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MATERIAL DIDÁCTICO
Managua, Nicaragua
2012
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El Bienestar Humano y el avance hacia el Desarrollo Sostenible dependen
fundamentalmente de un mejor manejo de los ecosistemas de la Tierra para poder
asegurar la conservación y utilización sostenible de éstos. Pero, al mismo tiempo
que crecen las demandas por los servicios que brindan los ecosistemas, como los
alimentos y agua pura, las actividades humanas disminuyen la capacidad de
muchos ecosistemas para satisfacer tales demandas.
Para proteger y mejorar nuestro futuro bienestar se requiere un uso más racional y
menos destructivo de nuestros bienes naturales. Ello implica a su vez cambios
importantes en la manera en que tomamos decisiones y las ponemos en práctica.
Se ha constatado que cerca de las dos terceras partes de los servicios que brinda
la naturaleza a la humanidad están decreciendo a nivel mundial. En efecto, los
beneficios obtenidos a partir de nuestra transformación del planeta Tierra se han
logrado mediante una reducción de los bienes de Capital Natural.
Sin embargo esto no debe ser motivo para la desesperanza. El balance de las
cuentas naturales que le dejemos a las generaciones futuras depende de las
elecciones que se hagan a cada nivel y en cada rincón del planeta Tierra.
A través de los milenios, se hizo una adaptación de las áreas silvestres de todo el
planeta Tierra para permitir que las comunidades asentadas en ellas pudieran
tener la seguridad de contar con alimentos, agua, energía y materiales que
necesitaban. La demanda de productos prescindibles en una parte del planeta
Tierra puede tener una influencia sobre los sistemas naturales a miles de
kilómetros de distancia.
Entre 1950 y 1980, se han destinado más tierras para el cultivo, que antes fueron
bosques, sabanas y pastizales naturales que en el periodo que abarca todo el
siglo XVIII y la primera mitad del XIX. Cerca de un cuarto de la superficie de las
tierras del planeta Tierra está ahora bajo cultivo.
El uso predominante del carbón, petróleo y gas natural como fuentes de energía
ha hecho que se liberen grandes cantidades de carbono que antes estaban
retenidas en capas subterráneas entre la roca, y ha hecho aumentar en algo así
como un tercio el dióxido de carbono que hay en el aire.
Ahora ha quedado bien establecido que esto ha hecho cambiar los sistemas del
clima mundial, al atrapar más cantidad del calor del Sol dentro de la atmósfera, y
que estos cambios se acelerarán en la medida en que continúa aumentando la
concentración de dióxido de carbono.
Algunas de las evidencias más claras de la presión que estamos ejerciendo sobre
la naturaleza provienen de servicios tales como los peces silvestres y el agua
dulce. Siempre hemos confiado en que los sistemas de la Tierra reemplazarían
las cantidades que tomábamos. Hemos considerado a esos servicios como
regalos, creyendo que la única limitación para usarlos era la tecnología disponible
y el esfuerzo requerido para hacer uso de ellos.
Existen señales que indican que el daño infligido a los sistemas naturales ha
reducido el número de insectos y de pájaros que transportan el polen que hace
posible la reproducción de las plantas con flores, lo que tiene serias
consecuencias para muchos cultivos.
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cantidad tenga que pasar por estrechos canales en los que con frecuencia se ha
confinado a muchos ríos.
Nuestro comportamiento actual hace posible que haya más de esos cambios en el
futuro. Estamos mermando la capacidad de resiliencia de los sistemas naturales
porque, simultáneamente, reducimos la variedad de especies y ejercemos sobre
ellas una presión sin precedentes. Por todo ello, las inversiones en salud de los
bienes naturales pueden ser una forma prudente de asegurarnos contra los
cambios bruscos y contra el riesgo que ellos representan para el bienestar
humano.
Existen muchos indicadores que señalan que la demanda humana sobre los
ecosistemas crecerá aún más en las décadas siguientes. Las estimaciones
actuales que señalan un aumento de la población en 3 mil millones de personas y
un crecimiento de 400% de la economía mundial para el año 2050, implican un
aumento drástico de la demanda y consumo de recursos biológicos y físicos, al
igual que un aumento sostenido de impactos en los ecosistemas y en los servicios
que éstos prestan.
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El bienestar humano se ve afectado no sólo por las brechas que existen entre la
oferta y demanda de servicios que prestan los ecosistemas, sino también por la
mayor vulnerabilidad de las personas, comunidades y naciones.
