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LA ACCIÓN HUMANA EN EL MUNDO DE LOS FENÓMENOS EXTERNOS

1. LA LEY DE LA UTILIDAD MARGINAL……………………….………………..


2. LA LEY DEL RENDIMIENTO…………………….……….…………………….
3. EL TRABAJO: FACTOR DE PRODUCCIÓN………………….…………………
4. LA PRODUCCIÓN……………………………………..…….…………………….

1. LA LEY DE LA UTILIDAD MARGINAL

La acción humana ordena y prefiere; comienza manejando números


ordinales, dejando a un lado los números cardinales. Pero, el mundo
externo, en el cual el hombre que actúa debe acomodar su conducta,
es un mundo de soluciones cuantitativas, donde entre causa y efecto
existe relación medible.

El hombre, al actuar, aprecia los bienes según su mayor o menor


idoneidad para, como medios, eliminar malestares. Los bienes que,
por su condición de medios, permiten atender las necesidades
humanas, vistos en su conjunto (desde el ángulo de las ciencias
naturales) son una multiplicidad de cosas diferentes. Pero, el hombre,
los asimila como ejemplares que encajan, unos más y otros menos,
en una misma especie. El hombre al evaluar estados de satisfacción
distintos entre sí ; y apreciar los medios idóneos para alcanzar esos
estados de satisfacción , ordena en una escala , todas las cosas,
contemplándolas sólo en relación a su idoneidad para aumentar su
satisfacción. El placer de alimentarse y el placer de contemplar una
obra de arte son, para el hombre actuante, dos necesidades a
atender, una más urgente y otra menos urgente. Pero, por el hecho
de valorar y actuar ; ambas necesidades se sitúan en una escala de
apetencias que comprende desde las apetencias de máxima
intensidad hasta las apetencias de mínima intensidad. Por lo tanto,
quien actúa ve cosas de diferente utilidad para su personal
bienestar, cosas que, apetece con ansia diferente.

Cantidad y calidad son categorías del mundo externo. Sólo


indirectamente cobran importancia y sentido para la acción humana.
En razón a que cada bien produce un efecto limitado, algunos de los
bienes se consideran escasos, definiéndose como medios. Ya que
son distintos los efectos que producen los diversos bienes; el hombre
(al actuar) distingue diferentes clases de bienes. Ya que la misma
cantidad y calidad de un bien produce idéntico efecto (considerado
cuantitativamente y cualitativamente) la acción humana no diferencia
entre distintas pero idénticas porciones de un bien homogéneo. Pero,
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ello no quiere decir que el hombre atribuya el mismo valor a las
distintas porciones de ese bien. Cada porción se valora
separadamente. A cada porción se le asigna un rango en la escala
de valores. Pero las distintas porciones, de igual magnitud, de un
mismo medio pueden intercambiarse entre sí.

Cuando el hombre opta entre dos o más bienes distintos, ordena en


escala gradual las disponibles porciones individuales de cada uno de
esos bienes. A cada una de esas porciones le asigna un rango. Sin
embargo, esas distintas porciones de cierto bien no tienen, por qué
ocupar puestos inmediatamente sucesivos.

Al actuar (mediante la valoración) se establece ese diverso rango; y


es el actuar lo que efectúa tal ordenación. El tamaño de cada una de
esas porciones consideradas de un mismo rango dependerá de la
situación personal y única ; bajo la cual la persona actúa, en cada
caso. La acción humana se halla enfrentada con varas alternativas,
entre las cuales elige. Tal elección se efectúa entre determinadas
magnitudes de diversos medios. Se denomina unidad a la cantidad
mínima que puede ser objeto de la correspondiente opción. Se
supone que el valor de la suma de las distintas unidades no coincide
con la suma del valor de cada una de esas distintas unidades.

Ejemplo. Un hombre posee 5 unidades del bien a y 3 unidades del


bien b. Atribuye a las unidades de a los rangos 1°, 2°, 4°, 7° y 8°; y
a las unidades de b los rangos 3°, 5° y 6°. Lo anterior significa que,
sí el hombre escoge entre 2 unidades de a y 2 unidades de b,
preferirá perder 2 unidades de a antes que perder 2 unidades de b.
Sí escoge entre 3 unidades de a y 2 unidades de b, preferirá perder
2 unidades de b antes que perder 3 unidades de a. Al valorar el
conjunto de varias unidades, sólo, interesa la utilidad del conjunto,
es decir, el aumento de bienestar dependiente de ese conjunto. Con
ello se trata de estimar la utilidad de poseer cierta porción del
conjunto de varias unidades.

Utilidad equivale a idoneidad causal para eliminar determinado


malestar. El hombre, al actuar, supone que determinado bien va a
aumentar su bienestar ; a esa capacidad denomina utilidad del bien.
Para la Economía, utilidad equivale a la importancia del bien en razón
a su supuesta capacidad para eliminar determinado malestar. El
concepto económico de utilidad (valor de uso subjetivo) se
diferencia del concepto técnico de utilidad (valor de uso objetivo). El
valor de uso objetivo es la relación entre un bien y el efecto que

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produce ese bien. Es al valor de uso objetivo al que se refiere la gente
cuando habla del valor calórico o de la potencia térmica del carbón.
El valor de uso subjetivo no tiene por qué coincidir con el valor de
uso objetivo. Hay bienes a los cuales la gente atribuye valor de uso
subjetivo porque supone erróneamente que tienen capacidad para
producir ciertos efectos deseados. Hay bienes que pueden producir
ciertos efectos deseados, sin embargo, la gente no atribuye ningún
valor de uso, porque ignora su capacidad para producir ciertos
efectos deseados.

Quien formule la teoría del valor y los precios, comenzará por intentar
basarse en el concepto de utilidad. Se supone que la gente valora
los bienes con arreglo a su utilidad.

El hombre, en un determinado lugar y tiempo, bajo específicas


condiciones, elije entre cierta cantidad de oro y cierta cantidad de
hierro. Al decidirse entre una onza de oro y una tonelada de hierro,
su elección no tiene relación con la decisión que tomaría si se
hallara en la improbable situación de elegir entre todo el oro y todo el
hierro porque el hombre, al actuar, nunca se ve en el caso de
escoger entre todo el oro y todo el hierro. Así, la valoración y decisión
que da forma a los precios de mercado del oro y el hierro no
supone elegir entre todo el oro y todo el hierro.

