–9), seguida por una lista de cosas que
forman parte de la nueva vida de un cristiano (vv. 12–17). Las palabras
«escogidos», «santos» y «amados» en el versículo 12 nos recuerdan al
pueblo de Israel, destinado a vivir como el «pueblo de Dios».
142 | La Iglesia
***
Los seguidores de Jesús no viven separados de este mundo; pero son
diferentes y deberían ser distintos a otra gente para que puedan ser
tan visibles como la luz y tan manifiestos como la sal. Sus palabras y
actos deberían revelar a otros algo del carácter de Dios el Padre que
está en los cielos. Los cristianos son los representantes de Dios en la
tierra –el propósito para el que Dios creó al hombre a su propia ima-
gen– (comp. Génesis 1:27).
En los primeros días de la Iglesia, los cristianos tenían una fun-
ción paradigmática muy clara. Leemos en Hechos de los apóstoles que
los que no creían todavía fueron atraídos a la iglesia, porque los cris-
tianos «tenían favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a
la iglesia los que habían de ser salvos» (Hch. 2:47). La iglesia era una
iglesia «atractiva», pero fue el Señor quien añadía a su número. Como
paradigmas no estamos intentando llamar la atención sobre nosotros
mismos, sino dirigir la mirada de otros a Jesucristo.
La manera en que los cristianos se aman unos a otros sigue sien-
do un paradigma en este mundo. No cristianos no se sienten atraí-
dos a una comunidad de creyentes que se pelean. Donde el amor
es invisible, es difícil creer que Dios es amor. Cuando echamos una
mirada atrás a la historia de la Iglesia, tenemos que confesar que
la Iglesia cristiana a menudo ha sido un paradigma ‘negativo’. Sin
embargo, nuestro reto hoy día sigue siendo el mismo: tenemos que
estudiar y seguir las palabras de Jesús y el ejemplo de la iglesia pri-
mitiva.
Como vimos en Colosenses 3, Pablo nos muestra cómo el cris-
tiano debe ser. Todo gira en torno a reflejar lo que Dios ha hecho
por nosotros: somos «amados» y por lo tanto debemos mostrar amor
y compasión; debemos perdonar porque el Señor nos ha perdonado
(3:12, 13). Filipenses 2:14, 15 enfatiza la función paradigmática de la
iglesia de la siguiente manera:
La Iglesia | 143
generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis
como luminares en el mundo...
144 | La Iglesia
la voluntad de Dios. Es el Espíritu Santo que nos cambia desde den-
tro, para que podamos vivir como seres nuevos, llenos de amor, justo
como Dios desde el principio quiso que fuéramos. Al leer y estudiar
las palabras de Jesús, el cristiano aprenderá, una y otra vez, nuevas
ideas útiles para su propia vida y las de otros cristianos y también para
vivir en este mundo.
La Iglesia | 145
rra» en el triángulo de Wright por «el reino de Dios». Ese reino no
es de este mundo –no es una entidad política con un rey terrenal y
un ejército–. Es solo visible en parte. Seguimos orando: «Que ven-
ga tu reino...» Los seguidores de Jesús viven en aquel período de la
historia de la salvación de Dios en el que este reino ‘ya’ ha venido
en Jesucristo, pero ‘todavía no’ ha sido completamente revelado.
Aún, su comisión es hacer la presencia y reinado de Dios visible en
la tierra a través de sus palabras y hechos. Jesús da la constitución
de este reino en el Sermón del Monte.
146 | La Iglesia
Ser un solo cuerpo es esencial para la iglesia, puesto que la unidad
no está basada en la identidad étnica o las circunstancias sociales. El
fundamento de la solidaridad mutua de los cristianos es la relación
personal de cada miembro con Cristo. Geoffrey Grogan expresa tam-
bién esta convicción, argumentando que la Epístola a los Hebreos,
como el resto del Nuevo Testamento, deja claro que en Jesucristo ha
nacido una nueva comunidad, en la que se muestra solidaridad de la
misma manera que en el Antiguo Testamento: «...a los cristianos se les
enseña no solo tener simplemente una relación individual con Dios,
sino la membresía de una comunidad con tanto sentido de intereses
comunes como fue el caso en los días del Antiguo Testamento.» 15
Hay mucho sobre el amor de Dios y el amor que tenemos unos a
otros en 1 Juan. A los cristianos, muchas veces, se les manda amar
a sus «hermanos», lo cual nos recuerda el lenguaje de Deuteronomio
15:1–11.
