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CARTA ABIERTA

Introducción

En el desarrollo de la presente carta dirigida a la comunidad parroquial en donde


desarrollare el tema sobre la situación que actualmente se vive a nivel mundial
sobre la pandemia del coronavirus, y de manera más específica en nuestro país,
en el estado de Guanajuato y el municipio CD. Manuel Doblado a la parroquia de
San Pedro Piedra Gorda. La metodología a utilizar es el método de Ver, Juzgar y
actuar.

Se abordará primeramente la información referente al coronavirus y sus


implicaciones, posteriormente ver el panorama a nivel nacional, estatal y llegar al
ámbito municipal. En un segundo momento basándonos en los temas abordados
en la Materia de Escatología Católica, abordare o confrontar la información del
coronavirus; finalmente se desarrollara una propuesta que puede orientar incluso
ayudar a los fieles de la parroquia.

Veamos

Los primeros casos humanos se asocian con un mercado de animales silvestres


en la ciudad de Wuhan en China; por el contacto cercano entre animales y
humanos pudo favorecer que el virus adquiera la capacidad de saltar de un
huésped a otro y transmitirse a las personas, en este caso se presume que saltó
del murciélago a un mamífero intermediario se sospecha de un pangolino, y de ahí
a los humanos.

El nuevo coronavirus, primero llamado 2019-nCoV y ahora rebautizado con el


nombre SARS-CoV2 (el virus) y COVID-19 (la enfermedad), pertenece a la familia
de los coronavirus, llamados así por una especie de picos en la superficie del
virus que asemejan una corona. Se transmite por vía aérea a través de pequeñas
gotas que son producidas cuando una persona infectada tose o estornuda, y al
tocarse ojos, nariz o boca.

Inicio a finales del año 2019, más específicamente según datos de las
instituciones de salud de China el 8 de diciembre se determinó la posible
existencia de un nuevo virus, ya que varias personas presentaban síntomas
sistemáticos de la enfermedad respiratoria, informando posteriormente a la
Organización Mundial de la Salud (OMS) en el mes de enero pasado; dando la
alerta sobre la posible pandemia del Covid-19, extendiéndose rápidamente a más
de 180 países en los primeros meses del 2020. Principales síntomas: fiebre, tos y
dificultad para respirar. Periodo de incubación está entre dos y catorce días,
aunque la gran mayoría los desarrolla entre 5 y 7 días.  La tasa de letalidad del
nuevo coronavirus sigue siendo una de las grandes incógnitas de esta pandemia.
Esto se debe a que no todas las personas infectadas por el virus desarrollan
síntomas y las que sí los desarrollan lo hacen con diferentes grados de gravedad,
desde síntomas leves y moderados hasta enfermedad grave, neumonía y muerte.
La gran mayoría de las muertes ocurren en personas mayores de 65 años y/o
aquellas que ya tenían alguna otra enfermedad o condición crónica.

Hay cosas que puedes hacer para evitar el contagio del COVID-19. Lavar las
manos con jabón durante al menos 20 segundos. No tocar tus ojos, nariz o boca si
tus manos no están limpias. Cuando tosas o estornudes, tapa la nariz y la boca
con el brazo o un pañuelo desechable, que deberá ser inmediatamente colocado
en la basura en una bolsa de plástico. Mantener una sana distancia con las demás
personas.

En México se tiene el registro del primer caso confirmado el 29 de febrero según


información del secretario de salud nacional, se trata de un hombre de 35 años
que recién viajo a Italia y reside en la Ciudad de México. En Guanajuato se
detectaron los dos primeros casos el 16 de marzo. En el Municipio de Manuel
Doblado a la fecha no se han confirmado ningún caso del Covid-19. Las cifras al
día de hoy 9 de mayo es la siguiente: a nivel nacional casos confirmados 31,522 y
3160 muertos. En Guanajuato casos confirmados 571; casos en investigación 671,
defunciones 56.

