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ANTROPOLOGÍA
UNIDAD I: “El campo de la Antropología socio-cultural”
La manera mediante la cual recolectaban los datos era gracias a la información brindada por viajeros y misioneros, que luego era
comparada (método comparativo) con la cultura occidental y de acuerdo a las coincidencias y diferencias, se la establecía en un
estadio evolutivo determinado.
Se critica a este paradigma de ser etnocéntrico, debido a que su parámetro de análisis es su propia cultura, analiza a las otras
culturas en relación con la propia.
1) Evolucionismo: Surge a finales del siglo XIX (situación colonial). Construyó su “otro cultural” a partir de la diferencia
cultural, el otro como diferente a nosotros (occidente). El método que utilizaban para estudiar era el método
comparativo y recolectaban los datos mediante inventarios o encuestas de segunda mano. La Antropología surgió en
este momento por un encuentro intercultural que a pesar de no ser nuevo, el asombro que provocó fue domesticado
bajo las reglas del mundo científico: “¿Por qué estos hombres son distintos?”. Su objeto era el hombre en su dualidad
cuerpo (Antropología física) y espíritu (Antropología cultural). Se diferenció de otras ciencias estableciendo como objeto
de estudio propio aquellas sociedades primitivas. LA CULTURA.
2) Funcionalismo, estructuralismo, particularismo histórico: Estas teorías surgieron entre las dos guerras mundiales
(situación colonial) y con mucho para criticarle al evolucionismo: postularon que la Antropología debía manejarse con
datos de primera mano, surgiendo así la observación participante como una técnica privilegiada, criticaron el método
comparativo porque fue aplicado teniendo como referente los valores y comportamientos de la propia cultura
(etnocéntricos) y lo sustituyeron por el método relativista, el cual postulaba la imposibilidad de comparar debido a que
cada cultura es diversa y es entendible sólo en sus propios términos. Es un enfoque holista debido a que pretende
observar cada cultura como totalidad, como un conjunto de partes indisolublemente unidas. LAS CULTURAS.
3) Estructuralismo francés y Neomarxismo: Se da luego de la segunda guerra mundial, donde ocurren dos grandes
trasformaciones para las sociedades primitivas: una desaparición física (genocidio) y una desaparición cualitativa
(etnocidio). Dos teorías surgieron en este período: el estructuralismo francés con Lévi-Strauss, como una antropología
de salvataje que pretendía estudiar esas culturas primitivas que aún no desaparecían completamente. Estos
antropólogos, buscando una causa natural a las transformaciones que se daban en las culturas, encontraron que la
causa de todo esto era la colonización, proceso caracterizado por la dominación de un pueblo sobre otro, lo que
produjo la desigualdad entre las culturas; influyendo en este aspecto la otra teoría, el neomarxismo, que pretendió
estudiar al otro cultural como causa de las desigualdades sociales y ya no buscándolo en sociedades primitivas, sino en
su propia sociedad, introduciendo a la observación participante, un proceso de extrañamiento. LO CULTURAL.
TP 2: “El problema del relativismo cultural” M. Herskovits; “Algunas reflexiones sobre el RC” B. Narvaja
Relativismo Cultural: Teniendo su auge en el período clásico, advertía un problema en el hecho de ver a otras culturas a partir
de la propia, de considerarse superior, de comparar cada práctica ajena con las propias, de jerarquizar y de establecer juicios
valorativos. En contra posición, realiza juicios sobre los datos obtenidos en los estudios de campo (primera mano), basándose en
la experiencia dentro de la propia cultura. Define cultura como un sistema que NO es cerrado, que no es estático (lo cual se
afirma cuando se pretende identificar valores en una cultura dada), sino que es flexible, considerada una suma de la conducta y
de los modos habituales de pensar de las personas que constituyen una sociedad en un tiempo y lugar determinado. Va a decir
que la realidad es definida por los simbolismos, y que todo es convencionalismo de un grupo, generalmente del grupo
dominante.
