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Fernando Vásquez Rodríguez
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Fernando Vásquez Rodriguez, TrazosGeaGeTe
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Bogotá, Mayo de 2008
AJorge Zabaleta:
sú:nbolo de los maestros anónimos
que persisten, con paciencia y dedicación,
en incitar el gusto por la literatura.
Contenido
La Semiosis-Hermenéutica ·
Una propuesta de crítica literaria .. ~ .............................. ,.................. 75
la Poesía:
Una manera integral de conocer ........... ............... .................... ....... 105
Lexias para Cortázar
Un trabajo con unidades de lectura ..... '.......................................... 113
•
13
"El Quijote pasa al tablero"
Algunas consideraciones
sobre la ensenanza de la literatura
1
Para tener una visi6n más dclallada de cslos desplazamientos o diferentes maneras de enienclel'
la literatura sugie~o, entre olros, los siguienles le..'<los: Teorla$ de la liter1Jtura. delsigfu XX de D.'\\'.
Fokkema y Elrud lbsch, Cátedra, :tY1adrid 1 1981; La teorta literaria cont.empo'ránea de Raman
Selden, Ariel, Barcelona, 1989¡ Una ir1troducción a la teorla literaria de Terry ;Eagleton, Fo·ndo de
Cultura Económica, ~léxico, 1988; La cr[tica literaria del siglo XX de Femando G6mcz Reclo11do 1
Edaf, Madrid, 1996.
•
15
Uno podría identificar propuestas curriculares y estilos de maestros
de literatura ubicados en una u otra tendencia. Pero lo que me interesa
resaltar aquí no son los alcances o limitaciones de cada perspectiva,
sino -la necesidad de elaborar, afinar o desanollar una didáctica apro-
piada para enseñar literatura. Tenemos que lograr una cualificación de
nuestra práctica docente para darle estatuto profesional, y para lograr
diferenciar la didáctica de la literatura de la manera de enseñar otras
asignaturas u otros campos de conocimiento. Es en este sentido que ·
deseo presentar las stguientes consideraciones. Diez puntos que. reco-
gen no sólo mis preocupaciones personales, sino que son el fruto de
va1ias investigaciones realizadas con colegas y alumnos, agrupados bajo
el alero de una Maestría en Educación.
t Un análisis 1nás a1nplio de esla postura está en mi arlículo ..Las pre1nisas de Fi-.ank.enslt:in"
3
Estas funciones se encuentran definidas y explicadas en su le;ic:to Morfología del cuento, Funda-
menlost ?\ladrid, 1985.
4 Sobre este puuto delas técnicas del cuent~ hay muy buena bibliografía disponible. Baste me_ncionar
18n s6lo el ya clásico lexlo de Enrique Andel'5on lmbert, Teorto. rtécnica del cuento, Ariel, Ban::elona,
1992¡ o la con1pilación de Carlos Pacheco y Luis Barrera Linares, Del cuento y sus a/.rededcres, hiante
Avila, Caracas, 1993¡ al igual que Ja selección de Leopoldo Brizue1a, Cónw se escribe un cuento; de
la serie '1E1 tallerd.el escritoru, El Ateneo, Buenos Aires, 1993. También son buena fuente de consulta
el tc..-.:lo de Teresa Imízcoz, Afariual para cuentistas. El arte y el ofu:io de contar historias, Península,
Barcelona, 1999¡ Cónw contar cuentos d~ Daniel ~talo, Monle Á\·ila,Cardcas, 1994, y Cárrw escrihir
relatos ele Silvia Adela Kohan, Plaza & Janés, Barcelona, 1999, Y para ver en concrclo una pedagogía
del cuenlo, recomiendo revisar el znagnffico libro de Jean~Marie Gillig, El cuento en pedagog(a y en
reeducat•Wn, fondo de· Cultura Eco.n6mic11t ~léxico, 20001 y la obra de Ana Padovani, Contar CltelllOS
(desde la práctica hacia la teor!a), Paid6s, Buenos Aires, 1999.
•
19
nuestros estudiantes en las lógic<is de composición, en la poiesis, allí
donde la literatura renace y se potencia5 . ·
Creo haber subrayado otro punto clave en esto de la didáctica de la
literatura: el cuento parece ser una fo1ina literaria idónea para trabajar
en el aula. Sin embargo, necesitarnos desligarla del inmediatismo de la
expresión o el espontaneísmo a la deriva. Y al maestro le corresponde
nutrir sus prácticas de clase con un conocimiento de lo literario que
supere o vaya más allá del consumo pasivo de las obras.
Lo que he dicho del cuento podría decirse también del poema. Otra
forma literaria tan manoseada en la escuela. El poema es usado como
tarea para cualqtúer cosa: para el día de la madre o del profesor, para
abrir o cerrar una actividad ... Poemas solicitados por el maestro sin ton
ni son ("escdtura cortica"), desconociendo el valor del ritmo, de la mú-
sica de las palabras, los juegos de lenguaje, la riqueza de las figuras. En
suma: el poder de la precisión y la concreción .de la palabra escrita.
Cuánto ganaríamos en el aula si nuestros educadores entendieran que
el poema, además de brindarnos la excelencia propia de la palabra,
puede colaborar eficazmente para afinar nuestra sensibilidad; la poesia
nos va haciendo más sutiles, menús obvios, más profundos, más aptos
para descubrir otros sabores y otros olores, otros mundos. Porque el
poema apunta a desnudar lo esencial del hombre y de las cosas; porque
un poema no es la escritura liliputiense de la literatura, sino su exquisi-
tez. El lenguaje en su estado máximo. La excelsitud del ejercicio de las
letras. .
Insistamos: la poesía es una de las fornías más sutiles del conocer.
Un conocimiento buscador de esencias, de concreciones, de síntesis.
La poesía nos permite acceder a territorios inadvertidos,
inconmesurables, ignotos; a través de ella, nos adentramos en fronteras
. inéditas de· nuestro yo o. en facetas insospechadas de los demás. La
poesía posee la virtud para ofrecernos de la vida su ángulo más genui-
6 A'luy útil para los maestros es tener ala mano laselie "El taller d€:1 escritor" en la que dos de sus
voJ(1menes están ded.icaclos a C6mo se escribe 1m p<Jema (lenguas extranjeras), y Cómo se· escribe
un poema (español y portugués), selecc:i6n de Daniel Freídemberg y Edgardo ltusso, El Ateneo,
Buenos Aires.1994. Eslos lextos presenlan testimonios de divcrnos poetas en donde pueden verse
los procesos de elaboración de algu~as de sús obras.
1
Sobra decir que una obra clásica para a1h·opinrsc de-los elementos básicos de la poesía sigue
siendo. Conceptos /und.a11ienl-0.les de poéti.cCz de E1nil Staiger1 Ria]p, lt1adrid, 1966; Y, más
conlcmporáneamente1 El arco y la lira de Ociavio Paz, Fondo de Cuhura Econ6mica, 11éxico1 1973.
De igUal manero sugiero leer con cuidado las seis conferencias de Jorge Luis Borges, recopiladas
en el texto Arle poética, Crítica, Barcelona, 2001. Con unas pi:'-elensiones más prácticas puede
revisarse la obra C6mo se escribe poesía. de Silvia Adela Kohan, Plaza & Janés, Ba1·celona1 1998.
•
21
ahondar en escemuios de lo cognitivo, en fronteras del pensamiento.
No se trata, entonces, de agotar la poesia en la mera recitación, .sino de
entregarles a.nuestros estudiantes una particular manera de conocer, de
mirar la realidad; La analogía es una función del pensanúento relacional,
una capacidad de nuestra imaginación para establecer puentes, jilntar
diferencias, establecer correspondencias entre cosas, sití:tac!ones o he-
chos aparentemente diferentes, lejanos, o desiguales.
Recoger lo semejante. Aproximarse, atreverse a formular mrui-
dajes, paralelos, equivalencias, correlaciones. La analogía anda en pos
de lo parecido, de lo afl.n; de los secretos lazos de hermandad entre
los ~eres o las cosas. La analogía es un recurso de la imaginación para
tejer o imbricar el universo que, de otra manera, se le presen_taria al
hombre como un infmito repertorio de fragmentos disímiles ... Enton-
ces, si habituamos a nuestros estudiantes a pensar analógicamente, lo
que les estamos ofreciendo o desarrollando. es un recurso de su inteli-
gencia para ir más allá de lo inmediato. Es que con la analogía vence-
mos nuestra inmediatez, nos saltamos los dispositivos de lo obvio, lo
concreto, lo directo, lo contiguo; la analogía nos permite salir de nues-
tras limitaciones, de esa condición finita y constreñida para sondear
en lo distante, en lo retirado. Cuando establecemos analogías nos co-
locamos de una vez en lo ultramontano, lo ultramarino, lo transalpino,
lo hiperbóreo, lo inaccesible. Nos convertimos.en buscadores de antí-
podas.
Creo haber dicho suficiente. Agreguemos una cosa más: la ru1alo-
gía es una forma de investigar, una manera de proveerse de hipótesis,
una estrategia para ampliar el radio de acción .de nuestros sentidos o
nuestras ideas. El pensamiento a1lalógico nos pernúte pr¿decir, hacer
inferencias vigorosas .a partir de pequeños indicfos. La analogía, tenien-
do como base la experiencia ya conocida, logra jalonamos hasta otras
zonas inéditas de desarrollo. Quien conoce analógicamente puede con-
vertirse en proyecto, en pregunta. En síntesis, la analogía es un método
de descubrimiento8 •
8
Consúltc.se Aprendizaje por anal,ogla. Análisis óel proceso de iefereíwia anal6gicn para la adqrti-
sición de nuevos conocimienJ,os de A·larfa José González Labta, Trotta, J\rtadrid, 1991. Sobre la
• heurística v~ase la obra El concepto de heurística en las ciencias sociales y las hwn.anfrlades,
coordinada por Ambrosio Velasco Górr1ei, S~glo X.XI, I\féx.ico, 2000.
22
Colorear la voz para dar de leer
Son contados los maestros de literatura que pueden móstrar sus propias
producciones literruias. Digamos que es una didáctica desde el manda-
to o la recomendación pero sin Ja «prueba del que oficia». Algo así
a
como tratar de enseñar danzar sin saber bailar, o enseñar a pint3;1" sin
haber realizado ninguna obra.
Los ejemplos serian inacabables. Pero quisiera detenerme en uno
de ellos, por ser tan socorrido en nuestros escenarios educativos: la fa- ·
mosa escritura de ensayos. Cuántos educadores no solicitan regul\lr-
mentela hechura de ensayos sobre diversos temas, y cuántos, además,
los piden sin haber dado al menos algunas piStas para su elaboración o
portancia a la división por siglos o por épocas que a las formas o a los ··
géneros literanos. Hasta me atrevería a afirmar que muchos planes de
estudio sobre literatura pochian ser pe1fectamente propuestas académi-
cas .de un. programa de historia. De pronto, lo único que salva ciertas
propuestas curriculares es la preocupación por la critica literaria, aun-
que, pensándolo bien, dicha tarea hace parte más bien de olra zona
educativa; aquella de la enseñanza de la lectura y la escliturá.
'Los anteriores equivocos se desprenden de mi primera tesis. Como el
maeslro desconoce lo que es en verdad hacer literatura, ha convertido ·
sÚ enseñanza en otra cosa: o bien centra todos sus· esfuerzos en enseñar
español, o se dedica a historiar las obras literarias. En ambos casos, la
literatura sale perdiendo, y lo que es más grave, el desan·ollo de la im~
ginación y la fantasia se pierden entre la ort\Jgraña y la gramática, entre
las fechas de las obras y la biografia de los autores. ·
11
No sobra rec9rdar algunas ohms que pueden ayuclw·le al maestro a comprender las car~cter!sti
cas y manifestaeiones de lo liter8rio. Desde las lradicionalcs buerpretaci&n y análisis de la obra
literaria de \l;IQlfgang Kayser, Gredos, ~fadiid, 1976, ia Teoría de la literatura de1Vílor ~·Ianuel de ~
Aguiar e Silva, Grcd.os 1 fil~clrid, 1979, o la Tcorla lítiJraria de Re"né V/ellek yAustin WDt1'en, G.redos,
trladrid 1 1979, hasta los PrincipWs de análisis del texto lirerario, de Cesare Segre1 Critica, Bstcelona,
1985, la lmroducci&n a/.eslud.io de la literatura de Franco Brioschi y Constanzo Di Girolamo, Adel,
Barcelona, 1988, In Teoria del lenguaje literario de José h·faría Pozuelo Yvancos 1 CtHedra, Madrid,
1989. O h:abajos rná.s recientes con10 Literatura r realidad de Renato Prada Oropeza, Fondo de
Cultura Eco~61nica, J\.Iéxico, 1999.
·•
27
borradores que preceden a la tarea final, al trabajo en limpio. Estoy
convencido de que escribir, como nos lo ha dicho tantas veces Au-
gusto Monterrpso, es aprender a tachar. Salta a la.vista, por lo mismo,
el valor del proceso, de las hojas «en sucio», de las tachaduras, de las
indecisiones... De esa búsqueda, siempre sin terminar, que es la escri-
tura.
Bonadores, rayones, supresiones, conecciones... Si hay una didácti-
ca de la escritura, tier¡e que ver más con los cómos que con el qué. Allí,
en esa didáctica capaz de dar razón del proceso de escribir, es donde
comienza a tener sentido lo literario; la palabra escrita en su génesis, en·
ese intento por configurarse como un mundo propio, con sus leyes de
composición y autopoiesis. La literatura cobra una fuerza inusitada si la
enseñamos no desde la búsqueda de la perfección, sino desde ese in-
tento funambulaiio pai·a configurar mundos posibles. Verosímiles. Por
'" eso, importan más los intentos, las búsquedas, los conatos, los tanteos
que el logro definitivo. Y si hay algo que puede o merece evaluarse son
estos amagos de escritura, estos empeños que a veces tienen mucho de
juego, de juegos del lenguaje, como también de azar y encuenb·os ines~
perados. Porque escribir siempre será una tarea inacabada, porque siem-
pre será posible hacer otra corrección; porque la es.entura es un aún, un
todavía. En eso escribir y leer se asemejan: porque nunca acabamos de
leer, porque siempre es posible descubrir otros sentidos; porque quizá
sea más importante en. la escuela :i'io 'tanto la lectura de muchos libros,
.sino enseñar el valor de releer, de volver sobre un texto pára encontrar
nuevos significados12 •
Cabe decir otra cosa más sobre la importancia de los bonadores,
de ese aprendizaje del tachar, en relación con la enseñanza de}¡¡ literatu-
ra. Dicha opción tiene que .ver con un aspecto deflllitivo a Ja hora de
educar: el papel del error. Si rescatamos la indecisión, la búsqueda, los
tachones, es porque -en nuestra mai1era de entender la didáctica-.el
equívoco, la imprecisión, el error como tal, son dispositivos claves pai·a
12 Los lectores intere.!:iados ·en tener un reperlorio de métodos para sortear las di(icu\tades al
"'1)("'
e:
esctibir pueden leer Escriuira. creativa. 1'écnicas para liberar la inspiruci.ón y mét-Orlós de redacci6n
de Louis Timhal-Ducla.ux, Edaf, ~ladrid, 1993 .. Con este tnismo propósito, otro nlihro-alforjn1'
w
magnífico es El deseo de escribir. Propuestas para despertar y motivar el gusto por la escritura' de
..'.'.l
Víctor ~·loreno, Pa1niela1 Navarra 1 1994; y aquellos edu~adores que les interese indal;ar en las
• relaciones entre ]o literario, lo lúdico Ylo ingenioso 1 no pueden privarse de ccnocer Yerbalia. Juegos
de palabras r esfuerzos del ingenio literario de llrl3dus Se'rro 1 Península, BarcelOna, 2001.
28
apren.der. El error no es lo que debemos suprimir; por el contrario, es la
argamasa con la que·construimos la relación maestro-alumno. Hablar
de error es tanto corno decir oportunidad de crecimiento, de forma-
ción. Recordemos que lo humano es, poi· excelencia, lo inacabado, lo
que siempre está: en proyecto.
· Esta reflexión, .de cara a la· escritura, plantea para el maestro un reto
más: es ei:das tachaduras, en los borradores, donde reposa el verdade-
ro aletear de la creación. Por lo mismo, se hace .necesario revisar las
"hojas en sucio", ese otro material que se considera de segunda mano,
o que parece no significar náda a la hora de presentar la tarea. Es con
esas inadvertencias, esas omisiones, con los gazapos, las inexactitudes...
como se va aprendiendo el oficio, como se perfila la construcción de
una. obra. Por ende, volver atrás para revisar lo que se hizo, para ver
cómo se llevó a cabo y cuáles fueron los equivocas, se debe converqr en
una práctica habitual de todo maestro que pretenda ens¡¡ñar literatura.
En· esa reconstrucción del proceso, para valorar el error, la enseñanza
deja de perseguir verdades impolutás y pe~fectas para colocarse en lin
sitial más humilde: mediar en otro ser su aprendizaje, a partir del
auto1Teconocimiento de sus equivocaciones. Y si se está al lado del
aprendiz; no es para sancionar elen·or sino para convertir dicha falencia
en llna oportunidad para su propio desarrollo.
Tracemos otro surco en este ar~o textual: la enseñanza.de la litera-
tura demanda de nosotros, los maestros, un esfuerzo por traspasar el
"endiosamiento" de las obras literaiias. Tenemos que enseñar, antes
que nada, el oficio de escribir, esa tarea artesanal donde cuentán o inter-
vienen muchas cosas: nuestras vivencias, nuestra memoria; las marcas
de crianza o de ambiente; las obsesiones, las fantasias; nuestros fantas-
mas y lamina abisal de nuestros sueños 13 • H;ay una cantera sin explotar
en esto de enseñar a crear literatura, .Y no solamente de consumida.
Subrayémoslo: la escritura es un oficio artesanal -y no digo con·eno que
también no sea un goce- en el cual tenemos que ir adentrando a nues-
tros estudiantes. Por eso, la estrategia más idónea para enseñar literatu-
13 Una n1agnífica reserva bibliográfica sobre el oficio de escribir es la litu1ada ConfesWnes de escrito.
res, en la cual se recopilan los reportajes de Paris Review;a personalidades como Faulknex; Dec~ell,
Calvino, John Dos Passos, Cortá.zar, FuenleS, lvJilosz, Nerud8 1 Ionesco, entre otros. Esta serie ha sido
editada po~ El Ateneo, en Bu~nos Aíres, Y. ya lleva ocho volúmenes: tres dedjcados a narradores
n0Itea1nericanos o eurape~ y Uno centrado en narradores lalinoamericanos, y los cuatro restantes
distribuidos entre es<iriloras, poetas, csCritores de leatro y guionis1as. '
•
29
ra parece ser el taller. Un espacio que combina la imitación, la creación,
la inteligencia práctica, unas técnicas, un cuerpo ...
14 I\U picdrn de tOi.]Ue pnra varias de las calegoríus del taller e!'h por supúestO, la Poética de
Aristóte]eR, en Ja edición trilingüe de Valenlín García Yebre. 1 Gredos, Madrid, 1974.
is Si se desea mirar la genealogía de esle concepto pueden lcetse los capítulos IX y X del libro
llistoria de seis ideas de WladySlav.• Talarkiewicz, TuU1'Us, ?wladrid, 1990. Otro estudio valioso es el
hecho pol Pau1 ,RicOOur en su obra Tie1npo y narración, tres volútnenes, Siglo XXI, ~1éxico, 1998;
• particularmente rectin1iendo el ·capítulo dedicado a ' 11.a triple n1fmesis11 • De igual man~ra P.ueden
encontrarse ideas .sugerentes en olra de sus obras, la rn.etáfora: viva, Cristiandad, 1\-ladrid. 1980.
30
su puesto a otro modelaje: el del propio creador. Debemos revisar, des-
de esta perspectiva, las.prácticas de repetición en el aula. La repetición
como. una herramienta para inte!iorizar modelos, y no como un fin en sí
mismo. Por supuesto; para poder imitar se requiere que el maestro arte-
sano muestre cómo hace, cómo escribe, que se ponga en escena. Para
que el modelaje genere aprendizaje se requiere la presencia activa y
productiva del maestro.
Un segundo rasgo:· la poiesis. Creación, producción. No hay verda-
dero taller en donde no se produzca algo; el taller reclama para si al
artífice; es una práctica educativa focalizada más en el hacer que en el
simple hablar. La poiesis habla de las lógicas de creación, de las poéti~
cas que constituyen un .oficio16 • Estas poiesis mantienen un juego de
péndulo entre la tradición y la innovación, no son invenciones ex nihüo;
se parecen más a juegos de sfutaxis, de combinat01ia, a reelaboraciqnes
y reconfiguraciones. Digamos que .corresponden a los procesos de com-
posición: puntos de partida, procesos de elaboración, tipos de acaba-
do. Pienso ahora que para el maestro de literatura seda definitivo cono-·
cer los diruios, las cartas, las entrevistas... en donde los escritores de
mayor experiencia. cuentan cómo componen, cómo llevan a cabo sus
obras, cónio desarrollan su poiesis.
La tekhné, que podria considerarse como Ja tercera caraéterística
del taller, tiene que ver con un saber aplicado. La tekhné se refiere a las
reglas dél oficio, a los cuidados y alcances de las herr3.J.Ilientas, a un
conocimiento organizado en etapas y momentos, a las minucias. que
identifican al "conocedor" del oficio". La tekhné nos habla de todos
esos "detallitos" que constituyen un arte. Para el caso de la literatura, ya
se tiene un campo de conocimiento bien desarrollado: la narratologia
o, como las denominan otros, retóricás de la ficción'ª. Esa parece· ser
otra clave para Ja enseñanza: mirar de nue~o los antiguos textos de p1:e-
ceptiva literaria, que podríamos llamar hoy "repertorios" o caja de he-
• 1 - '
16 Para conocer más sobre esle concepto sugiero mirar el capítulo segundo,"La.tistucia .de Eros
(poética de la creación)" de la obra Po(esis de Diego Romel'o de Solís, Taurus, h-Jad1id, 1981.
11
Sin luga1· a dudas, un pequefio y buen eje1nplo de las técnicas e1npleadas por un 6.scritor es
Apostil~ a El Nonibre de la rosa de Uinberto Eco, Lumen, Barcelona, 1985. ·
1ª·Pclra aiupliar este punto, consúltcnse los lexlos Teorfu ~ /(l na.rrativa. Una i.JtJrodrtCCián a la
narrato/cgÚJ. de 1\-Heke Bal, Cátedra., hladricj, 1985¡ El texto narrativo deAnlonio Garrido Donúnguez,
Sfnlesis, bladcicl, 1993;.El arte de lafwci6n de David Lodge, Pen!1lsula, Barcelona, 1998. Una
sfnlesis 1nuy buena es la elaborada por 'tl-1atía Eugenia Contursi y Fabiola Fei'ro, La nai'ro~ión. u. .os
y teorlqs, Nonna, Bogotá, 2000.
•
31
namientas de te/¡}¡né. Invito a hojear o conseguir ese magnífico libro de
un jesuita,Jesús Maria Ruano: Lecciones de literatura preceptiva 19 , Pre-
ceptiva: "es el conjunto de reglas que, deducidas de la naturaleza mis-
ma de las obras literalias y del estudio de los mejores modelos, nos
encauzan y diligen para justipreciar y producir otras composiciones".
Los instrumentum. Todo taller cuenta con unas herramientas, con
unos útiles especialmente diseñados para cada oficio; desde los más
simples basta los más sofisticados. Las henamieilt.'lS deben estar al lado,
junto al aprendiz, en el mismo_ espacio. Los .útiles fmman parte del am-
biente del taller, y hay que hacer un largo aprestamiento para distinguir-
los, conocer su utilidad, su pertinencia, su eficacia20 • Para la enseñanza
de la literatura son he1Tarnientas clayes los. diccionarios; sobre tódo el
ideológico y el del uso del español, como también los diccionarios es-
pecializados21 . De. igual forma son útiles la música, el cine, la pintura.
Estos útiles pueden servir para desbastar, pulir, empotrar, alisar, afinar
una escena, un persomtje, una acción, un ambiente. Cuánto aprendería
de desclipción un estudiante si tuviera al alcance de su mano las Il\agni'. ·
ficas obras de un Rembrandt o un Verrneer; cada cuadro ya es una
síntesis de composición. La pintura es una henamienta para aprender a
componer ambientes, a detallar atmósferas. Y cuánto retomaría del cine
un novato escritor para aprender a manejax secuencias, planos, puntos
de vista para contar una historia. Y cuánto más de la música, para ir
afinando el oído, la escucha necesaria para descubrir que en sus letras
hay tonos, litrnos, cadencias; que la buená esclitura no es sólo parida
vista sino también para el oído .
. Hablemos ahora de una quinta característica del taller: metis. La in-
teligencia que permea el taller es una inteligencia práctica; un conoci-
miento útil. No es la especulación etérea; es un conocimiento al servicio
19
Public!ldo por Voluntad, Bogo1é., 1%2.
20
Si el leclordesea conor.er c6mo se gestaron y desarroUaron los útiles o herramienta~ recomiendo
el excelente libro de André Leroi-Gourhan, El hombre y la uiateria (evolución y técnica I), Tsurus.
Madrid, 1988.
2l Me esl.oy refiriendo. entre otros,.a diccionarios como: Dit;cionari-0 de uso del español, dos volúme-
nes. de t\-lar!a l\1oliner, Gredos, :frladrid, 1990; Diccionario ideol6giro de la lengua espaiiola, Vox,
Bihliogrof, Barcelona, 1995; Diccionario de retérica r poética de J-le!ena Bcristáin, Ponúa, l\·féxico,
2003;DiccWnariode Yet.1rica, crltíca y termi.110/ogta literaria de Angelo l\farchese y Joaquín Fon'3dillas,
A.riel, Balcelona, 1986¡ Diccionario deténnilws literarios de Dpmelrio Estéhanez Calderón, Alianza,
• fi.ladrid, 1996; DicciotUJJÚ> de. teatro. Dranialurgia, estélica, semiologta de Patrice Pavis, Pa1d6s,
Barcelona, 1998.
32
de una obra, un conocer que albe.rga astucias, atajos, bucos22 • Un saber
que retoma y potencia la experiencia. O para decirlo con Garlo Ginzburg,
es el conocimiento propio de los artesanos, de los pescadores, de los
cazadores.. ., en donde "intervienen elementos imponderables como el
olfato,·el golpe de vista, y la intuición"23 • La inteligencia que se desplie-
ga en el ,taller no es metaflsica sino pragmática, Precisamente por esto,
el tipo de· conocimiento que el maestro necesita en el taller no es tanto
de espíritu galileano, ·sino conjetural, de indicios. Digamos que nues-
tros educadores necesitan ir abriéndose cada vez más a un tipo de cono-
cimie.nto abductivo: hipotético, aproximativo, sintomático, adivinato-
rio24. Una inteligencia destilada de la expeliencia c0ncreta eh la que
tiene especial valor lo individual.
El ritu.s: sexto elemento del taller. Esta parece ser una de las caracte-
risticas más ricas y más definitivas para lograr que el taller alcance .sus
objetivos a cabalidad. El ritus. está relacionado con la disposición y
habilitación de un espacio, con la creación de un ambiente, con una
proxémica ajustada a las necesidi:tdes de la obra didáctica que se pien-
sa realizar. Tenemos que progra~ar el taller como se prepara un Iitual.
Hay que planear qué objetos vamos a utilizar, eh qué tiempos, cuál es la
puesta en escena y cómo intervendrán los actores25 • Creo que es rriuy
dificil improvisar un excelente taller de literatura; o, si se hace, termina
en el recurrente activismo de clase en donde todo vale y Jo que importa
es llenar el tiempo hablando de cualquier cosa. En otro sentido, el ritns
apunta a que en el taller se trabaja con otros; es una obra conjunta. Ye!
qué está al lado, mi par, se puede convertir en mi zona de desarrollo
próximo, en mi ayuda, en mi tutor momentáneo. En el ritu.s todos parti-
cipamos, somos hermanos de un mismo propósito. Hermandad de ofi-
cio, de cofradia. Finalmente, el ritus nos pennite entender otro aspecto
de esta didáctica del taller: el ritual sirve para crear y asentar hábitos,
22
Un con1plelo esludio sobre csle concepto es el libro de J\1arcel Detienile y Jean-Pierre Venu1nt 1
Las arlimañM de la inteligencia. la metis en út Grecia antigu.a, Tauros, ~!adrid, 1988.
:i!:l Léase •'Indicios. Raíces de un paradi{;ma de inferencias jndioialesº en 1llüos1 e1nblemas 1 in.di~
efes. ,1Jorfologfa e historia., Gedisa, Barcelona 1 1989. ' '
24
Sobre la ahducci6n )' sus tipolcígfos es i1nµrescindible ten~r el libro edi1ado por Urnberto ~coy
Thomas Seheok, El signo de los treJ. D11.pin, Colmes, Peirce, Lumén, Barcelona, 1989.
25
Para conocer mejor las vinculaciones de ln kinésica, la proxé~ica y la paralingUfslica a cualquier
proce..o:;o de interacción, téngase en cueula la obra de Femando Poyatos, La co:rmuiicaci6n. no verbal,
tres volúmenes, Istino, ~·iadrid, 1994.
•
33
para aITaigar mtinas, para aclimatar métodos, para ir propiciando la fa-
miliaridad y la confianza en el oficio. El hábito, en esto de enseñar lite-
ratura, sí hace al monje.
Nos queda por señalar una última categoría, corpus: el cuerpo. Cuan-
do se hace un.taller, las acciones, los ademanes, el estilo del maestro
tienen un valor imponderable. E.sel gesto el que enseña. En la didáctica
del taller se cumple la afi!Tnación de Leroi-Gourhan: "el gesto precede a
la palabra". Cada actitud dete1mina una cosa u otra, cada mueca es una
señal o aviso para el aprendiz. En el taller, que es en si mismo una
praxis, las contorsiones, los movimientos, la.kinésica del maestro, son
parte esencial de la enseñanza. No es un decorado o accesorio. El gesto,
el cuerpo del maestro, es lo "isible del arte, la encamación de un saber.
Baste recordar los ejemplos de la danza o la música, del pintor o el
escultor. El corpus, tanto del maestro corno del aprendiz, se revela en el
taller. Aqui vale la pena de una vez comentar que en esos ademanes, en
esa mímica hecha de cabeceos, monerías, remilgos, gesticulaciones, es
donde el maestro cifra su pasión. Allí es donde puede apreciarse ~ómo
es que lo afecta el rute que enseña. Borges decía que él no enseñaba
llteratura, que lo que había tratado de enseñar era el amor por una obra,
una linea, un verso; yo agregarla que lo que uno puede enseñar es un
cuerpo agitado, excitado por una pasión. Frente al rostro hierático del
conferencista o del catedrático, en el taller abm1dan los visajes, las fintas,
las contorsiones. Seamos lapidrufos: en el taller, enseñamos y aprende-
mos con todo el cuerpo26 • ·
6
l!. Véase el lexlo Comruib:ación no verbal y educaci6n. El cuerpo y la escuela de José Patejot Paid6s,
Uarcélona, 1995.
7
l!. Los lnaesttos interesados en ahondar sobre el taUer y sus didácticas pueden consult8r: Toller
literario.1Weledologta, din/un.ica grupal, ha.ses teóricas de Nicolás Bralosevich y su equipo, Etlic:cial,
• Buenos Aires, 1992¡ El taller de lengua y literatura. Cien ptopueslas expelimenta les d~ Pedro
Guen~ro Ruiz y Amm1d~ L6pcz \'alero, BrUño, 1'Iadrid, 1998.
