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del hombre). A lo largo del coloquio se despliega la fundamentación que sostiene a la cordura,
fiel al estado de cosas inicial.
El fundamento se identifica en actitud y diálogo. Cuando el paciente asevera, el doctor
pregunta; cuando uno grita, el otro escucha. Mientras el discurso de Grómov se despliega con
abundante emoción, expresando deseos y demandas, el de Yefímich se remite a mostrar la
posible solución a ellos: resignarse. Desdeñando la lógica y la moral, encontrando el
infortunio y la arbitrariedad como inevitables, el doctor presenta un orden que se muestra
congruente con el estado de cosas en ese punto de la diégesis. Ante una sociedad invencible y
a la defensiva, el valor pertinente es el práctico.
El orden propuesto anteriormente rechaza al de Grómov. Sus preocupaciones morales
y metafísicas acompañadas de una pasión frenética secundan la aseveración de su locura. El
punto culmen de este rebote se explicita en sus propias palabras: “¡Amo la vida, la amo con
pasión! Tengo manía persecutoria, un terror incesante me tortura, pero hay momentos en que
las ganas de vivir me dominan y entonces temo perder la razón” (2015, p. 1013). La postura
de Grómov ante la adversidad se muestra no sólo impráctica, sino idealista y alucinada.
El final del capítulo afianza una vez más la categorización presente. La paranoia de
Grómov se manifiesta y el diálogo se interrumpe, retrocede a la locura total, la incapaz de
comunicación. No obstante, el cuerdo se place de tal encuentro. El último párrafo vaticina el
trastrocamiento: “[…] Sabe razonar y se interesa por las cosas que realmente importan. […] A
la mañana siguiente […] se acordó de que […] había conocido a un hombre inteligente e
interesante, y decidió volver a visitarlo a la primera oportunidad.” (2015, p. 1014). A pesar de
sostener la batuta de la cordura, fue Yefímich el afectado por la conversación. La locura atrae
al cuerdo y así comienza su desplazamiento.
X. La razón lógica
El movimiento del adjetivo asignado a Yefímich se produce por la falta de coherencia
respecto de su orden y postura. Las impresiones categoriales comienzan a invertirse desde la
primera oración: “Iván Dmítrich estaba tumbado en la misma postura que el día anterior […]”
(2015, p. 1014). Las asociaciones de calma-cordura e inquietud-locura cotejadas
respectivamente a Yefímich y Grómov se dislocan. El paciente se convierte en el establecido
y el doctor deviene incierto.
La primera falta de Yefímich se identifica en una acotación del narrador: “Eran más de
las cuatro de la tarde, la hora en la que Adréi Yefímich solía pasear por sus habitaciones y
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Conclusiones
La sala número seis es un texto de precisión envidiable. Esa condición le permite jugar con las
presunciones de veracidad del lector, teniendo su verosimilitud siempre asegurada. La
construcción lógica y plausible del mundo dado en el texto se derrumba para que surja una de
igual rigor. En “IX”, “X” y “XI” la construcción se articula con un valor privilegiado. Éste
fundamenta los discursos desarrollados e indica al lector automáticamente qué etiqueta
asignar a cada personaje. Cuando el valor cambia, el estado de cosas anterior se desvanece,
pero el rigor de la nueva construcción relacionada con la anterior y atendiendo a la nueva
base, difumina tal proceso haciéndolo imperceptible. Los capítulos en cuestión son una
trilogía del desplazamiento, el baile de la locura según Chéjov. Van once, faltan ocho.
Bibliografía
Argüelles Fernández, Gerardo. Horizonte de presunciones. Sobre una hermenéutica literaria con
sustento fenomenológico y poetológico. Inédito.
Argüelles Fernández, Gerardo. «Sobre los principios ontológicos en la diferencia poetológica de
Horst-Jürgen Gerigk.». Acta Universitaria 27/2 (2017): 65-77. doi:
10.15174/au.2017.1275. 2017.
Chéjov, Antón P. «La sala número seis.» En Cuentos Completos (1887-1893), de Antón P.
Chéjov, 985-1043. Madrid: Páginas de Espuma, 2015.
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