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Rafael Romero
RAFAEL ROMERO. Andújar (Jaén), 1910. Cantaor. También
conocido por el apodo de El Gallina, debido a su costumbre de
cantar en su juventud la popular canción La gallina papanata.
Padre de Luisa Romero. Sus comienzos artísticos se desarrollaron
en su tierra natal, donde se dedicó al baile por una transitoria
pérdida de voz, y al terminar la guerra civil se trasladó a Madrid,
donde conoció al guitarrista jerezano Perico el del Lunar, quien
influyó en su preparación artística. Frecuentó en los años cuarenta
los colmaos madrileños Villa Rosa y Los Gabrieles, ingresando
después en el Tablao Zambra, local en el que permaneció hasta su
desaparición, alternando con Pericón de Cádiz, Perico el del Lunar,
Rosa Durán, Juan Varea, Pepe El Culata y otras destacadas figuras.

En 1955, grabó siguiriyas, tonás, peteneras, alboreás y mirabrás en


la primera Antología del cante flamenco, de la marca Hispavox,
que obtuvo el premio de la Academia Francesa del Disco. Ha
actuado también en las compañías de Vicente Escudero, Teresa y
Luisillo, Antonio, El Greco, etc., viajando por distintos continentes, y
en el Tablao El Catalán de París. Entre sus actuaciones en
festivales, hay que destacar su participación en la Cumbre
Flamenca de Madrid y en la Bienal de Arte Flamenco Ciudad de
Sevilla, así como en las Noches Flamencas del Círculo de Bellas
Artes madrileño, junto a recitales en peñas flamencas y centros
culturales.

La Cátedra de Flamencología y Estudios Folklóricos Andaluces, le


otorgó el Premio Nacional de Cante en 1973, y, en 1976, fue
homenajeado en su ciudad de nacimiento, rotulándose una calle con
su nombre. Igualmente, en 1984, le fue ofrecido un homenaje por la
Peña Flamenca de Jaén, consistente en un festival a su beneficio.
Ha actuado en las películas cinematográficas Brindis a Monolete,
El llanto de un bandido y El arte de vivir.

Su personalidad artística ha sido glosada así por distintos


flamencólogos y críticos. Fernando Quiñones: «Romero es un
brillante cantaor general, capaz de dominar todos los estilos y
registros, siempre en una línea de solera, calidad y ortodoxia, a la
que espolvorea de garbo su gitano decir. Largo, puro y ancho, tal
vez más que jondo, aunque con la suficiente jondura». Antonio
Murciano: «El cante de Rafael Romero es un cante hablado,
susurrado, para ser escuchado con religioso silencio, para casi
dicho al oído del aficionado cabal; cante fuerte, cante puro,
manantial de labio a labio, de corazón a corazón».

Manuel Ríos Ruiz: «Este Rafael Romero, El Gallina por buen


nombre flamenco, tiene la virtud de cantar con la máxima
delicadeza, a suspiro por el suspiro, primorosamente, bendiciendo
con la mano cuanto saca del corazón, oficiando un rito, hilvanando
la copla puntá a puntá, dulcificándola, sin que el cante pierda tronco,
profundidad o azogue, dejándolo plantao como un olivo en
lontananza. Verle encima de las tablas, al socaire de la guitarra de
Perico el del Lunar, es contemplar el monumento soñado del cante
jondo. Escucharle, asistir a la misa de un arte milenario, donde el
pueblo andaluz ha promulgado sus atavismos. De la petenera ha
levantado Rafael Romero bandera personalísima, le ha injertado un
acento todo sutileza y maravilla de donosura. A los tangos siempre
supo atemperarlos, darles majestad y compasería. A su garrotín hay
que nombrarlo espejo del estilo, libro abierto, cante catón.
Alboreando, su duende es garbo entero, negra sobreluz de la
alegría. En el polo, en la soleá y en la siguiriya, su voz rescoldo, un
carrozo encendío, y quejumbrándose por tonás llega al cuajo del
sufrir. Todo cante sale de su garganta paladeado y puro como la
cera virgen, en ello estriba su originalidad».

Datos extraidos del Diccionario Flamenco


de Jose Blas Vega y Manuel Rios Ruiz
Cinterco - 1985.

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