34
El alumno no debe salir del aula como entró
Voy a plantear otro equívoco o una comente que ahora está haciendo
estr¡tgus en Ja enseñanza de la literatura. Se trata de una mala lectura o
comprensión del ·conslructivismo. "El niño ya !rae un compendio de
conocimientos'', se dice, y al maesb·o sólo le corresponde motivar o
animar la dase; el maestro ya no debe enseñar, sino facilitar el aprendi-
zaje. "El niño debe elegir sus textos, k>s que más le gusten'', también se
afinna; y al maeslro sólo le compete hacer actividades para que el estu-
diante se sienta contento y a gusto. Como quien dice, educar se nos
convirtió en una especie de recreación alrededor de los lugares comu-
nes que nuestros 'estudiantes traen al aula. Analicemos esta situación y
moslremos porqué no estamos de acuerdo. .
De entrada, afumemos que no todo lo que el niño !rae a la escuela es
válido.·¡ Cuánto de lo que el maesb·o recoge es pura sociedad de consu-
mo! Nunca antes, como ahora, el maeslro debe recordar la. didáctica
socrática, la mayéutica, para indagar, sopesar, confrontar y poner bajo
sospecha todo ese "saber" que el niño !rae a la escuela. Hoy, más que
nunca, al educador le con-esponde atreverse a disentir, a mostrar airas
cosas, airas perspectivas, que no necesariamente están a la orden del día;
aunque tales propuestas. no tengan el rating máS alto o sean del gusto de
todos s.us estudiantes. Voy a decirlo más tajante: la lógica que soporta al
a
maesb·o no es la misma lógica que sostiene un ídolo. musical28 •
Por supuesto, tenemos que propiciar un. aula en donde sea posible
· respetar las diferencias, pero sin jugal' al todo vale, al todo es con·ecto.
Esta actitud de mero animado~, de simple espectador que da la palabra ·
y se mantiene profilácticamente lejano al proceso de aprendizaje del
alumno, es políticamente bastante sospechosa y socialmente reprocha-
ble. Por parecer más democráticos estamos convirtiendo el educar en
cualquier cosa, en una mezcla enb·e "slwwer de aula" y anarquía de la
participación.
Otro tanto pochiamos decir de la elección de los textos y las lecturas
por parte de los alumnos. Según esto, parece que no vamos a salir de
leer Escalofríos o el libro que esté de moda. Como tampoco vamos a
211 He halado con más profurídicla<l estos aspectos en mi libro Oficio de ~!aestro, parliculfinnente en
los.textos "~1aeslro~ trahajode partero", "La idcnlidnd del 1naes1rd', •1 GSeré yo una esla~1pille1?",
uf.a larca <lel maestro: desarrollar lo virtual del se1· humano"1 J.avegraf, Bogotá, 2002.
•
35
volver a leer la Odisea o El Quijote porque no gustan a nuestros alum-
nos, por largos o anacrónicos. Hay que leer, así nos lo piden los estu-
diantes, resúmenes o apartados ojalá bien sencillos... No sé si nos he-
mos dado cuenta del riesgo que lrae esta práctica de cancelar o excluir
algunos textos !iterarlos porque no con-esponden al ·gusto del estudian-
te. Creo que no estamos atinando en la solución del problema. Reco-
nozcámoslo: lo que está f<tllando es la didáctica del maestro para con-
vertir esas obras, aparentemente extemporáneas, en escenarios posibles
para entender aspectos diversos de la condicióh humana; esos temas
que van más allá de una época o una geografía determinada. Repito:
debido a la ausencia de una didáctica apropiada estamos sacrificando
la esencia misma de la enseñanza de fa literatura. Tampoco se trata de
imponer todas las lecturas. Yo diria que se requiere fomentar el lrueque
tqnto de significados como de obras. Llevar a cabo una especie de tran-
sacción simbólica, de negociación de imaginarios, en donde ni el alumno
ni el maestro dejen por fuera sus gustos, pero en la que no se pierda la
enseñqnza. El maeslro no p\l~de ocultar o silenciar su "debee'; a él le
· corresponde aportar otros sentidos, otras miradas, no necesariamente .
previstas por sus alumnos29 • Esto no sólo es necesario sino que se impo-
ne como un compromiso ético. Si el alumno sale de la clase con lo
mismo que enlró, algún tipo de omisión o de mentira está promovien,
do el maeslro.
Soy de los que creen que la !·elación maestro-alumno se fundamen-
ta, aunque no es l\l única razón, en que una de las partes tiene algo que
aportarle al otro. Y, enrre otras cosas, por eso se paga. El proceso de
educar no es igual al de una charla entre amigos o un encuenlro infor-
mal en donde no importa mucho si el otro sabe o dispone de mayores
habilidades que nosotros. En cambio, cuando intentamos fonnar, cuan-
do nos imponemos la tarea de enseñar, e'stamos convencidos -y tam-
bién las instituciones educativas asilo deben acreditar- de que tenemos
algo para enseiiar, para mostrar. Esta convicción no solo involucra la
calidad de los contenidos, sino la preparación de los maestros, sus pro- .
ducciones, su experiencia. Es muy probable que la actitud conb·aria,
esa de que un educador nada puede enseñar porque ya los estudiantes
vienen hechos, corresponda a personas que no pueden llamarse en pro-
piedad maéstros. ·
•
~6 Z'> Léase r::or qué leer los clásicos de !to.lo Calvino, Tusquets, B~rcelona, 1993.
Me niego, por lo tanto, a ser sólo un animador de aula. Q}liero lle-
y
var a mi clase de literatura obras autores que no abundan al lado de
las prqmociones y demás estrategias de mercadeo. Mejor aún, es por-
que no veo proliferar las palabras precisas, hermosas y profundas, las
bien escritas, que me dedico a cultivar la poesía en mis alumnos. Y
porque veo la pobreza lexical de los adolescentes es que los incito a leer
buena prosa, excelentes cuentos y novelas ... Son sus falencias las que
me retan a darles otros manjares, diferentes a la "comida rápida" que
prolifera por todas parles30 • · .
30
En la perspecliva de conocer y pon el' en práctica estralegias de lecl.ura, recomiendo: Recrear la
lectrira. Actividades para perder el miedo a la. lectura de Rafael RuP.da, Narcea, ~fadrid, 1994;
C61no¡Omentar lo:S hábitos de lectu.ra de Eveline Charmeux, Cea.e, Barcc1ona 1 1992; Eslralegias de
lectura de Isabel Solé, Grao, Barcelona, 1996. · ·
•
37
de escritura, o el cuaderno o la libreta de apuntes. El diario es
insubstituible para evidenciar las huellas o las improntas que van dejan-
do las obras leídas, Iás cosas vistas, los mundos imagil}ados; el diario
es el laboratorio personal de cada alumno. De otro lado, d dialio posi-
bilita en el alumno ir desarrollando el hábito por escribir, una relación
temporal no marcada por la ca8ualidad de la tarea escolar, sino por el
deseo de descubrir una pasión personal, un proyecto de vida. El diario
de escritura permite, además, poner en contacto al alumno con la idea
de la obra, de ese algo que se va haciendo poco a poco, día a día...31
Mencioné también la coevaluación. Esa que haéen los pares, el com-
pañero, el colega. Deseo ampliar este otro recill"so para evaluar la litera-
tura, o plantear de una vez algunas estrategias. Inicio con una didáctica
que me encanta: la de la galería. Se trata de exponer -con toda la serie-
dad y estética que esto conlleva- las obras de los estudiantes. No me
refiero sólo a colgarlas, sino a generar una prácti.ca educativa en la cual
cada autor hable de su obra a la par que, tanto el maestro como sus
otros compañeros, escuchen, hagan preguntas, interactúen con el .artífi-
ce. La galerla, para que sea eficaz, debe pasar por eso~ tres moméntos
de montaje, exposición individual y socialización en grupo. Hasta se
podrla pensar en un momento en que los participantes, después de Ja
experiencia, escriban un comentario sobre algunas de las obras expues-
. tas. Este último aspecto es clave en la evaluación de la literattu-a: no se
hacen las tareas sólo para la mirada del profesor; la escritura es una
práctica social en.donde también cuentan otros públicos, otras lecttu-ru;.
Paralela a esta didáctica, considero oportuno señalar otra más: la de las
publicaciones, la de imp1imir -así s~a de manera artesanal o cas~ra- los
textos producidos por los estudiantes. No sobra reiterarlo: se .acaba de
escribir cuando se publica. Lo privado debe ir a lo público para, desde
allí, volver.ª lo particular como lecrura. Así, se .cierra el ciclo de la litera-
tura... Publicar los escritos, las obras, a la par que propicia el fortaleci-
miento de la autoestima y el orgullo personal de los alumnos; pennite
evalua1· el trabajo en equipo, la obra colectiva. Y; muchas veces, ciertas
habilidades o competencias ocultas de algunos novatos escritores, sa-
len a la luz cuando se sienten animados por la fuerza grupal de sus
mismos compañeros. En este caso, el rol del maestro cambia al de edi-
• :u Consúltese, <lenlro de la serie "El ta1lcr <lel escritor''. ei libro C6mo :~e eJcribe el dia:rio íntinw,
selección <le Alan Pauls. El Ateneo1 Buenos Aires, 1996.
38
tor, y los criterios de evaluación escolar son reemplazados por los del
mundo editorial: diseño, color, tamaño, tipo de letra, cantidad de pági-
nas, distribución ... público lector32 •
Nos quedaria comentar algo sobre la heteroevaluación. Pero como
yalo he dicho en·otra parte de este esc1ito, si el maestro quiere evaluar,
tiene que ·haber hecho 'primero la tar·ea. Debe haberse mostrado p1ime-
ro, dar fe' de sú oficio. Es en su hacer, más que en su decir, como el
maestro se convierte en un .indicador par·a sus alumnos. Entonces, la
autoridad del maestro no proviene del cargo o de la edad, sino de ese
poder enseñar, en el-sentido de levantar un estandarte o insignia, para
que otros lo sigan o les sirva de punto de· referencia. La heteroevaluación
que sé desprende de los modelos evita que el alumno ande adivinando
lo que quiere o pasa por la mente del maestro. Como. quien dice, el
modelaje es la mejor explicitación del logro. La forma palpable de. un .
deseo ó la concreción visible de un objetivo de aprendizaje .
No sólo fue Borges el que nos repitió una y otra vez en sus entrevistas
que lo que uno podía enseñar, verdaderamente, no era la literatura, sino
el amor por una obra, por una línea memorable, por un verso ... O para
decirlo con más firmeza, que lo enseñable es una pasión.
Entonces, cuando el educador pone a circular esa fuerza, esa pulsión,
esa constelación de obsesiones alrededor de una obra; cuando sus estu-
diantes lo ven, como dicen ahora los jóvenes, «tan aficionado», «tan
afiebrado», en ese preciso momento, se crea un clima o un ámbito pro-
picio para que sea posible la enseñanza. Por supuesto, cµando hablo de
enseñar-, estoy pensando en esa he1mosa relación del concepto con el
mostrar, con la enseña, con el estandarte; con ese amplio espectro gestual
de poner algo al frente. Hay que repetirlo: la pasión rebasa la informa-
ª2 Aunque sea apenas para provocar n} lector, cuando se enfrente a la enseñanza de la escritura,
sugiero,la obra de biari'a Teresa Serafini 1 C6m.o redact.ar uu rema. Didáctica de la escritura, Paid6s,
Barcelona, 1989, y Cómo se escrihe, Paidós, Ban::elona, 1994. O varias de las. obras de Daniel
Cassany; la cocina de la escritura, Ariag:rama 1 Barcelona, 1995; Describir el escribir. C61no se
aprende a escrihir. Paid6s1 Barcelona, 1989; Construir la escrittira, Paid6s, Barcelona, 1999. Otro
aporte bibliográfico valioso es el lexlo de José ú.iis Canales Lineas de voz. Prácticas de escritura
creativa para j6venes, Akal, ~fadrid, 2002. ·
•
39
ción; a la pasión sólo se la puede ·ver encamada, manifiesta en un cuer-
po capaz de generar en otros el contagio, el deseo, el entusiasmo, la
vehemencia.
Pero para que un maestro logre mostrarse como un apasionado tie- ·
ne que ir más allá de saber la asignatura, desbordar el curr!culo y los
libros de texto, atravesar las fronteras de la escolatidad. Tiene que ac-
tualizai·se, leer obras de hoy; ¿cómo se va a privai· un maestro de litera-
tura de conocer, valga este ejemplo por sólo decir un nombre, la obra
de Antorúo Tabucchi ... ? ¿Q.ué tal ese cuento excepcional; Los volátiles
del Beato Angélico ?33 . Es que el maestro de literatura tiene que volverse
un visitante asiduo de librerías, y tiene que constnúr su biblioteca perilo-
nal tanto más variada cuanto más exquisita. Y tiene que profundizar en
los autores, en las obras, tiene que ser un gran relector, un rumiante
mayúsculo que pueda abrir la obra a miradas inéditas, a interpretacio-
nes de una vigorosa y potente red intertextuaF'.
Sobra decir que pai·a poner una pasión afuera, para mostrarse como
un cuerpo aguijoneado por la literatura, se necesita otro aditatnento:
cierto valor, cierta fuerza de carácter capaz de arrastrar a otros, de poner
a nuestros estudiantes al borde, a la orilla de la experiencia. estética. Y ·
cuando eso sucede, la literatura ya no será una asignatura sino una me-
diación de la palabra escrita para ponemos en relación con los proble- ·
mas ésenciales de la condición humana, con esos territorios del hom- ·
bre que siguen siendo inmensamente ignotos, impredecibles, maravi-
llosos. O para decirlo de otra manera, cuando un. estudiante logra po-
.nerse en contacto con la experiencia de la literatura, lo que ha descu-
bierto es olro camino,. un espejo de palabras, para encontrarse consigo
mismo.
33
Antonio Tabuccbi 1 J.os volátiles del Beato Angélica, Anitgrama, Barcelona, ] 997.
H Con el ánilno de incitar a la reflexión e invitar a los 1naeslros e conlinuar pensando sobre )a
li~eratura y sus fonnas de enseñada, coloco sobre la 1nesa estos olros banquetes de lectura: Punto
y apO.rt.e. e,nsa.yos sQbre litera.tura y sociedad de !talo Calvino, Tusquets, Barcelona, 1995; Snbre
literatrtra, de Umbérto Eco, Océano, Barcelona, 2002; Viaje al ce.ritro de la fáb?1Ía 1 de Augusti:J
.hlonten·oso, I\'luchnik, Barcelona, 1Q'90; Con11ersaciones con Antonio 1b.bucchi 1 de Carlos Gumpcrt,
Anagunna, Barcelona, 1995¡ Siete ·noches, de Jorge Luis Bo1-gés, Fondo <le Cultura Ei::on6núca,
, f\-Jéxico, 1981¡ Conversaciones conAnténio Loba Antunes, de A'latía Luisa BJanco, Shuela, Madrid,
• 2001; y dos obras de Javier Ala.rías: Vida.s escritas, Siruela, Madtid, 1992, y LUeraturayfimtasma,
Si>uela, Madrid, 1994.
40
Hasta acá estas diez cartas de una baraja argumental en torno a la ense-
ñanza de la literatura. Es mi deseo que dichas consideraciones motiven
a otros maestros para continuar desbrozando este terreno. Por ahora,
sea este ensayo mi manera particular de contribuir a la consolidación
de una didáctica de la literatura que tanto necesitamos en esta época, en
donde tqdo parece regirse por la improvisación en el aula, el entreguismo
al gusto masivo, l.a irresponsabilidad política con un proyecto de país, y
el abandono de ciertas apuestas de sentido como la defensa de la digni-
dad humana y el apetito de trascendencia.
•
41.
-.
"Alicia.en el País de las Didácticas"
Indecisiones y dilemas del profesor de literatura .
1
Una ínteresanfe reflexión sobre el concepto de modelo puede leerse en el capítulo ":f\1odelos y '
arquetipos" del libro tllodel-0s y metáforas de f\fax Black, Editorial 'IEicuos, ~fadrid, 1966, págs.
216-238. La idea de modelo aplicable Rl diseño loina el nombre de retfuula; para profundizar en
este aspeclo basten mencionar dos ob1-as: Cómo diseñar ret.ú:tdas de A1an Swann, Editorial Gustavo
Gili, Barcelona, 1999¡ Diseñar con y sitt retícula de 'i'imothy Samara, Editorial Gustavo Gili,
Barcelona, 2004. Para el caso de los procesos de 1nimesis recomiendo el amplio estudio de Javier
• Comá Lanzón, Imitación y experienc..{a, Editorial .Pre~lextos, Valencia. 2003, especiahnente ·1a
tercera parle dedicada a Una '1Fundarpentación de_ una teol'Ía general de la itni1aci611".
44
algunas de las obras propuestas por el maestro; otras veces, porque el
repertodo de didácticas con que cuenta el maestrn es muy limitado (y.
advirtamos de una vez que esto se debe en gran parte a que en su proceso
de formación el maestro no ha recibido o visto didácticas especificas sO:
bre determinados' géneros o campos !iterados). Sea como fuere, nos he-
mos contentado con hablar muy someramente de algunas de esas obras
"importantes para Ja humanidad" pero no hemos logrado mirar a fondo
las razones o las calidades que las acreditan para perdurar en el tiempo.
Pienso que seguir un canon es importante para un maestro de' literatura
pero mucho más para sus estudiantes. El canon (y aquí me apoyo en los
cdtedos que la propia cdtica literaria le puede dar al maestro para decan-
tar y1selecciortar esas obras objeto 'éle su enseñanza) direcciona el apren-
der y evita gastar una cantidad de tiempo en. producciones la mayoda de
las vec.es livianrui o con poco trasfondo. Recordemos que no siempre lo
· que el momento o la moda parece señalar· como significativo es lo que
termina por perdurar o sedimentarse en el imaginado de los pueblos.
Además, el canon pemúte que el estudiante conozca de pdmera mano
ciertos hitos, ciertos referentes de la invención humana, que no sólo son
"mojones" de la literatura sino de toda la cultura2 •
Inquietudes para nosotros, los maestros: ¿Hemos reflexionado en
sedo sobre la relación entre canon !iterado y desarrollo humano? ¿Con-
sultamos o estudiamos los aportes de la critica literaria sobre la valora-
ción de las obras que utilizamos en clase? ¿Tenemos o conocernos
didácticas específicas, bien sea para enseñar el cuento, la novela, el poe-.
ma, el drama? ¿Tiene la institución donde trabaj¡unos o son explícitas
en nuestros programas las obras que deberla "apropiar" un estudiante a
lo largo de todo el proceso educativo? ·
2
Des<le luego, sobre este te1na es clave lee1· el texto de Harold Bloom, El canon· occúlernal,
Anagrama 1 Barcelona, 1995. .
•
45
privilegió en grado sumo, pasamos --como reacción- a la banalización de
la misma; al descuido o Ja poca valoración de tal cualidad de nuestra
inteligencia. Supusimos apresurada o e1rndamente que ya no era útil ejer-
citar la memoria en clase, o que ya no era importante saberse el nombre
de una obra, de Una escuela, de w10s personajes o de ciertas fechas. Ar-
gumentamos que tal actividad era tm ejercicio mecánico que no dejaba
espacio para la crítica y la comprensión. Sin embargo, bien analizadas las
cosas, la memoria es la base de cualquier aprendizaje. La memoria es
condición de posibilidad para la crítica y la creación. LO que pasa es que
al mirar uno de los usos de la memoria, ese de la repetición, pasamos al.
otro extremo y consideramos que todamemoiización era digna derecha-
zo. He estudiado con algún detenimiento este aspecto y me reafü:mo en
que si el maestro no logra ejercitar la memoria de sus estudiantes, y no
hablo sólo de llevar a la repetición, muy seguramen~ no se afianzarán o
solidificarán conocimientos sin los cuales es imposible acceder a otros; o
terminarán los estudios siendo una práctica condenada a la inmediatez y .
al olvido. Es que la memoriz.-ición mueve toda nuestra red cognitiva, nos
obliga a estructurar y reestructurar nuestro pensamiento. Y sin ir mÚy
lejos, díganme qué sería de nuestro mismo oficio docente sin algún saber
declarativo que pudiéramos llevar a la clase. Sobra advertir que la ense- .
ñanza de la literatura no termina solamente en ejercicios de memoriza-
ción, pero sin éstos muy seguramente lo que se dé después será.tan ende-
ble y gelatinoso que bien pudierá confundirse con otra disciplina o con
cualquier saber difuso3 •
Inquietudes para nosotros, los maestros: ¿Qµé aspectos o puntos
son los que nos proponemós que el estudiante verdaderamente apren-
da? ¿Confiam:os nuestra enseñanza sólo 'a1 ojo, con el pretexto de que
eso está en los libros? ¿Enseñamos o conocemos en verdad las
ª De la abundante bibliograffa sobre este aspecto, ndetnás del ya clásico texto de Frances: A. Yates,
El arte de la menwria. Tauros Ediciones, i\>Iad.rid, 1966, 1nenciono apenas )os siguienLes libros:
Paul Ricoeu1; La memoria, la historia, el olvido, Fondo de Cuhurn Econ6rnica 1 Buenos Airt>s, 2004¡
Douwe Draaisma, Las niet-áforas de la menioria. Una historia de la mente, A1ianza 1 1\oladrid 1 1998;
Paul Ricocur, Julia Kristeva y' otros, lPor qui recordar?, Foro internacional 1\olem,oiia e hisloria,
UNESCO 25 de mar¿o de 1998, La Sorl>onnc, 26 de mat"ZO J.e 1998, Granica, B8rcelona, 2002;
Atnalio Blanco, José ?tJiguel 1'C1nánd& llols y otr()s, Claves de la l1tc1noria, Trotla, \'alladolid, l 997;
Joe1 Candau, Antropol.og{a de la memoria, Nueva ''isi6n, Buenos Aires, 2002; Ala in Lieury1 Memoria
y éxito escolar, Fondo de Cultura Económica, J\1éxico, 2-002. 1ámhién puede ser útil consultar In
• Revista Anhropos, Nº 189-190, dedicada a "Psicolog'a cognitiva de Ja n1e1nóriai 1, .Anthropos,
Barcelona-. 2000.
46
implicaciones que tiene la memoria para el aprendizaje? ¿Enseñamos a
aprender, o ·suponemos que ese es un proceso natural o espontáneo de
nuestros estudiantes? ¿Hemos pensado en las consecuencias o los usos
politicos de la memoria o del olvido?
-
4
, · Una. de las referencias obligados sobre este asunto es el capftulo ''El problema de los géneros·
literarios" de 1\-lijaíl Bajtin. conlenido en su libro Estética. de la creación verbal, Siglo XXI, i\"Iéxico,
•
47
Inquietudes para nosotros, los maestros: ¿Tienen los géneros en nues-
tra práctica de enseñanza algún papel sobresaliente? ¿Hemos meditado
en cómo los géneros, en cuanto fo1mas, condensan tradiciones, postu-
ras sobre el tiempo, la subjetividad y un:i manera de ver la sociedad?
¿Tenemos didácticas particulares para cada género? ¿Nos son cercanas
· las propuesl:il,s de autores como Aiistóteles, Staiger o Hegel en cuanto a
ese campo de estudio llamado "poética"? ¿Hemos prestado la suficie,n-
te atención al vinculo entre poéticas y didácticas?
1999, págs. 248~293. De igual manera, puede ser de mucha ulilidad la compilaci6n de i\figuei A.
Garrido Gitllardo,.Teor!a de los géneros lil.efarios •. Areo libros, ~laddd, 1988, en donde lia}' textos de
Tzvelan Todorov, 'Gérard Genetle y Wolfgang Raible. eni re oIros, y una abundanle hibfiografía, VaJga
la pena lambién Jllencionar el texto de Anlonio Garcfu Ren"Ío y Ja\'ier Huerla Calvo, Los géneros
literarios: si.stenui e historia, Cátedra1 i'iiadrid, 1995. Para lener u'na visión amplia de }os géneros,
pueden revisat'Se tres obxas clásica~: Puética de Arist61eles (versión de Valcnlín (;aroía Yehra),
• Credos, Maddd, 1974; Co11cept0sfa,,damenrales de poética de EmílSlaiger, Rialp, Madrid, 1996;
Estética (volu1ne118: La poesfa} de Georg W. F. Hegel, Siglo veinte1 Buenos Aires, 1985.
48
experiencia estética. Por ende, las didácticas que pueden colaboramos
0 semos útiles para una clase de lengua no son siempre las más afortu-
. nadas cuando las llevamos al campo del arte. Por supuesto, puede ha-
.ber filiaciones, cruces, intercambios, pero no es muy rentable para la
edµcación subsumir la literatura a se1vir sólo de ejemplo o ilustración
de una categoria gramatical. Y aunque suene un poco aniesgado decir-
lo, hasta deberíamos pe1mitir en nuestros centros educativos que la asis-.
tencia a tales clases de literatura fueran opcionales, que consmuyeran
uno de los espacios electivos de nuestros estudiantes. Al menos en los
cursos superiores, cuando ya hayan tenido un suficiente tiempo para
apreciar ypoder optar sobre sus gustos5 •
Inquietudes para nosotros, los maestros: ¿Qµé lugar ocupa la lite-
ratura cuando la llevamos a clase: autónomo, dependiente? ¿Diferen-
ciamos en nuestra enseñanza, en nuestr·a didáctica, la enseñanza de la
literatÚra de la enseñanza del español? ¿Es claro para nuestros estu-
diantes cuándo estamos en clase de literatura y cµándo en clase de
español? ¿Sirve la literatura, quizá sin proponérnoslo, sólo como gan-
cho para los temas de lenguaje o para la motivación? ¿Tenemos clite-
rios, cuando elegimos los textos escolares, para saber la postura de
los autores frente a este punto? ¿Somo.s conscientes los maestros de lo
que implica enseñar un arte, o al menos de lo que significa movernos
con esa materia compleja de la emoción? ¿Yno será que por descono-
cer las dinámicas propias de lo artístico es que nos quedamos sólo en
·la emoción o el impacto, pero sin lograr llevar nuestros estudiantes a
la experiep.cia estética? ·
5 !\ole gustaría rcferir aquí algunos textos que. har;:en propuestas didáclic~s, muy concrelas, sobre la
literalura: Didácticas de la literatura en la escuela de Femando Vásquez _Rodríguez, Gloda 1\-la~len
Ronrlón y otros, OP Gráficas, Bogotá, 1999; Didáctica de la literatura. El cuento. la dra1nali.zacWn
·y la animaci6n á la lectura, éoórdinado por An1ando L6pez Valero y Eduardo Encabo, Oclae<1ro,
Barcelona, 2004¡ ÍJidáctü:a de la len.gtui y~ litera.tura para primaria, coordinado por Aritonio
h-lcndoza Fillo1a, Prenlice Hall, biadrid, 2003¡ la educaci6n lingüCsticay literaria e;f/a enseñ(UlZQ.
secundaria, coonlinado por Carlos Lonlas;HoJliori~ Barcelona, 1996; Didáctica de la lengua y la
literatura, co01·dinado por Joaquín Serrano y José Enrique ~1artfnei, OikOs-tau, Barcelona, 1997;
Conceptas clave en: didáctica de la. lengua y la literaJ.u.ra, coordiñado por Antonio T\'1endoz8 Fíllola,
llorsori, Barcelona, 1998; DidOCzica de la dramatización de Jorge Eines y AlfreclO f\olw1tovani,
Gedisa, Barcelona, 1997; p.,¿¿ica. de lapedagog(a teatral de ~larla Osipovna Knébel. Siglo XXI,
México; 1991; · 49
6. Enseñar la literatura para leer o no muchas obras
J1:1.veg1;:i.f, Bogotá, 200.1. Otro repertQrio de tnélodos es el lexlo de Osear Castro García y Consuelo
.
e
ro
Posada Giralda, Análisú literarios, Universidad de Antioquia, bledell!n ,1995; o el de Nicol!is ~
Bralosevich 1 Métodos de análUis literarios. Aplicados a textos fd.spánicos, Hachcne, Buenos' Aires,
1980. De igual modo, vafu la pena revisar la amplia obra Métodos de ~·uulio de la obra literario, •
, coordinada por José l'i'ICtría Dfcz Borque, 'Thurus, ~iadrid, 1985. 51
nión, se va desdibujando la obra, se nos. va quedando en mero pretex-
to, en distracción o placebo para cumplir ese tiempo de clase. Valga de
una vez decir que la enseñanza de la literatura no es lo mismo que un
taller de creatividad literaria. No es lo mismo sentar en la misma mesa
a personas que tienen como fin crear literatura que a un grupo de estu-
diantes que pretenden, al menos en parte, conocer y aprender algo del
saber literario. Y si bien es cierto que Ja clase de literatura puede moti-
var o despertar en algunos estudiantes el amor por escribir o producir·.
literatura, no es ese su fin primordial. Lo mismo vale para la lúdica: ella
.puede servir de estrategia para motivar la entrada a un contenido, tam-
bién puede servir para organizar y darle viveza a una jornada de clase,
pero en sí misma no es igual o puede remplazar cabalmente lo particu-
lar del saber literario. No podemos, en aras del esparcimiento, diluir lo
propio de la literatura. Hasta me atrevo a afirmar que esta predilección
por convertir la clase de literatura en momento para la creatividad es el
que ha llevado a pensar que el maestro ya no tiene. nada que enseñar,
que él es apenas un "facilitador" o un "animador" de clase. Y o creo que
tal postura no sólo empobrece y desbasta la profesión docente sino que,
además, pone al alumno en la situación de que ya no .tiene nada que
aprender, que su rol en clase cÚnsiste, básicamente, en hablar o com-
partir con otros sus opiniones sobre cualquier aspecto'.
Inquietudes para nosotros, los maestros: ¿Tenemos claros los al·can-
ces y los objetivos de ciertas lúdicas cuando las llévamos al salón de
clase? ¿Cuántas de las actividades que solicitamos están realmente vin-
culadas con. un proceso de aprendizaje y cuántas son apenas distrac-
ción? ¿Y cuando convertimos la clase de literatura, especialmente las
de básica primruia, en lugar para el dibujo y la pintura, hemos reflexio-
nado sobre si tal práctica lleva de por si a un efectivo aprendizaje litera-
7 Un ínlel'esante trabajo esclarecedor sobre las relaciones entre juego y litenitura, y Hteralurn y
creatividad es el libro de Alfonso Cárdenas Pá.ez, Ele1nenl.os para una pedagogfa de la literatura,
Universidad Pedag6gica Nacional, llogolá, 2004. Toda la obra contiene una serie de cslralegias
didácticas acompañadas de reflexiones que les dan soporte o las nutren analflicarnente. Aunque In
bibliografía sobre creatividad es abundante, señalo dos obl'as muy relacionadas con la literatura:
Gramáticas de.la creaci6n de George S1einer1 Siruela, i\1adñd, 2001 y Teoría de la inteligencia
creadora de José Antonio i\-fa_rina, Anagr~nna, Barcelona, 2000. Para el ca:;o de Jn lúdica enfocada
hacia la literatura sugiero Jos libros: Juegos de palabras. LudolingiUstica de José Luis Gárfer y
Concha Femández, Edimal, l\·ladrid, 2001, y la obra exccp~ional de h1Arius Serra, l'erbalia. Juegos
• de palabrás y esfuerzos del ingenio literarin, Pcnínsul8, RtHx::elona, 2001. Esta 6ltin1n Obra cnn!it:ne
una d~ las mejores bibliografías sobre ludolingi.il'stica.