Los ricos controlan el acceso a una mayor parte de los servicios que prestan los
ecosistemas, consumen estos servicios a una tasa per cápita más elevada, y
están protegidos contra los cambios en su disponibilidad (a menudo a un costo
elevado), gracias a su capacidad para adquirir servicios de los ecosistemas o
sustitutos, cuando éstos escasean. En cambio, los pobres, por lo general, carecen
de acceso a servicios alternativos y son altamente vulnerables a los cambios de
los ecosistemas, los cuales derivan en hambrunas, sequías o inundaciones. Estas
personas generalmente viven en zonas particularmente susceptibles a amenazas
ambientales y no cuentan con protecciones financieras ni institucionales contra
tales peligros.
Los cambios que experimentan los ecosistemas no sólo afectan a los seres
humanos, sino también a innumerables otras especies.
Al igual que los beneficios que genera un mejor nivel de educación o una mejor
gobernabilidad, la protección, restauración y fortalecimiento de los servicios que
prestan los ecosistemas tienden a tener beneficios múltiples y sinérgicos. A estas
alturas, muchos gobiernos comienzan a reconocer la necesidad de un manejo más
efectivo de estos sistemas básicos en los que se sustenta la vida. También
podemos encontrar ejemplos de avances significativos hacia el manejo sostenible
de los recursos biológicos tanto en la sociedad civil y comunidades indígenas y
locales, como en el sector privado.
Hoy en día, los cambios más rápidos están teniendo lugar en los países en vías de
desarrollo, aunque los países industrializados experimentaron cambios
comparables en el pasado. No obstante, las transformaciones actuales están
teniendo lugar a un ritmo mayor que las anteriores a la era industrial.
Los ecosistemas son esenciales para el Bienestar Humano gracias a sus servicios
de suministro, regulación, culturales y de base.
Las relaciones sociales se ven afectadas por los cambios en los servicios
culturales que afectan la calidad de la experiencia de vida de las personas.
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Sin embargo, los ecosistemas son sistemas complejos y dinámicos, y las
posibilidades de sustitución tienen límites, sobre todo tratándose de los servicios
de regulación, servicios culturales y de suministro. Ninguna sustitución es posible
tratándose de especies de importancia cultural, como, por ejemplo, los tigres y
ballenas, y tales sustituciones pueden ser económicamente perjudiciales debido a
la pérdida de servicios tales como el control de erosión o regulación del clima.
Además, el alcance de las sustituciones varía según las condiciones sociales,
económicas y culturales. Para algunas personas, en especial los pobres, las
sustituciones y opciones son muy limitados. Para quienes viven en buenas
condiciones, la sustitución puede realizarse mediante el comercio, inversión y
tecnología.
Para que los servicios de los ecosistemas y, por ende, el Bienestar Humano sean
sostenibles se necesita un conocimiento cabal y un manejo acertado de las
relaciones entre las actividades humanas, el cambio de los ecosistemas y el
bienestar en el corto, mediano y largo plazo. El excesivo uso actual de los
servicios ecosistémicos compromete su disponibilidad futura. Ello puede evitarse
asegurando que su uso sea sostenible.
En los últimos cincuenta años, los seres humanos han transformado los
ecosistemas con una mayor velocidad e intensidad que en ningún otro período de
la historia humana con el que se pueda comparar. En gran medida, para resolver
rápidamente las demandas crecientes de alimentos, agua dulce, madera, fibra y
combustible. Estos cambios han contribuido a obtener considerables beneficios
netos en el bienestar humano y el desarrollo económico, pero estos beneficios se
han obtenido con crecientes costos como la degradación de muchos servicios de
los ecosistemas, un mayor riesgo de cambios no lineales y la acentuación de la
pobreza de algunos grupos de personas. Estos problemas, si no se los aborda,
harán disminuir considerablemente los beneficios que las generaciones venideras
obtengan de los ecosistemas (EM, 2005).
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Según la Evaluación de Ecosistemas del Milenio (EM, 205), la degradación de los
servicios de los ecosistemas está afectando a muchas de las personas más
pobres del mundo y es a veces el principal causante de la pobreza.
En muchos casos son los pobres los que sufren la pérdida de servicios causada
directamente por la presión ejercida sobre los sistemas naturales para llevar
beneficios a otras comunidades, con frecuencia en otras partes del mundo.
Una de las barreras clave que impide que se tenga una conducta más efectiva en
cuanto a la protección de los bienes naturales es la ignorancia acerca de los
servicios que ellos proveen.
Las sociedades humanas tienen el poder de reducir las presiones que estamos
ejerciendo sobre los servicios naturales del planeta Tierra, al tiempo que
continuamos utilizándolos para alcanzar un mejor estándar de vida para todos.
LISTA DE REFERENCIAS
5. Qué aspectos del Bienestar Humano se ven afectados por los cambios que
hombres y mujeres producen en los ecosistemas
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