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Miércoles de la VI semana de Pascua.

El amplio espectro del pensamiento y de las ciencias debe ser mirado por el creyente con honda
simpatía, porque muestra, al mismo tiempo, la madurez humana y la insondable sabiduría divina.
La humanidad solo mirará con hostilidad la falsificación de la fe, esa que se opone a la razón en
nombre de Dios, oposición artificiosa e ilegítima, totalmente ajena al mensaje de la fe cristiana.

La vida cristiana, aunque es perfectamente compatible con la razón humana, desborda la razón y
hasta la espolea. El mensaje de la buena noticia debe conservar su carácter «provocador» para la
razón humana y para los pensadores de la sociedad. De alguna manera, la vida cristiana tiene la
tarea de estimular la sociedad humana a superar sus límites y a dirigirse siempre más allá. Esto lo
entendió Pablo después de su fracaso en Atenas (cf. 1Cor 1,18-31).

De diversos modos, la humanidad se pregunta siempre por el sentido de la historia. Y se ha dado


diversas respuestas, desde la atribución de los acontecimientos al caos o al azar, pasando por la
explicación de un destino irracional y caprichoso, hasta llegar a la desesperación por perplejidad,
o al optimismo por mayor o menor confianza. Para los discípulos de Jesús, la historia encuentra
sentido en él: «mediante él existió todo, sin él no existió cosa alguna de lo que existe» (Jn 1,3), o,
como explica el apóstol, «por medio de él se creó el universo celeste y terrestre, lo visible y lo
invisible...» (Col 1,16-17). Por eso, seguir a Jesús es mucho más que seguir a un líder; es haber
encontrado «el camino» que conduce a la plena realización, tanto individual como colectiva.

1. Primera lectura (Hch 17,15.22–18,1).

Realizada la liberación espiritual, siguió el proceso jurídico de excarcelación, donde Pablo y


Silas se declararon «ciudadanos romanos», lo que implicó un avance de su conciencia respecto
de su misión entre los paganos, pero volvieron a la comunidad judaizante (cf. Hch 16,35-40,
omitido).

No evangelizaron en Anfípolis ni en Apolonia, porque se dirigieron a Tesalónica, en donde había


sinagoga. Y allí Pablo se puso a «polemizar» (cambio de táctica) con los judíos. Logró
convencer a algunos judíos, a gran número de griegos adictos al judaísmo y a no pocas mujeres
pudientes e influyentes. Los otros judíos reaccionaron invocando una acusación de sedición
política y solo los pusieron en libertad con tráfico de influencias. De Tesalónica los sacaron «de
noche» (alusión al éxodo) a Berea, donde también había sinagoga. Allí hubo nuevos adherentes:
judíos, griegos, señoras distinguidas y hombres. Los judíos de Tesalónica supieron que Pablo
judaizaba en Berea y se fueron allí a agitar a la gente. Los hermanos hicieron que Pablo saliera
solo (Timoteo y Silas se quedaron) y lo condujeron hasta Atenas, donde lo dejaron en espera de
Silas y Timoteo. En Atenas, prosiguió discutiendo con judíos, con adictos al judaísmo y
atenienses del común. Los filósofos estoicos (sirios) lo vieron como un propagandista de dioses
extranjeros, y los epicúreos (atenienses) lo vieron como un charlatán (cf. Hch 17,1-21).

Lo condujeron al areópago y él pronunció un discurso de corte apologético intentando ganarse la


benevolencia del auditorio. Su exhortación fue la enmienda urgida con una amenaza de juicio.
Cuando habló de la resurrección (no del resucitado) dio paso al escepticismo del auditorio y lo
dejaron solo. Quedó una comunidad pequeña, con un cierto nivel intelectual, pero él abandonó
Atenas. Por primera vez abandonó un lugar sin que se hubiera dado persecución o presión por
parte de los paganos. Y se fue a Corinto. Atenas fue para él un fracaso.

2. Evangelio (Jn 16,12-15).

Los alcances del mensaje del amor universal se dilatan tanto en extensión como en profundidad.
Los discípulos aún «no pueden» determinarlos. De hecho, nunca podrán, porque en cada época
descubrirán esos alcances en las nuevas situaciones que deberán afrontar. Pero también en este
campo está prevista la presencia y la ayuda del Espíritu. Gracias a él, los discípulos nunca serán
inferiores a los desafíos de la historia. Por eso, ahora Jesús lo llama «el Espíritu de la verdad», en
el doble sentido que el término «verdad» tiene en este evangelio: la verdad liberadora (cf. 8,31) y
la verdad salvadora o vivificadora (cf. 1,14); esta manifestación del Espíritu tiene el futuro como
horizonte.

2.1. El Espíritu como guía.

El Espíritu va guiando a los discípulos «en la verdad toda» (ἐν τῇ ἀληθείᾳ πάσῃ), o sea, él
siempre pone a su disposición la plenitud del amor liberador y salvador de Dios; en cualquier
época los discípulos están capacitados para amar como Jesús, «hasta el fin» (cf. 13,1), pero la
percepción de los discípulos es progresiva, en la medida en que estén dispuestos a entregarse
amando como su maestro (cf. Jn 13,36).

2.2. El Espíritu de Jesús.

Por eso, el Espíritu «no hablará por su cuenta, sino que les comunicará cada cosa que le digan»;
esto significa que la referencia de los oráculos del Espíritu, y, por lo mismo, del amor expresado
en obras será siempre la persona histórica de Jesús. Sería arrogante y fraudulento por parte del
discípulo desvincularse de la línea de Jesús (cf. Jn 13,12-17), o invocar el Espíritu Santo como
pretexto para hacer eso.

2.3. El Espíritu como intérprete.

Y así el Espíritu irá guiando a los discípulos en el transcurso de la historia: «él les interpretará lo
que vaya viniendo», es decir, desentrañará el sentido de los hechos que se van desencadenando a
partir de la muerte y glorificación de Jesús. Para el discípulo es claro que la historia tiene una
dinámica: todo lo que vaya en la línea de Jesús tiene el apoyo de Dios y garantía de permanencia;
lo que no, está condenado a fracasar porque no tiene consistencia. Así interpreta la historia a la
luz del misterio de Jesús.

La historia no es un mero teatro de acontecimientos más o menos hilvanados, más o menos


justificables; es la intersección entre el amor inmenso de Dios y la libertad de los seres humanos.
Es el ámbito en donde la humanidad, como tal, busca su propia realización. Búsqueda a veces
fallida, a menudo exitosa, causante de muerte, partera de vida, pero nunca dada por concluida.
Los discípulos de Jesús la vemos como el escenario en donde se verifica el misterio de la vida,
pasión, muerte y glorificación del maestro. En ella estamos comprometidos a vivir ese misterio
cumpliendo la misma misión que el maestro, y aprendiendo de nuestros errores y fracasos que es
arrogancia desviarse del camino, que es él, y de nuestros sudores y lágrimas que él es la garantía
de la vida. El amor universal del Padre nos lleva por el camino de nuestra realización, en tanto
que el exclusivismo conduce siempre al aislamiento. Si el evangelizador se quedara solo, antes
de culpar a los destinatarios del mensaje, debería examinarse en el amor universal.

En la eucaristía sintetizamos ese sentido cristiano de la historia. En ella vivimos la escucha de la


palabra del Señor y juzgamos nosotros mismos si la hemos acogido o rechazado; esto nos lleva a
determinar por nosotros mismos si estábamos o no preparados para la venida del Señor, venida
que se realiza en el sacramento.

Feliz miércoles.

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