52
~io? ¿Hemos mirado de cerca los prncesos que se siguen en un espacio
para la creación literaria de esos otros empleados para enseñar literatu-
ra? Y ·si mantuviéramos en alto la refundición de literatura y creativi-
. dad,' ¿cómo resolverlamos el momento o la etapa de la evaluación?
¿Son los conocimientos previos suficientes para conocer la literatura?
a Sobre el sentido del ser maesi.to y sus irnplicaciones para lafonnaci6n, ren1ilo al lector a 1ni libro
Oficie de Afaestro, Javegraf, Bogotá, 2002. En'cuanloa la importancia Ylos modos de evalunt; señalo
algunos textos ·que pueden ser útiles: la ,evaluaci6n de los aprendizajes en el debate didáctica
contemporÓ.nf!O, de Alicia R. Vl. de Camilloni, Susana Celmnn y otros, Paidós. BuenOsAires, 1998;
Criterios ¡}ara ruw evaluaci6nformativa de Cnrlos Rosales, Narcea 1 hladrid1 1998; A!a.nual de
ei:oluación educativa, 1\-taría Antonia Casanova, La ~lurolla, l\fadrid, 1999¡ Evaluación CO!l.$1.rucJ.ÚJi.sta,
compilado por GreZ j, Nej1neyer, Barcelona, 19%¡ Evaluaci6nsistemática. Cu(a teOrioo y práctica.,
• de Daniel L. Stuffcbcam y Anthony J. Shinkfield, -Pai<l6s 1 Bat'celona,.1989; EvaluacWn, é'ica y
poder, de Emesl R. House, h-fornla, ~1adrid, 1994.
54
obra literaria que puede ir quedando en el que aprende, o si logramos
enseñar (en el sentido más genuino del término) un todo autónomo, lo
suficiente conclusivo como para autonegularse y getar su propio mun-
do. Me pone alerta esta colcha de retazos en que hemos vuelto las clases
de literatura, y todo porque nos faltan iniciativas y propuestas didácticas
capaces de dar cuenta de esos mundos hechos de, palabras, de esos
.universos en donde cuenta desde el título hasta la última linea del últi-
mo capitulo. Porque tal es la suerte de la qbra dtl arte: en esa totalidad
autosuficiente es donde descansa la fuerza de sú significación. No creo
que con la literatura se cumpla el principio según el cual pedacito es un
representativo o suficiente para damos una idea de la obra plena, o para
evitarnos el encuentro con la figura íntegra. Por supuesto, el privilegiar
Ja obi;a completa nos coloca de lleno en el camino que se está ab1iendo
la microflcción o los micron-elatos como textos pequeños pero lo siJ:fi-
cientemente indivisos como para albergar las condiciones mínimas de
estructura y cue1po nan-ativo. Aunque no sobra advertir que no cual,
quier pequeño relato ya es de por sí un cuento; o que cualquier texto
reducido tiene la fortaleza y la maleabilidad para servir de dispositivo
en el aprendizaje de la madura y rica literatura9 • 1
Inquietudes para nosotros, los maestros: ¿Con qué criterios cortamos
o fragmentamos obras cuando las llevamos a clase? Cuando asumimos
los recortes de los libros de texto, ¿sabemos lo que dejan por fuera de los
textos literarios? ¿Cómo podemos .articular en clase una interpretación de
una novela, por ejemplo, cuando sólo echanios mano o ponemos a leer
un capitulo de la misma? ¿Tenemos a nuestra mano algunas distinciones
útiles que nos permitan distinguir en los micron-elatos cuándo un texto es
cuento, cuándo es apólogo, cuándo aforismo y cuándo mero juego retóri-
co de lenguaje? ¿Con qué didácticas contamos para enfrentar la lectura
global o total de obras literariás? ¿Hemos reflexionado sobre el tipo de
9
Considero significativos Jos trabajos que sobre este 6ltimo punto del microrielato ha venido
desarrollando el grupo liderado.por Henry Gonuílez ~lat1fnoz¡ véase su antología la 1ninificci6nen
r.nlombia, Universidad Pedagógica Nacional, Bogolá, 2002; también las antologías dela.1ninifi.ccién
en México y La minlficcÍ6n en Pana1ná 1 seleccionadas por Lauro Zavala y Enrique JaramiJlo Levi,
respectivarneute, y publicadas Lamhién por la Univernidad Pedagógica Nacional. En .esa misma
,perspectiva ~o sobra recordar el ya l.exlo clásico do Jorge Luis Borges y Adollo Bioy Casares,
Cuentos breves y extraordinarios, Losada, Buenos Aires, 1976¡ o la obra FiccWn $Úbita, en dnnde
Roberl Shapard y James Thmnas, seleccionan relatos ultracortos norteamericanos, Anngran1a,
Barcelona, 1983. Reco1niendo, finalmente, Los minicucnios de Ekuéreo, hecha por Guillerino
Bu.slamanle Zomudio ,Y Harold .Kremer, Deriva-1 Cali, 2003.
•
55
materiales.•que median la relación pedagógica? ¿Qtié lugar OC\1pa el libro
en nueslra clase frente al abliso indiscriminado de fotocopias?
• 10
Sin lugar a dudas un aUtor obligaclo alrededor del tema de los imaginari~s es Gilbe1~ Dur-~nd,
especialmente su libro Las estructuras antropolóéicas de lo im.O.gi.nario, Taun1s, 1'-ladrid, 1982.
56
Inquietudes para nosotros, los maestros: ¿Cuánta de nuestra parce-
lación en la enseñanza de la literatura está determinada por cortes he-
chos d~sde Otras disciplinas? ¿Hemos ahondado en el concepto de pa-
Jjrnpsesto y en su incidencia para mfrar las relaciones entre formas y
ternporafidad? ¿Nos es cercana la propuesta de lllla enseñanza articulada
desde la evolución y transfmmación de los motivos? ¿Hemos medita-
do y anafizado las maneras como se constrnyen o se consolidan los
imaginarlos? ¿Contamos con una reserva simbólica lo suficientemente
poderosa como para permitirnos leer en clave el desarrollo y evolución
de las obras artísticas? ¿Mostramos en nuestra clase los puentes, las .
·relaciones, los vasos comunicantes. que nutren y movilizan las Obras
literarias?
;
''
Ahora. bien, si se desea. profundizar, por ejemplo, en :los conceplos de ºimaginario literario",
"cuenca semántica" y 0 t6pica sociocultural'' puede leerse Oltü obra suya1 Mitos y ·socieáade:s.
lut.roducción a la 1netodo/.og(a, Biblos, Buenos Aires, 2003. Otro ele los autores claves que hnu
trasegado en perfilar una teoría y uiia compi-e11si6n de lo imaginario es Comelius Castoriadis;
pueden consultarse, especialmente, ºLas significaciones imaginarias sociales., en La institución
imaginaria de la suciedad (Vol. 2), Tusquels, Barcelona, 19891 págs. 283·334¡ al igual que
''Imaginario e lmaginaci6n en la encrucijada", en Figur(IJ de la pensabl.e, Cátedra, ~1adrid, 1999,
págs. 92· 112. De igual modo son ...-aliosos los aportes de Gcorgcs Duhy,.en particular la introduc-
ci6n a su obra Los tres órdenes o lo ima¡;in.ario del feudalismo, Taums 1 Madrid, 1992. Son n\uy
suger.entcs dos ensayos de José Lezama Lima: tlPreludio ~ las eras imaginarias" y 4'J..as etas
imaginalias", contenido en sus Obtas Completas ,(Tomo Il), Aguilar¡ Madrid, 1977, págs. 797-820
y 864-890. Agrego a los aulore's anteriQres, un pcqlleño y daro texto de Juan Camilo Escobar
titulado lo i11iagi11ario. Entre las ciencias .sociales y la historia-1 EAFIT, i\1edellfu, 200Q. Son
notables la1nbién dos obras de Elisaheth Fren.z.ef, Diccionario de argumentos de la /üt)ral.ura
universal y Diccionaric de moiivo.s de la literatura universal, mnbos publicados por Gtedos, ~Ia
drid, 1976y19801 respectivan1ente. Et texto de Mircea gliade al que hago ni:enci6n es el Tratado de
historia de las rcUglones, publicado pOr·Era, !\léxico, 1975. '.
•
57
Tendencias, tensiones y retos.
Una mirada global y local a la enseñanza de la literatura
2 Est~ tendencia, como lo ha expueslo Crislo Rafael Figueroa, se ~laciona directamente· con la
cuesti6Íi del canon, el cual u1nás que una mera catalogación o clasificaci6n de ]a histo1'Ía literaria, es
un modo de enfrentarse a la real,idad y de rehnccr la historia" ..Pero, 1'historiar los procesos li,terarios
no significa tanto des<:rihit una suce'.si6n de cenlros {autores, períodos, estilos, temas. fonnas, ele.),
sino inte"rprelar 'procesos sin centro' que se inttrceptarí. se expanden, o se disenúnan en redes
discursivas'1• Vé:usc ucultura y literatura: espacios audiovisuales¡. heterogeneidad y ·tesurgtn1íentos·
.semióticósu, en Literatura yeduc<M:Wn,Augusto Escobar fvlesa, edi1or, Confama1 Medellfn, 2004, PP·.
33:59. Para ampliar la discusión soh1e el canon, a.demás del ya clásico texto de Harold )Jloon1, El
c~n occidental, Anagrama, Barcelona, 1995i consúltese a Beahiz Pastor en su art(culo "P(llémicas
en tomo al canon: implicaciones filos6.ficas, pedag6gieas y politicas", en Casa de la Alnéricas, 171
{noviembre-dicien1bré,.1988): 78~87¡ Lamhién el artículo "EnlrC el canon y e} coxpus11 de \J;'aher
'
"' Mignolo en Nuevo texl.O crltitx1, Nº 14-15, 1994, pps. 23-47. De igU'al manera, el artículo de Aútonio
j García Berrlo '~Necesidad y jerRrqufa de la estélica: la polénúca americann sobre el canon literario'\
... en Revisia de Ocáderne, Nº 173 (octubre de 1995): Wl-115. Rita el caso colombiano, Sara de
l.\1ojica señala una posible agenda'de proble1nas que ayudarían a relC'.er el canon y a reconstruir la
'"ele: historia literaria nacional. Cons6ltesc particulanncnle el capítulo 11 Lo~ estudios culturales y las
UJ
disciplinas sociales frente a los desafíos de la cultura colombiana" en Coustelaciones r·redes. Litera~
.5 t1ua y crUica cultural en tiempos de ttubulencia, Ceja, Bogotá, 2002, pps. 8-24.
• 3
El valorpedag6gico <lé_esta segunda tendencia radica en afinar lainleligencia y ln sensibilidad
para vercíbiry valora.r las constrµcciones y estrategias lex1unles co1no "n1ediaciones estéticas11 • Sin
60
c) La tercera tendencia, amparada en la llamada "Estética de la recep-
ción" y quizá como una reacción al fo1malismo, enfoca sus intereses en el
lector. J;,o qúe más importa acá es la manera como se recepciona la obra
y cómo varía dicha recepción según el tipo de lector que la lea. Más que
centrarse en la estructura interna del texto lo que se pondera es el impac-
to, la emoción, el gusto o el placer que produce. Distingamos esta tercera
· tendencia con el nombre de privilegio del lector de literatura• .
6
Felipe Allíende y I\fa~el Condemarín, De la asigna.tiira de castellanf) al área de lenguaje, DoÍmen,
Chile, 2000,
1
Teresa Colomer; ºLa didáctica de la Hterolura~ temas 'y líneas de 'investigación e innovaci6n;'. en
La edu.cac,Wn lingiiútka y literaria en la muerwnza secundaria, coo.idiuador Catos Lomas, ICE/
Heetsori 1 Univ.ersidad de Barcelona, Barr.elona, 1996.
• 6
Carlos Lomas, ºLa educación Hngüística y literaria 11, en La educru:ióri lingüística r literaria eri "la
6~ enseiianza $ecundarit;. Op. cit.
Las licenciaturas en lengua castellana y literatura en Colombia
9
No hemos tenido en cuenta la .licenciatura enlileratura de la Universidad del Valle1 cuya Üc1¡lncialura
es solo. en Literatura y que por esta razón presenta. Un programa (muy inleresanle poi· lo demás),
atípico al común de las licenciaturas analiiadas. 63
de mejorar las competencias en fonética, fonología y morfosintaxis, y otros,_
los menos, explicitan la formación en lingüística y semiótica.
.j) Lo que se espera de los egresados. Son va+iados los desempeños que
se esperan del egresado. Además de ser un prnfesional idóneo en el
cainpo de su formación, de poseer un dominio en las diferentes compe-
tencias comunicativas, de tener una alta preparación disciplinai, ética y
política, y de poseer unas amplias competencias en lectura y escritÍlra,
10
. Es notoria ·en los programas l~ ausencia de líneas de investigación consolidadas o que respondan
en renlidad a los desarrollos propios de cada licenciatu!H. A veces se la l"eÍunde dentrv del espacio de
l.is próclicas· y. en otras, tennina siendo simplificada en asignaturas formales de melodologfa de la
investigación. Las care.Q_cias señaladas p'o1" ~fonlsetTat Ord6ñez en la investigación en litera tu~ (fo.Ita
de rccU1-sos básicos y bibliotecas cspecialh-.adas, dificultad de dii:;tingu.ir creador de invesligador o
estudioso Hlcmri.o. prelación de la docencia en la labor del maestro de li1eratura por encimo. de.l
ejercicio invesligativo . ..) pueden aplicarse a la oferta académica de las licencíatnras analizadas~ uno
preparamos asislentes, ni siquiera personas que piense~ y escriban ~on-ectantente". Véase 11 lnves~
• tiga.ci6n y liletatura", en CadoS B. GutiGn·ez (ed.), ·La bu;esu'gación en Col.o1nbia en las artes, las
l11u11anidades y las ciencias ~aciales. Bogotá, Uniandes, 1991, pps. 133-148.
68
algunas licenciaturas ven como campo laboral de sus egresados el em-
plearse como profesores de castellano y literatura en el nivel de la edu-
cación básica primaria o en la básica secundaria; también aspiran que
sus egresados puedan desempeñarse como investigadores de los proce'
. sos pedagógico educativos, relativos a la lengua castellana y la literatu-
ra. De igual manera se prevé el poder ocuparse como docentes admi-
nistrativos en el nivel de educación básica y media.
De otro lado se espera que los egresados puedan emplearse como
editores de obras humanísticas, programador de campañas y proyectos
conduc.enles a la· promoción de la lectura, .critico y analista de la pro-
.ducción de medios de comunicación desde el punto de vista semiótico,
gestor y ejecutór de proyectos artísticos, u orientador de Ja producción
teatral en las instituciones educativas (para el caso de Ja Universidad del
Quindío). Tiene fuerza también, en algunas licenciaturas (Universidad
·· de Nariño), el hecho de concebir a su egresado como un "agente edu-
cativo, dinamizador de comunidades, fo1jadbr de opciones pedagógi-
cas y .asesor de instituciones del sector educativo en el diseño, gestión y
· ejecución de proyectos educativos institucionales".
2. LAS TENSIONES
Al aniiliz.ar, de manera general, los planes de estudio y las propuestas de
formación de las licenciaturas que en Colombia hacen énfasis en la litera-
tura, se puede hallar una serie de concepciones que_podrían sintetizarse
en cinco tensiones.
69
Segunda: El estudio de la literat·ura española en tensión con u.n énfasis
en la literatura regi.onal. Algunos planes de estudio privilegian la histo-
1ia literaria, especiahnente, la literatura española. Otros se orientan a
explorar en las literaturas nacionales y, más específicamente, en las pro-
ducciones regionales. De manera amplia, los programas ,asumen la ten-
dencia de lo cronológico de la literatura, bien sea por pedodos o por
movimientos o escuelas literarias. Cuando se hace énfasis en las literatu-
.ras regionales se hace no sólo para solucionar e!'problema del descono-
cimiento de tales literaturas, sino para potenciar Ja conciencia de los
egresados frente al desarrollo de una determinada zona o población.
3.LOSRETOS
. Nos interesa señalar acá, así sea de manera puntual, algunos. de los
retos que tienen taÍlto las instituciones colombianas for¡nadoras de maes-'.
tro_s en el campo de la literatura, como problemas más ainplios frente a
la concepción misma del t\echo literario.
73
)
la .Semiosis-Hermenéutica
Una propuesta de crítica literaria
II
m
Pongamos un ejemplo. Leo "Sonata" de Alvaro Mutis. Apuesto a que
es un poema; apuesto,,porque veo en la distribución de los versos (lla-
mp versos a ciertas lineas de palabras dispuestas "amañadamente", cierta
secuencia en el orden de las palabras, cierto orden), en la presentación
de las palabras, un algo, un sentido que me dice que si, que efectiva-
mente es un poema (entiendo que el poema es distinto de la poesía: la
poesía es un valor, una carga de sensibilidad diferente a la letra, al sig-
no; lo .que se puede apreciar es el poema, pero el poema no es Ja poe-
sía). Adivino un cierto ritmo (ritmo que no es rima, diferenciación que
es otm "prejuicio" -como los anotados anteriormente-, otra precom-
prensión). Bien, voy al texto:
41(
Presente
+
"SONATA''
...
Pasado,
cerco de
la memoria
enterrar ,.<.i
¡
de.sg•star ;;;:1 Olvido El Tiempo·
devorar '·i.
~mbra
del ttempo
•
lf6
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11
•
89 ..
la literatura como diálogo de escrituras
Contrapunteo con Roland Barthes
•
97 ..
Los talleres de lectura literaria
Algunas. ideas a manera de entrevista
.
·-El 1ibr9 es imo de los instrumentum del taller. Por supuesto, podría
echarse mano de otros productos (el video, el audio ... ). En todo caso,
en cuanto mediación, el libro cumple al menos tres roles: como dispo-
sitivo de captura de atención del lector; como objeto fetiche de seduc-
' ción; como materia concreción de la fantasía. Sin contar todas las posi-
bilidades de apropiación de lo leído: subrayar, glosar, marcar... O para
decirlo mejor, todas esas prácticas de hacer habitable el texto: Aquí
creo conveniente señalar los trabaj9s de Roger Chartier sobre cómo
han ido modificándose las p1·ácticas de. lectura en Occidente. Además,
· el libro está asociado con otro escenario clave para la promoción de la
lectura: la biblioteca. Sí, el libro también tiene su papel, su rol, su
protagonismo en un taller de lectura.. Entreveo una amplia gama de
trabajo semiótico alrededor de su diseño, su tipografia, su edición.
1
-Fundamental, por no decir definitiva. Y quiero enbmder que cuando
decimos oralidad nos estamos refiriendo al valor de la entonación, al
papel del dramatismo de la voz, a ese infUÍito repertorio de nuestra gar-
.ganta. Estoy convencido de que gran parte de Ja animación a la lectura
.depende de la manera como ponemos en voz la letra. De nuestra forma
de leer depende que resucitemos o no el texto. La lectura en voz alta, la
lectura dramatizada (esa que implica ejercitamiento y dominio de la
respiración) es un gancho eficaz para la seducción. Sin lugar a dudas, y
eso se cumple desde el cazador prehistórico de las cavernas, es a través
del encantamiento dt;il oído como Iogran1os poner en sintonía al hom-
bre con el mundo de lo imaginario. ·
-En primer término, por ser una oportunidad para conocer a otros que
están haciendo el mismo trabajo, o al menos que tienen en la mira los
objetivos similares. Como quien dice, enriquecemos con las diferentes
· experiencias: no olvidar que la diferencia sigue siendo uoa forma de
riqueza. En segunda medida, una red nos pe1mitiria establecer nuevas
posibilidades de tejido, nuevas telas, nueva.s obras. La red es sistémica
pura. Y cabria otra expectativa más: asi como en los talleres medieva-
les, potenciar cierto espiritu de logia, de sentimos artesanos que trabaja-
mos bajo un mismo toldo. Techumbre que es garantia de continuidad,
para que esta tarea tenga alguna prospectiva, para que no estemos siem-
pre empezando de cero.
-·Y si esa red nacional lograra consolidarse, üuáles serían las priorida-
'des y los servicios?
•
104
La Poesía:
Una manera integral de conocer
,
1
Primera estrofa del 1i P~ma l» 1 en Veinte poemas de arnor y 1JIUl, canción desesperada de Pablo •
Ne.ruda, Editori~ Losad_a, Buenos Aires, 1939. 105
El cuerpo físico se transmuta, se transforma La anatomia se vuelve
geografía El poeta vuelve a crear ele nuevo a la mujer. Pero además ele
nombrar esa nueva forma, el poeta busca indagar también qué es lo
esencial de ese ser; anhela conocerlo en su totalidad. Y, entonces, la
mirada deja de ser urudireccional: no hay únicamente la revelación de
lo femenino, de igual manera evidencia su propio descub1imiento. La
mujer es tierra labrantía y el amante salvaje agricultor.
Inspiración, se dirá. Prefiero pensar que lo que ha hecho el poeta es
hallar o tejer relaciones insospechadas. Los puentes que los poetas esta-
blecen con la realidad son siempre sorprendentes. Inesperados. Los
surrealistas, si lo recordamos, llevaron al límite tal principio. Y entre
más lejanas las entidades que se quisieran relacionar, mfts fuerte, más
hermoso el contraste: «Bello como un paraguas en una mesa de disec-
ción>>, había escrito Lautremont Pero, además de establecer relaciones
insospechadas, los poetas son maestros de la observación; tienen, como
quería Pascal, un «espíritu de fineza». Sus sentidos. andan en pe1manen-
te actitud de esponja; mejor aún, los poetas, siguiendo a Rimbaud, han
exacerbado sus sentidos. Han logrado, después de un largo y paciente
proceso con los detalles, con las diferencias sutiles que comportan el
,mundo y las cosas, afilar o afinar su percepción. Parodiando al poeta
ecuatoriano Jorge Carrera Andrade, los poetas «leen y releen con los
cinco sentidos».
Volvamos al cuerpo de la mujer y detengámonos, por un momento,
en sus senos. ¿Qué diria un poeta? ¿Qué relaciones o puentes estable-
. ceria con esa realidad?
2
· El poeta; decíamos, tiene frente a sí la realidad. Desde luego; como
esciibiera Pedro Salinas, esa realidad se le manifiesta bien sea como
algo exterior natural, como algo interno, como hechos de la cultura o
como un conjunto de ideas o conceptosª. Tan real es un ave como la
nostalgia, el tren como la eternidad, pero lo más importante es que la ·
mirada del poeta puede integrar todas esas facetas o avatares de' lo real.
Es un calidoscopio, un illirador con muchas ventanas.
Par.ece oportuno ahora preguntamos, ¿qué es conocer para un poe-
ta? Yo diria, y es relevante subrayar en poesía a este sujeto individual,
que -en p1incipio- conocer poéticamente es ~econocer lo que de parti-
cular tienen los seres y las cosas. He ahí una tarea aparentemente fácil.
Sin embargo, nada más difícil. El poema no ·es una mera descripción;
hay en él un intento por hallar lo esencial, por descubrir ese limite en.
donde lo evidente y lo inme~iato tocan la piel de lo desconocido y lo
poco familiar.
Pero entre más ahonda en las particulaiidades, el poeta va tocando
una frontera de lo general. Dichq de mejor manera, ese es precisamente
el logro de su tarea: vislumbrar en ló más personal una huella de lo
universal. Claro, no como una ley inmutable o como una fórmula mecá-
nica. Los enunciados que el poeta expone tienden a ser más bien como
2
Apartes del poema ((Besos»· del poeta Tou1ás Segovia, contenido en el HbroPoes{a (l943wl976),
· pub,icado en 1982 por el Fondo de Cultuta Econ6nlica, c'n :Vléxico. •
!J Véase el le)(lo la realidad·,. el pDeta de Pctlro Salinas, Ariel, Barcelona, 1976. 107'.
hipótesis, como propuestas o sugerencias. Los resultados finales de ese
proceso de conocimiento, los versos, son invitaciones o participaciones
de ese hallazgo. Un lugar para el reencuentro o el reconocimiento.
Volvamos al cuerpo. Al cuerpo de la mujer que amamos. Fijémo-
, nos con cuidado en su rostro. Tratemos de mirarla como hace el poe- ·
t<t .•. Concentremos nuestra atención en sus ojos: ¿Qué son los ojos
. negros de esa.mujer?
La luz encapsulada
en dos noches redondas
• .~ Et libro de Cesare Pa"esC a que hago alusión, se llan1a vrecisa111e11Le asf, El q{icia de ur:úir. El
ofl.Cio de poet-0. y fue publicado por Bn1gue1-a, Barcelona, en 1979.
110
Secretas vienen, llenas
. de memoria..
Inseguras navegan:
bq,rcos o besos,
las aguas estremecen.
Desamparadas, inocentes,
leves.
Tejidas están de luz
y son la noche.
Y aún pálidas
reruerdan verdes paraísos.
Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
az6talas,
dales azúcar m,la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
s6rbeles sangre y tuétanos, ·
sécalas, ·
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
6
El título de eslc poema es ºLas palabras", en Ant.ol-Ogta de poesla portuguesa contemporáuea.
sélecci6n y prólogo ·de Fernando Pinto do Amaral, Universidad Nacional Aul6noma ·de ~léxico,
México, 1997, p. 248-249. ·
•
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras 7
Allí, en ese trato con las palabras, al mismo tiempo que el poeta
nombra o crea el poema, a la vez, se dice o se descubre a sí mL~mo. SI,
porque, ante todo, las palabras son -en el decir del poeta Lú.is Rosales- ·
signos de nuestra biografia: '
1
El poema se titula 11 1..as palabrasº,}' haceparlcdel libro "Puerta conde~ada'1. en Poemas (1935-
1975), Seix Ban·al, Barcelona, 1979, p. 69.
ª El texto corresponde al poema 11Canciún donde se explica, bien explicado, que al pronunciar un a
• sola pala!Jta puedes hacer tu biografía", dentro del libro ucanciones'\ en Obras compkt(l.$ (volu-
men l. Poesía), 1roua, Madrid, 1996. p. 405.
112
.Lexias para Cortázar
Un trabajo con unidades de lectura
I. El cielo textual
.6. 'justo entre el primero y segundo piso sentí que iba a vomitar un
conejito. Nunca se lo habla explicado antes, no crea que por deslealtad,
pero naturalmente uno no va a ponerse a explicarle a la gente que de
cuando en cuando vomita un conejito. Como siempre me ha sucedi-
do ... "
12. "Comprendí que no podía matarlo. Pero esa misma noche vomité
un conejito negro. Y dos días después uno blanco. Y a la cuarta noche
un conejito gris". •·
14. "De dia duermen. Hay diez. De día duermen. Con la puerta cerra-
da, el armario es una noche diurna solamente para ellos, allí due1men
su noche con sosegada obediencia. Me llevo las llaves del dormitorio al
partir a..."
15. "Los dejo salir, lanzarse ágtles al asalto del salón, oliendo vivaces el
trébol que ocultaban mis bolsillos y ahora hace en la alfombra efimeras
puntillas que ellos alteran, remueven, acaban en un momento".
16. "No sé cómo resisto, Andrée. Usted recuerda que vine a descansar
a su casa. No es culpa mía si de cuando en cuando vomito un cpnejito,
si esta mudanza me alteró también por dentro. Comen bien, callados y
co1Tectos, hasta ese instante... " .
17. "Le escribo de noche. Son las tres de la tarde, pero le escribo en la
noche de ellos. De día duermen. ¡Qué alivio esta oficina cubierta de
gritos, órdenes, máquinas royal, vicepresidentes y mimeógrafos! !Qué
alivio, qué paz... " · ·
18. "Hago lo que puedo para que no destrocen sus cosas. Han roído un
poco los libros del anaquel más bajo, usted los encontrará disimulados
para que Sara no se dé cuenta. ¿Quería usted mucho su lámpara con el
• vientre de procelana lleno de mariposas y caballeros antiguos? El trizado
122. apenas se advierte, toda la noche trabajé con un cemento especial... "
· 19. "Para qué contarle, Andrée, las minucias desventuradas de ese ama-
necer sordo y vegetal, en qué camino entredormido levantando cabos
de trébol, hojas sueltas, pelusas blancas, dándome contra los muebles,
- ... "
loco de sueno
21. "Interrumpí esta carta porque debla asistir a una tarea de comisio-
nes. La continúo en su casa, Andrée, bajo una sorda grisalla de amane-
cer. ¿Es. de veras el día siguiente, Andrée? Un trozo en blanco de la
página será para usted el intervalo, apenas el puente que une mi letra de
ayer a mi letra de hoy. Decirle que en ese intervalo todo se ha roto,,
donde mira usted el puente fácil oigo yo quebrarse la cinta furiosa del
agua, para mí este lado del papel, este lado de mi carta no continúa la
·calma cori que venía yo esctibiéndole cuando la dejé para asistir a una
· tarea de comisiones. En su cúbica noche .. ,"
22. "Basta ya, he escrito esto porque me importa probarle que no fui tan
culpable en el destrozo insalvable de su casa". '
23. "Dejaré esta carta esperándola, serla sórdido que el correo se· 1a
entregara alguna clara mañana de París. Anoche di vueltas los libros
del segundo estante; alcanzaban ya a ellos, parándose o saltando, royeron
los lomos paia afilarse los dientes ... "
24. "No tuve tanta culpa, usted verá cuando llegue que muchos de los
· destrozos están bien reparados con el cemento que compré .en una casa
inglesa, yo hice !oque pude para.evitarle un enojo".
Las dos citas con las que empieza esta lectura interpretativa del cuento
"Carla a una señmita en Pads" son de por sí significativas. Pertenecen al
campo discursivo del cuento, son "agregados" que el nan·ador infiltra en
el relato. Y son básicos para entender el sentido posible de los conejitos,
de la taza de té, de las maletas, de los tréboles y el rumado. En esas dos
citas podiia afirmarse que está resumido rnetaf6ricainente el cuento.
El relato comienza con una sospecha: el narrador o personaje plinci·
• pal. "no quería", no deseaba vivir en el apartamento de. Andrée, y agre-.
126
. ga que no es por el asunto de los conejitos, sino por no querer ingresar
· a un orden cernido (lexía 1). Aquí aparece una afirmación que no hay
que pe1:der de vista: el orden. El narrador se detiene en ese espacio. Un
apartamento es una elaboración detallada y minuciosa del orden: "... allí
Jos almohadones verde~, en este preciso sitio de la mesita el cenicero de
cristal que parece el corte de una pompa de jabón, y siempre un perfu-
me, un sonido, un crecer de plantas, una fotografia del amigo muerto,
ritual de bandejas con té y tenacillas de azúcar... ". Y más adelante, el
nan<tdor nos insiste en esta manera particular de colocar las cosas, que
convierte al visitante en un extraño: "qué dificil oponerse aun aceptán-
dolo con entera sumisión del propio ser, al orden minucioso que una .
mujer instaura en su liviana residencia". La visita al apartamento de
Andrée toma al personaje principal en culpable. Cambiar un objeto
· cualquiera de los posibles que llenan una habitación es alterar el orde'fl,,
es crear una interferencia en el '1uego de relaciones de toda la casa''.
