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51° CONGRESO INTERNACIONAL DE AMERICANISTAS


INTERNATIONAL CONGRESS OF AMERICANISTS

Santiago, Chile, 14 – 18 Julio de 2003


“Repensando las Américas en los umbrales del siglo XXI”

Archaeology and Phisical Antropology


Simposio ARQ-3 Arqueología Colonial Hispanoamericana

Arqueología histórica en Chile. Un modelo de construcción del


pasado histórico mediante la empiria arqueológica 1

Alfredo Gómez Alcorta2

Resumen

Este artículo reflexiona dos cuestiones fundamentales en el desarrollo de


la arqueología histórica en Chile: su progreso en el tiempo mediante un breve
recuento de experiencias investigativas desde sus inicios experimentales, y una
reflexión respecto de los problemas metodológicos que enfrenta dado los
modelos de arqueología prehispánica e historiografía que se han desarrollado
en las últimas tres décadas. Todo lo anterior desde mi experiencia y mi punto
de vista.

Abstract

This paper considers two fundamental issues in the development of the


historical archaeology in Chile: its progress through time, in a revision of
investigative experiences, from its experimental beginnings; and a reflection
about the methodological problems produced by the model of prehispanic
archaeology and historiography that have been utilized in the past 3 decades.
This is analized by my own experience and point of view.

Recuento de las experiencias de arqueología histórica en Chile 1970 - 1999

Las investigaciones relativas a arqueología histórica se han desarrollado


en nuestro país de modo esporádico desde comienzos de la década de los 70, y
en ellas se incluyen estudios sistemáticos y, fundamentalmente, salvatajes de
contextos arqueológicos-históricos hallados de modo casual. Esta situación es
reflejo de la poca conciencia de conservación y valoración de los vestigios

1
Fragmento de informe de investigación Proyecto de Impacto Ambiental-cultural Extensión Línea 5 del
Metro S.A. Arqueóloga responsable Claudia Prado Berlien.
2
Licenciado en Historia, Universidad de Chile. Participante del proyecto de Impacto ambiental-cultural
de proyecto de extensión del ferrocarril urbano en el casco antiguo de la ciudad de Santiago - Chile
(1997-1999).
2

materiales del pasado histórico, así como del escaso reconocimiento de la


memoria urbana de los habitantes de esta ciudad, restringido ciertamente al
ámbito de la literatura.

También se ha evidenciado con el tiempo la necesidad de desarrollar una


formulación regional para la arqueología histórica, particularmente por las
características de los procesos de modernización en el país; así como de generar
un campo de colaboración y trabajo interdisciplinario entre los medios
arqueológico e histórico para atender problemas de naturaleza histórica
haciendo un esfuerzo de reconstrucción integral que incluya una visión
histórica del pasado y sus manifestaciones materiales conocidas por la
metodología de registro arqueológico. A todo lo anterior se sumaron y los
problemas de la administración patrimonial y el cumplimiento de la Ley de
Monumentos Nacionales, muchas veces vulnerados por el descuido, las
prácticas bandálicas, la actitud pracmática de arquitectos y constructoras, y el
comercio ilícito.

El paradigma de la arqueología prehispánica, donde el objeto de estudio


son los restos subsistenciales de las sociedades indígenas americanas, comenzó
a complicarse cuando los sitios arqueológicos tardíos mostraron evidencias
históricas hispanas que remitían a problemáticas culturales aún no abordadas.
Los hallazgos arqueológicos de restos cerámicos de adscripción incaica como
aríbalos, escudillas y platos de paredes rectas, que parecían sumarse a los restos
hallados en La Reina3, mostraron una directa vinculación con restos óseos de
animales introducidos en tiempos hispanos. Del mismo modo aparecían los
restos de la antigua ollería jesuita de calle Maestranza (actual calle Portugal) y
Marcoleta. El registro efectuado por Julio Montané4 arrojó un sitio de contacto
indígena-europeo que más tarde fue cubierto por basuras de la ocupación
hispana conformada por restos óseos de caprinos y cerámica mayólica del XVI.
La década de los setenta se abría para la arqueología nacional con importantes
transformaciones metodológicas, no solo por la poderosa irrupción del
materialismo histórico en las ciencias humanas, sino porque también se
proyectaba una comprensión integral del hombre desde múltiples perspectivas
disciplinarias. Los acontecimientos del país golpearon fuertemente el desarrollo
disciplinario de la arqueología y la historia; ni una y otra serían las mismas
después de 1973.

Los pasos a seguir desde la realidad de una deficitaria comunicación


entre arqueología e historia y la escasez de información documental, hacia una
visión integrada en la arqueología histórica fue acusada visionariamente por
José María Cassasas5. Este investigador proyectó una situación problemática

3
Grete Mostny “Un cementerio incaico en Chile Central”, Boletín del Museo Nacional de Historia
Natural Nº 23, Santiago, 1947.
4
“En Pleno Centro un Cementerio Incaico-Español” por Beco Baytelman . En Viaje N° 146. Diciembre 1970. Págs.
386-387. Empresa de Ferrocarriles del Estado. Santiago, Chile.
5
“La Arqueología Histórica en el Norte Grande Chileno”. Homenaje al Dr. Gustavo Le Paige, S.J. Universidad del
Norte. Págs. 219-226. 1976.
3

para estas disciplinas en el contexto del desarrollo de estudios regionales para


el Norte Grande, expresados fundamentalmente en un crítica a la construcción
de un conocimiento del pasado sesgado por lagunas insalvables para los
investigadores. Para este investigador la situación podría haber sido resuelta, o
enfrentada, desde una visión más amplia, “si los arqueólogos penetrasen
decididamente en las épocas históricas y se estableciese, con objetivos bien delimitados,
una acción coordinada entre ellos y los historiadores”6.

Esta clara conciencia de la necesidad de ampliar la relación


interdisciplinaria se ve reflejada en la inclusión de un Simposio de Etnohistoria
y Arqueología Colonial en el VII Congreso de Arqueología de Chile (1977), en
cuyas actas se deja estampada una explícita recomendación de fomentar la
colaboración interdisciplinaria en el futuro, con el objeto de lograr la
planificación de proyectos de investigación conjuntos.

Cabe aquí incluir la presentación del simposio por la arqueóloga Bente


Bittman: “...quisiera recordarles que se ha citado a este Simposio para discutir tres
grandes temas: 1)Etnohistoria; 2) Arqueología Colonial o Histórica, que en el fondo
corresponden a dos disciplinas en si, pero que son complementarias, ya que sus objetivos
son básicamente idénticos, aunque sus métodos y técnicas para realizarlos son
diferentes, igual que la clase de evidencia que tratan. Los objetivos que tienen en común
podrían resumirse como el entendimiento de los modos de vida del pasado, de la historia
cultural y de los procesos culturales. Podría decirse que la Etnohistoria es el estudio de
aquellos períodos del pasado que se realiza fundamentalmente sobre la base de
documentos escritos, y la Arqueología Histórica es el estudio de este pasado que utiliza
los métodos y técnicas propios de la Arqueología o, en otras palabras, á través del
análisis de los restos materiales que reflejan los procesos culturales a que nos hemos
referido. De ahí, entonces, la necesidad de tratar los resultados de los estudios
efectuados por estas dos disciplinas escritas podría servir para verificar teorías
formuladas únicamente sobre evidencia arqueológica en relación con la manera en que la
cultura “no-material” se refleja en la estructura y naturaleza de los restos materiales de
que disponle arqueólogo. Por otro lado se necesita la evidencia arqueológica para
suplementar y verificar la validez de la información contenida en documentos y al
mismo tiempo puede demostrar cómo y en qué extensión la información escrita puede
estar reflejada en los restos materiales”7.

En los escritos de Cassasas y Bittman encontramos las únicas discusiones


éditas sobre arqueología historia que se han producido en el país. El vínculo
con la Etnohistoria se desarrollaba por la coyuntura favorable de esta última
dado al desarrollo de los estudios andinos y al surgimiento del paradigma
murriano8. No obstante, la arqueología histórica fue la hermana rezagada de los

6
Op. cit. Pág. 223.
7
Bente Bittman “Simposio de Etnohistoria y Arqueología Colonial”. Congreso Nacional de Arqueología Chilena
(VII), Altos de Vilches Ediciones Kultrún, Vol II. Santiago. 1977.Págs. 323-324.
8
Este paradigma no solo esta determinado por la obra de John Murra y sus postulados de la verticalidad
andina, sino también por la impronta materialista histórica de la historiografía de Fernand Braudel.
4

nuevos desarrollos metodológicos en las ciencias históricas y antropológicas


que la década de los setenta había traído.

Si bien la valoración de la importancia de la arqueología histórica existe,


y esto lo vemos en la aplicación de la Ley de Monumentos Nacionales (N°
17.288) y del Reglamento de Impacto Ambiental (de la Ley N° 19.300), en la
práctica no ha sido posible establecer en ella una línea contínua de programas
de investigación con aval institucional. Estos estudios responden, más bien, a
un interés personal y tienen un caracter pionero, con un limitado apoyo
institucional. Destacan por lo escepcional los esfuerzos del Instituto de la
Patagonia y el desarrollo del proyecto arqueológico-histórico de las obras de
ampliación de la Línea 5 del Metro (Ferrocarril Metropolitano de Santiago).