En la práctica, lo único que cuenta para el hombre es ; sí considera


(bajo específicas condiciones concurrentes) la satisfacción que
pueda darle directa o indirectamente una onza de oro mayor o
menor que la satisfacción que pueda darle una tonelada de hierro.
Al decidirse, elige entre dos satisfacciones que no puede disfrutar al
mismo tiempo.

El valor de algunas de sus partes de dos bienes puede diferir del valor
de las cantidades totales de esos dos bienes. Ejemplo. Una persona
que posee 7 gallinas y 7 gatos puede valorar en más un gato que una
gallina ; es decir, que, puesto a elegir ; preferirá entregar una gallina
antes que entregar un gato. Pero, esa misma persona, ante la
alternativa de elegir entre todos sus gatos y todas sus gallinas,
puede preferir quedarse con las gallinas y prescindir de los gatos. No
hay forma de calcular el valor total de un tipo de bienes ; sí sólo se
conocen los valores de sus partes1. No hay forma de calcular el valor

1 No se trata de calcular la utilidad total o el valor total. Ninguna operación racional permite
deducir del valor asignado a una cantidad o a un número de ciertos bienes ; el valor de una
cantidad o un número mayor o menor de esos bienes.

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de una parte; sí solo se conoce el valor total del tipo de bienes. Ni
preferir, ni rechazar ; ni las correspondientes decisiones y elecciones
suponen actos de medición. La acción humana elige entre
alternativas (la acción humana no mide la utilidad o ni mide el valor).
Los conceptos de utilidad total y valor total carecen de sentido, salvo
que se trate de situaciones en las que la persona tena que elegir entre
la totalidad de diversas cantidades. Sólo es oportuno plantear el
problema de qué es más útil, el hierro o el oro ; suponiendo que la
humanidad, hubiera de elegir entre iodo el oro y lodo el hierro. En el
campo del valor y las valoraciones no existe operaciones aritméticas.

El juicio de valor se contrae a aquella cantidad objeto concreto; de


cada acto de elegir. Cualquier conjunto de determinado bien está
compuesto de porciones homogéneas, cada porción es idónea para
rendir ciertos e idénticos servicios, lo que hace que cualquiera de
esas porciones pueda sustituirse por otra porción. Por lo tanto, en el
acto de valorar y preferir es indiferente cuál sea la porción efectiva
que se contemple en ese momento. Cuando se presenta el problema
de entregar una porción; todas las porciones del stock completo se
consideran idénticamente útiles y valiosas. Cuando ese stock
completo disminuye por pérdida de una unidad , la persona resolverá
de nuevo; cómo emplear las unidades del stock restante. Ese stock
restante no rendirá el mismo número de servicios que rendía el stock
completo. Aquella unidad que (bajo este nuevo planteamiento) deja
de cubrirse; es para la persona, la unidad menos urgente de todas
las unidades que previamente cabía alcanzar con el stock completo.
La satisfacción que derivaba del uso de esa unidad destinada a tal
empleo era la menor satisfacción de las satisfacciones que podía
proporcionarle cualquiera de las unidades del stock completo. Por lo
tanto, sólo el valor de esa satisfacción marginal es el valor que la
persona analizará cuidadosamente cuándo renuncie a una unidad del
stock completo. Al enfrentarse con el problema de qué valor debe
atribuirse a una porción de cierto conjunto homogéneo; la persona
decide de acuerdo con el valor del cometido de menor interés; que
atendería con una unidad; si tuviera a su disposición todas las
unidades de ese conjunto homogéneo; es decir, decide tomando en
cuenta la utilidad marginal.

Supongamos a una persona en la disyuntiva de entregar una unidad


de su stock de a o una unidad de su stock de b. En esa disyuntiva,
no compara el valor total del stock de a con el valor total del stock de
b; sólo compara los valores marginales de a y de b. Aunque tal vez

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valore en más la cantidad total de a que la cantidad total de b ; el
valor marginal de b puede ser más alto que el valor marginal de a.
Ese mismo razonamiento económico “ilustra” el supuesto en que
aumenta la cantidad disponible de un bien ; mediante la compra de
una o más unidades adicionales2.

Razonamos económicamente, cuando afirmamos : el destino que la


persona da a cierta porción de un conjunto compuesto por n
porciones (destino que no sería atendido sí esa persona sólo
dispusiera de n-1 porciones, manteniendo constante las restantes
circunstancias) es el destino menos urgente de ese bien, o sea, es
su utilización marginal. Por eso, consideramos marginal la utilidad
derivada del uso de ese bien3. Esta conclusión se deduce de que el
hombre actúa (valora y prefiere) ; y posee n unidades de un conjunto
homogéneo, en el primer caso; y posee n-1 unidades en el segundo
caso. La afirmación es de orden formal y apriorístico ; no se ampara
en la experiencia.

Existen “diversas y sucesivas etapas intermedias” entre aquella


situación de malestar que impulsa al hombre a actuar y aquella
situación que, una vez alcanzada, eliminaría toda nueva actuación
(ya sea por haberse logrado un estado de perfecta satisfacción ; ya
sea porque el hombre se considera incapaz para producir ninguna
posterior mejoría en su situación). Existen diversas y sucesivas
etapas intermedias en nuestra asintótica aproximación hacia aquella
situación después del cual ya no hay nueva actuación. La ley de la
utilidad marginal está implícita en la categoría de la acción humana.
Es el reverso de la afirmación según la cual : preferimos lo que
2 La economía, para describir esas realidades, no recurre a la terminología de la psicología,
porque la economía no se ampara en razonamientos y argumentaciones de condición
psicológica. Cuando decimos que los actos de elección dependen del valor que (en cada caso)
corresponda a la necesidad concreta de que se trate (prescindiendo de la clase en que pueda
hallarse catalogada esta necesidad) en nada ampliamos nuestro conocimiento ni viene a ser este
conocimiento más general o fundado. Sólo recordando la importancia que tuvo la supuesta
contradicción entre 2 leyes del valor en la historia del pensamiento económico, comprenderemos
por qué se habla de clases de necesidades al abordar el tema. Los economistas usaron el
término «clases de necesidades» para refutar las objeciones opuestas a sus ideas; por quienes
consideraban el pan más valioso que la seda, sobre la base de que la clase «necesidad de
alimentos» tenía mayor importancia vital que la clase «necesidad de vestidos lujosos». Es
innecesario recurrir al concepto de «clases» de necesidades. Tal idea nada significa para la
acción ni para la teoría del valor; además, puede inducir a error y confusión. Los conceptos y las
clasificaciones son herramientas mentales; cobran sentido y significado sólo en el contexto de
las teorías correspondientes. A nada conduce el agrupar las diversas necesidades en «clases»
para, después, concluir que tal ordenación se halla desprovista de interés en el terreno de la
teoría del valor.
3 La ley de la utilidad marginal y del valor marginal decreciente nada tiene que ver con la ley de
la saturación de las necesidades de Gossen. AI hablar de la utilidad marginal no nos interesamos
por el goce sensual ni por la saturación o la saciedad.