Hasta la misma Sara (mucama de Andrée) querrá contiibuir a ese or-
den, creando y sugiriendo con sus ejemplos una "aclimatación" a lo
establecido Qexia 10).
En el cuento aparece luego otro elemento: las maletas y, con ellas,
las correas de las valijas. Aunque no es de suma importancia, ellas, las
maletas, se han abierto y cerrado tantas veces que el narrador insiste
en ese destino del personaje principal. El hecho de vivir cemmdo o
"haciendo equipajes que no llevaban a ninguna parte" es inherente al
ser mismo del personaje en cuestión. Él es una especie de vagabundo,
de errante habitante de casas; él es una expectativa. Pero también el
nómada tiene su orden. Pm eso, cuando enlre el primero y el segundo
piso del ascensor (este será otro de los elementos esenciales el\ el relato}
el personaje principal siente que va·a vonútarun conejito Qexia 6), intuye
el núedo. Un temor que brota de Ja exlrañeza (lexía 7). Se sabia segu-
ro, confiado; digámoslo así: tenía su cuota de reserva para no vomitar
conejitos por lo menos durante un mes o seis semanas. Algo falló. En
el orden, en la seguridad que manejaba, hubo una: inlromisión, algo
impensable. De ahi su miedo y su extrañeza. De alú también su deseo
de matar el conejito Qexia 8). En otras palabras, a tÍr¡ orden dado {el
apartamento de Andrée) llega el desorden (el visitante}; pero él, en su
propio orden {el de vomitar un conejito cada mes, más o menos, Y..tener
ya sembrado el arbolito de trébol para su álimentación y regalándolo a la •
señora de Malina una vez que se sentia la llegada de airo conejo) sufre 127.
una alteración de otró visitante (el conejo que no se esperaba). Este
juego de orden y desorden, de seguridad y extrañeza, será la causa para
que el personaje principal opte por el suicidio: se acomodará al nuevo
orden (sintetizado en diez conejitos)'pero no resistirá un nuevo visitante
(el undécimo animal). ,,
Otro de los elementos esenciales del relato es el ascensor. En él
transcurre la indecisión y la extrañeza; en él se dan las situaciones "lími-
te''. En el ascensor "se fommlan noche a noche irremediablemente las
vanas esperanzas de que no sea verdad" la presencia de más conejitos.
Este lugar cerrndo -un sitio '~para estar a solas", en cierta medida- es el
que potencia los actos privados, los "vórrútos" de las cosas que "acae-.
cena uno o uno hace acaecer". Por ende, el suicidio es la forma análoga
del ascensor. Uno baja vertiginosamente, el otro sube despacio, pero .
ambos tienen un límite. El "click final" es similar, es el mismo golpe
contra el pavimento o el último piso. Puesto enuna red paragramatical,
lo que venimos diciendo podría visualizarse de la.siguiente manera:·
+ ~ •'
'
El suicidio
~
Cllck final .
~.
Tercer piso
--
• , Segund0: piso
¡¡j •'
.[o
-6
&
¡¡j
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~·· ...-·
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_,_ ____ Primer piso
."'
•
La vida ' Planta baja
•t: •
~
~
t:
. .. -~
w
la muerte:
~
"'
• El ascensor ~............ - .. ~ .. El edificio
128
· Esta red evidencia cómo existe en el cuento un manejo de claroscu-
ros, de "grisalla" entre un plano y otro complementario. La vida del
personaje principal sube por el ascensor hasta un límite (muerte del
· ascensc¡r, de la subida, del ascenso); allá, en ese lugar tope, se gesta un
descenso (el suicidib, que es a la vez la vida misma del ascensor). Igual
·¡nanejo es el presentado en el día y la noche de los conejitos (lexias f4
y 17): para ellos el día empieza con "tres soles" de lámparas. Su día es
nocturno y su noche diurna. Intercambio de planos y escenarios: subir y
hajai·; dormir y despertar; vi'{ll: y morir. Intercambio de situaciones: lo
abierto y lo cerrado, lo cercano y lo distante; lo ajeno y lo propio ... La
costumbre y lo novedoso.
Vomitar un"conejito" es irrumpir en el orden, en cualquier orden,
inclusive el propio. Vomitar un conejito es alterar e( ritmo, es cambiar
los ciclos invariables. Pero el mismo hecho de vomitar conejitos puede
ser un ciclo, un mét0 do. Sin embargo, ese vomitarlos debe tener un
límite, o si no se cae en la fatalidad, en lo insoportable. El hombre no
resiste de ninguna manera la total o permanente irrupción en el orden;
el hombre, en sintesis, no soporta el perpetuo caos. De ahí que los hom-
bres inventemos o construyamos "rituales", costumbres. Esas "mane-
ras particulares" con que cada uno enfrenta el tiempo. El tiempo que es
un conejito, una valija o una tacita de té.
•
129
"Tengo que hacer un ensayo"
Puntos claves para cumplir cdn la' tarea
tener una buena tesis, hay que consultar y leer sobre el tema o haber
"
cavilado largo tiempo sobre el objeto de nuestro ensayo.
·Una vez el ensayista ha dete1minado cuál es .su tesis, debe elegir ..
cuáles son los argumentos que mejor le sirven para apoymia, defenderla
o validarla. Estos argumentos pueden ser de diferente tipo: de autoti-
dad (casi siempre presentados como citas o notas a pie de pági11a); por •
analogía (en donde a partil' de elementos diferentes se buscan puntos 131
.de semejanza); usando ejemplos (bien sea recurriendo a casos, a cifras
o a situaciones cotidianas que ilustren lo que se quiere argumentar); o
apelando a Ja deducción, la inducción o cualquier otra operación lógica
del pensamiento (en donde a partir de la manera como se plantea el
problema y el rigor en su aniilisis se logra el convencimiento o la persua- ·
sión) 1 • Hay que tener especial cuidado en la elección de los argumen-
tos. Si es un argumento de autoridad, por ejemplo, el autor debe ser lo
suficientemente reconocido como para que sirVa de genuino heraldo a
nuestra tesis; en el caso de utilizar una analogía, debe revisarse que el
tipo de relación establecida sea adecuada y.suficiente a la tesis en cues-
tión. De otra parte, los argumentos deben mantener una unidad dentro
de todo el ensayo y conservar el mismo tono de escritura propuesto por
el ensayista.
Por lo general, cada argumento se pre~enta en un párrafo. Otras
veces, ¡:uando la línea argumental es muy compleja, pueden utilizarse
varios párrafos para desarrollar un argumento. Lo importante es t~ner
claridad en la estructura dd ensayo. Recordemos que en la etapa.prelí-
minar, cuando se está gestando la tesis y buscando los argumentos, el ..
b.uen ensayista hace un esbozo, un esquema en donde puede vislum-
brar la carta de navegación de su esclito. Casi sieJ::11pre, el número de
párrafos corresponde a la cantidad de argumentos que se tengan y a la
densidad de los mismos. Adicionalmente hay que pensar y !)laborar
muy bien el primero y d últimd párrafo. Son definitivos tanto para en-
ganchar al lector como para dejarlo con una inquietud sembrada en su
cabeza2 • Y una recomendación complementarla: c::omo sucede en toda
estructura, la organización de las partes debe estar en relación con el
todo; los párrafos deben ser interdependientes.
Ese es, precisamente, otro punto clave a la hora de escribir un ensa-
yo. Hay que cuidar· mucho la continuidad, el zurcido de la escritura.
1 Uu buen texto sobre este aspecto es Las claves de la argwnentacién, <le Anthony Weston, editado
por Ariel, D<ll'Cclona, 199•1. LoS ejemplos propuestos por el autor en esta obra pueden ser de gr..1n
utilidad para quien escribe o manda escribir ensayos. De igual mnnera puede ser íltil el IibrO de
NiCholns Capa1di, The artofdeception, Lraducido al espafiul bajo el lftulo de Cómo gaiu:runa di.scu.si.6n.
Para defender una causa, recono(;f:r un.a falacia, descuHrir Un. engaño, persuadir a un escéptico,
conuertir la derrota en vitl0ria 1 Gedisa, Barcelone.i 1990.
2
Si se ~esea profundizar en e1 tema de los párrafos, reconúendo 1nirar dos textos de f\{aría Teresa
• Serafín, C6mo redactar w' te"UI· Dúlffc.tica de la escritl.tro, Paidós, Barcelona, 1997, y Córno se
escribe, Pai<l(ls, Batcelona., 1994.
132
Qpe no se noten baches o fracturas entre los páITafos. No olvidemos
que un buen ensayo debe tener ilación argumental. Para ello es indisc
pensable tener a la mano, aprender o conocer las conexiones lógicas.
Me refiero a esas palabras que sirven de puente, de bisagra, entre un
párrafo y otro, para que la escritura logre la cohesión. Los conectores
_son de distinto tipo y sirven para diferentes usos: los hay para recapitu-
lar, resumir o hacer una sintesis ("como se indicó", "como ya lo hice
notar", "en resumen" ...); para hacer un énfasis, recalcar o subfayar una
idea ("Ins¡starnos", "mejor dicho", "repito que"); para ejemplificar o
ilustrar ("así, por ejemplo", "pongamos por ca.so", "verbigracia"); pam
dar continuidad o hacer una transición en el discurso ("a esto se aña-
de", "con esto en mente", "de todo esto resulta"); para señalar un orden
temporal, una.lista o una secuencia ("a continuación", "de lo \lnte1ior",
"en úlíllµa.s"); para contxastar, anteponer o hacer evidente una antitesis
("antes por el contrario", "en cambio", "inversamehte"); para presentar
una semejanza., una similitud o ·establecer una relación ("del mismp
modo", "igualmente", "también cabe comparar"); para.inferir, deducir
o concluir un razonamiento ("as! que'', "como se ve", "en conseéuen-
cia."); para admitir o conceder la razón ("cierto es que'', "estoy de _acuer-
-do con", "no diséuto que"); para adicionar o agregar ("al lado de",
"debo agregar que", "toda.vía más"); para explicar o exponer algún asunto
("bien se comprende que", "comencemos por", "de este modo"); para
indicar una relación espacial, un lugar o un contexto C'al lado de ello",
"en el fondo'', "llegamos aquí a"); parnjust:íficar una omisión, dejar de
lado el desan·ollo de. una idea o evitar-un malentendido ("dejando de
lado", "más no se crea que"; "no es preciso"); para hacer una a.dverten:
cia, explicitar una condición o prevenir sobre algo ("aún así", "empe-
ro", "no se olvide que")3 • ·
Agreguemos a lo ante1ior otra ta.rea del ensayista.: hay que reyisar
aspectos gráma.ticalés. La puntuación, la concordancia., la precisión se-
mántica. Aunque estos aspectos no son los fundamenta.les a la hora de
·escribir un ensayo, si le a.portan al escrito agilidad, coherencia. y facili-
dad para que el lector identifique fácilmente aquello que deseamos com-
-partirle. Las debilidades de redacción le merman al ensayo legibilidad
interna, amenidad para la lectura.; .en suma: lectores. Es· clave, por lo.
3
Para v~r un listado más wnplio de estos conectores, consúhcse 1ni libro JÍreg(J.nl.ele al ensayista,
p.arliculannente el apartado deno~1inado ~1 iUn conector, un conector] iM'i ensayo por un coneclor!''.
•
133
tanto, Ja revisión continua, la reescritura, el volver a mirar no cada pá.ira-
. · foslno Ja totalidad del escrito. Ver si hay una repetición innecesaria de
palabras; .analizar cuándo falta una conexión; leer en voz alta el escrito .
para validar si la puntuación es la más adecuada o si falta un signo que
afine mejor el sentidq buscado. Sea como fuere, un acertado manejo de
los aspectos gramaticales da realce y vigor a las ideas4 •
Ya para cerrar, cuando se han llevado a cabo todos estos aspectos, ,
· el buen ensayista debe pensar en cómo va a til:u!ar su escrito. Es reco-
mendable que el titulo tenga una relación fuerte con la tesis y que bus-
que, ante todo, cautivar la atención del lector. Un título es un atrapa-
lectores. Advirtámoslo: la eleceión del título es tan ímportante como la·
elección de la tesis o los argumentos. Por supuesto, en algunos casos el
ensayo se desairolla a partir de un título, pero la mayoría de las veces
hay que ir en su búsqueda. Una fmma para lograrlo es, una vez terminado
el ensayo, releerlo para encontrar una línea o una frase significativa, su-
gerente para despertar la curiosidad o el interés; otra manera consiste en
elegir un titulo alusivo, lleno de connotaciones, con un subtitulo que
delimite su sentido. Sea como fuere, al titular ~l ensayo le estamos dan-
do una cédula especial, un de.stino de vida en el incierto mundo de. los
futuros lectores. ·
Como puede verse, quien se lanza a escribir un ensayo necesita, al
igual que un acupunturista, seguir de cerca algunos puntos meridianos
sin los cuales no es posible mantener la salud de un texto arguinentativo.
El cumplimiento de los seis puntos mencionados puede servir no sólo
de orientación pai·a quien va a esc1ibir un ensayo sino, además, conver-
tirse en una se1ie de indicadores para quien tiene como tarea evaluarlo'.
4
María Teresa SeraHní menciona algunas reglas lanto para.Ja 1-e\'isi6n del contenido como pal'a Ja
rev.i.si6n de la forma. Enun1e1"emos algunas de ~Has: '.'La tesis debe apar~cer con claridad y·
facilidad", "cada pál'rafo debe pre;>enlar una idea principal", ' 1lo síntesis y las conexiones éntre los
1-azOnamientos deben guiar al lec1or", 11se cleben.;us_ar frases curtas y poco complejas sintácticamente'',
• use deben eliminar 1as frases hechásº. Vénse C6mo redociar rui te1Jia, op. cit, espec;:inlmenle el
134 ~apílltlo ~·de la prime11:i parte. ,
·Declaración de derechos
sobre los niños y la literatura
Artículo 3. Los niños sabemos que las cosas acaban, que no toda la
gente es feliz, que hay muchos que sufren, en fin, que el mundo no
termina en los helados y las piñatas, en los balones y las mufiecas;
135
Parágrafo: De igual manera quedan prohibidos los eufemismos y lru¡
denominaciones indirectas para decir nuestros órganos sexuales o nues- ·
tras necesidades físiológica.'l.
Parágrafo: Es una mentira que de los libros sólo nos· interesen las
imáge.nes.
Artículo 10. Los niños considernmos que los buenos sólo buenos y
los malos sólo malos únicamente existen en la cabeza de los esclitores
adultos.
Artículo 11. Los niños pensamos que las moralejas.y los finales felices
son los finales más aburridos y menos emocionantes.
Artículo 12. Los niños leemos con todo nuestro cuerpo, no só)o con
• nuestros ojos. Por eso consideramos una falta a nuestra intimidad el
136 obligarnos a leer sólo sentados o de pie.
Artículo 13. A los niños nos encanta la acción, el movimiento. Nos
· gusta fo que salta y rebota, lo que sUena y resplandece. Si hay un libro
que nos atrae es ese q11e puede formar parte de nuestros juegos.
Artículo 15. Los niños también tenemos cuerpo. Nos excitamos, nos
acaiiciamos y disfrutamos nuestro cuerpo como otro juego. Por eso
detestamos los libros que ocultan nuestros órganos o nuestras partes
más llamativas.
Artículo 16. A los niños nos gusta el terror, los monstruos y las som-
bras; amamos lo insignifi(:ante y lo inútil. Ni nos cansamos con facili-
dad ni tenemos sueño a las primeras horas de la noche. Somos tan
imprevisibles como inagotables.
Artículo 17. Los niños desconfiamos de eso que los adultos llaman
· "literatura infantil". Preferimos, sencillamente, la literatura.
Artículo 20. Los niños nos resistimos a ser la ilusión perdida de los
adultos o la nostalgia de nuestros mayores. Los n.iños no podemos ser
románticos.
137
Parágrafo: Tampoco seremos lo que nuestros padres no fueron o no
lograron Ser. ·
Artículo 21. A los niños nos gusta encontrar en los libros que leemos
palabras raras, desconocidas, sonoras, misteriosas. Por lo mismo, son
una ofensa para npsotros los tradicionales "glosarios" y "vocabularios",
puestos al final o debajo de los textos. Declaramos que los niños no
somos retardados lexicales o incapaces del idioma. Los "diccionarios
para niños" no tienen valor para nosotros.
Artículo 24. A los niños nos debe estar pennitido abandonar la infan-.
da cuando queramos. El mayor delito de los adultos es el no dejamos
ser niños o no pennitimos crecer. ·
•
138
Í
García Márquez
en la mesa del doctor Tulp
Las transformaciones en
"El ahogado más hermoso del mundo"
I
Leer estructur:;ihnente. Barthes nos enseñó que se trataba, antes que nada,
de una actividad, de un recorrido, de un trabajo con la unidad de lectura
que teniamos frente a nosotros. Y que en esa tarea se combinaban dos
momentos: el desmonte y el ensamblaje. La descomposición y la recons-
trucción. La actividad estructural, entonces, consiste en· conslruir un simula-
cro, un objeto nuevo, que nos permita develar, reconocer o evidenciar el
sentidÓ de la unidad de lectura, objeto de nuestra pesquisa. Para Barthes, la
lectura estructural consiste en haceraparecer oemergerun objeto de inte-
lección que nos dé luces sobre el primer objeto de lectura. Podríamos decir
que lo más importante de este planteamiento, su vigencia, es el haberle
otorgado a la lectura una tarea .constructiva; reconstructiva, si se quiere ser
. más precisos. Leer eslructur:ilinente es empezar un recorrido de análisis, un
paso a paso de relojero o cintjano (siempre con cl deseo de encontrar cómo
.funciona o cómo opera un sistema de cosas), para luego, vqlverlo a rumar o
reconstnúrlo orientados por la búsqueda del sentido; o, dicho de otra ma-
nera, se trata de fabricar un objeto de intelección lo suficientemente vigoro-
so como para otorgarle a la unidad delectura que nos ocupa mia carta de •
ciudadanía en el rnundo de la significación. 139
Leer las estructuras. Recordemos que Piaget señaló al menos tres
caracterlsticas: totalidad, autorregulación y transformación. Una estruc-
tura es más que la suma de sus parles¡ la totalidad no es adición de
elementos sino confederación. La totalidad no es azarosa¡ existen leyes
que soportan la estructurá. Recordemos que en el sistema hay perma-
nentes y progresivas relaciones de .solidruidad. Por eso también la es-
tructura se autorregula: hay ritmos, recurrencias y operaciones a su inte-
rior. La estructura no necesita de lo exógeno¡ Se conserva a sí misma.
Existe una· autopoiesis de complejidad creciente. Piaget comenta· que
esa· actividad estructurante, ese dinamismo de la estructura, consiste en
sus transformaciones. Y las transformaciones son lo que peimite el di-
namismo de las estructuras, lo que posibilita la formación de estructu-
ras nuevas; de lo simple a lo complejo; de estructuras iniciales a otras
que se insertan en estructuras más amplias. Génesis infinita.
Leer las transformaciones. Ver cómo se da la génesis de los signos,
qué ocasiona tal cambio, cuáles son las operaciones internas que mue-
ven dicho proceso, en qué casos se dan, qué consecuencias gene¡·an ...
En síntesis, colocar en nuestra mesa de trabajo lector un sistema para
descomponerlo en subsistemas, y ver cómo circula o funciona la &igni-
ficación. ·
, II
La unidad de lecmra que hemos seleccionado para hacer este ejercicio
de actividad estructural es el cuento de Gru·cía Márquez, "El ahogado
más hermoso del mundo". V amos, entonces, a analizar cómo es ·la gé-
nesis en algunas de sus b·ansformaciones.
El ahogado
En primera instancia, y de manera muy gruesa, el texto está constituido
por tres grandes partes. La primera que va desde "Los primeros niños
que vieron nn promontoriÓ oscuro y sigiloso que se acercaba por el
y
mar ... " (inicio del primer párrafo), hasta" ... terminaron por repudiar-
los en el fondo de sus corazones como los más escuálidos y mezquinos
de la tierra" (penúltima parte del quinto pán·afo). La segunda parte em-
pieza con "Andaban extraviadas por estos dédalos de fantasia ... " (final ·
• del quinto párrafo), y termina en "... así que los hombres terminaron por\
140 despobicar que de cuándo acá, semejante alboroto por un muerto al
garete, un ahogado de nadie, un fiambre de mierda" (penúltima parte
del séptimo párrafo). Y una última parte que principia en "Una de las
mujeres, mortificada por tanta indolencia" (final del séptimo párrafo) y
concluye con "... allá, donde el sol brilla tanto que no sabe hacia dónde
girar los girasoles, ·si, .allá, es el pueblo de Esteban" (fmal del texto).
Esta triple división de constru.cción obedece a tres formas diferentes
de concebir al personaje principal:
En el primer caso, se lo ve como un Dios o una fuerZa. descomunal;
es algo extraño, venido de muy lejos, con caracteristicas>.hiperbólicas:
el más pesado, el más grande, "el más alto, el más fuerte, el más viril";
. un ser "desproporcionado" tanto por su fisico corno por su he1mosura;
de tal magnitud que no había ni cama, ni puerta, ni piso; que pudiera
albergarlo o soportarlo. En síntesis, un ser que ni siquiera cabía en la
imaginación de aquellos que lo veían.
En Ja segunda etapa, ese ser enorme con tanta autoridad corno para
"sacar los peces del mar con sólo llamarlos por sus nombres", adquiere
un rostro: un nombre. Lo difuso del Dios torna forma humana. Enton-
ces, el que antes era visto mayestática.mente, ahora es.mirado de mane-
ra compasiva: "cuánto debió haber sido infeliz con aquel cue1po desco-
munal", "cuántas vergüenzas debió pasar; cuán indefenso". Ese ser, "tan
parecido a los demás hombres" era "el más desvalido de la tierra; el
más manso y el más servicial",' tin "bobo grande", un "tonto hermo-
so" ... "El pobre Esteban". Y si en el primer caso primaba el asombro
ante lo extraño, ahora prevalece el júbilo ante lo propio: "-¡Bendito sea
Dios -suspirnron-: es nuestro!"
En la tercera y última parte, ese ser humano tan común sufre otra
transformación. Ya no es un "ahogado ·expósito", sino alguien con pa-
dre y madre, con hermanos, tíos y primos; con una filiación, una fami-
lia. Y aunque ya no es el Dios descomunal de la plimera parte, ni la
"porquería de fiambre" de Ja segunda, SÍ es alguien.excepcional, único;
una especie de héroe: "Esteban solamente podía ser uno en eJ mundo". e
Alguien capaz de ser eterno en la memoria, en el recuerdo de los hom- "¡¡¡
bres. Ya no es un Dios,' tampoco un hombre cualquiera. Esteban es una :J
leyenda. f
,!!!
¡¡¡
El viento ü
El viento también va transformándose a lo largo del cuento. En un prin-
cipio, .es un viento "raptor", un viento temido por las madres.del pue.-
•
141
blo, un viento capaz de "llevarse" a los niños. Este viento es, propio de
un pueblo desértico, sin flores, y en donde la tierra es escasa. Es un
viento "tenaz", ansioso como el mar Caribe. Pero luego, en la medida
en que las mujeres van apropiándose del ahogado, justo cuando le otor-
gan un nombre, ese viento empieza a adelgazar sus silbidos. Es como si
al ser un viento extraño, extranjero, tuviera la particularidad briosa de
los potros salvajes, pero luego, enlazado por los cuidados, por las mira-
das. compasivas, se fuera domando hasta volverse "doméstico'', fami-
liar. Hasta ser tan manso como para "quedarse a dormir debajo de las
camas".
A través de Esteban se apaciguan los vientos. Se calman. Hasta los
mismos hombres del pueblo sufren esa b·ai1sfo1mación: de verlo como
un estorbo, como un usmpador de los sueños de sus mujeres, pasan a
sentirlo hermano o paite de su sangre. Quizá por eso las mujeres quie-
ren dotarlo o condecorarlo con "los escapularios del buen viento", como
una señal de protección y triunfo, como un amuJeto contra todas las
· tormentas y las fuerzas insospechadas, ~jas de lo desconocido. · .
Esta transformación del vi~nto estámai·cada, decíamos, por la ap1·0-
piación que el pueblo va haciendo del cadáver. Cuando el ahogado es
un desconocido, el viento se pr.esenta como ave rapaz, como garra invi-
. sible. Después, cuando el hombre adquiere un rosb·o, un nombre, los ·
vientos pierden grosor, se adelgazm. Y hacia el final, precisamente des-
pués del reconocimiento que los'hombres hacen del rostro de Esteban,
ilJ los vientos son totalmente sosegados, pacíficos. Es decir, pasamos de
,§\,
-6 un orden inquieto y furioso a un ambiente trmquilo y sereno.
~
ilJ,,
o- El mar
.¡a El ahogado viene del fondo del mar, huele a mar, y está revestido de
::;
.g filamentos de medusas; el ahogado parece un quelonio con una coraza
e:
"' de lodo, de sargazos y vegetación abisal. Él mismo es como un naufrac
~ gio. Sale a flote con sus "tiema~ y rosadas mmos de buey de mar";
'
-~ emerge de océan.os remotos y aguas profundas; emerge de labe1intos
!O!
~ de coraleS. Este es un primer movimiento del ahogado: de adentro ha-
"'
•<: cia afuera. Pero, una vez recogido, "pescado", apropiado, hecho fami-
w
"e:
~
liar; una vez se lo limpia y se le da un nombre; una vez se lo vuelve a
vestir de vela de cangrejo y bramante de novia; una vez se lo adorna con
'""'"' amuletos de mar, entonces el ahogado vuelve al sitio de donde salió. ·
• r)
Las flores
El pueblo empieza huénano dé flore.s. Es una tierra escasa y árida;
un sitio escarpado. Pero en cuanto enlra en contacto con Esteban, en la
misma medida en que el ahogado toca sus playas, el pueblo va
llenándose de vida, d~ color. Es como si el ahogado !rajera en esa vege-·
tación de los océanos remotos algo de agua p11ra este cabo desértico,
.Cómo si no, si ese tonto hermoso podía "sembrar flores en los acantila-
dos'', "hacer brotar manantiales de enlre las piedras más áiidas". De
allí que, al final del relato, y gracias a esa "presencia y contacto" con el
ahogado, los hombres tengan el deseo de pintar las fachadas de sus
. caiias d.e colores alegres y sientan que pueden sembrar flores en los más
abruptos riscos. Esta lransfor:llmción de sequía a fertilidad, de ausenéia
de flores a promontorio de rosas, es aira de las mediaciones propicia-
das por el ahogado. Y el pueblo desecado y yermo, las veinte i:asas de
tablas con patios de piedras desperdigadas, después de conocer y ha-
cerse uno con Esteban, tiene olor dejardines; es un promontorio fértil y
generoso,
.
una .isla en a!tamar repleta de girasoles.
m
Por supuesto, llegar a este nivel de reconstrucción de la estructura ha
dependido de una serie de pasos, de ciertas operaciones que bien valdria
la pena compartir, a la manera de tm cirajmo en su quii:ófano. Entonces,
las operaciones que median una lectura estructui"al son las siguientes:
fi. Operación de reconstrucción del texto, por escrito. Una vez '
terminada la operación de desmonte del texto -en sus distintas fases-,
tenemos que volver a reconstrnirlo. Acordémonos de una cosa: la a~ti- .
vidad estructura.lista debe alcanzar a producir un texto paralelo, lo sufi-
cientemente organizado como para hacer inteligible la unidad de lectu-
ra que le sirvió de referencia. Al escribir dicha reconstrucción, organiza-
mos de nuevo Ja. estructura, pero con una ganancia: ya comprendemos
su funcionamiento. Esta necesidad de reorganización escritural corres-
ponde no sólo al :valor reestructurador de la esclitura sobre el pensa-
• miento, sino a la convicción de que acabamos verdaderamente de leer
146 un texto cuando empezamos a escribir sobre él.
La lectura y el desarrollo humano
•
149
Describir:
Dibujar con palabras
Este tipo de ejercicios ayuda a afinar el ojo, a darle una noción espacial
a la escritura. Además, proporciona en quien escribe una idea de lo que
es "composición de lugar". Conf:ribuye a dotar al escritor de esa8 otras
herramientas empleadas por el cine: e] plano, la profundidad de cam-
po, el valor del detalle ... Me animo ·a compartir otro ejemplo de mi
propia cosecha, teniendo como base, esta vez, una obra pictórica:
El cuadro es de Di6scoro Puebla: "Primer desembarco de Colón
en el Nuevo Mundo". Una oblicua trazo.da desde la parte superior
izquierda hasta el margen inferior derecho, divide los dos rnundos.
• De un.lado, escondida detrás de la exuberancia de la naturaleza
154 (hojas de plátano enormes, gigantes hojas) la desnudez edénica, la
desnudez de las momi,a,s: petrificrdos, atónitos, curiosos pero -sobre
todo- escondidos ... siete indios. 1bdas sus miradas se centran en los
·visitantes. Más pu por l,a sorpresa, los ojos curiosean temerosamente.
Al otro lado, más solar; menos oscura que la primera escena, entre .
el dorado y !,a claridad del cielo, entre el azul y el resplandor del
amarillo, al.tivos, muy altivos... diecisiete hombres. Alfrente, poniendo
rodil!,a en tierra, levantando con su mano izquierda un estandarte
y con la derecha una espada, Colón mira hacia las alturas. Es el
momento de la posesión. Al lado de él, un fraile. Su mano derecha
asume el gesto del "dominus"; la izquierda, enarbok un crucifijo.
El fraile no mira al cielo, su mirada se centra en un más all.á in-
sondable, lejano, distante. Atrás de ellos dos, como haciendo un
coro, los quince hombres restantes se divi.den el escenario. La mayoria
mira hacia arriba, in acción de graci,a,s u observando, quizás,.la
más alta de las ceibas absolutamente desconocida hasta ahora para
sus ojos. Uno de los hombres besa la tierra, otro la agarra entre sus
manos como si fuera itn plato de comida o un enorme pan. Nadie,
ninguno de los diecisiete personajes descubridores mira a los siete
indios descubiertos.
. Aprender a describir partiendo de obras pictóricas parece ser un
recurso empleado también por escritores de alta calidad imaginativa.
Baste mencionar sólo un caso:· AntbniO Tabucchi, y uno de sus cuen-
. tos, que puede servimos como refuerzo y prueba magistral de lo que
venimos diciendo: "Los volátiles del Beato Angélico" La descriptiva
como dispositivo para la ficción. O la· descriptiva. al servicio .de la poe-
sia. Cuánto hay por aprender de Neruda en sus tres libros de. Odas; qué
fineza en la percepción, qué ojo tan perspicaz y tan escrupuloso en las
imágenes ... "Oda al nacimiento de un ciervo":
.j
Se recostó la sierva R"'
e:
detrás 8
de la alambrada,
Sus ojos eran
dos oscuras almendras.
El gran cieivo velaba
y a mediodía
su corona de cuernos ..
_
brillaba 155
como
un altar encendido.
Sangre y agua,
una bolsa turgente,
palpüante,
yeneUa
un nuevo ciervo
· inerme, informe.
El cielo sobre
su pequeña cabeza
era como una uva
transparente,
y se peg6 a las ubres de la cierva
estremeciéndose como si recibiera
sacudidas de luz del finnanento.
Primera semana.