Precisamente los estudios pioneros en arqueología histórica fueron


realizados en el extremo sur del país, por investigadores del Instituto de la
Patagonia, a comienzos de los setenta. En ellos se abordó de manera sistemática
el estudio de los primeros poblados hispánicos en la Patagonia Austral,
determinando su emplazamiento real, analizando los rasgos arquitectónicos y
del conjunto ergologico de los sitios “Rey don Felipe” y “Nombre de Jesús”9, así
como las caracterísitcas arquitectónicas, el estudio de las funcionalidades del
espacio y la descripción de los patrones de asentamiento tanto de los sitios
como de las áreas aledañas10. También el estudio de estos sitios contribuyó a
abordar problemas como la definición de rasgos diagnósticos que pudieran
proyectarse cronológicamente, definiéndose, por ejemplo, el tipo cerámico de
una botija de un y media arroba11, o la descripción de cuentas de vidrio de
clara adscripción cultural y cronológica12. Asimismo, se preocuparon por
establecer criterios de prospección y hallazgo de sitios históricos de fines del
siglo XIX y comienzos del XX, determinando elementos arqueológicos
diagnósticos para su reconocimiento13.

Este es el único caso de una línea de trabajo sistemática en arqueología


histórica en el país. Los demás estudios realizados, tanto planificados como de
rescate, corresponden más bien a intentos aislados por parte de diversos
investigadores, los que aún no han logrado fructificar como línea de
investigación.

9
Omar Ortiz Troncoso “Excavación arqueológica de la Iglesia del poblado hispánico Rey Don Felipe (Patagonia
Austral Chilena). Anales del Instituto de la Patagonia, Vol I, N°1: 5-13. Punta Arenas. 1970. y “ Arqueología de los
Poblados Hispánicos de la Patagonia Austral. Segunda Etapa de Excavaciones en Rey don Felipe y Nuevos
Antecedentes sobre Nombre de Jesús”. Anales del Instituto de la Patagonia Vol II, N°1-2 :3-19. Punta Arenas. 1971.
10
Mauricio Massone “Presencia hispánica del siglo XVI en los yacimientos arqueológicos de Punta Dungeness”.
Anales del Instituto de la Patagonia Vol 9: 77-90. Punta Arenas, 1978. y “Antecedentes Arqueológicos en Torno a la
Ocupación Española del Siglo XVI en Punta Dungeness”. Anales del Instituto de la Patagonia Vol 14:49-54. Punta
Arenas, 1983.
11
Mauricio Massone “Un tipo cerámico diagnóstico del período colonial temprano de Chile y su presencia en
Patagonia Meridional”. Anales del Instituto de la Patagonia Vol. 11: 63-74. Punta Arenas, 1980.
12
Adan Hajduk “Cuentas Vitreas de Sección Estrellada, Provenientes de Rey Don Felipe, Antigua fundación hispana
de Fines del Siglo XVI (Patagonia Austral Chilena). Anales del Instituto de la Patagonia Vol 17:41-46. Punta Arenas
1987.
13
Mateo Martinic “Elementos arqueológicos diagnósticos para el reconocimiento de Asentamientos Humanos
Pioneros en Patagonia y Tierra del Fuego.” Anales del Instituto de la Patagonia Vol 13:95-99. Punta Arenas, 1982.
5

Para la zona Norte destacan los estudios realizados para la época de


contacto español indígena en la antigua aldea de San Lorenzo de Tarapacá, en
los que se logra determinar la presencia de un poblado prehispánico,
posteriormente reestructurado según los patrones urbanísticos españoles pero
con una continuidad en la población indígena14, y los correspondientes al
cementerio de contacto español-indígena de Caspana, analizado principalmente
desde los aspectos culturales, en desmedro de los bioantropológicos15.

Relativos al período colonial y republicano se cuenta con estudios de las


ruinas de las fortificaciones de la isla Alacrán16 y del rescate de los cementerios
M.O.P.-3 (Ministerio de Obras Públicas - 3), del siglo XVIII y del Panteón
Católico del siglo XIX, efectuados por el arqueólogo Julio Sanhueza17. En
relación a la industria del salitre y el sistema de asentamiento humano en el
Norte Grande, se cuenta con el estudio de caracter experimental de una oficina
salitrera; el que arrojó interesantes antecedentes de relaciones de intercambio,
regiones de producción, características del consumo, uso del espacio, procesos
de formación de sitios, etc. Fundamentalmente, el estudio apunta ala
descripción de una ergología casi contemporanea, por lo que formula para su
ordenación un conjunto de categorías descriptivas y de análisis18, de gran
utilidad para sitios que presenten una alta densidad de materiales. No obstante,
esta esperiencia no se rotuló como una arqueología industrial, y su vinculación
con trabajo histórico y documental fue escaso.

Con anticipación a estas iniciativas se había desarrollado el mítico


proyecto de estudio multidisciplinario denominado “Proyecto Cobija”. Sus
alcances y proyecciones fueron publicadas en un informe que solo es posible
encontrar en colecciones particulares, a excepción de una única copia
catalogada en la biblioteca del Museo de San Pedro de Atacama. No hemos
tenido acceso a él, pero conocimos en terreno las excavaciones desarrolladas
por la arqueóloga Bente Bittman. Ellas se concentraban principalmente en la
plaza y en las proximidades al muelle principal. El antiguo asentamiento de
Cobija La Mar presentaba una gran densidad de objetos y su ocupación se
extendió desde tiempos prehispánicos hasta los restos urbanos del siglo XIX.

14
Patricio Núñez “La Antigua Aldea de San Lorenzo de Tarapacá”. Chungará 13:53-66, 1984. Universidad de
Tarapacá. Arica Chile.
15
Ana Maria Barón “Cementerio de Contacto Indigena - Español?”. Actas del VIII Congreso Nacional de
Arqueología Chilena (Valdivia). Editorial Kultrún. Santiago, Chile. 1979.
16
Sergio Chacón, S. y Jorge Hidalgo “La Isla Alacrán: Antecedentes Prehispánicos, su Papel en la Defensa Colonial
de Arica y Análisis de sus Ruinas”. Chungará N°11. Noviembre. Pág. 111-133, 1983. Universidad de Tarapacá.
Arica, Chile.
17
Julio Sanhueza “Informe Sobre Restos Humanos en el Interior de los Talleres Municipales de Iquique. Manuscrito
presentado al H. Consejo de Monumentos Nacionales. Iquique. Chile (ms). Y “Evidencias Culturales y
Etnobiológicas de Cementerios Históricos en Iquique, I Región de Chile: Una Introducción.” Actas del XI Congreso
Nacional de Arqueología Chilena, pp. 89-100. MTS.S.N.H.N. Sociedad Chilena de Arqueología. Santiago de Chile,
1991.
18
Gerda Alcaide, Arqueología Histórica en una Oficina Salitrera Abandonada. II Región Antofagasta-Chile. Estudio
Experimental. Memoria para optar al título de Arqueológo. Universidad del Norte, sede Antofagasta 1981. y
“Arqueología Histórica en una Oficina Salitrera Abandonada. II Región Antofagasta-Chile. Estudio Experimental”.
Chungará 10:57-75, 1983. Universidad de Tarapacá. Arica.
6

Para la zona central destaca la tesis sobre un sitio de encomienda tardío


(siglo XVIII) a manos de los jesuitas en la cuenca de Santiago19. Este estudio
desarrollado por el arqueólogo Andrés Pinto, se concentró en el área de Lampa
y Carén, y particularmente, en el sitio La Palma en la Quebrada de Lipangue.

Este investigador desarrolla su estudio desde una perspectiva


multidisciplinaria que llama “arqueología colonial”, principalmente
caracterizada por una metodología de análisis documental extraído desde
estudios históricos tradicionales sobre la situación del indígena, la evolución de
la propiedad rural y el sistema de encomiendas. Más que buscar antecedentes
documentales de alcance local, el estudio describe las instituciones coloniales
desde la perspectiva historiográfica, para, finalmente, encajar en este esquema
la descripción de los itemes arqueológicos obtenidos por él y las actividades
productivas allí evidenciadas. Si bien el autor tiene éxito en una adecuada
contextualización histórica, su análisis documental se restringe a dejar
constancia del proceso de sucesión de la propiedad y otros datos de
multietnicidad de los grupos indígenas coloniales sin relación con evidencias
materiales diagnósticas. Sus resultados son generales y no hacen referencia a
tipos de construcción, urbanización, modo de vida y cotidianeidad.

