Está en la página 1de 14

Breve esbozo de la Teoría de la Acción

Comunicativa de Jürgen Habermas

Sebastián Galvis Acevedo1

RESUMEN

El artículo pretender realizar una exposición general de las conceptualizaciones y discusiones realizadas

por el pensador alemán Jürgen Habermas en su obra Teoría de la Acción Comunicativa en lo referente a

los problemas de la racionalidad en la integración de la acción social y los imperativos sistémicos.

En un primer momento, se presentarán a grandes rasgos los problemas de la racionalidad, los mecanismos

de coordinación de la acción social y la teoría de los actos de habla como presupuestos teóricos para

comprender la acción comunicativa. Acto seguido se expondrán unas nociones básicas sobre la categoría

fenomenológica de Mundo de la Vida y las dificultades de su acoplamiento con el Sistema.

Finalmente se discutirán los efectos de fenómenos de cosificación y procesos de colonización del Mundo

de la Vida que se derivan del uso instrumental de la racionalidad a partir de los cuales se puede proponer

una salida dialógica y discursiva sobre la base de una racionalidad comunicativa.

Palabras claves: Acción comunicativa, Racionalidad, Mundo de la vida, Sistema.

1
Médico egresado de la Universidad Tecnológica de Pereira. Estudiante del Programa de Posgrado Especialización en
Medicina Familiar, Universidad del Valle. Contacto: sebastian.galvis@correounivalle.edu.co.
2

ABSTRACT

The article aims to make a general presentation of the conceptualizations and discussions made by the

German thinker Jürgen Habermas in his work Theory of Communicative Action in relation to the

problems of rationality in the integration of social action and systemic imperatives.

At first, the problems of rationality, the mechanisms of coordination of social action and the theory of

speech acts as theoretical assumptions to understand communicative action will be presented in broad

strokes. Next, some basic notions about the phenomenological category of World of Life and the

difficulties of its coupling with the System will be presented.

Finally, the effects of phenomena of objectification and processes of colonization of the World of Life that

derive from the instrumental use of rationality from which a dialogical and discursive output based on a

communicative rationality can be proposed will be discussed.

Key words: Communicative Action, Rationality, World of life, System.


3

INTRODUCCIÓN

En su introducción a la Teoría de la Acción Comunicativa, Habermas plantea que la racionalidad se puede

entender como la susceptibilidad de fundamentación y crítica que tienen los enunciados emitidos por los

participantes de los procesos comunicativos y que además puede medirse por las relaciones que entre sí

guardan el contenido semántico, las condiciones de validez y las razones aducidas por los hablantes. De

esto se sigue que las personas capaces de responder de sus actos pueden comportarse racionalmente.

Adicionalmente, lo racional también implica una eficacia en tanto intervenciones en el mundo con las

cuales pueden producirse estados de cosas deseados (Habermas, 1999a).

En palabras de Habermas, la racionalidad “tiene menos que ver con el conocimiento o la adquisición del

mismo que con la forma en que los sujetos capaces de lenguaje y acción hacen uso del conocimiento ”

(Habermas, 1992a, p.24).

En sus conceptualizaciones sobre la racionalidad, Habermas discute la Teoría de la Sociedad sobre la base

de las investigaciones que diferentes pensadores han realizado acerca de la Teoría de la Acción y la Teoría

de Sistemas, en un intento de conciliación de ambas miradas. Con respecto la teoría de la acción,

Habermas se refiere a la acción “(...) como una forma de habérselas con las situaciones y de dominarlas”

(Habermas, 1992b, p. 180).

Para efectos de simplicidad, en este trabajo se hará referencia a dos tipos de acciones (omitiendo otros

subtipos) que recogen el nudo de la discusión sobre la racionalidad. Estos dos tipos de acción son: 1) la

acción teleológica o acción con arreglo a fines, en la que la emisión de enunciados está orientada a un fin

o al éxito y que se vale de la influencia sobre otros, y la 2) acción comunicativa en la que sus enunciados y

expresiones simbólicas están vinculadas a pretensiones de validez reconocidas intersubjetivamente y

susceptibles de fundamentación y crítica y que sirven al entendimiento lingüístico entre los participantes

de una comunicación.
4

Como consecuencia de la acción teleológica y la acción comunicativa se derivan dos tipos de

racionalidades que se diferencian de acuerdo a la orientación de la coordinación de la acción, a saber: 1)

La racionalidad cognitivo-instrumental y 2) la racionalidad comunicativa, respectivamente. Esta última

racionalidad cobra vital importancia en el terreno de la pragmática formal, esto es, en el plano del empleo

comunicativo de las acciones.