¿Y qué pasa con la solidaridad dentro de la familia, o el clan, que era
tan importante en tiempos del Antiguo Testamento? En el Nuevo Testa-
mento, la comunión con nuestra familia ‘natural’ está subordinada a
la relación que tenemos con Cristo y con nuestros «hermanos y her-
manas» en la iglesia cristiana (véase Marcos 3:31–35). Gente que no
forma parte de nuestra familia, o que quizás no tenga ningún pariente
en absoluto en el mundo, tiene por tanto su propio lugar en medio de
la familia de Dios. Aquellos que han perdido a su familia a causa de su
relación con Jesucristo, reciben una nueva familia en sus hermanos y
hermanas en Cristo (véase Marcos 10:29, 30).
En la sociedad occidental, donde el individuo ocupa un lugar tan
central, la iglesia cristiana enfatiza que los individuos son importantes
para Dios, pero que los une en una comunidad amorosa y afectuosa. La
iglesia cristiana debería apreciar el individuo, pero no fomentar el in-
dividualismo, que es una tendencia negativa en la sociedad occidental,
porque amenaza destruir las relaciones. La iglesia debe ser un paradig-
ma en la sociedad – cuando mostramos el amor y el cuidado de Dios
unos para con otros y, naturalmente, para con los de fuera también,
puesto que cada ser humano es creado «a la imagen de Dios».16 Se
La Iglesia | 147
supone que la Iglesia muestra el ideal de Dios para este mundo, que un
día será hecho realidad completamente.
En todo, los cristianos y la Iglesia cristiana viven por la gracia de
Dios en Jesucristo, que era y que es el más grande paradigma de Dios
en este mundo. Él mostró el ideal de Dios para la humanidad y para
este mundo en su propia persona y vida, en todo lo que dijo e hizo.
Por eso, sus seguidores pueden preguntar una y otra vez, en cualquier
circunstancia: ¿Qué haría Jesús?
148 | La Iglesia
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Notas finales
1
Hetty Lalleman –de Winkel, Van Levensbelang: De relevantie van de
oudtestamentische ethiek (Zoetermeer: Boekencentrum, 1999).
1
Véase p. ej. L. Berkhof, Systematic Theology (Grand Rapids: Eerd-
mans, 1939), p. 14. [Español: Teología sistemática].
2
C.J.H. Wright, Walking in the Ways of the Lord: The Ethical Authority
of the Old Testament (Leicester: Apollos, 1995), pp. 74–9. Wright
trata ampliamente varias de las principales opiniones sobre el va-
lor ético del Antiguo Testamento.
3
Bahnsen murió en 1995; North es muy activo online. En su co-
mentario sobre Levítico, que en inglés se puede leer online,
North da razones, basándose en Levítico 13:45, 46 –la exclu-
sión de personas con una enfermedad contagiosa–, en contra
1
Para una discussion del tema, véase G.F. Hasel, Old Testament
Theology: Basic Issues in the Current Debate (Grand Rapids: Eerd-
mans, 4.ª ed. 1991), capítulo 4, ‘The Center of the OT and OT
Theology’.
2
Igualmente E.A. Martens, God’s Design: A Focus on Old Testament
Theology (Grand Rapids: Baker, 2.ª ed. 1994).
3
Véase capítulo 1, nota final 7.
4
Westermann, Theology.
5
J. Goldingay, Old Testament Theology: Israel’s Gospel, Volume one
(Milton Keynes/Downers Grove: Paternoster/Inter–Varsity Press,
1
W.C. Kaiser, Jr., Toward Old Testament Ethics (Grand Rapids; Zon-
dervan, 1983).
2
Kaiser, Ethics, capítulos 9–15 (pp. 139–244).
3
Kaiser, Ethics, pp. 63–64.
4
Kaiser, Ethics, p. 312.
5
Wenham, Leviticus, pp. 32–3, argumenta que la división es arbitra-
ria y se muestra cauto en su uso.
6
W. Janzen, Old Testament Ethics: A Paradigmatic Approach (Louisville:
Westminster John Knox Press, 1994), p. 90.
7
Janzen, Ethics, pp. 92–5, que también observa que en el Sermón
del Monte Jesús no trató todos los mandamientos del Decálogo,
sino que más bien seleccionó algunos para dar ejemplos para toda
la vida de sus seguidores (p. 95).
8
Janzen, Ethics, p. 89.
9
Janzen, Ethics, pp. 55–8, 90.
10
Janzen, Ethics, p. 28.
11
Janzen, Ethics, p. 46 nota 4 y p. 101 nota 12, refiriéndose a Kaiser,
Ethics, que considera las leyes en el Pentateuco como el centro de
la ética veterotestamentaria, sin prestar demasiada atención a los
Profetas y la literatura sapiencial.
12
Janzen, Ethics, p. 74.
13
Janzen, Ethics, pp. 96–9.
14
Janzen, Ethics, pp. 40–4.
15
J. Barton, ‘Approaches to Ethics in the Old Testament’ en Beginning
Old Testament Study (ed. J. Rogerson; London: SPCK, 1983), p. 128.