Día uno: Escoger el tomate, muy verde, muy rojo, pintón. Buscar el
. lugar donde permanecerá por varios días. En mi habitación, no. En la
cocina, mi mamá. Jo gastaría. En la sala, si; que todo el mundo lo vea,
no importa. Hablar de un tomate, mis hermanas se rieron, mi mamá
creyó que era algo extraño. ¿Qué puedo decir de un tomate?
Día dos: Este tomate es grande, debe saber muy lico en una ensalada
con aguacate y lechuga. Pero el pobre está aquí frente a mi, sólo, sin
poder cumplir su misión. ¿Cuál es la misión de un tomate? Supongo
que servir de alimento, en ensaladas, en guisos, o . en salsa de tomate.
Tal vez servir de inspiración a un principiante escritor.
Día tres: Este lugar donde está el tomate, es demasiado amplio, el sol
· sólo entra en las mañanas y algo en las tardes. No veo grandes cam-
bios. Es verde. Tiene álgunas manchas amarillas,. de un matiz entre el.
verde más claro y el amarillo.
Día cuatro: Creo que la naturaleza hace fas cosas perfectas. Empie-
zan a aparecer manchas má~ amarillas, algunas casi naranjas. Los colo·
res de la maduración de estl! tomate, .son como los de algunas flores
silvestres, de las que están de moda y venden en las carreteras ·los
domingos en la tarde. ·
Día seis: Las t()nalidades enlr¡. color y color, hacen del "ver'; un mi-
lagro, el ojo distingué entre colores claros y oscuros, es sensible al
brillo, a la textura, a la -intensidad y a la armonía. El tomate como
objeto es perfecto, en él hay equilibrio en su forma, en sus colores, en
su piel. Como alimento supongo está en el momento en que estarla
perfecto en lUl plato.
'Día siete: Tomate: (azteca, tomatl) .. Fruto de la tomatera. Posible-.
mente oriundo de México o Perú. Se cultiva durante todo el año en
los países cálidos y en invernaderos. Las. variedades españolas de to- ·
mates más importantes son "la canaria y la valenciana" de tamafio
pequeño y grande. Pertenece a la familia de las solanáceas (plantas
gamopétalas). Los tomates son fruto de la tomatera que es una planta
"dicotiledónea", su característica principal es, que tienen sen)illas com-
. pletamente encerradas. Ob·os alimentos de /ste grupo son las patatas
(Tomado de "Las plantas". El mundo de la Botánica) .
•
158
Segunda semana
Día ocho: El rojo del tomate ha empezado a cambiar de rnjo-claro
casi naranja oscuro a un rojo más intenso. ¿Qué estará pasando en el
inte1ior? Aún es dw·o; en sus partes más rojas, más blando. Lo tomo
en nú mano, se .me cae; rueda, gira, se estabiüza en su parte superior.
Día nueve: No sé qué más escribir sobre el tomate. Hay c.ambios, lo
sé, pero no tan fáciles de describir como para. escribirlos y hacerlos
distintos.
Día onée: En el lugar más rojo del tomate, una región no muy exten-
sa, la ple! se ha empezado ,; arrugar muy poco. Este lugar es blando y
· se siente lleno de agua. Pobre tomate. Es como un universo, no. Como
un planeta. Lleno de vida, de agua, de vitaminas, proteinas, fibra, qué
sé yo. Un planeta desierto, deshabitado, desde aqui. Tal vez sus Ílili-
cas habitantes sean las semillitas que guarda en su inteiior, cubiertas
pot capas y capas de tejido tomal:oso y albergadas en lo húmedo ·Y
gelatinoso, en lo más profundo de su interior. ¿Todos los tomates son
iguales? Sí, son iguales, en ptincipio.
Día trece: El pobre tomate ha cambiado de Jugai·. muchas veces. Pata
limpiar el polvo, para ver ordenada la sala. En la cocina no porque se
está pudtiendo. Pienso que la cocina es el ambiente más propicio para
cainbiar los estados del tomate. Es un espacio, con una atmósfera cáli- .
da y húmeda por los vapores de la cocción de alimentos. Justo el ·
lugar, el nuevo hogar del .tomate donde están sus prunos que próxi-
mamente ·serán consumidos.
Día catorce: ¿La luz del sol, el flash de la cámara fotográfica contti-
buyen a los cainbios? Tal vez s! pero muy lentamente, san factores
externos, el más importante es el tiempo. Su paso deja huella, imposi-
ble de retroceder o de invertir.
Tercera semana
Día quince: Lo veo igual que ayer, con la esperanza de que hayan
cambios notables. No hay nada. Quiero esctibir, pero el día afuera es
fr!o, nú mamá está entumida, ·algo no me deja esctibir. No quiero
volverte a ver. Tomate.
"Día diez y ocho: El tomate empieza a tornarse más oscuro. Es un
círculo, lo que nace de la tierra vuelve a ella. Si este tomate hubiera
estado hasta su madurez en un árbol, (habrla caído y tenninado nue-
vamente como parte de la tierra) en un momento su destino se trans-
formarla. Volve1ia a ser parte de la tierra. La vida implica la muerte,
el principio y el final, la alegría y la ttisteza, el rojo y el marrón, el •
brillo y lo opaco, la piel lisa y la piel am.igada. · 159
Día veinte: ¿Qué pasada si...? En mi laboratorio llegara un paciente,
Don Tomate, y se extrajera de su interior, con una jeringa muy aguda
ese líquido rojizo y espeso. Tal vez se arrugalia más pronto. El tiempo
comprobará esta hipótesis. Mi i!ltención es ayudar al aceleramiento
de la vejez de este fruto. ¿Lo lograré? ¿Tal vez degeneración al contac-
to con el aire?
Día veintiuno: Efectivamente sus arrugas son más pronunciadas, Al
extraer el líquido una falta de cuidado y de !acto posibilitó el rompi-
miento de la piel. La carne se ve ahí, quieta, inmóvil, húmeda. Su
olor es ácido, penetrante.
Cuarta semana
Día veintidós: Ha empezado a negriarse o a oscurecerse aún más,
casi hacia los tonos marrón, es inminente la putrefacción del elemen,
to. Ojalá sea pronto. Gloria (mi mamá) insiste en que lo bote, pues ha
empezado a salirse por varios poros abiertos un líquido· transparente
con algunas pintas rojas.
Día veintitrés: El moho en diferentes alimentos tiene la propiedad .
de cublir primero lo exterior, para luego atacar el interior. Es. gris,
verdoso, azuloso, suave y pegachento, desagradable. Acelera los pro-
cesos internos del alimento. Fermenta el interior y da paso a olores
insospechados y hostig-dlltes. ·
Día veintiséis: Hoy me despido del tomate, su apariencia es lamenta-
ble, su aroma es insoportable. Cada vez que coma tomate, recordaré
esta experiencia. Cada vez que vea una arruga recordaré su piel, cada
vez que vea lmos labios rojos, recordaré su carne, cada vez ·que vea la
felicidad o la tristeza recordaré su· esencia, su liquido, su vida Ha sido
mi compañero, le tocó terminar en la basura, él no Jo pidió. Era un
tomate perfecto, en su color, en su tamaño, en su forma; en t:Oda su
apariencia, sobresalía y por eso fue escogido. Terminó mal, el tiempo
carcomió sus entrañas. Alegró con sus colores algunos momentos y re-
cordó que la vida está alú y se transforma a cada segl!Ildo. Su tiempo
terminó. Su tamaño se redujo, sus colores vivos y alegres se marcharon
para dar paso a otros tenues y oscuros, se desangró poco a poco, man-
chó hojas de papel, pero su imagen fue capturada en mi mente y en el
papel fotográfico. Aunque ya no existe, aún permanece.
. Pero además de este proceso día. a día, semana tras semana, Ruth
Ángela incluyó otra serie de observaciones en su cuaderno:
•
160
Un tomate sin color... No. El color es como la esencia, como el
aliento, es lo que le pemtite la dinámica. ¿Cuantos colores. o· gamas de
tonos pasan por o a través de la exi.stencia de un tomate? Cientos.
Cadá segundo los colores van cambiando al igual que la vida, que los
sentimientos y lps pensamientos. ¿Qué seria de un tomate azul? Pro-
bablem~nte nadie lo comería. El color atrae, el rojo provoca, es sen-
.sual, es. el color de la vida, del fuego, de la sangre, del .calor, de la
intensidad, de la acción, de la seducción. . .
Primera impresión del anugamiento de la piel del ·tomate: Se
parecen a las arrugas de la piel humana, y me refiero no a las de la
vejez, sino a las estrias que se forman en los pliegues de las articulacio-
nes y hasta las microscópicas arrugas de la piel de las manos.
· Segunda impresión del arrugamiento de la piel del tomate:
Amigas mucho más avanzadas y profundas, cambio en el color. El paso
del tiempo no perdona (di ria mi abuela). La piel del tomate se. hace m_ás
frágil a la luz, al tiempo, Cualquier parecido con la piel del hombre no
eS coincidencia.. , '. ·
Mirar su interior: El cuchillo pasa suavemente al través. Al igual que
su exterior, el interior se hace responsable por los cambios de color del
afuera. Se confunden colores y texturas. La carne del tomate es roja, es
naranja, es amarilla, sus venas son ocres y alraviesan toda su existencia.
Su corazón, lo más claro, lo más duro, lo último en madurarse. No
estoy segura, pero creo que el tomate madura de afµera hacia denlro.
Su interior es el último en enterarse de los cambios,· de la lransforma,
ción. A medida que pasa el tiempo es más jugoso. Es deéir; menos
came y más agua. Para luego ser menos agua, menos vida. ·
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•
1"62
"Ese rosado objeto del deseo"
Una lectura simbólica de
El fugar sin límites de José Donoso
I
Quien lee en perspectiva simbólica debe tener presente que no es un
ejercicio por fuera del texto, sitio al inte1ior del mismo; que es una lectu-
. raen profundidad. Que no se trata de tomar al texto como motivo para
decir cualquier cosa (el texto-pretexto) sino, por el contrario, de ir ha-
llando las relaciones, esa familia de sentidos inherentes a la obra misma
(el texto-palimpsesto). El texto tiene marcas-no siempre tµ¡ notorias-y
. la tarea de un lector en perspectiva simbólica es ir estableciendo las
filiadones entre una y otra impronta. Quien lee simbólicamente en rea-
- lidad reconstruye una identidad textual.. Un sentido.
Las marcas-símbolo casi siempre están sugeridas, esbozadas, dise-
minadas en el texto. A veces en su semántica; otras, en zonas alusivas o
de potente analogía; En todo caso, prlman las relaciones; el juego de las
correspondencias.· Las marcas-símbolo van consolidándose hasta for-
·mar una urdimbre, un entramado o lrna constelación de tal envergadu-
ra que puede necesitarse más de una lectura, más de un abordaje, para
desentrañarlas. Sin mencionar las asociaciones, superposiciones,
entronques, cruces, mezclas y refundiciones en que lafi marcas-símbolo •
· aparecen o se manifiestan. 1.63.
L~ lectura, en perspectiva simbólica, nos invita a "repujar", a poner
en alto relieve el texto. Hecha tal tarea, así como en el trabajo psicoana-
lítico o la tragedia giiega, podremos "re-conocer" la obra, hacerla pro- ·
pia desde una nueva dimensión en donde el detalle insignificante, el
nombre aparentemente gratuito, un color, un tipo de atmósfera, un títu-
lo, los diálogos, los. objetos ... cobxan su justa valia, resplandecen como
elementos constitutivos de una totalidad dificilmente abarcable con una
sola mirada.
Al leer simbólicamente, nos vemos impelidos a hacer una especie
de arqueología: la .reconstrucción de unos fragmentos o pedazos, de
una ruinas que, al conjugarlas de manera adecuada, forman la ciudade,.
la o el palacio, el cuerpo o la figura de una antigiia realidad. Esta labor
arqueológica parece ser uno de los métodos más eficaces cuando tene-
mos ante nosotros un material imaginario.
II
Las anteliote.s observaciones me sirven de entrada para señalar el am-
biente de este ensayo. Asi que, sin pretender agotar los vaiiados y ricos
elementos constitutivos de Ja óbra, voy a leer, en perspectiva simbólica,
la novela de José Donoso, El lugar sin límites.
"El taita-Dios" .
El creador de este infierno, el que "tiene los hilos en la mano", el que
· puede proteger o amenazar, el "alma del pueblo", es Don Alejo. Don
Alejandro Cruz. En El Olivo él es como Dio.s, "tiene ojos de bolita, de
santo de busto". Aél se lo invoca o se lo maldice, pero siempre está ahí
como un padre. Y así, como en Pedro Páramo, todos parecen ser hijos
de Don Alejo, y todos saben-al igual que sus cuatro pe1rns- que "él es
quien los alimenta".
"Cualquier cosa que se relacione con Don Alejo, es buena", afü-
. man las mujeres de los trabajadores de El Olivo. En el pueblo, él "hace
lo que quiere. "Todos le tienen miedo'', le confiesa laJaponesa grande
a la Mru:mela. Don Alejo, como todo padre, es ambiguo. A veces es el
benefactor: fue él quien le prestó la plata a Pancho para que pudiera
corripnu· el camión; pero también pu\)de ser.el ambicioso que, depen-
diendo de sus "olros designios", de sus "olros proyectos", es capaz de
"pasarle el arado por encima a todo el pueblo".Nada escapa asu mira-
da, a esa mirada "que rodea, que disuelve la voluntad"; todo lo sabe,
hasta cuánta plata tiene laJaponesita en el banco; todo lo ve: hasta los
"cuadros plásticos" que laJaponesa grande y la Manuela hicieron pru-a
ganarle la apuesta.
Don Alejo dispone de la vida de los habitantes de El Olivo. como
de sus perros. Matando a los más débiles, o a los que sobrepasan el
número. Sólo cualro perros. Siempre. Y así como prohíbe y amenaza,
de la misma manera, la gente de El Olivo, en la inminencia de la muer-
. te -como La Manuelá- van en busca de él, porque saben que "Don
. Alejo los. espera"' porque saben que .él estru·á "esperándolos con sus •
ojos celestes". 165
Por lo demás, la suerte final del pueblo está en directa relación con
o
la vida de este padre Dios: Don Céspedes supope intuye que de El
Olivo "no quedará nada, después de la muerte de Don Alejo". Una vez
se suelten los perros, esos otros cancerberos de El Olivo, no quedará
sino el "vacío de la noche", el abismo. El solitario espacio del infierno.
•
170
Utilidad de la poesía
Por vivir tan inmerso~ en nuestra cotidianidad, por atender las variadas
tareas y responsabilidades que trae consigo la sobrevivencia, por estar
profundamente amordazados por la rutina, hemos ido perdiendo la ca-
pacidad de asombro .. Nos hemos vuelto incapaces para leer los signos
que hay más allá de nuestras necesidades básicas o para comprender
las sorpresas que a díaiio se presentan el} nuestro existir. .
F.ste analfabetismo nuestro para lo prodigioso de la vida tal vez se
deba al demoledor ritmo que nos ha impuesto la sociedad de consu-
mo; o al costo demasiado alto que hemos tenido que pagar para aléan-
zai· las satisfacciones mínimas de un techo, una comida y un trabajó.
Todo pai·ece oponerse hoy a que nuestro ser mantenga la conciencia
suficiente conio para mantener izados el desconcieifu y Ja extrañeza: las
demandas de la prisa, el estrés del tránsito, la burocracia que nos enre-
da entre sus labeiintos, la excesiva confia'1Za al dinero fácil y al éxito
fugaz. Se habla, se actúa, se labora, más cumpliendo una serie de pasos
mecánic9s, una serie de operaciones rutinarias, que experimentando
eventos portadores de genuina admiración.
También nos ha hecho perder esta capaddad de asombro el vivir •
abocados diariamente a i¡~a avalancha informativa que cifra sus intere- 171
ses en una lógica, según la cual la novedad de hoy debe ser obsoleta
para mañana. Por estar tan "conectados" con la noticia espectacular,
con la catástrofe mayúscula, con la tragedia de los centenares de inue1c
tos, nuestra sensibilidad se va cauterizando, va perdiendo sutileza, h<!S-
ta el punto de qué pocas cosas nos conmuevan en verdad. Es como si
nuestros sentidos se atrofiaran y les bastara con uüllzar un mínimo de
sus infinitas posibilidades, como si redujeran su vasto campo de acción
a un constreñido y monótono territorio. Dejamos de apreciar, de
extasiamos, de maravillarnos, de sorprendemos. Reducimos el inmen-
so universo al Ínarco de un monitor de video. Nos autoimpone1nos una
especie de anteojeras qu,e, además de mermar nuestra visión, nos man~
tiene .cautivos de.una gris e interminable luz de pantalla."Tales hábitos
-que por lo demás nos inoculamos día a día, hora a hora, como si
fuésemos adictos'- nos han ido encerrando más en nuestras casas y hari
ido acorralando o aprisionando nuestro espíritu.
Es aqu! donde la lectura habitual de poesía puede semos de gran
utilidad. La poesía vuelve a colocarnos o renovamos el mundo,J~ per-
sonas y Ja vida. Con ella, a través de sus poemas, redescubrimos el
cielo, la piel de quien amamos, la noche que nos cubre, el dolor o la
al~gría que nos agita. La poesla vuelve .a decirnos o deletrearnos el gé-
nesis: mira-nos advierte-, allí está Ja sonrisa que no es carcajada y que
hay que estar atentos para captarla en su fugaz aparición; observa-nos
incita-; más allá, más lejos, hay un sol ocultándose tan lentamente con
la misma gradación én que, en otro lugar, va apareciendo poco a poco
como esperando amanecer; escucha con cuidado -nos susurra- el pal-
pitar de tu pecho y descubre en su compás Ja música con que está hecha
la vida.
Por eso, la poesía emplea las metáforas, las imágenes, las figuras,
los simbolos. Por eso utiliza medios que, desde otro lugar, nos permi-
tan volver los ojos a lo propio. La poesía trastoca los seres y la~ cosas
para que podamos, al leerlas en los versos, reconocerlas o volverlas a
incorporar a nuestra existencia. Tal es Ja función humilde, como pensa-
baJorge Luis Borges, de la poesía: restituimos el mundo. Que el trigo
no sea solamente una leguminosa sino también un alimento levantado·
al cielo; que los besos no sean sólo caricias, sino caer de lluvia sobre
mares; que la muerte misma no consista sólo en dejar de estar vivos
•
172
sino que sea un misterio revelado ·desde nuestro nacimiento. Con la
poesía renovamos nuestros sentidos; El tacto deja de agarrar y com-
prende que también puede ser ca.licia. La vista deja de escudriñar y
descubre que puede ser mirada. Aromas y sabores, gustos y sensacio-
nes, desfilan ante nosotros: recientes, lozanos, tiernos -si se quiere-.
Q)lien se cultiva leyendo poesía, quien tiene a la mano el pdsma de
cualquier arte, puede conservar sus sentidos intactos para no perderse
de los milagros cotidianos que de.ambulan silenciosos al lado de sus
pasos.
•
173
Indicios gramaticales
•
177
"Me mataron los murmullos"
El simbolismo de las voces en Pedro Páramo
I
Uno de los plimeros significados de las voces en Pedro Páramo, quizá
el más evidente, es el de ser símbolo del aviso. "Ella rne·aY.isó que usted
vendría. Y hoy precisamente. Que llegarla hoy'\ le dice Eduviges a
Juan Preciado. Aqui la voz cumple el papel de anteceder la acción final
de una vida. Mejor aún, las voces son "heraldós de la muerte". Son los
tres golpes -en la ventana, los mismos toques de "San Pascual Bailón,
que viene a avisarle a algún devoto que ha llegado la. hora de su muer-
•
179
' -
te''. As! supo Eduviges, por ejemplo, de la muerte de Miguel Páramo.
O son golpes secos, bramidos, gritos, culatazos, crujidos, o es el reclú-
nar de una puerta: as! supo Susana del fallecimiento de su padre, don
Bartolomé SanJuan.
La voz viaja más rápido que los cuerpos. Es igual que cuando uno -
ve una acción en lejanía: primero le llega el sonido y, más tarde, el acto ..
Y en Pedro Páramo, las voces préludian, anteceden, cualquier aconteci-
miento. Toda la novela, en si misma, es un grarl aviso. Desde la voz de
Dolores, la madre de Juan Preciado, hasta la voz ensangrentada de
Abundio, todas ellas van prefigurando un escenario, un ambiente fatal,
un accion¡¡r inevitable.
Dicho de mejor forma, en Pedro Páranw las acciones 'ya fueron, ya.
pasaron, ya murieron, y la ficción del presente no es sino el fruto del
espejismo de las voces. Sucede como la luz de algunas estrellas extin-
tas: es por la inmensidad de la distancia que nos parece seguir. conser-
vando su luz. Todos murieron ya en Pedro Páramo. Son ánimas. Y las
voces con las que el lector se encuentra, así como st todos participára-
mos de ese don o esa maldición de Eduviges Dyada, son los avisos de
histo1ias, de hechos o eventos acaecidos hace mucho tiempo. En otros
términos, lo que leemos én la novela no. son letrru¡ sino voces, símbolos.-
de un lugar escatológico, "un más allá, y todavía más allá'', un sitio
vacío, repleto de ruidos; de sonidos, de muchos ecos... aunque eri ver- ·
dad no sea más que un enorme ~ilencio.
II
Los vivo~ ·hablan y sus voces quedan ,guardadas en nuestra menimfa;
pero para escucharlas mejor, para poder sentir su intensidad,se requie-
re un silencio como el deComala, un_sitio "donde el aíre sea escaso". Y
es allí, precisamente, donde esas voces anidan, donde pueden "quedar-
se dentro de uno", donde logran adquírir densidad. Dolores se lo había
advertido aJuan Preciado: "Allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti.
Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte,
si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz".
Y este juego de presencia y ausencia de la voz está mediado por dos
tipos de relaciones: las que se dan entre ruido y silencio, y las que se
• producen entre cercanía y lejanía. En el primer caso, a mayor ruido,
180 menor audición de las voces, menor frecuencia del recuerdo; en el se-
gundo, a mayor distancia, menor cobertura, mayor debilidad de la
memoria. Tal dialéctica corresponde de alguna manera a una certeza:
las voc~s que oímos cuando estamos vivos cobran todo su valor sólo al
morimos. Quizá por estar tan cerca de ellas, no logramos escuchar lo
que realmente' dicen, o somos incapaces de percibir sus matices, su
: carga simbólica. Por su presencia inmediata, por su barullo, se hacen
insonoras; inaludibles. Pero luego, cuando ya no contamos con esa
materialidad tanto sonora como espacial, es que van adquiriendo su
justa valía, su real dimensión.
Entonces, huérfanas ya de esa materialidad propia de la vida, pue-
. den emerger voces que nos parecían olvidadas. Y dentro de la frágil
levedad de nuestra memoria de vivos, aparece otra memoria tanto más
fidedigua cuanto insospechada para nosotros. As! como las voces de
Dolores: "El ¡¡bandono en que nos tuvo, ini hijo, cóbraselo caro", 'ó'las
de Susana SanJuan: "Suelta más hilo", o esas otras voces de Abundio:
"Yo también soy·hijo de Pedro Páramo", o aquellas más de mttjeres
rezando el final del rosario: "El perdón de los pecados y la resmrecci6n
de la carne" ...
y fue, precisamente, esa avalancha de rumores, ese "pueblo lleno
de ecos", esas voces, las que mataron a Juan Preciado: "Y cuando me
. encontré con los murmullos se me reventaron las cuerdas". Esas mis-
mas voces, que salían. de todas partes, por cualquier hendidura, y que
persegtúan al hijo de Doloritas como si fueran un enjambre de abejas;
esas voces fueron las causantes de su fdo, de su miedo, da que se le
hubiera "helado el alma". Voces, ecos, murmullos, susurros: "La capi-
tana, señor. Una plaga que no más espera que se vaya la gente para
invadir las casas. As! las verá usted"; "te conozco desde que abriste los
ojos"; "allá hallarás mi que~·encia: El lugar que yo quise. Donde los·
sueños ni.e enflaquecieron. Mi pueblo, levantado sobre Ja llanura. Lleno
de árboles y de hojas, como una alcancía donde hemos guardado nues-
tros recuerdos... "; "ruidos, voces, rumores. Canciones lejanas:
m
En Comala el silencio tiene "hondw·as" y si no se lo puede oír es por~
que, como Juan Preciado, estrunos "llenos de ruidos. y .de voces" coti-
dianas, estamos· aturdidos, sordos como AbU11dio para escuchar. aque-
llos murmullos, aquel "rumor parejo, sin ton ni son, parecido al que
hace el viento contra las ramas de un árbol, cuando no se ven ni el árbol
ni las ramas, pero se oye eJ mwmurar... "; "Comala es un pueblo sin
ruidos'', al menos de esos ruidos a .los cuales estamos familia1izados
durante el día; porque de noche, cuando llega la noche, se pueden escu-
char "desfiles de voces", "ecos de sombras", "el sonido de las palabras
sin ningún sonido". Si, en Cornala, "cuando la tierra se ha vac_iado de
aire; cuando no hay ningún sonido; ni el del resuello; ni el del latir del
corazón; cuando se detiene el mismo ruido de la conciencia'', entqnces
sí pueden sentirse esas voces "como las que se oyen durante los sue-
ños"; "perá no voces claras, sino secretas, como si murmuraran algo al
pasar,· o como si zumbaran contra nuestros oídos". ·
Por supuesto, sólo para un condenado pueden sonar tan clmito to-.
dos esos murmullos, todos esos quejidos: escuéhar, por ejemplo, "unas
risas ya muy viejas, como cansadas de reír'', o los gritos de Toribio
Aldrete ... Gritos sentidos junto a las orejas: '.'¡Ay vida, no me mere-
ces!"; "¡Déjenme aunque sea el derecho de p_ataleo que tienen los ahor-
cados!". Sólo cuando se tiene oído de ánima "se oye platicar a la gente,
como si las voces salieran de alguna hendidura y, sin embargo, tan
claras que las reconocemos" ... Y todo esto ocurre en la noche, ."mucho ·
más allá de la media noche", "porqúe el dia desbarata las sombras";
porque al despertar, todo queda mudo; sólo se escucha "el caer de la
polilla y el rúmor del silencio". · ·
La noche. Pedro Páramo temía, a "la hora de la noche", a "esas·
horas llenas de espantos"; "tenía miedo de las noches que l\l llenaban
de fantasmas la oscUlidad. De encerrarse con sus fantasmas". Pedro
Páramo ansiaba ser como los toros, "esos animales que nunca due1'
men". A Pedro Párruno lo asaltaba la duda de que cada nuevo día no
• fuera sino "una nueva noche" ... Por eso decidió no volver a dormir; por
82 eso "se habla olvidado del sueño y del tiempo" ... La noche y susrui-
)S: "el crujir de las piedras bajo las ruedas", "el aullido de los perros".
i noche "entorpecida y quieta, acalorada por la canícula de agosto"; la
¡che que, según Susana San Juan, "está llena de pecados".
Ahora bien, lo únic.o qµe pe1mite dejar de ofr esas escalofriantes
lees es el sueño. En el sueño "no se oyen las voces, como que se van
s voces .. Como que se pierde su ruido. Como que se ahogan ... ". De
lí que Susana SanJuan no soñara nunca, o pareciera como si estuviera
mniendo o como si dmmiera; el de Susana, es un "sueño sin sosie-
•". Porque si fuera cierto, como dice la vieja Fausta a Ángeles, "que
s pensamientos de los sueños van derechito al cielo", entonces todos
tos seres de Comala luchaiían por dormir, por soñar. Pero no es posi-
e, "tal parece que estuvieran ence1rndos en el.hueco de las paredes o
'bajo de las piedras"; son ánimas en pena, "un puro vagabundear de
nte que mÚrió sin perdón y que no lo conseguirá de ningún modo";
Jn espúitus de !anoche condenados a escuchar gritos, ayes, sempiter-
s voces: "¡Han .matada a tu padre!" ... "¡Han matado a tu padre!" ...
:ian
::r matado a tu padre.1" ...
Contrasta fuertemente esta insistencia en los gritos de las ánimas
n el detallado sonar de la naturaleza, sobre todo de la lluvia: "El agua
1e goteaba de las tejas hacía un agujero en la arena del palio. Sonaba:
IB plas y Juego otra vez plas, en mitad de una hoja de laurel que daba
eltas y rebotes metida en la hendidura de los ladtillos". Tal reitera-
ín en el sonido de la lluvia, de la "lluvia que sigue cayendo sobre los
arcos".• "sobre los campos del valle de Comala", tiene una explica-
in: en Comala, "todos los muertos son \'iejos que en cuanto les llega
h=edad comienzan a removerse. Y despiertai1"...
IV
La abundancia de voces en Pedro Páramo no es gratuita. La novela está
concebida desde el simbolismo de un lugar infernal. Y las voces que se
escuchan son las de los condenados, las de las ánimas enantes. En reali-
dad, en este tenitorio fantasmal de Comala lo único que podemos oír son
murmullos; un sonido similar al que el aire hace al mover las hojas de los
árboles. Aunque, escuchando con más cuidado, lo que se oye en verdad
es una infinidad de voces y de g1itos, inaudibles para nuestra frecuencia ·
de vivos pero sonoros para todas las EduViges y Damlanas; para todas las
Doroteas y Susanas .... para todos los espiritus que, como Juan Preciado,
vinieron a Comala a buscar un pa,dre muerto ...
..
184
Cualificar la lectura y la escritura
Compromisos de primer orden
de la educación superior
•
188
La sexualidad sincera
de la palabra poética
Rainer Mari.a Rilke, el poeta de las Elegías, escribió que "el sentimiento
artístico, tan increíblemente cerca está de lo sexual, de su dolor y su
placer, que ambos fenómenos no son, en rigor, sino diferentes f01mas
· de una misma ansia y aventura". Pero ha sido sobre todo en los poe-
mas, en la poesía, donde mejor puede verse. o evidenciarse esta fusión
entre sexualidad y sentimiento, entre sexualidad y palabra.
El recorrido que me propongo compartir ahora está hecho de voces
poéticas, de hombres y mujeres que han cantado una y otra vez su cuer-
po, el cuerpo ajeno, su deseo, el encuentro, el goce, Poetas adanes capa-
ces de repefu· el génesis: los labios, la nuca, los brazos, el vientre, los
muslos ... Poetas creadores de sexualidades (si, porque no hay una única
sexualidad, sino infinitos nombres; sí, porque las sexualidades apuntan a
lo lntirÍlo) ... Con ellos quiero hacer una especie de paseo alrededor de la
sexualidad, esa fuerz¡i. o germen de la vida capaz de desbordarnos como
especie y colocamos de frente ante el misterio.
Señalemos para empezar una constante: cada vez que un poeta anhela
hacer suyo otro cuerpo, lo nombra de nuevo, lo renombra. Y de la des-
cripción anatómica salta a la uriagen, a la metáfora, pru'a otorgarle a ese
cuerpo otro vestido, una nueva piel. Por ejemplo, el inicio de "Cuerpo de •
l'.1 amante" del poeta ecuatoriano Jorge CarreraAndrade: 189
Pr6digo cuerpo:
dios, animal dorado,
fiera de seda y sueño,
planta y astro.
Fuente encantada
en el desierto.
·Arena soy: tu imagen
por cada poro bebo.
Ola redonda y lisa:
En tu cárcel de nardos
devoran las lwrmigas
mi piel de náufrago.
... Eres
taza de espuma azul, concha marina,
alga abierta en la arena,
paraíso de sal de las mujeres.
secreto erizo que en la mar trasmina ...