A esta experiencia de investigación se anticipaba solo el estudio de los


contextos históricos correspondientes a los cimientos del Convento de las
Carmelitas, los tajamares del río Mapocho y varios tramos del sistemas de
aducción de agua del Santiago colonial, descubiertos en las obras de
construcción de la Línea 1 del ferrocarril urbano20. Solo es conocido un pequeño
artículo con una adecuada contextualización histórica de los hallazgos
apoyados en antecedentes bibliográficos de los siglos XIX y XX, y fuentes
documentales éditas. La desgraciada muerte del arquitecto Morel y el
alejamiento de Pinto de la arqueología dejaron estos hallazgos en el más
absoluto olvido. Un último estudio efectuado por el arqueólogo Pinto y el
profesor Medina, se realizó en el patio de la casa central de la Universidad de
Chile, al ser descubiertos entierros humanos emplazados en el subsuelo de la
iglesia “San Diego la Nueva” correspondientes al siglo XVIII21.

La arqueología urbana pareció dormir, sino por esporádicas


investigaciones efectuadas en contextos históricos. Uno de los más relevantes
aportes es el registro efectuado por el inolvidable antropólogo Claudio Massone
en el Cerro Blanco22 (llamado antiguamente Cerro Monserrat por la ermita de

19
Andrés Pinto, Arqueología Colonial en la Cuenca de Santiago: un Sitio de Encomienda Tardía. Tesis para optar al
grado de Arqueológo, Departamento de Ciencias Antropológicas y Arqueológicas, Facultad de Ciencias Humanas,
Universidad de Chile, 1976.
20
Patricio Morel y Andrés Pinto “ Obras de la época colonial descubiertas en las excavaciones del Metro”. Revista
AUCA N°27:45-48, 1975. Santiago, Chile.
21
Alberto Medina y Andrés Pinto “La Iglesia de San Diego La Nueva, Arqueología Histórica en la Casa Central de
la Universidad de Chile”. Revista Chilena de Antropología, N°3. 1980. U. de Chile. Santiago.
22
Claudio Massone, Cerro Blanco: Antropología de un Asentamiento Humano. Tesis para optar al grado de
Licenciado en Antropología con mención en Arqueología. Universidad de Chile, Santiago. 1978.
7

Inés de Suárez). Un estudio de sus ocupaciones prehispánicas, su habitación y


utilización colonial y su uso histórico republicano, hasta llegar al asentamiento
de poblaciones marginales asociadas a actividades económicas propias de
servicios del Cementerio General, constituye una verdadera joya de registro
para el futuro desarrollo de la arqueología urbana.

En 1987 los arqueólogos Rubén Stehberg y Angel Cabeza desarrollaron


uno de los más interesantes planteamientos en esta historia: el desarrollo de una
“Arqueología Histórica Antártica”. Este programa no sólo es relevante por su
alcance regional, en él se presentan proposiciones simples a modo de hipótesis
con el fin de conocer los procesos de adaptación y uso de los recursos naturales
del territorio, todo dentro de un marco cronológico-cultural que los autores
logran con detalle y perfección desde el punto de vista del trabajo
historiográfico. El registro arqueológico efectuado en el sitio Cuatro Pircas23 en
Isla Rey Jorge, muestra una experiencia de trabajo con técnicas de relevamiento
arqueológico básicas y adecuadas a la problemática que impone el territorio
antártico, junto con un intento de contextualización que por mucho supera los
alcances del sitio. Este estudio es el primer esfuerzo que, en lo personal
considero en rigor, un trabajo de arqueología histórica en que la tarea de
prospección documental alcanza tanta o más importancia que el registro
arqueológico. Se separaba así la arqueología histórica de sitios periféricos, de la
arqueología urbana tradicional, perfilada como experiencias de rescate
asistemáticas. Los resultados de estas experiencias fueron incorporados a la
exposición permanente del Museo Nacional de Historia Natural, comenzando
con la difusión de estos estudios a nivel popular.

La práctica de la arqueología urbana se perfiló como ejercicio


metodológico de importancia para la historia de la ciudad con la realización de
las excavaciones en el palacio de la Real Aduana24 de Santiago, trabajo que
mostró una ocupación que se extendió desde la fundación de Santiago hasta
nuestros días. Recordamos que este estudio, en su momento, generó muchas
espectativas tanto por su novedad temática, como por el aval institucional del
Museo Chileno de Arte Precolombino.

La arqueóloga Carolina Botto, desarrolló un estudio integrado por un


capítulo denominado “historia documental”, para luego detallar los hallazgos
arqueológicos, cuyo resultado fue un impecable registro acompañado de anexos
sobre del análisis estratigráfico y cerámico. No obstante, sus logros en el
aspecto histórico fueron magros, tanto en la pobreza del análisis documental,
sus fuentes y sus conclusiones. Se retrocedía metodológicamente en el intento
del arqueólogo de seguir los eventos de sucesión y uso del inmueble más que

23
Rubén Stehberg y Angel Cabeza “Comienzos de la Arqueología Histórica Antártica en el Sitio Cuatro Pircas”.
Revista Chilena de Antropología N°6, 1987, 83-111. Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación. Universidad
de Chile, Santiago, Chile.
24
Carolina Botto Blanco, Palacio de la Real Aduana: Un Metro de Cinco Siglos. Tesis para optar al grado de
Licenciado en Antropología con mención en Arqueología. Facultad de Ciencias Humanas, Universidad de Chile.
1989.
8

en la construcción de un modelo de subsistencia colonial. Sus resultados fueron


el reconocimiento de tres momentos ocupacionales que encontraban su
definición en los itemes arqueológicos de mayor concentración, utilizando como
indicador cronológico los restos de materiales de construcción y su supuesta
vinculación con las modificaciones arquitectónicas del inmueble. Así se
configuraba el desarrollo de la arqueología urbana sin una gran riqueza en su
interpretación histórico-cultural, pero que conformaba un inestimable registro
para futuras investigaciones.

La perspectiva del estudio desde fuentes obtenidas por la arqueología


histórica retomó un nuevo rumbo cuando la interpretación de la antropología
física contribuyó a comprender los modos de vida de las comunidades
humanas históricas. El registro del cementerio histórico de Maipú25, por la
antropóloga Silvia Quevedo, mostró nuevas perspectivas en el registro
arqueológico esqueletal y los elementos culturales asociados a él (cerámica,
ataúdes, vestimentas). Las perspectivas de análisis fueron múltiples, desde las
características genéticas de la población hasta la comprensión de ritualismo
mortuorio. Los restos humanos históricos se constituyeron así en una ventana
para el estudio de las características bioculturales de la comunidad y sus
individuos, arrojando importante información sobre patologías, dietas, higiene,
características de vida, etc.

Una segunda experiencia de este tipo fue desarrollada durante el trabajo


de rescate arqueológico del sitio “La Pampilla”, en las calles Santa Rosa y
Porvenir de Santiago Centro, consistente en los vestigios del cementerio del
hospital colonial de San Juan de Dios26, donde no sólo se registró las
ocupaciones consecutivas del recinto, refrendadas documentalmente, sino que
también se realizó la exhumación de cientos de osamentas humanas
correspondientes a los antiguos habitantes de esta ciudad pertenecientes al bajo
pueblo. En este registro se encuentra el único y más amplio catastro que se
posee de la población colonial tardía de Santiago, aún esperando recursos para
su estudio.

Para la zona Sur, en general, los estudios de arqueología histórica se han


concentrado en el tema de la multi-culturalidad de los asentamientos de la
frontera, atendiendo particularmente los distintos tipos de fortificaciones. En
esta problemática se destaca el proyecto de Fortificaciones Tempranas en el
valle del Toltén, en el que se realizó un estudio interdisciplinario detectandose

25
Gabriel Guajardo y Silvia Quevedo K. Cementerio Histórico de la Rinconada de Maipu: Hipótesis sobre su Origen
y Ritualismo Mortuorio en el Siglo XIX., “Estudio de la Adaptación Biocultural de los Grupos Humanos que
Poblaron Chile Central: un Enfoque Interdisciplinario”. Proyecto Fondecyt 91-0139. Museo Nacional de Historia
Natural.1991. (ms).
26
Claudia Prado, Mario Henriquez, Julio Sanhueza, Verónica Reyes “Ocupaciones Arqueológicas en “La Pampilla”:
Antecedentes Documentales (Santiago, Región Metropolitana)”. Actas del XIV Congreso Nacional de Arqueología.
Copiapó 1998. (en prensa).
9

una serie de sitios de ocupación hispana27 y el estudio del fuerte Santa Silvia
efectuado por el arqueólogo pionero Américo Gordon28.

Arqueología histórica en el casco antiguo de la ciudad de Santiago

Aún cuando la Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación, de la


Universidad de Chile, poseía una importante experiencia en estudios de
arqueología histórica, su Departamento de Ciencias Históricas no ha abordado
aún los problemas vinculados a ella, como los desafíos de la conservación y
estudio de sitios de valor histórico patrimonial, como tampoco no se ha
avanzado en la discusión sobre la búsqueda de nuevas fuentes de valor
histórico para una comprensión del pasado.