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satisface en mayor grado a lo que satisface en menor grado. Si las
existencias a nuestra disposición aumentan de n-1 unidades a n
unidades, esa aumentada unidad será utilizada para atender una
situación menos urgente que la situación menos urgente de todas las
situaciones que habían sido atendidas con esas n – 1 unidades.

La ley de la utilidad marginal se interesa por la idoneidad de los


bienes para promover el bienestar del hombre, según él lo entiende,
en cada momento y ocasión. Se ocupa del valor que el hombre
atribuye a los servicios que espera obtener de los bienes. Se refiere
al valor de uso subjetivo.

Puede suceder que el uso de cierta cantidad irreducible de n


unidades del bien a proporcione una mayor satisfacción que la
satisfacción que proporciona los servicios de una unidad del bien b.
Sí la cantidad de a es menor a esa cantidad de n unidades ; a sólo
puede usarse en otro cometido, menos apreciado que el cometido
que gracias a b puede ser atendido. En tal situación, el que la
cantidad de a aumente de n-1 unidades a n unidades parece
aumentar el valor atribuido a la unidad del bien a. Ejemplo. Sí una
persona dispone de 100 dólares, tal vez, por otros 10 dólares, se
negara a prestar cierto servicio. Pero, si ya dispusiera de 100 dólares
y deseara urgentemente comprar un bien indivisible que cuesta 120
dólares, seguramente prestaría ese servicio por 10 dólares. Ejemplo.
Supongamos que una cabaña construida con 100 maderas puede
proteger de la lluvia mejor que un impermeable. Si una persona
posee 30 maderas, únicamente podría construir un lugar que sólo le
proteja de la humedad del suelo. De ahí que, sí esa persona posee
95 maderas, cambiaría su impermeable por otras 5 maderas. Pero,
si posee sólo 10 maderas, no cambiaría su impermeable ni por otras
20 maderas. Lo expuesto concuerda con la ley de la utilidad marginal
donde el valor de las cosas depende de la utilidad del servicio que
puedan proporcionar esas cosas.

La gente se afana por satisfacer las necesidades más urgentes antes


que las necesidades menos urgentes. La gente al valorar, optar y
actuar trata de comparar, es decir, trata de preferir y rechazar.

La teoría de la utilidad marginal se formula manejando las categorías


de fines y medios.

Si se desea curar una enfermedad tomando cierta cantidad de


remedio, no se obtendrá un mejor resultado multiplicando la dosis.

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Ese excedente no produce mayor efecto que la dosis apropiada
(porque esa dosis apropiada de por sí, ya provoca el resultado
óptimo) o produce efectos nocivos. Lo mismo sucede con toda clase
de satisfacciones ; si bien, el estado óptimo se alcanza mediante la
administración de elevadas dosis, tardándose en llegar a aquel límite
que, sobrepasado, cualquier posterior aumento; produce efectos
nocivos. Ello sucede, porque nuestro mundo se halla regido por la
causalidad, existiendo relación cuantitativa entre causa y efecto,
Quien desee eliminar el malestar que causa el vivir en un dormitorio
a baja temperatura, procurará caldearla4 para alcanzar los 20°. Para
la Economía sólo cuenta la circunstancia de que el hombre, al actuar,
elige entre alternativas; hallándose cercado por disyuntivas; no tiene
más remedio que elegir y elige, prefiriendo una entre varias
posibilidades, por cuanto (aparte de otras razones) el hombre opera
en un mundo cuantitativo, en un mundo que incluye el concepto de
cantidad.

Confunden la utilidad marginal con la ley psicofísica de Weber-


Fechner “que sólo analiza cuidadosamente los medios idóneos para
alcanzar cierta satisfacción, ignorando la propia satisfacción en sí”.
De haberse meditado con cuidado, no se habría incurrido en el error
de “pretender explicar el deseo de abrigarse aludiendo a la
decreciente intensidad de la sensación provocada por un sucesivo
aumento del correspondiente estímulo”. El que una persona no
desee elevar la temperatura de su dormitorio a 20° nada tiene que
ver con la intensidad de la sensación de calor. Tampoco cabe
explicar, recurriendo a las ciencias naturales ; el que esa persona no
caliente su dormitorio a la temperatura que lo hacen los demás
(temperatura que, probablemente, también le apetecería a esa
persona) si no fuera porque prefiere comprarse una Lap Top o asistir
a la final de un campeonato de futbol. Sólo los problemas
relacionados al valor de uso objetivo se analizan mediante los
métodos de las ciencias naturales; pero, cosa distinta es el
“aprecio” que la persona conceda a ese valor de uso objetivo ; al
actuar, en cada circunstancia.

2. LA LEY DEL RENDIMIENTO

4 Esa realidad no afecta a la psicología; la psicología para explicar esa realidad se limita a
consignar, como hecho dado, que los hombres prefieren la vida y la salud a la muerte y la
enfermedad. Nada tiene que ver con la ley psicofísica de Weber-Fechner el que el interesado no
busque temperaturas de 70° o 90°. Ernest Weber decía que el aumento de toda sensación
humana exigía más que proporcional aumento del correspondiente estímulo. Gustav Fechner
decía que para aumentar en proporción aritmética una sensación es necesario reforzar el
estímulo en relación geométrica.

