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Rodríguez-Luis, J. (1990).

El indigenismo como proyecto literario: Revaloración y nuevas


perspectivas. Hispamérica, (55), 41–50.

A mi ver es únicamente por medio de la apropiación del discurso indígena –claro está que
en castellano-, empleando el modo testimonial, que la narrativa indigenista puede cobrar
nueva vida. La conjunción de la verdadera voz indígena y del enfoque testimonial, el cual
no excluye, naturalmente, la ficcionalización en diversos grados de una historia verídica,
constituye una vía más efectiva para revivir el discurso indigenista en la literatura que la
apropiación del espíritu indígena, la cual sólo es posible, al menos con efectividad, en casos
tan privilegiados como el de José María Arguedas, ejemplo él mismo del proceso
transculturador (pág. 49).

Juan Pérez Jolote es un testimonio cuyo autor se oculta para darle voz al indígena. De este
modo consigue denunciar efectivamente su opresión desde dentro del indígena, hablando
tan desde dentro de él como lo hacía José María Arguedas (pág. 49).

Finalmente, el método testimonial logra resolver la dicotomía que parecía consustancial a la


narración indigenista en cuanto debía emplear procedimientos de la novela realista para
apropiar un referente ajeno a ese método y, de hecho, casi intocado por la cultura libresca
(pág. 49).

El enfoque y método testimonial iniciado por Pozas en cuanto al indígena, cuando es


aplicado por Oscar Lewis y Elena Poniatowska al subproletariado urbano mexicano (algo
parecido hará Miguel Barnet en Cuba), permite recoger y dar vida, a través de la voz del
narrador, a lo que sobrevive de las culturas indígenas en la población mestiza. Parece obvio
que la recuperación de ese pasado en función, naturalmente, del presente con el que se ha
integrado, es esencial para la definición de una literatura nacional, proyecto éste con el que
el indianismo primero y el indigenismo después, sobre todo el interiorizante, se hallan
estrechamente asociados. Pero también la denuncia que mueve a la corriente fundadora del
indigenismo encuentra en el método testimonial un cauce más efectivo, por aparecer
expresada, sea implícita o explícitamente, por la voz misma del personaje (Rodríguez-Luis,
1990, p. 50).

https://www.jstor.org/stable/20539468?read-
now=1&googleloggedin=true&seq=1#page_scan_tab_contents

Tercer avatar del indigenismo literario

“Hay que insistir, sin embargo, en que la denuncia de la continuada explotación del
indígena será tanto más eficaz cuanto más lo sea también la apropiación artística del
verdadero indígena, dentro del cual solamente residen las soluciones para el problema de su
propia supervivencia en cuanto indígena dentro de las sociedades donde malvive. Darle
vida literaria al indígena facilita el que se expresen por sí mismas las posibilidades que
existen para la supervivencia de su cultura” (131).

-“Paréceme que es sólo por medio de la apropiación directa, empleando el método


testimonial, la voz del indígena, que puede prolongar su existencia la narrativa indigenista;
prolongarla y hasta adquirir nueva vitalidad. Construir una narración a partir de la palabra
verdadera del indígena (es claro que organizando el relato de éste modo de hacerlo
fácilmente asequible al lector, es decir, novelizándolos) constituye una vía mucho más
efectiva para que ese lector entienda al indígena, que tratar de reconstruir su espíritu, algo
que sólo es posible para un novelista si, como sucedió en el caso de José María Arguedas,
se había criado entre indígenas –o es él o ella misma indígena. Repárese en que el
testimonio indígena consigue, además, salvar la oralidad consustancial a culturas no
letradas como las indígenas; es decir, que la palabra del protagonista –que es, en el caso del
testimonio, también el narrador directo- nos llega en este tipo de discurso, y aun teniendo
en cuenta la mediación del editor, mucho menos adulterada que en una novela” (138).

-“Una narración indigenista testimonial no es ya novela, ni tampoco alegato político –


puesto que el narrador deja, sin jamás intervenir en él, que a través de las palabras de su
entrevistado se vaya presentando la realidad social e histórica que el lector deberá juzgar.
Con lo cual este nuevo indigenismo que estoy planteando escapa de la sujeción a las
convenciones que exige el desarrollo de una narración novelística, y también de la
necesidad de la denuncia política como consustancial a su existencia. Ambas premisas
habían marcado el desarrollo del indigenismo literario al mismo tiempo que lo lastraban,
por un lago al hacerlo depender de un tipo de discurso, la novela realista –y a ratos épica-,
que parecía cosa del pasado; por otro, al exigir de él un planteamiento que terminaba
pareciendo innecesario habida cuenta de que la denuncia resulta más efectiva en otros
medios que la novela” (138-139).

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