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EVA Y MARÍA: DOS IMÁGENES

ENFRENTADAS
Amalia Pérez Valiño
Universidad de Santiago de Compostela.

Resumen: Durante la Edad Media, Eva y María se convierten en


modelos de conducta opuestos para las mujeres, representan
de forma absoluta la mala y la buena mujer. A pesar de ello,
estos dos prototipos femeninos tienen varios nexos de unión
y su antagonismo no parece tan categórico como aparenta a
simple vista. Es cierto que la opinión dominante en el Medievo
condena a Eva, pero podemos ver algunos puntos de encuentro
entre ambas figuras en el hecho de compartir un linaje y tener
una función divina común: la maternidad.

Abstract: During the Middle Ages, Eve and Virgin Mary became
opposite models of behavior for women; they represent the
archetypal bad and good woman, respectively. However, these
two female prototypes have several connecting links and their
antagonism does not seem as categorical as it seems at first
sigth. It is true that the prevailing opinion in the Middle Ages
condemns Eve, nervertheless, some points between two figures
can be identified in fact that they share a common lineage and
they have a divine role: motherhood.

Han sido muchos los escritos dedicados a la dualidad


Ave-Eva que han revisado el tópico desde diferentes pun-
tos de vista. Este modelo aparece ya en los primeros siglos
del cristianismo en las palabras de los Padres de la Iglesia,

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adquiere fuerza en el despunte mariológico de finales del
siglo XII y consigue su consolidación, tanto en la literatura
como en el arte, en el siglo XIII. De esta forma, podemos ver
claramente como a lo largo de la historia se crea, se potencia
y se fortalece una oposición entre dos mujeres, Eva y María,
que serán consideradas modelos de conducta, ejemplos de
bondad y maldad, en el mundo medieval y concretamente
en el femenino. Esta contraposición tan radical entre María
y Eva, lo bueno y lo malo, hace que se nos presenten pre-
guntas como: ¿Era Eva una mujer perversa como se le ha
descrito en muchos textos medievales? ¿A caso Eva y María
no están unidas por una estirpe común? ¿Ambas mujeres no
tienen una función similar asignada por Dios? A lo largo de
este estudio, intentaremos resolver alguna de estas cuestiones
teniendo en cuenta la autoridad y la influencia que ejercen
ambos modelos en la sociedad.
En el contradictorio mundo medieval donde la religión
no es una opción sino una forma de vida, encontramos
muchas ideas opuestas que conviven y se desarrollan a la
par. Con respecto a la mujer, un ser denominado en muchos
casos «hombre imperfecto»1, las contradicciones entre con-
denación y alabanza se suceden y luchan en muchos aspectos
tanto de la sociedad como de la religión. En el centro de todas
ellas se encuentra Eva, la primera mujer, aquella creada a
imagen de Dios o creada a partir de la costilla de Adán; aque-
lla que fue modelo de belleza, pero también de perversión
y lujuria. Como se puede apreciar, la dualidad, un adjetivo
que podemos aplicar a muchos aspectos de la vida medieval,
caracteriza también a la figura de la primera mujer, aunque
van a ser los aspectos negativos relacionados con ella los que
tendrán una mayor difusión. A lo largo de esta etapa, tanto
desde el punto de vista textual como figurativo, la madre de
todos los vivientes ha ido construyendo y afianzando una
figura completamente negativa y asociada indisolublemente
al pecado y a la condenación de la humanidad. A pesar de
ello, si estudiamos con más profundidad al personaje pode-

1
 Así se refiere a ella Averroes (1126-1198).

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mos comprobar que no es una condenación tan categórica
como a primera vista parece.
En primer lugar, debemos aludir a los textos que sirven
de base tanto a la construcción del personaje como de su
iconografía. El primero y más importante es sin lugar a dudas
la Biblia, donde es al mismo tiempo una creación divina y
parte del hombre que cedió su costilla. Eva aparece por lo
tanto sometida al hombre, pero también como su compañera
y consejera. En lo referente al Pecado Original, hecho deter-
minante en el futuro del personaje y de sus iguales, vemos
una repartición de la culpa más equilibrada que en textos
posteriores como la Vida de Adán y Eva2 o el drama litúr-
gico Jeu D’Adam3, donde la primera mujer asume toda la
culpabilidad e incluso define su género como débil y más
tendiente al pecado. Por lo tanto, durante los siglos XI y XII,
la asociación entre Eva y un Pecado Original de tipo carnal4
se consolida ejerciendo una influencia determinante a la hora
de la valoración de la mujer medieval y de sus faltas.
En segundo lugar, Eva casi siempre va acompañada de una
serie de símbolos fundamentales para la comprensión tanto
de su figura como del significado que quiere transmitir: la
serpiente, el árbol, la manzana y el desnudo. Todos ellos son
signos antiguos, con una carga simbólica muy importante y
en su mayoría están dotados de una compleja ambigüedad
que los mueve entre los positivo y lo negativo, la adoración
y el miedo. Este es, por ejemplo, el caso de la serpiente, que
en la Biblia aparece como la causante del Pecado Original
y a su vez es la salvación para los enfermos en tiempos de
Moisés5. En cuanto al ofidio asociado a Eva, siempre va a
tener una carga negativa bien definida, es la encarnación del
mal tentador, pero se comienza la discusión de otros puntos,
como por ejemplo: qué tipo de serpiente es, si tenía o no
algún tipo de extremidad o cuál era su género.

