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CASO CHARLES GHANKAY TAYLOR, PRIMER JEFE DE ESTADO
CONDENADO POR UN TRIBUNAL INTERNACIONAL
I. ANTECEDENTES
Liberia y Sierra Leona son dos estados situados al oeste del continente africano,
bañados por las aguas del Golfo de Guinea, que comparten más de 300 kms de frontera
común. Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, fueron zonas que sufrieron la acción de los
traficantes de esclavos, que capturaban hombres, mujeres y niños y los enviaban a América
para su venta. Desde finales del XVIII, y a lo largo del XIX, por el contrario, se convirtieron
en la tierra de asentamiento de esclavos libertos que deseaban regresar a sus orígenes y a los
que las asociaciones abolicionistas norteamericanas ayudaban a regresar e instalarse.
SIERRA LEONA Con una superficie de 71.740 km², cuenta con una población
de 5.486.000 habitantes de los cuales, 875.000 viven en la capital Freetown. Entre
1991 y 2002, se desarrolló una sangrienta guerra civil, que produjo más de 120.000
muertos y 2.500.000 desplazados.
Esta guerra la había iniciado el Frente Revolucionario Unido (FRU), liderado por
Foday Sankoh con el apoyo de las fuerzas del FPNL de Charles Taylor, ambos viejos
conocidos de los campos de entrenamiento libios. Intervienen en Sierra Leona para intentar
derrocar al gobierno legítimo. Otras facciones que participan en esta guerra civil son las
llamadas Fuerzas de Defensa Civil (FDC) y el denominado Consejo Revolucionario de las
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Liberiano “americano”, nacido en 1948, dirigente estudiantil educado en los EEUU. Colaborador de Doe y
miembro de su gobierno entre 1983-85. Luego huye a los EEUU y es acusado de haberse apropiado de un
millón de dólares de las arcas liberianas. Monrovia solicitó su extradición, siendo detenido por las autoridades
norteamericanas, en donde tras permanecer un año en prisión escapó y huyó a Libia a través de Sudamérica y
Europa. Entre 1986-89, acogido y formado militarmente en Libia y apoyado económicamente por Muammar-al
Gadafi, funda y lidera el grupo rebelde FPNL que inicialmente apenas lo formaban 200 hombres.
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Fuerzas Armadas (CRFAS). La guerra atraviesa por diferentes vicisitudes3 . En ella
intervienen, bajo mandato de la ONU, las fuerzas de la Comunidad Económica de los Estados
del África Occidental (CEDEAO).
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El trasfondo de dicho conflicto, una guerra civil, era una lucha por el poder y obedecía a los inconfesables
intereses de las facciones rebeldes para lucrarse directamente del comercio de diamantes, que les servía para
financiar la rebelión. Hay que tener presente que su explotación y venta genera cientos de millones de dólares
anuales, en un país donde más del 70% de la población vive por debajo del umbral de pobreza.
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Salas, la Secretaría y la Fiscalía. Cuenta con tres Salas, dos para el enjuiciamiento de los
crímenes de su competencia y otra de Apelaciones; la Secretaría, bajo la autoridad del
presidente del TESL, gestiona el registro, la documentación y el archivo, las citaciones,
notificaciones, traslados y custodia de inculpados y testigos, todo lo referente a la
organización y celebración de los juicios. De ella dependen las Oficinas de Defensa y Prensa;
en cuanto a la Fiscalía, es la encargada de dirigir la instrucción del proceso y de recabar las
pruebas necesarias para la inculpación y enjuiciamiento de los acusados.
El ETE establece sus competencias para enjuiciar, por razón de la materia, crímenes
de guerra y de lesa humanidad, así como algunos de los previstos en las leyes de Sierra
Leona, cometidos en dicho país durante la guerra civil; y por razón de la persona, su
jurisdicción alcanza a los máximos responsables de los mismos, independientemente de su
estatuto o su nacionalidad. Pese a que el ETE incorporaba también como aplicables algunas
leyes nacionales, no se ha llegado a inculpar a nadie por tales delitos. Existe cierta
controversia jurídica respecto a la auténtica naturaleza del TESL, como consecuencia de su
carácter mixto. Se trata de un órgano judicial especial, como su propio nombre indica, que
proviene de un Acuerdo Internacional suscrito entre Sierra Leona y la ONU, y cuya creación
se debe a una Resolución del CdS. Tiene por ello una doble raíz o condición: se trata de un
Tribunal Especial nacional e internacional, en su composición, competencia y jurisdicción. Lo
componen magistrados y fiscales internacionales y sierraleoneses que designan
respectivamente el Secretario General de la ONU y el gobierno de Sierra Leona; su
jurisdicción alcanza a los máximos responsables, sin que exista ninguna limitación en tal
sentido. Sin embargo, por razón de su mandato, es independiente de la administración de
justicia de dicho país; y, como hemos visto, se rige por su propio Estatuto y sus Reglas.
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Issa Sesay y Augustine Gbao; tres del CRFAS, Alex Brima, Brima Kamara, y Santigie Kanu;
y dos del FDC, Moinina Fofana y Allieu Kondewa. Todos ellos operaban en Sierra Leona
durante la guerra civil y actualmente cumplen sus condenas en la cárcel de Mpanga en
Ruanda. De los cinco restantes, tres han muerto, Hinga Norman, Foday Sankoh y Sam
Bockarie (Moskito). Estos dos últimos del FRU, antiguos camaradas de Taylor durante su
estancia en Libia, y más tarde sus cómplices en el conflicto de Sierra Leona.