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En el campo de los bienes de consumo, el que los efectos que causa
cada bien se midan cuantitativamente, implica que una cantidad a (un
helado en única y específica ocasión o una taza a lo largo de un
período de tiempo) causa una cantidad α efecto. En el campo de los
bienes de producción, esa relación cuantitativa supone que una
cantidad b causa una cantidad β efecto, siempre y cuando concurra
un factor complementario c causa con su efecto γ ; sólo mediante los
efectos concertados de β y γ se produce la cantidad p de un bien de
consumo D. En este caso, se manejan 3 cantidades : b y c de los 2
bienes de producción complementarios B y C , y p del bien de
consumo D.

Manteniendo constante la cantidad b, consideramos óptima la


cantidad c que provoca el máximo valor de la expresión p/c. Si a ese
máximo valor p/c se llega mediante el uso de diversas cantidades de
c ; consideramos óptima aquella cantidad de c que produce la mayor
cantidad de p. Cuando los 2 bienes de producción complementarios
se usan en esa cantidad óptima, ambos están dando el máximo
rendimiento; su poder de producción, su valor de uso objetivo, está
siendo plenamente utilizado; ninguna parte se desperdicia.

Si nos desviamos de esa combinación óptima aumentando la


cantidad de C manteniendo constante la cantidad de B; el
rendimiento será mayor, pero no en grado proporcional a ese
aumento de la cantidad de C.

En el caso de aumentar la producción de p a p1 aumentando la


cantidad de uno de esos 2 factores complementarios ( es decir,
sustituyendo c por cx, siendo x>1) tendríamos p1 > p y p1c < pcx.
Sí fuera posible compensar cualquier disminución de b con un
aumento de c, de tal forma que p no variara, ello supondría que la
capacidad de producción de B era ilimitada ; en tal supuesto, B no
sería un bien escaso; es decir, no sería un bien de producción.
Carecería de importancia para la actividad productiva; el que la
cantidad de B fuera menor. Incluso una cantidad infinitesimal de B
sería suficiente para producir cualquier cantidad de D, siempre y
cuando se contara con una suficiente cantidad de C.
Sí no aumenta la cantidad de C, por más que aumentara B ; no
aumentaría la producción de D. Todo el rendimiento del proceso se
atribuiría a C ; y B no sería un bien de producción.

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Un factor producción capaz de proporcionar servicios ilimitados es el
conocimiento de cualquier relación de causalidad. La fórmula, que
nos enseña a condimentar el ceviche, una vez conocida, rinde
servicios ilimitados. Por mucho que se emplee, no pierde su
capacidad de producción; estamos ante una inagotable capacidad
productiva, la cual, consecuentemente, deja de ser un bien de
producción. Por eso, el individuo actuante nunca se halla ante el
dilema de tener que optar entre el valor de uso de una fórmula
conocida y el valor de uso de cualquiera otra cosa útil.

La ley del rendimiento dice que existen combinaciones óptimas de


los factores de producción. El desviarse de esa combinación óptima,
aumentando el uso de uno de los factores intervinientes, no
aumentará el efecto deseado, o en caso de aumentar, no aumentará
proporcionalmente a aquel aumento de ese factor de producción.
La ley del rendimiento es consecuencia del hecho de que sólo si los
efectos del aumento de los factores de producción son
cuantitativamente limitados ; se considerará económico ese
aumento de los factores de producción.

Que existen esas combinaciones óptimas es lo que dice esta ley,


denominada ley del rendimiento decreciente. Hay problemas, a los
que esa ley no se refiere ; problemas que sólo son resueltos a
posteriori mediante la observación experimental.

Supuesto. Sí el efecto causado por cierto factor es indivisible; será


óptima aquella única combinación que produce el efecto deseado.
Ejemplo. Para teñir una casaca de cuero, se necesita cierta cantidad
de tinte. Una cantidad mayor o menor de tinte frustraría el objetivo
deseado. Quien tuviera más tinte del necesario se vería obligado a
no usar el excedente. Quien tuviera una cantidad insuficiente, sólo
podría teñir parte de la casaca. La condición decreciente del
rendimiento, ocasiona que carezca de utilidad ese excedente de
tinte, la cual, en ningún caso, podría ser usada, porque frustraría el
objetivo deseado.

Supuesto. Para producir el menor efecto aprovechable, se necesita


una cantidad mínima de factor de producción. Entre ese menor efecto
aprovechable y el óptimo existe un margen dentro del cual ; el
aumento de las cantidades invertidas provoca un aumento de la
producción proporcional o más que proporcional a ese aumento de
las cantidades invertidas. Ejemplo. Una máquina, para funcionar,
exige un mínimo de lubricante. Solo la experiencia técnica podrá

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indicarnos si, por encima de ese mínimo de lubricante; una mayor
cantidad de lubricante aumenta el rendimiento de la máquina de un
modo proporcional o más que proporcional a esa mayor cantidad de
lubricante.

La ley del rendimiento no resuelve los problemas : 1° Si la dosis


óptima es o no la única dosis idónea para provocar el efecto deseado.
2° Si existe o no un límite definido, traspuesto ese límite, carece de
utilidad todo aumento de la cantidad del factor variable usado. 3° Sí
la baja de la producción, que provoca el alejarse de la combinación
óptima (o sí el aumento de la producción, que provoca el
aproximarse a la combinación óptima) es o no proporcional al
número de unidades del factor variable manejado en cada caso.

Estos problemas se resuelven mediante la observación experimental.


No obstante, ello, la ley del rendimiento en sí (la afirmación de que
existen esas combinaciones óptimas) es válida a priori.

