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Una segunda estrategia para enfrentarse con la agresión, es dirigirla hacia objetivos más

vulnerables y aceptables que la verdadera fuente de la frustración. Este proceso, llamado


desplazamiento, surge con más probabilidades cuando la fuente de la frustración es
poderosa o valorada por el individuo. En vez de afrontar las consecuencias de atacar la
fuente real, los sujetos atribuyen su frustración a otros, de tal manera que puedan
legitimar sus impulsos. Se busca dibujar una "línea enemiga" entre nosotros y los otros,
que permita la construcción de objetivos disponibles para las necesidades agresivas. En
su libro The Functions of Social Conflict, Coser (1956) señaló que la creación de chivos
expiatorios dentro de un grupo, podría ser el resultado de un desplazamiento de la
agresión. Cuando los miembros de un grupo se enfrentan a una crisis, o a un fracaso, el
miedo a ser rechazados o a perder los beneficios de pertenecer al grupo, hacen que el
objeto de nuestros ataques sea un miembro débil del grupo o un outsider, en vez del
grupo en su conjunto. Este proceso puede ser muy destructivo para el chivo expiatorio,
pero permite al grupo permanecer unido y desahogar la energía agresiva. Smith (1989)
señala que, con frecuencia, los conflictos organizacionales se dirigen hacia personas y
problemas que no son los que provocaron la reacción inicial.

Además de los impulsos agresivos, otro producto derivado del conflicto es la ansiedad.
La ansiedad es un estado interno de tensión que surge cuando alguien percibe un peligro
inminente. Aparece cuando un sujeto cree que sus impulsos y necesidades van a ser
frustradas. Debido a que la gente en conflicto anticipa la interferencia de los otros, es
probable que la ansiedad aparezca hasta que se crea que todas las partes están
interesadas en alcanzar acuerdos que satisfagan las necesidades de todos. Si no existe tal
creencia, o si se considera que el otro no acepta sus necesidades como legítimas, la
ansiedad irá creciendo a lo largo del conflicto.

La perspectiva psicodinámica señala otras dos fuentes de ansiedad. La primera de ellas


sugiere que la ansiedad surge del miedo que la gente tiene de sus propios impulsos.
Como ya hemos dicho, muchos impulsos son autodestructivos o contraproductivos. Si la
gente sospecha que está actuando según estos impulsos, se vuelve ansiosa.

La ansiedad también puede surgir de los juicios que la gente hace sobre sí misma. La
gente tiene fuertes tendencias comportamentales basadas en necesidades e impulsos
internos, pero, además, el superyo ofrece la capacidad de juzgar dichos
comportamientos. La ansiedad resulta cuando la gente se siente incómoda con sus
comportamientos y considera que no actuaría normalmente de ese modo. Incluso
desaprobando su comportamiento, la gente puede continuar realizándolo porque
considera que hay algún motivo o razón importante que lo legitima. Pueden, por
ejemplo, estar salvando la cara, o pueden considerar que ciertos métodos cuestionables
se justifican por lo valioso del objetivo a alcanzar. La ansiedad que la gente experimenta
al realizar estos comportamientos que se desaprueban pueden, paradójicamente, impedir
que se dejen de realizar: la ansiedad puede nublar el pensamiento e impedir entender la
ambivalencia.

La ansiedad afecta a la interacción en el conflicto haciendo que los sujetos se muestren


excesivamente rígidos e inflexibles. Bower y Hilgard (1981) utilizaron los principios
psicodinámicos para intentar explicar las tendencias repetitivas o compulsivas que lleva
a los individuos a apegarse a un comportamiento a pesar de sus consecuencias
destructivas. La pura repetición de comportamientos que son desagradables, puede ser
reforzante en sí mismo, ya que la gente alcanza una sensación de dominio de algún tipo
de actividad. El dominio es en sí mismo reforzante, por lo que el comportamiento
continúa a pesar de su probada destructividad. Bower y Hilgard señalan que esta
sensación de dominio, y los comportamientos compulsivos que genera, pueden reducir
la ansiedad. Obviamente, esta explicación iba dirigida a explicar ciertos
comportamientos neuróticos, sin embargo, puede explicar, también los ciclos de
interacción. Los patrones de interacción contraproducentes pueden persistir debido a
que ofrecen una posibilidad de afrontar la ansiedad que los conflictos producen.

Resumiendo, podemos decir que la perspectiva psicodinámica ha generado


importantes insights para la comprensión del conflicto, el más importante de los cuales
es su explicación del papel de los impulsos, especialmente la agresión y la ansiedad, en
el conflicto. La idea de que los impulsos se acumulan y pueden redirigirse hacia otras
actividades, incluidos los ataques a terceras personas, es crucial en muchas de las teorías
del conflicto. La perspectiva psicodinámica reconoce la importancia de muchos
procesos subyacentes, así como la importancia de las actividades sustitutorias, el
desplazamiento, el chivo expiatorio y la inflexibilidad en el conflicto. Finalmente, las
motivaciones inconscientes son importantes, ya que muchos individuos no conocen los
motivos que dirigen sus comportamientos. Una vez que los sujetos conocen cuál es el
motor del conflicto, pueden controlarlo.

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