Siguiendo el camino que abre la acción comunicativa, se tiene que las razones deben aducirse sobre los

supuestos que forman la base de validez del habla, esto es, sobre las pretensiones de validez que son la

verdad proposicional, la rectitud normativa y la veracidad expresiva. A su vez, estas pretensiones de

validez se corresponden, en su orden, con cada uno de los conceptos formales de la Teoría de los Tres

mundos de Popper: el mundo objetivo, el mundo social y el mundo subjetivo, respectivamente.

Antes del desarrollo de la teoría de la acción comunicativa, los postulados de la filosofía del lenguaje y la

fenomenología no habían convergido lo suficiente para aportar una explicación a la manera como el

lenguaje media la interacción entre los sujetos para la coordinación de la acción social bajo el supuesto de

que el modo original de emplear el lenguaje sirve al entendimiento. Por esta razón, Habermas se vale de la

formulación de la Teoría de los Actos del habla por J. L. Austin que distingue los actos de habla

locucionario, ilocucionario y per- locucionario. Además, se dispone a explicar cómo los actos del habla

cumplen la función de coordinar la acción contribuyendo a la estructuración de las interacciones. Con el

acto de habla locucionario el hablante expresa un estado de cosas en el mundo (dice algo), con el acto de

habla ilocucionario el hablante realiza una acción diciendo algo y con el acto de habla per-locucionario el

hablante busca influenciar o causar un efecto sobre otros mediante un acto ilocucionario.

En los actos de habla locucionario e ilocucionario la intención comunicativa se sigue del significado

manifiesto de lo dicho, esto es, le es constitutiva una acción comunicativa. En cambio, con los actos de

habla per-locucionarios el hablante mediatiza el sentido ilocucionario del enunciado para lograr una
5

influencia sobre los oyentes, siéndole constitutivo entonces una acción con arreglo a fines o, lo que es lo

mismo, un uso instrumental de la razón.

En contraposición al interés que se desea imponer sobre un oyente con la acción teleológica, la acción

comunicativa cobra sentido en la medida en que sirve al entendimiento mutuo, a la “obtención de un

acuerdo entre los participantes en la comunicación acerca de la validez de una emisión” (Habermas,

1992b, p.171), por medio de un acuerdo o reconocimiento intersubjetivo de las pretensiones de validez

que el hablante vincula a un acto del habla (Habermas, 1992b, p. 171). Aquí se usa, indistintamente, el

término acuerdo lo mismo que consenso. Así entonces se deriva el siguiente postulado: un consenso se

produce con la aceptación de las tres pretensiones de validez por parte de los participantes de un proceso

comunicativo. Solo de esta manera se puede medir un acuerdo alcanzado comunicativamente.

Por esto es que un participante de una comunidad de comunicación, frente a un enunciado o expresión

simbólica, puede rechazar la oferta con un “Sí” o un “No” siempre que haya entendido el acto de habla y

pueda cuestionarlo al menos en una de estas pretensiones de validez. Para Habermas, entender una

afirmación significa “saber cuándo un hablante tiene buenas razones para salir garante de que se

cumplen las condiciones de verdad del enunciado que afirma” (Habermas, 1992a, p. 407).

En la acción comunicativa, todo participante de una comunicación debe preguntarse por las condiciones de

cumplimiento para que exista acuerdo, es decir, debe conocer las condiciones bajas las cuales las personas

dicen lo que dicen y hacen lo que hacen. Tales condiciones han de cumplirse, como se ha dicho

anteriormente, siempre que se pretenda alcanzar comunicativamente un acuerdo y, por principio, le son

extraños a este tipo de acciones los intentos de los participantes de la comunicación de imponer voluntades

contingentes e imperativos sistémicos. Entonces, para evitar que las acciones con arreglo a fines

influencien estratégicamente a otros, las pretensiones de validez a las que un hablante vincula sus

enunciados –en el contexto de la acción comunicativa – deben estar conectadas internamente con razones

convincentes “así, un hablante debe la fuerza vinculante de su éxito ilocucionario, no a la validez de lo


6

dicho, sino al efecto coordinador que tiene la garantía que ofrece de desempeñar (einlösen), llegado el

caso, la pretensión de validez que su acto de habla comporta” (Habermas, 1992a, p. 387). A las

pretensiones de validez las acompaña la garantía de una fuerza motivacional racional en oposición a las

pretensiones de poder que son constitutivas de la acción con arreglo a fines las cuales cuentan con un

potencial de sanción.

