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La moral cristiana es el mensaje moral del N.

 , es decir, requiere que ante las variadas


circunstancias de la existencia se tomen las mismas actitudes fundamentales que Cristo
asumió. Esta es la línea de la moral cristiana. Pero es evidente que no se trata de una
mera imitación de proceder, pues la vida de Jesús no respondería en cada caso a las
múltiples y variadas circunstancias de la persona a lo largo de la historia. El desarrollo de
esa vida sobrenatural a través de los Sacramentos, "signos eficaces de la
gracia", constituye, como señalamos más adelante, la esencia de la moral cristiana.

Cristo, se trata de que actúe, con el auxilio del Espíritu, para que llegue a ser lo que
realmente es. En todo caso, no es tanto el esfuerzo del hombre, cuanto la acción de
Dios, que el hombre debe secundar en todo momento mediante la ayuda del Espíritu
Santo y la recepción de los Sacramentos.
Cristo la ayuda concreta del Espíritu para alcanzar la plenitud de su existencia cristiana.

El seguimiento de Cristo

El ser discípulo va orientado a que, mediante esa cercanía a su propia persona, pueda ser


testigo de su vida y de sus enseñanzas La llamada al discipulado comporta la renuncia a
ciertas actitudes de la vida. Algunos deben abandonar "todas las cosas" Finalmente, los
que le siguen entran en la órbita de la vida del Maestro y experimentan en sí mismos la
vida de Cristo, acompañándole en continuo aprendizaje.
En una palabra, el llamamiento de Cristo no va orientado en exclusividad a una conducta
éticamente recta, tampoco les predica una moral como condición previa para
seguirle. Connota y exige la verdadera conversión como condición previa a una vida
nueva, de tal modo que ese discípulo llegue a participar en la misma vida del Maestro. Por
este motivo, la moral de Jesús es algo verdaderamente específico, que supone una nueva
vida, dado que sitúa al «llamado» en un ámbito novedoso de existencia. La gracia recibida
en el Bautismo exigirá al cristiano «caminar en la novedad de la vida» .

Ese trasvase de la moral al dogma ha sido la causa de que los moralistas apenas se
hayan preocupado de su estudio. De aquí surge la fundamentación sacramental de la
moral cristiana. El origen de la nueva vida se sitúa en el Bautismo. Por este sacramento
se da el paso de la muerte a la vida, de una existencia herida a otra vida nueva que
postula una conducta también nueva.
Señala más bien la raíz que fecunda esa nueva vida, siempre perenne. con exigencias de
alcanzar mayor altura moral.

Seguimiento, imitación y transformación en Cristo

, parece que el seguimiento de Cristo no tanto postula y exige una imitación, cuanto una
comunión de vida con el Maestro. La comunicación de la vida divina, en virtud de la gracia
santificante recibida en el Bautismo, sitúa al bautizado en un nuevo orden de ser. Como
decíamos más arriba, la separación más profunda en la escala de los seres viene
marcada por la línea del orden sobrenatural trazada por el Bautismo. En virtud de este
sacramento, el cristiano participa en la vida divina de Cristo y se »reviste del hombre
nuevo« .

No se trata, por tanto, de una original actitud interna ante las diversas situaciones de la
vida, sino de un comportamiento que corresponde a un nuevo ser. El hombre está
»divinizado«, según una célebre expresión patrística, lo cual ha sido expuesto con
reiterada frecuencia en la predicación a los fieles. « El que permanece en mí y yo en
él, ese da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada» . Vid y sarmiento constituyen
una unidad biológica.

Esta identificación con Cristo no tiene parejo en otras morales religiosas, a las que no es
ajena la idea de imitar a Dios. «El griego ponía la perfección del hombre en la imitación de
Dios. » De ahí que, queriendo participar de la inmaterialidad del Acto puro, se esforzaba
por sustraerse al mundo de la materia.

