Está en la página 1de 4

14 de mayo.

2020

San Matías, apóstol.

El nombre Matías (‫ִתִּתְיָה‬


! ‫מ‬ַ ) es diminutivo de Mateo, y significa también «regalo
de Dios». No hay otra mención de él fuera de esta de Hch 1,23.26.
Indudablemente, es uno de los cristianos de la primera generación. Fue
elegido para ocupar el cargo –no el puesto– del que desertó Judas, pero su
nombre no se vuelve a mencionar después. Según la tradición, su tumba
está en Alemania.

1. Primera lectura (Hch 1,15-17.20-26).

La comunidad, en número de 120 (múltiplo de 12, cifra de Israel), está


reunida «con un mismo propósito»: completar el número de 12 y seguir
representando a Israel y perpetuar de ese modo su pretendido privilegio
nacional sin razón alguna, porque la traición de Judas y el rechazo de Jesús
delante de Herodes por parte del pueblo, que optó por Barrabás, sedicioso y
asesino (cf. Lc 23,13-25). Pedro quiso evitar que se introdujeran en el grupo
los que no habían sido discípulos de Jesús; por eso –contrariando lo dicho por
el Maestro, que les indicó mantenerse quietos (cf. Lc 24,49: «siéntense»; Hch
1,4)–, «se puso en pie» y propuso elegir un reemplazo de Judas. En el fondo,
Pedro quería impedir que los «hermanos» (ἀδελφοί: connacionales o
parientes) de Jesús, que nunca fueron discípulos suyos (cf. Lc 8,19.20),
reclamaran ahora como propia la «herencia» del Mesías, como si se tratara
de un bien familiar del que se consideraban legítimos herederos.

Recurre a un salmo para explicar que el puesto de Judas queda desierto,


pero que su cargo debe ocuparlo otro. Es decir, no se trata de suplir el
«puesto», sabido que dicho puesto es un «campo de sangre», adquirido con
el precio de la traición (cf. Hch 1,18-19, omitidos) sino de buscar quien se
encargue del «cargo» de evangelizador, abandonado por Judas. Sin nombrar
un 12° apóstol, dejan vacío el puesto de Judas, y le cierran el paso a los que
quieren su cargo. El que elijan tendrá que suplir de algún modo lo que Judas
tenía que hacer. Entre las condiciones que Pedro pone, descarta a los recién
venidos, incluidos los parientes del Señor. En efecto, esas condiciones son:
ser compañero de Jesús desde su bautismo por Juan Bautista, compañero del
grupo que anduvo con Jesús hasta la ascensión, y testigo de la resurrección
(no del resucitado; aún falta claridad). Pedro, no queriendo contrariar la
indicación de Jesús, pero intentando impedir la restauración del grupo de los
Doce, encuentra una fórmula para evitar ambas cosas.

Propuestos dos hombres: uno con tres nombres (José, Barnabas, Justo) y
Matías, es claro que el primero aparece más calificado:

• José («Dios añada») es el nombre de patriarca que en Egipto fue modelo de


Israelita justo.

• Barnabas (variante: Barsabas), nombre arameo (‫)בַּר נ ְבוּאָה‬: «hijo de la


profecía», o «exhortador».

• Justo, por apodo, sobrenombre que viene del latín (Iustus) transcrito al
griego (Ἰοῦστος). Este apodo es indicio de su buena reputación entre los
paganos.

Con una oración veterotestamentaria en su corte, y con un procedimiento


ajeno al proceder de Jesús (él eligió a los 12 «movido por el Espíritu Santo»:
Hch 1,2), «votaron» por Matías, porque José Bernabé era de origen helenista
(cf. Hch 4,36). No abrieron el grupo a la universalidad que Jesús quería, dado
que –como no habían recibido el Espíritu Santo– carecían del discernimiento
para hacerlo. Matías no volverá a ser nombrado.

Finalmente, el jefe de la Iglesia de Jerusalén terminará siendo Santiago, el


pariente del Señor, que nunca fue discípulo de Jesús, y al cual Pedro
pretendía cerrarle el paso. Aparte de la rectitud personal de Matías –que
nunca se cuestiona– este relato se refiere a la idoneidad para el «cargo» que
Judas abandonó, y hace ver que la elección de Matías se debió a prejuicios
nacionalistas y no a discernimiento espiritual. No se trata de decir si Matías
era santo o no, puesto que llenaba los requisitos puestos por Pedro, sino de
que fuera el señalado por el Espíritu para ese «cargo». El grupo necesitaba
abrirse a los paganos, y en su afán de autoconservación no solo se cerraron
a los que no llenaban los requisitos, sino que también lo hicieron al que
podía sacarlos del encierro.

Después, el Espíritu Santo elegirá a Bernabé (cf. Hch 13,1-2).

2. Evangelio (Jn 15,9-17).

Los seguidores de Jesús, para serlo de verdad, han de cumplir unos


requisitos básicos que resaltan en el mensaje que se proclama hoy:
1. Comparten con él el mismo Espíritu como vínculo de amor.

2. Se atienen a las exigencias de ese amor para conservar su identidad y


lograr su plena realización.

3. Procuran alcanzar la excelencia en el amor (el «amor más grande»), como


corresponde a los hombres libres, que asumen sus compromisos con
espontaneidad, no obligados ni de mala gana.

4. Mantienen su relación con Jesús en el triple propósito de:

• Vivir en continuo éxodo, saliéndose del mundo injusto («…para que se


marchen»).

• Fundar continuamente comunidades de gente evangelizada («…produzcan


fruto»).

• Dar permanente continuidad a la obra de Jesús («…y su fruto dure»).

5. Tienen la seguridad de que, en la medida en que realicen la misión de


Jesús, contarán con el apoyo irrestricto del Padre.

La condición básica, por tanto, es permanecer fieles a ese amor suyo, no a


cualquier amor. Y ese amor se nos transmite a través del Espíritu Santo que
procede del Padre a través del Hijo.

En ocasiones tomamos en la iglesia, en todos los niveles, decisiones


desafortunadas, no con mala intención, sino por falta del apropiado
discernimiento: sea que se trate de un acento doctrinal, de una opción
pastoral, de la unción, el nombramiento o el envío de un ministro, etc.,
decisiones tomadas a veces colegiadamente, a veces singularmente. Dichas
decisiones no derivan su acierto de la mayoría de votos que las respalden, o
de la autoridad institucional de quienes las tomen, sino de su conformidad
con el Espíritu Santo. No necesariamente serán decisiones dañinas –no se
sugiere que la elección de Matías hubiese sido nociva para la Iglesia–, pero sí
pueden implicar inoperancia o ineficacia, lo que sí sugiere el silencio
respecto de Matías. Seguramente, Matías era un buen discípulo del Señor, y
buen representante de la primera generación de cristianos, de cuya fidelidad
no existe duda, pero no era el indicado para la responsabilidad que le
impusieron solo para cerrar las puertas de la Iglesia y oponerse a la apertura
universal, apertura que correspondía al expreso designio de Jesús y a la
manifiesta inspiración del Espíritu Santo.
La eucaristía nos da la capacidad de ser uno con Jesús, para actuar en unión
de propósito con él, por su Espíritu, de manera que estemos dispuestos a
realizar el designio divino, y no el nuestro.

Feliz fiesta.

También podría gustarte