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16 ‘de papele, escrbe de ee principiante. “Todo e dia lo pa ‘aba en st estudio, como un juguetén Frankenstein ca su crepuscula lboratorio.»¥ los dos, Mariasy Banville, pa san enonces a recordarnos que no, que no ¢ Fil ni tural; que, de hecho, el pacto de a ficcisn (por cl cual los lectores deciden creer en lo que lerin, incluso a sabien- ddas de que todo es una gran fabricacn) es la cosa mis rara que existe ero gpor qué dedicamos entonces nucstro tiem- po, como lectores y novelistas, a estos personajes, estos Imundos nacidlos de algo tan parecido al capricho? Es Ta pregunta mis recorrida que exist, y sin embargo no hay novelisa lector digno de ese nombre que no se la haya hecho alguna ver, eLa obra de arte es un objeto redon- deado, brutido, terminado, se yergue en el mundo com- pleto inviolabes, dice Banville, ey por es0 nos sais fev tise novelista qu inventa es el tinico Faculeado para ‘ontar eabalmentes, dice Maras, yafiade que vamos a Porque sneccstamos saber algo enteramente de vex en ‘aiandos. He dicho antes que Maras y Banville Hegaban a lugares distintos, pero el vez no seaast,Ambos desemn- boca en una misma idea: le bisqueda —humana, de- rmasiado humana— de eertezas, Pero no hablamos aqut de certezas morales, que para eso estin Ia eligidn o Ia utoayuda, sino de algo mucho més misterioso: Ia pro- Fanda satisfaccidn que nos dan fos mundos cerrados, a- ténomos y perfectos, de la grandes Ficciones. Esos mi dlosque, preisamente por haber nacido dela imaginacién Tibre y soberana, dan la realidad un orden y wn signif ‘ado que éta, por sso, no lograré jams, Esos muundos donde, precisimente porque no han sucedido munca, kis ‘cosas segirin sucediendo para siempre. Los hijos del licenciado: para una ética del lector La lectura de fiecién es una droga; el lector de ficciones, un adicto. Como toda adicién, cualquier ine tento por explcarl es necesariamente limitado, porque tarde o temprano se topard con ef muro de lo irtacioral sleet novelas, dice Philip Roth, ves un placer profundo y singular, una apasionante y misteriosa actividad urna ‘na que no necesita més justifieacién moral o politica que cl sexor. Yo tenfa once afos cuando Roth dijo esas pala- bras; habia crecido en un ambiente donde leer novelas ‘era un placer que no exiga ninguna explicacion aparente, ‘yla lectura nunca me fe presentada, por fortuna, como algo saludable © provechoso, en ef sentido en que son provechosos o saludables el gjercicio o el brécol. Hoy hha pasado casi un cuarto de sgl, y en este vempo uno ha ‘onstatado sin pinico —esté bien: con un poco de paini- co has formas en que la actividad de marta se ha mode Ficado. A los adjetivos apasionante y misteriow hay que afadir minoritaria, yacaso recursr a alg adverbios hay ‘que concede, sin ningin afin apocaliptico y sin capri- chosos lamentos por-ehestado-de-la-eulura, que el inte- rés de estas sociedades por la esriura imaginativa el Inborioso recuento de cosas que numea ocurtieron a gente {que nunca ha exitido— se ha visto desplazado ala pie feria de sus preocupaciones, al peniltimo escalafin de sus proridades. La poblacién para la cul el contacto ru- tinario y sostenido con esas invenciones es parte fanda- ‘mentale inreemplazable de sus vidas toma cada ver. mas cf cariz de una seta. Y la cuestién que nadie se permite considera, y meaos un eseritor de icciones, es 5 30 tie- 20 ‘ne alguna importancia rea, Hace poco un amigo novelis- ta me hacta una progunea que no por simple y fanca «x menos perentoria, Ante una queja cotidiana sobs Ia te- duecidn del piblico lector, de nuesto piblico, mi amigo inerrumpid airado: «Pero zes que alguien sabe pars qué is novel a genes Fr en git deeper Yo hhubiera podido responderle con la Fase de Roth, que he tl tas vee eal, me ence biseando respuestas menos ingcriosts, quizis, pero ms clabore Aas. ¥ por ese camino (0 por alggin camino que no he al~ tanzado a dilucida:) me sorprendf un dia echando mano de un libro al que no volvia desde que tenia unos veinte aos, pero que sigue sicndo una de mis ficiones pre lects. La escena ocurte en Valladolid, probablemente a principios del siglo xv, y sus protagonists on un licen ado (de nombre Peralta) y un alférer (de nombre ‘Campurano),Elalférez acaba de salir de una larga conv lecencia en el Hospital de la Resurreccisns o! icenciado, {que lo nota palido y déil lo invita a su casa a comer jo nin y compartir una olla yaeaba recbiendo un manuscti- to, Se cata deun didloge que el alfére escuchd mientras convalecia, por la ventana del hospital: un diflogo imnpo- sible en el que se cuenta una vide exageraday lena de fventuras picarescas que van desde la jmpostura hasta lt brujeria, y que sera ya lo bastante sorprendente si no su- ‘codiera, admis, que quienes dialogan —quien cuenta su vida y quien la escucha, comentndola— son dos peros. Fl allére sostiene que el manuscrito es la transripcién fil de lo que hablaton los peros el lienciado, que al fin yal cabo es un hombre normal, se muestra ecéptico y uh poco burlén. Después de debatr durante un rato sobre Ia posibilidad de que los pertos hablen, ef licenciado acaba por leer el dislogo mientras ef alérez echa una siesta. Y en- tonces nosoros, lector de las Novelas ejemplans de Cet- ‘antes, leemos lo siguiente: a El acabar el Cologuio el Licenciad y el desper- tar el Alférer fue todo a un tiempo, yet Licenciado dijo: —Aungue este coloquio sea fingito y nunca haya. pasado, paréoeme que esté tan bien compuesto, que pede el efor Alérez pasar adelante on el segundo, —Con ese parecer —respondié el Alfére— me animaré y disporné a esrbile, sin ponerme més en

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