Para ilustrar la teoría de los actos del habla y su función en la coordinación de la acción social, podemos

figurarnos una comunidad de comunicación durante el período de unos comicios electorales. El candidato

“B” a los comicios electorales hace una promesa a los electores en los siguientes términos: “No aumentaré

los impuestos a la clase media” (acto ilocucionario). Los electores entienden la promesa directamente y no

vislumbran otra intención reservada por parte del candidato B. Una vez el candidato B gana los comicios,

desiste a su promesa y decide aumentar los impuestos (acto per-locucionario). En esta ilustración se

demuestra cómo el acto de habla per-locucionario no logra la coordinación de la acción en la interacción

entre el candidato B y los electores puesto que no se alcanzó un entendimiento lingüístico en tanto se

mediatizó la ilocución faltando además a una norma reconocida socialmente como válida y vigente, esto

es, no se reconoció la pretensión de validez de rectitud normativa (se incumplió una promesa, se mintió).

Frente a esta conducta diría Habermas “(…) sólo puedo saber si un hablante piensa o no lo que dice

viendo si su actuación es consecuente (…). De ahí que los destinatarios que han aceptado una pretensión

de validez esperen que la conducta del hablante sea en determinados aspectos consistente con lo dicho”

(Habermas, 1992a, p. 388).

Cuanto mayor es el grado de racionalidad cognitivo-instrumental que orienta la coordinación de las

acciones, tanto más es la independencia de los participantes de una comunidad de comunicación frente a

las limitaciones que los demás hablantes oponen a la realización de sus propósitos particulares. En

contraste, un mayor nivel de racionalidad comunicativa aumenta las probabilidades de coordinar las

acciones sobre la base de un consenso sin recurrir a la coerción. La racionalidad instrumental resulta del
7

empleo monológico del saber proposicional y tiende, por principio, a escindirse de la racionalidad

comunicativa y a distanciarse de los valores de la responsabilidad y autonomía. En relación a esto

prosigue Habermas “(…). Sólo las personas capaces de responder de sus actos pueden comportarse

racionalmente. Si su racionalidad se mide por el éxito de las intervenciones dirigidas a la consecución de

un propósito, basta con exigir que puedan elegir entre alternativas y controlar (algunas) condiciones del

entorno. Pero si su racionalidad se mide por el buen suceso de los procesos de entendimiento, entonces

no basta con recurrir a tales capacidades” (Habermas, 1992a, p. 32).

Una consecuencia crucial de la acción comunicativa es la siguiente: Es capaz de responder por sus actos

aquel que sea capaz de orientar su acción por pretensiones de validez intersubjetivamente reconocidas.

Al momento se ha expuesto, de un modo sucinto y tratando de no faltar a las precisiones conceptuales de

este pensador, lo referente a la racionalidad, la emisión de enunciados vinculados a pretensiones de validez

y los actos de habla. Siguiendo con los postulados de la acción comunicativa y reconociendo las

dificultades que significa apuntalar una Teoría de la Sociedad a partir de dos apuestas teóricas en principio

opuestas (Teoría de la Acción y de Teoría de Sistemas) que permita explicar de la integración social,

Habermas recurre a dos niveles paradigmáticos que son los conceptos de Mundo de la Vida y los Sistemas.

En lo que respecta al Mundo de la Vida, nos dice Habermas que “las condiciones de validez de las

expresiones simbólicas remiten a un saber de fondo, compartido intersubjetivamente por la comunidad de

comunicación” (Habermas, 1992a, p. 31). Tal saber de fondo es compartido por los participantes de una

comunicación y viene a figurarse como un suelo sobre el que se asienta un “nosotros” en un mismo

espacio y tiempo. El mundo de la vida está constituido estructuralmente por la cultura, la sociedad y la

personalidad, que juntos configuran el sistema de referencias de la acción de todo individuo (Habermas,

1992a). Un fragmento del mundo de la vida es delimitado y captado por una situación, la cual a su vez

está integrada por un tema, un fin y un plan de acción para una determinada comunidad de comunicación.