Am& tu desnwlez
porque desnuda me bebes con los poros,
conw hace el ag;ua cuando entre sus paredes me su.inerjo;
Hasta el' mismo sexo, dicho así, sin eufemismos, tiene otra fisono-
m!a al ser tocado por la palabra poética. Los moralismos se pesmoro-
nan, las normatividades explotan. El sexo que los poetas cantan es un
sexo transparehte;· quizás, el sexo sin culpa. El sexo "cancioncilla" de
. León de Greiff:
Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día..
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.
•
195
Oh escándalo de miel de los crepúsculos
Oh estruendo mudo
iOdumodneurtse!
Milu
mi lubidulia
mi golocidalove
mi lu tan luz tan tu que me enlucielabisma
y descentratelura
y venusafrodea
y rni nirvana el suyo la crucis los desalmes
con sus melimeleos
sus eropsiquisedas sus detúbitos lianas y dermiferios limbos y ·
gormullos
mihi
miluar
mi mito
demonoave dea rosa
mi pez hada
mi luvisita nimia .
milubísnea
mi lit más lar
más lampo
mi pulpa lu de vértigo de galaxias de semen de misterio
mi lubella lusola ·
mi total lu plevida
• mi toda lu.
196 lumía
Es tal la fuerza de la palabra poética que se propone alcanzar hasta el
sentido oculto en el gtito; la más remota frase perdida .entre los siglos.
Es como si la poesía anhelara nombrar los gemidos y los ayes de los
amantes, los lamentos secretos, los estertores propios de nuestra sexua-
lidad. Onomatopeyas, signos de admiración, puntos suspensivos ...
...Acaríciame... .
Soy una música callada,
misteriosa y bellísima.
iAcarfciame!
•
199
)
Vías, desvíos y extravíos
Variables de lectura de un poema
Arte poética
207
Tres obstáculos al describir
Describir: pintar con palabras. Dibujar con lenguaje lo que ven nues-
tros ojos. Delinear con cuidado:.rasgo a rasgo, detalle a detalle. Volver
nuestra mirada una lupa, una lente afinadísima para no pasar por alto,
para no dejar de lado. aspectos o elementos fundamentales de algui~n,
de cierto hecho o cierta situación. Describir: elección fina del lenguaje
para dar cuenta de nuestras percepciones. ·
Sin embargo, aunque tal aspiración parece medianamente fácil,
son por lo menos tres los impedimentos que salen al encúentro del
que desea hacer una descripción. El primero, que es la báse para po-
der describir, es el haber afmado o cualificado nuestrp ver, hast;i. con-
vertirlo en un mirar 1 • Mirar, lo sabemos, no es _un acto inmediato, -
fácil, mecánico; quiZá el ver cumpla con tales caracteríslicaS. Pero el
mirar, en cuanto_ actividad voluntariamente dirigida, requiére_que al
ojo se lo eduque, se lo forme, se lo cualifique para alcanzar cierta
1 Si se.desea ampliar en este proéeso de cualÍficIJCÍ6n del ojo, mírese mi texto "Más 8llá del ver está
el rnirar"' en el libro La r-ultura co1no texto.' LectltJU, semiótica y educaci6n,'i'avegcaf, Bog{Jlá, 2004, •
'págs. 77-88. 209
fineza en la percepción. Cierta perspicacia2 • O para ponerlo en otras
palabras, una cosa es lo percibido y otra muy diferente lo visto". Entre
un momento y otro media el ejercicio, ta práctica, el trabajo con eso
que pudiéramos llamar una "educación de los sentidos". Entonces, el
primer. imp~dimento está en la materia misma que ve, en el ojo. Entre
otras razones, porque nuestro ojo natural es un ojo cultural o encul-
turado. No vemos como una cámara fotográfica: miramos bajo la lente·.
de nuestras ideologías, de nuestros imaginarlos; miramos bajo los filtros
de nuestra socialización'.
ur{ segundo obstáculo tiene que ver con el útil que" empleamos cuan-
do vamos a describir: las palabras. O nos faltan o nos sobran. O no son
las in~cadas, o son tan vagas que al final no dan cuenta precisa de lo
mirada5 . El poco. trat0 con las palabras, ese analfabetismo funcional de
nuestro tiempo que ha reducido la riqueza lexical a los mínimos del con-
sumo, es una talanquera dificil de superar. Las palabras, en cuanto dispo·
silivos o mediaciones del pensamiento, en cuanto códigos, tienen sus
propias leyes; hay sintaxis que las orientan y hay semánticas que las deter-
rÍl.inan. Las palabras tienen su propia gravitación, su propio mundo. En-
tonces, cuando echamos mano de ellas para describir algo o para descri-
bir a alguien, necesitamos cierto dominio o cierta pericia para gobernar-
.las o,. al menos, para lograr que digan coil precisión lo que esperamos6 '.
'
2 Un buen libro para iluslrnr la idea de perspicacia, especialmenle en el campo de la inYesligaci6u,
es 1a obra iEu.reka!. Descubrinzienf.Ós cieru.fficos que cambiaron el murnlo de Leslie A1an florvit?.,
Paidós, Barcclona, 2003. El autor Lrae a·colación diversos casos en donde se puede co1nprohar c6mo ·
el ojo afinado, el ojo educado, es el que puede convertir algo nhnío o insuslancial en un hecho o un
eventosigniflcalivo. ' -
3 De manera-filnplia, Jacques Au1nont ha desarrollado este<lespla~iento de Jo visible n lo visual en ,
su libro La iniagen, Paidós, Barcelona, 1992. ·
4
Varios textos pueden ayudar a profundizal'en esta idei:l. Sólo t~mCJ referentes iniciales recomiendo
tres. El pri,ni.cro de ellos: illodos de ver de John Berge1; Gustavo Gili, Ban::elona, 1974; el segundo,El
ojo del obseniador, compilado por Pau1 Watzlawiclc }' Peter Krieg, Gedisa, Barcelona, 2000. Y uno
más: La conslrotci61t social de la realidad <le Petet L. Bcrger-y ThomaS Luckmonn1 Amon·ortu,
Buenos Aires, 198'1. - ' . .
s Véase 1ni texto 41 Esa palabra tan nuesll-a y tan lejana", en el lib1u Oficio de Maestro. Ja\legraf,
Bogotá, 2003, pág. 159-163,
6 Con las palabras, corno _lo escribieu1 el mexicano Oclavio Paz, hay que practicar cie11o oficio de
jinete, de domador. Valga recordar ese ¡>Qema suyo-, litulado "Las palabras": ºDales la. vuelta,/
c6gelas del n1bo (chillen 1putas),/ azQtalas,/ dales az.úcarcn-Ia boca a las rejegast/ ínllalas, globos,
pl'.nchalas, / sórbeles sangi:e y luélanos, / sécalas, / cápalas, / písalas, gallo galante, / luérccles ~l
• goznate, cocinero,/ desplúma13s, / deslrlpalas, toro, Jbuey, arrástralas,/ hazlas, pOeta, /haz que se
traguen todas sus palabras". En Pocmo.1 (1935-1975), Scix Barral, Barcelona, 1979, pág. 69.
210
No es cuestión de sinónimos o de ampulosidad· en el discurso. Mejor
aún, las buenas desclipciones consisten, precisamente, en encontrar la
palabra justa o adecuada para determinado rasgo o para cierta particulari-
dad de un rostro, tm objeto o cie1ia situación'.
El último de los obstáculos que, por estar al final, no es el de menor
importaneia o la última instancia de un proceso de desc1ipción, es el de
no saber o no tener algo en mente cuando se quiere describir. Digamos
que ya no es la to1peza del ojo, sino la pérdida de norte del investiga-
dor. Cuando se desc1ibe algo, dada la complejidad de las personas y
las cosas, dada la red y la trama de signos que conforman cualquier
unidad cultural8 , hay que definir con anterio!idad hacia dónde es que
. vamos a focalizar·nuesfra pesquisa. Es muy dificil, por no decir imposi-
ble, hacer descripciopes generales o de todo. La desclipción sé vuelve
fina, de filigrana, cuando trabaja en espacios delimitados, fijados,
enmarcados. Por lo mismo, si no se tiene o no se sabe previamente qué
es lo que deseamos describir, pues te1minamos apuntando hacia cual-
quier lugar o perdiendo nuestras municiones en aspectos que no eran
en últimas los objetivos de nuestra cace'ifa. Qµíen descdbe se parece
mucho a un cazador. No sólo porque define con anteri01idad la presa
que desea cazar, sino porque debe seguir sus huellas o sus indicios, sin
perder nunca el rastro de lo que busca. Una buena desc1ipción, enton-
ces, pertenece al arte de la cinegética".
Como puede verse, describir con alguna propiedad requiere superar
por lo q¡enos los tres obstáculos mencionados. De un lado, cualificar el
ojo, de otro doniinar las palabras y, finalmente, saber enfocar o delimitar
el objeto mismo de la descripción. Desde luego, no digo con ello que
superar tales escollos ya sea suficiente para tener dominio de tal herra-
1
Aquí lambién hay u1rn gama de lexlos qne pueden servir de ayuda para ilustrar lo dicho. Por ahora,
apenas con10 un opedlivo, sugiero la marovillosn obra Palomar, de ltalo Calvino, Siruela, ?t1adrid,
1997; y loS poe1nas de los 1ih~ de odas de Pablo Ne ruda. Me reiie1·0 a la$ ºOdas eleinentales" 1
uNucvas Odas elen1entales" y 111éreer libro de odas", ·recogidas en su libro Poesía (fomo 1), Noguet;
Bilbao, 1974..
, 11 El _concepto <le unidad cultural ha sido desarrollado por inf en el libro [.a cultura co1no lex/,o.
Lectura, 3e11iiótica y educaci6n, Javegtáf, .Bogotá, 2004-. Léanse, por ejemplo, los apartados 11GQué
son y cómo trnbajar CQH unidades cuhurales?", '11.eer un lexto vivo", 'iSemiólina El rehén: intento de
una semi6l.\ca política .. y iiCitizen smniolic".
9
Para pl'ofundizar en este aspecto, consúltese el 1:11t(culo "Jndicios. Rafees de un paradig;na de
jnferencias lndicíalesn, contenido en el libro Afiros, e1nblema.s, indicios, Moifalngta e hi.~roria, de Carla
Girrt.burg, Gedisa, BafC:elona, 1989, págs. 138~175. De igual manera, sori sugestivas Jas ideas de
Josefa Zulaika en su texto Caza, 3únbolo :r eros, Nerca, ~fiidrid·, 1992. 211·
mienta de conocimiento y de creación. PÓrque la desctipción necesita
sortear un vado más amplio y más profundo: el del propio desinterés. Si
no hay una motivación que catapulte a la desctipción, por más que se
hayan superado los tres obstáculos mencionados, siempre estaremos en
el conato, en la tarea inacabada o imprecisa. La emoción no sólo despier-
ta nuestros sentidos sino que nos coloca en disposición para tomar con-
ciencia del entamo!º. Nos eriza las sensaciones, nos exacerba el ánimo,
nos estimula el interés. Y cuando una persona' o un investigador tiene
dentro de sí una pregunta o un cUestionarniento que le Interesa, la descrip-
ción ya tiene por lo menos un lienzo idóne.o para plasmarse.
i-0 Si se-quiere eshtcliar cótno ha .ido cambiando la fonna· de pei-cibir esto de las emociones valdría la
• pena ieea- Ja ('..0mpilaci6n de Cheshire Ca1houn y Robert C. Solomon, lQué e.s una e11wción?. Lect.uras
clcfaíoos de psicolog(afilcs6fica, Fondo de Cuitura Eco1161nico, ~Jéxico~ 1989.
212
Martillar un tema para forjar la tesis
1
Sugiero consultar con cu1dadoohl'as como: Breve diccknw.rio eti1nol6gi-eo de la lengua castellana ele
Joan Coron1inas, Gredos 1 ?viadrid, 1973¡ Brevedi.ccfuoorio ctimol6gico de la lengita-espaiiola de Guido
G6n1cz de Silva, FonQo de CultUl'Cl Econótnic:a., ~féxiCo, 1991¡ Thesaurus de sinóniuws, a'm6nimos y
asociaci6n, de ide"as (Dos t01nos), de Davi<l 011ega Cavero, Sopena, Barcelona, 1996; Dicci.cnnrW
ideol6gico de la lengua espa.fiola, de Julio Casares, Gustavo Gili, Harccloua, 1997; Dicdonaric
ideoW8ico de la lengua espaiíola VOX, didgido por rrfanuel Alvar Ei:gue1ra, Dibliograf, Barcelona~
• 1995; DiCcionario general de si116niu1os y a11u5nirn.os1 dirigido por José l'.la.nuel Rlecua, Vox, Barcelow
214 "ª· 1999.
lenguaje b1ille alguna estrella, y podamos apropiar su luz para nuestra
tesis. Apenas como un ejemplo de lo expuesto, baste detenemos en el
análisis. de la palabra-tema velocidad. Veamos: una fuente nos lleva a
distinguir entre la velocidad como urgencia o necesidad y la velocidad
como animación o inducción; la misma referencia bibliográfica nos
advierte que la velocidad también se relaciona con el sonido y con la
actividad, y nos remite a otros campos de.relación: la marcha, el tiem-
po, Ja medida2 • Cambiemos de fuente3 : ahora el diccionario nos lleva a
prontitud y, desde allí, se nos abren nuevos mh·adores cómo la relación
de la prontitud con la brevedad, con la diligencia, con la anticipación o.
con el volar. Ese mismo texto nos enumera una serie de enunciados
relacionados con la velocidad que muy seguramente nos podrían dar
pistas para formular nuestra tesis: "darse prisa", "ganar tiempo", "alar-
gar el paso", "no poner los pies en el suelo", "dicho y hecho'', "como
una baia" ... Con estos insumos podríamos pasar del temíl inicial pro-
puesto a la tesis de que la velocidild es una de las fonnas de la anticipa-
ción, o que la velocidad no es cuestión de prontitud sino de medida, o
que la manera como el tiempo ahoITa es la velocidad ...
Una forma más de caldear un tema para que logre la consistencia de
tesis es sujetarlo al juego 'de las oposiciones, de los opuestos, de las
ideas contrarias. En algunos casos, viendo nuestro tema desde la otra
milla, salta a la vista un rasgo, una aiista que puede se1vir de motivo
para nuestra tesis. Los contratios, los 9puestos, nos ayudan a ver los
temas como problemas y- no como cosas definitivas o cerradas. Los
opuestos ponen nuestro pensainiento en tensión y. lo sabemos, la ten-
sión es la dinámica propia del ensayo•. Detengámonos un momento
para esclarecer lo dicho y tomemos como ejemplo-tema el amor. Al
verlo desde su contrario, bien podríamos decir· que es el odio; pero,
yéndonos ún poco más al fondo, vemos que las fuerzas que mu~ven al
amor son, esencialmente, contradictorias, opúestas" Asi que ya podría-
mos lanzar nuestra tesis: el amor es la convivencia de los opuestos; Esta
tesis pochiamos reforzarla con autores como Lope de Vega5 o con)os ·
2
Diccionario i.deoMgiéo de la lengua espaiiola VOX, op. cil., pág. 91.
3 Dkcionari-0 idenlógico ,le la. lengr.ta española 1 de Julio Casal'es, 01>. cit., pág. 366.
4
Para Smpliarcsla idea de Ja lensión, léase mi lexlo "El ensayo: un géne1-o de la tensi6nn, material
inédi19.
5
El soneto de Lope de Vega dice: "Desmayarsei atreverse, estar furioso, / áspe1-o, lie1no, liberal,
esquivo,/ alentado, mortal, difunto, vivo,/ leal,. traidor, cobarde y animoso;/ no, hallar fuera del bien.
•
215
versos deJorge Manrique: "un placer en que hay dolores'', un "dolor en
que hay alegrlas", "un esfuerzo en que hay temores", un "temor en que
hay osadia" 6 •
Cerremos estas reflexiones diciendo que también la tesis puede ir
apareciendo como sedimentación del trasegar con un tema. Hay un~
especie de serendipiá.7, de perspicacia o de salto del pensamientoª que
opera precisamente porque nos exponemos durante un largo tiempo a
la influencia o al contagio temático. Y, por lo regular, cuando menos lo
esperamos, sin proponérnoslo siquiera, sale o despunta la tesis. Como
una sorpresa, un regalo o. un súbito encuentro. Pongamos, por caso, la
situación dd ensayista que de tanto persistir en el tema de la autoblogra-
Jla, descubre de pronto que la esc1itura se asemeja mucho al papel del
escudo en el milo de ·Perseo; que es gracias a ella como el hombre
puede enfrentarse a sus propios monstruos; que la escritura es un medio
eficaz para "fijar"· o "retener" a Medusa, a ese olro ser que también
somos. Es claro, al menos en este ejemplo, cómo emerge cual relámpa-
go la tesis: la escritura autobiográfica es semejante al escudo de Perseo.
Mejoi· aún: la autobiografia es una técnica para enfren~ los propios
miedos. Y todavia cabría fmmular la tesis de olra manera: la autobio-
grafia es una mediación para el reconocimiento9 •
Asi, pues, si hemos seguido de cerca las huellas de estos plantea-
mientos, ya podremos delinear la forma de nuestro éamino: hallar _o
cenlro y reposo,/ mostrarse alegre, triste, hurnH<le, altivo,/ eúojado, valiente, fugitivo,/ satisfecho,
ofendido, receloso;/ huir el rostro al claro doseugruío, / bebe1\veneno por licor sun\'C1 /olvidar el
pro_vecho1 amáreldaño,/ creer que un cielo en un infierno cábe,/ dar la vida y el alma a un desengaño,
/ esio,es amor;,.quien lo: prob6,. lo sabe'.'; véase la Antología de de la poeJta- amorosa española.e
hüpanoo..mericaM., bajo el cui~ado de Víctor de Lamn, Edaf, l\tadricl, 1993, págs. 139-140.
6
El largo poema de Jorge ~Ianrique al que me refiero se tilula ~'Diciendo qué c:-0'sa es amor",
contenido cn'Obra completa, dirigida y prologada por Augusto Cortina, Espasa~Calpe, 1\-lndrid, 19751
págs. 3941. .
1 Para profunilizar en este concepto puede leerse la ohra Serendipia. Ensayos sobre ciencia, meáiw-
cina y otros sueños del médico ch11jltno e invest~gador Ruy Pórez Tnmayo, Siglo XXI, Méxfco, 1981.
Define así la serendipia e) autor mencionado: ucapacidad de hacer desctthrimienlos por accid~nte y
sagacidad, cuando se e:ilá buscando olmcosa" •.:pág.135.
8
Pueden enconlrarse Y~riados ejeni1>l~ de.esta manera de proceder el pensamiento en obras como
La baflera de Arquímedes J' otra~ historias del deséuhri.111iento científico de David Pcrkins, Paidós, ·
Barcelona, 2003; o en el texto iEurekaJ. pescubrilnientos científicos que camhiaron el mundo de
Leslie Alan Horvitz, Paid6s, Barcelona, 2003.
• 51
Un desanollo más ponnenorizado de este p1anteamiento puede leerse en·mi ensayo ~il.a autobi()-
grafía como mandato socrálico" •material de clase inédito.
216
tener. una tesis es fundamental para escribir un ensayo. Sin ella, el ensa-
yista andará a tientas, lanzando sus ideas para todas parles o mencio-
nando .autores sin ninguna puntería. La tesis imanta al ensayo; le da un
campo de atracción que no sólo lo cohesiona intel'i01mente sino que,
además, le brinda 'una fuerza persuasiva. Un poder capaz de atraer, con-
mover o seducir al lector. De convertirlo en una especie de satélite do-
minado por tal fuerza gravitacional'.
•
217
}
·Lo bello de la bestia
Un análisis de las transformaciones
en el cuento ~La Bella y la Bestia1'
1
Para conocer
.
los diferentes tipos de transformaciones
.
que.
intervienen entre el estado inicial y el estado final, es indis·
pensable hacer una descripción exhaustiva de la dinámi·
ca interna del programa narrativo.
(AJ. Greimás)
•
226
Diez razones
para incorporar la narrativa
a· nuestro oficio de maestros
· Primerarazón
Porque la narrativa afecta no sólo nuestra dimensión cognitiva sino tam-
bién nuestra emocionalidad. La nan·ativa, además de irritar nuestra inte-
lecci6n, toca nuestras pasiones, nuestros sentimientos. Tan fuerte es este
fil¡pacto que tenninamos llorando() riendo, profundamente conmovidos
con aquellas hist01ias que leemos o escuchanios. Sufómos y gozamos
como si los seres que habitan el mundo de la nanativa fueran personas
conocidas o cercanas a nuestro espacio familiar. Y aunque sabemos que
tales hist01iasson imaginadas, eso noobsta'para'que nuestros-afectos se
comprometan hasta la total ídentificacl6n. Esta bondad de la namltiva
puede servir para que los educadores aprendamos estrategias más
vinculantes en nuestro discurso, fo1mas más holísticas, más plurales, en
nuestra comurúcación o en_ el tipo de relatos que proponemos en clase.
- .
Segunda razón
Porque la narrativa, en la medida en qzie está elaborada desde la lógjca
del conflicto, ayuda a que los lectores o escuchas de la misma tengan la
- posibilidad de tomar partido, de compadecerse o estar en desacuerdo •
con uno u otro personaje, con una u otra situación. Lo que la narrativa - 227
presenta siempre está en tensión, siempre invita ala participación. No es
un conocimiento aséptico o neutro: con la nrurativa, el espectador o lector
siente la necesidad de comprometerse. De alguna manera, la nrurativá
implica el papel activo del que lee o escucha: a él -como receptor- le
·compete acabar de terminru."lo que el narrador le propone. Este otro pun-
lo puede ser muy útil para que los educadores revisemos cuál es el mar-
gen de juego de fuerzas contrarias que mostramos en nueslrasclases o en
los contenidos programáticos. Y dado que la nánativa presenta más de
una opinión, más de una postura, si de veras ansiamos que nuestros estu- ·
diantes se involucren en algún tema, Jo mejor es disponer tal asunto a la
manera de dilemas, de conflictos, de antagónicos puntos de vista.
Tercera razón
Porque U,, nanativa no moraliza sino que presenta,· sin un afán doctrinal,
ciertas acciones o determinados discursos. Más que demostrar, la fuerza
.de lo narrativo está en la mostración. La narrativa deja un espacio, un
interstiéio, para que los espectadores, lectores u oyentes, saque.n sus
propias conclusiones. La narrativa no dogmatiza; más bien abre abani-
cos de posibilidad, muestra situaciones, trae a colación ideas para que
seamos cada uno de nosotros los que tengamos que sopesarlas y sacar
nuestras conclusiones. En este sentido, la narrativa se mueve sobre una
_ética tendiente a desarrollar la autonomía. Las implicaciones para noso-
tros los maestros saltan a la vis(¡¡; con la n.an"ativa podemos aprender a
actuar menos desde el sojuzgamiento y más desde la comprensióµ; con
la narrativa podemos afinar nuestro afán moralizador por una sana edu-
cación desde el respeto por la diferencia; con la narrativa, quizá, tenga7
mos la posibilidad de mostramos en nuestras relaciones .de aula más
indulgentes y más dispuestos para el perdón.
Cuarta razón
Porque la narrativa hace de la e;x¡periencia la mediación fundamental
para el conocimiento. Con la narrativa, la experien.cia adq1úere un lugar
central. Aquello que le pasa a los seres humanos, esas peripecias o aven-
turas cotidianas, son de las que. se nutrn la narrativa. Y lo valioso de oír
o leer relatos es que podemos acceder a situacimws semejantes. Tales
experiencias incitan nuestra curiosidad y, además, nos muestran que no
estamos solos en este mundo, que otros seres -así sean fantásticos- su-
• fren como nosotros las mismas angustias, los mismos dilemas, los mis-
228
mos temor~s. Lo que Ja narrativa destila de esas expeliencias,·más que
un listado de conocimientos, es genuina sabiduóa. V alga decir que la
nruwtiva nos advierte a los educadores cómo valoramos o qué lugar le
otorgamos a la expeliencia dentro del proceso de enseñanza y aprendi- '
zaje. Qué tanto la favorecemos o cuánto de ella dejamos de lado por
privilegiar las prácticas intelectivas o de estudio formal.
Quinta razón ,
Porque úi narrativa, a través de sus amplios y diversos escenarios imagi-
narios, desborda las fronteras de nuestro mundo familiar. Con la narrati-
va se potencia lo que nos ha sido dado como especie o como cultura.
La narrativa nos enseña que hay siempre algo más allá de las montañas;
que no debemos conformarnos, que tenemos que ir siempre en pos de
un ho~onte, así sea con nuestra imaginación. La narrativa, al mostrru'
nos "mundos posibles", catapulta nuestras limitaciones y expande nues- ·
tros deseos más insospechados. Este aspecto es fundamental para cual-
quier proceso formativo, ya que la educación no es un trabajo sobre el
presente sino, esencialmente, sobre el futuro. Toda educación genuina
tiene como norte lo que aún no es, pero que puede llegru· a ser.
Sexta razón
Porque la narrativa incluye dentro de sus estrategias la persuasi6n pla-
centera y gozosa. El buen narrador, lo sabemos, también d«;!sea entrete-
ner. Y así sea el conflicto más despiadado o el problema más doloroso,
la narrativa lo hace llamativo e interesante. Tal es su fuerza artística. Hay
una serie de técnicas, propias de la narrativa, que le darÍ cierta condi- .
ción fascinante. Ademiis de mostrar una historia, unos personajes y unos
escenarios, la narrativa busca.que tales elementos entren en una dinámi-
ca que sea altamente apelativa para un receptor; en el fondo, cada aspec-
to tiene que someterse a la gravitación de lo interesante o sugestivo. He
aquí otra ayuda pru·a los educadores, sobre todo para aquellos que no
logramos sacar a nuestros alwnnos del marasmo del _aburrimiento o el
desinterés. Con la nan-ativa, el saber adquiere sabor; el enseñar se alia
con el juego y la seducción.
Octava razón
Porque, dadas las anterioi-es razones, la narrativa incita a ser recontada
u.na y otra vez y, por lo mismo, a tener nno de los más altos niveles de
recordaci6n. Precisamente porque nos ha parecido interesante la historia
escuchada, o porque tiene mucho que ver con nuestra edad, o porque
a través de ella pudimos hac;;r p::ute de otros mundos, la narrativa se ·
renueva volviéndose a contar. Su forma de perdurar es así: repitién-
dose y repitiéndose. Entonces, el saber que ella comporta se fija muy
fácilmente en nuestra memoria. Q}tizás ni tengamos que aprendérnoslo
tediosamente; más es por su impacto en nuestra atención, por la forma
como hirió nuestros afectos, que te1minamos aprendiendo tales relatos.
He aquí otrá pista valiosa para los educadores en lo referente a cómo
diseñar o utilizar e~trategias de aprendizaje que puedan conservarse
para toda la vida. En cómo. replanteamos la memorización y el apren-
dizaje con sentido.
Novena razón
. Porque la narrativa pone al que narra en la condici6n de sér itn actor o
alguien consciente de. moverse en situaci6n escénica. Quien cuenta una
J"'
•<=
historia lo hace tanto con sus palabras como con su cuerpo: todo habla
cuando alguien nana. Son importantes las inflexiones de su voz, el tono,
w
~ I.a textura; son significativos los desplazamientos que hace, los movimien-
..'.'l tos de brazos y de manos; es clave la utilización de lamirada y el manejo
de las pausas y los silencios. El que nan:a debe tener conciencia constante
• .de auditorio. Desde' aspectos tales como dónde se sitúa, desde qué lugar
230
cúenta, hasta sutilezas como por dónde empezar o por dónde acabar el
relato. :&te pWlto sí que es fundamental para los educadores, pues a veces
se piens¡¡ que basta con saber la asignatura pafa conseguir enseñarla, cosa
que no es totalmente efectiva. Siempre es mejor ponerle a ese conoci-
miento que deseamos comunicar un ropaje, Wl escenario y una presenta-
ción lo suficientemente interesante como para movilizar Ja atención y el
interés del posible aprendiz. Una representación capaz de seducirlo, de
atraparlo en la magia propia de lo espectacular.
Décima razón
Porque la narrativa, al activar esa vetusta costumbre de estar reunidos
al lado del fuego, nos hace hermanos de una misma sangre cultural. El
que narra convoca, a través de sus palabras, los.orígenes, el caudal vigo-
roso de .sus mayores. El narrador es nrurndor porque se sabe deposita-
rio de cie1tos valores o saberes, de una tradición, que debe legar a los
más jóvenes. De alguoa forma, el que cuenta historias es un guardián
de las mismas. Una especie de vestal que debe alimentar el fuego; un
fuego sagrado porque pone en comunión ·el pasado con el porvenir.
Veo acá otra razón para que Jos maestros incorporemos la narrativa a
nuestro trabajo \:otidiano, pues nuestra tarea comporta un papel esen-
cial en la consolidación y desarrollo de la comunidad: el de mantener
la continuidad entre lo que ya fuimos y lo que aún podemos ser. De un
lado, los maestros tenemos la responsabilidad de retomar y conservar
un patrimonio hecho por muchas géneraciones y, de otro, de transferir-
lo a nuestros descendientes tanto o más· enriquecido de como nos llegó.
Es muy probable que con la ayuda de la narrativa pueda semos más
fá<;il cumplir tal cometido.
•
231
Materiales para una didáctica
de la escritura poética
1
Roberto Juarroz,Paeslay,creación (Diálogos Cfln Guillermo Boido), Cadas Lohlé, BuenosAfres,
1980, pá&· 19-20. .
' '
. .
2
Así explica, Juarroz, estos aspee/os fundamentales de la poesía: 11Tuno: una cxp1'esi6n ~eeidtila,
na1ural.nlente de fondo, r-01unda y hasta a veces ·cortante, aunque se bable de lo más escondido.