El cuarto, Johnny Paul Koroma, líder del CRFAS y antiguo presidente golpista de
Sierra Leona(Mayo de 1997-febrero 1998), está en ignorado paradero.
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(Bélgica) carecía de jurisdicción para procesar a un ministro de otro país (RDC) acusado
de la comisión de crímenes internacionales, al no tratarse de un Tribunal Internacional.
La envergadura del cambio es de tal magnitud que el inicio de este proceso solo
fue posible cuando el modelo ético material y jurídico formal anterior propició la
completa destrucción del continente europeo y de importantes partes de Asia y África, y el
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recurso al arma más mortífera jamás conocida en la historia: la bomba atómica. Ante esta
situación, al término de la II Guerra Mundial se hizo necesario un cambio radical en la
praxis de los miembros de la sociedad internacional y en su regulación.
El mensaje era claro: “quienes desde los resortes del poder recurren a una guerra
de agresión contra terceros Estados, y utilizan la fuerza armada contra su propia
población, no solo pierden la legitimidad ética necesaria para seguir dirigiendo sus
respectivas sociedades, sino que, debido al daño que han causado a la sociedad
internacional, incurren jurídicamente frente a ella en responsabilidad penal individual”.
Ha sido en este contexto en el que se han desarrollado los deberes de los Estados de no
incurrir a través de sus agentes en graves violaciones de derechos humanos (en particular,
aquellas constitutivas de crímenes internacionales) frente a quienes se encuentren bajo su
jurisdicción, así como a adoptar todas las medidas que estén a su disposición para
prevenirlos, y, en caso de que finalmente lleguen a producirse, investigarlos, declarar y
realizar la responsabilidad internacional penal derivada de los mismos, y reparar a las
víctimas. Correlativamente a estas obligaciones estatales, se han desarrollado también los
derechos de estas últimas a la verdad, la justicia y la reparación. El proceso de
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“humanización” del derecho internacional no se ha desarrollado pacíficamente, y se
encuentra lejos de haberse completado. Sin embargo, es cierto que el mismo ha permeado
las estructuras de la sociedad internacional, y los principios normativos del derecho
internacional, de manera que en la actualidad se reconoce la existencia de una dimensión
comunitaria en la sociedad internacional, y de normas imperativas o de ius cogens que
protegen sus valores esenciales, vinculando a todos sus miembros y privando de eficacia a
todo acuerdo o práctica en contrario.
No son pocos los indicadores que parecen mostrar que el paradigma de la dignidad
humana como finalidad ético-material de la sociedad internacional y el proceso de
humanización de su ordenamiento jurídico no solo no terminan de consolidarse sino que
puede encontrarse en un momento de crisis y franco retroceso.
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Desarrollaremos nuestra exposición abordando en primer lugar el fundamento y
las manifestaciones de la inmunidad del Estado y de sus representantes, para
posteriormente centrarnos en el aspecto que más ha evolucionado en los últimos años: la
inmunidad de jurisdicción penal frente a crímenes internacionales de los órganos centrales
del Estado con competencia en materia de acción exterior (el Jefe de Estado, el Jefe de
Gobierno y el Ministro de Asuntos Exteriores)16. Finalizaremos, nuestra exposición, con
un análisis del significado de la evolución del principio de inmunidad desde la perspectiva
de la finalidad ético-material de la sociedad internacional y el mencionado proceso de
humanización de su ordenamiento jurídico.
3
Cervell (2013) p. 136.
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el momento lejos de cristalizar. Así lo refleja la jurisprudencia de la Corte Europea de
Derechos Humanos (“CEDH”) en el caso Al-Adsani c. Reino Unido (2001), en el que
rechazó la posibilidad de que los tribunales nacionales del Reino Unido investigaran la
responsabilidad civil del Estado de Kuwait por actos de tortura. Del mismo modo, en el
caso Karagoleropoulus y otros c. Grecia y Alemania (2002), la propia CEDH afirmó que
no se encuentra todavía establecido en Derecho Internacional que los Estados no puedan
pretender gozar de inmunidad en caso de acciones civiles por daños-intereses contra la
humanidad que se presenten en el territorio de un tercer Estado.
A nivel nacional, los tribunales franceses han adoptado la misma posición que la
CIJ afirmando la inmunidad de jurisdicción planteada por Alemania ante las
reclamaciones presentadas por particulares por daños ocasionados durante la II Guerra
Mundial. Igualmente, los tribunales de Canadá, Reino Unido, Nueva Zelanda y Polonia
han acogido la misma posición frente violaciones de ius cogens de terceros Estados.
Solamente las decisiones de las Cortes Supremas de Grecia e Italia en los casos Distomo
(2000) y Ferrini (2004) han negado la aplicación de la inmunidad de jurisdicción alegada
por Alemania, afirmando que si la comisión de delitos internacionales de ius cogens
constituye una excepción al principio de inmunidad en relación con la responsabilidad del
individuo, lo mismo debería ocurrir frente a la responsabilidad del Estado.