Dado la orientación problemática y metodológica de la arqueología


chilena, esencialmente dirigida hacia el objeto del saber del indígena, la
arqueología histórica aparece con un caracter marginal. En este contexto, mi
equipo de investigación integrado por diversos investigadores y ayudantes,
desarrollamos en 1992 la búsqueda de sitios históricos en la cuarta región,
reconociendo al noreste de Combarbalá, poblado fundado en 1789 por
Ambrosio O´Higgins, el sitio Cerro Cogoti-18 de ocupación hispano-colonial
tardía caracterizada fundamentalmente por la morfología de los restos
cerámicos. En el año 1993 registramos un amplio espacio de actividad
metalúrgica colonial, principalmente escoriales y construcciones básicas del
mismo material, en el curso medio del río Aconcagua, distante siete kilómetros
del poblado de Catemu, V región29. Más tarde, en 1995, con el patrocinio y
auspicio de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile,
efectuamos registros selectivos en espacios habitacionales e industriales en 16
oficinas salitreras y una estación ferroviaria; a saber, Constanza, Ramírez,
Mapocho, Santa Rosa de Huara, Santiago, Baquedano, Peña Chica, Santa Laura,
Humberstone, Pan de Azucar, Bellavista, Buenaventura, Lagunas, Victoria,
Alianza, Eslavonia y la estación Lagunas. Los resultados alcanzados fueron la
obtención de importante información sobre utilización del espacio urbano-
industrial, cotidianeidad material de las comunidades pampinas, relaciones
regionales y extraregionales de intercambio y producción, y procesos de
formación de espacios depositacionales de basuras.

Siguiendo en esta línea de estudios, la realización de las obras de


ampliación del ferrocarril urbano de Metro S.A. a través del casco histórico de
Santiago, permitió como nunca antes y de modo privilegiado, efectuar un

27
L.Harcha, J. Saavedra; P. Sanzana; A. Vidal “Fortificaciones Tempranas en el Valle del Toltén”. Encuentro de
Etnohistoriadores. Serie Nuevo Mundo: Cinco Siglos N°1. O. Silva, E.Tellez, E. Medina editores. Facultad de
Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Santiago. 1988. Págs. 93-101.
28
Américo Gordón, “ La Residencia de un Encomendero Español en el Siglo XVI. La Casa Fuerte Santa Sylvia,
Excavación de Sondeo”. Actas del XI Congreso Nacional de Arqueología Chilena, . M.N.H.N. Sociedad Chilena de
Arqueología. Santiago de Chile. Pág. 197-199. 1991.
29
Alfredo Gómez. Síntesis del Trabajo Etnohistórico y Arqueológico Respecto al problema de la Presencia Inka en
Chile Central (1973 -1996): Algunos Antecedentes y Breve Discusión. Publicaciones Especiales N° 1. Area de
Historia y Arqueología, CEINDES. Talleres Ceindes. Santiago, Chile. Marzo 1999.
10

registro arqueológico-histórico sistemático con personal especializado de las


áreas intervenidas, encontrando gran cantidad de materiales y restos
subsistenciales de antiguas obras de urbanización de origen colonial. El
panorama se mostraba complejo para la tarea de investigación historiográfica,
principalmente porque este aspecto era el más deficitario en esta línea de
estudios en el país. Los modelos de investigación procedentes del exterior
presentaban particularidades en los tipos de sitio, así como en las características
de las fuentes históricas. Efectivamente, existía una gran diferencia entre los
desarrollos de la arqueología histórica europea que se remonta desde el siglo
XIX con el estudio de contextos helénicos y grecolatinos, de la que surge en el
siglo XX en los Estados Unidos con el estudio de contextos hispanos
tempranos30. La más próxima a nuestra realidad, en cuanto a procesos de
formación de sitios y características históricas fue la arqueología histórica
norteamericana, que en las últimas décadas ha desarrollado una efectiva
sistematización del registro arqueológico-histórico, no exento de un amplio
desarrollo teórico31, debido principalmente al ejercicio transdisciplinario que
recogió elementos desde la ttnohistoria y la etnografía, con la implicancia de un
cuestinamiento relevante al método histórico directo.

La cuestión de trascendencia para nosotros fue la formulación de una


perspectiva histórica en la que se incorporara la “cultura material”. El trabajo
interdisciplinario mostró nuevos ribetes de las realidades sociales y culturales
de los grupos humanos históricos, de modo que se forjaba una historia
cultural32, que aún adolecía de un vínculo cualitativamente superior con las
categorías de análisis del método arqueológico, y menos relacionada con la
historiografía tradicional. Esta perspectiva no sólo fomentó la comprensión
histórica-cultural de los desarrollos urbanos, también contribuyó a la
problematización de las expresiones materiales del hombre en tiempos
históricos y su comprensión como parte de la historia cultural de las
comunidades, misma que acusaba diferencias sociales, culturales, étnicas, etc. y
que los registros históricos habían omitido33. Son millares los estudios
efectuados en norteamérica en este sentido, contribuyendo al conocimiento de
los patrones de asentamiento y significado de los sitios históricos, o sobre la

30
Kathleen Deagan & Michael Scardaville “Archaeology and History on Historic Hispanic Sites: Impediment and
Solutions”. Historical Archaeology. Journal of the Society for Historical Archaeology. Volume 19, Number 1. Pag.
32-37, 1985.
31
Lewis R. Binford “Historical Archaeology-Is It Historical or Archaeological?”. Historical Archaeology and the
Importance of Material Things. Papers of the Tematic Symposium, Eighth Annual Meeting , Charleston, South
Carolina, January 7 – 11. Leland Ferguson Editor. Special Publication Series, Number 2. 1977. Society for Historical
Archaeology.
32
James Deetz “Material Culture and Archaeology-What´s the Difference?”. Historical Archaeology and the
Importance of Material Things. Papers of the Tematic Symposium, Eighth Annual Meeting , Charleston, South
Carolina, January 7 – 11. Leland Ferguson Editor. Special Publication Series, Number 2, 1977. Society for
Historical Archaeology.
33
Dickens, Roy S. Dickens Editor. Archaeology of Urban America. The Search for Pattern and Process. Studies
in Historical Archaeology. AcademicPress, INC. New York, U.S.A. 1982. – Leland Ferguson “Historical
Archaeology and the Importance of Material Things”. Historical Archaeology and the Importance of Material
Things. Papers of the Tematic Symposium, Eighth Annual Meeting , Charleston, South Carolina, January 7–11.
Leland Ferguson Editor. Special Publication Series, Number 2. 1977. Society for Historical Archaeology.
11

significación contenida en las expresiones materiales y su reproducción


cultural34.

Por nuestra parte, enfrentamos el problema de realizar un estudio desde


esta perspectiva con los restos arqueológicos obtenidos en las áreas intervenidas
dentro del casco histórico de la ciudad de Santiago, mediante una extensa e
intensa labor de registro desarrollado por un amplio equipo profesional
(arqueólogos y antropólogos de la Universidad de Chile), dirigido por Claudia
Prado. Pero la arqueología histórica no solo se resume en la excavación
correctamente registrada, también exigió la inclusión del historiador mediante
la observación de trabajo en terreno, revisión de fichas y cuadernos de campo e
informes.

En la perspectiva historiográfica, nuestra experiencia consideró la


prospección de fuentes éditas y archivos documentales, referentes a procesos de
urbanización colonial, además de tópicos sobre administración urbana y vida
en la ciudad. Del mismo modo, se incluyó la revisión de la iconografía de los
espacios urbanos considerados en este estudio. También se realizó la revisión
de la historiografía sobre la ciudad de Santiago, para reconocer las visiones del
desarrollo urbano y modernización material, para finalmente contrastarla con el
cuerpo de antecedentes arqueológicos.

El ejercicio metodológico realizado se resume en un intento de integrar


en una visión histórica el registro material obtenido con metodología
arqueológica y los antecedentes de naturaleza histórica, todo para lograr la
contextualización histórica de los diversos hallazgos de restos de
infraestructura urbana o objetos de uso cotidiano del período colonial y
republicano. Todo para, finalmente, construir un panorama ampliado de la
vida urbana y sus expresiones materiales, además de sus implicancias
culturales. La aplicación de estos criterios nos aproxima a alcanzar la
realización de un ejercicio metodológico experimental en la síntesis entre
arqueología e historia para la comprensión general de los diversos contextos
arqueológicos reconocidos por la extensa labor arqueológica realizada entre los
años 1997 - 1999 en Santiago.