La ley maltusiana de la población y los conceptos de superpoblación,


subpoblación y de población perfecta (conceptos derivados de esa
ley) suponen aplicar la ley de rendimiento a un caso especial. Esa
aplicación pondera los efectos de variar el número de trabajadores
disponibles (suponiendo constante las demás circunstancias
concurrentes). Por cuanto intereses políticos aconsejaban
desvirtuar la ley de Malthus, la gente atacó con argumentos
ineficaces, la ley del rendimiento, la cual, sólo conocían como la ley
del rendimiento decreciente de la inversión de capital y trabajo en el
factor tierra. La ley de rendimiento no se contrae sólo al problema de
la inversión de capital y trabajo en el factor tierra. Los esfuerzos, para
refutar la ley de rendimiento y para demostrar la validez de sus
argumentos, mediante investigaciones históricas y experimentales
de la producción agrícola ; a nada conducen. Quien pretenda refutar
la ley de rendimiento deberá explicar por qué los agricultores pagan
precios por la tierra, Si no fuese exacta la ley de rendimiento, el
agricultor nunca pretendería ampliar la extensión de su terreno. Más
bien tendería a aumentar indefinidamente el rendimiento de su
terreno, multiplicando la inversión de capital y trabajo en su terreno.

La ley de rendimiento decreciente se cumple en la producción


agrícola e industrial, Al aproximarse el proceso de producción hacia
la combinación óptima, a base de aumentar el uso de un factor de
producción (manteniendo constante los demás factores de
producción) la producción aumenta en grado proporcional o, más que

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proporcional al aumento del número de unidades usadas de ese
factor de producción. Ejemplo. Una máquina ; manejada por 2
obreros, produce p; manejada por 3 obreros, 3 p, por 4 obreros, 6p;
por 5 obreros, 7p; y por 6 obreros, también 7p. En tal supuesto, el
utilizar 4 obreros supone obtener el rendimiento óptimo por obrero,
es decir 6/4 p, mientras que, en los restantes supuestos, los
rendimientos son, respectivamente, 1/2 p, p, 7/5 p y 7/6 p. Al pasar
de 2 a 3 obreros, los rendimientos aumentan más que
proporcionalmente al número de obreros empleados; la producción
aumenta en la proporción 1 : 3 : 6. Nos hallamos ante un caso de
rendimiento creciente por obrero.

Si una empresa se desvía de esa combinación óptima de los factores


empleados, opera de modo más ineficiente que aquella otra empresa
cuya desviación de la combinación óptima es menor. En la agricultura
y la industria, se emplean factores de producción que no pueden ser
subdivididos a voluntad. De ahí que, en la industria, se alcance más
fácilmente la combinación óptima ampliando (que reduciendo) las
instalaciones. Si la unidad mínima de uno o varios factores es
excesivamente grande para poder ser explotada del modo más
económico en una empresa pequeña o mediana, la única solución
para lograr el aprovechamiento óptimo de esos factores, está en
ampliar las instalaciones. Vemos en qué se basa la superioridad de
la producción en gran escala. Más adelante, al analizar el problema
de los costos, advertiremos la importancia de este problema.

3. EL TRABAJO: FACTOR DE PRODUCCIÓN

Trabajar es aprovechar las funciones y manifestaciones fisiológicas del


hombre. El hombre trabaja cuando aprovecha esa potencialidad que encierra la
energía y los procesos fisiológicos para conseguir fines externos (ajenos) a esos
procesos fisiológicos y al rol que desempeñan esos procesos fisiológicos (con
respecto a la propia vida). El hombre trabaja cuando se sirve de la capacidad y
fuerza para eliminar (en cierta medida) malestares, explotando deliberadamente
su energía vital (es decir, explotando espontánea y libremente sus facultades
físicas y nerviosas que dispone). El trabajo es un medio.
Gozamos de limitada cantidad de energía disponible; y cada unidad de esa
capacidad laboral produce efectos limitados5.

Trabajar es penoso. Se considera más agradable el descanso que el trabajo. Se


prefiere el ocio al trabajo (manteniendo constante las restantes circunstancias).

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Si no fuera así, el trabajo abundaría sin límite; no sería escaso y, consecuentemente, no podría
considerarse como medio para eliminar el malestar, ni podría ser administrado como medio.

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La gente trabaja solamente cuando valora en más el rendimiento que le va a
proporcionar el correspondiente trabajo que el bienestar del ocio. Trabajar
molesta.
A los hombres lo que más les agrada es la diversión y el descanso; por eso
contemplan su propia capacidad laboral de modo distinto a como ponderan la
potencialidad de los factores materiales de producción. Cuando se trata de
trabajar, el hombre analiza, si no habrá algún otro objetivo (aparte de ese objetivo
contemplado) más atractivo en el cual invertir la correspondiente capacidad
laboral; pero, además pondera sí no le sería mejor abstenerse de trabajar. Cabe
expresar el mismo razonamiento; considerando el ocio como un objetivo a la que
tiende la acción humana. Pero, este razonamiento nos hace ver que el ocio (a la
luz de la teoría de la utilidad marginal) se considera como otro bien de consumo,
lo que permite concluir que la primera unidad de ocio satisface un deseo más
urgentemente sentido que el atendido por la segunda unidad; a su vez, esta
segunda unidad provee a una necesidad más apremiante que la correspondiente
a la tercera unidad, y así sucesivamente. La lógica consecuencia que resulta de
lo anterior es que aumenta la incomodidad personal causada por el trabajo a
medida que se trabaja más, agravándose con la inversión laboral extra.

El hombre deja de trabajar cuando considera que la utilidad de seguir trabajando


no compensa suficientemente el bienestar apropiado por el trabajo extra.
Dejando de lado la disminución del rendimiento que provoca la creciente fatiga;
quien trabaja, compara cada porción de tiempo trabajado con la cantidad de
producto que va a reportarle las sucesivas aportaciones laborales. Pero la
utilidad de lo conseguido decrece a medida que trabaja más; y mayor es la
cantidad de producto obtenido. Mediante las primeras unidades de trabajo se
satisface necesidades superiormente valoradas que aquellas otras
satisfacciones atendidas merced al trabajo posterior. De ahí que esas
necesidades cada vez menormente valoradas pronto puedan considerarse
compensación insuficiente para seguir trabajando en razón a la fatiga (aun
admitiendo que no descendiera, al paso del tiempo, la productividad).

La tendencia a invertir las porciones aún no empleadas del potencial laboral


(manteniendo constante las demás condiciones) disminuye a medida que se va
incrementando la aportación de trabajo. El que progrese esa disminución de la
voluntad laboral con una aceleración mayor o menor depende de las
circunstancias económicas concurrentes.