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Se puede afirmar que a pesar de los atisbos de apertura generados por estas dos
últimas decisiones nacionales, lo cierto es que tras siete décadas de proceso de
humanización del derecho internacional, el tradicional escudo de protección con que el
Estado ha contado para no responder ante tribunales nacionales extranjeros por los daños
causados por sus actos de iure imperii permanece inalterado, con independencia de los
efectos que esto pueda estar generando en el proceso de consolidación de la persona
humana como principio de unidad del ordenamiento jurídico internacional. Para los jueces
de la CIJ, Keith y Benouna, esto es resultado de su convencimiento de que es necesario
tratar de proteger en la mayor medida posible el principio de soberanía de los Estados.
El artículo 3 de la versión más reciente del texto sobre los proyectos de artículo
sobre la inmunidad de jurisdicción penal extranjera de los funcionarios del Estado
aprobados hasta el momento por la CDI (“Proyecto de Artículos”) se refiere también a
4
Cervell (2013) p. 534.
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estos tres altos representantes del Estado al delimitar el grupo de beneficiarios de
inmunidad personal. Sin embargo, la propia CIJ al utilizar en el caso Yerodia la expresión
“determinados altos funcionarios como”, parece haber dejado la lista abierta, lo que ha
sido utilizado por algunos tribunales nacionales para incluir en ocasiones a los ministros
de Defensa y Comercio, cuyas actividades pueden tener que desarrollarse en buena
medida fuera del territorio nacional. No obstante lo anterior, la CIJ en el caso sobre
Ciertas Cuestiones de Asistencia Mutua en Materia Penal (2005), ha puesto límites a esta
lista subrayando que el Fiscal General del Estado y el Jefe de la Seguridad Nacional no
forman parte de la misma. Debido a la retirada de la demanda, por parte de República del
Congo, no pudo sin embargo pronunciarse sobre si el Ministro de Interior se encontraría
dentro o fuera de esta lista.
Ante esta situación, no es de extrañar que desde la aprobación del Convenio sobre
Inmunidades Jurisdiccionales de los Estados en 2004, el principal desarrollo en materia de
inmunidad se haya producido en relación con el contenido y alcance de la inmunidad de
jurisdicción de los Jefes de Estado, los Jefes de Gobierno y los Ministros de Asuntos
Exteriores por su presunta responsabilidad en la comisión de crímenes internacionales de
ius cogens. En el ámbito civil han sido numerosos los casos, particularmente en EE.UU. a
partir del caso Filartiga v. Peña-Irala (1980), en que se han presentado demandas por
crímenes internacionales de ius cogens, sobre todo actos de tortura. Sin embargo, todas
aquellas demandas presentadas frente a Jefes de Estado, Jefes de Gobierno y Ministros de
Asuntos Exteriores en ejercicio han sido rechazadas, con base en su inmunidad personal
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Pero sin duda que los principales desarrollos se han producido en materia de
inmunidad de jurisdicción penal tanto frente a tribunales nacionales extranjeros como
frente a tribunales internacionales penales, lo que ha ocasionado que la Comisión de
Derecho Internacional se encuentre preparando desde 2007 un comprensivo Proyecto de
Artículos sobre la inmunidad de jurisdicción penal frente a los primeros.
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El propio artículo 1 de la Convención contra la Tortura de 1984 refleja esta situación al exigir como requisito
para la constitución de un acto de tortura que “(…) dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un
funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya o con su
consentimiento o aquiescencia.(…)”. Del mismo modo, el artículo 7(2) del ECPI afirma que para la existencia de
un crimen contra la humanidad es necesario que los actos de violencia contra la población civil se desarrollen
en ejecución de la política de un Estado o de una organización.
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Sobre la base de la tradicional distinción entre inmunidad personal o ratione
personae e inmunidad funcional o ratione materiae, estudiaremos el tratamiento que se ha
dado a esta cuestión dependiendo de si se pretende declarar su responsabilidad
internacional penal ante tribunales nacionales extranjeros o ante tribunales internacionales
penales.
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Esta fue precisamente la situación que se planteó en el caso sobre Ciertas
Cuestiones de Asistencia Mutua en Asuntos Penales (2008), en el que un tribunal francés
envió una notificación invitando a testificar al Presidente de la República de Djibuti en
relación con la muerte de uno de sus asesores, dejando en última instancia a aquel en
libertad para aceptar o declinar la invitación.
La inmunidad personal tiene un carácter temporal, porque cesa en el momento en
que se deja de desempeñar el cargo, de ahí su configuración como un obstáculo de
naturaleza exclusivamente procesal al ejercicio de la jurisdicción penal. Esto significa
también que, una vez dejado el cargo, un Jefe del Estado, un Jefe de Gobierno o un
Ministro de Asuntos Exteriores puede ser enjuiciado por un tribunal nacional extranjero
por todo delito cometido antes o durante el desempeño del mismo, siempre y cuando no se
encuentre amparado por la inmunidad funcional que protege los actos de carácter oficial.
El carácter absoluto de la inmunidad personal hace que no pueda ser objeto de excepción
con base en la seriedad del delito cometido.
Sin embargo, no existiendo controversia sobre esta regla en relación con los delitos
ordinarios, surge la pregunta sobre su aplicación con respecto a los delitos internacionales
de ius cogens. En otras palabras, ¿pueden los tribunales nacionales extranjeros entrar a
juzgar a Jefes de Estado, Jefes de Gobierno o Ministros de Relaciones Exteriores en
ejercicio, cuando se trata de aquellos delitos que afectan más gravemente a la dignidad
humana como criterio de unidad del ordenamiento jurídico internacional? Para autores
como Ambos, el mero planteamiento de esta pregunta ya resulta en sí problemático ante la
dificultad de especificar cuáles son aquellos crímenes internacionales que han sido
prohibidos por normas de ius cogens. Sin embargo, lo cierto es que existe un amplio
consenso sobre el hecho de que, al menos, el de genocidio, los delitos centrales del
fenómeno de la lesa humanidad, las infracciones graves a los cuatro Convenios de
Ginebra de 1949, y la tortura entrarían en esta categoría.