Este esfuerzo de contextualización histórica se efectó en los


registros arqueológicos correspondientes a las áreas intervenidas por las obras
de ampliación Línea 5 de Metro en donde se hallaron segmentos de los
tajamares del río Mapocho ( Pique Santiago Bueras – Parque Forestal –
Estacionamientos Arturo Prat), además de las estaciones de Metro y

34
Lees, William B. Lees & Vergil E. Noble “Methodological Aproaches to Assessing the Archaeological
Significance of Historic Sites”. Historical Archaeology. Journal of the Society for Historical Archaeology. Volume
24, Number 2. Pag. 9.1990.- Mark P. Leone “The productive Nature of Material Culture and Archaeology”.
Historical Archaeology. Journal of the Society for Historical Archaeology. Volume 26, Number 3. Pag. 132-
133.1992.- Barbara J. Little “Explicit and Implicit Meanings in Material Culture and print Culture”.Historical
Archaeology. Journal of the Society for Historical Archaeology. Volume 26, Number 3. Pag. 85-95. 1992.
12

ventilaciones de Plaza de Armas, Estación Bellas Artes, Estación Santa Ana, etc.
Aunque los resultados del registro arqueológico no cabe aquí mencionarlos, se
desarrolló una somera descripción, además de la contextualización histórica de
obras de urbanización colonial tales como tuberías, pilas, canales y cajas de
agua. Del mismo modo, este esfuerzo se realizó con el registro efectuado en los
sitios Plaza de Armas, Santa Ana y Bellas Artes, todos sitios en el casco antiguo
de la ciudad, específicamente la contextualización de enterramientos humanos,
basuras coloniales, cimientos de construcciones, canales, empedrados; todos
antecedentes de la vida urbana colonial y republicana.

Reflexiones metodológicas sobre el ejercicio de la arqueología histórica en


Chile

Cómo justificar en Chile lo que ya no requiere justificaciones en ninguna


otra parte del mundo era un problema al enfrentar este trabajo, hasta que
terminamos por comprender que preguntas tales como: ¿Es posible un
arqueología histórica?, ¿qué es arqueología histórica?, ¿cuál es la real
competencia entre historia y arqueología?, ¿es posible una construcción
histórica que se componga de documento y materialidad?, ¿es posible una
construcción de “lo real” a modo de una historia cultural más que una historia
tradicional basada en el documento escrito? y otras tantas, eran cuestiones más
bien viejas que en Chile aún no encontraban un espacio de discusión.

De hecho, la cuestión se abordó en la arqueología de transición del siglo


XIX y XX, mucho antes de la nueva arqueología. Veré Gordon Childe expresa el
problema motivado por una construcción integral del pasado humano,
comentando: “la arqueología es una fuente de la historia y no sólo una simple ciencia
auxiliar. La información arqueológica constituye documentación histórica por derecho
propio y no una mera aclaración de los textos escritos. Al igual que cualquier otro
historiador, un arqueólogo estudia y trata de reconstruir el proceso que ha creado el
mundo humano en que vivimos, y a nosotros mismos en tanto que somos criaturas de
nuestro tiempo y de nuestro medio ambiente social. La información arqueológica está
constituida por los cambios del mundo material que resultan de la acción humana...”35

En la perspectiva de Childe el ser puramente histórico, el hombre


construido mediante los documentos, pasaba a una dimensión más real hacia
una construcción de su cultura material que también expresa su cultura
intelectual, su acervo ideológico, su sociedad, y todo como un conjunto de
construcciones culturales. Del mismo modo, la calidad de “documento
histórico” es variada y diversa, siendo incluso su naturaleza disímil. El objeto
arqueológico, el instrumento y el monumento también constituyen parte del
proceso histórico, formando un todo formal y concreto, una realidad pasajera y
efímera en su utilización durante su tiempo, pero que conforma la cultura
material y que es parte integral de la historia de los pueblos; ella posee en sí

35
VereGordon Childe Introducción a la Arqueología. Prólogo de Juan Maluquer de Motes. Editorial Ariel.
Barcelona, España. 1977. Pág. 9.
13

misma un efectivo valor histórico. La materialidad de la historia es la vida de


las personas cuajada en las construcciones materiales de la cultura; un juego
que consiste en que “el conjunto de información arqueológica constituye lo que puede
llamarse el testimonio arqueológico. Este testimonio presenta ciertas peculiaridades y
diferencias, cuyas consecuencias forman un contraste más bien superficial entre la
historia arqueológica y la de tipo más conocido basada en documentos escritos”36.

Así la reconstrucción arqueológica del pasado y la construcción


historiográfica de ese mismo pasado, tienen para Childe una diferencia formal,
no obstante comparte un mismo espíritu que se materializa en una historia
cultural de los hombres. Desde aquí podemos establecer ya premisas básicas
desde donde fundamos nuestra percepción del pasado. Concordamos con
nuestro autor en cuanto a que el objeto arqueológico es el resultado de la
actividad humana37 en el pasado. El es resultado concreto de la existencia de los
hombres; producto material del trabajo y esfuerzo de sobrevivencia cultural de
la sociedad. Su significación se encuentra en el complejo conjunto de la cultura
material de la sociedad, donde cada objeto tiene función y significado, el que
puede variar de lo puramente técnico hasta lo simbólico.

La multiplicidad de objetos de este universo material puede llegar a ser


abismante en las sociedades históricas, aún cuando la “distancia cultural” sea
relativamente menor y se nos permita conocer con facilidad sus “categorías
artefactuales”38, y la coherencia y función de dichos objetos en la sociedad que
los gestó. Los componentes del registro arqueológico se instituyen como “los
resultados más evidentes del comportamiento humano, la información arqueológica más
conocida, puede denominarse artefactos –objetos hechos o deshechos deliberadamente por
la acción humana-. Los artefactos incluyen utensilios, armas, ornamentos, vasijas,
vehículos, casas, templos, canales, diques, pozos de mina, escombreras, incluso árboles
cortados por el hacha de un leñador y huesos rotos intencionadamente para extraer el
tuétano o destrozados por un arma”39.

Pero esta percepción no es puramente materialista, y por tanto


historicista. Ella encierra la comprensión de que es imposible la construcción de
una historia cultural sin el trabajo de interpretación histórica. Aún cuando
Childe propone una perspectiva en que las generalizaciones son poco
convincentes y engañadoras, esta básica percepción integral del hombre
histórico y su obra es tomada por la arqueología procesual al abordar
cuestiones problemáticas como el significado mismo de la materialidad y la
referencia que éste hace del hombre, cuando se expone la cuestión de que “...se

36
Ibíd. Pág. 9.
37
Aquí agregamos humana como eminentemente cultural, inserto en espacios donde los objetos tienen valor social y
encuentran su significación en el mundo de las ideas y los conceptos que genera cada sociedad respecto de su
creación material.
38
Concepto utilizado por la arqueóloga Gerda Alcaide para establecer la proximidad cultural entre los objetos
arqueológicos del siglo XIX y el XX, o dentro del siglo XX, en Arqueología Histórica en una Oficina Salitrera
Abandonada. II Región Antofagasta-Chile. Estudio Experimental. Memoria para optar al título de Arqueológo.
Universidad del Norte, sede Antofagasta.1981.
39
Vere Gordon Childe Introducción a la Arqueología. Prólogo de Juan Maluquer de Motes. Editorial Ariel.
Barcelona, España, 1977. Pág. 11-12.
14

hace evidente la solidez de la idea según la cual la cultura material es reflejo indirecto de
la sociedad humana. Aquí empezamos a vislumbrar que son las ideas, las creencias y los
significados los que se interponen entre la gente y las cosas”40.

Este último planteamiento rompe el vínculo entre el hombre y su cultura


material, poniendo en medio al tiempo, como una cuña, y planteando la
imposibilidad cognoscitiva de comprender la verdadera significación de las
relaciones culturales y simbólicas del acervo cultural del hombre. Si se establece
la cuestión de la imposibilidad de abordar una comprensión del hombre
histórico por medio del complejo material que ha producido su cultura, o su
momento histórico para el caso de la cultura cristiano-occidental, se hacen
significativas las construcciones parciales desarrolladas sobre cuantificaciones
y métodos estadísticos, que constituyen las estrategias más utilizadas por la
Arqueología, aún cuando estas no logran interpretaciones de sentido histórico
proporcionadas por el quehacer historiográfico. Estas interpretaciones
particulares logran dilucidar conductas específicas vinculadas a los procesos de
formación de los sitios arqueológicos, pero no atienden a conductas culturales
sobre el significado de la baSura, suciedad y escombros, todos estrategias de
uso del espacio y aseo, que la Arqueología Procesual a reducido a “la relación
entre desechos (escombreras) y organización social depende de las actitudes respecto de
la suciedad”41, más que a cuestiones fundamentales de la reproducción cultural.

Estos cuestionamientos han lesionado el desarrollo de la arqueología


histórica en Chile, por una parte por la desconfianza en los registros
arqueológicos abordados sin una estrategia de investigación interdisciplinaria,
y a la desconfianza de los arqueólogos por las fuentes históricas, su pobreza y
tanto más por el trabajo del historiador. Las limitaciones que impone la
interpretación de los contextos arqueológicos-históricos llevaron a que se
planteara en la Arqueología Postprocesual que “estas actitudes y significados
culturales acerca de la cultura material, frustraron, al parecer, las metas generalizadoras
de la Nueva Arqueología, puesto que toda la cultura material podía verse como algo
constituido de manera significativa”42, anulando las espectativas de la Nueva
Arqueología de obtener interpretaciones objetivas y particulares significantes
de la cultura material que pudieran extenderse como modelos explicativos.