Admite la existencia de marcos de referencia, los cuales son el resultado del contacto con otro y que una vez establecidos y
estructurados, determinan o modifican las reacciones de las personas frente a distintas situaciones. Al observar un hecho según
su sentido, es decir dentro de su marco de referencia, adquiere total validez y sentido.
Al hablar de relativismo cultural es esencial diferenciar los tipos de valores existentes:
Valores absolutos: propios del etnocentrismo, niegan al otro y sus valores. Tienen la característica de ser fijos, no
difieren de cultura a cultura ni de época a época.
Valores universales: son mínimos denominadores comunes que se pueden encontrar en todas las sociedades.
Valores relativos: son particulares, cambian en el tiempo y de cultura a cultura, deben ser entendidos en sus propios
términos, y son tomados por el ultra-relativismo de una manera tan relativista que acaban afirmando que no es posible
comparar culturas, que no existe una relación entra culturas, la negamos.
Cuatro conceptos importantes a destacar son:
Endoculturación: entendida como un proceso mediante el cual los juicios derivan de una experiencia personal y son enseñados
por generaciones.
Etnocentrismo: mecanismo primario que funciona en la valoración de la cultura, en el cual el propio modo de vida es preferible
al de los demás. Es un mecanismo común en todas las culturas, pero representa un problema cuando se lo racionaliza.
Extrañamiento: consiste en convertir lo familiar en exótico, desnaturalizando lo dado. Propio del estudio de la propia cultura.
Descentramiento: estudiar la propia cultura.
Como conclusión podemos decir que el RC posee dos campos, uno teórico-metodológico, que consiste en entender cada
práctica dentro de donde surge, respetando las diferencias, y otro valorativo, donde se ve a cada cultura como válida en sí
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asociadas a un objeto, y valor de símbolo, vinculado a actos particulares que ocurren dentro de la sociedad
(relacionados a procesos de significación, a lo cultural).
Pierre Bourdieu dice que la sociedad está estructurada con dos tipos de relaciones: relaciones de fuerza,
correspondientes al valor de uso y de cambio, y relaciones de sentido, las cuales organizan la vida social.
Entonces, cultura abarca el conjunto de los procesos sociales de significación, abarca el conjunto de procesos sociales
de producción, circulación y consumo de la significación en la vida social. (Definición sociosemiótica)
Al considerar a la cultura como un proceso cambiante, surgen 4 vertientes contemporáneas:
1. Cultura como instancia en la que cada grupo organiza su identidad: Pretende atender a cómo se reelabora el sentido
interculturalmente. “La mayor parte de las identidades colectivas son más camisas que piel, son opcionales, no
ineludibles” (Hobsbawm), y una causa de esto es la globalización.
2. Cultura como instancia simbólica de la producción y reproducción de la sociedad: En todos los comportamientos están
entrelazados la cultura y la sociedad, lo material y lo simbólico, la cultura entendida como constitutiva de las
interacciones cotidianas. Todas las prácticas sociales contienen una dimensión cultural, pero no todo en esas prácticas
sociales es cultura (imbricación entre lo cultural y lo social).
3. Cultura como instancia de conformación del consenso y la hegemonía: La cultura es la escena en que adquieren sentido
los cambios, la administración del poder, y la lucha contra el poder.
4. Cultura como dramatización eufemizada de los conflictos sociales: Luchas por el poder disimuladas.
No considerar la cultura como un sustantivo, como si fuera un objeto, estático, sino como adjetivo, y hablar de lo cultural,
facilitando hablar de cultura como una dimensión que refiere a diferencias, contrastes y comparaciones, permitiendo pensarla
como un subconjunto de diferencias que fueron seleccionadas y movilizadas con el objetivo de articular las fronteras de la
diferencia. Abarca el conjunto de procesos a través de los cuales dos o más grupos, conciben y gestionan las relaciones con los
otros, o sea las diferencias.
posible en contextos simultáneamente políticos y personales (Lacan); si la biología no es el destino, se debe estudiar la cultura,
la sociedad, la historia, para poder teorizar acerca de las diferencias psicológicas entre mujeres y hombres.
