ALUMNO: Héctor Alfonso Pinto Herrera (Hno. Jozo María del Niño Jesús).
1. Relación entre Bautismo y Confirmación.
En los primeros siglos la Confirmación constituye generalmente una única celebración con el Bautismo, y forma con éste, según la expresión de san Cipriano (cf. Epistula 73,21), un "sacramento doble”. (CEC.1290). Se mantuvo de esta manera hasta el S.V, donde comienza un cambio respecto al sistema de la iniciación cristiana (en occidente). Como fuentes donde se puede verificar este cambio, podemos citar las cartas de Inocencio I (Este documento distingue dos unciones hechas con el crisma: una unción hecha por el Presbítero sobre el Vértice de la cabeza; unción post-bautismal y otra unción hecha por el Obispo sobre la frente; el sacramento de la confirmación) Gelasio y la carta de Juan el diácono, que nos permiten pensar en la confirmación como rito autónomo, pero siempre reservado al Obispo. Este hecho, expresado por san Cipriano (del sacramento doble), manifiesta ese estrecho vínculo entre estos dos Sacramentos, vinculo que tiene su causa en la unión inseparable que existe entre la Pascua de Jesucristo y la efusión Pentecostal del Espíritu Santo. En Ecclesia in America (35); de Juan Pablo II, señala que el Bautismo y la confirmación tienen la función de iniciar e introducir en la vida propia de la Iglesia, no siendo repetibles.
2. Relación entre estos Sacramentos y la Eucaristía.
La eucaristía no solo culmina la IC, sino que continúa siendo el centro vivo permanente en torno al cual se congrega toda la comunidad eclesial, ya que es lugar privilegiado para el encuentro con Cristo vivo. Por tanto, con palabras de Benedicto XVI, nunca debemos olvidar que somos bautizados y confirmados en orden a la Eucaristía, por tanto, toda acción pastoral debe anudar esfuerzos hacia una comprensión más unitaria del proceso de iniciación cristiana. Esta unidad de los sacramentos de la IC, queda subrayada al hablarse del gran sacramento de la IC. Dice en el RICA, que es conveniente que toda la IC, este marcada por el carácter pascual, ya que la iniciación de los cristianos no es otra cosa que la primera participación sacramental en la Muerte y Resurrección de Cristo. En este camino de configuración con Cristo, el Bautismo nos sumerge en la vida nueva de hijos en el Hijo, la Confirmación, por el don del Espíritu Santo nos configura más perfectamente con Cristo y por la Eucaristía nos identificamos plenamente con Él: participando de su sacrificio, nos ofrecemos con Él al Padre y comiendo su Cuerpo y su Sangre pregustamos el banquete celestial. En consecuencia, bautizarse es injertarse en la persona de Cristo, muerto, sepultado y resucitado, comenzando así un proceso de configuración sacramental y vital con Él, que se perfeccionará con la Confirmación y que alcanzará su culmen en la Eucaristía. 3. Relación entre el Bautismo y la Reconciliación. La Reconciliación no solo dispone para la confirmación, sino que es nexo directo con el Bautismo: “El signo eclesial del perdón divino es comprendido fácilmente como preparación para la digna y fructuosa recepción de la Comunión eucarística, de la Confirmación y de los demás sacramentos que requieren el estado de gracia, pero no se advierte, por lo general, su relación con el Bautismo. Sin embargo, la historia de la disciplina penitencial descubre la confesión de los pecados y el recurso al «poder de las llaves» de la Iglesia como penitencia segunda, o nueva tabla de salvación ofrecida a los fieles para la purificación de sus faltas cometidas después de la conversión bautismal. El agua de la regeneración se actualiza, por así decir, a través del arrepentimiento y de la absolución sacramental que nos reconcilia con Dios y con la Iglesia. ... La preparación de los niños para la primera celebración de este sacramento, y la celebración misma, constituyen un momento importante en la catequesis de iniciación”. El nexo entre el Bautismo y la Reconciliación puede también verificarse en la distribución de los espacios celebrativos, vinculando el confesionario con el bautisterio precisamente, para indicar que la gracia divina obtenida en el Bautismo, perdida por el pecado, se recupera mediante el sacramento de la Reconciliación. La Iglesia se edifica con los nuevos bautizados y se re-edifica gracias a los pecadores que retornan a ella. Las aguas bautismales purifican como purifican las lágrimas de la penitencia.
4. Relación entre penitencia y unción de los enfermos.
El catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 1510 da respuesta a la pregunta ¿cómo se comporta la Iglesia con los enfermos? la Iglesia apostólica tuvo un rito propio en favor de los enfermos, atestiguado por Santiago: "Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (St 5,14- 15). La Tradición ha reconocido en este rito uno de los siete sacramentos de la Iglesia. Esta relación se hace más clara en el numeral (CEC 1516.1530) al responder la pregunta ¿Quién administra este sacramento? afirmando que “el sacramento de la Unción de los enfermos lo puede recibir cualquier fiel que comienza a encontrarse en peligro de muerte por enfermedad o vejez. El mismo fiel lo puede recibir también otras veces, si se produce un agravamiento de la enfermedad o bien si se presenta otra enfermedad grave. La celebración de este sacramento debe ir precedida, si es posible, de la confesión individual del enfermo” y que “el sacramento de la Unción de los enfermos sólo puede ser administrado por los sacerdotes (obispos o presbíteros).
5. Relación entre la Penitencia, la unción y el Viático.
Esta relación se encuentra especificada en los siguientes numerales del CEC Numeral 1517 (en cómo se celebra el sacramento de la Unción): Como en todos los sacramentos, la Unción de los enfermos se celebra de forma litúrgica y comunitaria (cf. SC 27), que tiene lugar en familia, en el hospital o en la iglesia, para un solo enfermo o para un grupo de enfermos. Es muy conveniente que se celebre dentro de la Eucaristía, memorial de la Pascua del Señor. Si las circunstancias lo permiten, la celebración del sacramento puede ir precedida del sacramento de la Penitencia y seguida del sacramento de la Eucaristía. En cuanto sacramento de la Pascua de Cristo, la Eucaristía debería ser siempre el último sacramento de la peregrinación terrenal, el "viático" para el "paso" a la vida eterna. Los siguientes numerales son respuesta a la pregunta ¿Qué es el Viático? Numeral 1524: A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la Eucaristía como viático. Recibida en este momento del paso hacia el Padre, la Comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación y una importancia particulares. Es semilla de vida eterna y poder de resurrección, según las palabras del Señor: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día" (Jn 6,54). Puesto que es sacramento de Cristo muerto y resucitado, la Eucaristía es aquí sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre (Jn 13,1). Numeral 1525: Así, como los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía constituyen una unidad llamada "los sacramentos de la iniciación cristiana", se puede decir que la Penitencia, la Santa Unción y la Eucaristía, en cuanto viático, constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, "los sacramentos que preparan para entrar en la Patria" o los sacramentos que cierran la peregrinación.