2
 Diez, 1984: pp. 319-352.
3
 Redoli, 1994: pp. 10-115.
4
 El Pecado Original, según el relato bíblico, es un pecado de orgullo. Sin
embargo, ya desde los orígenes del cristianismo, se transforma en un pecado de
carácter sexual vinculado a la lujuria.
5
 Núm 21, 4-10.

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Por otro lado, se encuentran el árbol y la manzana, tam-
bién con una amplia trayectoria simbólica y presente en
varias de las culturas más antiguas del mundo. El árbol que
se relaciona con Eva y objeto del Pecado Original es el árbol
del bien y del mal y una de las cuestiones fundamentales de
estudio es la especie a la que pertenece. La respuesta a este
dilema no es fácil, pero se detecta una tendencia a la con-
sideración de la higuera como tal. Esta afirmación se basa
principalmente en dos aspectos, por un lado, es uno de los
árboles veterotestamentarios más apreciados y, por otro lado,
el relato de la Caída narra que los Primeros Padres cubren su
cuerpo con ceñidores compuestos por hojas de higuera. El
caso de la manzana como fruto de la tentación, es un poco
más complicado, ya que no se asocia a la figura de Eva de
forma firme hasta el siglo XII y cristaliza como algo común
en el siglo XIII. Este fruto tiene un pasado iconográfico com-
plejo, pero quizás sea uno de los elementos que más impor-
tancia tiene al destacar ciertas características de Eva. Por una
parte, tanto desde el punto de vista bíblico como pagano, la
manzana siempre se ha relacionado con el amor, la fecundi-
dad y la pasión. Esto provoca que su relación con la primera
mujer acentúe el binomio Pecado Original-pecado carnal y
refuerce el sentido negativo que se le da a la figura de Eva.
El último de los símbolos asociados a la madre de todos
los vivientes es el desnudo. El cuerpo en la Edad Media es
objeto de importantes tensiones opuestas que van desde la
condena total a la glorificación, como ocurre con Cristo cru-
cificado. En el caso del desnudo, debido a su asociación a la
pérdida del Paraíso en el relato bíblico, también será conde-
nado y su representación solo se permitirá en determinados
casos a los que se han denominado «desnudos accidentales»,
entre los que se encuentran las figuras de Eva y su esposo. A
pesar de la aprobación por parte de la Iglesia, las escenas en
las cuales aparecen los Primeros Padres desnudos están llenas
de vergüenza por su relación con el pecado, pues no será hasta
después de comer el fruto, de cometer la falta, cuando se den
cuenta de que están desprovistos de ropa. Confirmando la
dualidad tan común en esta época, no se puede ignorar que
Dios crea al hombre y a la mujer desnudos y que el pudor y