O como escribe Pinckaers

Pablo una densidad mucho más grande que la simple imitación de un modelo, tal como se
lo entiende habitualmente. Un modelo de vida, como son los héroes y los filósofos de la
Antigüedad, los grandes personajes de la historia o incluso los modelos publicitarios de
hoy en día, nos deja solos ante el esfuerzo de conseguir conformamos a lo que
admiramos. "Espíritu Santo que nos conforma interiormente a imagen de Cristo y vuelve a
trazar también en nosotros "los sentimientos que están en Cristo Jesús" que nosotros
mismos podemos llevar a ser modelo para otros". Cristo y él.

Es una unión de ser y de vida con Cristo. En San Pablo se encuentran las más variadas
fórmulas de esta nueva condición del hombre bautizado. La teología paulina se centra en
la fórmula "Cristo en mí y yo en Cristo", que es como la clave para entender la mística
cristológica paulina. 165 veces en sus cartas y puede traducirse por "dentro", o sea, Cristo
es aquel dentro del cual vive el cristiano.

"Cristo en mí y yo en Cristo" refiere la misma realidad, si bien bajo distinto punto de


vista. El cristiano debe primeramente acomodarse a un modo singular de pensar. La fe
introduce al creyente en un ámbito inédito de conocimiento. No son suficientes las
categorías del pensamiento humano, el cual puede ser recto, juicioso y aún
inteligente, pero que no coincide necesariamente con el juicio de Dios.

Pablo pide al Señor que llene a los fieles de Colosas "de toda sabiduría e inteligencia
espiritual", con el fin de que sepan conducirse "de una manera digna del
Señor, procurando serle gratos en todo dando frutos de toda buena obra" . El sano
realismo del Apóstol pide la rectitud moral del entendimiento como condición de las
buenas obras. El hombre que vive según la razón , no entiende las cosas del espíritu, son
locura para él, y "no puede entenderlas porque hay que juzgarlas espiritualmente". La
rectitud moral cristiana es ininteligible a un sistema de referencia de la pura razón que no
esté iluminada por la fe .
En este contexto, la moral cristiana no es sólo la rectitud del actuar y del pensar, sino "la
doctrina de la cruz que es necedad para los que se pierden" . Pablo encomia la "locura"
de los predicadores y subraya que "la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los
hombres" . El afirma de sí mismo que se "ha hecho loco por Dios" y tan sólo, en atención
a los de Corinto, se muestra "juicioso" . Quien lo posee se coloca en la línea del espíritu.

" De suerte que el que es de Cristo se ha hecho criatura nueva, y lo viejo pasó, se ha
hecho nuevo" . Así se explica que no es la pura razón la que marca la pauta de la acción
cristiana, sino la fe, o sea, ese nuevo juicio moral que caracteriza el bien y el mal, no
desde lo "normal", lo "razonable" y lo "juicioso", sino desde la "inteligencia espiritual", lo
cual supone una nueva axiología. Los valores éticos cristianos, con frecuencia, se oponen
a los que proponen otros sistemas morales. Y, sin embargo, constituyen el norte de la
nueva actitud moral.

Aquí está la clave para entender las exigencias morales rigurosas del cristianismo, tantas
veces disminuidas, y otras veces se exageran las dificultades que entraña su
cumplimiento, como si se tratase de un programa moral imposible de cumplir. Parece
normal que desde la razón humana , parezcan escandalosas las exigencias morales del
mensaje de Jesús. De este modo, la humildad, la pobreza, la castidad, la justicia, el
perdón al enemigo, etc., y, en general, todas las virtudes morales cristianas, juzgadas
desde la sola razón, sin la iluminación de la fe, pueden ser no rectamente entendidas. "
"Los que son según la carne sienten las cosas camales, los que son según el espíritu

La libertad cristiana

En el vértice del pensar y del querer se sitúa la libertad. Por este motivo, la moral
cristiana es esencialmente una moral libre. El actuar ético del cristiano se asienta
en el centro mismo de la libertad. Pero una libertad para "el bien", pues quien obra
el mal es esclavo del pecado .