Como se sigue de la lógica de la acción comunicativa, no se puede prescindir de una definición común de
8

la situación si se quiere garantizar el entendimiento intersubjetivo. Cada participante puede incorporar a

una situación determinada contenidos a-problemáticos que subyacen en cada uno de los componentes

estructurales de su mundo de la vida y que emergen en forma de saberes sobre los cuales pueden

vincularse pretensiones de validez, conllevando a un incesante proceso de redefinición de la situación. Con

cada definición común de la situación los actores determinan cómo discurren los límites, que no se pueden

rebasar, del mundo de la vida.

Al respecto diría Habermas: “Podemos imaginarnos continuaciones del diálogo que indican que en cada

caso concreto cada uno de los participantes modifica su definición inicial de la situación y la pone en

concordancia con las definiciones que los otros participantes dan de ella” (Habermas, 1992b, p.173-174).

Las redefiniciones de la situación son promovidas por una apelación al mundo de la vida como sistema de

referencias y trasfondo de emisiones comunicativas que rigen intersubjetivamente. En la Teoría de la

Acción Comunicativa “las situaciones poseen siempre un horizonte que se desplaza con el tema (…), una

situación representa un fragmento del mundo de la vida delimitado en vista de un tema” (Habermas,

1992b, p. 181).

Las acciones comunicativas arraigadas a un mundo de la vida comprenden las dimensiones del campo

semántico de los contenidos simbólicos, el espacio social y el tiempo histórico (Habermas, 1992a). Esto

suscita, consecuentemente, un ámbito de necesidades de entendimiento y de posibilidades de acción.

La relevancia de un contenido que procede el mundo de la vida es atribuida por los participantes de la

comunicación y es la que determina la fluidez de los límites que definen una situación y es la responsable

que el marco de lectura de la situación pueda desplazarse, dilatarse o encogerse captando cada vez un

nuevo fragmento del mundo de la vida. Desde luego, existen elementos que están dados en el mundo de la

vida y que no suscitan una problematización hasta que caen dentro del marco de lectura de una situación:

“Un contexto de acción orientada al entendimiento que puede ser tematizado y aparecer bajo la categoría
9

de saber (…) pueden determinadas auto-evidencias ser movilizadas en forma de un saber sobre el que

existe consenso y que a la vez es susceptible de problematización” (Habermas, 1992b, p.176).

Acerca del mundo de la vida, apunta Habermas “podemos representarnos éste como un acervo de

patrones de interpretación transmitidos culturalmente y organizados lingüísticamente” (Habermas, 1992b,

p. 176), esto es, la red del mundo de la vida está tejida por el Lenguaje y la cultura.

El acervo de saber que brota del mundo de la vida provee a los participantes de la comunicación de

convicciones de fondo a-problemáticas que forman el contexto de los procedimientos de entendimiento.

“(…) los participantes hacen uso de definiciones acreditadas de la situación o negocian definiciones

nuevas (…), cuando sobrepasan el horizonte de una situación dada, vuelven a encontrarse de inmediato

en otro ámbito, ahora actualizado, pero en todo caso ya interpretado de lo culturalmente autoevidente”

(Habermas, 1992b, p. 178).

En este punto del camino, Habermas plantea que la acción se presenta como un proceso circular en donde

“(…) el actor es al tiempo el iniciador de actos que le son imputables y producto de tradiciones en cuyo

seno vive, de grupos solidarios a que pertenece y de procesos de socialización y aprendizaje a que está

sujeto” (Habermas, 1992b, p. 192).

Un aspecto fundamental y constitutivo del mundo de la vida en tanto trasfondo de las emisiones

comunicativas y como acervo de saber a-problemático, es la propiedad de reproducción de sus estructuras

simbólicas. La acción comunicativa, a este propósito, posee tres funciones que sirven a tal reproducción

que son: 1) De entendimiento que contribuye a la reproducción de la cultura, 2) de coordinación de la

acción que media la reproducción de la sociedad y de 3) socialización que reproduce la personalidad

(Habermas, 1992a). En otras palabras, con la primera función sirve a la tradición y renovación de saber

cultural, con la segunda contribuye a la identidad grupal y a la creación de solidaridad social y con la

tercera participa en la formación de identidades personales.