Con anterioridad al año 2002, varios tribunales nacionales en Alemania, España y
Francia habían rechazado los casos por crímenes internacionales de ius cogens contra Eric
Honecker (1984)63, Hassan II (1998)64, Fidel Castro (1999)65 y Muammar Gaddafi
(2001)66 –todos ellos Jefes de Estado en ejercicio al abrirse las actuaciones penales–
debido a su inmunidad personal.
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Esta línea jurisprudencial ha sido confirmada por la sentencia de la CIJ de 14 de
febrero de 2002 en el caso Yerodia, en el que la República Democrática del Congo
demandó a Bélgica por haber violado la normativa internacional sobre inmunidad
personal al dictar un juez belga una orden de arresto contra su entonces Ministro de
Relaciones Exteriores por su presunta responsabilidad en la comisión de crímenes de lesa
humanidad y de guerra. Para la CIJ, así como la gravedad del delito no afecta al contenido
de la inmunidad personal, esta tampoco se ve afectada porque los crímenes imputados
hayan sido prohibidos por una norma de ius cogens. Con posterioridad a esta sentencia, se
han adoptado nuevas decisiones a nivel nacional cerrando los procedimientos penales
abiertos contra los Jefes de Estado en ejercicio Paul Kagame (2006)68 y Fidel Castro
(2007) en aplicación de su inmunidad personal.
La exclusión de toda excepción por razón de la naturaleza de ius cogens de los
crímenes internacionales imputados, también parece ser la posición asumida por la CDI en
la última versión de su Proyecto de Artículos. Igualmente, el IDI, en los artículo 13 y II de
sus resoluciones de 2001 y 2009 ha acogido esta misma posición. En consecuencia, se
puede concluir que desde la finalización de la II Guerra Mundial no se ha producido ni la
más mínima grieta en la inviolabilidad proporcionada por la inmunidad personal a los
Jefes de Estado, Jefes de Gobierno y Ministros de Asuntos Exteriores en ejercicio. Con
ello, se prima la igualdad soberana de los Estados, la preservación del ejercicio de sus
funciones por sus más altos representantes y la conducción pacífica de las relaciones
internacionales. Al mismo tiempo, se relega a un segundo plano el interés de la sociedad
internacional en recurrir a su sistema descentralizado (a través de las jurisdicciones
nacionales) de aplicación del derecho internacional penal, para garantizar la investigación
y el enjuiciamiento de los máximos responsables de aquellos crímenes internacionales que
afecta gravemente a la persona humana como criterio de unidad del ordenamiento jurídico
internacional.
B. INMUNIDAD FUNCIONAL:
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Se define por la naturaleza de los actos realizados, y no por la condición personal
de los agentes estatales que los llevan a cabo. Tiene una naturaleza parcial puesto que solo
cubre los actos de carácter oficial, y por tanto no se extiende a los actos privados.
Además, debido a que la inmunidad funcional se encuentra ligada al acto oficial y no a la
persona, no tiene límite temporal, permaneciendo aún después de que se haya dejado el
cargo. Algunos autores como Cassese, Werle, Akande y Shah han afirmado la naturaleza
sustantiva de este tipo de inmunidad porque, en su opinión, los actos que son propios del
Estado no pueden ser atribuibles al agente estatal que los realiza.
Por una parte, como Cassese ha señalado, existen numerosos tribunales nacionales
que han negado la aplicación de la inmunidad funcional de agentes estatales extranjeros
cuando de crímenes internacionales de ius cogens se ha tratado. Esta es la situación en los
casos Eichman en Israel, Barbie en Francia, Kappler y Priebke en Italia, Rauter, Albrecht
y Bouterse en Paises Bajos, Kesserling ante una corte militar británica en Italia, Von
Lewinski ante una corte militar británica en Hamburgo, Pinochet en España y el Reino
Unido, Yamashita en los Estados Unidos, Buhler en Polonia y Miguel Cavallo en Mexico.
En el mismo sentido, la temprana jurisprudencia del Tribunal Internacional Penal para la
ex Yugoslavia en los casos Blaskic, Furundzija, Karadzic y Milosevic ha afirmado
también la improcedencia frente a tribunales nacionales extranjeros de la inmunidad
funcional por crímenes internacionales. Esta misma posición ha sido sostenida por el IDI
en sus resoluciones de 2001 y 2009 al afirmar que “aparte de la inmunidad personal de la
que se beneficia un individuo en virtud del Derecho internacional, ninguna inmunidad se
aplica al caso de crímenes internacionales”.
Lo mismo acontece en relación con los varios argumentos que se han utilizado
para justificar la mencionada excepción. Así, en primer lugar, se ha afirmado que la
comisión de este tipo de crímenes no puede ser nunca parte de las funciones oficiales del
cargo. Este argumento fue acogido por los varios de los magistrados de la Cámara de los
Lores, máxima instancia judicial de Inglaterra, que dictó la sentencia de 24 de marzo de
1999 en el caso contra el ex Jefe de Estado de Chile Augusto Pinochet. También ha sido
sostenido por los jueces Higgings, Kooijmans y Buergenthal en su voto particular a la
sentencia de la CIJ en el caso Yerodia .