Así, la arqueología histórica debía tomar la precaución de aferrarse al


contexto arqueológico y abandonar las elucubraciones históricas del sentido
espiritual o individual de los objetos. Cualquier perspectiva más allá del
registro y la interpretación ceñida al documento histórico no cabía en los
parámetros que establecía la arqueología postprocesual, principalmente porque
el nivel de interpretación arqueológica exigía respuestas a los contextos
arqueológicos específicos más que explicaciones de valor general o estructural.
Así la Arqueología Procesual supone la deconstrucción de las generalidades y

40
Ian Hodder. Interpretación en Arqueología. Corrientes Actuales. Editorial Crítica. Traducción al castellano por
María José Aubet y J.A. Barceló. Barcelona, España. 1994. Pág. 17.
41
Ibíd. Pág. 17.
42
Ibíd. Pág. 17.
15

los sistemas hacia la particularización, hacia lo individual, perspectiva en que el


cuestionamiento fundamental está en que “los artefactos pueden significar cosas
distintas en estos contextos diferentes, pero es posible relacionar, falsamente o de una
forma distorsionada, los significados de un ámbito con los significados de otro ámbito.
Era necesario que la “lectura” del registro arqueológico tomara en consideración estas
transformaciones culturales” 43.

Tal como lo plantea Hodder, el significado de los objetos culturales, de


diversos contextos arqueológico, y aún en un solo contexto, puede no ser
coincidente, y su función dentro del espacio cultural pude ser relativo y
cambiante, de valor puramente subjetivo. Esta postura se muestra
prácticamente invulnerable, y rompe las aspiraciones de reconstruir
historiográficamente “actores” históricos inaprensibles por la historia, y que
permanecen absolutamente en penumbras, por lo que probable nunca
abandonen el anonimato al que los ha relegado la historia sin la contribución de
la interpretación de “sentido histórico” de los vestigios del trabajo de tales
“actores”.

La arqueología histórica, entendemos, desea rescatar el valor humano y


la significación cultural de los objetos. No son los objetos el fin último como
podría entenderse al aproximarse a los criterios de interpretación arqueológica.
Pero ¿cuál es el valor del individuo?, ¿es posible desarrollar una experiencia
cognoscitiva del hombre del pasado a través de la arqueología histórica?. Frente
a estas cuestiones, más que respuestas la perspectiva postprocesual acusa que
“la Nueva Arqueología “se olvidó” del individuo, considerándolo como algo ajeno a la
teoría social. Como dijo Flannery (1967), la meta no era llegar al indio individual tras el
artefacto, sino al sistema existente tras el indio y el artefacto. La arqueología procesual
sostiene que existen sistemas tan básicos en la naturaleza, que la cultura y los
individuos son impotentes para desviarlos o cambiarlos. Aquí subyace una tendencia
hacia el determinismo- la elaboración de una teoría viene determinada por el interés en
descubrir relaciones causales deterministas. Existe aquí un estrecho vínculo entre
creencia cultural e individuo en cuanto conceptos a descartar o eliminar. Ambos son
considerados inabordables desde la simple evidencia arqueológica, y ambos son
impredecibles e impiden toda generalización”44.

Ni un extremo ni otro, para Hodder el problema del tiempo y la pérdida


de la comprensión de la cultura que generó aquellos objetos, nos deja en una
minusvalía perpetua para alcanzar una comprensión histórico-cultural del
pasado. El problema del individuo y la sociedad, enunciado por este
arqueólogo expone que cada objeto ha sido producido por un individuo y no
por un sistema social, de modo que las generalizaciones sufren de una invalidez
irrecuperable. Por otra parte, reconoce una realidad intrínseca de la cultura
material de las sociedades modernas: la compleja trama de relaciones
tecnológicas, culturales y simbólicas de un conjunto de expresiones materiales

43
Ibíd. Pág. 19.
44
Ibíd. Pág. 21.
16

que siempre se muestran cambiantes y multivalentes a través del tiempo, en su


creación y uso individual.

No obstante, a las limitaciones de la interpretación arqueológica, es


insoslayable la realidad de que la cultura material incide poderosamente en la
sociedad, en el comportamiento de los individuos y en las conductas sociales.
De este modo “la cultura material actúa sobre la comunidad humana de una forma
social; la acción sólo puede tener lugar en un marco social de creencias, conceptos y
disposiciones”45, los complejos materiales son resultados de conceptuaciones,
jerarquizaciones y procesos tecnológicos, que a grandes rasgos son verificables
arqueológica e históricamente.

Por otra parte, la arqueología procesual también impone problemas a la


interpretación arqueológica-histórica. Su término “normativo”, que hace
referencias a asociaciones y relaciones culturales “...suele utilizarse con frecuencia
para referirse al enfoque histórico-cultural. En este contexto puede llegar a tener a veces
connotaciones peyorativas; hace referencia a la historia descriptiva de la cultura”46 o
hace referencias a normativas culturales generales que amagan la reformulación
individual de estos cánones culturales.

Desde nuestro punto de vista, la interpretación arqueológico-histórica


presenta ventajas en el proceso de investigación. Una de ellas es que, respecto
de la perspectiva postprocesual, el arqueólogo y el historiador participan de los
elementos estructurales de la cultura cristiano-occidental, de modo que
historiográficamente es posible acceder a algunos aspecto de la vida cultural de
las comunidades que le anteceden, en el caso de Chile, de origen hispano-
colonial. Otra, es la perspectiva del investigador local, que ha aprendido
diversas percepciones del espacio en el que vive, tanto en su interpretación
social como en el sentido geográfico. Estos contenidos, de un modo u otro
socializados, pueden ser trascendentes al momento de reconocer elementos
significantes en los emplazamientos del sitio arqueológico, funcionalidades y
racionalización del espacio. En este caso, quienes abordan la investigación son
santiaguinos de nacimiento, y el sitio arqueológico no es un espacio inocuo.
Más bien posee un valor histórico sensible para el investigador y la comunidad
en que este participa, además de valor patrimonial y un valor puramente
experiencial, que puede ser emotivo o significante en sentido histórico
identitario. De hecho, nuestra experiencia investigativa no debiera ser resultado
de una asepsia metodológica, ella debiera responder a la lente perceptual que
tenemos sobre los problemas que abordamos, y nuestra propia perspectiva
como participantes del proceso histórico que compartimos con nuestros
antecesores.

Así la interpretación histórico-cultural puede ser abordada sin tantas


restricciones metodológicas, desde una actitud más sensible e inherente a la

45
Ibíd. Pág. 22.
46
Ibíd. Pág. 23.
17

realidad histórica del investigador; una perspectiva humana y localista puede


salvar distancias históricas irremontables. No obstante, los contextos
arqueológicos pueden sufrir transformaciones en su significado histórico,
llegando al punto que este puede ser cambiante desde la perspectiva
historiográfica desde la que se aborde (mentalidad, social, indígena, etc).

La perspectiva postprocesual de la arqueología nos da la razón, en


cuanto a la actitud de investigador y su propio contexto histórico. Este
constituye su principal herramienta de análisis, ya que “es más fácil y más
frecuente conseguir una percepción adecuada de los significados culturales por medio
del análisis del contexto histórico inmediato”47, aquí como experiencia compartida y
no como conocimiento etnográfico.

Una arqueología aistórica efectiva parece aquella que contribuye a la


construcción de una historia cultural más inmediata a las comunidades
humanas contemporáneas, con el fin último de afianzar sus rasgos de unidad
cultural y generar identidades locales, expresiones muchas veces malogradas y
avasalladas por el proceso actual de “globalización”.

Otra cuestión importante en la arqueología histórica es la definición de los


contextos históricos y su vínculo con los momentos, el significado y el valor
subjetivo que cada objeto posee frente a su fabricante, o a quien le da uso. Al
respecto Hodder comenta que “la división entre lo ideal y lo material se ve mejor en
una dialéctica histórica en la que los recursos materiales y las relaciones estén
significativamente integradas, de manera que ni lo ideal ni lo material resulten
privilegiados” 48. Este equilibrio de significantes rosa los tópicos que hemos
revisado: la interpretación rigurosa desde el método de registro arqueológico y
su contrastación con las fuentes históricas, y el significado cultural y
puramente subjetivo y meramente humano que puede recoger el investigador
que se vincula históricamente con estas comunidades.

Tal cuestión es tan trascendente como cual visión prima en este esfuerzo:
la historia o la arqueología. Hodder expone: “en la medida en que la explicación
histórica puede definirse en relación a contextos y acontecimientos anteriores...//...la
arqueología es parte de la historia. Y, sin embargo, la arqueología tiene que ver con la
cultura material, no con documentos. El hecho de escribir con tinta en un papel, en sí
mismo, un tipo de cultura material y la deducción del significado sobre la base de tal
evidencia no es distinta de la que se infiere a partir de los objetos materiales en general.
En este sentido, la historia es parte de la arqueología. Aunque los documentos históricos
contengan bastante más información contextual si reconocemos la lengua en que están
escritos, el proceso de inferencia sigue siendo el mismo: dar significado al mundo
material del pasado”49. La interacción entre arqueología e historia nos lleva a
reconocer los procesos y elementos actuantes en el mundo material:
complejización social como consecuencia demográfica y cambio cultural como

47
Ibíd. Pág. 25.
48
Ibíd Pág. 26.
49
Ibíd. Pág. 26.
18

la presencia del Estado colonial y el progresivo desarrollo de su hegemonía


social.