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la humillación ante este aspecto llegan después. Es decir, el
desnudo forma parte de la creación divina y por lo tanto de
la belleza del Señor. Así, a Eva se la representa desnuda por
un lado como muestra de esta belleza del Creador y por otro
como muestra del pecado que ha cometido.
Hasta este momento, se han enumerado una serie de ras-
gos constantes relacionados con la figura de Eva. A la primera
mujer se le carga con todo el peso de la culpa del Pecado
Original y se le hace responsable de la entrada del pecado y
la muerte en el mundo. Se la describe como un ser más débil
que el hombre, tendiente al mal y a las bajas pasiones y que,
a su vez, está sometida a su voluntad. Mediante sus repre-
sentaciones se indica claramente su posición con respecto a
su marido y su situación en la sociedad, es decir, un lugar
secundario. Al salirse de estas dos condiciones provoca la
pérdida del Paraíso y la condena de la humanidad, por lo
que la represión hacia su figura se ve de una forma positiva.
Todas estas facetas de Eva han sido destacadas desde diferen-
tes puntos de vista a lo largo de la Edad Media y han afectado
de forma directa a las mujeres, sus hijas. Se crea así, por un
lado, una base sólida para la justificación de la separación
de los ámbitos sociales por géneros, a la vez que se crea un
modelo de conducta femenino negativo en contraposición a
la Virgen, el arquetipo del buen comportamiento de la mujer.
A pesar de la restauración que se hace de la figura de la
mujer y en cierto modo de la de Eva en el Nuevo Testamento,
pronto se olvida con los movimientos ascéticos de los prime-
ros siglos del cristianismo y con los escritos exegéticos de los
Padres de la Iglesia6. Eva, como hemos visto, se convierte en
una mujer maligna y tentadora. Como forma de rehabilitar
la imagen de la mujer, hija de Eva, comienza el desarrollo
de un nuevo modelo de bondad, pureza y obediencia que
encuentra su recipiente perfecto en María. De esta forma,
se comienzan a establecer los primeros paralelismos entre
la Virgen y la primera mujer de la mano de San Ireneo y se
consolida poco a poco hasta formar un tándem indisoluble
y dependiente, un ejemplo paradigmático de contraposición

6
 Melero, 2002-2003: pp. 112-116.

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entre lo bueno y lo malo7. La oposición de esta pareja cobra
fuerza a finales del siglo XII y el siglo XIII, cuando la figura
de María se desarrolla totalmente, considerándola como un
elemento fundamental en la labor redentora de su Hijo8. De
esta manera, se convierte en la nueva o segunda Eva, ya que
aquello que la primera perdió viene la segunda a restaurar a
través de la aceptación de la voluntad de Dios.
Sin embargo, ambos modelos tienen algo en común, que
de alguna manera exonera en parte la culpabilidad y perver-
sidad que se desprende de Eva y con lo cual se identifican el
resto de mujeres medievales: la maternidad. En ambos casos,
Dios les asigna la misión de concebir hijos, función que se
transmite a las mujeres y que representa un nexo de unión
con ambos modelos. Debemos tener en cuenta que la Virgen
representa el ideal de perfección y por lo tanto resulta inalcan-
zable, al contrario que Eva, una mujer que cometió pecados
como ellas, pero que supo arrepentirse, que parió con dolor,
al contrario que María9, y que desempeñó su labor como
madre. Si bien es cierto que Eva da a luz a Caín, paradigma
de maldad y cuyas acciones ejemplifican las consecuencias del
pecado, también alumbra a Abel, asociado por San Agustín a
la ciudad de Dios y ejemplo de bondad y obediencia divina10.
No debemos olvidar tampoco al tercer hijo de los primeros
padres: Seth, que tras la muerte de Abel, será el encargado de
dar continuidad al linaje virtuoso de la humanidad en contra-
posición a la vertiente cainiana, condenada a la corrupción y
al mal, que fue purgada con el Diluvio. Es decir, a pesar de
que Eva en la mayoría de las ocasiones sea valorada de forma
negativa, es la madre de la humanidad, es la madre de Abel y
Seth, ejemplos de benevolencia y devoción a Dios.
Por otro lado, María es tomada como el ejemplo de mujer
y madre perfecta, aquella de devoción y obediencia plena que
adquiere su importancia en tanto a que es Madre del Hijo de
Dios y por extensión de todos los creyentes. La representa-