Además, algunos autores como Bianchi han defendido esta posición sobre la base
de que el derecho internacional no puede considerar como actos soberanos aquellos no
solo son una violación del propio derecho internacional, sino que constituyen un ataque
contra su fundamento y valores constitutivos.
Sin embargo, este argumento plantea varios problemas. En primer lugar, tal y
como Akande y Shah señalan, el carácter oficial de un acto no puede depender de que
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constituya o no un crimen internacional, ni tan siquiera de su legalidad o ilegalidad, sino
del propósito y los medios mediante los cuales los agentes estatales lo llevaron a cabo. En
segundo lugar, el argumento no se corresponde con el hecho constatado de que los
crímenes internacionales de ius cogens son normalmente cometidos con el apoyo o
consentimiento de los Estados, lo que supone la intervención por acción u omisión de sus
fuerzas policiales, militares o de inteligencia. En tercer lugar, como Cassese ha señalado,
es la capacidad que atribuye el cargo de agentes estatales, particularmente en el caso de
los Jefes de Estado, los Jefes de Gobierno y los Ministros de Relaciones Exteriores, lo que
les coloca en situación de ordenar, instigar, asistir o tolerar la comisión de crímenes
internacionales. En consecuencia, si no abusaran de las facultades que les atribuye su
cargo oficial, no tendrían ni la capacidad ni los medios para llevarlos a cabo.
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segundo argumento tampoco se encuentra exento de problemas tal y como han apuntado
Cryer, Ambos, Hazel Fox, Akande y Shah. Estos autores subrayan que, mientras las
normas de ius cogens que prohíben los crímenes internacionales y hacen nacer la
responsabilidad internacional penal operan en un plano sustantivo, las normas
convencionales y consuetudinarias que reconocen la inmunidad funcional operan en un
ámbito estrictamente procesal para impedir en el caso concreto las actuaciones contra
agentes estatales extranjeros.
Sin embargo, autores como Ambos han subrayado que este argumento tiene el
problema de basarse en una secuencia temporal de las normas procesales de derecho
internacional sobre la que no existe ninguna certeza. Finalmente, el propio Ambos plantea
un cuarto argumento derivado de la ponderación de los intereses en juego. A diferencia de
los tres anteriores, este argumento no afirma de manera absoluta la excepción a la norma
de inmunidad funcional en caso de delitos internacionales, sino que analiza caso por caso
cual es el interés prevalente en juego. En otras palabras, la cuestión es determinar a la luz
de los hechos del caso concreto si el interés prevalente de la sociedad internacional es la
satisfacción de las víctimas, y la prevención general y especial derivada del castigo de
quienes cometen los delitos más graves para la sociedad internacional en su conjunto; o si
por el contrario, resulta más importante en el caso concreto garantizar el principio de
igualdad soberana de los Estados, la no injerencia de tribunales nacionales extranjeros en
el ejercicio de sus competencias soberanas y la conducción pacífica de las relaciones
internacionales. Sin embargo, si bien este modelo de equilibrio de intereses nos permite
resolver alguno de los problemas presentados por los otros argumentos, lo cierto es que no
está exento de dificultades.
Así, es razonable admitir que la posición jerárquica del agente estatal extranjero ha
de ser un factor importante a la hora de decantar la balanza a favor de la aplicación de la
inmunidad funcional, puesto que a mayor rango jerárquico de aquel, mayor grado de
injerencia en los asuntos internos del Estado al que representa y mayor nivel de
desestabilización en las relaciones internacionales.
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internacional penal centra en los mismos la obligación de los Estados de investigar y
enjuiciar los crímenes internacionales de ius cogens.
Esta excepción se fundamenta en que las actuaciones penales desarrolladas por los
tribunales internacionales en nombre de la comunidad internacional en su conjunto no
afectan al principio de igualdad soberana entre los Estados, que es el fundamento de la
inmunidad funciona. Ejemplos de la aplicación de esta excepción es el enjuiciamiento
ante el TIPR de Jean Kambanda, quien fuera primer ministro durante el genocidio en
Ruanda entre abril y junio de 1994, así como el proceso seguido ante las SECC contra
Khieu Samphan, antiguo Jefe de Estado de la República de Kampuchea durante el
régimen de los yémeres rojos a finales de los años 1970. Con respecto a la segunda
cuestión, las divisiones son más ostensibles.
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Por un lado, Cryer y Akande consideran que el hecho de que las actuaciones
penales se desarrollen ante tribunales internacionales no genera ninguna excepción
consuetudinaria a la inmunidad personal. Para Cryer los tribunales internacionales son
creados por Estados y, por lo tanto, no les es posible establecer una institución que tenga
la facultad de realizar aquello que no les está permitido a los propios Estados en
aplicación de la norma consuetudinaria de inmunidad personal131.
Por su parte, Akande afirma que solo sería posible aceptar la inaplicación de la
inmunidad personal ante los tribunales internacionales penales cuando en el acto de
creación de estos últimos se contenga una renuncia implícita o explícita del Estado cuyos
representantes van a ser investigados y enjuiciados.