Una perspectiva que comparte el activismo del arqueólogo y del


historiador, y su vínculo con el pasado lo encontramos en P. G. Collingwood
cuando nos comenta: “el proceso histórico es en sí un proceso de pensamiento y
existe sólo en tanto que las mentes que forman parte de él se saben partes de él.
Mediante el pensar histórico, la mente cuyo auto-conocimiento es historia no sólo
descubre dentro de sí esas capacidades cuya posesión le revela el pensamiento histórico,
sino que hace pasar esas capacidades de un estado latente a otro actual, les da existencia
efectiva”50, esto es la textualización de un relato de conocimiento histórico como
atributo de la razón. Aparece entonces la construcción de la historia como una
construcción mental tendiente al autoconocimiento del hombre.

Queda evidenciado que no propugnamos el materialismo a destajo, a


modo de una categoría descriptiva por sí sola. Más bien, funciona para nosotros
como una categoría dentro de la construcción de una historia de perspectiva
holística, histórico-cultural, estructural como microscópica, objetiva y subjetiva,
inherente a los procesos productivos tecnificados como también de
organización compleja del trabajo.

Los límites del análisis de la arqueología histórica han abarcado desde el


periodo histórico-cultural denominado protohistoria51, para Chile, hasta
relativamente pocos años antes del presente. Estos hitos conforman un
escenario en que los múltiples y sucesivos procesos de modernización de la
cultura occidental constituyen un continuo no muy difícil de contextualizar
históricamente. No obstante estas regularidades culturales, estéticas o
intelectuales expresadas en la materialidad, se tornan complicadas cuando ellas
muestran diversos acervos étnicos y culturales originarios, los que encierran
nuevos y complejos problemas para esta metodología.

Arqueología histórica como camino de construcción de una historia cultural


en Chile

Esta discusión se plantea en el contexto del desarrollo de la arqueología


histórica en nuestro país, especialmente dados los avances que hoy se realizan,
y por los requerimientos que impone la conservación de los recursos culturales
de naturaleza histórica. Estos planteamientos también, son a propósito de los
esfuerzos que se despliegan por el estudio y la conservación de los restos
obtenidos en las excavaciones realizadas en el marco de este proyecto. La

50 P.G. Collingwood. Idea de la Historia. Traducción por Edmundo O´Gordon y Jorge Hernández Campos. Fondo
de Cultura Económica. México.1986. Pág.221.
51
Concepto utilizado por Jorge Hidalgo para el estudio de las sociedades indígenas en el periodo de contacto con la
hueste hispana, en una transición entre la Historia y la Prehistoria, en su obra Culturas Protohistóricas del Norte
de Chile. El Testimonio de los Cronistas. Departamento de Historia. Facultad de Filosofía y Educación,
Universidad de Chile. Editorial Universitaria. Santiago, Chile. 1972.
19

realización de estudios desde la perspectiva de la arqueología histórica impone


a la comunidad científica nacional el desarrollo de una problematización
metodológica, aún ausente en lo referente a cómo construir una historia del
pasado material, o contribuir a la conservación de la identidad y la memoria
urbana. Todavía no se vislumbra el potencial de esta práctica metodológica
para la construcción de un pasado histórico más fidedigno a sus expresiones
culturales materiales.

El inminente auge de la arqueología histórica producto de la necesidad


de investigar los hallazgos cada vez más frecuentes, junto a la toma de
conciencia respecto del estudio y conservación de este recurso cultural limitado
y altamente expuesto a procesos destructivos (remoción de tierra,
construcciones, contaminación, vandalismo, etc.), impone a las llamadas
ciencias históricas un desarrollo metodológico que consiste en la
reconsideración de información de naturaleza histórica en contrastación con la
realidad material de las comunidades humanas de tiempos históricos,
recuperada arqueológicamente.

Como lo adelantamos en la introducción, el desarrollo de la interfase


entre Arqueología e Historia pretende ser aquella visión integral que es
obtenida desde metodologías y fuentes disímiles, mediante la contrastación, la
conciliación y/o la exclusión de antecedentes arqueológicos y documentales,
generando una visión histórica donde tenga expresión y significación la
dimensión cultural-material de las comunidades humanas.

Una cuestión de trascendencia en este problema es ¿qué ventanas abre la


arqueología histórica? No es, ciertamente, la de los escaparates de los
anticuarios, sino la de la “realidad material” en que observamos todo lo
inaprensible por los registros de la historia; lo que no quedó plasmado en lo
que pasó a constituir nuestras fuentes históricas, todo aquello que era
demasiado ordinario y obvio, pero que irremediablemente no pasó por el
cedazo del tiempo y los cambios culturales.

En términos más generales, la situación expuesta exige la incorporación


más activa del quehacer historiográfico a este ámbito, ya sea por una cuestión
metodológica; ya sea precipitada por políticas de administración y estudio de
recursos culturales procedentes desde el Estado; ya sea por una opción moral
del investigador.

El historiador puede tener otra posición en su búsqueda. La arqueología


histórica nos muestra un camino para observar situaciones de vida de
comunidades humanas obviadas entre las gruesas líneas de la historia, como
los indígenas y mestizos, los marginados en la pobreza, o como las
comunidades obreras de la pampa salitrera, esta vez, no detrás de ellos
mediante los documentos escritos, sino frente a ellos, cara a cara, en sus
cementerios, con sus propios despojos y los restos de sus hogares, y en sus
20

posesiones materiales. Aquella “cotidianeidad en lo material”, y en los restos


bioantropológicos que contienen lo que la labor historiográfica podría
reconocer como realidades de tipo etno-socioculturales.

Acaso, en este escenario, la disciplina histórica debe reposicionarse para


alcanzar de mejor manera la comprensión de la contidianeidad de los hombres,
no en los textos, sino mediante objetos cargados de significado histórico, los que
parecen tener una “mayor relación posible con la realidad”52. Este universo de
expresiones culturales materiales gestadas en el escenario histórico53 constituye
el conjunto de “piezas de la dramaturgia de lo real”54; ámbito en que el hombre
deja de tener solo “existencia al abrigo precario de las palabras”55, y puede ser
comprendido y aprehendido por el historiador en sus expresiones y también en
su espacio, el allí, donde estuvo y donde dejó plasmada su materialidad. Nos
referimos a todo ese acervo que no es burdo ni mudo, sino lleno de humanidad,
de temores, esperanzas, de sueños, de amores, en fin, de sensibilidades y
necesidades, rompiendo con la imagen de lo bárbaro y descarnado que ha
construido el ascetismo semicientífico de la historiografía nacional.

La cotidianeidad material pertenece al espacio de la historia, y debiera


ser integrada eficientemente a la construcción y discurso historiográfico. No
debe ser desdeñada desde los discursos y los hechos documentados porque es
esta expresión de realidad lo que rodea y encierra, y muchas veces dirige y
predestina, la vida de mujeres y hombres.

Quizás, el acceso a una gradual construcción de la lente perceptual de la


realidad material histórica podría alejar a la Arqueología Histórica de los
tópicos tradicionales en que ha estado encerrada, y en buena medida ha
determinado sus objetos de estudio por la modernidad, el eurocentrismo, el
colonialismo, y el capitalismo, para finalmente reubicarse en el conocimiento de
las comunidades y, particularmente, de los hombres. Así se encaminará hacia la
tarea que para Bénjamin, tiene la construcción histórica, cual es “adueñarse de la
tradición de los oprimidos”, marginados o coartados en el mundo de las
relaciones sociales, culturales y materiales, todo lo que para nosotros puede
expresar –en su sentido más vulgar- una aproximación a las expresiones de
quienes no dejaron huella aparente de su existencia. Nos referimos al universo
de subjetividades anónimas sobre las que se fundan las expresiones materiales
de toda sociedad, la valoración del trabajo y la posesión de bienes, conjunto que
trasluce antecedentes de la sociedad que les dio origen.

Por su parte, la arqueología prehispánica ha construido un pasado


disociado en fases culturales, aparentemente no integradas en un enfoque

52
Michel Foucault. La Vida de los Hombres Infames: Ensayos sobre Desviación y Dominación. Ediciones de la
Piqueta. Madrid, España. Pág. 179. 1990.
53
Aquí separamos estas expresiones materiales de aquellas que constituyen fuentes para la comprensión del pasado
prehispánico.
54
Michel Foucault op. cit. Pág. 179.
55
Ibíd. Pág. 183.
21

histórico-cultural amplio y dinámico, integrativo de los diversos elementos


culturales que puede presentar la sociedad indígena. Más bien ha parcelado los
desarrollos culturales desde la perspectiva evolucionista morganiana en
estadios culturales y unidades arqueológicas que tienden a su disociación en la
medida que los estudios regionales pormenorizados muestran más diversidad
cultural. La resolución al problema del reconocimiento de la policulturalidad y
elementos emblemáticos de valor étnico puede ser sobrellevado analizando las
diversas categorías artefactuales y separando los itemes correspondientes en
continuidades del acervo cultural material de origen prehispánico. Así la
policulturalidad debe ser comprendida como una condición inherente a la
realidad indígena prehispana y los espacios de colonización occidental,
panorama al que no estamos acostumbrados dada la estrategia historiográfica
de fines del siglo XIX de diluir a los antiguos habitantes de Chile entre el
salvajismo y la sobrevivencia preagrícola.