7
 Muñoz, 1989: pp. 6-8.
8
 Melero, 2002-2003: pp. 117-118.
9
 Gómez, 1998: pp. 80-82.
10
 Cendón, 2010: p. 178.

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ción de la Natividad es sin duda el modelo iconográfico más
representativo para definir sus virtudes de virginidad y ausen-
cia de dolor en el parto11. Así, sobre el lecho, con semblante
tranquilo y acompañada por dos comadronas, aparece por
ejemplo en San Miguel de la Estella o en uno de los capiteles
del claustro de Santo Domingo de Silos. Aunque, será una
iconografía en particular la que ejemplifique con mayor cla-
ridad su maternidad: la Galactotrofusa o Virgen de la leche.
Este tipo de representación muestra a María, de pie o sentada,
ofreciendo su pecho al niño para que se alimente. El modelo
iconográfico que se sigue para esta escena se remonta a la
figura de la diosa madre, símbolo de la fertilidad y presente
ya en muchas de las culturas antiguas. En concreto, el cris-
tianismo toma su inspiración de la diosa ctonia Tellus, diosa
nutricia que alimenta tanto a hombres como a animales. Una
de las primeras representaciones de la Virgen de la leche que
sigue este modelo se remonta al siglo II y se localiza en el
cubículo de la Velatio de la catacumba Priscila (Roma). A
pesar de que en los primeros siglos va a tener una mayor
difusión entre las comunidades de oriente y Bizancio, a par-
tir del siglo XII el tema se instala en la Europa occidental y
donde dará comienzo su divulgación y afianzamiento. De
esta forma, en el siglo XIII, se establecerá definitivamente
y gozará de gran éxito coincidiendo con el apogeo del culto
mariano12. Así, conservamos algunos maravillosos ejemplos
hispánicos como la miniatura de la carta de fundación de la
cofradía de la Virgen María y Santo Domingo de la iglesia
de Tárrega o el Frontal de Betesa (fig. 1), ambas obras de la
segunda mitad del siglo XIII.
A su vez, la maternidad de Eva también se ve representada
en el arte medieval de forma similar a la de María. Son muchas
las escenas en las que se representa la vida de los Primeros
Padres tras la Caída, cumpliendo los castigos y tareas que
les encomienda el Señor. En ellas se representa a una Eva
trabajadora, ya sea inmersa en los trabajos del campo, como
podemos ver en los frisos de la Catedral de Módena, o con-

11
 Gómez, 1998: pp. 80-82.
12
 Rodríguez, 2013: pp. 2-4.

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centrada en su huso, como en el capitel románico de la iglesia
de la Concepción de Ochánduri. Un caso singular es en el que
aparece la primera mujer dando de mamar a sus hijos, ya sea
sólo a uno o a ambos, tal y como ocurría en las representacio-
nes marianas. Siguiendo este patrón la podemos ver en una de
las placas de la Puerta de Platerías de la catedral de Santiago
de Compostela (fig. 2). Aquí, Eva se muestra sentada, con las
piernas cruzadas y su pelo cubierto con una toca, mientras
estrecha entre sus brazos a uno de sus hijos que se alimenta
de su pecho. Este tipo iconográfico, con pequeñas variacio-
nes, se repetirá a lo largo de toda la Edad Media dejando
destacables ejemplos como las miniaturas del Pentateuco de
Ashburnham y de la Biblia Moutier Grandval o los relieves
de las puertas de la iglesia de San Miguel de Hildesheim y
de la basílica de San Zenón de Verona. Desde un punto de
vista objetivo, no caeremos en la equivocación de relacionar
de una forma directa a ambas mujeres. Sin embargo, lo que
sí debemos resaltar es la recurrencia a un mismo modelo ico-
nográfico a la hora de distinguirlas como madres, una de las
facetas fundamentales de las dos y por extensión de todas las
mujeres medievales. En este tipo de representación, se destaca
el principal valor que Dios asigna a la mujer, la maternidad, de
manera que se refuerza la valoración positiva y fundamental
de la misma y con ello se contribuye a la rehabilitación no
sólo de Eva, sino también de todas las mujeres.
Por último, no debemos perder de vista que en la Edad
Media la opinión más generalizada era la de enfrentar las figu-
ras de la Virgen y Eva como modelos absolutos de la buena y
la mala mujer. Por lo tanto, es más fácil encontrar ejemplos de
sus diferencias que de sus puntos en común. De esta forma,
en el campo artístico, es frecuente encontrar representaciones
de ambas dialogando en sintonía de opuestos. Este es el caso
de las escenas de la Anunciación y el Pecado Original o la
Caída que, la mayor parte de las veces, aparecen cercanas en
el espacio en los grandes grupos monumentales medievales.
Se crea así un enfrentamiento directo entre lo que se perdió
debido a la imprudencia de los Primeros Padres y la razón
de la Redención de la humanidad de aquel primer pecado.
Este es el caso de los capiteles de la Puerta Miègeville de

