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El documento describe cómo el fervoroso mensaje del evangelista irlandés William P. Nicholson durante un avivamiento en Belfast, Irlanda del Norte en 1920 tocó profundamente la vida del padre de Jane Hansen Hoyt y lo llevó a entregar su vida a Cristo. Esto desató en él un hambre por Dios que transmitió a sus hijos y nietos, incluyendo a Jane, quien está agradecida por esta "herencia valiosa". Ella ora para que este tipo de predicación apasionada regrese a la iglesia y afecte a otros como
El documento describe cómo el fervoroso mensaje del evangelista irlandés William P. Nicholson durante un avivamiento en Belfast, Irlanda del Norte en 1920 tocó profundamente la vida del padre de Jane Hansen Hoyt y lo llevó a entregar su vida a Cristo. Esto desató en él un hambre por Dios que transmitió a sus hijos y nietos, incluyendo a Jane, quien está agradecida por esta "herencia valiosa". Ella ora para que este tipo de predicación apasionada regrese a la iglesia y afecte a otros como
El documento describe cómo el fervoroso mensaje del evangelista irlandés William P. Nicholson durante un avivamiento en Belfast, Irlanda del Norte en 1920 tocó profundamente la vida del padre de Jane Hansen Hoyt y lo llevó a entregar su vida a Cristo. Esto desató en él un hambre por Dios que transmitió a sus hijos y nietos, incluyendo a Jane, quien está agradecida por esta "herencia valiosa". Ella ora para que este tipo de predicación apasionada regrese a la iglesia y afecte a otros como
Cómo alienta a vivir intensamente nuestra fe en Jesucristo.
Evidentemente esa marca, esa pasión, desató todo un gran y global ministerio. ¡Bendito sea Dios y Sus caminos! Con cariño y admiración,
Stella Maris
De:Jervae Brooks [mailto:JervaeBrooks@aglow.org] Enviado el:lunes, 17 de abril de 2017 12:52 p. m. Para:unlisted-recipients:; no To-header on input CC:Nancy McDaniel; Martha Stanley; Karla Noriega Asunto:April 2017 Blog - Jane Hansen Hoyt Importancia:Alta
Una herencia valiosa Jane Hansen Hoyt - 10 de abril de 2017
Me diste una herencia reservada para los que temen tu nombre. Sal. 61:5 (NTV)
Este mes, el 2 de abril, di gracias una vez más por un evento que cambió mi vida y que continúa teniendo efecto hoy. Les cuento...
El 2 de abril de 1992 fue un día hace mucho tiempo en el que mi padre le entregó su vida a Cristo, en medio del avivamiento que había llegado a Belfast, en Irlanda del Norte. La familia de mi padre había sido parte activa de su iglesia presbiteriana. Pero, cuando William P. Nicholson, apodado “el tornado del púlpito”, llegó a Belfast para predicar su fervoroso mensaje, “fue como sin yo nunca hubiera escuchado el Evangelio antes”, comentó mi padre.
A inicios de 1920, Irlanda del Norte atravesó un período de gran conflicto y derramamiento de sangre. Hubo momentos de gran temor y desconsuelo. El miedo atenazaba los corazones de muchos y llegó, incluso, a las iglesias.
William Nicholson era un hombre de oración y con frecuencia pasaba horas y horas en comunión con Dios. Desde su lugar de oración pasaba al púlpito investido del poder del Cielo.
Era un individuo intrépido, consumido por el celo de ver que el pueblo de Dios surgiera en el poder del Reino y se entregara totalmente a Dios. Dos de sus temas favoritos para los mensajes eran “El amor de Dios” y “El infierno de Dios”. Él predicaba del amor de Dios con gran calidez y ternura, pero para los que rechazaban el mensaje de las buenas nuevas, tenía solo una alternativa, el infierno de Dios. Él predicaba de cada aspecto del infierno con tal celo y pasión que sus oyentes afirmaban que casi podían oler el azufre ardiente. Mi padre trabajaba en un astillero en el vecindario, el Harland & Wolff, cuando el avivamiento llegó a Belfast. Contaba que salía del astillero y se iba directamente a los servicios nocturnos en su iglesia, así de fascinado estaba por el apasionado evangelista irlandés, el reverendo Nicholson.
Al avanzar el servicio, el reverendo Nicholson, en su celo y osadía, no tenía paciencia con las formalidades de la iglesia. Él invitaba, no instaba, a sus oyentes a ponerse de pie y gritar en alta voz, “Acepto a Jesucristo como mi Salvador”. Años después, predicando desde su propio púlpito, mi padre todavía lloraba al contarnos de aquella noche en la que se puso de pie y proclamó su decisión por Cristo.
Creció en su corazón el hambre por Dios. Él era estudioso de la Palabra; era un predicador poderoso, muy ungido por el Espíritu Santo. Recuerdo muchas veces cuando, al final del servicio dominical de la mañana, y luego de escuchar su mensaje, sentía que no podía moverme de mi asiento. Él predicaba la Palabra con un efecto cautivante. Generaba hambre en mi propio corazón por conocer a Dios, así como lo conocía él. Esa misma hambre continúa al día de hoy. El deseo por más... más revelación, más entendimiento, más del Espíritu Santo, más de Dios, para tomar control de mi vida cada vez más. Nunca cede. Solo ha incrementado a lo largo de los años.
Me diste una herencia reservada para los que temen tu nombre, habla de una herencia valiosa. La herencia hace referencia a algo que es “trasladado o transmitido por, o adquirido de, un predecesor”. Aunque entendemos que la salvación no se hereda, sino que es una decisión personal de cada individuo, creo que sí se puede motivar a otros a tener hambre por las cosas de Dios. “Transmitir” significa trasladar o transferir de una persona a otra, pasar, causar que se difunda.
Estoy tan agradecida por mi herencia y por el hambre que me transmitieron. Comenzó con la fervorosa predicación de un osado irlandés que tocó la vida de mi padre de una manera que aún hoy continúa a través de mi vida, la de mis hijos y la de mis nietos.
Mi oración es que ese tipo de celo en la predicación vuelva a la iglesia, y que ese tipo de descripción valiente, temeraria del “Amor de Dios y del “Infierno de Dios” nos consuma, afectando y trasladándose a todos los que se cruzan por nuestro camino.
¿Permitirá Aglow que el Espíritu Santo sople un fuego nuevo en cada uno?