Una vez que hemos dado un breve recorrido sobre la situación del coronavirus
desde un aspecto más técnico, ahora pasaremos a ver las consecuencias
primeramente de lo que se ha denominado la Sana distancia, que ha generado

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un distanciamiento social al poner en cuarentena a todo el globo terráqueo, pues
entre las recomendaciones está el quedarse en casa, no salir a la vía pública, no
salir de beso o abrazo que inicio como cuarentena, pero que debido al gran
potencial de contagio del virus y por las múltiples variantes en la sintomatología
dado que incluso se transmite con personas que son portadoras y no desarrollan
síntomas (asintomáticos) esto genera la propagación sin saber que se es portador,
en fin esto ha generado como el caso de nuestro país que el tiempo de la Sana
distancia se prolongue hasta el momento hasta los primeros de junio, pudiéndose
extender algunos meses más lo que sigue generando un aislamiento social que
afecta de muy diversas formas a las personas, en lo emocional, económico,
religioso, incluso en la relación al interior de las familias, desencadenando
situaciones difíciles de afrontar generando problemáticas en el ámbito de la salud
principalmente, lo psicológico, por otra parte la cuestión de la alimentación y en sí
toda la cuestión productiva del país y el mundo con todo lo que esto implica.

Es pues un tiempo de retos, donde el mundo y en particular los seres humanos


nos tenemos que replantear la formas como estamos abordando nuestra
existencia, y las clases políticas y la sociedad debe según algunos expertos
replantearse desde la economía y las formas de llevar a cabo las políticas incluso
ecológicas y productivas entre otras.

Juzguemos

Ante esta situación del coronavirus indudablemente que si bien preocupan las
cuestiones sociales, económicas, psicológicas; y como mencionaba anteriormente,
es pues una cuestión difícil dado que en los lugares o países donde sea
presentado con un gran número de casos han colapsado los sistemas de salud,
implicando un caos, incluso lo vemos en nuestro país como en los hospitales se
viven historias dramáticas que van desde las dudas en los diagnósticos de
defunción de las personas por posible coronavirus, seguido de confusión en la
entrega de cadáveres al entregarlos a familias distintas, en fin, por otro lado
vemos la falta de insumos y material de protección para el personal de salud que
están en la primera línea de atención ante la contingencia sanitaria. Vemos pues

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por otra parte la duda, la incredulidad de muchas personas de que el virus
realmente existe, o que fue un invento de las grandes economías (China o EUA)
para desestabilizar la economía de los países en desarrollo, así podemos seguir
describiendo situaciones que se viven a diario en el mundo; por otro lado está la
situación del distanciamiento social y el confinamiento de quedarse en casa para
evitar contagiarse o que se propague la enfermedad a nuestros seres queridos
sobre todo a los más vulnerables como ya mencionábamos a adultos mayores y a
quienes tienen padecimientos crónicos que complica el poder hacer frente a este
virus, generando situaciones de tensión y estrés por el confinamiento; además del
miedo incluso pánico que se genera he indudablemente entra el tema de la muerte
tan temida, y que es un proceso natural, sin embargo en estas condiciones nos
genera esta actitud que ya menciono anteriormente.

Es pues en este tema que quiero asentar la reflexión específicamente sobre la


muerte que conlleva todos estos sentimientos que implica la sana distancia y sus
implicaciones del confinamiento para evitar el contagio y un caos al colapsar los
sistemas de salud, independientemente de los estragos en materia económica.

Es pues la muerte que la podemos encontrar indudablemente en la Sagrada


Escritura desde el AT, es un hecho innegable que acompaña la existencia del ser
humano y vemos pues como se concibe la muerte de muy diversas maneras
donde hace referencia a irse en paz con los padres, juntarse con su pueblo, es la
ley natural de toda carne; por otra parte es el mal por excelencia, el amargo
recuerdo que suscita lágrimas, que lleva a las tinieblas, siendo el hombre poca
cosa. El sheol el lugar de los muertos, destino sin retorno, el reino de las tinieblas
y del polvo, tierra del olvido, siendo la suerte común de todos los vivientes, incluso
se le consideraba el lugar de perdición; es pues una consideración muy primitiva
no incluye el pensamiento judío de la resurrección.