La Juventud NO es una categoría definida por la edad con límites fijos y universales, los cuales impiden ver las diferencias y
desigualdades sociales, NO es algo en sí, sino que se constituye en el juego de las relaciones sociales, es definida de manera
distinta por cada sociedad y por cada cultura en particular, tiene la característica de ser contextual, cambiante y relacional.
Lo juvenil:
Es un concepto relacional, adquiere sentido en su relación con lo no juvenil.
Es históricamente construido, el contexto social, político y económico configura características concretas sobre el vivir
y percibir lo joven.
Es situacional, responde a contextos bien definidos.
Es representado, sobre lo juvenil se dan procesos de disputa y negociación entre las hetero-representaciones y las
auto-representaciones.
Es cambiante, se construye y reconstruye permanentemente en la interacción social.
Se produce en lo cotidiano, barrios, escuelas, trabajo.
Se produce en lo imaginado, música, estilos, internet.
Se construye en relaciones de poder.
Es transitoria.
Existen tres formas populares de ver a la juventud:
1. Como un mero paso de la niñez a la adultez, según la cual todas aquellas personas que transiten este camino de
juventud son personas perdidas, que deben hacer ciertas actividades para madurar y convertirse en adultos, etc.
2. Como motor del movimiento social, ya sea para mejoría o destrucción del futuro; considerados generalmente como los
“rebeldes sin causa” y asociados a drogas, anarquía, música, sexo, etc.
3. Como personas con capacidad de agencia, capacidad de actuar, de transformar la sociedad, de articular la cultura, de
explicar, de dar sentido, de practicar, de habitar ese espacio social de la experiencia, desde diferentes situaciones y
distintas posiciones sociales.
Dos conceptos importantes:
Construcción cultural de la juventud: formas mediante las cuales cada sociedad modela las maneras de ser jóvenes.
Construcción juvenil de la cultura: formas mediante las cuales los jóvenes participan en procesos de creación y circulación
cultural.
TP 8: “La diversidad familiar en situaciones de exclusión social” Norma Delucca y Mariela González Oddera
Define a la familia como una estructura vincular compleja, articulada al sistema de parentesco, abierta a los intercambios con su
entorno de pertenencia y atravesada por mitos, creencias y significaciones socialmente construidas.
La organización familiar es la configuración y composición del conjunto familiar y los modos efectivos de funcionamiento de sus
integrantes. Esta dimensión es el aspecto más cambiante entre las culturas. Mientras que la estructura familiar y el sistema de
parentesco tiende a una mayor permanencia en el tiempo.
Se define a la exclusión social en función de la dificultad o imposibilidad de acceso a los derechos básicos como a los bienes de
consumo, producida en el marco de una polarización económica que amplió la brecha entre los mayores y los menores ingresos,
quedando una cantidad creciente de población por fuera del circuito productivo y de consumo.
Se entiende por significaciones imaginarias sociales a las construcciones colectivas que, a través de discursos e instituciones,
son portadoras de normas, valores, modelos, herramientas y métodos de hacer frente a cosas y de hacer cosas en un momento
histórico determinado. Forman un entramado que coherentiza, orienta, dirige y da sentido a la vida de una sociedad y a la de los
individuos que las constituyen.
Operan como los organizadores de sentido de cada época, estableciendo lo permitido y lo prohibido, lo valorado y lo devaluado,
lo bueno y lo malo, etc.
Se constituyen en un sistema de interpretación y de valoración de la realidad, produciendo adhesiones y su interiorización en los
sujetos, inscribiéndolas transformadas por su singularidad.
Tchambuli: la mujer es la que domina, ordena y es fría emocionalmente, mientras que el hombre se muestra sometido
y dependiente.