ACtitUd interior: vivir las propias visiones con radical cOn$istencia, ~sin cálculos ni teinoros,
prolongando )a vida intetjor haslA que adentro y afuera no se diferencien, en una contemplaci6n casi
7eligi.osa de la dinámica profunda de las Coimes. Configuraci6n simh6lica: polencin fntcg1n de
In hnagcn, entendiendo por la1 no sólo la de la rafa sensible sino lambién la fundada sob;re los giros
1riás penetran!es y originales'. del pensamiento, evilando rigurosa1nente Jo difuso, con confianza
plena en Ja vigencia de una estri.lotura poética propia de los úlli1nos alcances de la inteligencia, con
In convjcci6n de que sentir y pensar no son CoSas distintas, con l1na fidelidad de base al dl?StUToHo
particular.de cada nt1cleo poético y una vivencia o expoi'iencia integral del poema colno un organis- 233
hay posibilidad de acercamiento sistemático a algo que esencialmente es ··
asistemático como la poesía. No digo que sea asistemático porque sea
caótico, sino porque sus referencias rompen la posibilidad de cualquier
armazón que pueda convertirse en un sistema. No es una organización
de elementos que cumplen determinados procesos para alcanzar
.determinados resultados. Es un conjunto de pal.abras que se han reunido
en torno a un momento parecido a una iluminación" 3 • Subrayo, de
igual modo, esa evidencia: "Hay un aprendiz.aje que predispone hacia
eso. Puede haber ciertos principios que nos ayuden a estar disponibles, a
lograr ese imprescindible estado de abertura hacia el poema, sujeto a
cualquier cosa que se presente. Quizá se pueda ejercitar un poco al ser
humano en el logro de ese estado, pero siempre estaremos en la periferia
de lo poético (..,.) Pero tal vez se podría conseguir; en él proceso de
comunicación que supone la enseñanza, lo que a veces se conquista en el
diálogo" 4 • Descttbro, entonces, en las declaraciones del poeta, que es a
pru·tir de esa tensión, de ese lugar funambulario,. desde donde deseo
move.ime en esta oportunidad. Esa tensión que, por un lado, niega la
enseñanza cuando afirma: "La poesía no es algo que se aprenda en las
escuelas, las universidades, ni siquiera en los talleres literarios ni en los
maestros" 5 • Y por otro, deja· cierto lugar al educador al con8iderar:
"Esto no significa que la.poesía sea ima simple imprmiisación, o un don
·divino, o una inspiración en el sentido más omenos mágico de la palabra,
Tampoco es un don innato" 6 • Una tensión que se hace mucho más
fuerte para la crítica literatia, pues aunque Juanoz señala que ''No hay
reglas de análisis o normas didácticas para entrar en la poesf.a, llámese
estilística, estructuralismo, método simbólico o critica impresionista" 7, al
mismo tiempo, nos subraya su creencia en que "la poesía tiene mucho
de dominio· o arle del leng¡.iaje, y en este sentido es necesario aprender
todo lo que constituye itna especie de control o de conocimiento lo más
rno unitatio. l\lanejo del lenguaje: concisión, desnudez.. concentración, :renunci$ a lo decorativo
y rel6rico, con una especie de animis1no verbal (1·econocinlicnlo de la "ib1-nci6n, el temple, la
conducta y el ánimo tle cada palabra} y un plasticísmofiguralivo1 despierto en los sucesivos esbozos
de a1go así como una clespoj<!da y tal vez inalcanzable parábola del espíritu11 • {p.154-155). ,
' Op. cit., pág. 95-96.
' Op. cit •• pág. 96.
' Op. cit., pág. 76.
•
234 .
6
Op. cit., pág. 76.
7 Op. cit., pág. 72. ·
profundo ppsible del manejo de este arte"ª. Asumo, ~ntonces, para esta
exposición, la cimbreante condición del arco o la lira de Apolo".
1
Para empezar, me voy a detener en un pequeño libro que recoge la.
expeliencfa de los talleres queJaimeJaramillo Escobar orientó, desde
1985, en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín: Método fácil y rápido
para ser poeta.'º Del texto, me llaman la atención tres cosas: la primera,
una afirmación: 'ta ppesía está más en el modo de percibir que en el de
expresar" l1 ; "redactar es relativamente fácil. Lo difíciles VER y conver-
tir lo visto en idea" 12 • Este punto lo considero de vital importancia para
una didáctica de la escritura poética. Pareciera como si antes de cual-
quier cosa, lo primero que tuviera que hacer un maestro es mejorar las
condÍci~nes de percepción de sus alumnos. Hay un can1bio de mirada
o de lente, sin el cual la poesía no puede darse. Se trata, en últimas, de
afinar la perspicacia o la fineza de nueslro espíritu para hacer admirable
lo que a primeras luces no es visible. No me canso de recomendar los
libros de Odas de Pablo Neruda. Hay en ellos una serie de lecciones
para aprender a mirar, una didáctica de la percepción, unos ejercicios
para todas las edades sobre la sutileza y el olfato agudo que se debe
tener para penetrar de forma nueva en las cosas cotidianas. Bauticérnos-
la, de una vez, corno una didáctica del asombro.
...
( )
El ojo,
globo de maravilla,
pequeño
pulj10 de nuestro abismo
· que extrae
·~4.~~. .
9
Apolo ucs a la t•ez el di Os arquero y el dios de la lira, ya que ambos inst1un1enlos tienen funciones
paralelas. CastiSa, envía la cníern1edad inediante sus flechas; pero al niismo tieinpo sana, purifica
y preside la fundación de ciudades. Dios de la música, es, junto con las ~1usas, macslto de
am1onfa111en Héroes y dioses de la anligjiedw:i, de I. Ag'1ion, C. BarJJillon y F. J....issarraguc1Alfonz;.l,
Madrid, 1997, púg. 34-35. .
'º Jainie J.iramillo Escobar, fl,fét-0dofácil r rápido para ser poeta, Eafit, MedeJlín, 2005.
'' Op. ci1., pág.19.
t:! Op.cit. 1 pág.19. 235
la luz de las tinieblas,
perla
elaboradora,
magnético
azabache,
maquinita
rápida
como nada o coino nadie,
fotógrafo
vertiginoso,
pintor francés,
. revelador de asombro 13 •
rn Pablo Neroda 1 "Oda al ojo'\ en Nuevas odas elenie~, Buenos Aires, Editol'ial ~sad~.1977,
pág. 103. . .
14
Op. cit., pág. 40.
'' Op. cit., pág. 42.
• 16 Op. cit., pág, 104.
17
236. Op. cit., pág. 107.
(ductibilidad, elasticidad, maleabilidad, sonoridad) y por ello se puede
afirmar que la mayor parte de la poesía colombiana en la segunda
mitad del siglo XX está escrita en prosa fragmentada, sin las cualidades
de la prosa ni las del verso" 18 ; "subsiste la rima asonante, más rica y de
musicalidad más ·actual, pero se requiere de la métrica, y la métrica
requiere de su estudio y práctica, y los nuevos poetas se muestran pere-
zosos con respecto a preceptivas" 19 • Lo que pone de relieveJaramillo
Escobar es la necesidad de empaparnos, tanto maestros como alum-
nos, de esos conocimientos propios del lenguaje poético que más que
limitarlo, Jo potencian; más que. someterlo o condenarlo a una prisión,
lo llenan de posibilidades para crear y remontar el vuelo de la imagina-
ción20. De igual inodo1 subraya esa pereza, de educadores y estudian-
tes, por conocer y practicar toda esa tradición contenida en las llamada8
preceptivas literarias.
El libro me gusta, finalmente, porque cada pequeño capítulo inclu-
ye, al final, una serie de citas de diferentes poetas que avalan, refuerzan
o enriquecen lo propio de cada apartado. Estas citas son, de por sí, una
serie de consejos o preceptivas, de rel!exiones que pueden ayndarle al
maestro a enseñar o propiciar Ja discusión sobre la escdtura poética.
2
En este mismo camino, Ezm Pound -el gran poeta vanguardista .norte-
am~ricano- afirmaba: '&l componedor de malos versos n.os aqurr~_porque
no percibe el tiempo y las relaciones de tiempo y, en c~ecuencia no es
capaz de delimitarlas de modo atrayente, mediante silabas más largas y más·
breves, más pesadas y más livianas, y las diversas cualidades sonoras
21 11
Tralado <le rnéldca11, en-El ABC de la lectu/a, Ediciones de La Flor, Buenos Aires, 1977 1 pág.
196-197. En el mismo apartado, Pound recorníenda: 11Al con1poner un verso bt niás adela.nle, al
hacer eslro(os co11 los versos) hay que tomar tm cuenla ciertos 6Iementos p1in1arios: es decir,
lenc1nos los vario!; 'sonidos tirliculado~' de1 lengo~je, (le su. alfabeto, y los varios gn1pos de lettti:s
que fonn.an Sílabas. Estas sílabas tientn <liferentea pesos y duraciones: pes0$ y duraciones origi-
nales; pesos y durnc~ones que se imponen naturahnente a ellas por obra de los otros grupos
silábicos círcundantesn, pág. 196. Ei\ síntesis: 111-Iay que escúchar el sotúdo'\ pág. 198.
21 Sobre esle aspeclo de las dive1-sas técnic~::. de la cscritura·poélíca flay una amplia ga1na biblio-
gráfica. Apenas, coino suge1·encia 1 propongo los siguientes texlos: Af¿tfi.ca españolo. d~ AntQnio
Quilis, A.riel, Bnrcelona, 1984 1 que prest!lllll una buena una l'evh;ión de lns fonrias lradiclonales;
llétrica espoficla.del siglo ..Y~\"1 Francisco López Estrada, Gredos, itladrid, 1987, que se eentra
especialnlentc .~n la mélricat de aillorcs cSpaüol.es del siglo XX. De igual modo eirrecomendable',
por su.intcnci6n d,idáctiCa, el texto de Silvia Adela K!)han, C6nio se eJcribe poes!a 1 .Plaza & Janés,
Barcelona, 1998. Y si nucstl'O afán no nos deja 1nofundiz.aren eslos libros, al menos vald1·ía la pena
conseguir la pequeña obra Qué es el verso, del pOe1a argentino Pedro J'ffiguel Obligado,_ Columba 1
Buenos Aircs 1 1964. En este úllin10 voh1111en 1 de inanera senciJla·y elen1entnl, se pl"cscnlan los
conceptos básicos del lenguaje poético. Dice el Mutor, refiriéndose a la técnica: 11 Dehentos pues
!!h!!ndonar la idea de c¡ue las J"eglas son lrabas, porque eÍ artista genuino es con10 el hombre
honrado, a quien los leyes protegen y nunca tnolestnn. lQué puede C$perarse del 1ní1sico que
• desprecia Ia ciencia de 1acomposici6n, del arquileclo que ignora los eslilos y no estudia el.plan (le
su conslntcci6n?11 1 pág. 43.
238.
dinámica que ha de mediar entre los orígenes de /,a emoción en la memoria
y en la experiencia y /,as estratagemas fonnaies que sirven para expresarlos
. en la obra de arte. La técnica exige sel/,ar con nuestra marca de agua
una fonna esencial de percibir; hablar y pensar; para que quede impresa
en el tacto y en ta· textura de nuestras líneas; /,a técnica se refiere a la
. totalidad del esfuen.o creador que llevan a cabo los recursos de la mente
y del cuerpo para lograr que el sentida de la experiencia quede sometwo a
la jurisdicción de la fonna. Técnica es aquello que, según frase de Thats,
convierte el hato de accidentes e incoherencias que se sienta a desayunar
·en una idea, en algo deliberado, completo" 23 •
3
A prop.ósito del.as preceptivas, me regodeo y asombro con el ya clásico
texto de Jesús Maria Ruano, Lecciones de literatura preceptiva. Miro la
fecha de edición, 1962, editmial Volunlad. Observo, primero los temas
o capítulos dedicados a la poesía: "Concepto claro de esta principal
parte de la literatura, versificación y rima, diversas clases de versos en
castellano, combinaciones métricas asonantadas y sueltas, combinacio-
nes asonantadas, más combfuaciones aconsonantadás, poesía,. lírica:
esencia y propiedades, variedad de composiciones, oda, canción, him-
no, elegía; poemas menores de carácter lúico, poesía bucólica; poesia
épica: la epopeya; la leyenda; poesía dramática: unidad, verosimilitud,
personajes; interés, tragedia, comedía. .. 24
M.e percato, además, de las actividades propuestas en el líbro: "eje1'
cicios prácticos y de composición" y "reconstrucción sintética"; la pd-
. mera de ellas, del corte: Medir los versos, notando las sinalefas, .licen-
éia~ métricas, la clase de lima, etc.; la segunda, organizada casi siémpre
a partir de preguntas: ¿Es esencial el verso en la poesía?; después de
examinar cada línea de un poema propuesto y estudiado, ¿qué dos co-
sas se observan?, ¿a qué se debe la armonía rítmica de esas lineas?, ¿a
qué hay que atender para la medida?; luego, tomando como referencia
otro poema: ¿qué son los ripios?, ¿qué son versos leoninos? ...
Me detengo y paso las hojas hacia atrás. Voy hasta el inicio del texto
y hallo explícito el método o la opción didáctica. Para empezar, el autor
23
24
De la emoción de las palábrru. Anagrama, Barcelona, 1995, pág., 4748.
Lecciones de literatura preceptiva, Jesús Pt1aría Ruano, Volu~lad, Bogotá, 1962.
•
239
manifiesta que las lecciones son "sacadas del estudio analítico-intuitivo
de selectos modelos clásicos e hispanoamericanos''. Dice, además, que
aunque parezca voluminosa la carga, la desea presentar al niño de ma-
nera liviana, útil y provechosa; y que p.ara ello, tendrá como lema la
amenidad y la práctica. Después, agrega: '"Pres rieles tra:umws nosotros
para suavizar la marcha del aprendizaje técnico. Primeramente pre-
sentamos al joven alumno un modelo de la cuestión literaria que en
cada lección se pretende estudiar. Con ese ejemplo a la vista le vamos
señalando como con el dedo cada una de las cualidades literarias qúe
lo constituyen, haciéndole caer en la cuenta de que esas dotes parciales
que en él examen intuitivo vamos encontrando, depende.la armonía y
la bell.eza literarias del conjunto (... )La cuestión es haúr que veq. y
entienda el discípulo lo que ha de almacenar en la memoria. Después
de hecho el examen intuitivo, fácil será al mismo alumno, dirigidó por
el profesor, formular las reglas generales necesarias para que toda otra
obra o todo elemento de obra literaria sean semejantes al modelo o al
ejemplo. Es decir, que las cualidades y reglas generales fluyen por sí
solas del análisis intuitivamente hecho; y la definición tiene que des- ·
prenderse de por sí, como la fruta madura del árbol(. .. ) Pero el método
de nuestro texto no t~rmina con la intuición analítica (... )Hay, pues,
que ordenar, concretar, reunir esos conocimientos: Bien está el análisis;
pero quedaría imperfecto el método sin la síntesis. Ahora bien: nosotros
hacemos esa síntesis por el medio' didáctico, tan alabado y seguido por
todo buen pedagoga, de la interrogación retrospectiva, que en nuestro
sistema llamamos reconstrucci6n sintética. Con la espera del futuro
dialogismo se redobla ya la atenci6n del discípulo durante la eX:posición
intuitivo-analítica, y con las preguntas retrospectivas, breve, clara y
· reiteradamente hechas, las ideas se imprimen y se graban indeleblemente
(... ) Estéril sería el método didáctico propuesto, si no se endereza a
alcanzar el fin último de toda educación artística, que es la .acción.
Clásica es la trilogía a que reducen muchos autores el trabajo didáctico:
observar, entender, ejercitar (... )Esto par lo que mira a la acción
como medio de fijar mejor lo aprendido; que considerándola como fin y
objetivo de todo arte, ¿quién va a dejar de reconocer su importancia ·
didáctica? Pues a eso encaminamos al fin y a la postre el esr11dio reflexivo
de los modelos: a imitarlos. No queremos que nuestros discípulos ni
• cuantos se hayan de valer de estas lecciones, salgan del primer curso de ·
240 literatura con una serie solamente de conocimientos teóricos, siquiera
sean bien entendidos y asimilados (.;.)Pues bien: tales conocimientos
prácticos de tan rica lengua y literatura patrias, no se adquieren sino
. con el ejercicio "25 •
Salta a la vista que el método de Ruano, como él mismo lo testimo·
nia en la introduceión del libro, está inspirado en la Ratio studiorum de.
la Compañía de Jesús26 ; petó lo que me interesa subrayar aquí es la
propuesta didáctica que había en tales textos, frente a la pobre o escasa
presencia de los libros actuales. Y eso por no hablar de las clases de
literatura, que apenas obedecen al capricho o la buena voluntad del
maestro.. ,
Despt1és de todo lo anterior, me pregunto, ¿por qué los educadores
cancelamos tan .fáeilmente lo que ha sido logro o ganancia de nuestro
pasado? Por un afán de innovación (que a veces no es más que novele-
ria), vamos desechando del ayer propuestas muy válidas para la erne-
ñanza del hoy. No·digo que hay que hacerla igual que antaño; señalo,
cómo nuestra enseñanza presente desconoce o ignora la calidad didác-
tica de textos como el que acabo de revisar. Tal vez, por un exceso de
liberalidad, o de aspirar a ningún constreñimiento de la creación, he-
mos pasado a la otra orilla: a la no erneñanza, al miedo de proponer o
señalar algún modo de hacer las cosas.
4
Y ya que mencioné la importancia de los mc¡delos, me gustarla compar-
tir una anécdota referida porJaime Sabines a Ana Crnz. Cuenta el poeta
mexicano que "de pronto se dio cuenta de que ya llevaba como seis
meses trabajando de comerciante y que no había escrito nimedia pala-
bra. Yse dijo: voy a hacer poesía de sombras, como los boxeqdores,
voy a escribir un soneto diario para aflojar la mano nada más, sin
ninguna otra pretensión (... ) Y sf, se ech6 un soneto diario durante
treinta días, claro que después los ley6 y los rompi6 todos. Era como
, hacer poesía de sombras, lograr que la mano estuviera acostumbrada a
escribir, y no supo c6mo, pero de algún modo le sirvi6, porque al mes y
5
Sin lugar a dudas, un buen texto de referencia para los maestros de
escritura poética es juan de Maire~a, el proíesor apócrifo creado por
An!orúo Machadó29 • El mismo que semejaba al poeta con un pescador,
"no de peces, sino de pescados vivos; de peces que pueden vivir ·aes~
pués de pescados"30 • Machado, 'con humor y sencillez, nos presenta
algunos de los problemas o los temas vertebrales del escribir poesía.
Prestemos' atención a una de las clases de Mairena sobre la didáctica
del adjetivo: .
"Debemos estar muy prevenidos .a favor .1 en contra de los lugares
comunes. A favor, porque no conviene eliminarlos sin antes haberlos
penetrado hasta el fondo, de modo que estemos plenamente coiivencidos
de su vaciedad~· en contra, porque, en. efecto, nuestra misi6n es.
27
En Tesligos -de nueJl:ró tiernpo (Diálogos de con personaje.s de /wy), Fondo de Cultura Econ6míca1
México, 1999, pp. 24-26.
118
En-este mismo sentido se manifiesta Igor StrawiTI:sky en su Poética nu.isical, 'fau1us, b'lndcid,
1983. Dice el músico: 11 1..a trndici6n resulta de una ncept11ci<Sn consciente y deJÜ,e1·ada. Una
lradici6n verdadera no es el teslhnonio de un pasado mue110; es una fuerza vil'a que anhna e
iufonna el presenten, pág. 60.
• 29
Antonio ?\-tachado, Juan d.e A1airena 1 Alianza, l\1nddd 1,l981, pág. 88~89.
'° Op. ci1., pág. 106.
242
singularizarlos, ponerles el sello de nuestra individualidad, que es la
manera de darles un nuevo impulso para que sigan rodando.
Pensaba Mairena -como nuestro gran don Ramón del VallecJnclán-·
que el unir dos palabras por primera vez podía ser una verdadera ha-
zaña poética. Pero solia decir: no conviene intentarla sin precauciones.
Jláyamos despacio. Empecemos por el empleo de adjetivos que añadan
algo a lo que, de primera, pensamos o imaginamos en el sustantivo. Un
ángel bueno no está mal dicho. La bondad es propia de los ángeles,
aunque no es lo esencialmente angélico, puesto que hubo ángeles
prevaricadores. El adjetivo no es superfluo. Aún menos superfluo sería
el adjetivo custodio o guardián aplicado al ángel, porque no parece
que los ángeles, sin especial mandado de la divinidad, tengan por qué
guardar a nadie. El ángel de la espadaflamígera está mej01; porque
alude a un ángel único, al que guardaba las jJUertas del Paraíso. Hay
mucho que andar, sin salir de los lugares comunes, antes de que llegue-
inos a la expresión nueva y sorprendente, a la adjetivación valiente,
que desafía la misma contradictio in adjecto; por ejemplo: iun guar~
dia de asalto! ... " 31 •
Me gusta lo que nos propone Mairena a los maestros: esto de ir poco a
poco minando los lugares comunes pero sin desconocerlos; me parece
interesanlísima la idea de irle poniendo a ciertos sustanlívos algunos adje-
tivos, de los más obvios a los menos impensados. Me parece sugerente el
poder ir mostrándolés a los estudiantes de escritura poética la ganancia o
pérdida que provoca un adjetivo -dependiendo de su elección-, y el
trabajo de búsqueda de los mismos para alcanzar un giro nuevo, una
fusión original. Pienso en los ángeles y recuerdo a Rilke, en el comienzo
de su primera Elegía: "¿Quién, si yo gritase, me oírla desde los órdenes
angélicos? Y aun suponiendo que un ángel me estrechara súbitamente
contra su pecho: mi ser quedaría extinguido por su existencia más fuerte.
Pues lo heimoso no es más que el comienzo de lo terrible que todavía
podemos soportar, y lo admiramos tan sólo en la medida en que, indife-
rei;ite, rehúsa destmimos. Todo ángel es terrible ... "*'.
83
1\'fe guío pOr la edición de la Biblioteca de Autol'es Cristiallos, BAC, Obras Co1npletas, Madrid 1
1965, pág. 543-544. Para tener acceso al soneto original, puede consultarse la edición dela Vida
Nueva hecha por Si_rueJa, Madrid, 1985, pág. 30. ']}anscribo el texto en italiano:
'fúui li miei períser parlan ditmore;
e hanno in lord gran varietate,
cft'altro mi/o, roler .sua potesta1e1
altrofolle raciona ilsoo valore,,
ahro speranda m'apporta dolzore,
altro pianger mifa spessfiat.e;
e sol s'accordano in clu:rer pietate,
trernando ,di paura cite. J nel core.
Orid'io non JO da qual niatera prenda;
e vo"ei dire, e non so ch 'io mi dka:
costmi_lrovo in_a1Mrosa erraru:a!
E se con tutti voifare accorda zaz.
convenemi chiamar la niia ne1nica,
madonna la Pietd, che mi difen.da.
S4 Una buena compilaci6i1 sobre los procesos de composici6n es El poeta y su traboJor publícada por
la Edilorial de la Univernidad AuL6noma de Puebla, ~fóxico, 1985. De iguel modo, el libro de Marco
Antonio Campos, El poeta en un p-0em~, en donde el autór mexica,nQ compila los testimonios de
veinte poetas que cuentan o exp)ican cómo elaboraron un poema significativo o característico de su
obra. De este último libro. destacarla el largo texto de Jaime Sabines sobre el monumental poema
, '~go sobre la muérte del !vfayor Sabines". En esta misma perspectiva, propongo al l~clor dos texlos
mfos que pueden cumplif idéutico prop6sito; ' 1Creati\•idad y arte: Lruequede vasos comunicantes",
en Ampliando espacios para la creatividad, Memorias del"Primer Congreso Internacional de Crea~
tividad. Universidad Ja:veriana, Bogotá, 1992, pág. 61~68; y el f1partado '.~prender a t,achar" de mi
texto "Opus Tessellalum" (Un moSaico alrededor de la escritura), publicado en ]a/Revista de la
Universidad del fülle, N° 19, Cali, Abril de 1998; pág. 10-16. · ·
•
245
Ja segunda, que la tarea de estructurar un texto poético es fruto del azar ·
o de la improvisación, cuando por el contrario conesponde a un esfuer-
zo de la inteligencia y el oído para crear un organismo verbal con posi-
bilidades de mantenerse en pie y con suficiente vigori'.
7
En PoeMáquinas, la antología de iniciación a la poesía, seleccionada
y anotada por Darlo Jaramilló Agndelo, el autor afirma: "entre todas.
las artes, la poesía es la más dificil de hacer, porque utiliza el medio más
fácil, el que todos conocen, las f1alabras" 36 • Y en una entrevista a Alvaro
Mutis, hecha por el periodista.José Zepeda, el poeta co!Ombiano co-
menta: "Las palabras las usamos para todo, para vivir cada día, para
.comprar los alinrentos, para hablar con el peluquero, para discutir con el
taxista. En cambio por ejemplo el pintor, en cada instante que toma el
pincel inventa un color, en ese instante. El músico inventa un sonido, en ·
ese instante; es·un sonido virgen, puro, absoluto; nosotros los que est4m6s
dedicados al duro trabajo de escribir tenemofque usar un instrumento
muy gastado" 37 • Las palabras. Hablemos de ellas, de esa harina con
que se amasa la poes!a; hablemos de las palabras, y de la dificultad
de manejarlas o de hacerlas decir lo que queremos.
"Bordeemos este aspecto fundamental de la escritura poética con un
texto del poeta mexicano J oini García Ascot38.
DEL POElVIA
as Pueden ser <le tnucha ulilidad dos textos 1nás con el mismo tflulo, Cómo se escribe un poe1na (en
e.'\pafiol y portugués,,uno; y el olro? en lenguas cxlranjeras), El Ateneo, Buenos Aires, 1979.
;i.; Poell'!áquhw.s, Carlos Valencia Editores, 1992, pág. 16.
37 En "Lecturas Dominicales", El Tie1npo, Bogotá, 18 de n1ayo 1997,
1
• 38 Antolog(a personal. Poesla (1983), Lecturas Jltlexieanas, Consejo Nacional para la Cultura y ·lns
•
247
LAS PALABRAS
Desamparadas, inocentes,
leves.
Tejidas están de luz
y son la noche.
Y aún pálidas
recu.erdan verdes paraísos.
• )
9
De ''Poesía e Prosa", en ~ntología tk poesta porluguesa c,ornemporánea, Al<lus, 1\-léxicri, 1997,
pág. 249.
248
ágatas, como aceitunas ... Y entonces las revuelvo, las agüo, me las bebo,
me las zampo, las trüuro, las emperejilo, las libero.:. Las dejo como
estalactitas en mi poema, c01ilo pedacitos de madera bruñida, como carb6n,
, como restos de naufragio, regalos de la ola" 'º .
En todo caso, a ellas -a las palabras- hay que domarlas, domesti-
carlas, ponerlas en salmuera, dejarlas reposar, azotarlas cuando sea ne-
cesario; eso nos ha enseñado Octavio Paz. Y también, hay que estar
atentos para que no huyan de nosotros, para que no se confundan con el
inmenso silencio; ese consejo nos lo ha dado la poetisa Gioconda Belli:
Digámoslo con insistenciil: si uno desea como maestro que sus alum-
nos se adentren en la escritura poética (aunque no solamente. en este géne-
ro), tiene que exponerlo a ese trato continuoyreflexivo con las palabt'l!S.
Ver su fisonomía, su historia: cómo es de importante para ello echar. mano
de la etimología, de ese rastreo por la historia de las palabras42 •. Enseñar-
to Pablo ~eruda, Confieso que he vivido. A1einorias, Losada, Buenos Aires, 1978, pág. 73.
41 De su libl'oApogco, Visor; I\1adcid, 2000, pág. 64.
. 42 Sobre este punto, recomiendo algunas obras: Diccionaric del origen de /(Is palabras de Alberto
]3uittago y Agustín Torijano¡ BWgrafta de lo.s palabras de Efraín Gaitán 01jucla 1 PalalJr.u.s que tienen
historia de Carlos Fisas y1 por supueslo, el Breve diccionario eti11wlégico de la lengua espa1ícla de
Guido Gón1ez Silva ... Pata los más curioSos sugiero el texto de Isaac Asimov, Paiabras e~ 'el lfl?pil, que
recoged origen de varios top6nirrios 1 y el Di.ccionan'o etimológico cam.para.do de nombres propi'os de · •
. personas de Guticrro Tib6i1. ' 249
les, por ejemplo, que la palabra poesía, proviene de la raíz índoeuropea,
kwei, con el significado de "hacer, constrnir"; y que en sánsc1ito, era cinóti,
es decir: "él amontona"; que en avéstico, era kay, con el sentido de "esctfr
ger", y que en el búlgaro antiguo; enreinit: "clasillcación"43 • Qµe para los
griegos era poiesis, es decir: hacer, crear. Y desde allí, de la mano de
Diego Romero de Solis, compartirles a nuestros aprendices de escritura
poética que, al parecer, fue Heródoto el primero en emplear el verbo poiein, ,
para referirse a la poesía, 'Urmino que despuis, a través de Platón,
Aristóteles y la filosofta helenfstic1_1, se generaliwria en el sentido que tiene
actualmente""'. Es más, "el término poíein apunta a un hacer del hombre
en general, r¡ue en Heráclito cobrará una especia/. vincu!aci6n con el logos,
aspecto éste que Platón desarrollará ampliamente: la poíesis no es simple
poesía, meros versos, sino actividad creadora, un modo de sabiduría, un
poder del que Eros hace partícipe al hombre, una dfmamis entre el ser y el
no ser" 45 • Es vital para la didáctica de la escritura poética, hacerle ver a
nuestros estudiantes que las palabras tienen vida, que sufren tránsfonna-
ciones y que van asumiendo sentidos según el pasar del tiempo y la ubica-
ción en determinado territorio.
También es importante preparar a los estudiantes para que sean sen-
sibles a las posibilidades combinatorias· de la palabra, a sus múltiples
variaciones y '1uegos de lenguaje''. Valga resaltar aquí el magnífico
texto de GeorgesJean, La poesía en la escuela''\ donde se.puede en-
contrar un repe1torlo de tales juegos. Desde las "fatrasí:¡s" 47 , esos jue-
gos basados en la fonética de las palabras: en multiplicar las redtmdanc
cias o las desínencias:
• so divertían Joultiplicando las redundaii.cias, los ecos, )as desinencias fonéticas de las palahl'as, en el
250 cumpo del lexto o de la rin1a", op. cit., pág. 151.
Tenía tres hijos
vírijo-virijo
de pico picotijo,
de pomporerá.
11/Jilu
mi lubidulia
mi golocidalove
mi lu tan luz tan tu que me enlucielabisma
y descentratelura
ui El a.tcgrefolklore de los ~iños,.de Germán·Berdiales, Hacbeue, Buenos Ail'es, 1958, pág. 41.
•
251
y· venusafrodea
y me nirvana el suyo la crucis los desalmes
con sus melimeleos
sus eropsiquisedas sus decúbitos lianas y dermiferios
limbos y gormullos
milu
miluar
mi mito
demonoave dea rosa .
mipezllflda
mi luvisita nimia
mi lubfsnea
milumáslar
más lampo
mi pulpa lu de vértigo de galaxias de semen de misterio
mi lubella lusola
mi total lu plevúla
.mitodalu
lumía 49
Sobre este aspecto hay una variada biblíografia que no siempre tie-
ne en mente esta: labor de trato, de cuidado y dominio sobre la palabra,
sino que se diluye en la fugacidad del activismo o en ciertas prácticas
de la casualidad, discontinuas y sin derrotero de formación. Como.nos
lo advierte Georgesjean,jugar no es lo mismo que crear, y 'ios juegos
poéticos, más que medios para aprender el lenguaje en s1~ materialidad
.concreta, han sido tomados como fines con demasiada frecuencia" ,.,;i •
'
·~ 49
En Antologla de la poesía er6tica·, Leviatán, Buenos Aires, 1988, pág. 5_6.
~ !>o Op. cil. El mismo autor, cuando se refiere a la formacii6n de los maestros en poesía, señala que ·
"'"'~ la fonnaci6n sobre Ja poesía debería conlflr,' eutre otras cosas: '~secuencias de juegos poéticos
coléctivos y/o individuales para aprcnd~r a 1rontper la t6gica del lengunje d_c relación', inventar
w
palabras, descubrir el material bn1to y sin embargo siempre &ignificanle de la lengua. Eslas
.'.'l sccueilcias, gene1-a.lmenle muy divertidas, lienen el mérito añadido de cohesiorlar el grupo, desl.tlo--
• quear inhibiciones, etc. Las ieuniones deberfan conducir a lnedir his distancia.s que separan esos
usos )údici:>s <le la lengua¡ de la poesía propiamente dichaº, pág. 174.