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objeto de ambos tipos de inmunidad es evitar el peligro de cualquier interferencia de
terceros Estados en el desarrollo de las funciones de los agentes estatales.
La corte penal internacional Para evitar que la división sobre el alcance del
principio de improcedencia del cargo oficial pudiera afectar al efectivo ejercicio de la
jurisdicción de la Corte Penal Internacional, el artículo del Estatuto de la CPI, aprobado
en junio de 1998 y en vigor desde julio de 2002, dedica dos apartados a la cuestión.
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de procedimiento especiales que conlleve el cargo oficial de una persona, con arreglo al
Derecho interno o al Derecho internacional, no obstarán para que la Corte ejerza su
competencia sobre ellas”. A través de este segundo apartado los redactores del Estatuto de
la CPI se aseguraron expresamente que la inmunidad personal de los Jefes de Estado, los
Jefes de Gobierno y los Ministros de Relaciones Exteriores no sería aplicable ante la CPI.
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Estado, Jefes de Gobierno o Ministros de Relaciones Exteriores en ejercicio de Estados no
parte del Estatuto de la CPI. En estos casos, el Estado al que el imputado representa no ha
renunciado expresamente a la inmunidad personal que el mismo pudiera tener, conforme
al derecho internacional consuetudinario, ante un tribunal internacional como la CPI. En
consecuencia, se hace necesario conocer si el alcance de la excepción consuetudinaria a
dicha inmunidad: (i) se limita a la inmunidad funcional como Cryer, Akande o Schabas
afirman, en cuyo caso el Estado requerido podría rechazar invocando el artículo 98 (1) del
ECPI toda solicitud de la CPI para la entrega del imputado o la asistencia judicial153; o
(ii) se extiende también a la inmunidad personal como Cassese y Gaeta sostienen, lo que
impediría al Estado requerido invocar el artículo 98 (1) del ECPI. La CPI ha abordado
esta cuestión en el caso contra Omar Al Bashir, donde acogió expresamente la posición
que afirma que el derecho internacional consuetudinario establece una excepción a la
inmunidad personal de los Jefes de Estado en ejercicio, de manera que esta no puede ser
invocada ante tribunales internacionales como la CPI. Con ello, se ha seguido la línea
marcada por la jurisprudencia del TIPY y de la CESL.
Si bien estas decisiones han sido criticadas por una parte de la doctrina y en
particular por la Unión Africana, lo cierto es que las mismas refuerzan la afirmación de
Cassese y Gaeta relativa a la existencia en el derecho internacional consuetudinario de una
excepción a la aplicación de la norma de inmunidad personal cuando se trata de
actuaciones ante tribunales internacionales penales.
Además, varios autores que no coinciden con esta posición han aceptado sin
embargo la inaplicación por la CPI de la inmunidad personal de Omar Al Bashir y de
Muammar Gaddafi con base en otros argumentos. Así, Akande ha afirmado que Sudán y
Libia entran a ser considerados como análogos a Estado parte del ECPI, a los que se les
aplica el artículo 27 ECPI, debido a que ambas situaciones han sido remitidas por
resoluciones del Consejo de Seguridad en ejercicio de las competencias que le atribuye el
capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas. En el mismo sentido, Papillon ha
señalado que todos los Estados parte de las Naciones Unidas accedieron en el momento de
ratificar su Carta a que el Consejo de Seguridad pudiera adoptar medidas para garantizar
la paz y seguridad internacionales, incluyendo la posibilidad de que se revocara en algún
momento la inmunidad de los altos representantes de sus Estados, lo que se ha producido
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implícitamente con la remisión a la Fiscalía de la CPI de las situaciones en Darfur y Libia.
Finalmente, para Ambos es más convincente acudir a un ejercicio de ponderación de los
intereses en juego: el interés de la comunidad internacional en evitar la impunidad de los
crímenes internacionales, y el interés de los Estados no parte del ECPI en no verse
afectados por la regla de no inmunidad del artículo 27 del ECPI.
Charles Taylor, Presidente de Liberia, fue acusado por participar en la guerra civil
en Sierra Leona sin haber estado físicamente presente en dicho territorio. Sin embargo,
por su apoyo constante al Frente Revolucionario Unido (RUF por sus siglas en inglés) y a
la coalición entre el Consejo Revolucionario de las Fuerzas Armadas (AFRC) y el RUF, la
Fiscalía lo consideró uno de los máximos responsables por los crímenes internacionales
cometidos en Sierra Leona. El TESL determinó que la inmunidad propia de los altos
funcionarios no constituía un límite para ejercer su jurisdicción (1) y condenó a Taylor
teniendo su condición de jefe de Estado como una circunstancia de agravación punitiva
(2).
a) Improcedencia de la inmunidad
Ya se sintetizó el contexto de la guerra civil en Sierra Leona, conviene ahora
precisar el rol de Taylor quien se mostraba como un mediador ante la comunidad
internacional, pero realmente apoyaba a los combatientes. Por tal razón, la Fiscalía le
imputó once crímenes internacionales en una acusación que, si bien fue objeto de
debate por la inmunidad del acusado, fue confirmada luego por el TESL.
Cuando el conflicto armado en Sierra Leona terminó y se creó el TESL, se
expidió una orden de arresto contra Taylor quien, en agosto de 2003, renunció a la
Presidencia y se exilió en Nigeria. En un inicio, el Presidente de dicho país se negó a
entregarlo a las autoridades, por lo que, hasta el 26 de marzo de 2006, luego de la
solicitud de extradición por parte de Liberia, el acusado fue capturado y transferido
para ser juzgado por el TESL269.