Si actúa bajo este signo, se convierte en siervo de la misma libertad. Quien


profesa una "moral laica" no querrá airear su interior. Cree que es suficiente con
que sus obras se ajusten a los grandes principios de la ética. Allí donde hay algo
de verdad o bondad, de amable o digno de alabanza, etc. debe dirigirse el obrar
del cristiano.

Todo lo noble es el ideal moral del que cree en Cristo. Cabe decir más, los
cristianos, en cuanto son "elegidos de Dios, santos y amados", deben "revestirse
de entrañas de
misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, longanimidad..." . Conmueve esta
llamada del Apóstol a una piedad que arropa el proceder moral de los sentimientos
más viscerales. Pablo se eleva aún a cumbres inescrutables de identificación con
Cristo.

Los bautizados han sido llamados a reproducir en sí mismos la imagen de


Cristo. Simmórfous, el término, griego empleado, significa más que
semejanza, unión y participación. Pablo proponga como límite "llegar a ser
varones perfectos, a la medida de la plenitud de Cristo" . Ahora bien, esta triple
dimensión es asumida por las exigencias morales de identificación con
Cristo, que, en virtud del Bautismo, demanda la vida de los fieles.

Toda conceptualización resulta insuficiente para explicar nocionalmente esta


"identificación con Cristo" a la que conduce la moral cristiana. Esa nueva condición
se afianza y perfecciona mediante el sacramento de la Confirmación. Comunión
sacramental la vida del creyente "comulga" con la vida del Señor que le asume en
el misterio de su Persona. Ambos sacramentos son, por
consecuencia, fundamento y centro de la moral cristiana.

""Se puede relacionar con el Espíritu todas las exposiciones de S. Espíritu Santo.

Consecuencias éticas de la "transformación en Cristo"

La identificación con Cristo tiene a su vez ciertas manifestaciones corporales. Y el


Apóstol aspira a que Cristo sea glorificado en su cuerpo "o por vida o por
muerte" . Si bien esa transformación se cumplirá plenamente en el estado
glorioso . Esa norma ética de "glorificar a Dios en el cuerpo", es lo que exige el
recto uso de la sexualidad y la medida ajustada en la vida de los sentidos .

En la medida en que se pierde tensión hacia Cristo y la conducta del hombre se


evalúa por criterios extrínsecos de moralidad, en la misma proporción esa actitud
se separa de la moral cristiana y se aproxima a la ética natural. Queremos
decir, que la transformación en Cristo, en virtud de la gracia sobrenatural, apunta
in recto hacia la moral cristiana, mientras que el mero cumplimiento de normas
orienta hacia la "honradez" o a una ética meramente social. La moral cristiana, por
el contrario, es primeramente personal, aunque bien es verdad que, como
afirmaremos más adelante, incluye, por su misma naturaleza, exigencias
sociales. Pero esa dimensión personal dice relación necesaria a la comunión de
vida con Cristo y no prioritariamente al mundo.

De aquí que este grado supremo de moralidad sea asimismo el germen de toda
eticidad que se denomine cristiana.

"Dios, lo cual crea ese estado perfecto de vida espiritual, aunque no tan


perfectamente como en la otra vida".

Dios no forman sino una sola. Las experiencias místicas de Santa Teresa son muy
significativas a este respecto, y las imágenes empleadas por la Santa son
abundantes y atrevidas.

""Estaba yo pensando cuando quise escribir esto... que hacía el alma en aquel


tiempo. "Un gran letrado de la Orden del glorioso Santo Domingo me quitó de esta
duda, que me dijo estar presente y cómo se comunicaba con nosotros". En otra
ocasión, Santa Teresa logra comprender la doctrina de S. .
Santa Teresa parece indicar que este estado no es propio tan sólo de las almas
místicas, pues se cumpliría en todos "si no fuese por nuestra culpa", a causa de
que tiene lugar en el centro del alma, aunque este estado sea "cosa tan dificultosa
de decir".

