Está en la página 1de 1

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,12-17):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la

vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.

Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído

a mi Padre os lo he dado a conocer.

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y

vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a

otros».

Comentario al Evangelio de hoy viernes, 15 de mayo de 2020

    Hace tiempo leí este simpático dicho: “La vida debería ser «amarilla», es decir, «amar-y-ya»”. La
ocurrencia expresa lo mismo que dice san Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. El verdadero amor llega a trepar por encima del
instinto de supervivencia. Puede convertirse en “amor loco”. Amar así, solo se aprende con Jesús. Él hace posible lo más difícil.
Pone nuestra vida vuelta del revés. Tres lecciones suyas cambian un corazón de piedra en un corazón de carne.
1. La lección de la intimidad (“Os llamo amigos…”).
Esa amistad profunda se expresa "estando con Él" para adorarlo y, además, “estando con los otros" para servirlos. La intimidad
exige entrenarse en el sosiego  que sabe sustituir el "perdona, no tengo tiempo" por el "todo mi tiempo es para ti". Esta frase
suena romántica, pero es heroica. La saben decir las madres y los enamorados. ¿Qué intimidad cabe esperar si no nos
detenemos para estar con Él desde el centro, corazón con corazón? Siempre tenemos tiempo para lo que amamos. Quien no
nos dedica su tiempo a fondo perdido no nos quiere: simplemente nos utiliza, aunque sea para satisfacer su conciencia
altruista.
1. La lección del mayor amor (“Nadie tiene amor más grande…”)
Cada grupo humano vive de sus historias. A menudo son historias románticas. Chico conoce a chica, se enamoran y viven
felices para siempre. Es una buena historia que seguramente se dé aún. Pero si pensamos que es la única historia posible,
viviremos con horizontes demasiado reducidos. Nuestra imaginación necesita ser alimentada con otras historias que nos hablen
de formas de vivir y amar más al filo, “hasta el extremo”. Por eso son tan importantes las vidas de los santos. Nos muestran que
hay otras formas de amar. Prueban que existe también el “amor más grande”: el que da la vida sin temer la muerte. Como
Jesús.
1. La lección de la reciprocidad (“Que os améis unos a otros…”)
El amor es recíproco que implica dar y recibir. Pero, para llegar hasta ahí, hay que empezar por el amor “unívoco”: Yo soy el
primero que debo amar. El primer paso me toca a mí. Y gratuitamente. Alguien comparó a Dios con un caballero inglés, que era
tan inmensamente discreto que no quería imponerse de ninguna forma sobre aquellos a los que amaba. Abría la puerta y se
asomaba para asegurarse de que todos estaban a gusto y después, por más que deseaba quedarse, desaparecía para no
molestarles. Se negaba a dejar que los otros se volvieran demasiado dependientes de él. No ocupaba el centro de sus vidas.
Por eso, cautivaba.

También podría gustarte