“La regulación biomédica de la intersexualidad. Un abordaje de las representaciones socioculturales dominantes” L. Lavigne
Parafraseando a Mauro Cabral, el hecho de definir la intersexualidad como un conjunto de síndromes que producen cuerpos
sexuados marcados por la “ambigüedad” genital, no sólo describe, sino que también produce efectos como la tranquilidad de
quienes saben o creen saberse hombres o mujeres, el confinamiento de la intersexualidad en los límites estrechos de la
medicina, y la limitación de oportunidades y experiencias. Desde mediados del siglo XX vivimos en una cultura que identifica, de
manera normativa, nuestra identidad con nuestros genitales, lo cual importa al momento de asignar un sexo u otro al nacer y al
proyectar lo que será nuestra vida futura en ese sexo, siendo esto un paradigma identitario que de tan naturalizado se nos ha
vuelto carne. Es por ello que si bien esas variaciones corporales no presentan riesgo alguno para la salud de quienes la encarnan,
sí representan un peligro certero para su felicidad como varones o como mujeres heterosexuales, por lo cual los protocolos que
regulan estos casos establecen que sus cuerpos deben ser “normalizados” por vía quirúrgica en la primera infancia, sin su
consentimiento y con consecuencias gravísimas e irreparables. Dichas intervenciones se encuentran determinadas por la
biotecnología a disposición.
Para comenzar el abordaje de este tema es importante tener presentes los conceptos de representaciones médicas, conjunto
de categorizaciones y prescripciones que definen las prácticas profesionales y que se expresan en los criterios de definición,
diagnóstico, clasificación, tratamiento y prevención; y el de modelo médico hegemónico, conjunto de prácticas, saberes y
teorías generadas por la medicina científica identificadas como la “única” forma de atender la enfermedad, legitimada por
criterios científicos y por el Estado. Aclarado eso, es sencillo comprender que a lo largo de la historia se fueron construyendo
discursos e impartiendo prácticas normalizadoras sobre los cuerpos llamados “intersex”, involucrándose en ese proceso un
entramado de concepciones y representaciones acerca del cuerpo, sexo, género y sexualidad, las cuales responden al interés del
Estado y del sistema legal por mantener e sistema sexual bipartito que posibilita determinadas existencias clasificadas como
“normales”, excluyendo toda existencia ambigua o no clasificable en este modelo.
La intersexualidad constituye una problemática invisibilizada socioculturalmente debido a la “lógica de la representatividad”,
que tiende a promover el conocimiento de los fenómenos que ocurren con cierta frecuencia y a ocultar existencias que escapan
a la media. Es por ello que lo que está en cuestión hoy en día es promover la aceptación de un género sin la adaptación
anatómica correspondiente, lo cual implica la erosión de nuestras representaciones hegemónicas que imponen la construcción
de cuerpos “normales”, haciendo visibles y posibles los deseos y experiencias, visibilizando.
La psiquiatría general está más orientada al estudio de los neurotransmisores que a la investigación de la influencia de las
transformaciones culturales en la salud mental, más volcada en la psicofarmacología que en los contextos sociales de producción
del sufrimiento; no tiene en cuenta que los enfermos mentales no son islas psicopatológicas carentes de contexto. Frente a esto
es que surge la psiquiatría cultural como una categoría comprehensiva que incluye a las diferentes investigaciones y teorías
sobre las relaciones entre la cultura, la terapia y los trastornos mentales. Por otro lado, debemos tener en cuenta que es tan
incompleta una psiquiatría que no valore el contexto como una que no dé cuenta de los procesos psíquicos y/o biológicos.