1
Maimonides, Moreh Nebuchim 3.48, citado en The Command-
ments: Sefer Ha–Mitzvoth of Maimonides, II (trad. C.B. Chavel;
London: The Soncino Press, 1967), p. 168. Hay una traducción
antiquísima de La guía de los perplejos en castellano, de Pedro de
Toledo, Mostrador y enseñador de los turbados (Sevilla, 1432). El có-
dice se conserva en la Biblioteca Nacional, Madrid.
2
Véase R.K. Harrison, Leviticus, Tyndale Old Testament Commen-
taries (Leicester: Inter–Varsity Press, 1980).
3
Véase M. Noth, Leviticus, Old Testament Library (London: SCM,
1965), p.92.
4
H.St.J. Thackeray (trad.), The Letter of Aristeas (London/New
York: SPCK, 1917), par. 145–7, 150. En castellano: La carta de Aris-
teas, traducida por Jaume Pórtulas, Revista de la historia de la tra-
ducción 1 (2007).
5
El autor era una persona desconocida que vivió varias generacio-
nes después del Bernabé bíblico; por lo tanto, la epístola es un
pseudo-epígrafe.
6
M. Staniforth (trad.), ‘The Epistle of Barnabas’ en Early Christian
Writings: The Apostolic Fathers (Harmondsworth: Penguin Books,
1968), pp. 187–222, par. 10. Hay traducción al castellano por Da-
niel Ruiz Bueno, ‘Carta de Bernabé’ en Padres apostólicos (Madrid:
BAC, 5.ª ed. (bilingüe) 1985), pp. 771–810, par. X.
7
C.H. Mackintosh, Notes on the Book of Leviticus (London: Morrish,
1860), p. 189; véase capítulo 1, arriba, sobre Darby y el enfoque
dispensacionalista.
8
J. Milgrom, Leviticus 1–16, The Anchor Bible (New York: Double-
day, 1991), pp. 718–36; J. Milgrom, ‘The Biblical Diet Laws as an
1
J. Robson, Honey from the Rock: Deuteronomy for the People of God
(Nottingham: Inter–Varsity Press, 2013), p. 195.
2
Para más debate, véase Wright, Deuteronomy, pp. 188, 196, que opi-
na que no se pretendía una cancelación total de las deudas; véase
también Jan Verbruggen, Deuteronomium, Commentarenreeks op
het Oude Testament III (Heerenveen: Groen, 2008), p. 141, que sí
opina que la idea es una cancelación total.
3
En el texto hebreo, los verbos de ‘prestar’ y ‘abrir’ son usados dos
veces cada uno para aumentar su impacto.
1
Wenham, Story as Torah, p. 75.
2
Véase A. Rofé, ‘The Laws of Warfare in the Book of Deuteronomy:
Their Origins, Intent and Positivity’, Journal for the Study of the Old
Testament 32 (1985), pp. 23–44. M. Weinfeld, Deuteronomy, The
Anchor Bible (New York: Doubleday, 1991), pp. 383–4, cree que
había distintas opiniones sobre la relación con los cananeos. En
las fuentes P (sacerdotal) y D (Deuteronomista), se consideraba la
1
Véase el capítulo 1.
2
Véase el capítulo 1.
3
Véase David L. Baker, Two Testaments, One Bible: A Study of Some
Modern Solutions to the Theological Problem of the Relationship be-
tween the Old and New Testaments (Downers Grove: Inter –Varsity
Press, 1977; 3ª ed. 2010).
4
A.A. van Ruler, The Christian Church and the Old Testament (Grand
Rapids: Eerdmans, 1971).
5
Colwell, Living, pp. 112–3.
6
Discurso en Wycliffe Hall, Oxford, el 20 de mayo 1994.
7
Wright, Living, p. 100; Walking, pp. 37–9; Old Testament Ethics,
p. 196.
8
Yo creo que aún hay un lugar para el pueblo de Israel en su antigua
tierra, porque la promesa que Dios les hizo nunca ha sido revoca-
da. Esto no significa, desde luego, que todo lo que haga el Estado
de Israel esté bien. Pero, con el apóstol Pablo, creo que sigue habi-
endo un futuro para Israel como nación.
9
Wright hace esta conexión en Living, p. 101.
10
Wright analiza varias de las consecuencias económicas y políticas
en Walking y en Old Testament Ethics.
11
Robson, Honey from the Rock, p. 196.
12
T. Longman III y D.G. Reid, God is a Warrior (Grand Rapids/Carl-
isle: Zondervan/Paternoster, 1995), p. 17.
13
Véase capítulo 3.
14
Birch y Rasmussen, Bible and Ethics, p. 31.
15
G.W. Grogan, ‘The Old Testament Concept of Solidarity in He-
brews’, Tyndale Bulletin 49.2 (1998): pp. 159–73; cita de p. 173.
16
Véase capítulo 2.