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Ceguera de Ríos. El Orgullo de Regalar
Ceguera de Ríos. El Orgullo de Regalar
1 enero 2008
JAVIER M. CAVANNA@jmcavanna
Todos estos riesgos y dudas los tenía muy presentes P. Roy Vagelos y los
iba sopesando de uno en uno durante los siguientes días. Finalmente,
decidió aprobar la asignación de una inversión inicial a la investigación
del posible tratamiento de la ceguera del río. Varias fueron las razones
que le convencieron. Por una parte, el impacto desmoralizador que podía
tener en el personal investigador una decisión negativa; de otra parte, la
confianza en que se podrían conseguir fondos de organismos
internacionales de ayuda para financiar la distribución del fármaco entre
los pacientes pobres y, sin duda, también peso a favor el conocimiento en
parasitología que le proporcionaría a Merk la investigación de la
ivermectina.
Pero por encima de todas esas razones, fue el recuerdo de las palabras del
hijo del fundador de Merk y presidente de la compañía lo que terminó de
convencerle: “Intentemos tener siempre presentes que la medicina se
centra en las personas y no es sólo una cuestión de beneficios. Estos llegan
más adelante, y siempre ha sido así cuando hemos seguido esa línea.
Cuanto más fieles hemos sido a esa idea, más beneficios hemos obtenido”.
Una carrera de obstáculos
El desarrollo de la ivermectina no fue un camino fácil. Se inició la
investigación parasitológica dirigida por Campbell, luego los programas
de la síntesis química de la ivermectina. Por último, el desarrollo a partir
de las fórmulas del fármaco para animales.
Por esas fechas la revista científica Lancet publicó un artículo muy duro
contra los intentos de desarrollar un fármaco impulsados por Merk,
firmado por André Rougemont, un reputado científico que había
trabajado anteriormente en la OMS. En el artículo acusaba a Aziz y sus
colaboradores de ser demasiado optimistas y afirmaba que la ivermectina
no aportaría nada nuevo en el tratamiento de la enfermedad. El ataque
causó el efecto contrario. Azíz, con renovado impulso y a la vista de los
resultados iniciales positivos, decidió acelerar las Fases II y III de los
ensayos clínicos con humanos en Senegal, Ghana, Malí y Liberia. Estas
pruebas arrojaron, al cabo del tiempo, idénticos resultados.
Pero lo cierto es que pese a los esfuerzos que hizo y las puertas a las que
llamó –que incluyeron al subsecretario de Estado, John Whitehead, a
Donald Regan, jefe de personal de la Casa Blanca en la Administración
Reagan y a Meter McPherson, director de la AID -, no tuvo ningún éxito.
Ante las dificultades que tenía que afrontar para la distribución del
medicamento, Merk decidió dar un paso más y creó un Comité de
distribución, constituido por personas independientes y de reconocido
prestigio. El comité se puso a trabajar de inmediato y en 1991 ya habían
recibido tratamiento un millón y medio de personas.