Uno de los principales aportes de la psiquiatría cultural ha sido el de hacer consciente que la psiquiatría, como conjunto de
saberes y prácticas, es también un sistema cultural, lo cual aún no ha tenido un gran impacto en la psiquiatría cultural; un claro
ejemplo esto es el DSM porque en ellos se parte de la ilusión de una clasificación ateórica, asocial y acultural de los trastornos
mentales. El uso de las categorías psiquiátricas como realidades más que como representaciones es lo que Kleinman definió
como falacia categorial, que se hace visible cuando exportamos nosologías y criterios diagnósticos a contextos culturales en
donde estos no adquieren coherencia ni sentido, y que consiste en una tendencia a forzar la universalidad de los criterios
diagnósticos. Tener conciencia de la relatividad cultural de las nosologías, los juicios clínicos y los propios trastornos mentales es
la garantía para el desarrollo de un conocimiento científico y racional.
Algunos pretendieron abordar este tema mediante la investigación comparativa que tiende a esquematizar, constituyendo
grandes bloques que no son útiles para abordar las diferencias intrínsecas a cada uno de estos bloques y cada uno de los
contextos nacionales analizados. Una solución a esto ha sido la aplicación del modelo patogenia (forma)/patoplastia
(contenido), siendo la primera el núcleo patogénico duro, y la segunda, las condiciones circunstanciales que impone la
procedencia étnica, las formas de vida y la biografía del paciente. Una carencia de este modelo es que considera a la forma
como invariable, y al contenido como realidad secundaria, considerando a la primera como lo realmente importante, que
permite inscribir los síntomas en un marco nosológico determinado, y a la segunda como una realidad afectada por las culturas
locales. Cuando en realidad es el contenido el que organiza la experiencia de un paciente. Otra solución fue la adaptación de los
instrumentos diagnósticos, lo cual requiere de una traducción no solo idiomática sino también cultural, entendiendo a los
mundos locales como realidades que constituyen una de las fuentes principales de la variación en psicología.
Lévi-Strauss plantea que en la modernidad el mundo en el que vivimos es cada vez más un espacio de culturas líquidas y de
hibridación desigual entre la metacultura global y los diferentes mundos locales, y ello produce un reto para la asistencia que
sólo puede ser solucionado mediante políticas públicas en salud mental que tengan en cuenta el análisis de la propia cultura.
Con medicalización se refiere a buscar soluciones médicas para problemas de comportamiento y de anormalidad social. Y habla
de control social porque la intervención médica pretende limitar, modificar, regular, aislar o eliminar el comportamiento
anormal socialmente definido, utilizando medios médicos en nombre de la salud. Ambos procesos van en aumento y tienen sus
raíces en el desarrollo de las modernas sociedades tecnológicas.
Distintas formas de definir enfermedad:
1. Concepto positivista: la enfermedad es la presencia del morbo en un organismo, impidiendo el buen funcionamiento
de los órganos fisiológicos. Valga resaltar que existe un supuesto implícito de la existencia de alguna norma de buen
funcionamiento que puede utilizarse como patrón de medida.
2. Otros definen morbo y enfermedad como entidades separadas: siendo morbo aquello puramente morfológico,
fisiológico y químico, y enfermedad, lo que el médico observa directamente, las sensaciones subjetivas (síntomas) y
ciertos hallazgos (signos). Esta separación permite que haya enfermedades sin morbo y morbo sin enfermedad.
3. Posición cultural relativista: una entidad o condición es morbo o enfermedad sólo si como tal es reconocida y definida
por la cultura. La salud y la enfermedad se ven limitadas por el conocimiento cultural y las condiciones y adaptaciones
al medio ambiente; afirma que las enfermedades y morbos son construcciones humanas, no existen sin que alguien las
reconozca y las defina. Es fuertemente criticada en este aspecto debido a que minimiza la naturaleza orgánico-
fisiológica de la enfermedad y el morbo. En su defensa, responde que sí hay acontecimientos que se producen
naturalmente, pero estas cosas no son enfermedades a priori, sin el significado social que los seres humanos les dan, no
constituyen ni enfermedad ni morbo.
Las enfermedades son construcciones sociales, son juicios negativos, debido a que es indeseable. La diagnosis médica
afecta el comportamiento de las personas, las actitudes que adoptan ante sí mismas y las que los demás adoptan ante
ellas.