10

“Las estructuras simbólicas del mundo de la vida se reproducen por vía de la continuación del saber

válido, de estabilización de la solidaridad de los grupos y de la formación de actores capaces de

responder de sus acciones” (Habermas, 1992b, p. 196).

En consecuencia, mediante la estimación de la racionalidad del saber, la solidaridad de los miembros y la

autonomía de la persona, pueden evaluarse los distintos procesos de reproducción simbólica del mundo de

la vida. Cuando fallan estos mecanismos de reproducción simbólica del mundo de la vida, sobrevienen

perturbaciones o, en otras palabras, rompimientos en cada uno de sus componentes estructurales que

conllevan a pérdida de sentido, anomía y psicopatologías (Habermas, 1992a).

De los efectos derivados de las perturbaciones de la reproducción simbólica del mundo de la vida se

comprende que los individuos desarrollarían una identidad grupal más sólida cuando por medio de su

participación en las diversas interacciones mantengan su pertenencia a los grupos sociales y con esta

última se vinculen a la historia de los colectivos (Habermas, 1992b).

Retomando las consideraciones iniciales, se había anotado que existen dos tipos de coordinación de las

acciones ya sea que estén orientadas al entendimiento o que estén orientadas al éxito. Habermas identifica

que en la asimetría de estos dos tipos de acciones se explica el desacoplamiento entre la integración

sistémica y la integración social. En resumen, de la acción comunicativa se había afirmado que tiene

como fin el entendimiento mutuo refrendado en un acuerdo sobre la base de unas pretensiones de validez

susceptibles de crítica y reconocidas intersubjetivamente y que a la relación entre los participantes de la

comunicación le subyace un mundo de la vida compartido que se transmite culturalmente y se organiza

lingüísticamente. Por su lado, de la acción con arreglos a fines se ha insistido que su propósito es el éxito y

se soporta en una racionalidad cognitivo-instrumental que tiene la función de coordinar la acción en el

entramado sistémico.

En síntesis, las intrincadas reflexiones para la construcción de una Teoría de la Sociedad conducen a

Habermas a sostener que la sociedad debe entenderse simultáneamente como Sistema y Mundo de la Vida,
11

y que el problema de la integración de la sociedad puede abordarse desde dos estrategias conceptuales: 1)

Como integración social que tiene como base la acción comunicativa y el mundo de la vida desde la

perspectiva interna de los participantes, y 2) Como integración sistémica que se comporta como un

sistema auto-regulado sobre la base de una racionalidad cognitivo- instrumental y desde la perspectiva

externa de un observador cuyo mecanismo de coordinación de la acción se logra por los medios de control

dinero y poder. (Habermas, 1992a, p.214).

En las sociedades modernas y más específicamente, en las sociedades con una formación socio-económica

capitalista, la balanza de la racionalidad se inclina hacia su expresión cognitivo-instrumental.

En los párrafos iniciales se había expuesto que quien responde por sus actos se puede comportar

racionalmente y en este orden de ideas, conceptos como la responsabilidad y la autonomía suscitan

obstáculos al desarrollo de la racionalidad instrumental. Ya no son los sujetos los que coordinan

comunicativamente sus acciones y responden por ellas sino que- como resultado de fenómenos de

cosificación, de racionalización instrumental desmedidos y debido a la profundización de la diferenciación

de los subsistemas económico y burocrático- se va despojando de las personas lingüísticamente

competentes la responsabilidad por las consecuencias de la acciones con arreglo a fines sirviéndose de

medios de control des- lingüístizados como son el poder y el dinero. Esta autorregulación del Sistema

convierte a los participantes de la comunicación en interlocutores extraños entre sí y ajenos a los fines del

colectivo social y los exenta de las consecuencias de sus acciones.

“(…) tanto la burocratización como la monetarización, ya sea de ámbitos públicos, o ámbitos privados de

la existencia, pueden generar efectos cosificadores” (Habermas, 1992a, p. 485).

En este orden de ideas continúa Habermas “estos medios de control sustituyen el lenguaje como

mecanismo de coordinación de la acción (…), posibilitan la diferenciación de subsistemas de acción

racional con arreglo a fines” (Habermas, 1992a, p. 433). En la medida en que se complejiza el Sistema en
12

proporción directa al aumento de la racionalidad instrumental se va conduciendo a una mayor

diferenciación y autonomización de sus subsistemas económico y burocrático, que finalmente conducen a

efectos de colonización, así como fenómenos de cosificación en el mundo de la vida.