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b) Acusación en firme
En el caso ante el TESL, la Fiscalía acusó a Charles Taylor por once crímenes
que incluían actos de terrorismo, homicidio, violencia sexual, violencia física,
reclutamiento de menores de 15 años, trabajos forzados y saqueos . Según el ente
acusador, dichos crímenes habían sido cometidos materialmente por el RUF y la
coalición AFRC-RUF, pero Taylor era responsable de acuerdo con las diferentes formas
de responsabilidad señaladas en el artículo 6 numeral 1 o, en subsidio, aquellas
consagradas en el artículo 6 numeral 3 del Estatuto6
Entre los delitos imputados están, en primer lugar, los crímenes de lesa
humanidad, en particular el homicidio, la violación, la esclavitud, la esclavitud sexual y
otros actos inhumanos (art. 2 del Estatuto). Se trata de ataques a gran escala, dirigidos
contra la población civil y cometidos de manera sistemática o generalizada, tal como los
ataques a los distritos de Kono, Kenema y Freetown. En segundo lugar, se acusa a
Taylor de reclutar, alistar o usar menores de 15 años para participar activamente en las
hostilidades, grave violación al derecho internacional humanitario.
31
internacional del TESL.
Por otro lado, la Defensa alegaba que el TESL era un tribunal nacional y que la
igualdad soberana prohíbe que un Estado ejerza su autoridad en un territorio extranjero .
El 31 de mayo de 2004, el TESL desestimó la pretensión al considerar que el.
32
de la pena es más relevante en las jurisdicciones nacionales que en las internacionales.
Así, la condena del TESL buscaba influir en la consciencia del acusado, de las
víctimas y de toda la población, con el objetivo de transmitir el mensaje de que las leyes
deben ser obedecidas por todos.
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las circunstancias de agravación punitiva consideradas, a saber, (i) la extraterritorialidad
de los crímenes; (ii) el rol de Taylor como Presidente de Liberia; (iii) la confianza de la
opinión pública que traicionó y (iv) la explotación del conflicto en Sierra Leona para
obtener una ganancia económica, permiten concluir que la posición particular del acusado
como expresidente de Liberia fue determinante al momento de juzgarlo y condenarlo.
En efecto, la Fiscalía lo acusó por planificar; instigar; ordenar; por ser cómplice;
por participar en una empresa criminal conjunta (ECC); y por responsabilidad del
superior. Sin embargo, el procesado sólo fue declarado responsable por ser cómplice y por
planear los once delitos imputados. En un inicio se estudiará la complicidad (A) para
luego ahondar en la planeación y en la instigación (B). Sólo se hará referencia a la
instigación como modalidad desestimada ya que en el segundo capítulo de la presente
monografía se profundizó sobre la ECC y la responsabilidad del superior.
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complicidad en otras jurisdicciones (1) y los elementos objetivos y mentales establecidos
por el TESL (2).
1. APROXIMACIÓN COMPARADA
En los delitos concurren como sujetos activos, los autores y los partícipes. En el
derecho penal de la mayoría de sistemas de tradición civilista, existen tres formas de
participación: el instigador, el cómplice y el proveedor. Por el contrario, en el common
law las formas de participación son el cómplice y el consejero o incitador.
Por su parte, el TPIR utiliza las palabras aid y abet como modalidades que se
refieren a “todos los actos de asistencia que prestan estímulo o apoyo a la comisión de un
crimen”295. En los fallos Akayesu y Semanza, el TPIR estableció que aiding “significa
prestarle asistencia a alguien” para cometer un crimen, mientras que abetting “involucra
facilitar la comisión de un crimen siendo favorable a ello”, por lo que se excluye en
principio la complicidad por omisión.
Sin embargo, el TPIY en el caso Mrkšić afirmó que puede haber aiding y abetting
por omisión y en el caso Furundžija estableció que esta forma de responsabilidad “consiste
en la asistencia práctica, el estímulo o el apoyo moral que tiene un efecto sustancial en la
comisión del crimen” Así, el cómplice debe conocer que sus actos prestarán un apoyo en el
crimen, lo que se distingue de la participación en la empresa criminal conjunta que supone
la intención de participar en el plan común.
Conforme a las diferentes definiciones hasta aquí descritas, el término aiding and
abetting será traducido como complicidad, una forma de responsabilidad en la que el
partícipe de la conducta punible es accesorio al crimen cometido por el principal, con quien
no comparte la intención criminal a pesar de pretender asistir en la comisión del delito.
35
2. Complicidad en el Tribunal Especial de Sierra Leona
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suministrarle a los combatientes equipo para comunicaciones y entrenamiento, apoyo
logístico y médico, refugio y asistencia financiera, lo que aseguró la existencia del grupo, la
continuación de la guerra y la comisión de crímenes internacionales. Inclusive, la Sala
comprobó que el acusado les daba consejos a los líderes del RUF y la coalición AFRC-
RUF en materia de estrategia militar y toma de ciudades.