Talcott Parsons conceptualizó la enfermedad como anormalidad no intencionada que amenaza la estabilidad de un
sistema social a través del impacto sobre el desempeño del rol; y definió el rol del enfermo como un legitimador de la
anormalidad de la enfermedad, y le señaló 4 componentes:
Dos extensiones de las responsabilidades normales:
1. Se lo exime de responsabilidades normales para que se ponga bien.
2. No se le juzga responsable de su condición y no se espera mejoría por fuerza de voluntad.
Dos nuevas obligaciones:
1. Debe reconocer que estar enfermo es indeseable y debe desear el restablecimiento.
2. Está obligado a buscar y cooperar con un agente competente que lo someta a tratamiento.
Aquí es donde el médico, como legitimador del rol del enfermo y como curador que vuelve a colocarlos en sus roles
sociales convencionales, funciona como agente de control social.
Condiciones para la medicalización de la anormalidad:
Comportamiento que debe definirse socialmente como anormal y como problema que necesita remedio por parte de
algún segmento de la sociedad.
Aquellos que definen la anormalidad como problema que debe remediarse tienen el poder para hacer efectivas sus
definiciones.
Las formas tradicionales o convencionales de control social dejan de ser eficientes o aceptables.
Es necesario disponer de alguna forma médica de control social.
Existencia de algunos datos orgánicos ambiguos sobre la fuente del problema.
La clase médica debe aprobar que tal comportamiento anormal entra en su jurisdicción.
Consecuencias de la medicalización de la anormalidad:
Las definiciones médicas de la anormalidad liberan de la responsabilidad del comportamiento al individuo.
Expansión interminable de la jurisdicción de la medicina. (dominación y hegemonía)
Profesionaliza los problemas humanos y sociales y delega en los expertos médicos la atención de los mismos.
El control social médico utiliza métodos poderosos y a veces irreversibles para tratar la anormalidad.
Individualiza las dificultades humanas, ignora o minimiza la naturaleza social del comportamiento, lo cual deforma la realidad y
permite el control social en nombre de la salud.
tanto cambian las circunstancias particulares. El estar sano o enfermo depende de lo biológico, lo económico, lo cultural, el
organismo, la psiquis, la historia personal y el orden social.
El criterio estadístico de salud mental surge gracias a la antropología cultural que observaba las diferencias existentes entre
distintos pueblos, y consiste en la aceptación de la existencia de distintos criterios sobre salud mental. Afirma que no existe una
sociedad normal, sino muchas sociedades, cada una de las cuales trata de adaptarse a sus condiciones de vida, momento
histórico, etc. Este criterio hecha por tierra la supuesta existencia de un concepto universal de hombre y lo reemplaza por un
concepto de relativismo cultural. Este modelo tiene sus fallas, debido a que considera normal a toda persona que responda a las
características que reúne la mayoría de las personas de su sociedad, dejando de lado el estudio de dominación y poder.
Por otro lado, el criterio normativo consiste en establecer parámetros de determinados valores o normas fuera de las cuales se
encuentra lo anormal o patológico. Se acusa a este criterio de ser etnocéntrico, porque es sólo un grupo el que determina cuáles
son los valores correctos y las normas a seguir, además promueven una valoración estática del hombre.
En oposición a ambos criterios, se propone que el condicionante de las enfermedades mentales son las influencias sociales de
perturbaciones mentales. Se afirma que la enfermedad consiste en una parte orgánica y psíquica. Foucault asegura que la
enfermedad mental se desprende del medio social en el que el hombre se desenvuelve; también apoya que la enfermedad se
expone a condiciones sociales históricas y psicológicas. Las relaciones son condicionantes de la enfermedad. En conclusión, los
criterios que se deben tener en cuenta para una definición de salud/enfermedad mental son: toma de conciencia de todas las
determinaciones psicosociales limitantes, elección consciente de conducta frente a todos los aspectos de la vida social
humana, y eliminación de los síntomas que esclavizan al paciente.