En cuanto al NT referente a la muerte hace varias concepciones sobre este tema,


hay un sentimiento natural de temor ante la muerte, que no es algo de lo que el
hombre debe avergonzarse, el hombre experimenta la más terrible de las
soledades que incluso Cristo quiso ser solidario con el hombre al compartir todo el

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dolor, sufrimiento y sentido de soledad en su propia muerte. Así pues la muerte
aunque acontecimiento natural es históricamente considerada consecuencia del
pecado. La acción de Cristo tiene como uno de sus fines destruir la muerte;
paradójicamente, Cristo destruye la muerte con su propia muerte; esta destrucción
de la muerte es la destrucción del poder del diablo. Esta muerte es considerada un
determinado modo de morir aquellos que “mueren en el Señor”; quedando exentos
de la llamada segunda muerte; es decir, los que mueren en el Señor son aquellos
que se esfuerzan por llevar una existencia o dicho de otra manera llevar un estilo
de vida conforme a lo que exige una auténtica vida cristiana; y los de la segunda
muerte aquellos que después de la muerte terrena pudieran ser condenados por
sus acciones o su estilo de vida contrario a las exigencias del Evangelio.

Así pues en el Bautismo morimos al pecado y somos consagrados a ese modo de


morir en el Señor. Resucitamos a una vida nueva después de ser bautizados, así
también la muerte en el Señor es un paso en que muriendo a la vida terrena se
llega a la vida eterna. La vida cristiana es preparación a la muerte del Señor, es
una muerte continua, ya que solo así la vida de Jesús se manifiesta en nosotros,
como fue su pasión. La muerte es vista como el final del estado de peregrinación,
el estado durante el cual el hombre merecer o desmerecer, decidir a favor o en
contra de Dios. La Sagrada Escritura es clara en que el hombre no tiene después
de la muerte posibilidad de una nueva decisión. Pues el juicio de dios no tiene en
cuenta sino la vida terrestre, así lo refiere Mt 25, 34-46 donde habla sobre el juicio
final y universal, de la salvación como de la condenación, en relación con lo que el
hombre realizo en la vida terrestre (Mt 13, 37-43). Esta doctrina tiene su aplicación
concreta en la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro, en donde la muerte
cambia definitivamente la situación respectiva del pobre y el rico; bien pudiera
señalar de quien sufre llevando una vida de mortificación y sacrificio, al que lleva
una vida disipada y relajada de las exigencias evangélicas.

Debemos estar atentos a las ideas erróneas y evitar creer sobre todo difundir la
apokatástasis, es decir, de pensar que las almas condenadas al infierno podrían
salvarse, considerar que el infierno tiene una función purificadora; u otra idea aún

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más difundida sobre la reencarnación, que las almas humanas después de la
muerte reencarnarán (metemsicosis) este proceso se repetía cuantas veces sea
necesario hasta la purificación total. Contrario a lo que refiere la Sagrada Escritura
en cuanto a la decisión en nuestra vida terrestre ya mencionada anteriormente.

El Magisterio de la Iglesia es enfático en señalar el hecho de considerar a la


muerte como una consecuencia del pecado mortal. El máximo enigma de la vida
humana es la muerte; el hombre sufre dolor y con la disolución progresiva del
cuerpo. Pero si máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. La
Iglesia enseña por la Revelación divina que el hombre ha sido creado por Dios
para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre.

La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a


consecuencia del pecado, será vencida cuanto el Omnipotente y Misericordioso
Salvador restituya al hombre en la salvación pérdida por el pecado. Dios ha
llamado y llama al hombre a adherirse a Él con la total plenitud de su ser en la
perpetua comunión de la incorruptible vida divina.

Para todo hombre que reflexione, la fe, apoyada en sólidos argumentos, responde
satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre, y
al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos
queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que
poseen ya en Dios la vida verdadera. La esperanza del cristiano parece estar
puesta a dura prueba en la muerte, ya que aquí se llega al sentido verdadero de
esperar.

En este sentido, el hombre no puede vivir su muerte sino en el abandono lleno de


confianza a Dios. La muerte no solo es consecuencia del pecado original, si no
llega a ser pecado ella misma, como expresión del pecado del hombre que se
cierra al amor misericordioso de Dios. La muerte de Cristo es la que nos ha dado
la salvación, es una muerte en la que el cristiano debe de participar si quiere hacer
de su muerte el encuentro decisivo con el Misterio de Dios.