Una vez estudiados los requisitos objetivos, resulta pertinente referirse a los
elementos mentales de la complicidad como modalidad de participación. Por un lado, que
“el acusado haya ejecutado un acto con el conocimiento de que dicho acto ayudaría a la
comisión de un crimen subyacente, o era consciente de la probabilidad sustancial de que
sus actos asistirían la comisión del crimen subyacente”. Por otro lado, que el acusado “sea
consciente de los elementos esenciales del delito cometido por el autor, incluyendo su state
of mind”309.
Teniendo en cuenta los elementos mentales, el TESL concluyó que Taylor sabía,
gracias a su condición de Presidente de Liberia y de miembro del Comité de los Cinco la
CEDEAO, que los combatientes del RUF y la coalición AFRC-RUF estaban cometiendo
7
Caso Taylor (2012), ob. cit., supra 9, párr. 487. Cfr. AMBOS, Kai. “Individual criminal responsibility”,
TRIFFTERER, Otto. Commentary on the Rome Statute of the International Criminal Court, Segunda Edición,
Nomos, Múnich, 2008, pág. 757
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crímenes contra civiles en Sierra Leona. Además, los reportes que recibía por su cargo y la
amplia cobertura mediática de la guerra, le permitían conocer el state of mind de los autores
de los crímenes y saber que sus actos iban a contribuir a la comisión de los delitos. No
obstante, decidió prestar su asistencia.
1.- Planeación
Otra forma de responsabilidad señalada en el artículo 6 numeral 1, esta vez de
autoría y no de participación, es la planeación de crímenes internacionales. Esta categoría,
es definida como la “formulación de un diseño, acción, procedimiento o acuerdo, por una o
más personas, para la consecución de un crimen particular”, lo que comúnmente se conoce
como autoría intelectual316. Como todas las modalidades ya estudiadas, la planeación
contiene elementos objetivos y subjetivos que deben ser probados por la Fiscalía.
38
consiste en “la intención de cometer un crimen en la ejecución de ese plan” o en “el
conocimiento de la probabilidad sustancial de que un crimen sea cometido” en dicha
ejecución317.
En cuanto al requisito actus reus, la Fiscalía probó que en noviembre de 1998 Sam
Bockarie, líder del RUF, y Charles Taylor se reunieron en Monrovia, capital de Liberia,
para diseñar un plan en el que los combatientes de la coalición AFRC-RUF llevarían a cabo
ataques en los distritos de Kono y Kenema con el objetivo de llegar a la ciudad de Freetown
“por cualquier medio”318. Según testigos, Taylor insistía en que la operación militar debía
ser “temeraria” para presionar la liberación de Foday Sankoh, fundador de RUF entonces
en prisión.
Respecto del elemento mens rea, el TESL utilizó nuevamente el argumento del
cargo oficial del acusado. En efecto, el Tribunal sostuvo que la posición de Taylor como
Presidente de Liberia y miembro del Comité de los Cinco de la CEDEAO le permitían
recibir constantes reportes, gracias a los cuales era consciente de la alta probabilidad de que
los insurgentes cometieran crímenes en la ejecución de plan, aún más si Taylor le daba
instrucciones a Bockarie de desarrollar las operaciones “por todos los medios” y de manera
“temeraria”
En conclusión, la Fiscalía probó más allá de toda duda razonable que Taylor, como
expresidente de Liberia, diseñó una estrategia para el RUF y la coalición AFRC-RUF que
incluía la selección de áreas para atacar. En el desarrollo de los ataques, se cometieron
diversos crímenes internacionales por los cuales el acusado fue condenado324.
2.- Instigación
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probadas en el caso Taylor, conviene referirse a la instigación como modalidad desestimada
por el TESL (art. 6.1 del Estatuto)325. En un inicio se precisará su significado, para
posteriormente señalar sus elementos objetivos y subjetivos.
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improcedencia del cargo oficial para efectos de la responsabilidad penal individual. Sin
embargo, se diferencia de otros casos infructuosos en los que se intentó condenar a altos
funcionarios, pero que terminaron con la muerte del acusado o con la impunidad de los
crímenes. De manera que la condena a Charles Taylor fue la primera en firme contra un
jefe de Estado por apoyar a los insurgentes de otro país, sin haber estado presente en ese
territorio.
En definitiva, que el cargo oficial del acusado sea considerado por el TESL como
una circunstancia de agravación, y no de atenuación punitiva, resulta un avance en la
jurisprudencia penal internacional. Aún más cuando la historia del conflicto en Sierra
Leona muestra que Taylor secretamente apoyaba la continuación de la guerra por motivos
económicos, mientras que abiertamente decía buscar la paz. Así, citando al Fiscal del
TESL, los fallos contra los altos funcionarios permiten concluir que “ninguna persona, sin
importar lo poderosa que sea, está por encima de la ley” pues “con el liderazgo viene no
sólo el poder y la autoridad, sino también la responsabilidad y la rendición de cuentas”8.
8
TESL, Oficina del Fiscal, Prosecutor Hollis Welcomes the Historic Final Judgment in the Charles Taylor
41
CONCLUSIONES
42
estar presente en territorio sierraleonés. Es interesante observar que, del respeto a la
inmunidad propia de los jefes de Estado, el Tribunal pasó a asumir el cargo oficial
como circunstancia de agravación punitiva, teniendo en cuenta que Taylor apoyó la
continuación del conflicto cuando debía, por su cargo, proteger a las víctimas y ser
un ejemplo ante la comunidad internacional.
43
BIBLIOGRAFIA.
Estatuto de Roma, artículo 25, ob. cit., supra 82. Traducción oficial.
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