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Sin embargo, el afán por querer sacar rédito político de esta situación ha
encontrado su colofón en la derecha política española, donde hemos podido
ver una campaña de acoso y derribo al gobierno elegido democráticamente
debido a que gobierna una versión moderada de la socialdemocracia. Un hecho
que provoca temores y acusaciones de «radicales» y «antipatriotas».
No obstante, los países occidentales no han querido poner fin a esta barbarie.
Como siempre, hay una diferencia abismal entre los discursos teóricos y los
hechos prácticos. Mientras los líderes de los países occidentales mostraban su
«preocupación» y defendían la necesidad de poner fin a la guerra, estos han
seguido suministrando las armas y la tecnología necesaria para que la
Coalición saudita pueda llevar a cabo mejor y más eficazmente sus crímenes.
La razón es muy simple: Arabia Saudita es el mayor exportador de petróleo del
mundo y es, por lo tanto, nuestro aliado. Da igual que financie escuelas que
promueven una versión radical del islam y que compromete nuestra propia
seguridad al crear «canteras de fundamentalistas» proclives a aceptar las
«virtudes de la yihad» o que sea un régimen autoritario y extremo donde no se
respeta los derechos humanos, donde se defiende la «persuasión» que tiene las
ejecuciones y donde la mujer es sometida al infierno que decide su marido.
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Para la estimación se ha utilizado las estimaciones del Pardee Center (Informe de abril de
2019) y los datos actualizados del ACLED.
Estado Islámico (ISIS) ha bastado para que la opinión pública denuncie
nuestros vínculos con Arabia Saudita después de que se hayan cometido
espantosos ataques terroristas en los países occidentales. La muerte de cientos
de europeos no ha sido suficiente para que se cuestione nuestra política en
Oriente Próximo.
Yemen, que parece un país lejano y remoto para los ciudadanos de a pie, no lo
es tanto para nuestros dirigentes. Desde el año 2001,Yemen ha estado en el
punto de mira de la administración Bush en su campaña contra el terrorismo
(tan satisfactoria que acabó creando el monstruo del ISIS) y ha sufrido el
terrorismo estadounidense (conocido como the Drone Campaign) en primera
persona donde la población civil ha sufrido, como siempre, las consecuencias.
Más de una década después, mientras los guardianes de occidente velaban por
nuestra seguridad matando a civiles inocentes, nuestros aliados sauditas y del
golfo pérsico ayudaban a desestabilizar el país lo suficiente para que el
yihadismo lograra aprovechar la situación de caos y miseria que la guerra iba
dejando.
Durante estos años ha habido treguas y altos al fuego que han acabado
fracasando. Pero cada vez que pasan los meses, el pesimismo para alcanzar la
paz en Yemen es mayor. Tras más de cinco años de guerra, parece bastante
claro que los sauditas quieren retirarse del país y poner fin a una guerra costosa
y molesta para el príncipe heredero MBS. MBS que quería hacer una
demostración de fuerza y provocar la rendición de los hutíes para enviar un
mensaje a Irán, ha visto que ha conseguido justamente lo contrario. Irán ha
conseguido incrementar su influencia en Yemen y los hutíes están más fuertes
que nunca. Esto ha permitido que durante los últimos meses hayan ido
avanzando hacia Marib con la pretensión de hacerse dueño de un sitio
estratégico económicamente.
Esto resulta intolerable para Arabia Saudita cuya solución pasa por seguir
bombardeando Yemen sin importar las terribles consecuencias que tiene que
esta guerra siga en funcionamiento. Este continuo bombardeo se vuelve aún
más cínico después de que en abril anunciara un alto al fuego por la crisis del
Coronavirus.
Por último, vale la pena volver al papel desempeñado por los medios de
comunicación en tanto que la monarquía española ha tenido unas relaciones
privilegiadas con la monarquía saudita. Tan privilegiadas que han servido para
que nuestro rey emérito se haya enriquecido a costa de negocios de dudosa
procedencia. Las informaciones publicadas en el diario The Telegraph donde
se vio que Felipe VI era beneficiario de uno de esos chanchullos sirvió para
demostrar de nuevo la simbiosis que hay entre las altas esferas del poder. De
nada sirvió que Felipe VI reconociera que había sabido de esa información
hacía un año, pero que decidió que esa información no necesitaba ser conocida
por la ciudadanía. Algo bastante chocante y que es un encubrimiento de un
delito se mire por donde se mire. Sin embargo, nuestro «gran rey» decidió que
era mucho mejor renunciar a una herencia a la que no puede renunciar
legalmente hasta que muera Juan Carlos y tomarles el pelo a los españoles.
Después, dio un discurso donde los grandes medios de comunicación volvieron
a señalar su grandeza.
Isa Ferrero