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Para el cristiano que muere en gracia, esto es, que vive su disposición de su
libertad que se radicaliza en la muerte, no como una cerrazón presuntuosa, sino
como una confianza en el abandono a Dios en la fe, esperanza y amor, por lo que
el morir se hace ‘en Cristo’. Por tanto, “... si hemos muerto con Cristo, creemos
que también viviremos con Él” (Rom 6,8), y tendremos su misma vida divina (1
Tim 2,11): “Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con Él (con Cristo),
también viviremos con Él...”

Actuemos

Para cerrar esta parte considero oportuno señalar que en el tema que nos ocupa
es mantener la esperanza viva en Cristo, no es una esperanza ingenua, sino que
debemos cuidarnos siguiendo las medidas de seguridad y protección para
nosotros según nos refieren las autoridades, y para quienes han sufrido las
consecuencias enfermedad e incluso la muerte debemos ver con esperanza y fe,
nosotros como cristianos debemos anunciar y llevar esa esperanza en Cristo en
medio de estas dificultades, es pues ya desde ahora que podemos vivir las
promesas de Nuestro Señor Jesucristo, llevar consuelo a los que sufren, ser
quienes llevamos la esperanza a nuestras familias, no podemos ser espectadores
tenemos que ser esa luz de quien nos acompaña, saber que no caminamos solos
y llevarla a los que la necesitan, puede ser nuestra familia, vecino u otra persona,
si eres empleado con tus compañeros, si eres trabajador de la salud pues ahí
donde nos toca estar presentes, ahí debemos ser signos de esperanza, incluso si
podemos ayudar a quien no tiene lo necesario para vivir estos días de pandemia.

Es pues un deber el cuidarnos y obedecer a las autoridades cuando es una causa


justa, por lo que respecta a la pandemia del coronavirus debemos ser
responsables, decía anteriormente que nuestra esperanza no debe ser ingenua
para exponernos, Dios cuida de nosotros pero no limita nuestra libertad, es pues
por ello que debemos actuar con responsabilidad. Por lo que respecta al
distanciamiento social, que implica no salir de casa, a menos que sean actividades
indispensables, esto lleva a una serie de consecuencias de quienes se quedan en
casa (entre miembros de la familia) que con el paso de los días se genera tensión,

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incluso se puede agudizar la violencia intrafamiliar, por otro parte el mismo
encierro lleva a tensiones nerviosas, ansiedad, incluso desesperación, miedo,
entre muchos otros síntomas, es por ello que nosotros (cristianos) debemos vivir
esa esperanza en cristo, ese morir en el Señor, del día a día, llevar la esperanza a
nuestras familias y entorno. Además quienes podamos ayudar a los que son más
vulnerables proveyendo lo necesario para subsistir seamos solidarios, haciendo
mandados a quienes son más vulnerables, incluso llevar alimento a quienes lo
necesita, siempre cuidando las medidas de seguridad para no exponernos y no
exponer a nuestros seres queridos que están cerca de nosotros. Ayudar a
mantener la esperanza ante la muerte de esforzarnos por vivir una vida
auténticamente evangélica, sabiendo que un día tendremos que dejar nuestra vida
terrena, confinado en que hay una vida plena más allá y que tarde o temprano
tenemos que afrontar. Es pues un momento que tenemos que afrontar poniendo
en práctica la caridad, la obediencia, con mucha esperanza ayudar en aquello que
no nos pone ingenuamente en peligro, y mantener viva lo que la Sagrada Escritura
nos dice sobre la muerte en especial el resucitar a una nueva vida con Cristo y
que esto será cuando Dios así lo disponga; sin caer en un fideísmo, una falsa fe
que incluso me lleva a arrostrar ingenuamente esta pandemia. Es pues del
cristiano ser solidario y vivir cristianamente aprovechando los recursos
electrónicos para vivir nuestra fe, como Iglesia hacer los esfuerzos necesarios
para llevar nuestras convicciones evangélicas que den luz en estos momentos de
dificultad, que den esperanza a los que sufren levantando la mirada al cielo pero
con firmeza de nuestra peregrinar en esta vida terrena siendo conscientes que no
estamos solos que Dios a través de su hijo Jesucristo camina a nuestro lado, que
con la iluminación con el Espíritu Santo y la intercesión de Nuestra Madre
Santísima la Virgen María seguimos con fe y esperanza nuestro caminar que
superaremos estos momentos difíciles.

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