En todo caso, el esfuerzo investigativo que efectúa la arqueología


histórica, debe ser desde su gestación, en su desarrollo y conclusión, un
esfuerzo transdisciplinario, abierto al historiador, al arqueólogo, al antropólogo
físico, al etnohistoriador, etc., aún cuando el escenario de acción del historiador
sea el trabajo documental e interpretativo, y el registro arqueológico sea
responsabilidad absoluta del arqueólogo profesional. Cabe al historiador el
trabajo de gestor de contenidos de tipo cultural, elementos potenciales que las
comunidades toman como referentes y sirven para el autoconocimiento social
y la reeducación de la sociedad civil. Esto podría ser denominado como aportes
a la construcción de identidades.

La arqueología histórica funciona en un espacio aún restringido,


básicamente normado por las posibilidades de financiamiento y directrices de
las políticas de administración de recursos culturales de tipo patrimonial; no
obstante puede contribuir también , y de modo determinante, en la generación
de identidades en espacios sociales donde exista pobreza cultural e identitaria,
la que corresponde generalmente al ámbito urbano donde la modernidad de las
últimas décadas del siglo XX sembró una sistemática homogeinización,
desmovilizando las redes sociales que enriquecían a la comunidades, las que
constituyen los órganos de la sociedad civil. Este aporte puede ser encausado a
través del fomento del cuidado, conservación y valoración del patrimonio
cultural de las comunidades en sus más variadas expresiones.

La esfera de los elementos de la cultura material (elementos artefactuales


y restos monumentales, o restos bioantropológicos) pasan a constituir nuevas
fuentes de valor histórico cuando en ellos se vislumbran diversos alcances
económicos, culturales, étnicos, sociológicos, etc. Todo, un conjunto de
antecedentes que debe ser sistemáticamente contrastado con los “supuestos
históricos” dispuestos en todo lo largo de las páginas de la historiografía
tradicional. Así tiene sentido la aplicación del criterio del reconocimiento de los
“contextos históricos culturales” por parte de la arqueología histórica como la
22

comprensión de los caracteres y fenómenos culturales de las sociedades


históricas.

La arqueología histórica rescata una visión dialéctica en que se reconocen


los diversos participantes culturales en los contextos históricos; relaciones
dialécticas entre culturas y sociedades que van a conformarse en un gran
panorama diverso mediante múltiples y multivalentes procesos de aculturación
y transculturación. Esta síntesis es observada por el arqueólogo Hodder en los
estudios de Max Weber, en cuanto a que en su obra ”parece más bien que lo
material y lo ideal están integrados, de forma que para explicar cada acción o cada
producto social es necesario considerar tanto el contexto histórico de los significados
subjetivos como la práctica de la vida común”56.

Los trances que han enriquecido a la disciplina histórica y la etnología,


también han contribuido al desarrollo de la arqueología histórica. El paradigma
braudelino del tiempo y el espacio geográfico, así como los aportes de los
Annales d´ histoire économique et sociales, desde 1929, han llevado hacia una
perspectiva de segregación en partes del objeto de estudio, para finalmente
observarlo como un todo orgánico. Este es el principal atributo de Braudel, en
cuanto a que “formalizó el estudio de las distintas escalas de la historia, que consistían
en a) mentalité-rasgos recurrentes, permanentes, o de movimiento lento, b) la historia
social o estructural de los grupos y c) acontecimiento y coyuntura- la historia de los
hombres y mujeres individuales”.57 La perspectiva braudelinana rescata el valor
de la cultura material, al igual que la visión de Gordon Childe, ideas que
promovía una relación dialéctica entre Historia y Arqueología.

Braudel no escapa del materialismo, en él bosqueja una “lente


perceptual” de la que definitivamente nunca se alejará el investigador de la
Historia. Así fue asumido en los Anales aunque, la mayoría de las veces, los
investigadores no se mostraran explícitamente marxistas. Así concordamos en
que “el marxismo ha transformado hasta tal punto la corriente principal de la historia,
que con frecuencia es hoy imposible distinguir si determinada obra la ha escrito un
marxista o un no marxista, a menos que el autor o la autora declare su postura
ideológica”58, situación que fundamentalmente promovió un enfoque
interdisciplinario de la historia59.

La perspectiva braudeliana no tan sólo se expresa en la aproximación al


espacio geográfico, ella se muestra en el vínculo o relación investigativa y
efectiva, particularmente evidenciada por nuestro historiador con el escenario
de su estudio60. Su herencia más sobresaliente es el aprendizaje del “discurso

56
Ian Hodder. Interpretación en Arqueología. Corrientes Actuales. Editorial Crítica. Traducción al castellano por
María José Aubet y J.A. Barceló. Barcelona, España. 1994. Pág. 99.
57
Ibíd. Pág. 102.
58
E. Hobsbawm. Sobre la Historia..Edit. Crítica, Grijalbo-Mondadori. España.1998. Pág. 175.
59
P. Burke. La Revolución Historiografica Francesa. La Escuela de los Annales:1929-1989. Colección Hombre y
Socedad. Editorial Gedisa. Primera Ed. 1993. España. Pág. 28.
60
F. Braudel. Prologo de la Primera edición Francesa a El Mediterráneo y el Mundo Mediterráneo en la Epoca
de Felipe II. Tomo I. Fondo de Cultura Económica. España. Reimprsión, 1980.
23

cultura europeo”61, que encierra multiétnicidad, policulturalidad, y bosqueja un


mundo dinámico y plural. En él historia y geografía se muestran en una
relación significante para la construcción de una historia global; su visión crítica
de la historia y su voluntad de enfrentar problemas de nuevo orden, ayudado
por las herramientas conceptuales del materialismo histórico, se funden en una
dialéctica de tiempo, espacio y cultura que la arqueología histórica ha
modelado ha su realidad.

A modo de conclusión

En torno a nuestra discusión han surgido diversos alcances respecto a los


énfasis metodológicos de las disciplinas aludidas, particularmente de la práctica
de la arqueología histórica en Chile (lo que se comprendería como arqueología
urbana en diversos paises). La tendencia, sin lograr un exito pleno, es la
construcción y práctica de una episteme puramente arqueológica, sin aportes de
la teoría de la historia, sin referencia a problemas locales ni a investigadores
regionales. Es la teoría del salvataje, sin alcance social, conservación oportuna ni
puesta en valor patrimonial, cualquiera sea su proyección (social, cultural,
arquitectónico, histórico, etc.). Así mismo, los resultados de la investigación de
la arqueología histórica en Chile no han pasado de ser concierto entre datos y
fechas históricas, creando un discurso verocímil del pasado histórico, y no una
aproximación cultural a la vida de las comunidades humanas del pasado
creando un vínculo efectivo con el presente. Aún cuando la arqueología
histórica no tenga un sello propio, sí se le adscribe a un camino materialista y
procesual, de inspiración Brodeliana, aún cuando sus progresos, en palabras de
sus investigadores, apunten a una ruptura de la historiografía tradicional. En sí
mismo esto no se ha logrado, ya que ni la historiografía chilena ha tomado
cartas en el asuntos ni los progresos en la arqueología han incidido en la forma
de escribir y comprender la historia en nuestro país. Más aún, aún no se percibe
una contribución consistente en la valoración del patrimonio urbano, ni en el
aporte a la construcción de una identidad urbana local. Nuestra arqueología
histórica está en pañales, con escasos logros metodológicos, y aún sus
reflexiones son pobres, en las que incluyo esta, aún sesgadas por tópicos que,
claramente, han sido superados en el exterior. Su principal falencia recide, sin
dudas, en la ausencia de reflexiones sobre la episteme que requiere para hacer
una comunión entre historiografía y trabajo aqueológico cuyo resultado,
debiera ser la construcción de un relato histórico coherente, verosimil y
satisfactorio para los chilenos, falentes de pasado e identidad. En esta mirada
subyace una crítica ácida al quehacer de la arqueología histórica en nuestro
país, pero no se quiere decir que nuestros esfuerzos escapan de esta evaluación.
En nuestro propio quehacer y en la construcción del pasado que intentamos
hacer caemos sistemáticamente en los problemas que aquí se han bosquejado.

alfredoa@santillana.cl

61
Carlos Aguirre Rojas “(Re)construyendo la Biografía Intelectual de Fernand Braudel”. Mapocho. Revista de
Humanidades y Ciencias Sociales. N° 39. 1996. DIBAM. Pág 149-179.

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