252
8
Formar en el trato con las palabras, sí; pero también en Ja percepción del
, ritmo. I)ice Octavio Paz que "el poenw, encanta al lenguaje por medio del
ritmo" 51 ; y agrega: "el poema es un conjun~o de frases, un orden verbal,
fundado en el ritmo". Por eso núsmo es tan importante que nos ocupe-
mos de él en nuestras clases y, muy especialmente, en los primeros años
de escolaridad'2 • Contamos para ello con una obra magnífica, tanto por
su claridad como por sus recomendaciones, Psicologfá del r#mo de Paul
Fraise. Además de ilustramos sobre los ritmos biológicos y Jos ritmos
circadiános (esa percepción de la sucesión cotidiana de los días y las
noches), de explicamos la experiencia ritmica en el tiempo y el espacio,
de aylidamos a distinguir entre ritmos toscos, cadenciosos, medidos y
libres; el autor nos dice que en la educación 'lis furulamental que dis- se
tingan /,as medidas, es decir; los grupos rítmicos" 53 • Ese ritmo graba, corno .
.piensa AnaPelegifu, "una huellamnémica"5'; un repertorio de imágenes
afectivas combinadas con estructuras y formas que, cori la repetición, se
van intedotizando hasta formar parte de nuestra piel, de nues.tra memoria·
vital. Recordemo.s con Georgesjean que "los poe1110s ahondan el espacio
de lo interior" 55 • Eso mismo piensa Beatriz Helena Robledo, cuando
afirma: "La poesía en la infancia es muclw más que juego con el lenguaje.
Es ante todo ritmo, ritmo que sostiene, que protege del vado, que no permite
la sensaci6n de vértigo, porque cuando nos entreganws al. ritmo, este nos
acoge: lentamente unas veces, de manera. rápida o cadenciosá otras,
devolviéndonos el ritnw original y binario. del corazón: sístole, diástole~De
allí que la poesía, sobre todo para níños, conserve la forma del verso, la
rima, la musicalidad y las repeticíones que van grabando en la infancia la
memoria poética" 56 •
si Véa$e lodo el capílulodedicado a "El ritmo., P-nEl arco y la lira. Fondo de Cultura Económica, :
Méxic.o, 1973, pág. 56. ·
sa Paul Fraise, Psicologta del ritmo, hforata, !\·faddd, 1976.
53
Op. ci1., pág. 211.
'i" La aventura de ofr (Cuent.os y memoria de tradición oral), Cincel, ~1áddd, l984, pág. 12.
ss Comcnln Jean: '11.os primeros sistetnas ríhnicos que el niño percibe fuera de la vida uterina ... son
lós riln1os biológicos priffiarios de Ja respiración y del corazón precisamcnle. A esos ritmos 'orgánicos'
tápidos, hay que añadir los ritn1os llamado_s 'cireadianos' quetepresentan los i·itinos Oénlos) que van
ligados en todo organismo a la sucesión de los días y de Jas noches"; apru:tes de "El ñtmo de nuestros
sueños" en 1M senderos de la imaginación infanJ.Ü (Los cuentos, los poe11uzs, la. realidad), Fondo de
Cultura Económica, 1\.iéxico, 1990, pág: 45. . •
~o En Antología cf.e poes{a colo1nbialia para niños, Alfaguara, Bogotá, 2005, pág. 7. 253
Una paloma
cantando pasa: .
-iUpa, mi negro,
que el sol abrasa!
Ya nadie duerme,
ni está en su casa;
ni el cocodrilo,
ni la yaguaza, '
!
ni la culebra,
ni la torcaza ...
Coco, cacao,
caclw, cachaza,
iUpa, mi negro,
que el sol abrasa ... !n
57 La canción es del cubano Nicolás Guillén, }' se titula "Canción <le cuna pa1n clcsperlar a· un
.Úegrito", en El mundo de lo.s nbWs (Poesía. y caricioncs), Salvnt, Barcelona, 1973~ pág. 293. La
canción continúa así: "Negiazo, venga/ con su negraza./ iAire con aire./ que ~1 sol abrasa!/ l\fire la
gente,/ 11antando pasi:i./ gen le en la calle,/ gente en la plaza,/ ya nadie queda/ que eslé en su cnsa •• ,
/ Coco,-eac~,/ cacho,.cachaz:i,/ iU pa, 1ni negroJ.que el.sol.abrasa! JNegr6n. negrito/ ciruela y pasa,
/ s¡µga y despierte,/ que el sol abrasa,/ diga despierto/ lo que le posa••• / Ya nadie duenne, /ni está
en la casa: / icoco, cacao,/ cacho, cachaza,/ upa, ini negro1 /·que el sol abra5a!'1.
51
Valga !a distinción que hace Edgar Willcms, en su oh1·a El rit1no musical, Eudeba. Buenos Aires,
1964, pág. 42: "Elriuno es el Ínovirniento ordenado. La rítmica es la ordenación del movimiento.
La tnétlica es la medida de1 movimiento".
.' · Estas idens pe1·tenccen a ta rnismn obra mencionada de Paz, pero a otro capítulo: "Verso y
51
Mamila, mamila,
enciende la vela,
quiero ver quién anda
por la cabecera.
"1 Esle Pequeño poe1na, titulado uEl rcloj"1hace parle del libro tercera de lectura Alegrú1 de-leer,
del UlíleSll'O Evangelista Quintana, Volunlad 1 BogOlá,1960, pág. 38.
62 "Ritmo y medida en la m~sica y la poesía,., en Psicologla del ritnw, de Paul Fmisse, h·lo1·ata,
9
Despüés de todo lo que hemos dicho anteriormente, podríamos pre- .
·guntarnos, ¿por qué hablar hoy de una educación de la escritura poéti-
ca, o para qué -parafraseando a Hfüderlin- foimar poetas en tiempos
de penuria? Me aventuro a dar una respuesta: porque entre más abunde
la indigencia, y el hambre y la falta de trascendencia; cuanto más lnsen-.
sibles seamos al dolor de los demás o la mise1ia de la humanidad; en la
medida en que más vivamos presos de la inmediatez y lrui vanidades de
las cosas, y nos despreocupemos de nosotros mismos, en esa misma
medida, cobra más valor la voz de la poesía. Digamos que es una apuesta
por la sinceridad y la lucidez. Volvamos aJuairoz: "el objeto del poema
es dar a ver, mostrar al mundo, mostrar esto que nos disimulamos todos
los días, esto que la. tontería de nuestra vida no nos deja ver". &í qt~e, al
poner a la poesía como objeto de enseñanza, queremos "celebrar lo
incólume de la esfera del ser" 65 • Tengamos presente lo que dijo Seamus
Heaney al recibir el premio Nobel: "la.poesía nos recuetda que somos
cazadores y recolectores de valores; que nuestras soledades y an~tias
merecen crédito, jmes ellas son también una garantía de nuestra existencia
c01/lo seres humanos" 66 •
*
..:._A mi me parece que a Luciano nada le gusta -comentó Ximena,
una de las alumnas más silenciosas del grupo.
-Fue muy duro con Emique -agregó Maria Consuelo, otra de las
participantes al seminruio.
-Pero, es bueno que a uno le digan en qué debe mejorar -terció
Joselín, mientras ganaba un lugar en la corta fila que llevaba a la cajera
de la cafeterla del.edificio donde tenían la clase. ·
-Aunque seda mejor que eso se lo dijeran a uno en privado, y no
así, ante todos -volvió a insistir Xlmena.
-Lo que pasa es que se metió con un tema muy dificil -dijo
• Polinario-. Eso de inventarse una historia en la época de los aztecas,
262 pues necesita, como le dijo el maestro, bastante investigación previa.
-Ademá!;, yo le noté como poca fuerza a la enbada del cuento. Me
pareció muy descriptivo -volvió a intervenirJ oselín, canterito de llegar
por fin.al irucio de la fila.
-Yo.creo -dijo Mónica- que como uno no sabe lo que es en ver-
dad un cuento, púes supone que su escrito le quedó bien hecho.
Buena· parte del g111po de estudiantes acostumbraba, en el descanso
de la sesión, bajar al segundo piso para tomar alguna bebida caliente o
íngerir un alimento. El pro.fesor se había quedado en el salón hablando
con Enrique sobre otros aspectos de su relato. Una vez que cada quien
pagó y recibió lo que deseaba, el grupo de compañeros se acomodó
alrededor de una de las mesas .esquineras de la cafeteria. El diálogo pro-
seguía.
-Fijense que la otra vez pasó lo mismo --dijo XiJnena, con una voz
que transpiraba amargura-. ¿Recuerdan cuando me criticó el diálogo
entre mis dos enamorados?
-Sí -contestó Sonia, empezando a abrir un paquete de papas.
-Pues yo se lo habia mostrado a otro maestrn de la uruversidad
donde trabajo y él me había dicho que le parecía muy bien logrado. Y
llego a la clase y Luciano me lo desbarata todo ... Que no era verosímil,
que así no hablaban los enamorados, y más si tenían esa diferencia de
edad tan marcada ...
-Lo mismo que le dijo a Enrique en relación con Jos aztecas-pun-
tualizó Maria Consuelo, mientras prendía un ciganillo.
-Yo no me acuerdo muy bien de la historia que nos leíste, pero sí ·
recuerdo que la pelea que narraste era. corno extraña, como muy
descuadrada ... -<:omentó Joselín.
-Es que así yo lo sentía -afirmó categórica Ximena.
-Pero, según nos dijo Luciano, los personajes deben hablar en 'lbs
relatos no como uno cree sino según el propio mnndo del cuento -
reconvinoJoselín. Además, eso de que poner á dos sacerdotes aztecas a
traficar con los corazones de sus víctimas pues es poco creíble .•. ·
-Yo sí creo --dijo J orge,"mientras rompía con cuidado una bolsa
con un pequeño ponqué- que los diálogos de esos sacerdotes sonaban
muy postizos, como muy mecánicos ...
-'-A ml lo que me pareció chévere fue Jo que nos leyó Luciano de
Umberto Eco -interrumpió Natalia-, ese pedacito en donde afirmaba
que los personajes están obligados a hablar según las leyes del mundo •
en que viven ... 263
-¿Y dónde queda, entonces, el lugar para Ja creatividad? -volvió a
insistir Ximena-. Porque entopces para qué es la literatura si no para que
uno exprese todo lo que siente e imagina. Todo lo que a uno se le ocurra. ..
-Cada vez me convenzo más de que eso de la creatividad es puro
cuento -afirmó J oselin~. Y lo digo porque para mi proyecto de investi-
gación he tenido que leer·muchos libros sobre creatividad y en la mayo-
ría de ellos lo que ·se dice es que la creatividad tiene más que ver con el
trabajo, con la perspicacia, con la forma como se incuban las ideas ...
~Eso decía en una de las lecturas, que se necesita maduración para
que ciertas historias logren convertirse en cuentos -agregó Polinaiio, el
jesuita oriundo del Perú.
-Cuando estudiaba comunicación -agregó Mónica-, nuestro maes-
tro de audiovisuales nos decía que ojalá la creatividad nos cogiera tra-
bajando.
-En todo caso-dijo escépticaXimena-anú me parece que cada
uno es libre de escribir como le parece.
-La libertad de los escritores esuna elegida esclavitud-respondió
Joselin, en tono solemne, remedando la voz de Luciano.
Primero hubo risas y luego un largo silencio. En la mesa, las bote-
llas vacías de gaseosa, las morenas de pan y los empaques de plástico
compartían el desorden junto a los cuadernos y las carteras de las estu-
.diantes. Varios de Jos contertulios comenzaron a ponerse de pie. El
corto descanso tocaba su fin. '
*
-Declainos hace un momento que la consb.ucción de los persona-
jes es de las cosas más importantes cuando uno narra una historia.
La voz de Luciano empezó a ab1irse paso entre ei murmullo y el
ruido de algunos pupitres que recibian a los más retardados de los estu-
diantes.
-VolV:iendo al ejemplo que traiamos, el del niño cainpesino que se
encuentra con el diablo, pues deberiainos tener presente algunos ras-
gos Jlsicos, aunque no me refiero a decir cuánto medía o cu<)nto pesaba,
o si era narizón u orejón, sino a ciertos rasgos que nos ayuden a configu-
rai· sus emociones frente al encuenb.·o con el demonio. Tal vez alguna
• caracterlstica de sus ojos o algón gesto de sus pequeños brazos o cierto
264
rasgo de su cabello. Hasta puede ser clave el tipo de calzado, si es que
alguno llevaba puesto. No sobrarían algunas líneas para conocer su ves-
tuario sin tener que detallar el tipo de carrúsa o el estilo de su pantalón.
A lo mejor señalar un color o la manera de llevar una prenda puedan
ser más importantes que una pormenorizada descripción de toda su ·
vestimenta: .. Recuerden que la buena narrativa sugiere, no explica.
La larga explicación de Luciano tenninó con una reiteración de la
última frase, acompañada de un movimiento rítmico de sus largas ma-
nos: "La buena narrativa sugiere, no explica". Dejó el pupitre y fue al
frente del tablero, llevando entre sus manos un libro de pasta azul.
-¡Miren esta joya que me encontré!: Hay personajes planos y persO';
nájes redondos. LOs primeros son apenas caricaturas, estereotipos de la
condición humana. Actúart de manera esquemática y son demasiado
lógicos. Los segundos, obedecen a una fina obse1vación y a la capa"i-
dad del narrador para dotarlos de vida propia. Son va.iiables y capricho-
.sos, sinuosos y contradictorios.
· Daba gusto escucha.i· al maestro cuando leía. Primero por la varie-
dad en su entonación y segundo porque acompañaba la lectura de una
puesta en escena en donde se Combinaban de manera acompasada sus
desplazamientos, su postura y el movimiento de. sus manos. Actuaba o,
como decia él, "daba de leer". ·
-Los personajes necesitan ganar vida dentro del relato. Tienen que
sufrir una transformación: de la cabeza del autor al mundo del narra-
dor. Es dentro del relato donde cobran vida. Si el nruTador no lo logra,
siempr~ estarán por fuera del cuento, no sobrepasarán su condición ·de
seres de lel:ras y papel...
-Pero, ¿cómo hace uno para saber cuándo el personaje es alguien de
carne y hueso y no un simple espantapájru·os? ~promtmpió ,Natalia, un
tanto perpleja por el contenido del texto que Lucia.no estaba leyendo.
-No hay recetas sobre este asunto. Sin embargo -dijo el maestro
mirando directamente a Natalia- sí hay algunos prÍncipios o pista,. que
pueden ayudarle a uno a saber si su personaje aún se parece a un muñe-
co de madera pero sin el hada que lo Insufle de vida... Un títere antes de
ser Pinocho. ·
Joselín sonrió ligeran1ente. Jo;ge también celebró Ja ocurrencia del
maestro. Los otros alumnos permaneclan expectantes.
-Una de las primeras cosas que uno debeiia aprender es JIIirar si
hay coherencia entre la manera como actúa y como habla el personaje.
•
265
-Pero uno nunca sabe eso cuando está escribiendo -intervino
Claudia, una profesora de preescolar que hasta ese momento no había
participado. ·
-De allí que sea tan importante· -respondió el profes01~ releer y
releer el cuento que uno vaya elaborando. Tener muy presentes las cae
racteristicas que i.mo le va añadiendo y cotejarlas con las palabras que
pronuncia. Supongamos, mi querida ClaucUa, que el niño campesino lo
pusiéramos a hablar como un niño de la ciudad, o dotarlo de tmas
actitudes muy refinadas, sabiendo que la historia se desarrolla en uJÍ
Jugar campesino de tietTa caliente, en Ja década de] sesenta, en un pais
latinoameticano. Tales cosas, así no se digan explícitamente allector,
son las.que nos permiten editar o eliminar detenni_nada información.
-Sin embargo -volvió a insistir la profesora- queda uno siempre
en la incertidumbre.
-:-Eso es lo propio de la narrativa. Cada cuento tiene sus propias
dificultades y no hay una especie de algoritmo que nos pe1mita siempre
aceitar. En todo caso -dijo Luciano con una entonación casi íntima-
hay algunos secretos del oficio de escribir que algunos de los maestros
de la ficción nos han compartido o confesado.
Luciano retomó a su pupitre. Abrifr de nuevo el cuaderno rojo y
continuó explicando. Ya eran más de las ocho de la noche.
-De otra parte, los personajes necesitan de un carácter. Algo que los
defina o al menos les dé cierta iden'Udad. A veces es un gesto o una forma
de hablar o cie1to vestuatio. Pero tales cosas deben irse esparciendo o
contándose. poco a poco a lo largo del cuento. Deben aparecer con natu-
ralidad. Si v¿lvemos a nuestro niño campesino, pues a lo mejor cuando
salga de su casa podemos ·contar algunas cosas de su andar siempre co-
rriendo, de su cauchera y su mochila tejida de colores vivos,· o del escapu-
lario que le sobresale de la camisa... Tal vez más adelante, algo debemos
mencionar de su nombre. Hasta valdria la pena guardarse todo el relato
para sólo hasta el encuentro con el diablo saber el nombre del niño.
-O sea que uno no tiene que contarlo todo -intervinoJoselln.
-Así es. Tal vez narrar no sea más que entretejer una trama para
dejarle al lector que complete el tejido. de la historia.
-Yo vi un documental sobre García Márquez en donde hablaba
sobre sus técnicas de escritor y decía que lo más dificil para él, cuando
• escribía un cuento, era no darle rienda suelta a tod~,Jo que se le venía a
266 la cabeza... · , ,
-Yo también lo vi-intervino Carolina, la mujer más joven del grupo.
La exposición de Luciano desembocó en un diálogo.Joselín contó
con alglín detalle lo que había visto en el documental y contagió a Caro-
lina a proseguir con otra anécdota referida a los talleres dictados en
Cuba por el nobel colombiano, en donde enseñaba con insistencia que
mientras el narrador no lograra ver claramente el personaje, pues no se
le ocurrirían suficientes cosas. El maestro se mantenía atento al juego y
relevo de la palabra de los dos estudiantes. Después de unos m.inutos
volvió a retomar el hilo de su disertación.
-Asi, pues, una vez uno lanza al mundo un ente de ficción tiene que
someterse a sus caprichos.
El maestro palió otra hoja del cuaderno rojo. Era uno de esos cua-
dernos escolares "Cardenal"; que ya hablan desaparecido del merca-
do.
-Vamos a cerrar nuestra sesión de hoy hablando un poco de la
tensión que debe tener un cuento para que pueda avanzar y atrapar al
lector.
La voz .del profesor cobraba más fuerza a medida que la clase iba
llegando a su término. La clase era para Luciano una paulatina renova-
ción.
·-La tensión es lo que perrnite darle movilidad al cuento. Hay ten-
sión entre la desclipción y la narración, entre los personajes, entre los
ambientes, entre los.mismos diálogos. Tensión significa movilidad, cam-
bio de mirada y de perspectiva. Sucede como en el cine, debe háber
plano y contraplano, pasar de la cara de un personaje a la ambientación
de su alcoba, mirar el edificio desde fuera, volver á.l cuarto por la parte
de atrás, detenerse en lo que está haciendo, enfocar luego a la otra per-
sona con la que conversa. .. La tensión obliga al que narra, en unos cae
sos, a retener alguna información y, en otros, a lanzarla directamente a
la cara del lector para que no pierda el interés o para azuzarle la culiosi-
dad ...
El rostro de Luciano mostraba felicidad. Las palabras le salían a
~
..
268
ver cómo un maestro resuelve lo de los diálogos, léanse "Los asesinos"
de Hemingway. So,bre todo tú, mi querido Enrique, a ver si podemos
resucitar a ese pai· de sacerdotes aztecas.
*
•
269
Tener oído para la mitología
•
273
Bibliografiamínima
Joseph Camphell en diálogo con BiU Moyers,EI poder del mito, Emecé, Buenos Aires,
1999.
CJ. Jung y Karl Kerényi. lntroducci6n al~ esencia de la 11iitología. El mito del niño
divino y los misterios eleusinos, Sin.~ela 1 Maddd,-2003.
Mircea Eliade, Mito y realidad, Guadarrama, Barcelona, 1981.
Joseph Campbell, Los mil-Os. Su impacto en el 11w.nd-O act!lo!., Kairós, Barcelona, 2001.
Llufs Duch, l\fít.o, it~terp,retaci6n y cultura. Aproxilnaci.6n a la logomttic:a, Herder,
Barcelona, 1998.
G. S. Kirk,EI mito. Susigrúficado yfunckmes en laAmigüedad y otras culturas, PuidtÍs,
Barcelona, 1985.
•
274
.Partidas y retornos del libro, la lectura
y la escritura en la escuela
Al igual que Don Quijote, buena parte de nuestra práctica docente osci-
la entre las partidas y los retornos. A veces, necesitarnos estar lo sufi-
cientemente locos como para abandonar la biblioteca y salir a enfrentar-
nos con molinos de viento; y en otros momentos, nos urge el tener la
suficiente cordura como para volver al seguro hogar y hablar con algu-
na sabiduría. Así, pues, teniendo como telón de fondo tal movimiento
quijotesco, deseo señalar de manera rápida ciertos.abandonos con res'
pecto al libro, la lectura yla escritura que siento hoy como una necesi-
dad, y ciertas vueltas-que de tanto cavilar-sobre ellas ya me;-parecen
prioritarias.
Empecemos por los abandonos o los desapegos que, como és bien
sabido, son los más dificiles de lograr, entre otras cosas por la fuerza
adormecedora de la costumbre o la peligrosa Circe de lo dado por
cierto. Abandonos articulados no desde lo que debemos aprender, sino
desde el esfuerzo por el desaprendizaje. ,
Quinto: Dejar de pensar que por ser libros para niños, los for- •
matos de los textos deben ser pequeños. Cuánto necesitamos libros 277
de tamaño grande; libros que en lugar de empequeñecerles el mundo y
la vida a nuestros más pequeños lectores, se las muestren tan impactantes
y desmesul'adas como en verdad lo son. Tanto educadores y maeslms,
como padres de familia, editores y directores de colegios, tenemos la tarea
de poblar nuestras bibliotecas escolares y familiares de libros que superen
esa falsa escala.desde la cúal producimos, adquirimos o elegimos los libros.
Y más tratándose de literatura. Creo, adicionalmente, que tenemos que
diversificar los formatos de los libros, su riqueza tipográfica y de diseño,
las variadas y ricas propuestas de iluslrarlos. Existen hoy variedad de
alternativas en su edición, en el mismo concep&; de su materialidad, que
no podemos desconocer, con el argumento de que a tales cosas los niños ·
no les dan importancia. Mejor aún, necesitamos diversificar cada día el
tipo de materiales que circulan en Ja escuela Nos hemos contentado con·
fotocopiarlo todo. Hemos reducido la riqueza de los útiles a la gris y pre-.
decible fotocopia. Aún a pesar de. los costos, dando por descontado los
inconvenientes para adquirirlo, el libro-objeto, el libro-imagen, el libro-arte,
el libro-enigma... merece circular en nuestras aillas .
•
282
Defensa de la enseñanza de la literatura
1
lbíd., pág. 71.
Ue ''·lPara qué ser pOeta?", en Sendas p~rdidas,-Losada, Buenos Aires, 1979,.pág. 256.
•
283
· humana. Por ella, o gracias a sus obras, hacemos visibles asuntos no
siempre observables en una primera mirada. Ya lo decía Proust, "La
obra del escritor no es más que una especie de instrumento óptico, que ·
se le ofrece al lector para permitirle que discierna lo que sin ese libro, no
· hubiese visto quizás en sí mismo"5 • La literatura nos afina los sentidos ·
para explicarnos comportamientos o conductas propias de nuestro
subsuelo psicológico 6 , u originadas en las más recónditas fronteras de
nuestra existencia. Digamos que la literatura nos ayuda a reconocernos
como humanos que somos o ansiamos ser7 • Y contrario a la intención
científica que pretende hallar esos principios generales en donde que-
pan todas las individualidades, la literatura muestra o hace emerger lo
particular que habita en cada ser, eso que lo diferencia de fa vastasocie-·
dad o el infinito mundo. Por eso mismo, cuando leemos una obra lite-
raria lo que en verdad hacemos es descubrir diversas maneras de sentir,
de padecer, de actuar, de relacionarnos con las cosas o con las perso'
na¡¡. Y sin embargo, al afirmar esa singularidad, la literatura nos permi-
te -como lectores- reconocernos en muchos de esos otros seres in).agi-
nados8. Por la literatura nos hacemos hermanos de otra sangre, entra-
mos a participar de una filiación cultural, comenzamos a f01mar parte
de una familia mayor: la de sabérnos humanos9 • La de comprender que
nuestra existencia no es algo repetitivo o ri1ecánico, sino lin permanente
ejercicio de construcción de identidad; que no nacemos sujetos; que
toda nuestra vida no es más que un lento aprendizaje de sabemos y
3
De "El tiempo l'ecobrado", en En busca del tiempo perdido, Santfago Rueda editor1 Buenos
Aires, 1995, pág. 214. ·
6 Ejen1plo de indagaci6n sobre esas ocultas tierras de nuestro ser es e1 texlo de Fedor Dosloyevskit
Jl!enwrias del subsuelo, Juvenlud, Barcelona, 1998. De igual modo·, In 11utohiograffa del escritor
cubano Reynaldo Arenas, Antes que anochezca, 1ltsquets, Barcelona, 1995.
1
Un estudio muy cotnpleto sobre esle aspecto del reconocimiento es el de Paul Ricoeur, Caminos
del reconocimiento, Trolta, ~f.8.drid, 2005.
6 Este aspecto del reconm.:inüento en las obras comprende el tercer mon1enlo de la experiencia
estética, o la catarsis. Vé#.Se el capítulo 3; 11El placerest~tico. y las experiencias básicas de la poiesis,
aisthesi.s y la cOta.rsis,. en Hans Roben Jnuss, ·Experiencia estétic;a y heimenP.uiica literaria. Ensayos
en el campo de la experiencia estética, Ta111us, ~Iadiid, 1986. '
9
La larea de la litcratura 1 en el pensar de Hernanrlo Tcllei, es "eniiquecer la verdad llutnana"¡
1-eléase su e11sayo "Grandeza y servicio.de! la literatura", en Literatura, Algra 1 Ilogolá, 1951 1 pág. 26.
Agrega Tellez: '1Es por ello que el arte litera.rio lon1a el carácter de unn síntesis del t:spírilu lllnnano.
Nada le es ajeno y todo le cS propio. De las más lejanas ve11ientes Hegan a su oceánico sef\o todas )as
• aguas del espíritu. Es un pwllo de confluen.cin ll donde arriban con10 pacienles lributados lodos los
284 problemas del hon1hre''.
convertirnos en hombres, en reconocernos herederos de la tierra y tam-
bién de la luz; frágiles como las cañas pero alados y con vocación de
cielo. ~a literatura nos muestra que nunca acabaremos de entender el
atavismo de nuestros instintos pero de igual modo señala nuestras posi-
bilidades simbólicas para la ternura o el altruismo supremo10 •
10
Este punlo, en el cual tanto 11a insistido la profesor4 Louise h-1. Rosenblátt,: ptiede fo1mu1arse de
otra n1anera:"la1ilcralura ofrece un n1edio para desanolla'r la capacidad de ponemos en ellugal'de
otros'·'. Véase su lúcido 'teslín1onio y sus propuestas en la obra La lücralttra co1no exploración.
Fondo de Cultura .Económica, México, 2002.
, 11 De ~\polo o de la Hleralura», en ••1a experiencia }iterariai', Obras complcla.s, Tutno XIV, Fondo de
1
u Subrayeinos ,una \·ez más las ideas de Louise M. Rosenblall: "La Hlerattira nos .penJi¡te aJgo ·
pa1·ecido a la experirnen1aci6n de' ideas porque nos b1inda 'una !Ímplia gama deexperienCias vicarias:
' Podemos .viVirdiferenteS clases de vida; prever periodos fuluros de la nueslra; pa11icipar en diversos
enlontos sociales; podemos poner a ptueha soluciones para problemas personales'( ••• ) As( la liteta~
lura puede proporciOnamos tin nledio dellevat' a eab6 parte de Ja expe1imentaci611 por ensayo y etTOr
que tan desastrosa sería t:n la_ vida real''. op. cit. pág. 222. '
t ..i Reléase el exquisito ensayo ~'Los niveles de la realidad en literatura , en Punto y aparte. Ensayos
11
c1el ºsuceder imaginado". Véase, "Apolo o de la literaúna", op. cit. pág .. 82.
o
_:io En "Sohl'e alguna·s funciones de la literatura'". de Sobre litera$ura 1 Qcéano, Ba.rceloná, 200"2,
pág.12.
•
287
mágica, en un himno solemne, en un canto armonioso. Al enseñar lite-
~atura nos hacemos corresponsables de las más queridas palabras de la
tribu. Y esa, que parece ser una tarea sencilla o sin mayor trascendencia
es, en el fondo, un compromiso de primer orden para la sobrevivencia
espiritual de las nuevas generaciones.
21
• 'Para ampliar estas ideas léase el libro de Jacobo Kogan 1 Filosofía de la imaginación. Fltuci6n de
lu in1ugi11(lc.ió11 en el arte, la religión y lafiln.tofía 1Paid6s, IluCnos ~\il-eS, 1986.
~ 2 Dos obras parecen claves para uhondar en esle punto: Los .iiinos y la literaturafanlástica, Fltnción,
y poder de lo i1nagi11ario 1de Jacque!ine Held, fuir:lós, Barcelona, 19.87. y la clásica obra de Tz\'elan
·Todoro\',lutroducci6n a la literaJ.rtrafantástica, Ediciones Bum1os Aires, Barcciona, 1982.
21
; Qtié intt:rcsante releer desde esta perspectiva el libro P1Jética de la ensoiia.ci6u ·de Gasl6n
2
~ Véase el capítulo ºLa vivencia creativa", en el libro El vivir creatii:o de 'Erik~ Landau, Herder,
Barcclona, 1987. Escribe Landau: "en la vivencia artística, co1no en cualquier.proceso creativo, se
llega a la apertura frente a lá experiencia, ala buena disposición para permhir Que los eslímu1os,de la
obra atiístipasc dejen sentir1 a la libertad y seguridad inteÍior~s para dejar que aíloren asoCiaciones y
símbolos del propjo n1undo eXpcrimcntaJ, se relacionen entre sí y de ese tnodo produzcan nuevos
sf mbolos y expe.tieúcias nuevas. La obta artfstica se mide aquí por la calidad de sus sugerencins",
pág.132.
2s Si se desea·indagar más sobre este coneeplo, recomiendo el libro P~tesis de Djego Ro1uci.> de
Sulis, '"faurus, ~fa<lrid, 1981. ·
•
289
la esperanza o la pervívencia de lo creativo frente a los asedios
desoladores ele los violentos empeñados como siempre en silenciar la
libertad y subsumir·ª todos en la catástrofe. Retomemos a Holderlin,
pero adaptándolo a los fines de nuestra disertación: la literatura .está ahí
para que los seres humanos tengamos "algo de palpable enb·e las tinie-
blas'! y podamos continuar ".saboreando las supremas alegrías" .
•
290
Soliloquio del lector apasionado
•
292
Esle libro se terminó de imprlmir
en el mes de Ma}'O de 2008 en Editorial Kimpres Ltda.
En su eompcislctón.se uüllzaron tipos
Básken:iJle de 12/14; Bodoni de 9/10.5 y ZapfHumnst de 17/18 puntos.
Se tiraron J.000 ejemp~ares en propalmate de 90_ gramos.