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Saint Sernin de Toulouse13, donde se representan el Pecado
Original y la Anunciación a un mismo nivel interpretativo,
provocando el enfrentamiento de ambos prototipos de mujer.
No obstante, uno de los ejemplos escultóricos más caracterís-
ticos de esta oposición lo encontramos en París, en el parteluz
de la Puerta de la Virgen de la catedral de Notre Dame (fig.
3). En el mainel que divide el vano de acceso, encontramos
una imponente escultura de María coronada con el Niño en
brazos. La talla se apoya en un relieve con la representación
del ciclo del Pecado y la Caída de los Primeros Padres. Es
decir, la Virgen junto a su Hijo han liberado del mal y del
pecado a la humanidad, convirtiéndose en el nuevo Adán y la
nueva Eva. Desde el punto de vista literario, también tenemos
un gran número de textos que apoyan la rivalidad de estas
dos mujeres. Podemos destacar entre ellos la Cantiga número
32014 del Cancionero dedicado a Santa María por Alfonso X
el Sabio. En esta cantiga de loor se alaba a la Virgen con una
serie de versos que enumeran las cualidades de la Madre de
Dios en contraposición a Eva.
Como conclusión, tras todo lo expuesto, debemos mati-
zar varias cuestiones. Por un lado, es obligado recalcar la
ambigüedad presente en una etapa tan compleja y amplia
como la Edad Media, que afectará directamente a la crea-
ción de dos modelos de mujer aparentemente opuestos: Eva y
María. Sin embargo, como hemos visto, esta oposición no es
tan radical como parece en un principio, pues ambas mujeres
están relacionadas a distintos niveles. Por un lado, no debe-
mos olvidar que las une una estirpe común, pues si Eva fue
madre de Caín, también lo fue de Abel, Seth y su descenden-
cia, lo que ha hecho posible que María conciba en su seno al
Salvador del mundo. Por otro lado, ambas mujeres han sido
madres, una de las tareas más importantes que Dios confía a
la mujer y que conecta a ambos modelos con el resto de su
género. La Virgen se alza como arquetipo ejemplar y prác-
ticamente inalcanzable, mientras Eva se presenta como una
mujer pecadora y arrepentida que acepta su penitencia para

13
 Melero, 2002-2003: pp. 125-126.
14
 http://www.cantigasdesantamaria.com/csm/320

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alcanzar el perdón divino. Por lo tanto, la madre de todos los
vivientes representa un modelo de mujer más cercano para
las damas medievales, lo que no quiere decir que dejen de
aspirar a la perfección que representa María.

FUENTES
Díez Macho, Alejandro (1984), «Vida de Adán y Eva», Apócrifos
del Antiguo Testamento, vol. II, pp. 319-352.
Redoli Morales, Ricardo (ed. lit.) (1994), Le jeu d’Adam (el drama
de Adán): edición del manuscrito 927 de la Biblioteca Munici-
pal de Tours con una introducción, traducción al castellano y
notas a cargo de Ricardo Redoli Morales, Málaga, Secretariado
de Publicaciones de la Universidad de Málaga.
Nacar, Elonio y Coluga, Alberto (eds.) (1993), Sagrada Biblia,
Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos.

BIBLIOGRAFÍA
Cendón Fernández, Marta (2010), «Mujer, peregrinación y arte
en el Camino de Santiago. ¿Ave y Eva?», en Carlos Andrés
González (ed.), Mujeres y peregrinación en la Galicia medieval,
Santiago de Compostela, Instituto de Estudios Gallegos «Padre
Sarmiento» CSIC, pp. 155-179.
Gómez Gómez, Agustín (1998), «La iconografía del parto en el
arte románico hispano», Príncipe de Viana, 59, 213, pp. 79-102.
Melero Moneo, María Luisa (2002-2003), «Eva-Ave, la Virgen
como rehabilitación de la mujer en la Edad Media y su reflejo
en la iconografía de la escultura románica», Lambard: Estudis
d’art medieval, 15, pp. 111-134.
Muñoz Fernández, Ángela (1989), Las mujeres en el cristianismo
medieval. Imágenes teóricas y cauces de actuación religiosa, en
VII Jornadas de Historia de las Mujeres, Madrid, Asociación
Cultural Al-Mudayna, pp. 6-8.
Rodríguez Peinado, Laura (2013), «La Virgen de la leche», Revista
Digital de Iconografía Medieval, 5, 9, pp. 1-11.

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ANEXO IMÁGENES

Figura 1. Frontal de Betesa (segunda mitad del siglo XIII), Huesca.


Fuente: Rodríguez Peinado, Laura (2013), «La Virgen de la leche»,
Revista Digital de Iconografía Medieval, 5, 9, p. 8.

759
Figura 2. Relieve de Eva dando de mamar a Caín (principios del siglo
XII), catedral de Santiago de Compostela.
Fuente: Fotografía de la autora.

760
Figura 3. Parteluz con la figura de la Virgen, catedral de Notre Dame
(París).
Fuente: http://nienna-z.deviantart.com/art/
Puerta-de-la-Virgen-Notre-Dame-117874533

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