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Un paso crítico en el cambio de esta concepción dominante lo fue sin duda el trabajo de

Lewis Coser. Este autor desarrolló de manera significativa la idea sobre el papel del
conflicto en la generación del cambio social, pero dio un paso más. El análisis de Coser
resultó trascendente pues significó un punto de bifurcación al tratar de manera directa,
en un texto sociológico, el conflicto como tema fundamental y no como parte de otra
lógica expositiva. A partir de sus ideas el conflicto comenzó reconocerse como
posiblemente funcional, necesario para producir cambios y mejoras en todos los niveles
de la vida social. Es decir, no solo podía ser visto como un mal necesario, sino también
como un bien posible. Además, logró un importante salto al señalar de manera directa la
multiplicidad de formas que puede tomar el conflicto y destacar algunos factores
esenciales en la determinación de la magnitud de la violencia en el conflicto. En
particular presenta dos factores como aquellos que pueden ser relevantes en la
determinación de violencia en un conflicto: el grado de implicación emocional y la
trascendencia de las metas.

Coser (1956) distingue entre conflicto interno (dentro un mismo grupo o sistema social)
y conflicto externo (entre grupos o sistemas sociales culturalmente distinguibles)
reconociendo el impacto diferenciado que puede esperarse de estos conflictos en
términos del alcance y la disposición al uso de la violencia. Desde su visión los
conflictos internos tienden a ser más frecuentes, pero también menos intensos o
tendientes a la violencia, mientras que los conflictos externos son muy violentos
generalmente. La funcionalidad de los conflictos en la vida social es reconocida a través
de destacar su utilidad para llevar a la construcción de normas que permitan la
convivencia y por tanto que facilitan o promuevan la integración social. El cambio
favorecedor de la integración implicará entonces mejoras sociales de beneficio para
muchos.

Los conflictos externos también pueden tener funcionalidades y disfuncionalidades. Las


funcionalidades están asociadas justamente a que compulsan a clarificar y fortalecer las
fronteras grupales, la delimitación de qué elementos definen la pertenencia se hace más
clara. También se hace más eficiente el uso del poder y la jerarquía que organiza el
sistema social.

El desarrollo explicativo de estas ideas sobre la complejidad, diversidad y funcionalidad


del conflicto en la vida social motivó un denodado interés por generar conocimiento
generalizable sobre el conflicto. En este contexto se hace relevante la obra de autores
como Adam Curle, John Burton y Johan Galtung. Estos autores han orientado su trabajo
a explicar el conflicto en aras de establecer bases para su resolución y rompiendo las
barreras entre las perspectivas sociológicas y psicológicas han procurado una
construcción teórica aplicable a todo tipo de situaciones conflictivas. Veamos algunas
de sus aportaciones esenciales.

Curle (1990) hace un análisis de las condiciones que en la evolución de la sociedad han
favorecido la prevalencia del conflicto. Haciendo alusión a la cultura tibetana, reconoce
una estrecha relación entre los tres venenos: ignorancia, odio y codicia. Refiere a su vez
que en la vida social actual prevalece lo que llama "materialismo competitivo". El hecho
de que sea valorado o tenido en mayor estima en términos sociales aquel que tiene más
cosas supone la necesidad de diferenciarse en ese sentido y para ello rivalizar con los
otros desde una perspectiva egoísta. Las propias instituciones que hacen prevalecer el
orden social existente fortalecen o alientan el egoísmo, en particular las grandes
empresas y bancos. También las instituciones militares construyen un espacio social
donde la violencia es legitimada y ofrecen la posibilidad de ejercer dominación y
violencia sin que ello pueda ser evaluado de manera negativa en la vida social. Todos
estos elementos tienen una estrecha relación de fortalecimiento o feedback negativo
(ver figura 1.2) que amplifica su impacto en la vida social.

Otra de las grandes contribuciones que este autor ha logrado realizar a la comprensión
generalista del conflicto está asentada en el análisis de la perdurabilidad de las
posibilidades resolutivas y su dependencia de las relaciones de poder entre las partes. El
nivel de poder de las partes y la conciencia sobre la situación de conflictos son
elementos esenciales. En la medida que una de las partes en un conflicto social con
determinantes estructurales se hace consciente del desbalance de poder es capaz de
estructurar acciones de enfrentamiento que hagan emerger un conflicto (Curle, 1971,
Coleman, 2014). Este despertar o consciencia actúa como un elemento que acrecienta su
poder para influir en la situación y para modificar el desbalance de poder que ha
identificado. El resultado puede llevar a cambios que impliquen la satisfacción de las
necesidades y también la posibilidad de construir modelos de interacción social más
equilibrados o que faciliten un balance de poder entre las partes.

Uno de los exponentes más destacados de las Teorías del Conflicto es Johan Galtung.
Este autor ha desarrollado ideas contribuyentes a la comprensión del conflicto y lo ha
realizado sin trazar una línea divisoria entre el lente micro (del conflicto interpersonal o
grupal) y el lente macro (centrado en explicar procesos de cambio social). Así lo
muestran dos de sus más representativos desarrollos teóricos: el triángulo del conflicto y
la noción compleja de la violencia como sistema.

Galtung (1978) destaca la conducta y la actitud como conceptos estrechamente


relacionados con la situación de conflicto y forman lo que él denomina el triángulo del
conflicto (ver figura 1.3). Los vértices se potencian uno al otro y trazan lo que también
ha sido conocido como el mapa del conflicto, destacando cómo desde la actitud se
genera una conducta que lleva al conflicto. A su vez la existencia o manifestación del
conflicto condicionarán la conducta y la actitud.

En la comprensión del conflicto como un proceso complejo que puede manifestarse de


muy disímiles maneras Galtung (1978, 2017) se detiene en el análisis de la violencia y
distingue la violencia no solo como aquella que se ejerce de manera directa (física o
verbalmente) sino también como violencia estructural y cultural que subyacen a y
determinan la expresión de conflictos donde se llega a producir la manifestación directa
de la violencia. Para suprimir o eliminar la violencia se debe distinguir sus diferentes
formas de manifestación y atender de manera específica a cada una de ellas:

 Modificando el comportamiento conflictivo se puede lograr la eliminación de la


violencia directa.
 Eliminando la injusticia y las contradicciones estructurales se podrá eliminar la
violencia estructural.
 El cambio actitudinal es el único que puede llevar a la eliminación de la
violencia cultural.

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