Esa molestia del esfuerzo laboral explica por qué aparece la generalizada
tendencia a acortar horarios, al incrementarse la productividad del trabajo
(gracias al progreso técnico y a los mayores recursos de capital disponibles).
Entre los placeres que (en mayor abundancia) puede disfrutar la gente, está el
placer de dedicar más tiempo al descanso y al ocio. En este sentido cabe dar
respuesta a la interrogante, de si el progreso económico habría o no hecho más

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felices a la gente. De ser la productividad del trabajo menor de lo que es, en el
mundo actual; la gente, o habría de trabajar más, o habría de renunciar a
numerosas comodidades de las que hoy disfruta. No obstante, conviene
destacar que los economistas, al dejar constancia de lo anterior, no suponen
que el único medio para alcanzar la felicidad consista en: gozar del máximo alivio
material, vivir lujosamente o disponer de más tiempo libre. Atestiguan una
realidad; que el incremento de la productividad del trabajo permite a la gente
proveerse en forma más cumplida de cosas que les complacen.
La idea, según la cual la gente prefiere lo que más Ie satisface a lo que menos
Ie satisface, apreciando las cosas sobre la base de su utilidad, no necesita de
ser completada, ni enmendada, con alusión a la incomodidad del trabajo; pues
en lo anterior se halla implícito; que el hombre preferirá el trabajo al ocio sólo
cuando desee más ansiosamente el producto que ha de reportarle la
correspondiente labor que el disfrutar de ese descanso al que renuncia.

La singular posición que ocupa el factor trabajo en el mundo deriva de su


carácter no específico. Los factores primarios de producción que brinda la
naturaleza (todas aquellas cosas y fuerzas naturales que el hombre puede
emplear para mejorar su situación) poseen específicas virtudes y
potencialidades. Para alcanzar ciertos objetivos hay factores que son los más
idóneos; para alcanzar otros objetivos, esos factores son menos idóneos;
existiendo, por último, objetivos para cuya consecución son totalmente
inadecuados. Pero el trabajo es factor apropiado (a la par que indispensable)
para realizar cualquier proceso o sistema de producción imaginables.

Sin embargo, no cabe, generalizar al hablar del trabajo. Los hombres, y


consecuentemente su respectiva capacidad laboral, son diferentes. El trabajo
que un individuo es capaz de realizar convendrá más para determinados
objetivos, mientras que para otros objetivos será menos apropiado, resultando,
inadecuado para la ejecución de terceros objetivos. Los hombres suministran
determinadas clases de trabajo. Se pagan salarios por la correspondiente obra
realizada, mediante trabajos ampliamente diferenciados entre sí (consideradas
cuantitativa y cualitativamente). Cada particular producción exige utilizar
aquellos trabajadores que sean capaces de ejecutar el trabajo requerido. No es
permisible despreciar las diferencias cualitativas de los diferentes trabajos.
Resulta diferente la obra que pueden realizar las distintas personas por cuanto
las personas no son iguales entre sí y, sobre todo, la destreza y experiencia
adquirida en el transcurso de la vida viene a diferenciar aún más la respectiva
capacidad de las distintas personas.

Cuando afirmábamos el carácter no específico del trabajo queríamos destacar


que las diferencias entre las distintas clases de trabajo requerido por la
producción de los diversos bienes son mayores que las diferencias entre las

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cualidades innatas de los hombres 6. La innata desigualdad no quiebra la
uniformidad y homogeneidad del hombre hasta el punto de dividir en
compartimentos estancos la oferta de trabajo. Por eso, la oferta potencial de
trabajo para la ejecución de cualquier obra excede a la efectiva demanda del tipo
de trabajo de que se trate. Las disponibilidades de cualquier clase de trabajo
especializado podrán ser incrementadas mediante la sustracción de gente de
otro sector, preparándolas convenientemente. La posibilidad de atender
necesidades no se halla permanentemente coartada, en esfera productiva, por
la escasez de trabajo especializado. Esa escasez puede registrarse sólo a corto
plazo. En el largo plazo, es posible suprimirla mediante el adiestramiento de
personas que gocen de las requeridas condiciones innatas.

El trabajo es el más escaso de todos los factores primarios de producción;


porque carece de carácter específico; y, porque toda clase de producción
requiere la inversión de trabajo. De ahí que la escasez de los demás factores
primarios de producción (los factores de producción de carácter no humano, que
proporciona la naturaleza) surja en razón a que no pueden utilizarse
plenamente, en tanto en cuanto exijan consumir trabajo, aunque tal concurso
laboral sea mínimo. Por eso, las disponibilidades de trabajo determinan, la
proporción en que cabe aprovechar (para la satisfacción de las necesidades) el
factor naturaleza, cualquiera que sea su forma o presentación.

Si la oferta de trabajo aumenta, la producción también aumenta. El esfuerzo


laboral siempre es valioso; pues en ningún caso deja de ser útil para adicional
mejoramiento de las condiciones de vida. En la bolsa del trabajo de una
sociedad de mercado hay compradores para toda capacidad laboral que se
ofrezca. La superflua abundancia de trabajo sólo puede registrarse, de modo
transitorio, en algún sector, induciéndose a ese trabajo sobrante a acudir a otros
sectores, con lo que se amplía la producción en lugares anteriormente menos
atendidos. Un aumento de la cantidad de tierra disponible (manteniendo
constante las restantes circunstancias) sólo permitiría ampliar la producción
agrícola si esas tierras adicionales fueran de mayor fertilidad que las tierras ya
disponibles. Lo mismo ocurre con respecto al equipo material destinado a futuras
producciones. Porque la utilidad o capacidad de servicio de los bienes de capital
depende, igualmente, de que puedan contratarse los correspondientes
trabajadores. Sería antieconómico explotar existentes dispositivos de producción
si el trabajo a invertir en su aprovechamiento pudiera ser empleado mejor en
otros cauces que permitieran atender necesidades más urgentes.

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prescindimos de la labor creadora del genio; el trabajo del genio cae fuera de la órbita de la
acción humana ordinaria; viene a ser como un genial regalo del destino que recibe la humanidad,
de vez en cuando; y de las barreras institucionales que impiden a alguna gente ingresar en
ciertas ocupaciones y tener acceso a las enseñanzas que ellas requieren.