La falta de acoplamiento entre la integración sistémica y la integración social se explica por la paradoja

de la racionalización en Weber a la que se refiere Habermas. Tal paradoja pone de manifiesto que la

racionalización del mundo de la vida conduce a un proceso de racionalización y diferenciación de los

Sistemas los cuales después se autonomizan volviéndose contra el mundo de la vida.

La paradoja de la racionalización de Max Weber es formulada por Habermas en los siguientes términos:

“la racionalización del mundo de la vida hace posible un tipo de integración sistémica que entra en

competencia con el principio de integración que es el entendimiento y que, bajo determinadas

condiciones, puede incluso reobrar, con efectos desintegradores, sobre el mundo de la vida” (Habermas,

1992a, p. 437).

Por su lado, los fenómenos de cosificación se pueden identificar en las deformaciones del mundo de la

vida como un producto de su colonización. A este respecto, y obrando un amplísimo debate con la

tradición marxista, Habermas subraya que G. Lukács entiende la racionalización y cosificación como dos

aspectos de un mismo proceso. Sobre Lukács diría que: "Estudia el efecto cosificador que la forma

mercancía ejerce a medida que se adueña del proceso de producción y muestra después que la

cosificación de las personas y de las relaciones interpersonales en la esfera del trabajo social es

solamente el reverso de la racionalización de ese sistema de acción" (Habermas, 1992a, p. 453).

La emancipación de la sociedad, la resolución de los conflictos por la vía del diálogo y la coordinación de

las acciones con los presupuestos de una racionalidad comunicativa se conseguirán en la medida en que el

mundo de la vida no sea sometido por los imperativos sistémicos. Dicho de otro modo, los mecanismos
13

sistémicos deberían acomodarse a las necesidades de estructuración de las interacciones entre los

participantes de una comunicación.

"El sistema según Habermas, tiene que encontrar sus límites en la integridad del mundo de la vida, es

decir, en las exigencias de los ámbitos de acción que dependen de la integración social. Para ello, las

exigencias de legitimación del sentido sistémico capitalista, así como del poder administrativo-

burocrático, tiene que abordarse en la esfera de la opinión pública-política desde la autonomía del

mundo de la vida como formador de la voluntad colectiva" (Díaz, Márquez & Álvaro B, 2008, p.93).

Remitiéndonos a la fundamentación desde la teoría de la acción comunicativa, la resolución por la vía

armada de los conflictos socio-políticos es un reflejo de la imposibilidad de lograr un acuerdo alcanzado

comunicativamente en torno a la emisión de enunciados por una comunidad de comunicación vinculados a

pretensiones de validez susceptibles de crítica y fundamentación y reconocidas intersubjetivamente.

En conclusión, en la Teoría de la Acción Comunicativa del pensador alemán Jürgen Habermas, los

participantes de una comunidad de comunicación, quienes tienen como trasfondo el mundo de la vida,

pueden hacer un uso comunicativo de la racionalidad para regular los mecanismos sistémicos

cosificadores de la conciencia colectiva y la voluntad política. Así mismo, las pretensiones de poder que

actualmente vinculan los medios de control dinero y poder en las acciones con arreglo a fines que

legitiman el sistema capitalista, tienen que discutirse en el escenario de lo público sin perjuicios del mundo

de la vida.

“Son los nuevos movimientos sociales los llamados a institucionalizar desde el rol de la protesta, la

dinámica de desaceleración de la densa red subsistémica con la que el sistema económico y la burocracia

estatal, cercenan la posibilidad de coordinación de la acción por vía de un acuerdo alcanzado en

términos comunicativos” (Díaz-Montiel et al, 2008, p. 95-96).

REFERENCIAS
14

Díaz-Montiel, Márquez-Fernández & Álvaro B. (2008). La Modernidad en Habermas: Del "sistema"

(represor) al "mundo de Vida" (liberador). Revista de Artes y Humanidades UNICA.

Disponible en http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=170118398004> ISSN 1317-102X.

Habermas, J. (1992). Teoría de la acción comunicativa I. Racionalidad de la acción y racionalización

social. Ciudad de México, México: Taurus.

Habermas, J. (1992). Teoría de la acción comunicativa II. Crítica de la razón funcionalista. Ciudad de

México, México: Taurus.

También podría gustarte