Sin duda que esos fenómenos místicos, "extraordinarios" no corresponden a las


condiciones normales de los creyentes que tratan de conformar su existir diario
con las exigencias morales del Evangelio.

Perfección de la moral cristiana

El programa moral del creyente viene, pues, indicado por esa gracia que ha provocado la
"nueva generación" , hasta que manifieste el actuar de Dios. « Parece indicar que se
obtendrá plenamente en la glorificación final Col 3,4».

Es decir, el hombre que vive de la fe no actúa solo, tiene una existencia compartida con
Jesús. Esa identificación con Cristo es la doctrina que expone ampliamente el Apóstol en
el cap. El cristiano lo convierte en quehacer personal cuando es leal a su propia
vocación. Algunos destacarán aspectos de compromiso con el mundo, pues buscan
identificarse con Cristo en el cumplimiento de las tareas seculares.

Otros, por el contrario, sentirán la vocación de mirada preferente y aún exclusiva a la vida


religiosa, totalmente separada del mundo. Nunca se destacará suficientemente la acción
del Espíritu Santo en la vida del cristiano. ""Jesús es el Señor", si el Espíritu no se lo
revela" . Y, por el Espíritu, el creyente puede llamar a Dios "Padre" .

El Espíritu es el que nos introduce en la vida de Cristo y el que labora en su


desarrollo. Los que la teología denomina "Dones del Espíritu Santo" se le dan al cristiano
como disposiciones permanentes para que profundice su capacidad y favorezca el
desarrollo de la vida de Cristo en nosotros. De este modo, la moral cristiana se nutre del
misterio trinitario. Espíritu Santo, como autor de la gracia santificante, es la significación
máxima de la moralidad.

""La glorificación de Dios en el orden sobrenatural se realiza de un modo infinitamente


superior, más perfecto y más eficaz, porque es la glorificación realizada por Cristo, y del
cual participan los cristianos como miembros suyos.

La vocación cristiana y su condición social

Su misión en el mundo es constituir a Cristo en centro de la creación. El "restaurar todas


las cosas en Cristo" es el fin de la conducta humana guiada por la fe en medio del
mundo. " "Restaurar todas las cosas" significa que Cristo es el punto central en el que
converge la creación entera, es como el término y consumación final de todo el mundo, es
decir, es el resumen de la creación". De aquí que, si la fe personal del cristiano le lleva a
una identificación personal con Cristo, las exigencias sociales de su fe le conducen a
orientar "todas las cosas a Cristo" .
""Cristo, habiéndose hecho obediente hasta la muerte y habiendo sido por ello exaltado
por el Padre , entró en la gloria de su reino. Más aún, para que, sirviendo a
Cristo, también los demás conduzcan en humildad y paciencia a sus hermanos al
Rey, cuyo servicio equivale a reinar. Cristo y Cristo es de Dios" " .

La misma enseñanza constituye uno de los nervios que vertebran la Exhortación

"Christo" postula una moral de identificación del entero orden creado, conduciendo todas
las cosas a El.

Vida moral y santidad personal

""Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del
designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el
Bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina
naturaleza, y por lo mismo, realmente santos.

Para lograr este objetivo, la Ética Teológica invoca la ayuda de la Teología

En este sentido, la moral no puede separarse de la teología espiritual.

CONCLUSIÓN

Una moral de signo externo o de puros preceptos no puede soportar el peso de la


identificación con la Persona de Jesús. Los preceptos de Jesús exigen una nueva vida, de
lo contrario, serán a modo de parches o de remiendos que no resisten el ámbito vital
novedoso que implica la vida de los "que quieren llamarse discípulos suyos" . A su
vez, como es lógico, se incluyen diversos preceptos de la ley natural, cuya máxima
expresión se formula en los Diez Mandamientos. El amor auna e identifica, es decir, "liga".

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