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Los factores de producción complementarios se emplean en la cantidad que
autorizan las existencias disponibles del más escaso de esos factores.
Supongamos que la producción de una unidad de p requiere el empleo de 7
unidades de a y de 3 unidades de b (no pudiendo emplearse ni a ni b en distinta
producción de p). Si disponemos de 49 a y de 2.000 b, sólo 7 p cabe producir.
Las existencias de a predeterminan la cantidad de b que puede ser empleada.
Solo a se considera factor de producción; sólo por a se hallaría la gente dispuesta
a pagar precios; el precio de p será función de lo que cuesta 7 unidades de a.
Por su parte, b no sería factor de producción; no cotizaría precio, ya que una
parte de las disponibilidades no se emplearía.

En el mundo en que vivimos; el trabajo es el más escaso que los factores


materiales de producción disponibles. Por el momento, sólo interesa destacar
que hay factores materiales de producción, los cuales no pueden ser explotados,
por cuanto el trabajo requerido se necesita para atender necesidades más
urgentes. En nuestro mundo hay insuficiencia, de potencia laboral, existiendo por
este motivo tierras, yacimientos e incluso fábricas e instalaciones sin explotar, es
decir, factores materiales de producción inaprovechados.

Esta situación cambiaría merced a un aumento tal de la población, que permitiera


que fueran plenamente explotados cuantos factores materiales pudiera requerir
esa producción alimenticia imprescindible para la conservación de la vida. No
siendo ése el caso. La presente situación no puede variarse mediante progresos
técnicos en los métodos de producción. La sustitución de unos sistemas por otros
sistemas más eficientes no hace que el trabajo sea más abundante mientras
queden factores materiales inaprovechados, cuya utilización incrementaría el
bienestar humano. Antes al contrario, esos progresos vienen a ampliar la
producción y, por ende, la cantidad de bienes de consumo disponible. Las
técnicas economizadoras de trabajo militan contra la indigencia. Pero no
ocasionan desempleo tecnológico.

Todo producto es el resultado de invertir, conjuntamente, trabajo y factores


materiales de producción. El hombre administra el trabajo y los factores
materiales de producción.

TRABAJO INMEDIATAMENTE REMUNERADO Y TRABAJO


MEDIATAMENTE REMUNERADO

El trabajo recompensa mediatamente a quien trabaja, es decir, le permite


librarse de aquel malestar cuya eliminación constituía la meta de su actuación.
Quien trabaja prescinde del descanso y se somete a la incomodidad del trabajo
para disfrutar de la obra realizada (o de lo que otros estarían dispuestos a darle
por ella). La inversión de trabajo es (para quien trabaja) un medio que le permite
alcanzar ciertos fines (es un premio que recibe por su aporte laboral).

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Hay casos en los que el trabajo recompensa inmediatamente a la persona. La
persona obtiene (del propio trabajo) una satisfacción íntima. El rendimiento es
doble. Disfruta: del producto; y del placer que le proporciona el propio trabajo.

Tal circunstancia ha inducido a la gente a incurrir en errores, sobre los cuales se


ha pretendido basar planes de reforma social. Uno de los dogmas del estatismo
consiste en suponer que el trabajo es penoso y desagradable sólo en el sistema
capitalista de producción, mientras que bajo el estatismo será pura delicia.
Conviene advertir que el socialismo científico llegan a decir que la gran obra del
régimen proletario consistirá en transformar la penosidad del trabajo en placer.

Las actividades que proporcionan complacencia inmediata y por tanto,


constituyen fuentes directas de placer y deleite no coinciden con el trabajo y la
actuación laboriosa.

Ejemplo. Salir un domingo a remar por diversión en el lago se asemeja al


pescador artesanal sólo cuando la operación se contempla desde el punto de
vista de la hidromecánica. Ambas actividades, ponderadas como medios para
alcanzar determinados fines, son diferentes como la canción cantada por un
peatón lo es de esa misma composición cantada por un cantante. El
despreocupado remero y el peatón cantor derivan de sus actividades una
recompensa inmediata. En su consecuencia, lo que practican no es trabajo, al
no tratarse de aplicar sus funciones fisiológicas al logro de fines ajenos al simple
ejercicio de esas mismas funciones. Su actuación es un placer. Constituye fin en
sí misma; se practica por sus propios atractivos, sin derivar de ella ningún
servicio posterior. No tratándose de una actividad laboral, no cabe denominarla
trabajo inmediatamente remunerado.

Hay casos de auténtico trabajo inmediatamente remunerado. Ciertas clases de


trabajo, en pequeñas dosis y bajo condiciones especiales, proporcionan
satisfacción inmediata, Sin embargo, esas mencionadas dosis han de ser tan
reducidas que carecen de trascendencia en un mundo integrado por la
producción orientada a la satisfacción de necesidades. El trabajo se caracteriza
por su penosidad. La gente intercambia el trabajo, generador de malestar, por el
producto del trabajo; el trabajo constituye una fuente de recompensa mediata.

En aquella medida en que cierta clase de trabajo: en vez de malestar, produce


placer; y, en vez de incomodidad, produce gratificación inmediata, su ejecución
no percibe salario. Antes al contrario, quien lo realiza, el trabajador, habrá de
comprar el placer y pagarlo. La caza fue y es aún para muchas personas un
trabajo normal, generador de incomodidades. Hay personas para quienes
constituye puro placer. Los aficionados al arte de la caza de venados pagan
importantes sumas al propietario de la zona por concederles el derecho a

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perseguir un cierto número de venados de un tipo determinado. El precio de tal
derecho es independiente del precio que hayan de pagar por las piezas
cobradas. Cuando ambos precios van ligados, el monto excede lo que cuesta la
caza en el mercado. Resulta que un venado, entre peñascos y precipicios, tiene
mayor valor de un venado que después de haber sido cazado y transportado al
valle, donde es posible aprovechar su carne, su piel y sus cuernos, pese a que,
para cobrar el venado, se gasta equipo y munición, tras penosas escaladas. Por
tanto, cabría decir que uno de los servicios que un venado vivo presta es el
servicio de proporcionar al cazador el gusto de cazarlo.

EL GENIO CREADOR

Muy por encima de los millones de personas, se elevan los genios, aquellos
hombres cuyas actuaciones e ideas abren caminos nuevos a la humanidad.
Crear constituye, para el genio creador, la esencia de la vida Para él, vivir
significa crear.
Las actividades del genio creador no pueden ser encuadradas en el concepto
Económico de trabajo; no constituyen trabajo, ya que, para el genio son fines en
sí mismos; pues él sólo vive para crear e inventar. Para él no hay descanso; sólo
sabe de pausas en la labor (en momentos de frustración y esterilidad). Lo que le
impulsa es operación misma de provocar el resultado. La obra no le recompensa
mediatamente, ya que sus semejantes, en el mejor de los casos, no se interesan
por ella y, lo que es peor, la reciben con burla, insulto y persecución. Muchos
genios podrían haber empleado sus personales dotes en procurarse una vida
agradable y placentera; pero ni siquiera se plantearon tal alternativa, optando por
un camino lleno de espinas. El genio quiere realizar lo que considera su misión,
aun cuando comprenda que tal conducta puede llevarle al desastre.

Tampoco obtiene el genio satisfacción inmediata de sus actividades creadoras.


Crear para él es agonía y tormento, una incesante y agotadora lucha contra
obstáculos internos y externos, que le consume y destroza. Cabe suponer que
César Vallejos al escribir sus poemas, pensaba en los mayores sufrimientos de
Cervantes, cuyo destino se asemejaba al suyo y a quien, gracias a un afecto
entrañable y a una cordial admiración, comprendió mejor que ninguno de sus
contemporáneos más que en sus propias penas y tribulaciones. No existe
similitud entre tales sufrimientos y las ideas relacionadas con los conceptos de
trabajo y labor, producción y éxito, ganarse el pan y gozar de la vida.

Las obras del genio creador (sus pensamientos y teorías) Económicamente, no


se consideran frutos del trabajo. No son la resultante de haber invertido una
capacidad laboral, la cual pudiera haberse dedicado a originar otros bienes en
vez de a producir la obra maestra de Economía, Arte o Literatura. Los genios
creadores carecen de condiciones para realizar otras labores. Sin embargo, el
tiempo y la fatiga que dedican a sus actividades creadoras no lo apartan de

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trabajos merced a los cuales cabría atender otros objetivos. A veces, las
circunstancias pueden condenar a la esterilidad a un genio creador capaz de
llevar adelante cosas inauditas; tal vez le sitúen en la disyuntiva de morir de
hambre o de dedicar la totalidad de sus fuerzas a luchar por la vida. Cuando el
genio logra alcanzar sus metas, sólo él ha pagado los gustos necesarios.

No es posible sustituir la labor de los genios creadores por el trabajo de terceras


personas. Si Dante y Cervantes no hubieran existido, imposible hubiera sido
producir la Divina Comedia o el Quijote, encargando la tarea a otros hombres. Ni
la sociedad ni los individuos particulares pueden impulsar al genio, ni fomentar
su labor. Ni la demanda más intensa ni la más perentoria de las órdenes
gubernativas resultan en tal sentido eficaces. El genio jamás trabaja por encargo.
Los hombres no pueden producir a voluntad las condiciones naturales y sociales
que provoquen la aparición del genio creador y su obra. Es imposible criar genios
a base de mejorar las leyes biológicas de la herencia, ni formarlos en escuelas,
ni reglamentar sus actividades. En cambio, es fácil organizar la sociedad de tal
manera que no haya sitio para los genios creadores ni para sus tareas
descubridoras. La obra creadora del genio es, para la Economía, un hecho dado.

LA PRODUCCIÓN

La acción humana, si tiene éxito, alcanza la meta perseguida; da lugar al


producto deseado.

La producción implica transformación de ciertos elementos mediante


tratamientos y combinaciones. El hombre, en el mundo de los fenómenos
externos, solo transforma. Su actuación consiste en combinar los medios
disponibles con miras a que (de conformidad con las leyes de la naturaleza) se
produzca el resultado deseado.

La capacidad laboral del hombre es una cosa dada en el universo, al igual que
son dadas las diversas potencialidades, típicas y características, de la tierra y de
las sustancias animales. El hecho de que una parte de la capacidad de trabajo
pueda quedar inaprovechada tampoco viene a diferenciarlo de los factores
materiales de producción, pues estos factores materiales de producción también
pueden permanecer inexplotados. El hombre se ve impulsado a superar la
incomodidad del trabajo por cuanto, personalmente, prefiere el producto del
trabajo que la satisfacción que derivaría del descanso.

La mente sólo es creadora cuando dirige la acción humana y la producción. La


mente es una realidad también comprendida en el universo y la naturaleza; es
una parte del mundo existente y dado. La calificamos de creadora porque no
sabemos cómo explicar los cambios provocados por la acción más allá de aquel
punto en que tropezamos con la intervención de la razón, dirigiendo las acciones

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humanas. La producción es un fenómeno intelectual y espiritual. La condición
para que aparezca la producción en la decisión de la mente de emplear dichos
factores como medios para alcanzar específicos objetivos. Engendra el producto
el que el correspondiente trabajo se halle dirigido por la razón, Sólo la mente
goza de poder para eliminar los malestares sentidos por los hombres.

La producción es un fenómeno ideológico, intelectual y espiritual. Es aquel


método que el hombre, guiado por la razón, emplea para eliminar la incomodidad
en el mayor grado posible. Lo que distingue nuestro mundo del mundo de
nuestros antepasados es una diferencia de carácter espiritual. Los cambios
objetivos registrados son fruto de operaciones anímicas.

La producción consiste en manipular las cosas; que el hombre encuentra dadas,


siguiendo los planes que traza la razón. Tales planes (recetas, fórmulas, ideas)
constituyen lo fundamental; convierten los factores originales (humanos y no
humanos) en medios. El hombre produce gracias a su inteligencia; determina los
fines y emplea los medios idóneos para alcanzar esos fines.

Mente es la palabra utilizada para designar aquel desconocido factor que ha


permitido a los hombres llevar a cabo todas sus realizaciones: las teorías y los
poemas, las catedrales y las sinfonías, los automóviles, aviones, etc.

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